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Aniversario y toros (Críspulo Coronel

1972. Almagro: “ciudad conjunto histórico artístico”

Recibo la amable sugerencia de participar en la Guía de Feria’22 con motivo del cincuentenario de la declaración de Almagro como Ciudad Conjunto Histórico Artístico y, sinceramente, no podía sustraerme a la conmemoración de tan fausta fecha. Motivo por el que aprovecho la ocasión, a priori, para evocar la memoria de don Luis de Ardanaz Gonzalo, don Ramón Maldonado Cocat y don Domingo Martínez Cerro, verdaderos artífices de la notable iniciativa que ha acarreado y continúa reportando a la ciudad tan sustanciales beneficios sociales y de promoción como económicos. No es de extrañar que en el presente relato mezcle historia y toros. Al ilustre filósofo y pensador don José Ortega y Gasset se le atribuye el siguiente enunciado “No es posible entender la historia de España sin conocer la historia de la Tauromaquia”.

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Dos opiniones relativamente encontradas conozco sobre el nacimiento de Almagro. La de siempre, original de don Federico Galiano, argumentando que la ciudad se formó a lo largo del siglo XIII en un tramo del camino de Toledo a Córdoba (tras la victoria de las tropas cristianas, convocadas por Alfonso VIII, sobre los almohades en las Navas de Tolosa, 1212). Y la versión actual, avalada por el catedrático don Luis Rafael Villegas, que habla de dos primitivos núcleos. El primero, en torno a un viejo castillo o fortaleza árabe próxima a la Plazuela del Corral de Concejos y, el otro, alrededor de los Palacios Maestrales. La unión de ambos núcleos de población determinaría este primitivo poblachón manchego. En cualquier caso, dichas versiones no se contradicen y es bien notorio que el centro geográfico de ambas teorías nos sitúa en la Plaza Mayor. tolomé el Viejo y los Palacios Maestrales. En el siglo XVI, es remodelada y engrandecida por la familia Fúcar (banqueros del emperador Carlos I a los que, en pago de las deudas contraídas por las luchas religiosas, concedería la explotación de las minas de mercurio de Almadén). Los Fúcares, oriundos de la antigua Flandes, quizás movidos por el recuerdo de su tierra nórdica, la “flamenquizan” con galerías encristaladas de aires marineros que la hacen única en toda España.

Ciertamente, Almagro con los Fúcares, experimentó un gran auge demográfico y económico. La corte calatrava, de arquitectura medieval y estilo mudéjar, sufrió un cambio radical. Las fachadas, antaño ciegas y sobrias, se transforman dando paso a casas y palacios de portadas platerescas, renacentistas. Y las calles se convierten en verdaderas muestras, donde se exhibe la nobleza heráldica de los distintos linajes.

Como sabemos, la práctica de correr toros era ya antigua en el entrenamiento de maestrantes y nobles en tiempos de paz. El patente riesgo para la propia vida al que se exponían los participantes del bárbaro espectáculo hizo que, a partir del siglo XV, la iglesia se posicionara visiblemente en contra de los festejos de toros. Por aquel entonces, el cardenal Juan de Torquemada, tío del inquisidor y martillo de herejes fray Tomás de Torquemada, fue el primero en calificarlas de ilícitas y obscenas. Y el fraile dominico Antonio Michele Ghislieri, que fuera comisario de la Inquisición en Roma y coronado Papa con el nombre de Pío V, en 1566, las prohibiría totalmente bajo pena de excomunión de los participantes.

Antes de esto, el propio emperador Carlos participaría alanceando toros, como antes lo hicieran algunos reyes leoneses y castellanos, en los fastos del nacimiento de su heredero. Y su hijo, Felipe II, profundamente católico y contemporáneo del mencionado Pontífice italiano, ante dicho impedimento de correr toros, con el fin de no desobedecer el mandato papal y solidarizarse al mismo tiempo con su pueblo, permitió que las corridas

En la primitiva Plaza Mayor, de sabor medieval, se celebrarían los primeros festejos taurinos, por San Bartolomé, promovidos por los grandes maestres de la orden de Calatrava. El juego de correr toros, una cultura milenaria de profundas raíces mediterráneas, encontraría en Almagro un terreno abonado para su celebración. De ahí que, aunque carezcamos de documentación, pensamos que Almagro, de profundas raíces taurinas desde su fundación, continuase celebrando toros en la nueva y remodelada Plaza Mayor. La actual calle Capitán Parras, antes Toril, es un vestigio de tal práctica. Durante los siglos XVI y siguiente aparecerían muchas iglesias, conventos, portadas, blasones... debido a la instalación de las órdenes religiosas y al auge y riqueza de sus habitantes.

La primitiva plaza, de modestas construcciones de adobe y postes de madera, fue configurándose en el citado siglo tras la construcción de los Palacios Maestrales. Las casas solariegas, los barrios judíos y moriscos la irían rodeando poco a poco al tiempo que se constituía en el centro social, económico y lúdico de la vida ciudadana. Aquí se celebrarían los primeros festejos taurinos, por San Bartolomé, promovidos por los grandes maestres de la orden de Calatrava. El juego de correr toros, una cultura milenaria de profundas raíces mediterráneas, encontraría en Almagro un terreno abonado para su celebración. Existe un documento, de principios del siglo XIV, que nos certifica “DE CÓMO LOS ALMAGREÑOS ACOSAN HE MATAN A LOS TOROS EN LA PLAZA PÚBLICA EN HONOR A SAN BARTOLOMÉ –ANÓNIMO- AÑO DE 1315. PERTENECIÓ AL MAESTRE GONZALO NÚÑEZ DE GUZMÁN –VISCONTI- “.

Ya en el siglo XV la Plaza Mayor, habitada principalmente por comerciantes, mostraba con orgullo sus casas de pórticos iguales, perfectamente alineadas y con la misma altura, quedando enmarcada por los edificios civiles y religiosos más representativos: Ayuntamiento, San Bar-

se hiciesen con vacas, porque de eso no hablaba la prohibición romana. De ahí que, aunque carezcamos de documentación, pensamos que Almagro, de profundas raíces taurinas desde su fundación, continuase celebrado toros en la nueva y remodelada Plaza Mayor. La actual calle Capitán Parras, antes Toril, es un vestigio de tal práctica. culo brutal y temerario. De ahí que, para ganarse el favor de Felipe V, la siempre sumisa aristocracia española, fascinada por las costumbres de Versalles, fuese abandonando el arriesgado ejercicio de correr toros bravos.

Por tal circunstancia, el espectáculo taurino pasaría al pueblo siendo los antiguos escuderos, ahora llamados chulos, encargados de desjarretar y rematar las reses con el cuchillo o chulo, los que continuarían con su práctica naciendo de esta manera el toreo a pie en la Baja Andalucía, sujeto a reglas toscas que se irían perfeccionando con el paso del tiempo. A lo largo de este siglo, Joaquín Rodríguez Costillares, Manuel Bellón El Africano, la saga de los Romero (con el abuelo Francisco, su hijo Juan y su nieto Pedro), José Delgado Pepe Hillo y Francisco Montes Paquiro, entre otros muchos, inventarían los trebejos de torear, así como las primeras suertes del toreo sometiéndolo a normas fijas al dividir la corrida en tres partes, llamadas tercios, claramente diferenciadas.

Si los Austrias ampararon y promocionaron las corridas, los Borbones fueron prohibicionistas. Felipe V, Fernando VI, Carlos III y Carlos IV las suprimieron mediante Reales Ordenes, siendo la Pragmática Sanción, ratificada por los dos últimos, la más seria. Los toros en este tiempo se moverán entre la permisividad y la prohibición, ya que alcaldes y gobernadores, interesados en los frutos derivados del espectáculo, aplicaban el popular precepto de la “vista gorda”. Otras veces, solía atribuirse a las corridas el protocolo de benéfica con el fin de sortear las trabas lícitas, impuestas por contumaces monarcas y obstinados ilustrados del último cuarto de siglo. Pero había que alejarlas del foco de las plazas mayores de pueblos y ciudades surgiendo los primeros recintos de mampostería dedicados exclusivamente a correr toros bravos. Y de nuevo, Almagro, sería pionero en esta práctica. La aparición de las primeras plazas durante el siglo XVIII, (Ronda, Sevilla y Aranjuez) animaría a la Hermandad de Nuestra Señora de las Nieves a construir una plaza de toros en el Santuario, en 1761. La plaza, aún sin concluir, fue inaugurada en 1776 por el célebre espada Pedro Romero. Según documento extraído de la Biblioteca Nacional en el que figura que cobró 2.520 reales de vellón por estoquear 58 toros en varias sesiones de mañana y tarde.

Según las actas de la hermandad de Nuestra Señora La Virgen de las Nieves, en 1777, la cofradía solicitó permiso para celebrar una novillada en el santuario. Pero, los capitulares de la Orden estimaron que los beneficios serían mayores si se celebraba en la Plaza Mayor, que esporádicamente continuaba celebrando toros. Como demuestra otra de las pocas credenciales encontradas, referida a la contratación del diestro Pedro Romero en septiembre de 1794, para lidiar veinticuatro toros durante los días 8 y 9 en funciones de mañana y tarde.

Aquel año hubo de trasladar la fecha de la feria de agosto por razones de ajuste con el afamado diestro rondeño. Aunque no exista documentación, Pedro Romero debió de ser espada habitual en nuestras corridas, según carta remitida a su amigo Antonio Bote Acebedo (en la que figura el nombre de Almagro) justificando los más de 5.000 toros que lidió a lo largo de sus 28 años de carrera en los ruedos. Y en 1798, según otro expediente fehaciente de la cofradía, se celebraría una novillada en el santuario, en la que se anunció la cuadrilla de Juan Núñez Sentimientos de Madrid y que generó 2114 reales de vellón de beneficios “destinándose a arreglos de caminos de entradas y salidas de esta población”. La cuadrilla cobró 2700 reales, más 900 del picador.

A partir de aquí, Almagro se encerraría en su concha tratando de conservar sus barrios, escudos y portadas, que en su mayoría fueron ocultadas o camufladas por el yeso y la cal (como el Corral de Comedias, la joya del Siglo de Oro) resistiéndose a ser invadida por las nuevas modas arquitectónicas del siglo XIX. No obstante, durante esta centuria aparece-

La poderosa familia Oviedo, de origen judío, se sitúa en la calle Marqués de Hormazas y Plazuela de Santo Domingo. Poco después, emparentarían con la familia alemana de los Wessel, que se instaló también en la zona. Y otras… Así se fue configurando el llamado barrio noble, una de las zonas más emblemáticas de Almagro.

Durante los siglos XVI y siguiente aparecerían muchas iglesias, conventos, portadas, blasones... debido a la instalación de las órdenes religiosas (dominicos, franciscanos, jesuitas, agustinos…) y al auge y riqueza de sus habitantes. La poderosa familia Oviedo, de origen judío, se sitúa en la calle Marqués de Hormazas y Plazuela de Santo Domingo. Poco después, emparentarían con la familia alemana de los Wessel, que se instaló también en la zona. Y otras, como los Xedler, los Coello de Portugal, Gaona y Portocarrero, o la Marquesa de Añavate siguieron su ejemplo. Así se fue configurando el llamado barrio noble, una de las zonas más emblemáticas de Almagro.

Pero, después de varios siglos de historia, guerras y demás avatares la ciudad quedaría realmente malparada. Sucesivamente, perdería la capitalidad de La Mancha (1761), adquirida once años antes (reinado de Fernando VI de Borbón) con el Conde de Valdeparaiso; el espíritu universitario, con la expulsión de los frailes dominicos (1823); y vio cómo clausuraban sus conventos e iglesias, por las desafortunadas desamortizaciones (Mendizábal, 1836). Con la llegada de los Borbones al trono español, en los inicios del s. XVIII, las corridas serían declaradas espectáculos non gratos. La nobleza gabacha amante de la música, la danza o el teatro se declararía enemiga de las corridas señalándolas como un espectá-

Había que alejar las corridas del foco de las plazas mayores surgiendo los primeros recintos de mampostería dedicados exclusivamente a correr toros bravos… De ahí que la Hermandad de Nuestra Señora de las Nieves construyera una plaza de toros en el Santuario, en 1761. La plaza, aún sin concluir, fue inaugurada por el célebre espada Pedro Romero, en 1776.

rían en la ciudad, entre otros adelantos, el ferrocarril, algunas fábricas de pan y vino, el molino de aceite y la construcción de un nuevo coso taurino, en 1845, en los andurriales de la ciudad, para evitar los rigores de agosto y la distancia al santuario. Se empezaba a palpar la nueva era de la modernidad. últimos no les quedó otro remedio que pasar por el aro o mandar las camadas enteras al matadero.

En resumen, el TORO, base fundamental de la fiesta, por los suelos. Mientras tanto, el público sólo pensaba en divertirse o en eso de armar algún que otro escándalo cuando la cosa pasaba de castaño oscuro, especialmente en la plaza de toros de Almagro, por naturaleza conflictiva. Y, lógicamente, estos abusos se dejaban notar en taquilla. El coso de la Cuerda, a pesar de la gran combinación que ofertaba la empresa Balañá, con Luis Miguel Dominguín y José Ruiz “Calatraveño”, que reaparecía en Almagro después de un mes en el dique seco, sólo se cubrió en sus tres cuartas partes. Completaba el cartel el sevillano Diego Puerta y los toros de don Salvador Guardiola. Repetición del cartel del año antes, de gran éxito de público y artístico por la reaparición de Luis Miguel, ídolo de nuestra afición de los años cuarenta y cincuenta. La diferencia con 1971 fue el cambio de Palomo Linares por el sevillano Puerta.

La crítica especializada, cargada de razón, nos martilleaba, día sí y otro también, con la misma cantinela... que si el toro borrego, el medio toro, el monopuyazo, la faena de dos pases, en definitiva, la monotonía, la rutina de costumbre que poco a poco iba alejando a los aficionados de los cosos. Esto escribía don Juan Pérez en el diario LANZA:

Durante el siglo XIX aparecerían en la ciudad el ferrocarril, algunas fábricas de pan y vino, el molino de aceite… y la construcción de un nuevo coso taurino, en

En el alborear del siglo XX, Almagro aún parecía estar dormida. Sus casas encaladas escondían celosamente el ladrillo de sus fachadas, así como los arcos de origen árabe y las filigranas de sus portadas. Y lo que es más importante, conservaba el diseño de sus viviendas, de una o dos plantas, no permitiendo construir por encima de sus torres y troneras de sus iglesias y palacios. Al levantarle la máscara, su belleza y monumentalidad asombraron a propios y visitantes. Por todo lo anterior, en 1972, según decreto del Consejo de Ministros, el 13 de julio Almagro fue declarada CIUDAD CONJUNTO HISTÓRICO ARTÍSTICO. Una lápida, puesta por la Comisión de Monumentos en la fachada del Ayuntamiento, nos recuerda tan acertada y complaciente decisión.

¿Pero qué ocurrió poco más de un mes después, llegadas las fiestas, en

nuestra feria taurina? Aunque sea con brevedad nos vamos a referir a ella en recuerdo de tan importante acontecimiento para la ciudad.

Vivíamos en esta época, 1972, la crisis del toro bravo en toda su plenitud. Aunque en Almagro recordando a don Juan Pérez Ayala, crítico taurino del diario Lanza que firmaba bajo el seudónimo de “Un aficionado del 5”, dejamos de ser “toristas” al hacernos “luismiguelistas” . Gran parte de la responsabilidad de esta situación habría que achacársela a Manuel Benítez “El Cordobés” (figura grande, toro chico) y al monopolio empresarial que terminó imponiéndose a toreros, autoridad, afición y ganaderos. A éstos ... Almagro celebra su feria. No podemos decir la Feria del toro. Esos tiempos pasaron. La solera de esta feria, en lo que a toros se refiere, se va disipando. Así le ocurren a muchas más. Almagro ganaba muchas veces a la capital por sus corridas de toros. Cada año, casi nadie de los que iban, sabían lo que iba a pasar en la plaza, su historia está llena de incidentes. Salín toros. La gente lo exigía. Y los toreros, se las tenían que entender con ellos y con el público que no se llamaba a engaño. Hoy, ya todo es distinto en Almagro...

Esta lápida, en la fachada de la Casa Consistorial, nos recuerda la fecha de la declaración de la ciudad de Almagro como CONJUNTO HISTÓRICO ARTÍSTICO. En general los toros, que desarrollaron nobleza y bravura, anduvieron justos de trapío y fuerzas, facilitando el inofensivo jugueteo de sus antagonistas. Luis Miguel, que no estaba ya para estos trotes (un torero poderoso y dominador al que le fallaban las facultades, ya se sabe) escuchó un respetuoso silencio en el primero. Con el cuarto, ideal para soñar el toreo, nada importante, teniendo que recurrir a los desplantes y otros trucos de efecto. Al torero que en otros tiempos fuera ídolo indiscutible de esta afición (27 años hacía de su presentación en la ciudad) le concedieron las dos orejas y el rabo del último astado que lidió en Almagro. Añoranzas de otra época, porque la mayor parte de la concurrencia protestó la decisión del concejal, don Ángel García El Cotorra, que oficiaba de presidente.

Dos faenas valentísimas, marca de la casa, sirvieron a Diego Puerta (Diego

Valor en esta ocasión) para dar la vuelta al anillo tras despachar al segundo y pasear las dos orejas del quinto, solicitadas unánimemente, a pesar de haber recetado varios pinchazos y una atravesada que hizo “guardia”.

“Calatraveño”, ya se ha dicho, reaparecía después de una lesión de tobillo. Venía con muchas ganas, pero se le notó la falta de seguridad física. Valiente, como nos tenía acostumbrados, cortó la oreja de su primero y fue despedido con muchos aplausos una vez arrastrado el sexto. Al día siguiente, los rejoneadores volvieron a triunfar con el beneplácito del respetable. Los cuatro jinetes del Apoteosis, Ángel y Rafael Peral-

ta, Álvaro Domecq y José Samuel

Lupi, se las entendieron con un bravo encierro de don Arturo Cobaleda Barcial. Seis lustrosos y preciosos toros, berrendos en negro, descendientes de los míticos “patas blancas” de Vega-Villar. El menor de los Peralta y el portugués ganaron la pelea individual cortando dos orejas cada uno, mientras que Ángel y Álvaro se tuvieron que conformar con vuelta y aplausos, respectivamente.

Por colleras, no se dejó ganar la pelea ninguna pareja, ambas lograron los máximos trofeos, resultando el festejo de lo más entretenido. Cerró la feria el espectáculo cómico-taurino-musical “El Platanito y su troupe”, novedad en casi todas las plazas…

Críspulo Coronel Zapata

Al día siguiente, los rejoneadores volvieron a triunfar con el beneplácito del respetable. Los cuatro jinetes del Apoteosis, Ángel y Rafael Peralta, Álvaro Domecq y José Samuel Lupi, se las entendieron con un bravo encierro de don Arturo Cobaleda Barcial.

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