Revista Diseño 36 2013

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Revista Diseño | Escuela de Diseño Gráfico | FARUSAC

La trascendencia que este efecto puede tener en la educación ha sido ampliamente estudiada. Se presume que a nivel científico estos estudios se iniciaron en 1963, cuando Leonore F. Jacobson, directora de Oak School del sur de San Francisco, empezó a intercambiar correspondencia con el psicólogo de Harvard Robert Rosenthal. Este intercambio surgió a raíz de que éste publicara un artículo en American Scientist sobre el efecto de las expectativas de los investigadores en los sujetos de estudio de sus experimentos. En su artículo planteaba la posibilidad de que esto también pudiera ocurrir entre profesores y alumnos. Jacobson y Rosenthal acordaron llevar a cabo un experimento en Oak School y responder a la siguiente cuestión: ¿Las expectativas favorables del educador inducen, por sí mismas, un aumento significativo en el rendimiento escolar de sus alumnos? El experimento partió de parámetros preestablecidos, como que todos los alumnos fueran evaluados mediante un test de inteligencia (IQ); que se informara a los profesores sobre el estudio del IQ, pero que en un principio no se les compartieran las intenciones reales y, que se eligiera al azar un veinte por ciento de los alumnos a los que se les midió el IQ, sin importar el resultado obtenido, pero haciéndolos parecer como que eran los de mejores resultados. Con esta base se entregó a los profesores una lista de alumnos seleccionados al azar y se les hizo creer que los alumnos identificados iban a experimentar un desarrollo cognitivo mayor que sus compañeros y que destacarían entre el resto de la clase. Meses después se repetiría el test de inteligencia. En esa nueva oportunidad los resultados fueron que en todos los cursos los alumnos seleccionados experimentaron una mejora respecto a la primera evaluación de IQ. Es decir que, el sólo hecho de que los profesores creyeran que los estudiantes tenían un IQ sobre la media, incidió de manera efectiva en los resultados de los estudiantes. La conclusión fue que las expectativas positivas de los profesores, especialmente en los más jóvenes, influyen en el desempeño académico de los alumnos. Pero cómo pudo ser posible esto, si todos los alumnos recibían las mismas clases, con los mismos profesores e incluso en los mismos horarios. La diferencia eran las expectativas que los profesores se habían creado respecto a los sujetos de estudio seleccionados.

Los profesores de manera inconsciente transmitían esas expectativas, por medio de su comportamiento, disponibilidad, sonrisas, miradas, elogios y tiempo de atención hacia los alumnos que ellos creyeron que tenían mayores capacidades de aprendizaje. Cuando el docente tiene expectativas positivas tiende a crear ambiente más agradables, su nivel de comunicación es mejor y más efectivo, tanto a nivel verbal como no verbal; generalmente amplía los contenidos y explicaciones, también brinda mayores y mejores oportunidades para responder, repreguntar o reformular preguntas, utiliza el refuerzo positivo hacia el estudiante y visualiza altos estándares sobre lo que los estudiantes pueden lograr. El efecto Pigmalión es una expectativa que estimula a actuar para que esa expectativa se vuelva realidad. Pero el efecto Pigmalión también puede ser negativo, si el profesor considera que un alumno es tonto e incapaz, seguramente su comunicación y actuación se orientará a hacerle sentir y comportarse de esa manera. Como docentes es conveniente establecer cómo pueden incidir nuestros prejuicios, suposiciones y experiencias previas en la forma cómo estamos viendo y clasificando a nuestros estudiantes, porque en última instancia con mucho o con poco impacto, nuestras opiniones y actitudes inciden directamente en el comportamiento y logros de nuestros estudiantes. Definitivamente la realidad es más compleja que esto y hay múltiples factores que deben considerarse, tales como la preparación previa del alumno, las experiencias y contexto en que se ha desempeñado, el número de estudiantes en el aula, las condiciones del aula, el apoyo administrativo y muchas más, pero no deja de ser cierto que una expectativa positiva, puede marcar la diferencia en nuestro actuar como docentes y en los resultados de nuestros alumnos.

Bibliografía: Bonet, José Vicente (2008), Sé amigo de ti mismo: Manual de autoestima. Santander: Editorial SAL TERRAE Rosenthal, R y Jacobson, L (1992) Pygmalion in the Classroom: Teacher Expectation and Pupils Intelelctual Development. New York: Irvinton Publishers. 18 | Edición 35 | Año 2013


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