Revista Proyeccion Universitaria

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Crédito: Flickr UM

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propios de su especialidad. Implica un trabajo de formación global de la persona (Camps, 1994).

desinteresado a sus semejantes, única razón realmente válida para educar (White, 1964).

Se trata de formar un carácter, un ser pensante; con capacidad de decisión (White, 1986), que sepa vivir y que viva sabiendo (Barylko, 1997).

Estar en este mundo tiene evidentemente dos vertientes: educarse para la trascendencia pero también para vivir en esta tierra y bajo las circunstancias humanas. Vivir rodeado de las necesidades humanas es probablemente la manera más eficaz para el desarrollo de las virtudes necesarias para acceder a la vida eterna, pero esto únicamente podrá suceder si se adopta una actitud de búsqueda constante de las respuestas adecuadas para satisfacer las carencias más prioritarias de las personas.

En definitiva, en esta renovada perspectiva de la educación integral que implica un desarrollo físico, mental, social y espiritual de los seres humanos, en la misma medida y sin predominio de ninguna de ellas sobre las otras. Conceptos modernos desde lo pedagógico como las competencias hallan su correlato directo en la educación integral y le dan cohesión a la tarea educativa. No se trata de enseñar contenidos, ni por objetivos, ni manualidades técnicas; sino más bien de formar personas que sean pensadoras y competentes para enfrentar los problemas de la vida, con una clara conciencia de servicio a sus semejantes y un alto sentido de trascendencia. En pocas palabras la educación es el desarrollo armonioso e integral de todas las facultades humanas que capacitan al educando para una obra de servicio

De aquí que la educación tiene sentido solamente en un contexto de relación con los demás, pero una relación que se plasma en el servicio a los demás por encima de los egoísmos naturales. Evidentemente la única manera de vencer el egoísmo es a través del amor a Cristo manifestado en el servicio hacia los demás. Porque es la abnegación desinteresada la base de un verdadero desarrollo integral. A través del servicio abnegado es como se desarrolla toda facultad humana (White, 1991).

as attitude, concept, and procedure must make up one and the same training process. And, of course, each discipline or subject that is taught must contribute to the integral education. To educate within the Adventist philosophy of education is to develop the students’ full potential (White, 1964; Marchesi and Martín, 1999). The teacher or professor aims to attain achievements in his students that go beyond the mere knowledge of the curricular contents or specialty. It entails a work of an all-encompassing training of the person (Camps, 1994). It involves the formation of a character, a thinking being, with decisive ability (White, 1986), who knows how to live and who lives wisely (Barylko, 1997) In short, this renewed perspective on integral education implies physical, mental, social, and spiritual development in human beings, to the same extent and without the predominance of any one of them over the others. Modern concepts from pedagogy, such as competencies, find their direct correlation in integral education and give coherence to educational work. It is not about teaching content, or objectives, or technical manual skills, but rather to educate people who are thinkers and who are competent to face life’s challenges, with a clear mindset for service to others and a high sense of transcendence


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