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Homenaje a Arrigo Coen Anitúa en su centésimo aniversario
Y SIGNIFICADOS
Homenaje a Arrigo Coen Anitúa
EN SU CENTÉSIMO ANIVERSARIO

Arrigo Coen Anitúa nació el 10 de mayo 1913. Por lo tanto,
este mes habría cumplido 100 años. Como homenaje, reproducimos el prólogo que escribió uno de sus grandes amigos, Ernesto de la Peña, fallecido recientemente, para uno de los libros del maestro.1
No vacilo en decir que el mejor elogio que se puede hacer de un libro es verlo como producto del amor. Porque, en efecto, el amor es ardua constancia, empeño cotidiano.
Arrigo oficia su ya largo sacerdocio de dedicación y entrega a las faenas lingüísticas provisto de dos enjundiosas virtudes que, para fortuna suya y deleite de sus amigos, se distribuyen y cumplen dentro del lindero afectivo: el arte de
1 Arrigo Coen, Para saber lo que se dice, Editorial Domés, 1986, pp. 9 y 10.


vivir y compartir el goce de la vida y la abstrusa prestidigitación del buen decir. Por ello, como un encomio radical y profundo, afirmo que sus periplos por los escollos de nuestra lengua son deleitosos sondeos en la mar del idioma. Con la misma fruición con que demuestra su saber gastronómico, propone una hipótesis o aventura una etimología. Hermana, con pudoroso denuedo, la observación continua de las mutaciones del habla con las posibles razones que las sustentan y explican. Su trabajo, que más parece júbilo de búsqueda que afán de llegar, le produce la misma satisfacción que su gozosa afirmación de la vida.
Por ello, este libro tiene en abundancia y buena sazón ese saber existencial, que muchos no llegan a adquirir y que crece en la medida en que la vida misma va enhebrándose.
Disiento de ciertas hipótesis y no encuentro la urdimbre de otras. Privilegio es de buenos comensales optar por ciertos vinos en detrimento de otros. Derecho sagrado es propender a odres recios o a ternuras del vino. Pero importa el banquete, en que la copia de platillos y el ardor fraterno de la compañía hace nugatorias las preferencias y obsoletos los grados de cocción. Ateneo, en Los deipnosofistas, nos propone alternativamente discusiones filosóficas, encuestas filológicas y recetas ejemplares. Resumen sabio del mundo antiguo, la variedad entusiasmada de su prosa es indicio inequívoco de la riqueza de su ardor vital.
Hechos al hilo de la vida, los muchos artículos que forman esta obra orientan, inquietan, irritan, pero nunca descaminan. Hasta en aquellos momentos en que Arrigo se aparta de la ortodoxia lingüística, el ánimo de descubridor preside su empresa. Puedo decir, por ello, que los meandros que recorremos al seguir esta varia lección son como grados iniciáticos de la disciplina que mejor define al hombre, el lenguaje.

ERNESTO DE LA PEÑA