El Cristo atado a la columna regresa a su casa Mª Ángeles García Hernández Hacía varias noches que la madre superiora no podía dormir. La despensa llevaba meses vacía. En la olla flotaba un hueso, cocido ya en otras ocasiones, carente de sustancia junto a unas tristes hojas de berros. La madre miraba a las hermanas pensativa. Las veía demacradas, ojerosas, acuciadas por una debilidad ante la falta de alimentos que les impedía realizar sus actividades cotidianas. Al igual que para una gran parte de la población de Toro, la posguerra estaba resultando dura, especialmente para un monasterio amenazado por una ruina inminente que ponía en peligro la vida de sus ocupantes. En esa coyuntura aparecieron aquellos hombres… como sabuesos, olisquearon la necesidad de las hermanas y fijaron sus ojos en “El Cristo atado a la columna” y en “ San Pedro en lágrimas”, tallas del escultor toresano Sebastián Ducete (1568 – 1621) que ocupaban el primer cuerpo del altar mayor. Después de pasarse toda la noche de rodillas ante el Santísimo, la madre superiora decidió enajenar las tallas. El exiguo dinero que obtendría por su venta, les permitiría pasar el crudo y largo invierno. La dramática petición para remediar la ruina del Monasterio de las Sofías, que hace el historiador local Francisco Casas Ruiz del Árbol en el “Correo de Zamora” en febrero de 1966, me ha inspirado las palabras con las que encabezo este artículo. La salida del “Cristo atado a la columna” del Monasterio Premostratense de las M.
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M. Norbertinas pudo haber sucedido así unas décadas antes. Lo cierto es que la hambruna hizo que las dos magníficas tallas salieran del monasterio, desconociéndose durante mucho tiempo su paradero, hasta que en el año 2013 salió a subasta en Barcelona “El Cristo atado a la columna”, siendo
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