¡Caminemos Juntos! - Documento

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¡Caminemos juntos! Vicaría de Evangelización Síntesis de la fase diocesana del Sínodo 2021-2023 (Documento completo)

Confiamos en que esta síntesis contribuya al reconocimiento de la voz de Dios que camina con su Pueblo y al discernimiento acerca de su voluntad respecto de la misión de la Iglesia en el mundo y en nuestra ciudad región.

Presentación

El presente documento contiene la síntesis de las voces escuchadas en la Arquidiócesis de Bogotá durante la fase diocesana del Sínodo 2021-2023. En un primer momento se describen los pasos dados en dicha fase. Luego se explicitan las preguntas que facilitaron la escucha. Posteriormente se caracterizan los grupos de participantes y se indican los principales resultados: lo que el Espíritu ha inspirado, los caminos para crecer en sinodalidad y algunas imágenes culturales que representan nuestro “caminar juntos”.

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4 En el desarrollo de la fase diocesana del Sínodo se dieron los siguientes pasos: nombramiento del equipo responsable, estudio de los documentos de referencia, diseño del itinerario de la escucha, apertura y desarrollo de la misma, elaboración y validación de la síntesis. Designación del equipo. Desde el momento en que se anunció el Sínodo y se pidió dar curso a la fase diocesana de la escucha, la Arquidiócesis de Bogotá asumió con entusiasmo el propósito de escuchar al Pueblo de Dios acerca de su experiencia de “caminar juntos”. Lo hizo confiando esta tarea al equipo permanente de la vicaría de evangelización que existe en la arquidiócesis. De esta manera, se diseñó y organizó con prontitud el desarrollo de dicha fase. Apertura de la fase diocesana. En medio de las circunstancias particulares que vivía la ciudad (restricciones dadas por la pandemia y manifestaciones de protesta social), se llevó a cabo la apertura oficial de la fase diocesana el 17 de octubre de 2021, bajo dos modalidades de celebración simultánea: en la catedral primada y en los templos parroquiales. En la catedral primada se celebró la Eucaristía presidida por el Arzobispo, se dio lectura a su mensaje de apertura y, al final, oramos en el marco de una hora santa, con la participación de los seminarios, del consejo episcopal y de algunos fieles; en las parroquias también se celebró la eucaristía, se leyó el mensaje de apertura del Arzobispo y se llevó a cabo la hora santa. Itinerario de escucha. El itinerario de la escucha, diseñado por el equipo permanente, sufrió modificaciones en su desarrollo debido a la prolongación del plazo dado por la Comisión Preparatoria. Esto permitió ampliar el ámbito de la escucha y profundizar en su sentido. Además, teniendo en cuenta la coyuntura especial en la que se encuentra la Arquidiócesis (fin del periodo del Plan Pasos

Modalidades de escucha. Desde el primer momento el Equipo Permanente optó por favorecer el encuentro con las personas, “hacer experiencia sinodal” o ejercicios de sinodalidad. Por esto estructuró varias modalidades de encuentro para ser adaptadas, según los diversos destinatarios. Los encuentros se estructuraron sobre cuatro momentos: acogida, oración, diálogo y compartir fraterno. Por otra parte, el equipo permanente se esforzó en identificar y escuchar de manera especial a aquellos con quienes tenemos “deuda de escucha”. Así, se llevaron a cabo más de 30 ejercicios de escucha con grupos o poblaciones específicos.1

5 de Evangelización 2013-2022) se vio pertinente conectar la escucha sinodal con el trabajo de revisión que el plan exige. De esta manera, el itinerario de escucha ha estado estrechamente conectado con el camino de re-visión en el que se encuentra empeñada la Arquidiócesis durante el año 2022. Se trata pues, de una providencial convergencia de búsquedas y de esfuerzos.

Al salir al encuentro de los interlocutores, fueron tenidos en cuenta los ámbitos de participación intraeclesial y extra-eclesial. En el ámbito intraeclesial se aprovecharon los espacios de participación y servicio de la actual organización arquidiocesana: Consejo Episcopal, Consejo Presbiteral, Consejo Vicarial, presbiterio vicarial, fieles laicos de las parroquias, organismos de servicio parroquial, tales como el Equipo Parroquial de Evangelización Misionera (EPEM) y el Consejo Parroquial de Asuntos Económicos (COPAE), coordinaciones de la vicaría de evangelización, equipo de la curia arzobispal, equipos de evangelización de las vicarías episcopales territoriales, vida consagrada, diáconos permanentes. El ejercicio de escucha en parroquias se realizó de forma presencial a nivel arciprestal en la llamada Asamblea Arquidiocesana (modalidad arciprestal), que resultó una fiesta del reencuentro, escucha, conversación y celebración por el don de la vida. El ejercicio de escucha con la vida consagrada se realizó aprovechando la celebración de la Jornada Mundial de la Vida

1. Estas poblaciones específicas fueron: personas en condición de vulnerabilidad, líderes sociales, miembros de la comunidad LGBTIQ+, comunidades indígenas, afrodescendientes y sacerdotes secularizados.

Consagrada; también hubo encuentros con laicos de comunidades, asociaciones de fieles y movimientos apostólicos presentes en el Consejo de Laicos de la Arquidiócesis. Desde su experiencia particular, carismática y organizada los participantes compartieron sus puntos de vista. La escucha se extendió también al campo educativo. Fueron escuchados estudiantes y docentes miembros del Sistema Educativo de la Arquidiócesis de Bogotá (SEAB) y de varias universidades. Aunque la participación infantil y juvenil no fue mayoritaria, se abrieron espacios de escucha a nivel parroquial y diocesano de niños, adolescentes y jóvenes, quienes pudieron dar a conocer su voz. Se generó además la posibilidad de “escucha abierta” desde una plataforma virtual creada para el caso. Elaboración y validación de la síntesis. La elaboración de la síntesis final, estuvo precedida de un trabajo atento de recolección de voces realizado en distintos niveles: parroquial, arciprestal, vicarial y arquidiocesano (coordinaciones de la Vicaría de Evangelización y Consejos). Las secretarías de los tres centros de la vicaría de evangelización recolectaron la información, la agruparon, y categorizaron para establecer conexiones, convergencias y diferenciaciones. Antes de la síntesis final se compendió toda la información en un gran documento que se conserva como fuente y testimonio de la veracidad de las distintas voces y de las síntesis específicas y parciales. El resultado de los ejercicios parciales de síntesis, fueron leídos atentamente por el equipo permanente quien agrupó, categorizó y trianguló las voces. Al final, con un grupo de animadores pastorales testigo del proceso fue diseñado el borrador de la síntesis. Con la síntesis perfilada, fruto del discernimiento del equipo encargado, se realizó el proceso de validación regresando lo elaborado al Consejo Episcopal, a los Consejos Vicariales, a los Equipos Parroquiales de Evangelización Misionera, a algunos miembros del laicado organizado y de la vida consagrada. Ellos hicieron la respectiva relectura, brindando comentarios y aportes.

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2. Para grupos intraeclesiales las preguntas fueron: ¿qué experiencias hemos vivido de este “caminar juntos”? ¿qué alegrías nos han provocado? ¿qué dificultades y obstáculos hemos encontrado? ¿qué heridas nos han provocado? ¿qué intuiciones nos han suscitado? Para grupos extra-eclesiales (poblaciones vulnerables, comunidades indígenas, otros grupos sociales, etc.): ¿cómo ve usted a la Iglesia católica? ¿qué espera y necesita usted de la Iglesia católica? ¿usted que estaría dispuesto a ofrecer a la Iglesia para desarrollar su misión evangelizadora? Para animadores de lo social y las fundaciones arquidiocesanas: ¿a quién siento como mi compañero de camino en esta acción evangelizadora? ¿cómo soy compañero de camino en la pastoral que me convoca? ¿cómo podemos mejorar nuestro caminar juntos en la pastoral que nos convoca y que Dios nos ha dado?

Preguntas La escucha fue amplia y diversa. Los instrumentos empleados resultaron variados y fueron adaptados de acuerdo a los interlocutores. Se diseñaron y realizaron ejercicios de sinodalidad con base en las dos preguntas centrales tomadas del documento preparatorio: ¿Cuál ha sido nuestra experiencia de “caminar juntos” como Iglesia? ¿Qué pasos, el Espíritu nos invita a dar para crecer como Iglesia sinodal? Inspirados en estas dos preguntas se generaron varios modelos2

A pesar del valioso esfuerzo por llegar a un amplio y variado número de personas, algunos escenarios quedaron pendientes, tales como la academia y otras iglesias de denominación cristiana. Adicionalmente, está por completar la escucha de niños, niñas, adolescentes y jóvenes fuera de los espacios eclesiales.

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3. Los porcentajes de los participantes con deuda de escucha fueron: personas en condición de vulnerabilidad (habitantes de calle, vendedores ambulantes, etc.) 58 %; personas pertenecientes a otras organizaciones (sector interreligioso, líderes sociales, comunidad LGTBIQ+) 26%; comunidades indígenas 11% y sacerdotes secularizados 5%.

Participantes En los ejercicios de escucha participaron cerca de 6.100 personas, así: personas vinculadas a comunidades parroquiales 57%; laicos pertenecientes a movimientos, asociaciones o comunidades de vida laical, animadores en una pastoral específica 10%; grupos con quienes tenemos deuda de escucha3 8%; sacerdotes (en ejercicio y eméritos) 7%; Sistema Educativo de la Arquidiócesis (SEAB) 6%; vida consagrada 4%; adolescentes y jóvenes animadores 4%; diaconado permanente 4%. .

Resultados A continuación, señalamos los principales resultados de la escucha. Generalidades Reconocemos que el Sínodo llega de manera oportuna, como “soplo del Espíritu”. Algunas personas reclaman y valoran ser tenidas en cuenta; piden que la experiencia de ser escuchadas no se reduzca a un momento anclado en el tiempo, sino que la escucha se convierta en una actitud permanente, propia de nuestro estilo de vida como discípulos misioneros. Hemos tenido la disponibilidad para hacer de la escucha una experiencia accesible a todas las personas y, desde las mismas experiencias vividas, tocar la vida y ejercitarnos en la sinodalidad. Valoramos este ejercicio como experiencia que aviva el compromiso eclesial en la construcción de la fraternidad universal y de la amistad social. No obstante, lo anterior, la prisa por ajustarnos a los tiempos indicados por la Comisión Preparatoria y por la Conferencia Episcopal, hizo que la escucha quedase abierta; además, ésta se realizó en medio de una coyuntura difícil (segundo año de pandemia, retorno gradual a la presencialidad y malestar social).

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Valoramos la escucha sinodal, sobre todo en este tiempo en que el diálogo no se busca como prioridad en la sociedad; todo lo contrario, la cultura del desencuentro se impone como estilo que afecta las

En las experiencias de sinodalidad adelantadas, el Espíritu Santo nos ha ayudado a reconocer la diversidad que caracteriza a esta porción del Pueblo de Dios, a apreciar la riqueza de sus carismas, de su vida y de su hacer y a reconocer la presencia fiel del Señor entre nosotros; por otra parte, ha permitido confrontarnos con las debilidades, inconsistencias y vacíos que evidenciamos en la evangelización. Todo esto nos ha llevado a la humildad, a afrontar nuestras contradicciones, lo pequeños y vulnerables que somos.

La sinodalidad comienza desde la persona concreta y nos mueve a hacernos solidarios, en la alegría, en el sufrimiento, en la fragilidad de nuestra propia humanidad; es también una experiencia que nos llama a la paciencia, a brindar tiempo para la escucha, respetando el punto de vista del otro. Ha sido enriquecedora, por otra parte, la experiencia de crear espacios de libertad, ambientes de espontaneidad y confianza para escuchar, dialogar y responder desde el respeto y la comprensión, aterrizados en la realidad reconociendo las dificultades, libres de prejuicios y ánimos destructivos. Hubo, además, adaptabilidad: el no haber establecido un formato único para todos sino instrumentos y espacios varios, según los contextos y los grupos escuchados, favoreció la participación; se hicieron consultas en los lugares donde está la gente y en horarios adecuados a sus tiempos. Los ejercicios de escucha estuvieron acompañados de experiencias celebrativas y del compartir fraterno. Todo momento de escucha intraeclesial fue enriquecido con la oración Adsumus Sancte Spiritus. Hallazgos Dentro de los principales hallazgos distinguimos: tensiones y sorpresas, acentuaciones y horizontes que se abren. Tensiones y sorpresas. Si bien, la actitud ante la convocatoria del Sínodo ha sido positiva, algunas personas no reconocen el llamado a la sinodalidad como una oportunidad para redescubrir nuestra identidad de ser Pueblo de Dios en camino; ellas consideran que se trata de un tema, actividad o momento más que pasa o de otra tarea por cumplir; ellas no creen que esta experiencia de escucha pueda nutrir y ser la base de la renovación pastoral; no la ven como una oportunidad para avivar

10 relaciones humanas. De igual modo, valoramos la participación de grupos con los que estamos en deuda de escucha, grupos desconocidos que ahora vemos como compañeros de camino.

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la marcha de la Iglesia; no aprecian la práctica de la escucha en situación ni el discernimiento comunitario. Hay también quienes prefieren permanecer en el status quo, en un ambiente y estilo clerical. Mientras algunos asumen la escucha con alegría, con espíritu de esperanza, proyección, avance y crecimiento, otros expresan su pesimismo y escepticismo: «seguimos igual», «las cosas no van a cambiar», «es lo mismo de siempre».Algunos temas que dieron lugar a diferentes puntos de vista fueron: el concepto de Iglesia que subyace, vinculado a la experiencia del sujeto y a su relación con ella. En los distintos momentos de participación se manifestó la permanente tensión entre la valoración, el reconocimiento y la reclamación. El ejercicio de la consulta trajo a la conciencia nuestra condición de ser Pueblo de Dios que marcha y que, en su marcha, conversa, habla de «nosotros», de lo que hacemos, de lo que nos preocupa; conscientes o no conscientes, hacemos camino juntos, con la lucidez y respeto para escuchar a los demás y comprender sus palabras. Escuchamos posiciones diversas: los escuchados sienten que son tenidos en cuenta como parte de un pueblo. Esta experiencia ha arrojado luces y mostrado pasos que el Espíritu nos invita a seguir. Sorprende la apertura de muchas personas, a pesar de las heridas que ha dejado el caminar juntos en la Iglesia. En varios casos el dolor va acompañado de disposición a la sanación, apertura al perdón y expectativa por la reparación y el cuidado, sobre todo ante aquellos que se encuentran en situaciones de exclusión social y eclesial o han sido víctimas del maltrato y/o del abuso. Sorprende el llanto y la alegría de personas vulnerables y heridas al experimentar una actitud humilde por parte de sus pastores. Su gesto de acercarse, escuchar y reconocerlas en su situación

los sacerdotes secularizados piden ser «aprovechados» en la misión. Muchas personas escuchadas están dispuestas a trabajar en red, no obstante, los credos y las situaciones personales y sociales en las que se encuentran. Hay un claro interés por el trabajo colaborativo, en red y mancomunado. Hay quienes, a pesar de sus limitaciones, muestran disposición a contribuir con su tiempo y trabajo voluntario en la evangelización. Acentuaciones. No obstante, los reclamos que se hacen a la “institución eclesial”, el tono de las voces escuchadas fue cordial, sincero, franco y propositivo.Laexperiencia de caminar juntos viene dada estrechamente por la experiencia familiar y/o de los pequeños grupos de libre asociación, desde donde las personas buscan acompañarse y cultivar la fe en la lucha cotidiana de sus vidas. Se descubre, en medio de las diversas percepciones de la Iglesia, una manifiesta distinción entre la “institución eclesial” y la “comunidad eclesial de base”. En ocasiones, los reclamos y valoraciones negativas vienen referidas a la jerarquía eclesiástica (diáconos, presbíteros y obispos), a su rostro “institucional”, sobre todo por reflejar un tipo de organización triste, distante, lenta, burocrática, piramidal y clerical. La gran mayoría de personas escuchadas quiere participar en una “Iglesia servidora”, quiere ayudar y proyectarse en y desde ella, pero afirma no encontrar espacios y, entonces, reclama mayor apertura y participación.Semuestra claramente un interés y preocupación acerca de los jóvenes; sin embargo, se reconoce la lejanía de los adultos y de la jerarquía eclesiástica con respecto a ellos, el desconocimiento de sus intereses,

12 fue bien visto, pues contrasta con el trato duro y displicente que muchas veces las alejó y Sorprenderesintió.que

13 búsquedas y sufrimientos; se percibe temor frente a ellos y desconocimiento de sus sensibilidades y lenguajes. Al mismo tiempo, surge la pregunta sobre la disposición de los jóvenes para escuchar a los adultos, a quienes cuestionan por sus posturas y prejuicios. La escucha pone en evidencia una preocupante desconexión de la institución eclesial con la vida cotidiana de las personas, con sus búsquedas, necesidades y dramas; desconexión que se manifiesta sobre todo en propuestas formativas descontextualizadas y en la predicación abstracta que no toca sus vidas. Es claro el deseo y solicitud de una Iglesia en salida, que vaya al encuentro de las personas en su contexto y situación: habitantes en situación de la calle, privados de la libertad, personas en situación de prostitución, adictos, vendedores informales, adultos mayores, entre otros. Hay grupos distantes, un poco resentidos con “la Iglesia institucional”; sin embargo, manifiestan apertura y disponibilidad: todavía tenemos una oportunidad con ellos: «aquí estamos y queremos ver qué podemos hacer juntos», han manifestado. Horizontes que se abren. Volcarnos a escuchar la voz del Espíritu: vivir la espiritualidad como reconocimiento y seguimiento de la voz del Espíritu, espiritualidad encarnada que escucha, discierne y obra en consecuencia. La necesidad de un permanente discernimiento evangélico tanto de la realidad social como de la realidad eclesial. El llamado a la humanización, a reconocernos seres humanos con dignidad, debilidades y fortalezas. Se hace necesario centrarnos en el ser humano concreto. La formación contextualizada para todos: bautizados, laicos animadores de la evangelización, consagrados, presbíteros y obispos. La experiencia comunitaria y la necesidad de formación de comunidades de acompañamiento y de vida para la

evangelización; la organización eclesial desde la perspectiva del servicio, la acogida y el acompañamiento a las personas; pasar del simple discurso a la concreción de acciones que visibilicen la forma de vivir y proceder sinodal, eclesial y social. Disposición permanente de salida, escucha y diálogo, como gesto profético: la sinodalidad se convierte, así, también en propuesta para la sociedad civil. La escucha y el diálogo evangelizador con y desde los jóvenes. El gran reto de conectar con los jóvenes desde su realidad, visión y necesidades. Necesidad de una mejor comunicación con base en la escucha, el re-conocimiento de los otros, el diálogo y el adecuado uso de los medios y tecnologías de comunicación contemporáneas. Se insiste en la tecnología digital y la realidad virtual como escenario donde interactuar, crecer en otras “relacionalidades” y proponer el Evangelio. El gran valor evangelizador que posee la acogida, la escucha, el encuentro y el acompañamiento en medio del dolor y el sufrimiento. La necesidad de crear puentes reales con los más vulnerables y con aquellos a quienes “debemos escucha” para “caminar juntos” y acompañarnos en el desarrollo integral mutuo. El valor profético-testimonial del diálogo interreligioso y ecuménico. Entre lo más mencionado aparece: El punto de vista de los laicos que reclaman una Iglesia que transcienda lo “institucional”, que sea Pueblo de Dios en salida y en camino, que sea cercana, acompañe, escuche y sea solidaria, que opte por los excluidos sin olvidarse de los demás miembros del pueblo de Dios, que sea más horizontal en sus relaciones y en su acción; el punto de vista de los últimos (habitantes de calle, personas en situación de prostitución, etc.) a quienes debemos escucha, reconocimiento, atención y promoción, y de quienes tenemos mucho que aprender; el punto de vista de los jóvenes a quienes debemos valorar, reconocer y con quienes debemos

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Testimonios.

El tono testimonial acompañó el diálogo y la escucha. En medio de la pandemia y del prudente retorno a la presencialidad, muchos laicos manifestaron la alegría del reencuentro, la necesidad de la comunidad y de ser acompañados y de evangelizar.

Entre lo menos mencionado reconocemos: la centralidad del encuentro con Jesucristo verdadera fuente de transformación y vida y los iconos bíblicos del Buen Samaritano, el Caminante de Emaús y el Buen Pastor; el acompañamiento a los acompañantes (animadores laicos, servidores, presbíteros): ¿Quién, cómo y para qué les acompaña?; la organización eclesial coherente con la concepción de Iglesia como pueblo de Dios en camino, y como servidora ; el valor social y eclesial de la familia como forjadora y educadora basilar de las personas; la situación de la educación hoy y la importancia de repensarla desde la perspectiva del humanismo solidario (pacto educativo global); la presencia iluminadora y transformadora de todos los bautizados en lo social y en lo público; la necesidad del ministerio de la reconciliación para la construcción de la paz en el país; el valor de la casa común, de la ecología integral y del mundo del trabajo; la perspectiva multicultural de la evangelización; la pastoral de la escucha, la sanación, el consuelo y la esperanza que brinde acompañamiento en el pasaje de la muerte.

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evangelizar juntos, acercándonos, dejando prejuicios, escuchando y dialogando pacientemente; la importancia de hacer experiencia comunitaria y construir comunidades eclesiales de vida, desde donde se crezca en la fe, se aprenda mutuamente y se proyecte la misión; la formación contextualizada sobre todo de los animadores de la evangelización; la necesidad de superar la desconexión entre la vida de la Iglesia y la vida cotidiana de la gente; la necesaria tarea de ser compañeros de camino, vivir la experiencia de la cercanía y el cuidado en el presbiterio; el asunto de la formación del presbítero para favorecer su vocación y misión.

La gran mayoría de participantes en las escuchas presenciales, mostraban la alegría de estar vivos, de pasar la prueba, de estar juntos; la gratitud por el don de la vida y el dolor por las pérdidas. La actitud de varios adultos mayores en medio de la soledad y el abandono que, al ser escuchados y consultados, reconocieron sentirse honrados, reconocidos, valorados, tenidos en cuenta. Grupos con los cuales se ha tenido tradicionalmente deuda de escucha valoran y celebran sentirse reconocidos en el cuerpo de la Iglesia. Diversas y singulares fueron las historias de sacerdotes secularizados: impresiona cómo la gran mayoría reconoce haber tenido una buena experiencia formativa en el Seminario que le marcó y le sirvió para la vida; como hubo personas (laicos y sacerdotes) que, no obstante, el desconcierto que generó dejar el ministerio, supieron acompañar ese proceso. Alegría y valoración de la vida consagrada al experimentarse escuchada y animada en tiempos de dificultad.

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Llamados del Espíritu Podemos decir que el Espíritu nos inspira, como fruto de la escucha sinodal: Actitudes: La escucha, el discernimiento y el acompañamiento de las realidades que viven los seres humanos concretos como punto de partida para la elaboración de diversas propuestas y recursos pastorales que pueden ir desde una homilía hasta la comunicación y difusión de unas líneas de evangelización. Disposiciones: Apertura, confianza y esperanza en otras comunidades y realidades, que a partir de la escucha han dejado ver su disponibilidad al encuentro, al diálogo y a la sinodalidad. Esperanzas: Anhelos de futuro, con apoyo en la memoria que, sin evitar los hechos, puede sanar su visión de lo sucedido. Urgencias: La interacción con otras instituciones, congregaciones y religiones que invitan a pensar una acción interinstitucional, inter-congregacional, interreligiosa e intercultural para ser la iglesia sinodal que camina con múltiples realidades de la vida del pueblo. Ha inspirado apertura y disposición de salida.

Reconocimientos: La presencia de la Iglesia en la historia del pueblo como experiencia de comunión en cultivo. Ésta debe profundizarse y extenderse, “más allá de los muros de la Iglesia”, a muchos otros sectores de la sociedad que no experimentan pertenencia vital a la comunidad eclesial. Igualmente, el acompañamiento espiritual y pastoral en el camino de cientos de personas dentro y fuera de la Iglesia. No obstante, sigue siendo un reto la multitud de personas que experimentan distancia y lejanía en sus propuestas, mensajes, lenguajes y modelos de gestión administrativa. Ha

Sobre la dimensión comunitaria se expresa la necesidad de tejer relaciones que vinculen realmente a las personas, a los grupos con la Iglesia y que genere compromiso personal con y por el otro a semejanza de Jesucristo Buen Pastor que da su vida (cf. Jn. 10,11). Una Iglesia en la que la experiencia de pueblo de Dios en camino supera la experiencia de quietud y acomodo al status quo. Una Iglesia que reconoce el valor de la diversidad de los carismas, ministerios, oficios y los conjuga para el crecimiento común.

Lo que dijeron los participantes En efecto, sobre la dimensión institucional, requiere un mayor talante humano y comunitario que le lleve a una conversión y a un cambio en el enfoque y razón de las estructuras, en las relaciones, en los protocolos, de manera que la Iglesia aparezca ante el mundo como una auténtica comunidad de servicio: hermanos que se acompañan, se comprenden entre sí, se sirven, se aman, dialogan con actitud de escucha del otro, se animan y se promueven. Una Iglesia menos clerical, más profética y propositiva para la sociedad civil.

Sobre la dimensión espiritual se reconoce la experiencia de oración que aprecia los espacios físicos como templos, oratorios, capillas; las prácticas personales y comunitarias, litúrgicas y piadosas que generan una conciencia de la presencia y

18 inspirado la valoración de los esfuerzos por aportar y servir. Sin embargo, al respecto de la realidad actual en la Iglesia local, ha inspirado también un llamado de atención a propósito de la desconexión que tienen algunos miembros de la Iglesia hacia grupos poblacionales o sectores de la sociedad, a saber: juventud, grupos étnicos, otras confesiones religiosas y otros credos, artistas seculares, comunidades indígenas, comunidad LGTBI+, habitantes de calle, vendedores ambulantes, personas en situación de prostitución y aún empleados en nuestras ambientes eclesiales.

19 acción del Espíritu en la vida personal y comunitaria; la necesidad de apoyo espiritual entre las personas y el valor de la oración por los otros. Se estima, y mucho, la presencia y acción de la Iglesia con rostro misericordioso, en la promoción humana integral como concreción del Evangelio que predica; en este sentido hay una valoración por el papel de la Iglesia en la ciudad. Sobre evangelización misionera. Se identifican varias iniciativas y acciones que ponen en evidencia la vocación misionera de la Iglesia y que en muchos sectores amerita gratitud, pero también se advierte la necesidad de revisar la manera como predicamos la Palabra de Dios, dado que por momentos pareciera que la predicación está fuera de contexto y la Palabra desencarnada. Igualmente se advierte el riesgo de una saturación de actividades que deriva en cansancio y agotamiento. En todas las áreas se advierten brotes de esperanza. El Espíritu Santo ha mostrado que Dios habla fuerte por medio de aquellos a los que debemos escucha y de la Iglesia ministerial, rica y diversa en expresiones y carismas, que supera la visión de Iglesia rígida y estrecha.

Para crecer Sinodalidaden

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La escucha sinodal volvió a despertar el sueño de una Iglesia renovada y avivó la esperanza de caminar juntos, de hacer nuevas experiencias y construir nuevos lenguajes de fe que favorezcan, en cada contexto específico, el diálogo con el mundo; un caminar juntos que reconozca la diversidad de servicios y ministerios en la Iglesia; que viva profundamente la comunión y participación del Pueblo de Dios, reconociendo que somos distintos, con experiencias y miradas diversas, pero abiertos a la fraternidad; una iglesia que reconoce la presencia de Jesús en lo cotidiano de la vida y está dispuesta a seguirlo en la misión. Como fruto de la experiencia de escucha se experimentó la gratitud y el agrado de las personas por ser escuchadas desde sus diferencias socioculturales, de género, afectivas, experienciales, éticas, espirituales, y también desde su sentir. La escucha estuvo libre de juicios de valor y muy rica en visiones críticas y alternativas. A partir del reconocimiento de las personas, se ve necesario que la Iglesia tenga presente las condiciones de vida y los contextos concretos para acompañarlas desde su realidad y momentos de fe; de esta manera, el reconocimiento lleva a construir y recorrer el camino y a no imponerlo de forma preestablecida, a reconocer el acontecer de Dios en esa realidad y a vivir una espiritualidad encarnada en la cotidianidad. La escucha y el discernimiento sinodales nos han permitido reconocer como caminos que el Espíritu indica: Cultivar la experiencia espiritual centrada en la persona de Cristo. Se trata de dejar actuar al Espíritu sin prevenciones o fines preestablecidos.

Propiciar experiencias que deriven en la construcción de una auténtica comunidad cristiana.

Mucho podrá ayudar el generar relaciones humanas desde la sencillez, la espontaneidad y el servicio de cada día. Discernir y acoger lo que el Espíritu Santo va realizando. En la acción evangelizadora, aunque no sea lo que esperamos.

Redescubrir la naturaleza y dignidad de todo ser humano como hijo de Dios. Lugar de su acontecer salvador y recreador, lejos de miradas condenatorias y/o excluyentes.

Reconocer, valorar e interpretar las realidades emergentes de la experiencia de fe cotidiana. Dios habla por medio de su Pueblo, especialmente a través de aquellos rostros de personas que no han sido escuchadas, pero que anhelan ser reconocidas y tenidas en cuenta. Dialogar sobre la realidad y la vida de la Iglesia. Proponiendo relaciones horizontales que favorezcan la escucha y el respeto a cada persona y la construcción de consensos. Crecer en sensibilidad para acompañar. Desde la cercanía y el cuidado, a toda persona en su integralidad humana y en lo concreto de su vida. Desarrollar actitudes y lenguajes abiertos.

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Dispuestos a converger, a concertar, respetuosos de la diversidad, para buscar y concretar nuevas experiencias, reconociendo que no hay una sola manera de relacionarse.

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Imágenes de nuestro caminar Al reconocer imágenes culturales que hablan de nuestro “caminar juntos” 4, valoramos la riqueza simbólica de nuestra cultura urbana y rural. Nuestras vidas, costumbres y tradiciones como pueblo, refieren formas de ver y de vivir dinámicas, contrastantes y en tensión que, en medio de la pluralidad de sus habitantes, son lugar donde Dios habita y camina con su pueblo: Las calles en Bogotá. Para conocer a Bogotá hay que caminar sus calles; estas nos descubren mundos que sorprenden. En sus espacios todos los días suceden nuevas y diferentes situaciones; las recorren transeúntes y peatones de diversas edades, clases sociales y etnias; las transitan ciclistas, motociclistas, y transportadores; la habitan desempleados, migrantes y no pocos en situación de calle. Encontramos en las calles de Bogotá diversos mundos, unos asequibles y otros no. Las calles en Bogotá cambian de manera inesperada y repentina, según los barrios y el clima. Al recorrerlas se entremezclan múltiples sentimientos y emociones: felicidad, temor, cansancio, curiosidad, afán, estrés… En ellas, de alguna manera, todos nos encontramos, entrecruzamos y exponemos. En ellas asumimos diversas y contrastantes actitudes: indiferencia, solidaridad, sospecha y agresión. Ellas son habitadas, a la vez, por multitud de heridos, indiferentes y buenos samaritanos anónimos. La subida a Monserrate. En nuestra ciudad un punto de referencia religioso, cultural, turístico y deportivo es el Cerro de Monserrate, lugar de expresión de la piedad popular capitalina, frecuentado por multitud de peregrinos que lo ascienden a pie, en teleférico o funicular para encontrarse con el “Señor

23 Caído”; por deportistas que lo toman como lugar de entrenamiento; por turistas que suben para observar una panorámica de la ciudad. La subida a Monserrate nos ofrece una imagen del caminar juntos, pues habla de la pluralidad y diversidad del pueblo de Dios que va en camino hacia Él: todos son aceptados, todos son bienvenidos, a todos se les acoge. En el Cerro se escucha el “rumor” de la ciudad; desde el cerro y su santuario desciende la misericordia del “Siervo Doliente” que responde y se solidariza, no solo con los peregrinos que lo buscan, sino con los múltiples heridos que la habitan. Junto con el Cerro de Guadalupe, llamados también cerros tutelares, la presencia protectora y providente de Jesucristo y de María nos custodian y guían. El día del mercado. Nuestra arquidiócesis se caracteriza por ser urbana y rural. Estas dos realidades que se mezclan tienen algo en común: “el mercado”; en el mundo rural es el día central de la semana en torno al cual gira la vida del pueblo e incluye la entrada al templo y la misa, el encuentro con Dios providente y misericordioso; en el mundo urbano es un punto de referencia y de confluencia de los habitantes que acuden a las plazas locales y a los centros comerciales para abastecerse, descansar y “curiosear”. En ambas realidades, se busca, ofrece y consigue lo que da sustento a la familia. En los mercados está presente “lo nuevo y lo viejo”; los mercados acogen a todos, ofrecen una pluralidad de bienes en los que, de muchas formas, se muestra Dios humanado.

24 Equipo Permanente de Evangelización Arquidiócesis de Bogotá

Equipo Permanente de Evangelización Arquidiócesis de Bogotá 2022

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