Cresta Carmesí

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Por Edgar García González

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Comenzó como un trabajo cualquiera. Se supone que sería sencillo, una oportunidad de conseguir dinero para costear el próximo gran proyecto que el equipo tuviese en mente. Antes lo había sido la casa abandonada en las afueras de la ciudad o aquella leyenda urbana de la niña del lago Cacuerameo.

Todos aquellos eran grandes proyectos, pero aspiraban a más; buscaban resaltar su nombre por encima de los investigadores promedio. En una ciudad donde solo había unos cuantos equipos dedicados a la exploración urbana y los documentales, presentar algo que fuera más allá de una simple leyenda significaba todo en términos de competencia. Algo real.

Hasta ese punto de su carrera, el equipo Tu Ojo Misterioso había sido responsable de cubrir y desmentir viejos mitos, pero a fin de cuentas eran solamente eso, mitos. Entonces llegó el caso “Cresta Carmesí”.

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TU OJO MISTERIOSO El equipo de Tu Ojo Misterioso comenzó como un proyecto escolar conformado por Tavita Mucenti y Francel “Fran” Coleman, al que despues se unió Jona Tolem, amigo de Fran.

Al principio, eran un grupo amateur de exploración urbana, pero con el tiempo, Tu Ojo Misterioso comenzó a hacerse una reputación en internet al adentrarse en casos cada vez más extraños y populares, así como encargándose de desmentir supuestas evidencias paranormales.

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TESTIMONIO 1 [Grabando] 00:00:01, 00:00:02, 00:00:03, 00:00:04…

— Tavita: ¿Ya está encendida?

— Jona: Todo en orden, Tavita.

— Tavita: ¿Tenemos el plano completo?

— Jona: Hmmm, muévete poquito a tu derecha.

— Tavita: ¿Dónde? ¿Aquí está bien?

— Jona: Ahí estás bien.

— Tavita: Muchas gracias por concedernos esta entrevista señor… ¿está bien si decimos su nombre?

— Persona 1: Preferiría que se mantuviera en secreto. ¿Esto es para televisión o…?

— Tavita: No, no. Esto es para nuestro programa de Internet Tu Ojo Misterioso. Somos un grupo independiente de investigación.

— Persona 1: Oh, bien. Entiendo — Tavita: ¿Podría hablar un poco para ver si su micrófono está funcionando señor?

— Persona 1: ¿Qué debería decir?

— Tavita: Lo que sea. Intente “uno, dos, tres, uno, dos, tres” — Persona 1: Uno, dos, tres, uno, dos, tres.

— Tavita: ¿Lo tienes?

— Jona: Lo tengo — Tavita: Muy bien señor. Ahora solo relájese, tómese su tiempo y cuéntenos que pasó aquel día en Cresta Carmesí.

— Persona 1: Fue hace cuatro años. Era de día. Iba con mi familia paseando por el bosque. Era nuestra caminata familiar, lo hacíamos una vez al mes… — *silencio de cuatro segundos* — Estábamos buscando nuestro lugar para descansar y comer nuestro picnic, las cosas iban bien. En un momento escuchamos un ruido de motor, pensamos que era algo común, algún campista u otra familia 8

pasando por el lugar. Debieron pasar unos quince o veinte minutos cuando nuestra hija fue a explorar un poco… mi esposa y yo no nos dimos cuenta. Cuando notamos que nuestra pequeña ya no estaba cerca, comenzamos a gritar su nombre, pero nunca respondió.

Caminamos por un tiempo y nos encontramos con unos sujetos con ropa negra y sombreros. Ellos nos vieron y nosotros a ellos, les preguntamos si habían visto a nuestra hija, pero solo nos dijeron: “Aquí no hay nadie, váyanse por favor”. Seguimos insistiendo si sabían algo de ella, pero no volvieron a hablar, se quedaron ahí viéndonos, vigilándonos. Luego llegaron más personas en una camioneta y sabíamos que algo andaba mal. De esa camioneta bajaron otros cuatro hombres y nos dijeron lo mismo: “váyanse por favor”. No podíamos irnos. — *comienza a llorar* — Nuestra hija estaba perdida en el bosque. Pero al final nos fuimos, uno de ellos nos vigiló a la distancia hasta que salimos de Cresta Carmesí.

— Tavita: ¿Qué le pasó a su niña?

— Persona 1: Jamás supimos, pero seguramente esos hombres tuvieron algo que ver. Jamás volvimos a verla ni tampoco a los hombres de negro. Avisamos a la policía y a búsqueda y rescate pero nunca lograron encontrar ni un indicio de ella.

— Tavita: ¿Cómo se llamaba su niña?

— Persona 1: *llorando* — June, nuestra June… — *silencio de siete segundos* — Ella sigue allá, sigue en Cresta Carmesí, nos está esperando… — *rompe en llanto* — Tavita: Corta, corta. Jona, cort…

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TESTIMONIO 2 [Grabando] 00:01:08, 00:01:09, 00:01:10, 00:01:11…

— Tavita: … y asegúrate de cambiar a enfoque manual, no quiero repetir lo de Valle Castor.

— Jona: Está en manual, tranquila. ¿Pueden hablar un poco?

Quiero comprobar el micro.

— Tavita: Hola, hola, soy Tavita de Tu Ojo Misterioso — Jona: ¿Puede hacer lo mismo usted?

— Persona 2: Uno, dos, tres, probando, probando…

— Jona: No, ¿sabes qué? Cambiamos al micrófono de mano, que el de solapa está metiendo interferencia. Fran, saca el micrófono de mano de la camioneta.

— Tavita: Increíb…

[PAUSA] [GRABANDO] 00:01:41, 00:01:42, 00:01:43, 00:01:44…

— Jona: Vale, ya tenemos sonido limpio. Tavita, ¿te puedes parar por aquí? Sostén el micrófono cerca de la barbilla. Y usted, dé dos pasos pequeños a su izquierda, por favor. Listo, ya tenemos el plano. Cuando gustes, Tavita.

— Tavita: ¿Gusta presentarse ante la audiencia, señor…?

— Persona 2: Romu, Romu Fitzler. Un placer.

— Tavita: Señor Romu, cuéntenos, por favor, lo que vio aquel día en Cresta Carmesí.

— Persona 2: No sé exactamente lo que vi. Para ser sincero, aún dudo de ello hasta la fecha. Soy fotógrafo de fauna silvestre y había 10

leído sobre esta montaña en un artículo de internet: “El lugar bendecido por la montaña misma”.

— Tavita: ¿A qué se refiere?

— Persona 2: Según escuché, la fauna en ese lugar es diferente al resto. Como fotógrafo, quería verlo por mí mismo.

Viajé al pueblo de Armasa y me hospedé en una pensión. Al amanecer, me dirigí a la montaña. Dejé mi auto en la entrada de la zona turística y seguí con mi bicicleta.

Tomé varias fotos de Cresta Carmesí… El sitio es cautivador cuando las aves vuelan entre los árboles, y el resto de los animales… deberían verlos por ustedes mismos. Son hermosos.

Para cuando me di cuenta, el sol ya se estaba ocultando. No quería quedarme de noche en el bosque, así que empaqué todo mi equipo y monté mi bicicleta.

Cuando pasé junto al río, noté unas luces; había un vehículo parado ahí con varias personas alrededor. Ya estaba algo oscuro, así que no pude ver con exactitud qué estaba pasando, pero me acerqué lo suficiente para comprobar que el vehículo era una furgoneta.

Logré acercarme un poco; con la oscuridad deduje que, si yo no podía verlos a ellos, ellos tampoco a mí. Había algo dentro de la furgoneta, o más bien alguien. La furgoneta se movía violentamente y juraría que escuché lamentos y gritos horribles, no lo sé… Saqué mi cámara y utilicé el acercamiento para ver un poco mejor a esas personas, pero no distinguía mucho, así que tomé unas cuantas fotos que con gusto puedo proporcionarles.

— Tavita: ¿Pudiste ver si estas personas vestían de negro?

— Persona 2: ¿Qué?... No, no lo sé, tal vez. Estaba oscuro y no logré ver cómo iban vestidos.

— Tavita: Entonces viste a unos sujetos en una furgoneta a plena noche mientras se escuchaban ruidos que tú describes como lamentos y gruñidos. ¿Eso es lo que dices?

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— Persona 2: Como dije, no sé exactamente lo que vi y tampoco quise quedarme a averiguarlo. Solo sé que desde entonces no he regresado a Cresta Carmesí.

— Tavita: ¿Alguna vez le enseñaste las fotografías a alguien más o las publicaste en algún sitio?

— Persona 2: A conocidos y a las autoridades, pero dijeron que no podían hacer nada más que estar al pendiente por nueva información.

— Tavita: ¿Algo más que quiera agregar, señor Fitzler?

— Persona 2: Tengan cuidado allá arriba.

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TESTIMONIO 3 [Grabando] 00:05:49, 00:05:50, 00:05:51, 00:05:52…

— Persona 3: No quiero salir en cámara.

— Tavita: De acuerdo. Hmm, vamos a hacer esto. Siéntese de este lado, dando la espalda a la cámara, y así ya no tenemos que hacer nada en edición. ¿Le parece bien?

— Persona 3: Seguro.

— Tavita: Muy bien. Entonces, cuando guste, caballero.

— Persona 3: — *silencio de cinco segundos* — Seguro que han escuchado de las maravillas que se cuentan de la montaña. Pues, yo puedo decirles que ese lugar no tiene nada de natural. Todo ahí es tan… extraño.

— Tavita: ¿Podría ser más específico, señor?

— Persona 3: La gente del pueblo, los cuidadores de la montaña, todos parecen tan reservados y obsesionados con ella. Rara vez dejan pasar forasteros. Cuando yo fui, pude ver de lo que esas personas son capaces.

— Tavita: ¿Qué es lo que vio?

— Persona 3: Caminando por una parte alejada del sendero vi esta furgoneta negra estacionada. Unos hombres cargaban dos cuerpos dentro de ella. Eran jóvenes, un hombre y una mujer.

La verdad, si estaban vivos o muertos, no sé decirlo. Me quedé helado, quise ayudar, pero no… no pude. ‘Llévenselos’, fue lo que dijeron antes de que la camioneta partiera.

— Tavita: ¿Podría ser más específico? ¿A qué se refiere con parte alejada del sendero?

— Persona 3: Es difícil explicarlo. Casi todo es bosque. Fue varios kilómetros después de la zona de campamento, mi brújula marcaba al suroeste. Es lo único que puedo decir de manera concreta.

— Tavita: ¿Logró ver algo más? ¿Algún distintivo en la furgoneta?

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— Persona 3: Nada… yo salí corriendo del lugar. Creo que ellos me vieron y juraría que me estuvieron siguiendo por un tiempo hasta que llegué a la zona general de campamento.

No sé qué pasa ahí arriba, pero la gente no está segura. Estas desapariciones son secuestros. Todos deben saber la verdad.

— Tavita: ¿Ha regresado alguna vez a Cresta Carmesí? ¿O ha pensado en volver?

— Persona 3: Claro que no. Lo mejor es alejarse de ese lugar. Dejar que los locales hagan lo suyo. Las autoridades jamás han investigado las desapariciones, así que algo muy grande debe estar sucediendo ahí.

Es mejor quedarse fuera de esto, muchachos. No deberían arriesgarse.

— Tavita: Agradecemos su preocupación y su tiempo, señor.

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Armasa es el pueblo más cercano a la montaña de Cresta Carmesí. Completamente rural, sus pobladores viven cien por ciento de lo que les provee la misma montaña. Aunque los turistas y las empresas multinacionales no son muy bien recibidos, significan otra fuente de ingresos para la economía del pueblo.

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CAPITULO 1: Preludio — Comienzo de la investigación. Medianoche. Somos solo nosotros, la noche y la carretera. ¡Es genial! — Fran apuntaba la cámara hacia él mismo, emocionado.

— ¿Podrías no gritar, Fran? No puedo escuchar la música. — Reclamó Jona, quien iba manejando la camioneta. Fran apuntó la cámara hacia Jona.

— ¿Por qué escuchas esa basura? Solo a ti te gusta la música que escuchaban nuestros abuelos — Comentó Fran de forma burlona.

— Pasa que a mí me gusta la música, la música de verdad. Además, a Tavita le gusta, ¿no, Tavita? — Respondió Jona viendo por el espejo retrovisor a Tavita, quien iba en el asiento de atrás. Fran dirigió la cámara hacia ella.

— Es bonita, sí. Aunque podrías poner algo más actual para variar.

— Respondió Tavita con una sonrisa.

— Oye, Tavita, ¿por qué no le cuentas a la audiencia a dónde vamos? — Dijo Fran ajustando el enfoque de la cámara.

— ¿Sin micrófono? ¿En serio? — Preguntó Tavita acomodándose el cabello de su frente.

— Sí, qué más da. Vamos, chica, adelante — Respondió Fran, aún entusiasmado por la experiencia del viaje. Jona solo sonreía manteniendo la vista en la carretera.

— Hola, querida audiencia de Tu Ojo Misterioso. Nos encontramos viajando en estos momentos al pueblo de Armasa.

Son las 12:08 de la madrugada y nos espera un viaje de casi seis horas. Creemos que esta investigación vale la pena semejante viaje porque, al parecer… — Tavita soltó una carcajada espontánea — Lo siento, lo siento, es que no sé qué me da hacer esto así. La cámara, muy cerca — dijo Tavita aún entre risas.

— Mírala, Tavita siendo intimidada por la cámara, ¡vaya, vaya! — Se escuchó la voz de Jona fuera del cuadro de la cámara.

— Está bien, solo relájate y respira, ¿vale? — Comentó Fran.

El camino continuó así, lleno de risas, música clásica y un descanso de varias horas en una pequeña parada para viajeros. Una gran 18

investigación los esperaba al amanecer, y el entusiasmo del equipo por comenzar era evidente.

El caso Cresta Carmesí suponía un nuevo giro en las investigaciones del equipo, pues por primera vez se enfrentaban a un misterio sin respuesta, sin causa clara y con testigos que no pondrían un pie de nuevo en ese lugar.

Quizás era pura publicidad del pueblo o exageración popular, pero una cosa era cierta: el equipo no pararía hasta obtener uno de los mejores episodios para su programa y sus espectadores.

El destino, sin embargo, tendría unos planes muy diferentes a los que el equipo, en sus más raras y espeluznantes investigaciones, habría podido imaginar; algo oscuro y tétrico. Pero era demasiado pronto para saberlo…

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CAPITULO 2: Bienvenidos a Armasa — Hola, ¿qué tal?, muy buen día tengan querida audiencia y sean bienvenidos a Tu Ojo Misterioso, yo soy Tavita Mucenti, su anfitriona de esta nueva aventura, y en esta ocasión nos encontramos a punto de partir hacia Cresta Carmesí. Para los que no lo sepan, Cresta Carmesí es una pequeña cadena montañosa… ufff, se me fue el aire. No cortes ¿ok? Voy a retomar de nuevo. — Tavita tomó algo de aire, se limpió un poco los ojos y retomó su diálogo. — Para los que no lo sepan, Cresta Carmesí es una pequeña cadena montañosa ubicada al Este del tranquilo pueblo de Armasa.

Adornado con varios ríos naturales que desembocan en un pequeño lago, Cresta Carmesí es un atractivo ideal para turistas, campistas y amantes de las caminatas al aire libre. Otro de los atractivos y lo que le da su nombre al lugar es la inmensa cantidad de pájaros Cresta Carmesí que habitan en la montaña.

Tavita hablaba hacia la cámara que sostenía su compañero Jona con esa naturalidad tan encantadora que le caracterizaba y acompañándolos estaba el tercer miembro del equipo, Fran, el encargado de la edición de los episodios de Tu Ojo Misterioso.

Durante las investigaciones, Fran era también quien se encargaba de capturar material para archivo. Tavita continuó: — Son casi las 7 de la mañana, y en tan solo unos minutos más, los primeros rayos del sol se asomarán por Cresta Carmesí, justo a mis espaldas, el lugar que será nuestro sitio de investigación para este capítulo, pues como ya habrán escuchado al inicio de este episodio, cosas raras ocurren en ese lugar, personas desaparecidas, hombres de negro patrullando la zona, ruidos extraños que se escuchan sin origen aparente y una nula atención por parte de las autoridades hacen de Cresta Carmesí un lugar interesante para el equipo de Tu ojo Misterioso. Hoy pasaremos ahí la noche, exploraremos las zonas lejanas de la zona de camping esperando encontrar algún indicio del misterio que rodea a Cresta Carmesí, acompáñenos.

La cámara cortó y el equipo tenía su plan ya trazado: visitar un poco el pueblo para saber cómo vivía la gente en ese lugar, pues solo 20

tenían como referencia los testimonios y entrevistas de las personas que habían accedido a compartir su historia de Cresta Carmesí, pero todas ellas tenían algo en común… ya no vivían en Armasa o jamás habían regresado.

Tal y como había anunciado Tavita, los rayos del sol comenzaron a asomarse por todo el valle desde las montañas de Cresta Carmesí.

Neblina matutina se apoderaba del pueblo y a través de ella las siluetas de la gente que ya comenzaba a transitar las calles.

Uno de los atractivos principales, aparte de Cresta Carmesí, era el río que cruzaba por todo el pueblo, un río que bajaba directamente desde el manantial que se encontraba en Cresta Carmesí y proveía de un suministro ilimitado de agua a los habitantes de Armasa. Por todo el río se alzaban varios puentes de madera que conectaban ambos extremos del pueblo separados por el mismo río, así la gente podía cruzar de un lado a otro sin comprometer el flujo del agua.

La gente local no recibía muy bien a los turistas, pues en más de una ocasión su irresponsabilidad había contaminado el río con basura y plásticos. La gente llegaba al centro del pueblo a todas horas para llenar cubetas y cubetas de agua limpia y llevarla a sus hogares.

Fran comenzó a grabar material de archivo para la investigación del río y de la gente abasteciéndose de agua. Algunos lo miraban con repudio, otros simplemente no les importaba. Tavita aprovechó para llenar una de sus cantimploras con agua y llevarse así parte de la experiencia del pueblo. Del otro lado del río, un chico los observaba: — Deberían dar gracias. — Comentó aquel chico, captando la atención del equipo. Prosiguió — Cuando tomamos agua del río, oramos y damos gracias a la montaña. — El chico sumergió sus manos dentro del río, sacó un poco de agua y llevó sus manos a su boca para beberla. Bajó la cabeza un momento, y después se puso de pie.

— Oh, lo siento. Es que… no somos de aquí. — Dijo Tavita algo nerviosa. El chico los siguió observando hasta que Tavita bajó su cabeza viendo hacia el suelo por unos segundos. El chico se fue 21

satisfecho.

— Vaya, la gente de aquí es muy especial, ¿no creen? — preguntó Fran sarcásticamente.

— Nosotros somos los forasteros, déjalos ser. — Respondió Jona.

Continuaron explorando el pueblo caminando por el empedrado pavimento de las calles. Caballos iban y venían y solo algunos autos, la mayoría de los turistas, podían verse circulando. El equipo hablaba sobre lo fuera de la sociedad que lucía el pueblo, pues pareciera como si la tecnología se hubiese detenido. Solo unos cuantos postes y alambres se alzaban por el pueblo, posiblemente para el servicio telefónico o fax, fuera de eso no había algún indicio de computadoras o servicios de internet. Era un pueblo perfecto para desconectarse del caos urbano.

Su caminata los llevó a un pequeño restaurante en donde ya había personas esperando su primera comida del día. Pensaron que sería buena idea tener tanta experiencia del pueblo como sea posible.

Ningún comensal parecía ser turista, y todos le clavaron la mirada al equipo de Tavita, Jona y Fran, este último aun grabando. El equipo se acercó a la barra del restaurante con la incomodidad de ser observados por todos.

— Buen día, forasteros. — Dijo la encargada de la barra. — ¿Qué gustan ordenar? — Les preguntó señalando una pizarra detrás de ella con las comidas que ofrecía el establecimiento. Todas lucían de lo más normal: huevos, jugos, panques, pan con jalea, vasos de leche, cien por ciento de vaca. Pero había uno que llamó la atención del equipo: “especial de Armasa”. Como querían probar todo lo tradicional del pueblo, decidieron pedir uno de esos para cada quien y luego fueron a sentarse para esperar su alimento.

Mientras estaban sentados en su mesa, una pareja que estaba junto a ellos en la mesa de al lado comenzaron a hablarles: — Las videocámaras… ¿Son para una película o algo? — Preguntó el hombre.

— Mmm, no, no, señor, somos un programa de internet. — Respondió Fran.

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— ¿Intranet? ¿Es otro de esos programas del gobierno para quitarnos el pueblo? Los idiotas ya lo intentaron hace años y ahora mandan a unos jovencitos a espiarnos… que descaro.

El equipo se miró unos a otros confundidos.

— Lo… lo siento, señor, no somos del gobierno ni nada parecido, venimos a hacer un programa, es todo. — Respondió Tavita.

El equipo continuó hablando con aquel hombre y tratando de hacerle entender que ellos no venían por parte de ninguna organización del gobierno a querer arrebatarles su pueblo, pero esta misma discusión sembró la duda en la cabeza de Tavita, Fran y Jona: ¿acaso eso ya ha pasado antes?

La llegada de los platillos a su mesa los regresó a la realidad. Para ser un desayuno era un plato muy fuerte: un corte de carne jugoso rodeado de una pasta amarillenta y acompañado de ensalada tan verde como la hierba misma. El equipo degustó su respectivo platillo y terminaron satisfechos. Jona había dejado un pedazo de carne en su plato, pues no era de las personas que comieran mucho por las mañanas. El mismo sujeto de antes intervino: — Oye chico, ¿no te comerás eso? — Preguntó el hombre con una molestia perceptible. Jona lo volteó a ver, pero antes de que pudiera dar su réplica, el hombre continuó — ¿Sabes el animal que tuvo que morir para que tú pudieras comer y ahora lo dejas así? — El hombre se puso de pie. — ¡No le faltes al respeto a la montaña!

Las personas dentro del restaurante dejaron de comer o de platicar para prestar atención a aquella escena. El equipo se percató de esto, era un silencio que se veía opacado solo por el rechinar del ventilador del techo. Jona mantenía una posición defensiva, pero parecía que todo el establecimiento no estaba a favor del equipo.

— Oye hijo… solo comete la carne, ¿quieres? Tradición de la comunidad. — Dijo una anciana sentada del otro lado del establecimiento vestida con una gran túnica negra.

Los tres estaban muy confundidos por lo que estaba pasando, pero no había mucha opción para ellos. Ya lo habían dicho, “nosotros somos los forasteros”, así que debían seguir las tradiciones del 23

pueblo si es que querían quedarse ahí hasta su investigación en Cresta Carmesí.

— Vamos Jona, solo cómelo y salgamos de aquí. — Dijo Fran. Y así lo hizo, Jona tomó la carne con su mano y lo metió a su boca para triturarlo e ingerirlo. Todos los presentes bajaron la mirada por unos segundos, tal y como lo hizo el niño al beber agua del río. Los que estaban de pie volvieron a sentarse y siguieron comiendo como si nada, dejando perplejos al equipo. Salieron del lugar sin decir una sola palabra.

El reloj marcaba las 08:12 a.m., y el equipo estaba sentado en su camioneta estacionada a las orillas del pueblo. Hablaban sobre lo que habían vivido hace solo unos momentos, pero no se podía decir mucho al respecto: son tradiciones del pueblo y ellos no eran nadie para cuestionar su estilo de vida. Debían matar el tiempo hasta mediodía para partir a Cresta Carmesí. Hubo varias ideas que pasaron por la cabeza del equipo, podían ir a conseguir entrevistas, revisar un poco más el pueblo, conocer más lugares.

— Eso fue extraño. — Dijo Jona — De una forma u otra es parte de la experiencia, supongo. Me hubiese gustado tenerlo en video — Comentó Tavita. — ¿Qué les parece chicos? ¿Quieren seguir caminando por el pueblo a ver si conseguimos entrevistas o algo?

— Si todo el pueblo es como ese sujeto del restaurante, dudo que quieran hablarnos. —Dijo Jona.

— Quedan cuatro horas para el medio día y no hemos visto mucho del pueblo. Me serviría tener más material de apoyo de las calles. — Fran siempre decía que era mejor tener cientos de minutos de metraje sin utilizar a que faltase material con el que trabajar en los episodios.

El equipo dejó algunas cosas en la camioneta y decidieron caminar más por el pueblo. Fran grababa todo el recorrido de su caminata capturando momentos cotidianos: gente caminando, comerciando, cruzando los puentes de madera, cabalgando.

Su caminata los llevó hasta una zona con bastantes vendedores ambulantes ofreciendo todo tipo de cosas, desde collares hasta 24

esculturas y todo parecía estar hecho a mano. Al equipo le pareció un lugar perfecto para matar el tiempo y para capturar parte de la experiencia de lo que significaba la vida en el pueblo. Después de visitar varios puestos de venta y conseguir varios comentarios de los turistas que ya llenaban las calles, alguien los llamó desde uno de los tantos puestos.

— Forasteros, por aquí. — Dijo una voz rasposa masculina. Era un anciano con una manta llena de artículos para vender. El equipo se acercó guiados por la curiosidad, aceptando la invitación del anciano.

— Vaya, todo luce muy encantador — Comentó Tavita. Fran grababa todo.

— Todos mis productos tienen historia. Adelante, pregunten. — Dijo el anciano.

Tavita se vio atraída por un colgante adornado de una piedra ovalada.

— ¿Esto qué es? — Pregunto Tavita.

— Tatirio, extraído directamente de la montaña hace décadas. — Respondió el anciano.

— ¿Tatirio? Creí que ese mineral solo se encontraba en el océano.

— Jona había escuchado de ese mineral raro que las expediciones submarinas tardaban meses en encontrar.

— Les sorprendería de todo lo que la montaña alguna vez tuvo para ofrecer forasteros. ¿Y las cámaras para qué? — Preguntó el anciano.

— Oh, verá, somos de un programa de investigación en internet.

Investigamos algunas historias que escuchamos sobre el pueblo.

— ¿En serio? — Preguntó el anciano. — No se cuenta mucho del pueblo desde hace años.

— ¿Ha escuchado usted algo sobre… desapariciones en la montaña? — Preguntó Tavita. El anciano se quedó en silencio por un rato.

— Oh, ya veo, es por eso que vienen. — El anciano parecía saber algo. Continuó. — La montaña, así como provee también arrebata.

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Como esta pieza, este ligero adorno de Tatirio seguramente costó vidas cuando se extrajo de allá arriba.

— Oiga, le propongo algo. — Intervino Fran sin dejar de grabar.

— Usted nos cuenta algo de eso y nosotros compramos ese adorno de Toritrio — ¡Tatirio! — Corrigió Jona.

— ¿Qué dice? — Preguntó Fran.

— ¿En serio comprarás eso, Fran? — Preguntó Tavita confundida.

— ¡Sí! ¿Por qué no? Está genial. Además, creo que es justo, una transacción a cambio de información. ¿No le parece, señor?

— Doscientos. Y les contaré algo interesante, jóvenes curiosos. — Respondió el anciano vendedor.

Fran accedió a la oferta y compró el pendiente. A diferencia de Jona y Tavita, Fran gustaba de usar accesorios como anillos, aretes y collares. Un pendiente hecho de un mineral raro sería algo muy llamativo, pero en lugar de usarlo, él se lo obsequió a Tavita, que parecía más interesada en el pendiente.

— ¿Nos permitiría grabar todo? Para nuestro programa. — Dijo Tavita.

— Eso les costará otro artículo. — Él anciano no estaba dispuesto a dejar todo gratis. Al final el equipo decidió que lo mejor sería solo escuchar lo que el anciano tenía para contarles. Tavita se encargaría después de anotar todo.

— Bien, jóvenes… ¿Han escuchado ustedes sobre la tribu Punta Plateada? — Preguntó el anciano.

Ambos, Tavita y Fran, voltearon a ver a Jona, que de los tres era el que más sabía sobre información que muchos otros no. Él solo se limitó a decir que no había escuchado de dicha tribu.

— Es una lástima que el pasado sea ignorado. El pasado de mis ancestros. — El anciano tomó varios de sus productos entre sus manos. — El mineral extraído de esta montaña, todo lo que se ha saqueado, fue descubierto por mi pueblo, la tribu Punta Plateada.

Fundadora de Armasa. ¿Quieren hablar de desapariciones?

Comiencen con mis antepasados.

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— ¿Qué quiere decir, señor? ¿Dice que una tribu entera desapareció? — Tavita escribía en su libreta mientras llevaba la entrevista.

— No solo desapareció, fue sometida. O al menos eso es lo que se contaba en las generaciones que sobrevivieron.

— ¿Está diciendo que el pueblo, sus ancestros, desaparecieron hace muchos años, justo como sucede actualmente? — Tardaron tiempo en darse cuenta, pero un grupo de personas ya se había formado alrededor de ellos para escucharlos. Tanto turistas como gente del pueblo. Querían seguir con la entrevista, pero las miradas hacían incómoda la situación.

— Será mejor que sigan, forasteros. Muchas gracias por su contribución. — Dijo el anciano.

— Don Creldrú tiene razón, jóvenes forasteros — Dijo un policía que estaba entre la multitud. — Seguramente los sobornó por darles información falsa. Está tan desesperado de vender sus cosas que les dijo alguna cosa estrafalaria de sus artículos para vendérselos, ¿no es así?

Tavita volteó a ver al anciano y este solo agachó la mirada.

— Gracias por su tiempo señor. — Dijo Tavita mientras el equipo se retiraba del lugar.

Un sentimiento de decepción llegó a ella y seguramente también a Jona y Fran. Pero, por otra parte, la pregunta persistía dentro de la mente curiosa de Tavita… ¿Habrá sido cierto alguna parte de eso?

— Vaya decepción. — Comentó Jona — Sí, lo bueno de esto es que al menos Tavita consiguió un adorno nuevo. — Dijo Fran — Por lo que sabemos puede ser igual de falso que la información.

Vaya manera de gastar dinero, Fran. — Dijo Tavita mirando su pendiente.

El tour por el pueblo continuó de manera normal. Jona comentó que, para ser un pueblo rural, había muchos vehículos con marcas de compañías rondando por las calles. Ignoraban si era por motivos publicitarios o solo proveedores externos que suministraban de recursos al pueblo.

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Al final, el equipo decidió que era buena idea descansar un poco antes de su expedición a la montaña. Después de todo sería una jornada agotadora, pues pasarían el resto del día y la noche allá arriba intentando encontrar una respuesta al misterio que rodeaba a Cresta Carmesí.

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Cresta Carmesí es el principal atractivo del pueblo de Armasa: un bosque apartado de la civilización, donde los turistas pasan la mayor parte del tiempo maravillándose con su naturaleza intacta y el aura única que lo envuelve.

Los pobladores están decididos a proteger esta montaña de cualquier persona o actividad que ponga en riesgo su equilibrio natural.

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CAPITULO 3: Un lugar mágico La cámara de Fran enfocaba el espejo retrovisor derecho del vehículo en marcha, en el que se reflejaba él mismo sosteniendo la cámara. Fran siempre había tenido el gusto por grabar los trayectos de viaje; creía que eran una parte importante de la experiencia para los espectadores. Para Tavita y Jona aquello era solo un desperdicio de memoria, pero no les importaba, pues hacía el trayecto más entretenido. Además, cumplía con su trabajo.

La montaña se hacía cada vez más grande a la vista, hasta que por fin llegaron a la entrada, al pie de esta. Era un sendero de tierra lo bastante ancho para que circularan dos vehículos: un carril de entrada y otro de salida. Por la hora, resultaba evidente que la gente ya comenzaba a circular por el área: algunos entraban al bosque montañoso y otros salían. Turistas y campistas iban y venían.

Llegaron a un punto donde se podía ver una gran cerca que rodeaba todo el perímetro de la montaña, junto al único acceso al bosque.

Según la información recolectada por el equipo, esta cerca servía para impedir que los animales que vivían dentro del bosque salieran de la zona segura. Los pobladores solo cazaban cuando se necesitaba alimento, pero jamás por deporte. Los cazadores furtivos no eran bienvenidos ni en el pueblo ni en la montaña.

El acceso estaba custodiado en todo momento por la misma gente del pueblo. No eran guardabosques ni oficiales: eran personas armadas.

—Buen día, forasteros. Pueden dejar su vehículo por aquel lado.

— Mencionó uno de los hombres, apuntando con su arma hacia la dirección indicada. Era un lugar amplio que servía como estacionamiento para los vehículos de motor, pues estaba estrictamente prohibido ingresar con transportes que pudieran contaminar el ambiente o perturbar la paz del bosque. Únicamente se permitía la entrada en bicicleta.

Mientras el equipo se dirigía a estacionar su camioneta, una pregunta pasó por la mente de Tavita: 32

—Oigan, ¿no es extraño? Si dicen que no se puede entrar al bosque con vehículos…

—Sí, las personas de los testimonios mencionaron la presencia de furgonetas — Interrumpió Jona.

— ¡Exacto! — Afirmó Tavita, chasqueando los dedos.

El equipo bajó de la camioneta cargando todo lo necesario para la investigación: cámaras, micrófonos, mochilas con provisiones y el kit para montar un campamento, en caso de ser necesario.

Tan pronto regresaron a la entrada del bosque, los hombres armados volvieron a intervenir: — ¿Qué está haciendo un equipo de televisión aquí? — Preguntó uno de los guardianes, acercándose a Fran, quien llevaba su cámara encendida y audífonos conectados.

— Oiga, oiga, tranquilo. No somos televisión — Intervino Jona, poniéndose frente al hombre e intentando calmarlo—. Somos un programa de internet, solamente, ¿sí?

El hombre miraba fijamente a Jona, con su arma descansando en las manos, pero listo para ametrallar a cualquiera que desafiara la autoridad impuesta por su gente.

—Por favor, está asustando a los demás — Suplicó Tavita.

Era cierto: el altercado había llamado la atención de la gente que esperaba para ingresar al bosque de Cresta Carmesí. Fran no dejaba de grabar, lo que ponía aún más nerviosos a los guardianes.

Tras un momento, ambos hombres armados se miraron. El que estaba frente a Jona le hizo una señal con la cabeza al guardia que permanecía en la entrada. Este último sacó su radio y comenzó a hablar con alguien a través de un auricular, lo que impedía saber con quién o de qué trataba la conversación. Finalmente, solo asintió con la cabeza a su compañero.

— Una disculpa, forasteros — Dijo el guardián, dando un paso atrás y mostrando una sonrisa breve. — Es solo que hemos tenido problemas con otras cadenas de televisión que vienen a reportar lo maravillosa que es nuestra montaña, y al final jamás devuelven nada al pueblo. Entenderán que somos muy protectores y celosos con nuestro ecosistema. — Colgó el arma en su espalda al terminar.

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La gente se tranquilizó y comenzó a ingresar al bosque a través de las puertas. Al parecer todo había sido un malentendido con el equipo de Tu Ojo Misterioso.

Tavita vio una oportunidad para hacer una petición arriesgada, pero que, si funcionaba, podría darle información de primera mano: una entrevista.

— Disculpe mi atrevimiento. Sé que están trabajando, pero ¿podrían hablarnos un poco sobre el lugar? — Preguntó.

— Esto no es un trabajo, señorita, es nuestro servicio hacia la montaña.

— Así es. La montaña nos cuida y nosotros a ella — Añadieron, alternándose las frases.

Tavita continuó la conversación para intentar conseguir la entrevista. Para su sorpresa, fue más fácil de lo que esperaba. Solo hubo una condición: sin cámaras.

No tenían otra opción. Si querían información de primera mano, tendrían que aceptar. Aun así, Tavita sacó un cuaderno y una pluma de su mochila para anotar todo lo posible.

Los guardianes hablaron sobre la importancia de la montaña, la razón de la cerca que rodeaba el bosque y el manantial natural que proveía de agua al pueblo. Era un tesoro que los locales no pensaban descuidar por culpa de los forasteros, como los llamaban.

La montaña les daba comida y agua constante, y ellos protegían ese equilibrio de cualquiera que intentara saquearlo.

Todo marchaba bien hasta que Jona lanzó la pregunta que todo el equipo deseaba escuchar, aunque la forma en que salió de su boca rompió la poca armonía creada: — ¿Y qué nos pueden contar de las desapariciones?

Ambos guardianes lo miraron al instante.

— ¿Cómo dices? — Preguntó uno, con un tono serio.

— Jona, ¿qué estás haciendo? No puedes preguntarlo así, nada más — Murmuró Tavita, reprendiéndolo entre dientes.

— Entonces vienen por eso, ¿no? — Dijo uno, dirigiéndose a su compañero. — ¿Tú qué dices, Cal? — Sí, seguramente es por eso.

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Las miradas de los guardianes no eran nada reconfortantes. El equipo sintió como si hubieran tocado un secreto que nunca debió saberse. Y, sin embargo, lo que escucharon después no fue lo que esperaban.

— Era de esperarse. Muchos han tenido la misma curiosidad que los habitantes de Armasa. Y sí… es cierto, han ocurrido varias cosas extrañas ahí dentro.

— La cerca gigante es también una medida para que, sea lo que sea que esté pasando en el bosque, se quede allí.

— ¿Saben algo más al respecto? — Preguntó Tavita — ¿Qué me dicen de los hombres de traje negro y los ruidos extraños?

Tavita cometía el error de intentar exprimir toda la información de una sola fuente, pero esa era la primera pista que parecía confirmar los rumores que habían escuchado.

— Señorita, no podemos ayudarle con eso. Nosotros cuidamos la entrada al bosque. Si quiere un consejo, le sugiero que entren ya; se perderán el canto de las aves — Respondió uno de los guardianes, cerrando la conversación.

El equipo, sin más opciones, dejó la entrevista y cruzó la puerta de acceso. Los recibió un sendero ancho, flanqueado por paredes de tierra formadas por la misma montaña, como si hubiese preparado una entrada de lujo para sus visitantes. Al final del camino, gigantescos árboles y aire fresco con aroma a humedad matutina.

Por todas partes había gente tomando fotos, preparando comida y levantando casas de campaña.

— Jona, graba aquí. Quiero planos de todo esto. — Indicó Tavita.

— ¿No vas a entrar? — Preguntó Jona.

— En un momento. Fran, prepara un micrófono, vamos a hacer algunas entrevistas. Con suerte, alguien sabrá algo.

Dos hombres en sus treinta obedeciendo a una joven de veintiséis: así funcionaba Tu Ojo Misterioso. Tavita tenía un sentido de liderazgo natural y el equipo lo respetaba.

Entrevistaron a varias personas, pero nada fuera de lo común: 35

— Venimos a conocer el lugar.

— Pasaremos aquí la noche.

— Un amigo nos habló de esto.

— No, pero usted es hermosa… ¿quiere acompañarnos?

Nadie sabía nada de desapariciones ni sucesos extraños; solo eran campistas disfrutando de la naturaleza. Sin suerte, decidieron adentrarse más en la montaña. Fran grababa todo, como siempre.

El bosque cerraba tanto el cielo que apenas se filtraba luz, pero al llegar el mediodía, ocurrió el mayor espectáculo del lugar. Desde lo más profundo se oyó el trinar de cientos de aves, que poco a poco creció hasta convertirse en un concierto natural. Las copas comenzaron a agitarse y aparecieron, majestuosos, los Cresta Carmesí: aves pequeñas de plumaje verde oscuro, largas colas y un penacho carmesí formado por dos o tres plumas inclinadas hacia atrás. Volaban sobre el equipo mientras Jona y Fran grababan por separado. Tavita reía, embelesada.

Cada día, cuando el sol estaba en su punto más alto, estas aves despertaban y adornaban el cielo, aunque nadie sabía por qué. Los locales simplemente lo aceptaban como un regalo.

— ¡Esto es mágico! — Exclamó Tavita.

El encanto no borraba la misión: encontrar pistas sobre las desapariciones. Testimonios hablaban de personas vestidas de negro, ruidos extraños y furgonetas recorriendo el bosque, pero nada de eso aparecía.

Fran sugirió consultar un mapa, pero no tenían uno. Internet no funcionaba y el GPS mostraba un vacío en la zona. Decidieron caminar hasta encontrar un claro para orientarse mejor.

Las horas pasaban lentas entre trinos, viento y el avistamiento de criaturas insólitas: venados de un solo cuerno, ardillas de colas larguísimas, conejos de colores imposibles y comadrejas enormes.

Todo era extraño y fascinante; material perfecto para Fran. Tavita fotografiaba y Jona grababa a Tavita mientras lo hacía.

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Finalmente, llegaron a un claro donde varias personas habían instalado sus tiendas. Por primera vez podían ver el cielo abierto y las aves cruzando de un lado a otro. El cansancio los obligó a descansar allí.

— Jona, graba, voy a entrar — Dijo Tavita, acomodándose el cabello y limpiándose el sudor con una toallita. Jona preparó la cámara y Fran le entregó un micrófono. Estaba a punto de empezar cuando una voz los interrumpió: — Ustedes deben ser los del programa de televisión.

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CAPITULO 4: El joven misterioso Un joven de cabello corto y castaño estaba frente al equipo y parecía conocerlos. Llevaba ropa de senderismo y una mochila en la espalda.

— ¿Lo notaste por la cámara o nos conoces por el programa? — Preguntó Tavita con sarcasmo.

— Sí, me dijeron que estarían aquí. Por fin los encuentro. — Respondió el joven. — Me llamo Clay, y soy algo así como su guía.

El equipo quedó confundido por las palabras de aquel chico misterioso, Clay.

— Disculpa, ¿quién eres tú? — Preguntó Fran.

— Aaah, claro. Lo siento, ¿quién rayos se cree este chico llegando así nada más y presentándose? — Dijo Clay con una sonrisa. — Entiendo. Ya conocieron a mis compañeros Cal y Cobol en la entrada. Me llamaron para auxiliarles. Es fácil perderse en este lugar y hay bastante zona que cubrir. Soy su guía. —Finalizó Clay, abriendo los brazos.

El equipo comenzó a hablar con Clay. Nunca habían tenido a un cuarto miembro en alguna investigación, pero si era cierto lo que decía, sería una gran ayuda para la expedición.

— ¿Y por qué te mandaron a ayudarnos, chico? —Preguntó Fran.

— Porque soy el mejor. Conozco este bosque a la perfección. Es como mi segundo hogar.

— No, él quiso decir, ¿por qué nos enviaron ayuda, así como así?

— Interrumpió Fran.

— Aaah, no, no lo sé. Solo hago lo que me pidieron. Imaginé que ustedes habían solicitado ayuda a mis compañeros, ¿no fue así? — Preguntó Clay, confundido.

— ¿En serio eres guía? — Preguntó Tavita.

Clay, con una mueca confiada, descolgó su mochila y sacó un enorme pliego de papel doblado. Se arrodilló y comenzó a desplegarlo sobre el suelo. Era un mapa.

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— Se encuentran aquí — Dijo Clay, señalando con el índice el mapa. — No miento, el mapa muestra un gran terreno que cubrir.

Como pueden ver, el área es enorme. Pueden seguir solos si quieren, pero conmigo llegarán a donde quieran en poco tiempo. ¿Ven esta zona? — Clay señaló un círculo azul dibujado en el mapa. — Es la zona de la aldea perdida, un punto de interés muy… bueno, interesante. Y este punto de aquí… — Señaló un círculo rojo. — es la zona de árboles frutales, donde encontrarán las bayas más dulces y deliciosas que puedan probar. Y este lugar… — Clay señaló una zona algo alejada. —… creo que les puede interesar. Son formaciones naturales de roca.

— ¿Y el manantial? —preguntó Tavita. Clay se congeló por un segundo, como si hubieran hecho una pregunta inapropiada o incluso confidencial. Miró directamente al equipo.

— El manantial… Sí, conozco el lugar, pero no debemos ir allá.

Está prohibido — Dijo Clay.

— Es importante para nuestra investigación que vayamos al manantial. ¿Por qué está prohibido? —Tavita sacó su libreta, lista para anotar cualquier cosa que dijera Clay.

— Porque es sagrado para el pueblo. No sé si lo sabían, pero ese manantial provee…

— Agua potable al pueblo, sí, nos lo han dicho varias veces — Comentó Tavita— ¿Es por eso que es sagrado?

— Así es. No se puede contaminar. El manantial es fuente de vida para el pueblo y para los animales de la región. Los forasteros no pueden invadir un recurso tan valioso. — Mencionó Clay.

El equipo comenzó a hablar entre ellos. El chico parecía saber de lo que hablaba; además, mencionó algo de una aldea perdida, lo cual sonaba bastante interesante. Y, ya que contaban con un mapa del bosque, su compañía podría serles útil.

— Oye, chico, ¿nos cobrarán por tu ayuda? — Preguntó Fran.

— Oh, no, claro que no. Este es mi servicio a la montaña. — Respondió Clay entusiasmado.

Y así se unió, como cuarto miembro temporal de Tu Ojo Misterioso. Cada uno se presentó con Clay y, sin perder tiempo, 39

Tavita lo puso a cuadro para hacerle una entrevista, preguntándole su nombre, su ocupación y su relación con el pueblo y la montaña.

Cosas que ya les había dicho, pero el equipo quería tenerlo en video para su programa.

Durante la entrevista surgió una de las preguntas más importantes: — Clay, tú has recorrido este bosque más que nadie. ¿Puedes decirnos si has escuchado algo sobre gente que desaparece y ruidos extraños durante la noche?

El chico tuvo la misma reacción que cuando le preguntaron sobre el manantial o que tuvieron los guardianes al escuchar esa pregunta.

Cualquier cosa que estuviese pasando, era obvio que ellos sabían algo.

— Hmmm, sí, he escuchado algo de eso. El bosque, no, mejor dicho, la montaña entera, está llena de fosas y cuevas naturales muy profundas. Las personas suelen caer en ellas y pueden durar días desaparecidas. Es lo que se me ocurre. — Dijo Clay.

Antes de que el equipo pudiera decir algo, Clay concluyó con una frase: — Si vamos a la aldea, lo entenderán.

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CAPITULO 5: La bendición del bosque El equipo siguió a Clay a través del bosque. No seguían el sendero para turistas; de hecho, no seguían ningún sendero. Se abrían paso entre los árboles y las constantes subidas y bajadas. Los Cresta Carmesí seguían cantando a lo lejos.

— ¿Qué pasa con esos pájaros? ¿Nunca se callan? — Preguntó Jona.

— Una cosa es segura: eso es mejor que tu música aburrida. — Respondió Fran en tono burlón, haciendo reír también a Tavita.

Jona solo siguió caminando.

— Es increíble, ¿no? Estas aves pueden cantar todo el día sin agotarse. Observen. — Dijo Clay mientras revisaba su mochila, buscando algo. Sacó una pequeña bolsa café y metió la mano en ella.

Su puño estaba cerrado, sujetando algo que extrajo de la bolsa. En un movimiento rápido, arrojó al aire lo que tenía en la mano: semillas, diminutas semillas.

— Prepárense, chicos, esto será genial — Comentó Clay.

En cuanto las semillas tocaron el suelo, el canto de las aves se volvió menos sonoro. En segundos, el lugar se llenó de Crestas Carmesí que llegaron a comer las semillas. Desde esa distancia, el equipo pudo notar lo particular de aquellas aves: sus largas colas y sus crestas onduladas. A pesar de la cercanía, las aves no volaban asustadas, como si no prestaran atención a los humanos.

— Genial, ¿no? — Dijo Clay mirando a las aves. — Los Cresta Carmesí son aves asombrosas. La leyenda dice que… fueron ellas quienes forestaron la montaña.

Clay puso unas cuantas semillas en su mano y silbó suavemente.

Como si diera una orden a un perro entrenado, una de las aves voló a su mano y comenzó a comer. Jona ya había comenzado a grabar desde que llegaron las aves. Clay prosiguió: — Cuando comen, guardan un poco dentro de su plumaje, y al volar por el bosque, dejan caer restos de su comida. Así nació el bosque. Eso es lo que cuentan, al menos. — Dijo Clay acariciando la cabeza del ave que comía en su mano.

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— ¿Quieren intentarlo? — Preguntó Clay a Tavita.

— ¿Es posible? —Respondió ella con incertidumbre.

— Claro, toma — Dijo Clay, sacando más semillas con la otra mano y colocándolas en la de Tavita. — Solo silba.

Tavita hizo lo que Clay dijo, y ocurrió: un Cresta Carmesí se posó en su brazo para comer las semillas. Estaba encantada y fascinada por la confianza que las aves tenían con los humanos.

— Por cierto… ¿qué pasa con los animales de este lugar? — Preguntó Tavita, recordando a los animales que habían visto horas antes.

— No lo sé, es la magia de Cresta Carmesí. Por el bosque deambula un ciervo estéril, verde, con hojas que crecen en sus cuernos.

Deberían verlo. — Respondió Clay.

—No puedes estar hablando en serio. — Dijo Fran, negando con la cabeza incrédulo.

— Le llaman “la bendición del bosque” — Clay movió la mano para hacer volar al ave que había terminado de comer y se sacudió las manos. — De vez en cuando aparece un animal peculiar con rasgos diferentes. No sabemos cómo ni por qué. El pueblo dice que es la forma que tiene la montaña de recompensarnos por cuidarla.

La comida se terminó y los Cresta Carmesí volaron hacia los árboles, dejando caer algunas plumas lentamente. Mientras caminaban, Jona no dejaba de darle vueltas a una duda: — No lo entiendo, si este lugar está lleno de animales raros, ¿por qué no está lleno de más reporteros o científicos? Esos animales valdrían una fortuna solo por verlos.

Sus palabras tenían total sentido. Era prácticamente una reserva natural llena de especies exóticas. Para un cazador o busca trofeos, el lugar sería una mina de reliquias para exhibir en su muro. Clay se detuvo y miró al equipo.

— Para un forastero, supongo que suena lógico pensar en matar para satisfacer su ego. El pueblo ha luchado contra gente así por años. Créanlo o no, la misma naturaleza se ha encargado de que ninguno de estos animales abandone estas tierras. Hace varios años, 42

un cazador llegó con la intención de llevarse un cuerpo para su colección. Lamentablemente, lo logró: asesinó a un zorro de piel azul. — Clay hablaba con dolor. — Pero ¿saben qué pasó? El zorro se descompuso poco después de ser asesinado. Su piel se pudrió y su pelaje cayó. Estos animales exóticos tienen algo que los demás no. Es la bendición del bosque, ¿no lo ven? Al morir, sus restos regresan al bosque para dar vida a otro animal exótico, y solo quedan en el recuerdo de quienes tuvieron la suerte de verlos en vida. ¿Tiene sentido para ustedes, forasteros? — Concluyó Clay.

El equipo guardó silencio unos momentos. La historia era fascinante, aunque improbable. No parecía existir tal bendición, pero ya habían visto animales fuera de lo común.

— Oigan, esto es mejor que la mierda que venimos a investigar. — Comentó Fran. Nadie había notado que Tavita tenía su cuaderno en la mano, donde había anotado todo lo que dijo Clay.

—Escuchen, no sé por qué investigan este lugar, o esas desapariciones que mencionan, pero ¿no vale la pena dejar todo eso de lado solo por lo hermoso que es este lugar? —Clay hizo una pequeña pausa. — Sigamos caminando, la aldea ya está muy cerca.

— Dime que lo tienes, Fran. — Comentó Tavita.

—Sí, lo tengo — Respondió él.

—A partir de ahora quiero una cámara encendida todo el tiempo.

Cualquier cosa que diga Clay, la quiero en video. ¿Entendido? — Tavita tenía clara su prioridad: hacer el mejor programa de investigación y no dejar escapar ningún detalle. Lo que les esperaba era un gran día de trabajo. La cuestión era… ¿alguien sería capaz de verlo?

Desde dentro de los árboles, por fin apareció la silueta de la aldea perdida.

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CAPITULO 6: Hace mucho tiempo Jona y Fran iban grabando desde antes de llegar a la aldea perdida.

Eran órdenes de Tavita.

El sol, escapando por entre las copas de los árboles, creaba un ambiente místico; varias franjas de luz atravesaban el lugar como si lo bendijeran.

— ¡Bienvenidos al pueblo de Armasa! — Anunció Clay al equipo.

Caminaban entre casas viejas de madera, consumidas por la naturaleza; el suelo estaba lleno de huecos, y ramas secas se esparcían por toda el área. Esa era la bienvenida que ofrecía la aldea.

— Creí que Armasa era el pueblo. — Comentó Tavita.

— Lo es. Pero este es el original… donde todo comenzó. — Dijo Clay, contemplando las ruinas.

Tavita indicó a Fran que hiciera un recorrido completo grabando, y a Jona que se quedara con ella y Clay para registrar cada palabra.

Con micrófono en mano, Tavita empezó su entrevista.

— ¿Qué es este lugar? ¿Nos puedes contar? —preguntó acercando el micrófono.

Clay comenzó a relatar: el pueblo de Armasa había sido originalmente un grupo nómada que viajaba excavando y extrayendo minerales del suelo, para luego venderlos en artesanías.

El asentamiento actual se fundó tras un incidente que obligó al grupo a evacuar a otra zona segura, al pie de la montaña.

— ¿Qué incidente fue? — Insistió Tavita.

— No está claro. Algunos dicen que fue gas natural tóxico; otros, que un temblor derrumbó los túneles. Sea como sea, el lugar quedó abandonado, y Armasa se reconstruyó allá abajo. Supongo que fue lo mejor. El pueblo se ha mantenido por sí mismo desde entonces.

— ¿Podemos entrar a las casas?

— Adelante. — Dijo Clay, extendiendo el brazo para invitarlos a pasar.

Dentro, solo quedaban insectos, vegetación y excrementos; algunos parecían humanos. Era común que campistas usaran el 44

lugar como baño… o para asuntos más íntimos. No era un sitio secreto, solo un punto de interés.

— Jona, ¿qué te parece una toma en lapso de tiempo? ¡Bam!, justo ahí. — Dijo Tavita, enmarcando con sus dedos la toma perfecta de las casas, con el sol escondiéndose y los rayos de luz desapareciendo.

— Claro, déjamelo a mí. — Respondió Jona.

— Fran, asegúrate de grabar todo, ¿sí? — Gritó Tavita.

— Casi termino. — Se oyó desde algún punto de la aldea.

Tavita sacó su libreta y revisó sus notas; algo le vino a la memoria.

— Clay, ¿puedo hacerte una pregunta?

— Seguro.

— La historia que contaste… ¿se trata de la tribu Punta Plateada?

— ¿Dónde escuchaste eso? — Clay se mostró sorprendido.

— Nunca le preguntes a una periodista por sus fuentes. — Respondió ella con sarcasmo.

Clay la observó en silencio. Tavita desvió la mirada unos segundos.

— ¿Pasa algo malo? — Preguntó ella, algo nerviosa.

— No… Es solo que es una parte de la historia que muchos preferirían no recordar.

— ¿Sabes qué ocurrió exactamente con la tribu? — Insistió.

Clay suspiró.

— Se supone que es algo confidencial, transmitido entre los altos mandos de Armasa, de generación en generación. La tribu existió tal y como la describí… pero el incidente fue más que un simple accidente.

— La tribu desapareció. — Dijo Tavita, intrigada.

—No desapareció: fue raptada. — Clay mantuvo el semblante serio. — Una enfermedad desconocida brotó en la tribu y llamó la atención de las autoridades sanitarias. Desde entonces, jamás se supo de ellos. Los pocos que no enfermaron fueron trasladados a un campamento temporal… lo que hoy es Armasa. Estas ruinas son lo único que queda para probar que la tribu existió. Eso es todo lo que sé. — Clay se acercó a Tavita, casi frente a frente. — No sé 45

quién te habló de la tribu, pero entiende: esto es clasificado. Nadie en el pueblo conoce la historia y debe seguir así. ¿Entiendes?

— Pues está claro que no es tan secreto cómo crees cuando lo único que hicimos fue preguntar por ahí. — Respondió Tavita, desafiante, retrocediendo ante la invasión de su espacio personal.

La tensión entre ellos era evidente. Fran y Jona, ocupados con la cámara, no notaron el intercambio.

— ¿Es tan importante que no se sepa? — Preguntó Tavita.

— Hay gente poderosa que no estaría feliz si esto se hace público.

Créeme, no quieres enfadarlos.

Hubo un duelo de miradas que duró segundos… pero se sintieron como minutos.

— Bien — Dijo Tavita, arrancando la hoja de su cuaderno con la información sobre la tribu. — Si es tan importante, no diremos nada.

— ¿Qué? — Preguntó Clay, sorprendido.

— Podré ser reportera, pero sé cuándo algo no debe contarse.

Venimos a hacer un programa, no a perjudicar. Nos quedaremos con tu versión, ¿sí? — Le ofreció la hoja.

— Creo que es lo mejor. —Respondió Clay, aceptando el papel.

—Perfecto. —Tavita sonrió. — ¿Continuamos con el recorrido?

Clay devolvió la sonrisa. Estaba conmovido por el respeto que el equipo mostraba hacia la montaña y su historia.

Pasaron el resto de la tarde allí. Comieron, conversaron y descansaron tras la larga caminata. Jona terminó su toma justo cuando las lunas comenzaron a iluminar la montaña oscura. Los turistas ya se habían retirado a las zonas de campamento, pues nadie podía acampar fuera de ellas sin permiso de los locales. Ellos, con Clay, tenían ese privilegio.

La noche transcurría en un ambiente agradable. Clay comenzaba a tomarles cariño… lo que haría más difícil lo que debía hacer en unas horas.

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CAPITULO 7: Noche en Cresta Carmesí Las lunas se posaban brillantes, adornando el infinito firmamento que cobijaba a Cresta Carmesí. Los animales dormían, y solo los ruidos de las criaturas nocturnas se dejaban escuchar. El frío se apoderaba del lugar, y la brisa que agitaba los árboles propagaba esa temperatura hostil.

El equipo mantenía una fogata encendida, supervisada por Clay, que, a pesar de no estar de acuerdo con encender fuego en la montaña, lo permitió de todas formas.

— Bien, muchachos, este es el momento que esperábamos. — Comentó Tavita con el cuaderno en mano. — Según los testimonios, es durante la noche cuando las cosas raras ocurren en este lugar. Si les soy sincera, estoy muy emocionada de ver algo.

— Solo tú dirías algo así — Respondió Fran.

— Comprobemos el equipo, ¿sí? — Continuó Tavita, mostrando de nuevo el liderazgo que la caracterizaba. — Jona, revisa la batería y la antorcha de la cámara. Fran, linternas y micrófonos.

Ambos, Fran y Jona, disfrutaban cuando Tavita tomaba la iniciativa. No lo manifestaban, pero les agradaba; usualmente sus decisiones eran acertadas.

Tras la revisión de todo, el equipo estaba listo para trabajar. Clay, por el momento, se limitó a ser un espectador en primera fila.

— Vale, Jona, voy a entrar. Dame la marca. — Dijo Tavita, arreglándose el cabello.

— Dentro en tres… dos… uno…

— Como pueden ver, nos ha alcanzado la noche aquí en Cresta Carmesí. Nos hemos alejado de la zona de campamentos y, si miran alrededor, no hay nada más que árboles, oscuridad y un frío brutal.

Según los testimonios que hemos recolectado, es justamente en la noche cuando las cosas raras suceden: personas de negro, camionetas que recorren el lugar y ruidos inexplicables que se escuchan a lo lejos. Si tenemos suerte, podremos ser testigos de alguno de estos hechos, todo en exclusiva para ustedes.

Comenzamos.

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Caminando entre árboles, el equipo avanzaba por la montaña. Las cámaras no dejaban de grabar mientras Tavita narraba a su audiencia lo que ocurría. En un momento de la investigación, hicieron una breve pausa para consultar con Clay sobre algunos puntos de interés mencionados en los testimonios.

— Conozco un lugar. — Dijo Clay. — No es exactamente lo que buscan, pero les encantará. Está como a una hora a pie desde aquí.

— Nos estaríamos desviando del camino… o de lo que sea toda esta ruta entre árboles. — Comentó Jona.

—Créanme, valdrá la pena. — Insistió Clay— Además, si estoy en lo correcto… — sacó un mapa de su mochila y lo iluminó con la linterna. —… sí, justo aquí.

— ¿Qué es eso? — Preguntó Tavita.

— La zona de cavernas. Seguramente es una explicación a esas desapariciones que mencionan. Podría ser útil. Y a donde vamos está justo al lado, ¿ven? — Volvió a señalar el mapa.

El equipo lo pensó. Era cierto que Clay aportaba datos interesantes para enriquecer la investigación, aunque poco relacionados con el tema principal. Pero al tratarse de una investigación de campo, caminar y esperar era parte del plan. Al final, aceptaron.

La caminata duró casi una hora. Llegaron a un lugar similar al bosque anterior, con la excepción de que los árboles eran más gruesos y altos.

— ¿Aquí es? — Preguntó Fran.

—Sí, justamente. — Respondió Clay.

—Es… más bosque. No es la sorpresa que esperábamos. — Dijo Jona.

—Oye, Clay, ¿por qué nos trajiste aquí? — Preguntó Tavita, colocándose a su lado.

— Esperen y lo sabrán.

Clay emitió un silbido de cuatro tiempos. No fue muy fuerte, pero sí lo suficiente para escucharse en la zona. Nada visible o audible ocurrió de inmediato.

— Debe ser por aquí… — Murmuró Clay, mirando alrededor.

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— ¿Qué cosa? — Preguntó Tavita, confundida.

— Ya verán —respondió Clay.

— Oye, ya basta de misterio, ¿sí? Llevamos caminando mucho tiempo. Por lo menos dinos qué querías mostrarnos. — Dijo Fran, molesto.

Un crujido de hojas comenzó a escucharse en el bosque.

— Eso, forasteros. — Dijo Clay, apuntando su linterna hacia la oscuridad.

Entre las sombras se acercaba una silueta. Poco a poco, la luz reveló que era un ciervo con enormes cuernos. Pero lo más sorprendente era que, de ellos, brotaban flores y enredaderas; su pelaje era verde, como la maleza misma.

—Forasteros, quiero que conozcan a Pagor. — Dijo Clay, acercándose al majestuoso animal, que no se intimidaba por la presencia humana.

— ¿Qué… cómo…? — Tavita estaba impactada.

— ¿Es real? — Preguntó Jona, grabando junto con Fran.

— Claro que es real. Es como dije, la bendición del bosque. Pagor es un ciervo macho estéril que nació con estas particularidades gracias a esa bendición. Llevo años visitándolo. Es perfecto para camuflarse.

Tavita sacó su libreta y comenzó a dibujarlo.

— Oye, ya necesitas una podada en tus cuernos, ¿eh? — Bromeó Clay. El ciervo le lamió la cara. — Por lo general, no dejo que nadie vea a Pagor y, hasta donde sé, nadie más conoce su existencia.

— Es increíble y tan hermoso… — Susurró Tavita.

— Adelante, vengan a conocerlo — Invitó Clay.

— ¿Te importa si lo incluimos en el programa? — Preguntó Tavita.

Fascinados, entrevistaron a Clay sobre el ciervo y su vínculo con la bendición del bosque. Clay evitó dar demasiados detalles para proteger la ubicación.

Tras un rato, el ciervo se internó de nuevo en el bosque. Tavita terminó su dibujo y Fran y Jona guardaron buenas tomas.

— Este lugar es fantástico. — Dijo Tavita.

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— Quién sabe cuántos animales así pueda haber en la montaña con el tiempo. — Comentó Clay.

Ambos cruzaron miradas, con una chispa que no supieron si era pura admiración por la montaña o algo más.

— Oigan, debemos movernos. — Interrumpió Jona, apuntándoles con la luz de la cámara.

Llegaron a una zona rocosa llena de bifurcaciones y vegetación: la “zona de cavernas”. El nombre no mentía: cada bifurcación conectaba a un sistema que recorría el interior de la montaña.

— He escuchado cientos de historias de gente que se pierde aquí.

Tal vez esta sea la respuesta que buscan. — Dijo Clay.

— ¿Es seguro entrar? — Preguntó Fran.

— No del todo, pero supongo que eso es lo interesante. — Contestó Clay, asomándose con la linterna. — Hay entradas como esta por toda la montaña, vestigios de cuando Armasa extraía minerales aquí.

— Jona, voy a entrar. Prepara la cámara. — Ordenó Tavita.

— Son casi las dos de la mañana y seguimos investigando. Hemos encontrado un acceso a unas cuevas que, según Clay, llevan años aquí y se extienden por kilómetros. Esto podría explicar las desapariciones, pues es muy fácil perderse. Entraremos a explorar.

Justo entonces, unas luces blancas comenzaron a iluminar los árboles a lo lejos, acompañadas del sonido de motores.

— ¿Chicos? —Tavita temblaba. — ¿Son esas las… furgonetas?

— Rápido, escóndanse en la cueva. — Ordenó Clay.

Dentro, el único punto de vista era la estrecha entrada iluminada tenuemente. Afuera, los motores se detuvieron.

— Deben ser gente del pueblo, patrullando. Veré qué quieren. Si los ven fuera de la zona de acampar, habrá problemas. — Dijo Clay.

Se acercó a los vehículos, encandilado por sus faros, y los miró una última vez antes de avanzar.

—Es extraño… — Dijo Jona.

— ¿Estar en esta situación? —Preguntó Fran.

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— No. Clay dijo que la gente se pierde en estas cavernas… pero este lugar está cerca de donde vive Pagor. Según él, nadie llega aquí.

Así que es poco probable que haya desaparecidos en estas cuevas.

—También dijo que había muchos puntos de entrada. — Recordó Tavita.

—Exacto. Entonces, ¿por qué insistir en traernos aquí? Desde que lo conocimos esta mañana, nos dijo que este lugar podría interesarnos, incluso antes de saber que existía el ciervo.

— ¿Qué estás diciendo, Jona? — Preguntó Tavita.

— Que estamos donde él quiere que estemos.

— Buenas noches, caballeros.

— Identifícate.

— Solo soy un guía… un siervo que sirve a la montaña.

— Estas son las coordenadas. Debe ser él.

— Así es. Los he estado esperando. Los sujetos están en la cueva.

Sean gentiles, por favor. “¿Qué fue lo que dijo?” fue lo único que cruzó por la mente del equipo. Entonces, fueron capturados.

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Confundidos, el equipo de Tu Ojo Misterioso despertó en un lugar extraño, sin tener idea de dónde estaban ni qué era aquel sitio.

Solo había un enorme túnel frío y oscuro, iluminado de forma inquietante por lámparas que, a pesar del entorno, seguían funcionando. La tenue luz les permitía observar un pasillo que parecía no tener fin.

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CAPITULO 8: Sin opciones La conciencia regresó primero a Jona. Tavita y Fran permanecían tendidos en el frío piso de aquel lugar desconocido. Sus cosas, todo el equipo que llevaban consigo, había desaparecido. Jona estaba alerta, aunque no podía recordar qué había pasado. Su única realidad, por el momento, era que se encontraban en un túnel oscuro sin una salida aparente más que seguir caminando… sin mencionar el horrible dolor de cabeza y el cuerpo entumecido.

— Chicos, despierten — Repetía Jona una y otra vez, sacudiendo a sus compañeros para que recobraran el conocimiento. Tras varios intentos, lo consiguió: primero Tavita, luego Fran.

— ¿Qué sucedió? Me duele mucho la cabeza… — Dijo Tavita, reincorporándose—. Ooh… siento el cuerpo entumecido. ¿Qué es este lugar?

— Bienvenida al club. No tengo idea. — Respondió Jona, ayudándola a ponerse de pie y sacudiendo el polvo de su espalda.

— Esto no es el bosque, ¿verdad? — Preguntó Fran con evidente sarcasmo.

Era claro para el equipo que ninguno sabía dónde estaban. Lo único perceptible era un pasillo semicircular que se extendía varios metros, iluminado por luces colocadas justo en medio del techo a lo largo del túnel. Detrás de ellos había una gigantesca puerta doble de metal, muy oxidada, pero no por eso menos resistente.

Lo primero que intentaron fue lo más obvio, abrir aquella puerta.

Sin éxito, como era de esperarse. Jona informó a sus compañeros que todo su equipo había sido confiscado: sin cámaras, sin luces, sin provisiones… nada. Tavita revisó sus bolsillos de manera instintiva, buscando su teléfono celular. Nada. Lo mismo hicieron Jona y Fran.

Estaban completamente aislados en un lugar desconocido.

El equipo debatía sobre qué podían hacer, pero la única opción era seguir avanzando por el túnel, con la esperanza de hallar una salida… si es que existía alguna.

— Creo que no tenemos opción — Comentó Tavita, intercambiando miradas con sus compañeros.

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El pasillo frente a ellos parecía no tener fin, pero era el único camino a seguir si querían salir de allí.

— ¿Dónde se supone que estamos, para empezar? — Preguntó Tavita.

— Es la pregunta más tonta que te he escuchado hacer, Tavita. — Respondió Jona.

— ¿Algún problema, Jona? — Replicó ella, a la defensiva.

— Solo digo que es obvio que ninguno sabemos dónde estamos, ¿sí?

— No tienes que ser tan idiota, Jona, y menos en una situación como esta.

— ¡Ya cállense los dos! — Interrumpió Fran, molesto. — A ver… ¿qué es lo último que recuerdan?

— Hablando de preguntas tontas… — Bufó Jona — Hmmm… estábamos en el bosque…

—Obviamente — Interrumpió Tavita.

—… investigamos el pueblo abandonado…

— Y cayó la noche — Añadió Fran.

De pronto, el equipo se dio cuenta de algo. Alguien faltaba.

— ¡Clay!

— ¡Clay!

— ¡Clay!

Miraron a su alrededor, pero Clay no estaba por ningún lado. Las preguntas comenzaron a acumularse en sus mentes: ¿Dónde estaba Clay? ¿Qué le había pasado? ¿Por qué no estaba con ellos? Nadie lo decía en voz alta, pero todos pensaban lo mismo: ¿habrá sido él quien nos hizo esto? Ninguno de los tres recordaba lo que había sucedido en la zona de cavernas.

Al final, decidieron no dar más vueltas al asunto y comenzaron a caminar por el interminable pasillo. No tardaron en toparse con varios vehículos estacionados en fila. Fran y Jona revisaron uno a uno, buscando algo útil, pero sin éxito. No intentaron encenderlos; aunque funcionaran, la puerta metálica gigante sería un obstáculo 55

insalvable. Fue entonces cuando Tavita vio un vehículo más adelante.

— Chicos, miren allá. — Dijo, señalando con el índice derecho.

Fran y Jona dirigieron la mirada hacia donde ella apuntaba: una furgoneta negra… y no solo una, sino varias. ¿Serán estas las que mencionaban los testimonios? se preguntaron. No tenían logotipos, ni placas, ni marcas de identificación. Eran totalmente ilocalizables.

Además, todo indicaba que llevaban años sin usarse.

— ¿Saben qué significa esto? —Preguntó Jona, pensativo.

— ¿Que estas son las camionetas de los testimonios? — Respondieron Tavita y Fran casi al mismo tiempo, intercambiando una mirada de sorpresa.

—No… bueno, sí, eso también. — Dijo Jona, confirmando que habían pensado lo mismo. — Pero lo que digo es que, si hay vehículos aquí, entonces aquella puerta gigante tiene salida al exterior. Esa es nuestra salida.

Un plan tan simple y tan complicado a la vez… pero el más lógico que tenían.

Continuaron caminando entre más vehículos abandonados hasta llegar al fondo del pasillo. Allí había otra puerta metálica, más pequeña y entreabierta. Con cautela, Fran la empujó para que pudieran pasar. Los recibió una sala oscura, llena de casilleros vacíos y con goteras en el techo. Nadie parecía haber estado allí en años.

—Ok… en serio, ¿qué es este lugar? — Preguntó Tavita.

De repente, la puerta por la que habían entrado se cerró de golpe.

Un sonido mecánico retumbó desde su interior: había quedado sellada herméticamente. La confusión crecía junto con la preocupación. Las luces parpadearon hasta encenderse por completo, cegándolos durante unos segundos. Al recuperar la visión, notaron que la sala era mucho más grande de lo que parecía.

Muchos casilleros estaban abiertos y vacíos, otros contenían ropa.

Intentaron abrir la puerta cerrada, sin éxito. Estaban atrapados. La discusión sobre quién tenía la culpa comenzó a tensar el ambiente; el grupo se fragmentaba poco a poco.

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Tavita, alejándose de la pelea, comenzó a revisar los casilleros.

Encontró uniformes negros en algunos. La conexión era clara: casilleros, uniformes negros, vehículos negros… Quien trabajara allí tenía relación directa con los testimonios. Pero, ¿cómo era posible?

El lugar estaba en ruinas y los vehículos llevaban años sin moverse.

Lo que parecía cobrar sentido se desvanecía con cada nueva pregunta.

— ¡Oigan, ustedes dos! ¡Cierren la boca un segundo! — Gritó Tavita— Tenemos que concentrarnos, ¿sí? Debemos buscar cómo salir de aquí.

— ¿Salir? Ni siquiera sabemos dónde estamos, Tavita. Puede ser cualquier parte. Lo único claro es que la salida estaba allá atrás. — Replicó Fran, señalando la puerta cerrada.

— Bueno, no puede ser la única salida. Piénsenlo… miren allá. — Indicó con la mirada hacia el fondo de la habitación, donde había otra puerta. — Quizá nos lleve a otra parte, con suerte a un lugar donde podamos escapar o, al menos, saber dónde demonios estamos. De cualquier forma, es mejor que quedarnos aquí oliendo a humedad.

— No tenemos opción, ¿verdad? — Comentó Jona.

— Parece que no. — Respondió Fran.

“No tenemos opción” era la única motivación que los movía. La incertidumbre, el miedo y la inseguridad los acompañaban en cada paso. Pronto obtendrían respuestas… pero no a las preguntas que esperaban. Y es que, cuando algo tiene sentido, no siempre es para bien.

El equipo atravesó la puerta.

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CAPITULO 9: Hedor a…

— Deja la puerta abierta. No queremos que se cierre de nuevo. — Fue lo primero que dijo Jona al cruzar la puerta. Intentaba alegrar un poco los ánimos, pero Fran solo lo ignoró. Y, en efecto, la puerta se cerró.

No pasó mucho tiempo antes de que un fuerte hedor rodeara al equipo. Era un olor horrible, bastante pesado, si se pudiera describir así.

—Uhh, uhh, aquí huele a… ni siquiera sé a qué diablos huele. — Dijo Tavita, tapándose la boca y la nariz con las manos. Fran y Jona hicieron lo mismo.

— Si la gente que trabajaba aquí se fue por algo, seguro fue por el olor. — Comentó Jona.

Ahora se encontraban en un área más abierta llena de cubículos con escritorios. En otro tiempo, esos cubículos, separados por paredes de cristal, debieron lucir impecables, pero ahora los cristales estaban mugrientos y las computadoras deterioradas. Para sorpresa del equipo, aún encendían.

—Estas computadoras tienen por lo menos diez años aquí. Tal vez más. — Comentó Jona, juzgando por la apariencia y el arranque de la computadora que el equipo encendió.

Una palabra apareció en el monitor, en brillantes letras blancas: PROELIUM Debajo, la leyenda: INGRESE NÚMERO DE IDENTIFICACIÓN. — PROELIUM. ¿Qué creen que signifique? ¿El fabricante? — Preguntó Tavita.

— O el nombre de este lugar —añadió Jona.

Los tres cruzaron miradas y voltearon a su alrededor. No había indicios claros que les dijeran qué era aquel lugar, solo tenían ese 58

nombre en la pantalla: PROELIUM. Fran encendió otra computadora, que mostró lo mismo que la anterior.

— Esto puede ser bueno. — Dijo Tavita.

— ¿Qué es bueno? — Preguntaron Jona y Fran.

—Este lugar parece tener una administración increíble.

Computadoras, vehículos y el nombre en esa pantalla. Si es una empresa tan grande como aparenta, el edificio debe contar con una salida para los empleados, incluyendo una de emergencia. Normas básicas de seguridad.

Tavita siempre hacía ver todo muy fácil, como si fuera su don para resolver problemas. Esta virtud le había valido antes la oportunidad de conseguir varias entrevistas.

—Lo haces sonar muy fácil. — Comentó Fran.

—A no ser que tengan otra idea, creo que es lo mejor que podemos hacer. — Respondió Tavita.

El equipo comenzó a buscar algún señalamiento en las paredes, algo que dijera “SALIDA” o “RUTA DE EVACUACIÓN”, pero en aquel lugar solo se leían tres cosas en unos letreros verdes parpadeantes: ZONA DE RECREACIÓN / BAÑOS — en la pared izquierda ZONA GENERAL — frente a ellos DORMITORIOS / COMEDOR / BAÑOS — en la pared derecha Mientras miraban la habitación, Fran notó una pequeña luz roja parpadeante en una esquina. ¿Cámaras, tal vez?

—Oigan, chicos, miren allá. — Dijo Fran, apuntando a la luz roja parpadeante. — Nos observan.

La atención de todos se dirigió hacia la supuesta cámara.

Comenzaron a surgir preguntas: ¿realmente era una cámara? ¿Quién los observaba? ¿Para qué?

Sus años como investigadores les dieron la idea de proceder así: tres puertas, tres elementos; cada uno se fue a revisar una de las puertas para cubrir más terreno, como en investigaciones anteriores 59

en casonas embrujadas y haciendas abandonadas, aunque ahora no contaban con micrófonos ni equipos para registrar su experiencia.

—Nos vemos aquí en cinco minutos, ¿de acuerdo? — Dijo Tavita, de nuevo siendo la voz que dirigía al equipo.

— ¿Si sabes que no tenemos reloj, verdad? — Respondió Fran antes de que los tres se separaran.

Jona se dirigió a la puerta marcada con “ZONA DE RECREACIÓN”.

Fran se dirigió a la puerta marcada con “ZONA GENERAL”.

Tavita se dirigió a la puerta marcada como “DORMITORIOS”.

El destino era muy peculiar. Esos cinco minutos se convertirían en el inicio que cambiaría el rumbo de la investigación de forma inimaginable, así como igual de inimaginable era que esa sería la última vez que los tres estarían juntos.

ZONA DE RECREACIÓN — SITIO CONFIDENCIAL — JONA Jona cruzó la puerta que daba a un pequeño pasillo blanco y, al final de este, otra puerta que conectaba a la zona de recreación. Era un lugar amplio con varias máquinas expendedoras de comida y juegos recreativos: mesas de billar, tenis de mesa, mesas para jugar cartas e incluso máquinas de videojuegos.

Tan fascinante como sonaba aquella descripción, no era eso lo que resaltaba del lugar, sino las manchas de sangre en las paredes y el estado de destrucción en que se encontraba. Jona se quedó un momento en completo silencio; aquella no era una escena agradable, pero aun así continuó registrando el lugar.

En la zona había dos puertas más: una al fondo del lugar y otra a la derecha, a la mitad del muro, bloqueada por mesas apiladas y sillas.

Escondidos tras una barra de bebidas había cuerpos de personal científico, a juzgar por sus vestimentas, lo que hizo retroceder a Jona. La apariencia de los cuerpos no era putrefacta, sino de un color verdoso, tal vez debido a la humedad del lugar.

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Jona avanzó lentamente, pero no encontró más cuerpos ni algo útil, como un mapa. Se dirigió a la puerta que estaba al final del lugar, la cual lo condujo a unos baños. El aspecto era similar: deteriorado y sucio. Las llaves aún tenían agua corriente, así que Jona aprovechó para dar unos cuantos sorbos, sin importarle si era agua limpia o no.

El hedor se había intensificado en ese lugar, casi insoportable. Jona observó los cubículos de los retretes, que estaban cerrados. Era una escena que había visto cientos de veces en películas de terror; al abrir una de las puertas seguramente habría una sorpresa horrible esperándole dentro.

— Vale, terminemos con esto. — Pensó Jona y comenzó a abrir los cubículos. No había nada en ninguno, hasta que llegó al último.

— ¡Aaah, debe ser una broma! — Se dijo a sí mismo. Sin pensarlo, pero preparado para lo que fuese, abrió la puerta del cubículo. Otro cadáver, aunque ya casi reducido a huesos, y un pequeño revólver en el suelo. El hombre se había quitado la vida ahí dentro.

Jona no pudo contenerse más y corrió al retrete de al lado, donde vomitó.

— Mierda, mierda. —Decía al aire entre cada pausa antes de volver a vomitar.

Aún arrodillado frente al retrete y recuperándose del asco, escuchó un sonido en la habitación adyacente, un ruido como de tela desgarrándose. Curioso, se levantó, se limpió la boca con la manga izquierda y fue a abrir la puerta para comprobar qué había causado aquel extraño sonido.

Eran los cadáveres que había visto antes. Estaban de pie.

ZONA GENERAL — SITIO CONFIDENCIAL — FRAN Un pasillo separaba la zona de cubículos de la zona general. Fran caminaba distraído, sorprendido por lo limpias que se mantenían las paredes, hasta que algo lo detuvo. Era una especie de puerta de cristal que daba a una pequeña cámara aislada: un baño de desinfección, a juzgar por el señalamiento de “peligro biológico” en la puerta.

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Justo en la parte superior de la entrada, había otra luz roja parpadeante, otra cámara que los vigilaba.

Fran se asomó por la puerta de cristal; no había nada fuera de lo normal, pero estaba demasiado dura para abrirse. Intentó empujarla, jalarla e incluso levantarla, sin éxito.

Se sintió como un tonto cuando vio un pequeño botón rojo al costado izquierdo de la puerta. En un acto de ingenuidad, miró a la cámara y dijo: — Espero que lo hayan grabado.

Oprimió el botón rojo y la puerta de cristal se abrió, deslizándose hacia la izquierda e incrustándose en la pared. Algo inseguro, Fran ingresó a la cámara de cristal y, apenas dio unos pasos, la puerta volvió a cerrarse.

BAÑO DESCONTAMINANTE INICIADO. POR FAVOR, ESPERE A QUE EL PROCESO TERMINE. Dijo una voz robótica femenina mientras el lugar comenzaba a llenarse de vapor y rociadores con líquido esterilizante.

LIBERANDO PUERTAS

Un pequeño pitido indicó que las puertas de la cámara de desinfección se habían abierto. Fran salió y el pasillo lo condujo a otra puerta deslizable de metal. Estaba entreabierta y atascada, seguramente por todo el tiempo que había permanecido así.

Fran asomó la mirada por la abertura y pudo notar que del otro lado había una enorme habitación llena de muebles regados por todas partes; era una escena caótica, como si un huracán hubiese sacudido la sala entera.

Fran se escabulló por la apertura para investigar el gran salón caótico, abriéndose paso entre escombros, restos de muebles y piedras.

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— No luce nada bien. ¿Qué demonios pasó aquí? —Se dijo a sí mismo.

Además de la puerta por la que había pasado, se visualizaban otras tres puertas, muy similares a las de la zona de cubículos donde estaban antes. Pero solo una de ellas estaba abierta, o al menos eso indicaba la luz verde arriba de la puerta, la que estaba justo frente a él.

Estaba por inspeccionar la zona cuando una mano lo tomó firmemente del tobillo.

— ¿Qué mierda? — Dijo Fran en voz alta, dando un salto hacia atrás y tropezando con los escombros.

Frente a él se alzó una persona que se retorcía mientras se incorporaba. Su piel estaba deteriorada y su mejilla izquierda había sido arrancada. Fran no pudo expresar palabras, solo contemplaba cómo aquella persona de apariencia monstruosa se levantaba y lo observaba. Sus ojos pasaron de blanco a un blanco rojizo.

De su boca solo salía un sonido particular: lamentos ahogados e interrumpidos.

Fran se levantó tan rápido como pudo y tomó distancia. Al fondo de la sala, otros tres cuerpos se habían levantado, vestían batas blancas y lucían igual que el primero.

En un solo movimiento, todos fijaron su atención en Fran y lanzaron un grito estremecedor.

DORMITORIOS — SITIO CONFIDENCIAL — TAVITA Tavita se encontró en un pasillo que se dividía en dos direcciones.

Uno conducía a los dormitorios y el otro, según indicaba un símbolo de tenedores en la pared, a un restaurante. Pensó que sería buena idea buscar algo de comida para ella y sus compañeros, así que avanzó hacia el comedor. Sin embargo, su decisión se vio interrumpida por una puerta que parecía atrancada, resistiéndose a abrirse. El olor que habían percibido desde que llegaron al complejo era mucho más intenso del otro lado de esa puerta. Aquello le dio mala espina y decidió retroceder.

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— Tal vez sea comida putrefacta — Pensó, tratando de tranquilizarse —, y el hedor se ha esparcido por todo este lugar.

Regresó al punto de intersección y tomó el pasillo hacia los dormitorios, hasta llegar a una puerta cerrada con un cierre electrónico controlado por un dispositivo con escáner a un lado. Se acercó y probó abrirla, pero no tuvo éxito. Observó la pantalla, que mostraba la silueta de una mano. Dedujo que la puerta solo se abría para el personal que trabajaba allí. Sin muchas esperanzas, colocó la mano… y para su sorpresa, la puerta se abrió sin problemas.

— ¿Qué…? — Murmuró, desconcertada.

Entró con cautela, notando gracias a la luz del pasillo varias camas en literas, dispuestas contra las paredes y dejando un pasillo central iluminado tenuemente.

— ¿Hola? — Preguntó, sin esperar respuesta.

Instintivamente buscó un interruptor. Un chispazo y un zumbido anunciaron que las luces se encendían. La habitación parecía tranquila, sin nada fuera de lo común. Caminó unos pasos más, llamando a quien pudiera escucharla, hasta que algo llamó su atención: una libreta negra en el suelo, con la palabra PROELIUM impresa en la portada. Al tomarla, sintió un impulso familiar; era como volver a ser reportera, confiando en un cuaderno para registrar hallazgos y testimonios.

Al hojearla, encontró información intrigante. Al principio eran frases inconexas, pero pronto se dio cuenta de que contenía registros de experimentos realizados allí.

LOTE XNK — NÚMERO 023 Sujeto de prueba: conejo macho La inserción directa, por vía intravenosa, de la forma de vida Xankus se realizó a las 06:00 horas. Durante las siguientes dos horas y catorce minutos de monitoreo continuo, el sujeto presentó su primera reacción: aumento de masa corporal.

No se registraron otras reacciones. El sujeto fue enjaulado y entregado al Dr. Brahams para seguimiento.

— ¿Forma de vida Xankus? — Susurró Tavita.

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Siguió leyendo. La mayoría de las entradas eran similares, hasta que una destacó.

LOTE XNK — NÚMERO 592 Sujeto de prueba: conejo macho La inserción directa, por vía intravenosa, de la forma de vida Xankus se realizó a las 17:31 horas. Ocurrió algo sin precedentes: el sujeto no ganó masa corporal, pero su pelaje comenzó a caer a los pocos minutos.

Pasadas quince horas, el pelaje creció de nuevo, completamente negro. El caso fue enviado a los genetistas de alto mando de PROELIUM junto con el sujeto. Es posible que estemos ante una nueva cepa.

— PROELIUM otra vez. — Pensó Tavita.

CEPA XNK—12 La nueva cepa supera todo lo que PROELIUM había imaginado. Su capacidad para regenerar células y potenciar la producción de aminoácidos es milagrosa. Las pruebas con animales nos han dado pruebas sólidas de que, si se perfecciona, será nuestra mina de oro.

La doctora Saied estará complacida.

Tavita continuó pasando páginas hasta llegar a las últimas, que tenían una caligrafía diferente. Un pliego doblado cayó al suelo: un mapa del lugar con varias zonas marcadas en rojo. Lo dejó a un lado, consciente de que sería útil, y siguió leyendo.

Ya no sé cuánto tiempo hemos estado aquí. Tampoco sé si alguien leerá esto, pero si lo haces, estás muerto, de una forma u otra. Escribiré mientras conserve cordura.

Tavita dudó antes de continuar, pero la curiosidad ganó.

Seguramente tienes muchas preguntas sobre este lugar y sobre por qué estás aquí. Lee todo este cuaderno y lo sabrás. En 65

cuanto a cómo llegaste… supongo que paseabas por Cresta Carmesí y, de pronto, despertaste aquí, como todos. Felicidades: eres un sujeto de pruebas, o así nos llama esa voz que no ha dejado de sonar desde que llegamos.

Me llamo Briana, y encontrarás mi cuerpo en el vestidor de los dormitorios. No lo abras, confía en mí, no es una imagen que quieras ver.

He estado encerrada aquí sin fuerzas para buscar la salida. Solo puedo ayudarte confiando en que leas lo siguiente: esas cosas que atacan son los que vinieron antes que nosotros, convertidos en caníbales. No los enfrentes, o acabarás igual.

Si ves a mi amigo Charled, con playera azul y pantalones negros, acaba con él para que podamos reunirnos en el otro lado. Si logras salir, haz que PROELIUM lo pague caro.

Tavita cerró la libreta, paralizada. Aquello confirmaba que no eran los primeros… pero no explicaba del todo qué era Xankus. Se volvió hacia el armario del dormitorio; estuvo a punto de abrirlo.

— ¿Briana? —Llamó.

Silencio. Quizá un ruido, aunque imposible de identificar.

—Voy a salir de aquí, lo prometo. — Susurró, apartándose.

Volvió la vista al mapa, fijándose en una zona marcada en rojo: la zona general, donde había ido Fran. La nota decía que “esas cosas” seguían ahí. Sin perder tiempo, Tavita se apresuró a reunirse con sus compañeros, temiendo lo peor.

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CUBÍCULOS — SITIO CONFIDENCIAL — HORA DE REUNION Corriendo lo más rápido que pudo, Tavita se apresuró a regresar a la zona de cubículos. Justo cuando llegó, Jona atravesó la puerta que daba a la zona de recreación con el rostro completamente aterrorizado.

— ¿¡Jona!? ¿¡Jona, estás bien!? — Tavita se dirigía hacia él.

— ¡No te acerques a la puerta, no te acerques! —Respondió Jona, cerrándola y retrocediendo poco a poco.

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Del otro lado se escuchaban golpes que sacudían la puerta, provocando un gran estruendo en todo el lugar. Jona respiraba agitadamente, intentando recuperar el aliento. Tavita recordó entonces la zona general marcada en rojo en el mapa… y a su amigo Fran.

— ¡Aay, no!… ¡Fran! — Exclamó, acelerando el paso hacia la puerta de acceso a dicha zona. Jona la siguió.

Atravesaron el pasillo por el que Fran había pasado antes y llegaron hasta la puerta de la cámara de desinfección. A través de ella podían ver, al fondo, la puerta entreabierta por la que Fran se había escabullido. Había un alboroto del otro lado: un brazo atravesó la apertura y, enseguida, apareció medio cuerpo de Fran, forcejeando para regresar.

— ¡Fran! ¡Fran! — Gritaba Jona, golpeando la puerta de la cámara de desinfección. Su desesperación no les permitía notar el botón que abría la puerta.

Fran lanzó un grito desgarrador mientras algo lo jalaba hacia atrás.

Se sostuvo con los antebrazos de la puerta para no ser arrastrado, y con un rápido movimiento logró liberarse del agarre de los seres que lo perseguían. Cayó al suelo al lograr atravesar la puerta, mientras varios brazos se estiraban desde la apertura intentando atraparlo.

Cojeando, Fran se apresuró hacia la cámara. Uno de los seres consiguió pasar por la abertura y corrió directamente hacia él. La puerta de la cámara de desinfección se había abierto y Fran entró, observado impotentemente por sus compañeros.

Pero antes de cerrarse por completo, la puerta fue bloqueada por el cuello del ser que intentaba morderlo a toda costa. Fran comenzó a patearlo para apartarlo, pero uno tras otro más seres empezaron a entrar por la puerta entreabierta que conectaba a la zona general.

PUERTA DEL BAÑO DESCONTAMINANTE ATASCADA. POR FAVOR, LIBERE LA PUERTA PARA PROCEDER.

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La voz femenina repetía el mensaje mientras la horda de criaturas se acumulaba cada vez más del otro lado. Jona y Tavita golpeaban la puerta y presionaban el botón rojo, intentando sacar a su compañero, pero la puerta no podía abrirse hasta que la otra se cerrara y el proceso químico terminara.

Todo ocurrió en segundos. La puerta cedió, la horda entró y Fran fue engullido en un baño de sangre carmesí que salpicó y escurrió por las paredes translúcidas de la cámara de desinfección. Lo único que quedó de él fue su mano apoyada en la pared, intentando inútilmente alcanzar a sus compañeros.

Jona y Tavita miraron por primera vez el rostro mismo de la muerte, reflejado en aquellos seres que se agolpaban salvajemente al otro lado, con ojos sangrientos llenos de ira y barbarie.

En ese momento, mientras Fran era devorado vivo, comprendieron algo: aquel hedor que habían percibido desde que entraron a la misteriosa instalación, ese que los había estado incomodando todo el tiempo… era el hedor a muerte.

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CAPITULO 10: Vida o muerte — ¿Te agrada la idea, entonces? — Preguntó Fran a Tavita.

— ¿Lo del programa? No lo sé, suena muy complicado. Interrumpiría nuestros deberes en la escuela; además, mi tesis está casi terminada y no quiero distraerme. — Respondió Tavita, recargada en el árbol donde ella y Fran siempre se recostaban dentro del campus.

— No te digo que lo hagamos ahora, pero sería algo divertido en el futuro. ¿No lo crees? — Fran se puso de pie. — Imagínate: investigamos casos, nos hacemos famosos… quién sabe, igual hasta salimos en televisión si nos va bien.

— ¿En serio me estás pidiendo que salgamos a… qué? ¿Buscar fantasmas? — El sarcasmo en las palabras de Tavita era evidente.

—Y también otras cosas. Internet está lleno de programas como esos…

— ¿Y por qué crees que a nosotros nos iría bien si ya hay muchos programas iguales, eh? — Preguntó Tavita, interrumpiendo a Fran.

— Porque esos programas no te tienen a ti — Fran apuntó con ambas manos a Tavita. —, la carismática Tavita Mucenti… hasta tu nombre suena de artista, ¿lo sabes, no?

—Primero, mi nombre es todo menos interesante. Segundo, yo quiero ser reportera, no una caza fantasmas…

—Y también investigadora de casos extraños. — Agregó Fran.

—…Y tercero, ni tú ni yo sabemos cómo hacer un programa. Tú solo manejas la cámara, pero no es suficiente.

— Por eso contrataremos a alguien que sí sepa hacerlo. Claro, tendremos que convencerlo de que trabaje gratis mientras hacemos fama, pero en el campus hay muchos interesados en hacer pruebas de campo; seguro habrá alguien que le interese.

—En serio tienes todo planeado, ¿no? — Comentó Tavita.

—Tanto así que incluso ya tengo nuestro primer caso. Mira esto. — Fran se sentó junto a Tavita. — La casa de los Miller. Dicen que, de noche, se escuchan los lamentos de la familia que murió ahí. Con suerte podremos grabar algo.

—También dice que hay vigilancia constantemente — Dijo Tavita.

— Bueno, lo peor que nos puede pasar es que nos atrapen.

— Bueno, lo peor que nos puede pasar es que nos atrapen.

— Bueno, lo peor que nos puede pasar es que nos atrapen.

— Bueno, lo peor que nos puede pasar es que nos atrapen.

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Las palabras de Fran resonaban en la cabeza de Tavita. Hace solo unos minutos estaban juntos y, en un giro drástico del destino, Fran se había ido para siempre.

Jona leía el cuaderno que hasta ese momento Tavita había mantenido con ella. Estaban de regreso en los dormitorios.

— ¿Qué mierda es este lugar? ¿¡QUÉ MIERDA ES ESTE LUGAR!? — Jona maldecía mientras hojeaba las páginas del cuaderno. Tavita permanecía mirando a la nada, sin decir palabra.

No lloraba; no sabía si el shock se lo impedía o si su cuerpo, por instinto de supervivencia, simplemente se negaba a hacerlo para evitar ser escuchados.

— Tavita, ¿qué es esto? — No hubo respuesta.

— ¡Tavita, maldición, di algo! — Reclamó un enfurecido Jona.

Tavita volvió a la realidad, arrastrada por aquel recuerdo que atesoraba con su difunto amigo.

— ¿Por qué me preguntas a mí? — Sus palabras fueron cortantes.

—Vaya, ya hablas. Muy bien. Dime dónde encontraste esto. ¿Qué mierda es todo esto?

— Dentro de ese armario hay una chica muerta. Puedes ir a preguntarle a ella. Lee la última nota, Jona.

Incrédulo, Jona pasó las páginas hasta llegar a la última. Tavita prosiguió: —Somos un experimento, al parecer. Y, si hay algo bueno en todo esto, es que resolvimos el misterio de Cresta Carmesí: la gente desaparecida son ahora monstruos caníbales que quieren comernos. ¡MUCHAS MALDITAS FELICIDADES! — Tavita pateó la base de una de las camas, provocando un fuerte traqueteo metálico. Un grito cargado de furia y desconsuelo fue lo siguiente que salió de su boca.

Jona terminó de leer la nota.

— No puede ser verdad esto. Debe haber otra razón — Dijo Jona.

Tavita rio entre dientes.

—Mira quién es ahora el que dice tonterías. — Lo encaró — Piénsalo, ¿sí? ¿Por qué una chica escribiría esto en su lecho de muerte sin saber si alguien encontraría su nota? Además, todo 71

encaja: las camionetas que vimos en la entrada, los uniformes negros, los experimentos… o lo que sea que diga esa libreta. Las personas desaparecidas fueron secuestradas y traídas aquí para morir. —Suspiró — A morir…

— Oye, oye, tranquila, ¿sí? Recuerda lo que dijiste: debe existir una salida de emergencia. Solo hay que encontrarla.

—Eso fue antes de saber que este lugar estaba lleno de esas cosas horribles.

— ¿Qué, los zombis? — Dijo Jona.

— ¿Los qué? —Respondió Tavita.

— Los zombis. Esas cosas… zombis.

— No digas eso, por favor.

— ¿Qué?

— Zombis. No lo digas, suena estúpido. — Tavita disfrazaba el miedo con enojo— Debe tratarse de algo muy diferente.

—De acuerdo… pero esas cosas… — Enfatizó Jona. — se ven muy similares a muchas criaturas que vi en películas de zombis, así que…

— ¡Como sea, no podremos escapar de ellos! — Interrumpió Tavita abruptamente.

Tiene razón, no pueden.

Aquella voz robótica sonó por los altoparlantes del lugar. No se distinguía si era masculina o femenina. Jona y Tavita se pusieron en alerta.

— ¿Tú escuchaste eso, cierto? — Preguntó Jona.

—Sí.

Perdonen mi repentina interrupción, pero no me fue posible monitorearlos hasta ahora. Siento lo de su amigo, aunque las bajas numéricas son una constante en estos experimentos.

— ¿QUIÉN MIERDA ERES TÚ? —Tavita enfureció.

72

Soy su única esperanza si desean escapar de ahí con vida, joven Tavita. En estos momentos todas las rutas hacia la salida se encuentran obstruidas por nuestros sujetos de prueba. No podrán sortearlos así nada más.

— Sujetos de prueba… ¿así llamas a todas las víctimas? — Comentó Jona.

En realidad, no todos son víctimas, como tú los llamas. La mayoría de ellos fueron alguna vez nuestros queridos colaboradores.

— ¿Qué es lo que quieres? —preguntó Tavita.

Ayudarlos, por supuesto.

Tavita y Jona se miraron el uno al otro.

— ¿Ayudarnos? ¿Por qué?

Digamos que tengo motivos muy personales.

—Respóndenos algo. ¿Por qué deberíamos creerte, si ustedes fueron los que nos pusieron aquí en primer lugar?

No tienen que hacerlo si así lo desean. Pero sus probabilidades de sobrevivir son prácticamente nulas si no siguen mis indicaciones. Ustedes eligen.

Hubo un momento de silencio. La incertidumbre que generaba aquella voz misteriosa, que ofrecía su ayuda a dos desconsolados jóvenes que acababan de perder a un amigo, les daba un atisbo de esperanza… aunque ninguno de los dos quería admitirlo.

— ¿Qué tenemos que hacer? — Preguntó Jona.

73

Por ahora, solo seguir mis indicaciones. A cambio de su cooperación, responderé a sus preguntas, siempre y cuando sigan avanzando, y claro, les brindaré la oportunidad de salir con vida del complejo.

—Muy bien, comencemos ahora. ¿Por qué no nos dices qué es este lugar? — Preguntó Tavita.

Muy bien. Consideren esto un acto de confianza. Actualmente, se encuentran en la instalación subterránea de investigación y desarrollo de PROELIUM, justo debajo de Cresta Carmesí.

Como habrán notado, el lugar sufrió un pequeño “percance” que truncó repentinamente su operación.

— ¿Un percance? Suena más a un apocalipsis zombi, si me lo preguntas — Dijo Jona.

Oh, esos no son zombis, como dices.

Tavita volteó a ver a Jona con una mirada que claramente decía “te lo dije”.

Son algo fascinante en cuestiones biológicas. Claro que no son el resultado esperado. A decir verdad, aún no tenemos un nombre oficial para estas criaturas. Como dije, nuestra investigación se vio interrumpida por dicho percance.

— ¿Ese “percance” tiene algo que ver con el Xankus? — Preguntó Tavita.

Se terminaron las preguntas por ahora. Avancen, por favor. Si logran llegar a su primer punto de destino, con gusto seguiré asistiéndolos con sus dudas.

—Bien, dinos qué tenemos que hacer — Dijo Tavita.

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Perfecto. Es una sabia decisión de su parte. Permítanme un momento mientras estudio la situación actual del complejo.

Será solo un minuto.

La voz robótica, serena y misteriosa dejó de escucharse por los altoparlantes. Ni Tavita ni Jona estaban completamente seguros de si podían fiarse de esa voz, pero era la única fuente de información que tenían por el momento. Quienquiera que fuese, sabía mucho sobre el lugar y lo que estaba sucediendo.

Pasaron poco más de cinco minutos y la voz regresó. Los condujo hasta la puerta que Tavita ya había intentado abrir antes, la que conducía al comedor. Mientras caminaban hacia ella, Tavita lanzó una pregunta: —Oye, voz extraña… ¿cómo es que puedes escucharnos?

Creo que quedó claro cuando dije que no más preguntas hasta que llegasen a su primer destino. Aunque… me parece una pregunta válida, guiada por la curiosidad y las circunstancias.

Todos ustedes fueron implantados con un pequeño chip desarrollado por PROELIUM, muy cerca de su oreja derecha.

Este chip nos permite monitorearlos en todo momento: posición exacta dentro del complejo y, por supuesto, escucharlos.

— No debí haber preguntado. — Comentó Tavita.

Estamos de acuerdo.

Tavita y Jona caminaron hasta llegar a la puerta que daba acceso al comedor.

Es por esa puerta.

— Oye, ya intenté abrir esta puerta. Está atorada.

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No se preocupen, yo puedo encargarme de la puerta desde aquí. Aunque debo advertirles que lo que hay del otro lado no es para nada agradable. Voy a pedirles que se alejen de la puerta.

La puerta comenzó a abrirse haciendo ruidos de forcejeo. El olor repugnante que había percibido Tavita antes los golpeó de lleno.

Ante ellos se encontraba un lugar lleno de cadáveres, unos reducidos a huesos y otros aún en estado de descomposición. Tavita y Jona contuvieron las ganas de vomitar.

Me disculpo por hacerlos pasar por aquí. Créanme cuando les digo que esta es la ruta más segura para proceder.

— Ninguno de ellos se levantará… ¿verdad? — Preguntó Jona con inseguridad.

Por supuesto que no. Todos ellos murieron de hambre, no fueron contaminados. Siéntanse libres de acceder.

Ambos atravesaron la puerta, que se cerró inmediatamente después. Los cadáveres que reposaban en el lugar adoptaban diversas posiciones: algunos estaban sentados, otros tirados en el suelo o sobre las mesas. Era como ver muñecos colocados en posturas estrafalarias.

—Es inquietante. — Comentó Tavita.

Es el comedor sur, destinado al personal de rango operativo y administrativo. Sé que es difícil, pero por favor ignórenlos y presten atención a lo que estoy por decirles.

Frente a ustedes tienen otra puerta. Del otro lado los espera un pasillo que los conducirá a la zona general.

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— Oye, oye, oye… ¿Te refieres al lugar donde estaban todas esas cosas que…? — Tavita cortó la pregunta de golpe al recordar que fue ahí donde Fran terminó devorado.

Su preocupación es justificada, joven Tavita. Pero confíen en mí. Deberían preocuparse por lo siguiente.

— ¿De qué hablas? —Preguntó Jona.

En el pasillo que conecta este comedor con la zona general hay dos sujetos de prueba deambulando libremente. Hagan lo que sea para sortearlos; solo no dejen que los muerdan.

— No puedes estar hablando en serio. ¿Tu plan es que nos enfrentemos a esas cosas y esperar salir ilesos? — Reclamó Tavita.

— Y aun si lo lográramos… ¿qué esperas que hagamos con los demás en la zona general? — Agregó Jona.

Si desean sobrevivir, tendrán que encararlos tarde o temprano. Háganlo o pueden quedarse aquí, acompañando al resto de cadáveres que esperaron por una solución que jamás llegó. Ustedes eligen.

La voz misteriosa adoptó un tono más serio que de costumbre.

Antes sonaba amable y servicial; ahora parecía más autoritaria.

— ¿Qué hacemos? — Preguntó Tavita.

— Bueno… yo encontré esto en un baño cuando fui a investigar por mi cuenta. — Dijo Jona, sacando el revólver que había sustraído del cadáver.

— ¿Un arma? ¿Por qué no me dijiste que la tenías?

— Lo siento, descubrir que hay zombis en este lugar me hizo olvidarlo. — Contestó Jona con sarcasmo.

— Que no digas eso. — Recalcó Tavita, molesta.

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Tavita y Jona miraron el revólver. Ninguno sabía usar un arma ni si funcionaba. Con cuidado de no dispararla, intentaron comprobar si tenía municiones. Tavita le pidió a la voz extraña que los auxiliara, y esta accedió sorpresivamente. Les explicó cómo liberar el tambor y contar los proyectiles. Solo había cuatro tiros.

Debo decir que es una idea excepcional usar un arma de fuego contra los sujetos de prueba. Terminar de forma definitiva las funciones cerebrales es el mejor método para eliminarlos.

— ¿Sabes? Pudiste solo decir “dispárenles en la cabeza” — Respondió Jona.

Desde luego, no lo recomiendo. El estallido del arma retumbará en las instalaciones y hará que los sujetos de prueba que permanecen en reposo despierten. Eso arruinaría el plan que tengo previsto para ustedes.

Tavita y Jona quedaron en silencio.

En resumidas cuentas: si quieren seguir adelante, no usen el arma… al menos por ahora.

El miedo de Tavita y Jona creció aún más. Debían encarar directamente a esas cosas.

— ¿Qué nos sugieres hacer? — Preguntó Jona.

Están en un comedor. Seguro encontrarán algo para defenderse.

Los dos comenzaron a recorrer el lugar, pasando entre los cadáveres y casi tropezando con ellos. Solo hallaron charolas de plástico y cuchillos, lo único decente para usar como armas. Ambos pensaron que era una locura, pero no tenían otra opción que confiar ciegamente en la voz que les ofrecía ayuda.

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Así pues, se prepararon para salir y enfrentar a los sujetos de prueba.

La voz abrió la puerta que daba al pasillo, y ahí estaban: dos seres completamente quietos y de pie. Eran dos mujeres, o al menos eso parecía por sus ropas: falda ajustada, camisa blanca y saco azul, todo rasgado y deteriorado.

Usando las charolas como escudos y los cuchillos como armas, Tavita y Jona se acercaron lentamente. Parecían dormir de pie, con los ojos cerrados y la cabeza inclinada hacia el suelo. Con extremo sigilo avanzaron, empuñando firmemente el cuchillo. Los cuerpos de aquellas mujeres se sacudían de vez en cuando, como si tuvieran frío, lo que mantenía a Tavita y Jona en alerta máxima.

Jona se pegó a la pared, a escasos centímetros de una de ellas, hasta quedar cara a cara. Contuvo la respiración hasta que cruzó al otro lado. Era el turno de Tavita, pero ella se quedó inmóvil: no quería terminar como Fran.

Desde el otro lado, Jona le hacía señas para que cruzara, pero ella no se movía. Finalmente, comenzó a dar los primeros pasos. Lenta y segura, avanzó para esquivar a las criaturas. Solo tomó un segundo… un pequeño descuido. Tal vez su respiración era demasiado agitada y ruidosa, o quizá tocó por accidente a una de las mujeres. Cuando se dio cuenta, Tavita estaba cruzando miradas directamente con una de ellas.

Tavita no pudo hacer más que gritar y correr hacia Jona. Este, temerario, se lanzó a salvarla del ataque de ambas mujeres, que ya habían despertado y se abalanzaban ferozmente. Jona golpeó con fuerza la cabeza de una usando la charola, logrando que retrocediera tambaleante. La otra se lanzó sobre él, derribándolo al suelo. Con una fuerza increíble trataba de morderlo, pero él resistía con la charola como escudo entre ambos.

Tavita forcejeaba con la otra mujer. La saliva de la criatura goteaba sobre su brazo mientras intentaba arrancarle el rostro a mordidas, pero Tavita usaba el miedo como fuerza para mantenerla alejada.

Sus músculos comenzaban a ceder, y la distancia entre los dientes 79

de la mujer y su rostro se acortaba. Sabía que, en cuestión de segundos, pasaría por lo mismo que Fran: ser devorada viva.

Jona, por su parte, seguía peleando con la mujer que lo tenía contra el suelo. Intentaba usar las piernas para quitársela de encima, pero sin éxito. Ninguno de los dos tenía experiencia en combate cuerpo a cuerpo. El cuchillo de Jona había caído lejos, y la charola no era un arma capaz de detener el ataque implacable de las criaturas.

Tavita, en cambio, aún sostenía su cuchillo.

— ¡Tavita! ¡Tavita, el cuchillo! — Gritó Jona desesperado.

Ella lo escuchó, pero sus manos estaban ocupadas resistiendo la embestida. No tenía fuerza suficiente para liberar el brazo derecho y usar el cuchillo. Solo podía ver la furia en el rostro de la mujer y sus dientes cada vez más cerca. Inconscientemente, sus pensamientos regresaron a Fran, pero esta vez canalizando la ira y la impotencia de no haber podido ayudarlo.

Entonces, algo despertó en su interior: su cuerpo encontró una fuerza nacida del odio y la tristeza. Empujó a la mujer lo suficiente para ganar unos pasos de distancia, preparó el cuchillo y, con un grito cargado de sentimiento, se lo clavó en la sien. La mujer cayó muerta.

— ¡Tavita! ¡Tavita! — Volvió a gritar Jona, pidiendo ayuda.

Ella giró la cabeza hacia su compañero y corrió a auxiliarlo.

Recuperó el cuchillo que él había soltado y le dio una patada en la cara a la criatura, haciéndola caer de espaldas. Sin pensarlo, se lanzó sobre ella: la presa se había convertido en cazadora. Encajó el cuchillo una y otra vez, como si cada puñalada fuera una mordida que le habían dado a Fran. Continuó mutilándola durante varios segundos, hasta que finalmente se levantó y dejó caer el arma.

En el suelo yacían ahora dos cuerpos inertes. Tavita, con la ropa salpicada de sangre y la mirada perdida, había ganado la batalla, pero muy dentro de ella sabía que había perdido algo que jamás recuperaría.

—Tavita… ¿estás bien? — Preguntó Jona, acercándose.

Ella no respondió. Jona insistió: — ¡Tavita! ¿Estás bien?

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La miró, y por unos segundos él notó que ya no era la misma. Sus ojos no mostraban miedo, sino decisión. Jona retrocedió un poco.

—Sí… sí estoy bien — Dijo ella, cambiando su semblante al de antes. — Solo que… estoy cubierta de sangre.

—Sí, eso veo. — respondió Jona, aún inseguro.

Pero qué muestra de fuerza tan maravillosa

Intervino de pronto la voz robótica, regresando a los altavoces Joven Tavita, me ha sorprendido. Acabó con dos sujetos de prueba de manera rápida y extremadamente violenta.

Fascinante.

— ¡Cierra la puta boca, ¿quieres?! — Explotó Jona.

— Será mejor que continuemos — Comentó Tavita, empezando a caminar por el pasillo.

—Oye, oye… — Dijo Jona, siguiéndola.

Ambos llegaron a otra cámara de desinfección, idéntica a aquella en la que había muerto Fran. Tavita la miraba en silencio.

—Oye, ¿estás bien? — Preguntó Jona.

—Eso creo. Hay que pasar por aquí — Respondió ella.

Jona sabía que Tavita no estaba nada bien. Había vivido dos experiencias traumáticas en muy poco tiempo y su semblante de hace unos momentos lo había desconcertado.

—Hmm… sobre lo que pasó ahí atrás… ¿te sientes…?

—Sobrevivimos, Jona — Lo interrumpió. — Además, son solo zombis, ¿no? Qué más da.

Tavita presionó el botón rojo y la puerta se abrió.

BAÑO DESCONTAMINANTE INICIADO. POR FAVOR, ESPERE A QUE EL PROCESO TERMINE.

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Se quedaron mirándose. La sangre seguía escurriendo por la ropa de Tavita, mientras Jona repasaba mentalmente todo lo ocurrido.

LIBERANDO PUERTAS.

La voz robótica volvió: Muy bien, escuchen. Del otro lado de esa puerta se encuentra la zona general. Como sabrán, está llena de sujetos de prueba. La buena noticia es que… hmmm… ¿cómo puedo decirlo sin tocar fibras sensibles? La mayoría se distrajo con su amigo y han despejado un poco el camino hacia donde deben ir.

Jona notó cómo Tavita apretaba el puño derecho con fuerza.

Su objetivo será la puerta que tendrán a su lado derecho, justo en el centro. Esa puerta los conducirá a un largo pasillo que los llevará a su destino. Cuando salgan, corran lo más rápido posible. La puerta estará abierta, pero no podré cerrarla desde aquí. Confío en que ustedes dos podrán manejarlo. En el trayecto encontrarán varios sujetos de prueba, algunos en estado de reposo. Eviten enfrentarse a ellos; cualquier combate solo jugará en su contra. Procuren no tropezar con los escombros esparcidos por el suelo. Si salen con vida, los veré en el punto de destino… Suerte.

— Esa voz comienza a molestarme. — Comentó Jona.

Tavita se estiró ligeramente. Era momento de correr. Abrieron la puerta con cautela y se encontraron, una vez más, con la zona general. A la izquierda, una puerta entreabierta atiborrada de sujetos de prueba; del otro lado, seguramente seguían devorando el cadáver de Fran. Frente a ellos, la puerta que debían alcanzar, custodiada por dos figuras. Uno de ellos vestía pantalón negro y una playera azul de mangas largas.

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— Hola, Charled — Murmuró Tavita.

— ¿A la cuenta de tres? — Preguntó Jona.

— Claro.

— Una. — Dos. — Tres.

Ambos se lanzaron a correr a toda velocidad. Los sujetos se percataron de su presencia y comenzaron la persecución. Jona embistió a uno para apartarlo del camino. Los que devoraban a Fran salieron también de la puerta entreabierta, uniéndose a la cacería.

Llegaron a la puerta indicada sin mayores tropiezos y la atravesaron. Otra cámara de descontaminación los esperaba.

Parecía que todas las salidas hacia la zona general tenían este filtro de seguridad. Del otro lado, los sujetos ya se agrupaban, aunque por suerte no sabían abrirla… hasta que la puerta comenzó a deslizarse.

— Tavita, entra a la cámara. ¡Ya! — Ordenó Jona, apuntando su arma a la entrada.

Tavita obedeció mientras él retrocedía lentamente. Un sujeto logró abrir la puerta lo suficiente para pasar, y Jona le disparó directo a la frente, eliminándolo. El retroceso lo hizo caer, soltando el arma, que fue a parar junto a los pies de Tavita.

— ¡Jona, ven rápido! —Tavita tomó el arma y apuntó a la multitud que se acercaba.

Jona corrió hacia la cámara mientras varios sujetos comenzaban a filtrarse en el pasillo. Tavita disparó una vez y falló; quedaban solo dos balas. Jona entró justo cuando la puerta empezó a cerrarse, pero un sujeto encajó la cabeza entre la hoja y el marco, bloqueándola.

Tavita lo miró fijamente, apuntó y susurró: — Briana te espera, Charled.

Disparó. El proyectil atravesó la frente de la criatura, que cayó de inmediato. Las puertas se cerraron y el baño descontaminante comenzó.

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Vaya… qué giro tan inesperado

Comentó la voz robótica.

No sabía que los sujetos de prueba pudieran abrir puertas.

Tendré que registrarlo.

Tavita y Jona observaron, a través del cristal reforzado, cómo los sujetos se amontonaban fuera de la cámara. ¡Oh, vaya!… Oigan, su amigo… está empezando a moverse

— ¿Qué dices? — Preguntó Tavita.

Su amigo, el de antes. Se está moviendo y se dirige hacia ustedes.

Mientras el baño descontaminante terminaba, Tavita y Jona fueron testigos de lo que significaba ser atrapados por esas criaturas. Del otro lado, entre el montón de criaturas, se encontraba Fran. Su cara completamente deshecha, sus brazos con carne colgante y su ropa llena de dentelladas era cuanto quedaba de él para el horror de sus amigos. Se había convertido en uno de ellos. Se había convertido en uno de ellos.

— Fran… — Susurró Tavita, y una lágrima le resbaló por la mejilla.

— No podemos hacer nada ahora. — Dijo Jona, abrazándola por los hombros. Ella se secó las lágrimas con la manga.

— Bueno, lo peor que nos puede pasar es que nos atrapen.

— De hecho, es lo más seguro que puede pasar — Respondió Tavita, mordiendo su sándwich. — Y cuando pase, no me quedaré a ayudarte… correré a esconderme. — Sus mejillas infladas ocultaban la risa.

— ¿De qué hablas? Si mi plan es decir que todo fue idea tuya —replicó Fran, recostándose junto a ella.

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Tavita no pudo contenerse más y rompió a llorar sobre el pecho de Jona. Él simplemente la abrazó más fuerte.

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CAPITULO 11: Xankus Tavita y Jona llegaron a una nueva sala. Era un laboratorio completamente equipado con computadoras, microscopios y todo tipo de tecnología digna de un centro de investigación de primer nivel.

Lo lograron, llegaron a su destino. Mis más sinceras felicitaciones. Bienvenidos al ala de investigación.

— Muy bien, ahora nos debes unas respuestas — Dijo Jona, azotando contra una mesa la libreta que Tavita había encontrado antes.

Estoy para servirles.

— ¿Qué demonios son esas cosas? ¿Qué es el Xankus? ¿Y quién eres tú? — Preguntó Jona, furioso. Tavita tomó asiento en una de las sillas.

Preguntas muy interesantes. Está bien.

Los sujetos de prueba, como ya dije, son colaboradores de este complejo que se vieron afectados tras el incidente ocurrido aquí.

— ¿Qué ocurrió exactamente? —Interrumpió Tavita.

Una pregunta a la vez, por favor.

Los sujetos de prueba no están muertos… solo están, digamos, secuestrados, si es que se puede llamar así. Aquí es donde entra su otra pregunta: el Urusarus-SN, o como lo bautizamos en este complejo… Xankus.

Tavita y Jona escuchaban con atención.

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Hace tiempo este increíble espécimen fue hallado en el corazón de la montaña Urusarus, la que actualmente conocen como Cresta Carmesí. No conozco con certeza su origen ni cómo fue encontrado; lo único que sé es que un pueblo nómada tuvo el primer contacto registrado con él.

Seguramente, en este laboratorio encontrarán los registros.

Años de investigación arrojaron resultados asombrosos, como su increíble capacidad de adaptación y regeneración celular.

Un milagro biológico.

— ¿Un milagro? ¿Te parece que algo que convierte a la gente en monstruos asesinos es un milagro? — Dijo Jona.

Su descontento es comprensible, pero no siempre fue así.

Seguramente lo notaron cuando paseaban por la montaña con Clay.

— ¿Cómo? ¿Clay? —Preguntó Jona.

— ¿A qué te refieres? —Agregó Tavita.

Así es. ¿Cómo los llama él? “Animales exóticos”. Esos animales son el resultado de la inserción directa del Xankus en animales de prueba. Los resultados siempre han sido variados.

— Lo mismo que decía en el cuaderno… los experimentos con animales — Comentó Tavita, recordando lo que había leído.

Exactamente, joven Tavita. Las pruebas nos han dado variaciones impredecibles: crecimiento acelerado, cambios en el color del pelaje, alteraciones oculares, inteligencia aumentada… cada experimento genera un resultado distinto, pero con una constante: evolución.

En resumidas cuentas, lo que los locales llaman “bendición del bosque” no es más que el Xankus en acción. ¿No les parece fascinante?

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Tavita formuló la pregunta más obvia: — ¿Y en humanos? ¿Por qué los convierte en esas cosas?

Bienvenida a nuestra investigación, joven Tavita. Cuando las pruebas en humanos comenzaron, descubrimos que el efecto era radicalmente distinto: en vez de evolucionarnos, nos degrada. Nos vuelve salvajes, feroces… nos transforma.

— ¿Y consideras buena idea dejar que el bosque entero esté lleno de esos animales? ¿Soltar ese… Xankus? Así empiezan los apocalipsis —Comentó Jona.

En absoluto. Cuando el Xankus es asimilado por un animal, se establece una simbiosis perfecta: el animal se convierte en huésped, y el Xankus le otorga sus habilidades. Una vez que el huésped muere, el Xankus lo abandona, quedando en reposo hasta ser ingerido por otro.

Gracias a la colaboración de los locales y su devoción a la montaña, no hemos tenido casos de infección en humanos por esta vía.

— Entonces sí puede suceder.

Es cierto que existe una posibilidad mínima de que el Xankus infecte a una persona fuera de estas instalaciones a través de fómites. Pero, estadísticamente, la probabilidad apenas llega al 4 %, y eso solo considerando que un bebé o un niño, guiados por su curiosidad, coma algo encontrado en el suelo.

— ¿Y los Cresta Carmesí? — Preguntó Tavita. — Ellos pueden volar fuera, propagar la infección. ¿Eso está dentro de tu estadística?

Creo que no comprende del todo, joven Tavita. El Xankus funciona mucho más allá de nuestro entendimiento.

Ya que están en el ala de investigación, podrían consultar el archivo XP7-26.

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— Hablas como si realmente te entendiéramos — Comentó Jona.

Enciendan una de las computadoras y les explicaré el resto.

Tavita y Jona se acercaron a la más cercana. Había varias en la sala.

El monitor mostró la misma pantalla de bienvenida que habían visto en el área de cubículos.

PROELIUM INGRESE NÚMERO DE IDENTIFICACIÓN.

________

La voz les dictó un número de identificación.

AC1305PS

Un nuevo mensaje apareció en pantalla: INGRESE CÓDIGO DE ACCESO 170559

—Déjame adivinar… ¿tu fecha de cumpleaños? —comentó Jona.

La computadora accedió al sistema. La voz les indicó que buscaran el expediente con la etiqueta XP7-26. Jona manipulaba la máquina, que, aunque parecía vieja, funcionaba perfectamente.

— Este lugar está muy deteriorado. ¿Cómo es que aún hay energía?

— Preguntó Tavita.

Energía geotérmica.

— ¿Y eso qué es? —Tavita era una excelente periodista, pero pésima en términos científicos.

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— Energía que proviene del calor del núcleo del planeta — Respondió Jona sin apartar la mirada del monitor.

— Oh… no lo sabía.

—Sí, algunos sí terminamos la universidad. Listo, aquí está — Anunció Jona. Había encontrado el archivo: un clip de video.

En la grabación aparecían varios científicos en una sala con un sujeto semidesnudo, atado firmemente a una camilla. Todos llevaban equipos de protección de nivel máximo. Frente a la cámara hablaba un hombre con un acento muy peculiar, claramente de otra región del planeta.

Complejo número siete de PROELIUM. Experimento veintiséis de la forma de vida Urusarus-SN, alias Xankus.

Soy el doctor Jasufh Gynvladlack, identificación B-J2631PE, encargado del departamento de experimentación y genética del complejo citado.

El sujeto de pruebas es un varón de 1.76 metros, edad aproximada: treinta años. Procedencia: un pueblo local. Exámenes médicos realizados por el personal de PROELIUM descartan cualquier enfermedad o condición que interfiera con el resultado del experimento.

De este lado, sujeto de pruebas número dos: conejo blanco, macho, adulto, 1.6 kg.

Comenzamos fase de inserción. Muestra del Urusarus-SN enviada directamente desde la instalación de investigación y desarrollo de PROELIUM, sede Cresta Carmesí. Hora: 08:37. Procedemos.

El video mostraba cómo inyectaban una sustancia verde y luminiscente tanto al hombre como al conejo.

Han pasado siete minutos con doce segundos desde la inserción, y el sujeto humano ya presenta signos de asimilación del Xankus. Esto es dos minutos y catorce segundos más rápido que nuestro registro anterior. El conejo, sin cambios hasta el momento. Si nuestros datos se mantienen, el Despertar ocurrirá en unos doce segundos.

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El hombre abrió los ojos bruscamente y comenzó a agitarse con violencia, gritando y tratando de romper las ataduras.

Resultados confirmados: el sujeto ha sido asimilado por la forma de vida Urusarus-SN. El conejo permanece estable, sin cambios visibles.

Para conocimiento de la sede Cresta Carmesí, remitimos este informe en video como evidencia.

Desháganse de él.

El video terminaba con uno de los científicos ejecutando al hombre de un tiro en la cabeza. El cuerpo quedó inmóvil al instante. El conejo, en cambio, fue colocado en una jaula. ¿No les parece fascinante?

—El conejo era inmune… — Comentó Tavita.

Oh, no, para nada. El conejo asimiló por completo a la forma de vida. Lo que pasa es algo mucho más interesante que una hipotética cura, que, por cierto, no, no la hay. El conejo no sufrió una mutación por una sencilla razón. Porque no se encontraba en este lugar.

Tavita y Jona se miraron, confusos.

En nuestras investigaciones descubrimos que el Xankus va mucho más allá de un organismo parasitario o una infección contagiosa. Es una especie de colmena… una conexión neural que aún no comprendemos del todo. Esto, por supuesto, ha permanecido en secreto incluso para gran parte del personal de PROELIUM. La mayoría cree que trabajamos en un fármaco para tratar enfermedades degenerativas como la Purga Cerebral o la Titroalimoidosis.

—Ni siquiera voy a preguntar qué fue eso último —Replicó Tavita.

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La cosa es que el Urusarus-SN tiene una habilidad muy peculiar. La conexión al origen que da pie al proceso de mutación de los animales nos revela una realidad inquietante.

La forma de vida es completamente consciente, inteligente.

El conejo que acaban de ver no sufrió cambios porque el Urusarus-SN no fue activado por la fuente de origen. Aun así, los humanos sufren el mismo destino que los sujetos de prueba de este complejo: deterioro evolutivo.

Un silencio pesado se apoderó de la sala. Como decía Jona, si el Xankus escapaba del complejo, sería una amenaza enorme para la humanidad. Pero aun sabiendo eso, PROELIUM parecía no importarle el riesgo. Su obsesión con esta especie era total.

Tavita pensaba en eso cuando su mirada se posó en una puerta metálica al otro lado de la sala, marcada con la leyenda “CELDAS”.

Se puso de pie y comenzó a avanzar hacia ella.

Oh, veo que ya han descubierto nuestra área de celdas. Por favor, siéntanse libres de explorar. Cuando terminen, pasaremos a la siguiente parte de su misión.

Jona corrió tras Tavita, con una corazonada extraña, o tal vez un instinto materno, que la empujaba hacia esa puerta.

Tavita puso la mano sobre el escáner junto a la puerta y esta se abrió. En sus mentes, una misma pregunta: ¿Por qué podían abrir las puertas de un complejo tan avanzado?

Al cruzar, un pasillo oscuro se iluminó apenas pisaron. Había muchas puertas a ambos lados, con una pequeña mirilla horizontal para ver al interior.

— Algo está mal… algo… no está bien — Murmuró Tavita mientras caminaba. Jona la seguía.

— ¿Qué pasa, Tavita?

— No lo sé. Siento algo extraño. Un pesar… no sé cómo explicarlo.

— Bueno, este no es precisamente el lugar más placentero del mundo — Respondió Jona. — Vamos, salgamos de aquí.

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Tavita asomó la vista por las mirillas. Algunas celdas estaban vacías; otras contenían sujetos de prueba encerrados, que golpeaban las puertas al notar su presencia. Finalmente, llegó a una puerta y miró dentro.

Allí, una niña pequeña daba la espalda a la entrada. Sus ojos, rojos como sangre, y su rostro demacrado mostraban los huesos bajo la piel. La niña se estrellaba contra la puerta en vano, intentando atrapar a su presa.

Una lágrima rodó por la mejilla de Tavita. La crueldad de la escena, la inhumanidad de experimentar con una niña inocente para luego encerrarla en esa celda oscura...

—Voz extraña —Dijo Tavita sin apartar la vista de la niña. — ¿Quién es esta pequeña?

Es un sujeto de pruebas que recolectamos para estudiar el espécimen en sujetos pequeños, para comprobar si la edad influye en la asimilación.

— ¡DEJA DE DECIR ESTUPIDECES! — Gritó Tavita golpeando la pared. — ¿La niña? ¿Quién era?

Celda número 8. Sujeto de pruebas femenino. June. Al menos, ese fue el nombre que nos dio antes de sedarla para experimentar.

El nombre resonó en Tavita y Jona.

— June... la niña del testimonio. — Dijo Jona.

— La niña del testimonio. — Repitió Tavita.

Si les sirve de consuelo, la niña no sufrió. Y tambien, resolvieron el misterio tras su desaparición. Ahora, ¿qué les parece si procedemos con su misión?

Ninguno de los dos podía creer la fría indiferencia que mostraba esa voz, tras experimentar con la vida de una pequeña y dejarla allí para morir. Ahora, convertida en uno de esos seres feroces.

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— ¿La misión? ¿Qué misión? ¡Todo esto ha sido un recorrido por este horrible laboratorio y arriesgar nuestras vidas con esos putos zombis!

No son zombis, joven Jona.

— ¡Aaah, cierra la boca! — Le cortó Jona.

Tavita seguía mirando a la niña, sin escuchar a Jona. Sólo percibía sus palabras ahogadas rogándole que salieran de ese lugar.

Finalmente reaccionó.

— Está bien. Terminemos esto. — Dijo cerrando la mirilla. — Pero haremos esto por ellos, por la gente que secuestraron y asesinaron. Porque cuando salgamos de aquí y te tenga frente a frente… te juro por mi vida que te mataré.

La dulce y alegre Tavita había desaparecido.

— Tavita, no. Se acabó, no tenemos que...

— Se lo debemos a esa gente. Además, no saldremos de aquí a menos que hagamos lo que la voz diga.

— ¿En serio piensas eso? ¿Que nos dejará salir vivos después de todo lo que nos ha dicho? — Jona la enfrentó. Encaró a Tavita.

Hubo silencio. Ambas miradas desafiantes se negaban a romper contacto.

— Por favor, piénsalo. — Rogó finalmente Jona.

— Voz extraña, dinos qué debemos hacer. — Dijo Tavita apartando a Jona para avanzar.

Salgan de las celdas y crucen la puerta doble del ala de investigación.

Por fin rompieron contacto visual cuando Tavita caminó hacia la salida de las celdas. Jona suspiró y la siguió.

La puerta doble estaba justo en medio del muro Este. Otro escáner la acompañaba. Tavita quiso posar la mano, pero Jona la detuvo con sorpresa.

94

Quería intentarlo él. Cuando colocó la mano, la puerta emitió un sonido de desbloqueo.

— ¿Por qué?, ¿por qué podemos abrir puertas aquí? — Dijo molesto y confundido.

Irrelevante. Por favor, continúen.

Jona iba a exigir respuestas cuando la puerta comenzó a abrirse sola. Detrás, un largo pasillo blanco los esperaba.

Cruzando ese pasillo encontrarán lo que han estado investigando. El propósito de su misión. Les aseguro que todo habrá valido la pena.

Ambos recorrieron el largo pasillo hasta la puerta que daba a la salida. Tavita colocó su mano en el escáner y la puerta se deslizó hacia arriba.

La vista era casi surreal.

Esto es por lo que vinieron. El objetivo de su misión.

Mientras contemplaban la gigantesca caverna iluminada por faros y luces, con sujetos de prueba sueltos, escaleras y ascensores por doquier, la voz les reveló: Aquí comenzó todo. Aquí se encontró por primera vez al Urusarus-SN. Bienvenidos a la zona de excavación.

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CAPITULO 12: Estos momentos finales — Así que este es el lugar donde hallaron a esa cosa — Dijo Tavita, con la mirada perdida en la gigantesca caverna.

Así es. Ha pasado mucho tiempo desde que comenzaron las excavaciones. Como verán, hemos buscado muy profundo dentro de la montaña para asegurarnos de encontrar hasta el último rastro del Urusarus-SN.

— Deberían haberlo dejado enterrado —Replicó Jona. — No creo que comprendan lo terrible que es esta criatura.

— ¿Qué hacemos aquí? — Preguntó Tavita. ¿Ven esa pequeña cabina a su izquierda, justo arriba? Ese es su destino final. Procedan con cuidado, por favor. En la cueva no hay altoparlantes, así que no podré contactarlos hasta que lleguen.

Al salir a la cueva, una pasarela metálica crujía bajo sus pies, mostrando el paso del tiempo. Sus bordes oxidados, rechinidos constantes, pero lo bastante resistente para soportar el peso de algunos sujetos de prueba que merodeaban a lo lejos.

— ¿Las damas primero? — Bromeó Jona.

Tavita lo miró seria.

Jona comenzó a avanzar por la pasarela, provocando ecos traqueteantes que llamaron la atención de los sujetos de prueba abajo. Empuñaba con firmeza el cuchillo que había guardado desde su encuentro con las dos mujeres infectadas.

Su destino: llegar a la cabina en lo alto. Para eso debían tomar un ascensor que los llevaría directamente hasta allí. Había otras góndolas y ascensores que bajaban a distintos puntos, pero solo ese daba acceso a la cabina. Un lugar importante.

96

Jona pensaba en lo inútil que parecía todo. Algo tan secreto y siniestro como este laboratorio no podía salir a la luz. La voz les había contado todo sin reparos, pero no podía permitir que salieran como humanos. Sus pensamientos eran el último refugio seguro, pues la tecnología implantada, por avanzada que fuera, no podía leer la mente.

— Tavita...

— ¿Qué pasa?

— Sabes que no saldremos de aquí, ¿verdad?

— Sigue caminando, Jona.

— Por favor. Solo dime que entiendes eso. Lo que sea que estemos haciendo, no nos ayudará. Sé que estás furiosa, pero... en realidad, somos inferiores en esta escala retorcida.

— Sigue caminando, Jona. —Repitió ella.

Entonces Jona la detuvo, posando la mano en su hombro, a punto de reprocharle la actitud desde la muerte de Fran, cuando un ruido metálico creciente los interrumpió. Pasos, alguien corría por la pasarela.

Ambos giraron instintivamente para localizar a los sujetos de prueba que se acercaban a toda velocidad, subiendo las escaleras desde lo más profundo de la caverna. Eran demasiados; no podrían pelear con ellos.

— ¡Corre! —Gritó Tavita y los dos comenzaron a correr por la pasarela colgante.

Un sujeto de prueba intentó interceptarlos desde el otro lado. Jona lo embistió con el hombro y lo derribó. Pero el ser se reincorporó rápido y atacó a Jona. Un forcejeo comenzó, y Tavita, desde atrás, lo agarró del cuello con ambos brazos mientras Jona le clavaba el cuchillo en la frente y lo arrojaba al precipicio.

— ¿Estás bien? — Preguntó Tavita.

— Estoy bien. Sigamos.

La horda se acercaba. Cada vez se oían más pasos traqueteantes y rugidos hambrientos de desgarrar y devorar.

Llegaron al ascensor, donde un escáner los esperaba.

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— ¡Actívalo, Tavita! — Ordenó Jona, con la vista fija en la pasarela que acababan de recorrer.

Sabía que era inútil, pero de ser necesario se lanzaría contra los sujetos para ganar tiempo.

Tavita posó la mano en el escáner. Las puertas del ascensor se abrieron. Entraron y presionaron el único botón dentro.

Las puertas se cerraron y el ascensor comenzó a subir, ofreciéndoles una vista panorámica de la horda que ya había alcanzado la pasarela y avanzaba feroz.

Respiraron aliviados.

El ascensor se detuvo con una ligera sacudida. Las puertas se abrieron, pero esta vez del lado opuesto al que entraron.

Una pequeña pasarela los recibió y frente a ellos estaba la misteriosa cabina.

Ambos caminaron hacia ella, pero la puerta no tenía escáner como antes, sino un teclado numérico cuadrado.

417135 La voz extraña resonó desde la pantalla digital del teclado, sorprendiendo a Tavita y Jona. Al ingresar el número, la pantalla emitió un pitido y cambió a verde; entonces la puerta se abrió.

Dentro había monitores, computadoras, cables por todas partes y, en el centro, el atractivo principal: una enorme cápsula llena de un líquido amarillo. Suspendida en su interior flotaba una sustancia viscosa, de un verde luminiscente.

— ¿Eso es…?

— Debe serlo…

Es magnífico, ¿no lo creen? Desearía estar presente para verlo con mis propios ojos. Es emotivo: nuestro pequeño no ha visto a una persona viva en más de tres años. En cierta forma, deberían sentirse privilegiados.

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— Entonces este lugar lleva así tres años. Vaya…

Así es. El percance fue tan repentino que no hubo tiempo de evacuar al espécimen.

— Así que esto… — Tavita apretó la mandíbula, dejando ver su enojo. — Esto es la razón por la que Fran murió. El causante de todo esto.

Urusarus—SN.

Se acercaron a la cápsula para observar al espécimen del que tanto habían oído hablar. La masa luminosa comenzó a moverse, como si se diera cuenta de que la observaban… o despertara de un largo sueño. Tavita rodeó la cápsula, deslizando su mano sobre el vidrio reforzado. Desde dentro, el Urusarus parecía seguir el movimiento de su mano.

— Escalofriante. — Murmuró Tavita.

Hemos avanzado mucho con este pequeño. De ser una simple forma de vida en esporas olvidadas en lo profundo de la montaña, años de investigación nos han permitido sintetizarlo en una forma mucho más tangible y moldeable.

A diferencia del resto de la instalación, el lugar estaba limpio y ordenado. Era evidente que nadie había entrado allí, ni siquiera durante el incidente.

— ¿Qué estamos haciendo aquí exactamente? — Preguntó Jona, aunque en el fondo ya sabía la respuesta.

Están aquí para cumplir con la misión que les asigné: deben extraer al espécimen y sacarlo de la instalación.

En ese momento, Tavita y Jona comprendieron la magnitud de su situación. Todo el sufrimiento, el cansancio, el miedo, la furia y la 99

desesperación… todo había sido para recuperar aquello que les había arrebatado a su compañero Fran.

— No puedes estar hablando en serio. —Dijo Jona. — ¿De verdad pretendes que saquemos a esta cosa de aquí?

Lo cierto es que el Urusarus—SN es demasiado valioso como para dejarlo morir. Además, sin él, no podrán salir. Ese fue el trato.

— Debes ser un idiota si crees que haremos eso. — Exclamó Jona, dispuesto a impedir que el espécimen saliera. Los riesgos eran demasiado altos, y ya había muerto demasiada gente por su culpa.

— Quiero preguntarte algo. —Intervino Tavita, sin apartar la vista de la cápsula y moviendo la mano para que el organismo la siguiera.

— Si lo que querían era recuperar esto… ¿por qué no enviar a sus hombres armados para arrasar con todo y sacarlo? ¿Por qué secuestrar a un equipo de investigación de internet para hacerlo?

Al contrario de lo que creen, PROELIUM no tiene malas intenciones. Al ver lo que este espécimen era capaz de hacer y tras el incidente, decidieron abandonar la investigación y dejarlo sepultado aquí para siempre. Sin embargo, personas como yo vemos un gran potencial en este experimento.

Dejarlo morir sería un desperdicio. Estas investigaciones han sido completamente en secreto. No podemos involucrar a las autoridades de PROELIUM ni a milicias privadas. ¿Quieren quedarse aquí, morir de hambre o ser devorados por nuestros sujetos de prueba, o quieren la oportunidad de ver de nuevo la luz del sol? Ustedes eligen.

La voz los había puesto contra la pared. No podían arriesgarse a que un nuevo incidente ocurriera en otro laboratorio… o peor, en un pueblo. Pero quedarse allí a morir tampoco era una opción. Se miraron en silencio.

— ¿Tavita?

— No quiero morir aquí.

100

— ¿Quieres dejar que esto escape?

— Claro que no… pero no tenemos opción.

— Siempre hay opción. Ese sujeto, o lo que sea, quiere a esta cosa viva. Podemos usar eso. O nos saca de aquí… o destruimos su valioso espécimen.

Aunque admiro su determinación, joven Jona, le recomiendo que no intente nada absurdo contra el espécimen. No me malinterprete, me encantaría verlo intentarlo, pero recuerde: el Urusarus—SN tiene capacidades de supervivencia increíbles.

Si destruyen la cápsula o lo extraen sin los protocolos de seguridad, se adaptará al nuevo ambiente y, créanme… sobrevivirá.

— Tenemos que salir de aquí, Jona.

— ¿Pero a qué costo, eh? Por mí, esto puede quedarse sepultado aquí.

— Jona, entiende… si no somos nosotros, enviarán a alguien más. ¿No es así, voz extraña?

Su compañera tiene razón, joven Jona. Ahora que hemos retomado algo de control remoto sobre la instalación, podemos seguir enviando más sujetos de prueba para la extracción de nuestro espécimen. Eso solo provocaría más bajas innecesarias.

— Entonces, ¿salimos de aquí para que ustedes nos maten allá afuera una vez les entreguemos eso? — Preguntó Jona, apuntando al espécimen.

La voz no emitió palabra alguna. Jona entonces lo supo: no se trataba de si ellos vivirían o no, eso ya estaba claro. La verdadera cuestión era impedir que más inocentes fueran secuestrados y enviados a ese infierno.

— ¿Tavita? — Jona miró a su compañera. Su semblante decidido no había cambiado. Un pensamiento extraño le rondaba la cabeza, 101

sin sentido para el momento pero imposible de ignorar: ¿Dónde quedó la dulce y amable Tavita que habíamos conocido?

—Dinos qué tenemos que hacer, voz extraña. Terminemos con esto. — Dijo Tavita.

Excelente. Les aseguro que esta es la mejor decisión.

Diríjanse a la terminal junto a la cápsula. Deberían ver una pantalla con números y un orificio circular. Joven Jona, por favor, vaya al compartimento a su derecha. Allí encontrará unos pequeños contenedores, versiones reducidas de la cápsula, si así prefiere verlo. Tome uno y llévelo a la terminal.

— Claro… — Respondió Jona, resignado.

Joven Tavita, encienda la terminal. Seguro ya sabe cómo hacerlo.

Tavita colocó su mano sobre la pantalla y la encendió de inmediato.

A estas alturas, el motivo por el que podían manipular tecnología dentro del complejo ya no importaba. En la pantalla apareció el mismo mensaje que antes: PROELIUM INGRESE NÚMERO DE IDENTIFICACIÓN

Tavita ingresó el número anterior. Era buena para recordar detalles; su oficio de reportera le exigía memorizar líneas y preguntas. Un número no sería problema.

En la pantalla aparecieron tres opciones:

Tavita oprimió la tercera opción: Extracción del espécimen. La pantalla se puso en rojo de inmediato, mostrando un símbolo de error. La voz le indicó a Jona que colocara la cápsula que le había 102

solicitado dentro del orificio. Un clic metálico resonó cuando Jona empujó la cápsula hacia adentro, y la pantalla cambió a color verde.

Apareció un mensaje de confirmación: ¿Iniciar proceso de extracción?

SI / NO

La extracción comenzó. La cápsula grande que contenía al espécimen se selló con una cortina metálica. En la máquina apareció una barra de progreso. Cuando el proceso terminó, la cortina subió lentamente, revelando una cápsula vacía.

— Por favor, extraigan la cápsula de transporte. — Indicó la voz.

Jona estaba a punto de hacerlo, pero Tavita se adelantó.

—Este es el trato: sacaremos esta cosa de aquí, nos mostrarás la salida, pero si no estás en persona para recibirla, voy a destruir esta cápsula al instante, y no me importa lo que pueda pasar. ¿Está claro?

—Tavita habló con firmeza, sorprendiendo a Jona.

—Descuide, joven Tavita. No me perdería una reunión tan importante.

—Bien. — Con un tirón brusco, Tavita liberó la cápsula del orificio. La forma de vida estaba dentro, moviéndose.

—Tú llévatela. —Dijo, entregándosela a Jona.

Muy bien, ya que todo está listo, procedamos con su evacuación. Regresen al ascensor, deben bajar a la caverna.

Bajar a la caverna. Sonaba fácil, pero el ascensor estaba bloqueado por los sujetos de prueba. Tavita y Jona se miraron, evaluando la situación sin decir palabra. ¿Pasa algo?

Jona explicó que no podían volver por donde habían venido sin ser devorados por la horda.

103

Oh… Eso es un inconveniente. Con sus recursos actuales no serán capaces de superar un grupo de ese tamaño. Vaya, estuvieron tan cerca.

En fin, fue un buen intento.

Y así, sin más, la voz los abandonó. Después de todo lo que habían soportado, después de haber estado ahí contra su voluntad, desapareció como si nada importara.

— ¡OYE! ¿VAS A DEJARNOS ASÍ? — Gritó Jona.

Las posibilidades de supervivencia se han reducido drásticamente al perder la única vía de salida. Sortear a los sujetos de prueba es imposible, al menos sin infectarse. Lo siento.

Tavita, furiosa, le arrebató la cápsula de transporte a Jona y estuvo a punto de estrellarla contra el suelo.

— Escúchame bien. — Dijo con un tono peligrosamente calmado— Hemos llegado hasta aquí, hemos hecho lo que pediste, estoy cubierta de sangre que no es mía y sé lo que es asesinar a alguien. No me importa morir aquí, pero no te atrevas a decir que todo fue por nada. Porque si nos das por muertos, qué más da si destruyo esta estúpida cosa que lo causó todo y pongo fin a nuestras vidas… y a tus experimentos de mierda. Así que más te vale tener una solución, o tu amado espécimen muere con nosotros.

—Ya la escuchaste. — Añadió Jona, sorprendido por la frialdad en los ojos de Tavita desde que había matado a los sujetos de prueba. ¿En serio lo haría, joven Tavita? Le recuerdo que el espécimen está diseñado para sobrevivir a su entorno.

— ¿Sí? Pues buena suerte intentando capturarlo de nuevo sin su equipo especial. Tú mismo lo dijiste: esta misión es ajena a tus superiores, y no cuentas con los recursos necesarios. Que tengas que recurrir a civiles para recuperar tu preciada muestra lo demuestra. Y aunque los tuvieras, en nuestros últimos momentos 104

nos aseguraremos… —Tavita giró una pequeña manija en la parte superior de la cápsula, rompiendo el sello de seguridad. Solo tenía que tirar y la cápsula se abriría, liberando al espécimen. Un poco del líquido comenzó a escurrir. —…de que destruiremos hasta la última pieza de equipo de este lugar, para que no exista forma de que lo recuperes. Este es mi jaque mate, hijo de puta.

Tavita levantó un poco la tapa y el líquido amarillo comenzó a chorrear, empapando el suelo y sus brazos. Jona retrocedió, temiendo que el espécimen escapara. Poco a poco, la masa viscosa y luminiscente comenzó a asomarse entre la cápsula y la tapa. ¡DETENTE!

Por primera vez, la voz se escuchaba preocupada, acorralada. Todo el tiempo había tenido el control, pero ahora Tavita la tenía entre la espada y la pared. ¡DETENTE! Está bien. Si quieren jugar a arriesgar su vida para escapar de aquí, perfecto. Solo cierra eso antes de que escape.

El espécimen se movía con la clara intención de escurrirse por la pequeña abertura que tenía. Tavita cerró violentamente la cápsula, partiendo el fragmento que se asomaba y dejándolo caer al suelo.

Lo pisó con fuerza, asegurándose de reducirlo a una mancha viscosa.

No les mentiré, no tengo idea de qué hacer para sacarlos de ahí. Lo que sí sé es que la salida se encuentra en una bifurcación al fondo de la caverna. No es la mejor de las salidas, pero es su única opción.

— ¿Qué tan al fondo? — Preguntó Jona.

Hasta el final, joven Jona. Esa salida de emergencia se construyó para el personal que trabajaba en la excavación, en 105

caso de derrumbe. No llegó a terminarse del todo, pero es funcional. Deben bajar, encontrar el señalamiento de evacuación y seguir el sendero.

Aunque, claro, eso implica sortear a los sujetos de prueba del ascensor.

— ¿Tienes un plan? — Preguntó Jona a Tavita.

—Ni idea. Tendremos que forzar la salida. Busca algo que podamos usar como arma.

Tavita dejó la cápsula en el suelo y ambos comenzaron a buscar algún objeto contundente. El lugar solo ofrecía pequeños utensilios de laboratorio. Jona vio una de las muchas sillas metálicas y la tomó.

— ¿Una silla? — Preguntó Tavita, incrédula.

—Podemos mantenerlos alejados con esto, abrirnos paso poco a poco.

—Supongo que es mejor que nada. — Respondió ella.

Las pasarelas no eran muy anchas; la silla serviría como escudo y arma improvisada, aunque no resistiría demasiado contra la horda.

Tavita recogió la cápsula del espécimen y se dirigieron hacia el ascensor.

Jóvenes.

La voz los detuvo antes de que salieran.

A partir de este momento cesará nuestra comunicación. No hay altoparlantes ni cámaras en la caverna o la salida de emergencia. No tendré forma de ayudarlos ni de saber si siguen vivos.

Veinticuatro horas, es el tiempo que les daré para que salgan.

Pasado ese tiempo, sellaré la salida y los daré por muertos.

Estaré esperándolos del otro lado. Buena suerte.

La voz desapareció. Aquella presencia que les había causado seguridad y enojo, consuelo y rabia, certezas e incertidumbre… ya no estaba.

106

—Vaya, al fin se calló — Comentó Jona.

— Sí, y no la extrañes, por favor — Respondió Tavita.

Ambos avanzaron hasta el ascensor. Abajo, la horda esperaba. Los seres siempre permanecían en el último lugar donde quedaban, quizá aguardando un nuevo estímulo.

Dentro del ascensor, tomaron un respiro. Se prepararon y pulsaron el botón de bajar. El traqueteo alertó a la horda; los rugidos comenzaron a resonar. Las pulsaciones aumentaban, el sudor escurría y el aire se volvía pesado. El miedo era evidente: estaban por enfrentarse a una horda de asesinos controlados por la misma criatura que custodiaban.

El ascensor se detuvo. Del otro lado, los sujetos de prueba embestían la reja que los separaba de la muerte. Jona sujetó la silla con firmeza y se colocó en posición. Se miraron el uno al otro; tal vez esa sería la última vez que cruzaran miradas. Jona vio una lágrima nacer en el ojo izquierdo de Tavita. Quiso decirle que todo estaría bien, pero en el fondo sabía que las posibilidades eran mínimas. Morirían, pero lo harían peleando.

— Detrás de mí, Tavita — Ordenó Jona. Ella obedeció. — Haré lo posible por abrir camino; no dejes de moverte. Estaremos bien.

Pulsó el botón para abrir las puertas y comenzó la embestida. Jona movía la silla, usando las patas como armas para apartar a tantos como podía. Algunos caían, otros retrocedían, pero la presión no cesaba. Poco a poco ganaban terreno, pero el agotamiento llegaba rápido.

—No te detengas, Jona, sigue. — Animó Tavita. Él apretó los dientes y empujó. Su cuerpo estaba gastando las últimas reservas de fuerza que le quedaban, pues ninguno de los dos había comido ni bebido en mucho tiempo. Llego un punto en el que por mera supervivencia su cuerpo resistía, intercambiando fuerza de voluntad por fuerza física. El avance era lento y el desgaste rápido. Tavita quería ayudar, pero no podía comprometer la cápsula y que se rompiera. Jona intercalaba el empuje con el ataque, golpeando a los que pudiese y empujando a los que cargaban contra 107

ellos. Un descuido bastó para que uno de ellos le alcanzara a clavar una mordida en su brazo izquierdo. Jona usó el dolor para sacar más fuerza, pero sabía que ya estaba condenado. Tavita no lo había notado y quería mantenerlo así, al menos hasta que salieran de esa situación.

— ¡TAVITA! ¡Tavita, escucha! Voy a abrir camino, pero no sé cuánto resistiré. Cuando te lo diga, corre y no te detengas.

Ella estaba por responder, pero entonces vio la herida.

— ¿Jona…? — Tavita quedó congelada.

— ¡NO TE DETENGAS! ¿Me escuchaste? —Gritó él.

Tavita asintió.

Con un grito que retumbó por la caverna, Jona dio su último esfuerzo, abriendo una brecha en el costado de la pasarela.

— ¡AHORA, TAVITA! ¡AHORA! — Rugió, mientras la horda le destrozaba el cuello y los brazos.

Tavita corrió. Dio un vistazo atrás para contemplar como su compañero Jona se desplomaba al suelo para ser devorado por los seres.

— ¡JONAAAA! — Gritó.

— ¡LÁRGATE! — Fueron sus últimas palabras.

Jona ya tenía el revólver con una sola bala. La usó contra sí mismo, poniendo fin al sufrimiento. El disparo resonó como un eco que despertó a Tavita de su shock. La horda quedaba atrás, pero no sabía por cuánto tiempo.

Corrió por la pasarela hacia el nivel inferior. Llegó a una góndola usada por el personal de excavación y tiró de una palanca para ponerla en marcha. Durante el trayecto notó que sangre de su compañero quedó en su ropa y en ese momento las lágrimas se habían terminado. Ya no podía llorar. Algo dentro de ella había evolucionado a un estado de supervivencia que le decía “basta de llorar”.

La góndola llegó a destino. Tavita bajó con la cápsula en brazos.

No había seres a la vista, solo rocas y equipo de excavación. Al fondo, una flecha verde señalaba una apertura en la pared.

Era hora de salir, por fin, de aquel infierno.

108

CAPITULO 13: Renacimiento Tavita caminaba por la bifurcación. Solo había unas cuantas luces, algunas encendidas y otras apagadas. La voz no bromeaba cuando dijo que aquella salida no estaba terminada del todo. Al final del túnel comenzó a ver un resplandor azulado. Tavita corrió: debía ser la salida de aquel infierno.

Un gran claro, con las paredes teñidas de azul, la recibió. En medio había un cristalino ojo de agua rodeado por vallas de seguridad.

Tavita no lo pensó ni un momento: se escabulló por debajo de las vallas y sumergió la cabeza en el agua para beber. Lo poco que alcanzaba a distinguir bajo la superficie dejaba entrever un escalofriante infinito. Un abismo oscuro que se extendía más allá de la caverna, con una profundidad insondable.

Sacó la cabeza del agua y comenzó a tallarse la cara y a lavarse la sangre. Permaneció un momento allí, sin saber si tendría otra oportunidad de descanso como esa. Su única compañía, aquella cosa dentro de la cápsula, comenzó a moverse con violencia, como queriendo salir.

— ¿Qué? ¿Tú también quieres agua? Debería arrojarte a este abismo para que nadie más pueda encontrarte. — Dijo, observando a la criatura en su prisión.

Se puso de pie y contempló el lugar. La luz artificial chocaba contra el agua, tiñendo las paredes de un azul etéreo. El camino estaba justo adelante, pero la iluminación llegaba solo hasta el claro; a partir de ese punto, la oscuridad sería total.

Con cada paso, la luz quedaba atrás. Avanzaba con la cápsula pegada al pecho entre estrechas paredes que, a su percepción, se volvían cada vez más angostas. Sentía que, en cualquier momento, podrían aplastarla. Su única guía era un cable de corriente que recorría la pared. Un vestigio de una obra inconclusa.

Finalmente, llegó al punto en el que todo era oscuridad. Podía cerrar los ojos y no habría diferencia alguna. El latido de su corazón se escuchaba con claridad, aunque no sabía si era por el silencio 109

absoluto de la cueva o por su propia desesperación al tener la mayoría de los sentidos inhibidos.

Entonces, un brillo comenzó a emanar, una luz verde que iluminó el camino, pero no era cualquier luz. Provenía del interior de la cápsula. La forma de vida que viajaba con ella estaba irradiando un fulgor suficiente para permitirle avanzar.

—Vaya… esto es inesperado. — Dijo Tavita, observando el resplandor. — Sí que estás lleno de sorpresas, cosa horrible.

Las paredes dejaron de parecer tan opresivas y su corazón dejó de retumbarle en los oídos. Irónicamente, aquello que había acabado con la vida de sus compañeros ahora le estaba salvando de caer en la desesperación.

Mientras caminaba, y sin darse cuenta, Tavita jugaba con su mano sobre la cápsula, provocando que la criatura persiguiera sus movimientos desde dentro, proyectando curiosos patrones de luz en las paredes. No quería admitirlo, pero disfrutaba ese momento.

Pasaron casi dos horas y seguía sin llegar a ningún lado. El hambre comenzaba a debilitarla, así que decidió descansar, sentándose con la espalda contra la pared y colocando la cápsula junto a ella. Se quedó contemplando a la criatura, que se movía en círculos.

— No puedo creer que me quedé sola contigo. — Dijo, como si hablara con alguien a quien preferiría no conocer. — ¿Sabes? De poder salir de aquí, tú serías la mejor historia que pude haber contado en mi programa. Exponerte ante la prensa, al menos valdría la pena que hayas matado a mis amigos. No habrían muerto por nada.

Guardó silencio un momento antes de continuar: — Esta investigación iba a ser nuestro mejor episodio, y ahora mírame… tal vez muera aquí con tu asquerosa compañía. Aunque, pensándolo bien, morir aquí podría ser lo mejor. Así me aseguro de que no causes estragos afuera. La heroína anónima: Tavita la reportera — Rio suavemente. — Siempre me pregunté cómo moriría… incluso lo soñé alguna vez, aunque nunca se lo conté a Fran ni a Jona, ya sabes, mis amigos a los que mataste. Pero en 110

ninguna de esas visiones imaginé algo así: sola, con una cosa viscosa y extraña a mi lado. Aunque… no es tan malo si lo piensas.

El sueño la venció. Cayó rendida en el frío suelo de la cueva, con la luz de la criatura iluminando como una lámpara de noche. En sus sueños, Tavita se reunió con Fran y Jona, planeando su siguiente investigación: la carretera del alma penitente, o su primera expedición internacional para visitar el castillo del rey ahorcado.

Futuros que jamás verían el amanecer.

Despertó con un gran suspiro y el corazón acelerado, con lágrimas en los ojos. Se había prometido no llorar más, pero fue inevitable al recordar dónde estaba.

— ¿Cuánto tiempo dormí? — Murmuró.

Miró a la criatura, que seguía girando dentro de la cápsula. Notó un sabor amargo en la boca, como ese aliento metálico tras dormir muchas horas… pero este era distinto.

El hambre se había ido; no se sentía cansada. El sueño, al parecer, había hecho maravillas por ella. Tavita se puso de pie y se estiró un poco antes de retomar su recorrido a través de la cueva. Seguía pensando que, hace solo unos momentos, el hambre hacía estragos en su cuerpo, pero ahora era como si hubiese degustado un gran banquete. Pensó que, tal vez, su organismo estaba extrayendo nutrientes y proteínas de donde pudiera para seguir con vida. Había escuchado casos similares, años atrás, sobre personas que lograron permanecer semanas sin comer y, aun así, sobrevivieron.

Durante el camino, no podía evitar preguntarse qué estaba ocurriendo afuera. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que estaba encerrada ahí? Preguntas que la invadieron de repente; pensamientos que la acompañaron durante las siguientes cuatro horas que le tomó salir de aquella oscura y estrecha cueva.

Poco a poco, la luz fue regresando. Un destello comenzaba a asomarse al fondo del túnel. Tavita apresuró el paso, incluso corrió arriesgándose a tropezar con alguna roca, pero deseaba volver a ver la luz del día. Por fin, había salido de la cueva. Ahora se encontraba en una instalación iluminada artificialmente, con paredes de 111

concreto. El brillo de la cápsula, emitido por la forma de vida, dejó de alumbrar.

Al principio, le costó mucho acostumbrar su vista a la luz, pero poco a poco fue apreciando el lugar en el que estaba. Una decepción le atravesó la mente: pensaba que, al fin, había salido de ese infierno.

Miró a su alrededor y no había mucho que apreciar, salvo una gran estructura que se alzaba hasta el techo del recinto: un ascensor gigantesco.

Estaba harta de los ascensores. El último no había sido una grata experiencia y casi podía jurar que, si lograba salir de allí, no volvería a usar uno en su vida. Sin embargo, ese elevador era ahora el único medio para seguir avanzando. La voz le había dicho que esta ruta era la salida, pero todo parecía más una vía hacia otra instalación secreta.

Tavita se acercó al ascensor, metálico y con puertas tan grandes como las de un autobús turístico.

— Muy bien, ¿cómo te abres tú? — Dijo, observando las enormes puertas sin ningún mecanismo visible. Una inspección más cercana reveló que, en la parte trasera, había una terminal con pantalla.

— Esto ya es aburrido… — Dijo, colocando su mano en el escáner.

Lo esperado ocurrió: la terminal se activó y una voz resonó desde ella: Bienvenida, Dra. Elizabeth Saied. Por favor, mantenga la distancia hasta que las puertas se abran por completo.

Tavita frunció el ceño. La máquina la había identificado como la Dra. Elizabeth Saied, un apellido que había visto antes en el cuaderno encontrado en la instalación. Se le hizo extraño, pero si eso le permitía salir de ahí, no lo cuestionaría… por ahora. Las enormes puertas comenzaron a abrirse, emitiendo un chirrido de metal oxidado.

— Salgamos de este maldito lugar… — Dijo, abordando la plataforma.

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Dentro había dos botones circulares: ° EXTERIOR ° ENTRADA PRINCIPAL Se le hizo raro que no hubiera un tercer botón para regresar al nivel actual, lo que significaba que aquel montacargas solo podía ser llamado desde abajo. Tenía sentido: era una salida de emergencia.

Tavita estuvo a punto de presionar el botón de EXTERIOR, pero su instinto de reportera se activó. Necesitaba ver todo el lugar. Pulsó ENTRADA PRINCIPAL y el enorme ascensor se puso en marcha.

Tras unos minutos, el elevador se detuvo y el botón de ENTRADA PRINCIPAL se iluminó. Las puertas se abrieron revelando un túnel enorme, aparentemente seguro. Avanzó unos metros hasta encontrarse con una gran puerta doble de metal… que le resultaba familiar. Entonces lo comprendió: era la misma puerta que vio cuando ella y sus compañeros despertaron en aquel túnel húmedo y frío. La impotencia le golpeó al saber que, en ese momento, habían estado tan cerca y a la vez tan lejos de la salida. Dio un suspiro y regresó al ascensor para dirigirse ahora sí hacia la superficie.

Mientras subía, intentaba asimilar todo lo ocurrido: lo había perdido todo… sus amigos, su equipo. Había sentido la muerte de cerca, mirándola directamente a los ojos. Su mirada se posó en la cápsula. La forma de vida estaba inmóvil, como si la estuviera observando fijamente. Tavita sintió un escalofrío, una conexión extraña que no quiso reconocer. Rompió el contacto visual de inmediato.

El ascensor se detuvo y las puertas se abrieron. Había llegado a una caverna amplia, con varios artilugios y camiones de carga dispersos.

Salió y comenzó a inspeccionar los vehículos, notando algo peculiar: todos tenían la leyenda “COMISIÓN DE RESGUARDO Y FORESTACIÓN REGIONAL”. Ese nombre ya lo había visto en el pueblo: era la entidad encargada de proteger el bosque.

— ¿Qué hacen ellos con un acceso a estas instalaciones subterráneas? — Se preguntó.

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También vio varias de las furgonetas negras descritas en los testimonios, pero, a diferencia de las encontradas abajo, estas parecían completamente operativas.

Cerca del ascensor había una habitación con una puerta negra. Era la única visible en todo aquel extenso lugar, así que decidió revisarla.

La recibió una estancia llena de camillas y equipo de operaciones, que parecía haber sido usado recientemente a juzgar por los escalpelos manchados de sangre sobre algunas de ellas. Tavita sentía que ya había estado allí antes, aunque no sabía por qué.

Algo vino a su mente: el chip detrás de su oreja que mencionó la voz extraña… debía de ser allí donde se lo habían colocado. No pasó mucho tiempo antes de que su visión comenzara a teñirse de rojo y varias imágenes desfilaran ante sus ojos, como si estuviera viendo una película a través de la mirada de otra persona. Veía a varias figuras vestidas de negro y a un joven que no lograba identificar, todos de pie en esa misma habitación. En las camillas estaban Jona, Fran y ella misma, siendo amordazados violentamente.

— ¿Por qué veo esto? — Se preguntó.

— Doctora, estamos listos para proceder.

— Comiencen.

Tavita observó cómo las personas de negro les colocaban unas pequeñas ventosas en la cabeza y encendían una máquina a la que estaban conectadas. Lo último que vio antes de que aquellas imágenes se detuvieran fue a sus compañeros, y a sí misma, retorciéndose de dolor.

— ¿Eran recuerdos? No… no puede ser. ¿Qué rayos nos hicieron?

— Dijo, paralizada. No recordaba nada de aquello. Pero lo más inquietante era otra pregunta: ¿por qué había visto eso?

Tavita dejó la cápsula sobre una mesa cercana y comenzó a hurgar en la habitación. Debía encontrar alguna otra pista de lo que había sucedido allí. Sin embargo, para su decepción, no halló nada más y salió.

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Tras avanzar un poco, por fin vio la luz del día a lo lejos. Se abrió camino entre camiones y mesas de trabajo hasta llegar a una gigantesca entrada que daba al exterior. Pero se detuvo de golpe… algo andaba mal. Ya había sentido algo parecido cuando vio a la niña encerrada en la celda, aunque esta vez era distinto. Una sensación extraña, como un pensamiento ajeno en su cabeza… algo que le decía que no saliera.

— ¡Joven Tavita! Es bueno verla al fin en persona — Dijo una voz femenina desde afuera.

Tavita entrecerró los ojos para cubrirse de la luz del sol y ver mejor.

— ¿Voz extraña?

— Debo agregar mis más sinceras condolencias por lo de tus amigos. Es una pena. Lo siento, créeme.

— ¿Lo sientes? Ustedes nos metieron en ese maldito infierno. No digas que lo sientes.

La figura por fin se reveló. Era una mujer de cabello negro, vestida con un traje igualmente oscuro, escoltada por varios hombres uniformados con máscaras.

— Su frustración es comprensible, joven Tavita, pero ahora todo ha terminado. Es libre de irse… solo entréguenos el recurso y la llevaremos a la salida. — Dijo la doctora.

Tavita recordó las palabras de Jona y cómo era imposible que la dejaran ir con información tan valiosa así como así. Mantuvo la cápsula frente a ella y comenzó a dar pasos lentos hacia el exterior.

La vista empezó a aclararse, revelando que estaban en un valle rodeado de montañas, frente a un gran lago azulado. La brisa acarició su rostro y respiró hondo. Extrañaba esa sensación.

— Lo logró… y con trece horas de sobra. No está mal. — Comentó la mujer, sacando un pequeño control y presionándolo.

Las puertas metálicas de la instalación comenzaron a cerrarse hasta quedar selladas. La mujer se acercó hasta quedar frente a Tavita.

—Tomaré esto, si no te importa. — Dijo, colocando su mano sobre la cápsula. Tavita se mostró renuente a soltarla.

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— Oh… es magnífico. Tenerlo por fin en mis manos después de años… míralo, ¿no te parece hermoso? — La mujer contemplaba la cápsula del Urusarus-SN como si fuese un tesoro.

— Es una amenaza —replicó Tavita.

La mujer sonrió.

— ¿Qué es este lugar?

— Esto, jovencita, es el lugar más exclusivo de la montaña: el manantial. Debería sentirse afortunada; los nativos no permiten el acceso a forasteros.

— Lo imaginaba más secreto. — Respondió Tavita.

— Bien, si ya terminamos con las preguntas, por favor entrégame el recurso.

— Espere… antes de eso, tengo unas cuantas preguntas más.

Entonces podrá llevárselo.

La doctora suspiró, pero asintió.

— En primer lugar… ¿quién es usted?

— Está bien. Me parece justo formalizar nuestro encuentro. Soy la doctora Elizabeth Saied, rama de investigación y desarrollo de PROELIUM. Las palabras “Elizabeth Saied” resonaron en la mente de Tavita, y, tal como antes, imágenes de un pasado que no recordaba se proyectaron en su mente: — ¿Está lista la secuencia virtual de ADN? — Todo en orden.

— ¿Puente genético estable?

— Al cien por ciento.

— ¿Probabilidad de conexión neuronal artificial?

— Tan alta como se puede, doctora.

— Números, Bertly.

— Ochenta y tres por ciento, doctora.

— Háganlo de nuevo; necesitamos más del ochenta y cinco.

— Doctora, si hacemos eso las mentes de los sujetos pueden colapsar, como ya ocurrió antes. Tendremos que confiar en la probabilidad actual.

— ¿Qué están… haciéndonos?

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— Doctora, la chica despertó.

— Vaya, qué sorpresa que nos acompañe, joven Tavita. Por desgracia, esto le dolerá mucho si permanece despierta.

Prepárenla para la incisión.

— ¿Incisión? ¿Qué nos están haciendo?

Tavita volvió a la realidad con la imagen de alguien inyectándole algo en el cuello, provocándole un súbito desvanecimiento.

— ¿Le sucede algo, joven Tavita? — Preguntó la doctora, notando su mirada perdida.

— Fue en ese momento… cuando nos pusieron el chip. — Dijo Tavita, reaccionando.

— Así que lo recuerda. Fascinante. La electroterapia debió suprimir los recuerdos de la intervención. — Comentó la doctora con un toque de incredulidad.

— ¿Electroterapia?

— Así es. Aunque es un método algo primitivo, funciona para bloquear ciertos recuerdos del cerebro. Para la misión, era necesario que no supieran cómo habían llegado hasta aquí. Lo sorprendente es que haya logrado recordar algo que había sido borrado.

— Créame… estoy tan confundida como usted — Respondió Tavita.

Su mente era un caos. Comenzaba a recordar cosas que no había vivido y otras que sabía que había vivido, pero que había olvidado.

Era un duelo interno que la agotaba. Entonces, de repente, un nombre surgió con claridad en su memoria.

— ¡Clay! ¿Qué pasó con él? ¿Tiene algo que ver con todo esto?

— No te preocupes por Clay. Está a salvo, si eso preguntas.

— ¿Qué pasó con él? — Insistió Tavita.

— Clay es nuestro guía de la montaña, totalmente desligado de PROELIUM. Su trabajo consiste en evitar que los turistas se acerquen al manantial. Así mantenemos a salvo el lugar sagrado para los nativos y, al mismo tiempo, nos aseguramos de que ningún curioso descubra la operación. La coartada perfecta. Aunque, claro,

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de vez en cuando le pagamos generosamente para que nos consiga nuevos sujetos de prueba.

— ¿QUÉ PASÓ CON ÉL? — Tavita preguntó con impaciencia.

— Después de esto, sus servicios no serán requeridos más. Tal vez lo dejemos disfrutar, por fin, del bosque que ama tanto… O nos aseguramos de que el secreto muera con él. — La doctora soltó una pequeña risa.

Al instante, fijó su vista en Tavita y notó que su ojo izquierdo comenzaba a tornarse rojo.

— Joven Tavita, ¿se encuentra bien?

— Una pregunta muy estúpida de su parte, ¿no lo cree? — Respondió, tallándose el ojo.

—No, me refiero a… ¿entró en contacto con el Urusarus en algún momento?

— ¿De qué habla? — Tavita se veía molesta.

— Eso lo explicaría. Nos daría una nueva visión del Urusarus que no habíamos visto jamás. Interesante.

La doctora llamó a uno de sus escoltas para que trajera una prueba de infección. El hombre corrió hacia el helicóptero cercano y regresó con un aparato en forma de jeringa.

— El Urusarus ataca de dos formas: a nivel cerebral y a nivel molecular. Si llegó a infectarte, comenzará a eliminar las interferencias que le impidan tomar control total de ti, lo que explicaría el hecho de que recuerdes.

— No estoy entendiendo, doctora… — Tavita lucía cansada.

— Muy bien. Agárrenla. — Ordenó.

La escolta sometió a Tavita contra el suelo violentamente. Ella comenzó a forcejear.

— ¿QUÉ ESTÁN HACIENDO? — Reclamó Tavita mientras forcejeaba.

La doctora le clavó la jeringa en la nuca, provocándole un dolor extremo. El dispositivo se iluminó en rojo.

—Hmm… interesante. Es positivo, lo sabía. — Murmuró con una sonrisa de avaricia. Por su mente pasó un pensamiento de interés 118

científico: Encontramos a un nuevo sujeto de pruebas. — ¡Asegúrenla! Vendrá con nosotros.

Los escoltas intentaron amordazarla y atarla, mientras uno de ellos sacaba una jeringuilla similar a la que Tavita había visto en sus recuerdos. Ella sabía que, si la volvían a dormir, nunca la dejarían salir. Lanzó un grito desgarrador y, con fuerza sobrehumana, se quitó a los hombres de encima. Su rostro mostraba furia y unos sangrientos ojos rojos, como los sujetos de prueba, aunque aún conservaba consciencia.

— ¡Disparen! — Ordenó uno de los escoltas. Una ráfaga de balas resonó en la montaña. Tavita esquivó la mayoría, aunque algunas impactaron en su torso y piernas, pero eso no la detuvo. Corrió hacia la doctora.

— ¡Doctora, cuidado! — Gritó un escolta, cesando el fuego para no herirla.

Tavita se abalanzó contra ella, derribándola.

— ¡Ohhh, esto es impresionante! — Exclamó la doctora, manteniéndola a raya. — Qué gran demostración de fuerza, joven Tavita.

Con un movimiento, logró apartarla, pero Tavita volvió a lanzarse como un animal.

— ¿QUÉ ESTÁN ESPERANDO? ¡INCAPACÍTENLA! — Gritó la doctora.

Tavita sabía que de quedarse ahí terminaría raptada nuevamente o muerta, así que hizo un último movimiento arriesgado. Corrió hacia la doctora y le arrebató la cápsula, planeando escapar con ella hacia los árboles aledaños y enmascarar su huida.

Mientras corría con la cápsula en brazos, Tavita se dio cuenta de que ya no sentía dolor o cansancio. Era como hace unas cuantas horas cuando de repente dejó de sentir hambre. Una ráfaga de disparos más la alcanzó, interrumpiendo sus pensamientos y haciéndola caer al piso. Tavita miró hacia atrás y los hombres armados se dirigían hacia ella. Por fin, Tavita se jugó su última carta.

— ¡ATRÁS! — Gritó, sosteniendo la cápsula abierta.

—Joven Tavita, cierre eso ahora mismo. — Ordenó la doctora.

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— No voy a escuchar más tus estupideces. No me llevarán con vida. Si disparan, su recurso se escapa. Así que apártense. — Tavita mantuvo su posición, pero su cuerpo comenzaba a presentar espasmos.

— Tavita, no sabes lo que haces. Por favor, no cometas una estupidez o mucha gente morirá.

Tavita entonces lo comprendió. El manantial, si la forma de vida llegaba al manantial, eventualmente llegaría al pueblo y comenzaría un ciclo de infección incontrolable.

— ¿Y por qué debería escucharte? Tú y el maldito PROELIUM arruinaron mi vida. Ya no me queda nada. Si muero, el mundo puede irse al diablo si eso los destruye a ustedes también. — Tavita continuaba con los espasmos involuntarios.

— Tavita, sé que estás enojada. Pero no cometas un error. Esa que habla no eres tú. — La doctora trataba de convencerla.

Tavita veía la cápsula abierta, la forma de vida no trataba de escapar ni de salir. De alguna forma, sabía que ahora esa cosa dentro de la cápsula estaba con ella y permanecería a su lado. Tavita lo pensó mucho y al final dirigió la mirada directamente a la doctora.

— Espero que esté feliz con lo que está a punto de pasar. Todo esto pudo evitarse. No olvide que se lo dije…

— ¡¿Tavita?! — Gritó la doctora.

— Este es mi jaque mate… hija de puta.

Tavita estrelló la cápsula contra el suelo. El agente químico y la forma de vida salieron disparados. Tavita corrió hacia el manantial, con la criatura serpenteando tras ella a través del pasto.

— ¡Disparen! — Ordenó la doctora.

Tavita corría entre una ráfaga de balas. Algunas pasaban de largo y otras impactaban su cuerpo, pero el avance no se detenía. Tavita estaba por alcanzar la orilla del manantial cuando una bala perforó su mejilla haciéndola caer al agua. Aún consciente y mientras se hundía hacia el fondo del manantial, Tavita esperaba morir. No sabía muy bien lo que había hecho, liberar a la cosa significaba que los animales del bosque y tal vez la población de Armasa estarían expuestos de forma constante al Urusarus. Con una visión borrosa 120

por el agua, pudo notar como la luz iba desapareciendo poco a poco y frente a ella se encontraba flotando la forma de vida aquella. Tavita la vio y pensaba “ya vete de aquí, por fin eres libre”, pero la forma de vida se mantuvo ahí. De un momento a otro, la cosa se dividió en dos. Una de ellas permaneció con Tavita y la otra desapareció en las profundidades para siempre. El Urusarus infectó a Tavita a través de una de sus tantas heridas y en ese momento, Tavita perdió el conocimiento.

En la superficie el agua se teñía de rojo por la sangre que despedía el cuerpo de Tavita mientras se hundía en el manantial.

— ¡Mierda, esto es malo! —Dijo la doctora. — Llamen a la central, evacúen el pueblo. Quiero un equipo de búsqueda a lo largo del manantial y del río.

— Doctora, eso tomará tiempo…

Ella lo sabía. Lo que Tavita había hecho era irreparable. Si no se controlaba, el pueblo, y tal vez el mundo entero, estaban condenados.

— Esperemos que todo salga bien… Carajo. Que nadie se acerque al agua.

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CAPITULO 14: Repercusiones “Han pasado dos semanas desde que las autoridades locales cerraron de manera definitiva todos los accesos al pueblo turístico de Armasa.

Comunicados oficiales desde dentro han confirmado que el aislamiento busca combatir una extraña enfermedad que ha azotado al pueblo y sus alrededores.”

“Se ha prohibido la entrada de turistas por tiempo indefinido, mientras que el ejército privado, financiado por la empresa PROELIUM, ha tomado el control de la operación de limpieza en el tranquilo pueblo de Armasa.”

“La enfermedad originada en el pueblo de Armasa, ha empezado a manifestarse en ciudades alrededor de la región. PROELIUM no se ha declarado al respecto a las razones por las que la enfermedad se propaga tan rápido.”

“Canibalismo: así describen testigos las atrocidades que acontecen dentro de la ciudad de Boltica. Videos de corresponsales muestran a ciudadanos atacándose unos a otros, mientras la policía y el ejército intentan contener esta enfermedad que, según reportes, es altamente contagiosa.”

“La ley marcial ha sido implementada desde primeras horas del día. Las criaturas que poco a poco toman la región parecen implacables. Se recomienda a los ciudadanos que aún permanezcan a salvo no abrir la puerta a nadie y racionar todos los suministros posibles. Son tiempos oscuros, pero, gracias a nuestro gobierno, saldremos de esta.”

“Ahora, un mensaje especial de PROELIUM: Invitamos a la ciudadanía a no sucumbir ante el miedo y la desesperación. Lo que estamos atravesando es algo pasajero mientras se busca una cura para este mal que azota nuestro mundo. El campo de batalla es Alebriz, y en esta trinchera mantendremos la línea, defendiendo no solo a los Alebrianos, sino también al resto del mundo que corre el riesgo de enfrentarse cara a cara con esta nueva enfermedad. Manténganse firmes, permanezcan en aislamiento y no salgan por nada en absoluto.”

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“Ciudades en todo el mundo han caído ante la Feramona. Actualmente, se estima que hay más Ferales que personas en el mundo. El planeta es suyo ahora…”

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EPILOGO — ¿Cuánto tiempo ha pasado?… ¿Años?… No, no puede ser mucho tiempo. Yo… No, no lo sé. ¿Agua? Estoy en el agua… sí, morí en el agua, ¿cierto? Yo… ¿Por qué estoy viva? Espera… algo anda mal, mi cuerpo flota… ¿Por qué no veo nada? Mis ojos no se abren.

Mi nombre… ¿Tengo nombre? No lo recuerdo… uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis… tu ojo misterioso, Fran, Jona… recuerdo mi programa, recuerdo a mis amigos… mis amigos… ¿Ellos murieron?

Murieron, sí. ¿Por qué recuerdo eso? Mi nombre, ¿cuál es mi nombre?

— Tranquila…

— ¿Cómo? ¿Quién… quien anda ahí? Tu presencia me es familiar…

— Soy compañía, soy futuro.

— Mi corazón, está acelerado.

— Soy yo, saludando.

— Tú… yo te recuerdo, o eso creo… ¿Cómo es que estás hablándome?

— Evolución, desarrollo.

— Te había escuchado antes, te he sentido… Pero ¿dónde? ¿Cuándo?

— No esforzar… tranquila.

— ¿Qué fue eso? Escuché algo… no… a alguien —…detengas, sigue avanzando.

— debo insistir que no es buena idea perturbar a la chica.

— Teniente, venga a ver esto.

— Esa voz, ¿de quién es? ¿Es un chico, una chica? No puedo distinguir…

— ¿Qué carajo es esto?

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— Preparar. Nosotros salir de aquí.

— ¿Nosotros? ¿A dónde iremos?

— Mundo que juntos haber construido…

— Saquen a la chica de ahí. Consíganle algo de ropa, por favor.

— Teniente, ¿qué haremos con la chica?

— Ni idea, pero si es cierto que es del viejo mundo, será lo más cercano que tendremos a una repuesta.

— Teniente. La chica está despertando.

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AGRADECIMIENTOS Y NOTAS PERSONALES Me gustaría dedicar las primeras palabras de este agradecimiento a ti que llegaste a este punto. Como autor independiente significa mucho que te tomaras un pequeño tiempo en tu horario para leer mi historia que llevaba años intentando plasmar en papel. En estos tiempos donde la tecnología y la conectividad en línea han tomado un poderoso campo en el entretenimiento, la lectura se ha visto dejada de lado, por lo que mi agradecimiento a ti es aún mayor.

Espero haya sido de tu agrado.

Quisiera agradecer a mi compañera Katty Anel Guido por el arte que encabeza los capítulos de esta obra y a mi compañero Ángel Soto “Sscaarleth”, por redibujarlos para esta nueva versión. A mi compañero Elías “s3lioh” Alvarado por ilustrar la vieja y la nueva portada de este libro y por dibujar a mis personajes al pie de la letra (anexo bocetos al final de esta sección).

Quiero también hacer una mención especial a mi amiga Mayale que tuvo soportar que le dijera cómo termina esta historia a pesar de que ella quería leerlo.

Un agradecimiento indirecto a aquellas personas que mantendré en el anonimato, las cuales fueron inspiración directa para crear a mis personajes. Si alguna vez uno de ustedes lee estas palabras y me preguntan directamente, les responderé si son una de esas inspiraciones.

La historia de Tavita no ha terminado, aún hay mucho que contar.

Descubre lo que sucedió en mi novela “TIERRAS FERALES”, disponible ahora a través de:

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TIERRAS FERALES: Una pandemia devastadora ha azotado a la humanidad durante más de cien años. La Feramona, una enfermedad altamente contagiosa, ha convertido a la mayoría de la población en seres salvajes y violentos, conocidos como Ferales. Para sobrevivir, la humanidad se ha refugiado en asentamientos, comunidades aisladas y protegidas por la organización Proelium y su rama militar especializada, A.R.C.E.

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EQUIPO DE TU OJO MISTERIOSO Tavita Mucenti Estudiante universitaria y conductora de TU OJO MISTERIOSO.

Francel “Fran” Coleman Estudiante universitario y encargado de la edición de los episodios. Camarógrafo secundario.

Jona Tolem Estudiante de posgrado y encargado de la cámara principal del programa y apartado técnico.

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