Los alcaldes de algunas comunas chilenas envidian el orden del Cementerio General. Entre avenidas, calles y senderos sombreados por árboles centenarios, conviven los mausoleos de distintas épocas y estilos diversos: neogótico, neoclásico, neoegipcio, otros neo; posmodernos, modernos, minimales, y todos los demás, conviven en paz dentro de un cerco amurallado con las fosas y nichos, un poco más distantes de la puerta principal, donde descansan las clases muertas y menos acomodadas. "Sus gestos y herramientas ocultan lo obscuro de su fin "4 Myriam
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Díaz-Diocaretz
Para las ciudades resulta insoportable frenar su crecimiento. Día a día, su extensión desbordante se excede a sí misma tanto como el polvo pardo que se acumula sobre las fachadas de sus casas y edificios. Tampoco aguantan los límites en su interior, en la organización de sus barrios. Un trozo cualquiera de ciudad equipara a otro, rico o pobre da igual, todo se ubica alIado de todo. Pero pese a esto, el auto es un lujo, una pérdida de tiempo, y caminar un fastidio. En un orden a duras penas perceptible por una sensualidad olvidada o un sentido común genialmente perdido, una gasolinera, una feria, una zapatería, una galería de arte, una sala de cuna, un edificio de apartamentos, o una mísera mediagua pueden encontrarse contiguos, de vecinos. Cercanía y pegote que, finalmente, arma y desarma las ciudades. "Sobras recogí en cesto blando"
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Verónica Zondek
Una gracia de los tratados de arquitectura reside en su observación distante y sosegada de los oficios de la construcción, de los ingenios del estilo y los vericuetos de la carne humana. Mirar con mucha paciencia, estudiar sin arrogancia, y aun pensar calladamente producen unos cuerpos cuya vida y transmisión marcan edificios, obeliscos, ciudades y fortificaciones. ASÍ, se va instalando la costumbre que lentamente forma [as disciplinas con sus acompañamientos históricos y sociales. En Chile, alejado de las bibliotecas y de los saberes decantados en mundos foráneos, el arrebato vanguardista de una sociedad juvenil sustituyó al natural pánico de la ignorancia y desconcierto de una lectura fragmentaria nunca vista ni sentida. Armado de sobras de la historia, de mohines de manifiesto, de ecos y rumores de otros lugares, florecerán parches de estilos a medio camino entre el canon y la posibilidad, tratados y tratadistas privados y herméticos que bajo la consigna del dogma y la fe no harán sino proteger caprichos elevados a la categoría de conocimientos fundamentalisras. Sin embargo, los ladrillos y las maderas de la gente común y corriente por fortuna parecen no haberse enterado de tan secretas deliberaciones, que contradicen al interés público, la diacronía crítica, la norma visible y la teoría de carne y hueso que sembró, prodigó y legitimó a la cultura de los tratados y sus corolarios modernos. "El pldstico, el plástico jite una de sus tantas ensoñaciones"
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Diamela Eltit
Dos vecinos se casan: en esa empresa efímera acuerdan que sus caballos y la fama que los hace conocidos en toda la zona, compitan un fin de semana cualquiera en una carrera a la chilena. La ceremonia trata la distancia a correr, las ventajas de uno sobre otro y el monto de la apuesta. La voz de la carrera corre y vuela a toda prisa por los alrededores. El día señalado y esperado, día de fiestas, muchos pretendientes más pasean orgullosos con sus caballos para también ellos poder celebrar un casorio. Nada existe en
el terreno de la carrera antes de ese día, ni hay indicios del futuro ajetreo. Sólo es un lugar de oídas. Un lugar para invadir lícitamente al amparo de una apuesta: esto se sabe. Un potrero plano donde tres líneas paralelas de postes delimitan las dos pistas de trescientos metros por medio de un cordel delgado o alambre puesto a la altura del pecho de los caballos. El público parado en esas líneas mira desde afuera de esos bordes correr los caballos durante diez segundos. Alrededor, nada, casi nada. Unicamente las pequeñas mesas y mantas de lana sobre el suelo para jugar juegos de azar escondidos de la policía, y la ramada levantada para la ocasión: un techo de ramas o de mallas plásticas, tabiques de latón y nylon, donde venden refrescos, alcohol y ID1 poco de comida. Concluidas las carreras, no quedan huellas, porque ahí, ahí no ha habido pasos, sólo unas meras voces de juego clandestino. "Escribo menos de lo que veo y veo bastante menos de lo que hay" 7 Teresa Calderón
El lunes en la mañana, a primera hora, muchedumbres de pobres recorren las calles de las ciudades chilenas. Buscan un cerco que oculte una construcción. Todos los lunes, temprano, en la puerta de esas tapias cuelga un cartel que dice "No hay vacantes". Trabajar en la construcción es el gran paliativo de la falta de empleo pues no se precisan conocimientos, saberes ni técnicas específicas. Cualquiera sirve. De entre las obras edificadas con la primera mano de obra disponible resaltan las de los trabajos forzados, pródigos en el empleo de este tipo de trabajadores, y las construcciones resultantes, obras forzadas por la calamidad, carecen de tono, claman sufrimiento y suspiran por la identidad especial que los oficios depositan en los edificios. La multitud de gremios que responden a los correspondientes oficios y labores, contrasta con una construcción sin ley, sin mano, sin maestros ni aprendices. Si el dibujo transmite la concepción de ID1 proyecto de arquitectura antes de ser ejecutado, los gremios y los oficios ejercen su peso en el diseño y el dibujo donde los métodos de proyectar en el papel deben de resumir Losmedios de producción disponibles. Pero, cuando cualquier medio sirve para producir y la genealogía de los oficios se reduce a cero, entonces el edificio genialmente pensado y dibujado sufrirá la venganza de los gremios transformada en espejismos: el edificio será un híbrido de todo y nada, casi un hijo de la casualidad. "capas unas sobre otras: arcilla terracota ocre" s Soledad Fariña
La destreza nacional gusta de recorrer las calles y refugiarse en los rincones que la ausencia de líneas de edificación va criando y dando ahí un lugar a los trabajos mínimos, suelo a la pericia popular. El afilador de cuchillos repone el brillo para soñar con cortes agudos en la verdura húmeda; el parchador de ollas resucita del naufragio los líquidos donde flotan presas de aves y animales; ella, la señora que toma puntos a las medias, sentada en su reino de un metro cuadrado, trae la honra que cubre las piernas en un baile, los puntos idos. Pero hay nómades, que alejados de las esquinas, golpean puertas y reparan casas y armarios. El maestro carpintero divide y mide con una arcaica operación que la denomina compartir, esto en eso yeso, la mitad o el doble: la proporción sencilla de un universo humilde que aloja el fin del mundo. "Luego usted comenzó
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tener pequeños ataques de ausencia?" Naclia Prado