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¿Cómo fue Jesús inclusivo?

El obispo James V. Johnston, Jr.es el séptimo obispo de la Diócesis de Kansas City-St. Joseph

Recuerdo una vez siendo sacerdote, en la que un hombre entró en la iglesia justamente antes de la Misa ypreguntó casualmente: Padre, ¿Va a usted a hablar hoy acerca del pecado otra vez? No estaba seguro cualera el motivo de esa pregunta, y si era hecha como una crítica o no. De hecho, a menudo me preocupo y nopredico lo suficiente acerca del pecado. Mi principal enfoque está siempre sobre el amor misericordiosode Dios y de Jesús. Él es la buena nueva. Sin embargo, para ver completamente por qué Jesús es la “buenanueva” debemos enfrentar la realidad del pecado — en el mundo y en nuestra propia vida.

Cuando se trata del pecado, los sacerdotes y los obispos están en la misma barca con el resto de la humanidad, y es por eso por lo que necesitamos tanto los sacramentos, incluyendo el Sacramento de la Confesión. Necesitamos un Salvador. Esto puede intimidarnos algunas veces al abordar situaciones pecaminosas en las vidas de otras personas. Como pastor de almas, es una de las cosas más difíciles de hacer. Sospecho que también es una de las cosas más difíciles de hacer para los padres con sus propios niños, pero también es parte de su papel de “pastoreo”. ¿Como hacer, para llamar a otros a convertirse, si yo mismo soy un pecador llamado a la conversión?

Para empezar, debo tomar muy seriamente mi propia conversión. Sin embargo, como una guía, siempre he mirado al propio ministerio de Jesús hacia los pecadores. Jesús amó (y ama) a todas las personas, y esto es especialmente así hacia los pobres, y hacia los que son considerados los pecadores más notorios, los marginados, los impuros. El cenó con ellos, se asoció con ellos y los amó. Los líderes religiosos de su tiempo al contemplar su compasión se sintieron perplejos y furiosos, y Él se refirió a ellos como hipócritas. Para Jesús, nadie está más allá de la misericordia de Dios, pero es importante no detenernos allí, porque Jesús no se detuvo. El siempre utilizó sus encuentros con los pecadores como el punto de inicio, no como el final. Para amar verdaderamente a alguien, siempre debemos buscar su bien, y si la persona por la que nos preocupamos está en una vida pecaminosa, condonarla o fingir no haberla visto no es amor. Es importante hacer notar lo que San Pablo escribió en su gran “himno” al amor en Corintios 13, él incluyó estas palabras: “El amor no se alegra de la injusticia sino se regocija en la verdad” (1 Corintios 13:6), lo que significa que el amor y el pecado son contradictorios.

Hay muchos ejemplos del amor de Jesús a los pecadores, uno de ellos es la historia de Zaqueo en el capítulo 19 del evangelio de San Lucas. Es entrañable porque era un hombre pequeño, un desvalido, que tuvo que subirse a una higuera para ver a Jesús a su paso por Jericó. Jesús encontró a Zaqueo con su mirada misericordiosa, tuvo compasión de ese hombrecito tan despreciado como pecador, y se hospedó en su casa ese día. Lo más relevante acerca de la historia es lo que sucedió a continuación: La conversión real y profunda de Zaqueo. Zaqueo no solo se arrepintió de sus pecados, sino que cumplió una penitencia significativa con todos aquellos a los que había defraudado en el pasado. Jesús se asoció con los pecadores y no tuvo miedo de incluirlos en su compañía, sino más bien los amó plenamente, Él los llamó a salir de su estilo de vida pecaminoso y los llevó a la verdad y la conversión. Él los amó realmente.

Examinar de cerca la forma en la que Jesús trataba a los pecadores es importante porque no es raro escuchar malas interpretaciones. Algunas veces Jesús es retratado en una sola dimensión- en la que Él le da la bienvenida a cada uno y solo eso. Es como si Jesús mirara al pecador y exclamara, “¡Todo está bien!”. El punto, sin embargo, es que no todo está bien, y por eso Jesús murió en la cruz. El precio fue muy alto porque la deuda era enorme.

Como Iglesia, somos llamados a ser inclusivos y misericordiosos de la manera en la que Jesús lo fue. Considerar a todos los amigos y compañeros necesitados de un Salvador tanto como nosotros, pero para comenzar, no para finalizar ahí. Si realmente amamos a alguien, y nos amamos a nosotros mismos, no nos conformemos, con Cristo en nuestra vida nos alejaremos del pecado y creeremos en el Evangelio. Para Jesús, todo se trata de salvarnos del pecado.

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