"El Niño" de Morelos

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PRIMERa PIEZA DE ARTILLERÍA DE LA INSURGENCIA del sur

“El Niño” de Morelos Primera pieza de artillería de la insurgencia del sur

Arturo Ríos Ruiz

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Índice

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1.- Agradecimientos.

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2.- Presentación.

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3.- El comienzo.

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4.- La Marcha de Morelos.

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5.- Morelos recibe “El “Niño”.

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6.- “El Niño” también le sirvió a H. Galeana.

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7.- Preámbulo de Cuautla.

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8.- El “Niño” llega a Cuautla.

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9.- “El Niño” Estrella del Sitio de Cuautla.

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10.- Morelos nombra Comandante del “Niño” a

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Narciso García Mendoza. 11.- Francisco Ayala, combatiente indómito.

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12.- Ubicación del Niño.

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13.- La bala del “Niño”.

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14.- “El Niño Artillero” Adulto.

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15.- Bibliografía.

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Agradecimientos Mary Tere Soto de Schepers: Por el valioso auxilio en esta investigación. Willi Schepers: Por la alta calidad en las fotografías de la bala y otros aspectos del contenido gráfico. Dr. Francisco Xavier Gil: Propietario de la bala del cañoncito “El Niño”. Salvador Rueda Smithers: Por facilitarnos la ubicación del “Niño”. Javier Romero: Por el auxilio en las fotografías del Cañoncito.

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“El Niño de Morelos”

Primera pieza de artillería de la insurgencia del sur DERECHOS RESERVADOS 2011 Arturo Ríos Ruiz Samahil 151, Col. Jardines del Ajusco, Tlalpan, D.F. C.P. 14200 No. De Registro: 03-2011-013110214900-01 ISBN 978-607-00-4169-3 Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida en forma o por medio alguno, electrónico o mecánico incluido cualquier sistema de almacenamiento de información sin la autorización del editor. Impreso en México/Printed in Mexico Marzo 2011 6


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Presentación: El pequeño cañón, “El Niño”, bautizado así por su tamaño, fue la primera pieza de artillería del improvisado ejército de José María Morelos y Pavón, por tal motivo, el generalísimo siempre le tuvo una gran estima; representaba, el inicio de las grandes batallas que enfrentó a lo largo de los cinco años en que fortaleció el ánimo nacional, al demostrar con hechos guerreros que era posible vencer al gobierno español, apoderado del país. Se han manejado decenas de lugares, incluso con seguridad, de dónde se encuentra el famoso cañoncito, que para ningún historiador ha pasado desapercibido en sus reseñas, por la importancia que esta pieza bélica tiene para la historia de nuestra patria. También existen gran cantidad de opiniones respecto a quien lo donó al cura guerrillero, hay quienes afirman que fue el propio Hermenegildo Galeana; pero es sencillo concretar que fueron los Galeana potentados, sus primos, quienes le regalaron “El Niño” a Morelos, dado que la hacienda San José, donde lo recibió, era de ellos. Además, con Hermenegildo, sus primos guardaban una sana distancia. Se conoce que el cañoncito era utilizado para producir salvas en la celebración de la festividad dedicada a San 7


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José, cada 19 de marzo, en la Hacienda con ese nombre propiedad de los Galeana; Santo Patrono, hoy, población de Los Arenales. La Hacienda San José estaba a unos pasos del Zanjón, posesión principal de los Galeana, donde se encontraba la construcción fastuosa de la familia y que en plena guerra de Independencia, don Fermín, uno de los integrantes del clan, le cambió el nombre a San Jerónimo, hoy, es la cabecera municipal del municipio de Juárez. El oaxaqueño Carlos María de Bustamante, dio luces y escribió que la pieza de artillería “El Niño”, se perdió en Ocuituco, Morelos, cuando los insurgentes huían después del rompimiento del Sitio de Cuautla. En fin, a 200 años de distancia, el cañón “El Niño” está vigente y luce regio, en un escenario maravilloso, en el Museo Nacional de Historia en el Castillo de Chapultepec, en la ciudad de México.

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CAPITULO I

El comienzo

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El grito de Dolores ya vagaba por todo el solar nacional, la inquietud ardiente entre miles de mexicanos que era sometida por la indecisión o el temor, fue motivada por la investidura y recia personalidad de Miguel Hidalgo y Costilla, que acaudillaba el movimiento insurrecto. Habían pasado 13 días del Grito de Dolores y Miguel Hidalgo refrendaba la determinación, Pintura original hecha al caudillo * el 28 de septiembre atacó la Miguel Hidalgo y Costilla Alhóndiga de Granaditas en la misma Guanajuato; fue una batalla, la primera que marcaba el rumbo. Los insurgentes se cubrieron de gloria, con la toma de la Alhóndiga y cundió el ánimo entre las huestes independentistas; todos recordaban la osadía de José de los Reyes Martínez, apodado “El Pípila” por la abundancia de pecas en el rostro. José de los Reyes, protegido con una pesada losa sobre * Inf. De los Doctos. Del verdadero retrato del Padre de la Independencia, Miguel Hidalgo y Costilla, cura de Dolores, Aguilar e Hijos, México, Sría. De Justicia e Instrucción Pública, 1902.

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su espalda logró llegar y quemar la puerta del baluarte y propiciar el triunfo de Hidalgo y su ejército. Era el primer héroe germinado de las filas en la inicial acción bélica de la insurgencia. El 20 de octubre, Miguel Hidalgo ya estaba en Indaparapeo, Michoacán1; acompañado de Ignacio Allende José María Morelos y Pavón y Unzaga, Juan Aldama, Mariano Abasolo y Mariano Jiménez; preparaban la ambiciosa incursión hacia la ciudad de México, querían tomar la capital y avanzar en los pasos hacia la independencia de la Nueva España. José María Morelos y Pavón, que había sido estudiante del Colegio de San Nicolás Obispo, en Michoacán, del cual había sido rector Miguel Hidalgo; se apresuró para presentarse ante él y ofrecer sus servicios como capellán de la insurgencia. Al hacer su planteamiento ante Miguel Hidalgo, los ojos verdes del líder de la insurgencia se posaron sobre la recia humanidad de Morelos, reconociéndolo como aquel estudiante que lo asombró debido a que incursionaba a los estudios a los 30 años de edad y admiró el afán del hombre que ansiaba convertirse en cura. 1

México a través de los Siglos, Tomo V, pág. 138 12


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Situación atípica, debido a que por lo general, eran los padres quienes decidían los destinos de los hijos y en el caso de Morelos; convertido en todo un adulto decidía abrazar la carrera religiosa. El cura Hidalgo, de mente ágil, evocó al magnífico estudiante que siempre criticó la desigualdad imperante en el régimen virreinal, además de ser un individuo decidido a superarse a través de la lectura, sobre todo aquella que estaba considerada como proscrita; luego por los reportes que recibía como rector, sus magnificas calificaciones; primer lugar en filosofía, por ejemplo y de su carácter naturalmente rebelde, encausado a una sorprendente inclinación política. Y una luz como la esperanza, se reflejó por los ojos del jefe insurgente. Miguel Hidalgo, invitó a Morelos a sentarse y le expresó: Seréis mejor general que capellán; acto seguido, comenzó a instruirlo; debería dedicarse a la organización del gobierno en los lugares que se ocuparan a través de las armas en lo sucesivo, a la aprehensión de los europeos y secuestro de sus bienes para mantener las tropas y principalmente: la toma de la Plaza de Acapulco. Llevó la pluma al tintero y escribió ante el silencio de todos los presentes.

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Una vez terminada la escritura, posó la vista para dar un repaso al original y entregárselo, Morelos extendió la mano, al tiempo que Hidalgo le expresaba: Ahí tenéis vuestro nombramiento. Morelos leyó atónito el contenido del manuscrito: Por el presente, comisiono en toda forma a mi lugarteniente el Br., don José María Morelos, cura de Carácuaro, para que en la costa del sur levante tropas con arreglo a las instrucciones verbales que le he comunicado. Miguel Hidalgo y Costilla2 Se fundieron en un abrazo; Morelos se despidió de todos respetuoso; llevaba en el alma una encomienda; iba acompañado de su criado, portaba una escopeta de dos tiros y dos trabucos3.

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José María Morelos, Ensayo Biográfico, Pág. 17, Julio Zárate, Diccionario Enciclopedia Vox.

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Arma de fuego más corta y de mayor calibre que la escopeta. Diccionario de la Real Academia Española.

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CAPITILO II

La marcha de Morelos

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Ya en Carácuaro, donde tenía su parroquia, mandó fabricar 25 lanzas para el mismo número de hombres que ya lo seguían; partieron a Churumuco, atravesaron el entonces Río Grande, (Mexcala), y por la Hacienda del Balsas, llegó a lo que hoy es territorio del estado de Guerrero. En Coahuayutla se le unió Rafael Valdovinos y algunos hombres más; continuó hacia Zacatula y ahí se sumó Marcos Martínez, capitán de Milicias e incorporó a sus hombres y el contingente ya contaba con 50 elementos4. Morelos y su grupo de insurgentes continuaron rumbo a Petatlán, pero hay indicios que antes estuvo en Zihuatanejo; de acuerdo a documentos históricos que ofrecen ese detalle. El fraile Pedro Ramírez, hizo un informe en el que afirma que después de la confesión a algunos insurrectos, platicaba con ellos y que varios le confiaron que en Zihuatanejo y en otros puntos de la zona de Zacatula, Morelos tenía almacenada una gran cantidad de granos y que todo esto le fue confirmado por una dama de Tecpan, a la que únicamente cita como “La muchacha de Morelos”5. 4 5

Temas de la insurgencia, Ernesto de la Torre Villar, página 392.

Juan Hernández y Dávalos, Colección de docs. para la Historia de la Guerra de Independencia de México de 1808 a 1821, Tomo VI, Coordinación Alfredo Ávila y Virginia Guedea, UNAM.

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Pero hay otro escrito más explícito, que denota que el jefe de la insurrección conocía perfectamente la zona: lo escribió en Tixtla, el 13 de agosto de 1811 y se refiere a los puertos de la Provincia de Tecpan; le da mayor importancia a Zihuatanejo; afirma que en el lugar había posibilidades de armar un arsenal (talleres), debido a la abundancia de maderas cedrinas (cedro) y otras especies. Explica en el manuscrito, que después de la toma de las plazas de Puebla y Oaxaca, se daría a la tarea para hacer de Zihuatanejo, el Reino de la Náutica. Agrega que en esa parte, Zihuatanejo, había una gran cantidad de siembras de tabaco, mucha pesca y perlas. Incluso, precisa que en ese puerto, había barcos anclados y que aquellas naves que tuvieran un papel con el dibujo de un arco y una flecha, era indicativo que habían sido confiscadas. Y que otros navíos que tuvieran un papel blanco pegado, se entendía que estaban en venta y que quien se interesara sólo tratara con él, o con Ignacio Ayala; éste último sería encontrado en su casa de Tecpan6. Estos documentos revelan que el sacerdote guerrillero conocía muy bien la zona e incluso, como podemos comprobar, tenía intereses importantes para la causa, como la alimentación, por los granos, la economía por las siembras y hasta pensaba 6

Morelos, docs. inéditos de su vida, Noticias de Morelos dadas sobre diezmos, Genaro García.

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construir una fortaleza, como lo indica, al mencionar a Zihuatanejo como futuro Reino de la Náutica. José María Morelos y Pavón, después de su paso proveniente de Michoacán hacia Acapulco, jamás regresó a esta comarca, al menos no hay registros de ello; lo más cercano al punto, donde acudía con frecuencia, fue Tecpan. Bien, el contingente procedente de Zacatula, se enfiló hacia Petatlán, el jefe de la guardia Real era Gregorio Valdeolívar, primo hermano de los Galeana acaudalados7. Pablo Galeana Nieto, estaba casado con Marina Valdeolívar, nacida en Petatlán, hermana del padre de Gregorio, Francisco, del mismo apellido y por ende, pariente político de Hermenegildo. Valdeolívar se encontraba en la ciudad de México y sólo estaba su lugarteniente, llegó Morelos con su escuadrón y los guardias se rindieron de inmediato y se sumaron a las filas “rebeldes”; la esposa del jefe realista les entregó las llaves y los insurgentes tomaron las armas que estaban en una vitrina y continuaron su recorrido hacia Tecpan. El capitán José Antonio Fuentes, encargado de la Plaza de Tecpan, ya tenía noticias del avance de José María Morelos y Pavón y que su grupo de guerreros ya alcazaba los 70 elementos; preparó la defensa y dio instrucciones a sus subordinados de mantenerse en línea para enfrentar a los independientes. 7

Morelos, Siervo de la nación, Ubaldo Vargas, página 34, Edit, Porrúa, S.A.

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En su paso hacia Tecpan, al pasar por los poblados pequeños de la zona, como Coyuquilla, Papanoa y San Luis, las filas de Morelos aumentaban. Llegó a las afueras de Tecpan el 7 de noviembre de 1810, todo estaba listo para iniciar la batalla, también sabía de los preparativos del capitán Fuentes y pensó que sería el primer enfrentamiento que sostendría en pro de la libertad. Fue informado que el capitán José Antonio Fuentes huyó hacia Acapulco, con su escolta y entró con tranquilidad a la población.

Hermenegildo Galeana

Se le unió Hermenegildo Galeana; nació entre ellos una gran simpatía, el tecpaneco, hombre limpio, creyente y noble, escuchó la propuesta libertaria del prelado y convencido puso a su disposición su persona y un grupo de hombres cuya arma letal era el machete, montón de valientes que al mando de “Tata Gildo” como le decían, harían historia de bravura espartana, que le dieran las glorias bélicas al representante de Miguel Hidalgo y Costilla.

Continuaron rumbo a la Hacienda del Zanjón, hoy San Jerónimo, ya lo esperaban los Galeana, los opulentos, los dueños de casi todas las tierras de la Costa; eran res20


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petados, admirados y temidos. De ellos dependía toda la actividad económica de la región. En esa época, la Hacienda El Zanjón, pertenecía a la jurisdicción de Tecpan. Ante Morelos, sobresalieron cuatro de la familia, Antonio el mayor, Juan José y su hijo Pablo Galeana de los Ríos, más tarde, el héroe de la toma de la Isla de la Roqueta en Acapulco, y Fermín, quienes le dieron la bienvenida.

Pablo Galeana de los Ríos

Dialogaron, los Galeana, hombres astutos y totalmente comerciantes, pusieron a disposición de Morelos dinero para la causa, guerreros que armarían de la mejor manera; Morelos se regocijó; contaría con más elementos y capital para la lucha. Morelos continuaría su viaje; Acapulco era el objetivo; ahora, gracias a los Galeana, los ricos, ya contaría con un impresionante ejército que frisaba los 2000 hombres, aceptó pernoctar en esta fecha, 7 de noviembre de 1810 en el Zanjón. Partió rumbo a su destino al día siguiente, 8 de noviembre y los Galeana, los adinerados, no se fueron con Morelos, como lo consigna la historia, sólo Hermenegildo, primo hermano de ellos, que se aceptaban como parientes, pero sin relación cercana. 21


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Esto se demuestra en el documento fechado el 7 de marzo de 1811, que detallaremos en el siguiente capítulo. Hermenegildo Galeana, era hijo de Sebastián Galeana, nacido fuera del matrimonio de José Galeana, padre de Pablo Galeana Nieto, poseedor de una inmensa fortuna, quien a su vez, fue el padre de Antonio, Juan José, Fermín y otros, quienes recibieron al gran Morelos en la Hacienda del Zanjón. Por esa razón, con Hermenegildo, no existía relación amistosa, sabían del parentesco, pero había una separación; “Tata Gildo” trabajaba con su padre en una parcela donada por José, el abuelo de aquellos, que como se acostumbraba en esos tiempos, era la forma de no abandonar a los hijos bastardos y se les apoyaba, sin mezclarlos con los nacidos del matrimonio. Dicha propiedad, estaba localizada en las inmediaciones de Tlanexpa, hoy Tenexpa y permitía a Hermenegildo y a su padre, arrendar una parte; sembrar la otra y vivir sin apuros. Hermenegildo nunca trabajó en el Zanjón como lo aseguran varios historiadores. Se desconoce si Hermenegildo, tuvo otros hermanos, como es lo más probable. Al día siguiente, Morelos marcharía con su impresionante contingente rumbo a Acapulco. 22


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CAPITULO III

Morelos recibe al “Niño”

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José María Morelos y Pavón, estuvo en la Hacienda del Zanjón hasta el 8 de noviembre de 1810, fue ese día cuando los hermanos Galeana, los potentados, le entregaron el cañoncito “El Niño”, 700 hombres, unos armados con rifles y la mayor parte con hondas, lanzas y arcos.

Cañoncito “El Niño”

Morelos siguió su marcha, por fin tenía su primera pieza de artillería; al diminuto cañón “El Niño” y un negro corpulento era el encargado de accionarlo; tenía el apodo de “Clara”, quien merece ser considerado como el primer artillero de la insurgencia del sur. Morelos marcharía con su impresionante contingente rumbo a Acapulco, animado, muy cerca iría “Clara”, que llevaría en sus hombros al “Niño”. Para confirmar que los Galeana adinerados, se unieron más tarde al Caudillo, nos remontaremos a un documento fechado el 7 de marzo de 18118, es decir, cuatro meses después. 8

A.G.N., Grupo Documental: Documentos para la Historia de la Guerra de Independencia de México, 1808-1821, Volumen 2, Tomo VI, Fojas 285-289.

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Morelos había instalado un campamento insurgente en Tecpan, corazón de la Costa Grande guerrerense, ahí tenía decenas de prisioneros realistas y dos de ellos lograron escapar: Pedro Baños y Santiago Mías, que vagaron por los montes, durante 20 días evitando el camino real por temor a ser reapresados por los levantados. Penosamente alcanzaron a llegar al Castillo de San Diego, en Acapulco, donde fueron interrogados por las autoridades virreinales. Durante el cuestionamiento, explicaron que siempre habían sido realistas, pero que al ser apresados por las fuerzas de Morelos, fueron conducidos a Tecpan, donde tenían varios rehenes y los obligaron a servir a los insurgentes y que decidieron esperar la oportunidad para escapar. Agregaron que a Tecpan la resguardaban unos 400 hombres armados. También explicaron que Morelos tenía planeado atacar la Fortaleza, como también se conocía al Castillo de San Diego y que el plan era apoderarse de Acapulco y todas sus riquezas. Y declararon que se enteraron que Juan José Galeana, permanecía en su Hacienda El Zanjón y que contaba con un buen número de hombres armados y que se sabía que el hacendado comentó que saldría a atacar a Morelos. 26


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Seguro que el audaz Juan José Galeana, que era el más temerario e intrépido de los hermanos acaudalados, soltó esa estratagema para evitar que los soldados realistas lo atacaran y avanzar para encontrarse con Morelos; síntoma inequívoco que en el Zanjón así lo habían acordado, para unirse a la causa libertaria. Seguramente iban con él su hijo Pablo Galeana de los Ríos, que fue el único Galeana que sobrevivió a la guerra independiente y llegó a obtener el grado de General Brigadier, su hermano Antonio y los hijos de éste. Fermín se quedó a cargo de las propiedades y se entiende que fue un plan forjado en el seno familiar; aquellos se irían a la guerra por la independencia y Fermín se quedaría al cuidado de la fortuna que poseían. Si ganaban los rebeldes, protegerían a su hermano y salvarían el inmenso capital y si ganaba el Virreinato, Fermín intercedería por ellos. En su testamento, fechado en 1825, Fermín Galeana, deja constancia de sus habilidades negociadoras, pues le prestaba dinero a José Joaquín de Herrera, recalcitrante realista y a Vicente Guerrero, jefe de la insurgencia después de Morelos. Con Dios y con el diablo. He aquí la trascripción de la Cláusula 9na. del testamento de don Fermín Galeana, lograda del trabajo de Ramón Sierra 27


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López: “El héroe sin cabeza”, en la que expone la deuda del realista José Joaquín de Herrera, a quien conoció cuando fue encargado de la Plaza de Tecpan en 1818. Declaro asimismo que también me son deudores don Rafael Méndez y don Joaquín Herrera de mancomún y me tiene otorgada obligación de la cantidad de setecientos y cincuenta pesos, cuyo plazo lo indica la expresada obligación. En el caso del adeudo de Vicente Guerrero y otros insurgentes, como Isidoro Montes de Oca y Julián de Ávila, de la misma fuente: 8va.- El Exmo. Señor Don Vicente Guerrero por mi sobrino Don Pablo Galeana, me es deudor de trescientos cuarenta y ocho pesos, cinco reales, contra recibo de su mayordomo Don Pedro Vicente López, fecha seis de abril de este año, declárolo para que conste. 10ª.-Don Julián de Avila me debe ciento cuarenta y siete pesos, siete reales, los cien pesos en reales efectivos que le di y los cuarenta y siete con jabón, todo para los gastos particulares y aunque no consta en documentos exhibidos por dicho Avila, está confeso y anuente de pago, declárolo para que conste, y para que se verifique su cobro. 14ª.- Declaro que ninguna manda voluntaria o forzosa pública o secreta dejo, exceptuando las de la cláusula segunda de este mi testamento, y les señalé dos reales 28


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a cada una, declárolo para que conste y para que mis herederos no satisfagan ninguna, porque ninguna debo ni lego. Declaro que asi mismo me es deudor el señor Brigadier don Isidoro Montes de Oca, según entiendo de la cantidad de cuatrocientos pesos , declárolo para que conste. Y Juan José Galeana, hizo un trato con Morelos, una vez que tomaron la Hacienda la Brea, localizada en las cercanías de Acapulco, se la compró en 90 pesos oro que utilizó el jefe insurgente para comprar armas y aunque más tarde fue recuperada por las fuerzas virreinales, en el México libre, su hijo Pablo, tramitó la devolución de la misma, al presentar el documento firmado por Morelos a su padre y los diputados se la regresaron9. Juan José Galeana murió peleando en Tamo, Michoacán en 1818. De esta manera perfectamente fundada con el documento del Archivo General de la Nación, se demuestra pues que los Galeana, los ricos, se unieron a Morelos después de su paso por Tecpan, no como lo consigna la historia oficial que indica erróneamente que fue el 7 de noviembre de 1810.

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A.G.N., Grupo Documental, Justicia, Volumen 022, Expediente 25, Fojas, 113-116.

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CAPITULO IV

“El Niño” también le sirvió a H. Galeana

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Morelos, iniciaba la marcha hacia su destino, la ocupación del sur, encargada por Miguel Hidalgo; aún desconocía que el 7 de noviembre que estuvo en Tecpan y más tarde en el Zanjón con los Galeana opulentos y mientras recibía regocijado la noticia que obtendría “El Niño”, su jefe, el Cura de Dolores, sufría su primer revés en Aculco, hoy estado de México, por las tropas de Félix María Calleja, el recio militar hispano. El propósito, Acapulco, puerta de entrada del comercio internacional a través de la descarga de productos orientales de la Nao de Filipinas, que significaba un millón de pesos para el Virreinato. La estrategia era anular ese caudal económico y diezmar la economía de las arcas virreinales, así como paralelamente avanzar en la conquista de los pueblos y ciudades.

Nao de Filipinas

De esa manera, en el poblado Pie de la Cuesta, cerca de Acapulco, se les sumó el contingente de Atoyac y avanzaron hacia el famoso puerto. Ascendían hacia la cima del Cerro del Veladero, cuando sostuvieron el primer combate con el enemigo, no hubo ganador, pero los insurgentes lograron el valioso botín de armas, caño33


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nes y otros apeos bélicos que sirvieron para armar un buen número de Guerreros y se estrenaron “El Niño”, cuyo rugido exaltaba los ánimos del improvisado ejército libertador. Se apoderó del Cerro del Veladero, que se asignó a Julián de Ávila para resguardarlo, punto importante para mantener la guerra de guerrillas a las huestes del capitán José Antonio Fuentes, que por más intentos de Cerro El Veladero desalojarlos, sus fuerzas fueron rechazadas en cada ocasión; desde la cúspide se dominaba todo el panorama de Acapulco y a través de su inseparable catalejo, Morelos, observaba los movimientos. A partir de ese momento, quedó establecido que Ávila, aprovecharía toda ocasión para incomodar al capitán Fuentes que resignado, resistía los ataques relámpagos de los levantiscos, sin esperanza de lograr nada ante la rápida huída a la punta del montículo. A medio camino entre el Cerro del Veladero y La Fortaleza de San Diego, base de la guarnición militar del Virreinato, Morelos trazó una línea imaginaria que bautizó con el nombre de “Paso a la Eternidad” y comentaba con socarronería que el realista que atravesara por ella se acercaba a la muerte10. Los planes de Morelos resultaban de acuerdo a su proyecto bélico y más en ese momento, que contaba con un ejército regular, que aunque mal preparado, les sobraba valentía. 10

Morelos, Fernando Benítez, Edit. Fondo de Cultura Económica, pág. 103

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La presencia de los insurgentes en Acapulco, preocupó al alto mando virreinal y se acomodaron las piezas militares más destacadas de la zona, Francisco París, un valiente oficial español, fue llamado y desde Oaxaca se dirigió a Acapulco, el sargento mayor Nicolás Cosío se sumaba a la defensa de la zona; apoyaban al mayor Luis Calatayud y al capitán José Antonio Fuentes. Morelos, fue atacado por paludismo y decidió retirarse a Tecpan para ser atendido, dejó al mando al coronel Francisco Hernández; ya eran perseguidos por las huestes de Nicolás Cosío, reforzado por soldados de la Costa Chica, lo que atemorizó al oficial insurgente y lo sustituyó en la operación Miguel Ramírez, pero también abandonó la directriz, lo que ocasionó descontrol entre la tropa rebelde que se dirigió a La Venta, punto muy cercano al paraje El Aguacatillo11. Hermenegildo Galeana, que llevaba en su interior a un gran líder, asumió el mando por cuenta propia para evitar la desbandada, detalle que los guerreros, en su mayoría costeños, conocedores de su generosidad, reciedumbre y limpieza, se animaron y se sintieron apoyados por el improvisado jefe. Hicieron frente a las fuerzas de Cosío, que desconcertadas ante el ímpetu de los insurrectos que encabezaba Hermenegildo Galeana, tras rudo combate fueron retrocediendo, lo que más vivificaba a la fuerza rebelde que ganaba terreno. 11

Galeana , Justino Castro Mariscal, , Pág. 35, Edit. H. Ayuntamiento de Tecpan, 1980.

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Por fin los realistas, por las órdenes de Cosío, huyeron aterrados hacia el sur, a San Marcos, hasta donde fueron perseguidos, pero Galeana, al darse cuenta que ya les faltaba parque, ordenó la retirada con la satisfacción de una gran Victoria. Fue la acción desarrollada el 20 de marzo de 1811, que atrajo la atención de Morelos en el valiente costeño Hermenegildo Galeana, quien demostró que sin tener experiencia militar, contaba con tres atributos invaluables: valentía, intuición y liderazgo. Morelos supo desde ese momento que contaba con un gran operador, el que más tarde se convertiría en uno de sus preferidos, de mayor confianza y el más valiente de la pléyade de hombres valiosos que en conjunto, le darían las grandes satisfacciones de las glorias guerreras. Hermenegildo, refrendó su valía en las siguientes batallas, por eso, Morelos, cuando se encontraban en la Hacienda La Brea, recién tomada y convertida en campamento insurgente, lo adelantó hacia Chichihualco, como su representante, se reuniría con los Bravo, para entrevistarlos y patentizar la invitación a la causa de la que eran simpatizantes y sólo faltaba el encuentro para unirse. Era el 21 de mayo 1811, cuando Galeana mantenía cerrada charla con los anfitriones, encabezados por el padre, don Leonardo Bravo; sus hijos, Miguel, Nicolás y Víctor; conversaban entusiasmados cuando fueron sorprendidos 36


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por el alboroto de los guerreros que descansaban en el patio de la hacienda; la mayor parte se bañaba en las aguas de un río que cruzaba la propiedad, despojados de sus ropas; gritos de alarma, carreras desordenadas y voces que alertaban la presencia de los soldados del gobierno español; sobresaltaron a los jefes que de inmediato atendieron la situación.

Leonardo Bravo

Salieron preparados con sus armas y comprobaron cómo, los valientes costeños totalmente desnudos empuñaban con valentía el machete, enfrascados en cruenta batalla contra los españoles dirigidos por el comandante Lorenzo Garrote. Se sumaron a la lucha, Galeana ordenó se accionara “El Niño”, que derrochaba disparos y derribaban soldados virreinales con todo y sus caballos. Además, Galeana organizaba a su tropa que arremetía con infinita fiereza al enemigo.

Nicolás Bravo

Pronto fueron dominando a los gobiernistas que comenzaron a retroceder, en tanto los “desnudos”, con la fuerza de un espíritu bélico, arremetían impíos contra los soldados que se doblegaban totalmente vencidos. 37


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El Grito de ¡Galeana! ¡Galeana! a una sola voz, se convertía en la guerra de los costeños que por fin hicieron huir horrorizados al grupo de soldados realistas. Garrote, se fue a Tixtla a rendir el informe de su derrota y sólo acertó a decir a sus mandos superiores ¡Esos costeños pelean como demonios! La victoria de Galeana y los Bravo, abrió las puertas de Chilpancingo a Morelos. De inmediato ordenó a Galeana preparar el ataque a Tixtla, conveniente conquista para su proyecto de avance hacia al centro del país y arreciar el cerco a la capital de la Nueva España. Era el plan, hasta que se dieran las condiciones de entrar en franco ataque y sellar la lucha con la victoria contundente para consumar la independencia. Tixtla estaba resguardada por el comandante de Milicias Joaquín de Guevara, suegro de Nicolás Bravo, rico hacendado que gozaba del primer cargo militar en la ciudad y enemigo acérrimo de los insurgentes. Al enterarse Guevara de la presencia de Morelos en Chilpancingo, supuso con acierto que el ataque siguiente era Tixtla, por eso se apresuró a preparar la defensa y pedir refuerzos a sus jefes; lo ocurrido en Chichihualco, era una señal inequívoca que los insurgentes representaban un serio peligro. 38


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Fortificó la plaza, mandó traer ocho cañones de largo alcance, robustecieron los accesos a la ciudad, principalmente el punto conocido como el Calvario y otros puestos convenientes; el alto mando comisionó a Nicolás Cosío, cuajado militar ibero con experiencias en triunfos y derrotas; se sumó el vencido Garrote y se dispuso todo. Mil, 600 hombres defenderían la ciudad. El mayor aliado de los realistas era el cura Manuel Gayol, quien desde el púlpito denostaba todos los días a Morelos, del que aseguraba, sería colgado desde el árbol más alto como ejemplo y su cuerpo pendería consumido por los zopilotes y su alma se saldría directo a los infiernos. Esta solidaridad del sacerdote, produjo que gran cantidad de pueblerinos se unieran a la defensa. Cosío había logrado convertir a Tixtla en una verdadera fortaleza, toda su experiencia estaba echada en la encomienda; le daba confianza en que la batalla próxima, sería el fin de los rebeldes. Llegó el momento; en lo alto de una colina cercana a la ciudad, apareció Morelos, su contingente ondeaba una bandera negra y los cálculos militares de Cosío, le produjeron una satisfactoria sonrisa, a lo sumo eran unos 600 rebeldes, tres veces menor a la fuerza con la que él contaba. 39


“EL NIÑO” DE MORELOS

Morelos, sereno, inició las órdenes del ataque, Galeana, al frente con sus aguerridos costeños que ya tenían en su personalidad la fama de la valentía bien ganada, los hermanos Bravo, Miguel y Víctor, irían al frente de la Caballería, su blanco, el Batallón de Lanceros de Veracruz, don Leonardo, el padre y Nicolás, atacarían al famoso Batallón de los “Colorados”, denominados así por el color de su uniforme y de los Milicianos, que encabezaban Cosío y Garrote. Antes, Morelos, instruyó al sacerdote Juan Antonio Talavera, habilitado a coronel, tomara la Bandera blanca de Parlamento y un tambor, para pedir la rendición de la plaza, con el propósito de evitar la efusión de sangre. El cura Talavera partió hacia la plaza, Cosío y Garrote salieron a su encuentro y una vez que escucharon el mensaje de Morelos, altanero, el jefe militar hispano, se negó terminantemente y calificó de chusma a las huestes independientes, aduciendo que los leales al rey no pactaban con sediciosos, que serían aplastados dadas las diferencias en armamento, número de soldados y experiencia. Y remató la despedida con una amenaza viéndole con reto a los ojos del coronel Talavera: No vuelva usted, porque ni con Bandera de Parlamento será respetada su vida12. Quedó sellado el destino de los contendientes. 12

Morelos, Siervo de la Nación, Ubaldo Vargas, Capítulo VIII, Pág, 44, Edit, Porrúa, S. A.

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PRIMERa PIEZA DE ARTILLERÍA DE LA INSURGENCIA del sur

Se inició la batalla, Morelos levantó el sable en señal de arranque, hundió las espuelas en los hijares de su corcel y al grito de ¡Ahora nosotros! Despegó seguido de sus guerreros; exclamaciones y vivas a la Virgen conformaron un coro de guerra; los costeños elevaban el machete y gritaban al unísono: ¡Galeana! ¡Galeana!... que se había convertido en su arenga de guerra. La batalla fue cruenta, las explosiones y el humo de los cañones hispanos estremecía el entorno y se levantaba por los aires y en contraste, el del “Niño”, apenas se escuchaba y un pequeño hongo, como nubecita se esparcía a su alrededor; pero las pequeñas balas daban en el blanco causando daño a su paso. La pequeña pieza de artillería hizo honor a la estimación de Morelos que la sentía suya y cumplía fielmente con el objetivo de ajar al enemigo. La batalla fue encarnizada, los insurgentes dominaban inevitablemente y consecuentemente, los realistas retrocedían. Galeana y su grupo enfrentaban a los mejores dotados de artillería, el contingente del cual estaba a cargo Lorenzo Garrote, que contaba con cuatro poderosos cañones y las balas se cruzaban entre un bando y otro, en medio de una densa nube de polvo y humo, de la cual sobresalía la bandera española. 41


“EL NIÑO” DE MORELOS

También en medio de las explosiones resaltaba el grito de guerra de los costeños ¡Galeana! ¡Galeana! Que avanzaban sin importar las bajas que ocasionaban las balas enemigas. Se escuchó un estruendo que lastimó los oídos y surgieron gritos victoriosos por parte de los costeños... El fortín estaba tomado al mismo tiempo que el pabellón hispano descendía y en seguida ondeaba la bandera blanca y azul del Regimiento de Guadalupe que comandaba Hermenegildo Galeana. Galeana, sumaba una derrota más al expediente de Lorenzo Garrote. Al escuchar los gritos de júbilo insurgente Morelos lanzó su voz en alto ¡Viva la Independencia! ¡Viva Morelos! ¡Viva Galeana!13 En su corcel, el caudillo cabalgaba a paso lento y de entre el humo espeso, surgió la figura gallarda de Hermenegildo Galeana, que caminaba satisfecho, con el rostro sucio de polvo y tizne de la pólvora y salpicado de sangre enemiga en la cara y su ropa; llevaba la bandera española envuelta y se la entregaba a Morelos para sellar el triunfo. Y agregó eufórico: Señor, aquí tiene usted la bandera del enemigo; ahí adentro están los prisioneros; Cosío y Garrote huyeron. Morelos era vitoreado por la tropa y oficiales y él, felicitaba a Galeana por su hazaña. 13

Morelos, Siervo de la Nación, Ubaldo Vargas, Capítulo VIII, Pág, 45, Edit, Porrúa, S. A.

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PRIMERa PIEZA DE ARTILLERÍA DE LA INSURGENCIA del sur

Para que la victoria fuera total; un reducto de realistas estaba parapetado entre barricadas en la plaza central de la ciudad en el atrio de la parroquia; Morelos dio instrucciones al capitán Vicente Guerrero que fuera por la retaguardia, Galeana entraría por la calle Real, don Miguel y Víctor Bravo, por el norte y Morelos y Leonardo Bravo, entrarían de frente al centro de la fortificación. Los insurgentes avanzaron impetuosos, los gritos de guerra se esparcieron amenazantes contra los realistas, sobrevino la nutrida balacera y en poco tiempo surgió la Bandera blanca de Parlamento de Guerra de los hispanos... pidiendo paz....

Vicente Guerrero

Cosío y el padre Gayol se tragaban sus insultos; el primero en huída al tropel de su caballo rumbo a Chilapa, de ahí continuaría hasta la ciudad de México; el escape era dimensional al miedo y el sacerdote, hincado en el reclinatorio de la pequeña capilla de la iglesia, con la cabeza escondida entre sus hombros, listo para pedir clemencia. Paseó la duda y preocupación por todo el mando del Virreinato; no acertaban cómo mil 600 soldados bien armados, con ocho cañones y entrenados, dirigidos por valientes y experimentados militares, fueron hechos trizas por 600 rebeldes que consideraban neófitos en materia bélica; pero los hechos eran muy claros y por eso la intranquilidad cundía... 43


“EL NIÑO” DE MORELOS

Morelos, visionario, se adelantó a los acontecimientos, era seguro que los realistas buscarían reorganizarse en Chilapa, donde se encontraba el comandante José Antonio Fuentes y otros mandos, por lo tanto se apresuró a fortificar Tixtla, sabedor que querrían retomarla. Dejó a cargo de la defensa de la ciudad a Hermenegildo Galeana y a Nicolás Bravo; él, se dirigió a Chilpancingo, donde fue recibido con honores y en la celebración del día de la Asunción, asistió al jaripeo y paseó por la feria que estaba en su apogeo. Era el 15 de agosto de 1811. Fuentes fue informado de la salida de Morelos a Chilpancingo y ese mismo día, 15 de agosto, ordenó el ataque a Tixtla, ahora en calidad de ofensiva; Galeana y Bravo como defensores. El combate fue sordo, persistente, sistemático y terrible, pero Galeana y Bravo, hacían gala de destreza, valentía y pundonor y rechazaban contundentes las arremetidas realistas. Fuentes arreciaba la ofensiva, pero eran rechazados, así se pasó todo el día y el parque escaseaba para los insurgentes; por eso, Galeana despachó a un propio con el aviso hasta Chilpancingo, para informar a Morelos sobre la situación, quien respondió al enviado que regresara y dijera a sus oficiales que al día siguiente estaría para apoyarlos. 44


PRIMERa PIEZA DE ARTILLERÍA DE LA INSURGENCIA del sur

Muy de mañana se marchó a Tixtla con 700 hombres y a su lado, en un macho grullo14 y en las ancas, acomodado su inseparable cañoncito, “El Niño”, listo para hacer fuego...

“El Niño”

Galeana y Bravo defendían la posición con alarde de valor impresionante ante la superioridad numérica del enemigo, que estaba enfrascado y decidido a recuperar la plaza, no se dieron cuenta del arribo de Morelos y sus huestes, cuando repentinamente, por sus espaldas rugió el pequeño cañón del que el propio Morelos encendió la mecha, una y otra vez y comenzó la huída realista en desorden. El capitán José Antonio Fuentes, hacía esfuerzos por reorganizar a sus soldados, pero al frente Morelos y retaguardia Galeana y Bravo, avasallaban a los realistas que caían fulminados ya sea por los disparos del “Niño”, machetazos, escopetazos o lanzas clavadas en el pecho. Comenzó la evasión realista rumbo a Chilapa, muy de cerca los acosaban los insurgentes y fue hasta esa ciudad, a 54 kilómetros de Tixtla, donde algunos soldados y oficiales se rindieron y otros, continuaron rumbo a Tlapa, hacia el norte. Fuentes y sus oficiales, resentían una vez más el furor de los guerreros de Morelos. 14

Color ceniciento.

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“EL NIÑO” DE MORELOS

Ahí paró Morelos e hizo recuento del botín de Guerra: 400 fusiles, cuatro cañones, infinidad de pertrechos de guerra y 400 prisioneros. Estuvo en esa ciudad, Chilapa, tres meses, tiempo que aprovechó para instruir a sus guerreros, había una fábrica de telas y mandó confeccionar vestimenta para uniformar a su grupo armado. En el trabajo de Ubaldo Vargas, se da cuenta de la entrevista entre José María Morelos y Pavón y el valiente Francisco Ayala, quien ofreció sus servicios a la causa y era acompañado por un batallón de valerosos surianos armados. Enteró a Morelos que en su natal San José de Mapachtlán, hoy Ciudad Ayala, y en Cuautla, engrosaría las filas de sus combatientes, todos dispuestos a batirse hasta el último aliento por la libertad. Fue tan convincente, que Morelos leyó en sus pupilas brillantes la lealtad, valentía y convicción y le otorgó el grado de coronel; apreciación confirmada más tarde con los hechos heroicos del nuevo elemento en la insurgencia. Morelos tenía una gran predilección por Tecpan, lo ligaban muchos recuerdos como haber sido el lugar de donde partió hacia Acapulco con un ejército cercano a los dos mil hombres, con recursos para continuar y con su primera pieza de artillería: el cañón “El Niño”; había 46


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demostrado sobradamente que era un hombre justo, agradecido y sensible. Seguramente por esas razones y tal vez otras de sello sentimental, el 10 de septiembre de 1811, Morelos refrendó lo referente a la creación de la primera Provincia Libre de América, con el nombre de Nuestra Señora de Guadalupe de Tecpan y erigió en ciudad la población con ese nombre, localizada en la Costa Grande15. Debemos recordar que con anterioridad, el 18 de abril de 1811, José María Morelos y Pavón, creó la nueva provincia libre americana con el nombre de Tecpan, la cual presentó a la Suprema Junta que aprobó el decreto, como lo reseña de manera magistral el historiador Jorge Herrera Peña. Otros autores, afirman que la creación de la Provincia Libre, fue el 13 de octubre de 1811, con el nombre de “Provincia de Nuestra Señora de Guadalupe de Tecpan”. Lo cierto es que el Caudillo, en distintas fechas, repitió en escritos la determinación y se ha tomado como referencia la primera en que dio a conocerla que es el documento de abril de 1811. A mediados de noviembre, Morelos recorrió Tlapa y Chiautla, esta última ya en terrenos de la demarcación 15

Morelos, Docs., inéditos de su vida, Noticias de Morelos dadas sobre diezmos. Genaro García, Edit. SEP.

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“EL NIÑO” DE MORELOS

de Puebla; hasta ahí lo persiguió el simpatizante realista Mateo Misutu, que dispuso construir cuatro cañones y a uno de ellos lo bautizó con el nombre de “Matamorelos”. Era el cuatro de diciembre cuando Morelos llegó al convento de San Agustín donde estaba Misutu atrincherado con su artillería y sus seguidores; el sacerdote ordenó iniciar la batalla y se presentó una tupida balacera entre ambos bandos. Pronto, los insurgentes ya más organizados, con mayor seguridad por las experiencias bélicas y seguros de la victoria, pues en las últimas fechas habían hilvanado varios triunfos que los mantenían con mentalidad vencedora, redoblaron el ataque. El edificio religioso era cerrado, lo que permitía a los sitiados mantenerse medianamente seguros, pero el empuje de los llamados rebeldes los llevó a entrar a fuerza de balas y aquellos se resguardaron entre las escaleras de construcción sólida, hasta que rompieron en retirada, víctimas de la reciedumbre insurgente. El botín: cuatro cañones, gran cantidad de municiones, 200 fusiles y el mismo número de prisioneros. Morelos ordenó que Mateo Misutu fuera pasado por las armas. Los insurgentes acarrearon con todas las armas y el mis48


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mo cañón que Misutu construyó y bautizó con el nombre de “Matamorelos” y que en lo sucesivo, serviría para disparar contra los realistas. Continuó hacia Izúcar, ahí se le presentó Mariano Matamoros, un sacerdote, franco simpatizante de la insurgencia, motivo por el cual había sido arrestado y purgaba condena, pero logró escaparse al enterarse que Morelos estaba cerca y después de la charla entre ambos, el jefe rebelde comprobó su gran preparación, intuyó su valentía, amén que requería alguien de las características del prelado, que más tarde demostraría ser todo un guerrero.

Mariano Matamoros

Muy pronto, Mariano Matamoros se puso al nivel de Galeana, Los Bravo, Julián de Ávila, Vicente Guerrero y otros que por su actuación lograron elevar a Morelos a la cumbre de la insurgencia.

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CAPITULO V

El preรกmbulo de Cuautla

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La etapa de Morelos correspondiente a 1811, había cerrado coronada por victorias sucesivas. Los triunfos alcanzados por Hermenegildo Galeana, Mariano Matamoros, los Bravo, Francisco Ayala y Julián de Ávila, entre otros, en respuesta a la confianza entregada por el Caudillo, haciendo gala de su infinita lealtad, las sumaban como logros del jefe de la insurgencia. Cuando Morelos preparaba a su ejército para atacar Puebla, fue acometido por las huestes de Miguel Soto Maceda al mando de 600 hombres bien armados, disciplinados y valientes, el cura se fortificó en Izúcar derrochando ingenio militar; colocó tiradores en las azoteas y en las boca calles. Soto Maceda, el 17 de diciembre de 1811, apoyado por Pedro Micheo atacaron con fiereza a los insurgentes y el tiroteo duró más de cinco horas; hasta que el primero recibió un balazo de mortales consecuencias y en las postrimerías de su aliento ordenó la retirada. Los realistas se reorganizaron en un lugar conocido como “La Galarza” y esperaron a Morelos que arremetió con vigor renovado por el impulso de triunfo y por fin, diezmados y sin mandos, los soldados del Virreinato huyeron hacia Atlixco. 53


“EL NIÑO” DE MORELOS

Llevaban en improvisada camilla al jefe Maceda que expiró en Cholula. Era el 19 de diciembre de 181116. Incluso, Morelos estuvo a punto de tomar esa ciudad, pero sereno y calculador, sabedor que su proyecto requería rigidez y que el sur aún no estaba totalmente dominado, lo que significaba que al atacar y tomar Puebla, podría ser embestido por la retaguardia. Era un riesgo que no podía tomarse. Regresó a sus planes originales y encargó Izúcar al coronel Mariano Matamoros, con Vicente Guerrero como capitán, para que continuaran con su labor proselitista y sumar adeptos a la causa en esa demarcación, tarea que cumplieron con creces; dado que el también cura, contaba con gran ascendencia en la región y sumó más de dos mil hombres a las filas libertarias. En efecto, uno de los planes de Morelos era tomar Puebla, que una vez dominada sería como la soga en el sentenciado a la horca; estrangularía al Virreinato al no permitir el paso de víveres y asfixiada la economía, sin dejar pasar ni una carga hacia Veracruz o a la ciudad de México, de donde salía el oro en barras, monedas y plata, además de otros productos a la península ibérica, sería una muerte lenta en la actividad del gobierno español. De por sí, por las circunstancias, la capital del país ya estaba en dificultades, el Virrey tenía dos millones de pesos que no había podido enviar a España, en preven16

Ubaldo Vargas, Morelos, Siervo de la Nación, pág. 52, Edit. Porrúa, S. A.

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ción de que el convoy al puerto jarocho fuera asaltado; amén de las minas de Pachuca, Guanajuato, Zacatecas y Taxco, tenían sus extracciones abarrotadas sin poderlas transportar a ningún lado. Pero, el jefe insurgente sabía que su proyecto debería ser sistemático, ordenado y no obstante que sus fuerzas, en territorio poblano habían derrotado a Ciriaco del Llano y otros oficiales hispanos, sabía que había otros pendientes, como medirse con Félix María Calleja en Cuautla y que si lograba derrotarlo, quedaría el camino limpio para dominar la Ciudad de los Ángeles, como también se conocía. Hermenegildo Galeana, había tomado Taxco, tras fragorosa batalla, se apoderó de la ciudad y detuvo al jefe de la guardia; al hispano Francisco García Ríos, quien mal herido se debatía entre la vida y la muerte y era atendido por un improvisado médico insurgente. Morelos arribó a Cuautla el 24 de diciembre de 1811, reconoció palmo a palmo la geografía del lugar, ventajas y desventajas y escogió los puntos que deberían ser fortificados. Comisionó a Leonardo Bravo para que preparara la defensa, indudablemente, el Caudillo ya definía ese punto para enfrentar a Félix María Calleja, se adelantaba a los acontecimientos y sabía que el alto militar, sería comisionado para su búsqueda. 55


“EL NIÑO” DE MORELOS

Morelos viajó a Taxco y se agasajó con el recibimiento de Galeana que le entregó valioso botín de armas y municiones. Era el primero de enero de 1812. Una vez enterado de los sucesos, Morelos ordenó que Francisco García Ríos fuera fusilado; Hermenegildo Galeana intercedió por su vida, tomaba en cuenta su mal estado físico y lo consideraba prisionero de guerra; pero el sacerdote de Carácuaro, no atendió la sugerencia y se cumplió la orden. García Ríos, había cobrado fama de sanguinario y torturador y esa fue la razón por la cual Morelos determinó su fin. Continuaron el avance, Galeana fue despachado a Ixtapan, hoy, de la Sal y José María Oviedo a Tenango, mientras Rosendo Porlier, valiente militar español, salía de Toluca, con la orden de atacar a los rebeldes. Porlier se fue a Tenango donde se llevó a cabo un brutal combate, durante varias horas se enfrascaron en terrible batalla, pero las fuerzas del español dominaron a las del insurrecto Oviedo y lo obligaron a huir hacia Tenancingo; Galeana acudió a su auxilio y esperó a Porlier en las barrancas de Tecualoya. De nueva cuenta se desató otra contienda bárbara, sin ventaja para nadie, salvo que José María Oviedo pereció como todo un valiente en defensa de los ideales de la libertad. Era el 17 de enero de 1812. 56


PRIMERa PIEZA DE ARTILLERÍA DE LA INSURGENCIA del sur

La disputa continuó reñida todo el día y durante la noche, Galeana se vio obligado a abandonar el campo de guerra por falta de municiones y perdió dos cañones de los que se apoderaron los españoles. Galeana fortificó el pueblo de Tecualoya y hasta ahí lo siguió Porlier, pero el costeño daba respuestas contundentes y en medio del fragor de la batalla, “Tata Gildo” acompañado de un grupo de valientes costeños; en sus corceles brincaron las barricadas y a galope penetraron en las filas enemigas, mataron a los artilleros y recuperaron los cañones perdidos la noche anterior. Las acciones bélicas continuaron sin descanso, en apariencia pareja, pero los insurgentes comenzaron a dominar a los realistas, lo que preocupó a Porlier al darse cuenta que pronto serían vencidos. Más, cuando llegó Morelos al refuerzo, acompañado de Mariano Matamoros y los Bravo, por lo que el militar ibero, decidió prender fuego a algunas de las chozas de Tecualoya y aprovechando la confusión, huyó a Tenancingo; fue perseguido y alcanzado en la mencionada población, los insurgentes animados arremetieron con ferocidad; sometieron a los realistas que huían despavoridos. Porlier no tuvo más que regresar a Toluca y llegó a la ciudad con un ejército que daba pena, muchos soldados heridos, desfallecidos y el rostro desencajado que evidenciaba una sonora derrota. 57


“EL NIÑO” DE MORELOS

El resultado de este evento de guerra, preocupó profundamente al virrey Francisco Javier Venegas y se apresuró a llamar al temible Félix María Calleja, que acababa de incendiar Zitácuaro, luego de aplastar a Ignacio López Rayón y dispersar la Junta Gubernativa Insurgente. Calleja gozaba de la fama de ser quien derrotó a Miguel Hidalgo y Costilla en Aculco, hoy estado de México, y Puente de Calderón, Jalisco y se consideraba que era el único que podría vencer a Morelos. Además se le temía por su salvaje trato a los insurgentes detenidos, a los que martirizaba con brutalidad inaudita y hasta parecía que gozaba con ello. La orden del Virrey, temeroso por la cercanía de las huestes del Caudillo insurgente y los resultados vencedores en la zona, fue la de acabar definitivamente con José María Morelos y Pavón. Debería ser una guerra de sangre y exterminio. Muchos colaboradores del Caudillo, opinaron que atacaran Toluca, para irse contra la capital de la Nueva España, pero Morelos, disciplinado y calculador, consideró inadecuado el consejo y prefirió continuar con el proyecto inicial; regresó por Cuernavaca y luego Cuautla, donde ya estaba Leonardo Bravo preparando la ciudad con fortificaciones para defenderla. 58


PRIMERa PIEZA DE ARTILLERÍA DE LA INSURGENCIA del sur

Morelos llegó a Cuautla el 9 de febrero de 1812, al frente de dos mil guerreros, Leonardo Bravo ya lo esperaba con los trabajos para la salvaguardia avanzados y se adivinaba que la estrategia del Caudillo, consistía en que le haría frente a Calleja desde la ciudad y con seguridad sería sitiada, toda vez que en su visita anterior, en los últimos días de diciembre de 1811, observó la topografía de la población y sus alrededores; preeminencias y desventajas, que habían sido analizadas para el cometido. Mientras el jefe insurgente inspeccionaba las instalaciones, ordenaba subir algunos cañones a las torres, distribuirlos en determinados accesos y a delinear qué fuerzas se encargarían de cada punto. Preparaba la defensa pues.

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CAPITULO VI

“El Niño” llega a Cuautla

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Era el nueve de febrero de 1812, cuando regresó Morelos a Cuautla, acompañado de Hermenegildo Galeana, los Bravo, Matamoros, y otros más con sus respetivos batallones que ya sumaban alrededor de cuatro mil combatientes, dispuestos a entregar la “El Niño” vida en defensa de la ciudad. “El Niño”, estaba listo para cumplir su misión. Paradójicamente, ese mismo día entraba Félix María Calleja a la ciudad de México, era recibido con honores; el agasajo había sido ordenado por Francisco Javier Venegas, el virrey, que doblegado por el alto militar, anunciaba ascensos a los oficiales de todo el país y por ende, incremento en el salario a los castrenses. Calleja, recibió en oro macizo el escudo de Fernando VII, al que sostenían un león y un perro, símbolos del valor y la lealtad y grabada la leyenda: “Venció en Aculco, Guanajuato y Calderón”. En tanto, en el lado insurrecto, aumentó el ejército gracias a la aportación de adeptos lograda por Mariano Matamoros en su estancia en los alrededores de Puebla. 63


“EL NIÑO” DE MORELOS

Cuautla semejaba un fuerte, eran 44 cañones de diversos calibres perfectamente distribuidos al rededor de la población, boca calles, trincheras y hasta en lo alto de los tres edificios que dominaban el campo17.

“El Niño” en acción. Hotel Defensa del Agua, Cuautla Morelos.

“El Niño”, por su poco peso, serviría como auxiliar en los puntos donde se requiriera, lo acomodaron en las ancas de un macho grullo o de una mula, con la mira hacia la cola para realizar sus disparos y por lo general, sería la pieza de ataque en los puntos con menos artillería o sin ella.

Incluso, podría trasladarse de un punto a otro, en el hombro de algún guerrero, para acomodarlo sobre rocas y realizar disparos. Esta estrategia ideada por Morelos, de mover de lugar al “Niño”, sirvió para confundir a Calleja, debido a que el pequeño cañón disparaba desde varios puntos de la fortificación y los observadores realistas reportaban a su jefe la existencia de más cañones en poder de los insurgentes, de los que en realidad eran, lo que ameritaba que tuvieran más cautela18. 17 18

La Heroica ciudad de Cuautla, Raúl Solís Martínez, Págs 41 y 42, UNAM. La Heroica ciudad de Cuautla, Raúl Solís Martínez, Pág. 171, UNAM.

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Francisco Ayala, líder local de la zona, había hecho conciencia entre los lugareños, que auxiliaban en las labores para la defensa y aportó más guerreros que se armaban con arcos, palos, hierros y hondas para participar en el inminente enfrentamiento con los españoles, lo que satisfizo a Morelos y se congraciaba por tan preciado elemento con rango de coronel, cuya actitud demostraba que una vez más no se había equivocado al otorgarle su confianza. Paulatinamente, arribaban a la población, de diversos puntos de la región, grupos de personas armadas en apoyo de los insurgentes, con lo que se demostraba la simpatía que despertaba en los civiles la causa por la libertad. Totalizaron más de cinco mil 500 hombres. Calleja ya estaba en Pasulco, desde el 17 de febrero, muy cerca de Cuautla, confiado y soberbio, características clásicas en él, amén, que había logrado su propósito en alimento al ego, al doblegar al propio virrey Francisco Javier Venegas, que después de sustituirlo en el mando, tuvo que rogarle regresara a dirigir el ejército con bombo y platillo, pues le organizó un desfile en la capital de la Nueva España, con leyendas en pendones que rezaban: “Calleja, Vencedor de Aculco y Puente Calderón...”, en alusión a sus triunfos sobre Miguel Hidalgo y Costilla. Era el 18 de febrero de 1812. 65


“EL NIÑO” DE MORELOS

La seguridad de Calleja, quedó plasmada de su puño y letra en el siguiente escrito:

Félix María Calleja

Mañana al amanecer, atacaré al enemigo que probablemente intentará la fuga a la tierra caliente por varios caminos que se les facilitan, pero los perseguiré cuando lo permita el estado y número de mi caballería.

José María Morelos y Pavón, reconocía en Félix María Calleja su valía de militar experimentado, valiente y estratega... pero no le temía y además, estaba consciente que se acercaba la batalla madre de la insurgencia. Quedaría definido el futuro de cada parte. Morelos organizó a sus mandos; Hermenegildo Galeana se haría cargo del Convento y de la Plaza de San Diego, en la parte norte de la ciudad; Leonardo Bravo en Santo Domingo; Matamoros y Víctor Bravo en la Hacienda Buenavista; al sur de Cuautla y centro de acopio alimenticio para la tropa. El contingente de Calleja se conformaba por más de siete mil elementos y de los batallones más experimentados en las artes militares, amén de otros recién llegados de España. Ese mismo 18 de febrero se refrendó la valentía de los seguidores de Morelos, pero en este caso, surgió una heroína, Juana Barragán, “La Barragana”, que tuvo un corto enfrentamiento a tiros con soldados virreinales y de in66


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mediato informó al jefe de la insurgencia la presencia del enemigo en la zona de Cuautlixco, muy cerca de Cuautla. Esta dama, estuvo en el frente de la guerra, en apoyo a Morelos hasta la muerte del Caudillo, sus acciones fueron rescatadas del anonimato por Felipe Benicio Montero, el insurgente que detalló paso a paso el Sitio de Cuautla en su manuscrito dado a conocer en 1828, apenas siete años después de consumada la Independencia.

Juana Barragán, “la Barragana”. Hotel Defensa del Agua, Cuautla, Mor.

Benicio Montero aporta detalles de la manera de ser de “La Barragana”, mujer entrona, valiente y decidida que se ganó el respeto de todos con la reciedumbre de su carácter y su comportamiento esforzado en las batallas. Que bueno que se conservó su nombre y se conoce que fue una verdadera insurgente que merece ser recordada. Otra mujer que destacó con los mismos atributos que “La Barragana”, fue Manuela Medina, oriunda de Texcoco y que se unió a Morelos en Taxco, hoy Guerrero, cuya veracidad está en los contenidos del diario de Juan Nepomuceno Rosains, quien más tarde, se convirtió en el segundo del Cura de Carácuaro, luego de la estrepitosa derrota sufrida por las fuerzas insurgentes en Valladolid, 67


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hoy Morelia, en 1813, por las huestes comandadas por Agustín de Iturbide. El 9 de abril... llegó a éste, nuestro campo Manuela Medina, india de Tezcoco, mujer extraordinaria a quien la Junta (de Zitácuaro), le dio el título de Capitana, porque ha hecho varios servicios a la nación, pues ha levantado una campaña y se ha hallado en siete acciones de guerra Página 40719.

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Referencia: Límites y desigualdad en el empoderamiento de las mujeres en el PAN, PRI y PRD, coordinadoras María González Marín y Patricia Rodríguez López, Pág. 35, UAM, UNAM e IIES.

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CAPITULO VII

“El Niño”, Estrella del Sitio de Cuautla

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El 18 de febrero, Félix María Calleja, profesional de la milicia, Realizó un recorrido frente a la fortificación en aparente reconocimiento para la estrategia de ataque que ejecutaría. Incluso, comentó que sería una batalla breve, ya que el campo enemigo carecía de edificios sólidos, había sólo tres o cuatro iglesias y los demás eran jacales y huertas. Los subalternos, apoyaron la apreciación del jefe, sabedores que era presa del halago y gozaba con la adulación. Pero la astucia de Calleja era innegable, tenía soldados apostados en la maleza a lo largo de su recorrido y provocaba a los insurgentes con el fin que lo persiguieran, hacer efectiva la celada y acabar con ellos. Los consideraba presa fácil. Morelos, ansioso de iniciar la reyerta, propuso a sus oficiales atacar, éstos se opusieron, pero arrebatado esta vez, salió con su escolta, conformada por unos cien hombres a todo galope rumbo a la retaguardia de Calleja. Todo sucedió rápido, desde los arbustos los fusiles abrieron fuego, en tanto Calleja apresuraba el paso a su cuartel, los guardianes de la integridad de Morelos comenzaron a caer fulminados por las balas; otros emprendieron la huída y los más valientes lo rodeaban para protegerlo. 71


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Galeana fue avisado, a toda prisa ordenó lo siguieran sus allegados y sin perder tiempo acudieron al rescate del jefe. Estaba a punto de ser apresado por los realistas cuando el contingente de costeños llegó a todo galope y comenzó la masacre de soldados virreinales que ya se deleitaban con tan preciosa presa, que cambiaría el rumbo de los acontecimientos históricos que hoy conocemos. La imprudencia del gran jefe insurgente, sobresaltó a todo su contingente. Aún así, una vez que se le pidió apresurara la marcha, continuó tranquilo, aduciendo que su caballo no tenía otro paso. El insurgente Felipe Benicio Montero, primer relator de los hechos, omite la valiente participación de Galeana, cuando salvó a Morelos de la muerte a manos de los realistas, que estuvo a punto de ser apresado o acribillado en la emboscada tendida por Félix María Calleja. Otros Historiadores del pasado como Ignacio Manuel Altamirano, Julio Zárate y Ubaldo Vargas, detallan, la acción de Hermenegildo Galeana y afirman que el costeño, en ese acontecimiento, rescató al sacerdote cuya existencia pendió de un hilo. Manuscrito de Felipe Benicio Montero 72


PRIMERa PIEZA DE ARTILLERÍA DE LA INSURGENCIA del sur

Llegó el 19 de febrero, Calleja envalentonado, dispuso su mejor táctica de ataque, sabedor de un triunfo rápido y contundente; ordenó que cuatro columnas conformadas por Los Granaderos de la Corona, Guanajuato y Patriotas de San Luis, al mando de los coroneles valientes y entrenados como Juan Nepomuceno Oviedo, y el Conde de Casa Rul, abrieran fuego a discreción. Calleja, a la retaguardia, en su carroza abierta, rodeado de su Estado Mayor, vestidos con traje militar de gala, aguardaba sereno el resultado de la toma de Cuautla de Amilpas. Los insurgentes, atrincherados esperaron el momento de reacción, en tanto los realistas avanzaban y lograron llegar a los parapetos para de un brinco pasar sobre ellos y penetrar a la ciudad, pero después del grito de batalla, lanzado por Hermenegildo Galeana de “¡A mi mis valientes, sable en mano contra ellos!” caían abatidos ensangrentados por las balas y otros con el cráneo abierto de sendos machetazos costeños. De la Torre de San Diego, iniciaron los disparos de “El Niño”, seguido de otras piezas de artillería apostadas en la azotea del mismo convento y en el de Santo Domingo. Sus balas hacían estragos en las filas enemigas. 73

Convento de San Diego


“EL NIÑO” DE MORELOS

Los gritos de ¡Viva el Rey! ¡Viva la América! ¡Viva Morelos! ¡Viva la Virgen de Guadalupe! ¡Viva Galeana! Se confundían en una reyerta cruenta y despiadada en la que se jugaban ambas partes el todo por el todo. El capitán Pedro Segarra, valiente oficial hispano, con su elegante traje rojo con botones de oro, blandía su espada y animaba a sus militares al tiempo que lanzaba improperios y desafíos a los jefes insurgentes; Hermenegildo Galeana que estaba al frente, tomó el reto y con la carabina en mano y el machete en la derecha, saltó la barrera y conminó al balandrón realista a la lucha cuerpo a cuerpo. Sin mediar palabra, el ibero se lanzó con su espada al aire y pistola en funda, arremetió contra el costeño que era diestro en el arma campesina, el machete; en medio de gritos, detonaciones de cañones y disparos, se opacaba el choque del hierro de las armas de los contendientes. Los machetazos de Hermenegildo, producían destellos al chocar con la espada de su oponente que resentía la fuerza del costeño y retrocedía por el impulso; desesperado Segarra, echó mano de su pistola y Galeana enderezó la escopeta y dispararon al mismo tiempo. Se escuchó la voz sonora de Galeana ¡Ahí tienes lo tuyo! mientras el capitán español caía con el pecho destrozado; el costeño lo tomó de la chaqueta y arrastró el cuerpo inerme asido de una pierna hasta la barrera y lo dejó atravesado sobre la misma. 74


PRIMERa PIEZA DE ARTILLERÍA DE LA INSURGENCIA del sur

Fue el coronel Mariano Escoto, quien se apoderó de las insignias del militar hispano, que portaba en los hombros, indicativas de su grado, Coronel de Artillería y se las colocaba en los suyos, como símbolo de triunfo insurgente. Fue ese 19 de febrero, cuando se presentó la batalla que determinó la imposición del Sitio en Cuautla, el enfrentamiento fue brutal, encarnizado y sorpresivo para Calleja, que en todo momento alardeaba que sería un combate corto y que despedazaría al Ejército de Morelos. Esta conflagración, fue la que convenció a Félix María Calleja, que su enemigo, José María Morelos y Pavón, era un genio militar, al que no podría vencer con la facilidad que él pensaba y a partir de entonces se inició la copiosa comunicación escrita con el virrey Francisco Javier Venegas y el alto jefe militar hispano.

Escena de la batalla del Sitio de Cuautla. Palacio Municipal, Cuautla, Mor.

Eran constantes las frases de exigencia de más elementos, cañones, municiones, víveres y otros pertrechos; además de la reiterada quejumbre de su salud quebrantada, hasta la exageración de que se encontraba al borde del sepulcro. 75


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El evento bélico revistió decenas de acontecimientos reseñados por todos los historiadores por la grandeza de sus significados que dejaron marcada la conciencia de los mexicanos y se perpetúa a través de las generaciones. Esas acciones marcaron la pauta de la casta valiente de los insurgentes que respondieron con gesto heroico a los embates del militar español más temible de la Nueva España y que redujeron a un igual que ellos, al manchar sus blasones de invencible. En medio del fragor, cuando Calleja encabezaba la tropa élite de su ejército y entró por la calle de la Atarjea y llegar a la hoy calle de Angustias de Calleja, en la cual se apeó de su corcel para sentarse en una enorme roca, desde donde dirigía el ataque, ordenó embestir por la calle de Juan Páez; los soldados atravesarían sementeras y huertas por lo que hoy es la vía Estrada y al mismo tiempo, otro contingente realista acosaba con todo al grupo de Nicolás Catalán. En su paso por los sembradíos, los realistas encontraban casuchas habitadas por inocentes que resentían los culatazos o el hierro filoso e hiriente que les robaba la vida. Nadie de los lugareños, ajenos a esa guerra, sobrevivía a su paso. Nicolás Catalán, se preparó para la defensa y en cada acometida rechazaba triunfante a los realistas que tuvieron que desistir en su empeño. Fue la primera lección que recibía Calleja. 76


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Nicolás Catalán, fue un destacado insurgente quien se inició en la lucha de emancipación en noviembre de 1810, con los conjurados de Tepecoacuilco dirigidos por don Valerio Trujano. En diciembre del mismo año se incorporó a las fuerzas de don José María Morelos, quien primero lo asignó a las filas de don Nicolás Bravo y después a las de don Vicente Guerrero, con quien participó hasta el último momento de la Guerra de Independencia. En 1816 fue premiado por su bravura y patriotismo demostrados en las batallas de Acapulco, El Veladero, Chichihualco, Tixtla, Orizaba, Oaxaca y de nuevo en Acapulco. En febrero de 1817 estuvo en el Sitio de Jaleaca, en la sierra de Tlacotepec, donde junto con su esposa doña Antonia Nava, nos legaron el recuerdo de una gesta gloriosa a favor de la Independencia Nacional. A partir de esta acción, es cuando se une a don Vicente Guerrero y con él entra triunfal a la ciudad de México el 27 de septiembre de 1821. Murió en Chilpancingo, hoy Estado de Guerrero, de donde era originario, en el año de 1838. Pero de regreso al Sitio, en pleno enfrentamiento en otro punto, al poniente del Convento de San Diego, por donde los realistas intentaban penetrar a Cuautla, resguardo de 77


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los insurgentes, Morelos, envió un destacamento apoyado por el ya famoso cañoncito “El Niño”, cuyos certeros disparos y detonaciones dispersaron al enemigo y resaltaron gritos de júbilo de los guerreros independientes a manera de honores a la pequeña pieza de artillería que una vez más, era la estrella de la batalla. Entre los acontecimientos espectaculares como fue toda esta refriega, fue el del capitán Bollás, del cual sólo se conserva el apellido; pertenecía a las fuerzas de Hermenegildo Galeana y se batía en defensa de una de las trincheras colocada en el Callejón de San Diego, cuando una bala de cañón le arrancó la cabeza20. El hecho causó conmoción entre sus guerreros que estaban cerca del lugar. La contienda siguió por todos los puntos estratégicos de Cuautla, Calleja planeó un ataque abierto por cada flanco, su idea era, acabar ese día con la insurrección, pero no acertaba que en cada tentativa y en cada punto, su poderoso ejército era rechazado contundentemente. Nadie hacía caso a las fuerzas agotadas; salían ímpetus de la sobrevivencia, los insurgentes tenían a los realistas encima que avanzaban; ya habían muerto la mayor parte de los artilleros que resguardaban Cuautla; cayó el último y entraron de lleno los granaderos, seguidos de los dragones, con la confianza que ganarían la batalla. 20

El sitio de Cuautla, Cap. Felipe Benicio Montero, Summa Morelense, Pág. 58.

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Morelos nombra Comandante del “Niño” a Narciso García Mendoza. De su escondite, salió un pequeño de entre los escombros; incluso, fue herido en un brazo que sus once años no le acobardaron, continuó hacia el cañón abandonado, alcanzó a ver la frenética entrada de jineNarciso García Mendoza tes de la caballería realista “El Niño Artillero” blandiendo sus espadas y empuñando sus rifles disparando, tomó la tea y encendió la mecha, enfilando la boca del cañón hacia la masa atacante. El estallido se escuchó como el más fuerte de toda la batalla, el escenario se tornó oscuro, la densa capa de humo se esparció en medio de ayes de dolor de los combatientes que entraban en tropel festivo, ahora convertido en lamentos. Era el niño Narciso García Mendoza, a quien se le heredó el exacto calificativo de “El Niño Artillero”. Pertenecía al grupo de niños guerreros “Los Emulantes”, que comandaba Juan Nepomuceno Almonte, de 12 años de edad, hijo del cura insurgente, pero además, José María Morelos y Pavón, en reconocimiento a su proeza lo nombró Comandante del cañoncito “El Niño”. 79


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Apareció de entre la humareda y polvo, Hermenegildo Galeana, jadeante, con la vestimenta manchada de sangre enemiga, el rostro sucio y blandía el machete costeño con la diestra y gritó eufórico: En el nombre de Dios ¡Viva América! Era la señal del triunfo que despedazó la soberbia de Calleja. La bravura insurgente, cada vez más impetuosa, resistía con admirable resultado los embates realistas y durante seis horas de pelea encarnizada y de aguante constante y efectivo; Calleja resentía su equivocación al estimar que en dos horas acabaría con los rebeldes; ordenaba retirada con el saldo devastador de sus mejores oficiales muertos; El Conde de Casa Rul, el Conde de la Cadena; Oviedo, Alcaraz, Segarra y centenas de la tropa, amén de cuantiosos heridos. Pero el orgullo, la arrogancia y la vergüenza, lo llevaron a mentir ante el Virrey en su escrito e informe preliminar. En el ataque del día 19, el cual como se ve, arroja un saldo de cuatro oficiales y 15 de tropa muertos, y siete oficiales y 55 de tropa heridos... El informe fue refutado por el canónigo Juan Bautista Arechedreta, en su Diario de sucesos políticos de la Independencia: Calleja, con cuatro columnas es rechazado de Cuautla después de seis horas de batirse, perdiendo 400 hombres y 32 de artilleros; 200 heridos y muertos el Conde de Casa Rul, el capitán de Artillería Pedro Segarra... 80


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Y José María Mora, remató: Por su lado, Calleja, perdió 300 hombres en el ataque y retirada de Cuautla... El rechazo insurgente al embate realista, quedó confirmado, los independientes festejaron ese triunfo que marcaba posibilidades de victoria total y que el temible Calleja, era vulnerable. En cambio, en el cuartel realista, todo era desolación, confusión y dudas, más de 200 heridos lanzaban terribles quejidos productos del dolor y comenzaron los movimientos para enviarlos a Chalco y de ahí los trasladaran a los hospitales de la ciudad de México; por lo menos a los más delicados. Víctor Esperón, capitán del Estado Mayor Presidencial, en su estudio Biográfico de Morelos, aporta su opinión como conocedor de la Milicia, que el error de Félix María Calleja, fue atacar primero el punto más fuerte del enemigo21. Luego vino un marasmo en las actividades bélicas, Calleja escribía a todas horas, siempre quejándose de su salud y que carecía de recursos de guerra y pedía cañones de sitio a manera de disculpas por no poder vencer y entonces admitió que contaba con 200 heridos. Era el 21 de febrero, dos días después de la refriega. Morelos sabía que Calleja preparaba otro ataque, por eso ordenó a sus más allegados que con sus tropas salieran y atacaran a los realistas apostados estratégicamente en los alrededores de Cuautla, con el fin de entorpecer sus planes. 21

El sitio de Cuautla, Cap. Felipe Benicio Montero, Summa Morelense, Pág. 58.

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De esa manera, el 11 de marzo fue detenido el norteamericano Nicolás Colé en el Calvario, quien a base de tortuoso tratamiento, habló de la situación que prevalecía Cuautla y una vez exprimida la información, Calleja ordenó lo fusilaran. Con la detención de Colé, los realistas se apoderaron de la toma de agua, punto vital que había sido motivo de sanguinarios combates y que en el último de ellos, Hermenegildo Galeana, había rechazado a 300 realistas apoyado con la pieza de artillería consentida de Morelos, “El Niño”, explosiones de fuego, abrirían brechas entre el enemigo; sus balas quedaron esparcidas por todo el campo de batalla22. Y escribía Félix María Calleja: Todas las mañanas aparecen reparadas las brechas que es capaz de abrir la artillería de batalla, la escasez de agua se ha suplido con pozos; la de víveres con maíz que tienen en abundancia y la de todas las privaciones con un fanatismo difícil de comprender y que haría necesariamente costoso un segundo asalto. 13 de marzo de 181223.

Firma de Félix María Calleja 22 23

El Sitio de Cuautla, Valentín López González, SUMMA MORELENSE. El Sitio de Cuautla, Valentín López González, SUMMA MORELENSE.

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Calleja estaba desconcertado; diariamente atacaba a distancia con una lluvia de metralla de cañones de largo alcance y en respuesta la insurgencia contestaba con ¡vivas! y griterío festivo como si se tratara de una celebración, que el hispano calificaba como “fanatismo”, sin saber que era una treta del caudillo para confundirlo y el hispano ofrecía cinco mil pesos oro a quien entregara a José María Morelos y Pavón. Los pozos artesianos construidos por los mineros de Huautla que aportaban el importante líquido a los insurgentes, tras la abundante demanda de más de cinco mil hombres, bestias y todos sus requerimientos, fatalmente se agotaron y entonces sobrevino la más espantosa tragedia en la comunidad. Ahora sí se resentía en toda su crudeza el sitio; era común el dolor de cabeza entre los insurgentes debido al hambre y la sed; no había alimaña que escapara de ser devorada para mitigar las ansias de “algo en el estómago”. El dos de abril, Hermenegildo Galeana, en un acto de astucia, delineó una estrategia; salió de Cuautla y con sus hombres atacó al regimiento que resguardaba la toma de agua, derribó los obstáculos que protegían el manantial levantados por los realistas y devolvió el líquido al interior para alivio de los insurgentes... pero fue poco tiempo; los enemigos volvieron a obstruirla. Morelos instruyó al tecpaneco a tomar en definitiva el nacimiento acuífero y el costeño recibió como apoyo de 83


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artillería “El Niño”, escogió a los mejores costeños y pintos que conformaban su batallón; les advirtió que el agua era vida y la recuperarían a costa de la misma. Cayeron sobre el destacamento realista que protegía la valiosa posición; los vigilantes estaban fuertemente armados, en prevención de un segundo ataque insurgente; se desató una fiera batalla; “El Niño” escupía fuego, sus balas hacían destrozos en vidas y pertrechos; en tanto otro contingente insurrecto levantaba un torreón que permitiría defender el preciado elemento con un grupo de valientes al resguardo que rechazaron todo intento ibero de retomarlo. La acción de Hermenegildo Galeana, devolvió vida a Cuautla, ánimos y respiro al grupo de aguerridos combatientes que la defendían; las penurias terribles continuaban, pero ya las sentían menos... La situación se mantenía en las mismas penosas circunstancias; enfrentamientos cortos entre insurgentes y realistas, bombas constantes que cimbraban el suelo cuautlense que parecía registrar sismos duraderos, pero los sitiados ya estaban acostumbrados a ellas y se manifestaban festivos en medio de un jolgorio que desconcertaba al enemigo. Morelos se lamentaba que habían fallado sus cálculos, pues las lluvias se retrasaron contra la costumbre y comenzó a bullir en su mente guerrera el rompimiento del sitio como única vía de evitar la derrota. 84


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Calleja, que ya no soportaba la presión, enviaba correos a Morelos y le ofrecía el indulto; recibía respuestas negativas o burlonas por parte del sacerdote, como la última de ellas: Concedo igual gracia a Calleja y a los suyos. Fue el primero de mayo, viernes por la noche, cuando se reunieron los mandos insurgentes en el Convento de San Diego para planear el rompimiento del sitio; la primera columna estaría a cargo de Hermenegildo Galeana; en la segunda, José María Morelos y Pavón y en la tercera, los hermanos Nicolás y Víctor Bravo. En tanto, Calleja, en su lecho, padecía una terrible crisis por derrame de bilis, producto de la frustración en un carácter absorbido por la vanidad que se negaba a aceptar su incapacidad militar para dominar al enemigo que le resultó respondón a la máxima expresión. La madrugada del sábado, salieron los insurgentes sigilosos por la calle del Encanto; hoy Fin de Rul, se aproximaban al río donde dos centinelas vigilaban, los que fueron degollados para evitar dieran la voz de alarma, continuaron y cerca del Calvario, se escuchó el ¡Quien vive! de los guardianes realistas, que recibieron como respuesta los disparos de Hermenegildo Galeana que cegaron sus vidas. Comenzó el combate. Se desató una descomunal batalla, los insurgentes fueron rodeados por los soldados realistas; Morelos, los Bravo y Anzures peleaban y animaban a sus respectivos guerreros. 85


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En la refriega, el caballo de Morelos hizo un brusco movimiento y lo tiró, una de las piernas quedó atorada con el tacón de su bota en el estribo y fue arrastrado por la bestia, hasta que sus compañeros lograron controlar el animal y lo rescataron con severos dolores en la cadera. Los libertadores, tras enorme esfuerzo, se abrieron paso entre la masa enemiga y luego sobrevino una huída en desorden. Félix María Calleja ordenó que fueran perseguidos y los soldados se dieron un festín de sangre inocente; arremetieron contra niños, mujeres y ancianos de la población civil, que temerosos salieron de Cuautla, para evitar las represalias realistas y se refugiaron en el contingenAnastasio te insurgente. Todos fueron degollados Bustamante con instinto animal; una salvajada que marcó el odio despertado por el fracaso en Cuautla; pues el rompimiento del sitio, se convirtió en victoria de Morelos y sus seguidores. Morelos tomó con su guardia, que constaba de unos cien hombres, rumbo al oriente, a Ocuituco, cerca de los volcanes; lo perseguía Anastasio Bustamante y en el galope, “El Niño” se cayó de las ancas de la mula que lo transportaba y más tarde, lo “El Niño” 86


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encontraron los realistas y se lo apropiaron como si se tratara de un trofeo24. El capitán realista Pedro Zarzoza tomó el cañoncito y en su informe explica: Quitamos un cañoncito y sus municiones a Morelos que llevaba en una mula. Su escolta protegió la huída, se enfrentó con valentía infinita al grueso contingente realista; sucumbieron todos bajo las balas enemigas, pero cumplieron; Morelos fue conducido a las profundas barrancas de la zona, que bien conocían los lugareños. Morelos fue protegido por los habitantes de Ocuituco, conocedores de los vericuetos y profundas barrancas de la zona, lo escondieron y lo atendieron de sus males que le significaban un verdadero sacrificio montar. Su cadera estaba muy lastimada. Siempre alertas; unos vigilaban, mientras otros atendían los males del Caudillo que resentía heridas propias de la lucha y la caída de su caballo. El valeroso Francisco Ayala se refugió en las cercanías de Tlaltizapán, en la Hacienda de Temilpa y hasta el lugar lo alcanzó José Gabriel de Armijo y luego de una gran batalla desigual, pues el insurgente contaba con pocos hombres en tanto los realistas eran numerosos, sin embargo, peleó con furor temerario, le mataron a uno de sus hijos e incendiaron el tejado de su trinchera y tuvo que rendirse y fue fusilado en Yautepec. Daremos detalles del personaje. 24

Morelos, Siervo de la Nación, Ubaldo Vargas, Página 71, Edit. Porrúa, S. A.

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Para don Leonardo Bravo, la suerte fue negra; se dirigió a la Hacienda Buenavista, donde el dueño, Gabriel Yermo, acaudalado hacendado beneficiado por el Virreinato, pues surtía de carne a la capital de la Nueva España; reunió a sus hombres y lo capturó al igual que a sus seguidores y los entregó a Calleja y éste los envío a la ciudad de México. Morelos, intentó negociar; ofreció centenas de prisioneros hispanos a cambio de la libertad de Bravo y obtuvo como respuesta que fuera sacrificado el 13 de septiembre de 1812, en el tortuoso sistema conocido como Garrote Vil25. En Cuautla, el coronel realista José Maria Echegaray fue comisionado para recorrerla e imponer el orden y, pese a que tenía instrucciones de Calleja, de acabar con todo signo de vida como represalia al apoyo dado a Morelos, el militar fue dominado por el brutal impacto de la desolación que encontró. No ejerció violencia alguna contra nadie. Fue nombrado gobernador de la ciudad y en su informe se comprueba que fue presa de la más terrible angustia que sacudió todos sus sentimientos. Decenas de muertos, revueltos hombres, mujeres, niños, ancianos y bestias, cuyo hedor mezclado producía la más terrible experiencia. 25

Máquina utilizada para aplicar la pena capital originaria de España.

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El convento de San Diego, en iguales circunstancias de lacerados; todos mezclados, apiñados en los cuartos; confundidos los quejidos que anunciaban la muerte; eran centenas que requerían atención y se tuvo que elegir el sacrificio, por el mal estado, en más de 500 que ya no tenían salvación. El informe de José María Echegaray, resume la situación en una frase: Cuautla se encuentra en el último extremo de la miseria. Fueron muchas las penurias que resintieron los insurgentes, que poco a poco se fueron recuperando hasta reencontrar la unión para continuar el avance libertario. Fue Hermenegildo Galeana quien devolvió el aliento: Chilapa, hoy Guerrero, había sido retomada por el ejército virreinal, punto estratégico entre la capital de la Nueva España y Acapulco; como medida preventiva, los realistas montaron un severo retén militar en Citlala, cerca de la ciudad, que retendría cualquier ataque y alertaría a los mandos para preparar la defensa. Galeana, con su grupo de rebeldes, arrolló Citlala, los soldados bajo el mando hispano salieron despavoridos ante el ataque cruento del costeño que tomó la plaza; fue tan contundente que Chilapa quedó abandonada y con relativa tranquilidad, Morelos entró a la ciudad e izó la bandera insurgente en señal de triunfo. 89


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La noticia, llegó al corazón del virreinato y entre la sociedad se burlaban del virrey y el mismo Calleja, relevado del mando militar, lanzaba diatribas contra el gobernante. Siguieron los triunfos en Huajuapan y luego en la capital de ese estado, Oaxaca; después el Sitio de Acapulco, el Congreso en Chilpancingo y más tarde la derrota en Valladolid por parte del realista Agustín de Iturbide. Ante la detención de Mariano Matamoros por Ciriaco del Llano y luego fusilado, Morelos decidió nombrar su segundo a Juan Nepomuceno Rossains, un hombre sin convicciones, declarado ventajoso y oportunista; repudiado por los verdaderos seguidores del Caudillo y fue entonces cuando Hermenegildo Galeana protestó: ¡Hay señor! Usted se ha fiado de quien no debe, yo no sabré escribir en un papel, pero si sé dirigir un campo... Galeana se retiró a Tecpan, seguramente decepcionado, donde conformó un ejército de 500 hombres; pocos días después fue emboscado en Los Cimientos, en las afueras de Coyuca, donde fue acribillado, víctima de una emboscada de las fuerzas del capitán Francisco Avilés. Fue el 27 de junio de 1814. Joaquín de León, un soldado que pertenecía al Batallón de Dragones en el Ejército Hispano, fue quien mató a Hermenegildo de un escopetazo en el pecho, luego de que el Caudillo de la costa se golpeó en la frente con la rama saliente de un árbol al huir perseguido por centenas 90


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de soldados, cayó de la montura y con la vista nublada, sangrando por nariz y boca, con el machete en la diestra recibió el balazo mortal cayendo de bruces con la mirada al infinito, ya sin vida. De León, se apeó de su corcel y con su espada le arrancó la cabeza. Joaquín de León recibió 50 pesos oro, uniforme nuevo y fue ascendido al grado inmediato superior. Lo que siguió, fue trágico para Morelos; las derrotas se sucedieron hasta el 5 de noviembre de 1815, en Tesmalaca, hoy Guerrero, que fue capturado por las fuerzas que comandaba Manuel de la Concha, señalado por Matías Carrasco, quien lo conocía personalmente. Morelos, tenía en su poder varias barras de plata, equivalentes a más de once mil pesos, las cuales fueron convertidas en monedas y las repartieron entre los integrantes de la tropa que participaron en su detención, además de uniforme de gala nuevo para todos... Fue fusilado en Ecatepec, hoy estado de México, el 22 de diciembre de 1815... Pero dejó sembrados los cimientos de la libertad de México... Que consumó Iturbide, tras su encuentro con Vicente Guerrero.

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CAPITULO VIII

Francisco Ayala, combatiente indómito

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Conozcamos algo más de Francisco Ayala, el héroe insurgente nacido en Mapachtlán, hoy Ciudad Ayala, Morelos, digno combatiente en apoyo a la causa heredada por Miguel Hidalgo y Costilla a José María Mórelos y Pavón.

Francisco Ayala

De extracción humilde sin llegar a la pobreza, honestidad comprobada y en medio de una sociedad dominada por el clero, el gobierno y los hacendados, con un trabajo modesto sobrevivía en aquella convulsionada época colonial sorteando adversidades producidas por su oficio de imponer y hacer respetar el orden. En 1710, el virrey Francisco Fernández de la Cueva y Enríquez, duque de Alburquerque, se encontró con una Nueva España dominada por el bandolerismo en todas las regiones del territorio. Las ciudades y pueblos no escapaban al ataque de asaltantes, robos, abusos y fraudes, lo que le hizo comprender, al nuevo Virrey, la necesidad de atender con urgencia el problema de seguridad en el territorio que comenzaba a gobernar. Por eso, creó el Real Tribunal de la Acordada en ese mismo año y designó como titular del mismo a Miguel 95


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Velázquez de Loera “por Alcalde Provincial de la Santa Hermandad para ejercer en la Acordada”; órgano que se encargaría de imponer el orden y atacar a la delincuencia urbana y caminos de los alrededores en la jurisdicción correspondiente. Muy jovencito, Francisco Ayala encontró trabajo como Agente de la Acordada en Cuautla, muy cerca de su Mapachtlán. Los registros sobre Francisco Ayala, nos revelan que fue un hombre que desde temprano enfrentó problemas con los españoles; cumplía con exactitud su trabajo en la Acordada y pronto alcanzó el grado de Teniente que dependía de Cuautla de Amilpas. En 1796, en su calidad de teniente de la Acordada, acusó de insultos ante el juez de Cuautla, a Manuel Antonio de Santamaría y Escobedo, al sacerdote Pedro de Alba y al subteniente retirado del Regimiento Provincial de Toluca, Francisco Díaz de Célis; quienes a su vez, enderezaron una querella en su contra por haber clausurado una fábrica de Chinguirito26. Por esa causa el cura y el ex militar, solicitaron la intervención del Virrey Marqués de Banciforte, quien declaró infundada la querella de Ayala y ordenó al oidor Manuel de Lasa y Escobedo que reprendiera al joven Teniente de la Acordada27. 26

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Real Academia Española, Aguardiente de Caña; fue producido en Cuba en los tiempos de la conquista. A.G.N., Exp. 2, Fojas 208-331, Unidad Documental Compuesta.

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Las oportunidades laborales en aquella época eran tan escasas que independiente de que estaban mal pagadas, quienes tenían un cargo por modesto que fuera, se aferraban en mantenerlo, ya que a parte de proporcionarles un status social, les permitía estar cerca de los poderosos de la sociedad y del mismo gobierno. Francisco Ayala, de condición modesta, en 1793, solicitó se le asignara otro cargo con más remuneración con el argumento que estaba urgido de dinero y que a sus expensas desarrollaba su trabajo en el órgano policiaco y requería mantener a su familia28. No fue atendida su petición, ni siquiera recibió respuesta o promesa alguna, sin embargo, sin más oportunidades qué abrazar, Ayala continuó en el cargo en los años siguientes, seguramente inconforme, enfrentando a los bandoleros, a quienes cometían infracciones en el área urbana y sorteando acusaciones de toda índole por parte de los afectados, que nunca pudieron probar nada, y se les demostraba que sus señalamientos obedecían a venganzas por haber sido objeto de sanciones administrativas que dictaban las normas de aquellos tiempos. Incluso, en muchas ocasiones, como lo demuestran varios documentos del Archivo General de la Nación, Francisco Ayala, para cumplir con sus diligencias, tuvo que aportar dinero de sus bolsillos que no le era reintegrado, lo que aumentaba más su inconformidad. 28

AGN, No. De Exp. 31, Año 1793, Unid. Documental Compuesta, Fojas 324342. A.G.N., Exp. 2, Fojas 208- 331, Unidad Documental Compuesta.

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Era un hombre muy recto, justo y enemigo de los abusos, constantemente era acusado por los lugareños, pero sobretodo por los españoles, por su manera estricta de aplicar el orden público como Teniente de la Acordada, por tal motivo, enfrentó serias imputaciones y hasta temerarias, como el caso de la señora Luciana Francisca Plascencia, quien instrumentó demanda en su contra por abuso de autoridad y de faltarle al respeto como mujer. Ocurrió en el año de 180529. En el año de 1810, los vecinos de Mapachtlán, dirigieron un escrito al virrey, para acusar a Ayala de obligarlos a entregar donativos forzosos y que lo hacía por órdenes del delegado de la Acordada en Cuautla, situación que le valió grandes problemas demostrar su inocencia y que en realidad la responsabilidad era del funcionario, su jefe, sin que él tuviera que ver nada en el oprobioso asunto30. Como oficial de la Acordada de Cuautla, vigilaba un vasto territorio de la zona, que contaba con caminos infestados de ladrones dedicados especialmente al asalto de cargamentos de plata procedentes de las minas de Taxco y Huautla, hacia México; le significaba una gran labor y esfuerzo contra esos depredadores, amén que le hacía ganar gran cantidad de enemigos31. Ayala, además de sus cualidades, era rebelde en el pensamiento contra el sistema virreinal; al brotar la insurrec29 30 31

AGN, Año 1805, Unid. Documental Compuesta, Fojas 1-24 AGN, Exp. 064, Año 1810, Unid. Doc. Compuesta, 3 fojas, Trib. De la Acordada. Personajes de Morelos, Págs., 13 Instituto Nacional para la Educación de los Adultos.

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ción por parte de Miguel Hidalgo y Costilla, tras el Grito de Dolores, aquel 15 de septiembre de 1810, su emoción fue mayúscula al encontrar un sendero que lo llevaría a la identificación con sus aspiraciones. Un suceso ocurrido en mayo de 1811, desencadenó la furia de Ayala; el comandante del Regimiento de Cuautla, de apellido Moreno, capturó y dio muerte en la Hacienda de Jalmolonga a un insurgente de apellido Toledano, al cual se le encontró una carta de Ignacio Ayala, nombrado por Morelos intendente de Tecpan32. El comandante Moreno, inmediatamente relacionó al remitente de la misiva con Francisco Ayala, pensando que la firma era un seudónimo, y así sin bases, motivado solamente por la infundada sospecha, ordenó aprehenderlo sin medir consecuencias. El aún Teniente de la Acordada se encontraba en su casa, al lado de su esposa, Fausta Zapata y sus hijos, disfrutando de los alimentos. Los soldados realistas comandados por Moreno, rodearon la casa de la familia, apuntaban con sus armas de fuego y recibieron la orden de disparar contra el hogar ante la infausta sorpresa de sus ocupantes. El jefe de la casa se defendió, no sin antes buscar la forma de proteger a los suyos y ante el estruendo de la fusilería, 32

Personajes de Morelos, Págs., 13 Instituto Nacional para la Educación de los Adultos.

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atrajo la preocupación de los peones al servicio del núcleo familiar que llegaron oportunamente y se sumaron a la defensa de la casa por la retaguardia. La acción defensiva obligó al comandante Moreno y sus huestes a abandonar la contienda y regresó a Cuautla para pedir refuerzos y volver al ataque. Para Francisco Ayala todo fue desconcierto, no acertaba cuál era la razón del ataque en su propia casa y anduvo merodeando por los alrededores de Mapachtlán hasta llegar la noche, cuando se enteró que su señora había sido herida gravemente y que la llevaron a Anenecuilco, con sus parientes, quienes la cuidarían. La furia y frustración se apoderaron del personaje, quien tomó una decisión que sellaría su futuro, reunió a un grupo de valientes, como él, que comulgaban con sus ideas de justicia y que conocían su honestidad, convinieron en tomar las armas y buscar a José María Morelos y Pavón y unirse a la causa de la libertad. Se fueron a Anenecuilco y pronto se enteraron que las fuerzas realistas ya iban a buscarlos para apresarlos o matarlos, se prepararon y se organizaron para enfrentarlos; una vez que se descubrieron ambos grupos a distancia, los gobiernistas bajo el mandato de un oficial de apellido Gracilazo, entendieron que se trataría de un combate en forma y se inició la batalla. 100


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Los rebeldes actuaron como fieras contra los hispanos que pronto resintieron una acción preñada de odio y decisión de acabarlos, brotaron rencores contenidos y la búsqueda de la victoria para proseguir el camino a la independencia y pronto fueron derrotados los gobiernistas que prefirieron huir en desorden. Ayala y sus seguidores se dirigieron a Huichila entre los que iban sus hijos José Francisco y José Rafael. Ayala y su comando, ya conocían las noticias de la presencia de José María Morelos y Pavón en las tierras del sur, de sus triunfos sobre el Ejército Español y el avance hacia el centro del país. Y fue a partir del 30 de mayo de 1811, cuando se dio a conocer públicamente, un comunicado del Virreinato, en que se daba a saber que Francisco Ayala, antiguo teniente del Real Tribunal de la Acordada de Cuautla, se había declarado insurgente. Esto dio como consecuencia que se iniciara una verdadera cacería en la zona de Cuautla y sus alrededores33. El primer acto de represalia en contra de Ayala se consumó en su propia esposa, pues mientras se debatía entre la vida y la muerte, era considerada presa y la casa donde era atendida estaba rodeada de militares. Dos días después de que fue baleada la casa de la familia Ayala, un comunicado oficial de la autoridad de Cuautla, 33

AGN, Exp. 013, Infidencias, Caja 5733, Unid. Documental Compuesta, 1 Foja.

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informaba sobre el fallecimiento de doña Fausta Zapata, esposa de Francisco Ayala, al que ya calificaban de “Cabecilla”, como se acostumbraba considerar a los jefes insurgentes34. En apoyo de Ayala se levantó en armas el pueblo de Mapachtlán; poco después le seguirían Cuautla, Jojutla, Yautepec, Tetecala, Totolapan, Tlayacapan y Yecapixtla, con lo que se confirmaba su liderazgo35. Los representantes del gobierno español en Cuautla, publicaban la lista de los seguidores de Francisco Ayala, nombrándolos “Rebeldes”, se informaba que eran enemigos del virrey y por lo tanto perseguidos de la justicia como fue el caso del cuautlense Manuel Trinidad y muchos otros, cuyos nombres y apellidos se leyeron en voz alta en la plaza principal de la ciudad36. Las acusaciones en contra de Ayala, continuaban, ya era un insurgente activo en la región y conocía la táctica de guerra ordenada por Miguel Hidalgo y Costilla y fielmente manejada por Morelos; quitar a los ricos hacendados leales al virrey, lo que se pudiera para sostener la tropa y por eso se agenciaban ganado para venderlo unos, y otros comerlos y la autoridad levantaba actas acusatorias, para denigrarlo ante la población.

34 35 36

AGN, Exp. 033, Civil, Caja 1547, Año 1811, Unidad Documental Compuesta, Tres Fojas. Sepiensa.org.mx A.G.N. Expediente 085 y 13, Año 1811, Unidad Documental Compuesta, 5 y de la 314 a la 368.

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Llegaron las noticias que Morelos, acababa de masacrar a los realistas en Tixtla y que se encontraba en Chilapa, hoy Guerrero, Francisco Ayala, una vez de concertar con sus seguidores se enfilaron a aquella ciudad, atravesaron la sierra y los intrincados caminos de la montaña, hasta llegar y buscó a Morelos, le explicó su decisión de sumarse a sus fuerzas y la promesa de agregar más adeptos a la lucha cuando estuvieran en los terrenos que conocía; Cuautla y sus alrededores. Ayala sintetizó su pasado al general Morelos, en pocas palabras, pero suficientes para comprenderlo Fue tan manifiesta su sinceridad que Morelos lo nombró coronel y lo presentó con los demás subalternos que lo recibieron con muestras de gusto y aprecio. Francisco Ayala, pronto dio luces de su valentía, como los demás cercanos a Morelos, su arrojo le acarreaba admiración y respeto, peleaba como un soldado más y tenía control sobre su tropa que luchaban con furor ante el enemigo. Formó un pequeño escuadrón con el que siguió a Morelos a partir del 15 de noviembre de 1811; se inició pues, en las postrimerías de la primera Campaña. Participó en las batallas de Chiautla e Izúcar, donde demostró su valor y temeridad, pero sobre todo en el Sitio de Cuautla, en el que combatió con las fuerzas insurgentes 103


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al más prestigiado general de las fuerzas realistas, Félix María Calleja, durante los 73 días de fragorosos combates, hasta que el general Morelos hábilmente dispuso la retirada. Al abandonar Cuautla los insurgentes, la noche del dos de mayo de 1812, Francisco Ayala estaba comisionado por Morelos en Chiautla de la Sal, se le había ordenado recorrer algunos pueblos en busca de alimentos y de armas. Así lo hizo y se detuvo en la Hacienda de Temilpa cerca de Tlaltizapán, en donde se dio a la tarea de fundir cañones para la artillería insurgente. En esos menesteres se encontraba cuando se agravó su salud, enfermando de fuertes fiebres que lo inhabilitaron durante varios días. Mientras se recuperaba, las fuerzas realistas del coronel José Gabriel de Armijo se preparaban para ir por él a la mencionada propiedad. Un espía había dado cuenta de su estancia en el lugar. Mariano Matamoros, le avisó que abandonara el escondite, pues tenía información que lo atacaría José Gabriel de Armijo que lo buscaba y ya se dirigía a donde se encontraba; temerario, Ayala prefirió esperar al jefe realista, estaba dispuesto a enfrentarlo, pese a contar con pocos guerreros y ante el ataque enemigo, respondió con valentía y no obstante la enorme diferencia de hombres, 104


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la balacera duró todo el día; sus hijos se debatieron junto a él con admirable valentía. La batalla fue cerrada, sin descanso; todo un batallón realista contra unos cuantos hombres leales al caudillo morelense que no estaba dispuesto a la rendición y se defendía junto con su pequeño grupo de valerosos en una lucha desigual, atrincherados en una pequeña estancia de la enorme construcción. José Gabriel de Armijo, sumaría en su carrera la detención de un reconocido insurgente. Fue derrotado el seis de junio de 1812, muriendo quemado ahí mismo su hijo Francisco; su otro vástago, Rafael, fue fusilado y colgado de un mezquite en la plaza de Tlaquiltenango. Don Francisco también fue ejecutado y colgado de un árbol del barrio de San Juan, en Yautepec37. Desde el gobierno del estado de México, entidad a la que entonces pertenecía el territorio del actual estado de Morelos, por decreto del 13 de mayo de 1868, se dio a Mapachtlán, el nombre de Villa de Ayala, en honor de este gran luchador y héroe de la independencia.

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Sedpiensa.org.mx

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CAPITULO IX

Ubicación del “Niño”

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La historia es la siguiente: En una entrevista con el connotado historiador Salvador Rueda Smithers, director del Museo Nacional de Historia en el Castillo de Chapultepec, conocedor de nuestra dedicación al tema Hermenegildo Galeana, comentó: Aquí tengo al “Niño”.

Salvador Rueda Smithers

Hacía 15 años que buscábamos dos detalles sueltos del tema relacionado con el héroe: La existencia física del “Niño” y la partida de nacimiento. Es de imaginarse la emoción que produjo el anuncio que de inmediato fue captado por el historiador. Pasamos a la Sala dedicada a la Independencia, los trajes de Morelos, fusiles, pistolas, sables y en un impresionante mural, en el piso, lucía el cañoncito que contrasta con el espectacular recinto que lo aloja. Vinieron las fotos, revisarlo con sumo cuidado, la reliquia que hasta antes del momento se nos imaginaba leyenda, estaba en frente, silente y como mudo testigo de un pasado glorioso que parecía anécdota. 109


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Esta es la historia de su recuperación: Cuando Morelos huía rumbo a la zona de Ocuituco, después del rompimiento del Sitio de Cuautla, el cañón que era acomodado en las ancas de una mula o un macho grullo, dependiendo de cual de ambos estuviera dispuesto para transportarlo; incluso, por su tamaño, en muchas ocasiones era pedido por tal o cual regimiento insurgente para hacerle frente al enemigo, porque hasta un hombre, se lo colocaba en el hombro y lo llevaba de un lado a otro para lanzar sus disparos. En la carrera, el cañoncito se cayó del animal y nadie se dio cuenta, sus vidas estaban en peligro y buscaban el resguardo. Los realistas al mando de Anastasio Bustamante, quien en el México libre fue presidente de la República, recogieron la pequeña pieza de artillería como si se tratara de una curiosidad, porque su tamaño es atractivo, diminuto y bello.

Antigua Maestranza de la Ciudadela

Los anales nos remiten a su primera aparición; fue en el museo de la Artillería fundado por Porfirio Díaz en 1878, se ubicó en el ala derecha del local de Maestranza en la Ciudadela, en la capital del país, y el espíritu del mismo fue fomentar el culto a los héroes nacionales. 110


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Fue en la administración de Venustiano Carranza, en 1917, cuando desapareció esta colección y nació el Museo Nacional de Antropología, Historia y Etnología, al cual pasó el acervo del anterior, entre ellos “El Niño”. Antiguo Museo Nacional de Antropología, Historia y Etnología

Durante la administración de Lázaro Cárdenas, se decretó por la ley del 13 de febrero de 1939 y la del 13 de diciembre de 1940, el nacimiento del Instituto Nacional de Antropología e Historia. Tuvo como sede, el Castillo de Chapultepec.

Antiguo Instituto Nacional de Antropología e Historia

La inauguración estuvo a cargo del entonces presidente Manuel Ávila Camacho, el 27 de septiembre de 1944. Estos fueron los pasos del peregrinar del “Niño”, primera pieza de artillería de la insurgencia del sur; a la vista del mundo, como recuerdo de un pasado trágico, histórico y penoso del recorrido de México, para llegar al rompimiento de la dominación ibera y de la Revolución que aún no ha terminado. La ficha técnica que presenta la mencionada pieza de artillería, estuvo a cargo del famoso e inmenso historiador Edmundo O´Gorman, del que esbozamos parte de 111


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su biografía: Cursó la carrera de abogado en la Escuela Libre de Derecho, donde se graduó en 1928, ejerció la abogacía por algunos años, pero abandonó el foro en beneficio de la academia.

Edmundo O´Gorman

Obtuvo su Maestría en Filosofía en 1948 y su Doctorado en Historia en 1951, en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México.2

Sorprende que tan importante pieza de artillería, se mantuviera en silencio su ubicación por su alto significado histórico y se confundía con un mito durante más de 200 años y se da a conocer precisamente en el Bicentenario de la gesta independiente.

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CAPITULO X

La bala del “Niño”

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Hace 42 años, jugando en el fondo del patio de su casa, el Dr. Francisco Xavier Gil Gil, recuerda que había unos carrizales y demás maleza. Fue ahí donde encontró la bala. Bala del “Niño” El domicilio del galeno se encuentra precisamente a dos cuadras del Canal de Xochitengo, (Almeal38), lugar en donde, por orden de Calleja, el Batallón de Asturias bajo el mando de Ciriaco del Llano, cortara el agua, terraplenando el canal de abasto a Cuautla, hecho que suscitó que Hermenegildo Galeana y un grupo de insurgentes costeños, con la acción del “Niño” a base de balas y un cruento combate, recuperaran el surtido del vital líquido que le devolvió vida a la sitiada ciudad. Los hechos fueron el 3 de abril de 1812.

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Almeal o Ameyal, en Náhuatl, significa Manantiales, La Heroica ciudad de Cuautla, Raúl Solís Martínez, Pág. 71, UNAM.

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CAPITULO XI

“El Niño Artillero” Adulto

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Referente a Narciso García Mendoza, el “Niño Artillero”, héroe del Sitio de Cuautla, se han hecho muchos esfuerzos por seguir su huella; después de su proeza que salvó a la insurgencia en la batalla del 19 de febrero de 1812, que pese a estar herido “Narciso García Mendoza” de un brazo, tomó el botafuego, encendió la mecha del cañón abandonado, en el momento en que los realistas entraban de lleno al interior de Cuautla y que irremediablemente avasallarían a los insurgentes y la derrota sería inminente; el cañón vomitó fuego y la bala hizo destrozos en el contingente español. Las manifestaciones de júbilo adelantado por parte de los atacantes, fueron envueltas en una gran humareda en medio de gritos de dolor y confusión por la fatal sorpresa, cargada de mortal tragedia, en la que perecieron oficiales y soldados peninsulares y los que quedaron vivos fueron copados por las huestes de Morelos para consumar el rechazo. Se restauraron las barricadas y se consolidó la defensa. El ejército español se vio diezmado y cundió la desolación en el ánimo, antes soberbio, seguro de un triunfo fácil. Calleja, estropeado su orgullo, abofeteada su inseparable soberbia, ordenó la retirada, resintiendo en su alma la derrota. 119


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A partir de entonces, su percepción respecto a Morelos y sus insurgentes cambió a la de íntimo respeto al enemigo que había menospreciado y sin externarlo ante los suyos, salvo en su privada correspondencia al Virrey, al que le hacía notar sus penurias, militares y personales, arropadas en una enfermedad que tal vez no existía. Narciso García Mendoza, estaba bajo el mando de Juan Nepomuceno Almonte, el adolescente, hijo de José María Morelos y Pavón, que fue nombrado Comandante del grupo de pequeños guerreros, hijos de los insurgentes, denominado “Los Emulantes”. Es una gran oportunidad transcribir la carta dada a conocer por Jorge Gurría Lacroix, que le envió el viejo Narciso García Mendoza a Juan Nepomuceno Almonte en 1864, quien era flamante Gran Mariscal de la Corte y ministro de la Casa Imperial de México, al servicio del emperador Maximiliano de Habsburgo. Almonte fue procreado por el Cura José María Morelos y Pavón y Brígida Almonte, no hay certeza del lugar de Michoacán donde nació, acompañó a su padre principalmente en el Sitio de Cuautla y en 1815, fue enviado por su progenitor a Nueva Orleans, Estado Unidos, para protegerlo. A los pocos meses de su estancia en aquella tierra, se enteró de la muerte de su padre. 120


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Estudió y trabajó en aquellas lejanías y al consumarse la independencia, seis años después, regresó a México. Estuvo en el Ejército Mexicano, bajo el mando de Antonio López de Santa Anna, le tocó pelear en la Guerra de Independencia de Texas y en la Batalla del Álamo, asimismo en el combate de San Jacinto; en la guerra México-Estados Unidos. También formó parte del séquito junto con Miguel Miramón y José María Gutiérrez de Estrada, que viajó a Europa, hasta el castillo de Miramar, cercano a la ciudad de Trieste, que entonces era la provincia austriaca de Istra, hoy, Italia, para invitar a Maximiliano de Habsburgo, para que ocupara el trono Imperial de México, por lo que formó parte de la Junta Superior de Gobierno. La acción le valió ser Mariscal de la Corte y Caballero de la Orden del Águila Mexicana y en 1867, fue enviado a Europa en busca de apoyo para el Imperio. Murió en Paris, Francia, en 1869, aún en el Imperio de Napoleón III. Para muchos dedicados a la Historia, estas acciones de Almonte, han sido desaprobadas y han ido hasta el calificativo de traidor.

Juan Nepomuceno Almonte

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La misiva de Narciso García Mendoza confirma el transitar en la lucha armada por parte del “Niño Artillero”, ya adulto, que recorrió el país empuñando el fusil y haciendo gala de su fama como armero, Manuscrito de Narciso García Mendoza que incluso, formó parte de las tropas de Vicente Guerrero, en su posición estratégica en la ribera del río Mexcala, cerca de Michoacán. Vale la pena, la trascripción del contenido, por el interés que tiene la figura del héroe del Sitio de Cuautla NARCISO MENDOZA Y JUAN N. ALMONTE EN EL SITIO DE CUAUTLA Jorge Gurría Lacroix Señor general don Juan N. Almonte, gran mariscal de la Corte y ministro de la Casa Imperial. México. Mi respetable señor Carmen y agosto 10 de 1864 Aunque sin ninguna de vuestra excelencia a qué referirme, tomo la pluma para recordarle que aún existe un subalterno de los que militaron a sus órdenes y al mando del señor Morelos, que era el jefe de todas las fuerzas en 1812. Recordará vuestra excelencia que cuando fui122


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mos atacados en Cuaucla [sic] de Amilpas, hoy Ciudad de Morelos, por el señor general Callejas, yo fui quien disparó el cañonazo que valió en gran parte para salir del apuro en que nos encontrábamos, habiendo yo sido herido en este mismo lugar por un dragón enemigo en el brazo izquierdo; y de allí resultó que por tan gloriosa herida se colocara una inscripción que decía “Calle de San Diego y valor de Narciso Mendoza”, por cuya acción fui hecho comandante del cañoncito llamado “El Niño” con la dotación de los Costeñitos que también estaban bajo las inmediatas órdenes de vuestra excelencia. Este encargo desempeñé hasta que rompimos el sitio entre diez y once de la noche a la derecha del Calvario, donde estaba la mayor parte de la fuerza de mayor confianza del general Callejas, tomando el llano de Bárcenas rumbo de Anacaplisca [sic] y de allí anduvimos por varios puntos yéndonos para el sur. Tendrá vuestra excelencia presente que nunca desamparé las filas hasta la prisión de nuestro valiente general Morelos en Tesmalaca por el comandante don Matías Carranco que salió de Tepecuacuilco, el mismo que condujo a nuestro desgraciado general Morelos a México, habiéndonos hallado posteriormente dispersos en el expresado Tesmalaca. Después tuvimos que unirnos al general Guerrero que estaba al otro lado del río Mezcala de donde salimos para Jonacatlán en donde sostuvimos la causa hasta ver terminado nuestro feliz proyecto, hallándose en unión 123


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nuestra el general don Rómulo del Valle quien puede también dar razón a vuestra excelencia de mí y de mi conducta militar, así como de haber sido pasado por las armas mi desgraciado padre por los españoles en la salida del sitio referido. Yo he estado por todo Yucatán y ahora poco en Tabasco, siempre sin cometer una defección siquiera, porque jamás he pertenecido al sistema vandálico de los que llaman liberales, por ellos estoy aquí pasando trabajos porque lo poco que había adquirido con mi trabajo personal trabajando fuegos artificiales lo dejé en Tabasco y sólo salí, como todos, con lo puesto por seguir las tropas imperiales. De ello son testigos los señores generales Vega don Manuel y don Eduardo G. Arévalo, los señores Espejo y Adalid, con quienes nos vinimos cuando evacuamos Tabasco. Hoy he sabido, por el señor general Marín, que nuestro emperador hace una invitación a todos los honrados militares de esa venturosa época para que concurran a la celebridad de nuestra independencia a la capital del Imperio; pero aunque para mí sería el regocijo y placer mayor que pudiera apetecer en el mundo, pues concurriría a tener en esa gran capital la gloria de cooperar a la celebridad de lo que tanto trabajo y sangre nos costó ver realizado, me es por ahora del todo imposible por encontrarme sumamente anciano, cargado de familia y 124


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sin recursos como estamos la mayor parte de todos los que militamos en esa época por [la] que tanto suspiro. Al dirigirme a vuestra excelencia no es otro mi objeto que hacerle presente que mi situación es bastante desgraciada y por lo mismo le suplico, por nuestra patria y cara independencia, vea si puede conseguir el que se me considere, y que consiga [que] se me den recursos para el transporte mío y de mi pobre esposa y familia para esa capital, porque quiero morir en mi suelo patrio con las insignias de un soldado que no tiene más que amor a las armas y lealtad a sus jefes y emperador. Recordará vuestra excelencia que, cuando se dieron los ascensos por los señores generales Guerrero e Iturbide, fui nombrado coronel de artillería. También tendrá presente que la última vez que nos vimos en Tampico vuestra excelencia quería llevarme para los Estados Unidos y razones que no son del caso referir me hicieron no poder aceptar tan buena acogida como aquélla. En fin, sin otra cosa más que referirle, tengo el honor de ponerme a sus órdenes como siempre, mandando lo que guste a este viejo coronel su subordinado y amigo que atentamente besa su mano.

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Narsiso Mendosa Esta misiva es la prueba máxima de la existencia del “Niño Artillero” que también ha estado en polémica su existencia y que gracias al historiador Jorge Gurría Lacroix, se ha podido conocer y saber las vicisitudes pasadas en su vida, así como su precaria condición en la vejez. Se desconoce cual fue la respuesta, si la hubo, del hijo de José María Morelos y Pavón, si lo ayudó o se olvidó de su antiguo compañero, con quien compartió las emociones adolescentes de uno de los eventos más grandes de la historia.

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Bibliografía 1.-Julio Zárate, Diccionario Enciclopedia Vox. 2.-Diccionario de la Real Academia Española. 3.- Temas de la insurgencia, Ernesto de la Torre Villar. 4.- Hermenegildo y los Galeana, IPN, Arturo Ríos Ruiz. 5.- A.G.N., Documentos para la Historia de la Guerra de Independencia de México, 1808-1821, Volumen 2, Tomo VI, Fojas 285-289. 6.- Morelos, documentos inéditos de su vida, Genaro García, SEP. 7.- Morelos, Fernando Benítez. 8.-

Galeana, Justino Castro Mariscal.

9.- Morelos, Siervo de la Nación, Ubaldo Vargas. 10.- La Heroica ciudad de Cuautla, Raúl Solís Martínez. 11.- El sitio de Cuautla, Cap. Benicio Montero, Summa Morelense. 12.- Morelos, Estudio biográfico, Víctor Esperón.

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