Correo del Maestro Núm. 252 - Mayo de 2017

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Destrenzar los claroscuros: Juan Rulfo, apenas cien años

ISSN 1405-3616

Gerardo de la Cruz

La poesía es una señora empastada en verde Etienne Fajardo

Curiosamente Lecturas breves para mentes curiosas Gerardo Daniel Cirianni

Lo viejo en lo nuevo y lo nuevo en lo viejo: Santo Tomás de Aquino y María Montessori Berenice Pardo

Creadoras del bolero María Grever: una juglar mexicana en Nueva York Tere Estrada

MÉXICO QQ JUNIO MAYO 2017 2016 QQ AÑO 21 QQ NÚMERO 252 241



Año 21, núm. 252, mayo 2017.

Directora Virginia Ferrari Subdirección María Jesús Arbiza Editora Renata Soto-Elízaga

CORREO del MAESTRO es una publicación mensual, independiente, cuya finalidad fundamental es abrir un espacio de difusión e intercambio de experiencias docentes y propuestas educativas entre los maestros de educación básica. Asimismo, CORREO del MAESTRO tiene el propósito de ofrecer lecturas y materiales que puedan servir de apoyo a su formación y a su labor diaria en el aula.

Consejo editorial Valentina Cantón Arjona María Esther Aguirre Julieta Fierro Ramón Mier Santos Arbiza † Roberto Markarian

Los autores

Colaboradores Nora Brie Alejandra Alvarado Consuelo Doddoli Alejandra González Jacqueline Rocha Concepción Ruiz Ana María Sánchez

Los temas

Editor responsable Nelson Uribe de Barros Administración y finanzas Ana Lilia Estrella Producción editorial Etna Lizet Salvador Revoreda Diseño gráfico y formación digital Sandra Lilia Díaz Hurtado María del Pilar Pérez Chávez

CORREO del MAESTRO integra la base de datos del Índice de Revistas de Educación Superior e Investigación Educativa (IRESIE).

Los autores de CORREO del MAESTRO son los profesores de educación preescolar, primaria y secundaria, interesados en compartir su experiencia docente y sus propuestas educativas con sus colegas. También se publican textos de profesionales e investigadores cuyo campo de trabajo se relacione directamente con la formación y actualización de los maestros, en las diversas áreas del contenido programático.

Los temas que se abordan son tan diversos como los múltiples aspectos que abarca la práctica docente en los tres niveles de educación básica. Los cuentos y poemas que se presenten deben estar relacionados con una actividad de clase.

Los textos 0SW XI\XSW HIFIR WIV MRqHMXSW RS WI EGITXER XVEHYGGMSRIW 2S HIFIR I\GIHIV PEW 12 cuartillas. )P EYXSV IW IP RMGS VIWTSRWEFPI HIP GSRXIRMHS HI WY XVEFENS )P 'SRWINS )HMXSVMEP HMGXEQMRE PSW EVXuGYPSW UYI WI TYFPMGER 0SW SVMKMREPIW HI PSW XVEFENSW RS TYFPMGEHSW WI HIZYIPZIR RMGEQIRXI E WSPMGMXYH escrita del autor. )R PS TSWMFPI PSW XI\XSW HIFIR TVIWIRXEVWI TVIJIVIRXIQIRXI IR JSVQEXS HMKMXEP (IFIR XIRIV XuXYPS ] PSW HEXSW KIRIVEPIW HIP EYXSV RSQFVI HMVIGGMzR XIPqJSRS centro de adscripción. )R GEWS HI UYI PSW XVEFENSW ZE]ER EGSQTEyEHSW HI JSXSKVEJuEW KVjJMGEW S MPYWXVEGMSRIW el autor debe indicar el lugar del texto en el que irán ubicadas e incluir la referencia correspondiente. 0EW GMXEW XI\XYEPIW HIFIR EGSQTEyEVWI HI PE RSXE FMFPMSKVjJMGE 7I EYXSVM^E PE VITVSHYGGMzR HI PSW EVXuGYPSW WMIQTVI UYI WI LEKE GSR JMRIW RS lucrativos, se mencione la fuente y se solicite permiso por escrito.

Derechos de autor Los autores de los artículos publicados reciben un pago por derecho de autor el cual se acuerda en cada caso.

© CORREO del MAESTRO es una publicación mensual editada por Correo del Maestro S.A. de C.V., con domicilio en Av. Reforma No. 7, Ofc. 403, Cd. Brisa, Naucalpan, Edo. de México, C.P. 53280. Tel. (0155) 53 64 56 70, 53 64 56 95. Correo electrónico: correo@correodelmaestro.com. Dirección en internet: www.correodelmaestro.com. ISSN 1405-3616. Certificado de Licitud de Título Número 9200. Número de Certificado de Licitud de Contenido de la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas, S.G. 6751 expediente 1/432 “95”/12433. Reserva de la Dirección General de Derechos de Autor 04-2015-021312011400-102. Registro No. 2817 de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana. RFC: UFE950825AMA. Editor responsable: Nelson Uribe de Barros. Edición computarizada: Correo del Maestro S.A. de C.V. Preprensa e impresión: Grupo Ajusco. Distribución: Correo del Maestro S.A. de C.V. Precio al público $120.00. Tiraje 5000 ejemplares.


editorial

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n los últimos años, mucho se ha discutido sobre el desinterés de los niños y los jóvenes

por la lectura, y quizá menos por la escritura, ya que se desarrollan campañas que promueven el fomento de la lectura, pero pocas, o ninguna, de la escritura. Las preguntas que deberíamos plantearnos son: ¿Por qué a los jóvenes les pesa leer y escribir?, ¿realmente no desean hacerlo?, ¿de verdad no lo hacen?, ¿o será que estamos equivocando el camino y ellos no ven el sentido de nuestras propuestas de lectura y escritura? Por supuesto, hay muchas otras preguntas, pero también caminos que como docentes podemos explorar con nuestros alumnos para acercarlos al lenguaje de un modo que les cause emoción, que tenga sentido para ellos, y asimismo para nosotros. En este número de Correo del Maestro, algunos especialistas nos presentan sus propuestas y concepciones al respecto. Gerardo Cirianni escribe “Curiosamente. Lecturas breves para mentes curiosas”, artículo en el que destaca que maestros y alumnos se alfabetizan en el trabajo en común, y formula una propuesta de trabajo en la que hay textos breves y variados; un poco de todo, pues, como el mismo autor señala, es un hecho que siempre hay algo que nos interesa, y despertar la curiosidad es un punto de partida para desear seguir leyendo, y quizá para conversar y escribir sobre ello. En “La poesía es una señora empastada de verde”, Etienne Fajardo nos habla de sus múltiples fracasos en el intento de interesar a los jóvenes en la poesía, sobre lo cual se pregunta el porqué, y si realmente sus alumnos detestan este género. Su experiencia le hace responderse que no, que tal vez el error que ha cometido es la manera de enseñar y presentar la poesía, por lo que propone encarar el trabajo con los alumnos de una manera diferente, una manera en la que la poesía, los versos, la rima… tengan sentido para ellos. “Destrenzar los claroscuros: Juan Rulfo, apenas cien años”, de Gerardo de la Cruz, nos muestra un ejercicio muy interesante, en el que conjuga su propia aproximación al autor, obra de éste, opiniones de sus críticos, datos biográficos y más cosas, para producir un texto vibrante, lúdico, y que nos acerca de una manera muy íntima a este gran autor mexicano. Berenice Pardo Santana plantea también un interesante ejercicio de reflexión sobre las propuestas de dos brillantes pedagogos, muy distantes en tiempo y circunstancias. En “Lo viejo en lo nuevo y lo nuevo en lo viejo: Santo Tomás de Aquino y María Montessori”, la autora resalta los puntos en común de sus propuestas pedagógicas, y muestra que algunos de los principios de Montessori y la Escuela Nueva, no eran tan nuevos. Y para volver a introducirnos en el ámbito de la poesía, Tere Estrada escribe sobre una reconocida compositora de boleros. En “Creadoras del bolero. María Grever: una juglar mexicana en Nueva York”, diserta sobre la vida y obra de esta gran mujer, que supo volcar amor, deseo, pasión, dolor, felicidad y muchos otros sentimientos en sus letras, y que colaboró para que se abriera a las mujeres, no sólo en México sino también en los Estados Unidos y otras partes del mundo, un espacio para que pudieran expresarse y ser reconocidas. Correo del Maestro

Dibujo de portada: Julia Camila González Aguilar 9 años


índice entre

NOSOTROS

Curiosamente Lecturas breves para mentes curiosas Gerardo Daniel Cirianni . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5

La poesía es una señora empastada en verde Etienne Fajardo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 18

antes

DEL AULA

certidumbres

E INCERTIDUMBRES

Destrenzar los claroscuros: Juan Rulfo, apenas cien años Gerardo de la Cruz . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23

Lo viejo en lo nuevo y lo nuevo en lo viejo: Santo Tomás de Aquino y María Montessori Berenice Pardo Santana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41

artistas

Y ARTESANOS

Creadoras del bolero María Grever: una juglar mexicana en Nueva York Tere Estrada . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 48

problemas

SIN NÚMERO

Sumar 13 Claudia Hernández García . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 56

Índice anual Correo del Maestro, año 21 . . . . . . . . . . . . . . . 59

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NOSOTROS

Curiosamente LECTURAS BREVES PARA MENTES CURIOSAS Gerardo Daniel Cirianni*

Alfabetizarnos es plural.

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No alfabetizamos, sino que nos alfabetizamos cuando en el diálogo cotidiano maestros y alumnos nos enriquecemos mutuamente. ¿Qué damos?, ¿qué recibimos?, ¿cómo analizamos y discutimos nuestros encuentros y desencuentros con la palabra escrita?, de eso se trata. Para que ese diálogo sea fecundo, las palabras deben tener sentido para los maestros, para los alumnos y para la comunidad educativa en la que ocurre el proceso alfabetizador. Y una manera amable, potente, de ponerlas en circulación es a partir de textos breves, y diversos en temáticas, propósitos y modos del decir. Con “Alfabetizarnos”1 y “Curiosamente” esperamos abrir un

modesto sendero hacia esos propósitos.

Lo que va de ayer a hoy

Las ganas de que las cosas cambien Dicen que la invención de la primera herramienta le mostró al ser humano un GEQMRS MRJMRMXS WI HMS GYIRXE UYI WY QERS TSHuE MV YR TSGS QjW EPPj ] EPGERzar objetos más lejanos, que era posible que explorara sitios donde su cuerpo no hubiera podido entrar, que con el uso de algunas herramientas, la fuerza de sus brazos parecía multiplicarse…Y entonces, se entusiasmó tanto, que ya no pudo detener el impulso de seguir inventando nuevas herramientas que le JYIVER TIVQMXMIRHS LEGIV GSWEW UYI ERXIW RS LYFMIVE TSHMHS RM WMUYMIVE WSyEV * Maestro y, desde hace más de 25 años, formador de maestros en varios países de América Latina. Actualmente reside en Argentina, donde dicta seminarios y conferencias. Pasa algunos meses del año en México dando charlas y talleres a maestros, profesores de educación media y educadoras de nivel preescolar. 1 Publicado en Correo del Maestro, núm. 251 (abril), pp. 5-19.

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Con la invención de la primera herramienta el ser humano se entusiasmó tanto, que ya no pudo detener el impulso de seguir inventando nuevas herramientas

No se sabe cuánto hace que se inventó la primera herramienta, pero seguro que fue varios cientos de miles de años atrás. ¿Habrá sido a lo mejor un palo largo que se usó para cortar algún fruto que colgaba allá, en lo alto de una rama muy frágil? ¿Habrá sido una piedra que se afiló tanto que le ayudó a destazar un animal recién cazado? La verdad, no importa mucho. Lo importante es que a nuestros antepasados les produjo tanta emoción, que los seres humanos ya no nos detuvimos hasta llegar a las naves que hoy surcan el espacio. Y miles y miles de años después… Los mismos seres que se divertían cortando frutos con esa especie de lanza primitiva que habían inventado, o, mejor dicho, no los mismos, sino sus tátara, tátara y recontratataranietos inventaron la escritura. Claro que no era una escritura como la que usamos ahora cuando leemos el diario, ni estaba tampoco dibujada sobre papel. Pero eso sí, uno de los usos que le dieron en ese tiempo sigue siendo muy útil todavía, tan útil que muchas personas hoy quieren aprender a escribir y a leer para lo mismo, y desde luego que ese interés es muy razonable. ¿Cuál es ese uso? ¿Cuál es ese interés? Dejar constancia de un nombre, un número, una idea o una emoción. La escritura permitió que la palabra permaneciera en el tiempo y llegara a otros que vivían muy lejos. Nuestros antepasados se dieron cuenta de que ya no dependían de la memoria, que podían volver cuantas veces quisieran a eso

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Curiosamente LECTURAS BREVES PARA MENTES CURIOSAS

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que habían escrito, para recordar, para recordarle a otros, para volver a pensar, para volver a sentir. Ese tipo de cosas HIWGYFVMIVSR PSW LYQERSW LEGI ]E GEWM WMIXI QMP EySW IWI es el tipo de cosas que hoy seguimos descubriendo con la escritura. Nada más ni nada menos.

Y ahora 5YI ]E LER TEWEHS WIMW S WMIXI QMP EySW HIWHI UYI PE TVMmera mujer o el primer hombre dejaron en una piedra una marca de escritura, nos parece natural que, así como las primeras herramientas les dieron más alcance a nuestras manos o más fuerza a nuestros brazos, la herramienta que En todas las civilizaciones la escritura coes la escritura le dé más alcance a nuestros ojos, a nues- menzó siendo dibujo (escritura pictográfica) tros oídos, a nuestro pensamiento y a nuestra emoción. Porque (por si alguien aún está en la luna) la escritura es una herramienta de alta tecnología que nos permite trasladarnos en el tiempo y en el espacio en menos que canta un gallo, que nos ayuda a saber qué piensa y qué ha pensado gente que nunca vivió en nuestro barrio, y que nos ayuda a conocer mejor nuestras emociones, escuchando las voces emocionadas de otros u otras que se ocuparon de dejar constancia escrita de sus ideas y sus sentimientos. Por todas esas cosas queremos alfabetizarnos. Nada más ni nada menos.

¿Qué encontrarás en esta propuesta de trabajo?

Noticias de cosas que a lo mejor no sabías y que pueden interesarte e interesar al grupo que coordinas. Un poco de todo, como en los viejos almacenes de campo que llamábamos “de ramos generales”; porque, afortunadamente, ni a todos nos interesan las mismas cosas, ni hablamos de la misma manera, ni estamos siempre de acuerdo en lo que es mejor o peor para nuestras vidas, ni tenemos los mismos gustos. Encontrarás noticias que, por lo que cuentan y por cómo están escritas, podrán resultar gratas al ser leídas en voz alta; también, buenas ideas para empezar una conversación o motivos para seguir buscando información. El propósito fundamental es despertar la curiosidad de todos, porque no es cierto que haya personas curiosas y otras sin interés por nada. Lo que hay, y siempre ha habido, es gente que ha tenido más oportunidades para que su curiosidad despierte, y otras, menos. Estos textos no podrán reparar esas injusticias, pero pretenden ayudar a que, poco a poco y con la ayuda de todos, sean cada vez menores.

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Guaraní, lengua de hoy Durante mucho tiempo, el único idioma oficial del Paraguay fue el español. Sin embargo, casi toda la población también hablaba el guaraní, lengua de los ancestros desde antes de que arribaran los europeos. Y muchas palabras guaraníes nombran lugares, plantas y animales de la región. Fíjate en estas: Mbayá: indios del Chaco que combatieron contra los conquistadores en Asunción. Mbocayaty: población ubicada en el Guairá, Paraguay. Mbaracayá: nombre del ocelote. Mbaracayú: sierra ubicada en el alto Paraná, que sirve de frontera entre Paraguay y Brasil. Mbuyapey: población de Paraguarí. Mbatará: color jaspeado en las gallináceas. Mburucuyá: nombre de la flor de la pasión o pasionaria. ¿Notaste que todas empiezan con las letras mb? Aunque no sepamos qué significan esas letras, sí podemos afirmar que esa combinación es de origen guaraní. Los paraguayos son bilingües; usan dos idiomas en su vida cotidiana. Texto tomado de: de Josefina Zoraida Vásquez, Cristina Carbó y Julieta Cruz, 501

FrankOWeaver (commons.wikimedia.org) (CC BY-SA 3.0)

maravillas del viejo nuevo mundo (tomo 1), México: SEP (Rincones de Lectura, 1994).

Indios de la tribu panambi en Amambay, Paraguay

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Curiosamente LECTURAS BREVES PARA MENTES CURIOSAS

Las sirenas

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Durante siglos, los marineros no sólo creyeron en su existencia, sino que las describían a “la gente de tierra” con lujo de detalles. Y “los de tierra”, desde luego no dudaban de la veracidad de sus relatos. El mismo Cristóbal Colón afirmó haber visto en sus viajes a estas encantadoras criaturas, mitad peces, mitad damas. Hoy vivimos en un mundo en el que la ciencia nos ha hecho dudar de que alguna vez hayan surcado mar alguno. Los científicos especulan que a lo mejor eran focas, o manatíes, pues estos animales emiten extraños sonidos que podrían ser confundidos con cánticos. Aunque ¿será posible confundir focas o manatíes con sirenas? Bueno, a lo mejor es posible que sus subyugados admiradores las hayan visto desde muy lejos, y como en aquellos tiempos no había anteojos… Gerardo Daniel Cirianni

Coincidencia Este truco es una broma que podría usarse como final cómico de una actuación o para divertirse un poco con amigos. 1. Pide a alguien que escriba una palabra en un trozo de papel. Dile que vas a leer su mente y escribirás “exactamente lo mismo” en otro papel. Aliéntalo para que elija una palabra difícil. 2. Finge concentrarte en lo que él o ella escribe. 3. Escribe las palabras “exactamente lo mismo” en tu papel. 4. Pide que revele su palabra. 5. Anuncia triunfante que conseguiste una de las hazañas más difíciles de la magia: escribir exactamente lo mismo. Muestra lo que escribiste para probarlo.

Doblando la apuesta 1. Pide a alguien que apueste un billete por el fracaso de tu próximo truco y dile que puedes doblar la apuesta (esto significa que puedes apostar el doble). 2. Muy serio, toma el billete, dóblalo por la mitad y devuélvelo a su dueño… Trucos tomados y adaptados de: Rebecca Heddle, e Ian Keable, El libro de los trucos mágicos, Buenos Aires: Lumen, 1993.

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Los compañeros de Colón

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A Colón le costó trabajo enrolar la tripulación de sus naves: el viaje a lo desconocido infundía miedo. Pero al fin, por las buenas pagas y la esperanza de enriquecerse en las nuevas tierras, pudo encontrar a los 90 hombres de la expedición, casi todos españoles. Eran buenos marineros y muchos de ellos acompañaron a Colón en los otros viajes al Nuevo Mundo. ¿Cómo estaba formada la tripulación de una nave de la época? Vemos que 39 hombres embarcaron en la Santa María. Además de Colón había tres oficiales: el comandante que, como es lógico, era la persona más importante en las naves; en seguida esp taba el segundo comandante, quien tab estaba al mando directo de la tripuest lación; el piloto era una figura fundalac mental porque dirigía la navegación; m señalaba en las cartas el camino que se se había hecho en la jornada y deccidía qué tipo de velas se requería para navegar mejor. Pero no todos p a bordo eran marineros. En la nave almiranta viajaban también un intérprete, un notario, un oficial de policía y dos funcionarios reales. Cada nave tenía además un cirujano. También eran muy importantes el contramaestre y el mayordomo. El contramaestre dirigía a lla ttripulación, i l ió controlaba t l b llos aparejos j y supervisaba las maniobras: era el hombre más atareado de a bordo. El mayordomo estaba a cargo de la despensa, donde se guardaban los víveres. En cada nave había un carpintero, encargado de todo lo de madera; un calafate, quien tenía la importante obligación de cerrar grietas que con frecuencia se abrían en el casco, y un tonelero, encargado de los toneles, los barriles y las partes metálicas de la nave. Los demás eran marineros simples, o mozos, que tenían que realizar las labores más humildes. Tomado de: Piero Ventura y Gian Paolo Ceserani, El viaje de Colón, México:

SEP;

Milán: Mondadori, 1991.

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Curiosamente LECTURAS BREVES PARA MENTES CURIOSAS

Los caracoles vuelven a casa Los caracoles saben encontrar el camino de vuelta a casa. Para comprobarlo, intenta realizar este fácil experimento.

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1. Busca un lugar donde haya varios caracoles juntos –debajo de alguna maceta volteada o en otros lugares cubiertos–. Pinta una mancha sobre el caparazón de cada uno de los caracoles. 2. Lleva cada caracol a algún lugar distante en el jardín.

3. Espera unos días. Luego revisa el escondite original donde encontraste los caracoles. ¿Cuántos de los caracoles marcados volvieron a su casa? Tomado y adaptado de: Eleanor Van Zandt, Proyectos de biología, México: Libros del Rincón-SEP, 1991.

Pajaritos y pajarracos

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¿Te imaginas un pajarito que pese menos de dos gramos y que su nido tenga el tamaño de un dedal? Existe y se llama colibrí abeja y es el pájaro más chiquiito del mundo. ¿Te imaginas un nido que pese más de mil kilos? Existe y lo construye el águila marina de cabeza blan-ca. Algunos la llaman águila calva. Casi siempre los cons-truyen en la cornisa de una roca. Algunos tienen hasta sta a seis metros de profundidad y los usan abuelos, hijos y nietos etos tos águila. ¡Imagínate que hay nidos que duran más de cien n años! añ ñ

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Tomado de: Rafael Martín del Campo, Animales mexicanos, México: Lib Libros del el Rin R Rinncón-SEP (Colección Colibrí), 1990.

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Entre NOSOTROS

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Cosas espectaculares Uno de los dientes del Narval. Así se llama un mamífero marino que tiene un dien-te que a veces supera los tres metros de largo. argo. Dicen muchos que este “diente cuerno” o” es el que probablemente dio origen a la leyenda del el Unicornio. Una preguntita: ¿Te imaginás al dentista sta del Narval? Las plumas de la cola del gallo japonéss llegan ll a medi med medir dir trece metros de largo. ¡Pobrecito el pavo real!

L tela t l de d una araña ñ d ó i a lla que llllaman N La dell TTrópico Nephila teje una tela de casi dos metros de diámetro con hilos de sostén que alcanzan los seis metros. Vive por Nueva Guinea y Madagascar. La gente de por allí usa el tejido de esta araña para redes de pescar y para tejer bolsas, tapices y otras cosas más. Tomado de: Annette Tisón y Talus Taylor, Pelos, plumas, dientes, cuernos, nidos y madrigueras, México: SEP (Rincones de Lectura), 1992.

Nombres de pájaros, pajaritos y pajarracos de La Patagonia La golondrina, la calandria, el chingolo, y el colibrí. La paloma, el zorzal, la lechuza y el chercán. Los mismos pájaros en lengua mapuche se llaman pilmaiquen, tenca, chichihuín, querren y pinda. Maicoño huilque, llarquén y chedcan. Tomado de: Gregorio Álvarez, El tronco de oro, Buenos Aires: Ediciones Corregidor, 1994.

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Curiosamente LECTURAS BREVES PARA MENTES CURIOSAS

Las casas de antes Las casas eran más bajas, de puro gancho de pino. Eran largas. Le ponían quila arriba. Yo cuando conocí a mi abuela, eran de puro cuero de caballo, las casas. Cada familia tenía su carpita, con los hijos y dos o tres familias que vivían juntas. Eran largas. Eran abrigadas. Tomado de: Testimonio de mapuches de Neuquén, Buenos Aires: Fundación Banco de la Provincia de Neuquén, 1992.

Dragones Los pobres dragones están corriendo la misma suerte que las sirenas; ya casi nadie cree en ellos. Pero hace siglos era raro que alguien no hablara de dragones, especialmente entre los chinos, que parece ser que fueron los primeros en hacer correr la bolilla acerca de su existencia. A lo largo de los siglos se habló de dragones grandes y chiquitos, con alas o sin ellas, sin y con patas, y de todos los colores imaginables. Sólo dos características les eran comunes: arrojaban fuego por la boca y eran excelentes guardianes. Por eso, en muchas historias custodiaban a los reyes o protegían fabulosos tesoros. Ahora que la inseguridad está a la orden del día, no vendría mal tener uno como mascota, ¿no les parece?

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Caballos

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El caballo de don Quijote se llamaba Rocinante. Su nombre puede parecernos muy extraño, si no sabemos que “rocín” es uno de los tantos nombres con que podemos nombrar a los equinos. Pero a los caballos también les decimos “pingos”, y si recordamos la letra de la “Marcha de San Lorenzo” ya tendremos cuatro nombres; ¿recuerdan el “sordo ruido de corceles y de aceros”? También los llamamos “potros” y dicen que en España muchos les dicen “jamelgos”. “Así pasa cuando sucede”, dijo un paisano asombrado con tanto nombre para un solo tipo de bicho. Lo que no sabía el pobre es que cuentan que existen muchas maneras más de nombrarlos, pero bueno, por hoy ya es suficiente.

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Opiniones En la ciudad de Belley, en Francia, hace ya más de doscientos años nació Antelmo Brillat-Savarin, un célebre gastrónomo, del que se cuenta que solía decir que “la invención de un nuevo manjar es más beneficiosa a la humanidad que el descubrimiento de una estrella”. Antelmo, por supuesto, era bastante gordo, y los que lo trataron cuentan que también algo mujeriego. Escribió cuentos eróticos, le dio por escribir sobre política, economía y derecho, pero hoy se le recuerda por las espectaculares recetas que legó a la humanidad. La buena mesa y el buen vino le producían arrebatos de inspiración mística. Dicen que una de sus más célebres frases fue: “Sin vida el universo no sería nada. Todo cuanto vive se alimenta”. Versión libre de fragmentos del prólogo de El arte de la alta cocina, de María Lydia Brea, Buenos Aires: Centauros Editores, 1993.

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Curiosamente LECTURAS BREVES PARA MENTES CURIOSAS

Sabiduría Compañero no se afane En echar a los Demonio’ Los Demonio’ es uno mismo Compañero no se afane. Copla del noroeste argentino.

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La yerba mate es una planta que crece especialmente en Misiones, y en menor proporción en Corrientes y en el sur de Brasil. En guaraní se designa a esta planta con el nombre de Caá-Yarí y también Caá-Guazú. Con sus hojas se prepara la yerba mate, para lo cual sufre un proceso de transformación a efectos de que sirva para cebar el clásico mate, de amplia difusión en nuestro país, Uruguay, Brasil, Bolivia y aun en países lejanos como Arabia Saudita e incluso europeos. Tomado de: Félix Coluccio y Marta Coluccio, Folklore infantil, Buenos Aires: Ediciones Corregidor, 1986.

El estornudo Estornudamos cuando en nuestra nariz hay algo que no debe estar allí. En las paredes interiores de la nariz, hay terminaciones nerviosas muy sensibles. Cuando un virus o una basurita las irrita, aquéllas envían un mensaje al sistema nervioso central. El cerebro, superveloz en su respuesta, ordena una fuerte contracción de los músculos del tórax y una bocanada de aire sale violentamente expulsada. Esto es el estornudo. Tomado de: Cosas curiosas de aquí y de allá, México: Ediciones Innovación y Comunicación, 1991.

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Entre NOSOTROS

Un poco de fiaca No hay porteño, desde la Boca a Núñez, y desde Núñez a Corrales, que no haya dicho alguna vez: —¡Hoy estoy con “fiaca”! […] Esta palabra es auténticamente genovesa, es decir, una expresión corriente, en la ciudad que tanto detestó el señor Dante Alighieri. La “fiaca” en el dialecto genovés expresa esto: “desgano físico originado por la falta de alimentación momentánea”. Deseo de no hacer nada. Languidez. Sopor. Ganas de acostarse en una hamaca paraguaya durante un siglo […] Los genoveses de la Boca cuando observaban que un párvulo bostezaba, decían: “Tiene la fiaca encima, tiene”. Y de inmediato le recomendaban que comiera, que se alimentara. Tomado de: Roberto Arlt, “El origen de algunas palabras de nuestro léxico popular”, en Aguafuertes porteñas, Buenos Aires: Editorial Losada, 1973.

Viajeros Cuando emigran, los pájaros recorren cientos o miles de kilómetros y no se pierden nunca. Las migraciones son de día o de noche. Por ejemplo, en el día migran las golondrinas, los halcones, los patos y otras especies. De noche, pájaros como los zorzales, los cucús, los tordos o los gorriones. Como los marinos, se guían por la posición del sol o de las estrellas. Y un dato para tu agenda: Cristóbal Colón se ayudó en su ruta siguiendo el vuelo de pájaros migratorios. p j g

Tomado Tom do de: de: Rafael R Mar Martín dell Campo Campo, Animales mexicano mexicanos: ave aves y mariposas, arip M Méxixi co: C Consejo sejo Naciona Nacional de Fomento Fome Educativo ducativo ((Colección l ió C Colibrí), li ) 199 1999.

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Curiosamente LECTURAS BREVES PARA MENTES CURIOSAS

Sabiduría de los antiguos Si pensamos en Europa o en América es fácil que podamos nombrar países y formas de ser, reales o imaginarias, de cada uno de ellos. Por ejemplo, Italia, donde cuentan que la gente es un poco gritona; o Alemania, donde según parece las personas son muy ordenadas; o Inglaterra, donde siempre se dijo que tanto los hombres como las mujeres son muy puntuales. Si pensamos en América, Cuba tiene fama de tener una población muy bullanguera y con mucho gusto por el baile, o Guatemala con sus mayorías indígenas y con todavía muchas tradiciones prehispánicas, o Argentina con hijos y nietos de inmigrantes hasta la coronilla. Pero ¿qué sabemos de África? ¿Qué nos han contado? ¿Qué hemos escuchado en la televisión? ¿Qué dicen los diarios? Muy poco, salvo que sus pueblos viven en la pobreza más extrema, y que las enfermedades y las guerras están diezmando a su población. Desde luego, África no es sólo eso. África es un continente con múltiples culturas y razas, con fuertes tradiciones y con pueblos de sabiduría milenaria. Para muestra, un botón: a continuación, les presentamos seis proverbios de diferentes culturas de ese maravilloso, maltratado y olvidado continente. “El proverbio es el caballo de la palabra, cuando la palabra se pierde es con ayuda del proverbio como se le vuelve a encontrar.” (PROVERBIO YORUBA.)

“Mucho silencio produce un gran ruido.”

“El hombre es el prójimo.”

(PROVERBIO SWAHILI, TANZANIA.)

(PROVERBIO TSONGA.)

“Si encuentras dos seres que viven en armonía, ten la seguridad que uno de los dos es bueno.”

“Tu lengua es un león: si le dejas, te devora.”

(PROVERBIO KABILA, ARGELIA.)

(PROVERBIO PEUL, NÍGER.)

“La mentira puede correr un año, la verdad la alcanza en un día.” (PROVERBIO HAUSSA, NIGERIA.)

Tomados de: Rogelio Martínez Furé (selección), Poesía anónima africana, Madrid: Miguel Castellote, s/f.

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La poesía es una señora EMPASTADA EN VERDE Etienne Fajardo*

Desde niño, la poesía me vuelve loco. El mundo fascinante D

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de los sentidos que se mezclan y se interconectan para crear nuevos d significados me parecía una suerte de magia, de arcano creador que si contiene al mundo entero al tiempo que lo reinventa. Como profesor, en contie puedo contar el número de veces en las que me he sentido completacambio, no pued frustrado ante la imposibilidad de transmitir a un grupo de jóvenes el mente pequeño y frust placer de las caleidoscópicas palabras. Mis colegas tienen mucha más suerte que yo (suerte es al oficio) y logran, con más talento, enamorar a los chavales el nombre que algunos dolidos damos d de otros misterios del universo. En contraste, mis alumnos no pueden ver la hora en que su profesor se con sinécdoques y onomatopeyas. calle y deje de intentar llenarles el coco c ¿Qué estamos todos haciendo mal? ¿Es que acaso esa “arma cargada ¿Qué estoy haciendo mal? ¿Qu nuevas generaciones, hambrientas de inmediatez? de futuro” nada tiene ya para las n

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stoy cierto, por otro lado, de que estos mismos chicos acuden por gusto a abrevar de otras fuentes similares. Hallan, en otras muchas manifestaciones culturales, satisfactores que, si estuvieran presentados en verso y por escrito, les parecerían indigestos. Por ejemplo, les atrae el uso de la rima en el éxito musical del momento. Se admiran ante las metáforas que usa, frecuentemente, la publicidad. Disfrutan descifrar códigos secretos al estilo James Bond. Y son seducidos por las polisemias planteadas en algunas películas bien hechas. No, estos muchachos no son alérgicos al pensamiento poético, pero yo he sido muy exitoso en alejarlos de la poesía per se. Tal vez, este infame logro no sea del todo atribuible a mí o a mis métodos. Probablemente me ayudó la IRSVQI GEVKE GYPXYVEP IQTIyEHE IR WSPIQRM^EV E PSW TSIXEW

* Maestro en Literatura y Creación Literaria y coordinador de Cultura e Innovación en la Escuela Tomás Alva Edison.

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°¡5Yq IW PE TSIWuE# °PIW TVIKYRXS E PSW GLMGSW GYERHS EFSVHS IP XIQE

—Es que ahora ya nadie quiere leer poemas. 1INSV LEVuEQSW IR HIWQIRY^EV IP XI\XS IR TEVXIW TIUYIyEW ] HMKIVMFPIW para despojar a Góngora de esa cara de monografía y dar a los chicos el tiemTS HI QERSWIEV PE JVEWI

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“Expresión”, “sentimientos”, “verso”, “ritmo y rima”. Nadie contesta nunca “un juego”. Y es posible que ahí esté la raíz de mi problema. En mi personal definición, poesía es un juego que consiste en romper las reglas del lenguaje para generar nuevos sentidos. Mis alumnos, sin embargo, están adiestrados en un canon opuesto. Sacaron de algún lado que los poemas sirven para las granHIW LE^EyEW TEVE PSW EQSVIW HIWQIWYVEHSW TEVE PEW QIRXIW WYTIVHSXEHEW S para volcar sentimientos incontenibles. Son excepcionales los muchachos que se autoperciben como dolorosos profesionales o como genios incomprendidos. Los hay, claro, pero son los menos. La mayoría quiere distinguirse del grupo mediante una cuidadosa estandarización. Ser el más normal de todos para ser, también, el más aceptado. Para ellos, la poesía representa una excentricidad de la que no es prudente darse el lujo. Para los cachorros de cualquier especie, el juego es la forma en la que descubren el entorno y desarrollan las habilidades necesarias para su ZMHE EHYPXE 'YERHS IP IHYGERHS IW RMyS ETVIRHI en la escuela rimas y canciones. Su sentido de lo poético se despierta y disfruta memorizar textos en que la palabra abre las puertas del sonido, del sentido y de la imaginación. En esa etapa, la poesía aún no se llama poesía, pero el lenguaje es un territorio lúdico y lleno de posibilidades. %P RMyS HI TVIIWGSPEV ] HI PSW TVMQIVSW EySW HI primaria, esas aproximaciones, le encantan. En preescolar, la poesía aún no se llama poesía, pero el Hay, sin embargo, un momento de su desarro- lenguaje es un territorio lúdico y lleno de posibilidades llo en el que sus profesores nos afanamos para que éste “valore la importancia” de Lope, de Quevedo y de Juana Inés de la Cruz. Tapizamos al poeta con fechas, estilos y escuelas, con rasgos estilísticos y con una cosa que, bien mirada es muy divertida, pero cuyo nombre irremediaFPIQIRXI VIGYIVHE EP HI YRE QIHMGMRE PE VIXzVMGE 0E WSPE QIRGMzR HIP ZSGEFPS produce bostezos. Retórica suena a política. Política, a mentira. Nada, en todo caso, que uno quiera aprender. Al encumbrar la poesía como la más sublime de las expresiones, la condenamos al polvo y al abandono. La subimos a IWI EPXEV EP UYI WzPS E TSGSW PIW KYWXE XVITEV ] PYIKS HIGMQSW IRXVI WSPPS^SW


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…las horas, que limando están los días, los días, que royendo están los años. Habría que dejarlos paladear el sabor de las aliteraciones, no como un ejercicio de identificación de recursos, sino como un juego puramente sensorial. Permitir que el sentido se revele por sí solo, y únicamente cuando el placer físico de las palabras en los labios ha agotado ya todas sus instancias. Podríamos darles oportunidad de poner música a los dos versos, de hacerlos porra, de convertirlos en un jingle comercial, de bailarlos… en fin, de hacer lo que cada uno de ellos requiera según su particular forma de aprendizaje, para que sea su cuerpo, y no su mente, la que encuentre el esquema de acentos.

Medidas drásticas con la métrica

4EWq QYGLSW EySW XVEXERHS HI LEGIV UYI QMW TYTMPSW ETVIRHMIVER UYI YR soneto tiene versos de once sílabas. Ellos, disciplinados, las contaban en sus cuadernos y adornaban cada línea con guirnaldas de ondas representantes de cada corte silábico. Luego contaban las curvitas. Luego sumaban una cuando terminaba en palabra aguda. Luego restaban una cuando terminaba en palabra esdrújula. Y así, seguramente, aprendieron a contar, pero el texto les daba igual. Una vez, les pedí que ellos escribieran un soneto, y ¡pobres! Se afanaban infructuosamente tratando de hacer caber sílabas en formatos, como quien resuelve sudokus. Me pareció que eran imprácticos. Les expliqué que en lugar de fijarse obsesivamente en las sílabas, deberían hacerlo en los acentos. Me ignoraron; los acentos eran aún más difíciles de manejar. Y si todo ese sufrimiento se aplicaba a la primera línea, pensar en catorce era ya una quimera. De rimar, ni hablamos. %Lu ETVIRHu E HIJMRMV SFNIXMZSW ¡4EVE UYq WMVZI UYI YR GLEZEP LEKE WSRIXSW# 1M ZS^ MRXIVRE IW MQTPEGEFPI —Sirve para que disfrute la poesía. —Entonces —dijo mi otra voz interna— no estás ni cerca de lograrlo. En otra ocasión, dejé de lado la idea del producto “soneto”. Me concentré IR IP VuXQMGS TEXVzR HI YR ZIVWS LIVSMGS 8E TAN ta ta ta TAN ta ta ta TAN ta, ] WMR HIGMV ±'LMGSW IWXS IW YR IRHIGEWuPEFS² PSW HINq ETPEYHMV XEVEVIEV HMFY jar en el pizarrón o moverse a ritmo. Algunos, sin proponérselo, encontraron UYI IR IP TEXVzR GEFuER JVEWIW UYI PIW IVER JEQMPMEVIW ±,EBLAndo de muJEres y traiCIOnes…” “El QUE con lobos ANda a aullar se enSEyE² 3XVSW GSQIR^EVSR a llenar el ritmo con palabras que les venían aleatoriamente a la mente. Incluso, había casos en los que el hilo tenía cierta lógica.

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Ayudó también escribir en el pizarrón una serie de bloques léxicos con los que se puede iniciar un verso con tal estructura (los COches…, herMOSa…, ¡TSV QUÉ parece…? aLUMbra… etc…). Entre cantar, bailar y probar palabras en el relativo desorden del salón de clases, estaba cumpliendo, al menos en TEVXI QM QIXE QMW EPYQRSW KS^EFER HI NYKEV E PE TSIWuE %P JMREP HI PE WIWMzR los muchachos pueden componer, sin presión, al menos un par de versos. EnWIyEVPIW UYI PS UYI LMGMIVSR WI PPEQE endecasílabo heroico y que se puede usar para construir sonetos, ya es camino cuesta abajo. Actividades similares pueden realizarse siguiendo diferentes patrones de interacción. En pares, los alumnos pueden formar diálogos fantásticos, construyendo una frase uno primero y el otro después. Podría hacerse en grupos, y mientras alguien reproduce la métrica con las palmas, los demás dicen frases conforme se les van ocurriendo. Si se cuenta con dispositivos electrónicos, es buena idea grabar los ejercicios para que los estudiantes tengan un registro de sus versos endecasílabos. Éstos servirán en etapas subsecuentes cuando el objetivo final En pareja, los alumnos pueden formar diálogos fantásticos, construyendo sea, ahora sí, escribir un poema. una frase uno primero y el otro después

La máquina de hacer metáforas

No sólo de sonido vive el verso, también de sentido. Y ésa es, al menos para mí, la parte más emocionante de la poesía. No quiero ser, sin embargo, de esos TVSJIWSVIW TIXYPERXIW UYI IWKVMQIR JVIRXI E PSW RMySW PE ZIVHEH MRSFNIXEFPI HI ±)P EYXSV UYMWS HIGMV©² S ±)P TSIQE RSW IRWIyE©² LEGMIRHS E PSW RMySW TIRWEV ±¡4EVE UYq XERXS VSPPS WM WI TSHuE HIGMV IR YRE JVEWI#² Los recursos literarios no sirven para ocultar significados, más bien, para potenciarlos o para hacerlos estallar como fuegos artificiales. Explicar metáfoVEW ] WuQMPIW QI TSRI IR XEP TVIHMGEQIRXS 6IZMWERHS E 0SVGE HMKS —Los “delantalitos blancos” se refieren a la panza de los reptiles. °¡= GzQS WEFI# ¡(zRHI HMGI# ¡0I TVIKYRXz YWXIH EP EYXSV# El sentido figurado es muy sencillo de explicar en la vida cotidiana. Un refrán tampoco causa tanta resistencia. Cuando vemos en la televisión una oficina

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representada como jungla, o la calle transformada en un videojuego en el que tres autos se desplazan en modo simple, el código cifrado no resulta un obstáculo para la comprensión de los diferentes significados. Pero, nuevamente, basta que digamos lenguaje poético para que una niebla oscura descienda sobre el aula. Supongo que la palabra metáfora es muy grandota y muy intimidante. Pero combinar sentidos es una habilidad natural para los seres humanos. Los alumRSW HMWJVYXER HI PEW EREPSKuEW PE JSVQE IQFVMSREVME HI PSW XVSTSW ¡)R UYq WI parece una cabeza a una cacerola? Hacer esta pregunta en el salón de clases WMR HYHE PPIZEVj E QYGLEW QjW TEVXMGMTEGMSRIW UYI TPERXIEV °¡% UYq WI VIJMIVI IP EYXSV GYERHS HMGI ±PEW JMGLEW HI XYW HIHSW²# Activar el pensamiento poético de los pupilos no es tan difícil. Por lo tanto, conviene empezar por ahí mucho antes de atacarlos con glosas y teorías. Además, fomentar la creatividad metafórica de un chico demuestra claramente la utilidad de la poesía en una sociedad pragmática y ayuda a eliminar el mito de que la literatura es una buena costumbre pero que no sirve en el mundo real. )RWIyEV TSIWuE IW IRWIyEV TSWMFMPMHEHIW ] IWE LEFMPMHEH IW PE UYI PPIZE EP WIV humano a crear invenciones fantásticas y a resolver problemas imposibles. 6ITEVXS IRXVI IP KVYTS XEVNIXEW GSR WYWXERXMZSW EP E^EV QE]SRIWE ZIRXERE almohada, semáforo, ratón, kleenex, foco, iPhone, balón, tortuga… Los alumnos GEQMRER TSV IP WEPzR ] IRGYIRXVER YR GSQTEyIVS GSR IP GYEP XVEFENEV 9RE ZI^ en pares, comparan sus tarjetas. Cada pareja debe hacer una lista con la mayor cantidad de cosas en común entre los dos objetos descritos en su tarjeta. Es ZjPMHS WIV HMWTEVEXEHS 4SV INIQTPS 0E QE]SRIWE ] IP VEXzR XMIRIR IR GSQ R que son blancos, que se pueden meter en los rincones, que son difíciles de asir, que el pelaje del ratón brilla como la mayonesa… En algunas ocasiones necesito ayudar a los alumnos a empezar. )R KIRIVEP ZMZMQSW FENS PE HMGXEHYVE HI PSW PYKEVIW GSQYRIW 9R RMyS TSHVj fácilmente comparar los ojos con las estrellas o la sonrisa con las perlas; está adiestrado por la cultura pop para ello. Sin embargo, nadie le ha dicho que también se vale describir al esquivo ratón del laboratorio como si fuera la resbaladiza mayonesa. Al darle una oportunidad de hacerlo, le abrimos una autopista hacia el pensamiento creativo y lo ayudamos a liberarse del deber ser. Los chicos pueden, después, comparar sus listas. Comentamos juntos los VIWYPXEHSW ¡4SV UYq HIWGVMFMV WY GIPYPEV GSQS WM JYIVE YRE ZIRXERE# ¡5Yq HMGI HI qP# ¡5Yq WIRXMHSW PI ETSVXE# ¡5Yq WMKRMJMGEHSW RYIZSW LE]# %LSVE Wu IW TIVtinente preguntar, ya no qué significan los delantalitos blancos de los lagartos PSVUYMERSW WMRS ¡TSV UYq IP TSIXE YXMPM^E IWE QIXjJSVE# ¡5Yq KERE# Quizá la pregunta que deberíamos hacernos, cada vez que un poema apareGI IR IP PMFVS HI XI\XS IW ¡= ]S UYq KERS# ¡4EVE UYq IRWIyS TSIWuE#

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Destrenzar los claroscuros: JUAN RULFO, APENAS CIEN AÑOS “La vida no es muy seria en sus cosas” fue lo primero que publicó, una exploración de la angustia por la muerte, un relato “del tipo naturalmente que el escritor suele querer olvidar, ‘lleno de crepúsculos de fuego y cosas por el estilo’”, se dijo. Por esas fechas, en los tiempos muertos de la burocracia, intentó escribir una novela sobre la soledad en la ciudad, pero la desechó porque le resultaba “muy retórica, con muchas divagaciones”, declaró a Jorge Ruffinelli (2010: 334). Luego Efrén Hernández, compañero de letras y escritorio burocrático, le sonsacó un fragmento que se publicaría, tiempo después, en 1959: “Un pedazo de noche”, más otros tantos cuentos. Contra el propio parecer del autor y de la crítica –porque ésta sí es muy seria en sus juicios–, se trata de dos joyitas en bruto que, es cierto, no daban para vislumbrar la revolución literaria que suscitarían El Llano en llamas (1953) y Pedro Páramo (1955) de Juan Rulfo.

I. Me acuerdo, Juan1 ¿No se esfuman todos los encantos al simple contacto de la gélida filosofía? JOHN KEATS

Acuérdate, fue a finales de 1985. El fantasma del terremoto de septiembre dominaba la Ciudad de México, con todos sus muertos a cuestas y una sensación de desgracia que se prolongaba a la vista por las calles de la ciudad desvanecida.

* Escritor. Estudió Lengua y Literatura Hispánicas en la UNAM. 1 En los siguientes fragmentos entrelazo mi aproximación personal a la obra de Juan Rulfo con diversas apreciaciones críticas y testimoniales sobre el autor y su legado, esencialmente en letra de sus contemporáneos, alternándolas con declaraciones dichas y escritas por el propio Rulfo –resaltadas en cursivas– sobre sí mismo, sus libros, la literatura, el proceso creativo, etcétera.

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Gerardo de la Cruz*

Los domingos, cuando regresabas de casa de la abuela veías desde el auto, como en una película, esa ráfaga de cascajo de lo que alguna vez fue el multifamiliar Juárez; el hospital del Centro Médico Nacional, con tanto niño sepultado en sus cunitas, con tan poquitos renacidos de entre los escombros. O la vieja casona de alguien que lo habría perdido todo antes de entonces; viviendas, comercios, edificios de a montones heridos por la sacudida en puertas y paredes, ventanas marcadas por las cicatrices del temblor. Pero no, no fue en el 85, acuérdate, sino unos meses después de aquel septiembre funesto para México que se nos murió Rulfo. Lo que son las cosas. Él, que lo presagió en “El día del derrumbe” —¿no fue el veintiuno de septiembre el mero día del temblor?—, vino a empezar a morirse en serio, a desmoronarse junto con esta ciudad de México que tanto lo agobió.

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Y dice Arturo Azuela, que tanta querencia te había, Juan: —“Muchas tardes camina por la avenida Insurgentes, a unas cuantas cuadras de su casa en el sur de la ciudad de México. Camina con despreocupación y habla muy bajo, como la gente de su pueblo de Jalisco. Visita con frecuencia las librerías de su colonia y compra discos o casetes. Además de la fotografía —Juan Rulfo es un artista de la cámara—, se puede decir que en los últimos años su última gran afición, la música clásica, lo ha transformado en un musicólogo. Con sencillez, sin pretensiones de ninguna especie, habla de tal partitura de Bach, de tal concierto de Mozart o de los extraordinarios aportes de Gustav Mahler” (1991: 71). Pero cómo te vas acordar de aquel 7 de enero de 1986 si apenas eras un niño y estabas en todo y en nada cuando los diarios anunciaron la muerte del laureado Premio Nacional de Literatura 1970 y Príncipe de Asturias de España 1983, Juan Rulfo, en primera plana. Ese mero, el que escribió la novela de la película viejita donde salía el señor que le gustaba a tu hermana y que también se llamaba Juan, pero en inglés: John; no Rulfo: Gavin. Es que este Juan ni era Juan ni era Rulfo así, a secas. A decir suyo, por nombre completo le habían impuesto el de Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno: “Me apilaron todos los nombres de mis antepasados paternos y maternos, como si fuera el vástago de un racimo de plátanos, y aunque siento preferencia por el verbo arracimar, me hubiera gustado un nombre más sencillo” (Soler, 1977). Eso decía, sería cierto. “Un nombre más sencillo” —como Juan, a secas—, para terminar llenándose de Juanes en su vida, que al cabo todos tus hijos (Francisco, Pa-

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blo, Carlos, excepto Claudia) y algunos amigos se llamaron, siguen llamándose Juan. Otro Juan (Carlos) recuerda a Juan: —“Yo quiero mucho a Juan Rulfo. Nos apreciamos mucho mutuamente —decía Onetti por entonces—. Pues, cuando me encuentro con él, que suele ser en congresos, nos decimos: ‘¿Qué tal estás Juan?’, y él me dice, ‘¿Qué tal estás tú, Juan?’, y él se sienta con su Coca-Cola, y yo con mi whisky, y nos pasamos horas sin decirnos nada” (Domínguez y Gilio, 1993: 160). Te digo que sí, ya sabías quién era esa almavieja porque a tu hermano le habían dejado el “sevan-a-leer-Pedro Páramo” en la escuela el año pasado, aquel del temblor, y porque le dedicaron, otra vez, algunas páginas en el Excélsior, que se leía en casa de tu abuela, todo por el treinta aniversario de la citada novelita. Pero no sólo lo conocías por las portadas de sus libros, tenías idea de haberlo visto en televisión, con ese gesto de úlcera incurable. Quizá lo vimos en televisión. O no, y esto que cuento es una falsa memoria de mí hablando de ti, Juan, como si fuera yo. Qué importa, lo que recuerdo es que me entró mucho sentimiento porque te había visto y me parecía una consecuencia lógica que a ese señor famoso y sombrío que tanto invocó a la muerte, la Muerte se lo llevara después del derrumbe para sumarlo al ejército de ánimas descastadas que recorrían la ciudad sin sosiego, llena aún de luces navideñas, sin saber a ciencia cierta qué les había ocurrido. Sentí tristeza también porque no sabía, como lo sabemos ahora y lo padece cada uno de los personajes tuyos, Juan, que la vida es una cadena de tragedias. Que hubiera muerto Rulfo no significaba nada, ni para mí ni para nadie. Que hubieras muerto después del derrumbe era una circunstancia tan natural como que ahora, al recordarte en este aniversario de nacimiento, antes que tu vida, me venga a la cabeza tu muer-

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Luego seguimos con nuestras cosas de niño que se resiste a dejar la infancia y poco después, años, trompiqué contigo como caballo ciego, pero esta vez no fue por casualidad sino porque la maestra de Literatura usaba de guía a Seymour Menton y El cuento hispanoamericano, y así nos endilgó un chorro de cuentos hasta que llegamos a “¡Diles que no me maten!”. Esto tenía la escuela, esa gran bondad de acercarte lecturas y autores que, a la buena o a la mala, podían modificarte la percepción del mundo, enriquecerla, ampliarla. Lástima que a ti, Juan, no te tocara alguien como Martita, porque a mí eso mero me pasó con el libro de Menton que ella nos dosificó a lo largo del año escolar, fue el vehículo

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Tal vez ocurra como dices que les pasa a los escritores con su obra, Juan: —“Conforme se publica un cuento o un libro, ese libro está muerto; el autor no vuelve a pensar en él. Antes, en cambio, si no está completamente terminado, aquello le da vueltas en la cabeza constantemente: el tema sigue rondando hasta que uno se da cuenta, por experiencia propia, de que no está concluido, de que hay algo que se ha quedado dentro; entonces hay que volver a iniciar la historia…” (1980: 2). Siendo que no eres cosa terminada sino obra en construcción, a uno le anda dando vueltas la cabeza sin saber, precisamente, hacia dónde quiere llegar.

Digitalización de

te y la de tus mayores. Porque Juan, siendo sinceros, desde que apareció El Llano en llamas no estás difunto, lo sabes y lo confirmaste cuando te apersonaste con tus historias de ánimas aferradas a la memoria, a lo que ya no es pero sigue siendo, en esos lares que sube y baja según se va o se viene. Por eso también resulta lógico que te adentres en estas páginas a la manera de Juan Preciado cuando fue a Comala en busca de su padre, un tal Pedro Páramo, vivo y muerto al mismo tiempo.

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El Llano en llamas, compuesto de diecisiete relatos y publicado en 1953, y la novela Pedro Páramo, publicada en 1955, son los dos grandes trabajos de Rulfo como escritor

para llegar a ti como se llega a un punto muy esperado y luego no sabes qué hacer. Así fue el encuentro formal con tu obra tras la lectura obligada; aunque también lectura obligada fue Pedro Páramo, allí intervino mi hermano y su mala cabeza: “¿Para qué lo lees? Mira, aquí este señor lo explica todo”… Y ahí me tienes leyendo al señor ése como si fuera la Biblia para evitarme los predicamentos de Juan Preciado, sin habernos siquiera presentado. Reviso El cuento… y el remate del comentario a “¡Diles que no me maten!”, que hoy resulta algo hueco, ininteligible, incluso trivial en cuanto a lo que dice de ti, Juan, quesque eres “uno de varios autores transicionales (hacia un neorrealismo) en cuyas obras se reconcilian los temas nacionales y la técnica experimental” (Menton,

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1986: 408). Qué bien que se pongan las letras de Rulfo en el marco de la historia literaria del siglo XX, pero seamos honestos: hablamos de una obra que ha cruzado las fronteras de la geografía, del tiempo, que lo mismo inquieta en China que en Turquía. Un clásico contemporáneo, pues. ¿De qué sirve hablar ahora del criollismo, del realismo, del cosmopolitismo, si no puedes explicar la ojeriza que un señor le tiene a otro que ni siquiera conoce, nomás porque mató al padre que no conoció? “Por caridad”, ruega a su hijo el anciano Juvencio antes de que lo afusilen. “Voy, pues”, dice desganado Justino –y la respuesta llega de golpe cuando mis ojos se cuelgan de uno de los muchos subrayados al cuento–: “Es algo difícil crecer sabiendo que la cosa de donde podemos agarrarnos para enraizar está muerta. Con nosotros, eso pasó” (1999: 170). Cómo, cuánto sigue asombrando la sencillez con la cual concluye esa venganza el hijo de don Guadalupe Terreros. La tragedia de un hijo que debiera significar la tragedia de otro hijo. Pero no, para Justino el viejo Juvencio no es más que una carga. Mira si no: “Había venido su hijo Justino y su hijo Justino se había ido y había vuelto y ahora otra vez venía”, cuentas. Luego Justino echa sobre un burro al fardo en que se ha convertido su padre y echa a andar, le dice que su nuera y sus nietos “creerán que no eres tú. Se les afigurará que te ha comido el coyote, cuando te vean con esa cara tan llena de boquetes por tanto tiro de gracia como te dieron” (1999: 171). La venganza, justificada o no, es un acto de justicia, legítimo o no. Quizá la muerte de tu padre no tuvo ni justicia ni venganza, pero tú, Juan Rulfo, te procuraste ambas cosas a tu modo. “¡Diles que no me maten!” llegó a mis manos otra vez, con los otros dieciséis cuentos hipnóticos de El Llano en llamas, encadenado a Pedro Páramo y varios textos más: “Un pedazo de noche”, que

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siempre miran de ladito por ser la novela que no fue, y “La vida no es muy seria en sus cosas”. Me dio ternura y miedo al mismo tiempo, Juan, e iba del asombro a la conmoción, ese estado de epifanía que el Gabo experimentó cuando te leyó por vez primera. Y yo siento como él. —“He querido decir todo esto para terminar diciendo que el escrutinio a fondo de la obra de Juan Rulfo me dio por fin el camino que buscaba para continuar mis libros—reconoció García Márquez (2010: 452)—, y que por eso me era imposible escribir sobre él, sin que todo esto pareciera sobre mí mismo. Ahora quiero decir también que he vuelto a releerlo completo para escribir estas breves nostalgias, y que he vuelto a ser la víctima inocente del mismo asombro de la primera vez. No son más de 300 páginas, pero son casi tantas, y creo que tan perdurables, como las que conocemos de Sófocles”. Por algo eres un escritor imposible. ¿Cómo un hombre había logrado hacer lo que hizo Rulfo en una novelita de 120 páginas, con tamaña letrota, en un libro tan delgadito? Encontró su camino, declaró; te leyó y salió del atolladero. Tuvo suerte de encontrarte y la inteligencia de seguirte. Y cuando lo cuenta García Márquez me recuerdo, Juan, examinando ese volumen de Obras del Fondo de Cultura Económica incrédulo, buscándole más cuentos, más páginas, señas de La cordillera inacabada, de los Días sin floresta, esas páginas tuyas imperfectas y malogradas, según tú, porque nos parecía que en cada línea había mucho de magia y cosa imposible. La idéntica e imposible magia que su autor despertaba. Que Rulfo es un escritor imposible, o mejor dicho, impensable. Impensable que un autor elabore en dos libros, que en conjunto arañan las trescientas páginas, una obra tan íntima y vital, tan mexicana, tan universal al mismo tiempo, y quizá sea tiempo de leerlo sin pretender explicar la realidad mexicana, al margen de la biografía

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del autor, porque eso pretendías en tus textos, marginarte, y todo lo demás sólo existe como referente de tu geografía fantástica, tu imagen de la condición humana, por más violenta que sea, por más cruel que se le presente. Es impensable que un autor de tu talento, Juan, que de verdad rebulló las entrañas de la muerte y le sacó vida para rato, optara por la perfecta vocación del silencio. ¿Cuánta vanidad, cuánta humildad hay en ello? Cuántas páginas ociosas, incluidas las mías, se han escrito en torno a Rulfo, en homenaje y explicación de uno mismo. Cuántos pertenecemos a esa especie que no concibe a un autor como tú, Juan, a un José Gorostiza, a un Julio Torri. “Emily Dickinson creía que publicar no es parte esencial del destino de un escritor –señaló Jorge Luis Borges (2010: 454)–. Juan Rulfo parece compartir ese parecer”… Y ya ves, incluso Borges recoge este reproche universal que te perseguirá hasta los infiernos de la Media Luna. Nunca un escritor fue tan asediado en espera de su próxima novela: La cordillera, que ahora dicen que dicen que sí llegó, pero no estaba a la altura y te la llevaste antes de que pudieran siquiera revisarla, “porque hay en la novela demasiada sangre”. Asedio en espera de Días sin floresta tu próximo volumen de cuentos, en pausada corrección, que también se dice que hiciste, pero nunca terminaste de corregir, o tal vez sean “La herencia de Matilde Arcángel” y “El día del derrumbe”, que incorporaste en posteriores ediciones a El Llano en llamas. Tampoco nunca un autor fue tan cuestionado sobre la paternidad de su propia obra, porque pariste en solitario, solo, esa compleja originalidad que descansa en la irrefutable poesía de tu estilo… —“Por cualquier lado que se le mire, Luvina es un lugar muy triste. Usted que va para allá se dará cuenta. Yo diría que es el lugar donde anida la tristeza. Donde no se conoce la sonrisa, como si a toda la

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gente le hubieran entablado la cara. Y usted, si quiere, puede ver esa tristeza a la hora que quiera. El aire que allí sopla la revuelve, pero no se la lleva nunca. Está allí como si allí hubiera nacido. Y hasta se puede probar y sentir, porque está siempre encima de uno, apretada contra de uno, y porque es oprimente como un gran cataplasma sobre la viva carne del corazón” (1999: 174). … porque resulta impensable que él solito, sin ayuda, solo en solitario, hubiera creado el universo de Luvina, de Comala, con tal concisión anecdótica, con semejante seguridad en el dominio del habla del pueblo y las formas literarias; con personajes tan irreales y verosímiles a un tiempo. Y dicen, no uno sino varios, que el mejor personaje de Juan Rulfo es Juan Rulfo, tu imagen pública sumada a tu silencio, como un Frankenstein de ti mismo. Quién sabe. La verdad es que Pedro Páramo sigue ahí, desmoronándose como un montón de letras, y tú ya no estás y sí estás, porque no se cansa uno de indagar en torno a tu persona, de cuestionar incluso a las paredes, porque en la Casa de la Cultura Juan Rulfo de Sayula las paredes hablan, sábete que allá “a las 11:30 horas del 24 de mayo de 1917 –dicen desde tu acta de nacimiento–, ante mí, teniente coronel Francisco Valdéz, presidente municipal y encargado del Registro Civil, compareció el ciudadano J. Nepomuceno Pérez Rulfo, casado, agricultor de 28 años de edad, originario y vecino de esta ciudad y expuso que en la casa número 32 de la calle Francisco I. Madero nació en tercer lugar, a las 5 de la mañana del día 16 del actual, el niño que presenta vivo, a quien puso por nombre Juan Nepomuceno Pérez Vizcaíno. Hijo legítimo del exponente y de su esposa María Vizcaíno Arias, de 20 años de edad. Sus abuelos paternos Severiano Pérez Jiménez y María Rulfo y maternos Carlos Vizcaíno y Tiburcia Arias” (Munguía, 2010: 470).

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Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno

No dejaron de machacarte, Juan Rulfo, por ese carácter reservado y renuente a los reflectores, tan tirado de plano a la tristeza. Yo creo que sí, que eras tan sombrío porque quizá naciste “a medianoche, en un barco que iba de San Gabriel a Sayula, pasando por Apulco, Jalisco, en plena travesía” (apud García Bonilla, 2013: 58). Así reza el acta. Que habías nacido en el pueblo grande, y no en el chiquito que ni en los mapas figura, “Apulco, allá en Jalisco, el 16 de mayo de 1918; pero enseguida nos fuimos a San Gabriel” –aunque ya dijo el acta de nacimiento que fue en el 17, allá en Sayula–. Acuérdate, Juan, fue en el 18 que te bautizaron, quizá de ahí la confusión. ¿Y qué clase de pueblo es ése llamado Apulco? —“Un pueblo aislado y por eso lo saquearon y quemaron varias veces las bandas alzadas. Era peligroso vivir allí y fue por eso que mis padres decidieron ir a San Gabriel. San Gabriel, donde pasé toda mi infancia, era un pueblo grande —de unos siete mil

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habitantes— y allí estaba la escolta militar” (apud Ruffinelli, 2010: 332-333). Y tus verdades a medias frente a tanto lío geográfico: —“Lo que pasa es que es un pueblo perteneciente a San Gabriel, a su vez es del distrito de Sayula, y como es un pueblo que no aparece en los mapas, no figura en los mapas, siempre se da como origen la población más grande… Era un pueblo en una barranca, con calles torcidas todas, empinadas. Mi abuelo construyó en realidad casi todo el pueblo, el puente sobre un río, la iglesia también. Él fue el autor de la construcción de esa iglesia y, la realidad, mi abuelo creó el pueblo” (apud Soler, 1977). Como creaste Comala y Luvina sobre los vestigios de Tuxcacuesco, donde bien sabes que está Apulco. Total, si la cosa no es como aparenta, sino como yo lo siento… Fueron tiempos difíciles, Juan. Tu abuelo Carlos Vizcaíno murió cuando tenías cuatro años, y tenías seis cuando asesinaron a don Cheno, tu padre. —“Tú sabes, después de la revolución quedaron muchas gavillas. Mi padre tenía autorización para confirmar del obispo de Papantla, pues en tierras agitadas podían delegar ese sacramento en los seglares. Recaudaba el dinero de las confirmaciones y lo daba a los curas. Regresaba de una gira cuando fue asaltado y muerto por los gavilleros. Tenía treinta y tres años” (apud Benítez, 2010: 547-548). No, a tu padre le tendieron una celada. Por dos pesos. Un tal Guadalupe Palacios Nava lo acribilló, según los periódicos de la época. Y mira qué curioso, por razones similares Guadalupe Terreros perdió la vida y Juvencio se vio a salto de mata hasta que le diste muerte y el derecho de que lo velaran, Juan, tú que jurabas que no había una sola página autobiográfica en lo tuyo. —“Nunca cuento un cuento en que haya experiencias personales o que haya algo autobiográfico o que yo haya visto u oído, siempre tengo que imagi-

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narlo o recrearlo, si acaso hay un punto de apoyo. Ese es el misterio, la creación literaria es misteriosa, pero el misterio lo da la intuición; la intuición misma es misteriosa, y uno llega a la conclusión de que si el personaje no funciona, y el autor tiene que ayudarle a sobrevivir, entonces falla inmediatamente” (1980: 16). Eran más o menos los años de la rebelión cristera en México, la Cristiada que la llaman, de cuando los presidentes no toleraban a la Iglesia, tercos con cerrar los templos y perseguir a los que oficiaban y asistían a misa. Hasta que unos y otros se cansaron y se hicieron de armas para combatir las afrentas que se hacían. Y el gobierno terco con la Iglesia, dizque por mandato de la Constitución. No se dejaron ni los curas ni los fieles, cómo habrían de hacerlo, y más allá en Jalisco que son muy bragados. La cosa se puso violenta, fea como quien dice, y aunque los Rulfo se dieron maña para escapar de la Cristiada, no pudieron escapar del estado de violencia. —“Casi se puede decir que los primeros años en que vino la rebelión y todas esas cosas yo salí de ahí, entonces siempre de alguna manera hubo apaciguamiento ahí, eran lugares tranquilos. Pero el hombre no lo era. El hombre traía ya una violencia retardada, como dijéramos. Era de chispa retardada. Era un hombre al que podía surgirle la violencia a cualquier instante y es que traían todavía los resabios de la revolución, venían con ese impulso que les había dejado la revolución y aún querían ellos seguir. Les había gustado, pues. Les había gustado el asalto, les había gustado el allanamiento, la violación, la violencia. Y traían el impulso. Entonces se encontraba uno con hombres aparentemente pacíficos, con personas que no aparentaban ninguna maldad, pero por dentro eran asesinos. Era gente que había vivido… pues muchas vidas, con una larga trayectoria de crímenes detrás de ellos” (apud Soler, 1977). Tú no traías crímenes, pero cuántas muertes de esa violencia que venía de atrás; tu padre, tus

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tíos, y antes a tu abuelo por vía materna, don Carlos, que a decir tuyo Pedro Zamora desgració cuando lo colgó de los pulgares. No murió, pero perdió los dedos. Sería por ahí de 1915 y hablábamos del 23, cuando ajusticiaron a tu padre y la tristeza terminó llevándose a don Severiano Pérez, el padre de tu padre, y de refilón a María Vizcaíno, tu madre, en 1927. —“Mi madre murió cuatro años después. Entretanto mataron a dos hermanos de mi padre. Luego, casi enseguida, murió mi abuelo paterno. Murió de tristeza porque al que más quería era a mi padre, su hijo mayor. Otro tío mío murió ahogado en un naufragio, y así, de 1922 a 1930 sólo conocí la muerte” (apud Benítez, 2010: 548). La rebelión cristera tuvo un golpe de luz en tu vida cuando Ireneo Monroy, el cura de San Gabriel, se fue de alzado. La parroquia se convirtió en cuartel y su biblioteca vedada terminó en casa de tu abuela, tan devota. —“Para él [el cura de San Gabriel] todos los libros estaban prohibidos… Alejandro Dumas, Víctor Hugo, Sitting Bull, todas las historias de Buffalo Bill y Dick Turpin… Emilio Salgari y todo eso” (Fuentes, 1983). Antes de entrar de interno al Instituto Luis Silva de Guadalajara, que mudó de escuela a orfanato. Eso fue en tu plena infancia, cuando tu madre aún vivía y luego ya no. Cuando quedaste huérfano y te quedaste solo con tus hermanos, que al final te abandonaron allá, Juan, en esa especie de correccional donde lo único que aprendiste fue a deprimirte, lo cual es cierto y no, porque ya habías encontrado refugio en la lectura, en escritores como Knut Hamsun. “Tenía unos catorce o quince años cuando descubrí este autor, quien me impresionó mucho, llevándome a planos antes desconocidos. A un mundo brumoso, como es el mundo nórdico, ¿no? Pero que al mismo tiempo me sustrajo de esta situación tan luminosa donde vivimos nosotros –este país tan brillante, con

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esa luz tan intensa. Quizá por cierta tendencia a buscar precisamente algo nublado, algo matizado, no tan duro y tan cortante como era el ambiente en que uno vivía” (apud Sommers, 2010: 517). Eso del refugio nunca lo dijiste tú, quizá porque fueron “años de aprendizaje”, diría José Luis Martínez; porque la lectura se convirtió en forma de vida, antes que la escritura. Todos dicen eso, que Rulfo leía cantidad, cosa de no creer. Rinde a tal efecto testimonio Fernando del Paso (2015). —“Quien nos hubiera visto, a veces tan serios, habría pensado que nomás hablábamos de literatura. Y sí, claro, platicábamos de Knut Hamsun y de Faulkner y de Camus y de Melville, todo revuelto. De Conrad, de Thomas Wolfe, de André Gide. Nunca conocí a nadie que hubiera leído tantas novelas. ¿A qué horas las leías, Juan? Se me hace que a veces hacías trampa. Pero también —te decía— ¿te acuerdas? Nos dedicábamos al chisme como dos comadres, ni más ni menos. Y a veces, de pronto, tú te ponías a hacer literatura sin darte cuenta. Te ponías a contarme historias que yo no sabía si eran ciertas, o si eran puras invenciones. O si se iban volviendo ciertas cuando las estabas inventando. Me acuerdo muy bien, Juan, muy bien, como si te estuviera oyendo”. Muy en el fondo o muy en la superficie, cuando hablamos de los otros hablamos de nosotros mismos, quién sabe desde lo alto de qué piedra. Aunque yo traiga a cuento a Del Paso, y Fernando hable de ti, y tú con él hablaras de Knut Hamsun, al final se trata de lo mismo, de nosotros, porque esas lecturas, esos escritores cogieron un puñado de tierra húmeda y moldearon el barro. Claro, contigo no escatimaron. Que Knut Hamsun, que William Faulkner, que María Luisa Bombal, que Mariano Azuela, que los cronistas… Todos dejaron un tanto en ti,

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pero una cosa es tu obra y otra bien distinta tus lecturas, quede claro que tu obra es tuya. Y justo Reyes (1989: 448-449) lo vio con claridad. —“Todos, por suerte, tienen ya noticia de los dos más nuevos valores con que cuenta nuestra novelística; Juan José Arreola y Juan Rulfo –señaló de manera casi telegráfica–. En la fantasía de aquél hay mucho sentido mexicano; en el realismo mexicano de éste, hay mucha fantasía. Sus obras: Arreola: Varia invención, 1951; Confabulario, 1953; La fiesta, novela en preparación. Rulfo: “Talpa”, contratada para el cine por “el Indio” Emilio Fernández; El Llano en llamas, 1953; Los murmullos, en preparación, título provisional. Influencias (conscientes o inconscientes): veinte y tantos siglos de literatura”. Corrijo la nota, el proyecto de “Talpa” se hizo, pero con Alfredo B. Crevenna; con El Indio iba a cuajar Paloma herida, que se filmó en 1962, una afrenta de sangre que termina en venganza, ¿raro? En lo demás no erró don Alfonso al leer las tentativas de tu novela, Juan. Apenas habías publicado unos fragmentos, y ya semblanteaba bien que nuestra narrativa tomaría otro rumbo. Le quedó corto el pronóstico.

II. Un pasmoso haz de luz Había en el cielo una vez un arco iris estremecedor; hoy conocemos su urdimbre, su textura; forma parte del aburrido catálogo de las cosas vulgares. JOHN KEATS

Un día la crítica encontró un haz de luz pasmoso, lleno de claroscuros trenzados como los hilos de un sarape. Se llamaba Pedro Páramo, o Juan Preciado, o Lucas Lucatero, o Damiana Cisneros (“¡…ana… neros…! ¡…ana… neros…!”), o Juan Rulfo …ulfo… Traía una cauda de historias que

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venían ¿de dónde? Y viendo que esto era tan imposible como impensable, la crítica se propuso destrenzar sus hilos… Quita esa cara de limón agrio, Juan Rulfo, quítala. Es culpa de ese numen que al hablar de ti, termina presentándose siempre el fantasma de Arreola (“¡existes, cabrón diablo!”). Cosa del destino que su historia y la tuya se fundieran como una moneda. Es lo que es y ambos venían juntos, uno como colgado del brazo del otro, o al menos eso se creía: —“Tanto Arreola como Rulfo, paralelas que en momentos llegan a tocarse, señalarán –y el futuro empieza a hacerse presente– las más viables direcciones que entre nosotros puede seguir el cuento: la fantástica y la real” —fue Emmanuel Carballo (1954:32), su paisano, el primero en evidenciarlo. Diez años después, la apreciación de Carballo se confirmaba: —“Hasta hace muy poco tiempo” —juzgó Rosario Castellanos (1966: 68)— “no era posible leer una página de prosa narrativa sin preguntarse inmediatamente quién de los dos antagonistas era el modelo del autor: Juan Rulfo o Juan José Arreola. Si sus personajes deliraban de hambre y de sufrimiento o si se entregaban al libre juego de la imaginación. Si nos ponía enfrente una pétrea esfinge campesina o nos dibujaba en el aire una figura ligera e inaprehensible. Si nos entregaba una víscera sangrante o una piedra cuidadosamente pulida. Si se afiliaba, en fin, al realismo mágico o a la fantasía pura”. La comparación iba acompañada del diagnóstico: —“A Rulfo lo estimula preferentemente la vista. La naturaleza y sus ocupantes, estáticos o dinámicos, ejercen sobre él hechizo benéfico. Paul Morand definía el tipo visual, su tipo, diciendo: ‘me cuesta menos trabajo ver que pen-

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Juan José Arreola y Juan Rulfo

sar’. Si a este estímulo añadimos el emotivo, formamos el cuadro de incitaciones que sirve de inicio a los cuentos de Rulfo” —Carballo (1954: 28-29), el más entusiasta destrenzador de entonces, dictaminaba. “Natalia se metió entre los brazos de su madre y lloró largamente allí con un llanto quedito. Era un llanto aguantado por muchos días, guardado hasta ahora que regresamos a Zenzontla y vio a su madre y comenzó a sentirse con ganas de consuelo” (1999: 142). —“Rulfo es un cuentista monocorde y espontáneo que al actuar sobre un mundo angosto e idéntico en todas sus partes forzosamente tiene que repetirse, supliendo la prisión a la que lo reduce el espacio con una profundidad sin barreras” —repite Emmanuel Carballo (1954: 29) en cada ensayo sobre Juan. Y Rulfo condesciende unas palabras: —“Para mí el cuento es un género realmente más importante que la novela, más difícil que la novela, porque hay que concentrarse en unas cuantas páginas para decir muchas cosas, hay que sintetizar, hay que frenarse; en eso el cuentista se parece un poco al poeta, al buen poeta” (1980: 17).

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Los destrenzadores no descansan, lo ven todo y no ven nada. —“Rulfo adivina el alcance de las palabras en boca del campesino y, además de explotar en su provecho la tradicional riqueza del habla circunscrita a labios torpes aunque no carentes de malicia, sabe adaptar a su régimen expresivo los giros y las significaciones de tales fórmulas maduradas por el tiempo y atávicamente vivas en el trato diario de la gente”. ¿Eres tú otra vez, Emmanuel, el que no deja de hablar? No, es la recia voz de Alí Chumacero (1955: 25), que destrenza el horizonte y no se apaga: —“El buen uso, cuando no el abuso, de esas frases lo lleva a elevar a dignidad artística lo corriente, aquello que en el recodo de un camino se deja oír sin más propósitos que señalar una cosa por su nombre o recordar un hecho pasajero. Como muy pocos de los escritores que han desmedido su entusiasmo por redimir el habla popular, Juan Rulfo capta con probidad e inteligencia los matices favorables a la creación de su obra”. Pero la novela, “la novela es otra cosa –dijo Chumacero ahí mismo–. En ella no valen idénticas armas”. Fue de los primeros en destrenzar con tijeras el haz de luz pasmoso, señalando la falta de estructura en tu novela. El problema que habría significado para él editarla, siendo tu editor en el Fondo de Cultura Económica. —“La práctica del cuento me disciplinó, me hizo ver la necesidad de que el autor desapareciera y dejara a sus personajes hablar libremente, lo que provocó, en apariencia, una falta de estructura. Sí, hay en Pedro Páramo una estructura, pero es una estructura construida de silencios, de hilos colgantes, de escenas cortadas, donde todo ocurre en un tiempo simultáneo que es un no tiempo. También perseguía el fin de dejarle al lector la oportunidad de colaborar con el autor y que llenara él mismo esos vacíos. En el mundo

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de los muertos el autor no podía intervenir” (apud Benítez, 2010: 546). —No te preocupes, hombre —dicen que te dijo Alí—, al fin que nadie nos va a leer. Visto a la distancia, en cierto modo Chumacero tenía razón, porque hiciste valer en tu Pedro Páramo armas que produjeron colores desconocidos en el mundo de los vivos que es el de los muertos en pena. De tanta libertad que diste a tus personajes, la novela acusaba, “en apariencia, una falta de estructura”. Por andar escribiendo tus fantasmagorías de golpe en cuatro meses. Estuvieron rudos los catorrazos cuando su apersonó tu Pedro Páramo con tal desmorecimiento ante el gran público, con su cara de acontecer inexplicable después de haber cargado Comala con la estirpe de Pedro Páramo, y a Susana San Juan, y al padre Rentería desde 1939, según dijiste a Fernando Benítez, que disfrutaba admirando el haz de luz con sus claroscuros. —“Era difícil aceptar una novela que se presentaba con apariencia realista, como la historia de un cacique, y en verdad es el relato de un pueblo: una aldea muerta en donde todos están muertos. Incluso el narrador, y sus calles y campos son recorridos únicamente por las ánimas y los ecos capaces de fluir sin límites en el tiempo y en el espacio” (1986). Y aquí viene la vocecita de mi hermano con el gesto propio de quien hace trampa y lo sabe y causa orgullo: “Mira, aquí este señor te lo explica todo…”. Ahí andaba con sus malas ideas y Enrique Anderson Imbert bajo el brazo. “Parece que te lo cuenta…”. Tu hermano y sus ideas: Anderson Imbert no sólo destrenzaba los hilos del haz de luz, sino que iluminaba los claroscuros antes siquiera de que los pudiera ver. Un largo párrafo le había bastado para explicar que amoldaste “la vida regional –con sus paisajes, sus hombres, sus pa-

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labras y sus situaciones de inocencia, crimen, adulterio y muerte– en los cuentos de El Llano en llamas (1953), notables porque aun la descripción de la realidad exterior está estremecida por la vida interior de los hombres de campo. Esta manera de interiorizar la realidad –hombres plegados a sus circunstancias, circunstancias replegadas en sus hombres, en figuras de pesadilla, como en ‘Luvina’– se intensificó en Pedro Páramo (1955), donde trabajó en el tema campesino con una complicada técnica de novela que debe algo a William Faulkner. La complicación se debe a que se cuenta a saltos, hacia adelante, hacia atrás, hacia los costados y desde varios puntos de vista” (1985: 333). —… “sin límites en el tiempo y en el espacio”… Y el ojo de Rulfo sigue a Enrique, ese “ojo que todo lo sabe y lo ve es el del autor; pero ese ojo entra en la novela siguiendo a Juan Preciado, que cuenta en primera persona cómo, por encargo de su madre moribunda, fue a un lugar llamado Comala para ajustar cuentas con su padre, Pedro Páramo” (1985: 333). Y Anderson Imbert decía más: al ojo de Enrique, que puede desenmarañarlo todo, tampoco escapó Comala, la piedra angular del universo rulfiano: “Es un pueblo muerto, vacío –con esa novedad se topa Juan Preciado a su llegada–: en el aire enrarecido sólo se oyen voces, ecos y murmullos de fantasmas. El mismo Juan Preciado muere y su sombra sigue dialogando con otras almas en pena. El autor, que ha bajado a Comala como quien baja al Hades, va completando, en tercera persona, el relato de Juan Preciado. O sea, que gracias a las escenas conjuradas por el autor, se explican las voces, ecos y murmullos que oye Juan Preciado. La atmósfera es sobrenatural pero no subjetiva. El tiempo no fluye: está eternizado. Por los agujeros abiertos en esa eternidad vemos y oímos a los muertos,

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sorprendidos en instantes que no se suceden como los puntos de una línea sino que están diseminados desordenadamente: sólo el lector va dándoles sentido” (1985: 333-334). “Que sí, que este señor te lo explica todo aquí”, insistió mi hermano. Pero de a luego le puso reparos, que no vas a entenderle nada, que parece que te lo cuenta y la verdad es que no. “Mejor lee el libro”, sentenció, y yo seguía dándole la vuelta desconfiado, Juan, acogido a la síntesis de Anderson Imbert y su Historia de la literatura hispanoamericana: “El núcleo narrativo es la vida de Pedro Páramo desde su infancia hasta su muerte, en la vejez, en los años que van de Porfirio Díaz a Obregón. Es una vida violenta, despótica, brutal, codiciosa, vengativa, traicionera, sensual pero dignificada por un gran amor a Susana, su amiga de infancia, ya medio loca cuando se la lleva consigo. El lector siente escalofríos, como si estuviera soñando una pesadilla; las imágenes, a veces de gran fuerza poética, evocan tristemente el anonadamiento de todo un pueblo mexicano” (1985: 333). (¿A qué pueblo mexicano se refiere, Juan, al tuyo, al mío, al que imagina? Como dices tú al hablar de la ciudad, “además ¿qué ciudad?, ¿qué clase de ciudad?, ¿cuál de todas las ciudades de la ciudad de México de todos los Méxicos que hay?” (apud González Bermejo, 1979: 8)). Pero cómo no sentir escalofrío, si pareciera esta nuestra realidad. —“Ésa es la realidad, sin tapujos ni metáforas ni nada de sueños. Pedro Páramo es un cacique de los que abundan todavía en nuestros países: hombres que adquieren poder mediante la acumulación de bienes y éstos, a su vez, les otorgan un grado muy alto de impunidad para someter al prójimo e imponer sus propias leyes. No hay en ello, pues, ninguna metáfora, si acaso cierta metamorfosis que los convierte, por asociación, en consorcios o en sociedades anónimas al servicio de determinados intereses” (2000: 68).

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Tenía razón mi hermano, cuando terminé de leer al sintético Enrique, encontré que a los dos les asistía la razón: había que leerte, Juan Rulfo. No para enhebrar los secretos de tus llanos ni para deshilvanarlos, como Enrique y otros tantos, sino para trenzarse uno mismo en ese haz de luz impensable que hiciste plenamente posible. Y el otro día vi a otro que te conoció, Juan. También jalaba el haz de luz con voz suave, monocorde: —“Leer con cuidado Pedro Páramo es entender lo que tanto trabajo nos cuesta entender: ¿por qué los sistemas postrevolucionarios, tan ostensiblemente autoritarios, tan ostensiblemente tramposos, tan ostensiblemente abusivos, tan evidentemente rapaces, sobrevivieron, y de muchas maneras siguen sobreviviendo. En algún momento, Rulfo, por boca de alguno de los personajes, define a Pedro Páramo: Pedro Páramo es “un rencor vivo”, pero de ese rencor nos nutrimos todos” —dijo Germán Dehesa (1997), y el que suscribe estas líneas recordó ese pasaje: “—Hace calor aquí —dije. “—Sí, y esto no es nada —me contestó el otro—. Cálmese. Ya lo sentirá más fuerte cuando lleguemos a Comala. Aquello está sobre las brasas de la tierra, en la mera boca del infierno. Con decirle que muchos de los que allí se mueren, al llegar al infierno regresan por su cobija. “—¿Conoce usted a Pedro Páramo? —le pregunté. “Me atreví a hacerlo porque vi en sus ojos una gota de confianza. “—¿Quién es? —volví a preguntar. “—Un rencor vivo —me contestó él” (1999: 9). Y agregó el destrenzador monocorde desde su monólogo perpetuado en YouTube: —“Lo ideal en la vida es vivir para amar a alguien; pero cuando eso se corrompe o se vuelve imposible, entonces uno vive para odiar a

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alguien: eso pasa con Pedro Páramo, y eso pasa en la relación del mexicano con sus representantes políticos, les son de enorme utilidad, tienen siempre a mano a quién mentarle la madre, a quién echarle la culpa, a quién cargarle el muertito, a quién atribuirle los fracasos, las derrotas, lo que no se cumplió, lo que no se hizo, lo que se robó, lo que desapareció. Todo lo que ocurrió finalmente no es culpa nuestra, es culpa de aquel rencor vivo” (Dehesa, 1997). Pues sí, Juan, terminé al cobijo de esa luz cegadora. Ni Martita, ni Menton, ni Anderson Imbert ni nadie pudieron desviar mi camino de Pedro Páramo. Y no, no era El Llano en llamas sino otra cosa, ahora sucedía que ni mi hermano ni Enrique tenían razón: resultaba como si no hubiera entendido nada, pero habiéndolo entendido todo. Supongo que despertaba a algo que todavía no puedo definir. Supongo que hablo de la poesía, de una belleza en la lógica de tu lenguaje. —“Pero si nosotros nos vamos, ¿quién se llevará a nuestros muertos? Ellos viven aquí y no podemos dejarlos solos” —se oye el eco de “Luvina” (1999: 178) y una voz que de inmediato explica: —“De pronto en una frase se concreta una tonelada de sentimientos o de experiencias… Y a propósito aquí se habló de ese lenguaje, ¿qué de veras las gentes hablan así? El misterio y el milagro de Juan Rulfo está en eso” —resuella Juan José Arreola (1993), memorioso y apremiante—. “A ver, Carlos Fuentes, tú que me ayudaste a empezar, ayúdame a terminar…” Como si en verdad requiriese ayuda, Fuentes (1990: 173) responde al llamado: —“Juan Rulfo es un novelista final no sólo en el sentido de que, en Pedro Páramo, concluye, consagrándolos y asimilándolos, varios géneros tradicionales de la literatura mexicana: la novela

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del campo, la novela de la revolución, abriendo en vez una modernidad narrativa de la cual Rulfo es, a la vez, agonista y protagonista.” El haz de luz escucha y tuerce la boca como si no comprendiera lo que andan diciendo, y acota, con ese tono tristón que no hay manera de quitarle: —“Cuando escribí Pedro Páramo sólo pensé en salir de una gran ansiedad. Porque para escribir se sufre en serio. En lo más íntimo, Pedro Páramo nació de una imagen y fue la búsqueda de un ideal que llamé Susana San Juan. Susana San Juan no existió nunca: fue pensada a partir de una muchachita a la que conocí brevemente cuando yo tenía trece años. Ella nunca lo supo y no hemos vuelto a encontrarnos en lo que llevo de vida” (1986).

III. Cuar, cuar, cuar La filosofía recorta las alas del ángel, conquista los misterios con reglas y líneas, despoja de embrujo el aire, de gnomos las minas; desteje el arco iris… JOHN KEATS

Hay algo de Comala en ti, Juan Rulfo, mejor dicho, de Páramo. Cuánta rémora vive a expensas de tus hilos, a la zaga de un texto que rompa esa barrera honda, de treinta años de supuesto silencio, que ya se convirtieron en sesenta y sigue creciendo para quien no sabe escuchar el silencio. Dijiste que no, que La cordillera no. Había mucha sangre en esa novela que era y no era tu próximo libro, reveló uno que había confesado otro que le dijiste, y le retiraste el manuscrito tal como se lo diste al editor Arnaldo Orfila Reynal (Álvarez, 2006: 23). Ojalá que nunca lo encuentren los cuervos. Que no encuentren más textos tuyos ni siquiera escritos en servilletas para evitarnos corajes y que se publiquen en tu nombre.

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Tú, que fuiste tan riguroso en la excelencia del silencio, tan minucioso de la página perfecta. Que veas cómo se desmoronan los oportunistas como un montón de piedras, sin importarte si muere de hambre tanta rapiña en torno tuyo, cuar cuar cuar, que nos da gato por liebre, diciendo que esto era justo lo que Juan Rulfo quería. Por caridad, maten al tío Celerino. —“Yo tenía un tío que se llamaba Celerino, un borracho; y siempre que íbamos del pueblo a su casa, o de su casa al rancho que tenía él, me iba platicando historias. Yo no sólo iba a titular los cuentos de El Llano en llamas como los Cuentos del tío Celerino, sino que dejé de escribir el día que se murió. Por eso me preguntan mucho por qué dejé de escribir, pues porque se me murió el tío Celerino. Pero era muy mentiroso, todo lo que me dijo eran puras mentiras y entonces, naturalmente todo lo que escribí eran puras mentiras” (apud Güemes, 2003). No puras mentiras, también les hizo recordar que el mundo está a ras de tierra. —“Cuando todos estábamos efectivamente a punto de olvidar que la literatura no se hace con asfalto o con terrones, sino con seres humanos, Rulfo resistió la tentación del rascacielo y se puso tercamente (tercamente es la palabra, me consta) a escribir sobre fantasmas del campo; pero tan bien, con tanta verdad literaria que puede decirse que eran los hombres del campo los que escribían a Rulfo” —Augusto Monterroso (s.f.) cierra su diario. —“El hecho es que sí hay una consecuencia lógica en todo esto, irracional, si se quiere, aunque sea una contradicción. Porque los personajes son irracionales, actúan en forma irracional, sin razón ninguna, y se les quiere dar… se les quiere caracterizar bajo el punto de vista de la lógica, ¿no? Y estudiando lógicamente a la gente, se encuentra con que hay contradicciones

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constantes. Entonces para mí el ideal no es reflejar la realidad tal como es, porque tal como es, sobre todo la realidad actual, la estamos viviendo, la estamos leyendo en la prensa, la estamos viendo por la televisión, lo estamos viviendo todo nuestro mundo actualmente día a día. Entonces no podemos, al menos, repetir lo que está diciéndose. Creo en eso… esa idea que tenía Arguedas precisamente, de que al escritor quizá hay que dejarle el mundo de los sueños, ya que no puede tomar el mundo de la realidad” (apud Soler, 1977). Desmenuzando las alas del ángel con precisión quirúrgica, replica Octavio Paz (1967: 17-18): —“Si el tema de Malcolm Lowry es el de la expulsión del paraíso, el de la novela de Juan Rulfo (Pedro Páramo) es el del regreso. Por eso el héroe es un muerto: sólo después de morir podemos volver al edén nativo. Pero el personaje de Rulfo regresa a un jardín calcinado, a un paisaje lunar, al verdadero infierno. El tema del regreso se convierte en el de la condenación; el viaje a la casa patriarcal de Pedro Páramo es una nueva versión de la peregrinación del alma en pena. Simbolismo –¿inconsciente?– del título: Pedro, el fundador, la piedra de origen, el padre, el guardián y señor del paraíso, ha muerto; Páramo es su antiguo jardín, hoy llano seco, sed y sequía, cuchicheo de sombras y eterna incomunicación. El Jardín del Señor: el Páramo de Pedro. Juan Rulfo es el único novelista mexicano que nos ha dado una imagen –no una descripción– de nuestro paisaje. Como en el caso de Lowry, no nos ha entregado un documento fotográfico o una pintura impresionista sino que sus intuiciones y obsesiones personales han encarnado en la piedra, el polvo, el pirú. Su visión de este mundo es, en realidad, visión de otro mundo”. Pero esto que dice Octavio a Juan le pasa de largo. Sus yermos páramos son de miseria. —“Hay ocasiones en que uno desearía saber dónde se oculta aquello que causa a veces tanto daño. Por

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ejemplo, ignoramos cómo se produce y cunde la pobreza; quién o qué la causa y por qué. Yo no me preguntaría por qué morimos, pongamos por caso; pero sí quisiera saber qué es lo que hace tan miserable nuestra vida. Usted dirá que ese planteamiento no aparece nunca en Pedro Páramo; pero yo le digo que sí, que allí está desde el principio y que toda la novela se reduce a esa sola y única pregunta: ¿dónde está la fuerza que causa nuestra miseria? Y hablo de miseria con todas sus implicaciones” (2000). Y el triste tono de tu declaración lo rompe, siempre oportuna, Elena Poniatowska (2010: 522-523): —“Rulfo no crece hacia arriba, sino hacia adentro. Más que hablar, rumia su incesante monólogo en voz baja, masticando bien las palabras para impedir que salgan. Sin embargo, a veces salen (con amigos que comprenden su plenitud hermética). Y entonces, Rulfo revive entre nosotros el procedimiento de ponerse a decir ingenuamente atrocidades, como un niño que repitiera las historias de una nodriza malvada… Por algo Pedro Páramo se llamaba primero Los murmullos, porque eso es lo que se oye en toda la novela, un rumor de ánimas en pena que vagan por las calles del pueblo abandonado”. ¿Qué le fascina más, tu obra o tu persona?, porque mucho se encarga de divulgar y hacer crecer para fuera la leyenda del Rulfo-taciturno. —… —(intercalo un silencio rulfiano, con matices rulfianos, del tipo rulfiano. Esos adjetivos que a partir de tu obra lo describen todo, como les sucede a Kafka y a Borges—, que ni tan silencioso porque de vez en cuando asomabas la cabeza a riesgo de que te dieran un garrotazo, con un cuentito por aquí, una conferencia transcrita por allá, entrevistas que son oro molido por lo contradictorias que pueden resultar al contrastarlas. Sería según el humor rulfiano, que a veces rayaba en lo rulfesco)—…

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Destrenzar los claroscuros: JUAN RULFO, APENAS CIEN AÑOS

—“Somos mentirosos; todo escritor que crea es un mentiroso, la literatura es mentira; pero de esa mentira sale una recreación de la realidad: recrear la realidad es, pues, uno de los principios fundamentales de la creación” (1980: 15). Ya lo decías, que los escritores son mentirosos, porque el silencio rulfiano se rompió con El gallo de oro y otros textos para cine en 1980 –aunque los destrenzadores no lo consideren así–, con el relato que da título al libro y esas líneas de “La fórmula secreta” (apud López, 1965) que sólo tú habrías escrito: —Ustedes dirán que es pura necedad la mía, que es un desatino lamentarse de la suerte, y cuantimás de esta tierra pasmada donde nos olvidó el destino. La verdad es que cuesta aclimatarse al hambre… Y ya, con eso. No más, aunque después de muerto cómo resistir la tentación de una obra póstuma: aquella de la que no dejaste sino borrones. ¿Te acuerdas, Juan? Hubiera sido tan regocijante, tan re-suscitante –la ocurrencia es de Arreola– un trabajo que supiera extraer la ganga de la mena, sacarle jugo al tesoro, pero es que es eso,

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Digitalización del original

¿Y a poco Rulfo sí te explica, mexicano? ¿A poco alguna de sus historias te es cercana? Sepa el diablo de vigencias, pues aunque se arrancie, la poesía no tiene caducidad cuando hay poesía. Yo mejor hago a un lado la historia literaria por ahora, la dejo allí aparte y me pregunto qué clase de respuestas ofreces, Juan, que lo mismo puede sentir fascinación por tus letras traducidas un turco que un coreano. Ahora que se cumplen cien años de tu nacimiento, habría que leerte así, Juan Rulfo, sin esperar que nos expliques nada, como quien dice por el mero gusto, al desnudo, viendo a ver cómo nos encontramos por tus páginas, cómo nos sienta la tristeza y la ternura que fluye entre líneas, sin pretender destejer el arco iris.

El gallo de oro es la segunda novela de Juan Rulfo. La escribió entre 1956 y 1958 pero fue publicada hasta 1980

que queremos descubrir la fórmula secreta de tus libros y yo digo que la fórmula eres tú todito y ya regresaste al edén nativo, a tu verdadero oficio. —“Para mí el único oficio es el de vivir. La literatura es un pasatiempo que comparto con mi otra gran afición, la fotografía. A veces siento ganas de salir al campo con mi cámara; otras, de quedarme en casa leyendo. Algunas noches, muy pocas, me encierro a escribir, siempre a mano. “El escritor no debe desvelarse por tener un oficio. El oficio es para los carpinteros. Si el escritor lo adquiere ganará en artesanía lo que pierda en autenticidad. No se puede escribir una novela cada tres meses, a riesgo de publicar muchos bodrios. Pero si la obra es buena, cada quien puede escribir como quiera y cuanto quiera” (apud Pacheco, 2010: 446-447).

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Y porque sabes que tu obra es buena, Juan, escribiste como quisiste y cuanto quisiste. Pasatiempo o no, como afición o como sea, incluso la fotográfica. Cada imagen es una historia no contada, pero que está ahí. Tiene razón Christopher Domínguez Michael (2004: 81): —“Es imposible no mirar la obra fotográfica de Rulfo como una manera suprema y metafísica de responder al apremio del siglo con una dosis aún mayor de silencio. Esas fotos no describen ni ilustran su obra: nos permiten escuchar el silencio rulfiano. Rulfo, según el testimonio de uno de sus hijos, vivió atemorizado por el daño que sus propias palabras, dichas o escritas, pudieran ocasionarle. Fue en la geografía, en las iglesias desperdigadas por el llano o autorretratándose en la alta montaña, donde Rulfo se reconcilió con las vivencias de la guerra de religión, del génesis y del apocalipsis. Al dejar miles de negativos, ese hombre casi secreto abrió su mundo interior, permitiéndonos el raro privilegio de observar los paisajes del alma de un vidente”. Yo digo: prefiero el silencio tuyo que tantas páginas honrosas ha destilado. ¡Cuántos esperpentos no se han publicado ya en tu nombre! Acuérdate, Juan, de cuando en 1982 te peleaste con Grijalbo porque en una antología crítica (la tétrica Para cuando yo me ausente) te endilgaron el crédito de “compilador”, y arremetiste furioso contra ese engaño comercial: qué dirías de Aires de la colina, de tus Cuadernos, de esa cosa llamada Retales –libros innecesarios en tu bibliografía perfecta–, de El gallo de oro convertido en novela… Qué bueno, Juan, que estás muerto para no ver el destrenzadero. —“La muerte es inalterable en el espacio y en el tiempo. Es sólo la muerte, sin contradicción ninguna, sin contraposición con la nada ni con algo. Es un lugar donde no existe la vida ni la nada. Todo lo que nace de mí, es la transformación de mí mismo. Los gusanos que han roído mi carne, que han taladrado

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mis huesos, que caminan por los huecos de mis ojos y las oquedades de mi boca y mastican los filos de mis dientes, se han muerto y han creado otros gusanos dentro de su cuerpo, han comido mi carne convertida en hediondez y la hediondez se ha transformado hasta la eternidad en pirruñas de vida, en el desmorecimiento de la vida…” (1994).

IV. Bandazo y esperanza —Qué pronto llegan las noches. ¿Oyes ladrar los perros, Juan Rulfo? Ladran para ti, por necios, por necesidad. Esos perros hambreados de ti saben qué pensabas, y qué querías decir en realidad, lo que realmente querías hacer y decir. “—Es hora de dormir” —dice Fernando. “—Es hora de tratar de dormir” —prudente, Juanito responde—. “¿Sabes? A veces amanezco queriendo no despertar” (Benítez, 2010: 550). ¿Es que no oyes ladrar los perros? Anda, dame siquiera esa esperanza. —“Hay aire y sol, hay nubes. Allá arriba un cielo azul y detrás de él tal vez haya canciones; tal vez mejores voces… Hay esperanza, en suma. Hay esperanza para nosotros, contra nuestro pesar” (1999: 24). Ahora es tarde para no despertar una opinión sobre ti y sobre tu obra. Ya nos han dicho qué quisiste decir y qué no, y cómo. Mas cuando parece que ya se ha dicho todo nos salen con que no, con que esta comita realmente no la quisiste poner allí sino aquí, y va para atrás esa comita que algún corrector entusiasta –quizá tú– colocó. Pretenciosos. Pienso yo que tú pusiste un punto final a tu obra, así lo hiciste o lo diste a entender, y con lo que hay sobra para emocionarse como ánima salida del Purgatorio. Todo lo que se dice de tu obra, Juan, es verdad y es mentira. Lo han dicho, te digo, y todavía no

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Destrenzar los claroscuros: JUAN RULFO, APENAS CIEN AÑOS

han dicho nada realmente. Han desmenuzado: el amor, la vida y la muerte hasta la saciedad entre homenaje y homenaje, dijo Onetti, a punto de aborrecer al homenajeado (Proceso, 1988: 224). Estás, como decías, Juan, sitiado, “sitiado por la tierra, en el mismo lugar donde me enterraron para siempre. No tengo sentimientos. Sólo recuerdos” (1994: 30). Sin aspavientos, con una especie de resignación juzgona, con esa naturalidad de los tejedores de sueños, Borges habló de tu Pedro Páramo, ignoro si te enteraste, pero dijo que “muy diversos son los análisis que ha ensayado la crítica […] La historia, la geografía, la política, la técnica de

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Faulkner y de ciertos escritores rusos y escandinavos, la sociología y el simbolismo, han sido interrogados con afán, pero nadie ha logrado, hasta ahora, destejer el arco iris, para usar la extraña metáfora de John Keats” (2010). Yo cambio de bando; me uno a los resignados, a quienes asumen que no hay manera de deshilvanar la trenza de tu sarape, ese atado de párrafos de claroscuros generosos que compone tu obra. Me quedo con eso que te echa andar y te conmueve sin saber por qué. Me basta y sobra con compartir este personalísimo diálogo contigo, Juan, y dejar que cada quien contemple el atado que ilumina esta estancia desde tus páginas, radiantes, como le venga en gana.

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certidumbres

E INCERTIDUMBRES

Lo viejo en lo nuevo y lo nuevo en lo viejo: SANTO TOMÁS DE AQUINO Y MARÍA MONTESSORI Berenice Pardo Santana* www.montessoricolomba.com

El presente escrito pretende ser un acercamiento, desde una perspectiva filosófica, a las semejanzas del pensamiento pedagógico de Santo Tomás de Aquino –innovador y revolucionario para su contexto (e influenciado por el aristotelismo)–, y el de una de las principales representantes de la denominada Escuela Nueva: María Montessori.

Introducción María Montessori, mujer de ciencia, desarrolló su exitosa propuesta pedagógica en la primera mitad del siglo XX; mientras que Santo Tomás de Aquino, hombre de religión, hizo lo propio en el siglo XIII. Ambos representan una completa revolución en el pensamiento pedagógico, cada uno dentro de su contexto histórico. Revisando a varios autores1 que estudian por separado el tomismo y el método Montessori, entre los puntos similares encontramos: * Licenciada en Pedagogía y en Literatura Dramática y Teatro, por la UNAM. Docente en educación superior y autora del libro Juegos y cuentos tradicionales para hacer teatro con niños (México, Editorial Pax, 2015). 1 Entre los que se destacan Giovanni Caló y Louis Not para el análisis del método Montessori; y María de los Ángeles Galiano y Abbagnano en relación con Santo Tomás de Aquino.

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t &M BQSFOEJ[BKF QPS NFEJP EF MPT TFOUJEPT MB experiencia y el acto; t &M EFTBSSPMMP EFM FOUFOEJNJFOUP2 o del pensamiento3 por medio de la abstracción; t -B DPODFQDJÎO EFM IPNCSF DPNP DVFSQP Z alma; t -B BERVJTJDJÎO EFM TBCFS HSBDJBT BM JNQVMTP espiritual que reclama actividad; t -B MJCSF FMFDDJÎO EF MBT PDVQBDJPOFT QPS QBSUF del sujeto (libre albedrío en Santo Tomás); t -B FEVDBDJÎO NPSBM DPNP GVFOUF EF VOB EJTciplina interna; y t &M NBFTUSP DPNP HVÅB QBSB MB iBVUPFTUSVDUVración4” del alumno.

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En Santo Tomás de Aquino. En María Montessori. El alumno construye sus propios conocimientos.

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Certidumbres E INCERTIDUMBRES

hombre con Dios. En ella estaba implícita una ética que persuadía a los hombres a ir más allá de las cosas sensibles –al principio era más espiritual que intelectual–. En las escuelas moEl desarrollo filosófico del cristianismo durante násticas, sus miembros respiraban un modo de la Edad Media, lejos de haber sido un “estanvida alejado de lo mundano, libres de los lujos, camiento” religioso, representa una genuina separando el cuerpo del alma por medio de la cultura que se apoyó en la religión cristiana nula utilización de los sentidos, ya que el obcomo un modo de vivir. Una de las actividatener placer se consideraba como una voluntad des escolásticas era la exégesis de textos basada egoísta y repugnante; comulgaban con la idea en la reflexión interna como forma de discurso de que solamente el alma racional e intelectual para la interpretación de la Biblia, lo cual conspuede gozar de la contemplación de Dios, por tituye en sí el camino hacia la Teología consilo que había que apartarse del mundo sensible. derada como la disciplina científica que une al Al mismo tiempo, se renunció a la voluntad propia para dar paso a la sumisión y obediencia hacia los superiores, quienes eran considerados como guías espirituales. Muchos siglos integran el periodo medieval, pero abordaremos solamente los contenidos filosóficos del cristianismo del siglo XIII, específicamente los que aportó Santo Tomás de Aquino; además, es importante reconocer la reforma revolucionaria y radical (para su época) que representó su pensamiento, y también la adaptación del aristotelismo al cristianismo que se llevó a cabo. Para entonces, las ciudades estaban creciendo debido al auge de los gremios en su interior, gremios formados con el objetivo de que los individuos conocieran sus derechos frente a los abusos del poder. En dicho contexto, ya había surgido la escolástica, y las universidades se desarrollaban como centros de atracción educativa. Ahora bien, ¿en qué contexto surgió la Escuela Nueva de la cual es representante Montessori? Dicho movimiento, gestado a finales del siglo XIX y princiRetrato de Santo Tomás de Aquino realizado por Carlo Crivelli en 1476

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De Santo Tomás de Aquino a María Montessori: semejanzas en el pensamiento pedagógico

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Lo viejo en lo nuevo Y LO NUEVO EN LO VIEJO:…

pios del XX en Europa y Estados Unidos, basado en las propuestas de la recién surgida psicología5 sobre el desarrollo infantil, conformó una nueva y verdadera filosofía educativa. Debido a que las propuestas se formularon en el transcurso de las dos grandes guerras mundiales, la educación ya no se reconocía como la escuela tradicional debido a que la sociedad misma había cambiado (social, política, económica, demográfica y culturalmente); así pues, se difundía la idea de que ya era inútil lo que la vieja escuela enseñaba. Los pedagogos de la Escuela Nueva expresaban deseos de paz y comprensión mutua, y consideraban a la escuela como el medio para contrarrestar el desastre de la humanidad. Louis Not (1983: 123) se percató de otros estímulos que impulsaron el nacimiento de la Nueva Escuela como, por ejemplo, las contribuciones de Rousseau y las teorías revolucionarias de la evolución de las especies, como marco de referencia sobre la acción que ejerce el medio ante cualquier ser vivo. Diversos autores señalaron que la influencia más importante para que Montessori desarrollara su propuesta fue Rousseau, y hasta se le relacionó con la educación sensorial de Pestalozzi (Monés I Pujol, 2000: 24). Sin embargo, llegó un momento en que su pensamiento sufrió una gran transformación y se inclinó hacia el espiritualismo con tintes religiosos; de hecho, se le asocia con una especie de “neotomismo” (Cuevas, 2002: 7) e, incluso, creó una especie de miniiglesia para niños en Barcelona en 1916. No faltó quien observara en ello una contradicción: Recordemos que la Dra. Montessori fue primero y ante todo científica, una doctora en medicina que se adhirió al método científico en el que había sido entrenada. Por tanto podría colocársele

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En las cuales cobran importancia los estudios de Piaget y Wallon, entre otros.

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en la corriente filosófica conocida como realismo y, dentro del realismo, hacia el positivismo. Sin embargo, su referencia constante a lo espiritual, tanto en sus discursos como en sus escritos, parecían contradecir esta postura (Cuevas, 2002: 5).

Eduardo J. Cuevas habla de la profunda espiritualidad de carácter religioso de María Montessori y de la integración de un “neotomismo” en el desarrollo de la “filosofía Montessori” (Cuevas, 2002: 7). Comencemos el análisis con el primer punto de interés: el aprendizaje por medio de los sentidos, la experiencia y el acto. El pensamiento de Santo Tomás propuso la idea de que el ser humano conoce el mundo a través de la experiencia porque tiene sentidos y, algo más: imaginación. Así pues, era aristotélico en el aspecto de lo sensible, ya que afirmaba que el medio se capta a través de los sentidos y por el intelecto para llegar al conocimiento. Esta elaboración de los sentidos representó el inicio del conocimiento inductivo, lo cual significó una verdadera apertura al conocimiento. Por otro lado, Montessori recalcaba la importancia del uso de los sentidos como medio para obtener el conocimiento sobre el mundo, y el material (diseñado por ella misma) se basó en el estímulo sensorial por medio de la actividad del niño. De hecho, se le vincula con un sensualismo asociacionista: “… por sus cualidades sensibles los objetos de nuestro medio ejercen en el individuo una acción que subtiende la formación de sus ideas y que, por complejas que sean, las ideas se conforman a la asociación de elementos simples proporcionados por la sensación” (Not, 1983: 141). Un punto relacionado para analizar lo anterior es el desarrollo del entendimiento (en el tomismo) o pensamiento (en Montessori) por medio de la abstracción. Según el tomismo la imagen se filtra en nuestro entendimiento y de ahí a nuestra

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Certidumbres E INCERTIDUMBRES

razón, eso es lo que se llama abstracción. Así pues, la función fundamental del conocimiento es dicha abstracción, por lo tanto: “El conocimiento sensible es la capacidad de recibir las formas sensibles de las cosas, abstraídas de su materia” (Abbagnano, 1964: 175). Los seres humanos, como seres racionales, tenemos entendimiento que desmaterializa a la imagen; por ello, iluminamos con el entendimiento lo que se consigue mediante la experiencia. Montessori afirmaba que las abstracciones se combinan en la experiencia sensorial y, de esta manera, se va fabricando el pensamiento sintético y abstracto; así, “la actividad mental se inicia con la sensación y evoluciona hacia la idea y el lenguaje según un mecanismo de combinaciones sensoriales cada vez más complejo” (Not, 1983: 142). Por ello, el educando registra activamente las imágenes por medio de sus sentidos, lo cual dará por consecuencia la formación de las ideas o el pensamiento mismo. Ahora bien, analicemos brevemente la idea de la concepción del hombre como cuerpo y alma. Según Santo Tomás, debido a que todo está basado en los efectos sensibles, el hombre es alma (tiene intelecto) y cuerpo (siente, es sensible para adquirir el conocimiento). Sin embargo: “La vista orgánica no determina relaciones entre los objetos; todos lo objetos son para ella visibles de manera global, mientras la capacidad intelectual es, por el contrario, una potencia que determina las relaciones y en una vista de conjunto va de lo uno a lo otro (deduciendo e induciendo)” (Galiano, 1973: 560). Por lo tanto, el saber se produce en el interior del espíritu como operación cognoscitiva de la percepción, como actividad intelectual; pero las potencias sensitivas sólo son razonables cuando obedecen al intelecto, ya que la forma está unida al cuerpo y es en el acto del conocimiento cuando el intelecto las abstrae de los cuerpos mismos.

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Para Montessori, es de suma importancia el dominio del propio cuerpo y de las cosas. Gracias al ejercicio de los órganos sensoriales y motores, cualquier movimiento tiene un poder espiritual. Estamos hablando de una armonía entre el alma y el cuerpo. Así pues, el ejercicio sensorial trabaja en cooperación con la inteligencia. Las funciones que ha de llevar a cabo el niño, se dividen en dos grupos: funciones motrices, con las cuales ha de asegurar el equilibrio y aprender a andar, y coordinar sus movimientos; funciones sensoriales, por medio de las cuales, recibiendo sensaciones, de su medio ambiente, fija los fundamentos de su inteligencia, por un ejercicio continuo de observación, comparación y juicio. De este modo llega a ser formado por el medio y a desarrollar su inteligencia (Montessori, 1984: 77).

Ahora hablemos sobre la adquisición del saber gracias al impulso espiritual que reclama actividad. El tomismo afirmó que el discípulo, desde antes de ser enseñado, ya posee una ciencia que sólo está en potencia, pero no puede llamarse ciencia hasta que no ha pasado al acto; por lo tanto, el aprendizaje es movimiento, es el acto de una potencia “activa” intelectiva en donde los maestros suministran los medios para seguir en el camino. En ese sentido, se trata de enseñar como acto de la vida activa. Con esto podemos afirmar que la educación es proceso y fin basado en la naturaleza activa y que las potencias sensitivas obedecen al intelecto, no por naturaleza, sino por participación. Por otro lado, mucho hemos escuchado sobre el aprendizaje basado en la actividad en la propuesta de Montessori, pero lo interesante es que no se refiere a la simple actividad vacía, sino a la actividad sustentada por la energía espiritual de actuar, en donde la guía Montessori prepara de antemano un ambiente y un material para despertar la actividad en el niño, basándose en

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que este impulso activo ya está de antemano en las fuerzas latentes en la naturaleza del ser humano. Otro punto de interés es la libre elección de las ocupaciones por parte del sujeto. El tomismo menciona que el ser humano es un sujeto libre que adquirirá, a través del ejercicio constante, los hábitos que lo conformarán a un estado de perfección. ¿Cómo se desarrolla tal virtud?, pues practicando, a través del hábito, del ejercicio constante. Sin embargo, dentro de esta libertad, Dios gobierna, dispone y provee todo para que se persiga libremente la bienaventuranza. Así pues, mientras las potencias naturales ya están determinadas para actuar de una sola manera, “las potencias racionales no están determinadas en un solo sentido, sino que pueden actuar en varios, según su libre albedrío, que está orientado hacia lo que cada quien considera como lo mejor para sí, o como la fuente de mayor feliMaría Montessori entre 1910 y 1915 cidad” (Abbagnano, 1964: 181). Por primera vez se defiende la libertad en un contexto católico y puede advertirse impulso subjetivo, debe tener base o apoyo en cierta apertura al Renacimiento, que consolidará la realidad: el conocimiento científico, como unión de las coLa actividad, sea cual fuere su primer impulso, sas divinas con la ciencia humana en una visión sólo se organiza convirtiéndose en verdadera limás abierta. bertad dentro de un medio objetivamente orgaCon respecto a Montessori, la naturaleza y la nizado en el cual su ejercicio encuentra naturallibertad coinciden: “… esta naturaleza sólo es, mente estímulos o bien un orden y una disciplina por otra parte, un impulso originario, interior, aparentemente involuntarios e insensibles, si se de actuar y crecer para actuar mejor física y esquiere, pero no menos reales y eficaces (Caló: piritualmente, una energía que tiende a sacar 1974: 300). del interior elementos útiles a su propio florecimiento y a su propio crecimiento” (Caló, 1974: Así pues, la libertad está identificada con el 299). Por lo tanto, se requiere de la creación de carácter personal del trabajo y de la experiencia, un medio para actuar espontáneamente y nutrir disciplinados por las leyes internas. En Montesal espíritu. La espontaneidad no se da por un sori también se encuentra una clara devoción a


Certidumbres E INCERTIDUMBRES

la perfección como función moralizadora, como resultado de las repeticiones superabundantes (adquisición de una habilidad verdadera), gracias a las leyes de crecimiento. Al igual que en el tomismo, el ejercicio dará por consecuencia el perfeccionamiento. Lo anterior conduce a considerar a la educación moral como fuente de una disciplina interna. Según el tomismo, la educación moral, que es disciplinadora, conduce a la virtud de obrar rectamente, según las leyes, para mantener un bienestar común. Es, por lo tanto, una disciplina moral para lograr ser un buen cristiano, ayudando a la naturaleza a obrar internamente. El final del proceso educativo es alcanzar un estado moralmente perfecto. Montessori también destacó la importancia del espíritu social y moral, ya que la conciencia moral constituye la aptitud para distinguir objetivamente entre el bien y el mal. La función redentora de la educación tiene como objetivo la regeneración de la humanidad hacia el porvenir de comprensión mutua, de justicia y de bondad, todo sobre los cimientos de la libertad. Esto se logrará a través del ejercicio constante, de la práctica, de la concentración, de la fuerza moral y del deseo de ser buenos; de hecho, el hombre moralmente sano tiene esa fuerza espiritual y vital del alma. También, se trata de cultivar y proteger la actividad interior del niño y alimentar la actividad interna de la vida, con algo que ella llamó “el pan del espíritu”: un misterioso trabajo de autoformación consistente en eliminar el desorden y lo que es malo. Considerando al maestro como guía para la “autoestructuración” del alumno, Santo Tomás creía que el maestro no podía enseñarle todo al alumno, sino que debía hacerle operar sobre cualquier conocimiento para transformarlo. Con esto queremos decir que el alumno no puede ser pasivo frente al maestro, tiene que esforzarse para generar el conocimiento; o sea, el maestro ofrece

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el conocimiento y el alumno lo genera. El maestro ofrece los signos para que el alumno pueda llegar a los significados; y, de esa manera, construye los conocimientos. “Santo Tomás ha salvado una de las más firmes convicciones agustianas, el principio activo del discípulo, como ser cognoscente, y ha inferido, de paso, la función del maestro, agente extrínseco, llamado a actualizar este proceso prestándole una ayuda real, aunque secundaria” (Galiano, 1973: 561). Nos referimos al aprendizaje como adquisición propia de modo natural, en donde el maestro se limita a apartar los obstáculos o impedimentos, y a disponer y preparar la potencia para que se pueda actuar (causalidad auxiliante). En lo que nunca debe convertirse el maestro es en la causa principal. En Montessori, el maestro ahora se llama guía, quien se limita a ser la ayuda y preparar el medio y los estímulos (de acuerdo con las necesidades del niño) para la acción, el descubrimiento y la conquista personal por parte del alumno. Por lo tanto, la guía sólo vigila y provee, no impone, sólo interviene si se le pide ayuda; pero también, mantiene el orden y la calma. Según Montessori, la abstención del adulto es el sacrificio más humano, y se debe tener “fe profunda en los poderes de la naturaleza y en los milagros de que es capaz la actividad autónoma del niño” (Caló, 1974: 308). Se habla sobre “cultivar” el espíritu de las guías. Más que desarrollar una habilidad científica, se trata de fomentar una preparación espiritual interior, cultivando actitudes morales. El guía es ejemplo; también es guardián y custodio del ambiente.

Conclusiones Siete siglos son los que separan a nuestros autores, sin embargo, pueden apreciarse puntos en

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los que coinciden sus propuestas pedagógicas vistas desde un plano filosófico (también es posible hablar sobre las diferencias, pero eso correspondería a otro ensayo). Claro está que en Santo Tomás de Aquino hay un dogmatismo más radical que en María Montessori, pero si tomamos en cuenta el contexto en el que se desarrolló y que, además, fue un teólogo, es sorprendente advertir que algunos de los principios de la denominada Escuela Nueva resultan no ser tan nuevos. Y surge la pregunta: ¿Qué pasó entre los siglos XIII y XX, con respecto a la educación? Es sabido que la educación denominada “tradicional” siguió gobernando y aún sigue haciéndolo. Aunque esas ideas de libertad, de autoestructuración, de aprendizaje activo, del uso de los sentidos, tanto de Santo Tomás como de Montessori, estén dentro de determinados límites establecidos, difícilmente son practicadas en la educación en general.

GALIANO,

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Es bien sabido que todavía hay escuelas Montessori en nuestro país, pero lo gran mayoría pertenece a una élite que difícilmente podrá influir en la educación de toda la población; y peor aún, ¿quién toma en cuenta, en términos pedagógicos, el nombre de Santo Tomás de Aquino? De cualquier manera, ambos son estrictamente religiosos, hecho que no se considera importante con respecto al método Montessori, el cual, sin embargo, constituye su esencia; aunque lo que más se diga de dicho método es que forma niños que “hacen lo que quieren y cuando quieren”, tiene estrictos fundamentos religiosos y metodológicos. Concluyo haciendo notar que lo interesante es que ambos autores unificaron, a su manera y dentro de su contexto, a la ciencia con la religión, crédito que nadie les puede escatimar: un hombre religioso con tintes científicos, y una mujer científica con tintes religiosos.

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MONÉS

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artistas

Y ARTESANOS

Creadoras del bolero MARÍA GREVER: UNA JUGLAR MEXICANA EN NUEVA YORK Tere Estrada* Júrame que aunque pase mucho tiempo pensarás en el momento en que yo te conocí… Bésame con un beso enamorado como nadie me ha besado desde el día en que nací. Quiéreme quiéreme hasta la locura y así sabrás la amargura que estoy sufriendo por ti. “Júrame” MARÍA GREVER

Bettmann / Contributor

Hija de la mexicana Julia Torres y el español Francisco de la Portilla, la compositora María Grever –cuyo nombre verdadero era María Joaquina de la Portilla Torres– nació el 16 de agosto de 1884 en León, Guanajuato. Fue la primera compositora en tener un reconocimiento internacional en la época romántica de la canción mexicana (Corona, 2016).

egó a escribir alrededor de mil canciones, de acuerdo con la editora Grever Music Publishing. Algunas de las más conocidas son: “Cuando vuelva a tu lado”, “Júrame”,

* Compositora, cantante y guitarrista. Socióloga egresada de la UNAM. Autora del libro Sirenas al ataque. Historia de las mujeres rockeras mexicanas (1956-2006).

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“Muñequita linda” (“Te quiero, dijiste”), “Alma mía”, “Despedida”, “Ya no me quieres”, “Por si no te vuelvo a ver”, “Vida mía” (Moreno, 2006). Fue una niña prodigio: a los cuatro años compuso un villancico para Noche Buena. Estudió en el Colegio del Sagrado Corazón. Durante su infancia, vivió en la Hacienda de San Juan de los Otates, de su abuelo materno. Su padre fue

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un comerciante andaluz, que hizo fortuna y dio a sus hijos tutores para que estudiaran piano, inglés, francés e italiano. Viajaban mucho y estaban por temporadas en Madrid, Londres y París (Zaid, 2012). Estudió con Claude Debussy y Franz Lehár, quien le sugirió que no se sujetara a la técnica musical y conservara su espontaneidad (Moreno, 2006). En España murieron su padre y su tío Joaquín, por lo que la familia se regresó a México para establecerse en la capital. Ahí María estudió canto en la academia de su tía, doña Refugio Torres, en la colonia Santa María, cuando contaba ya con 14 años de edad (Estrada, 2007). A los 22 años (en 1907), se casó con León Augusto Grever, un alto ejecutivo petrolero que estaba encargado de la construcción del ferrocarril en la época porfirista. Ella ya había estudiado la carrera de concertista de piano, así como composición, armonía y orquestación. Al casarse, se fueron a vivir a Jalapa, donde comenzó a escribir sus propias canciones, que la inmortalizarían (Ángel, 2013). Se instalaron en la ciudad de Jalapa durante sus primeros años de matrimonio y procrearon tres

hijos [Carmen, Carlos y Laura]; por razones de trabajo, cambiaron de domicilio a la Ciudad de México y en ese lugar sufrió la pérdida del más pequeño de sus hijos cuando tenía apenas seis meses de edad, y ese trágico suceso marcó para siempre la vida de la compositora (Corona, 2016).

La canción “Muñequita linda” la escribió en memoria de su hija, que murió en sus brazos.

Te quiero dijiste, tomando mis manos entre tus manitas de blanco marfil y sentí en mi pecho un fuerte latido, después un suspiro y luego el chasquido de un beso febril. Muñequita linda, de cabellos de oro de dientes de perlas, labios de rubí. Dime si me quieres como yo te adoro si de mí te acuerdas como yo de ti. Y a veces escucho un eco divino que envuelto en la brisa parece decir: Sí te quiero mucho, mucho, mucho, mucho tanto como entonces, siempre hasta morir.

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María Grever estudió con Claude Debussy y Franz Lehár

Claude Debussy

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Franz Lehár

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Al estallar la Revolución, miles de mexicanos huyeron a Estados Unidos, donde había una demanda de mano de obra barata por el ingreso de dicho país a la Primera Guerra Mundial (Migraciones Síntesis histórica, 2011); y ello provocó la separación de la familia Grever por un tiempo. La Revolución Mexicana, obliga a María Grever a salir del país para proteger a sus hijos y se embarca a Nueva York donde permanece sin saber nada de su marido, debido a los disturbios y la consecuente pésima comunicación, durante más de medio año, es entonces cuando María escribe: “Ya no te acuerdas de mí, ya no me quieres… Y por no hacerme sufrir, callar prefieres…”. Cuando llega León Grever a New York y se produce el reencuentro familiar, la alegría vuelve al rostro de María (Ángel, 2013).

No obstante, la compositora e investigadora Nayeli Nesme, en su libro María Grever. Reflexiones sobre su obra, propone que otras razones que motivaron la salida de la autora rumbo al país vecino fueron las legítimas aspiraciones de todo artista: las oportunidades de crecimiento (Chapa, 2016). En 1926, María Grever conoció en Nueva York al tenor José Mojica, quien accedió a grabarle “Júrame”, canción que le brindaría su lanzamiento a la fama como compositora a sus 42 años. A fines de los veinte, el trío Matamoros en Cuba grabó su primer disco de bolero (Bolero, s/f) y en México, Guty Cárdenas destacó con su canción “Presentimiento” (Martínez, 2010). El bolero sería popularizado a través de las ondas hertzianas de la recién aparecida radio. Ese mismo año comenzó en México la Guerra Cristera entre el gobierno y la Iglesia católica, que protestaba al ver restringido su poder y sus

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bienes. En Inglaterra, las mujeres exigían el voto femenino, y a causa del impacto de la Primera Guerra Mundial, cambiaron su rol tradicional y salieron de sus hogares para hacerse cargo de los trabajos que los hombres habían abandonado (Olivares, 2014). “Usaban faldas cortas, no llevaban corsé, lucían un corte de cabello especial, el famoso bob cut, escuchaban jazz, también bailaban. Usaban mucho maquillaje, bebían licores fuertes, fumaban, conducían, con frecuencia a mucha velocidad” (Olivares, 2014). ¿Cómo era el ambiente musical en los Estados Unidos cuando María Grever consiguió a su primer intérprete que le dio fama? [En Nueva Orleans] debido a la discriminación racial de la época en los estados del sur, las condiciones de vida y el poco acceso a la educación de la población negra, comenzaron las primeras migraciones hacia el norte. Allí, la industria bélica estaba en su máximo apogeo y se necesitaba mano de obra. Con la llegada de los inmigrantes del sur, aumentó la población afroamericana en

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Los editores de María Grever fueron el judío Leo Feist (en la década de los veinte era uno de los siete editores más importantes del mundo) y Ralph Peer de Southern Music Publishing (en su catálogo se encontraban compositores como Fats Waller, Louis Armstrong y Count Basie) (Ralph Peer, s/f; y María Grever. María Joaquina…, 2014). Fue la primera mexicana en ingresar en 1935 a la Sociedad Americana de Autores, Compositores y Editores de Música (ASCAP, por sus siglas en inglés) (Chapa, 2016). Instalada en Estados Unidos, María Grever escribió música y arreglos para los estudios Paramount y 20th Century Fox, desde 1920. “Júrame” la estrenó José Mojica […] quien también le cantó “Alma mía” […] y “Cuando me vaya”; ésta fue cantada por Jane Powell y Ann Southern en la película Nancy Goes to Rio, en la cual también intervino la orquesta de Xavier Cugat (María Grever. María Joaquina…, 2014).

En 1934, la canción “Cuando vuelva a tu lado” apareció adaptada al inglés por Stanley Adams con el título de “What a difference a day made”. Primero la grabaron Jimmie Ague y Freddy Martin y su Orquesta; después, la Orquesta de los Hermanos Dorsey, y ya en los cua-

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Chicago y Detroit durante los años 1910-1920, esto implicó que los músicos de jazz también se trasladaran al norte y fue entonces cuando Chicago, se convirtió en la capital del jazz. Ese es el Chicago de los años 20, época de la Ley Seca, clubes nocturnos y clandestinos, del crimen organizado… Sin embargo, Chicago no fue la única ciudad conquistada por el jazz, poco a poco la melodía llegó hasta Nueva York cuando en 1920 comenzaron las primeras grabaciones de las clásicas cantantes de blues y pianistas del estilo stride de Harlem, ese era el jazz auténtico, es entonces cuando se abren los primeros clubes y las primeras Big Bands (Jazz. Nueva York…, 2016).

“Cuando me vaya” fue cantada por Jane Powell y Ann Southern en la película Nancy Goes to Rio

renta, Andy Russell. La cantante de jazz Dinah Washington realizó una versión excepcional en 1959, que le valió un Grammy en la categoría de mejor ejecución en el género Rhythm and Blues. En los años setenta, Esther Phillips la interpretó en una versión de música disco con la que alcanzó el número seis en las listas de popularidad de Gran Bretaña. También interpretaron este tema: Dean Martin, Bobby Darin, Barry Manilow, Rod Stewart, Aretha Franklin, Sara Vaughan, Natalie Cole, Gloria Estefan, Tonny Bennett y Amy Winehouse (What a Difference a Day Made, s/f). Otras canciones que lograron colocarse en el gusto del público fueron: “Por si no te vuelvo a ver”, en la voz de Nicolás Urcelay; “Ya no me

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quieres”, con Carlos Torres; “Tipi tipi tin” con Juan Arvizu y las Andrews Sisters, y “Volveré” con Libertad Lamarque. Los cantantes lograron fundir su talento interpretativo con la música y la letra de María Grever.

La compositora cultivó la amistad de Agustín Lara y Pedro Vargas, así como de Julián Carrillo y Enrico Caruso. Fue realmente la primera compositora mexicana que trascendió a escala internacional. Tras su estancia en Nueva York,

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en 1949 regresó a México, donde le fueron otorgadas las Llaves de la Ciudad de México, la Medalla al Mérito Cívico y la Medalla del Corazón de México. Luego, trabajó como presentadora en la cadena de televisión XEW, contó su vida en la radio y escribió un libro autobiográfico (María Grever. María Joaquina…, 2014). María Grever se caracterizó por su estilo romántico y elegante. Formó parte, junto con la cubana María Teresa Vera, autora de “Veinte años”, y su compatriota Consuelo Velázquez, del grupo de mujeres compositoras que destacaron en el mundo del bolero (María Grever. María Joaquina…, 2014). No obstante, también efectuó composiciones de otros estilos musicales, como el swing, foxtrot, beguine, rumba y vals, entre otros. Sus atrevimientos estéticos contrajeron fronteras artísticas, son un reto para las más diversas tesituras y mantienen cautivados a productores, directores, arreglistas, ejecutantes musicales y profesionales de las más diferentes ramas, así como a públicos de distintas nacionalidades. Su convencimiento llega por muy distintos flancos (Chapa, 2016).

Grever rompió con el modelo de mujer de su época al desempeñarse como líder de proyecto (dirigió una orquesta de hombres), empresaria (fundó su propia editora), compositora, pianista, cantante, publirrelacionista, promotora (representante de artistas mexicanos en Nueva York) y no sólo como madre, como lo dictaba el Estado mexicano en la Ley General de Población en 1936 (Flores, 2014; Rocha, 2004). En sus canciones, Grever se aventuró a expresar sus más íntimos deseos, situación mal vista por la sociedad conservadora de esa época. Por

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ejemplo, en “Júrame”, dice: “Bésame […] como nadie me ha besado […] quiéreme hasta la locura”; y en “Alma mía”:

Si yo encontrara un alma como la mía Cuantas cosas secretas le contaría Un alma que al mirarme sin decir nada Me lo dijese todo con su mirada Un alma que embriagase con suave aliento Que al besarme sintiera lo que yo siento.

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En los años veinte y treinta del siglo pasado, se consideraba pecado que las mujeres confesaran sus deseos profundos, vinculados a su sexualidad, y la sociedad las obligaba a sentirse culpables por ello. No les era permitido expresar, y menos sentir, ese tipo de apetitos carnales. “Derivada de esta condición de súbdita, a la mujer no le compete pedir, sólo dar, por lo mismo, la mujer no puede expresar su deseo, sin embargo, sí es su deber satisfacer con modestia el deseo del marido” (Solís, 2014). Estar a favor del goce del cuerpo equivalía a ser una mujer “fatal”, como les sucedió a las participantes de la cruzada cultural vasconcelista.

ser una Sor Juana Inés de la Cruz (Secretaría de Cultura, 2016). De acuerdo con la investigadora Nayeli Nesme, María Grever tenía una gran calidad artística y humana, pues ayudó a muchos artistas en los Estados Unidos. “Ella tenía un peso específico, era la gran señora de la canción, una mujer imponente por su cultura, personalidad y dominio, quien decía que cada compositor que se preciara de serlo no debía despegarse de sus raíces. No fue una mujer que tuviera dudas” (Secretaría de Cultura, 2016). Según el maestro Núñez Palacio (compositor orquestal), María Grever no sólo capturó el alma de la gente, sino que logró ensamblar perfectamente entre sí letras y músicas; hoy día muchos compositores llaman a otros autores para que les escriban las letras. Ella era una persona culta y con formación musical, que nunca olvidó la música de México (Moreno, 2006). Multifacética, Grever hizo música para filmes y documentales como: East is West, Forbidden

El comportamiento del grupo vanguardista de mujeres mexicanas y extranjeras que participaron en la cruzada cultural vasconcelista y la de escritores y artistas que pusieron en marcha ambiciosos proyectos nacionalistas, provocó el escándalo en la sociedad mexicana, particularmente las voces que se pronunciaron a favor del goce de los placeres del cuerpo. De mujeres “fatales” fueron calificadas por los defensores a ultranza de costumbres convencionales (Rocha, 2004).

Para la cantante María Luisa Tamez, María Grever es un personaje ícono de la cultura popular mexicana que en el ámbito musical podría

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gia cerebral que devino en parálisis del lado izquierdo. No obstante, siguió con su vida: en 1949 vino a México a realizar una serie de conciertos; el ayuntamiento de la ciudad le otorgó la Medalla al Mérito Civil, a una mujer maravillosa, que venía a su país, paralítica (Paez, 2008).

María Grever

Melody, Cherry Blossom Time in Japan o Modern Tokyo. Escribió los poemas musicales: Akuki, Cantarito, In the Jungle, The Gypsy, y Prólogos hispanos (Flores, 2014). En 1948, la artista enfermó de parálisis y no se recuperó, pero siguió componiendo (Estrada, 2007). El 15 de diciembre de 1951 María Grever falleció en la ciudad de Nueva York. A petición suya, sus restos fueron trasladados a la Ciudad de México, donde fue sepultada en el Panteón Español. La intensidad con la que vivió, a la postre, determinó su final. Sánchez García cuenta que al escuchar la interpretación de Néstor Chayres de su canción “Vida mía”, en el Carnegie Hall, en 1948, se emocionó tanto que le provocó una hemorra-

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Su legado sigue presente en la música latinoamericana y también forma parte del cancionero popular de los Estados Unidos, donde ha sido interpretada por muchísimos artistas, desde los hermanos Jimmy y Tommy Dorsey, en los treinta, hasta Dinah Washington, Frank Sinatra, Bing Crosby y Tony Bennett, entre muchos otros. Entre sus intérpretes hispanoamericanos se cuentan: Nicolás Urcelay, José Mojica, Tehua y Alberto Ángel El Cuervo, Plácido Domingo, Alfonso Ortiz Tirado, Chucho Martínez Gil, Los Dandys, Carmela y Rafael, Luis Miguel, Lupita D’Alessio, María del Sol, Los Tres Caballeros, Tania Libertad, Eugenia León, Guadalupe Pineda, Javier Solís (María Grever, s/f). En Barcelona, existe una escuela de música con su nombre; y en León, Guanajuato, hay una estatua suya, un teatro lleva su nombre, y en un edificio hay una placa que la reconoce como la vivienda temporal de Grever. En 1953, Libertad Lamarque filmó la vida de la compositora (Cuando me vaya), bajo la dirección del chileno Tito Davison (María Grever, s/f). Muchos intérpretes encontraron en la música y letras de Grever, materia prima exquisita para conquistar audiencias. Es la compositora mexicana con mayor impacto internacional; y, a más de 66 años de su muerte, su legado sigue vigente en la radio, la televisión e Internet.

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MARÍA

MARÍA Grever. María Joaquina de la Portilla y Torres (2014).

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CORREO del MAESTRO

núm. 252 mayo 2017

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M. E. (2004). Cómo se enamoraban madres y abuelas de antaño. Cortejo y noviazgo en el siglo XX, 1900-1960. En: José Antonio Pérez Islas y Maritza Urteaga CastroPozo (coords.), Historia de los jóvenes en México. Su presencia en el siglo XX. México: Secretaría de Educación Pública / Instituto Mexicano de la Juventud / Archivo General de la Nación. de Cultura (2016). Recuerdan a Agustín Lara y María Grever en la Biblioteca de México [boletín de prensa]. Disponible en: <www.gob.mx/cultura/prensa/ recuerdan-a-agustin-lara-y-maria-grever-en-la-biblioteca-de-mexico?state=published> [consultado: 2 de febrero de 2017].

SECRETARÍA

SOLÍS,

O. (2014). Mujeres y sexualidad: Querétaro (México) 1940-1960. En: La Aljaba, vol. 18 [en línea]: <www. scielo.org.ar/scielo.php?script=sci_arttext&pid =S1669-57042014000100003> [consultado: 2 de febrero de 2017]. a Difference a Day Mad (s/f). En: Wikipedia: <en. wikipedia.org/wiki/What_a_Diff%27rence_a_Day_ Made> [consultado: 2 de febrero de 2017].

WHAT

ZAID,

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55


problemas SIN NÚMERO

Sumar 13 Claudia Hernández García* Shutterstock

René Descartes, nacido en Turena en 1596, fue llamado en latín Renatus Cartesius. De ahí proviene el adjetivo ‘cartesiano’, usado para designar la visión racionalista de mundo (aunque Descartes no fue 100% un racionalista) y los gráficos de coordenadas con sus ejes X e Y para representar funciones, ya que fue el autor de la famosísima frase ‘Cogito, ergo sum’ quien los inventó. Católico devoto, manifestó haber recibido la ‘iluminación’ creadora que le reveló su misión como filósofo una tarde de noviembre de 1619, a los veintitrés años. Pero a diferencia de la mayoría de los filósofos precedentes y de sus contemporáneos, Descartes rechazó el saber esotérico, la alquimia, el misticismo. Esa fue su apuesta por la razón. Después de graduarse como abogado en Poitiers, se marchó a Holanda, donde Isaac Beeckman lo inició en las pasiones que lo hicieron tambalear: la física, las matemáticas y la geometría. Ellas le hicieron intuir que todo el mundo físico –desde el movimiento de los cuerpos hasta el funcionamiento del cuerpo– podía ser representado matemáticamente, y comenzó a trabajar en un método –palabra clave en su obra– capaz de conducir y arribar a la verdad por sí solo, prescindiendo de todo enunciado de índole teológica y, si se quiere, también de toda contrastación empírica, ya que esta podía ser engañosa: inducir que todo objeto liberado en las alturas cae al suelo porque siempre ha sucedido así no da ninguna pista para entender por qué no sucede lo contrario, ni permitiría entender qué sucede si alguna vez no sucede lo esperado. Descartes prefería la deducción, y se propuso hallar la forma de que fuera la propia razón, sin necesidad de comprobación alguna, la que pudiera garantizar la verdad o falsedad de un enunciado. Si el método para obtener el conocimiento es correcto –pensaba Descartes–, la lógica misma llevará a la verdad, independientemente de que esta sea o no comprobada en los hechos. MARCELO RODRÍGUEZ

Tomado de Marcelo Rodríguez (2013). Historia de la inteligencia. Las neuronas, las computadoras y el fin de la sabiduría. Buenos Aires: Capital Intelectual, pp. 53-54. Marcelo Rodríguez es periodista de origen argentino especializado en temas de ciencia y salud. En este libro, Marcelo analiza el concepto de inteligencia con un enfoque histórico que recorre diferentes culturas y épocas, incluida la actual.

* Técnica académica de la Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM.

56

CORREO del MAESTRO

núm. 252 mayo 2017


Sumar 13

Actividad El reto de esta ocasión se sugiere aplicarlo en alumnos de secundaria en adelante. Consiste en escribir los números del 1 al 9 en las siguientes configuraciones de cuadrados con la única condición de que el resultado de sumar los dígitos de cada fila y de cada columna sea 13. Vale aclarar que las filas o columnas que tienen sólo un cuadrado no ZER E GYQTPMV IWXE VIKPE ¡TSHVuER HIGMV TSV UYq#

1.

2.

CORREO del MAESTRO

núm. 252 mayo 2017

57


58

CORREO del MAESTRO

núm. 252 mayo 2017

Soluciones Las filas y columnas que sólo tienen un cuadrado no cumplen la regla porque sólo pueden tener un número entre el 1 y el 9. Descartes decía que para resolver un problema había que tener un método. El suyo se basaba en la duda sistemática, había que dudar de todo. El mío consistió en primero identificar qué parejas, tripletas y cuádruplas suman 13 y luego las acomodé en las configuraciones al tiempo que verificaba si mi acomodo cumplía la regla o no. A continuación verán mi manera de acomodar los números para cada configuración de cuadrados; quizá la suya sea diferente. 1.

2.

9

3

1

7

8 4

7

6 5

2

2

8

3

9

6

1

5

4

3.

6 1 9

7

5

4 2

8

3

3. Problemas SIN NÚMERO


Índice ANUAL CORREO del MAESTRO, año 21 SECCIÓN Entre NOSOTROS

TÍTULO

AUTOR

NÚM. DE REVISTA

FECHA

¿Qué podemos hacer los docentes para ayudar a nuestros alumnos a aprender mejor? ¿Son útiles los exámenes de opción múltiple?

Julieta Fierro

241

junio 2016

Un programa de acompañamiento flexible para la formación docente en el uso de TIC

Alejandra González Dávila

241

junio 2016

Taller de plantas medicinales

Ana Paula Ojeda Valverde

241

junio 2016

Los bloques lógicos y el desarrollo de las matemáticas en el aula. Las experiencias con niños y niñas de 3 a 5 años

Núria Pi i Murugó Anna Pi i Murugó

242

julio 2016

Michael Faraday (1791-1867), de aprendiz de encuadernador a destacado científico

Héctor Domínguez Álvarez

243

agosto 2016

Conocer y trabajar con las actividades didácticas de las Escuelas de Tiempo Completo

Amílcar Saavedra Rosas

244

septiembre 2016

La atmósfera terrestre. Su importancia para la preservación de la vida

Héctor Domínguez Álvarez

245

octubre 2016

Películas: una propuesta pedagógica para abordar la historia de la Revolución Mexicana

Josué Osvaldo Dávalos Picazo

246

noviembre 2016

Los fósiles de la Edad de Hielo: perros congelados

Alejandra Alvarado Zink Raúl Valadez Azúa Ma. del Rocío Téllez Estrada

246

noviembre 2016

Curso de primeras letras con un toque de ciencia para niños con cáncer

Julieta Fierro María Eugenia Ferreyra

247

diciembre 2016

Tercera llamada en el salón de clase Primera parte

Oswaldo Martín del Campo

248

enero 2017

CORREO del MAESTRO

núm. 252 mayo 2017

59


SECCIÓN Entre NOSOTROS

Antes DEL AULA

60

AUTOR

NÚM. DE REVISTA

FECHA

Entendamos el sonido

Héctor Domínguez Álvarez

248

enero 2017

Cien años de la Constitución de 1917

José Luis Juárez López

249

febrero 2017

Un paseo por la escritura de Julio Cortázar (con algunas paradas para platicar, leer y escribir)

Gerardo Daniel Cirianni

249

febrero 2017

Tercera llamada en el salón de clase Segunda parte

Oswaldo Martín del Campo

249

febrero 2017

Que el juego no se escape de la infancia: propuestas que parten de la escuela

Berenice Pardo Santana

250

marzo 2017

Tercera llamada en el salón de clase Tercera parte

Oswaldo Martín del Campo

250

marzo 2017

Presentación ”Alfabetizarnos”

Gerardo Daniel Cirianni

251

abril 2017

Alfabetizarnos Ideas para abrir entre todos, espacios a la lectura y la escritura

Gerardo Daniel Cirianni

251

abril 2017

Música, lenguaje y comunicación en niños con discapacidad

Coral Guerrero Arenas Guillermo Hernández Santana

251

abril 2017

Curiosamente Lecturas breves para mentes curiosas

Gerardo Daniel Cirianni

252

mayo 2017

La poesía es una señora empastada en verde

Etienne Fajardo

252

mayo 2017

El fluir de la historia Yeniséi y Lena: la conquista de los ríos siberianos

Andrés Ortiz Garay

241

junio 2016

El fluir de la historia Yangtzé y Huanghé: ríos del mundo

Andrés Ortiz Garay

242

julio 2016

El arte de conquistar

Natalia Estramil

243

agosto 2016

El cuidado parental y los conflictos entre padres e hijos

Natalia Estramil

244

septiembre 2016

TÍTULO

CORREO del MAESTRO

núm. 252 mayo 2017


AUTOR

NÚM. DE REVISTA

FECHA

El misterio detrás del push the button

Alejandra González Dávila

244

septiembre 2016

Del cuidado personal a la salud escolar La higiene como educación corporal en el Porfiriato

Georgina Ramírez Hernández

244

septiembre 2016

En torno al “Reglamento de la Orquesta de Jazz” de un estudiante de la Escuela Nacional de Música

Ilihutsy Monroy Casillas

245

octubre 2016

Esclavos que educaron a sus conquistadores: la esclavitud en el Imperio romano, desde una perspectiva filosófica

Berenice Pardo Santana

246

noviembre 2016

Embarazo y maternidad juvenil: el derecho a estudiar

Anna Pi i Murugó

247

diciembre 2016

El juicio de Trotsky en México

Andrés Ortiz Garay

247

diciembre 2016

El valor del mar

Amaya Bernárdez de la Granja

248

enero 2017

El agua, recurso vital

Héctor Domínguez Álvarez

249

febrero 2017

De verdades mentirosas: los cronistas de Indias y los Naufragios de Cabeza de Vaca

Gerardo de la Cruz

250

marzo 2017

Los geoparques

Consuelo Doddoli

250

marzo 2017

Dado de hueso cargado: ilegalidad y aceptación social

Gilberto Pérez Roldán M. Selene Campos Martínez Gabriela Inés Mejía Appel Marta Blasco Martín

251

abril 2017

Los pueblos originarios y la educación intercultural bilingüe

K. Berenice del Carpio Ovando

251

abril 2017

Destrenzar los claroscuros: Juan Rulfo, apenas cien años

Gerardo de la Cruz

252

mayo 2017

SECCIÓN Antes DEL AULA

TÍTULO

CORREO del MAESTRO

núm. 252 mayo 2017

61


SECCIÓN Certidumbres e INCERTIDUMBRES

62

AUTOR

NÚM. DE REVISTA

FECHA

El maestro, artesano de la palabra

María Esther Aguirre Lora

241

junio 2016

Gabriel Lucio Argüelles: una experiencia en el sistema educativo mexicano

Gerardo de la Cruz

242

julio 2016

Maestros en pos de la utopía

María Esther Aguirre Lora

243

agosto 2016

El magisterio y la formación del “alma nacional” en Julio S. Hernández

Pólux Alfredo García Cerda

244

septiembre 2016

El nuevo Modelo Educativo 2016 Una aproximación y reflexión en Educación Básica

Omar Vicencio Leyton

245

octubre 2016

Los programas de apadrinamiento y el trabajo colaborativo entre pares en la escuela del siglo XXI

Núria Pi i Murugó Anna Pi i Murugó

246

noviembre 2016

Pedagogía del siglo XXI Fragmentos y apuntes de la enseñanza y el aprendizaje en los nuevos modelos educativos

Omar Vicencio Leyton

247

diciembre 2016

Las metodologías participativas Primera parte

Beatriz Azarcoya

248

enero 2017

Justo Sierra, maestro y autor de libros escolares, un intelectual de nuestro tiempo

Elvia Montes de Oca Navas

248

enero 2017

El Consejo Técnico Escolar en la realidad inmediata de la Escuela Primaria “Mariano Azuela”

Amy Juliana Escudero Dzib Grety Berenice Escudero Dzib

249

febrero 2017

Las metodologías participativas Segunda parte

Beatriz Azarcoya

249

febrero 2017

Las metodologías participativas Tercera parte

Beatriz Azarcoya

250

marzo 2017

La disciplina en el aula: reflexiones y propuestas

María de Lourdes Sánchez

251

abril 2017

Lo viejo en lo nuevo y lo nuevo en lo viejo: Santo Tomás de Aquino y María Montessori

Berenice Pardo Santana

252

mayo 2017

TÍTULO

CORREO del MAESTRO

núm. 252 mayo 2017


NÚM. DE REVISTA

FECHA

Laura Montesi Guillermo Hernández Santana

245

octubre 2016

Los maestros en el arte

Fernanda Otero Ríos

241

junio 2016

La construcción de la paz y la igualdad

Scarlet Galindo Monteagudo Guadalupe García Córdova

242

julio 2016

Expresionismo. Los antecedentes

Fernanda Otero Ríos

243

agosto 2016

Expresionismo El puente (Die Brücke)

Fernanda Otero Ríos

244

septiembre 2016

Expresionismo El jinete azul (Der Blaue Reiter)

Fernanda Otero Ríos

245

octubre 2016

Las danzas prohibidas: del vals al reguetón

Tere Estrada

245

octubre 2016

Expresionismo La nueva objetividad (Neue Sachlichkeit)

Fernanda Otero Ríos

246

noviembre 2016

Concha Michel: entre corridos, feminismo y revolución

Tere Estrada

247

diciembre 2016

Margarita Bauche: comunas, hippies y canción de protesta

Tere Estrada

248

enero 2017

Judith Reyes: cantar contra la opresión

Tere Estrada

249

febrero 2017

El arte abstracto

Fernanda Otero Ríos

250

marzo 2017

Creadoras del bolero La señora de “Mil besos”: Ema Elena Valdelamar

Tere Estrada

251

abril 2017

Creadoras del bolero María Grever: una juglar mexicana en Nueva York

Tere Estrada

252

mayo 2017

SECCIÓN

TÍTULO

AUTOR

Educación PATRIMONIAL

Los niños huaves La raíz de un futuro incierto

Artistas y ARTESANOS

CORREO del MAESTRO

núm. 252 mayo 2017

63


AUTOR

NÚM. DE REVISTA

FECHA

Rayas y más rayas

Claudia Hernández García

241

junio 2016

Mirar con atención

Claudia Hernández García

242

julio 2016

Cuestión de tiempo

Claudia Hernández García

243

agosto 2016

Parientes numéricos

Claudia Hernández García

244

septiembre 2016

Panales

Claudia Hernández García

245

octubre 2016

Palabras con truco

Claudia Hernández García

246

noviembre 2016

Rompecabezas de caminos

Claudia Hernández García

247

diciembre 2016

Elefantes coquetos, lectores y un poco de alcohol

Claudia Hernández García

248

enero 2017

Sumas y acomodos de fichas de dominó

Claudia Hernández García

249

febrero 2017

Historias de vida

Claudia Hernández García

250

marzo 2017

Refutar argumentos

Claudia Hernández García

251

abril 2017

Sumar 13

Claudia Hernández García

252

mayo 2017

Los de abajo, cien años en combate

Gerardo de la Cruz

241

junio 2016

Los niños que perdieron sus historias: un acercamiento a Psicoanálisis de los cuentos de hadas de Bruno Bettelheim

Oswaldo Martín del Campo

242

julio 2016

Animales y mitos, parte de la diversidad cultural de México Tres lecturas para todas las edades

Anna Pi i Murugó

243

agosto 2016

De historiadores, pedagogos y libros escolares

Elvia Montes de Oca Navas Ma. Guadalupe Mendoza R.

244

septiembre 2016

Para mirar la vida cotidiana

María Esther Aguirre Lora

245

octubre 2016

El universo en papel

Ximena González

251

abril 2017

SECCIÓN Problemas SIN NÚMERO

Abriendo LIBROS

64

TÍTULO

CORREO del MAESTRO

núm. 252 mayo 2017



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