Revista del Colegio de Arquitectos de Valladolid
Nº 7 | Edición semestral gratuita
Revista del Colegio de Arquitectos de Valladolid
Nº 7 | Edición semestral gratuita
DE ARQUITECTURA
12. La evolución del “Estudio” y la Obra. 18. Esperanzas y experiencias.
24. Arquitecto atípico.
30. La generación
Take Away 36. Mi apuesta profesional. 44.
Intervenciones urbanas:
Protoplaza Mayor. 48. Próximo número: Interiores de arquitectura.
Descarga tu revista:
Revista del Colegio de Arquitectos de Valladolid. Nº7 | Edición semestral gratuita.
Edita: Colegio de arquitectos de Valladolid (Tel.: 983 344 244. www.coavalladolid.com) y Editorial MIC (Tel.:902 251 902/983 456 518. www.editorialmic.com). Diseño gráfico y maquetación: Cristina Aparicio Castaño. Imagen de portada: “Paralex” © Pedro Iván Ramos Martín- MOI interiorismo, equipamiento y fotografía, www.moi.es. Depósito Legal: VA389-2013.
No sé si será una percepción particular y personal o es algo que vosotros también experimentáis. No es mi estado de humor, o las consecuencias de haber dormido mejor o peor. Tengo la sensación de que amanece distinto. Pero no distinto al día anterior, sino distinto a “antes” ¿Y de cuánto tiempo estoy hablando? Pues no lo sé. “Antes” es antes. Es decir, que mi reflejo en el espejo ha cambiado. No hablo solo de cambios físicos. Lo más importante son los cambios de circunstancias. Los cambios del entorno. De mi actitud. De mis aptitudes, podríamos decir que “de todo”.
No se trata de una oda a la añoranza y un deseo de volver a situaciones pasadas. Se trata de una constatación de que las cosas han cambiado… y mucho.
Pues de esto mismo va este número de nuestra revista. De cuáles son las esperanzas que nos mueven cuando vamos a comenzar esta profesión y de qué experiencias hemos conseguido a lo largo del desarrollo de la misma.
¿Podemos decir que hemos logrado nuestros objetivos? ¿Aquellas esperanzas han sido satisfechas? ¿Nuestros logros y nuestras experiencias, si no coinciden con la satisfacción de esperanzas pasadas, al menos son otra vía de satisfacción?
Porque yo creo que esa es la clave. Entendedme, que escribir es sencillo (lo sé) y vivirlo es mucho más complicado. Pero esa es la auténtica clave de la satisfacción profesional.
Cuando lo esperado no se convierte en realidad, pero a cambio se materializan otras facetas que resultan satisfactorias, podremos decir que nuestra profesión nos ayuda en nuestra vida. Un compañero me decía hace no mucho que odia trabajar. Yo le pregunté… ¿no es lo que esperabas? Y contestó: “Para nada… yo pensaba que esto era otra cosa” ¿Cuántas veces hemos escuchado esta misma frase? Uno esperaba ser arquitecto y resulta que eres un negociador, un gestor, un salvachapuzas, un viajante, un economista, un llevapapeles, un… Pero sobretodo eres “el responsable”. Que te quede claro.
¿A alguno le dijeron que cuando se dirige una obra es una constante y agotadora búsqueda de consenso?
Entiéndase que cuando hablo de “consenso” estoy queriendo decir “tragar”. Porque te das cuenta de que tienes dos opciones: O “tragas” dando de paso cosas que quizá no debas, o aparece un ritmo de obra absolutamente desesperante y que acabará con los nervios del promotor. Esto, en el mejor de los casos porque, ¡no lo dudes! La culpa de que la obra vaya lenta y se hagan las cosas mal, la tienes tú de forma inexorable. Eres el responsable de todos los males de la obra y si me apuras de los de las obras en general, y ya puestos, de la crisis inmobiliaria (la muerte de Manolete, la damos por asumida).
Así estamos, compañeros. ¡Somos el mal endémico de la sociedad! Y… por cierto… ¿alguno contenía esta fatalidad dentro de sus “esperanzas”?
Sin embargo, yo creo que no debemos poner en duda nuestra “implicación”. De corazón os digo que recurriendo a ella dejamos clara nuestra profesionalidad. Recuerdo aquellas tardes y noches que nos pegábamos (un compañero con el que he trabajado muchos años y yo) cuando teníamos algún trabajo que entregar. Siempre con prisas,
nunca llegábamos a tiempo. ¿Por qué será? Ya puede ser un trabajo grande o pequeño, que jamás lo tendremos hecho y completo en el día previsto. Y si le damos una semana más o incluso un mes más, también llegamos tarde. Me dijo un amigo que la arquitectura es así. Daba igual el tiempo que tuvieras, porque siempre piensas en “algo más”. Siempre se ocurren nuevos cambios, nuevas mejoras. Para que luego digan que no nos implicamos en nuestro trabajo. Pues la verdad es que yo no conozco compañero que no se implique de una u otra forma. Y la implicación nos obliga a esto. A ponerle más tiempo… y más….y más… y más cambios y más mejoras.
Y luego miras el resultado y ¡Zas! ¡Vuelves a la idea original! ¿Os pasa? Resulta que con el tiempo te das cuenta de que proyectar es de una u otra forma un acto de “sacar” de tus entrañas algo que realmente merezca la pena. Sin pretensiones económicas y sin influencias extrañas. Solo sacar lo mejor de ti ¿Hay algo más gratificante que eso cuando el resultado te satisface? Pero también… ¿Hay algo más decepcionante y frustrante cuando el resultado no es el esperado? Eso es precisamente de lo que hablo, porque nos “implicamos” profundamente en nuestro trabajo.
Cuando acabas la carrera piensas comerte el mundo y deseas con absoluta sinceridad hacer un trabajo que realmente merezca la pena. El tiempo y la canalla realidad te ponen en tu sitio y a veces proyectas lo que quieres y a veces no, pero en todos los casos quieres no decepcionar. No voy a negar que las esperanzas que se tienen de estudiante contienen un poco de “estupidez humana”: Conseguir buena posición económica, prestigio social, no tener jefes,… Pero también he de decir que la satisfacción profesional estaba por encima de esas cuestiones. Antes de nada lo que uno quería era realizar “buena arquitectura”.
Contribuir a que nuestra sociedad tenga un patrimonio edificatorio que permitiera a las personas vivir y desarrollarse en mejores lugares. ¿Suena pretencioso? Sinceramente creo que debería sonar ambicioso y a la vez solidario, porque así eran mis sensaciones. Yo no soñaba con ser arquitecto para realizar una mala arquitectura. Supongo que nadie lo soñaba. Ni para estar pegándome con los restantes agentes implicados en la construcción. Yo quería ser arquitecto porque amaba y amo la arquitectura y porque me implico en ello. Todos lo hacemos.
A nuestro colectivo, de forma mayoritaria, le importa la Arquitectura con mayúsculas. Y es porque a nuestro colectivo le importa la sociedad. Como decía la novia de Roger Rabbit, “…nos han dibujado así”. Cualquier apreciación por parte de quien sea sobre nuestra labor, aparte de ser habitualmente desconocedora de la misma, suele traspasar incluso la barrera de lo ofensivo.
¡Ya les vale!
Pues tenemos otra tarea, que es la de mostrar a la sociedad nuestra real implicación con la misma. Nuestras ganas de influir positivamente en la vida de las personas. Y nuestra intención de estar al servicio de “todos” con nuestra labor profesional. No voy a contar lo que han cambiado las cosas porque lo sabéis mucho mejor que yo, pero sí os puedo decir que asumir la adaptación, nos traerá más satisfacciones. Eso sí, sin perder esa implicación en nuestro trabajo, esa implicación en que las cosas sean mejores.
Esperanzas y Experiencias. Yo esperaba ser arquitecto… y en el camino descubrí y experimenté que el “buen hacer” forma parte del juego y decidí pringarme. No queda otra.
Muchísimas gracias a todos los colaboradores.
Un saludo para todos y ¡Feliz verano!
osé Ignacio Linazasoro vino hace unos años a la escuela de Arquitectura de Valladolid con motivo de unas conferencias sobre arquitectura nórdica. Días después, me animé a escribirle un correo para que me recomendase lecturas interesantes sobre ese tema. Su respuesta fue sorprendente, y con el tiempo, pedagógica: “Si quieres aprender arquitectura, no leas sobre arquitectura”. Me quería hacer entender que siendo curioso sobre todo lo que me rodeaba me ayudaría a formarme arquitecto y como persona, ya fuera leyendo libros, escuchando música, viendo películas o interesándome por otras profesiones y sus distintas formas de afrontar el trabajo.
Ahora, pocos años después de esa conferencia, con nuestro estudio recién abierto, no tenemos prácticamente tiempo para seguir el consejo de Linazasoro. Como arquitectos jóvenes abriéndonos camino, somos conscientes de lo que realmente significa ser arquitecto. En la escuela nos enseñan arquitectura, pero me temo que no nos preparan para el oficio. Esto no es una crítica hacia la universidad, si no un choque de realidad, un choque muy duro contra la vida real. Durante nuestra época de estudiante disfrutamos del aprendizaje de la arquitectura: conceptos de escala, relación con el entorno, cualificación de espacios, uso de la luz, respuesta al lugar…. Actualmente, por desgracia, todas esas nociones quedan prácticamente arrinconadas en el desarrollo de un proyecto, debido a la importancia repentina que
adquieren la relación del arquitecto con el promotor, la respuesta a unas necesidades programáticas concretas, la adecuación a un presupuesto generalmente limitado, el conocimiento de materiales y el coste de su instalación, la justificación de una sobredimensionada normativa y, sobre todo para llegar a fin de mes, la labor comercial de conseguir clientes.
“Si quieres aprender arquitectura, no leas sobre arquitectura”. En la escuela nos enseñan arquitectura, pero me temo que no nos preparan para el oficio
Muchos compañeros reconocen el mérito de haber abierto un estudio nada más terminar la carrera. En Oiga Estudio creemos que no tiene nada de especial, surgió de manera natural, éramos dos autónomos con inquietudes similares. Si hubiéramos decidido trabajar para otros arquitectos, en otras ciudades o países, el aprendizaje hubiera sido mucho más rápido pero en muchos casos limitado, con poca responsabilidad los primeros meses y seguramente con un salario bajo debido a la falta de experiencia. Trabajando para uno mismo el compromiso con el trabajo es total, desde las primeras reuniones con el cliente cuando el proyecto aún es una nebulosa hasta el último detalle del diseño. Esta forma de trabajar es una suerte para nosotros, ya que podemos conocer todos los agentes que forman parte de un proyecto. Pero es un camino
Muchos de los consejos que te dan en la Escuela se quedan en el aire cuando abres un estudio y aterrizas en la vida real
plagado de sinsabores, con momentos de desesperación y plazos excesivamente largos que llevan a plantearse la rentabilidad de tener un estudio propio.
Para compensar los periodos en los que las cosas en un estudio no salen como uno quiere, no nos queda más remedio que reinventarnos. En cada proyecto que nos encargan además de buscar la respuesta más ajustada a un programa, tratamos de aprender cosas útiles para el futuro: Hemos aprendido de manera autodidacta a utilizar programas BIM, programas de cálculo estructural o impresión 3D. Formarnos a través de nuestro propio trabajo, en definitiva. Y esta formación a su vez se incorpora al método de trabajo. Nuestro sistema de trabajo a través de la visualización 3D quizá sea una de las mayores diferencias que tengamos respecto a un estudio con más años de experiencia. Siempre comenzamos un proyecto con lápiz
y papel, pero cuando todo comienza a encajar, pasamos a programas BIM para chequear las volumetrías y los espacios interiores. De esta manera obtenemos mucha información planimétrica más eficientemente, pero sobre todo, es una ayuda enorme para el cliente. En vez de unos planos en dos dimensiones o unas vistas dibujadas o renderizadas, el cliente dispone de un archivo con el que interactuar. Así, puede ver cómo avanza su proyecto de una manera casi real, consiguiendo que la relación de espacios o tamaños quede mucho más clara en su cabeza, ahorrando malentendidos y permitiéndonos avanzar más rápidamente. Todos los agentes implicados en un proyecto salen beneficiados con este método de trabajo.
Hemos aprendido a formarnos a través de nuestro propio trabajo
Por otro lado, como muchos arquitectos de hoy en día, tenemos muy presente la sostenibilidad, pero quizá de una manera más específica porque para nosotros ya está implícita en la buena arquitectura. Con sostenibilidad nos referimos a adaptarnos a las tradiciones constructivas del lugar y a conocer la trazabilidad de los materiales que vamos a utilizar, a saber cuánta energía se ha utilizado en su fabricación y en su transporte, tratando de minimizarla lo más posible. Se trata de ser responsables con el medio ambiente a la vez que se ayuda al cliente a conseguir su objetivo.
El compromiso con la sostenibilidad y el conocimiento de nuevas herramientas digitales de trabajo, hace de nosotros un complemento atractivo para estudios con más recorrido. La colaboración con otros arquitectos de más experiencia, algo común en estos tiempos, resulta muy satisfactoria para ambas partes.
No hemos parado de trabajar en los dos años de vida. Sin embargo los honorarios no nos permiten vivir de ello aún. Esta es una de las mayores diferencias con otras épocas: trabajamos las mismas horas, ni más ni menos, pero las ganancias son mínimas y la competencia, máxima. Actualmente, es muy difícil para un estudio joven vivir exclusivamente de la arquitectura. Para compensar esta falta de ingresos organizamos cursos de manejo de programas, hacemos impresiones 3D, damos clases de dibujo y ayudamos a universitarios mediante tutorías.
Los honorarios no nos permiten vivir de ello aún. La única ventaja de esta situación es que partimos de cero.
El único aspecto positivo de esta situación para un estudio que da sus primeros pasos, es que partimos de cero. No teniendo un gran estudio con un elevado volumen de gastos ni trabajadores a nuestro cargo, con pocos ingresos podemos mantenernos. Aunque tenemos la esperanza de que la situación mejore, no somos ilusos, creemos que no volveremos a niveles de trabajo precrisis. Tenemos muy claro que, visto lo visto, no viviremos de la arquitectura exclusivamente en un futuro. Esperamos que minimizando gastos y optimizando recursos, acumulemos la experiencia suficiente para enfrentarnos a proyectos de mayor envergadura cuando estos surjan. Si no, tendremos que buscar alternativas fuera de España, como han hecho la mayoría de nuestros compañeros de promoción. Mientras tanto, aquí, hacemos lo que cualquier otro arquitecto que tiene un estudio hace: trabajar y aprender
En el último número de la revista se hace una invitación a los “eméritos” para que contemos la evolución de nuestro trabajo a lo largo del tiempo y he estado pensando si lo que yo pudiera contar sería de interés para los actuales arquitectos, que desarrollan su profesión dentro de un mundo y unos ambientes que han cambiado, con la rápida evolución de las tecnologías, de una manera radical. Quizá, porque los cambios han sido tan grandes, merezca la pena hacerlo.
Para poder establecer un contexto, en el que los mayores contamos nuestras batallitas, me es necesario hacer referencia a cuestiones un poco alejadas de lo que ha sido puramente el desarrollo profesional. Así deberé empezar diciendo que cuando me decido a estudiar Arquitectura la carrera consistía en hacer en la Universidad dos años de Ciencias, que eran los comunes para Física, Química y Ciencias Exactas (como se llamaba a Matemáticas) después en la Escuela de Arquitectura (que sólo había dos, en Madrid y Barcelona) un examen de “Cálculo diferencial e integral”, dos idiomas : francés o italiano y alemán o inglés además de los consabidos dibujos : “Encajado”, con carboncillo a línea, “Mancha” con carboncillo difuminado y “Lavado”, con tinta china y pincel. Una vez pasado este tiempo, que eran tres años mínimo, cuando se conseguía pasar las pruebas y se entraba en la Escuela, quedaban seis años, pero el primero se llamaba “Curso Complementario de
Ingreso”, es decir, que aunque te lo habías creído, todavía no habías ingresado, como lo solía recordar un profesor con muy mala idea, y en el programa de ese curso se incluía el “Dibujo Técnico”, como inicio a lo que luego sería el dibujo de planos, consistente en representar la planta, el alzado y secciones de un edificio clásico, que en mi caso fue la ermita de S. Isidro.
Esta introducción sirve para contar que, entonces era bastante común, durante los dos últimos años de carrera, se trabajase por las tardes en un estudio de arquitectura, ya que el quehacer que daban los estudios no era nada agobiante y así podías ir aprendiendo la práctica profesional y, de paso, te ganabas algunas pesetas y, también, los arquitectos para los que trabajabas tenían delineantes de primera fila. Y aquí empieza mi contacto con el “estudio” (que algunos, más modernos, llamaban “oficina” o “despacho” de arquitectura). Y tengo la enorme suerte de entrar en el estudio de D. Secundino Zuazo, que no hacía mucho tiempo había regresado de Canarias, donde había estado exiliado como represión, por haber trabajado para el Gobierno de la República en la construcción de los Nuevos Ministerios. En una habitación estábamos dos estudiantes de arquitectura y el jefe de delineantes, en una sala contigua, media docena de delineantes, y luego los despachos, salas de juntas y de visitas, además de la habitación con las máquinas de reproducción de planos.
D. Secundino, antes de empezar un trabajo, nos daba una explicación sobre su contenido, por lo que aquello resultaba muy eficaz, luego nos pasaba los bocetos hechos a mano, que nosotros los delineábamos a lapicero, para pasar posteriormente, debidamente corregidos, si fuera preciso, a la sala de delineación, donde los delineantes los pasaban a tinta sobre “papel vegetal”, que posteriormente sería sometido al proceso de fotoreproducción, en unas máquinas que lo pasaban al “papel de planos”, donde se fijaba la imagen tras el tratamiento con vapor de amoniaco que extendía un olor insoportable a todo el recinto. Este proceso reproductor se llevaba a cabo en los estudios de arquitectura, aunque unos tenían reproductoras de planos y otros lo llevaban a “copistas”.
Al mismo tiempo, también se nos llevaba de visita de obras, donde no existían, ni mucho menos, las medidas de seguridad que se fueron exigiendo años más tarde. Siempre recordaré el recorrido por una cubierta de teja curva de una casa de cinco plantas, con un calzado normal pensando que, en cualquier momento me podía resbalar y el encargado de obra diciendo: ¿Qué? ¿Tiene miedo? Más adelante explicaré cómo se realizaban las obras.
Aunque las “fotocopias” ya existían de antes, mediante procesos largos
que requerían una maquinaria muy compleja, la parte escrita del documento del proyecto se elaboraba mediante la máquina de escribir, con la que se hacían varias copias en un fino “papel de copia” en el que se intercalaban hojas de “papel carbón”, con lo que se podían hacer, de una vez, las copias necesarias para toda la tramitación del documento del proyecto.
En las obras no existían, ni mucho menos, las medidas de seguridad que fueron exigiendo años más tarde
las medidas de seguridad que se fueron exigiendo años más tarde
Por lo que se refiere al material de trabajo en el estudio, el dibujo de los planos se hacía con una regla deslizante en vertical mediante dos hilos de nailon situados en sus extremos (lo que ya se utilizaba en la Escuela), sobre la que se apoyaban la escuadra o el cartabón o con el “tecnígrafo”, un artilugio consistente en un brazo articulado que en su extremo llevaba un par de reglas graduadas, una en vertical y otra horizontal que se podía girar. Luego el dibujo se realizaba con el “tiralineas”, que había que estar cargando con tinta china continuamente, aunque yo, desde la época de la escuela, como otros muchos, usábamos una pluma estilográfica con tinta negra. Poco después aparecieron los “rotulado-
res”, que abreviaron muchísimo el proceso de “pasado a tinta”. Finalmente estaba la parte del cálculo, tanto de las estructuras como de las instalaciones, proceso laboriosísimo, para el que sólo se contaba con la “regla de cálculo”, instrumento consistente en una regla que en su parte central poseía un elemento deslizante y en que se contenía un conjunto de escalas logarítmicas en las que, al confrontar con el movimiento de la parte central las divisiones de las escalas, se realizaban varias operaciones. Ni que decir que el cálculo de una estructura resultaba laborioso, largo y aburrido, pero era lo que había. Al final de los años 60 empezaron a aparecer las “calculadoras”, con un tamaño descomunal, pero que abreviaban bastante el trabajo de las simples operaciones matemáticas, y a partir de entonces, poco a poco, comienza la aplicación de la informática, partiendo de aparatos y sistemas de cálculo que iban progresando, en especial desde finales de los años 70, en que las grandes empresas ya poseían ordenadores de grandes dimensiones, que ocupaban toda una habitación, lo que supuso un avance impresionante del proceso de cálculo, en especial para los que habíamos trabajado con la prehistórica “regla de cálculo”. También la aparición del “fax” supuso un gran avance, pues permitía una intercomunicación entre los estudios y las “oficinas de cálculo”,
lo que dio lugar que algunas de estas fuesen a localizarse en lugares de buen clima, como era la Costa del Sol.
Es en 1980 cuando adquiero una HP-41 C, máquina maravillosa que, a pesar de su complejidad de uso, metiendo los datos de cálculo, realizaba todas las operaciones e imprimía los resultados, casi lo mismo que hacían los ordenadores a los que me he referido. A la vista de los procedimientos utilizados en la actualidad, seguro que a los arquitectos de las últimas promociones les resultará muy difícil imaginar cómo se agradeció la aparición de las nuevas tecnologías en aquella época. Y llega el momento de hablar de las obras y en esta cuestión sí que ha habido una gran transformación debido, especialmente, la evolución de los medios mecánicos, que, en un principio, fue mucho mayor y más rápida en las grandes empresas constructoras que en las pequeñas empresas, en general de carácter familiar.
Cuando comienzo mi ejercicio profesional los andamios eran de madera (tablones y postes o puntales) que se unían y fijaban mediante ataduras con cuerdas de esparto y la elevación de materiales se efectuaba colocándolos en seras o espuertas que se elevaban mediante “tróculos” o “trócolas”, como también se las llamaba impropiamente, que en el diccionario se definen como “máquinas para vencer grandes re-
sistencias con poco esfuerzo, consisten en un aparejo constituido por grupos de poleas montadas, las de cada grupo, sobre una misma armadura y enlazadas por una cuerda los distintos grupos”. Igualmente los encofrados se formaban con tablones y puntales de troncos de árbol. Más tarde empiezan a aparecer los andamios de estructura metálica, las plataformas elevadoras y las grúas y montacargas, lo que supone la llegada de la gran tecnificación de la ejecución de las obras
La parte del cálculo, tanto de las estructuras como de las instalaciones, era un proceso laboriosísimo para el que sólo se contaba con la “regla de cálculo”
El hormigón se dosificaba a pie de obra mediante el número de paletadas necesarias de cemento, arena y grava, dependiendo del buen contar del operario de turno, y el agua mediante calderetas de la misma manera, que se mezclaba revolviéndole sobre el suelo. Aun así resultaba un buen hormigón y prueba de ello es la cantidad de edificios existentes de esa época sin ningún problema. El acero de las armaduras era liso (el corrugado apareció años más tarde como una gran novedad) y llegaba a la obra en rollos, procediéndose en unas bancadas, a su estiramiento y doblado para conformar las armaduras de las vigas, junto con
los estribos. Mucho más tarde las armaduras llegaban a la obra previamente conformadas en talleres especializados. También la elaboración del hormigón fue evolucionando : aparecieron las hormigoneras a pie de obra, primero en las grandes empresas, luego se extendieron a toda clase de constructores, como ocurrió con los suministros de hormigón prefabricado llevado en camiones-hormigoneras. A la par que el andamiaje los encofrados y puntales se fueron sustituyendo por elementos metálicos.
El control de calidad del hormigón en obra se hacía con el “esclerómetro”, aparato consistente en un sistema de muelles que producían el disparo de un elemento metálico sobre el hormigón y que según su rebote marcaba en una escala la dureza del material. Su presencia en la obra aseguraba que el constructor de turno tuviese un mayor cuidado en las dosificaciones. Las empresas de mayor nivel empezaron a sacar muestras en obra, de acuerdo con un programa previsto, para llevarlas a su análisis en laboratorio, lo que parecía, entonces, un gran avance tecnológico.
Otra experiencia fue la cimentación por pilotaje. Tuve la oportunidad de ser el primero en la ciudad de llevar a cabo este procedimiento utilizando pilotes elaborados por perforación en un edificio de la calle López Gómez, vino de Madrid una empresa italiana llamada “ Fonde-
dile”, con material y personal italianos, que, normalmente trabajaban en Venecia, por lo que su experiencia era enorme.
Y hasta aquí llega un recuerdo de lo que fue el pasado de nuestra profesión para que nuestros compañeros de hoy puedan compararlo con la situación actual, en especial por lo que se refiere a la ejecución del proyecto, utilizando los medios informáticos que suponen un enorme avance en la creación de las estructuras. Como dice Ricardo Aroca en su libro “La historia secreta de los edificios”, al referirse al Museo Guggenheim de Bilbao, “Hay un factor nuevo que lo cambia todo: la capacidad de dibujar (y calcular, diría yo) de los ordenadores. Ya no es preciso geometrizar las formas para poder abordar su análisis y su construcción; potentes programas informáticos permiten tomar datos de formas arbitrarias “croquizadas” en papel o esbozadas en maquetas, y definirlas con precisión de fracciones de milímetro”. Y así podemos llegar al día de hoy con la torre Dubai Greek Harbour, del controvertido Santiago Calatrava, que acaba de ganar un concurso, con uno de sus más arriesgados proyectos, “todo ingeniería y arquitectura”, como se dice en el comentario que acompaña a su información gráfica en una de las revistas de arquitectura de mayor difusión.
Terminaré con una consideración sobre la ejecución de la obra en especial. Los medios auxiliares utilizados hoy no tienen nada que ver con los que conocí al comienzo del ejercicio de la profesión, que eran casi los mismos que habían utilizado los egipcios y los romanos en sus obras: mucha madera y esfuerzo humano. Además no debe ser olvidado el gran avance existente en los medios de seguridad, cuestión que ha pasado de su total inexistencia a una muy adecuada aplicación
Es indudable que ser arquitecto en esta época de crisis es complicado, siempre es complicado enfrentarse al mundo laboral y más cuando el sector al que perteneces está en crisis. Nuestra experiencia en el mundo profesional es como la de todo arquitecto, rara. La carrera de arquitectura es en sí es una profesión compleja pero sobre todo rara. El contenido que la carrera te forma está años por detrás de lo que la realidad exige, los contenidos no se adaptan a las necesidades laborales futuras y tenemos muchas carencias, pero como contraprestación aprendes a superar todos los obstáculos y a afrontar los problemas.
Rara porque sabemos hacer muchas cosas, y porque nos toca hacer trabajos que hasta ahora no imaginábamos que estuviesen ligados con la arquitectura. En nuestro caso los comienzos por razones personales fueron complicados, colaborábamos en distintos estudios y cerraron sin previo aviso y porque se rindieron ante la crisis. Ante esto decidimos ir en contra corriente y ante los cierres de estudios y el éxodo de jóvenes decidimos hacer todo lo contrario y abrir nuestro propio camino. Así que surgió nuestro estudio AWA-A no como un estudio de arquitectura sino como un espacio creativo donde todo lo que desarrollemos nos aportara algo.
Nosotros podemos decir que hemos encontrado una forma en la que podemos trabajar, en arquitectura, pero de una forma multidisciplinar y nada convencional.
Tenemos encargos de trabajos, para otros estudios de otras partes, colaboramos con estudios de España, Suiza, Alemania, China, Brasil… y hacemos trabajos de arquitecto para otras empresas en otros lugares. Es muy difícil decir cómo se trabaja en la actualidad, nosotros trabajamos en la nube, dominando las nuevas tecnologías, haciendo nuestro trabajo y produciendo arquitectura que en muchas ocasiones no es arquitectura.
Diseñar páginas web, diseñar aplicaciones móviles, visualizar en 3D, proyectar idas de hoya, y luego enfrentarnos al trabajo de arquitecto de cabecera para los clientes que tenemos en la ciudad. Aprovechando los conocimientos creativos inherentes a la profesión, una infinita falta de vergüenza y muchas ganas de trabajar, nos enfrentamos a proyectos de todo tipo.
Entendemos el diseño desde nuestro punto de vista y proponemos soluciones adaptadas a los retos que nos encontramos. Ponerse a enumerar los trabajos que hacemos puede ser un poco complicado puesto que no decimos que NO fácilmente, hacer branding puede ser igual de complejo que hacer una vivienda. Hacer infografías para los ascensores del museo del Prado o de la Peineta, puede ser también igual de complejo, hacer concursos internacionales también tiene mucho interés, hacer webs para Suiza tiene su encanto también. Nos ha tocado vivir una época en la que construir es algo complicado y un mundo lleno de vicios, porque ya se cons-
truyó lo que se tenía que construir para los próximos años, pero sigue habiendo otras cosas que construir y diseñar. Sigue habiendo cosas que producir, sigue haciendo falta una mirada rara del mundo para solucionar problemas de las personas.
Nuestro estudio AWA-A no como un estudio de arquitectura sino como un espacio creativo donde todo lo que desarrollemos nos aportara algo
AWA-A es un espacio donde desarrollar nuestras inquietudes. Hacemos exposiciones de arte, escribimos artículos, hacemos animaciones, hacemos concursos de arquitectura. Inventamos soluciones nuevas, e investigamos sobre la arquitectura. Buscamos recursos nuevos, y tratamos de dar nuevas respuestas a problemas que nos han acompañado siempre.
Decir cuál es el punto de vista de un joven arquitecto también es un poco falaz, este es mi punto de vista, al que he llegado por mi bagaje
vital y personal pero que es difícil de aplicar al resto de arquitectos, sean o no jóvenes. Cada uno tendrá una visión, la mía y la de AWA-A, no es ni mejor ni peor, es otra mirada.
En el caso de AWA-A somos muy críticos con la profesión, esta total desconexión de la realidad que vive el sector, hay que vivir lo que nos ha tocado vivir y buscarse la vida, para tener la vida que queríamos. Estudiar una carrera no te convierte en arquitecto, decir que eres arquitecto no te abre ninguna puerta y el trabajo no llueve del cielo. Hay mucha competencia, hay muchos compañeros que no te respetan a los jóvenes, cada uno suele pensar en sus intereses propios y no en el del conjunto. Ya no es ser joven arquitecto, es ser joven emprendedor que se enfrenta a la competencia en la cual quizás por ser joven e idealista descubre una profesión viciada, en la que el respeto a la deontología profesional y la rigurosidad se ha perdido. Creemos que se han perdido valores de ética profesional, que ante una situación de crisis económica pero también en época de bonanza se han cometidos multitud
de errores que han repercutido en la visión que de nosotros tiene la sociedad. No se puede permitir que se cometan actos que van en contra de todos y que no proceden para solucionar la situación en la que nos encontramos.
Nosotros hacemos lo mismo que un arquitecto del pasado siglo, somos gente creativa y activa con inquietudes que se mueve en el mundo y cobra por sus servicios, nosotros hacemos diseño creando protorealidades que inventan un mundo diferente. Encontrarse que el valor de nuestro trabajo está denostado por nuestros compañeros y por la sociedad, no saber cuánto valemos y tener que estar luchando todo el tiempo por hacer valer nuestro trabajo es ingrato. La sensación de que todos tenemos las mismas inquietudes, las mismas necesidades pero nos encontramos ante la misma indefensión supongo que es generalizado.
También hay gente con la que nos encontramos que nos aportan mucho y nos han ayudado para poder seguir con la profesión. Gente que sí que trata de ser profesional y con
la que colaboramos en el trabajo que realizamos. Arquitectos y personas que han depositado en nosotros la confianza para llevar a cabo sus trabajos, gente a la que estamos agradecida y a la que respetamos mucho, sorprendiéndonos gratamente encontrarnos gente así.
La visión que podríamos transmitir es que cada uno decide lo que quiere hacer, cada uno tiene que buscar lo que le apasiona y hacerlo. No es reinventar las bases de una profesión que de por si no tienen unas bases claras, el arquitecto puede hacer muchas cosas, sino que hacer lo que haces te aporte algo. Recompensando tu espíritu y si te permite ganarte la vida con ello supongo que ser arquitecto no es una mala profesión. Para nosotros ser arquitectos es hacer lo que nos gusta, por lo tanto no es un trabajo sino nuestra pasión.
Nuestra visión hace que todos los trabajos que realizamos se hagan con la misma ilusión que el anterior, de esta manera la crisis se lleva mejor, todos queremos poder desarrollar nuestra profesión y poder hacerlo en las mismas condiciones que se ha hecho siempre. Nosotros hemos creado nuestra forma de tra-
bajo en base a las necesidades de las que nos hemos ido encontrando, trabajando en entornos virtuales en los que las formas de trabajo convencionales no se aplican, no conociendo a los clientes, no pudiendo en muchas ocasiones conocer los lugares en los que se interviene. Lo cual fomenta en muchos cambios la comunicación, los proyectos en los que intervenimos tienen mayor complejidad comunicativa, se producen cambios en tiempo real y se produce un constante feedback con los clientes.
Sigue haciendo falta una mirada rara del mundo para solucionar problemas de las personas
El mundo actual exige de ti el máximo a pesar de la crisis o como consecuencia de ella, hay que dar el máximo. Un estudio pequeño tiene que competir con un mundo globalizado, en el que la exigencia y dedicación hacen que ser profesional y riguroso sea algo básico, también la comunicación es importante, las barreras lingüísticas no tienen que ser un impedimento para trabajar, hay que salvarlas para poder trabajar.
Conocer la tecnología como una herramienta más para la profesión, utilizar recursos digitales para poder desarrollar nuestro trabajo y asumir el gasto que esto supone, si eres capaz de hacer cosas que nadie imagina que se pueden hacer o eres capaz de dibujar lo que otros no pueden entonces tienes más posibilidades de tener trabajo y encargos.
El arquitecto era conocedor de mucho y experto de nada, pero esto ya no se aplica a la profesión, hay que conocer mucho y ser un experto en todo lo que conoces, teniendo siempre en cuenta la flexibilidad y la improvisación del que conoce mucho pero no es experto en nada.
Como vemos la profesión los jóvenes, con ilusión que para algo somos jóvenes y no nos hemos encontrado con los dardos de la áspera fortuna ni hemos tenido que luchar contra un mar de adversidades, pero nos enfrentaremos a ellos con ilusión y con ganas. Nuestro futuro que no el de la profesión depende de ello, no rendirse y confiar en nosotros mismos teniendo la determinación de que siguiendo un camino sea cual sea por el que nos lleve estemos satisfechos con lo que hemos conseguido.
Cada uno tiene sus inquietudes y sus metas, saber reorientarse, saber que hay que adaptarse, saber que por mal que vayan las cosas no hay que ceder y rendirse. Ya no es por ser o no joven arquitecto, cada día es distinto y hay que estar en posición de trabajar. Empezar en algo siempre es complicado pero no hay que parar, mucha parte de nuestro tiempo se centra en buscar trabajo, publicitarse, posicionarse y estar en constante periodo de formación. No tener trabajo no implica que no tengas que trabajar para tener trabajo y esto solo se consigue con determinación y cierto desdén por las normas convencionales del arquitecto.
Esta visión es la de nuestro estudio, somos una pequeña familia que hace las cosas de forma diferente pero como siempre se han hecho, somos inconformistas, irreverentes, osados, ilusos e idealistas
Esta visión es la de nuestro estudio, somos una pequeña familia que hace las cosas de forma diferente pero como siempre se han hecho, somos inconformistas, irreverentes, osados, ilusos e idealistas, pero con esta actitud estamos abriéndonos camino en la época en la que nos ha tocado vivir
*Imágenes del artículo. 1.:Miembros de AWA-A: Alejandra Santos (arquitecto), Juan Orcajo (arquitecto técnico), Ángel Iglesias (arquitecto), Abraham Muños (arquitecto), Sergio Walter (arquitecto). 2.:Concurso Internacional para la Reforma del Museo Nacional de Historia de Rumania, vista del atrio interior. Reciente ganador del 2º premio. 3.:Proyecto para restaurante de comida rápida los Robles en Puente jardín. 4.:Páginas web realizadas por AWA-A, para Cantalapiedra dental, d-zero construcción y adaptación de oaestudio. 5.:Infografías para la reforma de los ascensores del Museo del Prado. 6.:Taller mecánico en Laguna de Duero Agrimacauto.
Aprovechando la oportunidad que me brinda el COAVa, realizaré un repaso a mi trayectoria profesional y las referencias en cada situación con los colegas con los que tuve relación, si bien dado el tipo de artículo, solo haré uso de la memoria y recuerdos de cada época. Espero también que mi visión pueda ser de interés por 2 motivos: en primer lugar por haber trabajado sobre todo para los propios arquitectos, lo que me ha permitido conocer personal y profesionalmente a la mayor parte del colectivo, y en 2º lugar, por haberme dedicado a la profesión de una forma poco habitual en aquellos tiempos, al menos, es decir no constructiva, a saber: el Colegio de Arquitectos, la docencia (ETSAV y FSPablo-Ceu), la administración (JCyL en diversos cargos y como arqto. funcionario) la participación en trabajos de OT y urbanismo, etc. Tras la carrera (de forma distendida, pues eran tiempos de cambio, incluyendo el mayo 68) en la ETSAM , 1974, donde me impresionó sobre todo Sáenz de Oíza por su pasión por la arquitectura ( que por cierto firma mi papeleta de PFC), formamos un estudio múltiple, aunque pronto tuve ocasión de trabajar en el COAM, siendo decano Vazquez de Castro, en tiempos de total efervescencia política y profesional (cuando se ha visto una Asamblea General con más de 2.000 asistentes de la época , en el cine Monumental de Madrid … ) y aprender con buenos maestros (Gutierrez de Caviedes, Alberto Rivas..) el oficio de “controller”, incluyendo el trato
con los arqtos., los asuntos negociables y los que no, los distintos tipos de colegas que se daban en la profesión…
Tuve entonces la ocasión de trasladarme al COA de Valladolid (hasta 1983 fue una Delegación del COAM) con una Junta Directiva con Carlos Balmori, Carlos Turiño, Antonio de Meer, Jose Luis Villacorta.. con los que tendría a lo largo del tiempo y en diferentes situaciones una fructífera relación personal y profesional. Era 1977 y en Valladolid residían 42 arqtos. , de 3 generaciones: Julio González (Girón y polígonos de viviendas sociales, bloques de M. Iscar y Angustias..) Luis Chulilla (Duque de Lerma) A. Ríos e I. Paredes ( las Mercedes, Riosol.. ) J. Vaquero y J.L. Tuesta ( edificios de Acera Recoletos ) F. Pérez Tomé ( manzana de San José, García Morato..), C. Balmori (polígono Av. Salamanca..), F. Iturralde, Bross Cuesta, etc., que tanto construyeron en aquella época, y dejaron hitos para la posteridad, normalmente en su doble condición de funcionarios de alguna administración y en ejercicio libre, común en aquella época. La siguiente generación era básicamente por parejas: E. Tejeda y J. M. Fraile; J. L. Villa y C. Turiño; L. Aníbarro y J. Aguado; L. Uría y J. Hdez. Bravo; P. Cardenal y A. Ferreira; J. Lopez de Uribe y Santos Muñoz…que también encontraron una época de desarrollo en la construcción, con el paso del Pisuerga a la nueva zona de Huerta del Rey, ya en ejercicio libre, por la aplicación de incompa-
tibilidades legales y deontológicas. La 3ª y joven generación, más numerosa y en la que me incluía, estaba formada también por parejas: Mauricio y Fermín; Polo y Villacorta; Hernansanz y Burón; M. Finat y A.López Merino… y otros, que igualmente encontraron una época favorable en la construcción.
En aquel año 1977 se aprobó el RD 2512/77 que establecía normas concretas sobre los trabajos y honorarios profesionales, y que durante 20 años se cumplieron a rajatabla , siendo además la relación entre los arqtos. y sus trabajos de respeto y cordialidad asumida, solucionándose en los caso de conflicto a través de las conocidas “venias” que en último caso concedía el Colegio. Naturalmente el colectivo crecía a buen ritmo, debido también a la existencia de la ETSAV en la propia ciudad.
Precisamente pude compatibilizar el trabajo en el COAVa con la docencia en la ETSAV a propuesta
del director de la época, A. Vivancos, dado que se ampliaban los últimos cursos de la carrera, y donde permanecí 8 cursos, inicialmente en el edificio de “peritos” y después en edificio de Fdez. Alba, que luego se ampliaría. En aquellos años la ETSAV carecía de una estructura consolidada, pero la actitud abierta de formación y colaboración era la nota positiva y destacada. Recuerdo bien, las escapadas por la ciudad con algunos profesores “foráneos” como Simón Marchán o Luis Moya (en este caso, principio de una gran amistad) con Leopoldo Uría y yo mismo de improvisados guías, cambiando de tercio para hablar de cualquier cosa o simplemente divertirnos un rato. Al principio de los años 80 salió la 1ª promoción de la ETSAV y conservo la peculiar orla que para la ocasión realizó Emilio Mitre con profesores y alumnos, hoy talludos profesionales, catedráticos, decanos etc.
Con el primer Gobierno de Castilla y León (1983-87) Antonio de
Meer, consejero de la COPOT (con vivienda, urbanismo, O.P., etc.), me propuso incorporarme a la D.Gral. de Urbanismo y M.A. y durante 4 años intentamos crear casi sin medios y con gran esfuerzo, una autonomía eficaz y progresista. Fue sin duda una experiencia interesante, y también una escuela de aprendizaje sobre las instituciones y sus representantes en todas las escalas, así como la relación profesional con otras titulaciones como ingenieros, geógrafos y geólogos , etc., de gran interés para disponer de una visión compleja pero integrada de los temas, en este caso el urbanismo, la O.T. y el M.A. , todos ellos de indudable perfil multidisciplinar.
Tras la vuelta al COAVa, con un colectivo ya más numeroso, todavía con trabajo suficiente, aunque los más jóvenes comienzan a buscar alternativas: la enseñanza de dibujo y diseño en los institutos, es una salida interesante; también las administraciones, sobre todo ayuntamientos, teniendo en cuenta que existen
225 en Valladolid y 2400 en CyL, van cubriendo plazas de arqtos., incluso la ETSAV aumenta considerablemente las plazas de profesores y se incorporan numerosos arqtos. de las primeras promociones que irán consolidando grupos de presión por departamentos, que irán cerrando posiciones gradualmente. Paradigma de esta situación es el caso del dpto. de urbanismo, donde se organiza un grupo dependiente y fiel, marginando a cualquier disidente, y cerrando sus puertas a la sociedad civil y profesional, para centrar su actividad en la realización de los trabajos de entidad (técnica y económica) de la JCyL, donde desde la DG de Urbanismo se cierra el círculo sin fisuras, además, en una clara competencia desleal con los profesionales del urbanismo.
Pese a mi anterior experiencia en la ETSAV no pude acceder en esta etapa a una plaza de profesor, con cierta frustración por mi parte, si bien posteriormente, una propuesta de la FSPablo-Ceu para dirigir un extenso curso de postgrado de urbanismo, que se desarrolló de forma continuada en 20 cursos anuales hasta 2012 en Valladolid y otras ciudades de CyL , y donde se formaron más de 600 profesionales, me compensó sobradamente.
La experiencia en estas actividades me permitió completar mi forma-
ción tanto profesional como urbanística, lo que resultaba muy útil para la práctica profesional en el COAVa tanto en la supervisión o visado de proyectos como en las consultas que se realizaban, lo que creo que fue apreciado por numerosos compañeros que así me lo manifestaron. En estos años la actividad en el COAVa era muy intensa (el dpto.. de Control llegó a tener hasta 6 arqtos. de apoyo al visado) y recuerdo los presidentes (con sus correspondientes Juntas Directivas ) que se sucedieron: C. Balmori, P. Cardenal, A. de Meer, J. Aguado y L. Aníbarro, M. Olcese, P. Puente, J.M.Jové, I. Paredes, J.L. Villa, I. Zarandona y M. Vecino, que continua en la actualidad. También es interesante recordar la Comisión de Control colegial, que resolvía todos los asuntos o visados especiales, con algunos presidentes como Carlos Turiño, F. Iturralde y Paco Roldán, y la composición de 2 miembros de carácter rotatorio, lo que sin duda fue la oportunidad de conocer a la práctica totalidad del colectivo, sus opiniones y actitudes ante la práctica profesional.
En los 90´y respetando las condiciones laborales del COAVa , participé en equipos pluridisciplinares dirigidos por arqtos. reconocidos como Luis Moya o Luis Felipe Alonso Teixidor (profesores de la ETSAV en su día)en algunos pla-
nes territoriales como Fuerteventura, Salamanca o Guadarrama, que como antes indiqué fueron unas experiencias de gran interés por la colaboración interdisciplinar. También participé en trabajos de inventario de arquitectura popular, tanto de Valladolid, como de Tierra de Campos e incluso de CyL, junto a Luis Moya, Jose L. Sainz Guerra o Mariano Olcese, en los que aprovechando fines de semana o vacaciones , pudimos disfrutar de esta magnífica muestra de construcciones populares.
Tambien en esa década se inicia un proceso de actualización de las profesiones tituladas a través de las iniciativas del TDC dirigido por J.A. Fdez. Ordóñez sobre modificaciones (incluso supresión) de los Colegios Profesionales, que no prosperó, aunque generó gran controversia entre tales colectivos. Por mi parte, tal situación motivó la obtención de plaza de arqto. de la JCyL por oposición, donde trabajé unos meses en la sección de vivienda pública (con una impresión de lentitud y falta de eficacia en el funcionamiento ), hasta obtener la excedencia, para volver al COAVa , donde en 1997 se aprueba un RD y la Ley 7/97 que liberalizaba sobre todo los honorarios de los profesionales, y se ajustaba a tiempos de cambio, en los que grupos de arqtos. jóvenes enarbolaban la
bandera de la libre competencia y el individualismo en la actuación profesional, cuando además el colectivo era tan numeroso que resultaba insuficiente el volumen de obra existente.
En tales condiciones el Colegio y sus normas de visado técnico y urbanístico y control profesional resultaba un obstáculo en la obtención de licencias en algunos municipios del entorno de Valladolid , donde se apreciaba un desarrollo importante, pero con cierto descontrol municipal. Ello explica una anécdota de la época en una elecciones colegiales (cada 2 años se convocan elecciones para Junta Directiva de la Delegación y también para el COACyLE ) en que una de las candidaturas favorable a tal liberalización, presentaba el cese de mi puesto acompañado del asesor jurídico, como posibles logros de la misma, si bien el colectivo se definió por la otra candidatura presentada.
En fín el cambio de siglo supuso nuevas circunstancias, al principio muy favorables a la expansión y ya conocidas: la ley del suelo de Aznar de 1997 posibilitaba los crecimientos ilimitados, el colectivo de arqtos. pasaba de los 1000 colegiados; aparecieron las sociedades profesionales (personas jurídicas) y se aprobaron importantes normas profesionales y técnicas ( la LOE 1999 y su desarrollo a través del CTE 2006) y de seguridad (ESyS), que si bien necesarias, complicaron sobremanera el ejercicio profesional y los proyectos por acumulación de documentos de todo tipo, aunque la aplicación de las nuevas tecnologías supuso la simplificación de la tramitación de estos proyectos.
Por último a finales de 2007 ( con la aparición de la tardía ley del suelo de Zapatero) al tiempo que se hablaba de nuevo de modificaciones drásticas de los Colegios Profesionales, se observaron claros síntomas de decaimiento del sector
, que como es sabido desembocó en la gran crisis inmobiliaria del sector que todavía hoy perdura. El colectivo se vió sumergido en una situación crítica e inesperada, buscando alternativas, incluso fuera de la profesión; recuerdo al respecto, encontrar a un colega de celador en un hospital, o a otro que me ofreció una tarjeta de agente de seguros, posiciones ambas de indudable mérito en esta situación.
En noviembre de 2012 coincidiendo con mi 66 cumpleaños dejé el ejercicio profesional, en un acto de despedida del COAVa que agradecí profundamente tanto a la JD como a los arqtos. que me acompañaron. La valoración que puedo hacer de esta trayectoria profesional es muy positiva, al haberme permitido conocer campos de trabajo y personas asociadas a ellos (arqtos. y otros profesionales) , que me han enriquecido notablemente, por lo que me considero afortunado en el tiempo y las circunstancias. En la actualidad dedico mi tiempo libre a ciertas actividades (no remuneradas, claro) relacionadas con mis temas preferidos como el paisaje y la arquitectura popular, así como la pertenencia a una asociación de debates urbanos, donde de alguna manera intento seguir colaborando a una ciudad más acogedora para todos.
Si habéis tenido la paciencia de leer estas líneas, espero no haber molestado por alguna interpretación personal inconveniente y gracias por vuestra atención
Por qué considero a la nueva generación de arquitectos como take away? Este concepto se refiere generalmente a la comida servida para llevar, de forma rápida, en unos restaurantes cada vez más heterogéneos, globalmente aceptados por la sociedad y que ofertan un abanico de platos de cocinas muy dispares. La similitud con la nueva generación de arquitectos es directa, ya que la mayoría tenemos una formación no vernácula (cocina internacional), con una movilidad planetaria (para llevar), cuyos proyectos son el resultado de orquestar a muchos colectivos (diversidad en el menú), con facilidad de adaptación (aceptación) y sobre todo, por la rapidez de respuesta que nos facilitan las nuevas tecnologías.
Dado que la situación actual de nuestra profesión casi roza la extinción. ¿Somos los jóvenes arquitectos la futura esperanza para afrontar la crisis que atraviesa el sector? y si esto es cierto, ¿qué lugar ocuparían entonces los arquitectos que ya cuentan con una larga trayectoria? Pues si la arquitectura por algo se caracteriza es por aprender de la suma de experiencias (clima, relieve, cultura, conocimientos...) pero entonces, ¿por quién hay que apostar?
A mi modo de ver, los jóvenes gozamos de un pequeño diferencial de competitividad frente a los arquitectos de otras generaciones, aspecto que nos colocaría en la cabeza de salida. La globalización de nuestra formación, ya sea por la dimensión creciente en la Unión Europea, de los programas de movilidad univer-
sitaria y profesional o la disponibilidad, “obligada”, a colaborar con estudios repartidos por todo el país o el extranjero han diluido la singularización del contexto arquitectónico. Las nuevas generaciones carecemos de un “punto de no retorno” (nadie se imagina un proyecto de Oscar Niemeyer o Zaha Hadid sin su “firma”, sin su “curva”), lo que nos permite ser más permeables a cambios formales en nuestros proyectos, ya que quizás, muchos de nosotros no hayamos definido un estilo concreto, lo que facilita al cliente formar parte de muchas de las decisiones. Hay que sumarle, con carácter genérico, la desenvoltura que nuestra generación, nativa digital, posee en el manejo de herramientas informáticas, ofreciendo así una mejor visualización al cliente de su proyecto. Todo ello, a mi entender, nos aporta una modesta ventaja para afrontar cualquier proyecto o concurso a día de hoy.
Pero entonces, si como comentaba al inicio de este artículo, la arquitectura es la suma de experiencias, ¿qué papel juegan los arquitectos que trabajan con metodologías más tradicionales? Independientemente de la escala del proyecto, es imposible abarcarlo todo, y es ahí donde la experiencia juega un papel primordial. La especialización como respuesta
a cada realidad, ya sea como asesoramiento técnico o colaboraciones puntuales. En mi caso personal, en mi estudio, la multidisciplinariedad juega un rol importante, pues arquitectos, ingenieros, aparejadores, artistas... son piezas fundamentales para el engranaje de cada proyecto. El pegamento entre el pasado y el futuro es la suma de colectivos de ambas generaciones, ESPERANZAS + EXPERIENCIAS.
La limitación de presupuestos, hace que del arquitecto solo se busque un proyecto que cumpla con la normativa y aquí finaliza su trabajo, así es muy difícil tratar de realizar arquitectura de calidad. Sin embargo, no digo que no exista, sino más bien lo contrario, pues el mundo de la arquitectura se encuentra en una evolución vertiginosa, constante y de realizaciones muy dispares e interesantes. A cada cliente pretendo trasmitirle la de idea de que “La calidad se recuerda mucho tiempo después de haber olvidado el precio”. Y por calidad no hablo de caprichos estéticos, sino por apostar por distribuciones que realmente atiendan a sus necesidades, nuevos materiales más eficientes, sistemas de generación de energía renovable...
Edificio existente VS nueva planta. Con referencia 1 de noviembre de 2011 se realizaron los Censos de Población y Viviendas en España
que refleja que existen 25.208.623 viviendas para 46.815.916 habitantes censados, el índice de viviendas por habitante es de 0,538 viviendas por habitante. La tasa de natalidad en España (número de nacimientos por cada mil habitantes en un año) fue en 2014 del 9,20‰ y el índice de fecundidad (número medio de hijos por mujer) de 1,32.
La especialización como respuesta a cada realidad, ya sea como asesoramiento técnico o colaboraciones
puntuales
El hecho de que España tenga un índice de fecundidad inferior a 2,1 por mujer, nos hace reflexionar, a grandes números, que en un futuro muy próximo, cada habitante heredará una vivienda, y si a ello le sumas que muchos de ellos se unirán en pareja, el resultado es un stock de viviendas existentes, muchas de ellas en mal estado. He aquí el problema: no es la existencia de viviendas, si no a la hora de proyectar sobre ellas.
Muchas administraciones, conscientes de la problemática, han apostado por financiar planes de rehabilitaciones generales, pero englobando edificaciones sin interés arquitectónico. Es decir, estamos “forzados” a reconstruir de forma análoga lo que ya existía. ¿Pero no
es la pretensión de muchos estudios de arquitectura “construir sobre lo construido”? La arqueología ya nos ha demostrado que bajo un yacimiento romano, se esconde uno árabe, y bajo éste restos de alguna civilización anterior. Volver a la arquitectura de estratos es una alternativa frente a las normativas de “resistencia” de algunos municipios a la actualización como única identidad arquitectónica.
Por el contrario, a la hora de afrontar un proyecto de nueva planta, la estrategia cambia. En mi caso trato de ser un gestor de las necesidades del cliente. Creo un sistema abierto de plantas, secciones...para que posteriormente sea el propietario quien lo va adaptando, deformando.... En cierta manera se convierte en participe del proyecto, lo que le da al diseño un grado de singularidad único, personalidad y frescura, sin sobrepasar las líneas rojas de fondo y forma que establezco. Sinceramente, sé que hacer un proyecto es asumir un riesgo, sobre todo porque hay tanta oportunidad, información e intercambio, que es necesario asumir una posición respecto a los problemas, revisando todas las posibilidades. Sin embargo, apuesto por el diálogo entre lo que cada cliente desea y lo que el proyectista puede transmitirle, generando una simbiosis. Esto, sin duda alguna, es difícil, pero ahí radica el éxito de cada obra.
Ahora, más que nunca, la tendencia general en el campo de la arquitectura es conseguir con el proyecto una imagen exterior lo más brillante posible, olvidándose de todo lo demás. El hecho de que nos vean con simples creadores de envolventes, como arquitecto joven, me enerva. Debemos reivindicar una cultura popular por la arquitectura
contemporánea, una arquitectural total, no ser solo diseñadores de fachadas. Cada vez que enciendo la televisión y veo en prime time estos programas de cocina, observo con sana envidia de que manera cala en la sociedad, como despiertan inquietudes en todo el país y me pregunto por qué no hacer lo mismo con la arquitectura. La divulgación responsable de nuestro trabajo es fundamental para la subsistencia de nuestra profesión y creo que es un
compromiso de todos inculcar, en la medida de nuestras posibilidades, parte del gusanillo por este vicio que es la arquitectura
Trato de ser un gestor de las necesidades del cliente
JOSÉ MARÍA DEL FRAILE GALÁN. ARQUITECTO
Desde que en 1968, terminé mi carrera, y viajé por Europa y América, comencé a concebir la idea de que la Prefabricación en Arquitectura debería de irse imponiendo por cuestiones de racionalidad y progreso, ya que las piezas de fábrica eran sinónimo de mayor pre-diseño, perfección, control de calidad, garantía de suministro, economía, rapidez…. etc. Ya parecía hora de ir relevando os procedimientos tradicionales de cerramientos de ladrillo, mantenidos desde los Asirios, sobre todo en edificios de altura.
En mis primeros años compaginé mi estudio de Arquitectura con un trabajo por las mañanas, como Director Técnico de Proyectos de “Prefabricados Modulares”, empresa de construcciones ligeras y económicas, a base de cerramientos con módulos sandwich de fibrocemento y fibra de vidrio, con estructura metálica de ensamblaje y pórticos de cubierta.
Pero estos lógicamente no daba respuesta a la edificación en altura y de más calidad de diseño y durabilidad, por donde yo tenía fe e ilusión de transitar en mi arquitectura de fachadas y cubiertas prefabricadas.
En los años 1950 y 1960 tuvo un gran desarrollo la prefabricación Pesada, sobre todo en la Unión Soviética y en los países del Este Europeo, países con duros inviernos para la construcción tradicional en altura, y con fuertes necesidades de vivienda funcional y barata.
Estas premisas llevaron a una siste-
mática modular muy rígida y repetitiva que originaron barrios dormitorio de aspecto bastante tristes y aburridos por su monotonía arquitectónica y urbanística.
En la Expo de Montreal de 1967 se presentó como uno de los Edificios Estrella el
“HABITAT 67”,( que hoy día subsiste como hito arquitectónico reconocible y significativo de la Ciudad) consistente en un conjunto de viviendas compuestas por módulos cúbicos de hormigón concatenados en el espacio de forma irregular pero rítmica, con multitud de entrantes y salientes, vacíos ajardinados, voladizos, volúmenes “puente”, terrazas en cada vivienda etc..diseñada por Moshe Safdie para demostrar que con módulos prefabricados se pueden conseguir auténticas esculturas espaciales donde se conjugan el bloque urbano denso, con el concepto de vivienda chalet con terraza y jardín empalmando módulos, inspirados en las construcciones de juguete “Lego”.
Sin embargo pese a su impacto de originalidad no pasó de causar sorpresa y admiración en una Expo, porque adolecía de realismo funcional y económico, cosa previsible en un Proyecto de Tesis Doctoral fin de carrera que se ejecuta. Quienes recorrimos con interés el edificio,
Mi apuesta por las fachadas ligeras de hormigón prefabricado
pudimos comprobar, que ese laberinto escultórico no tendría continuidad de desarrollo en ampliaciones y nuevos proyectos en futuros inmediatos, como era la idea inicial; porque su costo se disparó por un carísimo montaje y múltiples problemas constructivos imprevistos.
Pero sin duda la Expo de Montreal de 1967-68, con fríos invernales rigurosos invitó en bastantes pabellones a la Prefabricación.
El pabellón de Cuba, por ejemplo, de estructura metálica y cerramientos de paneles sandwich de chapa ligera, causó también impacto por la modernidad de su concepción volumétrica y constructiva.
Por ello, esta Expo hizo reflexionar a los Arquitectos sobre diversas concepciones de prefabricación y llevó al análisis de todos los aspectos de su diseño y montaje en obra.
En España por esa época floreció la Prefabricación en las vertientes de estructura ligera de hormigón pretensado y metálica, y de cerramien-
tos ligeros de fachada sobre todo en naves industriales de ejecución rápida y económica, con estructuras de pórticos o cerchas prefabricadas y cerramientos de paneles sandwich de fibrocemento o chapa nervada.
Pero en los años 70, en las edificaciones en que el proyectista pretendía utilizar la Prefabricación con diseño avanzado (además de sus características de rapidez de montaje y economía de obra), se recurre a los paneles prefabricados ligeros para cerramientos de fachada, escogiendo por sus cualidades los paneles ligeros de hormigón frente a otros paneles con otros materiales (orgánicos ó metálicos) de comportamiento y durabilidad más dudosa o de menores garantías a medio plazo.
Efectivamente se consideró que los paneles ligeros de hormigón armado eran los idóneos para poder diseñar fachadas con libertad de forma, texturas y colores, porque sus características eran imbatibles en la
mayoría de aspectos que interesaban al buen diseño, rapidez, resistencia y economía de la obra.
LAS CUALIDADES más claras de los paneles de hormigón son las siguientes:
-1º El hormigón al ser moldeable se puede ceñir a cualquier forma que pretenda el diseñador, planas, curvas en ángulo…..) a cualquier textura de acabado y color, puesto que el hormigón blanco admite aditivos colorantes compatibles, que pueden ofrecer una gama de colores muy aceptable.
-2º Durabilidad de fachada por su resistencia comprobada a la intemperie, puesto que se fabrican con hormigones de alta resistencia y compacidad que impiden la heladicidad, y evitan la corrosión de armaduras con un adecuado revestimiento exterior, a la vez de conseguir grandes resistencias al pandeo por peso propio y flexión al viento con pequeños espesores (las experiencias con más de 40 años sin
mantenimiento lo avalan).
-3º Resistencia al fuego y buen comportamiento acústico y térmico a partir de espesores de 6 cm, y sobre todo con hormigón de cemento blanco, además de ser imputrescible. Las fachadas de paneles de hormigón suponen una buena barrera de protección al fuego (clasificadas como A1 de reacción al fuego), una excelente barrera de reducción acústica al ruido aéreo (41 dBA en espesor de 6 cm) y buena resistencia térmica, cualidades que se mejoran notablemente con el aislamiento y trasdosado interior, formando en conjunto un excelente cerramiento
-4º Estabilidad Dimensional
En dimensiones que no pasen de los 5 o 6 metros, las variaciones dimensionales (sobre todo con hormigón blanco) producidas por fuertes cambios térmicos en poco tiempo, son mínimas y por tanto si los paneles poseen en su perímetro juntas elásticas, se puede el Arquitecto olvidar de dilataciones y contracciones en cerramientos y de transmisión de cargas diferidas entre forjados, y por tanto, de grietas en fachadas. Por esto, este tipo de prefabricación es óptimo en torres y en general en edificios altos y de grandes dimensiones.
Moldeabilidad, durabilidad, resistencia al fuego y buen comportamiento acústico y térmico, estabilidad dimensional, rapidez de montaje, eliminación de andamios, supresión de escombros y control de calidad son las cualidades más claras de los paneles de hormigón armado
-5º Rapidez de montaje: La facilidad y rapidez de montaje es tan importante en el costo de la obra, que
personalmente opino por experiencia que la dimensión de los paneles no debe ser grande(a ser posible de la altura de una sola planta) ni superar los tres o cuatro metros en cualquier dimensión, puesto que el espesor de panel es esencial que sea pequeño y de reducido peso, para que sea fácilmente transportable con grúas normales en una obra, y manejable para su colocación, aplomado y sujeción a los forjados por operarios situados en la planta a cubrir.
Esta idea no es compartida por los fabricantes, que preconizan que a mayor superficie a cubrir más barato sale el panel por m2, porque en sus fábricas, con mesas horizontales de moldeo y puentes-grúa, pueden hacer paneles de grandes dimensiones, pero con mayores espesores y fuertes pesos, que ellos manejan bien en fábrica, pero luego encarecen el transporte, y mucho más su puesta en obra.
-6º Eliminación de andamios: Si los paneles no son pesados y se sitúan fácilmente con la grúa en la zona a colocar, los operarios de colocación y montaje pueden estar sobre el forjado (sujetos con cinturones de seguridad) y prescindir del andamiaje de fachada. En el forjado replantean, conducen la pieza a su
sitio, aploman y acuñan, sueldan las sujeciones del panel a los redondos o piezas en espera del forjado, y recubren con hormigón dichas sujeciones y anclajes para protegerlos de oxidación, y colocan juntas elásticas entre paneles y posterior sellado interior.
Las carpinterías si son concebidas también como “muro cortina”, y los aislamientos interiores y trasdosados de ladrillo hueco o pladur, se montan también desde el interior del forjado
-7º Supresión de escombros si se compara con los sistemas tradicionales de cerramientos donde se rompen muchos ladrillos o bloques y se desperdicia bastante mortero de cemento, cuyo conjunto hay que limpiar y retirar a escombrera
-8ª Control de calidad idóneo ya que todos los lotes de paneles servidos a obra deberán venir con los resultados de resistencia obtenidos en fábrica, que lógicamente cumplen o superan los prescritos por el Arquitecto y la Normativa que les atañe, lo cual da mucha tranquilidad y garantía de buen comportamiento en un futuro muy largo
CRITERIOS BASICOS PARA EL DISEÑO DE FACHADAS Y PANELES
a)Modulación bastante rigurosa
Las fachadas prefabricadas deberán estar sometidas a un suficiente rigor de modulación, que lógicamente debe trasladarse a la estructura, cuyos forjados
serán controlados tanto en las dimensiones de su perímetro como en la situación de barras o anclajes en espera (en los bordes) para una rápida sujeción de los paneles por soldadura. También es importante la horizontalidad de los bordes del forjado, para mayor rapidez en el asiento y correcto aplomado de paneles.
Los errores dimensionales en cada tramo del perímetro de forjado no
deberán superar una longitud que obligue a cambiar el ancho de las juntas en más o menos de 6 mm. Si en un paño hay 10 paneles el máximo error debería ser de 6 cm en dicho paño.
En las esquinas nunca se diseñaran paneles a inglete por ser muy difícil su ajuste, sino que se harán piezas en ángulo, siendo todos los ángulos ligeramente romos para evitar desconchones por golpeo en el transporte o montaje en obra.
La buena modulación deberá propiciar que el número de paneles diferentes sea el menor posible, puesto que será más barata la fabricación con menos prototipos de paneles (menos moldes) y su colocación en obra será también más barata cuanto más sistemática sea.
En 1971 se construye en la Diagonal de Barcelona la “Torre Atalaya”, como primer hito importante en España de prefabricación ligera
b) Para el diseño de paneles, además de la modulación deberán regirse por los siguientes criterios:
-Dimensión moderada con el mínimo espesor posible (6 cm ú 8 cm como máximo)con el fin de que su peso sea de unos 500 Kg o menos, y a poder ser no pasar de 1000 Kg para moverlos fácilmente con grúas normales y montarlos con pocos operarios. Además el transporte será más fácil y barato. Un camión podrá transportar 40 piezas de 500 kg y 6 cm de espesor, que cubrirán doble fachada que si el mismo camión lleva 2 piezas de 10.000 Kg y 12 cm de espesor, puesto que cuanto más grande es la pieza mayor espesor necesita
-Facilidad de desmoldaje. La forma del panel, sobre todo en su perímetro, será de tal forma que salga del molde con facilidad y sin riesgo de sufrir desconchones en sus bordes,
-Las armaduras y piezas metálicas de cuelgue y anclaje se colocarán según diseño del Arquitecto en su posición exacta, previa consulta y coordinación con fábrica
-Los bordes perimetrales llevarán forma para alojar juntas elásticas de neopreno expandido o similar, que con un sellado interior de silicona neutra hermeticen las juntas. Si hay riesgo de mala ejecución de forjados, sería conveniente hacer solapes en los bordes para absorber errores de anchura o altura.
-El recubrimiento exterior de armaduras en ambientes corrosivos o severos, será de 25 0 30 mm. En el interior hermético podrá bajar a 20 mm.
-La textura exterior podrá ser lisa o con leves resaltes desmoldables, o picada con chorro de arena o similar.
Por desgracia en los años 70 cerraron varias fábricas de prefabricados (dos de ellas en Valladolid) y se paró el impulso al perderse el fácil suministro. Más tarde resurgió
En 1971 se construye en la Diagonal de Barcelona la “Torre Atalaya”, como primer hito importante en España de prefabricación ligera, de los Arquitectos Correa y Milá, que fue premio FAD 1973.
Su influencia quizás fue mayor sobre quienes habíamos estudiado allí y seguíamos conectados. Por ello desde 1976 hasta 1982 (año de gran crisis en construcción) nuestro estudio en Valladolid (Fraile y Tejeda) proyecto varios edificios en C/ Bolivia de “Arturo Eyries”, Plaza de Martí y Monsó, Iglesia de P.P. Mercedarios en C/Saturno (Barrio
de la Victoria) y viviendas en calle Mantilla/Marina Escobar.
En esa época cerraron por desgracia varias fábricas de prefabricados (dos de ellas en Valladolid) y se paró el impulso al perderse el fácil suministro. Más tarde resurgió en Segovia y Madrid y en los últimos veinte años existen muchos edificios prefabricados, al menos en centro y norte de España, tales como la facultad de filosofía y letras de Madrid (arquitectos Saenz Guerra y Gonzalez), Torre Gestesa en Madrid (Bunch Arquitectura), viviendas en parcela B4 “CELLOPHANE” en Burgos (Arquitectura Mendez Sainz de Aja y Barrios). Albergue de peregrinos en Burgos (Arquitectos Garcia Camarero, García Muñoz y Santamaría). Centro de Enfermos de Alzheimer en Vallecas, Madrid, (Estudio Lamela), entre otros múltiples edificios de buena factura. Otro capítulo complementario, no tocado en este resumen, sería el de los paneles “GRC“ (Glass Reinforced Concrete), es decir, Micro hormigón Armado con Fibra de Vidrio, que con espesores de entre uno y tres centímetros, representaba una de las máximas ligerezas en módulos de Fachada, pero sin una experiencia de uso tan dilatada como las de Hormigón Armado con ferrallas
SERGIO WALTER, AWA-ARQUITECTURA
Crear un nuevo espacio subterráneo llenos de vida debajo de la plaza mayor, crear vida en las profundidades de la ciudad y convertir un espacio invadido por el aparcamiento en un gran elemento donde prolongar la vida pública de la ciudad. Crear espacio por debajo del vacío arquitectónico generando nuevos modos de vida.
Esta propuesta consistiría en reconvertir los espacios subterráneos presentes en todas las plazas de Valladolid y crear un espacio ocupado por una sucesión de plazas subterráneas bajo las cuales poder crear un nuevo elemento urbano.
Dotar al vacío de programa, ocuparlo y generar una nueva forma que de vida a la ciudad. Generar una vida interior en la que esta parte oculta se manifieste y genere, un nuevo espacio. Vivir en las profundidades creando un nuevo cosmos, donde transformar la realidad y poder desarrollarse personalmente, un jardín oculto en el que poder refugiarse y poder encontrar paz dentro del vacío de la plaza. Una plaza símbolo de convivencia y plenitud. Símbolo de uniformidad y control que se convierta en un espacio para otra convivencia, sin orden y con una relación no lineal.
Con esta propuesta, crearíamos una plaza mayor reinventando la existente, dando vida y espacio a la ciudad y mejorando la calidad de vida de los ciudadanos. Introduciríamos una nueva forma de entender el espacio público de la plaza. La idea de poder descender a un espacio baña-
do por la luz y los espacios llenos de vegetación con programa cambiante y con una sensación propia con cada habitante de la ciudad.
Este espacio de plaza se conseguiría de una manera sencilla, transformando lo presente en la plaza ya, reconfigurando espacios y creando las transiciones subterráneas entre los diferentes niveles de la plaza. Llenar de luz y vida este espacio sería sencillo mediante grandes paños transitables de vidrio.
Crear una nueva plaza de sección compleja, con niveles interrelacionados y donde los ciudadanos sean libres es el objetivo de esta propuesta. Crear un espacio dentro de este espacio. Dejar volar la imaginación y crear un nuevo mundo inventado dentro del vacío de la plaza, imaginar un mundo nuevo dentro de una realidad inventada
Bajo el título Interiores de Arquitectura, algunos compañeros nos mostrarán sus proyectos de reforma o rehabilitación interior realizados en locales de todo tipo: comercio, hostelería, vivienda, etc. Pequeños grandes proyectos que, en muchos casos, merecen la A mayúscula de la Arquitectura y que hoy en día, más que nunca, suponen la primera oportunidad de trabajo para muchos arquitectos, y la especialización para otros ya consagrados. Si has realizado un proyecto de este tipo y quieres compartirlo con tus compañeros de profesión, contacta con el Colegio de Arquitectos de Valladolid (COAVA) enviándonos un e-mail a la dirección vocalcomunicacion@coavalladolid.com. También puedes contactar con nosotros para proponer temas de números sucesivos o cualquier sugerencia que nos ayude a mejorar. Contamos contigo.