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as cosas abandonadas dan miedo. Unos creen que están cubiertas de microbios; otros, temen que puedan explotar en cualquier momento. Sólo los niños tienen el valor de acercarse y tocarlas, de abrirlas, si están cerradas, e incluso de ponerse a jugar con ellas. Los niños y las personas muy curiosas, como el señor Tony Tanner, un coleccionista de timbres postales que, aquel día, encontró un libro abandonado.
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