JOSEFINA SANTA CRUZ SOTO, 76 años. Madre de ROBERTO GUZMÁN, 35 años, abogado, casado, tres hijos. Su hijo fue ejecutado en La Serena. Sus restos fueron identificados en diciembre de 1998.
«Mi único hijo se trasladó la víspera del golpe militar a La Serena donde ejercía de asesor jurídico de los trabajadores mineros. Cuando supe que estaba detenido, fui a verlo. Había sido torturado y sentía dolores tremendos cuando lo abrazaba. Era abogado y miembro del Movimiento de Izquierda Revolucionaria. El mismo día que lo fusilaron había conseguido encontrar un abogado en la capital. Yo era de derechas y tenía relaciones muy influyentes. Pertenecía a la aristocracia chilena. Fui activista de la organización Patria y Libertad, grupo de choque de extrema derecha. Participaba en sus desfiles. El 11 de septiembre fue un día muy feliz y celebré el golpe de Estado. Y de repente me mataron a mi único hijo. Sentí que todo el mundo era el asesino de Roberto. Me encerré en casa después de intentar entrevistarme con Pinochet. Nadie quería responsabilizarse de su muerte. Mis amigas de derechas me dieron la espalda. Muchas no volvieron a relacionarse conmigo. Intentaron comprar mi silencio otorgándome una pensión de gracia por la muerte de mi hijo y yo la rechacé escandalizada. En 1977 me incorporé a la Agrupación de Ejecutados Políticos. Al principio desconfiaron de mí aunque luego me acogieron. Quería encontrar su cuerpo y clamaba porque se hiciera justicia. Varias veces fui agredida en la calle mientras protestaba contra el régimen militar. Comencé a entender la lucha de mi hijo, lo único que me quedaba en esta vida. Años después supe que su condena de cinco años había sido rebajada a 541 días de cárcel. Hubiera quedado libre el 26 de julio de 1975, 21 meses después de su ejecución. Pinochet es el principal responsable de todas estas muertes. Más que Arellano. Más que cualquier otro.»
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«Sentí que todo el mundo era el asesino de Roberto.»