Edición No 21

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Desde niños conocieron la pobreza

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l pasado 27 de abril, día de la Divina Misericordia, el Papa Francisco, tras el procedimiento establecido por la Iglesia Católica, subió a los altares a Juan XXIII y a Juan Pablo II. Los dos nuevos santos provienen de hogares humildes. El Pontífice 261, Angelo Giuseppe Roncalli, nacido en Sotto Il Monte, Lombardía, Italia el 25 de noviembre de 1881, fue uno de los doce hermanos de una familia dedicada al pastoreo y a la aparcería, mientras que Karol Jösef Wojtyla, Papa 264, vio la luz en Wadowice, Polonia, el 18 de mayo de 1920, como tercer descendiente de Karol y Emilia.

Ambos, cumpliendo roles distintos, participaron en la primera y en la segunda guerra mundial, respectivamente. Roncalli fue sargento médico y capellán militar, mientras que Wojtyla, aficionado al fútbol y al ajedrez, fue fichado por la Gestapo por proteger a compañeros judíos, teniendo que trabajar en una cantera antes de pasar a la clandestinidad. Perseguido no se amilanó y con otros jóvenes católicos integró el Grupo Unia de Resistencia al ejército nazi, alternando con el teatro y con otras manifestaciones culturales. Ninguno de los dos se preparó para ser Papa. Ese no era su proyecto de vida sino un infinito amor al prójimo, al perseguido, al desposeído, al pobre. Hacer posible con hechos

Luis Fidel Moreno Rumie palpables la palabra del Evangelio. Pero el designio del Espíritu Santo los llevó a ser los representantes de Jesucristo en la tierra. Desde niños conocieron la pobreza, el dolor humano, las privaciones, la solidaridad y la Veneración a la Santísima Virgen María. Lucharon por la paz del mundo. Juan XXIII en medio de la crisis de los mísiles entre la Unión Soviética y los Estados Unidos de América, escribió la Encíclica Paz en la Tierra en 1961. Juan Pablo II fue determinante en la caída del comunismo en Polonia y en el resto de la llamada Cortina de Hierro. Condenó el armamentismo y la guerra. Acercó la Iglesia a los fieles, modernizándola. Juan XXIII, tres meses después de asumir su pontificado, convocó el Concilio Vaticano II, causando un impacto sin antecedentes en el mundo. El aggiornamento o sea la apertura, fue política del Papa Bueno. Comenzó a celebrarse la Santa Misa en idiomas distintos al latín. Los sacerdotes ofician, desde entonces, dándole la espalda a los altares. Con la Encíclica Madre y Maestra, reafirmó toda la doctrina social del catolicismo. Juan Pablo II visitó 129 países. Promovió el ecumenismo. Se enfrentó al relativismo moral, a las dictaduras marxistas, al neoliberalismo económico. Renovó la fidelidad a

la figura de Jesucristo. Se preocupó por los marginados y desfavorecidos en la encíclica Divina Misericordia. También pidió perdón en nombre de la Iglesia por los desmanes que hubiere cometido. Y se reafirmó en la defensa de la vida desde la concepción oponiéndose al aborto, a la fecundación artificial. Defendió a la familia. Catorce fueron sus encíclicas, expidiendo el Nuevo Catecismo. El 13 de mayo de 1.981, Ali Agca atentó contra su vida, cumpliéndose de esta manera el tercer secreto de Fátima. Sobrevivió milagrosamente protegido por la Virgen María. La Congregación de las Causas de los Santos, comprobó la curación milagrosa de la hermana francesa Marie Simon-Pierre enferma de Parkinson y de una costarricense, Floribeth Mora, con un aneurisma cerebral irreversible. Las dos se recuperaron por intermedio de la intercesión del Papa Juan Pablo II. La religiosa Sor Caterina Capitani, quien sufría de cáncer estomacal, luego de ponerle sobre el vientre una imagen de Juan XXIII, se recuperó totalmente. En estado de coma y habiendo recibido la extremaunción se levantó de su lecho y pidió de comer. Los milagros de estos Santos están debidamente soportados con documentos médicos y testimonios incontrovertibles.


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