En el campo de Mitla, un día de cigarras, de sol, de niarcha, me doblé a un POZO y vino un indio a sostenerme sobre el agua, y mi cabeza, como un fruto, estaba dentro de sus palmas. Bebía yo lo que bebía, que era su cara con mi cara, y en un relámpago yo supe carne de Mitla ser mi casta.
En la Isla de Puerto Rico, a la siesta de azul colmada, mi cuerpo quieto, las olas locas, y como cien madres las palmas, rompió una niiía por donaire junto a mi boca un coco de agua, y yo bebí, cok0 una hija, agua de mádre, agua de palma. Y más dulzura no he bebido con el cuerpo ni con el alma.
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la casa de mis niñeces mi madre me traía el agua. Entre un sorbo y el otro sorbo la veía sobre la jarra. 130