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Viernes 8 de mayo de 2015
ESPECIAL ANIVERSARIO LA CALERA
Juan del Villar y la historia de cómo le ganó a la vida El popular “Cafecito” durante más de 30 años vendió café en el estadio municipal. Vivió en las duras calles santiaguinas y se enamoró de La Calera “¡Café, café!”. Aquel voceo característico en cada uno de los estadios de nuestro país de quien ofrece ese brebaje que ayuda muchas veces a soportar las frías jornadas futbolísticas, en La Calera tiene nombre propio: Juan Augusto del Villar Peñailillo, el popular “Cafecito”. Este personaje llegó a vivir a La Calera hace más de 30 años y en la misma semana que arribó a la comuna comenzó a trabajar en el entonces Estadio Municipal. Desde entonces no faltó nunca a su cita con sus clientes que con el paso de los años lo reconocieron como parte del inventario futbolístico de los fines de semana, al igual que quienes venden el mote con huesillo y las empanadas en el recinto deportivo. Al menos así era hasta el año pasado cuando la salud le jugó una mala pasada y debió dejar de trabajar. Juan del Villar no es calerano pero reconoce que “La Calera me ha dado todo”. “Cafecito” es dueño de una historia de mucho esfuerzo y sacrificio. Oriundo de la Séptima Región, nació en Molina y se crío entre esa comuna y Curicó. Luego, junto a su familia se trasladó hasta Santiago donde tendría una difícil y complicada infancia. NIÑEZ DURA Llegó con sus padres y hermanos a vivir en un conventillo, popular tipo de vivienda colectiva donde el hacinamiento era la característica, habitada principalmente por familias de escasos recursos y que in-
cluso hoy en día existen en los barrios más antiguos de Santiago. Como él mismo reconoce, diversos hechos de violencia en su hogar, lo llevaron a tomar una dura decisión. El pequeño Juan del Villar, con solo 6 años, se fue de su casa a vivir a la calle. “Salí a patiperrear. Me fui a hacer mi vida solo. A vivir y trabajar a la calle. Vivía y dormía bajo los puentes del Mapocho. Gracias a Dios nunca me pasó nada malo. Corrí peligros, no lo
Así lucía Cafecito a su llegada a La Calera a fines de la década del setenta.
niego, hubo situaciones duras, tuve suerte”, señala con crudeza, recordando aquellos días difíciles en su vida. Al igual que la mayoría de los niños que como él vivían en situación de calle en la década del 50 en Santiago, Juan del Villar huía de Carabineros cuando éstos trataban de recoger a los pequeños de las calles capitalinas. Viviendo en las calles, cumplió muchas labores para ganarse la vida. Fue lustrabotas, suplementero, vendió ramos de eucaliptos que recogía del cerro Chena y también gritaba la verdura en la Vega Central. Ese lugar fue su centro de especial, pues recibió el cariño y afecto de los feriantes. “Recuerdo cuando daban las dos de la tarde y almorzábamos porotos con mi hermano, pues ahí nos daban almuerzo”, comenta el popular personaje. Debieron pasar muchos años para que la autoridad lo llevara de regreso a su hogar con sus padres. Tenía 12 años, pero no alcanzó a estar mucho tiempo en casa, ya que su madre falleció y su padre tenía problemas con el alcohol. Por lo mismo, “cafecito” fue llevado a la Ciudad del Niño un gran centro de acogida para niños y adolescentes en situación irregular o con problemas dentro de sus familias. “Me llevaron a la Ciudad del Niño, lo que agradezco porque ahí aprendí a leer y escribir. Leía de todo. Me gustaba mucho. Hice dos cursos en uno y obtuve el primer lugar con buenas notas”, señala Juan del Villar. Pero de golpe y porrazo la vida volvió a obligarlo a trabajar a corta edad. Sus tres hermanos menores lo necesitaban y debió hacerse cargo de ellos. Cumplió diversas labores para –como él mismo señala- llevar el pan a su casa y que no les faltara nada a sus hermanos. Siendo ya un joven llegó a trabajar a una fábrica textil donde fue junior y operario de maquinaria. Pero en esos años también derivó a la venta de café. Aprendió el oficio y se dio cuenta que era un buen negocio. “Vendí café en las calles de Santiago, específicamente en el sector de Recoleta. Como tengo la gracia de entenderles a los árabes, en ese tiempo aprendí varias palabras y frases e hice clientela entre los paisanos”, recuerda. AMOR A PRIMERA VISTA Cuando trabajaba en la fábrica textil, conoció La Calera. Acompañaba a su jefe cada cierto tiempo a Quillota, donde venían a la fábrica Rayón Said Ediciones Especiales Director: Roberto Silva Binvignat Fundador y Presidente del Directorio: Roberto Silva Bijit Jefe de Informaciones: Gustavo Rodríguez C. Editor: Claudio Espejo Bórquez
Juan del villar junto a su esposa, Carolina Acuña. a abastecerse de materia prima y pasaban a La Calera a ver a un cliente. “Veía todo el movimiento que había en La Calera y me dije que cuando pudiera me vendría a esta ciudad a trabajar”, recuerda. Siguió vendiendo café en Santiago hasta que un día les propuso a sus jefes venir a vender a La Calera. En un primer momento le dijeron que no, por el riesgo de no ser negocio. Sin embargo, finalmente le dieron el visto bueno. Comenzó a venir todas las semanas, pero como en su mente estaba la idea de independizarse, empezó a guardar el dinero que le daban para la movilización hasta que juntó lo necesario para comprarse dos termos. En ese tiempo ya tenía su casa propia en Santiago y se había casado con Carolina Inés Acuña con quien tuvo cuatro hijos. Tomó la decisión de venirse a vivir y a trabajar a La Calera en 1977 y desde entonces no se movió más de la Ciudad del Cemento. En sus primeros días en La Calera se hospedaba en los hoteles Londres y Rex, en este último se hizo amigo del dueño, quien lo guió y lo ayudó mucho en sus inicios en la comuna. “Pasaba por todas las calles de La Calera. Les regalaba café a todos y vendía poco por eso. Pero después me fue bien, me compré dos termos y me puse a trabajar. Aquí no encontré quién me trabajara el segundo termo. Algunos intentaron, pero fallaron, así que invité a mi hermano un año después”, comenta sobre sus inicios en La Calera y agrega que “soy un agradecido de los paisanos. Le debo mucho a Nicolás Chahuán, Naín Chahuán, Pichara Chahuán, me ayudaron mucho”. “CAFÉ, CAFÉ” Hasta hace un año, Juan del Villar era un personaje habitual cada fin de semana que Unión La Calera jugaba en el Estadio Municipal “Nicolás
Chahuán Nazar”. Todos esperaban la presencia de “cafecito” para degustar el rico café. Su relación con el estadio y el club rojo fue casi inmediata. La misma semana que llegó a La Calera, los cementeros jugaban de local y como él mismo comenta “gracias a Dios me fue muy bien al tiro y gané harta plata, a manos llenas”. Gracias a su trabajo pudo darles estudios a sus hijos Cristian, Verónica y Juan Humberto, lo que lo llena de orgullo y lo que lo lleva a ser un agradecido de La Calera. “La ciudad me lo ha dado todo y yo me la jugué por La Calera y su gente. Aquí yo creo que es la única ciudad de Chile donde el rico y el pobre juegan juntos, no hacen diferencias ni se notan las clases sociales. Somos todos iguales. Lo digo porque por ejemplo, cuando yo quería era recibido por Roberto Chahuán cuando era alcalde”, señala emocionado. De sus casi cuarenta años vendiendo café en el estadio no recuerda anécdotas específicas, salvo un momento que lo marcó, tanto que es lo primero que se le viene a la mente. “En el estadio he pasado de todo, pero lo que más me quedó grabado fue algo feo. Recuerdo cuando una vez vino Pedro Carcuro y él le negó una foto a un niño de acá. Eso me dolió y nunca pude olvidarlo”, explica Juan del Villar. Otro momento que recuerda es cuando hace un par de años, Unión La Calera decidió cambiar de concesionario en el estadio. De un momento a otro, los dueños del club rojo apostaron por una empresa foránea y todos los vendedores tradicionales desaparecieron. El público y los hinchas hicieron sentir la ausencia de Juan del Villar, del mote con huesillos y las empanadas, y por otro lado, el propio “cafecito” movió las aguas e inició una campaña para volver al estadio. “Yo reclamé cuando nos sacaron
del estadio a los vendedores locales más tradicionales. Me moví por todos lados, porque nosotros estamos siempre, en las buenas y en las malas. La gente hizo sentir su cariño por nosotros porque hizo presión y al partido siguiente volvimos”, comenta con orgullo. “No porque el equipo esté en Primera División, le voy a cobrar mil pesos por un café. Yo mantenía el precio a $500. No le iba a cobrar más caro a mi gente”, agrega con fuerza y convicción. En La Calera también, Juan del Villar se dedicó a sus pasiones deportivas. La pesca, el ajedrez y el billar son sus favoritos. Curiosamente el fútbol sólo lo practicó en su juventud e incluso se probó en Audax Italiano cuando tenía 16 años. Era arquero y de esos días recuerda las enseñanzas de Luis “Zorro” Álamos, en ese tiempo director técnico de los itálicos. “Me encanta el billar. Me gustan los desafíos donde hay que aplicar la inteligencia. Aun soy secretario del Club de Billar de La Calera. Se jugaba frente a la Cámara de Comercio, ahí yo llegaba a vender café y aprendí mirando”, explica sobre su afición por este deporte que le ha dado fama a la comuna. Aunque su fuerte era la venta del café en el estadio, Juan del Villar también vendía otros productos, típicos del estadio calerano. Agradece a Patricio Jadue, quien le aconsejó vender pepas de maravilla y zapallo. “Que yo sepa no se venden en otros estadios”, puntualiza. Actualmente, Juan del Villar ya no trabaja vendiendo café. Una complicada enfermedad lo tuvo muy complicado, hospitalizado y con el temor de su familia por los difíciles momentos que debió pasar. “Ya vendí los termos porque me podía tentar de volver a ir al estadio y los médicos me lo prohibieron. Ahora tengo una pensión de invalidez, lo que me ayuda bastante. Ha sido duro, porque toda mi vida he sido muy activo”, comenta y no pierde la ocasión para seguir agradeciendo. “La Calera me ha dado todo, le debo mucho. Echo de menos estar en el estadio vendiendo mi café. ¿De qué club soy hincha? De Unión La Calera por supuesto. ¿Qué me ha dado Colo Colo o la U? ¿Cómo podría ser hincha de esos equipos?”, finaliza Juan del Villar, un ejemplo de abnegación, un calerano por adopción que le ganó a la vida.
Empresa PERIODÍSTICA EL OBSERVADOR Textos: Susan Andurandeguy M. Alonso Aranda A. Mario Campos V. Ricardo Maturana O. Arte y diagramación: Vinka Saavedra D. Pamela Pérez R.
“La Verdad más que un valor es una actitud ante la vida”. Roberto Silva Bijit
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