Telas para moda

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Telas para moda Guía de fibras naturales

Clive Hallett y Amanda Johnston


Título original: Fabric for fashion Traducción: Laura Collet Texidó Diseño: Struktur Design Limited Revisión técnica de la edición en lengua española: Isabel Jordana Barón Responsable del Departamento de Moda Escola de la Dona (Escuela de la Mujer) Barcelona

Coordinación de la edición en lengua española: Cristina Rodríguez Fischer Primera edición en lengua española 2010 © 2010 Art Blume, S.L. Av. Mare de Déu de Lorda, 20 08034 Barcelona Tel. 93 205 40 00  Fax 93 205 14 41 e-mail: info@blume.net © 2010 Laurence King Publishing, Londres © 2010 del texto Amanda Johnston y Clive Hallett © 2010 de la imagen de la portada Sølve Sundsbø/ Art+Commerce I.S.B.N.: 978-84-9801-446-8 Impreso en China Todos los derechos reservados. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, sea por medios mecánicos o electrónicos, sin la debida autorización por escrito del editor. WWW.BLUME.NET


Telas para moda Guía de fibras naturales

Clive Hallett y Amanda Johnston


Introducción

Sección 1: Fibras animales

Sección 2: Fibras vegetales

Información útil


Introducción

6

De la fibra al tejido

12

El color

44

Lana

62

Fibras animales de lujo

86

Seda

104

Lino

128

Algodón

142

Fibras vegetales sostenibles

166

Los tejidos y el sector de la moda Recursos Glosario Índice Créditos y agradecimientos

186 191 195 202 208


La Ruta de la Seda La Ruta de la Seda, o Camino de la Seda, es una interconexión de antiguas rutas comerciales a través de varias regiones del continente asiático y enlazaba China con Asia Menor y el Mediterráneo. Su recorrido se extiende por tierra y mar a lo largo de 8.000 km. Las rutas conectaban Antioquia y las costas del Mediterráneo con Pekín, y el trayecto se completaba aproximadamente en un año. Por el sur, un segundo itinerario pasaba por Yemen, Birmania y la India. El comercio que se llevó a cabo desempeñó un importante papel en el desarrollo de las grandes civilizaciones de China, Egipto, Mesopotamia, Persia, el subcontinente indio y Roma, y contribuyó a establecer los cimientos del mundo civilizado.

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Europa El primer registro del cultivo de seda en Europa lo realizó el filósofo griego Aristóteles, quien describió la metamorfosis del gusano y sugirió que los capullos formaban un ovillo con la finalidad de ser tejido. El término sericultura deriva del griego ser, que significa «seda». La seda cruda se transportaba desde el interior de Asia y se procesaba en Cos, ya en el siglo iv a. C. Los griegos, y más tarde los romanos, empezaron a hablar de los seres o «pueblo de la seda», término empleado para describir a los habitantes del lejano reino de China. Los poetas romanos del periodo de Augusto aluden a los tejidos de seda, a su codiciada belleza y a su textura finísima y elegante. China supo guardar tan bien los secretos de la sericultura y envolvió la procedencia de la fibra en tal misterio que muchos romanos creían que, como el algodón, se obtenía de una planta. El filósofo romano Plinio el Viejo escribió «como arañas tejen y crean una lujosa tela para mujeres llamada seda». Quizá fuera en la antigua Roma donde empezó a asociarse este producto con la decadencia moral y el lujo excesivo. El emperador Calígula, célebre por su afición a la suntuosidad y la exuberancia, se deleitaba vistiéndose con prendas hechas de esta fibra, y los romanos ricos y poderosos ansiaban lo mismo. El aumento de la demanda molestó a los subsiguientes gobernantes, más severos, quienes identificaron la seda con valores como la decadencia y la inmoralidad, y se emprendieron fuertes medidas para restringir su uso, como la prohibición de que los hombres la llevaran. La locura por la seda había desbordado el precio del oro y el equilibrio del mercado estaba en peligro, por lo que el Senado, en vano, estableció varios decretos para prohibirla alegando razones económicas y éticas, intentando que se considerara un producto excesivamente frívolo. La demanda alcanzó tal punto que, a finales del siglo iii, los mejores tejidos se vendían por su peso en oro. Para contrarrestarla, empezó a tejerse seda con urdimbres de inferior calidad, y la seda pura se reservó a los estamentos más elevados de la sociedad. La seda tejida con oro era controlada por la familia imperial.

En este vestido rojo lacado de Pavel Ivancic, el denso satén de seda aporta un corte escultural a los volantes fruncidos que caen en cascada.

Sección 1: Fibras animales – Seda

Europa intentó producirla por primera vez en el siglo vi. Se cree que dos monjes ocultaron huevos de gusano de seda en cañas de bambú y los transportaron desde Asia Central a Bizancio. Como en China, estos tejidos también eran monopolio exclusivo de la familia imperial. La Iglesia bizantina fabricaba telas para el emperador y fue capaz de desarrollar una gran industria de la seda en el Imperio romano occidental. La legendaria excelencia de las técnicas textiles bizantinas se debía a la meticulosa atención que ponían en la ejecución y los detalles, si bien las técnicas de tejido en sí derivaban de la tecnología egipcia. Durante mucho tiempo, el cultivo de morera blanca, la cría de gusanos y la fabricación de tejidos de seda en Europa se realizaban exclusivamente en Grecia, pero en el siglo xii este conjunto de conocimientos se introdujo en Sicilia, desde donde se extendió al sur del continente. Ese mismo siglo, los normandos conquistaron Bizancio, Corinto y Tebas, centros productores de la preciada fibra, se hicieron con los cultivos e infraestructuras productivas y se llevaron a los trabajadores a Palermo, promoviendo de este modo el florecimiento de la industria normanda de la seda en Sicilia. Al caer Constantinopla, muchos tejedores especializados se fueron a Sicilia e Italia y contribuyeron al desarrollo de la creciente industria de la seda italiana.


Japón Probablemente, el cultivo de seda se extendió a Japón alrededor del año 300 d. C. Se cree que el gusano de seda yamami es una especie autóctona del país nipón, pero no se sabe cuándo exactamente las técnicas chinas de producción de esta fibra llegaron hasta allí. Japón se convirtió en el extremo oriental de la Ruta de la Seda al comienzo de la dinastía Han (206 a. C.-220 d. C.), y a finales de este periodo dio un paso más en el comercio de la seda estableciendo su propia sericultura. Tras invadir Corea en el siglo iii, se hizo con importantes conocimientos sobre las técnicas de este cultivo. Los emperadores lo promocionaron, y durante los siglos siguientes el arte y la experiencia de los tejedores coreanos y chinos se introdujeron en el país, lo que aseguró el progreso de sus técnicas. Con el tiempo, aumentó el cultivo y, como resultado de esta expansión, las importaciones de seda china disminuyeron, aunque siguieron manteniendo el estatus de artículo de ultralujo. La apertura del Canal de Suez, en 1869, aportó competitividad a la seda cruda importada de Japón. A mediados del siglo xix, el japonismo se unió a la chinoiserie y al orientalismo como tendencias occidentales, y la exportación de seda empezó a tener un peso realmente importante. La atención se dirigió a la posibilidad de expandir la producción al consumo nacional y a las exportaciones, y en 1876 se enviaron tejedores japoneses a Francia para aprender métodos de tejeduría y copiar sus brocados. El Gobierno nipón invirtió en el equipamiento más moderno y estableció una fábrica modelo para instruir a sus tejedores en el manejo de telares Jacquard mecánicos. A lo largo del siglo xix, el país dio pasos de gigante en la producción de seda, y esta modernización lo convirtió rápidamente en el productor de más relevancia del mundo. Hacia 1880, había superado a China como mayor proveedor de seda cruda: durante un periodo hasta el inicio de la segunda guerra mundial, fue el primer suministrador de esta fibra a Occidente. Tras la guerra, Japón reactivó su producción de seda y aplicó métodos de crianza, supervisión y clasificación de fibras crudas mucho más modernos. El país volvió a convertirse en el mayor exportador del mundo, una posición que mantuvo hasta la década de 1970, y siguió siendo el mayor productor hasta que una expansión industrial más amplia llevó al declive de la sericultura, momento en el que China se propuso seriamente retomar su posición histórica como mayor productor y exportador mundial de seda cruda. En la actualidad, Japón es el país que más cantidad de seda consume por persona, debido en parte a la estrecha relación de esta fibra con su traje nacional más importante, el kimono. A pesar de

la adopción de la vestimenta occidental, las prendas tradicionales siguen siendo fundamentales desde el punto de vista cultural, y las fibras sintéticas nunca han sustituido el estatus de la seda. Gran parte de la seda japonesa se produce en la anchura necesaria para la fabricación del kimono tradicional, que emplea la anchura total del telar. Hoy en día, los innovadores tejidos fabricados en Japón presentan una combinación de estética tradicional y tecnología moderna. Esta última utiliza los avances en diseño y fabricación informatizados para reproducir los complejos y extraordinarios tejidos de siglos pasados, así como para desarrollar otros nuevos.

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Extravagante conjunto de vestido

que Dior creó en su célebre colección

y sobretodo de seda bordada color

de 1947 y fusionó esta estética de

chartreuse, de John Galliano para

época con elementos evocadores

Dior, de la colección Samurai 1947,

de la cultura japonesa antigua y

realizada en 2007 en conmemoración

moderna, como los adornos florales

del 60 aniversario de la Casa Christian

Ikebana, el arte manga, las artes

Dior. Galliano rindió homenaje a

marciales de los samuráis y los rituales

los revolucionarios diseños New Look

de las geishas.

Geografía e historia de la seda


El único libro específicamente destinado a los diseñadores de moda, que explica el comportamiento y las propiedades de los diferentes tejidos. El diseño queda determinado por el modo en el que funcionan las telas, así como por la manera en que éstas se mueven, caen, la sensación que provocan y, por supuesto, el aspecto que ofrecen. Los diseñadores de moda con más éxito son los que comprenden los materiales y los que saben combinar la habilidad en el diseño con el conocimiento técnico. Este libro se convierte en el puente que une diseño y técnica al: • Proporcionar una combinación de información práctica y vocabulario industrial • Examinar visualmente los tipos genéricos de textiles • Analizar las características de las telas • Mostrar cómo sacar el máximo partido a los tejidos para ir más allá de los límites del diseño Incluye fotografías que muestran a los diseñadores de moda, del pasado y del presente, y su modo de trabajar con las telas. El objetivo principal de este libro consiste en estimular la exploración creativa de la relación entre tejidos y moda.

Clive Hallett colabora en temas de gestión y dirección de moda, entre otros, con el London College of Fashion. Trabaja en la industria de la moda desde 1972, y como consultor especializado desde 1978. Amanda Johnston colabora en el ámbito del desarrollo del diseño y de producto con el curso BA Fashion Products del London College of Fashion. Es consultora desde que se graduó de la Kingston University en 1982. También colabora con el London Centre for Fashion Studies.

ISBN 978-84-9801-446-8

ISBN 978-84-9801-446-8

9

788498 014468


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