En Iztapalapa de los años sesenta, se respiraba todavía el aire campirano de sus pobladores, sin embargo comenzaban a llegar vientos de cambio, de transformación, de modernidad; se abrían caminos, se entubaban canales y los campos de cultivo - importantes graneros de los ocho barrios-, comenzaba a ser motivo de codicia y negocio de invasores, fraccionadores y políticos sin escrúpulos. Entre la realidad y la ficción, esta es una pequeña historia de aquellos tiempos de “culebras de agua”, remolinos de más de diez metros de altura venidos de “allá de por la laguna de la Cortadura”, hoy Leyes de Reforma, arrastrando en espirales de agua y polvo “peces, patos y chichicuilotes”.