EL ESTADO, Campo de lucha

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El Estado. Campo de lucha

no significa que, una vez exploradas como construcciones postizas, las identidades coloniales se precipiten en el aire; son figuras reales y continúan desempeñándose como si fueran fundamentales. Esta comprobación no es una política en sí misma, sino que estrictamente señala la posibilidad de una política anticolonial. En segundo lugar, el razonamiento dialéctico deja claro que el colonialismo y las representaciones coloniales se fundan en una violenta lucha que debe renovarse permanentemente. El sí mismo europeo necesita ejercer la violencia y necesita afrontar a su Otro para sentir y mantener su poder, para de este modo rehacerse continuamente.50 Como respuesta a la dialéctica positiva de la dominación colonial, los pueblos colonizados, en lucha por su emancipación, desarrollan una dialéctica negativa. La mayoría de las veces, la dialéctica negativa fue concebida en términos culturales, por ejemplo, como proyecto de la negritud, el intento de descubrir la esencia negra o revelar el alma negra. De acuerdo con esta lógica, la respuesta a las representaciones colonialistas debe implicar la creación de representaciones recíprocas y simétricas.51 Esta inversión del mundo de las representaciones pretende invertir el mundo de las relaciones de poder y de los sujetos involucrados en ellas. Sin embargo, la inversión de la estructura colonial no hace otra cosa que conservar la estructura misma, cuando de lo que se trata es de ir más allá de esta estructura. De este modo, puede continuarse por otros caminos el colonialismo y la colonialidad, aunque hayan sido cuestionados, aunque hayan sido rechazados violentamente, en la medida que quede la huella de su memoria, pueden repetirse en otras condiciones. A pesar de la congruente lógica dialéctica de esta política cultural sartreana, la estrategia que propone nos parece consumadamente ficticia. La pujanza de la dialéctica, que en manos del poder colonial desfigura la realidad del mundo colonial, se patrocina nuevamente como parte de un proyecto anticolonial como si la dialéctica fuese en sí misma la forma real del movimiento de la historia. Sin embargo, ni la realidad ni la historia son dialécticas y 50 Ibídem. Pág. 127. 51 Ibídem. Pág. 128.

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