La huerta de San Francisco

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La huerta de San Francisco

Los secretos de horticultura de los conventos capuchinos Fr. ValentĂ­ Serra de Manresa


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Primera edición: febrero de 2016

© de esta edición: Editorial Mediterrània, SL Casp, 108, 8a planta 08010 Barcelona Tel. +34 93 218 34 58 editorial@editorialmediterrania.com www.editorialmediterrania.com

© del texto: Fr. Valentí Serra de Manresa © del prólogo: Miquel Ylla-Català

Diseño: Aina Pongiluppi Fotografía de la cubierta: Agustí Codinach Maquetación y coordinación editorial: Ormobook

ISBN: 978-84-9979-433-4 DL: B-942-2016 Impresión: Ormoprint, Barcelona


铆ndice general

Introducci贸n 5 A modo de pr贸logo

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Abreviaturas y siglas

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Los capuchinos y el cultivo de las huertas

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Las hortalizas, flores y frutales de las huertas conventuales

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Algunas curiosidades y secretos de agricultura capuchina

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Glosario 119 Fuentes y bibliograf铆a

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LoS capuchinoS Y eL cuLtivo de LaS huertaS

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El padre Basili de Rubí († 1986), cuando estudió el primer siglo de vida capuchina en Cataluña, quiso destacar que los frailes cultivaban delicadamente sus huertas conventuales, que las rodeaban de flores y plantas medicinales, y que amaban la botánica. En Barcelona se hizo célebre el ​​ jardín llamado «de Jericó» situado en el convento de Montcalvari. Con sus flores, los religiosos embellecían los altares y con las plantas medicinales cultivadas preparaban toda clase de formularios y recetas para curar cualquier enfermedad.7 Fue tanta la fama de las «hierbas santas» de los capuchinos que Fr. Salvador de Barcelona († 1773) destacó en su tiempo en la botánica y herboristería,8 y su aportación fue elogiada por Josep Quer en el prólogo de su celebrada Flora española.9 El capuchino Salvador de Barcelona residió largo tiempo en el convento barcelonés de Santa Madrona, situado al final de la Rambla, donde los religiosos cultivaron un huerto, bastante extenso, que el P. Basili de Rubí nos describió de este modo: «La huerta de los capuchinos de la Rambla merece una mención especial, más que por su importancia productiva, por la singular admiración que tuvo por ella la ciudad. Era un espacio verde, un oasis en una ciudad asfixiada por tres cinturones de murallas, calles estrechas y una densa edificación [...] Francesc Curet, en sus Visions barcelonines, nos aportó una bella descripción de esta huerta: “El convento de Santa Madrona tenía el encanto de su gran huerta bien regada, en la que se cultivaban con abundancia todo tipo de verduras y árboles frutales, y el jardín, con 7. Basili de Rubí, Un segle de vida caputxina a Catalunya. Barcelona, 1978, pág. 364. 8. Cf. Manuel de Lete [: Andreu de Palma de Mallorca], «Escriptors de la Província caputxina de la Mare de Déu de Montserrat [de Catalunya]» en Franciscalia (1928), pág. 219, núm. 100. 9. Cf. Josep Quer, Flora española, o Historia de las plantas que se crían en España. Madrid, 1762, vol. I, introd., ff. 1 y s.

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anchos senderos bordeados de cipreses y naranjos donde la paciencia y el ingenio de los frailes hacían crecer las más bellas y exóticas plantas y flores simétricamente distribuidas en cuadros y parterres de variados dibujos.” Gustaba de modo particular a los barceloneses ver esta huerta capuchina y poder dar un paseo en ella. El barón de Maldá nos la describió así: “Bien provisto está este huerto de los capuchinos de agua y verduras, con surcos, que alegran mucho la vista, teniendo también un separado de este gran huerto, el más reducido, que es el de las flores; y otro, separado, botánico o de plantas medicinales.” La huerta propiamente dicha, desde la muralla hasta la calle “del Vidre”, y desde el trozo de jardín hasta la calle “Escudellers”, era prácticamente cuadrada, y tal como señaló el barón de Maldá, estaba dividida en cuatro grandes partes separadas por avenidas, lo suficientemente amplias para que pasara holgadamente un carro y estaba rodeada de árboles frutales».10 La más destacada y significativa aportación de los frailes capuchinos al conocimiento de la horticultura y de la floricultura la hallamos expuesta en las palabras introductorias del libro ya mencionado, titulado Lo jardiner hortolá y florista. Esta obra fue elaborada «segons la pràctica i costums dels pares caputxins», es decir, según la práctica y las costumbres de los capuchinos, tal como se indica en el subtítulo, fue estampada en el año 1852 en Barcelona11 durante la exclaustración de la vida religiosa y fue nuevamente reeditada en 1881,12 parece que por iniciativa del capuchino exclaustrado Tomás Sala de Arenys de Mar.

10. Basili de Rubí, Els caputxins a la Barcelona del segle xviii. Barcelona, 1984, págs. 328329. El canónigo Barraquer señaló las medidas de este huerto; cf. Cayetano Barraquer Roviralta, Las casas de religiosos en Cataluña durante el primer tercio del siglo XIX. Vol. II. Barcelona, 1906, pág. 346: «La huerta de E. a O. medía en su parte media 390 palmos (75,8 metros) y de N. a S., también en su parte media, 404 (78,52 metros), dándole así de tenida unos 157.560 palmos cuadrados (5.951 metros cuadrados). Pasando como pasaba la calle del Vidrio en línea casi recta desde el cacho de ella que queda junto a la de Escudillers, resulta que la huerta del convento [de Santa Madrona] nunca comprendió la galería oriental de la plaza Real». 11. BHC, Lo jardiner hortolá y florista, ó modo ordenat de cultivar la terra segons ús y pràctica de bon pagès [...] segons la práctica y costum dels PP. Caputxins de Catalunya. Barcelona, 1852, págs. 7-198. 12. BHC, Lo jardiner hortolá y florista [...] segons la práctica y costums dels PP. Caputxins de Catalunya. Barcelona, 1881, págs. 7-192.

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LaS hortaLiZaS, FLoreS Y FrutaLeS de LaS huertaS conventuaLeS

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Acedera, Rumex acetosa (cat. agrella, vinagreta) «La propagación de la acedera puede hacerse por medio de sus semillas o por la división de sus hijuelos o retoños. Se siembra comúnmente por febrero y marzo, aunque en los climas cálidos pueden sembrarse también por octubre y noviembre. Los semilleros han de estar expuestos al sol, bien labrados y abonados con mantillo repodrido y menudo. Estas plantas apetecen mucho la frescura, por cuya razón se le ha de conservar siempre la humedad suficiente, repitiendo los riegos cuando haya necesidad. También se darán algunas labores de almocafre con el fin de mullir la tierra y destruir las malas yerbas […] Las hojas de acedera se comen crudas en ensalada, solas o mezcladas con otros vegetales, o cocidas con carne u otros manjares. El sabor ácido de estas hojas es bastante grato al paladar, y son una comida ligera. Estas hojas se emplean para preparar cocimientos refrescantes, para auxiliar la acción de los purgantes, para formar cataplasmas madurativos y como alimento, aunque esto debe hacerse con mucha parsimonia porque su uso continuado puede dar lugar a cálculos urinarios. Su raíz tiene algunas propiedades diuréticas, pero es poco usada […] Pero la raíz, cortada en pedazos y puestos en un fuerte vinagre blanco, durante cuarenta y ocho horas, es un excelente remedio contra las erupciones cutáneas. Esta planta es fresca, antiescorbútica y diurética, excita el apetito y templa la sed. También el zumo de estas hojas sirve para quitar del lienzo las machas de tinta y lavándolas enseguida con agua y jabón. Igualmente sirven las acederas para pulir el hierro y limpiar los utensilios de cobre» (BHC, Pócimas, 43; Hortelano práctico, 78-81). Acelga, Beta vulgaris (cat. bleda) «Se cultiva en las huertas por sus hojas comestibles. Resiste muy bien los fríos y suele preferir los suelos ricos, frescos y profundos. Sus hojas salen de la raíz, y son grandes, lisas, relucientes, carnosas; verdes mientras están en 49


contacto con la luz, blancas cuando se privan de ella, inodoras, de sabor herbáceo y fresco, laxantes, estornutatorias […] La acelga se multiplica por sus simientes y se siembra de asiento, o en semilleros para trasplantarla. La acelga requiere tierra sustanciosa y fuerte, profundamente labrada y beneficiada con estiércol. Se siembra desde marzo hasta septiembre [...] Esta planta que todo el mundo conoce por cultivarse en las huertas se usa también en medicina. Sus hojas verdes, machacadas y cubiertas de un cuerpo grasiento, sirven perfectamente para curar los vejigatorios, o bien como tópicos contra las erisipelas y la tiña. Las hojas de acelga se suelen aplicar exteriormente para curar algunas llagas poco malignas; y sus raíces reducidas a polvo se toman como tabaco y hacen estornudar fuertemente» (BHC, Campmajó, f. 38; Hortelano práctico, 73-74; Pócimas, 44). Acerolo, Crataegus azarolus (cat. atzeroler) «Se cultivan algunas variedades, siendo las más estimadas la de fruto blanco y la de fruto encarnado. Su pequeño fruto, ácido y perfumado, se parece a una manzana pequeña y tiene agradable gusto […] Prefiere los suelos sueltos y le son muy perjudiciales los compactos, húmedos y arcillosos. Crece con mucha lentitud y suele fructificar al décimo año. Los frutos maduran en verano hasta primeros de otoño y para preparar las compotas y confituras se cogen verdes, y para comer las acerolas al natural se recolectan más tarde. Su madera es muy apreciada por los carpinteros y ebanistas» (TA, Propiedades de las plantas; Labernia I, 28; Nonell I, 138). Achicoria, Cichorium intybus (cat. xicoira) «Se cultiva por sus hojas para ensalada, o por sus raíces para obtener el llamado café de achicorias. Se distingue de la escarola en que sus hojas son más anchas y menos rizadas y por su gusto algo amargo. La achicoria pre­ fiere los climas templados, pero también puede cultivarse en sitios fríos y húmedos. Requiere suelos profundos y sueltos que no ofrezcan resistencia al desarrollo de su raíz [...] Las hojas y la raíz de la achicoria se usan en medicina por sus propiedades aperitivas, febrífugas y tónicas. La achicoria amarga ordinaria se emplea para la producción de la variedad de la achicoria rústica llamada barba de capuchino» (TA, Recetario; Cultivo Hortícola, 319).

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Adelfa, Nerium oleander (cat. baladre) «Arbusto con grandes flores blancas, rosas o rojas muy olorosas que crece espontáneo al borde de los torrentes. Es el árbol de jardín que menos cuidados requiere. Su sombra es reputada como muy nociva por el olor narcótico de sus flores. Sus hojas, en polvo, se han usado como purgantes y vermífugas [...] Su infusión en agua o aceite, y los polvos de las hojas de adelfa mezclados con manteca de cerdo sin sal sirven para combatir la sarna» (TA, Recetario, s. f.). Ajedrea, Satureia hortensis (cat. sajolida) «Se siembra en abril o mayo. Las hojas, frescas y secas, son medicinales y de uso muy frecuente para sazonar y aromatizar ciertos guisos, especialmente las habas y guisantes. Las hojas que deben guardarse para el invierno se cortarán poco antes de la florescencia, que es cuando el vegetal conserva más su aroma […] Se usa para confitar las aceitunas verdes y su infusión con vino se ha preconizado en el catarro mucoso y en el asma» (BHC, Pócimas, 45; Nonell II, 28-29). Ajo, Allium sativum (cat. all) «Planta perenne de cabeza radical compuesta de pequeños bulbos, llamados comúnmente dientes, cubiertos de unas túnicas delgadas, secas y blanquecinas; de olor fuerte y penetrante y de gusto picante acre. Esta planta, tan usada en cocina, requiere para su cultivo un terreno poco húmedo. La reproducción del ajo por semilla es lenta y difícil; se multiplica casi exclusivamente por los bulbitos o dientes separados de su cabeza. En las huertas se plantan en cuadros o borduras sobre una labor con pala. Los dientes de la periferia de las cabezas mejor nutridas son preferidos a los del centro para la multiplicación [...] Los ajos requieren poca humedad, y en los meses de invierno y principios de la primavera no conviene regarlos porque se pudren o enferman, pero después debe dárseles los riegos que necesiten según la estación, principalmente en los meses de mayo y junio, que es cuando están granando o formándose lo que llamamos cabeza. Cuando se conoce que la planta quiere tallecerse conviene doblar o retorcer las hojas y tallos a fin de concentrar el jugo y la savia en la raíz y no dejarla florecer; de este modo la raíz o bulbo se hace más grueso y no desmerece de su calidad. Luego que la planta mani-

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ALGUNAS CURIOSIDADES Y SECRETOS DE HORTICULTURA CAPUCHINA

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Abonos Abono verde «Lo usan los capuchinos desde tiempo inmemorial. Consiste en enterrar plantas verdes sembradas o crecidas espontáneamente en el mismo lugar donde se entierran, o también traídas de otros lugares. Debe tenerse presente que no todas las plantas son igualmente convenientes para practicar el abono verde, ni todos los abonos pueden mezclarse» (TA, Formulario, s. f.). Medio seguro para fertilizar los terrenos «La primera operación que debe hacerse es formar depósitos de aguas, estanques y fosos en todos los puntos susceptibles de poderlas conservar, ya provengan de lluvias o nieves del invierno. Después se hará una plantación de árboles de varias clases, así grandes como menores, y arbustos tales como el brezo, retama, helecho, estacas de zarzas, sauces, boj, saúco y abedul, que prende hasta en la tierra más árida. Con este procedimiento se conseguirá la humedad de la tierra por estéril que sea […] La predilección por los abonos orgánicos se explica por las propiedades beneficiosas que comunican al terreno. El mantillo que proviene de la descomposición del estiércol es un excelente regulador de la humedad de las tierras» (Secretos y procedimientos, 18; Cultivo Hortícola, 48-55). Modo de abonar las huertas a la capuchina «Las camas se hacen con estiércol de caballo o de mula. Éste debe ser nuevo, quiero decir que se ha de emplear luego que sale de debajo de los caballos. Ha de estar en abrigo y expuesto al sol, y se le ha de echar tres o cuatro pies de altura de fiemo. Sobre este fiemo se echa medio pie de tierra que sea fiemo envejecido, que absolutamente se ha convertido en tierra negra. En esta tierra se depositan las semillas de las plantas que quieren adelantar» 105


(BPCS, Curiosidades de la naturaleza, 167-168: revisión por Fr. Pedro-Felipe de Cintruénigo). Sobre los abonos más convenientes a las huertas «Los abonos que los hortelanos emplean con preferencia son los estiércoles de caballeriza, la gallinaza, la palomina y las raspaduras de asta. El estiércol de caballeriza debe estar bien consumido y repodrido para que surta buen efecto; los demás pueden emplearse de dos modos: enterizos y reducidos a mantillo. El estiércol reciente aprovecha muy poco a las plantas y muchas veces las perjudica» (Hortelano práctico, 21-23). Sobre los abonos más convenientes a la viña «Los estiércoles de vaca, carnero y de otros rumiantes son excelentes abonos para la viña, porque, además de las materias vegetales carbonosas, contienen silicato de potasa, fosfato de cal y sal común, sustancias que penetran fácilmente y sin tardanza en la tierra [...] Algunos viñadores, anteponiendo la cantidad a la calidad del producto, abonan excesivamente los plantíos, pero calculan muy mal los que así proceden, porque las uvas resultantes son menos azucaradas y menos finas que de ordinario y, por consiguiente, los vinos que con ellas se obtienen carecen de la fuerza alcohólica y del sabor propio de los vinos buenos y de larga duración» (Castellet, 33-37). Agua y riegos El agua de cenizas hace las plantas más hermosas «Para hacer crecer extraordinariamente una planta, se ha de regar alguna vez con lejía hecha de cenizas de semejantes plantas quemadas, […] las sales sacadas de las cenizas de los tulipanes quemados, conviniendo con el orden de las partes que componen la cebolla, la cabeza, las hojas y la flor del tulipán, son mucho más propias a hacerla crecer extraordinariamente que todas las sales de otra especie» (BPCS, Curiosidades de la naturaleza, 292: revisión por Fr. Gregorio de Villafranca). Medio muy sencillo para purificar las aguas «Basta filtrar el agua más fétida por el polvo o cisco del carbón para restituir106


le todas sus cualidades, o por decirlo mejor, para despojarla de todos los vicios que haya adquirido por la putrefacción. Son admirables los resultados producidos por esta virtud purificativa que posee el carbón en el grado más eminente» (Secretos y procedimientos, 39). Sobre la hora más conveniente de practicar el riego «La operación de regar debe efectuarse cuando la sequía es muy considerable y cuando el crecimiento de las plantas debe apresurarse. La hora más a propósito varía según las estaciones: así en el invierno es conveniente practicar el riego al mediodía para que al llegar la noche esté algo oreado el suelo y no sufran los vegetales accidentes graves a consecuencia de las heladas. En las demás estaciones se acostumbra a verificar el riego en las primeras horas de la mañana y en las últimas de tarde, porque practicando el riego en el centro del día se hace sufrir a las plantas una brusca variación de temperatura que puede perjudicarlas […] El riego debe seguir inmediatamente a toda siembra o plantío que se haga, a no ser que la tierra tenga la humedad suficiente para la germinación y brote de la semilla. Cuando se rieguen las tierras recién sembradas o plantadas, debe hacerse con poco chorro para que la semilla o la planta reciban el riego suave, porque si el agua lleva una corriente impetuosa las arrolla e inunda, o las deja descubiertas y expuestas a la intemperie» (Tortosa, 165; Hortelano práctico, 27). Apicultura Notas sobre la ubicación de las colmenas «Si alrededor del sitio donde deben colocarse las colmenas no hay sino plantas de la vegetación natural, éstas serán, en la mayoría de los casos, las de las praderas, de los bosques o de los páramos. Los sitios más a propósito para establecer un colmenar son los muy poblados de diferentes especies de árboles [...] Puede decirse que el sitio es bastante favorable a la apicultura, sobre todo, si observamos en esas praderas el trébol blanco, la salvia de los prados, el meliloto, el serpol. Los bosques tienen la ventaja de dar durante toda la estación una cosecha [de miel] ya que permite, casi siempre, a las abejas hacer sus provisiones de invierno, pero esta cosecha es a menudo poco abundante y la miel de mediana calidad. Sin embargo, si vemos muchos 107


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