100 cuentos, 100 años

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Paulina Concepción Gutiérrez Mendoza Secundaria Técnica No. 34 “Frida Kahlo Calderón” 2º “B”

Tres veces viernes A María le decían la garbancera porque en algunas partes del centro vendía garbanzo, esto en la época del Porfiriato; siempre vestía elegante para los momentos importantes y se creía de la alta sociedad aún cuando ella sabía que era una simple vendedora de garbanzo; de ahí que después le pusieron como apodo “Catrina”. Ella vivía en el barrio de San Marcos, tenía varios pretendientes, entre ellos un pintor que iba todos los días a comprar garbanzo. Un lunes ella le preguntó: -¿Comes todos los días garbanzo? –No, sólo algunas veces porque otras se lo regalo a mis vecinas. -Ahora entiendo. -Sí. Bueno, me tengo que ir. -Gracias. Es un placer conocerte. -Igual para mí. Él se volteó con una gran sonrisa y a ella le brillaban los ojos como dos grandes luceros. Seguía visitando el lugar todos los días para comprar garbanzo. Un viernes él llegó y vio a Catrina muy contenta porque había vendido todo el garbanzo; ese día se retiró a su casa como a las 11:30 de la noche; la calle estaba muy oscura y casi no había gente, pero sí mucha neblina que impedía la visibilidad de los transeúntes. Catrina de repente vio una sombra que se movió muy rápido, aunque se asustó, no le tomó importancia pero sí corrió para llegar pronto a su casa. Él no fue a comprar garbanzo ni el lunes ni el martes, sino hasta el miércoles, día en que un hombre le pidió permiso para hacer una pintura de su rostro. Ese día Catrina portaba un sombrero negro con varias flores que le resaltaban, así es que con una gran sonrisa le respondió: -Sí, acepto que me retrates en una pintura. Él no perdía ni un sólo detalle de las facciones de la cara; sus ojos eran lo más importante; de rato terminó su obra de arte. Ella quedó muy contenta con el resultado y ya quería ver su retrato. Pasaron dos días y él no iba a comprar garbanzo. Larga se hizo la espera cuando de repente oyó una respiración que se acercaba, volteó y sólo vio una sombra y escuchó una voz que le dijo: -Hoy te toca a ti. -Pero... ¿Porqué?... Ella cayó de manera lenta sobre un jardín lleno de flores; empezó a perder poco a poco su pulso y murió repentinamente. El comprador de garbanzo fue el lunes a declararle su amor; desconcertado vio que no estaba en su lugar y le preguntó a una señora que ahí se encontraba: -¿No sabe qué le pasó a la muchacha que vendía aquí garbanzo? -¿Apoco no sabe? -No. ¿Qué le pasó? –Falleció; la encontraron sobre un jardín lleno de flores. -No lo sabía, ¿cuándo fue? -El sábado como a las 10:30 de la mañana. -Gracias por informarme. Lloró mucho hasta el miércoles, día en que se le ocurrió contactar a un amigo que sabía dibujar caras como si fueran la muerte; le pidió dibujar una cara de la garbancera y ese trabajo lo terminó el viernes por la noche. La hizo con ese gran gorro negro con flores de colores. Le dijo que se la entregaría al mediodía. El enamorado tocó varias veces la puerta para recoger la pintura pero nadie abrió. Se dio cuenta de que había una llave tirada junto a la puerta; la levantó, la colocó en la chapa y abrió. Al entrar, con terror vio que él mismo se estaba desangrando y ahí junto estaba un recado que a la letra decía: Quiero que me entierren junto al cuadro que hice yo y con el otro que hizo mi gran amigo José Guadalupe Posada, para regalárselo a la garbancera o mejor dicho Catrina, pues el que yo hice no se lo pude regalar en vida... También quiero que mi gran amigo firme con su nombre “La Catrina”.

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