José Gimeno Sacristán habla sobre la LOMCE para Periódico Escuela

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32 ESCUELA Núm. 3.984 (840)

16 de mayo de 2013

Entrevista JOSÉ GIMENO SACRISTÁN. CATEDRÁTICO DE DIDÁCTICA DE LA UNIVERSIDAD DE VALENCIA

“Prestigiosos conceptos se utilizan para falsear políticas que logran lo contrario de lo que significan” no pueden asumir. Creo que es una medida poco afortunada la elección de la dotación (el número) de ordenadores por alumno o el acceso a la banda ancha, por ejemplo, como indicadores de la calidad de la enseñanza -como ya se está haciendo en los informes sobre la calidad de los sistemas educativos. El nudo del problema para hacer una política sensata y posible con un seguimiento sobre la incidencia positiva de la implantación de las TIC, parte de la forma en que se utilizan y para qué. Sin descartar que encontremos una implantación cero o, incluso, perversa, cuando afianzan pedagogías caducadas. Si se me permite la expresión, suelo decir que comprar y usar un cuchillo de sierra eléctrica para cortar una barra de pan es un lujo excéntrico que no aporta innovación alguna.

MANUEL MENOR CURRÁS

Pedagogía y enseñaza. ¿Dos términos, dos oficios, que se llevan bien? Para comenzar no está mal. Esta es una cuestión vertebral a la hora de plantearse la validez de lo que pensamos y hacemos -también de lo que no hacemos- a la hora de dar sentido a la educación. Poner esos dos términos juntos me sugiere varios comentarios... Empezaré por decir que me parece lamentable que en algún pequeño sector se critique y hasta se ridiculice a la Pedagogía como una pseudociencia que, en manos de los pedagogos, ha hecho estragos y hasta se la culpa del deterioro de la enseñanza en España. No se dice nada, en cambio, de la situación que se está creando como consecuencia del monopolio que otros sectores de los servicios de “asistencia” a la educación están produciendo en las aulas y en los centros. Lo nuestro no es en sentido estricto una ciencia, desde luego. Ninguna de las Ciencias humanas y sociales lo son. Podemos decir que son saberes. No tienen los pedagogos tanto poder para determinar el curso de la historia de la educación y espero que no lo tengan tampoco otro agentes y agencias, pues sería peligroso, incluso. Pero me parece más interesante rastrear el significado de este asunto en otro plano. Me refiero a la interrelación entre el pensamiento (la Pedagogía) y la enseñanza (la práctica). Las relaciones entre la forma de pensar, el conocimiento pertinente acerca de cualquier tipo de realidad social, y la forma como actuamos en la misma es una relación compleja e indirecta. El dicho popular que afirma que “una cosa es predicar y otra el dar trigo” expresa la aparente disociación entre el pensamiento y la acción en los seres humanos cuando se comportan de una determinada manera.

FOTO: TERESA RODRÍGUEZ

José Gimeno Sacristán (Vilueña, Zaragoza, 1947), inicia en 1974 su carrera docente en la Complutense y, en el 78, ya era Catedrático de Didáctica en la Universidad deValencia. Desde Una escuela para nuestro tiempo (1976), hasta ahora mismo –en que acaban de publicarle En busca del sentido de la educación–, sus preocupaciones, expresadas en más de 20 libros, y cientos de artículos y conferencias, han sido referencia constante en la evolución educativa española. Ha asesorado, ha animado y participado en múltiples comisiones, pero ni los agasajos han coartado su perspectiva crítica: recientemente ha sido uno de los promotores del “Manifiesto de Sevilla”, contrario a la Lomce. En este presente incierto, su pausado saber discursivo puede ser esclarecedor

“No tienen los pedagogos tanto poder para determinar el curso de la historia de la educación, y espero que no lo tengan tampoco otro agentes y agencias, pues sería peligroso” La buena práctica (de la enseñanza) la realizan o la deben realizar los y las docentes. La Pedagogía debe contribuir a formarlos. transmitiéndoles la buena tradición pedagógica, ayudándoles a que clarifiquen los fines, a que sean críticos conocedores del sistema escolar, a que le den sentido a lo que hacen… Parece ser que estamos en un mundo nuevo. Nos educamos y educamos en un universo muy condicionado por las TIC, ¿qué retos cree que deberemos afrontar? Este es un tema de actualidad del que se ha dicho casi todo, aunque nunca se acaban los problemas que nos retan a la mejora de la realidad. Para alguien preocupado por la educación, la aparición de instrumentos que facilitan información y permiten el acceso a los fondos documentales, comunicarse, utilizar medios que integran palabra, imagen y sonido…, nos sitúa ante un instrumento potencialmente muy valioso para las prácticas educativas y su renovación. Pero, históricamente, tenemos que recordar ejemplos de cómo la existencia de otras tecnologías o métodos que utilizaban recursos singulares y novedosos (estoy pensando en los métodos Freinet, por ejemplo) no se implantan masivamente en la realidad de las aulas.

En su día, se enseñaba caligrafía cuando fuera se escribía con máquinas. Parece que estemos en un mundo nuevo, pero la fotografía apenas ha penetrado en las aulas, lo mismo que el cine, el magnetófono, la radio o la TV: la tiza no fue removida de su lugar privilegiado. La incorporación de este instrumento nuevo puede plasmarse en un simple añadido para usos superficiales o puede ser un factor transformador importante cuando se incorpore al tejido que gobierna nuestro saber; más exactamente, a nuestro saber hacer. ¿Y cuáles son sus temores al respecto? Mi primera precaución es que, si las TIC están incorporadas a la vida ya, hay que cuestionarse por qué no entran en las aulas de la forma natural en que están entrando en el trabajo y en la vida cotidiana, Ello nos remite al cuestionamiento del actual modo de enseñar en las aulas. Sin revisar este legado, las TIC quedarán fuera y la escuela también quedará, una vez más, al margen de la sociedad que está configurando las TIC. No olvidemos esta resistencia de las instituciones educativas que, aunque pertenecen a la cultura que se desarrolló en torno a la lectura y escritura, no han integrado en la medida en que hubieran podido, por ejemplo, los recursos de la bibliote-

cas (de aula o del exterior) -nuestras antiguas pero no viejas bases de datos, depositarias de la memoria de las palabras. Y aquí vienen los problemas. Estas tecnologías permiten conectar con el conocimiento de forma muy distinta a la que estamos habituados a propiciar en las aulas. Cambian el sentido del espacio y del tiempo escolar, la secuencia de tareas para aprender, el concepto de estudio, la disponibilidad de un solo libro de texto… ¿Qué sentido tiene aprender en clase algo relacionado con un mapa colgado en la pared (ni siquiera lo hemos llegado a poner tendido en el suelo para tener otra visión del espacio más realista), cuando lo podemos manejar en un programa de Google?. Todo eto hace que tengamos que inventar las formas de la educación con nuevos estilos de hacer. Al profesorado no se le pueden dar –en este caso- recetas hechas que él pueda adaptar, copiar y reproducir como pautas sabidas a experimentar: no hay una tradición profesional de enseñar y aprender en las aulas con las TIC. Es preciso, pues, que seamos cautos ante las estrategias de dotar masivamente a las aulas y a los centros de aparatos que tienen un período de caducidad tecnológica muy breve, cuyo coste los centros

¿Cuál es el verdadero valor de las TIC, de acuerdo con lo que acaba de decir? El verdadero potencial de las TIC está en ellas mismas, por supuesto. Pero el potencial real de cambio que tienen nos lo da la capacidad de acceso a las mismas y de las limitaciones de los usuarios para aprovechar su potencial. Quien usa el teléfono pone los límites al mismo por el modo de usarlo. Lo mismo se puede decir de un ordenador portátil o a cualquier otro instrumento. Es el comensal quien “domestica” el uso de un tenedor en la mesa, aunque no se pueden proponer muchas alternativas de uso, contando con las norma sociales. El potencial de las TIC reside en el “para qué las sabe usar”. En nuestro caso, es el profesorado el usuario fundamental y quien regula lo que harán los estudiantes. Tenemos que preguntarnos ¿qué se está haciendo para que los usuarios dentro del sistema actual puedan reinventar sus prácticas y las de la institución escolar?. Creo que no mucho. En otro orden de cosas, es frecuente escuchar las inquietudes del profesorado por el orden y la disciplina, cada día más difíciles de contener. ¿Qué cree que falla? No voy a negar la importancia de las dificultades que la falta de orden y disciplina en las aulas o en cualquier espacio escolar suponen para el profesorado y para la buena marcha en general de la enseñanza. El estudio y el trabajo académico requieren atención, concentración del sujeto. Ese clima puede romperse por cualquier distorsión del ambiente, lo que perjudicará, sin duda, la buena marcha del aprendizaje. El fenómeno no es de hoy: no creo que haya que magnificar el problema. Lo que ocurría es que en el


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