Elisa en el corazón del laberinto Sébastien Perez Ana Juan_muestra

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A na Juan Sébast ien Perez

Para hallar un poco de consuelo, la muchacha acude a la habitación de la difunta, en donde cuelga un enorme retrato suyo. Allí descubre un joyero que nunca se ha atrevido a abrir. Al levantar la tapa, Elisa queda hechizada por una melodía que la transporta a un laberinto implacable y diabólico.

en el corazón del laberinto

Elisa en el corazón del laberinto

El día de su boda, Elisa, de quince años, se esfuerza por ensayar el fragmento de violín que debe tocar en la ceremonia. Pero una pena doble la oprime: la han obligado a casarse con un desconocido, y su abuela, que era su maestra de música y su única aliada, acaba de fallecer.

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Sébastien Perez . Ana Juan



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en el corazĂłn del laberinto



LA BODA

n chirrido rasgó el silencio de la mañana adormilada. Con las manos inquietas, Elisa se quitó el violín de la barbilla. La noche había estado plagada de pesadillas. Mientras el velo oscuro abandonaba la morada familiar, ella se había levantado y se había obstinado en tocar aquella melodía que sonaba tan mal. Al lanzar el instrumento sobre la cama se le escapó una lágrima. La preciosa y dulce Anabelle pasaba y volvía a pasar entre sus piernas. Ajena a las caricias de la gata, Elisa observaba el vestido colgado junto a la ventana. Los largos pliegues de satén blanco, los delicados encajes y los realces de azahar deberían haberla llenado de felicidad.




Pero no. Tenía el corazón atravesado por una pena doble. Unas horas después, se uniría en matrimonio a un hombre al que aún no conocía. Una flor fresca a la que habían arrancado la libertad, mustiándose sobre las mesas del banquete. Tenía que hacer frente a las miradas y ocultar su pena. Tenía que tocar aquella melodía de violín que ahora maldecía. Había sido la favorita de su difunta abuela. Elisa sintió la necesidad de recogerse en la habitación de su pariente. En la cama aún se apreciaba la huella del cuerpo de la difunta, expuesto para el velatorio. Con la mano acarició los contornos. Un escalofrío glacial le recorrió el cuerpo. Aquella que había sido su confidente, su maestra, su amiga, ya no estaba. Disimulados tras un velo húmedo, sus ojos se posaron en el cuadro apoyado sobre la chimenea. La joven que había posado para aquel retrato también estaba en el albor de sus quince años. Su mirada, perdida en la lejanía, parecía desesperada. El pintor había encerrado a su modelo bajo múltiples veladuras y zarzas entrecruzadas. Detrás de la muchacha había un laberinto vegetal, inquietante y sombrío, que se perdía en una bruma infinita. Elisa apenas reconocía en ella a su abuela.



Notó una opresión en el pecho. Abrió la ventana de par en par y respiró hondo. Sobre la repisa de la chimenea destacaba una caja; Elisa siempre había pensado que no podía abrirse. Por primera vez, se atrevió a levantar la tapa. Una bailarina de resina desplegó sus volantes y despertó de un sueño demasiado largo. Con un gracioso giro, comenzó a bailar al son de una melodía que no era otra sino aquella que a Elisa tanto le costaba tocar. A medida que las notas se escapaban, la joven se sentía ligera, casi vaporosa. Aquella melodía la había atrapado por completo y era incapaz de resistirse a ella. Tuvo la sensación de estar cayendo hasta perder el conocimiento. La ausencia llenaba de nuevo la habitación de la difunta, en la que solo resonaban los maullidos de Anabelle. Mientras tanto, en el centro del cuadro la modelo estaba de pronto revestida de una máscara de preocupación y un punto minúsculo había aparecido en el corazón del laberinto. Con su mirada penetrante, Anabelle no le quitaba ojo a su joven ama, tendida en el suelo.




A mi abuela: tu ausencia dio vida a esta historia. A mi pequeño Virgile, que se marchó demasiado pronto. Te echo de menos... A Belén, la primera que creyó en este libro. Gracias, Ana, por haberme hecho el honor de ilustrar este texto. Gracias a Camilla la benevolente. Gracias, Fernando, por tu mirada experta. Gracias, Benjamin, por tus valiosos consejos y tus ánimos; sin ellos no podría avanzar. Sébastien Perez

Traducido por Diego de los Santos Título original: Élise au coeur du labyrinthe ©Del texto: Sébastien Perez ©De las ilustraciones: Ana Juan ©De esta edición: Grupo Editorial Luis Vives, 2017 Edelvives Talleres Gráficos. Certificado ISO 9001 Impreso en Zaragoza, España ISBN: 978-84-140-0948-2 Depósito legal: Z 1123-2017 Todos los derechos reservados. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47).


A na Juan Sébast ien Perez

Para hallar un poco de consuelo, la muchacha acude a la habitación de la difunta, en donde cuelga un enorme retrato suyo. Allí descubre un joyero que nunca se ha atrevido a abrir. Al levantar la tapa, Elisa queda hechizada por una melodía que la transporta a un laberinto implacable y diabólico.

en el corazón del laberinto

Elisa en el corazón del laberinto

El día de su boda, Elisa, de quince años, se esfuerza por ensayar el fragmento de violín que debe tocar en la ceremonia. Pero una pena doble la oprime: la han obligado a casarse con un desconocido, y su abuela, que era su maestra de música y su única aliada, acaba de fallecer.

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