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3.5.1. Formas verbales y expresivas de lo macrocriminal

constata que muchos pobladores colombianos creen que Escobar se trata de

un héroe y otros, un villano (Jimeno, 1998).

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Al haberse expuesto esa arbitrariedad de rasgos ambivalentes que

erigen la figura del jefe del Cartel de Medellín, reincido y concluyo en que la

denominación de héroe es insuficiente. Ese resultado se obtendría al haberse

reconocido que las acciones de este criminal estarían orientadas a conservar y

propagar su comercio ilícito de drogas, al igual que seguir adquiriendo «dinero

fácil». No se tendrá en cuenta que este personaje haya realizado ayudas

comunitarias o prácticas benéficas, puesto que estas acciones también

poseerán un propósito que se adscribirá a su idea de tutelar sus modalidades

delictivas.

Para poder ampliar más esta información sobre la naturaleza y el

proceder de los criminales, he considerado pertinente hacer una clasificación

que comprenda dos criterios importantes. Uno de ellos se basará en cómo se

expresan y el otro, en cómo se desempeñan. Estos tratamientos permitirán

identificar cuáles son las razones por las que personajes como Pablo Escobar

o los Extraditables incurren en una forma de cometer crímenes. Es decir, se

entenderá qué existe en el trasfondo de los chantajes, las amenazas

mediáticas, el homicidio, el rapto extorsivo y la tortura, que son auscultables en

la novela y que se registran a nivel histórico e interdisciplinario.

3.5.1. Formas verbales y expresivas de lo macrocriminal

Las formas verbales y expresivas en los personajes criminales de Noticia de un

secuestro (1996) se evidencian a través del lenguaje que ellos usan. Ese será

su recurso representativo. Por lo tanto, para indagar en torno a su naturaleza

será imprescindible partir de lo más explícito y específico. En este caso, sería

conveniente que se retome cómo se conforman sus diálogos, los cuales son

plasmados en la obra literaria de Gabriel García Márquez.

Para empezar, se entiende por diálogo todo intercambio de información,

en el que interactúan el emisor y el receptor (Doležel, 1999, p. 150). De ese

procedimiento, el destinatario termina asimilando un mensaje, el cual descifrará

y comprenderá. Una vez acabada esa operación, se espera que él logre una

modificación de su conducta o realice un determinado acto. Muchas veces, el

propósito dependerá de las exigencias y las necesidades del remitente. Para

poner un ejemplo sobre todo esto, recurro a un fragmento de la novela del

escritor colombiano. En este, se observa cómo los diálogos de un personaje

criminales son enunciados con demasiada naturalidad. No tiene remordimiento

de narrar un suceso macabro y mucho menos de compadecerse por lo que

pueda sentir una víctima. De lo que expresa, se puede conocer su función,

además de que se consigue identificar cómo son su composición y su campo

lingüístico, tal como se aprecia a continuación:

«—Al menos dígame cómo fue —dijo—. ¿Marina se dio cuenta? —Le juro que no —dijo él. —¡Pero cómo no! —persistió Maruja—. ¡Cómo no iba a darse cuenta! —Le dijeron que la iban a llevar a otra finca —dijo él con la ansiedad de que se lo creyera—. Le dijeron que se bajara del carro, y ella siguió caminando adelante y le dispararon por detrás de la cabeza. No pudo darse cuenta de nada» (García Márquez, 1996, p. 238).

Este pasaje se adscribe a la descripción que hace el secuestrador a

Maruja Pachón sobre la muerte de Marina Montoya, quien estuvo raptada antes

de ese trágico suceso. Es más, se puede corroborar de la lectura del texto que

el objetivo del perpetrador es aminorar esas emociones de perturbación y

desesperación que han empezado a surgir de la mujer. Para ello, recurre al

engaño con mucha tranquilidad y persuasión. Al considerar esa táctica, ya es

factible comprender esa serenidad con la que se expresa el secuestrador al

sustituir una información por otra. Ese cambio lo hace con la volición de que

Maruja Pachón se confunda y termine creyendo que los narcoterroristas

siempre tuvieron buenas intenciones al desplazar a Marina Montoya. Por eso,

el facineroso articula el siguiente dato para convencerla: «Le dijeron que la iban

a llevar a otra finca» (García Márquez, 1996, p. 238). A la vez, esa oración

revela que ellos quieren desligarse de cualquier responsabilidad de lo que

ocurrió durante la liberación de su compañera. Y se asume que esa propuesta

será más creíble si los criminales adoptan una conducta pacífica. Así, se

procurará que se quede instalada esa versión de inocencia que ha sido

transmitida a Maruja por un narcoterrorista. Sin embargo, a pesar de todo, la

credibilidad en el discurso emitido por el criminal termina siendo cuestionada. Y

esto es más que nada por el simple hecho de que quien enuncia esa versión de

los acontecimientos es un perpetrador. Su identidad criminal hace que de él se

piense cualquier tipo de accionar subversivo. La mentira será uno de los

discursos que los ciudadanos podrán reconocer en ellos sin darles la

oportunidad de expresarse. Ese prejuicio de la gente los condenará a que no

puedan ganarse su confianza en lo sucesivo. Es más, no habrá necesidad de

que se verifique qué tanto mienten, puesto que lo seguirán haciendo. Y estas

tácticas las realizarán porque el engaño solo revela en ellos la indiferencia al

sufrimiento humano y la falta de cooperación con los organismos que luchan

por la seguridad nacional. Por esa razón, es comprensible la actitud de Maruja

Pachón cuando está en condición de secuestrada y escucha las mentiras de

estos criminales. Su ansiedad, su angustia, su desesperación, su cólera y su

incredulidad serán factores notorios que la perjudicarán y harán que ella quiera

enfrentarse a esa realidad incierta que está siendo articulada por los criminales.

Su reacción y su reclamo serán apreciados específicamente cuando ella

enuncia lo siguiente: «¡Cómo no iba a darse cuenta!» (García Márquez, 1996,

p. 238). Esa exclamación revela que el personaje se ha percatado de que hay

un engaño de por medio que los facinerosos quieren hacerle creer. Ella está al

tanto de las inconsistencias que se forjan acerca del homicidio de Marina

Montoya. Terminará cuestionando todo lo que le han expresado los

secuestradores. Maruja Pachón no cree que su compañera haya buscado la

muerte voluntariamente, sino que ha sido cruelmente asesinada y con

deliberación. Está convencida de eso y persiste en la idea de atribuir la culpa a

quienes la mantienen en ese instante como rehén. Ella considera que todas

estas acciones injustas y nocivas merecen ser sancionadas y erradicadas,

puesto que en esa atmósfera en la que se narra los sucesos dañinos

parecieran que no tienen límites sobre las víctimas.

Una forma de expresión adicional que se corrobora en los personajes

criminales de la obra literaria de Gabriel García Márquez es cuando ellos

emplean palabras que transmiten ira o manipulación. Esa cualidad se puede

apreciar en el siguiente fragmento de la novela:

«—¿Y usted se cree que puede hacer lo que le da la gana? —gritó— . Pues si vuelve a roncar o a toser de noche le podemos volar la cabeza de un balazo. Luego se dirigió también a Beatriz. —Y si no a sus hijos o sus maridos. Los conocemos a todos y los tenemos bien localizados.

—Haga lo que quiera —dijo Maruja—. No puedo hacer nada para no roncar. Si quieren mátenme» (García Márquez, 1996, p. 59).

En estos diálogos que se citan de Noticia de un secuestro, se verifica

cómo la forma de expresarse de los criminales termina transformándose en una

discusión, debido a que se está fluctuando una orden de por medio que no está

siendo atendida, así como se constata cómo se ejerce esa autoridad criminal

sobre otras personas. Hasta que esas circunstancias no se resuelvan, Beatriz

Villamizar y su cuñada Maruja Pachón continuarán siendo damnificadas. Por

más que se insista, no habrá otra solución. Todo intento de querer persuadir a

las víctimas o hacerles pasar una verdad por una mentira será insuficiente . En

ese sentido, lo único que restará por hacer es seguir con el desarrollo de las

conductas naturales de cada personaje. Los narcoterroristas mantendrán su

forma de operar en ese contexto. Es más, deberán reforzar su identidad y no

dejarse aminorar por las posibles exigencias que podrían solicitar las retenidas.

Eso justifica por qué su reacción se debe volver más agresiva. Ese cambio de

actitud se puede apreciar en el siguiente comentario: «Si vuelve a roncar o a

toser de noche le podemos volar la cabeza de un balazo» (García Márquez,

1996, p. 59). Esas palabras son propias de una amenaza verbal. El deseo de

asesinar a sus víctimas y a sus parientes es revelado de manera explícita. Para

erradicar esa situación, Maruja recurre al desinterés como una estrategia para

manipular y alterar las decisiones de los guardianes, tal como se corrobora en

las siguientes expresiones: «Haga lo que quiera» (García Márquez, 1996, p.

59) o «si quieren mátenme» (García Márquez, 1996, p. 59). Con ello, su

objetivo es que se opte por algo que en realidad las asuste, asumiendo que la

muerte ya no es de temer.

Considerando otra propuesta sobre el diálogo, Agustín Domingo

Moratalla (Beuchot y Arena-Dolz, 2006, p. 199) realiza una definición en

específico que contribuye a comprender todo este paradigma en este contexto

macrocriminal. Para él, todo diálogo siempre dejará un rastro y una experiencia

del mundo, que serán útiles para que cada sujeto logre una transmutación. En

ese sentido, se hará referencia a un personaje que no tiene una condición

estática, sino que se encuentra en constante cambio. Es más, con el transcurso

de la lectura, uno se terminará percatando de que este no cuenta con una

configuración específica. Y esa incompletitud o esa caracterización inconclusa

no será algo fuera de lo común en él; más bien, toda esa espontaneidad será

propia de su naturaleza (Bajtín, 1998, p. 334). Esas variaciones se irán viendo

a través de sus diálogos, los cuales mantendrán una lógica y una coherencia

lingüísticas, a pesar de que exhiban demasiados mundos multipersonales y

asimétricos (Doležel, 1999, p. 150). Entonces, será a partir del registro del

habla particular del personaje que empiece a apreciarse su manera de ser, su

personalidad, su autenticidad y su distinción. A esa diversidad dialógica, Bajtín

la denominará polifonía o heterofonía, que se diferencia por la representación

plural de conciencias o la exposición de esa heterogeneidad lingüística.

En el caso de Noticia de un secuestro, puede inferirse que se ha

conseguido un aprendizaje a partir del análisis de la forma de expresarse de los

personajes. Se conoce cómo será el diálogo de un narcoterrorista con un

político. Se sabe qué léxico empleará alguien que está adscrito a la religión,

como también alguien que clama compasión, piedad, justicia o venganza. Sin

embargo, con la propuesta de Bajtín, se puede concluir que todas estas

expresiones son espontáneas y solo tienen un efecto en un instante

determinado. Es decir, no podrá discernirse la identidad de los personajes de

manera absoluta ni predecirse las palabras que usará en un futuro. Esa

condición es la que se corrobora con los secuestradores de la obra literaria. Por

más que ellos han concretado una avenencia verbal y escrita con anterioridad,

se sabe que ellos no serán consecuentes con sus armisticios con el Estado.

Someterse a la justicia será una situación que no querrán cumplir, por más que

hayan acordado lo contrario. En ese sentido, ese cambio de palabras permite

tener una idea más amplia de estos personajes. Ellos no serán de confiar. Lo

que ellos expresen lo harán en el momento oportuno solo para lograr su

propósito; luego, optarán por continuar con su estilo de vida. Aparte, una de las

justificaciones que tienen es que desconfían de las represalias que pueden

tomar las autoridades del Gobierno o los mismos criminales si es que traicionan

a su organización. Además, dudarán de la seguridad que quizá no reciban sus

congéneres. Ante ello, es necesario mencionar que durante esa etapa de

macrocriminalidad las normas no estaban bien establecidas. Estas atravesaban

por constantes modificaciones; sobre todo, aquellas que sancionaban las

prácticas narcoterroristas. Estas leyes recién empezaban a experimentarse.

Los medios probatorios para condenar a estos perpetradores no eran tan

determinantes (García Márquez, 1996, p. 86). A la vez, mientras se efectuaban

ajustes en las normas, algunos políticos se aprovechaban para emprender

actos de corrupción o concertaciones ilícitas con los mismos narcoterroristas.

Esa atmósfera de incertidumbre de los sectores jurídico y legislativo terminó

siendo perjudicial para el país. En suma, todo ese panorama revela que existió

un dinamismo en función los acuerdos verbales y escritos que se propagaban

en estos ámbitos sociales. Será imposible detectar una condensación de

normas y una homogeneización de criterios en toda Colombia, ya sea por parte

de las autoridades o de los criminales. Solo con el decurso del tiempo se podrá

verificar una modificación. Eso ocurrirá más adelante. Para ese entonces, ya se

podrá apreciar con mayor convicción esa correspondencia que debió existir

entre una transgresión a la ley y su respectiva sentencia.

El cambio de discurso es un elemento esencial en las comunicaciones.

Como ya se había explicado, esa transición es natural en los personajes; sin

embargo, puede ocasionar una atmósfera de inseguridad para quienes confían

en el buen desempeño de la gente, así como en que sean consecuentes con lo

que dicen. Para el caso de Noticia de un secuestro, un ejemplo específico de

esa variación en el discurso es cuando se considera que debe modificarse el

tratado de extradición. Ese cambio lo hará el presidente César Gaviria al emitir

el Decreto 303/1991. Una vez que lo altera, los narcoterroristas ya estarán más

tranquilos en cuanto a su sentencia, puesto que ya no serán juzgados en

Estados Unidos, sino en su país natal. A todo ello, se puede co rroborar que

esas modificaciones son originadas por un contexto político.

La manera de expresarse y pensar de los personajes varía también. Ese

es un rasgo que ya se había mencionado con anterioridad, pero que es

importante destacar en esta ocasión. Verbigracia, al asumirse que cada

individuo se expresa de un modo diferente y asimétrico (Doležel, 1999, p. 150),

es comprensible que algunas personas no compartan la forma de pensar de

otra. Eso se puede apreciar en un caso concreto de Noticia de un secuestro;

por ejemplo, cuando se hace referencia al tema de la religión. Allí, uno de los

secuestradores manifestará su disconformidad con improperios al enterarse de

que el papa Juan Pablo II ha hecho un llamado por radio para que liberen a los

rehenes que están a su disposición. Las palabras exactas que empleará el

criminal ante esa transmisión serán las siguientes: «¿Y ese hijo de puta qué

tiene que meterse en esto?» (García Márquez, 1996, p. 68). Ese rechazo y ese

disgusto del personaje permite que se pueda conocer más de él. Podrá

saberse que su configuración es la de alguien que niega cualquier tipo de

intervención que ofrezca la paz y la tranquilidad de los ciudadanos. Se tratará

de alguien ruin y de escasos valores. Sin embargo, lo que sorprende es que se

cumple aquello que planteó Bajtín (1998, p. 334), quien se empecinaba en

precisar que muchas veces los diálogos no formaban parte de la identidad de

los personajes, sino que consistían en respuestas inmediatas a determinadas

circunstancias. Todo ello lo sostengo porque en otros pasajes de Noticia de un

secuestro se aprecia que los criminales guardan un respeto a la ideología

religiosa. Incluso, en una ocasión, realizan prácticas instintivas que revelan su

afinidad hacia esa doctrina. Estas serán representadas por medio de sus

creencias y las oraciones que hagan. En ese caso, no importará que ellos

opten por estas pericias religiosas, pese a que se trate de sujetos que se hallan

en una condición deleznable y deteriorada, caracterizada por la decepción que

tienen de la vida misma. Lo curioso en esto es que logran cambiar la versión de

lo que uno puede asumir de ellos. Y es allí donde la propuesta de Mijaíl Bajtín

tiene una funcionalidad neurálgica. Sin más ambages, el fragmento al que me

refería se puede constatar a continuación:

«La condición común era el fatalismo absoluto. Sabían que iban a morir jóvenes, lo aceptaban, y sólo les importaba vivir el momento. Las disculpas que se daban a sí mismos por su oficio abominable era ayudar a su familia, comprar buena ropa, tener motocicletas, y velar por la felicidad de la madre, que adoraban por encima de todo y por la cual estaban dispuestos a morir. Vivían aferrados al mismo Divino Niño y la misma María Auxiliadora de sus

secuestrados. Les rezaban a diario para implorar su protección y su misericordia, con una devoción pervertida, pues les ofrecían mandas y sacrificios para que los ayudaran en el éxito de sus crímenes. Después de su devoción por los santos, tenían la del Rovignol, un tranquilizante que les permitía cometer en la vida real las proezas del cine. “Mezclado con una cerveza uno entra en onda enseguida —explicaba un guardián— . Entonces le prestan a uno un buen fierro y se roba un carro para pasear. El gusto es la cara de terror con que le entregan a uno las llaves.” Todo lo demás lo odiaban: los políticos, el gobierno, el Estado, la justicia, la policía, la sociedad entera. La vida, decían, era una mierda» (García Márquez, 1996, p. 72).

El pesimismo que muestran los narcoterroristas en este pasaje coincide

con las repercusiones que genera el hecho de amedrentar a una persona. Los

padecimientos son similares. En ese sentido, aliarse a las doctrinas de la

religión será una salvación o un alivio inmediato. Esa realidad por la que

atraviesan hará que se pierda el interés por pensar en lo demás. Ya no

importará lo que esté ocurriendo en el exterior. La única felicidad que podría

originarse en estos criminales sería a partir de la transformación de ese estado

en el que se encuentran, así como que el país se olvidara de todas las

fechorías que cometieron estos individuos.

Habiendo terminado con la explicación de este segmento, procederé al

abordaje de los chantajes y las amenazas mediáticas que son palmarios en

Noticia de un secuestro. Igualmente, es necesario aclarar que esos delitos se

desarrollaron con mayor ímpetu cuando suscitaban situaciones en las que los

mismos criminales establecían intercambios comunicativos con los

representantes gubernamentales.