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¿Descolonizar o desvirreinatizar?

Hay hombres blancos de muchas maneras de blancura, y bermejos de muchas maneras de bermejura, y negros de muchas maneras de negrura, y de blanco va a bermejo por descolorido y rubio, y a negro por cenizoso, moreno, loro y leonado; como nuestros indios, los cuales en general son todos como leonados o membrillos cochos, o tiriciados o castaños, y este color es por naturaleza, y no por la desnudez, como pensaban muchos, aunque algo les ayude para ello ir desnudos.

Francisco López de Gómara, eclesiástico y cronista español en Historia general de las Indias, Zaragoza, 1552.

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En el siglo XXI se ha vuelto inflamatorio y bastante visible el discurso incluyente que aglutina los conceptos de colonialidad, descolonización e interculturalidad, no solo en el contexto del combate al racismo y otras formas de exclusión, sino que también han encontrado cabida en la emergencia de nuevas propuestas políticas en diferentes países de América Latina, así como en las ciencias sociales y en voces que, desde la disidencia, pretenden “rescatar” la posmodernidad para generar una teoría crítica y poscolonial de las sociedades multi o pluriculturales. Muestra de ello son las nuevas constituciones políticas de Estado en Ecuador y Bolivia, mismas que abogan por el buen vivir y la paz entre las diferentes naciones que concurren en sus terriotorios; así como la reciente postura anticolonialista y reivindicatoria de instituciones culturales como el Museo Británico, el Museo Nacional de Ámsterdam o el Museo de Arte Moderno de Nueva York. Lo que a primera vista parece una victoria de la apropiación popular del discurso “intercultural” y “descolonizador” puede resultar, desde un enfoque histórico y crítico, un “secuestro” etnocéntrico y romantizado de una herramienta de interpretación socio-política y cultural.

En principio, por la falta de distinción —y comprensión— entre dos figuras cruciales para entender discursos emancipadores: colonia y virreinato. Un error común, generalizado en libros de historia, enciclopedias, en planes de estudio del sistema educativo básico y medio e incluso en nuestras propias creencias históricas. «Colonia» no es sinónimo de «Virreinato». Son dos conceptos distintos que, en ocasiones, encuentran puntos de convergencia.

Autor sin identificar De negro y española sale mulato Siglo xviii Colección Malú y Alejandra Escandón

Autor sin identificar De negro y española sale mulato Siglo xviii Colección Malú y Alejandra Escandón

El Imperio español tuvo virreinatos y no colonias. Revisemos… La presencia española en América fue muy prolongada y duró desde el encuentro de mundos por Cristóbal Colón hasta la pérdida de las Grandes Antillas en 1898 —evento que supuso la ruptu- ra definitiva de España con ultramar—. Más de cuatrocientos años en los que las estructuras administrativas fueron cam- biando de naturaleza y de nombre, ad- quiriendo diferentes estatus, matices… dependencias e interdependencias.

Pasaron tan solo cuarenta y tres años desde que las naves de Colón llegaron al Caribe hasta que la situación en el gobierno tras la Conquista de México y la caída de Tenochtitlan hace 499 años, que llevó al emperador Carlos V a instaurar en 1535 la figura de un virrey por primera vez en el Nuevo Mundo. Casi medio siglo de indefinición jurídica, periodo que sería más amplio aún en el caso del resto de territorios, pues el de Perú le siguió en 1542 y los de Nueva Granada (hoy Colombia) y el austral Río de la Plata no llegaron hasta bien entrado el siglo XVIII, en 1717 y 1776 respectivamente.

Durante esta larga etapa, los pueblos ori- ginarios pasaron por casi todos los esta- dos fundacionales posibles. Empezaron siendo civilizaciones conquistadas, des- pués, virreinatos, algunas, se integraron a un reino y finalmente terminaron eman- cipándose como naciones.

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