Crónicas Tempul desde 2013 a 2020

CRÓNICAS DE LAS ACTIVIDADES DE LOS CURSOS 2013-2014 a 2019-2020

CURSO 2013-2014

Barbate-Torre del Tajo-Jarillo-Ermita de San Ambrosio-Palomar de la Breña.

6 de Octubre de 2013 Primera de la temporada: De la torre al palomar pasando por la ermita De cómo 50€ falsos pueden animar una sobremesa hasta el punto de distraer la siesta Tempul ha iniciado felizmente un nuevo curso. Tal día como el 6 de octubre de 2013, la asociación, tras haber cumplido justamente una semana antes el protocolo de aprobar su programa de actividades, ha arrancado el calendario de salidas con una excursión a la altura de las circunstancias meteorológicas: muy cerquita de la playa y junto a unos pinares de un verde tan intenso, tras las primeras lluvias de este caluroso otoño, que hasta hacen daño a la vista.

La torre del Tajo, que no de la Peña, era el objetivo fijado, tras un par de cambios de planes que nos pasearon -eso sí, sólo en papeles- primero por las salinas de la Bahía de Cádiz y después por las de Bonanza. Ambas quedarán para mejores ocasiones.

El encuentro de los 17 andarines es en la venta Andrés, a la que para tranquilidad de Isabel, hemos hecho la cruz definitivamente. Ninguno de los reunidos recordábamos la estocá que nos metieron cierto sábado del curso pasado por desayunar allí. Ella si, y desde su escapada sevillana para ejercer de abuela, se lo comentó a María Victoria el día anterior a la excursión. Pero cuando Victoria lo recordó ya era tarde y estábamos engullendo café y rebanás al módico precio de 2,50… ¡por cabeza!

Del desayuno no participan los últimos que se integran al grupo, Pedro el manco de Tempul, su sufrida esposa María Jesús y los titos Jesús y María, que ya han dado cuenta de unos buenos molletes en casa. Eso que se ahorran. Los demás si que comemos y bebemos, atentos mientras lo hacemos a los numerosos cazadores que a esas horas no paran de dar tiros a cualquier cosa que se mueva en los campos de alrededor.

Y Luis de guardia… Pobre.

El tramo del cruce del Pedroso a Barbate se hace en un plis plas, así que cumpliendo a rajatabla la previsión horaria, a las 10.30 están ya los 6 coches que nos han desplazado hasta allí debidamente estacionados junto al muelle barbateño, y sus ocupantes dispuestos a iniciar el camino, bajo un sol de justicia que amenaza con darnos el día. Pero no queda otra que echar a andar. Eso si, sin prisas ya que no habrá que hacer mucho más de 4 kilómetros en cada sentido, y eso para la gente de Tempul es pan comío.

Primera parada en la fuente de la Hierbabuena, un manantial que según nos cuenta un parroquiano mientras llena varias garrafas para consumo doméstico, da nombre a la playa colindante, y al que antiguamente las mujeres del pueblo acudían a lavar cuando ese preciado líquido que en estos tiempos tan poco apreciamos no llegaba a las viviendas con la facilidad que lo hace ahora, solo con abrir un grifo.

No probamos el agua de la Hierbabuena porque acabamos de iniciar la caminata, pero si la fuente llega a estar al final del sendero, nos la bebemos enterita, de la sed y el calor tan grande que llevamos cuando alcanzamos la Torre del Tajo. El trayecto, que hacemos en poco más de una hora, sirve para comentar las vacaciones, de manera que los Abollo-Palacios, Castillo-Montaño e Invernón-Santiago recordamos anécdotas y buenos momentos compartidos en el Camino de Santiago, Manolo Colón y su Chari nos cuentan lo que han disfrutado por tierras marroquíes, los Abrines lo que han caminado por las Alpujarras, y Mari, que no cuenta nada de su viaje por tierras alicantinas, presume en cambio de su proyecto de cola de caballo, que de momento es sólo colita. Pepe Abollo sin embargo no presume de tablet porque no la lleva.

Pero sí va contándonos todo el rato, para no perder las buenas costumbres.

Lo primero que nos sorprende de la torre del Tajo no es la edificación en sí, que casi todos conocíamos, sino las escaleras metálicas que han instalado para acceder a su interior, a la manera de un puente levadizo.

Conforme vamos llegando es el comentario unánime. También se comenta la altura de la fortaleza. Trece metros según la información que ofrece un panel aledaño. Pero Pedro, un poco descreído él, lo pone en duda y no se convence hasta que, dando zancadas por la zona de sombra que proyecta la torre, suma en torno a 15. La diferencia, según admite él mismo, es que su zancada no llega al metro. ¿Manco y cortete?

Perico, últimamente lo tienes tó.

Las vistas desde la torre del Tajo son impresionantes. Por eso, y porque esta excursión es para relajarse, nos embobamos un buen rato contemplando un mar en calma que nos transmite serenidad y nos regala un montón de imágenes espectaculares. Aunque también las hay simpáticas, como la que propicia Pedro, otra vez Pedro, tocado con el gorro de su María Jesús mientras ella, y casi todas las demás ellas, vamos juntitas, como está mandao, a aliviar nuestras vejigas.

Pero como en cualquier lucha siempre hay un ganador, el placer de la degustación vence al placer de la contemplación, así que nos apartamos hacia los pinares para vaciar nuestras mochilas y dar cuenta de los buenos vinitos y tapitas que llevamos para el rengue. Terminado éste cuando nos da la gana, y no cuando lo impone el reloj, el jefe de imagen de Tempul da la orden para la foto de grupo y decide que hay que inmortalizar la torre del Tajo, pero también la nueva escalera. Así que de arriba abajo, el grupo se deja retratar con la bandera en primera fila y tras ella, como si de la presidencia de la Maestranza en tarde de toros se tratara, Domingo y Perico muy puestos ellos para la posteridad. Domingo, sí, porque Domingo y Pepa han vuelto. Ya tocaba, después de una prolongada ausencia, y lo celebramos dándoles una efusiva bienvenida en la venta a la que hemos hecho la cruz. Tan relajada sigue siendo la jornada cuando hacemos la foto de grupo, que hasta parece que el automático tarda más en disparar. Por eso Dioni hasta se echa un baile en el trayecto de la cámara a la escalera. ¡Qué arte más grande!

Cumplido también el rito de la foto, vuelta a los coches, esta vez casi todo el tramo en descenso pese a lo cual llegamos empapados en sudor, y traslado al cercano pinar de Jarillo, donde una reconfortante sombra nos espera para hacernos olvidar los rigores de la mañana. El almuerzo es un festín. La mesa de piedra que ocupamos, y la plegable que añadimos traída por los Palacios-Abollo, se llenan ambas de manjares made in las 8 casas de las 8 parejas que participamos en la excursión, a la que también se ha sumado Inmaculada hija. Desde la tortilla de Mari a la de José Ángel, pasando por una empanada de zamburiñas traída el día anterior desde Santiago por la hija de Pepa y Domingo, unos pimientos asados con langostinos hechos por Mila, ensalada de pasta, filetes en salsa de Chari, embutidos varios, croquetas… todo estaba rico, rico, que diría Arguiñano. Por eso nos lo comimos casi todo, incluso los postres, que tampoco faltaron. Ni el café de María Victoria, que llegó a lo justo para todos. Ni el brandy que repartió Dionisio.

Así que con tanta y tan buena comida, la sobremesa invita al sesteo, de manera que algunos deciden echar las mantas al suelo para dar la cabezá antes de continuar con el programa. Lo que no saben los bellos y bellas durmientes es que un billete de 50€, al parecer falso, les va a espantar la siesta.

La conversación la arranca Pepa vendiendo YA papeletas para el viaje de fin de curso de su niño. ¡Qué previsión! Y deriva hacia asuntos bancarios, que hacen recordar a Dionisio lo ocurrido días atrás a su madre: le han endosado en la Caixa un billete de 50€ falso. Las chicas de la susodicha entidad saltan como resortes:

no puede ser, porque el reciclador ¿¿?? no lo permite… Pero puede ser, porque algunas oficinas no tienen reciclador ¿¿??, Pues lo que tiene que hacer tu madre es soltar ese billete ¿¿?? En fin, que el billete de la madre de Dioni, falso o verdadero, da un juego inesperado y sin que nos demos cuenta nos planta en la hora taurina. Toca recoger para continuar.

Siguiente destino, la ermita visigoda de San Ambrosio, un atentado más a la historia de esta tierra nuestra, porque no es de recibo que una joya de la arquitectura como esa, que tanto debería representar para la cristiandad en España, se encuentre en el estado que está, absolutamente abandonada y a merced de cualquier vándalo al que le apetezca pintarrajear sus muros, encender una fogata y hasta llevarse las piezas de la estructura metálica que han colocado para apuntalar lo que queda del interior del templo. ¡¡Qué país este!!

Sorprende, sin embargo, el buen estado del cercano palomar de San Ambrosio, una construcción enclavada en un antiguo cortijo convertido en alojamiento rural, que ha hecho de esa curiosa estructura su principal reclamo, por lo que la cuidan con esmero para que siga siendo por mucho tiempo uno de los principales atractivos de este escondido hotelito. Allí nos despedimos con una última foto de lo que quedaba del grupo, para ese momento ya descabezado, y deseando vernos en la próxima cita. Que todo el mundo de Tempul la ponga ya en agenda, porque promete: el 19 de octubre, Ruta del Arroz. Dioni, si tu madre no consigue deshacerse de los 50€, te los traes e intentamos colocar el billetito en la albufera sevillana.

Tily

RUTA DEL ARROZ. El Cuervo-Lebrija-Los Palacios-Coria del Rio-Puebla del Rio-Isla Mayor.

19 de Octubre de 2013 “La España que amamos y sobre la que escribimos, no es la España del turista o el trotamundos. Estos se contentan con las rutas y carreteras principales que enlazan una ciudad con otra; algunos, como mucho, se aventuran por los caminos secundarios. Pero nuestra España empieza donde éstos terminan. Nosotros escribimos sobre sus extensiones solitarias e inaccesibles, sobre sus estepas y praderas desoladas, sobre sus humedales y tierras de montaña; y también, sobre sus sierras majestuosas, algunas poco menos que inaccesibles, y en muchos casos no holladas por más pie británico que el nuestro. Estos paisajes están glorificados por una primitiva belleza y la riqueza de su vida salvaje.

Como naturalistas - es decir, como amantes por naturaleza de todo lo que es agreste, grande y prístino- agradecemos al destino que nos guía el haber dirigido nuestros primeros pasos hacia una tierra que es posiblemente la más intacta y, seguramente, la menos conocida de todas en Europa”.

Abel Chapman y Walter J. Buck, autores de La España Inexplorada. 1910. Londres Con esta cita de estos dos “viajeros románticos” del siglo XIX que recorrieron España, iniciamos esta crónica, que prometo será breve.

Está claro que Chapman y Buck encontraron en sus viajes por España un paisaje muy distinto al que ahora nosotros podemos encontrarnos en cualquier lugar que se nos ocurra visitar, pero es verdad que a nosotros, o eso al menos intuyo, nos gusta descubrir nuevos paisajes y nuevas sensaciones, tal vez buscando “esa primitiva belleza”.

La excursión, esta vez motorizada, del pasado sábado tenía un punto “aventurero” y también un punto cansino, por los muchos kilómetros que hicimos en polvorienta y ordenada fila, sorteando el mal estado de una parte del recorrido. No es fácil ir en caravana de nueve automóviles por caminos que no se conocen y que no hubiera ningún incidente.

La parada en el lugar denominado “La Señuela” en el término municipal de Lebrija, sirvió para ver la grandeza del rio Guadalquivir y observar parte de su margen izquierdo, dando tiempo de ver como bajaba un barco mercante en el que unos marineros baldeaban la cubierta.

Continuamos el camino despacio porque afortunadamente y de vez en cuando, encontrábamos motivos para fotografiar aves; alguna garza imperial, ánsares, el Brazo Este del rio Guadalquivir y el arroz. Si porque el arroz, los arrozales han estado presentes en todo nuestro itinerario en el que para muchos era su primer encuentro con este cereal.

Pasamos por los poblados de Pinzón y Chapatales por carretera algo estrecha pero bien asfaltada camino de Los Palacios y Villafranca, para luego continuar por la carretera de La Corchuela camino del embarcadero donde teníamos que coger la barcaza que nos dejaría en Coria del Rio. Eran las doce de la mañana cuando esto sucedía y mientras se esperaba la llegada algunos comenzaron el “rengue” que tuvo que ser interrumpido con el atraque de la barcaza y la orden de embarque.

No todos los coches pudieron hacerlo, por lo que hubo que esperar a que regresara la barcaza y recogiera al resto del grupo, mientras el rengue volvía por sus fueros.

Una vez reunidos todos los coches emprendimos camino hacia Puebla del Rio, donde se encuentra la Cañada de los Pájaros y donde nos esperaban para mostrarnos las instalaciones de esta Reserva Concertada de Aves. Para entonces era la una de la tarde.

La visita fue muy interesante y pudimos comprobar la magnífica labor que desarrollan desde hace ya muchos años Cándido y Maribel, quienes sobre una extensión 7,5 Ha. Tienen montado un acogedor paraje donde muchas de las aves que se dirigen al Coto de Doñana hacen escala en las dos fases de la emigración, quedándose muchas a vivir todo el año.

En estas instalaciones se realiza también un importante trabajo científico, realizando programas de reintroducción de especies amenazadas con la cría en cautividad y que luego son reintroducidas al medio.

Así mismo desarrollan una importante labor al acoger a especies que llegan en mal estado, donde son atendidas. Es muy importante también la labor que realizan de sensibilización y educación ambiental entre distintos colectivos, especialmente con los colegios y con otras asociaciones.

Finalizada la visita nos dirigimos a Isla Mayor donde nos estaba esperando una suculenta paella y otros menesteres gastronómicos. En el trayecto hacia esta población pudimos observar la gran cantidad de aves: garcillas, cigüeñas, gaviotas que posaban sobre los arrozales ya recolectados.

Después de la comida nos trasladamos a unos de los caminos que rodeaban Isla Mayor para intentar ver más aves, no pudiéndose ver más de las que ya habíamos visto, pero si conseguimos ver a los cangrejos americanos, muchos atrapados en los desagües en redes que instalan con el fin de capturarlos.

Lo que si nos llamó la atención fue el constante tránsito por estos caminos de impresionantes tractores tirando de enormes camiones cargados de arroz, a considerable velocidad, con destino a los secaderos, donde debe secarse hasta alcanzar un grado de humedad inferior al 14%, cosa que se consigue en secaderos térmicos.

Después de hacernos la foto del numeroso grupo, 37 participantes, en la que tuvimos la ocasión de ser acompañados de nuevos amigos, nos dirigimos a Puebla del Rio donde tomamos café en una confiteríacafetería atestada de gente, pero que no nos impidió por ello tomarnos un pastelito y café. En este punto nos decíamos todos adiós y regresábamos a casa después de un intenso día, en el que hay que dejar muy claro, “que pese a la amenaza de los meteorólogos: NO LLOVIO”.

Ah, no creáis que se me olvidada. Al inicio de la ruta paramos en El Cuervo, para desayunar en un bar donde cabíamos los 37 arroceros, todos sentados, con un pan y un café muy bueno, y un aceite de una almazara de Gibalbín que pinta superior.

Nos vemos pronto.

José Angel Sánchez Abrines

Una ventana al sendero.

17 a 31 de Octubre de 2013.

Hoy se inicia un nuevo periplo esta exposición fotográfica que expresa el sentimiento de los autores de la misma sobre los paisajes, que en catorce años hemos ido recorriendo y captando.

Y viene a este emblemático lugar del alcázar de Jerez, gracias a la colaboración del Excmo. Ayuntamiento de nuestra ciudad y en un momento histórico donde se inician los actos conmemorativos de los 750 años de la incorporación de jerez a la corona de castilla.

El topónimo de Tempul representa mucho en la historia de esta provincia y por ende de la ciudad de jerez.

Desde el abastecimiento de aguas al Gades romano, pasando por fortaleza defensiva del reino cristiano, hasta la traída de aguas a jerez en el siglo xix para garantizar el suministro del agua.

Codiciada por los señores feudales de la época y por los políticos de hoy, Tempul siempre estuvo en el punto de mira de la historia.

Pero nuestro Tempul, la asociación que hoy aquí presenta esta exposición, es un grupo de amigos dispuestos a dar lo mejor de cada uno, para llevar a buen fin los objetivos y fines que se ha marcado desde sus inicios: la convivencia, el respeto, el amor por la naturaleza y el medio ambiente y su compromiso con el patrimonio histórico de nuestro entorno.

Por ello, esta exposición abre las puertas, y sobre todo, abre los diafragmas de los objetivos, para captar lo mejor de nuestra historia, en este caso lo mejor de la naturaleza que también es historia pero en presente.

Gracias a todos por contribuir a que esto haya sido posible y alentaros a continuar en este camino.

Jose Angel Sanchez Abrines.

La Teja/Montecoche. P.N. Los Alcornocales.

9 de Noviembre de 2013.

Más monte, y menos coche. Por Pepe Abollo.

Esta del 9 de noviembre era una salida que algunos esperábamos con muchas ganas de monte. Tras dos actividades en que calentamos bastante los asientos de los coches, se nos prometía por fin una buena dosis de ejercicio de piernas. Y además, con diversos atractivos naturales y artificiales. Entre los primeros, una fuente ferruginosa, el alcornocal, el quejigal, el pinar, el bujeo, las herrizas... De los segundos, unos polvorines, los moriscos, las casas cuevas, el alfanje, las tumbas...

El recorrido previsto, el sendero de El Palancar, puede ofrecer dudas si uno consulta diversas fuentes.

Desde 2'5 km (ida), hasta 10 km (circular) según las opciones de distintas rutas posibles. Lo más fiable, porque era lo que contaba José Ángel de su propia excursión preparatoria, era un total de 7 km. Así que una distancia muy buena para estrenarse, después de las vacaciones de verano. Pero NO. NO hicimos 7 km, hicimos el doble. ¿Por qué? De seguida lo explico.

Lo que falló fue precisamente aquello en lo que coincidían todas las informaciones. A la pregunta ¿es necesario pedir permiso? todas respondían que NO. Pues bien, nada más llegar al inicio del sendero, y estando organizando el escaso aparcamiento, nos hablan de otro grupo de vehículos que iba a acceder a la finca. Se trata de un grupo de cazadores. Van a tener allí, en los montes de propios del municipio de Los Barrios, una cacería. Nos informan de que, como precaución y por lógica, el ayuntamiento prohíbe hoy el paso de senderistas por esta zona. Nuestro sentido común, y la diferencia de armamento, nos llevan a dar marcha atrás. ¿Qué podíamos hacer Domingo con su tirachinas, o yo mismo con mi navaja, frente a un montón de escopetas?

Así que, oído el parecer de varios de los frustrados caminantes, nuestro presidente decide que vamos a hacer otro sendero cercano al embalse de Charco Redondo, pero en su orilla norte. Es el que llaman de La Teja. Volvemos en los coches al inicio del nuevo camino, y aparcamos. Junto a la barrera de entrada, dos paneles informan del genuino sendero (con una longitud similar a la del que habíamos descartado) y del carril cicloturista de Montecoche (con 20 km de trazado). El presidente nos convoca para que Dioni nos haga la foto de grupo, y muestra su vena poética: “No me pidáis que me ponga en cuclillas, que tengo fastidiadas las rodillas”.

Este día estaba José Ángel inspirado, pues ya había dicho antes, no sé si en La Palmosa o cuando nos echaron los monteros del primer aparcamiento otra frase lapidaria. “Cambiaremos el plan que teníamos, pero a las doce haremos el rengue y a las dos almorzaremos”. Eso es tener claras las prioridades de los tempularios (*). Tampoco sé si nuestro impagable Juan Grilo tenía pensado desde que empezamos a caminar que nos iba a llevar por el carril y no por el sendero. Lo cierto es que al acabar el primer tramo

común a ambos (unos 600 m) nos encontramos que estaba cortado el paso al segundo, y que se prohibía entrar a toda persona ajena a las obras. Así que no nos quedaba otra que seguir por el carril semejante a una pista forestal, hasta donde nos hartásemos.

Poco después, como a un kilómetro del comienzo, vimos la fuente de la Teja, cuyas aguas probamos los más atrevidos, sin saber si eran potables. Frente al pilón vimos un posadero, y después algunos más. Pero no era por un congreso de hostelería, ni una exposición de figuras de belén, sino para permitir a las aves descansar y reponerse para continuar su aleteo. Seguimos otro poco y visitamos una casita que parecía estar okupada temporalmente, pues aunque la chimenea estaba encendida, la tele no funcionaba. Más adelante, un coche atravesado en el carril, junto a un cruce, nos preparó para la tercera sorpresa del día.

Se celebraba la X Maratón de MTB, con dos modalidades (individual y por parejas) y sobre 70 km de carriles. Al ser unos 500 los inscritos, durante media hora larga tuvimos que ir casi en fila india para no estorbar a los ciclistas, que en algún tramo iban a tumba abierta. Hasta que no vimos pasar el coche escoba con los dos que habían recogido, no nos quedamos tranquilos, por el riesgo de accidente.

El siguiente panel, titulado “Vista panorámica desde Montecoche”, nos mostraba la situación de las sierras Blanquilla y del Niño, y la de varias lajas impresionantes, dándonos buena idea del entorno maravilloso del embalse. Pasado un punto de avituallamiento de los corredores pudimos ver claramente las grúas del puerto de Algeciras, el peñón de Gibraltar y, ya al otro lado del brillante estrecho, los montes cercanos a Ceuta.

Cuando llevamos casi tres kilómetros y medio, alcanzamos el mirador llamado “Mogea Luenga” o de las Lagunillas. Supongo que la palabra mogea significa lo mismo que moheda: monte alto con jarales y malezas. Si es así, está bien puesto el nombre. Más tarde comprobaríamos que las jaras no sólo las hay pringosas, sino también pinchosas. Junto al panel de situación, otro comentaba que en el Parque Natural hay siete embalses: El de allí mismo, Charco Redondo, formado por varios arroyos que alimentan el Palmones o río de las Cañas; el de Almodóvar; el del Celemín; el del Barbate, que se ve desde la autovía a la altura de La Palmosa, y en tres o cuatro lugares más, según lo lleno que esté; la cola del Guadalcacín II; el de Los Hurones; y el del Guadarranque.

Al ser la hora del ángelus, reparamos fuerzas con los consabidos medios. Por fortuna para quienes fuimos, la presencia de Ignacio nos garantizó una copa de excelente vino y la de Oliva un puñado de selectos frutos secos, amén de unos rollitos de hojaldre. La verdad es que todos se portaron y ofrecieron los mejores alimentos. Con nombre propio el tinto Borsao que llevaba Pepe (un nuevo invitado de Domingo) y la botella de Grilo que, naturalmente abrió Juan. Y sin que me quedara con los nombres, hubo varios buenos quesos, patatas, aceitunas, dulces, dátiles...

Sólo faltaron quienes no pudieron venir. Me acordé de Juan Sánchez y de Salvador por las bicis, de Manolo por el queso, de Luis por la montería, y sobre todo me acordé (y me sigo acordando hasta que acabe la tarea) de Tily, mi cronista favorita. Lo sentimos. Sabemos que hay causas justificadas, pero os habéis perdido un día estupendo.

Continuamos atravesando varias gargantas de riachuelos, pasamos junto a varias colmenas, y al darse las primeras señales de cansancio, Juan Grilo nos tuvo que acicatear con el atractivo de unas cuevas que estaban 500 m más adelante. Gracias a ese estímulo, hallamos un sitio buenísimo para comer, a 6'3 km del comienzo. Con una parte soleada y otra sombría, cada cual pudo escoger a su gusto dónde posarse, salvo la pareja de buitres a la que espantamos. Pero antes de poner las mesas, parte del grupo trepó hasta las cuevas, bien aireadas y con hermosas vistas, mas de difícil acceso. Después de los postres, y sin apenas dar una cabezadita (Javier hizo un intento, pero creo que no pudo) emprendimos el regreso.

La joven familia Mira Palacios tardó algo en reincorporarse al pelotón, pues habían seguido subiendo un poco más, para hacer la digestión, pero nadie se perdió. La vuelta fue más rápida, porque ya no nos entretuvimos en coger madroños ni en esquivar bicis. Con todo, contemplamos animales y plantas que llamaban nuestra atención: Alisos, libélulas, mantis, hiedra, araña... Podría hablar de ellos, o del falso túnel de Valdespera, pero no quiero alargarme demasiado. Sólo añado que a eso de las cinco y media estábamos despidiéndonos en La Parada.

Y no quiero acabar sin dar las gracias a la Sociedad federada de Caza y Pesca La Gineta, y a la Unión Ciclista de Los Barrios. Ambas asociaciones provocaron una sorprendente y distraída jornada para Tempul. Una nos hizo cambiar de destino, la otra compartió el suyo con el nuestro. Sin ellas, quizás hubiera sido un fin de semana más pacífico y tranquilo, pero menos vivaz y memorable. (*) Parafraseando la definición de “mitad monje, mitad soldado” creo que el amigo de Tempul ha de ser “mitad senderista, mitad hedonista”.

Ruta de las castañas. Cartajima-Júzcar-Cartajima.

23 de Noviembre de 2013 Antes de empezar la crónica tengo que confesar que hoy tenía ganas de llegar, a la gasolinera de la avenida de Arcos, para darle un abrazo a Dioni y otro a Mila y felicitarlos por el cambio que Mario va a significar en sus vidas.

Para ellos va esta crónica.

Desde hace muchos años conozco y disfruto del entorno de Ronda: Cueva del Gato, Gaucin, Sierra de las Nieves, Atajate… cada uno de estos destinos dejó una marca en mi vida, a todos llegué con los Scout hace más de 40 años.

La ruta de los castaños y el maravilloso paisaje del valle del Alto Genal han llegado a mí, desde hace relativamente poco tiempo y siempre de la mano de Lucia y Juan. Ellos me han llevado, cuesta arriba y cuesta abajo, por este enjambre de pueblos, con hondas reminiscencias árabes, donde los castaños son el centro de la economía y en otoño son los pinceles que desgranan colores: del verde al amarillo, del amarillo al dorado, del dorado al rojo y de este al marrón, y todo a la vez componiendo una sinfonía cromática irrepetible.

Siempre he esperado con ganas el final de noviembre para volver, este año no iba a ser menos y como presumía, el día ha sido espectacular.

Salimos temprano, demasiado temprano, ¡¡¡a las 7,30!!! (Prometo no volver a gritar). Ya desde el principio se notaba una cierta desubicación, unos estábamos en la gasofa de la Avd. de Arcos, otros nos esperaban en la venta de Matías, por cierto cerrada, otros en el cruce de Grazalema, otros en el de Parauta.

En cualquier caso desayunamos en el Arenal de Algodonales y llegamos a Cartajima, todos con 10 minutos de adelanto, bueno todos, todos no, algunos se perdieron levemente, ¿verdad Juan?

Una vez realizados los saludos de rigor, las felicitaciones a Mila y a Dioni, el recuento imposible de un grupo que se movía de un lado a otro, tanto que Juan Grilo llamó a los conductores para que le dieran señal y número de los pasajeros, 46 adultos y 7 menores.

Algo tiene esta ruta que congrega siempre al mayor número de asistentes cada año.

Mientras Pepe Abollo esperaba a Juan y a sus amigos, los demás iniciamos la andadura con unas condiciones perfectas para caminar. Los riscos del torcal de la sierra del Oreganal observaban como nos adentrábamos en la inmensa mancha de castaños que se extiende al sur de Cartajima.

Igual que todos los años el primer kilómetro fue un no parar de coger castañas del suelo y recibir pinchazos en las manos, algunos también en la espalda, que ya estamos viejos para determinadas labores de rebusca.

El camino hacia Júzcar desciende a ratos placentero y a ratos bruscamente, hacia el arroyo Blanco, (nombre que se debe quizás a las piedras calizas que lo adornan o a la cercana existencia de calerías, hoy en desuso.)

Al margen del camino nos encontramos algunas cepas que recuerdan el floreciente cultivo de la vid que existía en esta zona y que la filoxera en 1877 cortó de raíz.

Y ya que hablamos de historia, a Cartajima se le denominó en tiempos "Cádiz la chica" ya que la explotación de los yacimientos de hierro existentes en el municipio, propició la creación de una fábrica de cañones y balas que tendrían como destino el Arsenal de la Carraca de la Bahía de Cádiz.

Bueno, a lo que íbamos, pasado el arroyo Blanco empezamos a subir una empinada cuesta, adornada a derecha e izquierda por encinas, que nos proporcionaron unas excelentes bellotas, que iremos comiendo poco a poco en estos días de frio.

Mientras subíamos y estando ya a un tiro de piedra de la carretera, unos cartajimeños o juzcareños o ambos a la vez, estaban afanados podando castaños y quemando las varetas cortadas, lo que desprendía un humo que difuminaba el paisaje y perfumaba levemente nuestras ropas.

Al poco cuando ya se divisaba el azul pueblo pitufo de Juzcar, nuestro guía tocó rengue y todos nos dispusimos a renguear las viandas transportadas con esmero, vinos variados, queso, chorizo, salchichón, patatas, dátiles, almendras, pan retorcido… total, que os voy a contar que un tempulero o tempulera no sepa de lo que es un rengue cabal.

Terminado el rengue de las 11,45 (nos han dicho que este Papa Francisco bebe antes) empezábamos a bajar hacia Júzcar con una cierta preocupación ya que la empinada cuesta auguraba, como así fue, una lamentable e interminable subida.

De Júzcar que te voy a contar: pues eso, que es todo azul: las casas, la iglesia, la torre, el colegio, los bares, con decir que hasta las flores de la Virgen de Moclón, patrona del pueblo son azules. Pero eso sí, un azul muy bonito.

En este pueblo del alto Genal se lo han montado genial, lo pilláis?…Genal-Genial Sin bromas, la economía de los juzcareños y juzcareñas ha cambiado, como de la noche al día, desde que los yanquis descubrieron que los pitufos viven en este pueblo rodeados de castaños.

Mientras escribo Manoly le está explicando a Marta, mi nieta, que lo hemos pasado estupendamente, que nos hemos fotografiado con la estatua de la Pitufina y que con los pitufos no porque no topamos con

ellos, que en los bares había “pitutapas” a un euro, y también le ha contado que Gargamel no vive aquí, ese tío malage, que come pitufos, es de Cartajima y vive en casa Amalia.

La vuelta ustedes entenderán que fue igual pero al revés cuando antes bajábamos ahora subíamos y viceversa, eso si nadie se agachaba para coger castañas.

A las tres en punto, comida en “Casa Amalia” disfrutamos de una buena comida consistente en una servilleta y un plato al que sucesivamente de le echaba: ensalada, entremeses, arroz y como decía Juan “En los postres hay sorpresa” y vive Dios que la hubo.

Pues eso sorpresa y el colofón lo puso un cafelito en el bar que hay al lado de la gasolinera.

En definitiva un día más que nos vamos del Alto valle del Genal pensando que el año que viene volveremos al finalizar noviembre para pasear guiados por Juan y Lucia, por uno de los paisajes más bellos en los que hemos estado.

Para terminar y antes de acostarme me gustaría compartir con todos y todas una impresión que me he traído del día de hoy. ¿A qué a vosotros también os parece que vamos a pasar unas pocas de excursiones a base de vino y bocadillo, por obra y gracia de Gargamel?

Pues nada, en el camino nos vemos.

Salvador León.

Benaocaz, Fardela, Dornajo.

14 de Diciembre de 2013 Cuando se me comentó el hecho de realzar esta crónica pensé en como titularla, como es habitual en mí, pero a medida que la fui desarrollando, he ido desistiendo en hacerlo y que cada cual con su lectura la titule como mejor le plazca. Habría títulos para todos los gustos: Nuestros amigos los franceses, La ruta de la receta, Domingo y su nuevo coche, et…

Todo comienza con una cita el día 14 a las 8,30 h. junto a la gasolinera cercana a Piscinas Jerez para realizar la ruta Benaocaz, Casa Fardela y Dornajo y vuelta a Benaocaz Quince tempulianos decidimos realizar esta ruta acompañados de cuatro nuevos amigos: Isabel , Cesar , Pepi y Denis ( este último un vecino normando ) que parecía que llevaba más tiempo en Andalucia que algunos de nosotros.

Pues bien después de los típicos saludos, nuestra siguiente etapa era la Venta Jardin en el cruce de la carretera del Bosque con Algar. Es en este lugar donde la mañana nos depara la primera sorpresa del día.

A nuestro amigo Domingo al volante de un coche marca Honda y al más puro estilo Fernando Alonso. La de vueltas que dio al final del día por las calles de Benaocaz luciendo coche entre el aplauso de todos.

Hasta la música del coche acompañaba.

Y a todo esto desayuno en esta venta, donde ha sido en esta ocasión donde he apreciado con detenimiento el “cacho “ de “tostá“ que nos metemos entre pecho y espalda cada vez que elegimos esta venta.

Siguiente parada en este día Benaocaz, desde donde parte nuestra ruta y lo hacemos desde los alrededores del barrio nazarí. Tras un recorrido lineal de unos 200 metros abandonamos este barrio y subimos por un camino empedrado entre muretes de piedra. Al principio tendremos que ascender suavemente hasta llegar a una cancela metálica que nos cortará el paso. Por cierto era la primera pero no sería la última.

El sendero transcurre en suave ascenso por un carril ancho siempre acompañado por las crestas de la Sierra del Caillo a nuestra derecha. Es en esta suave subida donde se produce otro de los acontecimientos del día: el flechazo de una simpática burra con nuestro amigo Pepe. Hubo que hacer denodados esfuerzos para romper ese hechizo mágico.

A medida que ascendemos el carril se convierte en sendero que nos lleva angarilla tras angarilla y dejando atrás decenas de montículos de piedras y encinas hasta el arroyo del Pajarruco que debemos atravesar. El siguiente paso después de cruzar el arroyo (por cierto seco, seco) era dirigirnos hacia Casa Fardela pero

tras unos titubeos y cambios de dirección tomamos el camino hacia Mitano. Que puedo decir de Mitano, intento de localización fallido. Me comentan que es la segunda intentona, pero que no hay manera. Así que después de varias opiniones sobre su situación en el mapa se decide volver sobre nuestros pasos y dirigirnos hacia Casa Fardela (ya lo dice el refrán : La primera …….. ) Una vez llegado a este punto la decisión es unánime. ¿Dónde vamos a comer? La comida, qué vamos a contar si está próxima la Navidad. No podían faltar dulces y pestiños y el consabido chupito de brandy.

Tras el reparador descanso que algunos aprovecharon más que otros y a las fotos realizadas me remito, decidimos deshacer el camino andado con la finalidad de llegar a Benaocaz con tiempo suficiente para poder observar la puesta de sol desde un lugar donde al final recomendaré porque merece la pena.

Pero no se vaya a pensar que la vuelta no tuvo su encanto. Para empezar nuestra nueva amiga Pepi, compañera de Denis (nuestro normando), que al empezar el camino nos dió una disertación sobre recetas gastronómicas, no cesó en su empeño en que todos saliéramos hechos unas cocinillas, y fue relatando durante todo el camino de vuelta receta tras receta.

A la vuelta fue una pena no encontrarnos de nuevo con nuestra burra enamoradiza, pero lo que si pudimos observar fue que en un espino majoleto algún pájaro de esos que tanto le gustan a nuestro amigo Luis había construido un nido con musgo, y hubo quien propuso que algún tempuliano pusiera un “oeuf “ ( uso esta expresión en honor a nuestro amigo normando )a lo cual otro tempuliano contestó que entonces que hacía con el otro.

Como el camino no era muy largo y llegamos a Benaocaz a punto para la puesta de sol, tras despedirnos de Domingo, Pepa y Oliva, momento que aprovecharon estos para fardar de coche como dije al principio, café reconfortante en el bar Las Vegas. Sitio encantador para cualquier puesta de sol. Paparazzi para este momento todo aquel que llevaba una cámara. La verdad es que merece la pena. Ahí están las fotos.

Y después de la puesta, punto final a este día tan entrañable. No obstante no quiero dejar en el tintero una expresión que oímos a un parroquiano que nos encontramos en el camino: “ en esa enderechura “ Ahí queda para añadir a las expresiones populares de las marchas de Tempul. Ah se me olvidaba, hay otra palabreja qué también circuló ese día entre los asistentes. Foramen . Que cada uno se lo cuide.

Hasta la próxima. Salud.

M.R.

Montes de Propios de Jerez.

11 de Enero de 2014 No hay nada mejor que levantarse temprano para disfrutar de un magnifico día de Naturaleza y Compañerismo. No se que es lo que pasa, que es lo que tenéis, que el momento de encontrarnos en la acostumbrada gasolinera de Piscina Jerez, me llena de alegría y de entusiasmo. Quizás sea el preludio de la copa de Anís del Mono, también llamado el trepador, o quizás del magnífico día que nos espera todos juntos. O Ambas cosas.

Asistencia de 31 senderistas, 12 invitados y 19 socios.

Nunca se aprende lo suficiente. Si no quieres que te toque la crónica, no te acerques a José Ángel hasta bien entrada la marcha.

Desayuno en esta ocasión, por primera vez, y puede que la última, en la Venta Duran en San José del Valle.

Y de aquí a la entrada de los Montes de Propios ya pasado el Cortijo de Rojitán, en la carretera de Cortes.

Hay que decir que esta ruta no está abierta al público y que precisa de un permiso especial para su realización, ya que en este entorno se encuentra una de las zonas de máxima protección. Digamos que hemos sido unos privilegiados. Como igualmente lo fuimos por el magnifico día que tuvimos, a pesar de las previsiones, por la luz, buen tiempo, temperatura y terreno sin apenas charcos. Todo un esplendido día.

Al poco de iniciar la marcha, una vez adentrado en el bosque de alcornoques y entre vaca y vaca, se vislumbran unas bonitas lagunas, que el contrasol de la hora mañanera las hace más bonitas aun, y donde se reflejan las arboledas de sus riveras.

Y a subir. La dura y fuerte subida hace que tod@s estemos deseando que llegue la hora del rengue donde podamos coger el resuello, y hasta hubo quien tuvo un desfallecimiento o también llamada pájara. Mi consejo es que en el desayuno se tome un Mono conmigo que, por su contenido en azúcar, hará que esta incidencia no le vuelva a ocurrir.

Por fin, a duros esfuerzos, llegamos a la cima del Monje Rezando. Efectivamente, con un poco de imaginación se puede ver una cara (el monje) y un gran pico con forma de mano con sus dedos marcados.

Magnificas vistas, y como siempre no me entero de los pueblos y montes que se divisan y que otros conocen a la perfección. Allí tal pueblo, mas allá el monte tal, si joe, no lo ve, no ese no, el de la derecha junto al monte tal. Nada, ¿y dónde está el sur?, en Cádiz tonto; ah ya. Bueno pues eso, que no me entero. Pero vamos a lo que vamos. ¡¡¡¡¡El Rengue!!!!!!. Bieeeeen, a sacar el vino, y todo tipo de aperitivos, un medio almuerzo.

En este momento se decide que podemos ampliar algo el recorrido y bajamos por distinto sitio. Llegamos a un impresionante pinar, que belleza, y es que donde se ponga un pino.

En torno a las 2,30 de la tarde paramos a comer y como siempre en este grupo se comparte todo aquello que cada cual puede aportar.

No nos podemos entretener que oscurece pronto, Salvador dixit, así que a bajar toca, la charla se hace más fácil y las bromas y los comentarios: “Chari ven que te voy a hacer una foto”, ¿una foto? si no has parado Manolo desde que salimos, ponte aquí, ponte allí, lo menos mil. Qué bonito es el amor.

Domingo, “pues a mí la Benemérita me hizo soplar y por chiripa di positivo”.

Otros hablando de la mili, y yo que no la hice por falta de estatura, no pude meter baza, ¡cachis!.

Más adelante nos encontramos una pareja de buitres voladores, foto va y foto viene, y Pedro como siempre haciendo de niño malo con las palmadas que los espanta.

Y otra vez en las charcas, con parada para esperar a las rezagadas, porque correr es de cobarde.

Al final, nuestro querido Dionisio nos informa que en total hemos hecho alrededor de 17 km. Y sin darnos cuenta, somos un@s fenómen@s. Hasta la próxima, el día 18. Mua, mua, mua.

Besitos entre tod@s y para tod@s de Ignacio.

Grazalema-Presa del Fresnillo-Las Cañadas-La Pileta-AguaenfríaPuerto Chico-Grazalema.

25 de Enero de 2014 TEMPUL DESCUBRE EL TESORO OCULTO DE GRAZALEMA A veces, pocas veces pero de vez en cuando ocurre, lo que está más a mano es lo menos frecuentado, lo menos conocido y lo menos invadido, pese a que en esos lugares se pueden encontrar imágenes espectaculares que hacen de ellos un auténtico tesoro. Eso es lo que ocurre en la presa del Fresnillo y sus alrededores, en pleno corazón del municipio de Grazalema, un paraje mágico en el que perderse resulta una experiencia cargada de emociones para la vista.

Tempul puede dar fe de ello después de la que ha sido la segunda excursión del año. Estamos en racha y de suerte. La climatología nos ha regalado otro día maravilloso, como lo fue el de la primera salida de este 2014 que hasta ahora (toquemos madera) pinta muy bien para la asociación.

El día comienza a una hora prudente, la habitual, 8.30 de la mañana, en la gasolinera desde la que enfilamos la carretera de Arcos, junto a Piscinas Jerez. Allí nos damos cita 22 de los 29 que finalmente vamos a culminar el recorrido propuesto por el presidente (quién si no, siendo vecino de Grazalema en segunda residencia), para esta jornada de sábado.

Besos, abrazos, presentaciones de los tres nuevos amigos de Tempul (Isa, Miguel Angel y Manolo), esos reencuentros que tanto nos gustan cada dos semanas, son el prólogo de este día de campo cuyo siguiente hito será, como es también habitual, justo y necesario, un buen desayuno en la venta Mesa Jardín. Bueno estaba, desde luego, pero no más que el pre-desayuno que hicimos los portuenses en el trayecto de Jerez a la susodicha venta, gracias al Niño de los Churros. A Ignacio se le antojaron los calentitos que preparaban en la churrería frente a la gasolinera y allá que se fue a comprar dos papelones, de cuyo contenido dimos cuenta en ruta. Eso sí, llegamos al cruce de la carretera de Algar engollipaos y por lo tanto, locos por un café.

Allí, tras encontrarnos con Pepi la francesa, sola ante el peligro ya que su normando andaba un poco chungo de salud y se quedó solo en casa como el niño de la peli, esta vez conseguimos sentarnos todos juntos a lo largo de una larga mesa en la que, como es natural, dimos cuenta de los cafelitos, molletes y rebanás. Conste que los de los churros, pese a la churrada previa, no se privaron de ná. Ni del copazo de anís o solysombra para asentar bien el alimento. ¡¡Vaya saque!!

Estábamos en el desayuno, sumando ya 23, cuando aparecieron por allí cuatro más, Mari Ele, Alejandro y los dos peques, dispuestos también a caminar con Tempul. Para entonces, Manolo Colón había hecho ya varias fotos para enviárselas a Chari, quien esta vez prefirió los libros y apuntes a nuestra compañía. Pues ella se lo perdió. Eso sí, agradeció por whatsapp la amistad que ha encontrado en la gente de esta asociación.

A ver si hay suerte y la vemos pronto de nuevo por el grupo.

La que sí estuvo fue Oliva, que este año está entregada a Tempul, junto a sus amigos Domingo, el rey de los espolones, y Pepa. Y se reunieron, por primera vez este curso en una excursión, los 10 que peregrinan a Santiago. Y vinieron también Jesús y Mari, con su deliciosa tortilla que el próximo día de marcha echaremos de menos porque se la estarán comiendo con sus hijos en Suiza. Y por supuesto, cómo no, José Ángel e Inma para guiarnos por el buen camino. Aquí acaba la lista de asistentes… de momento.

Todos los nombrados hasta ahora sabíamos, cuando sobre las 11 de la mañana iniciamos la marcha tras aparcar los coches junto al camping de Grazalema, que el día iba a ser tranquilo y relajado. Teníamos toda la jornada por delante para cubrir una distancia de apenas 9 kilómetros, que comenzó con una suave subida hacia el Camino de los Charcones, para enlazar con la carretera del Puerto de las Palomas, de la que parte la pista de servicio para la presa del Fresnillo.

Al inicio del recorrido, una vez más se alteró el número de participantes al sumarse al grupo César, el marido de Isabel, grazalemeña de pro y a la sazón hermana de Pepi, la francesa que no es francesa, aunque la recriaron allí, en la Normandía, y allí enraizó al conocer al Denis, el normando. Uf, qué lío. ¿Me seguís?

En definitiva, que con César vamos ya por 28. Podréis vernos, y contarnos si alguien no me cree, en las cientos de fotos que cuelgan como testimonio gráfico de este día. Un día en el que los fotógrafos se pudieron jartar y de hecho se jartaron de disparar, para captar las muchísimas imágenes preciosas que pudimos ver a lo largo de un día espectacular.

Las que más, quizás, las vistas de Grazalema desde un balcón desconocido para la gran mayoría: la zona colindante con la compuerta de la presa, a la que subimos poco después de un relajado rengue junto al pantano. Rengue cuya primera copita dedicamos a un ausente que sin embargo estuvo muy presente, Salvador León, por aquello de que era su cumple. En el rengue si que participó Isabel, la mujer de César, que se incorporó al grupo en ese primer tramo de la excursión. Por fin llegamos a 29, aunque la cuenta seguirá sumando...

Los 29, ya entonaos con los olorosos y las tapitas, y con la foto de grupo debidamente tomada por la cámara de Dioni sobre el trípode que alguien escondió para gastarle una bromita, reanudamos la caminata con la misma parsimonia que hasta ese momento, cuando el reloj se acercaba a la 1 y media de la tarde. En esa foto, por cierto, y seguramente en otras muchas, puede comprobarse lo bien equipado que vino Domingo, con sus ¿espolones?... no, sus polainas rojas, con las que alguien hizo chanzas comparándolo con el gallo del corral. “Los cosquis que se habrá llevado Domingo por llegar a casa con los bajos sucios”, dijo alguien, buscando el por qué de esa discreta equitación que se colocó sobre las pantorrillas antes de empezar a andar.

También hicieron lo propio Inma y José Angel, sabiendo lo que nos esperaba de barro tras abandonar la presa, aunque los protectores de ambos eran mucho más discretos.

Y lo que nos esperaba era un trayecto en bajada, sin sendero, ni siquiera veréa, o sea campo a través, con una espesa vegetación de matorrales, muchas zarzamoras y otras especies parecidas cuyos pinchos nos dejaron las piernas como coladores. Con piedras para dar y regalar, y con agua y barro hasta los ojos. En estas condiciones, más propias de cabras montesas que de personas, que hasta hicieron perder a Pepe Abollo la cuenta de los caminantes (“es que me estoy quitando del TOC”, dijo queriendo justificar lo injustificable), hubo que descender hasta el lugar conocido como las Cañadas, buscando el puente de la Pileta, en la carretera de la Ribera del Gaidóvar y muy cerquita del lugar elegido para comer: la antigua escuela rural de la zona, ahora inactiva.

Antes, el cruce del cauce del Gaidóvar saltando de piedra en piedra también deparó algunas fotos simpáticas, mientras los remansos de alrededor nos regalaban unos minutos de serenidad tras la paliza del descenso. Tan complicada fue la bajada que hubo incluso un par de caídas, que no vi pero me contaron.

José Angel, de un resbalón, y el pequeño del grupo, Guille, a quien el enfermero de referencia, Manolo, tuvo incluso que hacer una cura de urgencia en la mano izquierda. Es que a este grupo no le falta ni un detalle. Hasta equipo médico llevamos, aunque el facultativo afortunadamente no tuvo que intervenir. Se dedicó a pasear su sombrero americano.

Y llegados a la antigua escuela rural, ¡¡Sorpresa!! Allí estaban esperándonos, con más hambre que el perro de un ciego por la hora que era ya, María Jesús y Pedro, que desafiando al resfriado, decidieron compartir

con el grupo la comida en un detalle que nos encantó a tod@s. Comida en la que, como quedó dicho antes, la estrella fue una vez más la tortilla de Mari. Y a la que sucedieron cafelitos de Victoria y Pepa, roscos hechos por Isabel la portuense, chocolates varios y los sobrantes de la Navidad, esta vez en forma de turrón de Jijona. Todo regado con unos riquísimos brandies por gentileza de Dioni y José Ramón. Ni gloria faltó en este mediodía templado por un agradable solecito que a Pepa la puso al borde del éxtasis: “qué bien estoy, me quedaba aquí pa siempre, qué a gusto me encuentro”, se la escuchó decir en varias ocasiones.

Pero el hechizo se rompió cuando José Ángel, a la voz de “nos vamos”, a las 4 de la tarde dio la orden de salida para cubrir el tramo restante hasta el pueblo de Grazalema, antes de que se fuera el sol, por la cañada que sube a Puerto Chico. Eso sí, antes de arrancar hubo quien tuvo tiempo hasta para lavarse la boca. Este Luis está cada día más pijo. ¿Mira que llevarse el cepillo de dientes a la excursión? Pues con el cepillo a cuestas, que no con la mochila ya que la colocó en el coche de Pedro para quitarse la carga de encima (no fue el único; Manolo le copió la idea), Luis y todos los demás retomamos la marcha, a ratos por un sendero, otras veces por el borde de la carretera, o por la calzada romana que finalmente nos condujo hasta la entrada al pueblo.

Allí, al pie del puente del Guadalete, comenzó a disolverse la reunión. Mientras unos optaban por el café en el Parador (nunca he sabido ni entendido por qué se le llama así al hotel y villa turística de Grazalema), otros seguían subiendo cuestas en busca de los coches para regresar a casa cuanto antes, tras una completa jornada que hizo bueno el dicho de que en la variedad está el buen gusto.

La próxima, a por las Nieves.

Tily

Sierra de las Nieves. Peñón de los enamorados.

22 de Febrero de 2014 De Quejigales al Peñón de los Enamorados Un WhatsApp de Dioni, me ha puesto contra la pared, decía “Salva, ¿y la crónica?” yo le he contestado que esta noche la termino, bueno la verdad es que esta noche la estoy empezando...

Ya desde el sábado vengo dándole vueltas a una crónica que sé que me sobrepasa, tengo miedo de no ser capaz de expresar todo lo que sentí en ese recorrido por la Sierra de las Nieves.

Fue un día excepcional, que ya desde el inicio lo intuíamos, todos los que a las 7,30 horas intentábamos en segunda convocatoria la escalada al Risco de los Enamorados mostrábamos tal inquietud que tuvimos que parar en la venta de costumbre para poder atemperar los nervios que nos atacaban. Por cierto el lomo en manteca…

Llegamos al punto de encuentro, donde esperaban los de Parauta y los de Grazalema, y allí nos enteramos que el Presi no se sumaba a la cordada por un problema muscular de Inma, que espero que a día de hoy esté solucionado.

Llegamos a Quejigales y después de los saludos nos pudimos contar “22” no pienso decir los nombre ya que veréis las fotos, pero más tarde incidiré sobre las cábalas que hice allí arriba sobre las afiliaciones de los 22.

Nos hicimos la foto de rigor sin bandera e iniciamos el camino más rápido de lo acostumbrado, quizás los 2 grados de temperatura tuvieron la culpa. Enfilamos hacia la cañada de las Ánimas andando sobre el suelo helado, y menos mal que el barro no cedía ante nuestro peso.

Y aquí empecé a comprender que esta visita a la Sierra de las Nieves no iba a ser igual que las veces anteriores. Sentí una sensación extraña al ir pisando sobre huellas perdidas, blancas por el hielo. ¿Quiénes fueron sus dueños? ¿Quiénes dejaron su huella allí? ¿Quizás algunas de ellas serían de nuestros tempuleros, que días atrás sufrieron los rigores de la lluvia por estas tierras? En estos pensamientos estaba cuando Juan Grilo nos paró, para explicarnos algo que no llego a recordar, la culpa fue de la vista que nos mostró del Peñón de los Enamorados.

Iniciamos la subida de las Ánimas, y como dice Juan en Facebook, nos quedamos francamente impresionados no ya por su belleza, que la tiene, sino por la gran cantidad de retoños de pinsapos que peleaban desde el suelo por un rayo de sol.

En estas meditaciones andábamos cuando dos autobuses de sevillanos nos adelantaron con su natural desparpajo, Juan entre tanto alboroto se despistó y tuvimos que volver unos metros para seguir nuestro camino.

Cuando llegamos al nevero de Tolox nos dividimos los más afectados por la subida 7, preferimos quedarnos en el nevero y 15 iniciaron sin impedimenta la subida.

Con pena los vi partir e inicié una conversación con Pedro y con César, mientras estábamos arreglando el mundo, empezaron a descender al nevero, como hormigas, una cincuentena de niños y niñas acompañados de lo que parecían unos profesores y no dejaron títere con cabeza. César no pudo más y gritó llamando la atención de los profesores sobre los desmanes de sus vándalos, que se distraían en tirar las piedras del brocal del nevero. Querido lector ¿tú te moviste? Pues los supuestos profesores tampoco.

Como diría Wyoming “me voy al pico de la mesa” viendo este comportamiento me pregunto si llevar a niños, mayores o jóvenes al campo sin más, para comer, para desfogar, para destruir, para correr para… ¿tiene sentido?

Dos cosas me llamaron poderosamente la atención: una fue esta y la cantidad de gente que vimos, el monte no es nuestro, pero el monte no puede sobrevivir a la presión indiscriminada de quien va y deja huella de su estancia. ( y no me refiero a las de los zapatos).

Manoly y yo en nuestro último recorrido por el camino del Majaceite desde el Bosque a Benamahoma sentimos vergüenza ajena, a pesar de la buena conservación del camino, por todas partes se ve la lamentable presión de los visitantes sobre la naturaleza y los restos de sus pasos, botellas, latas, papeles, plásticos, pintadas… toda esta muestra de incivismo degrada unos parajes inigualables.

Aún nos falta demasiada educación ambiental y lo que me desespera es comprobar que responsables de dar esa educación sean insensibles a la destrucción de una construcción centenaria como la del Nevero de Tolox.

Pudo más mi interés por el Peñón de los Enamorados que el cansancio y me dirigí al encuentro de los compis que hacía una media hora que habían partido.

La soledad es buena compañera cuando se atraviesa la meseta de los quejigales, la sensación es inigualable.

Los quejigos de alta montaña desnudos con sus ramas peladas al cielo dan un aspecto lúgubre y caótico al paisaje.

El camino pronto te hace decidir entre el Torrecilla o el Peñón de los Enamorados, los dos sobre los 1.700 m. De lejos diviso su murallón con quince figuras multicolores en su cima. Poco a poco me voy acercando y empiezo a comprender, que esa media hora perdida en el Nevero de Tolox ha sido uno de los errores que recordaré siempre.

150, 200 kilómetros, no se calcularlos, ahí delante de mí las cumbres blancas de Sierra Mágina y Sierra Nevada se mostraban como si pudiese tocarlas con la punta de los dedos y a la derecha la costa malagueña extendía el Mediterráneo como alfombra.

De repente, Manolo seguido de los valientes, regresaban con la prisa de quienes tienen que comer.

Una vez reunidos los 22 otra vez en el nevero comimos de forma rápida, ya que estando al sol hacía frio.

A las 15,30 iniciamos el camino hacia el puerto de las Presillas para tomar la cañada del Cuerno. Si la vista hacia de las sierras no se podía contar, la vista hacia el sur desde el puerto de las Presillas terminó de extasiarnos. África, el Estrecho de Gibraltar, El Peñón, la bahía de Algeciras, el Torreón, el San Cristóbal, el Reloj, el Simancón, Hurones, Olvera, Pruna, Ronda, la central Solar de Sevilla..

La segunda cosa que me llamó la atención fue estar en el centro de un círculo en el que cabían: 2 continentes: Europa y África.

3 territorios con tres idiomas diferentes: España, Marruecos y Gibraltar 5 provincias Málaga, Cádiz, Sevilla, Granada y Jaén.

Si a esto unimos que hablando con el personal los tempuleros y amigos éramos de una diversidad merecedora de relatar, Jerez, El Puerto, Rota, Sanlúcar, Grazalema, Toledo, Cartagena, la Alcubilla, Paymogo, Normandía y Parauta, lugares donde nacimos, vivimos o soñamos.

Después de tener la sensación de poseer todo estos territorios a mis pies, de adentrarme con la vista más allá del horizonte nunca visto, sentí pena e impotencia, los hombres con su vista son libres de llegar allí donde la luz y la claridad le permitan, mientras que a sus cuerpos se les impide moverse.

Y mientras que veía los buques en la Bahía de Algeciras me preguntaba ¿nacer en África no es igual que hacerlo en Jerez? ¿Tienen que morir las personas por querer ser libres? Viendo la bahía de Algeciras podría haber pensado en otra cosa incluso en su belleza, pero no, pensé en los deseos de libertad de los quince muertos ahogados en el Estrecho por querer ser como nosotros dueños de su destino y de su libertad.

La bajada por la cañada del Cuerno fue amena y multitudinaria, junto a Pepe, César, su hija y yerno (perdón por mi memoria) bajamos arreglando otra vez el mundo, la educación y algo del bilingüismo.

Cuando llegamos a Quejigales nos sorprendieron José Ángel e Inma que portando la bandera arreglaron el entuerto de la foto de grupo, que repetimos ya con 24.

Terminamos como siempre tomando café y recordando batallitas de un día inolvidable donde no sólo llegamos al Peñón de los Enamorados sino que por unos segundos sentimos el poder de la ubicuidad que tiene nuestra vista.

Con cariño.

Salvador León.

Celebración día de Andalucía. Pago de Balbaína. Viña El Carmen.

28 de Febrero de 2014 Tempul sigue descubriendo el patrimonio portuense en otro 28F extraordinario Ocurre a veces que delante de nuestras narices tenemos auténticas maravillas que no somos capaces de ver, de oler, de oír, de gustar o de palpar. Hasta que un día alguien toma la iniciativa y decide despertarnos los sentidos. Tempul sabe mucho de esto, porque este grupo de amigas y amigos está siempre dispuesto a dejarse llevar de la mano de un alguien que nos descubra eso que llamamos Patrimonio en sus diversas y distintas manifestaciones: ayer lo monumental, hoy lo arquitectónico, mañana lo artístico y siempre lo natural. Nuestro entorno natural. Nuestra naturaleza.

Es tradición que cada 28 de febrero, día para celebrar por ser aquel en que nuestra Andalucía trazó su camino hacia el futuro bajo la bandera de la Autonomía por derecho, quienes formamos esta asociación hagamos “patria andaluza” dejándonos llevar por ese afán de conocer un poquito más de nuestra tierra, por descubrir alguna faceta de nuestro Patrimonio que estando ahí, a tiro, no hemos sido capaces de captar y valorar hasta ese momento en su justa medida.

Ha ocurrido una vez más este 28F de 2014. Y ha vuelto a suceder, como el año anterior, en El Puerto de Santa María, aunque esta vez muy cerquita del municipio vecino que alumbró a Tempul. Como quien dice en el límite entre uno y otro. Ignacio, entusiasta donde los haya de su ciudad, con la complicidad de su amigo Nani, amigo también ya de todo Tempul, ha vuelto a ser el artífice de un Día de Andalucía espléndido. En lo climatológico desde luego, pero también y sobre todo en lo convivencial. Lástima que la mitad de la asociación, por compromisos varios entre los que triunfan sin duda los de los abuelos y abuelas con sus hij@s y niet@s, no pudiera acudir a la convocatoria de una jornada que comenzó a media mañana, en la venta El Cepo, de grato recuerdo para la que escribe y esposo ya que en su bodeguita, hace ahora un cuarto de siglo, bailamos nuestras primeras sevillanas como marido y mujer.

Un pelotón de ciclistas nos dio la bienvenida en el aparcamiento de la venta y nos precedió por el carril que, tras cruzar la carretera Jerez-Rota, nos introdujo de lleno en el Pago de Balbaína para acercarnos un par de kilómetros más allá, metidos de lleno en la Ruta de las Casas de Viñas, hasta la del Carmen, destino elegido para conocer un poco –o un mucho- más de nuestra cultura vitivinícola.

Tras dejar estacionados los coches en los alrededores de la casa solariega, una hacienda que según sus actuales propietarios data de 1814, el pelotón de tempuleros inició una cómoda caminata que más que tal, fue un agradable paseo de alrededor de 5 kilómetros por caminos recién arreglados con ayudas públicas, en una actuación que se ha complementado con la instalación de paneles informativos a lo largo del recorrido, con lo que se quiere acercar la cultura de la vid y de todo cuanto la rodea a cualquiera que quiera conocer sus entresijos, antes de que el arranque acabe con las pocas viñas que van quedando en nuestro Marco.

El sol quiso acompañarnos durante todo el recorrido, en el que los contenidos en esos paneles, leídos por un Ignacio encantado con su auditorio, nos enseñaron muchas curiosidades de los devenires de todas esas tierras albarizas que conforman el Marco del jerez. Tierras que en los cambios de manos propietarias, han sido casi todas ellas en algún momento de su historia propiedades de la iglesia o de sus ministros. Y lo que no nos enseñaron los paneles informativos, nos lo contó Nani Delgado Poullet, nuestro particular asesor en materia de Patrimonio, que amablemente compartió este día con el grupo y que con la misma amabilidad, nos reservó una grata sorpresa para el final de la jornada.

Una jornada en la que los pies de Pepa se nos mostraron orgullosos para que pudiéramos comprobar que han superado felizmente la operación de juanetes; en la que llamó la atención la elegancia de Jesús ataviado con corbata, como es su costumbre cada 28F; en la que Chari y Manolo volvieron a las andadas, posando encariñados cada vez que oteaban una cámara cerca. Un día en el que echamos mucho de menos la tortilla de Mari, ya que la de la Casa Viña del Carmen tenía poco que ver con las que elabora nuestra amiga; en el que no faltó el himno de Andalucía cantado a coro por los reunidos al inicio del almuerzo, y en el que San Judas, el patrón de las causas perdidas, ayudó a Pepe Abollo y a Domingo en la tarea de buscar y encontrar el pendiente que había extraviado Pepa durante la caminata.

Todo eso y muchas cosas más sucedieron durante la jornada, en la que junto a los que ya han sido citados, participaron también Inma y José Ángel, Oliva, María Victoria, Mila y Dioni (cuyas fotos vuelven a ser una vez más auténticas obras de arte), José Ramón, María Jesús y Pedro, quien para variar, como el niño malo que es hizo alguna que otra trastada durante el almuerzo.

También estuvieron con nosotros Julia y Manolo, que no pudieron hacer el recorrido por razones de trabajo y porque él anda dando cojetás por un problema en la rótula. Pero llegaron justo a la hora en que, una vez concluida la caminata, Leticia, nuestra anfitriona, nieta del último propietario de la Viña del Carmen, nos agasajó con una degustación de mosto y vinos de la casa, acompañados de unas ricas chacinas, de los que dimos buena cuenta tomando el sol.

La visita a la Casa Viña, en cuya capilla reposan las cenizas del abuelo Antonio y que conserva entre sus muros todo el encanto de estas típicas edificaciones, gracias a la buena mano de la joven nieta que un día se echó la manta a la cabeza y decidió apostar fuerte por esta aventura, dio paso a un posado de grupo en la azotea, desde la cual disfrutamos de unas preciosas vistas antes de adentrarnos en la bodega, donde el grupo dio cuenta de una berza sanluqueña que no nos quitó el sentío, porque las hemos comido mejores, pero sí que nos quitó el hambre.

La berza nos calentó, pero no tanto como para aliviarnos el frío que conforme avanzaba la tarde, se fue colando en la bodega, hasta el punto que fue necesario pedir que nos dieran calor con un sistema de lo más apropiado para el lugar: picón en una carretilla de mano. Que nos calentó, sí, pero también nos impregnó a todos con una peste a gitanerío que tiraba para atrás. La peste no sale en las fotos. La carretilla sí, porque nos vino muy bien como photocall para dejar constancia del escenario de esta actividad.

Fue el momento picón el que aprovechó Nani, mientras tomábamos unas copitas de sobremesa, para comunicarnos el deseo de la Asociación de Amigos de los Patios portuenses, que él mismo preside, de hacer hermanamiento con Tempul. Y como primera consecuencia de ello, solicitó la incorporación de una mujer de nuestro grupo al jurado que decidirá los premios del Concurso de Patios de este año. Así que los nombres de todas las socias presentes fueron a parar a la gorra de Ignacio, de la que una mano ¿inocente? extrajo el papelito correspondiente a María Jesús. Así que ya tenemos en Tempul a nuestra Jurado particular (no confundir con la universal chipionera, que la nuestra, aunque también canta, es de Jerez).

María Jesús se estrenará como jurado cuando el próximo 13 de marzo, en el acto de presentación del Cartel y del Pregón de la próxima Fiesta de los Patios, tenga que subir al escenario del Auditorio del Monasterio San Miguel para recoger el delantal que la acreditará como tal. El acto, al que por supuesto estamos invitadas todas las socias y socios, y los amigos y amigas de Tempul, comenzará a las 20.30 en el mencionado Auditorio, al que tras dejar la Viña del Carmen, nos dirigimos casi todos a tomar un café para que nuestra jurado se fuera familiarizando con el lugar donde empezará a ejercer. Y tras el café, a correr para no perdernos ni un minuto de la final del Falla. Un buen broche para un gran día.

Tily Santiago

Estación de Cortes-Cañón de las Buitreras y vuelta.

8 de Marzo de 2014 Lo que el viento no se llevó por María Victoria Palacios Cuando a las 8 de esta mañana nos hemos reunido en Piscinas Jerez un buen grupito de tempuleros e invitados, ya sabíamos que nuestro presi no iba a enseñarnos el buen camino que había aprendido en la previa que hicieron él y otros tres arriesgados compañeros. Algunos achaques derivados de esa misma excursión lo han dejado fuera de juego y como hay que cuidarse, te lo perdonamos, pero te lo has perdío, amigo. Ha sido una excursión para recordar.

Por lo pronto el día se presentaba magnífico climatológicamente hablando, lo que ha hecho que la convocatoria haya sido multitudinaria. Yo he contado que hemos asistido 38 en total, pero ya sabéis que el que cuenta bien es el de la crónica de la previa a ésta, así que me puedo equivocar.

Sí tenía interés en saber cuántos hemos sido los socios y cuántos los invitados, porque creía que éstos últimos ganaban en número, pero no, como unos jabatos hambrientos de campo y solecito hemos sido 25 socios y 13 invitados. Hemos conocido a algunos andarines nuevos en nuestros paseos como Marisol, Mari Ángeles y Paco. Han repetido, aunque yo no los conocía, Raúl y Virginia, junto con nuestros ya habituales Manolo y Chari, Oliva, Doni, Pepa, César e Isabel. Isa también va siendo una asidua. Parece que esto va enganchando. Como 9 coches que hemos llenado, vamos.

Para desayunar, la convocatoria nos mandaba hasta el Mojón de la Víbora, dejándonos salivando al pasar por nuestro rinconcito de costumbre, Mesas Jardín. Bueno, un poco más tarde, para allá que nos vamos.

Cuando ya estábamos en Ubrique nos pasa Mila un wassap que dice que la Venta prevista está cerrada.

Hay un momento de confusión, que si vamos a Cortes o qué. Quedamos en hablarlo y entonces llega otro mensaje diciendo que ya la venta está abierta.

Allí que vamos llegando unos cuantos deseando una tostá o un mollete con un buen cafelito.

Cuando salimos de los coches creíamos que nos llevaba el viento. Estaba previsto el levante, pero tan fuerte era que creíamos que de hoy no pasaba que aprendiéramos a volar.

Los portuenses se hicieron esperar un ratillo más porque hubo parada técnica para que el Lexus comiera también.

Una vez ya repuestitos, esta vez sin copita de anís porque no venía Ignacio (te echamos de menos también), pero con el disgusto de que Dioni ¡¡se había olvidado de su cámara de fotos!!, seguimos camino hacia Cortes y más allá, cruzamos las vías del tren en la estación de Cortes que ahora se llama rimbombantemente Cañada del Real Tesoro. Ya a la salida de la calle larguísima dejamos los coches y después de asomarnos unos minutos al río y a la toma del agua para el trasvase Guadiaro-Majaceite, empezamos nuestro camino.

Cuesta arriba la primera mitad. Menos mal que aquí el viento ya no era tal, sino una brisa fresquita que alegraba los alerones de vez en cuando y que hizo que la gente empezara a hacer striptises sin pudor.

Como el desayuno había sido tardío y contundente, el rengue se pasó de las 12 a las 13, a mitad de camino, a la sombrita de uno de los centenarios quejigos que nos han acompañado en todo el camino. Ya conocéis los rengues de este grupo: exquisiteces a diestro y siniestro y vinito a cual más rico…total, medio almorzados que seguimos la caminata.

Ahí ya fuimos viendo el espectacular paisaje que llevábamos a nuestra derecha. El río con un buen caudal allí abajo, con la vía del tren bordeándolo y las inmensas montañas disfrutando del sol igual que nosotros.

Después de una bajada preciosa con el camino todo verde de yerba “jarta” de lluvia, llegamos a la casa del conde. Pregunté por la historia de este conde y del por qué a esa criatura se le había ocurrido plantar su casa en un sitio tan recóndito, mal gusto no tenía el tío, pero nadie me lo ha sabido explicar. Seguro que el de la otra crónica me saca del apuro.

Antes de que se nos ocurriera dar una “culá”, ya nos estaban animando Salvador y Pepe a bajar hasta el puente de los alemanes, un caminito de fuerte bajada que iba a llevarnos hasta el puente que une los dos lados de la garganta de las buitreras y no apto para sufridores de vértigo. Isa y Manolo saben lo que es eso.

Al cruzar el puente, que en realidad esconde una conducción de agua hasta la central hidroeléctrica, nos metemos dentro de una cueva excavada en la roca y que sale a un llanito donde nos hemos hecho fotos todos con el puente detrás, además de la foto de grupo.

Volvimos sobre nuestros pasos, a veces sin aliento y babeando por esa cervecita que esconde la nevera de la mochila y de la que dimos cuenta cuando nos aposentamos en los alrededores de las ruinas de la casa, a veces al sol, y a ratos a la sombra, con nuestros bocatas que saben a gloria en ese entorno.

En este punto yo ya pierdo pie con lo que pueden esconder estas mochilas. Cielos, con cuánta cosa buena cargamos todos para deleitarnos la sobremesa. A ver, que yo recuerde, un bizcocho esponjoso y exquisito a trocitos hecho por Isabel, varitas de chocolate, cafelito…para alguno no llegó, lo siento. Y chupitos de brandy o de licor de naranja hecho por Inma y José Ángel.

Menos mal que mientras estábamos en esas, algunos se lanzaron a asomarse a la garganta desde otra perspectiva, que también debe ser para ver en las fotos, porque pudimos quedarnos un ratito más hasta que ya no hubo más remedio que retomar el camino de vuelta.

Es sorprendente siempre cómo el mismo camino puede ser tan distinto de ida como de vuelta. Las montañas no parecen las mismas, tienen otra luz y otras sombras, los verdes del campo que ahora están fuertes y vibrantes se vuelven más cálidos…ya el grupo se va dispersando y va llegando poco a poco a donde dejamos los coches. Bueno, algunos querían andar un poco más por ir charlando y no fijarse en los letreros.

Pero ya veis, un día que parecía que se iba a ir volando, y se ha quedado para siempre en nuestras retinas, el viento no se lo llevó.

Tavizna. Castillo de Aznalmara.

22 de Marzo de 2014.

Fantasía crónica Catalina era una mujer muy práctica, procuraba por todos los medios controlar la situación de su vida familiar. Organizadora de esas que pueden rozar la exageración, previsora ante todo, no dejaba un cabo suelto. Como cualquier otra mujer de su tiempo, Catalina cuidaba mucho su aspecto personal, hacía deporte, vestía con ropa cómoda, es guapa y lo sabía, y por eso procuraba arreglarse para las ocasiones en que tenía eventos familiares o se reunía con el grupo de amigos, que cada quince días más o menos sale al monte a hacer senderismo.

El viernes previo a la excursión Catalina había pedido cita en su peluquería habitual, porque después de una semana de mucho trajín no había tenido tiempo de cuidar su pelo.

El sábado por la mañana se daba cita con el grupo que en esta ocasión iban a hacer una ruta por Benaocaz para ver el Castillo de Aznalmara, situado en un cerro a unos 530 metros de altitud.

Como es costumbre el grupo se reúne a desayunar antes de iniciar la actividad en una tranquila venta a pie de carretera. En esta ocasión y pese a que eran los únicos usuarios el servicio fue muy lento, lentísimo, cosa que prolongó en exceso el tiempo del desayuno. Eso obligó al grupo a iniciar la excursión muy tarde, a las 11 de la mañana.

El camino para llegar hasta este sitio era cómodo, algo estrecho pero muy bonito, caminando un rato al lado del Río Tavizna, luego por un sendero con mucha vegetación junto a la alambrada de una finca con mucha arboleda.

El camino siempre en suave subida dejaba ver muchos viejos quejigos, con deformaciones ocasionadas por la mano del hombre al haber sido aprovechadas sus ramas para el carboneo. Pese a ello el musgo que cubrían sus troncos le daban un porte y una presencia considerable.

De vez en cuando se dejaba ver el empinado cerro donde las almenas del castillo vigilaban los pasos de los senderistas que con paso pausado, subían por la ladera del cerro algunas veces embarrado, producto de los manantiales que afloraban en el subsuelo.

Cuando transcurría casi una hora de camino, el grupo llegaba a una zona más llana donde pararon para dejar las mochilas, ya que se iba a subir al castillo sin carga para facilitar la trepada hasta el mismo.

La empinada cuesta que te lleva hasta el mismo castillo fue llenándose de miembros del grupo, que en fila y con cuidado por lo malo que estaba el suelo, con mucha piedra suelta, hacía necesario dar pasos seguros para no dar un resbalón, no sin mucho esfuerzo se culminaba la subida y la entrada de las mesnadas se apoderaron del él.

El tiempo, no lo hemos dicho, nublado durante todo el trayecto no dejaba ver bien las sierras que rodean este enclave donde con tiempo despejado son espectaculares.

Después de un buen rato recorriendo los espacios del castillo pudieron observar, entremezclada en la niebla, la villa de Benaocaz, no pudiéndose distinguir la figura rocosa del Salto del Cabrero, casi a un tiro de piedra de donde se encontraban.

Despacio y con mucho cuidado, el grupo fue bajando al llano donde algunos de los componentes se habían quedado al cuido de las pertenencias del resto y recolectando jugosas tagarninas que estaban a pie del castillo.

Eran las 13,30 h. aproximadamente cuando se comenzó a comer, al mismo tiempo empezó a caer una fina lluvia por lo que refugiados bajo la protección de unos viejos algarrobos dieron cuenta de los bocadillos y fiambres que el grupo había dispuesto para la ocasión.

Conforme pasaba el tiempo la fina lluvia se convirtió en algo más pertinaz por lo que el grupo recogió y volvió sobre sus pasos para encaramar el suave descenso que los conduciría hasta el lugar donde habían dejado los vehículos.

Pero claro, pese a llevar un chubasquero Catalina no pudo evitar que el agua fuese empapando su hermoso peinado y diera al traste con las dos horas que se tiró en la peluquería. No solo era su cabello el que estaba mojado, también sus pantalones ya que al pasar por la vegetación del estrecho sendero por el que caminaban hacia que el agua se pegara a la ropa.

Así y con esto llegaron a los coches donde fueron depositando las encharcadas mochilas y los empapados polares y chubasqueros que en menos de una hora de bajada la lluvia primaveral se había permitido el lujo de mojar al grupo.

Catalina, rabiosa en su interior se decía a si misma: “Quien me habrá a mi dicho que fuera a la peluquería cuando estaba prevista lluvia al día siguiente”.

Con todo ello, no solo era Catalina la que pensaba lo mismo en su interior (interior que ninguna saco a relucir pese a ir hechas unas sopas), si no el resto de compañeras y compañeros del grupo que con muy buen humor habían disfrutado de una hermosa excursión.

La suerte la tuvieron algunos componentes del grupo, que muy tiesos de cabellos, tan solo con pasarse un pañuelo solucionaban la mojada.

Una vez todos acomodados en sus coches tomaron rumbo a la vecina localidad de El Bosque, quedando citados en la Venta Julián, lugar hace algunos años de los desayunos y tardes de café de las excursiones del grupo. Ya allí, algo más secos y más relajados degustaron un sabroso café y algún que otro refresco mientras en amigable charla se comentaban las mil y una historias que nos suceden.

Curiosa reacción fue la de una compañera del grupo de Catalina, que al llegar a la venta y ver a tanta gente comiendo pregunto: ¿Qué hora es? Y le contestaron las tres de la tarde.

Hay más, Catalina y otras compañeras como Leticia, Francisquita, Rosana aprovecharon los secadores de manos del servicio de señoras para secarse un poco el pelo.

Finalizaba una jornada muy bonita, en la que se “conquistó” una fortaleza que tenía fama de inexpugnable, pese a la lluvia, pero que al finalizar la jornada lo que si se echó en falta fue a una peluquera.

Tempuliano Montaraz (José Angel)

Llanos del Revés ó Rabel.

5 de Abril de 2014

IN MEMORIAN DE PEPITA Hoy estamos aquí para hacer unos de los senderos más hermosos de nuestra sierra. Sin embargo hoy nos falta una compañera que esperaba con mucha ilusión la llegada de este día, pero el destino de la vida le dijo que tenía que tomar otro camino.

Y así ha sido, Pepita se marchó sin hacer apenas ruido, de puntillas y calladita, algo muy difícil en ella, pero seguro que hoy la oiremos revoletear por las altas cumbres del circo del Pinsapar, la veremos en el vuelo de las aves, en el canto del agua que surca el arroyo de Ballesteros, en el silencio de los Llanos del Rabel, de reminiscencias moriscas y en nuestros corazones, donde supo hacerse un hueco.

Hoy en su ausencia nos parecerá que a nuestro grupo al caminar le falta algo, pero yo estoy seguro que Pepita camina con nosotros, ríe con nosotros, cuentas sus cosas con nosotros y siente el pulso de la naturaleza en el despertar de la primavera. Seguro que sentiremos su pisada junto a la nuestra.

Pinsapar a 5 de Abril de 2014 José Ángel Sánchez Abrines CONFIESO, HE VIVIDO… Con la incertidumbre de llevar o no ropa de agua o de “verano”, con puntualidad, 8´30 h., salimos del lugar de costumbre 35 amigos tempulianos con dirección a Algodonales.

En el trayecto de ida empezaron a caer las primeras gotitas (Isa, no paraba de acordarse de mi suegra y de mi suegro, ¿por qué?)

Esta vez cambiamos, acertadamente, el lugar del desayuno: del Arenal al Cortijo. Ese buen cafetito y esa “rebaná” de campo que parecía el techo de una DKV. Mientras tanto, Isa y mi Santa, engatusan al camarero para que les regalaran dos bolsas de basuras, como si se trataran de gabardinas “Pret A Porter”.

Después del avituallamiento, volvimos reiniciar el camino con dirección a Zahara de la Sierra, pueblo blanco que siempre me ha cautivado los sentidos. Gracias José Ángel, por aclararnos la carretera que debíamos coger con dirección a Grazalema; si no fuera por ti, estaríamos todavía quitando barreras de plástico. Una carretera de montaña con unas vistas espectaculares sobre el embalse de Zahara y El Gastor.

Dejamos los coches cerca de la cancela de entrada al recorrido, con niebla y lloviznando; cuando estábamos todos juntos, el presi dedicó un puñado de emocionantes palabras en recuerdo de nuestra inolvidable amiga Pepi.

Conocido también como Llanos del Revés. Se extiende en su totalidad por el Área de Reserva del Pinsapar.

Un poco de historia: el nombre se debe a que el lugar era una zona de reunión para los habitantes del entorno en época musulmana, donde venían a recoger agua y aprovechaban el paseo para socializar. De hecho, el nombre de “Rabel” hace mención a un antiguo instrumento usado para amenizar las veladas.

El inicio ya es espectacular y se discurre por un carril paralelo al Arroyo del Pinar y, enfrente, la gran Garganta Verde.

La vegetación, con las últimas lluvias, es frondosa; compuesta por encinas, brezos, retamas, aulagas, lentiscos, sabinas, e incluso, algunos pinsapos aislados. Me llama la atención cómo se visten las encinas y las rocas de un verde aterciopelado.

A un kilómetro y medio nos encontramos con una calera rehabilitada custodiada por un señor que estaba cogiendo setas.

Paisajes impresionantes, retocados con un velo de niebla en todo el recorrido de descenso hasta la llegada a los Llanos, al pie del pinsapar, desde donde pude observar la cara norte de la Sierra del Pinar con su pico El Torreón. Fotógrafos, cámara en mano, pudimos tomar unas excelentes vistas de la sierra y el bosque de su falda: maravillosos lienzos desde el Llano. Mientras tanto… ¡¡el de la cara ancha y el puro en la boca, que se esconda!!

Y llegó el tan ansiado y merecido “rengue” y... dónde mejor que en este anfiteatro natural.

A partir de aquí, decidimos hacer el camino de los pinsapos; una pequeña, pero no menos dura, ruta circular por un denso bosque de quejigos que nos puso a prueba nuestras habilidades técnicas de subida y; sobre todo, de bajada por los innumerables resbalones debido a “las meadas” de algunos.

Llegamos al inicio del bucle para reponer fuerzas: el almuerzo; relajados, nos acomodamos alrededor de una encina, como si se tratara del sofá de nuestra propia casa. Como siempre, compartimos exquisiteces bajo la llovizna.

Regreso por el mismo camino de la ida. Esta vez con sol. A la llegada, descansamos en un poyete y pudimos contemplar unas vistas maravillosas del embalse y su entorno (mi modesta cámara, echaba humo) Despedida, para algunos; el resto quedamos para tomar un refrigerio en la Venta Salas en Algodonales.

Así lo he visto, y así lo he contado y me vais a perdonar, pero me voy con el recuerdo de nuestra amiga Pepi “la francesa”, que seguro que habría disfrutado como yo.

Un abrazo Domingo Clavijo.

Botánica para todos. En los montes de propios de Jerez

19 de Abril de 2014

De casta le viene al galgo… y al niño Seguramente en casa de Iñigo y Trini nadie se mata una mosca. Qué digo una mosca… ni una cuca, ni una hormiga, ni ningún animalito del Señor, que dirían nuestras abuelas. Porque seguro que Iñigo junior no lo permite. Es pasión lo de este niño por los bichitos. Y es admirable cómo se empapa de los conocimientos que continuamente recibe de su padre y cómo transmite su entusiasmo por la naturaleza a cualquiera que esté cerca de él.

Quien no haya vivido con Tempul el curso de botánica celebrado en pleno corazón de los Montes de Propios de Jerez, este sábado de abril que ha dado paso a la Pascua de Resurrección del año 14, estará preguntándose quiénes son estos personajes que, siendo ajenos hasta ahora a la asociación y desconocidos por casi todas las personas que la conformamos, ocupan las primeras líneas de esta crónica. Pues ni más ni menos que nuestros maestros. En plural, sí, porque padre e hijo –y el pequeño no debe tener más de 7 añitos- nos han dado una lección de buenas prácticas docentes, regalándonos muchísima información útil sobre la flora y la fauna de una zona bellísima conocida como El Parral, y lo han hecho de una manera amena, interesante, inteligente e incluso divertida.

Hecha esta introducción, lo mejor será seguir el orden cronológico de la jornada, lo que nos retrotrae a Jerez, gasolinera junto al monumento al motero, 8.30 de la mañana de un día nublado que amenaza lluvia de la que finalmente nos libraremos. Allí, 28 adultos y un niño nos reunimos convocados al curso de “Botánica para todos” que habrá de impartir Íñigo Sánchez García, biólogo, conservador del Zoo-Botánico de Jerez y presidente de la Sociedad Gaditana de Historia Natural, según indica el documento de convocatoria, en el itinerario del Canuto del Parral. Una ruta de dificultad baja, con 5 kilómetros de longitud entre la ida y la vuelta.

Los y las cursillistas, mitad y mitad socios e invitados de Tempul, nos organizamos para compartir coches y quemar el menor combustible posible, iniciando la marcha casi con puntualidad británica hacia San José del Valle, donde la antigua venta El Granado, ahora llamada de la Cascada, nos preparará la primera comida del día. El desayuno permite a esta cronista, que ha llegado tarde al punto de encuentro, identificar a todas las personas que han acudido a la cita, entre quienes se encuentran Isabel y César, que han querido pasar

cuanto antes el durísimo trance de retornar a Tempul sin Pepita, quien ya no volverá a estar aunque siga siempre entre nosotros. Les acompaña Marisol, la hermana de César. Y con ellos en la mesa, Juan Luis y Mari Ángeles.

Las caras nuevas son las de nuestro profe, Iñigo, su pareja, Trini, los amigos de ambos Juan Carlos y Lola, el pequeño Iñigo y por fin… ¡José Manuel Amarillo!, ese gran desconocido al que sin embargo todos conocemos gracias a los enlaces que nos permiten seguir sus correrías senderistas a través de esos estupendos reportajes fotográficos que nos recomienda siempre José Ángel. Desde su discreción, José Manuel también nos enseñará algunas cosas interesantes a lo largo de este día.

Y por fin, los habituales, aunque esta vez hay notables ausencias de quienes lo son pero por diversas circunstancias están ausentes. Desde Mari y Jesús (más de uno, y de dos y de tres echamos mucho de menos ese clásico de nuestras excursiones que es la tortilla de María), pasando por Pepa y Domingo (tampoco han venido sus habituales acompañantes Oliva e Isa, y con la primera se han quedado en Jerez los kitkat del postre y los frutos secos del rengue). Ni están los López (Salvador y Jesús), ni los Sánchez Galea, ni unos y unas cuantas más. Y la representación portuense se ha quedado reducida a J.R. y la que suscribe.

Pero vienen los Abollo Palacios, los dos Grilo con sus respectivas, el tercer López con su María Jesús, los Castillo Montaño, los Sánchez Márquez, los León Vaz y los también habituales Manolo y Chari. Si alguien no figura en esta relación pero está en la foto de grupo que nos hicimos antes de iniciar la actividad, que me recrimine el olvido.

La foto, tomada en el lugar donde dejamos los coches para iniciar la marcha, muy cerquita del pabellón de caza de La Jarda, constituyó el pistoletazo de salida para esta actividad de campo. Tras la preceptiva presentación de nuestro monitor por parte del presi, quien no olvidó informarnos de la “militancia” scout de Iñigo, éste resaltó la existencia de más de 2.400 especies de plantas censadas sólo en la provincia de Cádiz y destacó la gran aportación que está haciendo Internet al conocimiento y difusión de nuestra flora a nivel global. A partir de ahí, toda la mañana fue una continua exhibición de los extraordinarios conocimientos que este biólogo tiene sobre la riqueza botánica de los Montes Propios.

Iñigo nos mostró y nos habló de las propiedades de los gamones, de las collejas, de las tunas y de las cochinillas que parasitan sus palas y luego permiten dar color no solo a los tejidos, sino también a productos alimenticios como el yogur, el salami o la hamburguesa (ojo al colorante 120; en realidad es cochinilla machacada). También aprendimos que los tallos jóvenes de la zarzamora se comen, igual que la borraja. Y que el poleo y la menta no son dos infusiones, sino el primero una variedad de la segunda.

Mientras conocíamos el lino silvestre e Iñigo nos hablaba de las 30 especies de orquídeas censadas en la provincia, el pequeño reclamó su atención: “¡¡Papá, papá, una mantis!!”, gritaba mientras corría hacia su padre con el insecto posado en uno de sus brazos, orgulloso del descubrimiento. No sería el único, ya que a lo largo de la mañana fueron muchos los animalillos que el crío nos fue enseñando, como la lagartija cenicienta o la mosca escorpión, interrumpiendo con desparpajo las explicaciones de su padre sobre plantas como la romasa, el ajete conocido como lágrimas de la virgen o el berro, que hay que lavar siempre muy bien para eliminar el parásito que cría y que ataca al hígado. O la zarzaparrilla, que se utilizaba para fabricar refrescos hasta que apareció en nuestras vidas la cocacola. “¡¡Papá, ahora he encontrado un saltamontes de ala roja!!”, vuelve a gritar alborozado el chaval. Y el padre, orgulloso, se acerca para comprobarlo, mientras Amarillo aparece con un topillo muerto y a alguien no se le ocurre otra cosa que celebrar su velatorio con un rengue, que ya es la hora. Reponemos fuerzas y seguimos. Una pequeña plantación experimental de eucaliptos en medio del bosque autóctono da paso a un grupo de parras silvestres de las que cuelgan unas enormes lianas. En la contemplación de esta maravilla de la naturaleza estamos cuando el niño vuelve a alertarnos: “¡Una oteca de mantis!”, exclama. Y nos quedamos todos con cara de pócker. ¿Una oteca? ¿Y eso que es?, nos preguntamos. La explicación nos la da de inmediato Iñigo: se trata de una agrupación de más de un centenar de huevos. ¿Cuántos hay? Pregunta el padre al hijo. “Más de cien”, responde el pequeño. Y su progenitor confirma, satisfecho, mientras quienes contemplamos la escena admiramos los conocimientos y el entusiasmo del menor.

Pero lo mejor del día estaba aún por llegar. Sería al final de la mañana, cuando tras alcanzar la casa del Parral, nuestro guía nos introdujo en el canuto que toma su nombre de la casa, o al revés, o ambos toman el nombre del paraje, denominado seguramente así por la proliferación de esa planta en la zona. El canuto es un espectacular bosque en el que conviven, no sabemos si en armonía o en continua lucha por ocupar el poco espacio que comparten, laureles centenarios, rododendros, helechos de gran porte y muchas otras especies que admiramos boquiabiertos durante esta privilegiada incursión en un lugar al que no puede llegar cualquiera. En el ratillo que pasamos en el canuto hubo tiempo para la contemplación del paisaje, para recrearnos oyendo el trino de los pájaros, para la pose fotográfica en el improvisado fotocall con flores de rododendro, y también para los resbalones. Dos culazos dio Manolo Colón al cruzar un arroyuelo.

Y de vuelta, la comida en una pradera junto a la casa. Para la ocasión, Lucía sacó de la mochila un mantelito del Trinaranjus que debe tener los mismos años que las sillas de playa de Pedro (las de la Caja), quien por cierto está dispuesto a amortizar a tope el plasma que se acaba de comprar. Se trajo la funda de la tele para usarla como mantita de campo. No tuvimos tortilla de Mari, pero Iñigo nos invitó a una idem de collejas, exquisita por cierto. Y hubo postres variados riquísimos, alguno traído expresamente de Estambul para la ocasión. A falta de Kitkat, tuvimos turrón de chocolate. Y cafelito de María Victoria, que nunca falla. Y brandis para entrar en calor, aunque no hacía frío. En fin, lo habitual en las reuniones de Tempul. Todo bajo en calorías, por cierto. Jejeje.

El atracón tumbó a Salva. Esta vez fue el único que sesteó tras el almuerzo. Mila no lo hizo, cosa rara, y aunque no dimos la cabezada, todas y todos recargamos las pilas para el retorno, que fue un paseo. El recorrido de vuelta aún nos deparó algunas imágenes curiosas, como la de un “curita” desovando mientras el sol hacía su aparición por vez primera en el día, o la de una mantis de gran porte que nos dejó a todos boquiabiertos por la delicadeza y perfección de sus formas.

Poco más dio de sí la jornada, que finalizó con la ya clásica parada para café en ruta de retorno, de nuevo en la venta la Cascada, donde nos despedimos con un sincero agradecimiento a Iñigo por cuanto nos ha enseñado a quienes tuvimos el privilegio de disfrutar de esta actividad. Al pequeño no pudimos despedirlo porque el sueño lo rindió nada más acomodarse en el asiento del coche. Seguro que se pasó todo el viaje de vuelta soñando con sus amigos los bichitos.

Tily Santiago

Colada de la Reginosa-Paloma baja-Bolonia.

7 de Junio de 2014 POR LA ORILLITA DEL MAR...

Al despertarme el domingo, algo repuesto del cansancio de andar por las arenas, la primera imagen que vino a mi mente fue la que evocan en mí los primeros versos de una poesía que dice así: “Por la orillita del mar, del mar de mi hermosa tierra, desmelenada y desnuda, corre, loca, una doncella...”

Sé que no son muy conocidos ni el poema ni su autor, pero me pareció apropiado ese inicio para comenzar el artículo. Y diré por qué.

De cuanto pudimos ver en nuestra marcha por la colada de la Reginosa, y a la vuelta por la costa, esa fue para mí la mayor sorpresa del recorrido. Una desinhibida joven, sin más atavío que un sombrero, jugando y corriendo por la arena de la playa, junto a donde estaba nuestro grupo. Espero que nadie capturara la escena con máquinas, pues nuestros ojos y cerebros merecen ser los únicos depositarios de este recuerdo tan agradable.

Como cada quien es cada cual, y a este loco le asignaron la tarea de redactar la crónica, tendréis que aguantaros con sus manías. Entre las más evidentes está la de contar y numerarlo casi todo. Aunque llevo ya casi diez meses intentando quitarme, a veces es inevitable una breve recaída.

El 7/6/2014, alrededor de las 08:00, llegaron al punto de encuentro 6 coches de los que empezamos a salir unas cuantas personas. Éramos 9 mujeres y 7 hombres. En total, 16 peregrinos a la Baja Paloma. Por aquello de reducir consumos y contaminar menos, 2 vehículos se quedaron aparcados en las cercanías, y salimos hacia Medina a la cuarta potencia. Pudo ser un presagio del estupendo día que íbamos a pasar que el grupo tuviera ese tamaño mágico de 4 por 4, pero nadie comentó la curiosidad numérica.

Tal como estaba dispuesto, hicimos el desayuno en Venta Candela, muy cerca de la capital del alfajor. Impresionantes rebanadas o modestos bollos cargaron de calorías al equipo caminante, que por esta vez no tuvo que mover previamente ni una sola mesa, pues José Ángel había avisado por teléfono de nuestra llegada. Que sirva de precedente, pues estuvo muy bien hecho.

Poco después de las diez y media nos pusimos a andar. Sin ver ningún panel informativo ni señal de inicio del sendero, nos conformamos con seguir (a la contra) las flechas amarillas que de trecho en trecho jalonaban el camino, por el pinar que permite estabilizar un poco la arena y fijar las dunas. Como niños traviesos, sucumbimos a la tentación de escalar al techo del primer búnker que vimos, cuando llevábamos tres cuartos de hora en marcha.

Con poco más digno de reseña (las piedras talladas hace siglos, los grupos de caminantes con que nos cruzamos, el trastero con vehículos obsoletos, la nueva vara para el alcalde de carretas...) llegamos al mediodía a la puerta de El Mirlo. Este bonito restaurante sirvió de aprovisionamiento de bebidas para acompañar el acostumbrado rengue. Después, bajamos a la playa para hacer costeando el camino de regreso.

En la segunda o tercera calita dispusimos la acampada del almuerzo. Los dos o tres intentos de darse un baño previo se quedaron en conatos, a causa de la incomodidad de las numerosas rocas del fondo y de la violencia de las olas al romper. A la sombra de los pinos dimos cuenta de la comida principal, y en muchos casos a ésta le siguió una siesta tan larga que estuvo a punto de originar quemaduras considerables.

Otros no pudimos pegar ojo, bien fuera por la inquietud al ver un exhibicionista con impermeable y gorra Piumadoro (que terminó por subirse la cremallera de la bragueta), o bien por quedar extasiados ante tanta maravilla natural. El panorama africano, desde Ceuta y Tánger hasta el cabo Espartel, rivalizaba con las suaves colinas y los montes venusinos más cercanos.

Reanudada la caminata, mientras seguíamos el sendero, pudimos oír los interesantes relatos de quienes parecían competir con sus hazañas marciales. Legionarios, regulares, artilleros e infantes adornaron con variada fantasía sus recuerdos mozos. Al pasar por los Baños de Claudia hubo quien volvió a probar suerte, siendo en este caso las algas el motivo de que tampoco resultara agradable la experiencia.

Llegamos al aparcamiento hartos de arena, y aunque nos apetecía tomar un refresco, no pudo ser allí mismo porque al parecer estaban celebrando una boda o algo parecido. Quienes teníamos más ganas nos acercamos al hostal Los Jerezanos, y quienes prefirieron meterse en carretera optaron por buscar el Apolo XI. En la charla con los nuevos amigos de Tempul, Aurora y José Luis, descubrimos (entre otras cosas) que los carriles de Rota guardan gratos recuerdos para varias parejas del grupo. Tan memorables como los mejores momentos de esta excursión, la última del curso actual, que nos deja con ganas de volver.

Pepe Abollo.

CURSO 2014-2015

Castellum Aquae del Cerro del Moro en Sierra Aznar 18 de Octubre de 2014

HAY GANAS DE TEMPULEAR Si se me pidiera una conclusión de la que ha sido la primera actividad, aunque extraoficial, de Tempul en este curso recién nacido diría, sin dudarlo y con rotundidad, que esta asociación está viva. Quizás más viva que nunca. Diría también que se respira ilusión, mucha ilusión de cara al futuro, tras haberse superado un breve pero atípico período en la asociación, motivado por el vacío de gobierno. Y diría que se palpan muchas ganas de dibujar una senda que comenzará a trazarse el 26 de octubre en los Toruños, y por la que deberán discurrir los derroteros de un nuevo tiempo para este grupo de amigas y amigos a quienes sobre todo, como gusta decir al presidente in pectore, nos gusta “andar por el campo”.

Haré público aquí un secreto, aunque ello me pueda costar un disgusto. La primera convocatoria de este curso ha sido tardía, en horario, porque en la “cocina” de esa actividad estuvo el futuro rector de los destinos de Tempul. De muchos es conocido lo poco que gusta Luis de madrugar. Así que cuando las llamadas y llamados por el nuevo presi decidimos convocar, desde el anonimato (otro secreto desvelado), la salida del 18 de octubre, fue el primero que, aprovechando la cercanía del destino y lo cortito del itinerario, aplaudió la propuesta de quedar a las 10.00. ¡¡Si, a las 10.00!!. Aviso a navegantes: quien seguramente pronto será el nuevo presi seguirá “luchando” por programar las salidas a horas menos intempestivas de lo habitual.

Pero no vamos a dejar que se salga con la suya. Entre otras cosas porque ello nos privaría de uno de los ratillos que más nos gustan en las excursiones: el desayuno de venta. Esta vez no pudo ser. Trocamos desayuno por almuerzo, y haciendo honor a la verdad, hay que decir que ganamos con el cambio. Si no los bolsillos, al menos los estómagos seguro que sí. Pero esa parte del día se narrará después.

Cambió la hora, cambió el lugar del desayuno (esta vez en casa de cada cual), pero no cambió el lugar de encuentro y salida. Nuestra gasolinera de Piscinas Jerez nos dio los buenos días y nos empujó hacia la autovía de Arcos, que abandonamos por la primera salida para adentrarnos en la población, circular por Debajo de la Peña y buscar la carretera de Algar, hacia un pequeño núcleo rural pasado el cual se accede a la finca en la que pudimos estacionar los coches para iniciar el sendero. Esta vez no hubo que contar porque a base de confirmaciones previas para reservar el almuerzo, estaba ya determinado el número de participantes: 29. Cinco de estreno como socios (Manolo y Chari, Alejandro y sus niños, pero sin Mariele, ya que ni ella ni Oliva pudieron asistir), y el resto, más o menos veteranos. Desde luego, la futura directiva, si la asamblea así lo quiere, asistió al completo. Junto a otras y otros que iremos mencionando. O no.

Juan Grilo, buen conocedor de la ruta a recorrer, y bien que lo demostró durante todo el paseo, se encargó de guiarnos y de contarnos todo lo que le pareció de interés: desde las primeras vistas del cerro del Picao y la sierra de la Sal, a poco de comenzar la subida, hasta la posibilidad de encontrarnos a lo largo del sendero numerosos restos arqueológicos, de cerámicas y herramientas fundamentalmente, que dan fe de la existencia en el lugar de un importante yacimiento, en el que aún conviven, a pesar de los continuos expolios, vestigios paleolíticos, turdetanos, romanos y musulmanes.

El calor, ya estaba previsto, empezó a hacer de las suyas muy pronto, apenas enfilamos el sendero que, de ida, fue una continua subida. Ello no fue óbice para que la pareja más joven de la asociación (entiéndase lo de joven aplicado a la relación, no a sus edades) volviera a hacer gala de su pasión…. por la fotografía, en su doble vertiente, la del posado y la del disparo. Con todo cariño, para Manolo y Chari: ¡¡Qué bonito es el amor!!

Informados ya de los antecedentes históricos del lugar, Juan nos conduce, siempre cuesta arriba, a la que fue la cisterna romana más grande del mundo, un impresionante rectángulo perfectamente trazado y conservado, de 20x20x5 metros, que en tiempos hizo las mismas funciones que la cercana presa de Guadalcacín. Eso sí, cuando la zona la poblaba mucha menos gente que en la actualidad.

El breve descanso para contemplar esa magnífica obra de ingeniería, en la que Manué (Rodríguez, no confundir con Colón) casi besó el suelo a cuenta de un traspiés, permitió a algunos hacerse con unas buenas piedras para afilar, y a otras, podréis imaginaros quién, comenzar la recolecta de los primeros espárragos de la temporada. Ella, sí, Mari, se llevó una buena maceta para la cena. Hubo quien prefirió el tomillo que, junto a un auténtico festival de plantas aromáticas, hicieron de esta excursión un deleite no solo para la vista, que también, sino sobre todo para el olfato. Y hubo quien optó por la recogida de cartuchos, de esos que nuestros “amigos” los cazadores van dejando como un reguero cual Pulgarcitos del bosque, aunque nada tengan que ver con el personaje de Perrault. Pepe (Abollo, no confundir con Grilo) siempre velando por el bienestar de nuestra Naturaleza.

Entre esparragueras y tomillos llegamos al punto más alto del itinerario, donde pudimos contemplar la boca por la que, desde un cono natural que recogía aguas pluviales, y también desde un manantial del que ya no queda ni rastro, se producía el aporte de agua a la cisterna, a través de un túnel que Juan ha tenido el privilegio de recorrer y de cuya excelente arquitectura nos contó todos los detalles.

Una vez arriba, con unas preciosas vistas del pantano de Guadalcacín a un lado, y nuestro punto geodésico de cada marcha al otro, llegó el premio; cómo no, en forma de rengue. Esta vez no sólo regado con buenos olorosos y amontillados, e incluso alguna Cruzcampo, sino también aliñado con nuevas historias del lugar contadas por nuestro guía. Juan, señalando hacia el horizonte, nos relató la batalla del Majaceite, que en la garganta situada a nuestros pies, entre la sierra de las Cabras y la de la Sal, libraron en 1836 carlistas e isabelinos en la I Guerra Carlista.

Aún nos quedaban por conocer las cisternas de decantación, otra increíble obra de los ingenieros romanos para depurar el agua almacenada y prepararla para el consumo. Fue el principio del final de la marcha, que nos devolvió al punto de inicio al filo de la una y media de la tarde, con el tiempo justo para llegar a comer a la ya conocida venta Mesa Jardín. Porque el menú concertado incluía el postre, que si no, le dejamos la furgoneta vacía al chaval que apareció por el aparcamiento vendiendo dulces de Trebujena, justo cuando nos disponíamos a abandonar la Sierra de Aznar. Que casi se me olvida mencionar el nombre de este itinerario.

Qué decir del copioso y sabroso almuerzo que nos sirvieron los chicos y chicas de Mesa Jardín. Aunque el calor siguió haciendo de las suyas incluso en el interior de la venta, pudo más el placer de degustar una deliciosa comida que por otra parte, vino a constituir un estupendo broche para esta ¿primera? actividad de un curso que promete. Ojalá esas vibraciones que sentimos en la serranía arcense sean un buen augurio para este nuevo tiempo de Tempul.

Tily Santiago

P.D. Las personas interesadas en identificar a las y los participantes en esta marcha no mencionad@s en la crónica, asómense por la galería gráfica de esta actividad. Y de camino podrán contemplar unas imágenes bellísimas de la serranía de Aznar.

Ruta de las Castañas. Parauta-Algorma-Molino Real-Parauta 8 de Noviembre de 2014

RUTA DE LAS CASTAÑAS, 2014: LA EXCURSIÓN ZEN. "Lo que una vez disfrutamos jamás lo perdemos.

Todo lo que amamos profundamente se convierte en parte de nosotros mismos."

Helen Keller

Para quienes participamos en las actividades que organiza nuestra asociación, la cita anual con la ruta de las castañas es, sin duda, algo especial. Es posible que sea porque es la primera actividad "otoñal", la del reencuentro de todos tras el paréntesis veraniego. Tal vez porque casi siempre supone la primera ruta con tiempo más fresco, cosa que se agradece después de los calores. Y, posiblemente también, por la magia que aquellos parajes desprenden y que a todos nos llega. Aunque pudieran tener algo que ver también lo suave del recorrido (dificultad media/baja), así como la terminación con la comida en un restaurante. Lo cierto es que ha sido una cita casi multitudinaria, con muchos socios/as y amigos/as; y algunos familiares.

Una verdadera reunión de esta familia que es Tempul.

Con puntualidad británica, a las 8 en punto, todos los de Jerez estábamos en Piscinas Jerez: Salvador López con Carmen, Jesús López con Carmen idem, Jesús y Mari, Pedro Luís y María Jesús con su prima María Ángela y Juan Antonio, Dioni con Mila y el hijo de ambos con Virginia, y Chari García con quien escribe esta crónica. De allí, a la Venta El Arenal, pasado Algodonales, donde nos esperaban Alejandro con Elena y sus hijos Alex y Guille, así como los venidos desde Grazalema, José Ángel e Inma, y César con Isabel . Pronto llegaron los del Puerto: Tily y José Ramón con su hijo Ignacio, el otro Ignacio con sus hijas, Macarena y Marta, y su inseparable Tory, así como Pepe con Cati. En Jerez el tiempo era estable, pero a partir de Arcos habían empezado a aparecer bancos de niebla, y en el horizonte veíamos grandes nubarrones pegados a la sierra que nos hacían temer lo peor. No obstante, Juan Grilo nos tranquilizaba desde Parauta, al decirnos que estaba nublado pero sin lluvia. Al llegar a Parauta, allí

estaban esperándonos en su casa, Juan y Lucía, Pepe Grilo, Manolo Gómez con Julia, así como Juan Sánchez y Paqui con sus hijas Julia e Irene.

Nada más tomar el desvío desde Ronda hacia Parauta, el visitante recibe una sorpresa: ese paisaje, increíble por lo bello, del valle del río Genal. La carretera es muy estrecha y con curvas, pero sentimos que nos estamos sumergiendo en un lugar especial. Tras las lluvias de la noche anterior, la visión es especialmente diáfana. Agarrados a las laderas, los caseríos de Cartagima, Pujerra, Júzcar, Alpandeire y el mismo Parauta se nos aparecen en medio de un mar de colores diversos: los ocres del castañar, los verdes oscuros del encinar: y los verdes claros de las choperas. Y el olor a leña quemada en las chimeneas se nos va haciendo más intenso conforme vamos entrando en Parauta que cada vez que venimos se nos asemeja a un portal de Belen. Como una caravana multicolor atravesamos andando todos el pueblo, silencioso, de calles estrechas y limpias, con sus escaleras y sus cuestas y unas casas con una sorprendente homogeneidad constructiva. Por aquí parece que no pasa el tiempo. Llegamos a casa de Juan y Lucía, y desde allí nos adentramos por el camino de Cartagima, para desviarnos buscando el cauce del arroyo Bolones. Al principio todo cuesta abajo, así que todos felices, disfrutando de la sinfonía de colores, el leve viento fresco, la temperatura ideal para caminar, los castaños centenarios, en fin, un zen total. En esta ocasión hemos podido cruzar el arroyo, que no lleva agua por las escasas lluvias. Allí cerca, algunos nos asomamos a la sima de la Minilla, un punto de pérdida de aguas sobre el que Juan Grilo nos cuenta que cuando se producen lluvias abundantes entra en carga y mana agua, cosa que no ha sucedido aún este otoño. Y desde allí, hasta el manantial de la Algorma, donde tuvimos una sesión de fotos familiares animados por la belleza del lugar. Alex, con su especial agudeza visual y su curiosidad sin límites encontró trozos de calcita, una cristalización propia de las zonas kársticas. Junto a una encina centenaria, bellísima, nos hicimos la tradicional foto de grupo, y algunos como José Ángel e Inma, Chari y quien suscribe realizamos el abrazo al árbol, para que éste nos transmita energías positivas y nosotros a él.

Poco después, el tradicional rengue, con la variedad de vinos habitual, acompañados por el exquisito queso de cabra que nos ofrecen Juan y Lucia. Atravesamos el arroyo de la Riachuela, un poco más contentos gracias a la copita, y donde nadie se resbaló, y de ahí, pasando por las ruinas del molino real, ya cuesta arriba hacia Parauta. Y cada cual con su propio zen, Chari y Mari con el "zen recolector", recogiendo todo lo comestible que se podía: nueces, castañas, madroños, etc. Después durante el viaje de vuelta hacia Jerez, Mari se lamentaría de haber tenido que dejar sin coger unos kakis a los que no llegaba, y Chari, en el coche, seguía pelando y comiendo castañas. Dioni captando con su nueva minicámara los increíbles colores de la tarde, que iban cambiando por momentos; Juan Sánchez nos ilustraba con sus tácticas para subir hasta el Veleta en bicicleta. Y María Jesús, muy contenta por su buen estado de forma, aspecto que quedó demostrado en la subida.

La apoteosis final tuvo lugar en el restaurante El Anafe, con un menú estupendo acordado por Juan Grilo y Lucía, a base de cocido parauteño, venado a la castaña y mousse de castaña, todo insuperable. Y después, despedida y todos a los coches para volver a casa, con la sensación de haber tenido un gran día, con unas vivencias que ya forman parte de todos nosotros.

M. Colón

El Palancar. P.N. Los Alcornocales 22 de Noviembre de 2014

El día amaneció nublado pero aun así, puntuales, salimos de la Gasolinera Vista Alegre, a las nueve de la mañana los que veníamos de Jerez: Pepe Abollo, Dioni y Mila, Domingo y Pepa, Manolo Colon y Chari etc. con dirección al Área de servicio de Los Barrios, La Palmosa para tomar un desayuno. Allí nos esperaba el personal del Puerto: Luis Benítez y Charo, Tily Y José Ramón, Ignacio, Manolo e Isabel.

Aquello parecía una romería de un ir y venir gentes. Eso si eficacia a la hora de servirnos, aunque para algunos las tostadas no estuvieran lo suficientemente hechas. Aquí me entero, para mi sorpresa todo hay que decirlo, que tenía que escribir la crónica; mi primera crónica.

De aquí continuamos por la autovía hasta tomar la salida 70, zona recreativa de Charco redondo.

Atravesamos el pantano por un viejo puente y aparcamos, dejando los coches unos en la puerta, otros un poco antes. Esta vez no tuvimos problemas de cacerías para entrar. Nada más pasar la cancela nos encontramos con unas” plantaciones” de hierro no muy gratas para el paisaje con un letrero que más de uno estará de acuerdo que decía “Mirar la mierda que nos plantan”. Continuamos por el sendero y primera parada,” el rincón de los enamorados”, con su puente bucólico y banco para sentarse alguna que otra pareja. Aquí más de uno se retrato, entre ellos no podían faltar Manolo y Chari. Continuamos por la vereda y nos encontramos con una fuente ferruginosa y tumbas; mas adelante cabañas morunas. Los más ligeros continuaron por el sendero sin percatarse que salía humo de una chimenea. Los más curiosos nos aproximamos observando a una familia asando un pequeño cochino abierto en canal bajo el fuego de unos troncos de leña, al cual gentilmente nos invitaron a catarlo.

Caminando observamos varios tipos de burros, hasta llegar a una loma donde nos encontramos con una pila de cojinetes para los susodichos animales, que echaban un olorcito un tanto curioso, que contrastaba con una de las múltiples vistas de nuestro protagonista, el pantano, que veríamos a lo largo del recorrido.

Adentrándonos por un camino un tanto pedregoso; algunos aprovechamos para hacernos fotografías “zen”, al son del viento, hasta llegar a las casas cuevas y horno. Esas cuevas, según explicaciones de Manolo, son tafoni, cavidades que se forman a las areniscas por humectación. Al introducirme en una de

ellas por curiosidad y hacernos unos cuantos retratos con parte del grupo, me doy cuenta de la perdida de mi jersey. Retrocedo sobre mis propios pasos acompañada de Pepa, mientras el resto continua andando lentamente u observando el paisaje que no tiene ningún desperdicio, mire por donde se mire.

Afortunadamente solo tuvimos que andar unos cuantos metros, encontrándolo y reuniéndonos con el resto del grupo. Seguimos por el sendero a través de vegetación, hasta llegar al mirador de La Laja y observar las impresionantes vistas de la presa.

Aquí se hizo la parada oficial, un poco tarde, pero se hizo sin que faltara el vino y el queso, y frutos secos entre otros. Seguimos andando con Charco Redondo a nuestra izquierda, acompañados por la música del viento, mientras observamos y catábamos los madroños, algunos con dificultad para cogerlos, lo que nos hizo acumular fuerzas para la gran bajada. Algunos lo hicieron con lazarillo; otros con ayuda de los palos y otros sin más con sus piernas.

Los más atrevidos entre ellos Pepe Abollo e Ignacio bajaron hasta la misma orilla para observar más de cerca un arco formado geológicamente y unos burros, que algunos decían que eran de tres mujeres ,entre ellas Tily, que se habían convertido en ellos. No podían ser otras personas porque el resto estábamos visibles. En el descenso observamos gracias a los ojos de Dioni, aunque luego Pepa vio más, las famosas herrizas, planta carnívora y endémica de la zona.

Seguimos bordeando el pantano esta vez dejándolo en nuestro margen derecho, al son del agua como si se tratara del mar que rompía con las rocas, hasta llegar al comedor. Dicho habitáculo se trataba de una pradera, obviamente verde con una casa abandonada. Le faltaban asientos, que alguien muy gentilmente, Manolo, se ofreció a buscar a modo de piedra aunque no para todos. Eso si, la primera fue para el presi, Luís. El resto nos sentamos en las típicas mantas. Comimos, charlamos, tomamos café acompañados con diversos tipos de chocolate, y algunos hasta durmieron la siesta. Tras la sobremesa emprendimos el camino de vuelta atravesando una pequeña subida hasta llegar al punto de partida.

El regreso aunque con pena porque se acababa fue muy ameno hablando de los avatares de la vida con nuestra amiga “La Parisina”. Algunos, parecían cansados, aunque las ganas de pelearse como niños con su gran amigo de juventud, no las perdió. A todos ,creo, que nos impresionó las increíbles vistas panorámicas que tuvimos durante el recorrido , así como de la variedad de vegetación que observamos entre pinares de repoblación, las encinas, los alcornoques, la desnudez de los arboles por el descorche, nuestras amigas las aulagas, plantas carnívoras autóctonas del lugar, las drosophila,etc. Antes de llegar cada una a su lar, nos tomamos un último café o refresco, sin que faltaran comentarios de la excursión realizada, así como de la próxima salida.

Aquí pongo punto y final, dejándome seguramente muchas impresiones y anécdotas del día.

Oliva

Montellano, subida al castillo de Cote 6 de Diciembre de 2014

Hacía un día maravilloso de esos que invitan a caminar Y como pensamos estos amigos a Montellano fuimos a parar Casi extasiados de la belleza del entorno nos recreamos Por eso unidos en volver a estos parajes siempre quedamos Os presento mi faceta lírica, mala ¿no?, pero, ¿y el esfuerzo por hacer algo distinto, eh?. Prometo no intentarlo más.

Como de costumbre para las marchas de esta zona, la salida se realiza desde la gasolinera de Piscinas Jerez, 9 de la mañana; los de El Puerto (buena comparsa), nos fuimos directamente al desayuno en la Venta El Palancar, que coincidencia con el nombre de la última marcha, y de forma sincronizada allí estábamos todos a las 10,15h. Tras el rápido desayuno salimos hacia el punto de inicio, en la Venta El Potaje, son las 11 h. y estamos a 250 mts. aproximadamente.

Somos 30, 9 invitad@s y 21 soci@s, o 26 adult@s y 4 no. Ruta circular, en la llamada Sierra de San Pablo o de Montellano. Ascendemos por pista, por el llamado Sendero de la Cancha, entre pinos repoblados, despacio, sin prisas, con frío, en torno a 10º, y como siempre con la cháchara propia de unos buenos amigos que disfrutan al mismo tiempo del paisaje y la compañía. En el ascenso, Montellano nos queda a la izquierda y se comprueba que no es ni un Monte, ni es Llano. Por este Sendero recorren todos los años las carretas en la importante Romería de San Isidro (domingo posterior al 15 de mayo), cosa que pudimos comprobar al final del día, antes de salir de vuelta, cuando vimos aparecer un tiro de bueyes con su carreta y su boyero (que no es el marido de la boyera).

Pinto, pinto, llegamos al mirador de la Cancha, con ese ventanuco todos nos pusimos para la foto y una panorámica donde podemos, perdón, se puede ver el Puerto de las Palomas y la Sierra del Pinar, con El Torreón (el punto mas alto de Cádiz 1,654 mts.) y el San Cristóbal, o pueblos como Puerto Serrano, Prado del Rey, Villamartín, Arcos o Bornos y su pantano, y mas a la derecha, la Torre Lopera en Utrera.

Y seguimos para arriba y tras pasar por la torre de vigilancia hacia la derecha (hacia el este), bajamos por un precioso y cerrado bosque de pinos y nos dirigimos a la base del cerro del Castillo de Cote. A nuestra derecha tenemos la cantera de áridos de Santa Isabel que se come gran parte de la ladera este con sus muchas terrazas, y de gran impacto visual, una pena.

Llegado a este punto hay que decir que, ni María ni Juan perdieron el tiempo en el camino y fueron recolectando de todo: tagarninas, espárragos y setas.

Son las 12,30h y una vez abajo hacemos el necesario y esperado rengue, rengue que en esta ocasión fue vital por la tardía hora en que finalmente comimos. Todo un lujo de aperitivos y bebidas compartidas.

Y tras reponer fuerzas, la subida al Castillo de Cote, una muy bonita subida de unos 100 mts. de desnivel, rodeando el cerro, y con vistas impresionantes. Cruzamos restos del recinto amurallado y arriba alcanzamos la máxima altura, en torno a los 500 mts. Desde este lugar se podía ver la Sierra del Tablón, con el Algámita y el Terril (1.130 mts.), máxima altura de la provincia de Sevilla. Y más a la derecha el Peñón Zaframagón.

El castillo o torre tiene origen en el siglo X y ha sido rehabilitado recientemente. Creo que nos impresionó por su bella estructura de cruz griega con cuatro ábsides y pudimos subir a lo alto donde disfrutamos de las vistas, tomamos el sol tumbados un buen rato, vimos los buitres revolotear por arriba y por abajo y pudimos saludar a los parapentistas que se acercaban y nos correspondían en el saludo. Y cuantas fotos, fotos increíbles, Dionisio y Pepe se volvieron locos, las he visto y son de exposición. Pero no tuvimos mas remedio que bajar, claro, con lo bien que se estaba.

Y hablando de fotos, como poder evitar las obligadas líneas a Chari y Manolo; cuanto os hemos echado de menos por vuestras permanentes fotos cariñosas. En la anterior actividad no pudisteis venir por estar haciendo pestiños y en esta puedo suponer que tendríais que pelar la pava…., para la Nochebuena.

Una vez abajo, la foto de grupo, que guap@s, y de nuevo a caminar, que es para lo que venimos, de vuelta, bajando junto a la cantera, y ya en llano unos dos kilómetros más para llegar a los coches. En el camino de vuelta un gran pozo donde todos nos asomamos, que no entiendo para que, un pozo caramba.

Una vez llegamos a las 15,15h., sacamos las viandas y a comer en el merendero que justo allí había. Con mucho frío, con viento norte, pero reponiendo fuerzas y nos calentamos con alguna que otra petaca de brandy.

Ya de vuelta, en una venta de Bornos el clásico café de despedida.

Como siempre se recogió alimentos para nuestra campaña de Tempul Solidario.

Agradecer a Salvador, Juan y su hijo por realización previa para que todo saliera perfecto.

Quiero despedirme haciendo una justa alabanza al grupo que conformamos la buena gente de Tempul.

Naturaleza y amistad, perfecta unión para disfrutar de un día distinto, para evadirse y sentir buenas vibraciones. Besos y abrazos.

Ignacio.

Del Puerto del Alamillo a Montejaque por el río Campobuche 10 de Enero de 2015

por Elena Palacios y Alejandro Mira "Podrán cortar todas las flores, pero nunca detendrán la primavera". Neruda

La salida fue temprano como siempre, demasiado temprano para el sueño que manejo, con opción a quedar en Piscinas Jerez o en la Venta Julián en El Bosque. Los que escriben, con tal de ganar algo de tiempo, eligieron ir directamente a la venta. Allí estaban los amigos tempuleros ya terminando el generoso desayuno, y con las pilas cargadas a tope.

El día nos salió perfecto de temperatura y de luz. Se esperaba soleado, sin viento fuerte y con temperaturas máximas de 18 grados, perfecto para una buena caminata. Partimos para Grazalema a la que vemos por arriba y por abajo y la mires por donde la mires ¡qué preciosa está, tan cuidada, tan blanca, capital y centro de nuestra Sierra!

Seguimos la carretera en dirección a Villaluenga y a la altura del Puerto del Alamillo cogemos la primera desviación, una de tantas, en dirección a Ronda, a los pocos metros está el carril que recorremos, ya por carril de tierra y nos llevará a unos llanos donde dejamos los coches. Y ya desde el principio del recorrido comenzamos a recibir agradables estímulos en todos nuestros sentidos y principalmente la vista que goza con el colorido y el maravilloso paisaje que se nos presenta, pero también el frescor del aire puro, el aroma de las plantas, el crujir de las hojas bajo nuestras botas. A nuestras espaldas la Sierra del Pinar, y muy cerca uno de los alcornoques más grandes del Parque Natural, llamado de las Ánimas. En los llanos trotando tres caballos jóvenes por detrás de un rebaño de ovejas y parece que hacen de caballos ovejeros.

También vacas hermosas de puntiagudos cuernos que nos observaban con interés y nos acompañaron todo el camino.

Atravesando parte de los llanos se encuentra el río Campobuche, que fue nuestro guía en todo el recorrido y aquí más que río arroyuelo, luego irá tomando más cuerpo, pero siempre con mansas y claras aguas. A partir de aquí nos adentramos en el bosque de alcornoques y quejigos, con un aspecto más otoñal que

invernal y un suelo alfombrado de hojas secas que cruje y amortigua nuestros pasos. Continuamente escuchando exclamaciones de ¡qué bonito! ¡está todo precioso! y otros ¡Ahes! y ¡Ohes! Todos los que llevaban cámara le dieron al gatillo hasta la ampolla y el callo, y a alguno se le acabó la batería.

El río se va ensanchando por algunos sitios formando lagunas que, en otra época del año, debe invitar al baño. Ahora había sitios con una capa de hielo considerable en algunas zonas de la orilla protegidas de la luz solar, lo que nos da a pensar en el frío que debe hacer allí por la noche. Nuestros hijos disfrutaron rompiendo -literalmente- el hielo y helándose, a la vez, sus manos. El camino está bien marcado casi siempre y aunque atravesamos el río en varias ocasiones, en ningún momento lo perdemos de vista. Los árboles espectaculares, alguna vaca con un cuerno torcido, aunque no en el sentido común de la expresión, sino en el literal.

Vimos señales que indican que la zona es coto micológico, aunque setas vimos pocas. Llegamos a una zona con una presa, que hacía del río una laguna majestuosa en la que el paisaje se reflejaba en la superficie como un espejo. En este sitio se quedarían, Salvador y Manoli y Pedro y Maria Jesús, con la idea de parar y seguir a su ritmo, aunque decidieron volver a los coches al rato de estar allí porque las rodillas de Manoli estaban resentidas. El resto del grupo seguimos hasta la siguiente zona de parada, un gran puente, el Puente Dehesas (según figura en una foto de Panoramio), que nos recordó el de Cangas de Onís por la forma, aunque este parece ser que no es tan viejo. Allí se quedarían Pepe Mª Victoria y mis hijos Alejandro y Guillermo. Lo de Mª Victoria justificado por su pie aún convaleciente, y su marido también porque le acompaña. El Presi, Manolo e Isabel también decidieron quedarse así que tuvieron que escuchar algún comentario sobre su poca valentía. El resto seguimos el carril que nos llevaría hasta Montejaque, con la promesa de que allí nos darían una cerveza bien fría. Pasamos por el Cortijo Calabazares, donde nos cruzamos con un rebaño de cabras que se disponía a salir de paseo. A partir de aquí, el carril discurre por una zona más abierta. A nuestra izquierda está el valle que tendría que haber sido el embalse del malogrado pantano de Montejaque, ya que nunca consiguió el ingenio humano que el agua quedara allí y no se fuera por los recovecos hacia las profundidades de la tierra. Por el camino alguna fuente de agua fresca. Y andando y andando, cansados y con la imagen de una cerveza impresa en nuestra cabeza llegamos a Montejaque y en el bar “Las Campanitas” nos sirvieron las deseadas cervezas: ¡Unas auténticas Cruzcampo Especial Montejaque Limited Edition! A los pocos minutos de estar sentados ¿sabéis quienes aparecieron? El Presi y compañía (Isabel y Manolo); se ve que le tocamos en el amor propio, o que pudo más la cerveza que el cansancio.

La vuelta, ya con electrolitos repuestos, fue rápida, el hambre empujaba. Llegamos al puente donde Pepe, mi hermana y los niños nos esperaban, Comimos con ganas, era la hora. A nosotros se nos había olvidado comprar el pan para los bocadillos pero no hubo ningún problema, los amigos de Tempul inmediatamente ofrecieron del suyo, ¡gracias!.

Hubo bombones y café y ¡hasta polvorones! Y sin haber terminado esta excursión, ni siquiera esta comida, ya se estaba pensando en la siguiente excursión y en qué comeríamos...

La vuelta, por el mismo sitio, pero ya sin entretenernos tanto porque se echaba la puesta de sol encima. El paisaje con otras luces, el agua con otros reflejos, todo impresionantemente bonito. Llegamos justos, con el sol poniéndose y un cielo también llamativo por sus púrpuras. Llegamos cansados pero felices. Y nuestro hijo Alejandro ilusionado y ¡chorreando las mangas! con un trozo de hielo que esperaba mantener hasta yo que sé cuándo. También hubo café en venta, a la que nosotros ya no fuimos.

Diagnostico final:

 

Un recorrido precioso para un día precioso de invierno Compañía inmejorable, como siempre

    

Muchas vacas pero solo una con los cuernos torcidos El Presi, y alguno más, son vulnerables cuando se les ataca el amor propio La cerveza fría siempre está buena, pero sabe a teta después de varios kilómetros de buscarla Clínicamente no ha habido sobreesfuerzo cardiopulmonar pero sí músculo esquelético, y muchas agujetas al día siguiente.

A pesar de rodillas estropeadas y pie convaleciente, el grupo maneja una vitalidad y una capacidad física y mental excelente, pura Inteligencia Emocional de Grupo

Datos técnicos, proporcionados por Endomondo (una App para móvil)

   

Recorrido total 21 km Tiempo total andando 4 horas y 50` Velocidad media de 4,3 km/h.

Para una persona de unos 80 Kg el consumo fue de 1.500 KCal (justificados los bombones que nos metimos entre pecho y espalda).

Sierra de las Nieves. Subida al Alcojona 23, 24 y 25 de Enero de 2015

ALCOJONA: UN QUIERO Y NO PUEDO, PERO PUDIERON… Y PODREMOS

Inmejorable fin de semana de Tempul en la Sierra de las Nieves con campamento base en las Conejeras

Cuando el sol se dejaba vencer por la luna, exhausto tras regalar un radiante aunque frío sábado 24 de enero a quienes tuvimos la suerte de pasar ese día en la Sierra de las Nieves, alguien dijo a quien esto relata: “te va a faltar un cacho de crónica”. Ese alguien era uno de la docena de valientes tempuleros que horas antes había conseguido alcanzar el objetivo, coronando contra pronóstico la cima del Alcojona, tras haber superado mil y una adversidades. Esta crónica quiere y debe ser un homenaje a esa cuadrilla de osad@s que, con el mejor guía a la cabeza, un Juan Grilo incombustible, regaló a Tempul la satisfacción del objetivo cumplido.

La odisea había comenzado el día anterior. Entre El Puerto y Jerez. Del primer municipio partieron casi puntuales los 8 socios y socias de Tempul que residen en esta ciudad (Isa y Manolo, Charo y Luis, Ignacio y Tere, José Ramón y Tily), acompañados por cuatro amigos, Pepe, Cati, Miguel y Ana. Dos de los coches recogerían en Jerez a Victoria, Pepe y otros dos amigos, David y Ángeles. Desde allí también partían una malusquilla Mila que, generosa como es ella, no quiso desbaratar planes a su Dioni, Jesús y María.

Todos nos encontraríamos en la venta El Arenal para dar cuenta del almuerzo antes de continuar hacia el camping de las Conejeras, en Parauta, destino del viaje, que alcanzamos a media tarde, tras una brevísima parada técnica para comprar las tres teleritas de pan (hay testimonio gráfico de las dimensiones de las mismas) que nos quitarían el hambre durante el fin de semana. Para entonces, ya estábamos recreándonos

desde los coches en las cumbres y laderas intensamente blancas de una preciosa Sierra de las Nieves que de esa guisa, vaticinaba la que al día siguiente sería una extraordinaria jornada para el senderismo.

Quienes de ese primer grupo no conocían el albergue de las Conejeras no daban crédito a lo que encontraron: un lugar amplio, acogedor, soleado, cómodo, limpio, divertido por la distribución, y calentito porque su regente, Mari, que se vuelca siempre con la clientela, no deja un detalle suelto: calefacción puesta desde el día antes y hasta la chimenea encendida. Esa misma agradable sorpresa se llevó el grupo de la tarde, en el que llegaron Jesús, Mari Carmen, Alejando, Mariele, los peques de la pareja, Manolo, Chari, su hija Carmen y Rocío, amiga de ésta. Con Juan y Lucía, para quienes este lugar es como su segunda casa de Parauta.

Para ese momento los Rodríguez Poquet y amigos, Pepe y Cati, ya estaban instalados en el bungalow aledaño al albergue, ya que cuando decidieron incorporarse a la actividad teníamos el aforo completo. Y para entonces, ya estaban también sorteadas las habitaciones y asignadas las 12 literas de cada estancia.

Una de ellas, la de Mila, en piso alto, nos dio un buen susto, que no pasó a más porque su vecino del bajo no estaba en ese momento en casa: el somier se desplomó literalmente sobre la cama de abajo, con Mila encima. Menos mal que es peso pluma ¡¡Menudo sobresalto!! Y primera anécdota del día. Problema resuelto con la intervención de un diligente Levi, pareja de Mari y mantenedor del camping en sus ratos libres, quien con la ayuda de JR resolvió el problema. Pero claro, a más de uno y una nos costó conciliar el sueño pensando que en cualquier momento de la noche podría venírsenos encima el vecino de arriba.

Con grupo ya completo y compacto instalado en el albergue, 32 sumando a la pareja que sólo pisaría la casa de Parauta para dormir, y un frío fuera que helaba las piedras, la tarde-noche invitó a las tertulias en torno a la chimenea, mientras los niños y niñas jugueteaban alrededor.

La cena, como es costumbre en esta asociación, fue un festival de platos a cual más rico. Y un devenir de cruzcampos heladas para regar tan sabrosos manjares. No citaré ninguno porque fueron tantos que alguno se olvidaría. Todos, sin excepción, exquisitos. Y de postre, frutas aparte, otro festival, éste de copitas, preparadas con los variados licores traídos para la ocasión y algunas incluso con elixires. ¡Para estiloso, Tempul!

La velada fue corta, porque había que descansar para el día siguiente, pero intensa. La mayoría en torno a la chimenea, y las fumadoras y fumadores a ratitos en la terraza, desafiando el intenso frío, que no les privó siquiera de una sesión fotográfica. Hasta que a la hora de Cenicienta se tocó retreta y todo el mundo a la cama. Hubo quien concilió el sueño sin dificultad, los menos, mientras la mayoría “disfrutábamos” del concierto que nos ofrecieron aquell@s cuyas camas crujían como los gamones en Ubrique. Ana, desesperada, llegó a cambiar cama por sofá, lo que casi la deja como una alcayata.

La discusión de la noche anterior para fijar la hora de levantada no sirvió de nada, porque poco después de las 7 empezó el desfile. Los más madrugadores se encargaron de organizar el desayuno, a base de un café preparado por el presi tan cargado que casi se podía masticar, y unas buenas rebanás tostadas que nada tenían que envidiar a las de la mejor venta serrana.

Tanto madrugamos que media hora antes de la fijada para iniciar la marcha, todo el grupo de andarines estaba ya dispuesto para salir, a la espera de la llegada de Domingo, Pepa y Oliva, que vinieron con compañía, la joven mexicana Marcela, estudiante acogida en “casa Clavijo” durante su estancia en Jerez.

También se unieron Aurora y José Luis, amigos de Pepe y Victoria ya conocidos en Tempul. Antes, para aprovechar la espera, foto de grupo en la terraza del albergue, con el compromiso de repetirla a la vuelta incorporando a los que estaban por venir, pero no pudo ser ya que la noche casi se nos echaría encima.

Tras despedir a l@s 8 que por razones diversas, males y achaques en casi todos los casos, optaron por permanecer en el albergue, la otra treintena en grupo inició la actividad programada, con un desplazamiento de unos 9 kilómetros en los coches, nada fácil por cierto, por la pista que conduce a los Quejigales y sin llegar a este lugar, después por el camino de Tolox que lleva al Pinsapo de la Escalereta, hasta alcanzar el Llano de la Laguna (1.180 metros), lugar previsto para aparcar.

Digo que no fue fácil llegar allí porque tal como había vaticinado nuestra anfitriona la tarde anterior, durante el fin de semana la zona se convirtió en una feria, con un ir y venir continuo de vehículos a motor, de todas clases y tamaños que, literalmente, conforme avanzaba el día, terminaron colapsando carriles y caminos, invadiendo zonas prohibidas, destrozando cadenas y barreras, cargándose especies protegidas y áreas de repoblación, entre otras barbaridades. Lo peor, no obstante, nos esperaba al retorno.

La marcha a pie, de 7,5 kilómetros, un desnivel de 500 metros y dificultad ¿¿media??, según había anunciado nuestro guía, Juan Grilo, comenzó tomando el sendero del Pinsapo de la Escalereta. Para entonces, las laderas nevadas de todos los montes de esta preciosa sierra nos regalaban ya unas imágenes espectaculares. Imponente, el Torrecilla lucía todo su esplendor, ejerciendo el poderío sobre esta serranía que ese sábado hizo sobradamente honor a su nombre. Los fotógrafos no daban abasto. A las pruebas gráficas me remito. Las cámaras, también las de los móviles, no tuvieron apenas respiro durante todo el día.

Tras superar un paso cinegético, en el que Manué con sus jugueteos casi se queda sin bastón al caérsele al fondo del foso, avanzamos dejando atrás la vereda que conduce al Pinsapo de la Escalereta, para llegar al lugar conocido como Puntal de la Mesa, donde iniciamos la subida por el sendero que nos condujo al falso pinsapo de la idem. Hasta ahí, el recorrido fue un paseo, que dio para las primeras bromas del día. Domingo fue centro de algunas de ellas: “¿Dónde te has dejado hoy los espolones?”, preguntó alguien, mientras otra comentaba: “Hijo, to los pantalones te quedan cortos”. Pero Domingo, impasible, a lo suyo, que esta vez fue presumir de alta tecnología (esos Reyes) en forma de “go-pro” bien anclada a la frente, para retratar y grabar todo lo que se le ponía por delante.

Entre las fotos que tomó, que tomamos quienes teníamos algún tipo de cámara a mano, seguro que habrá unas vistas espectaculares de la sierra con el Mediterráneo al fondo, y un cielo azul intenso que nos alegró toda la jornada. Las fotos que esta vez no encontraremos en ningún álbum son las de Manolo con su Chari, porque su Chari se quedó en el albergue. Eso si, la hija, Carmen, acabó hasta el gorro de posar con la pareja de su madre.

Estábamos en el falso pinsapo, conocido por buena parte de la gente de Tempul en anteriores excursiones, cuando Juan avisó que comenzaba la “fiesta”: a crestear, con mucho cuidado, especialmente con los más pequeños, porque el precipicio era de categoría. Así que el presi aprovechó para dar caña a su amigo Manué, cuyos vértigos conocemos especialmente los más allegados. Al fondo, quienes se atrevieron a mirar, contemplamos un impresionante valle del río Verde, y al frente, además de mucha piedra, nuestro ansiado Alcojona.

Mucha piedra pero más nieve, lo que complicó sobremanera el plan previsto por nuestro guía de “buscar siempre el mejor paso por la vertiente derecha, hasta llegar a la cima del Alcojona (1.498 metros)”, según escribió él mismo en la previa de la excursión. De buscar, nada de nada, al menos con la vista. Con tanta nieve, tuvimos que apañárnosla con los bastones y las manos para, poco a poco, ir subiendo. Parte del grupo, viendo el panorama, se quedó en la base. Charo no tanto por el panorama como por la fatiga que la puso fatal hasta que echó fuera el desayuno. Otra parte intentó subir pero dio media vuelta sin llegar a superar la primera ladera. Los que conseguimos ese objetivo, premiamos el esfuerzo con un merecido rengue, que nos permitió reponer fuerzas, mientras contemplábamos la impresionante vista desde esas alturas.

Pero cuando tocó reiniciar la macha, la 1,30 de la tarde, quienes habíamos dejado atrás a nuestras parejas y quienes llevaban niños (Luis, Manolo Colón, Alejandro, Mariele y la que esto escribe), así como Aurora y José Luis, decidimos volver, de lo cual todas y todos nos alegramos, por lo que nos vinieron contando los 12 valientes que siguieron adelante.

Juan, Yiye, Ignacio, Domingo, Oliva, Pepa, Marcela, Miguel, Mari Carmen, Jesús, Pepe y Dioni tuvieron los arrestos suficientes para armarse de valor y continuar la marcha, en unas condiciones más que adversas

y tras una decisión incluso un poco temeraria, según admitiría después el propio guía. Siguieron adelante hasta alcanzar la cima a las 4 de la tarde. Hasta ahí, caminaron como pudieron, sin sendero, a ciegas, pisando nieve que en algún momento les llegó casi a la cintura, y alguna, Pepa, llenándose el trasero de púas tras caer de espaldas sobre un arbusto camuflado por la nevada. Púas que llegaron hasta Jerez. ¡¡Qué doló!!

Igual si Pepa hubiera llevado puestos los calzoncillos de la nave espacial de Rodrigo que una vez se puso equivocadamente su padre, le habría dolido menos. Jejeje.

Mientras tanto, los 18 desertores disfrutábamos de un sol generoso que nos regaló calor durante el almuerzo, tras el cual esta vez echamos de menos el cafelito de Victoria y un cachito de prado libre de nieve donde haber podido echar una breve siesta. No pudo ser, así que a las tres y media, dado que el grupo del Alcojona no regresaba, emprendimos el retorno a los coches. Tampoco en el camino de vuelta faltaron las bromas.

Los niños de los sombreros (Manolo, Luis y JR) hicieron guerrilla de nieve, echando de menos al que, de haber estado, habría sido el primero en lanzar bolas blancas. Adivinad quién. Su nombre empieza por Pe. El camino de vuelta dio también para que Mariele se dejara una bota rota y el pantalón hecho jirones por la parte donde Pepa se llevó las púas puestas. Y para que Ana rebautizara el famoso pinsapo antes mencionado, al que ella, con su desparpajo, ha dado el nombre de “las Calderetas”. Por cierto, ya que estábamos cerca le hicimos una visita al tal, el auténtico, antes de regresar a los coches. Allí, en el Llano de la Laguna, con el sol empezando a descender, quienes pudieron se acoplaron en los tres coches disponibles, mientras Manolo Colón y los Invernón iniciábamos a pie los 9 kilómetros de carriles hasta las Conejeras. Nos recogerían Jesús y Mari Carmen a la altura de la Nava. Eso si, ninguno de los tres tuvimos que ponernos pantuflas de hospital para no mancharle el coche al señor presidente. Jijiji.

Lo que pudimos contemplar durante el camino de vuelta fue un horror. Descrito queda en la carta que la asociación ha remitido a la Consejería de Medio Ambiente y al director del parque natural Sierra de las Nieves (será publicada en breve en nuestra web), para protestar por la falta de planificación ante la previsible avalancha que inundó este espacio natural durante todo el fin de semana. Una pena, porque fue un final triste para un día memorable. Sobre todo para los 12 valientes que llegaron casi de noche al camping, tras haber hecho el descenso desde la cima del Alcojona por una ruta alternativa para evitar en parte la nieve. Siento no poder ofrecer más detalles de esta parte de la actividad porque no estuve allí, pero por lo menos la crónica queda completa, cacho a cacho. O eso he intentado.

Nada como una reparadora ducha caliente para dar descanso al guerrero y a la guerrera. Y nada como una buena chimenea para recuperar el calor perdido entre las nieves. Eso fue lo que nos encontramos al regresar al albergue. Salvo Pepe, que incluso con pantalón y botas empapados, decidió acompañar a Victoria hasta el hospital de Ronda para que controlaran a Mari el subidón de azúcar que le dio a media tarde. Jesús y ella tuvieron que permanecer en manos de los médicos hasta la media noche, regresando casi de madrugada.

Eso sí, les esperábamos con un fuerte aplauso y la cena que no habían podido tomar antes.

Pese al cansancio, la noche del sábado se prolongó hasta bien entrada la madrugada. Para algunas, las más charlatanas, hasta las 3. Los demás nos fuimos retirando poco a poco, con el regustillo de un gran día y, por qué no decirlo, un poquito frustrad@s quienes no conseguimos llegar a la cima del dichoso Alcojona. Pero lo haremos, no os quepa duda. Palabra de Junta Directiva. Y ese día, si tenemos la suerte de que sea tan bonito como este 24 de enero, se nos llenará la vista de sierra de Líbar, de Grazalema, de Ronda, de Olvera, de Setenil, de Gibraltar, del Atlas de Marruecos, de sierra Bermeja, de Torrecilla, de cerro Alcazaba, de valle del río Verde, de Tolox, de Nava de San Luis… y de otros muchos lugares y paisajes que, de momento, solo podemos contemplar en las extraordinarias fotos de Dionisio.

Por no dejar cabo sin atar, para terminar este relato contaré brevemente que el domingo aún nos quedaron ganas y fuerzas para recorrer el sendero de Conejeras y un trecho del camino de la Fuenfría, tratando de esquivar a los visitantes que, por cientos, intentaban llegar a la nieve andando, ya que se cerró el tráfico desde el camping por el carril de Quejigales. Ausente del paseo el presi, que mientras tanto permaneció en el albergue, preparándonos un exquisito guiso de papas con tórtolas cazadas por él mismo el sábado anterior. Y tras la comida, zafarrancho de recogida para dejarlo todo en orden y limpio, como es costumbre

de esta asociaciรณn, y decir adiรณs a un fin de semana extraordinario en todos los sentidos para las 38 personas que hemos tenido la suerte de poder disfrutarlo, compartirlo, y ahora contarlo, comentarlo, revivirlo y recordarlo.

Tily Santiago

Montejaque, cortijo del Zurraque, Montejaque 14 de Febrero de 2015

CRÓNICA DE UNA JORNADA INOLVIDABLE En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Uy, perdón,

me ha salido la vena cervantina, je, je,…

A las 8,30 horas, como es costumbre en esta asociación, quedamos los socios y no socios en Piscina Jerez. Allí estábamos Juan, Pepe, Lucía, Dionisio, Mila, Mari, Jesús, Tily, Victoria, José Ramón, Pepe, Miguel Ángel, Isa, María Jesús y el que escribe. Nos dirigimos raudo y veloz, como siempre al encuentro de nuestros cafetitos y molletes en la venta El Tropezón, a la entrada del pueblo de Montecorto. Allí nos encontramos con nuestros amigos de Grazalema, Cesar, Isabel y Denis. Después, de degustar unas buenas tostadas con guarniciones variadas y aceites, algunos se le fue la mano con el aceite, verdad Pedro, je,je…nos fuimos para empezar la ruta prevista.

Llegamos a Montejaque, también nominado Monte-xaquez. Como su nombre nos indica, de origen árabe, que significa montaña perdida, y visto el itinerario, entendemos lo del nombre.

Empezamos a andar alrededor de las 11 horas por una pista ancha donde podían circular coches para ir a los distintos cortijos de la zona. A nuestra derecha, la sierra de Montalate, con unos riscos muy bonitos, algún día subiremos a verlos, nos dice nuestro guía Juan. Después de andar sobre unos 2 kilómetros abandonamos la pista y cogemos una senda hacia arriba y nos metemos en unos bosques de encinas muy bien conservados, con bastante ganadería vacuna. La senda se vuelve poco transitable, pues el suelo estaba algo húmedo y barroso, pero los bravos tempuleros seguimos adelante hasta que al cabo de un kilómetro llegamos a un inmenso llano, que nos dijo Juan que se llamaba del Burfo, no sabemos que significa, allí

repusimos fuerza con una o 2 copitas de nuestros buenos y excelentes amados vinos de Jerez y El Puerto, acompañados de lo de siempre, queso, queso y queso (parece que lo regalan).

Después de atravesar varias angarillas, por una senda, algo empinada, llegamos a los Llanos del Zurraque, bonito lugar en el que hemos estado otras veces. Allí, alrededor del Cortijo, dimos cuenta de nuestras viandas, tortilla, tortilla y tortilla (por supuesto de Mari).

Alrededor de las 15 horas, emprendimos el camino de vuelta y a la altura de los llanos del Burfo, tuvimos una agradable sorpresa, 2 cervatillos corriendo como locos, los podéis ver en las fotos de Dionisio.

Fue algo digno de ver, pues no es fácil verlos así en la naturaleza. Fue este sin duda el momento estrella de la vuelta.

Sobre las 17 horas, llegamos a los coches y a algunos les dio tiempo de acercarse a una fogata que realizan los habitantes de Montejaque para pasar el rato, charlar y no pasar frío en una especie de chozo que hay al lado del camino.

Nos fuimos directamente para la venta de Montecorto, donde tomamos muchos Cola-cao, está de moda y nos despedimos hasta el próximo sábado donde nos veremos si Dios quiere, en los Montes de Propios de Jerez.

Adeus, el que no ha venido se lo ha perdido. Lo sentimos pero otra vez será.

Pedro L. López.

Montes Propios de Jerez. Itinerario del Quejigal 21 de Febrero de 2015

Con puntualidad el Comité de Saludos se daba sita para iniciar una nueva andadura que en esta ocasión nos llevaría a los Montes de Propios de Jerez para realizar el llamado itinerario de la Casa del Quejigal.

La madrugada había llovido y el cielo permanecía cubierto si bien no lo hacía a la hora de la salida. Nos dirigimos hacia la Venta Durán en San José del Valle, donde nuevamente se constituyó el Comité de Saludos para ceremoniar tan amistosamente como siempre, a los que ya allí esperaban a las huestes provenientes de El Puerto de Sta. María y de Jerez de la Frontera.

Huestes que por cierto, tras la larga vigilia venían con ímpetu guerrero a devorar los molletes y cualquier otra cosa noble que echarse a la boca, como así sucedió.

Las huestes de Tempul, herederos de los llamados “fronteros”, aquellos hombres y mujeres que vivían entre la frontera cristiana de Castilla y la musulmana del Reino de Granada, tendrían sin saberlo, un duro día de “batalla” contra la lluvia y el barro.

Nada más bajar de los coches hubo necesidad de echar mano de los chubasqueros, capas de agua y paraguas para protegernos de la finísima lluvia que no nos dejó durante todo el recorrido.

Tras franquear la portada de entrada, utilizando la técnica del “salto a las bravas” iniciábamos una ruta cubierta por una sinuosa niebla que daba al bosque, en su mayor parte alcornoques y quejigos, un aspecto fantasmagórico como si se tratase de uno de los paisajes donde se desarrollan las historias de Edgar Allan Poe “Todo lo que vemos o parecemos es un sueño dentro de un sueño”.

El camino es llano, si llano pero lleno de barro. Barro y agua que mezcla más poética, más pegajosa, pero era lo que había y había que apechugar. Pasábamos por distintas fuentes, la Fuente del Berraco, la Fuente del Madroño, la Fuente del Arca donde por cierto paramos para hacer un alto en el camino y reponer líquidos

y tomar algunos frutos mojados, porque decir “seco” sería un atrevimiento. Así y todo continuamos hacia la Casa del Quejigal y su magnífico manantial pero la pesada carga en nuestros pies del barro hizo que llegados a este punto y ante la imposibilidad de guarecernos para la comida, se decidiera iniciar el retorno con una subidita por la única cuesta que tiene la ruta.

La pendiente algo dura pero no muy larga rodeados de una penetrante niebla que apenas dejaba ver a los que iban por delante o por detrás. Y llegamos a los coches donde confiados algunos daban por terminada la excursión del día.

Que ilusos, alguien arranca su coche, pone la marcha atrás y el coche apenas se mueve de su sitio y las ruedas delanteras dan vueltas sobre sí misma horadando un hueco en el que estas quedan enterradas en el pegajoso barro.

Hubo necesidad de recurrir a trucos para estos casos; gato y esterilla de goma, que como muy bien se demostró es muy útil para desatascar a los coches atrapados en barro o en arena.

No fue el único caso, es esta ocasión se utilizó una eslinga con sus correspondientes perrillos que enganchados una en el coche atascado y la otra en el 4X4 de Dionisio sacaron del apuro al amigo José Ramón.

Y ahora viene el tercero, el coche de Cesar también quiere quedarse clavado, nunca mejor dicho. Para esta ocasión utilizamos una batería, si una batería humana empujando hasta que el coche pudo salir del atolladero.

Pues nada que no nos aburrimos ni un momento, así que ya con los coches desatascados nos fuimos hasta la venta de Puerto Galiz donde nos hicimos la foto de grupo y allí nos despedimos……. del barro.

José Ángel Sánchez Abrines

Visita cultural a Olvera 28 de Febrero de 2015

Olvera...¿ni por la vera?

Nosotros nos la pateamos casi entera.

Era nuestra cita especial para celebrar el día de Andalucía a la manera de Tempul, esto es, conociendo nuestro patrimonio histórico y cultural.

Aprovechando que la convocatoria ha tenido un éxito clamoroso, esta vez contratamos los servicios de un autobús para que nos acerque a este pueblo blanco de la sierra gaditana, ya en el límite con la provincia de Sevilla.

A las 8 de la mañana hacía la primera recogida de pasajeros en El Puerto y se dirigía hacia Jerez a llenar casi hasta los topes un vistoso bus amarillo. Antes de las 8 y media nos poníamos en marcha con un conductor un poco desconcertado porque habíamos quedado en desayunar antes de salir y algún guasón estaba gritando que nos parábamos en la Venta Arenal.

A los 45 miembros e invitados de Tempul había que añadir tres señoras, parientes de la primera dama, oriundas de Olvera y que aprovechaban la oportunidad de viajar a su pueblo. A ellas no se les oyó en todo el camino, pero sí oímos varios comentarios sobre los motivos reales de la elección de Olvera como paseo conmemorativo...que si el presidente estaba dando coba a su suegra, que si era el pueblo de Charo...infundios. El resultado del viaje ha demostrado que la elección ha sido genial y que la organización ha sido perfecta.

Ya se veía venir que iba a ser un día con un tiempo magnífico cuando el camino nos ha ofrecido paisajes de sol naciente y brumas dignos de la mejor cámara fotográfica. Hasta algún punto con niebla densa atravesamos. No están reflejados en el reportaje fotográfico porque todavía las cámaras no se habían despertado, pero nos los quedamos en el recuerdo .

A la entrada del pueblo, una moto con sus serones nos sirvió de escolta...de película.

El autobús nos dejó junto a la estación de autobuses y como íbamos bien de tiempo, nos acercamos a los bares cercanos a redesayunar, algunos con churros y todo, y aprovechar el sol mañanero con fotos de grupos de chicos y chicas por separado.

A las 10 y media puntuales, al bus otra vez para que nuestra guía de la oficina de Turismo del pueblo para esa mañana, Paqui, empezara a instruirnos con soltura y sabiduría sobre la historia del pueblo recostado entre peñascos, plaza fuerte entre guerras fronterizas que perteneció a los dominios señoriales de los Duques de Osuna.

Primero nos acercamos en el bus a la ermita de los Remedios, virgen patrona de Olvera y en cuyos alrededores se celebra la romería del lunes de Quasimodo. Ermita curiosa por la entrada con acceso a través de un patio frondoso y decorado con pinturas y azulejos y también porque en su planta superior guarda una colección de exvotos colgados, enmarcados e incluso escritos por las paredes. En el exterior y teniendo de fondo el pueblo nos hicimos la foto de grupo. Un lugareño que estaba aburrido y había encontrado su distracción del día quiso posar pero lo dejaron con las ganas ya que vinieron a llevárselo y llamarlo al orden.

Volvimos al pueblo y nos despedimos del autobús hasta después de comer para empezar nuestro recorrido a patita calle arriba hacia el casco histórico.

A mediación de la calle Victoria, la iglesia del mismo nombre tañendo campanas como Dios manda. El cortejo fúnebre que aguardaba en la puerta contrastaba con los preparativos en la plaza de Andalucía de la fiesta andaluza con banderines verde y blancos y camareras- venenciadoras ataviadas con favorecedores trajes de bandoleras serranas. Desde esta plaza parte la escalera entre terrazas rodeadas de vegetación que lleva al Peñón del Sagrado Corazón porque ésa es la estatua que preside el cerro. ¿A que no sabéis quién se subió encima de las rocas que rodean el monumento a pique de darse en los morros con una chumbera?

El niño malo que no tiene remedio.

Continuamos hacia arriba por la calle ¿Llana? entre fachadas señoriales hasta la plaza del Ayuntamiento donde nuestra guía nos cuenta que la población habitual de esa zona de frontera era de aventureros, huidos de la justicia y carne de horca indultados por el rey Alfonso XI en su Carta de la Población para que poblaran estos parajes. Con semejante patulea, no es de extrañar que la gente evitara aquellos lares y de ahí saliera el refrán: “Olvera, ni por la vera”. Aunque tiene una apostilla que dice:”pero todo el que viene, se queda” en parte porque era condición de dicha Carta permanecer en el pueblo al menos un año y un día.

Seguimos subiendo ( estos pueblos de sierra es lo que tienen) hacia la iglesia y el castillo pero enredándonos en callejuelas con raíces árabes, calle Carnero, Olivillo, Barriete, Honda...son particulares las albarradillas y pequeñas plazas de los diferentes barrios, y los recovecos en los entramados callejones alrededor de los torreones de defensa del núcleo histórico: Torreón de la Tahona, donde estuvo el primer horno de pan...calle Mayén, de mayeto...con el peñón de Zaframagón de fondo al dar un recodo y las bolsas de basura colgadas en las ventanas.

Así llegamos a la plaza de la Iglesia de la Encarnación, soberbia construcción neoclásica de fines del XVIII. Seguidamente entramos en la sala cultural de la Casa de la Cilla para ver y oír de nuestra guía la historia del pueblo, declarado conjunto histórico artístico en el año 1983 y su evolución junto con algunas recreaciones de la vida del pueblo de antaño.

Algunos quisieron dar un paseo por el curioso cementerio con entrada en la misma plaza que forma parte de los itinerarios europeos por los cementerios más hermosos...la verdad es que está de muerte.

De ahí al impresionante castillo nazarí desde donde se otea toda la campiña de olivares y dehesas y el pueblo entero. Hay que coger aire antes de empezar la subida de cientos de escalones de todos los tamaños, incluida escalera de caracol minimalista que lleva a coronar la torre.

A estas alturas ya hemos oído a más de uno nombrar esas cervecitas que se van apeteciendo, así que vamos bajando dando por terminado el recorrido “oficial” del día y en la plaza del Ayuntamiento la terraza de un bar nos acoge durante un rato para reponer fuerzas y recuperar el resuello con una cerveza fresquita.

Calle abajo nos dirigimos hacia el restaurante Gabi, donde los organizadores habían concertado el almuerzo para todos.

Después de comer, en la convocatoria teníamos previsto una visita a un molino de aceite, pero en estos días el molino está inactivo, así que, entre bocado y bocado de churrasco, nuestro presi realiza las gestiones por teléfono para visitar un almacén de productos de la zona donde nos metimos sin saber qué no llevarnos de todas las exquisiteces que por allí se nos mostraban.

Creo que casi todos nos trajimos algo de aceite, aceitunas, chocolate, queso...todo riquísimo.

Ya va siendo hora de salir de vuelta y nos queda el tiempo justo para tomarnos un café con pastas mientras esperamos a que lleguen la madre y tías de Charo.

En el camino de vuelta pudimos disfrutar de una maravillosa puesta de sol con un colorido que ya va anunciando la primavera y que pone fin a nuestro completo paseo por un pueblo de nuestra provincia que muchos hemos descubierto y al que seguro volveremos.

Olvera, ¡por la vera...y toda entera!

María Victoria

Travesía del Pinsapar. Grazalema-Benamahoma 14 de Marzo de 2015

No salimos muy temprano el sábado día 14 de Marzo. Pero sí con una gran novedad: Íbamos a ser transportados en autobús hasta Grazalema, lugar de inicio para tan magnífica travesía.

Después de un estupendo desayuno en Mesa-Jardín, que sirvió para coger fuerzas, 26 socios de Tempul y 17 invitados (si no cuento mal) nos preparamos para la dura jornada que nos esperaba.

Poco antes de las once estábamos ya dispuestos para la ascensión al Puerto de Las Cumbres, primera dificultad del día. Este puerto no es largo pero sí duro. A medida que subíamos podíamos contemplar unas maravillosas vistas de Grazalema, su pantano y sus depósitos de agua-campo de fútbol (“que no son galgos que son podencos”). Cada uno subió como pudo, y entre” charla, sudor y lágrimas” llegamos arriba. Buenas vistas se nos presentaban ante nuestros ojos: Algodonales a un lado, al otro Grazalema. Y allá a su frente: El Pico de San Cristóbal.

Continuamos por la senda que nunca debemos dejar y justo en la misma falda del Pico antes aludido, paramos para el mejor momento del día: El Rengue. ¡Qué bien sienta ese vino y esas patatas fritas y ese chorizo, y ese chicharrón, queso, jamón, gambas, langostinos… (Tomen nota) Repuestas las fuerzas y con nuevos bríos proseguimos por el sendero que se iba adentrando poco a poco en la umbría de los pinsapos, era como si el bosque nos tragara. Era una sensación de placer infinito ante tanta reliquia del Terciario puesta para nuestro disfrute.

Muchas fotografías, muchos sentimientos encontrados, paz, relax y sobre todo alegría de” estar frente a la inmensa naturaleza, entre pinsapos y rosas blancas una montaña florida”.

El camino iba en continuo descenso y así iba a continuar durante algunos kilómetros más.

Caminante se hace camino al andar y así llegamos a la antigua casa del guarda y nos preparamos para el otro alto del día: el almuerzo.

Como siempre nuestro sagaz guía buscó un lugar idílico para tan importante evento. No se podía estar mejor: silencio, paz, sol y….buenos bocatas. ¡Y no sólo bocatas! Esta vez hubo sorpresas: roscos buenísimos, chocolate casero, café copa y…algún cigarro simplemente. Pero como todo lo bueno se acaba llegó el momento de la partida.

Nos esperaban varios kilómetros de un largo y vertiginoso descenso. El paisaje seguía siendo espectacular y” la tarde ya estaba muriendo como un hogar humilde que se apaga”.

Y así tras varias caídas y un sol de invierno que más parecía de verano, el camino nos condujo al nacimiento del río en la pintoresca villa de Benamahoma. Un agua buenísima calmó nuestra sed. Esta vez el camino nos condujo directamente al autobús. Muy cansados pero satisfechos, dichosos del esfuerzo realizado nuestras mentes volaban durante el camino de vuelta: ¿Qué es la vida? Un sendero. ¿Qué es la vida? Un camino, una caminata, una excursión, y el mayor bien es pequeño: que toda la vida es sendero y los senderos senderos son.

López & López

Llanos del Republicano-Casa de los Navazos de Líbar, desde Villaluenga 28 de Marzo de 2015

A las 8.30, esta vez con la notable ausencia de los socios portuenses, iniciamos la salida hacia la venta de las Mesas del Jardín los 15 socios y los 8 invitados que nos dimos cita en piscinas Jerez.

Como viene siendo habitual tardamos más de los normal en desayunar , así que llegamos algo más tarde lo previsto a Villaluenga donde en el Puerto de las Viñas nos esperaban, cargados de paciencia, José Ángel e Inma.

Tras debatir si el viento que soplaba era de Levante o del Nordeste iniciamos la marcha hacia los Llanos con una mañana espléndida y soleada.

A nuestra derecha observamos el Peñón del Berrueco y a los lejos el Pico del Aljibe.

Descendiendo poco a poco llegamos abajo y a pesar de lo que había llovido, durante los días anteriores, nos encontramos con que no había prácticamente nada de fango. Hacía tiempo que no llovía y la sierra se lo ha tragado todo rápidamente.

Eso si, los arroyos llevaban agua y el paisaje era extraordinario.

Descansamos unos minutos para reagruparnos antes de iniciar la subida por el Puerto de Correo.

Tras la primera subida en zigzag nos pegamos a un murete que sirve de linde y me gusta recordar lo que siempre dice Salvador López: ”Cuando un tonto sigue una linde o se acaba la linde o se acaba el tonto”.

Nosotros no hicimos lo mismo y a medio puerto tomamos una desviación a la derecha que nos llevó a la casa del Puerto del Correo donde nos encontramos con una vaca algo sedienta que no le gustaba mucho a algunos de los expedicionarios.

Tras echarle agua sacada del aljibe nos dedicamos a degustar algunos vinos y tapitas. Echamos de menos el 10RF de Ignacio, el amontillado de mi hermano Pepe, el oloroso de Perico y el de Tili. Aunque como éramos menos nos tocó a más el Alfonso de Domingo y los olorosos de los demás compañeros.

Iniciamos de nuevo la marcha y por un paraje precioso entre encinas y quejigos llegamos a la casa de los Navazos de Líbar.

Desde mi punto de vista uno de los sitios más bonitos de la Sierra de Cádiz.

Dieciséis pinsapos a cual más bonito y un aljibe con unos pilones excepcionales. ¡Enorme trabajo el que hicieron aquellos que lo confeccionaron!

La casa estaba en proceso de reparación y tras una detenida visita nos acomodamos dentro de un “corralito” cercano para dar cuenta de las viandas que cada uno traía.

Entre bocado y bocado algunos nos preguntamos por la diferencia entre “navazo” y “nabazo”. La diferencia es evidente. Navazo: Un navazo es una tierra llana sin árboles que se sitúa entre montañas. A veces, según la formación de la tierra puede filtrar el agua.

Y “nabazo” que ya todo el mundo se imagina lo que significa.

Como íbamos bien de tiempo esta vez la comida fue más pausada y tras el cafelito que como siempre nos ofrece María Victoria, iniciamos de nuevo la marcha, a por un precioso descenso entre un “torcalillo” impresionante.

Tras cruzar una angarilla y reagruparnos tuvimos que sortear hasta tres alambradas que algunos se empeñan en poner en una cañada de toda la vida y que a fuerza de hacerlo llegan a adueñarse de ella.

La mayoría nos acercamos a la sima de Republicano. Enorme cavidad en la cual cada vez se encuentran nuevas galerías.

Tras encontrarnos de nuevo con los que no se acercaron a la sima emprendimos de forma desperdigada la subida hasta el Puerto de la Viña que tras la larga jornada a algunos se le hizo un poco larga.

Algunos paramos en Villaluenga para ver a familiares y otros para tomar algún refresco, con lo cual dimos por acabada una preciosa jornada de senderismo por uno de los lugares más bellos de nuestra sierra de Cádiz.

P.D.: Por este mismo recorrido se ha celebrado en varias ocasiones una carrera para invidentes organizada por la ONCE. Acompañados por un guía y cogidos a un palo y corriendo. Es impresionante la capacidad de superación de estas personas.

Juan Grilo.

Canuto del Montero por la Sauceda 25 de Abril de 2015

Evangelica dicta.

Cuando María Victoria y yo llegamos -con algún retraso por mi causa- al punto habitual de encuentro, pensé que no éramos los últimos. Faltaban varios de los inscritos para esta salida.

Dioni nos contó que los López se habían borrado de la lista de embarque, y que estaba a la espera de la confirmación de un invitado, quien finalmente tampoco acudió.

Así que las tres carabelas pilotadas por Colón, César y Castillo, se dirigieron a la primera escala, prevista en Venta Durán del Valle. Allá nos encontramos con los pasajeros del vaporcito de la bahía, e hicimos juntos el primer desayuno.

Los ánimos eran variados. Todos estábamos contentos de volver a vernos, pero unos íbamos más decididos que otros a cumplir la misión propuesta. La lluvia no era intensa, pero entre los trece comensales acabó surgiendo un desertor. Ignacio y sus amigos optaron por regresar a El Puerto de Santa María. El resto pusimos rumbo a otro puerto, el de Gáliz, para reafirmarnos (o cambiar nuestra decisión) más cerca del inicio del camino programado.

En la renombrada venta ni entramos, pero sí tuvimos un segundo desayuno. Las cámaras de Pepe Grilo, que iba en el coche con Chari y Manolo, de éste mismo y de Dioni se comieron o captaron las primeras instantáneas de la jornada, que resultaría después muy pródiga en este apartado de arte fotográfico. Son de abril las fotos mil.

César eligió lo más prudente y se volvió con sus mujeres, porque nos había llovido ya más que en el tramo anterior. Sólo quedamos siete aventureros para seguir hacia Málaga, o ir a donde se nos ocurriera.

Pensé que, de hacerse, esta sería la marcha menos numerosa de la historia de la asociación.

Mirando mis apuntes he tenido que volver hasta mayo de 2011 (Mojón de la Víbora) y febrero de 2010 (Los Batanes) para hallar excursiones en que sobraran los dedos de las manos para contar a los participantes.

En la duda seguíamos cuando una pausa en el sirimiri nos empujó a pisar al menos el aparcamiento de La Sauceda. Allí no filosofamos ¿qué somos? ni ¿para qué nacimos? sino que nos dijimos unos a otras “Ya que estamos aquí...”

Como ya era tarde (las once y media) y por si la lluvia volvía para hacernos retroceder, cambiamos de plan. Subimos a la laguna del Moral. Por el camino contemplamos árboles y plantas que nos ofrecían sus mejores atractivos. Tuvimos que pedirle paso a unas vacas, que se apartaron mansamente, y vimos un par de musarañas muertas.

Junto a la laguna, bastante llena, y preciosa por el verdor que la rodea, hicimos nuestro rengue poco después del mediodía. Bajamos hacia la ermita, abrazando en ese trayecto varios quejigos inmensos.

Sin someterlo a debate, porque la subida de casi 200 metros de desnivel ya había cansado un poco, pasamos de largo las ruinas y continuamos hacia el depósito de agua. Pudimos ver varios mares de helechos, y la que nos pareció la primera flor de rododendro en esta garganta de Pasadallana. No todas las cataratas que recordábamos tenían cauce apreciable, pero pasamos más de diez arroyos.

Alcanzada la meta de la pista forestal nos encontramos con un ruidoso surtidor, causado por una fuga en la tubería de agua.

Descansamos un poco y, como éramos muchas personas, nos repartimos en tres subgrupos. Las más cansadas se quedaron guardando las mochilas y hablando un poco, que hasta entonces no habían tenido ocasión. El muchacho del pantalón corto se paseó hacia la derecha, para explorar el arranque del sendero al pico del Aljibe. Y Dioni, con dos Pepes de escolta, se atrevió a cubrir el objetivo del día. Salió a las tres y cuarto, con la promesa de volver para comer en una hora. Como el plazo era ajustado, los expedicionarios tuvimos que pedir prórroga, durando la incursión ochenta minutos.

En ese rato fuimos capaces de alcanzar el puerto del Roble (pasando de Málaga a Cádiz), seguir al de la Moracha (inicio de la vertiente donde nace el Montero) y bajar hasta un claro en el que, de no estar el clima tan incierto, hubiéramos almorzado todos con gran solaz.

Reagrupados los siete gigantitos (porque ninguno me parece enano) comimos, bebimos, hablamos y tomamos café (doble para quien quiso). ¡Qué bien cayó ese calorcito! Sobre todo para las pacientes compañeras, que estaban empezando a quedarse “arreciítas” por la larga espera.

A las cinco y media volvimos a las andadas, y a las siete y poco (el tiempo de fumarse un pitillo) los coches arrancaron de nuevo, de un tirón hasta Jerez. Gran día para un corto grupo, pero ya lo dijo San Mateo: Muchos son los llamados y pocos los escogidos.

Pepe Abollo.

Loma del Puerco, puerto de Conil y vuelta por la playa 23 de Mayo de 2015

Ni el levante puede con Tempul Extraordinario día de paseo y playa para cerrar con éxito otro ciclo de caminatas Tempul acaba de culminar felizmente otro curso de actividades centradas fundamentalmente en el senderismo, con una estupenda jornada de paseo y playa, por los pinares y la costa conileña, en la que el puñetero levante intentó ser el rey de la escena pero, una vez más, l@s 16-18-20-22 que tomamos parte en esta convocatoria dejamos claro que no estamos dispuestos a que ningún fenómeno meteorológico nos jorobe los planes.

Dicho esto, la crónica que, quien tenga la paciencia y el mérito de aguantar mi poco convencional manera de relatar las vivencias de Tempul, leerá a continuación, debe iniciarse entonando el mea culpa, en nombre propio y del hombre que duerme a mi lado, porque provocamos un inicio tardío de la excursión. Nos despistamos en ruta, hicimos una tournée por la Barrosa y ello provocó que los y las pacientes AbolloPalacios, Benítez-Ariza, Castillo-Montaño y López-González, y nuestros amigos Caty y Pepe, Juani y Manolo, Pepe y Miguel, tuvieran que esperarnos casi media hora. Pero los dos debemos agradecer que ni una mala cara encontramos al llegar, ni un reproche, ni un mal comentario. Al contrario, tod@s nos dieron una bienvenida cálida que nos animó a iniciar con extraordinario talante la ruta propuesta para este día. ¡Hasta nos reservaron plaza de aparcamiento!.

Tal como habían vaticinado los cuatro tempuler@s que hicieron la previa de esta excursión, es un paseo precioso. Y cómodo. Apto incluso para quienes con la edad (casi tod@s), vamos teniendo achaques. Bueno,

Mari, en la situación que está estos días, no podría haber dado ni dos pasos. Y bien que la echamos de menos, no solo porque no hubo tortilla sino sobre todo, porque nos faltó su siempre amable compañía.

Creo recordar que ya escribí algo parecido en una ocasión, cuando croniqueé otra salida de final de curso por el litoral gaditano. El trazado entre la Torre del Puerco, el lugar donde termina el municipio de Chiclana y comienza el de Conil (o viceversa), y el puerto conileño tiene poco o nada que envidiar al camino que recorren los romeros de nuestra provincia hacia el Rocío, atravesando las entrañas de Doñana: arenas, pinares, sol y sombra, aromas de lavanda, lirios por doquier, los trinos cruzados de cientos de pájaros… y la suerte esta vez de una temperatura agradable, que lo fue más gracias a nuestro levante, que en lugar de echar abajo nuestros planes, nos vino de maravilla para suavizar los efectos de la climatología, más veraniega que primaveral, de este 23 de mayo.

La caminata tuvo dos partes claramente diferenciadas: la primera, hasta el puerto de Conil, casi toda ella por los pinares de Roche, en la que como curiosidad, citaré el momento en que pudimos observar las tortugas de considerable tamaño que habitan en las orillas del río del que toma su nombre el pinar (otra vez o viceversa), y la segunda, tras un tardío rengue, costeando ya las preciosas calas que salpican el litoral, de cuyas vistas disfrutaron de lo lindo los mirones del grupo, alguno incluso dotado de unos buenos prismáticos para no perder detalle alguno de los prodigios de la naturaleza…. humana.

El primer tramo de los dos mencionados lo recorrimos las y los 16 citados tres párrafos atrás. Todos y todas conocidos de la asociación, si bien uno de ellos, el tal Pepe penúltimo mencionado, un poco más. Al menos, por los más antiguos en la asociación. Como el hijo pródigo que vuelve a casa, nuestro amigo Pepe Soto ha retornado a Tempul, con muchas ganas de convertirse a partir del próximo curso en asiduo de la asociación.

Para ello, no paró hasta que alguien apuntó su correo electrónico, para incorporarlo a la carpeta de contactos de Tempul.

Pepe, que se integró en el grupo de este día como quien lleva toda la vida aquí y disfrutó a tope de la actividad, tuvo además la capacidad de espolear la parte de nuestras conciencias reservada a la solidaridad, la cual a veces, más de las que debiera, se queda en modo “stand by” para no enterarse de algunas cosas que ocurren a nuestro alrededor y que reclaman nuestra ayuda. Pepe nos contó que desde que pasó a mejor vida (como prejubilado) trabaja intensamente con la Asociación de Padres de Niños con Cáncer de Andalucía, Andex, y en el marco de su compromiso con ese colectivo, nos ha pedido colaboración a la gente de Tempul en clave que ya os contaremos en la convi de fin de curso.

Esas vivencias solidarias nos fue contando Pepe mientras otros atendían las llamadas de Pedro, María Jesús, David y Ángeles, quienes nos esperaban en el muelle de Conil, estratégicamente situados los cuatro en el lugar donde, a la sombra de unos pinos, realizamos nuestro bendito rengue, esta vez un poco tardío. A partir de ese momento fuimos un grupo de 20. ¿O no? Si y no. Sí por un rato, hasta que los dos conductores se dieron media vuelta para llevar los coches de ambas parejas al punto de inicio de la ruta, donde nos esperarían para comer. Los dos, Pedro y David, se perdieron las “espectaculares” vistas de las que disfrutaron otros, los que se pasaban los prismáticos. Tampoco pudieron contemplar las “casitas” de veraneo que jalonan la urbanización Roche. Cuando me toque la lotería igual me compro una.

Ese paisaje pseudo-urbano nos acompañó un rato, hasta que alcanzamos la playa, lo que nos permitió despojarnos de ropas y zapatos de andar, como quien se quita un gran peso de encima, para quedarnos en bañadores y aliviar así el intenso calor que entre las 2 y la 3 de la tarde reinaba en la zona. El último tramo de estos algo más de 13 kilómetros lo recorrimos por la orilla del mar, hasta alcanzar el punto donde la avanzadilla, los dos susodichos anteriormente, había aposentado sus reales y sus sombrillas. Por cierto, las de los López, ambos, fueron revoleadas por el levante. A una, la de Pedro, la ventolera le dio la vuelta como si fuera un calcetín, mientras que la otra echó a rodar y tuvo que perseguirla Salva un buen trecho, hasta que el mar la paró y pudo ser recuperada por su legítimo propietario.

En esas estábamos cuando aparecieron por allí Manolo y “mi” Chari, esta vez sin cámara de fotos (¡¡ohhhh!!), por lo que nos perdimos unas cuantas poses. Pero ganamos la compañía de ambos durante el

buen rato que nos quedaba de tarde de playa. Una tarde en la que, además de un opíparo almuerzo y del ya clásico cafelito de Victoria, esta vez no nos faltó ni gloria. Entiéndase la gloria como unos gintonics y cubatas traídos de casa que también ayudaron a combatir el calor y el levante.

La tarde fue estupenda, con varios chapuzones en un agua fresca fresca, como es propio de la primavera, y con un fin de fiesta en el antiguo poblado de Sancti Petri, donde nos despedimos tras compartir el último refresco del día en el club de pescadores del lugar, un sitio en el que Tempul debería organizar algún evento para degustar el riquísimo pescaíto frito que ofrece al visitante. Sería un buen broche para un gran curso.

TILY

CURSO 2015-2016

Castillo de Fatetar y museo (Espera) 17 de Octubre de 2015

¡Con dos banderas!

La primera cita de nuestra asociación en el curso 2015/2016 ha sido un éxito.

Hay que felicitar a la directiva por la elección del destino, por la búsqueda de buenas guías, y sobre todo por la prudente decisión de suspender a la mitad las actividades programadas.

Teniendo en cuenta que la propuesta consistía en andar unos seis kilómetros por entre carriles y rocas, era lo más sensato, ante la prematura llegada de las lluvias, tomar el acuerdo que se adoptó.

Y como una retirada a tiempo es una victoria, nuestra asociación pudo el sábado 17 de octubre cantar victoria frente a la intensidad de las precipitaciones.

Por eso, y gracias al original trabajo de Dionisio, la foto de grupo en esta ocasión ante la ermita de Santiago tiene no una, como es habitual, sino dos banderas, dos, de Tempul.

Estoy escribiendo esta crónica (me han dicho que media, al no incluir Carissa Aurelia ni el dolmen de Alberite) porque esta vez no se me olvidó aportar mi kilo solidario.

Cuando le llevaba a Tily la bolsa con un poco de arroz y otro de garbanzos, ella me endilgó la tarea de escribir estas líneas. Me quise negar, para que el encargo se le hiciera a otra persona o lo asumiera ella con su admirable estilo. Al estar yo jubilado, y sabiendo que ella la escribe a menudo, sin dejar de cumplir sus otras mil ocupaciones, no me pareció justo escurrir el bulto. Y aquí estoy.

Lo siento por quienes tengan que leerme, voy a procurar que no lo lamenten.

Casi treinta socios y media docena de amistades aparcamos como pudimos los diez autos que nos llevaron al bar llamado Zindicato, a la entrada de Arcos. Como en él sólo nos atendía una señora, la mitad nos mudamos al vecino asador Andalucía para desayunar en un plazo normal.

Antes de las diez estábamos todos los excursionistas, en lo alto del cerro de Fatetar, que domina las calles de Espera. Es verdad que la llegada no fue en pelotón, porque el grupo se fragmentó antes de alcanzar el buen camino. Dos o tres coches se dieron un paseo previo por el pueblo, al descolgarse de los de cabeza. Y todos hubimos de superar la prueba de una calle cortada por obras. Pero finalmente, pasamos del cementerio y alcanzamos la cumbre a la hora convenida.

Una guía, de nombre Ana, se presentó y nos dio sus primeros comentarios dentro de la ermita, que fue durante tres siglos y medio la parroquia del pueblo. Ésta se trasladó en 1614 a una nueva iglesia, ya en la ladera donde viven los lugareños.

Ese antecedente histórico, el de ser la antigua parroquia, da nombre a la imagen del crucificado que preside el altar mayor y es el patrón del pueblo. Una semana al año, la que va del primer al segundo domingo de septiembre, se traslada el Cristo de la Antigua a la actual parroquia. Pero este año no volvió, porque aprovechó para irse a Sevilla, por una restauración. A causa de eso no pudimos verlo “en persona”.

Pero Ana nos describió lo milagroso que es, y la cantidad de exvotos que sus fieles le llevan. Luego nos habló de la patrona, la Virgen de la Paz, y de los demás santos que allí se veneran. Amenizó su charla con el doble origen que puede tener el dicho de “acabar como el rosario de la aurora”. Sin ponerse de parte de una u otra versión (pelea de hermandades o buey mata curas) nos dejó salir del sagrado recinto (que no vimos bien por corte de electricidad) para comenzar la visita al castillo.

Mandado construir por Abderramán III (en 2014 cumplió once siglos) sobre los restos de anteriores fortificaciones, tiene huellas visigodas y musulmanas, aunque su actual apariencia sea la cristiana, por las almenas, el matacán y otros elementos añadidos tras la conquista definitiva, allá por 1264. Ni los aljibes ni la torre principal son visitables, pues necesitan obras de consolidación antes de que pueda acceder el público a ellos, pero en conjunto mereció la pena el recorrido.

Al bajar caminando hacia el museo arqueológico de Espera pasamos junto a los jardines donde se recrea cada año un belén viviente. Llegados al destino, sin haber notado más que algunas escasas gotas de lluvia, Ana nos dejó con la directora del museo, Pepa Lozano. Ella nos atendió con toda amabilidad. Nos ilustró con rigor y detalle sobre los ritos funerarios en el mundo romano, que calificó de poco diferentes en esencia de los nuestros actuales.

Espera tiene en su término las ruinas de dos poblaciones romanas, Esperilla y Carissa. Toda la zona pertenecía al conventus de Gades, uno de los cuatro territorios en que se dividía entonces la provincia bética.

Pepa nos explicó también algo sobre la vida humana en la prehistoria, y las civilizaciones que han dejado huella por aquel entorno: turdetanos, íberos, cartagineses, romanos, godos, musulmanes...

En la planta alta quiso explicar muchas más cosas interesantes sobre el ambiente romano: monedas, ajuar doméstico, herramientas... No pudo extenderse mucho porque Juan le recordó que teníamos plan de ir a Carissa y le rogó que abreviara.

Al bajar al patio ya no lloviznaba ni llovía. Ya diluviaba. Aun así, Juan pidió a los conductores que fuesen con él a traer los coches, para recoger a todo el grupo y que nos guiara hasta las ruinas.

Mientras se realizaba esta operación no llegó la deseada clarita, al contrario, el panorama se puso más oscuro. En la gasolinera hubo reunión directiva de urgencia, y salió la ingrata noticia: se acabó la excursión.

Le ganamos a la lluvia por 3-2. (Ermita, castillo y museo – Dolmen y ruinas).

Y eso sin contar que la mayoría del grupo, antes de retirarse a casa, probamos la cocina económica del Zindicato. No sube al marcador ese tanto porque ya estaba suspendido el encuentro, pero también fue otro rato más para la convivencia y el diálogo.

Tampoco debería decir aquí que me quedo con ganas de pisar los mausoleos e hipogeos, y que con la estupenda ficha descargable de Tercer Tiempo, igual me atrevo a hacerla antes de que Juan la reincorpore a la programación, pero eso... eso es otra historia.

Pepe Abollo.

Cerro Malaver. Montecorto 7 de Noviembre de 2015

"Escala a las montañas y obtén su buen ambiente. La paz de la naturaleza fluirá hacia ti como la luz del sol entre los árboles. Los vientos soplarán su frescura dentro de ti; las tormentas su energía, y tus preocupaciones caerán como hojas en otoño."

John Muir, inspirador del Parque Nacional de Yellowstone, primero declarado en el mundo.

Sobre las 9 y cuarto estaban todos los tempulianos en la venta El Tropezón, a la entrada del coqueto pueblo de Montecorto. Un día claro, de luz casi primaveral y una temperatura que anunciaba que iba a hacer calor. Cada vez que nos reunimos se nos nota a todos la felicidad del encuentro, y más en este día, ya que era la primera excursión "serrana" de la Asociación. La anterior fue a Espera hacía dos semanas y el mal tiempo nos había obligado a acortarla. La emoción de la inauguración de la temporada era evidente. Allí estábamos: venidos desde Jerez, Salvador López, Dioni y Mila, Pepe Abollo con Victoria, Luís y Aurora, con su nieto Juanito así como Chari y quien suscribe con Chari. Desde El Puerto, llegaron Tili y José Ramón, con Miguel y Ana. Desde Grazalema, José Ángel e Inma, con Jesús y Mari. Y de Parauta vinieron Juan Grilo y Lucía, con Juan Vicente. Todos casi simultáneamente.

El trajín de molletes y pan de telera, memorables en El Tropezón, alegraba aún más esta mañana de expectación cuyo final no nos defraudaría. El regocijo se vio animado con el anuncio de Chari, que comunicó su reciente matrimonio con este cronista, asunto que provocó la alegría de todos, cosa que agradecemos profundamente a un grupo de personas, estos tempulianos que quizá sin saberlo ellos, nos ayudaron muchísimo en el principio de nuestra relación. Su amistad y cariño ha sido fundamental para nosotros, y se lo agradeceremos siempre. Hay que decir también, que el asunto matrimonial se iba a convertir en un tema de reiteradas bromas a los contrayentes durante todo el día. Pero eso está bien, porque cualquier justificación es buena si se trata de reír y pasárselo bien.

Pero siguiendo con lo que nos ocupa, diremos que pusimos rumbo al punto de partida de nuestra marcha: el cortijo de Malaver, cuyo propietario, que está empeñado en crear allí una granja ecológica, había ofrecido a Juan Grilo toda su hospitalidad y no había puesto problemas a nuestro paso por el lugar. La

idea primera era la de atravesar el cortijo El Moral y ver el castillo que allí hay, pero el propietario había comunicado a Juan su negativa nuestro paso por sus tierras.

La primera en la frente: que no hay una vereda clara.

Iniciamos la ruta en el camino antiguo entre Ronda y El Gastor, y ante nosotros se abría una abrupta y bella ladera de monte mediterráneo en todo su esplendor, con encinas, coscojas, esparraguera, torbiscos, etc. pero también aulagas, muchas aulagas, y majuelos que pronto dieron cuenta de nosotros y nuestros cuerpos. Y no encontramos una vereda clara y había que llegar hasta arriba, hasta la cresta y nuestros guías Juan Grilo y Salvador López pensaron que lo mejor era subir campo a través, y así lo hicimos.

Conforme subíamos, el paisaje bellísimo de la meseta de Ronda se iba abriendo a nuestra vista, así como los emplazamientos de Olvera, Pruna, Algámitas y las campiñas de Morón. La imagen era maravillosa y así lo comentábamos entre nosotros. Mari aprovechó para ir recogiendo setas, porque espárragos había pocos. Y Luís animaba a la tropa con consignas de sus tiempos de legionario.

Pero la pendiente fue complicando el avance, las aulagas fueron aumentando conforme subíamos y por momentos cundía cierto pánico al no ver una vereda clara por ninguna parte. Pero había que seguir. Hubo un momento en que nuestro "alcalde de carretas", Pepe Abollo, perdió el control visual del grupo, que venía completamente desperdigado. Decidimos hacer el rengue habitual, a ver si después de comer algo y tomar un poco del oloroso vino de Dioni, lo veíamos más claro o por lo menos nos animábamos, como así fue. No obstante, algunos decidieron volverse sobre sus pasos como Mari y Jesús, José Ángel e Inma y Luís y Aurora con Juanito. Al ver alejarse a Mari, algunos nos acordamos de la sabrosa tortilla de patatas que ella hace como nadie, y que también se nos iba.

El salto de la reja y la llegada a la cumbre.

Pronto Salvador López trajo un anuncio inquietante: había encontrado la ansiada valla metálica que era un referente en nuestro camino, pero decía que para pasarla habría que subirse a un árbol, y cundió algo de pánico. Menos mal que Juan Grilo, con su pericia habitual encontró otro paso, que era muy estrecho y para pasarlo había que arrastrarse o boca arriba o boca abajo. El paso de la reja fue realmente "almodovariano" y a unos nos sobraba culo y a otros barriga, pero lo pasamos muy bien y finalmente todos superamos la prueba, siempre con buen humor.

Y pusimos rumbo a la cumbre, que ya se veía el vértice geodésico. Y tuvimos una sensación inolvidable: viento de levante que movía el bosque de encinas, cargadas de bellotas y dulces, por cierto; el ruido inigualable del viento moviendo los árboles; y la diáfana luz de una tarde de otoño que dejaba ver un paisaje que se perdía en el infinito. Nunca lo olvidaremos. Lo único negativo del momento zen fue la multitud de boñigas que había en el suelo, y que algunos nos llevamos en la suela de las botas.

Llegados a la cumbre del Malaver (1122 metros), un rato de descanso, contemplación del paisaje y sesión fotográfica. Las vistas eran estupendas hasta la lejanía. Por un lado veíamos la mesa de Acinipo con sus ruinas romanas, los relieves tabulares de la meseta de Ronda, el Puerto del Viento, Algámitas, Pruna, Olvera, la sierra del Terril, y la sierra de Espartero y Morón. Y por otro lado, El Gastor, Algodonales y la Sierra de Líjar en un plano superpuesto, y junto a estos Lagarín, Las Grajas y el Peñón del Gastor. Incluso veíamos muy cerca la rivera del Gaidovar, el pueblo de Grazalema y toda su serranía. Había merecido la pena superar las dificultades del camino aunque solo fuera por contemplar estos paisajes.

No pudimos hacernos una foto todos juntos, aunque Juan Vicente lo intentó repetidamente, pero su cámara rodaba siempre.

Zigzaguear buscando la vereda.

Y decidimos volver sobre nuestros pasos ya que desde la cumbre vimos que el propietario de la finca colindante, quien como hemos dicho antes ya había comunicado a Juan Grilo que no podríamos pasar por sus tierras, nos estaba esperando con malas intenciones. Pero antes de iniciar la marcha, volver a saltar la reja y atravesar el aulagar, decidimos comer, porque después de comer se ven las cosas más claras. Y así lo hicimos, y Juan Grilo se comió una gran "pandereta", como llamó Tili a un enorme mollete con dos lonchas gordas de jamón de York, estupendas. Comimos, bebimos y nos reímos; y de nuevo la reja y el aulagar, ahora cuesta abajo. También lo superamos y llegamos al cortijo y a los coches donde nos esperaban los compañeros de que decidieron volver.

Y pusimos fin a esta memorable jornada, dando un paseo por el bello pueblo de Montecorto, por el que casi todos hemos pasado muchísimas veces y nunca hemos entrado en él. Y mereció la pena pasear por sus calles y ver su nacimiento de agua. En resumen, un día inolvidable, que como siempre Dioni con sus fotografías nos ayuda a recrear.

Manolo Colón.

Montes Propios. Sendero Pico de la Gallina 21 de Noviembre de 2015

En un día claro y soleado en donde pudimos observar hasta la población serrana de Benaocaz y el Peñón de Gibraltar, 12 socios y 2 invitados nos desplazábamos hasta los Montes de Propios de Jerez para realizar el itinerario al Pico de la Gallina.

Hubo hasta quién aprovechó la ocasión para recolectar algunas setas.

(8 de marzo de 2008) Como iba diciendo, había amanecido soleado con algunos bancos de niebla que presagiaban un día esplendoroso. Los expedicionarios tras la previa concentración en el lugar de costumbre y el desayuno, esta vez en la Venta Durán en San José del Valle nos desplazamos hasta el Puerto de la Jarda lugar de entrada al itinerario y donde dejaríamos los vehículos.

Iniciábamos la subida por una pista en muy buenas condiciones que nos iría introduciendo en un bosque casi mágico con árboles de gran porte y con un suelo cubierto de un manto verde. Al mismo tiempo nos cruzaríamos con varios manantiales de gran importancia y que alimentan al Canuto de las Palas.

Alcornoques y quejigos de gran porte nos acompañan en casi todo el recorrido y conforme vamos ganando en altura son los pinos de repoblación, en este caso ejemplares de pino negral o pino de Monterey también de considerable altura.

A mediación de la subida la meteorología cambiaria de forma radical empezando a oscurecerse en forma de una extensa niebla en la que no se veía nada a menos de cinco metros.

Cuando llegamos a los pies del Pico de la Gallina era tal la falta de visibilidad que tan solo unos pocos subieron, quedando el resto reponiendo fuerzas y abrigándose del frio.

Como la cosa no mejoraba decidimos iniciar el descenso por el amplio cortafuegos que nos llevaría hasta el camino que descendía entre un extenso y mágico bosque entre tinieblas, y que nos dejaría muy cerca de la Fuente de los Machos en donde teníamos previsto hacer el almuerzo.

Como la sensación térmica iba bajando, decidimos regresar tranquilamente disfrutando del paisaje que nos rodeaba, llegando a los coches sobre las 16,30 h.

Con un café de despedida en la Venta Durán dábamos por finalizada esta intensa y agradable excursión.

“Las montañas son maestros mudos” J.W.Goethe

21 de noviembre de 2012 José Ángel Sánchez Abrines

Visita al Cortijo de Jara 28 de Noviembre de 2015

MOSTO ROJO Tempul sigue en racha… de manera que un sábado más, hemos trocado caminata por sarao, gastronómico pero también, y sobre todo, patrimonial, haciendo así honor y dando cumplimiento a uno de los dos “objetos” de esta asociación: el conocimiento y la defensa de las tantas y tantas cosas buenas que nos rodean y que constituyen una de las principales fuentes de riqueza de nuestra tierra: el patrimonio de Andalucía.

Tras la decisión adoptada por la directiva de cambiar el programado mosto por otra actividad alternativa, el destino del sábado 28 de noviembre fue una bodega familiar localizada en Gibalbín, donde desde hace una década, tres hermanos de los ocho que constituyen la familia se dedican en cuerpo y alma a hacer unos vinos y unos aceites de categoría.

La visita al Cortijo de Jara, propiciada por Jesús López al trasladar a la directiva, a principios de este curso, el ofrecimiento de su consuegro, Juan (uno de los tres hermanos bodegueros), para que conociéramos ese lugar, ha sido todo un acierto.

Esto no es una crónica, que no estaba prevista, sino solo unos comentarios escritos a petición de Dioni para acompañar su reportaje fotográfico. Que será sin duda el mejor escaparate de lo acontecido durante esta jornada sabatina.

Por lo tanto, en cuatro párrafos contaremos que una treintena de asistentes, esta vez la gran mayoría socias y socios, compartimos un día estupendo, que comenzó con un recorrido por el campo para conocer los olivares arbequinos y los viñedos que con tanto mimo y cariño cuida el personal de esta finca, para que terminen regalándonos el extraordinario aceite y mejor vino que más tarde pudimos degustar.

En el campo, Juan, un tipo campechano, cercano y amable, claramente enamorado de su tierra, nos contó que cuando la Comunidad Europea recortó los cupos de producción de remolacha, la familia hubo de plantearse qué hacer con esas tierras que hasta entonces no habían conocido otro cultivo que ese. Así, tres de los hermanos se embarcaron en esta aventura para experimentar en dos sentidos: con una variedad de oliva no habitual en la zona, la arbequina, oriunda de Palestina pero que recibe ese nombre porque fue traída a su castillo-palacio de Arbeca (Gerona) por el duque de Medinaceli en el siglo XVII; y con varios tipos de uvas, tempranillo, merlot y syrah, cuya mezcla genera un tinto que está de premio. También lo está el aceite.

Durante el recorrido, conocimos la manera actual de recolectar la aceituna. Ya no se le puede llamar vareo a esa operación, porque ahora son máquinas las que se ocupan de ello. Y aprendimos mucho de las interesantes explicaciones de nuestro anfitrión sobre el cultivo del olivar y la viña y sobre el proceso de producción del aceite y el vino, que comercializan directamente los propios empresarios evitando la intermediación y generando con ello más economía, beneficios y empleo directo en Cortijo de Jara.

Y terminado el recorrido por el campo, llegó el momento más esperado: una cata combinada en la que pudimos probar los caldos que resultan de cada una de las tres variedades mencionadas, las cuales dan lugar a un tinto cada vez más apreciado en nuestra provincia. También catamos el blanco de Cortijo de Jara, que empieza a hacerse hueco en el mercado. Y entre vino y vino, entreveramos unos taquitos de pan con aceite, para cambiar sabores pero sobre todo, para disfrutar del regusto de ese manjar que, lamentablemente, se nos escapa, porque un empresario italiano se ha enamorado de este aceite y cada año se lleva casi toda la producción a su país para su venta allí.

Terminada la cata, hecha en la bodega del cortijo, Juan nos condujo a una terraza donde en un soleado mediodía, con una temperatura extraordinaria para finales de noviembre, pudimos tapear disfrutando de las relajantes vistas de los campos de la cortijada.

El almuerzo campero, a base de berza y carrillada como no podía ser de otra manera en un lugar como este, y unas copitas en la sobremesa, deberían haber puesto fin a nuestra visita al Cortijo de Jara. Pero aún nos esperaba una sorpresa más, sugerida por nuestro anfitrión. Al atardecer, miles de aves nos invadieron, llegando en bandadas a un lago colindante con el cortijo, que han adoptado para sí como “ciudad dormitorio”. Todo un espectáculo para la vista, que puso broche de oro a un magnífico día de campo en el que el mosto, por esta vez, se tornó del color rojo del tinto.

Tily Santiago

Montes Propios. Sendero del Parral 12 de Diciembre de 2015

CRONICA DE LA EXCURSION A LOS MONTES PROPIOS DE LA ASOCIACION GASTRONOMICA TEMPUL PARA LA DEFENSA DE LAS BEBIDAS Y LA GASTRONOMIA ANTES DENOMINADA ASOCIACION DE SENDERIMO TEMPUL PARA LA DEFENSA DEL PATRIMONIO HISTORICO Y NATURAL

Sí, es verdad, porque creo que ya es hora de que cambiemos el título, ya que a la excursión que hicimos ayer a los Montes Propios, solamente fueron diez socios y un invitado.

Pero empezaremos por el principio, a las 9.00 hora en la gasolinera de Piscina Jerez solamente estaba mi mujer y el que suscribe la crónica, y le dije Carmen me parece que el bocadillo de tortilla nos lo vamos a tener que comer en el parque de la Suara o en casa, pero en esto apareció Juan Grilo, solo sin Lucia y también Miguel Ángel de Cos, Juan nos dijo que íbamos a ser muy pocos, en esto que también llegaron Dionisio y Mila junto con Jesús y Marí, como ya estábamos todos pusimos rumbo a la Venta Duran en solamente dos coches.

En la venta nos estaban esperado el Presidente Luis junto a Tily y José Ramón, después del desayuno partimos para hacer la excursión del sendero del Parral.

Hacia un día espléndido con 16º de temperatura un día ideal para andar por un sitio precioso, nos recibió el guarda de la finca de La Jarda y quedó sorprendido al ver tan poco personal, dijo que esperaba que fuéramos unos 40 ó 50, le dijimos que como se había suspendido el curso de las setas las gentes se habían dado de baja, y nos hicimos la foto de rigor.

Cogimos nuestros bártulos y mochilas y comenzamos a andar por el sendero del Parral, pasamos por una angarilla tan grande que parecía que la habían traído de los chiqueros de la maestranza de Sevilla. El sendero era una pista forestal totalmente seca por la falta de lluvia que padecemos, hasta los helechos estaban casi secos, aunque el canuto de la Gallina llevaba bastante agua, seguimos andando y subiendo poco a poco por la pista hasta llegar a la Casa del Parral y el arroyo del mismo nombre, que también llevaba agua, se sentía un profundo y mágico silencio en todo el bosque solamente interrumpido por el sonido del agua en algunos momentos, nos dimos cuenta que nuestras mujeres se habían adelantado mucho y Juan cortando pista las encontró y les dijo que no fueran tan deprisa porque íbamos a terminar la excursión demasiado pronto.

Llegamos hasta el cartel que decía final del sendero del Parral pero como era muy temprano decidimos seguir unos cuantos kilómetros más hasta que llegamos a un sitio soleado para hacer el rengue, que como siempre fue esplendido ya que casi cayó una botella de litro y medio de mosto de Parauta, que llevaba Juan y una botella de Ochavico que llevaba Dioni.

Volvimos por el mismo camino y cuando casi llegamos nos encontramos a Pepe Abollo y a Victoria que nos dijeron que se habían quedado dormidos y que habían decidido venir a última hora. .

Después nos dispusimos a almorzar y dar cuenta de la tortilla de dos pisos que traía Marí, que hizo levantarse a algunos de sus asientos, pero lo mejor fue el postre de cítrico Casa Hurtado que trajo alguien pero que todos comimos.

Pero bueno ya está bien de escribir tanto, que no me gusta, porque yo era de ciencias, y además mi mujer me está censurando y corrigiendo la crónica y estoy cansado de tantos puntos y comas.

Un saludo a todos y a todas, nos veremos el próximo Domingo en la convivencia de Navidad, espero que vayáis todos (que tontería acabo de escribir si es una actividad gastronómica) aunque sé que la pobre de Carmen, la mujer de Torti no podrá asistir porque tiene que trabajar, espero que nadie vaya a comprar los Domingos porque son para descansar y estar con la familia, lo único que se debe hacer es ir a votar.

Fdo.:

S. López

Vº Bº

La Parienta

P.D- Llevar panderetas y timbales para el concurso de villancicos.

Cortes de la Frontera-Villaluenga del Rosario 16 de Enero de 2016

La primera de 2016.

Dedicatoria: A la salud de Luis nuestro presidente, que está perjudicado, y de quienes no hayan podido venir por motivos similares.

La información que Juan había dado para la página de Tempul en internet era muy adecuada para hacerse cabal idea de lo que nos esperaba en la primera cita excursionista de 2016. Esta vez hay que darle las gracias no sólo a él, sino además a su hijo Óscar que le ayudó a prepararla, acompañándolo en su eficaz exploración previa.

Cuando Juan resumía que eran 14 km aproximadamente y con dificultad media, hemos de entender que la cosa no era de dificultad baja ni media-baja, sino media bien despachada, y que la gente corriente andaríamos más de 15 km, porque no somos capaces de seguir al guía por los atajos más pendientes, en los que se pueden ahorrar varios cientos de metros de recorrido.

Esa dureza de la marcha contribuyó sin duda a que más de una persona de las asiduas no llegara a coger el autobús, y que de las treinta que disfrutamos de las comodidades de un moderno Mercedes para ir a la sierra (y volver de ella) los cinco más prudentes decidieran tomar la opción B, y cambiar la travesía por una visita menos fatigosa a los llanos del Republicano.

Ese subgrupo lo componían nuestros entrañables Jesús y Mari como mayores de edad, y Carmen, Manoli y Mª Jesús quienes, siendo más jóvenes, no se encuentran en su mejor momento de forma física.

No me queda claro cuál fue su caminata, ni cómo pasaron el día desde que nos separamos tras la foto de grupo hasta el reencuentro en Villaluenga para el regreso, pero por lo que contó una de ellas, creo que se distrajeron y estuvieron bastante a gusto, salvo algún momento de apuro.

La jornada comenzó cuando era todavía noche cerrada. Las estrellas y luceros fueron testigos de la llegada del autobús y de su rápida ocupación por quienes nos habíamos apuntado al viaje. Tampoco estaba el sol en el mismo aparcamiento doce horas más tarde, por lo que puede decirse que nuestra aventura duró más de un día.

Los primeros momentos agradables nos los proporcionó el reencuentro con amigos que llevaban meses sin poder compartir senderos con Tempul.

Es el caso de Manolo e Isabel, los únicos que venían hoy de El Puerto, o de Manolo Gómez. Éste último, solo y con su inagotable buen humor, hizo muy buenas migas con otra oveja vuelta al redil: Pepe Soto, que desde la salida playera de mayo no se unía a Tempul, y vino con los dos más jóvenes que subieron al autobús: su hijo Alberto y Juan, un amigo del mismo.

Con inusual puntualidad partimos en dirección a la carretera de Arcos. En principio hubo cierto alboroto por los saludos y comentando las novedades, pero el silencio era casi total al pasar ya junto a la ciudad del transporte. A esa altura me acordé agradecido de Paco (el chef de nuestros ajos) y de la hospitalaria Julia, a la que imagino ayudando a su hija para acabar la devolución de libros infantiles tras la campaña de Navidad y Reyes.

Empezó a alborear pasado Bornos, y fuimos primero adivinando y después admirando con mayor claridad el perfil impresionante del Torreón y la sierra del Pinar. Paramos a desayunar en El Tropezón (a la entrada de Montecorto) donde fuimos atendidos con rapidez porque Juan los había prevenido.

El conductor, que todo el día lució su habilidad en el manejo del volante, tuvo allí su único conato de despiste al salir del puente para reincorporase a la carretera hacia Ronda, pero le avisamos a tiempo. A partir del cruce de Montejaque el sol naciente nos ofreció imágenes encantadoras, de las que ponían los almanaques hace años en las cajas de polvorones. La escarcha había dejado los campos tan blancos como si hubiera nevado, y nos indicó que el frío de la reciente noche había sido digno de las fechas en que estamos, mediado enero. Lo que chocaba un poco con muchos almendros bien floridos, pero así es la naturaleza.

A las diez menos cuarto compusimos grupo para foto en el punto de partida, a las afueras de Cortes.

Nos despedimos del subgrupo y empezamos a subir. El tramo inicial, desde el aparcamiento hasta el puerto de Líbar, suponía ascender 450 m en poco más de 3 km. Y subimos, y subimos, y nos hartamos de subir.

Una calera, los primeros lirios y muchas piedras. Dioni me comentó que era una pena no ver ningún espárrago, pero al llegar donde nos esperaban se explicó el misterio: Juan llevaba una maceta con dos docenas de tallos. ¡Ventajas de atajar e ir en cabeza!

En el descanso pudimos contemplar el Mediterráneo en el horizonte y la limpieza del aire permitía ver hasta la silueta de montañas de Marruecos. La panorámica del relieve malagueño llevó a alguien a proponer futuras actividades en Sierra Bermeja. Luego habría más propuestas.

Breves paradas en la fuente del Moro y en una pila con el agua congelada, que sirvió de pista de patinaje para la maceta verde. Bueno, hasta que llegó el niño malo y rompió a pedradas el agua cristalina (al faltar JR y estar lejos de Mª Jesús, todas las travesuras corrieron a cargo de Pedro) Retrasamos el rengue casi media hora para poder hacerlo ya en los llanos de Líbar, sobre hierba y con menos rocas. Cada cual bebió y comió lo que quiso, porque la oferta era tan variada como suele ser en esta asociación: desde los ricos y sanos frutos secos de Oliva hasta unas gominolas que llevaba yo, y que hicieron recordar su cercana infancia a los dos jóvenes. Por supuesto, no faltaban distintos embutidos y quesos.

Repuestas las fuerzas seguimos atravesando el llano, saludando con respeto a los añosos árboles que acá y allá dan variedad al mundo vegetal y sombra a cada animal que a ellos se acerca. También tuvimos ocasión de aprender con las explicaciones de Manolo Colón cómo se forman las dolinas y poljés, y las diferencias entre ambas depresiones del terreno.

Después encaramos el acceso al puerto del Correo, desde el cual unos recordaron su subida al Ventana y otros pudieron fotografiar la Luna con sus cámaras. Por cierto, la calidad de las fotos del camarón nuevo de Salvador es impresionante.

Al iniciar la subida enlazamos con el sendero de largo recorrido E-4 (Tarifa-Grecia) que en sus tramos francés y español se llama GR-7. Su etapa con la que coincidimos parcialmente es la de Montejaque a Villaluenga; después sigue hacia Ubrique y Jimena. Miguel tiene intención de hacer los trozos de GR-7 que pueda en un futuro más o menos cercano, y Alejandro me ha dicho también algo similar, por lo que podríamos tenerlos en cuenta a la hora de programar el nuevo curso.

Antes de bajar al Republicano tomamos el almuerzo junto a la casa refugio que la Junta de Andalucía mantiene en aquella zona. Allí saludamos a Andrés que había dado el paseo desde Villaluenga con su mujer, dos cuñados y un perro. Acabados los postres, hay quien echaba tanto de menos el café de MV que se tomó dos tragos de brandy.

Aunque íbamos bien de horario, reanudamos la marcha a las tres y cuarto y acometimos la última subida del día sin desviarnos para ver la sima de igual nombre que el llano. Antes de cruzar la cancela que da fin a la pista hormigonada vimos muchos grupos familiares, incluso con carrito de bebé alguno de ellos.

La mujer de Juan Luis Gómez (si no me enteré mal, se llama Encarna) atacó bien la última cuesta arriba, con sus dos bastones. Otras personas llegamos ya reventados a esa parte: Mila no separaba sus manos del costado, y Pepa iba despacito, sin parar de suspirar y quejarse: “Dios mío, todo el día subiendo. ¿Cuándo acaba esto? Domingo, recuérdame que no vuelva...”

Exageraba Pepa, porque el perfil de la travesía es como el de una eme con tres picos. ¡Pero que eme! De la primera subida ya hablé, luego una bajada de 120 m hasta el rengue, una subida de 60 hasta el Correo, otra bajada de más de 200 a los llanos del Republicano, otra subida de 150 hasta el puerto de las Viñas, y finalmente bajar 90 hasta Villaluenga.

Nadie iba engañado, pero unos teníamos más ganas que otras de volver a la sierra. Isa nos confesó que no se había quedado esa madrugada en la cama porque Rafael la empujó a venir, pues estuvo muy tentada de dejarnos plantados.

Supongo que Salvador López llegó el primero al autobús, para el reencuentro con su mujer y resto del subgrupo. Yo llegué de los últimos al puentecillo donde Chari y Colón hacían el posado final, y me acerqué al bar de Los Caños, en cuya terraza Jesús López y Mari Carmen ya disfrutaban de sus cafés o refrescos con otros amigos. Pronto nos llevó el autobús hacia Benaocaz, Ubrique, El Bosque...

Y el regreso fue también distraído. Manolo Gómez y Pepe Soto siguieron recordando viejos encuentros, pues uno había sido casero del otro, guardando duplicado de las llaves. Al pasar junto al lago de Arcos, llamó nuestra atención un fuego que había en el cercano merendero, y que todos pensamos que sería de las pinochas, pero Lucía hizo gala de sus conocimientos y dijo que estaban quemando las acículas secas. ¡Una buena nota para ella!

Ya cerca del destino, vimos fuegos artificiales en Guadalcacín, y con ese colorido recuerdo acabo estas líneas. Para quien se atreva, dejo unos versos como propina.

El otro blues del autobús.

Cuando un amigo no va a una excursión de Tempul

tĂş intentas compensar ese tremendo vacĂ­o disfrutando tanto o mĂĄs con los que estaban perdidos.

Dormimos poco y mal para ir al quinto infierno; no me importa nada eso si a mis amigos los tengo.

No te vayas a engaĂąar, y ya con esto termino: cuando una amiga no va todos podemos sentirlo.

JAG.

Sierra de las Nieves. Alcojona 29,30 y 31 de Enero de 2016

Crónica de la salida a la Sierra de las Nieves 29,30 y 31 de Enero de 2016.

Por Salvador León Fuimos llegando con cuenta gotas desde mediodía del viernes, sólo una cosa nos unió en la llagada, la lluvia que nos acompañó desde el Gastor hasta la puerta del albergue en Conejera.

Un total de 22 tempulianos, tempuleros o como sea, nos reunimos en este precioso enclave, un año más nos presentábamos a rendir nuestro amor por esta impresionante Sierra de las Nieves.

Reparto por orden de llegada o similar: Dioni, Mila, Victoria, Pepe, José Ramón, Tili, Juan, Lucía, Elena, Alejandro y sus dos hijos, María Jesús, Pedro, Manolo, Chari, Salvador, Carmen, Jesús, María del Carmen, Manoly y este que os escribe.

Conforme fuimos llegando las neveras se abrieron para preparar la cena, sobre la mesa la chacina que sobró en navidad y unos alcaparrones aliñados por Juan nos llamaban a degustarlos, eso sí, acompañado por cerveza y vino de la añada de la zambomba.

Una vez que todos llegamos, reparto de habitaciones por Pedro y listos para la cena, recena, charla y a la cama que todo lo sana.

Al amanecer salida a la gélida alborada para divisar la quíntuple conjunción planetaria, Mercurio, Venus, Martes, Saturno y Júpiter, bueno a ser sincero Mercurio no se veía, el resto más la luna si.

Juan y Lucía, que ya amenazaron por la noche, se presentaron a las 8:30. Desayuno, recogida, aseo y a salir hacía el Alcojona, todos menos Chari, que tenía exámenes y voluntad de estudiar.

Nada más tomar la pista de tierra pudimos divisar un paisaje inesperado, la lluvia que con tanta fuerza nos había recibido, en las cimas se había depositado en forma de nieve, y un espléndido manto blanco las cubría, la panorámica que se abría ante nuestros ojos nos auguraban ya el fenomenal día que nos esperaba.

Después de 9 km. de carril llegamos al pequeño aparcamiento del llano de la laguna y al inicio del sendero que nos llevaría a la cumbre.

El primer kilómetro transcurre por una pista ancha y cómoda rodeada de pinos y pinsapos, dejamos a la izquierda el camino que va al pinsapo de las Escaleretas, que visitamos al volver, seguimos el sendero que sube por el bosque en dirección al Puntal de la Mesa. Fotos de rigor en el mirador y tras tomar un sendero cada vez más indefinido nos topamos con el falso pinsapo de las Escaleretas o del Puntal, siendo más joven que el de la Escalereta, su porte se muestra impresionante, todos lo rodeamos mientras buscábamos, afanados, la peculiaridad de sus ramas, que Juan nos repite cada vez que venimos y que nadie recuerda. La escribo para que no se vuelva a traspapelar en nuestras mentes, no es más que un bypass que hacen dos ramas horizontales entre la división de su tronco, parece como si los dos troncos tuviesen un tirante que los unen.

Poco a poco empezamos a subir cada uno por su sendero hasta tomar un camino difuso que nos llevaba poco a poco hasta la primera cima, a nuestra izquierda se abría un impresionante cortado que caía a plomo sobre el curso del rio Verde.

Unos 300 metros después un pequeño grupo de 5 nos quedamos viendo como el resto subíais lentamente hasta la primera cima y luego hasta la cumbre del Alcojona (1.420 m.)

Nosotros regresamos, deshaciendo el camino lentamente, recreándonos en cada paso en las vistas de montañas difusas, lejanas que entre sus siluetas nos dejaban entrever el Mediterráneo bañando la costa de Málaga.

Nos sentamos a tomar el rengue mientras a lo lejos veíamos al resto del grupo también tomando el aperitivo.

En esto nos adelantó un grupo que rápidamente llegó a la primera cima y adelanto a nuestros colegas.

Como todo se sabe, este narrador se ha venido a enterar de la dificultad soportable de la subida y de la penosa bajada, entre las inestables lascas de piedra y lo empinado del terreno. Como en todo grupo vivo, el personal rajó lo suyo de la decisión del guía, pero el cariño y la inestimable experiencia de Juan Grilo superaron de largo la marejadilla secesionista.

Los pinsapos son unos árboles de la familia de los abetos, una joya botánica, ya que se trata de una reliquia que vinieron bajando durante las glaciaciones y que al acabar estas quedaron en esta zona gracias a las especiales condiciones climáticas, con abundantes precipitaciones y la presencia de amplias zonas de umbrías, han permitido que permanezcan los pinsapos como una especie exclusiva en determinados puntos de la Serranía de Ronda, en la Sierra de Grazalema y en el norte de África.

Como es de rigor los dos grupos, al regreso, pasamos por el pinsapo de las Escaleretas. Es el mayor ejemplar de la sierra, el árbol alcanza unas proporciones realmente gigantescas. El tronco tiene 5,10 m. de circunferencia y 1,62 m. de diámetro. Se le calcula una edad de entre 350 y 550 años; se ubica a 1100 m. de altitud, su sombra abarca unos 200 m2, su altura es de 26 m y a los 3 m. de altura el tronco se divide en tres ramas de 80 a 90 centímetros de circunferencia. Realmente impresiona la vista de este árbol centenario, nada que ver con la idea prefijada de lo que es un pinsapo de copa cónica, el de la Escalereta se abre al cielo con una copa anárquica que en sus ramas más altas muestran las ganas de vivir de este ejemplar, al estar pobladas de multitud de piñas.

El nombre de las Escaleretas proviene según describe nuestro tempuliano Manuel Colón en su perfil de Facebook y que os recomiendo visitar “Este lugar recibe el nombre de Las Escaleretas porque allí se encuentran estas formaciones rocosas tan características y que se asemejas a una escalera. J.J. Delannoy (1987), las llamó margas esquistosas. Son realmente bellas de aspecto”.

Para llegar a su tronco hay que descender por una vereda, siempre húmeda y resbaladiza, a pesar de su porte, es difícil de encontrar, ya que está en una zona hundida. Junto al árbol encontramos una cueva que en otros tiempos dio cobijo a más de un huido.

Fotos de rigor y abrazo reconfortante, unirse en un todo con el centenario ser y unir el latido de nuestro corazón con el fluir de su savia. Después una última mirada desde el mirador y un hasta la próxima, en la seguridad de que la habrá.

Seguimos el sendero hasta el aparcamiento donde comimos y descansamos, sin esperar a los más arriesgados senderistas, los cinco, partimos hasta la carretera de Ronda, donde departimos con un café entre las manos, esta mención a lo placentero que es tener un café calentito entre las manos, sólo lo vamos a entender los que padecimos las temperaturas y el viento de ese día.

Llegamos al albergue y nos lo encontramos con una temperatura ideal gracias a la labor de Chari, que no sólo se quedó para estudiar si no que nos acondicionó la casa y mantuvo el fuego.

Llegaron todos merendamos, nos duchamos, charlamos, cenamos y… ¿Qué cuento ahora?

Desde la tarde en las diferentes conversaciones que mantuvimos, hablamos de ¿qué hacer por la noche? En estas disquisiciones estábamos cuando Salvador López nos dijo que en la sobremesa nos iba a hablar sobre una película.

No miento si digo que la familia de los López fue la protagonista indiscutible de este fin de semana.

Salvador por su bien guardada habilidad para hacernos vivir una película sin haberla visto y Pedro por su más que bien oculta habilidad para fregar él solito todo el menaje del albergue.

Creo que no voy a estar a la altura para describir uno de esos momentos mágicos que de vez en cuando se dan en nuestras vidas, en el imaginario de Tempul quedará con letras de oro la descripción que Salvador hizo de la película El artista y la modelo.

El argumento de la película dirigida por Fernando Trueba e interpretada por Jean Rochefort, Aida Folch, Claudia Cardinale, y Chus Lampreave, es: “En el Verano de 1943. En un lugar de la Francia ocupada, no lejos de la frontera española, vive retirado un viejo y famoso escultor que se siente hastiado de la vida y de la locura de los hombres. Ya nada es capaz de animarle, de servirle de estímulo. Sin embargo, con la llegada de una joven española que se ha fugado de un campo de refugiados y que le servirá de musa, renace en él el deseo de volver a trabajar y esculpir su última obra” La narración de Salvador comenzó por describir el proceso creativo del viejo escultor y como desde la cabeza a los pies fue creando los volúmenes de la joven a partir de la figura de un cubo, Salvador fue asesorado en su disertación por Victoria y Pepe que también habían visto la cinta, y por algún que otro, que haciendo zapping entre anuncios habían visionado de manera errónea y parcial el meollo del relato.

Yo entiendo poco del desarrollo de la escultura a partir del cubo, he buscado y creo que esto es lo más parecido a la sensación que saque de aquella memorable descripción.

Claro que también hubo quien llegó a esta imagen cubista del filme.

Claro que los no presentes dudarán con que quedarse e incluso dudar de la magnífica noche que pasamos.

Yo, llegados a este punto, sólo puedo citar aquel proverbio chino que decía “Quedal en Conejela lo que pasal en Conejela” algunos comentaban que al igual que la caída de Pablo del caballo, la de Salvador en el Alcojona había producido el desenlace de aquella noche.

Por cierto, recordar que cuando salgamos por esos carriles de Dios, no faltar.

La mañana del domingo se nos ofrecía radiante, con la temperatura algo baja, había hielo en las cunetas, pero con un cielo difícilmente mejorable.

Después de desayunar emprendimos un paseo hacia el cortijo de Rajete por una pista ancha y en casi todo su recorrido plana, algo novedoso para ser idea de Juan, quizás desquite de las cuestas del Alcojona, por cierto ¿Alguien dudaba de cuál era la razón de ese bello nombre?

Alejandro, Elena y sus hijos partieron hacía Jerez dejando el grupo en 18.

Bueno a lo que íbamos, saliendo del albergue y a un km, más o menos a la izquierda se inicia un camino, que después de cruzar un arroyuelo, casi en su totalidad helado, transcurre por un encinar joven, el camino

a tramos está esculpido en la roca caliza. Las vistas eran inmejorables rodeados por las cumbres de la Sierra de la Nieves, Alcojona, Torrecillas, Enamorados…

Como casi siempre a la hora de caminar nos dividimos en dos grupos las mujeres delante y los hombres detrás cada uno con sus temas, nosotros asesorados por Manolo Colón fuimos conociendo el nombre de las formaciones calizas que surgían de la tierra.

En los charcos del camino las larvas de mosquitos se aferraban a la vida, mientras nosotros caminábamos placenteramente.

El tiempo que pasamos fue difícil de medir, cuando estas a gusto el tiempo fluye por desgracia demasiado rápido y la sensación siempre es corta. Llegamos a Rajete, magnifico cortijo en franca decadencia y olvido, quizás sólo visitados por cazadores y por sus presas.

En otros tiempos Rajete tuvo vida y mucha vida, muestra de ello son los corrales y la era, así como sus dimensiones, pero eso acabó, posiblemente en los años 60 del siglo pasado, con el desarrollismo y el abandono del campo para emigrar a la ciudad “errónea panacea que todo curaba”.

A la puerta del cortijo un bosquecillo de chopos que han crecido de uno central demuestra el olvido de este precioso lugar.

De vuelta a Conejera nos enfrascamos en una acalorada charla cinéfila y acordamos que cuando vayamos a pasar una noche en el campo nos comprometemos a ver una peli que luego comentaremos, algo así como un cine fórum de los 70.

Ya en el albergue nos ubicamos en la amplia terraza e iniciamos una animada charla al sol del mediodía aderezada con cervezas, (traída por Jesús y Salvador ambos López) y patatas fritas, después comida, y más tarde la magistral fregada de Pedro, café, más charla, recogida, despedida y cierre.

Al final de esta crónica pedir disculpa por la tardanza en escribirla y sobre todo deciros que por encima de los hechos aquí narrados, estos dos días en la Sierra de las Nieves siempre quedarán en el recuerdo de este que os escribe, son muchas cosas, el tiempo que nos hizo, los paisajes que recorrimos, cien veces andados y más deseados, las historias que intercambiamos y por encima de todas estas cosas, la compañía de 21 tempuleros.

En Jerez a las 18:53 del 14 de febrero de 2016, día de San Valentín.

Fuentes rurales y La Morita. Benalup 13 de Febrero de 2016

DE FUENTES, TORRE Y CARNAVAL EN UNA “PEONÁ” DE 7 HORAS ESQUIVANDO LA LLUVIA

Doble rengue para doble ruta de senderismo por tierras de La Janda

La del 13 de febrero de 2016 pasará a la historia de Tempul como la jornada del doble o nada. Y como un día estupendo en el que los 15 que nos atrevimos a desafiar las previsiones de Maldonado comprobamos que el hombre del tiempo se sigue equivocando, por mucho que sepa de meteorología.

Con mal tiempo, pero buenas caras, 14 tempuler@s y una muy buena amiga de toda la gente de esta asociación, Isa, nos encontramos en la venta de los Santos, tras abandonar la salida 40 de la A-381 que une Jerez y Los Barrios. Era el lugar para reunirnos los 11 que llegaban de Jerez y los 4 portuenses. Y el sitio elegido para desayunar. Un gran descubrimiento, por cierto, que seguramente nos hará olvidar el habitualmente atestado restaurante Los Corzos, en la cercana Palmosa.

El día pintaba gris, muy feo, pero eso no fue óbice para dar cuenta de un estupendo desayuno que nos aportaría fuerzas para la caminata. Quince kilómetros, en la teoría, nos esperaban en una doble propuesta por los alrededores de Benalup Casas Viejas, municipio al que nos dirigimos mientras caía un buen chaparrón. Sin embargo, la lluvia se quedó en ese tramo de carretera y casi no volvimos a saber de ella hasta el viaje de regreso a casa.

Pero por medio, entre un momento y el otro, pasaron muchas cositas, algunas de las cuales que trataremos de reflejar en este relato de una manera resumida, para no cansar a quienes se atrevan con él. Por ejemplo,

que la foto de grupo que podéis ver en este sitio web la hicimos nada más aparcar los coches, junto a las instalaciones deportivas de Benalup, en un sitio muy feo, pero eso nos evitó cargar trípode y bandera.

Recogida esa imagen grupal por la cámara de Dioni, iniciamos el víafuentes, una ruta en la que contabilizamos hasta siete fontanas rurales, la primera de ellas a pocos metros del inicio del sendero, en el lugar denominado de los Alamillos, donde localizamos el manantial del que se abasteció en sus orígenes el pueblo de Benalup. Nada extraordinario que comentar respecto al lugar, en el que abundan los espurgabueyes, las esparragueras y las tagarninas. Pero “hoy no vengo yo con ganas…”, sentenció Mari cuando alguien la alertó de la cantidad de esas plantas que había en el entorno. Todas las ganas que le faltaban a María las trajo Juan Grilo, que no paró de coger y pelar tagarninas hasta que en la bolsa del Carrefour no cupo ni una más.

Por una pista prácticamente en llano, que convirtió la marcha por este tramo del Corredor Dos Bahías en un paseo, fuimos dejando atrás un abrevadero, que no fuente, y cientos de procesionarias que campaban a sus anchas por el camino en busca de algún pino al que atacar. Y mientras, el nublado aportaba al ambiente un alto grado de humedad que, trufado con una temperatura primaveral, hizo entrar en calor a todo el grupo.

Hubo quien, cual si fuera una cebolla, se desprendió de hasta 4 de las 5 capas de ropa que llevaba encima.

Y no exagero porque conozco bien al personaje y sé cómo se forra por temor al frío…

A las 12, hora del ángelus, un cruce de caminos nos dirigió hacia el Padrón de los Arrieros en busca de la segunda fuente rural de este itinerario, la del Tío Pujáo, cerquita del mirador de la Sima, donde por fin encontramos el “pare y beba” imaginario que venía buscando Manolo “el podemita” de la gorra morada desde el que reloj marcó el mediodía. Carmen, para consolarse por lo tardío del rengue, exprimió los tallos de un par de vinagretas, haciéndonos recordar la niñez.

El mirador de la Sima (si, con S pese a estar en alto) no es que tenga unas vistas como las del Torrecilla o el Alcojona, pero sí unas buenas rocas que nos dieron asiento para un breve descanso mientras tomamos una copichuela y picamos algo para reponer fuerzas. Y otra vez al camino hasta topar con la tercera fuente, situada junto a un coqueto restaurante, cuyos nombres, el del caño y el del bar, nos quedamos con las ganas de conocer.

La que sí conocimos, ya de nuevo en el casco urbano de Benalup, fue la fuente de la Calera, a la que la mayoría saludamos desde la distancia para seguir callejeando hasta el corazón del pueblo. Allí, en la plaza principal, todo era bullicio y fiesta. Mientras unos lucían sus disfraces, otros preparaban una monumental paella, y la mayoría deambulaba por el lugar cervecita en mano disfrutando del Carnaval.

Precisamente en ese momento, Manué paró en seco delante de un bar quejándose de su cadera. “Me ha dado un tirón, no puedo seguir, necesito descansar un momento, mejor aquí dentro del bar que en la calle”.

Y todos a una hicimos piña para reconfortarlo. Juan Grilo, alertado por la parada, dio marcha atrás y ante la imposibilidad de detener la rebelión, autorizó el segundo rengue del día, esta vez cervecero. Fue una decisión muy agradecida, tanto a Juan como, sobre todo, a nuestra amiga Isa, que tuvo el detalle de invitarnos para reconocer con ese gesto lo bien acogida que se siente en el grupo y lo a gusto que se encuentra con la gente de Tempul. Gracias, guapa! A nosotros también nos agrada que nos acompañes.

La fuente del Chorro Grande, la Fuente de los Vaqueros y la de los Tres Caños serían los siguientes hitos de esta ruta que finalizamos allí donde termina el casco urbano de Benalup y comenzamos la segunda parte de esta novedosa jornada senderista, en busca de la Torre de la Morita.

En el camino, una veintena de caballos nos ofreció un bonito espectáculo, correteando al galope de un lado a otro de la finca en la que se encontraban mientras nos miraban, esperando quizás un reconocimiento a aquel derroche de belleza que dejamos atrás, para adentrarnos en un camino boscoso que nos llevaría a destino.

A Jesús le costó un esfuerzo extraordinario seguir al grupo, resentido de su reciente caída y con un fuerte dolor en el pie, pero él, lo mismo que Mari, son duros como el granito. Así que el lesionado hizo de tripas corazón y consiguió llegar a los pies de la torre cuando ya los más adelantados correteaban por la fortaleza, de origen musulmán y datada entre los siglos XI y XIII. Allí, pudimos comprobar y lamentar, una vez más, los estragos del incivismo y las nefastas consecuencias de la falta de sensibilidad de las administraciones hacia nuestro rico patrimonio histórico y monumental. Una pena el nivel de abandono de este precioso lugar que posiblemente encierre una bella historia tras sus muros.

La Morita, o su espíritu, seguro que estuvo rondándonos durante el almuerzo en los aledaños de la torre a la que da nombre. Y seguro que a la muchacha le dio coraje no poder hincar el diente a las tortillas de Mari, y se quedó con las ganas de tomarse un cafelito de los que María Victoria nos regala a los postres de cada excursión. Esta vez acompañado de los últimos dulces de la pasada Navidad, y de un sorbito de brandy de las petacas de Dionisio y José Ramón.

La comida fue tardía, pero como los días ya van alargando, hubo tiempo sobrado para hacer el camino de vuelta con tranquilidad y llegar con suficiente luz a los coches. Alguno de los caminantes, el más perjudicado unas horas antes, incluso con ganas de “seguir andando hasta Jerez”. ¡¡Valiente nuestro Jesús!!

El “fin de fiesta” en formato café de despedida fue esta vez en la venta El Jilguero, al pie de Medina, donde con 17,5 kilómetros a las espaldas, o mejor dicho en las piernas, nos despedimos hasta Osuna, con la satisfacción de haber retado con éxito a la lluvia y haber disfrutado de un día estupendo de senderismo y convivencia.

Tily Santiago

Visita a Osuna Día de Andalucía, 28 de Febrero de 2016

Un lugar de Andalucía de cuyo nombre sí quiero acordarme Cuenta su madre que cuando Rodrigo era pequeño, harto de que no le entendieran su nombre, “Dodigo”, cuando le preguntaban una y otra vez, terminó contestando a la pregunta de cómo se llamaba: -Juan.

Y se acabó el problema.

Esto de los nombres tiene mucha guasa, porque mira que me resulta difícil a mí quedarme con los nombres de la gente. Y más cuando en un grupo nos juntamos una treintena de socios de Tempul (contando incluso con algunos de nuestros hijos jóvenes) y casi una veintena de invitados que, aunque muchos son viejos conocidos de este grupo de andariegos, es que no me da el día para acordarme de sus nombres.

Y además, va Tily y me encarga la crónica para dejar patente mis carencias en ese asunto.

Total, que los cerca de 50 excursionistas apuntados a este paseo por la ciudad de Osuna en el día de Andalucía del 2016, cada uno con sus nombres (y apellidos, faltaría más) nos citamos dispuestos a empezar este maravilloso día ¡a las 7 de la mañana! en el Puerto de Santa María para que el autobús recogiera a los primeros pasajeros y seguir hacia Jerez donde terminar de cargar el pasaje en el aparcamiento de Leroy Merlin.

Allí puntuales y abrigados hasta la coronilla porque hacía la mañana más fría de todo el invierno, nos dirigimos hacia la venta Nueva Andalucía que ya estaba avisada de la avalancha que se les venía encima, para meternos un buen desayuno hacia las 8 y media que nos dejó repuestitos y dispuestos a disfrutar del día. Al salir, Ignacio me pregunta quién es la pareja que nos acompaña, sin percatarse de lo que hace el tiempo con los adolescentes.

A las 10 habíamos quedado con Lorenzo, el magnífico guía que hemos tenido el lujo de disponer en todo nuestro recorrido por Osuna, que ahora se llama Osuna, pero que en sus tiempos se llamó Urso y que tiene su origen un milenio antes de Cristo.

La entrada al pueblo tuvo sus más y sus menos, porque el autobús iba recorriendo calles cada vez más estrechas hasta que al llegar al Arco de la Pastora la curva ya era imposible sin llevarnos por delante algún coche aparcado. Un conductor celoso de la integridad de su vehículo nos facilitó la maniobra.

Empezamos el recorrido visitando la Colegiata guiados por Beatriz, una licenciada de Historia del arte a la que no le faltó ni un detalle por relatarnos del laberinto que es la colegiata que se erigió a instancias de don Juan Téllez Girón (1494-1558), IV conde de Ureña dentro de la fortaleza existente en el promontorio que dominaba la localidad y que es colegiata porque obtiene la bula del Papa Paulo III que la dota de un cabildo compuesto por un capellán mayor y ocho capellanes de coro.

Bajamos a la capilla del Panteón, que puede considerarse como uno de los monumentos más hermosos del Renacimiento andaluz, y bien apretujados pudimos ir recorriendo a un nivel inferior a éste, los enterramientos de la familia ducal, una serie de nichos dispuestos a lo largo de los muros, en varias salas, repletas de inscripciones y símbolos sobre la muerte.

Lo más resaltable de la sacristía, además de multitud de piezas de orfebrería, alabastro, libros de oraciones gigantescos y vestimentas litúrgicas, es la serie de grandes cuadros del maestro del tenebrismo, José de Ribera, "El Españoleto", pintados expresamente para esta Colegiata por encargo del duque de Osuna. Una maravilla.

Tan llenos de arte y belleza andábamos, que no nos dimos cuenta apenas de que salíamos al exterior del templo sin subir ni un escalón de todos los que habíamos bajado para dirigirnos al convento de la Encarnación cual lagartijas pegados a las paredes para aprovechar el deseado solecito que aún no calentaba demasiado. Ni de que se nos habían añadido dos polizones al grupo que como supimos, habían acordado con Lorenzo acompañarnos y aprovechar el recorrido.

En el convento que aunque es de clausura, se puede visitar, nos recibió una mini monjita colombiana que nos explicó todos los detalles del antiguo hospital regido por las mercedarias descalzas donde parece que se para el tiempo. Una iglesia muy coqueta con la imagen de la Merced presidiendo el retablo. Un patio precioso con unos azulejos sevillanos en perfecto estado de conservación donde se observan escenas bíblicas, los cinco sentidos, las cuatro estaciones del año, motivos callejeros y monjas rezando en coro. Una gran colección de reliquias, toda una habitación dedicada a niños Jesús con su exquisito ajuar, además de unos dulces elaborados por las monjas que muchos de nosotros compramos para colaborar con el mantenimiento del monasterio, ya que de la salvación de nuestras almas pecadoras se encargan las monjas allí recluidas como nos recalcó la hermanita regalándonos una hermosa reflexión llena de espiritualidad y fe, muestra de que el turismo también puede ser vehículo de transmisión de valores.

También constatamos que, aunque de clausura, no dejan de estar en el mundo terrenal cuando nos recomendó que buscáramos en internet información sobre este año santo, que es de la Misericordia.

Reconfortados por la catequesis, nos dirigimos al museo arqueológico del que es director nuestro guía y que presenta una colección arqueológica de la antigua Osuna y su territorio histórico, desde sus orígenes hasta época hispanomusulmana. El museo está instalado en la Torre del Agua, declarada Monumento Nacional, una torre medieval que flanqueaba una puerta de entrada a la ciudad.

Ya antes de acabar la visita, algún miembro del grupo se había escapado para tomarse la primera en el bar de enfrente al museo, porque se iba acercando la horita de repostar.

Pero aún nos quedaba un interesante paseo por las limpísimas calles de Osuna repletas de casas palaciegas, fascinantes edificios con portadas espectaculares y casas más sencillas pero con magníficos patios a la vista desde el zaguán.

Al enfilar la empinada calle San Pedro, Lorenzo espoleó al grupo, cada vez más necesitado de reposar y repostar, al señalarnos el bar que estaba en la cumbre y la confitería a la vuelta de la esquina en la que podríamos comprar las famosas “aldeanas”, el dulce típico de Osuna. Hasta allí llegamos, tras breves paradas ante el Palacio del Marqués de la Gomera y la Cilla del Cabildo, y por fin reposamos, repostamos y repostreamos.

Y desde aquí, ya en hora para el almuerzo concertado con la hospedería del monasterio, un edificio restaurado por nuestro amigo Lorenzo, antiguo propietario del local, nos fuimos acomodando como pudimos en los sótanos del restaurante a unas mesas dispuestas con una aritmética extraña imposible de encajar sin separar a algunas parejas.

Un almuerzo abundante y aceptable según la relación calidad-precio, que tenía postre pero no café, nos llevó a muchos a amontonarnos en la barra del bar de arriba en busca del cafelito y de alguna copita que también sobrevoló mientras desde intendencia nos iban urgiendo a acabar porque el bus esperaba.

Nada más entrar en el autobús alguno ya iba componiéndose para echar una cabezada.

-“pero si van a ser cinco minutos…”

-“sí, pero esos cinco minutos…”

Efectivamente, en pocos minutos estábamos en los alrededores del pueblo para parar ante la cancela de un terreno en el que campaban a sus anchas un burrito y un par de ponis, y con jaramagos hasta la rodilla fuimos cruzando la finca hasta llegar al antiguo teatro romano de la antigua Urso del que tan sólo pudimos apreciar seis maltrechas filas del graderío y donde se cree que estaría localizado el foro, dado el alto número de objetos arqueológicos hallados, incluyendo las tablas de bronce fundacionales de la ciudad. Nosotros nos llevamos algunas fotos con el burrito y con el amarillo fondo de jaramagos.

Al autobús y otros cinco minutos para llegar a la necrópolis, unos hipogeos o tumbas excavadas en la roca, de época tardorromana, conocida como la necrópolis de Las Cuevas. En sus paredes aún se conservan vestigios de los frescos de aves que las decoraban.

De aquí nos dirigimos a las canteras que fueron utilizadas de modo continuado desde época turdetana hasta los años sesenta del siglo pasado, intensificándose su explotación en el siglo XVI, de la mano del IV Conde de Ureña. En su interior, cuentan con una extraordinaria acústica, por lo que es utilizado como auditorio natural para la celebración de conciertos y espectáculos. Hoy en día es de propiedad particular.

Las canteras han sido adornadas con motivos arqueológicos característicos de la ciudad, como los relieves de la entrada y los baños o las dos grandes reproducciones del toro de Osuna. Actualmente recoge una colección de enseres y herramientas utilizadas para la extracción y transporte de piedras. Impresionante.

Ya casi como despedida de este maravilloso día en Osuna, nuestro cicerone nos llevó al mirador más arriba de las canteras con unas vistas privilegiadas sobre el pueblo y la campiña sevillana. Unos minutos de llenarnos los ojos con Osuna al completo y algunas fotos y al bus de vuelta a casa.

Al pasar por el pueblo nos despedimos de nuestros polizones y de Lorenzo y enfilamos el camino de regreso.

Todavía, antes de que terminara el día y las tres cuartas partes del pasaje cayeran en estado catatónico, el atardecer nos regaló una puesta de sol entre nubes azules, grises y naranja que tardaré en olvidar.

Una jornada del Día de Andalucía que sí tiene un nombre: memorable.

Nos ha regalado momentos intensos e instructivos en el que hemos descubierto un pueblo digno de ver, disfrutar y volver a visitar como la mayoría de nuestros pueblos andaluces, tenga el nombre que tenga y esté donde esté.

Quiero agradecer a la directiva de Tempul por la perfecta organización, a los fotógrafos por dejarnos recuerdo gráfico y al grupo por hacer posible que un paseo turístico sea toda una experiencia.

¡Viva Andalucía libre, España y la Humanidad!

María Victoria Palacios

Sendero río Guadalmesí 12 de Marzo de 2016

El día 12 de marzo del presente estábamos citado a una nueva excursión de Tempul: la ruta que discurre por el río Guadalmesí en el municipio gaditano de Tarifa.

Después de desayunar en un área de servicios de la autovía de Los Barrios llegamos al Área recreativa de El Bujeo.

El día estaba precioso, soleado, sin frío y con una temperatura bastante agradable.

El río Guadalmesí nace al sur de la Sierra Luna y tras un desnivel de más de seiscientos metros en siete kilómetros, desemboca en el Mediterráneo. Todo su curso pertenece al término municipal de Tarifa. Nosotros pretendíamos introducirnos por uno de los canutos que va creando el río y admirar una maravilla de la vegetación que se produce en esta zona de Los Alcornocales: el bosque laurisilva, propio de los bosques subtropicales desaparecidos en Europa por los cambios climáticos de las últimas glaciaciones.

Iniciamos la marcha y en cuanto ascendimos unos cuantos metros pudimos observar el espectacular Estrecho De Gibraltar. Ante nuestra atónita mirada se nos desplegaba no solo el Estrecho sino toda la costa africana: Ceuta, Tánger y las estribaciones del Atlas. Al estar el día tan claro el espectáculo era extraordinario. Pocas veces se puede contemplar con tanta nitidez el continente africano.

Seguimos ascendiendo y pronto paramos para el siempre ansiado y esperado rengue. Esta vez duró más de lo habitual, ya que esperamos el regreso de algunos curiosos que se internaron por el bosque para descubrir nuevas rutas, de lo que algunos se alegraron porque esta vez sí que no hubo prisas para proseguir la marcha.

Mucho más animado, a pesar que la ruta no era dura, nos desviamos del camino principal para seguir el cauce del río Guadalmesí, objeto principal de nuestra ruta.

Durante los s. XIII y XIV las aguas tarifeñas tuvieron una vital importancia para todos los ejércitos que frecuentaban la zona, pues las tropas se abastecían de agua y pastos para los caballos. Estas aguas fueron testigos de numerosas contiendas entre árabes y cristianos, no solo por el lugar estratégico que suponía el estrecho, sino por una cuestión logística. Más que el agua eran los pastos para las caballerizas, pues al iniciar la ruta hacia el norte, las tropas debían asegurarse que las caballerías estarían bien alimentadas y resistirían las largas y duras jornadas que les esperaban.

La travesía por el canuto era espectacular: agua en abundancia y una vegetación exuberante. El Bosque de laurisilva se nos desplegaba ante nuestras miradas con todo su esplendor. El Wad al-nisa, o río de las mujeres era defendido por una torre. Cuenta la leyenda que esta torre se edificó para defender la costa ante los continuos ataques de los piratas bereberes que asolaban la costa por esta zona ya que la desembocadura del río navegable entonces en algún tramo era el único punto de abastecimiento de agua potable en muchas millas náuticas durante los meses de verano. Se llamó de las mujeres porque la población autóctona escondía a sus mujeres en el nacimiento del río en Sierra Luna para evitar que fuesen secuestradas por los corsarios y vendidas al otro lado del Estrecho como esclavas. En el año 1340 cuentas las crónicas castellanas, y relacionadas con la batalla del Salado, que los cristianos persiguieron a los musulmanes hasta el río Gualdalmesí. También se habla de la desembocadura de nuestro río en la Crónica del rey Alfonso XI, como lugar de refresco y de agua para la flota de Abu Hasán. Eran aquellos unos momentos en los que las naves de castellanos y benimerinesses disputaban el control del Estrecho. Como bien sabemos la batalla del Salado fue una de las más importantes de la reconquista y esa victoria evitó que los benimerines pudieran entrar en la Península. Pues bien, también sabemos que en la desembocadura del Guadalmesí fue donde las tropas castellanas-portuguesas cercaron a las musulmanas infligiéndoles una severa derrota.

Siguiendo con la crónica actual y no la árabe o cristiana del s. XIV, salimos del camino que siempre serpenteaba junto al río y volvimos al punto de partida, desde donde salimos para realizar esta bonita excursión.

Comimos en el área recreativa del Bujeo y tras un buen merecido descanso visitamos otra de las joyas del día: el faro de Getares. Este lugar procede de una factoría de salazón romana Caetaria.

Siguiendo con una reseña histórica, el rey Alfonso XI acampó en estos lugares antes de la toma de Algeciras.

Y así pusimos punto y final a un extraordinario día donde la compañía de los miembros de Tempul es lo que hace que las salidas al campo se vean con otros ojos.

Y para terminar esta crónica, citaremos las palabras que utiliza Alfonso XI cuando nos dice en su libro de la Montería que Guadalmesí era un buen monte “de oso et de puerco en invierno et en verano porque hay buen agua”.

López & López

Ruta de las Iglesias. Arcos 2 de Abril de 2016

El dios Brahma (Dios Hindú, creador del universo) dejó caer una gota de agua de su recipiente creador de vida y así, en lo alto de una colina en la comarca de la Sierra de Cádiz, se originó el pueblo de Arcos de la Frontera Si realizamos un viaje por la provincia de Cádiz, no visitar Arcos de la Frontera estaría al nivel de visitar Granada y no recorrer la Alhambra, pues este hermoso municipio en lo alto de un cerro sobre el río Guadalete de origen prehistórico marcado por su enclave estratégico, hoy en día se ha convertido en la entrada a la Ruta de los Pueblos Blancos y sido declarado Conjunto Histórico-Artístico como uno de los referentes turísticos de la provincia y conocido en la península como uno de los pueblos más bellos de España.

Su nombre proviene de Arx-Arcis o fortaleza en altura, apelativo que nos retrotrae a su fundación en la época romana. Aunque fue en la época musulmana cuando creció y prosperó con más arraigo. Ciudad fortificada, a partir del siglo XVIII fue cuando finalmente comenzó a crecer fuera de su recinto amurallado, crecimiento que ha seguido hasta nuestros orígenes, siendo el municipio más poblado de la Sierra de Cádiz, con algo más de 31.000 habitantes.

José Carlos DS: Economista y blogger de viajes en La Próxima Parada.

Twitter: @josecarlosds

El Sábado, día 2 de Abril, un grupo de socios e Isa con dos niños sobrinos de ella, muy correctos y educados ellos, realizamos la ruta de las Iglesias de Arcos de la Frontera. No me olvido que también nos acompañó una Odontóloga, muy guapetona ella, recién licenciada e hija de nuestros muy queridos Dioni & Mila. En total 25 personas, dispuestas a conocer todas las Iglesias de Arcos

El recorrido “oficial” de esta ruta es de 7 Kms, nosotros hicimos 13 o 14, porque somos así y además para que al día siguiente nos dolieran las piernas, los pies y las entrañas con las subidas y bajadas de las típicas calles empinadas y cuestas abajo de Arcos, rompe-piernas total.

El mal rato del día fue la pérdida del móvil de Isa, que después me confesó que lo que más le dolía era que tenía 1500 Fotos. ¡Mujer!, le dije, las fotos hay que ir pasándolas al ordenador de vez en cuando.

Quedamos en la venta Pajuelo a la muy buena y decente hora de las 9.30 para desayunar, ahí perdimos mucho tiempo, la camarera que nos tomó nota se ve que luego la tiró y otro camarero más espabilao nos atendió como más efectividad y premura.

Comenzamos la ruta, previa retirada de cerillas y mecheros, para evitar malas acciones de otros tiempos, ya muuuuy pasados, en la primera Ermita, llamada - Del Mayoral-, desde la que se veía una muy bonita visual de Arcos, por lo que se decidió realizar allí, la foto de grupo. Salimos hacia el pueblo por una cañada - Cañada Real a Ronda-, y después por una vereda – Vereda baja-,que bordea el rio Guadalete, para llegar al famoso puente de hierro -Puente de San Miguel- y entrar en Arcos por su barrio bajo.

Ahí vimos una ermita más – Ermita de la caridad-, ahora residencia de ancianos y, otra iglesia – Iglesia María Auxiliadora-, para después entrar en una casa de vecinos con patio porticado en su entrada y pasillo exterior que lleva a las viviendas y, donde dos amables señoras nos recibieron y contaron algo del lugar, como que no podían tocar nada ni realizar ninguna obra sin el permiso de la autoridad pertinente ya que la vivienda se considera patrimonio arquitectónico - cultural.

Tras esto y pasando por la Puerta de Matrera continuamos por calles estrechas y empinadas asomándonos al – Mirador de la peña vieja- para deleitarnos con maravillosas vistas del rio Guadalete y del lago de Arcos. Entramos en otra iglesia -Iglesia de San Agustin. Fundada en el siglo XVI como convento, que acoge la imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno, la más venerada en Arcos. Aún quedaban palios y canastillas de pasos que se estaban limpiado y acicalando para procesionar la próxima Semana Santa. Subiendo nos encontramos otra ermita,- Ermita de los Hermanos de San Antonio Abad-.

Después de esto, ya pasadas las doce de la mañana, parada para rengue en el bar de la plaza del Cananeo. Cervecita y papas fritas que alguien las traía en su mochila para la ocasión, ( quién?; po la de siempre) y aceitunitas, estas del bar.

Después del refrigerio, más y más subiditas por mas calles estrechas, en una de estas cuestas, llamada “ La Cuesta de Socorro “, podéis imaginaros como era la subida para que se le llame así, vemos la trasera de otra Iglesia,-Iglesia de San PedroPor fin, llagamos a lo más alto de Arcos, la plaza del cabildo, para ver la última Iglesia,- Iglesia Santa María-. Allí, nos asomamos a su famoso balcón, llamado- balcón de la plaza del cabildo- . Nunca me acuerdo como se le dice a este balcón……….

Bueno y ahora viene la bajada, porque todo lo que se sube se tiene que bajar y de qué manera.

Bajamos por un sendero que discurre por debajo de la peña, que el que suscribe, que está recién salido de un proceso quirúrgico, ya no sabía que pie poner delante y cual detrás; chiquillo!, que mal rato.

Y ya llegamos a la venta donde nos esperaban mas cervecitas y un buen almuerzo con berza, carne con papas fritas y postre, todo a muuuuuuuy buen precio.

A eso de las 5-5,30 de la tarde llegada a los coches, despedida y………….. Hasta la próxima.¡¡¡ Nos quedan las ferias, Dique de los Astilleros de Cádiz, día playero y, convivencia de fin de curso.

Animaros y ….

No nos olvidamos de que,

"Lo importante no es el fin del camino, sino el camino” “ Quien viaja demasiado aprisa se pierde la esencia del viaje"

2 Abril 2016

Luis Benítez Ragel; El “Presi”

Parque nacional de Talassemtane. Marruecos 15 a 17 de Abril de 2016

Crónica de un fin de semana en otro mundo.

Por Pepe Abollo.

¡Abramos los ojos!

El senderismo es una actividad arriesgada. No hay que fiarse de las apariencias (que con frecuencia son engañosas) ni confiar en una sola fuente de información, sino contrastar varias siempre que sea posible.

Hemos de estar muy atentos y prepararnos bien.

Aunque el nivel de dificultad sea mínimo -como por ejemplo dar un paseo por las calles de Jerez, alrededor de la alameda Cristina- hay que mirar por dónde pisamos para no llevarse sorpresas desagradables: una catalina canina, un agujero traicionero... ¿no es verdad, León?.

Y si eso pasa en un entorno familiar, cuánto más necesario es abrir bien los ojos y todos nuestros sentidos al moverse por un mundo que nos es extraño. Pero vamos con la crónica, que es lo que toca.

Viernes 15 de abril de 2016.

Siguiendo el programa diseñado para esta aventura africana, a la hora acordada nos encontramos en la estación marítima de Algeciras los dieciocho excursionistas que tuvimos la suerte de ser guiados por Juan Luis Lloret y por Sara, ambos de Osmunda Sur, durante todo el dichoso fin de semana.

El buque Milenium Dos de la Trasmediterránea, abandonó puntualmente el muelle y comenzó así nuestra travesía. El trayecto era corto pero intenso. Tuvieron lugar durante el mismo la recaudación del pago final, el sorteo de habitaciones para la primera noche y la cumplimentación de impresos para facilitar la entrada en el país vecino. Esos pasos organizativos no impidieron momentos más gratos, como las fotos para recuerdo con el peñón al fondo o la observación de los delfines.

Antes de las siete de la tarde rodeamos la estatua de Hércules en el espigón de la Puntilla y accedimos al puerto de Ceuta. Desembarcamos sin problema, y pasamos con los equipajes a los vehículos que nos llevarían primero hasta la frontera y luego hasta Chefchaouen. Eran éstos un microbús de doce plazas (más Juan Luis y “el jefe”, como llamaba a su conductor) y una furgoneta de seis (que pilotó Sara). El paso del puesto de El Tarajal fue lento y penoso, como para que fuésemos tomando conciencia de que entrábamos en otro mundo. A eso de las ocho dejamos de estar en España y tomamos la autopista que une Castillejos con Tetuán.

Durante esta primera parte del viaje vimos que la costa está casi continuamente llena de urbanizaciones y casas de todo tipo, hasta alcanzar la ciudad de M’diq (o Rincón) junto a Cabo Negro. Poco después, algo más al interior, llegamos a Tetuán, que nos impactó con su extenso y bello caserío, en el que vive medio millón de personas. En los diez kilómetros de travesía urbana pasamos junto al aeropuerto (que tiene muy escasa actividad), el estadio del Mogreb Atlético Tetuán, la universidad Abdelmalek Essaâdi (que coopera con la UCA) y las ruinas de Tamuda (ciudad romana sobre otra púnico-mauritana). Los comentarios de Juan Luis sobre la medina o casco antiguo, que es patrimonio de la humanidad, y en parte de origen andalusí, nos dejaron con ganas de volver allí como turistas culturales.

Poco después, mientras el sol comenzaba a ponerse, vimos cantidad de locales al modo de ventas de carretera, donde las familias van a tomar un té o saborear unos pinchitos, y otros comercios con corderos abiertos en canal.

Cerca de las diez divisamos las luces de Chefchaouen, ciudad también encantadora, en la que teníamos que hacer transbordo. A las puertas del camping nos esperaban tres Land Rover 4x4; uno de ellos se hizo cargo de todo el equipaje más cuatro pasajeros, y en los otros dos nos repartimos el resto del grupo. Para llegar al albergue donde pasaríamos la noche quedaba un corto recorrido por pista. ¡Pero qué pista! En poco más de cinco kilómetros subimos más de 300 metros de altitud, con pendientes del 30 %, para hacer una gran bajada ya llegando al gite o refugio de montaña. Y menos mal que lo hicimos de noche, porque así no pudimos ver los peligrosos taludes de esa montaña rusa, que transitamos entre risas nerviosas.

A las once nos recibía el personal del albergue Dar Rihana en el poblado de Mechkralla. Tras dejar las cosas en los respectivos dormitorios nos reunimos en la terraza, pues no hacía demasiado frío. La cena estuvo compuesta por sopa de calabacín, tajine de pollo y macedonia de frutas (amén de pan y agua) servidos por los amables hospederos. Como allí no hay manera de encontrar bebidas alcohólicas regamos la comida con Gibalbín, Entrechuelos, Cortijo de Jara y Tentudía que habían hecho el viaje con el grupo.

Antes de la una (siempre estoy diciendo la hora española) pasamos al salón, donde Juan Luis y Abdul (el guía local) nos dieron sus indicaciones para el sendero del siguiente día. Un rico té moruno y unas caladitas de kif para quien quiso pusieron fin a la jornada.

Sábado 16.

La noche transcurrió bien, al menos para mí. Hasta las seis no pude oír ningún ruido que turbara la paz y el descanso, salvo las bisagras de alguna puerta cuando se usaba el baño para necesidades evacuatorias.

Poco después de cantar el gallo, ya como a las siete, sí percibí la primera llamada del almuecín a la oración, desde la mezquita cercana.

A las ocho la mayoría del grupo estaba en pie, para estar a tiempo en el desayuno que era a las nueve. Fue rico y sustancioso, y dio paso a la foto de grupo, antes de la salida.

A las diez en punto dejamos el albergue y subimos hasta la pista, que tomamos durante pocos metros en sentido hacia Chefchaouen, para seguir luego el sendero. Éste pasaba por Tissouka, seguía hasta un collado que era nuestro techo del día, bajaba a través del bosque de pinsapos y finalizaba en la pista que une los dos últimos núcleos habitados, Afeska y Azilane.

Se dice pronto, pero hacerlo es otro cantar. Casi siete horas nos llevó superar el reto, que excede en longitud y desnivel al Torreón y al Torrecilla. Cuatro horas de continua y penosa subida bajo un ardiente sol, y otras tres de rápida bajada inmersos en un encantador bosque con impresionantes ejemplares de pinsapos, además de otras varias especies de árboles y plantas, pusieron a prueba nuestra forma física. La mayoría del grupo, muy cansado pero satisfecho, pudo completar el trayecto por su pie. Los más perjudicados, a saber Mª Victoria, Chari y yo, fuimos recogidos en coche por Ibrahim y Juan Luis para ahorrarnos el esfuerzo de los últimos dos o tres Km. A las cinco y cuarto, con ligero retraso sobre lo previsto, estábamos todos en el albergue donde la familia de Abdelkader nos acogió con gran amabilidad. La ocupación de las habitaciones fue más anárquica que la vez anterior, y mientras unos tomaban el té y los dulces, otros se duchaban con los cacillos, o daban un paseo por los alrededores, para hacer algo más de ejercicio.

La cena también estuvo basada en tajines, y de sobremesa un diálogo casi filosófico sobre los objetivos personales y esperanzas colectivas. El dicho es que de la discusión nace la luz, pero la realidad es que la poca luz que tuvimos aquella noche salía de unas velas, alguna linterna, y el generador que se paró al agotar los 5 litros de cada velada.

Domingo 17.

El desayuno, muy bueno, dio paso a las despedidas. Abdelkader, el hombre sabio que vive detrás de la montaña, saludó personalmente a quienes atacamos el sendero, que no éramos todos. Sara está convaleciente de sus fracturas de tibia y peroné por una caída en ciclismo todo terreno, pero sigue trabajando casi al cien por cien. Ella se hizo cargo no sólo del equipaje, como la mañana anterior, sino además de las dos bajas forzosas.

Chari y Mª Victoria, que no estaban en condiciones de darse otro palizón andando por un camino sin llano que mereciera tal nombre, tuvieron que resignarse a ser llevadas en el todo terreno hasta Chefchaouen.

Hicieron un recorrido asombroso pasando el puerto de Chouihat y por la ladera del Jbel Kelâa, hasta llegar al camping. Allí se hizo el trasbordo a la furgoneta, y luego pudieron tomar una cerveza en el parador e incluso dar un paseo por los mercados antes de seguir hasta el punto de encuentro con el grupo.

Juan Luis, desde la salida a las 10, volvió a pedir alegría a los andarines, que en esta jornada no tuvimos ninguna cuesta arriba prolongada, porque dominaban las cuestas abajo con más o menos pendiente. Del albergue de Azilane fuimos hacia la cercana Afeska, nos mojamos las suelas yendo por arroyos embarrados hacia Imizzar, y en breve cruzamos el primer puente, no sé si sobre el Oued Farda o sobre alguno de sus afluentes. Al mediodía local, con tres horas caminadas, paramos para beber y comer algo en el fresco y bonito puente sobre el Farda, ocasión que Manolo aprovechó para lavarse los pies. ¡Con qué poco se goza en una fresca poza!

Continuamos entre bancales plantados de maría, nos cruzamos con un par de mulas cargadas, y hora y media más tarde estábamos frente a Ouslaf. En sus últimas casas nos planteó Juan Luis una alternativa: Acercarse al penúltimo objetivo, el puente de Dios -lo que requería tener buena forma física- o seguir por pista hacia Akchour, y conformarse con ver las fotos. Los más cansados fuimos Mila, Mari Carmen, Juan Vicente, Francis y yo. Para mayor relajo, Juan Luis nos facilitó un paseo en camión hasta cerca de la meta. Los once valientes que siguieron a Abdul vieron más de cerca el puente de Dios, y si se hubieran resbalado en el descenso, habrían tenido una entrevista personal con Él esa misma tarde, pues fueron tan rápidos que por poco son los primeros en llegar a meta.

Para disgusto de Juan Luis y mío, los últimos kilómetros de carretera hasta Akchour estaban cortados o con gran atasco, y eso provocó que la furgoneta con las tres chicas no pudiese alcanzar el aparcamiento hasta pasadas las cuatro.

De todos modos, aun sin ese contratiempo hubiera resultado harto difícil embarcar en el ferry de las siete y cuarto, habida cuenta de la distancia hasta Ceuta y, sobre todo, de la parsimonia de los agentes de la aduana de Bab Sebta. Cuando llegamos a la frontera el partido Barcelona-Valencia estaba comenzando, y antes de que entrásemos en la zona española estaban 0-2 en el descanso.

Para colmo de incidencias, el barco se retrasó un buen rato. Zarpamos cerca de las once, con lo cual nadie pudo llegar a Jerez antes del lunes. Lo siento por quienes tenían que ir al trabajo en cuestión de horas, y espero que pese a los inconvenientes, su balance del fin de semana sea positivo, como para mí lo ha sido.

Gracias a Jesús y Mari Carmen, Dioni y Mila, Juan y Lucía, Chari y Manolo, Miguel Ángel y Lorena, Juan Vicente, Juan Luis y Encarni, Pepe Zambrano, Ana y Francis por compartir con Mª Victoria y conmigo esas horas tan llenas de vida.

Gracias a Juan Luis por su experta dirección; a Sara por su amable compañía; a Ibrahim por llevarnos con seguridad por caminos tan escarpados; a Abdul (el jefe) por conducir el microbús suavizando los obstáculos del terreno y los burocráticos; a Abdelkader y su numerosa familia por tan generosa hospitalidad; a Abdul (el guía) por su paciencia con nosotros y sus frecuentes comentarios sobre la historia, la economía, la cultura y la vida en ese país cuya naturaleza nos ha seducido, y en algunos puntos nos ha dado miedo. Y a todas esas personas cuyos nombres ignoro, pero que con sus sonrisas me han hecho recordar que para ser feliz basta con seguir deseando lo que se tiene.

Epílogo.

(Lo que sigue es una reflexión personal, cuya lectura se puede omitir).

Ya de regreso en casa me entero de las noticias de nuestro mundo.

En Jerez se han reunido miles de cofrades como peregrinos en el año santo, cuya clausura contará con la procesión extraordinaria de un paso de palio en noviembre.

En Madrid los líderes de los principales partidos siguen sin acordar un nuevo gobierno porque cada cual pone condiciones para salvar sus intereses.

En Lesbos el Papa Francisco les dice a los emigrantes que no están solos, y se trae como refugiados a tres familias.

No podemos ignorar la realidad, por dura que sea, mirando hacia otro lado o cerrando los ojos.

Mientras algunos entienden la religión prioritariamente como un culto, un rito; mientras otros conciben la política como un quítate tú para ponerme yo (que soy el que posee la verdad); el ejemplo del Papa -creo que sincero- nos llama a pensar un poco en los demás y compadecernos de quienes tienen necesidad de lo más básico para la vida: comida, paz y trabajo. ¡Seamos solidarios ante tanta necesidad, y ABRAMOS LOS OJOS!

Visita al Museo y Zona Histórica el Dique, Cádiz 29 de Mayo de 2016

Para variar de lo que estamos acostumbrados en Tempul, la hora de la cita (once menos cuarto de la mañana) nos permitió asistir tranquilos, sin legañas y con el desayuno tomado en casa. El día se presentaba inusualmente gris e inhóspito para esta época del año, y una brisa fría nos hizo arrepentirnos a algunos de no haber cogido algo de abrigo. El punto de reunión era la puerta de Navantia, anteriormente Izar, anteriormente Astilleros Españoles, y posiblemente algún nombre más que se me escapa. Este enorme complejo industrial militar naval, con un millón de metros cuadrados de superficie, ocupa la mitad aproximada de La Cabezuela. Debido a la prolongada serie de reconversiones que ha estado sufriendo desde que se inauguró en 1975, el lugar en general presenta un aspecto algo desvencijado y melancólico, aunque principalmente impone respeto por las grandes dimensiones de todo lo que nos rodea. Las enormes grúas pórtico de más de 100 metros de ancho y otros tantos de altura son las más grandes de España y bordean uno de los mayores diques secos del mundo, con capacidad para construir buques de 500 metros de eslora y casi 100 de manga. Hay que decir que jamás ha existido un barco de esas dimensiones, pero alguno de los más grandes del mundo se han hecho ahí en los últimos 40 años.

Se presentó puntualmente Inma, que sería nuestra guía para toda la visita, y que nos fue trasladando en grupos de 6 personas a la zona del Museo del Dique. Se trata de un área protegida por la J.A. dentro del complejo debido a su valor histórico, por haber sido la semilla de lo que después sería Astilleros de Puerto Real.

Después de recorrer casi un km. en coche rodeados de las enormes grúas, sillares, estructuras de hierro y otras muchas instalaciones, nos encontramos con la sorprendente imagen de una pequeña capilla de estilo neorománico con muchos detalles eclécticos, que impacta por lo inesperado y extraño en el lugar.

La pila de agua bendita está hecha con la concha de un Tridacna gigas, un molusco bivalvo gigante. La cúpula es de madera desmontable. Aparecen ciertos signos masónicos en la decoración. Alrededor, lo que fueron comedor y hospicio en el siglo XIX y ahora sirven a otros fines. El comedor sigue siéndolo según nos cuentan.

En esta ocasión, no va a haber foto oficial con la bandera de Tempul, pero nuestra guía nos hace una con su móvil que al poco está en la página que el Museo mantiene en Facebook. A pesar de mi poca afición a la red social acabo de darle un “Me gusta” La capilla fue mandada construir por el fundador del primer astillero, Antonio López López, Marqués de Comillas, del cual hay también una bella y elegante estatua sobre alto pedestal. A sus lados, el llamado “comedor de ingenieros”, que ha seguido conservando su función original durante todos estos años, pues aún se utiliza. Al otro lado, el orfelinato, que me lleva a preguntarme el motivo de que fuese necesario tener uno en un astillero. Posiblemente originado de un lado por el paternalismo industrial del XIX y de otra por las inexistentes condiciones de seguridad e higiene en el trabajo.

Seguimos con nuestra visita asomándonos al que fue en su momento el mayor dique de carena de España, con mas de 150 metros de eslora. Nos impresionan sus dimensiones, especialmente las de las enormes

esclusas de hierro que cierran el paso al mar. ¿Como serán las que no vimos, las modernas? A su lado, envejeciendo al sol, el Matagorda, el vapor que llevaba a los trabajadores de Cádiz a su trabajo hace años.

Nos cuenta que la última vez que se usó fue para construir el ESP 22, que debutó representado a España en la Copa América en 1992 (7 victorias de 21 regatas), y que actualmente está expuesto en el Club Naútico Elcano, a la entrada de Cádiz.

Al otro lado del dique de carena, vistamos el que fuera Taller de Forjas, donde se exponen la campana que en otros tiempos llamaba al trabajo y a comida, un archivo de antiguos mapas, y alguna maquinaria antigua. En las paredes unos paneles muestran todos los barcos construidos por los astilleros de la Bahía de Cádiz.

Después del Taller de Forja, visitamos la zona, adyacente a la Bahía y próxima a la entrada del dique de carena donde en su momento estuvo ubicado el Fuerte de Matagorda y ahora solo quedan restos de lo que fue su intento de reconstrucción -fracasada- en el siglo XIX. Los viejos cañones oxidados sobre sus cureñas, apuntando a la bella Cádiz hacen pensar en el asedio por los franceses allá por 1810. No obstante, el día ha despejado y una luz cegadora, tan especial como tiene nuestra bella capital lo baña todo. El mar está alegre, vivo, el nuevo puente enmarca a un muelle comercial donde se observan dos enormes transatlánticos, un desvencijado buque de guerra de la base naval de Puntales pasa frente a nosotros, pasan también motos de agua, veleros y pequeñas motoras se dirigen a sus quehaceres y placeres dando una vitalidad a la bahía. Personalmente te confieso, amigo lector, que el momento me produjo casi la misma epifanía que los más bellos paisajes naturales de nuestra sierra. Será que soy de Cái, Cái.

Por fin, nos dirigimos a lo que es propiamente dicho, el edificio del Museo del Dique. También colindando con la dársena de carena, se trata de una rehabilitación del local donde estaban las bombas de achique del dique (que allí siguen, por cierto). Como detalle llamativo, un enorme cilindro pintado de azul en el techo, que no visitamos y que según averiguo es un archivo de antiguos legajos y planos de buques, solo accesible a personal investigador. El museo lo forman cuatro salas muy bien montadas y cuidadas donde el visitante puede contemplar las herramientas que se usaban: Pantógrafos, compases, llaves inglesas XXXL, bitácoras, maquetas de barcos, fotos de época, cartelería y cosas así. Para ahorradme muchas descripciones, mejor mirad las muchísimas fotos que hicimos. A muchos nos llamó la atención la urna dedicada especialmente al vino “oficial” para las botaduras: “Sangre y Trabajadero” de las Bodegas Gutiérrez Colosía. No podía ser menos que en la tierra del Jerez se usase oloroso, en lugar del champán gabacho, para botar los barcos. Es tradición centenaria, y que siga así. Me pregunto, si hiciesen un barco de vino de jerez, un superoloroso, ¿lo botarían con una botella de gasolina de 99 octanos?

La última de las salas está dedicada a los grandes barcos modernos, petroleros de doble casco construidos por secciones y a la etapa última como astillero militar. En el centro una enorme foto aérea de 3x3 metros donde se pueden iluminar zonas y donde Inma nos mostró el poderío técnico y militar de Navantia.

Damos por terminada la visita y de nuevo nos trasladan en furgoneta en grupos de seis hasta la salida de las instalaciones de Navantia. A partir de ahí, nos dirigimos en caravana a la Venta La Palmera, en la zona de Valdelagrana, donde nos sirvieron un excelente arroz caldoso con frutos del mar, tortillitas de camarones, croquetas, y otras viandas de cocina tradicional de la Bahía. Fue todo un placer, como siempre, por lo bueno de las viandas y lo ameno de la compañía, y por el buen servicio del camarero y mejor hacer de la veterana cocinera.

El que esto escribe no puede por menos que dejar constancia de su agradecimiento a las personas de Tempul que organizan y coordinan estas actividades. Una vez más, un éxito rotundo. ¡Gracias!

Alejandro Mira

Acantilados de Barbate 11 de Junio de 2016

Esta vez sí hubo que madrugar. A las 8.30 parte de Tempul y amigos salimos de la gasolinera La Cartuja con dirección a la Venta Jilgueros. Allí, nos reunimos con el grupo que venia del Puerto y algún rezagado.

Tras un desayuno pantagruélico, como diría mi abuelo, entre tostada y manteca, partimos un total de 31 andantes, entre los que se encontraban tres niños, que serán nuestros protagonistas, con dirección a nuestro destino.

Tomamos la A396, dirección Medina-Vejer-Chiclana. Tras 40 minutos en coche, observando los campos en tonos verdes, ocres y amarillos, vemos en lo alto de la loma el pueblo de Vejer, muy significativo para la que escribe, como lo fue el pasar por la ermita de La Oliva, poco antes de llegar a nuestro punto de partida.

Sobre las 11 de la mañana iniciamos nuestra ruta 29 integrantes desde la Playa de la Yerbabuena. En ella se quedaron Victoria, por dolencias en un tobillo y Chari, para hacerle compañía.

Comenzamos el recorrido por una senda de terreno arenoso, donde si no llega a ser por Rafa, el hijo de Isabel, buen conocedor del terreno, nos pasamos el desvío para realizar un pequeño ascenso y seguir nuestra ruta. "Falta para el presi y vicepresi". A partir de ahí nuestro "guía" fue Rafa.

La senda transcurre entre el susurro del mar, el cantar de los pájaros, a través de diversa vegetación y flora que nos acompañará en todo el recorrido. Así como las vistas espectaculares de los acantilados, desde los cuales se puede observar las aguas cristalinas y de un color turquesa intenso, hasta llegar a la Torre del Tajo. Torre utilizada para vigilar el horizonte marino en el siglo XVIII-XIX. Qué pena que el cielo no estuviera completamente limpio, tenía bruma, lo que nos impidió ver en el horizonte los montes del "Africa misteriosa". Aquí hicimos un pequeño descanso para contemplar el paisaje y hacernos fotos con el impresionante acantilado.

Seguimos andando por camino, esta vez de arena de playa, con lo que hicimos trabajar a nuestros gemelos, hasta llegar casi al final del recorrido donde el sendero empieza a descender. En este punto, la mayoría se quedó realizando el tan esperado rengue, entre vinos, embutidos y frutos secos. (Algunos echarían de menos los míos).Un reducido grupo hicimos parte del descenso, que nos llevaría a Los Caños de Meca donde no llegamos. Sí oteamos con inmejorables vistas el Faro de Trafalgar, el pueblo de Los Caños de Meca, y como no, sus playas.

Nos incorporamos al final del rengue iniciando el camino de regreso. Esta vez cogimos por un sendero interior, no por ello menos impactante. Se observó más la flora y vegetación entre lavanda, romero,

palmito, retama, enebro, etc. y diversos tipos de matorral y cómo no el bosque de pinos costeros piñoneros con su original estructura.

Al llegar a la playa de Yerbabuena nos encontramos con Victoria que ya había catado las aguas marinas y a Chari bajo la sombrilla y toalla a modo de mantita. El resto, unos se dieron un chapuzón antes del comer y otros lo harían después. Tras el almuerzo, donde no faltó la rica tortilla de patatas de María, así como croquetas, filetes de pollo, carne "mechá", etc., un rato de charla entre anécdotas de Manolo y risa contagiosa de Chari, acompañado de café de Victoria y galletas de Tili, llegamos casi al final de la excursión. Hubieron más remojones y visitas al "cuarto de baño de lujo, con bonitos azulejos" y buenas vistas, acompañados en una ocasión de una gaviota.

Pasamos un magnifico día donde la temperatura nos acompañó, gracias a la brisa del viento de Poniente, al recorrer los 12-15 km. entre zonas costeras y pinares costeros. No faltó ni la buena compañía, ni el conocer vivencias y personas con encanto, ni la gastronomía.

Hasta la próxima, besos de Oliva.

CURSO 2016-2017

Molinos de Patrite. Alcalá de los Gazules 15 de Octubre de 2016

Comienza el curso! Sábado 15 de Octubre, salida gasolinera ctra. de Cartuja como en otras ocasiones, un gran número de socios y amigos de Tempul comenzamos nuestras andadas por la sierra. En total 41 personas, creo.

Hacía tiempo que no iba a una excursión tan numerosa. Me recordó mis primeras salidas con el grupo, hace ya 4 temporadas.

Bueno, el recorrido de hoy, 5.1 km. según nuestra información, sencillito y cortito según los más expertos, al final ha sido de lo más movidito y distraído.

Empieza el sendero. Enseguida ¡Uy cuanto barro! ¡Pues si apenas ha llovido! dicen unos. ¡Uy pues parece que aquí llueve más que en Jerez! dicen otros. En fin, todos empezamos a aportar nuestros conocimientos sobre el tiempo y conclusión, de barro hasta las trancas.

Seguidamente cogiendo un poco de altura unas vistas espectaculares, los buitres muy comunes en la zona revoloteando nuestras cabecitas y a veces regalándonos alguna pose encima de los penachos, para deleite de nuestros expertos fotógrafos, que son muy numerosos en el grupo.

Continuamos caminito. La vegetación preciosa, lentisco, acebuche, aulaga y algunas más que soy incapaz de recordar. Saltamos primera valla del día y empezamos a andar a la pata coja , que camino más bonito y que sembradito está , unas más fresquitas otras más sequitas , en fin un mojón detrás de otro (campo de minas lo llaman aquí) por suerte no fue un trecho muy largo.

Sin prisa pero sin pausa, llega la hora del rengue y llegamos al molino, un sitio bien chulo para un buen descansito y curiosear los más valientes la antigua construcción (digo antigua porque la cosa no estaba para estar mucho tiempo dentro). ¡Vaya qué despiste, si hoy no hay rengue! Pero sorpresa, los más conservadores sacaron su botellita de vino de Jerez y los más avispados alguna bolsita de frutos secos. ¡Qué suerte tener compañeros que se saltan las normas! ¡Nunca, cuando empecé a andar con el grupo, imaginé que una copita de vino de Jerez sentara tan bien en la sierra!

Ea, pues ya íbamos más calentitos… el sol el vino, nuestra rutita, nuestra charla; la mar de bien y… bueno, ahora, ¿por dónde vamos? Unos que por aquí, otros que por allí, todos en filita india y.... ¡segunda valla del día! Cada uno buscándose la vida lo mejor que pudo; unos saltando y otros por un agujerito que encontraron. Todos fuimos pasando estupendamente. ¡Prueba superada!

Bueno pues ya vamos de vuelta. Una cervecita en la venta Patrite , que por cierto tenía una pinta estupenda ,y quinto fresquito en mano charlamos con un campero. El buen hombre nos contó que había 4 molinos. Que el último dejó de funcionar hace aproximadamente unos 45 ,46 años, y por supuesto, él llegó a conocerlo.

Hora del almuerzo. Cogimos nuestros coches y nos marchamos con viento fresco, a la venta Los Santos, donde pensamos almorzar todos juntos. El almuerzo fue estupendo, la comida típica de la zona muy buena, el servicio rápido y buena compañía, ¡qué más se puede pedir!

Y esto es solo el principio.

Espero que pasemos muchos días como este.

Buen inicio curso 2016/17.

Isa Morata.

Sendero circular Arroyo de la Ventilla. Arriate 12 de Noviembre de 2016

Por fin me he sentado delante del ordenador para intentar explicar como es y cómo vivimos esta espectacular ruta. De principio disculpas por la tardanza.

El sábado 12 por fin, (después de una suspensión, acertada por cierto, ya explicaré lo acertado del aplazamiento) 14 Tempulianos Carmen y Salvador (que ejercía como guía), María del Carmen y Jesús, Isabel y Rafael con su hijo Alejandro y su sobrina Carmen, Chari y Manolo, María Victoria y Pepe, Manoly y el que escribe, tomamos la carretera camino de Arriate, con la parada de rigor en la venta de Montecorto donde una vez más saboreamos un buen desayuno y recibimos la amable atención de sus dueños.

Después de algunos despistes con la ruta, aparcamos en la explanada junto al recinto ferial de Arriate y tomamos el camino asfaltado de Panabarro que sube llegando a la vereda del Molino Canto.

Hasta este punto del camino ninguno de los presentes éramos conscientes de lo que íbamos a ver y disfrutar. Poco a poco la vereda iba estrechándose y descendiendo por la margen derecha del arroyo de la Ventilla, y nos fuimos metiendo dentro de un espectacular bosque galería que llama la atención por la gran variedad de especies que lo conforma: olmos, fresnos, sauces, álamos, eucaliptos e incluso algunos alcornoque y junto a matorrales, zarzas, muchas zarzas, demasiadas zarzas. Esta vegetación de ribera nos mostraba todos los colores que el otoño es capaz de mostrar.

Al poco, mientras descendíamos y nos íbamos adentrando en un desfiladero que durante siglos ha esculpido el río de la Ventilla, pasamos por dos fuentes la del Cañolillo y la de la Teja, que después de su restauración ha quedado con una dudosa estética, eso sí, tenían agua.

Llegamos al primer puente que nos vuelve por la margen izquierda a los restos de unas edificaciones: viviendas, cuadras y molino que denotan la fuerte humanización que en su día hubo en el río, unos metros más y llegamos a una amplia cueva en la que se adivinan su uso para guarda de ganado y cobijo de pastores, dentro de la cueva existe una fuente de agua y en la pared estaban colgados los aperos necesarios para hacer una buena comida campera, satén y parrilla.

Una vez visitada volvimos sobre nuestros pasos, atravesamos el puente y dejamos atrás las mesas que nos servirían mas tarde para comer e iniciamos el camino hasta un segundo puente, este se estrechaba y nos adentramos por lo más angosto del desfiladero, el camino a partir de este punto se vuelve difícil por la cantidad de vegetación y por su estrechez , al llegar al segundo puente reinó el desconcierto, en parte, por equivocarnos de camino al cruzarlo y por la caída de Pepe al río, desgraciadamente no hay constancia documental del hecho y afortunadamente Pepe casi no se mojó.

Volvimos hacia la margen derecha y emprendimos un camino de unos 5 km, difícil de explicar por su belleza, una aproximación sería el paisaje del Majaceite en su tramo de Benamahoma al Bosque, claro que el Ventilla tiene quizás más espectacularidad por su estrechez, su vegetación y sobre todo por la ausencia de domingueros, la desventaja, el Majaceite lleva mucha más agua y mas belleza en sus rápidos y saltos.

Al filo de las doce, hora Tempulera por antonomasia, empezamos a buscar un lugar despejado, cosa nada fácil en un lugar tan angosto, después de pasar por una construcción, entre redil y calería, los expertos, no acabamos de ponernos de acuerdo, ni siquiera después de cubicar la estancia para intuir cuantos borregos, cabras, cerdos o mulos cabían en tan reducido cubil.

Este tramo del sendero, desde el primer puente, está siempre en la umbría, es húmedo y frio, los restos de las lluvias de la semana anterior aun estaban bajo nuestros pies, lo que ratifica la acertada decisión de aplazar la excursión.

Sobre 12:15 el camino cambió de margen y empezó a abrirse y a permitir que el sol nos diera, momento que nuestro guía creyó conveniente parar para hacer el Rengue, en mayúscula como se ve, El Rengue es una tradición tempulera, que tiene lugar cada vez que el día llega a su mitad, y que para sucesivos encuentro debe de preservarse ya que esta parada técnica está ya en el ADN del ser TEMPULIANO o TEMPULERO intentar excluirlo de nuestras actividades pedestres sería un grave error.

Mantuvimos una animada conversación, regada con oloroso, amontillado y solera acompañados estos vinos con almendras quesos alguna aceituna y las indispensables patatas. Aunque parezca mucho no más de 20 minutos supuso este tentempié y continuamos el camino.

Como decíamos ya en la margen derecha y por un camino ancho y cercano al río caminamos en fluida conversación, al poco llegamos a un remanso del río donde observamos lo que parecían unos nenúfares rojos ¿nenúfares rojos? Al mirar con más detalles descubrimos que eran claveles diseminados en el agua, aceleramos el paso con un cierto yuyu al entender que las flores acompañaban a unas cenizas, no es mal sitio para quedarse esperando la eternidad.

En un cuarto de hora el paisaje se nos abrió de repente y las paredes que nos encajonaban dieron paso a cambio radical de la vegetación, el bosque de ribera se cambió por un pinar, donde los domingueros, aunque era sábado, espátula en mano se afanaban en sus barbacoas.

Llegamos al final del camino, o mejor dicho, a la mitad. En el puente de la Ventilla encontramos a unos trabajadores de una empresa de multi-aventura que estaban recogiendo los aparejos de hacer puenting, como de costumbre rápidamente entablamos una animada conversación sobre las posibilidades senderistas de las provincias de Cádiz y Málaga y sobre la mejor opción para volver a Arriate, tres nos plantearon y la mejor fue la de volver sobre nuestros pasos.

A la vuelta fuimos recreándonos en paisaje tanto que alguno, como el que suscribe, dio de bruces en el suelo, en parte por la vegetación, que casi cerraba el camino y en parte por estar pendiente en ver una escultura de Félix Rodríguez de la Fuente, que por cierto nadie vio.

Comimos en las mesas del primer puente, en excursiones venideras sería interesante comer en el pinar del puente de la Ventilla.

Cuando terminó la comida volvimos, otra vez, hacia atrás, para tomar el segundo puente y regresar a la margen izquierda, subir la pared y regresar por la carretera que bordea el pequeño cañón. Una vez más nos encandilaron las vistas del río y del bosque galería que lo oculta, desde arriba la panorámica es espectacular.

Por la carretera el horizonte se nos muestra inigualable, a la izquierda la Sierra de la Nieves y al frente el Salto del Cura y detrás la Sierra de Grazalema.

Llegando ya a Arriate volvemos a bajar hasta el nivel Del Río para volver a la margen derecha y terminar nuestra aventura sabatina.

Claro que esta aventura no acabó hasta que volvimos a la venta de Montecorto y nos tomamos un refrigerio o café, según los gustos y terminamos de conversar mientras que el sol se ocultaba detrás del San Cristóbal.

Quizás la explicación de la tardanza de esta crónica este en estas palabras que ahora quiero plasmar y que me ha costado engranar. Hace muchas, pero muchas salidas, que no me sentía tan a gusto en el campo, hablamos todos con todos y todos a la vez, anduvimos lentos y recreándonos en el paisaje, y no fue corta la jornada fueron 12 kilómetros y pico.

Durante todo el camino Alejandro y Carmen nos animaron con sus risas, con sus carreras, con sus escaladas y sobre todo con una alegría y comportamiento que nos recordaban nuestros juegos de infancia, seguro que el domingo ninguno de los dos madrugaría.

Nunca he sido partidario de limitar la entrada a nuevos socios, pero las sensaciones que tuvimos, me hacen pensar que la masificación, los grandes grupos jaleosos, las salidas multitudinarias, están bien, pero evitan que nos identifiquemos con el entorno donde nos movemos y con los compañeros de viaje.

Recomiendo que si en primavera existe un hueco, los que no han venido, prueben a venir, y si no, que esta salida se repita en otoño del año que viene.

Estas torpes palabras seguro que no han podido expresar la belleza y las sensaciones que vivimos, pero seguro que si algún día os da por venir a recorrer el bosque galería del Ventilla seguro que agradeceréis este consejo.

P/D Los garbanzos que compramos en la venta de Montecorto están de lujo.

Se acabó de escribir el día 30 de noviembre de 2016 a la hora del Rengue.

Por Salvador León Rodríguez

Benaoján, Fresnedilla, Cueva del Gato, Benaoján 19 de Noviembre de 2016

Seguimos en racha Tempul vuelve a la Serranía de Ronda y suma otro magnífico día de senderismo Tocaré madera en nombre de los supersticiosos para que el titular de este relato, sobre un extraordinario día en la Serranía de Ronda, no trunque la buena racha que llevamos desde que comenzó este curso. Si dejamos a un lado la intensa lluvia que nos obligó a suspender la salida del 5 de noviembre, incidencia que fue subsanada con el aplazamiento de la excursión al sábado siguiente, todo lo demás es un suma y sigue de buenos ratos entre amigos haciendo, además, lo que nos gusta: disfrutar de una buena caminata por el campo compartiendo al mismo tiempo charla, rengue, almuerzo y lo que se tercie. Todo dentro de un orden, por supuesto.

Pues justamente eso es lo que hemos hecho las y los 26 que decidimos sumarnos a la convo de Tempul para un cálido 19 de noviembre del 16, y seguir a nuestro jefe de actividades, Salvador, quien con la propuesta de ruta desde Benaoján a la Fresnedilla y la Cueva del Gato ha acertado plenamente, ofreciéndonos un recorrido cómodo y agradable, que todas y todos hemos cubierto sin demasiado esfuerzo.

Ha sido un día de reencuentros, en el que históricos de esta asociación que llevaban algún tiempo despistados, como Inmaculada y José Ángel, o amigos un poco perdidos también en los últimos meses, como Isabel y César o Cati y Pepe –casualmente todos son recientes abuelos y abuelas, y puede que esto tenga algo que ver con las ausencias-, han vuelto a su casa, que es esta asociación. Con ellos, los que nunca fallan salvo causa mayor, como Mila y Dioni, Mª Carmen y Jesús, Mari y Jesús, Carmen y Salvador, Victoria y Pepe, o JR y quien escribe esta crónica. Y nuestra última incorporación, Isa, esta vez sin familia.

Para completar la foto de familia, otros amigos habituales como Aurora y Luis, Miguel Ángel o Juan Luis; una nueva invitada, Montse; y la gente joven, Irene y Javi con su Aika, una preciosa akita que con su buen comportamiento, ha hecho méritos para volver cuando quiera. Sus “abuelos”, Jesús y Mari Carmen, pueden estar orgullosos de ella.

La venta de Montecorto ha sido todo un descubrimiento para desayunar cuando el destino del grupo es la Serranía de Ronda o la Sierra de las Nieves. Gente amable y muy competente nos atiende con rapidez y eficacia en un tiempo récord. Seguramente por eso, cada vez tienen más clientela, como el grupo de amigos de Juan y Lucía que a la misma hora comparten con nosotros desayuno, camino de Quejigales. Ellos son más afortunados que nosotros, porque van a pasar el día acompañados por los Grilo, que como no son ubicuos, esta vez han optado por esos otros amigos. Eso sí, Juan tiene el detalle de llamarnos durante el desayuno para preguntar cómo va todo, y hará lo mismo a última hora de la tarde, interesándose por el discurrir de la excursión. Es que este Tempul tira mucho…

Vuelvo a la venta de Montecorto (os prometo que no llevo comisión) porque es allí donde se constituye nuestro grupo al completo, para dar cuenta de unos ricos molletes de Montejaque bien calentitos, que nos aportarán fuerzas para encarar el sendero, poco antes de las 11 de la mañana. A esa hora el corazón de Benaoján, donde dejamos los coches, late tranquilo. Algunos parroquianos caminan con sus bolsas de la compra, mientras otras limpian sus casapuertas, todos disfrutando de una temperatura fuera de lo normal en la zona para esta época del año. Y es que, ciertamente, el clima anda muy, pero que muy trastocado. Va a ser que lo del cambio climático va en serio, por si alguien a estas alturas de la película no se ha enterado.

A poco de iniciar la caminata, que es más bien un paseo, dejamos atrás el pueblo para adentrarnos en el bosque, que nos dará sombra durante un buen rato, la cual se agradece porque el esfuerzo, la temperatura ambiente y las calorías del desayuno, empiezan pronto a pasar factura. De manera que las cebollas y cebollinos nos vamos desprendiendo pronto de las capas de abrigo que llevamos encima. Y menos mal, porque a poco de ello topamos con la vía férrea, para cruzarla hasta tres veces, y en ese tramo el sol ya calienta por derecho, sin compasión. Así, haciendo un zigzag sobre los raíles, dejamos atrás “la fuente del Paraná”, un caño que según comenta alguien, no sirve paraná, por el que mana agua que a su vez surte a una tubería que la llevará hasta los cercanos huertos benaojanos. Así que digo yo que la fuente sirve para algo más que paraná.

El discurrir de un lado a otro de la vía (menos mal que los trenes que unen Algeciras y Bobadilla tienen pocas frecuencias, lo que nos permitió hacer ese tramo a nuestras anchas) nos condujo al lugar conocido como La Fresnedilla, donde los fresnos de los que toma su nombre comparten espacio con dos o tres ejemplares de caquis cuajados de frutos. Un poco rasposos, eso sí, lo cual pareció no importar a nuestra mascota, que dio cuenta de uno mientras el grupo posaba para la foto oficial de este día. Como no podía ser menos, dejamos a Aika en lugar preferente, al centro y delante de la bandera.

La paradita en la Fresnedilla da para saber que dos de las parejas habituales, los León Vaz y los López Martínez, andan de bautizo, motivo por el cual no han podido venir esta vez. Como tampoco la representación portuense. Distintas causas retienen en casa al presi y señora, a los Rodríguez Gómez y a los Rodríguez Poquet, estos últimos esperando la inminente llegada de su primer nieto. En la Fresnedilla, junto al mismísimo Guadiaro, se comenta también la evolución favorable de Concha, tras su paso por el hospital, de lo que nos alegramos. Y presenciamos uno de los varios resbalones que se sucederán a lo largo de la jornada. La primera es Carmen. Luego también patinarán César, Isa, y seguramente se me escapa alguien más. Pero ninguna de las caídas tuvo consecuencias, afortunadamente.

Dejamos la Fresnedilla a la hora del Ángelus, que en esta ocasión no es la del rengue, ya que tenemos aún los molletes en plena digestión. Así que retomamos la caminata, con nuevos cruces de la vía férrea hasta alcanzar la Estación de Benaoján. A ese lugar llega Mari un poco más cargada. Porque Mari, si no cosecha algo cuando camina con Tempul, como que no vuelve tranquila. Y como esta vez no había tagarninas ni espárragos, se llevó un puñado de bellotas. No sabemos qué exquisitez preparará con ellas, pero seguro que algo bueno sale de su cocina elaborado con esos frutos.

En la Estación, nuestro guía nos desvía ligeramente de la ruta prevista para mostrarnos el nacimiento de los Cascajales. “En esta época, el nacimiento es uno de los espectáculos más hermosos de la Sierra, desde el que un agua cristalina corre a alimentar al cercano río Guadiaro”. Y ciertamente el espectáculo, tal como reza la señal informativa, es muy bello. Tanto, que nos anima a hacer en ese lugar el rengue y así poder contemplar durante un buen rato el tranquilo discurrir de esas aguas nuevas.

No es necesario comentar, por sabido, el festival de buenos vinos y mejores tapas que vivimos, una vez más, en esto que ya está tan implementado en Tempul, que hace imposible pensar en una excursión sin ese tentempié que tan acertadamente se ha ido imponiendo.

Repuestos ya del esfuerzo de la primera parte de la jornada, volvemos a la ruta diseñada por nuestro guía para dejar atrás la Estación y adentrarnos de nuevo en territorio boscoso. El paisaje otra vez sombreado nos conduce hasta una zona de piscinas naturales atravesadas por unos pontones, que animan a algunas parejas a posar para la cámara de Dioni. “A falta de Manolo Colón y Chari, os haré la foto a vosotros”, se escucha comentar al retratista, a quien siempre reclaman los hoy ausentes para posar juntos, provocando con ello las risas del auditorio y el recuerdo de otra de las parejas habituales que se han perdido esta excursión.

Pero sin duda, las mejores fotos están aún por llegar. Será al pie de la Cueva del Gato donde las cámaras y móviles dispararán mil veces, tratando de captar la belleza del lugar. Un remanso de aguas cristalinas que un poco más arriba, descienden en una preciosa cascada, libres al fin tras dejar atrás los 9 kilómetros bajo tierra que hacen de esta cavidad el curso subterráneo más importante de Andalucía.

Frente a este espectáculo de la Naturaleza compartimos el almuerzo. Mari, una vez más, hace las delicias del grupo regalándonos sus extraordinarias tortillas. Victoria sabe bién lo que nos gusta un cafelito a los postres. Postres que regamos con el brandy de la petaca de Dionisio, y con la mistela que cada año, por los Tosantos, preparan en la cercana Pujerra para celebrar la fiesta de la Castaña. Todo riquísimo. Para variar.

El problema vendrá cuando toque reanudar la marcha. En ese momento de la jornada, el grupo se divide.

La mayoría, pese a lo comido y bebido, se atreve a encarar el tramo de un kilómetro en subida que nos conducirá, por una estrecha y empinada senda que apenas da respiro, hasta el puerto de Ronda. Desde este punto, el resto del camino hasta Benaoján discurre por una pista que nos lleva hasta los coches. Pasan pocos minutos de las 4 de la tarde cuando los 16 que optamos por esa ruta alcanzamos la meta. La otra parte del grupo, que para evitar el kilómetro de subida retorna desde la Cueva del Gato por el mismo camino recorrido a la ida, aún tardará un buen rato. Una vez todos de nuevo juntos, el habitual café de despedida lo tomamos en el mismo pueblo antes de partir cada uno a su casa, cansados pero felices tras un día extraordinario. ¡¡Y que siga la racha!!

Tily

Subida al Navazo Alto desde Benaocaz 14 de Enero de 2017

Navazo Alto A las diez y media del 14 de enero de 2017 estábamos en Benaocaz, al pie de su ermita y con bastante frío, 22 personas dispuestas a cumplir el objetivo marcado para esta fecha en la programación senderista de Tempul: alcanzar la cumbre del Caíllo, también conocido por esta zona como pico Bandera.

La dureza de la ascensión, que para colmo en su parte inicial hicimos por ladera sombría y con un viento inclemente, había dejado sin sus compañeras habituales a tres o cuatro socios y al único no socio de la jornada, José Luis Segura, que esta vez vino sin Aurora.

Pero para compensar las bajas, dos familias iban muy bien representadas con dobles parejas: de adultos, Isa y Rafa, Mariele y Ale; y de menores, Alejandro y Rafa hijo, Guillermo y Ale hijo. Los cuatro últimos se lo pasaron tan bien que, a la vuelta, jugaron un rato al baloncesto y probaron varias rutas en el rocódromo anexo. ¡Qué envidia de energía!

Estando ausentes quienes suelen ocupar la cola en la mayoría de las excursiones (y no voy a señalar a ninguna persona, para ser tan prudentes como ellas fueron) el farolillo rojo lo compartieron a ratos Pepa y Chari, ayudadas en su esfuerzo por Domingo y Manolo.

Contra todas las adversidades, el grupo entero llegó en menos de dos horas al llano base, donde se halla la boca de la sima que tomamos como referencia para el ataque final a la cima. Según nos acercábamos a ese lugar pudimos ir viendo maravillosos paisajes, cada vez más amplios y lejanos. Benaocaz, Aznalmara, Bornos, Los Hurones, el Reloj, el Simancón...

Antes de trepar los 60 metros que quedaban y siendo la hora más que oportuna, tuvimos el ya inexcusable rengue, concluido el cual compusimos el grupo para la foto. Fue un acierto acordarlo así, y lo hicimos porque quienes llegaron más cansados pensaban en principio continuar el sendero sin subir más, para reencontrarnos abajo en el primer navazo.

Reconfortada la moral colectiva con las variadas ingestas, no se produjo la temporal división, y en menos de un cuarto de hora todos estábamos casi a 1.400 msnm. De la cumbre disfrutamos brevemente, porque ni el pleno sol vencía la incomodidad causada por el viento, que no paraba de rugir como bien prueba el vídeo tomado por Ale. José Ramón y Tily posaron cogidos al pilar, muy airosos ellos y también algunos de los más intrépidos caminantes del grupo, pero en cambio a otros (yo mismo, a qué mentir) nos bastó con plantar las posaderas en la base del vértice, sin adoptar una postura más erguida y digna para ver Gibraltar y El Hacho.

El grupo se estiró más en la bajada, pues alguno de los más jóvenes iba hambriento y a tumba abierta hacia el navazo donde le habíamos prometido almorzar, comiéndose las veredas como aperitivo frío. Mientras Juan nos señalaba el sumidero, Lucía escogía algo más allá el lugar idóneo para dejar la mochila, y comenzamos la comida a eso de las dos y cuarto.

Los hermanos Salvador y Jesús pudieron presumir de familia sin haber ido sus parientas, y a Pepe Grilo tampoco le faltaba la cercanía de su misma sangre, pero yo eché mucho de menos a mí media naranja.

Quizás se percatara de ello Oliva, que a la hora de los postres repartió sus chocolatinas para alegrarnos la tarde a los más golosos.

Sin apenas descanso de sobremesa emprendimos el regreso. Apenas encontré de vuelta nada mencionable. Si acaso, la roca en forma de enorme tortuga a la que subimos sin necesidad, y ya al final la otra cara de la aguja cercana a un gran pozo y al depósito de agua que hay poco más abajo. Siete horas después de dejar los coches aparcados, recuperamos nuestros asientos en ellos.

Otra gran jornada que Tempul nos ha brindado a quienes pudimos realizarla.

Acabada la crónica en sentido estricto, mi reflexión personal tras recordar ese día.

Hay quienes se enorgullecen de ver en ese vértice los colores de su bandera preferida, y cuando se sube al Navazo Alto podemos encontrar allí cualquier símbolo. En esta ocasión era la blanca y verde de la comunidad andaluza, en otras se ve el pabellón nacional de España, a veces pintan allí la tricolor, y rara vez se puede ver el hormigón libre de revestimiento.

Respeto todas las banderas y a quienes las tremolan, pero no querría usar ninguna como un elemento para agredir a otra persona. Si tuviera que votar cuál poner allí, quizás dudara entre varias con una cobertura más amplia: la europea, la de la ONU, la olímpica...

Pero hasta la que parezca menos ofensiva puede ser mal interpretada por quien no se sienta representado en ella. Así que casi me decidiría por izar la bandera blanca, como signo de paz y de rendición. ¿Quién no llega cansado y rendido tras subir tantas cuestas como hay para llegar a la cumbre? ¿Quién no siente paz al contemplar la inmensidad del paisaje que la cima nos ofrece? Pues ni esa pondría, pues el color blanco se asocia al luto y la viudez en varios países asiáticos.

Así que, como no soy un héroe, dejaría sin pintar todos los vértices, y me guardo para mí mi bandera, mi patria, mi segunda piel, el lugar donde quiero volver.

Pepe Abollo.

Fin de semana en la Sierra de las Nieves 27 a 29 de Enero de 2017

LA CONTRA PORTADA: Resguardados en nuestros chaquetones y cubiertas nuestras cabezas con gorros, bragas, bufandas y nuestras manos recubiertas de guantes, con nuestras mochilas bien pertrechadas partíamos rumbo Sur en busca del objetivo.

El fuerte y frío viento chocaba en nuestras espaldas, más encogidas que en otras ocasiones y la mirada más fijada en el cómodo camino con el cejo encogido y parafraseando a través de las finas capas de la indumentaria invernal.

No podíamos hacer otra cosa, el viento frío no nos dejaba.

La montaña tiene estas cosas, pero une, en este caso, los frioleros sentimientos de gozar de la naturaleza.

Los vanos sentimientos merodeaban las cabezas de los afligidos caminantes pensando en el calor de la buena chimenea y de la sopa caliente, aunque fuese de un humilde sobre concentrado.

Así caminaron unos y otros, los que decidieron dar la vuelta en un momento del camino y los que completaron la subida al objetivo previsto.

El calor de aquel hogar provisional (el Camping de Conejeras) era la idealización de lo perfecto, no había nada mejor.

Y así fue.

José Ángel Sánchez Abrines

CRÓNICA Por fin llegó el día señalado para ese ‘finde’ que tanto apego le tenemos muchos de los socios y amigos de Tempul. Mira que los recorridos que hacemos ese fin de semana ya suelen ser conocidos por algunos de nosotros, pero está claro que ese ‘finde’ prima el pasar un fin de semana todos juntos al calor de una buena chimenea, una buena sobremesa , una buena partida de Trivial y ya no hablamos de lo que comemos y bebemos.

Pero pasemos a relatar cómo empezó y transcurrió todo ese maravilloso fin de semana.

Nos citamos todos el Viernes 27 a las cinco de la tarde en el lugar de costumbre para dirigirnos hacia el alberge de Conejeras. De los que estábamos citados, el grupo de la república independiente partió un poco antes, y una vez en el alberge nos dedicamos a preparar y a tener la chimenea a punto para cuando llegaran el resto de los inquilinos del alberge para ese fin de semana. Ya estábamos Luis y Charo, José R. y Tily, David y Angeles y Manolo e Isabel con la chimenea encendida y colocando las cervezas en el congelador cuando empezaron a desfilar el resto de los inquilinos, Pedro y Mª Jesús, Salvador y Manoli, Jesús y Mary, Juan y Lucía, Juan Antonio y Angela, Manolo Colon y Chari junto con Carmen y David ( Deivi pa los amigos ).

Para empezar dos comentarios entre los presentes : ¡ que frio hace ¡ ¡ oye, esa cerveza que esté bien fría ¡ Como se acercaba la hora del aperitivo la gran mayoría, pensamos que lo mejor era adelantar la hora de la cena y así tendríamos más tiempo para la sobremesa y para esa partida de trivial que se estaba preparando. Pero antes unos de los momentos sorpresa del ‘finde’. Tras la cena, se apagaron las luces, y todos nos dispusimos a cantar el cumpleaños feliz a nuestra amiga Charo. No digo los años. El que quiera saber que vea las fotos. De todas maneras estas chicas parecen que cumplen hacia atrás. Nos deleitamos con una rica tarta de zanahoria que había preparado Isabel.

Y volviendo a la partida de trivial. Dos equipazos estaban dispuestos a machacar al contrario. Las Féminas ( sexo fuerte ) contra los machitos del albergue. Resultado ni se discute En esta ocasión los machitos y por mayoría. Y así entre quesito y quesito, chupito y chupito, 'cubatita ehm gubatita', algunos más perjudicados que otros, cada uno a su camita. Por cierto este año ¿sonaban menos las camas? Porque lo que eran los ronquidos algunos alcanzaron matrícula de honor.

Se me olvidaba este año había novedad en el albergue. Han abierto un bar en la parte alta del camping, que también dio lugar a unas de las anécdotas del ‘finde’, como ya contaremos en el transcurso de esta crónica.

Llegó el sábado y a primera hora de la mañana se incorporaron al grupo José Angel e Inmaculada.

Tras un buen desayuno y anunciarnos Juan que mucho frio y poca nieve en el camino, iniciamos la marcha partiendo del alberge de Conejeras sobre las diez de la mañana, todos excepto Chary que tenía asuntos universitarios pendientes y nuestro rejuvenecido Jesús que andaba algo resfriado. Partimos del albergue y como siempre por la pista que nos lleva hasta el cruce de Quejigales y la Fuenfría. Por el camino dejamos el Sendero de Conejeras a nuestra derecha y al llegar al cruce tomamos el ramal derecho el llamado camino de Marbella y que discurre paralelo al arroyo de la Fuenfría. Después de una buena caminata por la pista y pasando algo de frio, llegamos al descansadero de la Fuenfria donde se haya la fuente del mismo nombre. Es en este punto donde nos reagrupamos porque como se sabe hay quien va por delante y otros que vamos con cierta diferencia horaria a la hora de llegar. Además es en este punto donde empezaba la subida de verdad.

Desde la fuente tomamos el carril de la derecha en dirección al Puerto del Robledal, flanqueados por pinos y helechos. Es una zona minera con varias minas abandonadas y una gran cantera en activo (cantera de Villagrande) para la obtención de áridos.

Es en este momento donde el grupo que partió de Conejeras empieza como pelotón de ciclismo a perder integrantes. La subida no es excesivamente dura pero siempre constante.

Ya en este momento solo ascendíamos Juan y Lucia, Manolo Colon, Carmen y David (que es Deivi), José Ramón y Tily, Luis y Charo, Isabel y el que suscribe. En la subida dejamos a nuestra izquierda una gran balsa de agua, me imagino que formaba parte de la actividad minera de la zona, y es en la última rampa antes de llegar al Puerto del Romeral donde empezamos a ver los primeros atisbos de nieve. Por fin el Puerto del Romeral y una vista impresionante y como no, eso que todos estáis pensando: Siii, el peñón de Gibraltar.

Tras las fotografías de rigor, aún quedaba quizás la parte peor, así que cogiendo por lo que parecía un carril entre tanta piedra caliza, seguimos subiendo hasta buscar un abrigo entra las piedras, parar para el rengue y resguardarnos del frio y del viento. En este punto de la subida, Isabel y Charo decidieron que lo mejor era al resguardo de las piedras esperar que el resto acometiéramos la subida al vértice geodésico del pico de Carcajales. La verdad sea dicha que Juan y Lucia tuvieron mucha culpa de que lo consiguiéramos, ya que fue mucho el ánimo que nos trasmitieron para conseguirlo. Mereció la pena, a pesar de la dificultad de subir entre tanta piedra caliza y sin ninguna vereda que nos indicara, a pesar del frio y del viento que hacía, pero el hecho de ver esos paisajes, subir entre la nieve, y ver por donde habíamos subido compenso el esfuerzo.

Pero todavía había algo más, que Juan nos tenía reservado, recorriendo algo su cumbre alargada nos llevó hasta una sima relativamente cerca al vértice geodésico. Qué barbaridad como se pueden meter por ese hueco y llegar hasta no sé dónde.

A partir de aquí iniciamos el camino de bajada, habíamos empleado en todo este tiempo, aproximadamente tres horas, razón por la cual los que subimos al pico tomamos la decisión de desandar todo el trayecto y volver a comer al albergue donde nos encontraríamos con el resto del grupo que no realizó la subida. Ingenuos algunos de los que llegamos a esa conclusión. La mayoría de los que subieron cumplieron esa expectativa, parecían que bajaban propulsionados, pero Luis y yo, ó yo y Luis, nos acogimos a la hora canaria y ese fue el retraso con el que llegamos respecto a los demás.

Pero bueno, después de tanto andar, que según unos fueron 15 kms, y otros decían que 18 kms, la tarde fue reparadora y tranquila.

Fue a última hora de la tarde, mientras se preparaba la cena y entre cervecita y cervecita, cuando ocurrió otra de las anécdotas de este fin de semana. Estábamos todos muy ensimismados cada cual con su tema, cuando de repente se abre la puerta del albergue y entra una pareja, y nos quedamos todos un poco

extrañados, mirándonos y preguntándonos de quien eran amigos esa parejita. La pregunta del chico fué : ¿Pero esto no es el bar? Es que hemos visto la chimenea encendida, mucha gente dentro y separados por grupos y bebiendo, y hemos pensado que era el bar que habían abierto los chicos del camping.

Rápidamente le aclaramos y sacamos de su error, no sin antes invitarlos a una cerveza, a lo que se apresuró rápidamente Juan, ya que al final resultaba que eran conocidos de él.

Poco después, cena y nueva partida de trivial. El sexo fuerte quería revancha, y lo consiguieron, eso sí con la inestimable ayuda de Manolo Colon, que claro está tenía a su Chary en el bando contrario, y de vez en cuando decía la respuesta de las chicas en voz alta. No sé con qué intención. Todos nos preguntábamos: ¿Qué le pasa a este mono?

Esta partida fue algo más liviana y más rápida, sin tanto chupito ni tanto 'umh..gubata'. La marcha de ese día y la subida empezaba a hacer mella en todos nosotros, y además al día siguiente también teníamos otra actividad, (suave) pero nos pedía el cuerpo descanso y relajación ( no confundir por favor ).

A la mañana siguiente, Juan y Lucía se encargan de despertarnos casi, pero eso sí venían con unos molletes que supieron a gloria.

Como la actividad a realizar esa mañana era corta y suave, pues que nos lo tomamos con un poco de calma, saboreando el desayuno, ante de salir a pasear. Como siempre pista de camino a Quejigales y al llegar al sendero de Conejeras, tomamos el mismo. Llaneando todo el tiempo salvo una subidita muy suave que nos hizo llegar a una zona arbolada de madroños. Antes dejamos atrás una gran balsa de agua, me imagino que como recurso para posibles incendios. Siempre había pensado en el madroño como un arbusto, pero los que vimos esa mañana eran impresionantes de grandes, lo cual motivo que todos nos hiciéramos la foto de rigor en plan pareja y alrededor del tronco. Un poco más arriba de esa zona llegamos a una zona llana desde teníamos unas vista estupendas del Torreciilla, del Alcojona y del pico de Carcajales que subimos el día anterior. El día acompañaba, y la vista desde esa zona era muy bonita, pero a nuestro pesar había que volver. Poco a poco y de vuelta hacia el albergue, nos esperaba la última comida de ese maravilloso ‘finde’ y recoger bártulos.

Después poco más, despedida y cafelito para todos aquellos que así lo quisieron en la venta de Montecorto, en la vuelta hacia Jerez y la República Independiente.

Recordando ese ‘finde’, Salud para todos.

M.R.G. Post-data. Perdonad la tardanza de esta crónica. No ha sido mi intención. Pero ya lo dijo aquél : Mas vale…….

Sierra de San Bartolomé (Bolonia) 18 de Febrero de 2017

Es una suerte pertenecer a esta asociación para poder disfrutar de rutas como la que realizamos el sábado día 18. Como siempre digo, cuesta madrugar, pero cuando te ves en medio del campo y disfrutando del camino y las vistas te alegras.

Nos citamos en la venta La Barca de Vejer donde después de un buen desayuno nos fuimos hacia el punto de salida en plena sierra de Bartolomé en un lugar llamado Betis, allí dejamos los coches y comenzamos la andadura. Previamente visitamos unas tumbas excavadas en la roca, solo vimos 4-5, pero al parecer hay hasta 44 por la zona.

Tras un tramo suave, empezamos a subir y subir y subir……., paralelo a una pared rocosa, donde se practica la escalada.

Pues sí, la subida fue dura, por lo larga y empinada que era, más de un@ tuvo que hacer 4,5 y hasta 6 paraditas para coger aire y bradicadizar la frecuencia cardiaca. A partir de aquí; maravilla de maravilla, llegamos al Alto del Betijuelo, donde disfrutamos de un paisaje alucinante, desde donde vimos; Las ruinas de Baelo Claudia, la ensenada de la playa de Bolonia, poblado el chaparral, el lentiscal, la costa Africana ( como no), ,la ensenada de la playa de valdevaqueros, playa de los lances y tarifa; “DEMASIE PA EL CUERPO”,sin dudarlo, ahí mismo realizamos nuestro popular y muy querido rengue y la foto oficial del grupo.

Seguimos: La ruta la continuamos por la cresta de la sierra, por una zona llana y caminando, caminando, nos encontramos con el vértice geodésico de la Sierra de San Bartolomé (442 m.), próximo a un pinar y cercado por un vallado. (Que por cierto la placa indicativa estaba rota y según nos dijo Juan eso es delito y está, penado…..). Después de esto y pasando por una zona donde la vegetación nos llegaba hasta la cabeza, llegamos a un bunker desde donde también disfrutamos de unas fenomenales vistas de la ensenada de Bolonia y de la playa de los Lances, así como de la costa Africana ( como no, otra vez), y de Tarifa.

Seguidamente tras subir un pequeño tramo, llegamos a la zona elegida por los guías para dar cuenta de bocatas, cervezas, vinitos, frutas, chocolates y de todo lo que el personal solemos llevar para el almuerzo.

Luego se pudo dar una “pequeñísima” cabezada en las mantitas que el personal desplegó en el suelo y que muy amablemente compartieron con todos.

Tras ello, vuelta a los coches por una bajada que fue como un paseo, muy suave y fácil de realizar (Ummmm, que bien!!, este tipo de recorrido es el que ya muchos buscamos……..).

Para finalizar el día paramos de nuevo en la venta de Vejer para cafelito y despedida y, hasta la próxima que será en Antequera.

Fdo. Luis Benítez Ragel. “el Presi”. 21 de Febrero de 2017

Visita cultural a Antequera 26 de Febrero de 2017

Demo de Antequera (26-2-16) Lo usual sería titular este artículo como “Visita cultural…” pero ante la gran riqueza patrimonial de este antiquísimo núcleo de población y el escaso tiempo disponible para conocerla, he preferido poner el palabro de arriba. Con eso quiero expresar que tan interesante ciudad bien merece que le dediquemos (si podemos) una mirada más reposada.

Según el guía que nos fue comentando casi a vuelapluma cuanto íbamos viendo, Antequera sola supone el 70 % del patrimonio cultural de la provincia de Málaga. Puede ser exageración nacida del amor a su pueblo, pero ¿cómo comparar el Museo Picasso o el dolmen de Menga?

Los pasajeros que tomaron el autobús en El Puerto, más quienes casi lo llenamos en Jerez, formamos un grupo variopinto, en el que 60 años largos separaban las edades más distintas. Había, como era lógico, mayoría de socios de Tempul pero también estuvo muy nutrido el capítulo de amistades y familiares, casi todas ellas repitiendo experiencia como compañeros de viaje, y totalmente unidos en el espíritu de la jornada.

El conductor del amarillo (por el color del bus, no por la empresa) intentó hacer la pausa de desayuno en El Cortijo, cerca de Algodonales, pero lo encontramos cerrado y hubo que seguir un poco más, hasta la venta El Arenal –con el nombre ahora de Casa Paco- donde atendieron como pudieron las demandas del respetable.

Terminada la carretera, ya en las primeras avenidas de la ciudad, vimos un parque infantil que hizo a Pedro solicitar una parada allí. No se atendió su propuesta, pero estaba muy bien fundada, pues esa área de juegos obtuvo en 2016 el galardón como mejor de España en su categoría de ciudades medias.

Donde sí paramos fue en la siguiente rotonda, para que subieran al autobús los tres últimos ocupantes: José Ramón y Tily, que en esta ocasión no venían desde El Puerto, y Jorge. Iba a ser éste nuestro guía hasta la hora del almuerzo, e inmediatamente se presentó como antequerano mochano. Consciente de

la rareza de ese término, aclaró que se llama así al nacido en Antequera siendo primogénito de padre y abuelo con esa misma característica. Quizás por eso, y siendo además experto en historia del arte y antiguo alumno lasaliano, Jorge merezca uno o más premios.

Intentando ver los edificios de interés que el guía nos iba comentando, cruzamos la ciudad para aparcar en el conjunto arqueológico. Un vídeo nos ilustraba sobre el modo en que (suponemos) se construyeron los dólmenes, como prólogo a la visita a esos impresionantes legados de la prehistoria.

Primero entramos al de Viera, con su entrada orientada al suroeste, como la inmensa mayoría de los europeos. Luego visitamos el de Menga, cuya galería de acceso mira directamente a la Peña, que pudo ser considerada el centro del mundo. Las dimensiones de este segundo dolmen hacen discutible cualquier hipótesis de cómo pudo una comunidad humana con tecnología rudimentaria alzar estas construcciones, de edad similar a las pirámides egipcias.

Concluida la explicación de Jorge sobre el pozo descubierto en 2005, y que es claramente de otra época mucho más reciente, salimos y nos hicimos una foto de grupo. Y antes de subir al autobús para dejar el lugar, declarado Patrimonio Mundial por la Unesco en junio de 2016, Ignacio ofreció una copita que dio pie al consabido rengue.

Volvimos a callejear por Antequera, pasando junto a la que fue sede de su Caja de Ahorros, y luego tomamos la salida que sube hacia el Torcal, para tener una mejor vista de todo el conjunto urbano.

Nos dejó el bus en la calle de Jesús, y caminamos en dirección a la entrada de la alcazaba. Paramos un rato en la plaza del Portichuelo para oír relatos sobre los nombres populares del campanario que sobresale del interior de la torre del homenaje y la dorada veleta de la colegiata, más conocidos como la Papabellota y el angelote, y sobre las disputas religiosas por la advocación del Dulce Nombre.

Desde el mirador de las Almenillas, junto al arco de los Gigantes volvimos a contemplar los numerosos templos y palacios que hay en Antequera, y tuvimos una nueva perspectiva de la Peña. Entramos en la colegiata de Santa María, primera iglesia renacentista en Andalucía. En ella destacamos las colosales columnas jónicas y el artesonado, que sin estar decorado luce su diseño geométrico muy elaborado.

Nos pusieron un documental sobre los arquitectos de las iglesias de su tiempo (primera mitad del s.XVI) al que siguió una representación basada en la novela morisca del abencerraje Abindarráez y su amada la hermosa Jarifa. Por cierto que el papel de la bella se le asignó a la más joven de nuestras excursionistas, que aceptó el reto. Y antes de salir, compusimos junto al fingido musulmán la foto oficial del día, ya con bandera.

De nuevo en la plaza, y a la vista de las termas romanas, Jorge nos habló del comercio de aceite como base de la importancia de Anticaria en la época romana. Estudiando los restos de ánforas en el monte Testaccio de la capital del imperio se tiene buena prueba del considerable volumen de aportaciones de la Bética a Roma durante varios siglos.

Para terminar el programa de visitas bajamos luego a la iglesia del Carmen, bellísima construcción de estilo mudéjar, enriquecida con retablos barrocos. El altar mayor, de madera procedente de México, no está dorado. Ni falta que le hace, está precioso tal como quedó. En cambio el púlpito sí está dorado, y tiene la factura de su obra en la trasera de su puerta.

También admirable el artesonado de la cubierta, donde líneas claras y oscuras resaltan los repetidos cruces entre unas y otras figuras geométricas. El retablo de los profetas Elías y Eliseo tiene en su hornacina superior un curioso artefacto por el cual el manto que pasa de uno a otro parece volar. Menos me gustaron las capillas, con casi toda la superficie de sus paredes rellena de una polícroma decoración, y con letreros que recuerdan a sus patrocinadores con la ortografía de aquellos siglos.

Del Carmen fuimos paseando a San Agustín, porque detrás estaba el lugar para comer. El menú, que a los más tragones parecería escaso, lo considero adecuado al precio y demás circunstancias del

almuerzo. Y andando tornamos al autobús, para regresar directamente al punto de origen, pues la visita a la laguna de Fuente de Piedra se anuló por causas diversas.

A la vuelta sí estaba abierta la venta El Cortijo, y en ella pudimos tomar una bebida con cargo al fondo común, por decisión de las organizadoras.

Creo haber cumplido así el honroso encargo de redactar la crónica de esta actividad de Tempul, a la que concurrimos 32 socios, más otras 15 personas entre familiares y amistades. Pero siguiendo mi costumbre de dar un poco más la lata a quienes la lean, paso a expresar varias ideas que me han surgido a hilo de la conmemoración.

No quiero abundar en datos sobre la historia de nuestra comunidad, ya os supongo bien enterados de ella, y hay múltiples medios para quienes quieran profundizar en su conocimiento. Sólo citaré aquí que precisamente en Antequera firmaron el 4 de diciembre de 1978 un pacto nada menos que once partidos políticos. Por él se comprometieron oficialmente a impulsar y desarrollar los esfuerzos, encaminados a conseguir para Andalucía, en el más breve plazo de tiempo, la autonomía más eficaz en el marco de la Constitución. Fue un paso importante en el proceso de realzar la presencia de Andalucía en España y tener las más altas cotas de autogobierno legalmente posibles.

Pero dejando a un lado la historia, y entrando en eso que se viene llamando intrahistoria, he querido mirar atrás para conocer mejor nuestra asociación. He releído las crónicas de Tempul con motivo del 28-F y mirado las fotos de grupo correspondientes, desde 2007 hasta este año. Es grato recordar esa década, como lo sería poder saber y compartir todos los pasos dados desde la gestación de Tempul. De vez en cuando José Ángel y las personas que iniciaron esta afortunada experiencia nos brindan pequeños retazos de esa época, y espero que continúen haciéndolo quienes puedan.

Gracias a las crónicas, de las que Dionisio ha hecho varias compilaciones disponibles en internet, y a los álbumes de fotos que sus autores permiten colgar de la página con cada cita, es más fácil seguir la pista como he dicho antes. Ir a La Algaida o a El Bosque, volver a pasear por Córdoba, Carmona, Jerez, Vejer, El Puerto y sus viñas, Olvera u Osuna es algo impagable.

No me gustan los protocolos ni las distinciones, mas una observación casual me ha hecho caer en la cuenta de lo justo que sería reconocer con cariño y agradecimiento la colaboración que de modo continuo nos vienen ofreciendo María Panal y Jesús García. Si no estoy equivocado, son ellos dos los únicos que participaron con Tempul en las diez ediciones que he recordado del Día de Andalucía. Juntos vivieron muchos años lejos de nuestra tierra, y tal vez en un futuro no lejano vuelvan a abandonar estos lares para acercarse a sus hijos. Por la veteranía de Jesús, el que tiene más edad de todos nosotros, y por el mimo con que nos cuida María, yo les nombraría ya nuestros tíos adoptivos. ¡Aunque son María y Jesús los que nos han tratado a todos nosotros como hijos o sobrinos adoptivos! ¡Salud a todos, especialmente para Jesús y María, y viva Andalucía!

Pepe Abollo.

Calzada Romana. Ubrique-Benaocaz-Ubrique 11 de Marzo de 2017

EL DÍA DE LA CUESTA…ROMANA, O QUÉ BUEN DÍA DE MONTE…Y DE VERANO En días como el que vivió Tempul el sábado 11 de marzo de 2017 llego a la conclusión de que nos gusta quejarnos. No sé si es por vicio. O por gusto. O por chinchar al guía y a quienes desde la directiva programan las actividades de esta asociación. Pero nos gusta largar. No entiendo de otra manera el que nos pasemos nuestra vida senderista protestando por tanta cuesta, tanta piedra, tanto calor, tantos kilómetros… para al final, decir a los cuatro vientos aquello que soltó Isa en plena sobremesa en el Cintillo, con un chupito de brandy en una mano y un trozo de turrón en la otra: “QUÉ BUEN DÌA DE MONTE EL DE HOY”.

Lo he puesto con mayúsculas porque la jornada ha sido extraordinaria. Y multitudinaria. Hacía tiempo que, Antequera al margen, Tempul no vivía una actividad de senderismo tan concurrida como la que iniciamos en la venta Mesa Jardín las y los 30 que nos sumamos a la convocatoria para recorrer la Calzada Romana de Ubrique a Benaocaz. Nos fallaron tres: los León por indisposición intestinal de Salvador, y Charo por un fuerte dolor de cabeza.

Pero el resto, todo el mundo allí puntual y dispuesto a dar cuenta de unos buenos molletes, rebanás y cafelitos, esta vez muy bien servidos en tiempo y forma. Sin duda, ayuda bastante concertar el día antes el desayuno, porque eso nos permitió iniciar a la hora prevista la caminata programada.

Eran las 10, minuto arriba minuto abajo, cuando los López (Pedro y Jesús con sus chicas), Jesús y María, Manolo y Chari, Domingo y Pepa, Pepe y Victoria, los cuatro Mira Palacios, los hermanos Grilo sin sus chicas, Luis, Ignacio, Oliva, Isa, José Ramón y la que escribe, junto a seis amigos habituales en nuestras actividades como son Isabel y César, Ángeles y David, Ángela y Juan Antonio, iniciamos la ruta prevista, tras aparcar los coches en lo que los ubriqueños llaman la circunvalación.

El día huele desde primera hora no ya a primavera, sino a pleno verano, y esa sensación de estar como metidos en el mes de junio se acrecentará conforme pasen las horas, ya que el calor será tan intenso como insoportable en algunos momentos del mediodía. Con esta perspectiva, nos alegra y agradecemos la decisión de haber invertido el sentido normal de esta ruta, que oficialmente se traza de Benaocaz a Ubrique.

Nosotros, en cambio, optamos por hacer la subida en la primera parte de la jornada, con la fresca, para retornar, descendiendo, tras el almuerzo.

Así, enfilamos la calle Benaocaz, donde arranca la Calzada Romana, que durante siglos y siglos ha sido la ruta utilizada para ir de un pueblo a otro. Hemos dejado atrás, en las inmediaciones de nuestros coches, una fuente con nueve caños de los que mana abundante agua y sobre la cual una lápida recuerda que su construcción fue impulsada, como “obra nacional”, mediante un bando del general Queipo de Llano el 14 diciembre del año 36. Y ahí siguen. La fuente… y la lápida.

La calle Benaocaz cede el testigo a un carril, a cuyos márgenes los parroquianos cultivan sus verduras y frutas en coquetas y cuidadas huertas, algunas ocultas a las miradas de los curiosos por enormes jazmines cuajados de flores amarillas. Allí donde termina el pueblo puede verse también una finca, nombrada como “Casa Fermín”, a la que más de uno echa el ojo y las cuentas: Se venden sus 3.200 m2 al precio de 100€ metro. Pero nadie se decide por ella, así que seguimos adelante. Y subiendo. Por derecho. Desde el primer minuto.

Menos mal que el camino es sombreado, porque tras un primer repecho por un sendero hecho a base de mucho escombro de obra, cuando un buen rato después de haber comenzado a andar enfilamos por fin la Calzada Romana, comprobamos que la subida continúa. Y seguirá así hasta el último metro del camino de ida. Sin respiro.

Sin embargo, esa cuesta arriba que se prolongará durante 3,3 kilómetros, según reza la cartelería informativa del sendero, no es de las peores experiencias de Tempul en clave de dureza. La subida es suave, aunque nada cómoda porque la calzada, bastante bien conservada teniendo en cuenta su antigüedad (nada que ver con cualquiera de las carreteras actuales que al poco de su construcción empiezan a mostrar importantes deterioros), es un auténtico pedregal que no facilita el paso. Si no, que le pregunten a Juan Antonio, que entre esa dificultad y el fuerte calor, tuvo que hacer un alto para recuperarse del mareo que sufrió a mitad de camino. Circunstancia que aprovechó María Jesús para ofrecerse a acompañar al afectado de vuelta a Ubrique e intentar así escaquearse de lo que nos quedaba por delante.

Pero no tuvo esa suerte y al final, como unos campeones, tanto el mareado como la prima solidaria culminarían el trazado de la calzada, llegando a Benaocaz poco después del mediodía. En el pelotón de cola, eso sí, junto a otros caminantes que también tienen mucho mérito, como Jesús y María con su puñado de años, (aunque a veces parecen bastante más jóvenes que muchos de nosotros); o David, cuya pierna derecha le dio bastante lata en la subida; o César, que también tuvo que batallar con sus rodillas.

Los y las demás, guiados por un Juan discreto donde los haya y pendiente de todo y de tod@s siempre, hicimos la subida con menos dificultades y pocas paradas, una de ellas para asomarnos a una alcantarilla romana a la que Pedro buscó la tapa, sin encontrarla, ya que en realidad se trataba de un paso para agua o torrentera bajo la calzada. “En la alcantarilla pone Abengoa, pero en romano”, remató Alejandro la conversación sobre la obra de ingeniería. En el lugar, crecía la manzanilla por todas partes, lo que trajo a la memoria de Pedro al que fuera obispo de Jerez-Asidonia, Rafael Bellido Caro, a quien gustaba la manzanilla de Ubrique, suponemos que en infusión, porque de la otra no se cría por estos lares. Aunque seguro que también le gustaba (la de Sanlúcar) al monseñor.

Manzanilla no recolectó Mari, pero espárragos, todos los que fue pillando por el sendero a lo largo del día.

No había muchos, pero seguro que para una tortillita le dio el manojito que se llevó a casa. Y si le salió tan rica como la que nos trajo para comer, ¡¡¡¡¡mmmmmmm!!!!!

En esas estábamos cuando en la parada que dispuso Juan para reunir de nuevo al grupo, se le ocurrió a nuestro guía animar a los rezagados, y a los adelantados también, informando de la cercanía de Benaocaz y de la cerveza fría que nos esperaba en el pueblo, al que entramos tras cruzar un coqueto puentecito romano, precisamente cuando el reloj marcaba la hora del Ángelus.

A ambos lados del camino dejamos un sin fin de varitas de San José con preciosas flores en todo su apogeo, y a la izquierda observamos una extraña construcción que ni Pepe Abollo supo identificar, preguntándose “qué será esa especie de muralla china. ¿Quizás los muros de la catedral de Benaocaz que no se pudo terminar por falta de obispo?”. Pues no, ni muralla ni iglesia. La edificación resultó ser un molino, según pudimos comprobar al acercarnos.

Y ya en Benaocaz, tras recorrer dos o tres calles y comprobar las barbaridades urbanísticas que se han permitido en el que no hace mucho era uno de los más típicos pueblos blancos de la sierra de Cádiz, llegó

el tan ansiado premio al esfuerzo realizado. Literalmente nos lanzamos a la barra del clásico bar Las Vegas, el de las cristaleras que permiten contemplar el paisaje serrano en todo su apogeo, para hacernos con la tan deseada caña de Cruzcampo o un frío tercio de Estrella de Galicia.

Hay algunos momentos cerveceros en la vida de Tempul que jamás olvidaremos. La Alhambra del bar El Tesoro, en Betijuelos, o los tubos de nuestra Cruzcampo en Montejaque, en ambos casos en días de muchísimo calor, han hecho historia. Como la hará también el rengue extraordinario de Benaocaz, al que dedicamos casi una hora para hidratarnos a fondo, recargando rubia para todo el resto de la jornada.

La plaza del Ayuntamiento, frente al cual se encuentra ese bar de tanta tradición y solera, fue también el lugar elegido para la foto de grupo, presidida por la bandera, que esta vez tocó “cargar” a un invitado, David, porque así se lo impuso su amigo y presidente. Sin duda, serán méritos a sumar si algún día decide solicitar el ingreso en la asociación.

Bien repuestos y algo más frescos, reiniciamos el camino hacia el lugar elegido para el almuerzo, el área recreativa del Cintillo, no sin antes contemplar boquioabiertos cómo Mari, que seguía muy acalorada, decidía cortar por derecho metiendo la cabeza entera bajo el gran chorro de otra de las varias fuentes que ayer se cruzaron en nuestro camino. Así, pasada por agua, encaró el tramo restante mucho más animada, mientras Domingo y José Ramón recordaban el día que en ese mismo lugar, frente a la misma fuente, al primero le dio por ronear con el deportivo negro de cortesía que le habían prestado, mientras el segundo apalabraba la compra de su Fiat Punto (bueno, suyo no; de su santa esposa). ¡Qué contar que no sepamos de cualquier almuerzo campestre de Tempul! Pues que éste, como casi todos, fue un dispendio de cositas buenas para rellenar los bocatas, exquisiteces que fueron rematadas con un buen café (se nota cuando viene María Victoria, y se lo agradecemos), con un carrusel de chocolates y dulces, y con una agradable sobremesa en la que no faltaron petacas varias con ricos brandis. Mientras dábamos cuenta de todo ello, Luis y Mª Carmen López hicieron mutis por el foro, cada uno por su lado, para dar una cabezada, lo que seguro les ayudó a encarar el retorno.

Aun nos quedaba por delante hora y media de caminata, por un camino alternativo al de subida pero tan bien despachado de piedras como la Calzada Romana, y que alguien denominó como la vía de servicio de aquélla. No fue nada fácil culminar el tramo de vuelta, en el que las zarzas y las aulagas (aulagas, Domingo, no abulagas, que lo he mirado en la wikipedia) causaron no pocos arañazos a más de una y uno.

En el camino de retorno pudimos contemplar una profunda oquedad en la roca, que ocultaba una sima de grandes dimensiones, de Pedernales la llaman, en la que la temperatura descendía un montón de grados, cosa que agradecimos. La sima quedó registrada, como muchas otras imágenes del día, por la GoPro de Domingo, que le ha dejado marca (en la calva) para unos cuantos días. Lo que no encontramos fue la tumba de Rosario Barea, la mujer que cuando iba con su mulo de Ubrique a Villaluenga, llevando su máquina de coser a reparar, se despeñó y falleció en una zona que desde entonces, los lugareños conocen como el Salto de la Vieja.

Tendremos que volver un día de estos por allí para buscar el lugar donde descansa la pobre Rosario. Y para rememorar el buen día que los 30 de la Calzada Romana compartimos un 11M, el del año 2017, que afortunadamente, nada tuvo que ver con aquel otro, aciago, en el que este país se vistió de luto por culpa de los fanatismos religiosos. Agradezcamos pues este gran día, nosotros que tenemos la suerte de seguir viviendo para disfrutarlo y contarlo.

Tily Santiago

Estación de Coripe – Vega Zamarra 25 de Marzo de 2017

ESTACIÓN DE CORIPE Y PUERTO LLANO, con “los trece del Alcoyano”.

“La huella de las personas que caminan juntas, nunca se borran.”

(Proverbio africano).

Los antiguos entendemos por ser del Alcoyano a un estado transitorio o permanente de las personas afectadas de un positivismo y optimismo sin límites. Y es que los trece tempulianos que en el sábado decidimos subir a Coripe estamos en ese estado. A las ocho de la mañana las perspectivas meteorológicas eran terribles. Los que veníamos desde Rota hacia Piscinas-Jerez hasta recibimos un pequeño chaparrón.

El cielo estaba muy oscuro y soplaba un viento que hacía presagiar lluvias. Pero nada nos detuvo. Allí estábamos Salvador López y Carmen, Pepe Abollo y Victoria, Isabel con César y Oliva, así como este cronista y Chari. Éramos pocos pero con mucha moral y optimismo. Pusimos rumbo al sitio del desayuno, la Venta Los Cuatro Mojones, un nombre realmente poético. Allí nos encontramos con José Ramón y Tily, que venían desde El Puerto, y con Pepe y Cati, venidos desde Villamartín. La ventolera que soplaba nos hacía imaginar lo peor para el resto del día. Pero nada, los trece queríamos hacer la ruta.

Y la verdad es que no nos equivocamos, porque el tiempo fue mejorando poco a poco y pudimos disfrutar de un paseo extraordinario. No solo por la compañía, sino también por los paisajes que hemos podido contemplar. Nuestro sendero discurría a tramos por una vereda algo tortuosa, pero después se convirtió en un paseo por una cómoda pista forestal. Como siempre, cada cual a lo suyo. Tily demostró su increíble progreso en la recolección de espárragos. Se ve que Mari, que no nos pudo acompañar, le ha enseñado bien. También es verdad que estuvo asesorada por Isabel, una experta recolectoras de recursos alimenticos del bosque. Al final, se llevó para casa un manojito de espárragos bastante aceptable. A la vez, Pepe Abollo fue recogiendo los cartuchos vacíos, abandonados por los cazadores, y que tan nefastas consecuencias tiene en el medio natural. Al final del trayecto había reunido casi un centenar de cartuchos.

Y todos disfrutamos de un frondoso y espectacular bosque de encinas, acebuches y algarrobos, acompañados de otras especies como madroños, lentiscos y florecidas jaras. Lo que nos llamó la atención fue que la señalización de hitos del paisaje era más importante que éstos en sí. Por ejemplo, no alcanzamos a ver las fuentes de La Cordona y del Higuerón, porque no existen como tal al haberse convertido en pantanetas para el ganado. Por abrumadora petición hicimos el inevitable rengue en la laguna de los Pájaros, donde realmente no vimos ningún ave.

A todos nos sorprendió la vista que desde allí se tiene del peñón de Zaframagón, con los buitres siempre sobrevolándolo, y poco después del llano de Zamarra, los túneles y la pista por donde debía haber circulado ese ferrocarril de la sierra en el que sólo falto poner las traviesas y las vías porque lo demás ya estaba hecho.

Terminado el recorrido por los túneles, nos dispusimos a hacer la foto del grupo. Pero no estaba Dioni con el disparador de la cámara, y su inevitable carrerita desde la cámara hacia el grupo. La sorpresa para todos fue que Pepe Andrés dijo que eso del disparador era muy antiguo, que su cámara tenía un mando a distancia. Aparentemente todo estaba solucionado, aunque finalmente el mando a distancia no funcionó.

No sabemos si por faltarle las pilas, o porque se había confundido y se había traído el mando de la puerta del garaje.

En la estación de Coripe, adaptada y utilizada como hostal rural, fue inevitable la cervecita. Y hay que decir que a punto estuvimos de quedarnos a comer un guiso de tagarninas que olía estupendamente. Sin embargo, seguimos caminando hasta el Chaparro de la Vega, como estaba previsto. Y allí, junto a ese impresionante árbol centenario, referente de toda la comarca, nos sentamos a comer. Antes nos fotografiamos abrazando al árbol. Chari devoró frenéticamente las aceitunas, José Ramón los palitos salados y otros nos centramos en las barritas chocogalletas de Oliva. Desde allí, y cuando ya empezaba a llover, nos dirigimos a Puerto Serrano, todos siguiendo al coche de Salvador López, quien no sabemos si en algunos momentos se perdió o si quiso hacernos un recorrido turístico urbano por alguno de los pueblos. En todo caso estuvo bonito el paseo.

En conclusión podemos decir que el positivismo nos funcionó en esta ocasión, porque realizamos un recorrido precioso e inolvidable con un tiempo que fue mejorando a lo largo del día.

M. Colón

Cortes de la Frontera a Torre del Paso 8 de Abril de 2017

UN DIA INESPERADO Y PERFECTO Así podríamos titular este día. Inesperado porque durante toda la semana previa las bajas para la salida fueron muy numerosas. Tanto que ya dudábamos que pudiera salir adelante la excursión. Pero no solo salió, sino que encima salió perfecta. Y es que los días precedentes el calor apretaba fuerte. Así que esperábamos que “el Lorenzo” nos castigaría de lo lindo. Pero nos equivocamos. Una temperatura ideal.

Unas vistas preciosas y un grupito dispuestos a disfrutar de la naturaleza hizo que el día se convirtiera en un día “perfecto”.

No salimos muy temprano (mejor). Desayunamos en Mesa Jardín como casi siempre que vamos en esa dirección. Y proseguimos hacia Cortes, dejando atrás Ubrique. Después de recorrer el último tramo, por una carretera no tan perfecta, llegamos sobre las once de la mañana.

Comenzamos la excursión bajando hacia la estación de Cortes, no sin antes contemplar una especie de ermita de origen paleocristiano o mozárabe labrada en roca arenisca. Se llama “La casa de piedra” y está fechada entre los siglos VI-VII. Se cree que pueda tener un origen paleocristiano por la silueta de un pez labrada en la esquina del pilar (ya sabemos que el pez era el símbolo iconográfico de los cristianos). Aunque algunos historiadores piensan que pudo tratarse de una ermita mozárabe (templo clandestino construidos por los cristianos que habitaban en tierras árabes), pero entonces la tendríamos que fechar en el siglo VIII. Continuamos hacia la estación de Cortes por una cañada real llamada LA Cañada de los bueyes de Ronda. Dejamos atrás un puente sobre el Guadiaro para continuar por las Cañada del Real Tesoro o Estación de Cortes o Vereda del Camino del Molino. Y al salir de ésta paramos para hacer nuestro obligado “rengue”. Buen vino, buena comida y buen descanso, que nos iba a hacer falta para afrontar la siguiente etapa: un buen repecho que nos conduciría hasta la Torre del Paso.

Esta torre-atalaya está situada sobre un promontorio rocoso y fue construida por los árabes en el siglo XIII con la finalidad de vigilar el camino que unía Gaucin con Ubrique. La torre tiene una planta circular y desde el piso superior se emitían señales en caso de peligro a otras torres. Desde allí podíamos ver, muy lejana, la torre de Gaucín. Aunque tenemos que decir que la torre está muy deteriorada. Ahora bien, las vistas eran extraordinarias: Sierra Blanquilla, El Palo, el Martín Gil y la Sierra de los Pinos.

El paraje era perfecto para la comida. Así que estuvimos un buen rato descansando y cogiendo fuerzas para el último tramo que nos quedaba. Algunos incluso tuvieron tiempo de echar la siesta (que no falte) pues se estaba realmente bien contemplando abajo todo el valle del Guadiaro, un paisaje realmente hermoso en esta época del año (yo diría que en todas).

Seguimos ascendiendo por la Cañada Real del Llano de las Cruces hasta llegar a la Fuente de la Higuera, siempre rodeados de encinas centenarias. A continuación, proseguimos por una pista ancha y nos

fuimos encontrado con varios cortijos, entre ellos el de Los Castillejos. Al final la pista nos conduce a la carretera donde pudimos contemplar desde el mirador del Corcho unas vistas que siempre nos habían acompañados desde hacía un buen rato. Dejamos la carretera para seguir por otra cañada que nos conduciría a Cortes.

Esta es la crónica de un día inesperado y perfecto que disfrutamos pocos, pero bien avenidos.

Yo voy soñando caminos de la tarde. ¡Las colinas doradas, los verdes pinos, las polvorientas encinas!... ¿Adónde el camino irá?

Yo voy cantando, viajero a lo largo del sendero...

-la tarde cayendo está-.

"En el corazón tenía "la espina de una pasión; "logré arrancármela un día: "ya no siento el corazón Antonio Machado

López & López

Salinas 3 amigos, río Arillo, Camposoto 6 de Mayo de 2017

Teniendo en cuenta la poca dificultad del recorrido y la proximidad del lugar de comienzo, la directiva de nuestra feliz asociación decidió comenzar la misma a la muy inusual hora de las nueve y media y no incluir desayuno en el programa. No cabe duda de que este es un grupo de diligentes madrugadores, pero eso no evitó sonrisas y comentarios agradecidos de las 25 personas que participamos en este recorrido.

Después de reunirnos de forma escalonada en el aparcamiento del sendero, hicimos la foto GB (de Grupo y Bandera) y partimos por el camino en cuestión.

El sendero “Tres Amigos – Rio Arillo” no es naturaleza en estado puro, sino una muestra de lo que ocurre cuando el ser humano interactúa con el medio durante muchos años. Los orígenes de las salinas de la Bahía de Cádiz parece ser que corresponde a la época de los romanos, que las explotaban para obtener la preciosa sal. La construcción de molinos de agua no empezó hasta el siglo XIII, que tampoco es un plazo despreciable de tiempo. Las circunstancias humanas y la capacidad de la naturaleza de adaptarse y aprovecharlo (casi) todo han conformado un paisaje especialmente interesante. Las aves son las grandes protagonistas de este espacio: Pudimos ver avocetas, charrancillos, correlimos y chorlitejos, amén de algunos patos y cigüeñuelas.

Alguno de los puestos de observación de aves nos sirvió asimismo como espacio de reagrupamiento. Los jóvenes que nos acompañaban -cuatro y esperemos que sean cada vez más- encontraron atractivo el lanzamiento de meteoritos a los limos de los esteros, y alguno, más bravo que los demás, se decoró a lo Braveheart.

La anécdota del recorrido la protagonizaron César y José Ramón, y solo puedo transcribirla como me la contaron, aunque debió ser de foto. Una de las ciclistas que nos rebasaron tuvo tan mala suerte que rozó el codo de José Ramón, perdiendo el equilibrio y yendo a parar al fango. Quedó completamente manchada, excepción de teléfono móvil

que -presumo- llevaba en la mano y al que tuvo la destreza de salvar al mantenerlo por encima al caer. Todo quedó en susto, y suponemos que una buena ducha. Como ciclista que circula por estos caminos de estero, llenos de viandantes, me da que reflexionar que más que el roce con José Ramón, llevar el móvil en la mano tuvo mayor culpa en el accidente. Tomo nota para que no me ocurra a mí la próxima.

Llegamos por fin al punto más señalado de nuestro recorrido, el Molino de Mareas de Rio Arillo. Situado justo sobre este caño que divide los términos municipales de Cádiz y San Fernando, se trata con toda probabilidad del más importante que había aquí en su momento. Su estado es ruinoso. Tiene muros fijados con viguetas de hierro para que no se desplomen, techos hundidos por pura podredumbre de las vigas de madera, y la única acción perceptible reciente son algunos carteles advirtiendo del riesgo de derrumbe.

Curiosamente, la obra semisumergida, las 12 cárcavas por las que salía el agua después de mover los molinos, y los dos aliviaderos centrales, parecen ser las que están en mejor estado de conservación. Una vez más, debemos reflexionar sobre el estado de abandono de estas ruinas, que como tantas otras, se mantienen por lustros entre un pasado glorioso y un futuro esperanzador pero inalcanzable. La decrepitud es el estado más frecuente de estos restos, al menos en la Bahía de Cádiz.

Para centrarnos en lo cotidiano, y aunque no estaba previsto, algunos consideraron que este era buen lugar para el rengue y aparecieron botellas de vino, frutos secos y queso, y no nos faltó el momento delicioso, que es larga tradición de este grupo. Tendremos que declarar un Día del Rengue oficial y dedicarlo solo a eso; ahí va la idea.

El siguiente hito en el recorrido era cruzar Rio Arillo y pasar por la casa de la Salina Tres Amigos. Fue la parte peligrosa dela jornada pues tuvimos que andar por la autovía, en una zona sin arcén, al estar en tan mal estado la pasarela de peatones del puente que no hubo otra manera de hacerlo.

El edificio de la antigua salina está tan decrépito y abandonado como el molino de mareas, por lo que esta vez lo pasamos sin detenernos. El resto del camino hasta los coches fue tan breve que nos encontramos en ellos antes de lo previsto. La fresca brisa de poniente que nos refrescaba y las blancas y algodonosas nubes que nos habían acompañado desde el principio se disiparon y el sol brillaba con mayor fuerza, lo que acentuó los deseos de los más dipsómanos del grupo de esperar la hora del almuerzo a la sombra y en proximidad de un surtidor de Cruzcampo. Emprendimos el corto viaje en coche hasta el Muelle de Gallineras, donde todos quedamos satisfechos del surtido de pescaito de la Bahía que constituía el plato principal. En la tertulia postpandrial, algunos aprovechamos para dar un paseo por el Muelle de Gallineras. Se trata de uno de los rincones entrañables de nuestra bella geografía local. Está situado en el Caño de Santi Petri, a medio camino entre la Punta del mismo nombre y el Puente Zuazo, enfrente Chiclana, atrás Camposoto. El pequeño club náutico es de pescadores de los de toda la vida, lo que le da un encanto adicional. El que os escribe levantó campamento temprano, pero os recomiendo visitar el lugar casi al crepúsculo y en invierno, es un lugar mágico, como tantos otros que están cerca y no conocemos. ¡Ah, y una última anécdota de la que sí fui testigo!: Los niños encontraron un anzuelo y algo de sedal y con las migas sobrantes del almuerzo consiguieron pescar una lisa. El pez volvió al mar, pero queda la foto para inmortalizar a los intrépidos pescadores. ¡Enhorabuena!

Es justo y obligado, como tantas otras veces, agradecer a todos los que se implican y organizan, estudian, reservan, hacen y participan y gracias a los cuales todos

disfrutamos y apreciamos más lo que tenemos y lo que nos une. Y en Tempul hay muchas personas así. ¡Gracias a todos!

Alejandro Mira

CURSO 2017-2018

Sendero del Majaceite. De El Bosque a Benamahoma y vuelta 14 de Octubre de 2017

Como de costumbre la primera salida del curso 2017-2018 comenzó como es tradicional en la gasolinera de la avda. de Arcos y el desayuno en la venta de Mesas del Corral, se nota que van aprendiendo en la venta y esta vez el desayuno fue ordenado, bueno bonito y barato. Claro se les avisó antes y estaban ya preparados.

Si nos atenemos a lo que nos dice la Junta de Andalucía sobre el sendero del curso alto del río Majaceite: “Es, sin duda, uno de los senderos más practicados del parque natural. La facilidad de su recorrido y el hermoso paraje que atraviesa lo hacen idóneo como paseo para familias enteras. Las dos poblaciones que une, Benamahoma y El Bosque, son otro atractivo añadido. En ambas, podremos disfrutar de sus calles y caseríos serranos enclavados en un paisaje rebosante de naturaleza y con una oferta de restauración y alojamiento que nos permitirá prolongar la jornada y nos animará a volver para seguir conociendo sus excelencias.

Durante el recorrido, nos deleitará un excelente bosque de galería con chopos, fresnos y olmos, donde podremos ver y oír a gran cantidad de aves, tales como la oropéndola, en primavera y verano; el mirlo común, la lavandera cascadeña, las currucas, el petirrojo o el potente canto del ruiseñor durante todo el año, e incluso con suerte algún martín pescador.

En el recorrido podremos observar también los intentos de aprovechar el curso de agua para generar energía: restos de molinos y la antigua central "Eléctrica de la Sierra".

Muy recomendable es la visita al Ecomuseo de Benamahoma, instalado en el antiguo

molino de Los Capitalistas o de El Nacimiento, que aún permite conocer parte de la maquinaria del ingenio que hacía posible la molienda en éste y en los numerosos molinos que existieron en la sierra.”.

Pero esta escueta definición queda muy lejos de lo que Tempul disfrutó de la primera salida del año. En palabras de Tili esta crónica debería llamarse: “EL SENDERO DE CUÉNTAME”

Estoy por asegurar que todos lo habíamos hecho más de una vez y algunos desde la más tierna infancia en multitud de ocasiones, es por ello que según andábamos se oían las historia que vivimos en las orillas del Majaceite, acampadas, marchas, historias de cocinas, de baños, de aquellos que nos llevaron, el cura Carlos, Manolo Vega, José Ángel. En definitiva para muchos el Majaceite está unido a nuestras vidas desde hace muchos años.

Como dice la Junta, su belleza y facilidad atraen a un ingente número de senderistas de un día al año, que complican y mucho el pleno disfrute del paseo. Se nota la falta de educación medioambiental, que poseen alguno de los que transitan por tan bello paisaje, latas, papeles, botellas… etc. decoran el recorrido.

El recorrido, de ida y vuelta, que realizamos los 19 asistentes, fue desde la piscifactoría del Bosque hasta el Museo del Agua un total de 10,720 Km. y en un tiempo de 5 h. y 55 m según el gps de Salvador López.

Nada más empezar pudimos observar como la sequía nos esta afectando. Desde la piscifactoría y hasta un Km., mas o menos, el río no llegaba ni a tener el mínimo caudal para mantener la vida en sus aguas, por la bajada del aporte de agua de las diferentes fuentes que lo alimenta y por el desvío de agua hacia la piscifactoría que se hace una represa.

Si miramos a este pequeño río, con otros ojos, veremos que es fundamental no sólo para El Bosque o Benamahoma, es muy importante para la parte occidental de la provincia de Cádiz y en especial para Jerez.

Su nombre, Majaceite, nos revela una gran humanización de este río, se debe a los molinos de aceite que había en sus márgenes y de los cuales dan fe los restos que fuimos encontrando. Además pudimos ver, molinos de harina, una central eléctrica, que abastecía a El Bosque, dos piscifactorías y un batán, donde se golpeaban las mantas de lana para endurecerlas y encogerlas. Una vez recorrido el sendero las aguas de nuestro río, abandonan El Bosque y son guardadas en el pantano de los Hurones, primero y después en el Guadalcacín II, es desde estos pantanos de donde proceden las aguas para

el consumo humano y de regadío de Jerez, Bahía y la costa Noroeste.

A lo que íbamos cuando terminamos el primer tramo y llegamos a Benamahoma descubrimos la cruel realidad, estaba lleno el parking, en vez de subir hacia el pueblo nos desviamos hacia la margen derecha y tomamos el sendero que nos lleva hacia el la antiguo molino de la panadería hoy reconvertido en un Ecomuseo del agua.

Antes de entrar dimos cuenta de varios vinos generosos de nuestra tierra aderezados con queso, patatas aceitunas y almendras, como has supuesto el rengue fue un momento mas para recordar cuando íbamos a comprar el pan a la panadería y cargarlo en macutos hasta el descansadero o a la casa del guarda, por cierto si alguien quiere comprar la piscifactoría de Benamahoma le informo que está en venta, como se puede leer en un cartel que descansa en su puerta.

Entramos al museo y allí nos atendió la cajera-guía, nos dio los mínimos conocimientos para acto seguido dejarnos desperdigarnos por las salas, pudimos ver el curioso mecanismo que hacia mover el molino y fotografiarnos por todos los rincones.

Terminada la visita subimos hasta el nacimiento del río y emprendimos el camino de vuelta, parando como es de rigor en la fuente, para reponer nuestras cantimploras y botellas. Al llegar al inicio del camino, paramos en el bar para desbeber y hacer un mini rengue, rodeados por una masa gritona de domingueros sedientos de naturaleza.

Retomamos el regreso y sobre las 14.00 horas paramos, donde solíamos acampar en nuestros años mozos, para comer y descansar un rato.

El regreso fue tranquilo algo menos bullicioso, quizás por la hora de la comida.

Terminamos el día como es costumbre con un café que degustamos en el bar que había junto a los coches, café bueno pero algo apretado por la estrechez.

En definitiva un gran día para los que fuimos, la pena la falta de agua y la sobra de gentes.

Con cariño para los asistentes, los ausentes y en especial para Mary y Jesús que nos acompañará siempre.

Salvador León

Sendero Río Hozgarganta, Castillo de Jimena.

28 de Octubre de 2017

“A nuestro amigo Jesús García Vázquez” Hacia el profundo mar abierto emprendí el viaje, con un único barco y esa pequeña banda de compañeros que nunca me habían abandonado.

DANTE, “VIAJE DE ULISES”.

Nuestro amigo Jesús se incorporó al grupo en la segunda hornada de nuestra historia junto con su compañera y esposa Mari.

De estilada figura, silenciosa y siempre amable, pero de conversación sabia con la experiencia que le dio la vida.

De joven emigró a Suiza donde conoció a Mari y formo una gran familia.

De regreso tras su jubilación se unen a nuestra asociación donde se ganan la amistad de todos sin marcar ninguna diferencia por la edad.

Personalmente encontré siempre en él un fiel aliado y un entrañable amigo con el que compartir una buena copa de vino en una animada charla de las cosas de nuestro entorno y de las cosas de la vida.

Siempre lo recordaré con el agradecimiento de haber encontrado un buen amigo.

No me despido de él porque siempre lo sentiré a mí alrededor y seguiré brindando con los amigos por él y por todos nosotros en un acto de camaradería que ha de permanecer siempre.

Termino este epitafio con unas palabras de mi admirado Sir Ernets Shackleton, Jefe de la Expedición al Polo Sur: Habíamos visto a Dios en sus esplendores, oído el texto que la Naturaleza hace.

Habíamos llegado al alma desnuda del hombre.

Tu amigo José Ángel

CRÓNICA

Ángeles No temáis. Esto no va a ser un tratado de angelología. Aunque bien pudiera hablaros largo rato sobre querubines, arcángeles y demás coros celestiales. Porque en mi primera juventud fui estudioso de las creencias heredadas de mis padres, e incluso recibí clases de teología de un canónigo de la Colegial. Pero no, esto no va sólo de servidores divinos. Titulo así esta crónica por el repetido uso que pienso hacer de esa palabra a lo largo del relato.

Salvador López había recibido de la directiva el encargo de guiar esta salida del 28 de octubre de 2017. Quiso él, como otras veces había hecho, contar con mi colaboración como ayudante suyo. Pese a que ando liado con un curso que estoy haciendo en la UCA, acepté gustoso pues la confianza es recíproca. Y como no parecía necesario hacer excursión previa, nos limitamos a repasar la documentación disponible.

La tarde anterior a la excursión, como último paso de mi preparación, miré en internet la ruta mejor para ir en coche hasta Jimena, adonde nos mandaba la programación. Me sorprendió ver que el último pueblo antes de llegar a destino era “Los Ángeles”. Recordaba haber hecho este sendero con mi familia y Tempul antes de ser socios, pero entonces fuimos en tren desde Ronda. En la crónica de aquella ocasión (octubre de 2008) y encontré referencias a “las coquetas” estaciones de Benaoján, Jimera, San Pablo...

Luego caí en la cuenta de que varios de los núcleos formados en torno a la línea férrea que va hasta Algeciras tienen un nombre oficial distinto del vulgar con el que los conocemos. ¿Por qué llamarles Estación de Cortes, de Gaucín y de Jimena, si tienen nombres tan sonoros o dulces como Cañada del Real Tesoro, Colmenar y Los Ángeles?

Bueno, a lo que vamos. Pasada la estación, que se llama así por la patrona de Jimena, Nuestra Señora la Reina de los Ángeles, llegamos a la entrada del pueblo. No la tomamos porque nuestra idea era rodear el caserío y pasar junto al camping, dejando los coches cerca de la Cruz Blanca. Aparcados correctamente los vehículos, ante la misma fuente donde nos hicimos la foto de grupo en 2008, tuvimos un momento para recordar a Jesús García, mi tío adoptivo desde el último Día de Andalucía, que compartimos en Antequera. Auténticas y entrañables las palabras de María Jesús, sabias y expertas las de José Ángel (leídas por Jesús López), nos hicieron vibrar a todos los presentes y mostrar nuestro cariño a Mari.

Dejamos a María Panal, nuestra fiel Mari, en las calles de Jimena. Sola no, sino acompañada por María Jesús y Ángela , sobrinas ambas de Jesús, y Carmen González, quienes cambiaron en esta ocasión las cuestas de tierra y las escaleras talladas en la áspera roca por las más suaves pendientes del pueblo, que de sus muchas calles, sólo a una puede llamar Llana.

El grupo era muy numeroso, y al igual que en la salida anterior, casi exclusivamente de socios. El único invitado era Josele, un amigo de mis sobrinos Ale y Guille. Emprendimos el camino hacia el río subiendo pocos metros hasta la cruz, y en descenso desde aquel punto.

Comprobamos que los meses sin lluvias apreciables han causado su efecto en el río: al no tener éste corriente, queda reducido a una sucesión de charcas de diverso tamaño. Continuamos por su orilla izquierda hasta dar con un desvío hacia el jardín El Risco, que incluye una serie de miradores con distintos panoramas.

Dudamos si visitar al menos parte de su recorrido, pero se impuso la prudencia y seguimos con lo previsto. Algunos metros más adelante, la vereda Encubierta nos brindaba una nueva ocasión de darle un regalo al sendero. Lo hicimos la mayoría, prefiriendo otros pocos descansar ese rato. Quienes subimos hasta la fuente que da nombre a la vereda comprobamos que no merecía la pena el esfuerzo. No había rastro alguno de haber tenido agua en mucho tiempo.

Eso nos da que pensar en la conveniencia de hacer reconocimientos previos cuando vamos a lugares ya vistos antes, pero que no hemos pisado en muchos años.

Volvimos a reunirnos los treinta y un caminantes y decidimos hacer el rengue en el primer claro al que llegásemos. Así lo hicimos, al pie de un frondoso quercus. Luego de este recreo, y siendo más amplio y llano el trayecto, llegamos pronto al canal de la Real Fábrica de Artillería. Admiramos las ruinas de esta obra de finales del XVIII y seguimos hasta el barrio que está junto al puente.

Cada cual al ritmo que le convino, subimos hacia el castillo. Dentro de sus murallas nos esperaban Carmen, Mari y las sobrinas de Jesús, que nos contaron cómo habían aprovechado la mañana. Aprovecho aquí y ahora para dar mi bienvenida a Ángela y a Juan Antonio, a César e Isabel, a Ángeles y David, a Pepe y Cati, flamantes socios de Tempul. Los ocho han dado ya sus primeros pasos como tales, y deseo sinceramente que puedan dar millones más, y que todos los veamos con salud.

El resto hasta los coches fue fácil. Un par de calles, un posado por sexos en el forillo de Jimena, con un mobiliario surtido y una pared fauvista, y la despedida hasta la próxima, porque la cita para café propuesta en el mismo lugar del desayuno se frustró.

La venta del cruce de los Santos cierra por las tardes.

Para terminar, os cuento que mientras estábamos de sobremesa en el gran patio entre la torre y los aljibes, alguien me llamó la atención sobre una abeja que revoloteaba una y otra vez alrededor de nosotros. No pude evitar acordarme de aquellos versos aprendidos en el colegio “Volverás a mi huerto y a mi higuera: por los altos andamios de las flores pajareará tu alma colmenera de angelicales ceras y labores {…} Compañero del alma, compañero” No, nunca nos faltará ningún compañero; aunque uno u otra no puedan venir, las buenas compañías con las que tanto queremos estarán siempre con nosotros. Aun cuando salgan a su encuentro los ángeles del Señor.

Pepe Abollo.

Área recreativa del Cintillo-Aljibes del Algarrobal (Benaocaz).

11 de Noviembre de 2017

UBRIQUE MUESTRA SU MEJOR CARA A TEMPUL POR LA RUTA DE LOS ALJIBES Y LAS NOGALEDAS Le ha costado mucho llegar pero por fin, bien entrado noviembre, el otoño, ese otoño nuestro que nada tiene que ver con el que viven por otros lares más norteños de nuestro país ya cubiertos de nieve; ese otoño cuyas mañanas invitan a abrigarse pero que nos regala unos mediodías más que agradables; ese otoño fue el que nos acompañó el 11 del 11 a los 25 amigos y amigas que, a la llamada de Tempul, decidimos compartir un día de campo extraordinario. No sólo en lo meteorológico, que también.

La convocatoria invitaba a la ruta que, partiendo del área recreativa del Cintillo -esa que todos conocemos junto a la carretera que une Benaocaz con Villaluenga del Rosario-, discurre por los Aljibes del Algarrobal. Nueve kilómetros en la teoría –no suelo fiarme de las distancias que marcan los blogs de senderos porque luego resulta que poco tienen que ver esas medidas con la realidad-, en los que las piedras fueron, una vez más, el calvario que más de uno y una tuvimos que sufrir, quien sabe si como penitencia por algún pecadillo confeso… o no. Y si no, que le pregunten a César (lo del calvario, no lo del pecado, que el hombre seguro que es más bueno que el pan).

El día comenzó bien, como siempre que desayunamos en la venta Mesa Jardín. Un buen descubrimiento; mejor aún desde que avisando previamente, nos tienen la mesa preparada y nos prestan muy buen y rápido servicio. Aunque esta vez se lo pusimos más

fácil, porque nos sirvieron en tres tiempos, conforme fuimos llegando: los de El Puerto en primer lugar, el grupo de la gasolinera a continuación y por último, los Mera Palacio, que esta vez eran 5 por la compañía de Josele, un amiguillo de Ale muy apañao el chaval.

Listo el desayuno, continuamos camino hasta el Cintillo, donde pasadas las 10.30 iniciamos la caminata. Juan ejerciendo sus recuperadas funciones como guía, con Salva López y Pepe Abollo siempre cerca, aunque este último a ratos con lo que le gusta: controlando cabeza, tronco y extremidades del cuerpo de la marcha. Tan pronto se le veía al principio de la comitiva, como a la mitad comprobando que no faltara nadie, o el último, pendiente de los rezagados o para dejar bien cerrada la angarilla de turno.

Es puro nervio este Pepe, que sigue viniendo solo a las excursiones por culpa de la dolencia que sufre Victoria en sus pies, que le impide caminar con normalidad. Como solos vinieron también Juan, mientras Lucía trabajaba; Manolo, porque Isa andaba cuidando a su madre enferma; Luis, ya que Charo despedía a su hermana “americana”, y Salvador, cuya Carmen últimamente no aguanta bien las subidas. Hizo bien al no venir, porque este sendero las tiene desde el minuto 1.

Empezamos con una pronunciada cuesta, que permitió a Manolo Colón poner de manifiesto sus muchos conocimientos sobre geología, al mostrarnos un canchal y explicarnos el origen de estas concentraciones de rocas, formadas a partir de los procesos de deshielo ocurridos en estos parajes hace miles, ¿o quizás millones?, de años. Del hielo ni rastro, pero el viento del norte sí que nos acompañó en este primer tiempo de la excursión, y bien que lo agradecimos porque alivió sobremanera el esfuerzo del ascenso. Ese esfuerzo inicial hizo que más de una y uno entráramos en combustión, dando paso a los consiguientes “despelotes”.

En ese primer tramo de la caminata, mientras Juan nos indicaba el lugar conocido como el Saltadero, o la portilla de los Bandoleros que atravesaríamos minutos después, y los “gordolobos” que salpican el paisaje en esta zona de la sierra, la cercana Ubrique nos mostraba su cara menos conocida, y desde luego la más bonita, ofreciéndonos una perspectiva sólo al alcance de quienes se atreven, nos atrevimos, con este pateo. Las vistas que en distintos momentos disfrutamos de ese precioso pueblo serrano fueron, sin duda, la mejor recompensa al esfuerzo realizado. Aunque la más bella de esas imágenes, desde el mirador del Saltillo, final del tramo de ida de esta marcha, estaba aún por llegar.

Pero antes de alcanzar ese mágico lugar, el Saltillo, en el que impresiona no sólo la panorámica, sino también la pared vertical bajo nuestros pies que hace el paraje sumamente peligroso, pudimos comprobar el buen estado de los tres aljibes que dan nombre a esta ruta, tras haber sido rehabilitados para que sigan prestando uso como tales y facilitando agua a los animales que habitan el lugar.

El Aljibe del Algarrobal fue el primero, en medio de una bonita pradera. Los chavales del grupo, Guille, Ale y Josele, intentaron una y otra vez hacer funcionar el mecanismo de una vieja bomba para hacer llegar el agua al abrevadero, sin conseguirlo. Aunque agua haberla hayla. A pesar de la sequía.

El siguiente tramo del sendero nos llevó hasta el segundo aljibe, el del Noguedal lo llaman, donde un poco más tarde de la hora habitual, decidimos hacer el rengue. Poco que comentar, más allá de lo habitual, sobre este buen ratillo que en cada marcha, nos permite reponer fuerzas, disfrutar de la naturaleza que nos rodea y hacer un poco de tertulia sobre lo acontecido y lo que está por venir. A alguien esta vez puede que el rengue le traiga suerte. No sabemos quién fue el que pisó una enorme majada, pero seguro que quien fuera, ha echado ya la primitiva o ha comprado un décimo de lotería.

Y puede que hasta le toque.

El Aljibe del Noguedal dejó ver las primeras setas de la temporada tras las recientes lluvias, y las últimas nueces que quedaron abandonadas bajo la media docena de árboles que dan nombre al lugar, algunas de las cuales fueron a nuestras mochilas. También nos mostró algunos majanos, nombre con el que según nos contó Juan, se denomina a los montículos formados por las piedras que retiraban los habitantes de este paraje con el fin de dejar libre la tierra para la siembra.

Majanos y nogales nos esperaban también en el último de los aljibes que visitamos en la ruta, el de los 21 Nogales le llaman, por el número de ellos que rodean la construcción.

Allí quedaron dos tempuleros descansando, César y Chari, mientras el resto caminábamos medio kilómetro más, en busca del ya mencionado mirador del Saltillo, al que tampoco llegaron Luis, Manolo, David, Pepe y Cati. Los cinco se dieron la vuelta antes del final, sin saber que con esa decisión se estaban perdiendo la mejor vista del día.

De nuevo el grupo al completo, regresamos al primero de los aljibes para hacer allí el almuerzo. En el retorno, César tuvo que aceptar el segundo bastón que le venía ofreciendo Isabel desde el inicio de la marcha, después de que las piernas le fallaran en varias ocasiones. Menos mal que con esos dos apoyos materiales, y el apoyo moral y la permanente compañía de quienes fueron sus ángeles de la guarda durante toda la jornada, José Ramón y Pepe, César pudo culminar felizmente la caminata.

Eso sería al filo de las 5 de la tarde, tras una agradable comida en la que echamos mucho de menos dos clásicos de nuestros almuerzos en el campo, la tortilla y el café. Pero sobre todo, echamos de menos a las dos mujeres, Mari y Victoria, que cada vez que vienen tienen el detalle de regalarnos ambos manjares. Ojalá las volvamos a ver muy pronto a las dos en nuestras correrías campestres, porque eso será señal de fortaleza y de salud.

Lástima no poder decir lo mismo del otro gran ausente del día, nuestro Jesús, que no volverá pero seguro que desde algún lugar por ahí arriba, seguirá nuestros pasos cada vez que su gente de Tempul salga a caminar.

Esta crónica no puede finalizar sin mencionar la participación en la jornada de quienes no han sido citados/as pero estuvieron, disfrutaron y compartieron con el grupo un gran día: Ángeles, Domingo y Pepa con su hija Belén, que ha prometido venir a próximas excursiones aprovechando que este curso lo pasa en Jerez; Isa, esta vez sin sus chicos; Chari, como siempre tan cariñosa con su Colón, y dos menciones especiales para los invitados: Margarita, compañera de instituto de Juan, y el joven Josele, que terminó

agotado pero se portó como un jabato y además, a falta de trípode, nos hizo un pedazo de foto de grupo. ¡Hasta la próxima, con destino El Valle!

Tily

Convivencia de OtoĂąo. Homenaje a JesĂşs.

18 de Noviembre de 2017

HASTA SIEMPRE, AMIGO JESÚS Le debíamos a nuestro gran amigo Jesús el ratito que le hemos dedicado, aprovechando la reunión que cada año por estas fechas celebramos en torno a unas jarras del nuevo mosto y degustando una buena berza. Una de esas reuniones gastronómicas que tanto le gustaban a él, en las que y de las que tanto disfrutaba. Quizás por eso, pensamos que ésta podía ser una buena ocasión para hacerlo, para recordarlo con todo el cariño que le tenemos y que se ganó a pulso, y para decirle que nunca lo dejaremos de recordar, porque Tempul sin Jesús no será lo mismo, y eso lo mantendrá siempre entre nosotros.

Gracias, Dionisio, por esa recopilación de fotos que nos ha emocionado a todos y todas.

Gracias, Luis, por esas palabras sencillas, pero sinceras y cercanas, que le has dedicado.

Y Gracias, Mari, por estar ahí, por ser como eres, por tu discreción, por tu elegancia, por tu señorío, por tu humildad, por tu paciencia, y por tantas otras cosas buenas que llevas dentro. Pero sobre todo, gracias por habernos dejado disfrutar de la compañía de tu marido hasta el final de sus días. Nada más apropiado para vosotros que aquella frase que encontramos un día en nuestro caminar con Tempul: “A Jesús siempre se va y se vuelve por María”. ¡Hasta siempre, amigo!

Tily

Cerro de la Cruz. San José del Valle.

25 de Noviembre de 2017

Subida al Cerro de la Cruz en la Sierra del Valle.

Llegamos a San José del Valle veintisiete senderistas después de un suculento desayuno en la “Venta Durán”, al pie de esta villa serrana.

Dejamos los coches lo más alto posible para encarar la subida por el Camino de la Teja, señalado con un azulejo, donde nos dice todos los datos del sendero: dificultad, longitud, duración, flora y fauna, así como nos invita a respetar el medio ambiente, y caminamos por la izquierda buscando el Cerro de la Cruz. Ya se divisa a lo lejos Arcos de la Frontera.

El camino de la Teja, está en la parte más alta de San José del Valle y muy cerca del Parque Natural de los Alcornocales.

En el trayecto, vemos algunas setas, a las que hacemos objeto de nuestras fotos, y nos encontramos con la fuente de la Teja además de restos de edificaciones, de la que no brota agua alguna, siendo esta sequía observable en todo el recorrido del sendero en la tierra, arbustos e incluso en los mismos árboles.

El camino se encuentra vallado para evitar accidentes, dada la pendiente del terreno.

Alargamos un poco este sendero para visitar a los olivos con varios centenares de años. -Si pudiesen contarnos sus historias…- Este camino acaba en la barriada de “El Boquete”, en cuya venta se quedaron Ángela, María Jesús y Carmen, que no siguieron

con nosotros. En uno de estos olivos nos pusimos ha hacernos fotos, por lo que lo llamamos el “olivo photocoll”.

Retrocedimos unos metros para emprender la subida hasta la cantera. Nos encontramos con una gran extensión de terreno con tomillo, donde Manolo y Chari me pidieron les hiciera unas fotos donde se viera el tomillar.

Nos encontramos un naranjo cuyas naranjas estaban buenas, pero de muy pequeño tamaño precisamente por la falta de agua.

Seguimos subiendo por el sendero, no sin dificultad dada la escarpada pendiente del terreno, desde donde podíamos ver las antenas de comunicación y parte del pantano de Guadalcacín. En el camino nos encontramos con algarrobos, carrascas con sus pequeñas bellotas, entre otros árboles y arbustos. Llegando a la cantera que aún se encuentra en explotación y que parte en dos la Sierra del Valle, algunos quisieron ver las vistas desde el otro extremo de la cantera que se encontraba vallada y donde había carteles de peligro por explosiones, y allí mismo nos despojamos de las mochilas e hicimos el rengue, sentados en el mirador que se nos ofrecía con la cantera en primer término, desde donde se divisaba Medina Sidonia y paterna entre otras poblaciones.

Desde allí, pusimos rumbo a las antenas de comunicación y detrás de estas, la Cruz, y a sus pies, San José del Valle.

Ignacio y Salvador no dudaron en subir y hacerse fotos con la bandera de “Tempul”, a lo que aprovechamos para hacernos a sus pies la foto del grupo, sólo 24, ya que como decimos, tres quedaron sin subir. Acto seguido emprendimos la bajada por una más que escarpada y peligrosa pendiente con piedras sueltas, no exenta de resbalones, donde algunos se prestaron a ayudar a los que les costaba mas trabajo el descenso, afortunadamente sin consecuencias, donde nos encontramos con numerosos madroños, de los que algunos dieron cumplida cuenta de ellos, en especial Ignacio que se trajo una bolsa a casa.

Cuando llegamos a los coches, se recogieron a las tres afinadas en “El Boquete” y nos fuimos a almorzar al Complejo La Suara. Yo personalmente me di un garbeo por la zona creyendo que había un río, pero nada. Desde este punto, una vez descansados, regresamos a casa.

Tanto al inicio del sendero, como al final, encontramos varias personas practicando con bicicleta de montaña ya que tienen un circuito para practicar por la zona.

Desde estas líneas, dar las gracias a tod@s los asistentes por su compañerismo y el buen ambiente que tuvimos durante todo el tiempo y que tenemos en cada una de nuestras rutas. Y a Tily, que me pidió redactar la crónica de este sendero, ya que según sus palabras, los nuevos, tenemos que colaborar en estos menesteres también, y que espero os haya gustado. Y que si no queréis leer, os dejo la prueba gráfica del mismo, en las fotos que hice por el camino, que espero también os gusten.

José María

Cerro del Charco. Montes Propios.

9 de Diciembre de 2017

SENDERO DEL CHARCO DE LOS HURONES Antes de escribir sobre la ruta hecha, vamos a exponer unos datos interesantes sobre los Montes de Propios de Jerez: Son de titularidad municipal y están encuadrados dentro del Parque Natural de los Alcornocales. Cuenta con una extensión de 7.035 Ha. La gestión de éste espacio natural corresponde a la entidad municipal Explotaciones de los Montes de Propios , Empresa Municipal S.A. (EMEMSA).

El itinerario es un recorrido circular de 8,870 kilómetros de longitud, con pendientes suaves.

Al ser un sendero circular nos encontramos con zonas de umbrías y solana, en función de estas existe una vegetación diversa.

El cerro del Charco se encuentra al norte de la finca, limitado al norte por el rio Majaceite y al Sur por el arroyo de las Palas, uniéndose ambos por el oeste al embalse de Guadalcacín.

Nos encontramos a las 8,15 horas en el sitio de siempre 12 tempulianos para inciar un día que preveíamos divino. Antes de partir llegaron Pepe y Cati, creíamos que se incorporarían en la venta, pero no fue el caso.

Después de un copioso desayuno como siempre, partimos para los montes propios. Antes de llegar cruzamos el antiguo puente Picao y observamos el embalse de Guadalcacín bastante vacío. Alcanzamos sobre las 10,30 horas la casa de la guardería, donde nos estaba esperando el guarda. Antes de empezar el sendero nos hicimos la foto oficial, esta vez sin bandera pues nuestros amigos del Puerto no habían venidos, pero da igual pues para eso está el Photoshop, ¿verdad Dioni?.

Junto a la casa partía un camino que ascendía suave por una zona que en antaño fue un asentamiento rural donde las gentes de la sierra encontraban su medio de subsistencia. La presencia de alguna plantas y árboles frutales así lo atestiguan, el camino pasaba por las ruinas de lo que fue la “Casilla del Crimen” llamada con este nombre por los desgraciados hechos ocurridos en la época de los Maquis.

A medida que íbamos ascendiendo nos encontramos varios quejigos de gran porte, lentiscos, acebuches y arbustos colonizados por plantas trepadoras, resultando esta primera parte del recorrido rica en variedad desde el punto de vista botánico.

Juan nos fue describiendo las distintas setas que nos encontramos, que no fueron muchas, debido a la pertinaz sequía que padecemos.

A medida que íbamos andando observamos amplias panorámicas de la Serranía de Grazalema y en especial la presa del embalse de los Hurones.

Durante el recorrido estuvimos discutiendo y observando las distintas capas de las sucesivas talas o descorche a que son sometidos los alcornoques de ésta zona y que constituye su mayor valor económico.

También tuvimos la suerte de observar un conjunto de ciervos (4) correteando por los claros entre los árboles.

En el rengue degustamos un exquisito mosto de Trebujena y unas riquísimas aceitunas aportadas por el que suscribe.

Alrededor de las 16 horas volvimos al punto de partida, la casa del guarda y nos fuimos a la venta de Tempul a tomar café y visitar de paso el nacimiento de Tempul, que da el nombre a nuestra asociación pues Pepe y Cati no lo conocían. La verdad que lo encontramos un poco deprimente, sucia la zona y con bastante poca agua y con la famosa casa en un estado cada vez mas ruinoso.

Fue un día maravilloso para todos. No me gustaría despedirme sin aportar algún dato sobre la importancia del alcornoque en los montes de propios de Jerez: “El alto valor ecológico de éstos se complementa con la aportación de recursos muy variados. Entre ellos el corcho es el más importante, origen de una actividad comercial e industrial muy antigua.

Hay una tradición en su extracción y requiere de manos expertas, en caso contrario se pueden producir daños irreversibles al árbol. La arriería es una actividad asociada l descorche, donde las bestias sustituyen a los medios mecánicos en aquéllos lugares que son totalmente inaccesibles. Hablar del alcornoque es hablar del corcho, no porque los otros aprovechamientos que se obtienen de él, o su función protectora y paisajística sean desdeñables, sino porque el corcho es un material escaso, insustituible, de producción limitada y, por tanto, con un carácter estratégico desde el punto de vista económico.

El corcho lo constituyen células muertas que se llena de aire, constituyendo un buen aislante término, que no es fruto de la casualidad sino de un proceso de adaptación evolutivo para defender el árbol del fuego, llamado científicamente Pirofiticas.”

Sin nada más y, esperando vernos en la próxima excursión.

Pedro Luis López Fernández

De Setenil de las Bodegas a Alcalá del Valle y vuelta.

13 de Enero de 2018

UN “PASEITO” ENTRE SETENIL DE LAS BODEGAS Y ALCALÁ DEL VALLE Tras saludarnos y organizarnos en Piscinas Jerez partimos 23 “tempuleros” sin miedo a la posible lluvia.

Paramos a desayunar en la Venta El Tropezón en Montecorto donde como siempre nos atendieron de manera eficaz y rápida.

Tras un buen desayuno emprendimos de nuevo camino hacia Setenil. Dejamos los coches junto al Consultorio de la Seguridad Social y emprendimos la marcha por la preciosa calle de las Cuevas del Sol. Seguimos por la calle Jabonería y la de las Cabrerizas observando las preciosas casas cuevas hasta llegar al salto de la Molinilla, pequeña cascada en el Arroyo de los Molinos antes de confluir con el Rio Trejo En las inmediaciones hay unas ruinas con una alta torre que tras algunas averiguaciones creo que se trata de una antigua almazara de aceite que posteriormente se convirtió en un alambique de extracción de orujo.

Para hacer un poco de ganas de comer abandonamos la ribera del arroyo y tras subir una empinada cuesta nos metimos entre olivos y cereales en Los Llanos.

Desde aquí pudimos observar la Sierra de las Nieves que haciendo honor a su nombre estaba nevada.

Por el camino se pueden contemplar en el horizonte las ruinas de Acinipo y también la arboleda singular de los pinos de los Tejarejos (cuatro enormes pinos piñoneros).

Nos detuvimos un ratito a coger algunas semillas de espárragos (cultivo muy característicos de Alcalá).Alguno cogió semillas no para una maceta sino para una hectárea como poco.

Casi sin esperarlo te encuentras con el bonito pueblo de Alcalá del Valle. Tras bajar una empinadísima cuesta nos dirigimos hasta la singular Iglesia de Sta. María del Valle.

Mientras nuestros amigos Dioni y Mila se acercaron al Consultorio médico para un pequeño problema oftalmológico que afortunadamente se resolvió posteriormente.

Tras visitar la bonita iglesia en donde se celebraba un bautizo nosotros decidimos que ya era la hora del “rengue” y en la misma plaza de la iglesia dimos cuenta como siempre de buenos vinos, mosto de Pedro Luis y otras viandas.

Continuamos el “paseíto” siguiendo el arroyo, ahora encauzado, dirigiéndonos ahora hacia la Fuente Grande .De camino vimos las ruinas de un asentamiento romano (Aunque había cierta incredulidad, despejamos la duda tras consultar rápidamente en internet).

Ya había empezado a llover y poco a poco fuimos equipándonos con paraguas e impermeables para continuar por la ribera del arroyo ya fuera del casco urbano de Alcalá.

La lluvia era muy leve y nos permitía seguir nuestra ruta sin ningún problema. Tras ver a distancia la casa de la familia del hijo de Salvador León continuamos, un poco más rápido, el “paseíto” .Alguno se pasó el Molino (Y anda que no era grande y tenía unos rótulos gigantescos) en el que habíamos quedado en decidir si comíamos en el camino o seguíamos hasta Setenil.

Como seguía lloviznando decidimos seguir hasta el pueblo y comer allí. Tras pasar de nuevo por el salto de la Molinilla entramos en Setenil pero está vez cogiendo a la derecha para llegar al casco histórico.

Las cuestas finales hicieron mella en algunos y mientras unos cuantos subimos a la Plaza de la Iglesia de Nuestra Señora de la Encarnación, otros decidieron directamente entrar en un bar y beberse una cervecita y comer.

El resto nos tomamos los bocadillos en los bancos de la plaza y después entramos a visitar el Torreón del Homenaje donde desde la parte alta observamos unas magníficas panorámicas de Setenil y también de Olvera. También un bonito arco iris , señal de que ya no nos iba a llover más como así sucedió.

Ya todos juntos nos tomamos un café y algún que otro licor oculto en las petacas y tras visitar la calle de las Cuevas de la Sombra dimos por terminado este “paseíto”.

Que más se puede pedir que andar por el monte, a veces bajo una fina lluvia y además hacerlo con unos buenos amigos.

Juan M. Grilo

Fin de semana en la Sierra de las Nieves.

26 a 28 de Enero de 2018

CRÓNICA FIN DE SEMANA EN CONEJERAS (26-27-28 ENERO 2.018) Como va siendo habitual en nuestra Asociación, nos desplazamos al Albergue de Conejeras, en el corazón de la Sierra de las Nieves para disfrutar de un entorno natural sin igual.

La llegada del personal fue siendo escalonada. Unos se fueron por la mañana, los más madrugadores, y otros cuando buenamente las obligaciones se lo permitieron.

Sobre las seis de la tarde estábamos todos reunidos en torno a un acogedor fuego y más acogedora compañía.

La tarde se hizo corta: unas tapas por aquí una copa por allí, una charla con uno, otras palabras con otro…total que sin darnos cuenta llegó la hora de la cena.

Preparamos una buena mesa y nos dimos el homenaje que todos nos merecíamos. Al final hasta celebramos algún que otro cumpleaños (más azúcar para el cuerpo).

Nos levantamos muy temprano el sábado 27, pues nuestro amigo y guía Juan insistió mucho en la puntualidad. A las ocho estábamos todos desayunados y dispuesto para la marcha. Y es que la ocasión se merecía un buen aporte de energía. Nos esperaba la cumbre del Torrecilla (1.919 m.).

Subimos en coche hasta el núcleo recreativo de Quejigales y desde allí iniciamos la ruta por la cañada del Cuerno. La subida es un poco difícil pero corta. Cada uno subió como pudo. Los de cabeza tardaron algo más de una hora y el resto fue un

rosario desperdigado a lo largo de la empinada senda. Y es que el objetivo de unos y otros variaba. Un grupo estaba dispuesto a llegar a la cima del Torrecilla, otros al pie y otros sólo se conformaban con poder llegar al Puerto de Los Pilones. Y podemos decir que cada uno cumplió con el objetivo que se propuso.

Los que decidimos llegar hasta el final de la meta propuesta proseguimos nuestro camino sin apenas parar, pues el frío era intenso y el viento se dejaba notar continuamente.

Coronamos el puerto de Los Pilones y fuimos testigos de un magnífico espectáculo: una bonita cencellada nos daba la bienvenida, junto con nuestro inseparable compañero de la jornada: el viento.

Azotados por Eolo continuamos hasta el puerto de los Valientes, donde poco después hicimos nuestro deseado rengue. El aperitivo y el vino nos hizo entrar en calor, pues el frío era muy intenso a pesar que la mañana estaba ya bien entrada.

Llegamos al pilar de Tolox y el espectáculo que se nos presentaba ante nuestros ojos era impresionante: una mole en forma de montaña piramidal que nos hacía parecer muy pero que muy pequeños. Parecía que habíamos encogido en unos segundos ante la impresionante montaña que teníamos que ascender.

Sin pensarlo mucho iniciamos el ascenso. Las rampas eran muy duras, pero lo peor era el viento, que continuamente nos castigaba y sobre todo nos helaba. Cada uno subió como pudo. Unos trepando, otros ayudándose de bastones, otros de las manos…hasta que llegamos a la cumbre. La vista era preciosa pero el viento no nos dejaba disfrutar de ella. Y es que era realmente peligroso permanecer en la cima mucho tiempo, pues las ráfagas de viento podían hacer que perdiéramos pie. Así que inmediatamente comenzamos el descenso. También muy incómodo por la pendiente y el fuerte viento que seguía castigándonos.

Regresamos por el mismo camino hasta el desvío del nevero que se mantiene muy bien a pesar del tiempo. Y es que en vez de bajar por la cañada del Cuerno, lo hicimos por la de La Ánimas. Era más largo, pero mucho más bello. Las cencelladas que pudimos observar eran realmente extraordinarias. Cuando el camino empezó a descender, paramos para el almuerzo.

Pocas comidas hemos hecho de manera tan incómoda. La temperatura marcaba dos grados bajo cero, las manos nos dolían del frío, a pesar que todos llevábamos guantes y estábamos tan cansados que ni hambre teníamos.

La cañada de Las Ánimas era realmente bella y majestuosa, llena de pinsapos y una densa espesura que invitaba a desaparecer entre la niebla y el frío.

Tras una larga y cansada bajada pudimos llegar hasta donde el resto de nuestros compañeros esperaban en el área recreativa de Quejigales, poniendo fin a una hermosa jornada de alta montaña, donde como siempre en Tempul lo mejor fue la amistad, el cariño y el esfuerzo compartido que nos une a todos.

“El camino de la montaña, como el de la vida, no se recorre con las piernas sino con el corazón.”

Andrés Nadal

Jesús López

2ª EXCURSION DESDE EL ALBERGUE DE CONEJERA ME LO DICE O ME LO CUENTA Me lo dice: el día anterior, después de la excursión de la subida al Torrecillas cuando llegó al albergue Juan Grilo, todo el mundo lo acribilló a preguntas de cómo era la excursión del día siguiente a Ronda, y dijo que era un paseíto por la parte baja y que solo había una pequeña cuesta para asomarse a un mirador, pues bien a continuación te lo cuento, de cómo fue la dichosa cuestecita, que por cierto dijo Juan que se llamaba la Cuesta del Cachondeo.

Te lo cuento: A las 8,30 en punto como se había dicho, todo el mundo desayunado, fuimos montándonos en los coches y partimos hacía Ronda, en total 24 tertulianos en seis vehículos. Entramos por la entrada del nuevo hospital y llegamos a la Plaza del Ruedo Alameda en la parte baja de la Ciudad.

Comenzamos la excursión cosa extraña, cuesta abajo por la Carretera de Los Molinos, llegamos a la Puerta de Almocabar, allí unos voluntarios de Protección Civil nos dijeron que había una carrera a pie y otra de bicicletas de montaña. Nosotros empezamos a subir por la puerta hacia el mirador, en el cual se veía el Puente Nuevo de 98 metros de altura y todo el Tajo de Ronda, la vista era impresionante y después de todas las fotos del mundo, volvimos sobre nuestros pasos y fuimos a bajar por un sendero, la verdad un poco de cabra, pero algunos se acongojaron, por no decir la otra palabra ya que luego el Presi, me la recrimina.

A partir de aquí el grupo se divide en dos partes, una deciden bajar por el sendero, y la otra se vuelve por donde hemos venido. El primer grupo seguimos bajando la cuesta hacia los Molinos de Agua y la subestación eléctrica. Llegamos a Los Molinos que eran tres de los cuales uno estaba en ruina, otro estaba mejor conservado y el tres a medio restaurar, nos asomamos también a ver el Asa de la Caldera, impresionante lo que ha hecho el viento. A continuación nos dimos la vuelta y nos enfrentamos a la cruda realidad de subir la Cuesta del Cachondeo, nombre muy apropiado ya que hasta los corredores que la estaban haciendo la subían andando y además nos pedían que los animáramos, alguien le contestó que a nosotros quien nos animaba.

Terminada la dichosa cuestecita, llegamos a la Plaza y el primer grupo ya se estaba tomando unas cervezas en el bar, el resto fuimos a hacer el rengue de rigor y después de dar cuenta de las tapitas y de distintos tipos de vinos, alguien dijo que podíamos hacer una asociación de Catadores y Gastronómicos, ya que cada vez se marcha menos. A continuación fuimos a hacernos la foto de rigor y cada uno a sus coches y nos marchamos para comer en el Albergue.

Un saludo a todos y hasta la próxima excursión.

Fdo.: Salvador López

Castillo de Castellar por la Calzada Dehesa Boyal.

10 de Febrero de 2018

CASTILLO DE CASTELLAR: RECUERDOS. Partimos 25 “tempulianos”, entre socios y amigos, de la gasolinera “La Cartuja“ con dirección la venta Los Santos por la autovía Jerez-Los Barrios. Alli paramos para tomar un típico desayuno entre aceite y mantecas de diversos tipos y en buena compañía.

Seguimos nuestra ruta hacia la venta La Jarandilla. Como buena conocedora del trayecto, me llama la atención el bajo nivel de agua que tiene el embalse de Charco Redondo.

En la venta, dejamos los coches e iniciamos nuestro recorrido por la calzada romana (sendero GR-7), muy bien conservada, que nos lleva al castillo de castellar (S.XIII) no sin antes tener que saltar las barras protectoras y cruzar la carretera. Todo está preparado, para los menos ágiles y de menor estatura, con un par de piedras a modo de peldaño; continuamos por otro tramo de calzada hasta llegar al Castillo.

En el ascenso, próximos al castillo, podemos disfrutar de unas vistas increíbles. Si no llega a ser por la típica bruma del estrecho hubiéramos visto con mas nitidez la silueta del peñón de Gibraltar y de África misteriosa, que tanto me cautiva. Por el otro lado con una orientación distinta y más claro, se veía muy bien la sierra de Málaga. Los tonos del paisaje, son una mezcla ocres amarillento propio de últimos vestigios del invierno, y el verde que anuncia la primavera.

Del mismo modo, la aparición de las primeras margaritas, jara, lentisco o lavanda e incluso las varitas de san José, nos anuncian el próximo cambio de estación; sin olvidarnos ,como no, de los alcornoques.

Pasamos de largo el castillo para visitar las tumbas antropomorfas, de época prerromana, excavadas en roca. Dejamos la carretera y cogimos el sendero que nos llevará a las tumbas, pasando antes por las ruinas del lagar tardoromano, que data del los siglos VI y VII a.c. y que se utilizaba en época de vendimia con los mismos fines casi en la actualidad.

Tras una brevísima parada la mayoría continua la ruta ; los rezagados, entre los que me encuentro visitamos el lagar. Aquí Charo se percata de la perdida de su chaquetón. Tras mirar

por los alrededores y no verlo, decide volver sobre sus pasos acompañada de María Ángeles.

Creo que no lo encontraron.

Quedamos descolgados del grupo seis miembros que proseguimos el camino y cogemos el sendero GR-7. Nos surge la duda si es por ahí o por la carretera por la que llamamos unos y otros. La cobertura del teléfono no era buena, por lo que la comunicación tuvo alguna dificultad. Ya teníamos casi decidido coger la carretera y llegar al castillo, pero sabíamos que Rafa venia a nuestro encuentro. Había que esperar. Finalmente seguimos el sendero, no sin alguna contrariedad, hasta llegar a las tumbas donde se hacía el “rengue”, del cual apenas disfrutamos. Había que seguir la ruta, no sin antes hacer alguna foto, nos despedimos de Rafa y los niños (que acompañan a “Rafita” a jugar un partido de futbol en Castellar Nuevo).

Regresamos sobre nuestros pasos para tomar la carretera con dirección al castillo, comentado el incidente, “lentos unos, rápidos otros”. Antes de llegar al castillo, penúltima parada.

Tras dejar la carretera a un lado, cogemos otro sendero con dirección al embalse de Guadarranque, para detenernos en la “Fuente Vieja”, de piedra y con bóveda de cañón. Si algunos pensábamos que tenia agua , chasco nos llevamos. Allí decidimos comer, nuestros bocatas y fruta, echando de menos la tortilla de Mari y el café de Victoria para acompañar a los minis Kit-kat.

Recogemos, sin dejar ninguna basura, y nos dirigimos al Castillo de Castellar.

Para acceder al interior del castillo, subimos por una calle empedrada hacia la puerta principal , única entrada al pueblo, que se hace través de un arco. Dentro podemos encontrar el alcázar y disfrutar de sus calles estrechas y paredes blancas. El encanto del castillo es perderse por sus callejuelas y recovecos y disfrutar de sus calles limpias y llenas de flores, sobretodo en primavera.

Mientras me pierdo por las callejuelas, el grupo se dispersa por la plaza del pueblo, unos sentados en los bancos, los otros curioseando por tiendecillas o simplemente vagabundeando, por lo que decido ir en su busca paseando por las calles; no encuentro a nadie y decido regresar.

Me encuentro a Domingo charlando con una pareja de ciclistas pertenecientes a un club, curiosamente, de Jerez . Paramos a ver el mirador o balcón que había visto anteriormente y desde el que hay una vistas espectaculares del embalse de Guadarranque. Llegamos a la plaza, y para nuestro asombro estaba vacía . En ese instante recibimos llamada de Pepa, nos estaba esperando junto con José Luis, en la carretera, ya que el resto había emprendido el regreso. Los cuatro cogemos el sendero, tambien empedrado y medieval, riéndonos del título que le iba a poner a la crónica “Nadie espera a nadie”; “Quien pestañea, pierde” ó “perdida por dos veces”.

En otro punto del camino, nos esperaban Belén e Isa y de ahí los seis llegamos a nuestro punto de partida.

Nos fuimos a los coches para ir de regreso a jerez no sin antes tomar un café en “La Palmosa“. Nuestro coche se retrasó, llevamos a Isa a Castellar Nuevo a recoger a su familia. En la Palmosa nos despedimos del resto a golpe de claxon.

La razón del título es que, a pesar de todo, he disfrutado como una “enana” del sendero, además de por su belleza, por traerme muy buenos recuerdos.

He vivido cerca de 30 años en el Campo de Gibraltar y era lugar de visita a toda familia y amigos que venían a casa. He conocido la transformación de cuando era hippy, hippy a lo que es actualmente, un castillo medieval, convertido en turismo rural con sus tiendecitas, su hotel, … y porque en los últimos años, ya mis padres jubilados, algún que otro sábado hacíamos senderismos por estos lugares. Tengo que decir, aunque parezca mentira, que este recorrido no lo había hecho.

Oliva.

Montecorto - El Gastor - Montecorto.

31 de Marzo de 2018

Montecorto Me encargó Tily que hiciera la crónica de esta actividad, y no quise negarme.

Pero, en contra de mi costumbre, no voy a hacer una redacción típica, y me voy a limitar a hacer como los compañeros que comparten sus instantáneas. Será ésta una crónica impresionista, que no es lo mismo que impresionante.

Monos. Ocho tempularios y nuestra amiga Marga nos juntamos este sábado (antes llamado de Gloria) para hacer esta excursión, aplazada una semana por el temporal de lluvias que culminó la pasada semana. Eran minoría quienes habían participado en la anterior marcha, la de Castellar, pero hasta ellos sentían mono por salir al monte. Más de seis semanas sin ir juntos al campo causan un síndrome de abstinencia en los más friquis del senderismo.

Zurrapa. En las ventas donde vamos a desayunar suelen ponernos una orza o tarrina de algo que llaman manteca con asiento, o zurrapa de lomo. En Tropezón III, la que hay a la entrada de Montecorto, lo que dan es casi cinta de lomo con un poco de manteca. Como sabíamos que el camino era con muchas cuestas arriba y abajo, fueron muy generosas las porciones que se untaron en las rebanadas y molletes respectivos.

Hasta el comedido Manolo Colón sucumbió a esa tentación.

Picos. No me refiero a las regañás, que también las sirven allí, sino a esas cumbres de las sierras que tanto queremos: Navazo Alto, Simancón, Reloj, Peñón Grande, San Cristóbal, Torreón, Coros, Zaframagón, Malaver, Lagarín y Las Grajas. Cuántos nombres evocadores de gratos momentos, y cuán insólitas las perspectivas que de ellos hemos gozado hoy.

Habas. Esta modesta planta, que tanta hambre quitó en el pasado (dice Juan que se comían hasta las vainas solas, sin semillas) nos alegró la vista en parte del camino, con grandes campos llenos de hojas verdes y flores amarillas. Lógicamente, muchas

otras plantas lucían sus mejores galas gracias a la recién estrenada primavera, pero destaco a la más común, sin por ello olvidar las orquídeas, los gamones, los lirios y tantos otros que suelen ser más citados.

Ruinas. Las pocas piedras que restan en pie de un cortijo de antaño nos llevaron a pensar en las vidas que podrían contarnos… si ellas hablaran. ¡Qué pena da la despoblación del campo! ¡Qué inhumana resulta la gran ciudad en que residimos cada vez más personas!

Fresno. Un solitario árbol con su airoso porte reclamó la atención de los artistas de la cámara. Tal como pasa con otros de los párrafos de este artículo, espero anheloso ver las fotos que junto al tetudo tronco tomaron varios de los camaradas.

Sapos. Para nosotros, un sapo muerto en una pista de cemento podía ser la huella de un atropello. Dos sapos en pocos metros dieron pie a las más peregrinas hipótesis. Frente a su quietud, el bullicio de los gusarapos en las charcas de las cunetas.

Frente a su pasado, el futuro prometedor de un blanco borreguito de pocos días, tomando el sol junto a su madre.

Viento. El día fue maravilloso en su aspecto ambiental. No pasamos en ningún momento excesivo frío ni calor, si bien es cierto que el viento roló de poniente a levante, y se notaba más en unas u otras laderas. Eso, unido al esfuerzo de las subidas y la relajación de las bajadas, provocó el cambio frecuente de indumentaria. ¿Verdad, Manoli?

Barros. A la ida hacia El Gastor, las lluvias de la noche anterior habían dejado las sendas bastante incómodas, casi impracticables. Pero el sol de la mañana y los aires ya dichos nos facilitaron el camino de vuelta, y Chari no tuvo apenas que esquivar barrizales.

Pastores. Quienes conocemos a José Ramón sabemos de su habilidad para entablar contacto con las personas más raras con las cuales nos cruzamos. Por ello, no es de extrañar que nos informara él de sus vicisitudes. Tanto las de un joven que cuidaba un rebaño cerca de nuestra meta (con unas 223 ovejas, si no oí mal) como las de un curtido pastor, que delegaba su responsabilidad en el burro que lo transportaba y la perra que le guardaba el ganado.

Espárragos. Vimos muchas plantas de esta especie junto al sendero, pero ya habían sido oportunamente desprovistas de los apreciados tallos por buscadores más tempranos. Las que no se libraron de la cosecha fueron algunas tagarninas (Mari, añoramos contigo) y unos puñados de hinojo que llegarían esa tarde a El Puerto y Jerez.

Distancia. Como suele pasar cuando se usan diversos sistemas de medida, no hubo consenso final sobre el trayecto recorrido. Frente al dato exacto y documentado de nuestro admirable guía (5’87 x 2 es menos de 12 km.) las pulseras más o menos sacudidas indicaban otra cosa (para Salvador León, 22000 pasos son más de 15 km.) Pero da igual, aunque hubiesen sido 20 kilómetros hubiese merecido la pena madrugar hoy.

Ha sido un día redondo, pese a las sentidas ausencias. ¡Y eso sin hablar de los menús del almuerzo! (Ni de la carretera cortada).

Gracias a Tempul por poder aplazar esta cita (sin tener que suspenderla como las dos precedentes) y gracias al cielo por dejar ya de derramar líquido sobre nuestra tierra.

Marzo 2018, Pepe Abollo.

Algodonales-Zahara-Algodonales por el puente de Los Palominos.

21 de Abril de 2018

SENDERO ALGODONALES-ZAHARA-ALGODONALES A las 8 horas de la mañana, y en el sitio habitual, el de siempre (Piscinas Jerez) nos encontramos después de mucho tiempo, los tempulianos siguientes: Tily e Ignacio, Juan Grilo, Madga, Salvador y Carmen, Salvador y Manoli, Dioni y Mila, Manolo y Chari, Pepe, Victoria y Victorita, Cesar, Isabel y Denis, Alejandro, Elena y sus 2 hijos más un amigo, María Jesús y el que suscribe. Todos con muchas ganas de andar y disfrutar.

Alrededor de las 9 horas, llegamos a la antigua venta El Arenal, hoy llamada Casa Paco, donde dimos cuenta de un magnifico desayuno. Por cierto, muy bien atendido y organizado por los nuevos dueños.

Sobre las 10 horas después de dejar a la izquierda el pueblo de Algodonales llegamos a una zona donde dejamos los coches y empezamos el sendero que nos conduciría al pueblo de Zahara. El sendero espectacular con unos cañaverales, de los antiguos, de los que no se ven hoy en día. Siempre siguiendo el curso del río, el cual llevamos a nuestra izquierda en el sentido de la marcha. Pasamos por muchos cortijos y casas rurales, también por un antiguo molino con sus acequias todavía en muy buen estado. Llegamos a un sitio precioso, bosques de cerezos, por lo visto se dan muy bien en esta zona, no sabemos si por el clima, por la temperatura o por el agua. El rio Guadalete al principio y después el rio Bocaleones nos van marcado el camino. Impresionante el caudal que llevan y lo transparente y limpia que corría el agua.

En el trayecto nos vamos encontrando muchas higueras, por lo que a continuación paso a dar unas pinceladas sobre ellas:

HIGUERA (Ficus carica). Familia: Morácea.

Junto al olivo y la vid, la higuera ha sido de las plantas más veneradas y cuidadas por las civilizaciones que se han ido sucediendo por el área mediterránea. Con gran facilidad de adaptación y sin muchas exigencias, ofrece excelente sombra, inmejorable fruto y beneficiosas propiedades a través de su consumo. Árbol caduco de crecimiento rápido, más ancho que alto y de buena sombra. Es frecuente verlos también en forma de arbusto ramificado sobre rocas y paredes.

El higo o breva es la estructura que contiene en su interior cientos de frutos, al igual que las flores. Son lo que parecen pequeñas pepitas entre la pulpa. La breva es el higo que ha pasado el invierno y que madura en primavera.

No es exigente encontrándose sobre terrenos frescos así como secos. Gusta de temperaturas suaves.

Sobre las 12 horas llegamos a un puente de un solo ojo y de época romana, donde nuestro guía Juan nos saca una foto que se hizo él cuando llevaba pañales (hace 43 años). En el mismo sitio observamos unas surgencias de agua. Al parecer provienen de algunas prospecciones hechas. A continuación degustamos como siempre ricos vinos y viandas.

Seguimos por una senda embarrada, pero con muy buen ánimo hasta vislumbrar el pueblo de Zahara y, tras una buena cuesta final llegamos a dicha población.

Zahara está situada a 500 metros y con una estratégica situación, jugó un papel de gran relevancia en la defensa del Reino Nazarí de Granada. Durante la reconquista pasó continuamente de manos cristianas a musulmanas y viceversa.

Como testigo de su origen, encontramos coronando el peñón sobre el que reposa la localidad, la Torre del Homenaje y otros restos de la época, como la torre del Reloj, que data del siglo XVI. La iglesia de Santa María de la Mesa de estilo barroco. Fue construida a mediados del siglo XVIII. En 1983 la localidad fue declarada conjunto histórico-artístico.

Nos tomamos unas cervecitas en el pueblo y después de ver la vista desde el mirador nos fuimos a comer al mesón El estribo. Buena comida y buen precio. Hay que darle la enhorabuena a Juan, por lo acertado del sitio elegido.

Después del buen yantar nos dispusimos a bajar hacía algodonales, aunque algunos valientes quisieron subir al castillo. El resto bajamos por un camino sin barro, a buen paso tranquilo y conversando hasta donde habíamos dejado los coches.

Unos se fueron y otro tomamos unos cafelitos o refrescos en la Venta Casa Paco.

Y colorín colorado esta historia se ha acabado.

Quedamos todos en vernos en la próxima excursión.

Pedro López.

Nacimiento Río Hondón y Puente Carrero.

5 de Mayo de 2018

Excursión al nacimiento del arroyo Hondón y puente Carrero Ya no recordaba el tiempo que hacía, que por unas causas u otras, no coincidía con los amigos de Tempul en una excursión.

Esta ya anunciaba que podía ser muy bonita. El recorrido no era excesivamente largo, la dificultad se decía baja (aunque alguna cuestecilla se las traía ) y el tiempo genial.

Pues como casi siempre cita a las 9 de la mañana en piscinas Jerez, aunque si no recuerdo mal, los tempulianos que íbamos de la muy noble ciudad del Puerto de Santa María decidimos ir directamente a la Venta Mesa Jardin, donde todos coincidiríamos para desayunar.

Tras el desayuno, todos a los coches y dirección a Ubrique, donde antes de llegar a esta población y pasado Tavizna, entre el punto kilométrico 24-25, tomamos una desviación a la izquierda donde dejamos los coches y comenzaba nuestra andadura.

Como siempre foto de grupo, que a mi personalmente me sirve para contar los asistentes, ya que no había tenido la precaución de hacerlo cuando Tily me encarga de forma “dedocrática” la realización de esta crónica (no le guardo acritud a nuestra amiga por esto). Al contar en la foto me salen 24 adultos y 2 niños, pero si son tres ¿dónde está Wally? Me imagino que no acudió a la llamada de foto de grupo.

Realizada la foto, nos dispusimos a iniciar la marcha. En este punto quiero pedir disculpas si algo de lo que narro no se asemeja a la realidad, ya que al no haber tomado nota es posible que a algún detalle le cambie el nombre.

Pues bien, nuestro objetivo: contemplar el nacimiento del arroyo Hondón y antes de llegar a él desviarnos para ver el puente Carrero. Al final creo que invertimos el orden, pero como dice el refrán “el orden de los factores no altera el producto “ Iniciamos la marcha por una ruta fácil que discurre por un carril en algunos trozos pavimentado de cemento por el que transitan no solo vehículos de cuatro ruedas sino hasta animales de cuatro patas y cornamenta considerable, pero bueno solo había que dejar que pasaran por su camino.

Nuestro camino discurría entre acebuches, fresnos y quejigos y como era de esperar con la vigilancia siempre del salto del cabrero y del puerto de la silla a un lado y a otro según el sentido de la marcha.

Tras cruzar en nuestro camino no sé si el propio arroyo Hondón, o el arroyo Pajarruco, (ambos afluentes del Tavizna ) ( disculpad mi despiste ) dimos con el lugar donde íbamos a realizar nuestro rengue. Estábamos a los pies del propio nacimiento del Hondón. Lugar encantador para descansar.

Después del descanso, a deshacer parte del camino para buscar el puente Carrero y tumbarnos un rato a comer, no sin antes cruzar uno a uno, y algún que otro con la ayuda de alguna rama, un arroyo que ya no me atrevo a decir de cual se trataba. Da igual agua llevaba, que pena que en Agosto no creo que lleve mucha agua para un buen remojón.

Al poco de esta travesía llegamos al puente Carrero, puente en forma ojival de un solo arco, bastante estrecho por cierto, bajo el que discurre el arroyo Pajarruco. Cuenta la tradición que este era el puente por donde cruzaban las carretas para atravesar tiempo ha, los arroyos antes mencionados, de ahí su nombre.

Pues bien muy muy cerquita del puente aprovechamos para comer y algún que otro para sestear un rato. Y como todo lo que se inicia hay que acabarlo, tras la comida de vuelta para los coches. Cuestecita para arriba y cuestecita para abajo, y como a la ida salto y silla a un lado y a otro.

Ya en los coches despedida y quedando para la próxima, que esta vez toca excursión patrimonial. No todos fuimos por el mismo camino de vuelta, algunos por aquello de compromisos diversos nos saltamos la travesía por Jerez. Según nos enteramos luego decisión acertada ya que nos libramos de retenciones moteras por aquello del Gran Premio de la ciudad hermana.

Dice la película, cometieron dos errores, yo cometí el error de dejarlo todo a mi memoria y no anotar los detalles de esta bonita excursión. Así que colorín colorado hasta la próxima tempulianos y como siempre SALUD. Manolo Rodríguez.

Visita a la Catedral de Jerez, azoteas.

26 de Mayo de 2018

TEMPUL TOCA EL CIELO DE JEREZ DESDE LAS AZOTEAS DE LA CATEDRAL EN UNA VISITA PARA PRIVILEGIADOS Si para quienes formamos parte de Tempul, cada punto geodésico es una meta alcanzada y una oportunidad más de disfrutar del objetivo cumplido y de todo lo que ello conlleva, la actividad celebrada el 26 de mayo de 2018 dejó corto ese sentir. Porque lo que pudimos hacer e hicimos este sábado fue todo un privilegio para los y las treinta y tantos que decidimos acudir a la llamada de nuestra asociación.

Quiero y debo dejar patente en estas líneas, en nombre propio y de todo el grupo, un doble agradecimiento. En primer lugar –por respetar el orden cronológico- a los López proponentes, que en septiembre del pasado año, cuando nos pusimos a programar, sugirieron la visita a las azoteas de la Catedral, y en segundo lugar y sobre todo, a nuestro anfitrión, otro López, Antonio el cura. Todos miembros de esa saga que tan bien representada está en nuestra asociación. Pero considero de justicia que el mayor reconocimiento sea para este último, el párroco de los Cuatro Evangelistas y deán de la Catedral, quien con la amabilidad, paciencia, prudencia y simpatía que le caracterizan, nos regaló una mañana inolvidable.

La cita, a una hora decente ya que esta vez no había que hacer kilómetros en coche ni desayunar en ruta, fue congregando en los aledaños del primer templo de la Diócesis de Jerez-Asidonia a un grupo que, si bien un par de días antes era numéricamente discreto, terminó siendo importante por las incorporaciones, no pocas, de última hora. Mejor así.

Cuantos más compartamos estos ratitos y disfrutemos de nuestras actividades, más razón de ser tiene esta asociación.

La lista (espero que no se me olvide nadie porque la rehago de memoria) la fueron engrosando Mari Panal, Oliva, Pedro y María Jesús, Mari Carmen y Jesús, Juan Antonio y Ángela, Alejandro y Elena (sin niños), su hermano Ignacio Palacios y Sol, Salvador sin Manoli (que se incorporaría más tarde a la comida, al igual que hicieron Ale y Guille), Isabel y Manolo, Charo, Luis y su amiga Ana, Ignacio con su hija Macarena y su nieto Alonso, Isabel y César, Pepa y Domingo, Pepe y Tere, Juan y Paqui con su hija Irene (disculpas por la confusión, nena), Pepe y Cati, Ángeles y David, José Ramón y quien escribe.

Total, 36 criaturas dispuestas a subir no sabíamos cuántos escalones, porque nadie se preocupó de buscar ese dato en internet para responder a la pregunta que Tere Poquet lanzó por whatsap a varios socios en los días previos, a fin de valorar si merecía la pena que Macarena y el pequeño Alonso acompañaran este día al abuelo. Lo hicieron, aunque finalmente no pudieron subir, pero eso no importó para que pasaran un rato estupendo con todo el grupo. Creo yo.

Del resto de personas mencionadas, casi todas coronaríamos cima, salvo una minoría que, advertida de lo dificultosa que podía resultar la subida, por razones diversas optó por quedarse en el templo mientras el grueso del grupo hacía el ascenso.

Pero vamos por partes. Antes de iniciar la visita, nuestro anfitrión, Antonio, nos ofreció una breve pero muy interesante charla introductoria, con unas pinceladas sobre los antecedentes de la Diócesis e información útil sobre el primer templo de Jerez-Asidonia y los elementos que lo caracterizan, deteniéndose en las principales piezas del importantísimo fondo pictórico, imaginero, orfebre y bibliográfico que encierra entre sus muros.

Por citar solo algunas de esas piezas que constituyen el enorme patrimonio de la Catedral, el deán se refirió a la Custodia del Corpus, una valiosísima obra de arte en plata donada por la familia Soto Domecq. También habló del apostolado que salpica la nave principal del templo, enviado a la Catedral desde la Cartuja por decisión de las monjas de Belén cuando arribaron al monasterio de la carretera de Medina. Y del Cristo de la Viga, la única talla gótica de Crucificado de cuantas procesionan en la Semana Santa de Jerez, todas salvo ésta, de estilo barroco.

Especial mención hizo Antonio en su charla a los más de 10.000 volúmenes que constituyen la biblioteca donada a su ciudad natal por el jerezano Juan Díaz de la Guerra, quien fuera obispo de Mallorca y de Sigüenza, fallecido en el año 1800. Un fondo bibliográfico de enorme interés, en el que destacan no pocos ejemplares únicos y también no pocos incunables, que están siendo restaurados en un delicado proceso que se lleva a cabo en el Obispado, con mucho esfuerzo y escaso presupuesto.

Cuando ese fondo esté en condiciones, los volúmenes que lo integran volverán a la Catedral, donde ocuparán una gran sala reservada para ellos, en la que ahora esperan vacíos los anaqueles destinados a este destacado legado bibliográfico. Por cierto, ¡¡vaya baldaquinazo pegó Mariele en los aledaños de dicha sala!! Menos mal que el coscorrón no tuvo consecuencias.

El deán habló también de la pintura estrella de la catedral jerezana, un Zurbarán titulado La Virgen niña meditando. Mencionó el óleo del Niño Jesús que, desde una de las paredes de la sala reservada a las obras de arte venidas de la Cartuja, persigue con sus ojillos a todo el que asoma por el lugar.

Y destacó también Antonio López el diseño gaudiano de la primera de las dos escaleras que habríamos de ascender y descender durante nuestra estancia. Una escalera de caracol, de gran porte y amplias dimensiones, sólo replicada en la Sagrada Familia de Barcelona, cuya originalidad estriba precisamente en su anchura. Ambas rompen la norma por la que las escaleras de caracol sólo se usan cuando el espacio es limitado.

Tuvimos la posibilidad de subirla para poder acceder a la primera de las dos azoteas que visitamos, cruzando para ello el museo de la Catedral, ya recorrido por Tempul años atrás.

En esta ocasión, el objetivo era otro, lo que nos obligó a pasar tan rápido por las salas que lo componen, que tuvimos que dejar con la palabra en la boca a un joven que amablemente se ofreció a darnos todos los detalles del Zurbarán ya mencionado en esta crónica. Pero mereció la pena no detenernos, porque el espectáculo que aguardaba a nuestra vista, aún a pesar de un inoportuno chaparrón, era realmente impresionante.

Los fotógrafos presentes, Alejandro, Pepe Sánchez, Ignacio o Salvador, entre otros (se echó de menos la cámara de Dionisio, culminando su Camino de Santiago con Mila), no daban abasto para captar las mil imágenes inéditas y seguramente irrepetibles que nos ofreció el momento. Tampoco paramos quienes utilizamos los móviles para esos menesteres. Y los demás, a disfrutar posando.

A destacar la inmensidad del edificio catedralicio, mucho más patente visto a esa altura, y las vistas de la ciudad. También los búhos de mentirijilla colocados estratégicamente para tratar de espantar a las palomas, sin mucho éxito según admitió la persona en la que delegó el deán para que nos acompañara a las alturas.

Sin embargo, la mañana nos reservaba aún lo mejor: el ascenso hasta las cubiertas de la zona más elevada de la Catedral, a través de una escalera que, ésta sí, se construyó de caracol porque el espacio que ocupa es lo menos que se despacha. Con 103 peldaños, contados por quien escribe, que durante la bajada se lo hizo de Pepe Abollo (también ese día Camino de Santiago, por cierto) y se entretuvo contando escalones.

De nuevo arriba, casi tocando el cielo de Jerez, pudimos campar a nuestras anchas durante un buen rato, recorriendo todas las cubiertas, con cuidado para evitar posibles caídas, desde las que contemplamos unas vistas espectaculares de la ciudad y su entorno, y desde luego inéditas ya que pocas personas habrán tenido la oportunidad de disfrutar de este enorme privilegio.

La estancia en la Catedral finalizó a la hora acordada, con el anuncio por parte del deán de la cercana reapertura del campanario del templo, ahora en rehabilitación, su amable ofrecimiento de facilitarnos la visita a dicha torre cuando esté reabierta, y su disposición a mostrarnos otras riquezas patrimoniales de la Diócesis como los templos de los Cuatro Evangelistas. Dicho queda para quienes tomen el mando de Tempul el próximo curso.

La jornada tuvo otros alicientes tras la visita a la Catedral: aperitivo en el clásico tabanco de San Pablo y almuerzo en un barito frente a la Rosaleda recomendado por Jesús López, al que no pudieron asistir 13 de los congregados en la Catedral por tener otros compromisos contraídos. En Las tres niñas, que así se llama el sitio, nos dieron muy bien de comer y allí pusimos el broche a esta penúltima actividad del curso, que ha sido todo un regalo para quienes hemos tenido la oportunidad de disfrutarla.

Tily Santiago

CURSO 2018-2019 (20ยบ Aniversario de Tempul)

Puerto del Boyar, las Presillas, arco gótico, túnel de Coargazal.

13 de Octubre de 2018

H&M

“Para mí, la naturaleza es quien nos otorga las reglas. Luego están las reglas del hombre, de los estados… esas normas las acepto con el cerebro: cuando voy por carretera, circulo por la derecha. Pero el dictado de la naturaleza, ese lo acepto con el corazón.” Reinhold Messner (Premio Princesa de Asturias 2018) entrevistado en XLSemanal nº 1615, oct/2018.

La primera salida del nuevo curso se puede calificar como muy satisfactoria para quienes participamos en esta excursión. Partiendo del puerto del Boyar subimos a ver dos monumentos naturales poco conocidos: el arco gótico y el túnel de Coargazal.

La asistencia estuvo bien para ser una primera cita tras las vacaciones veraniegas.

Fuimos en total veintitrés personas, sumando socios adultos (18), menores (2) y amistades (3).

Como referencia, a la precedente – sendero del Majaceite, hace un año- acudimos 17+1+1=19.

O sea, que la comparación resulta favorable en todos los contadores. Si bien, mirando otros registros, no nos hemos de conformar.

La primera excursión de 2014/15, cuando Luis era presidente sólo nominado (lo sería de pleno derecho días después), nos reunió a veinticinco personas en la Sierra de Aznar. Y tal vez el

estreno de temporada más numeroso tuvo lugar en 2016, cuando nada menos que cuarenta y una personas posamos en Patrite en torno a la bandera de Tempul.

Pero bueno, dejemos ya las estadísticas y recuerdos, y vamos a la actualidad. Considero justo, como parte de ella, agradecer a la junta directiva saliente (especialmente a Luis y Tily, que han dado un paso al lado) su generosa labor durante los cuatro años de mandato y prórroga. Y de igual modo, desear buena suerte a Manolo y a Salvador (que toman su relevo), y al resto de la junta, para que podamos seguir disfrutando y compartiendo experiencias cerca de la naturaleza.

El desayuno fue tan variado como de costumbre. La mayoría, café y tostada. Unos cuantos, bebida o comida más rara: Para José Luis zumo de piña, para otro avellanao, para mí un colacao… y es que “hay gente pa tó”. Por eso, porque para gustos, los colores, este sábado la carretera y los senderos estaban más concurridos que en otras ocasiones.

En la calzada tuvimos mucho cuidado para no convertir en víctima a ninguno de los muchos ciclistas que en uno y otro sentido, más o menos lentos según las pendientes, ralentizaron nuestra marcha. Por el monte fuimos aún más cuidadosos, para no ser ninguno de nosotros la víctima de un cazador despistado.

Después de las referencias ya conocidas –el desvío al nacimiento seco, el pozo calera y el puerto de las Presillas- como curiosidad, algo nuevo para la mayoría: una roca a la que Juan llamó la Garita, en la que Manolo consiguió que posara el grupo por primera vez en este día.

Sin la menor vacilación, Juan nos guió hasta el llamado arco gótico, al que llegamos poco después del rengue. Allí tuvimos la segunda ración de fotos, triple y a cargo de Alejandro, Pepe y Salvador (porque las otras, si no se comparten, para sus autores se quedan). Breve pausa para admirar de cerca esta obra de la naturaleza Más tarde, hacia las dos, llegamos al túnel de Coargazal. Si cabe, es más extraña aún su formación que la del arco, y antes de almorzar en su cercanía subimos a un mirador realmente impresionante. Desde allí pudimos ver el Salto del Cabrero, la cima de la Silla, los embalses de Los Hurones y de Guadalcacín, y varios pueblos blancos, amén de la garganta del Boyar en casi toda su extensión.

Una corta sobremesa, que no podemos llamar siesta, como mucho descanso sobre el terreno, precedió al inicio de nuestro retorno, prácticamente por el mismo camino. En esta vuelta pudimos apreciar de cerca muchas cabras, y a lo largo del día divisamos vacas, buitres, grajos, y otros animales como la mantis y el insecto rojizo cuyas imágenes capturaron Pepe y Ale. Las plantas también llamaron nuestra atención, en particular alguna que no nos parecía propia del entorno, y que Salvador consultó sin respuesta cierta. Lo que no sé es si se fijaron en flora, fauna y paisaje Josele y Hugo, los amigos de Ale, que mantuvieron largas charlas sobre los juegos virtuales de los que hablan tanto los jóvenes de su generación.

Al refresco de la tarde no vinieron los ocupantes de dos coches porque tenían otros planes que les impedían alargar la convivencia, así que quedamos sólo trece personas. Ya veremos si está justificada o no la mala fama de ese número. Hasta ahora, que yo sepa todo va

bien. ¡Y se ha ampliado la familia con un sano y precioso bebé! Salud y fortuna para él y para todos cuantos queremos.

Y que disfrutemos tanto o más en la próxima cita, cerca de Baelo Claudia. ¡Ah! Se me olvidaba. El título de esta crónica no se debe a ningún patrocinio comercial.

Tampoco es una llamada de atención a la participación de las mujeres en Tempul, aunque señalo el patente desequilibrio Hombres/Mujeres (6/1 en junta directiva, 16/7 en Coargazal). No llevaba boli, y mi móvil no lo tengo preparado para tomar notas, así que esas dos letras eran una clave para recordar aspectos a destacar de este día.

Hitos – Algunos que pasaron antes por las veredas que conducen a nuestras metas de este sábado tuvieron el detalle de marcar con pequeñas torres de piedra el camino a recorrer.

Es bueno respetar sus señales. Pero mejor aún combinar, como está haciendo Juan, esta multisecular práctica con el uso de las más modernas tecnologías (GPS, satélites…) para no perderse en la busca de tan recónditas maravillas del monte.

Moscas – Desde el desayuno en Mesa Jardín hasta el refresco de vuelta en Venta Mateo, pasando por los senderos y veredas de la sierra, no pararon de molestarnos (a unas más, a otros menos) las inevitables golosas. Este año, el calor y la vendimia fueron tardíos, y las moscas tienen derecho a vivir su vida en el ambiente más propicio. Por mi parte, las perdono.

Octubre 2018, Pepe Abollo.

Bolonia. Monte silla del Papa.

27 de Octubre de 2018

TODO ESFUERZO TIENE SU RECOMPENSA Si Manolo (Rodríguez) hubiera tenido la precaución de leer previamente los detalles de la ruta que programó Tempul para el sábado 27 de octubre, segunda actividad del curso 2018/2019, igual se habría pensado si acudir o no a esa cita.

O directamente se habría quedado en casa, bregando nietos. Pero se ve que lo de la Silla del Papa le pareció benévolo y allá que se plantó, con Isabel, José Ramón y la que escribe, en la venta La Barca de Vejer para encontrarse allí, a primera hora de la mañana, con el resto de tempuleros y tempuleras (muchas menos ellas que ellos) decididos a hacer el pateo propuesto por las estribaciones del poblado de Bolonia. Fue entonces y allí, en pleno desayuno, cuando a Manolo (Rodríguez, porque Colón esta vez no pudo acudir a la cita) se le puso el cuerpo malo, al escuchar el siguiente comentario de Salvador (López, porque León tampoco pudo caminar ese día): “Esta excursión es dura, dura”.

En realidad, la ruta estaba calificada en la convocatoria de Tempul con dificultad media. Y realmente tampoco fue para tanto, aunque luego supimos que los guías, Juan Grilo y Salvador, habían hecho otra versión de este sendero mucho

más dificultosa, optando finalmente por un camino bastante más llevadero. Eso sí, de las cuestas no nos libraron.

Pero como todo esfuerzo tiene su recompensa, los 11 chicos y las 5 chicas que subimos hasta la Silla del Papa disfrutamos de un día de campo y marcha precioso, del que nos llevamos 14 kilómetros en el cuerpo, pero también unas vistas espectaculares de todo el litoral, desde el Campo de Gibraltar hasta Conil, y sobre todo una jornada de convivencia estupenda, en la que charlamos, comimos, bebimos y, como siempre, disfrutamos entre amigos.

Dos amigos de Tempul, José Luis, ya veterano, y Andrés, nuevo en el grupo, acompañaron a las socias y socios que nos encontramos en la venta de la Barca para desayunar: las parejas formadas por Dioni y Mila, Juan y Lucía, Isabel y Manolo, Elena y Alejandro, JR y Tily, y los desparejados esta vez, Isa, Salvador, Jesús y Pepe Abollo.

La marcha comenzó minutos después de las 10 de la mañana en el punto donde dejamos los coches, en el arcén de una carreterilla que desde el poblado de Bolonia, lleva hacia el acuartelamiento militar del Bujeo y continúa hasta el lugar en el que se han instalado varias potentes antenas de telefonía y al que nosotros accederíamos a pie.

El primer tramo del sendero, en bajada, nos generó falsas expectativas, ya que pronto comenzaría el ascenso. En esa bajada ya hubo que saltar la primera alambrada de unas cuantas que vendrían después. “Si venimos a andar con Juan como guía, hay que saltar seguro”, advirtió Lucía, a modo de quien avisa no es traidora. El salto hubo que darlo para acceder a una parcela vallada, en la que encontramos los restos de un curioso y bien conservado templo turdetano, en lo alto de una roca en la que en su momento horadaron los peldaños de una escalera para facilitar la subida a lo más alto de la peña. Hasta ese punto subimos unos cuantos para disfrutar ya de las primeras vistas del día.

De nuevo fuera de la finca (segundo salto de alambrada), el grupo se topó con una pareja de extranjeros que preguntó cuál era la dirección correcta hacia Cádiz. Tras informarlos adecuadamente, nos desearon “Buen camino”. El comentario de la pareja y la presencia de numerosas flechas amarillas en buena parte del trayecto que recorrimos indican que hay Camino de Santiago por ese trecho. Además de flechas, también vimos mucho ganado vacuno y un grupo de burros protegiendo a una cría que bien podía pasar por un peluche, a la que acariciamos y con la que algunos posamos, ante la atenta y vigilante mirada de la que parecía la madre de la criatura.

Esa paradita, y algunas otras después, nos ayudaron a recuperar el aliento en un continuo subir que nos condujo a los pies de las antenas. Allí, pasados unos minutos de las 12, hicimos parada para el deseado y aplaudido rengue, que

además de permitirnos unos minutos de descanso, nos ayudó a reponer fuerzas y recargar pilas. Tempul no sería lo mismo sin este ratito en cada excursión.

Luego, un breve trecho por una trocha nos condujo hasta el punto de destino y lugar que da nombre a este sendero: la Silla del Papa, un hueco en una roca junto a las dichosas antenas, al que, visto lo dificultoso del acceso, no creo que haya llegado ningún santo pontífice para posar allí sus reales. Así que no sé de dónde toma el nombre ese lugar (igual está explicado en la referencia de la convocatoria que aparece en la web de Tempul, pero como yo, igual que Manolo, también tengo la fea costumbre de no leer esas previas, pues no me habré enterado).

Reitero lo dicho anteriormente: las vistas desde esas estribaciones de Bolonia son todo un espectáculo. Desde la Silla del Papa y desde la base de las antenas, a la que accedimos después de saltar más alambradas y pasar más angarillas.

Aun a costa de llevarnos en el cuerpo algunas radiaciones, de lo cual nos advirtió Alejandro, todas y todos llegamos hasta ese punto para recrear la visión y también aliviarnos con la brisa fresca que agradecimos sobremanera, porque el calor apretó durante buena parte del día. “Menos mal que nos han puesto los ventiladores”, comentó alguien en alusión al mar de molinos que se divisa desde ese punto, extendido por toda la Janda interior.

Desde el complejo de antenas, iniciamos el camino de retorno de esta ruta circular, que todavía nos depararía interesantes sorpresas, como los restos turdetanos desperdigados por la zona, en buenas condiciones aun estando abandonados de la mano de Dios (y del papa): una escalera y sobre todo un poblado pre romano que según nos explicó Juan, fue el asentamiento anterior en el tiempo a Baelo Claudia. La foto de grupo de esta excursión fue tomada precisamente por la cámara de Dioni en lo que queda de dicho poblado.

La penúltima angarilla de la jornada nos permitió dejar atrás el yacimiento pre romano e iniciar el descenso por un sendero boscoso que nos condujo al lugar donde hicimos el almuerzo, en un tiempo récord porque algunos tenían prisa, y luego a la pista asfaltada de acceso a las antenas, la cual recorrimos en sentido inverso, hasta alcanzar el lugar donde habíamos dejado los coches.

Agustín García Lázaro, persona bien conocida en Tempul, fue el “culpable” de que esta vez la excursión finalizara sin el clásico café de vuelta a casa, ya que algunos del grupo estaban convocados a la despedida del orientador, recientemente jubilado. Pero aún sin café (tampoco tuvimos el de María Victoria, cuya lesión en los pies le impide senderear), Tempul sumó el 27 de octubre de 2018 a su historial otra jornada extraordinaria de senderismo y convivencia.

Tily Santiago

Montes Propios. Sendero Casas del Quejigal.

10 de Noviembre de 2018

El pasado sábado 10 de Noviembre realizamos una de nuestras salidas como estaba programada. Como de costumbre quedamos a las 8:00 horas de la mañana para comenzar la ruta en piscinas Jerez. La salida se llevó a cabo con rigurosa puntualidad y dirección a la venta Durán en San José del Valle.

Una vez desayunados los 22 participantes en este día, pusimos rumbo hacia los Montes Propios de Jerez para realizar el sendero “Casas del Quejigal”.

Eran las 10 :00 de la mañana cuando llegamos, nos estaba esperando el guarda para iniciar nuestro recorrido. Cual fue nuestra sorpresa que nos encontramos con dos grupos de senderistas de Jerez, uno de ellos pertenecía al grupo Scout.

La mañana climatológicamente hablando se presentó fresca y nublada pero a lo largo del recorrido se agradeció ya que tuvimos una temperatura muy agradable para caminar y deleitarnos con tan fantásticos paisajes.

A lo largo del recorrido tuvimos la oportunidad de conocer y disfrutar de los diferentes ecosistemas presentes en Los Mont es de Propios de Jerez.

Sobre suelos ácidos asentados sobre las areniscas del aljibe y suelos de “bujeo”, más arcillosos y pesados, se crean los diversos biotopos, que modelados por la mano del hombre, conforman los diferentes paisajes La presencia de fuentes a lo largo del recorrido, como las del Majadal del Arca, Madroño y del Quejigo seco, junto al Manantial de Casas del Quejigal nos mostraron la importancia de este elemento para la vida en el monte.

A las 12:00 con puntualidad germánica, como no, el ta n apreciado y deseado rengue. En el que compartimos el buen vino y buena comida.

Sobre las 12:30 continuamos con nuestro camino hasta llegar al final sobre las 14:00. En casas del Quejigal, gracias a la presencia de diversas infraestructuras (fuente, hornos y ruinas diversas) pudimos descubrir las formas de vida de las personas que habitaban el monte no hace tanto tiempo.

Una vez concluido el sendero retrocedimos al camino inicial para buscar una zona donde poder almorzar y compartir.

El recorrido de vuelta se desarrolló sin problemas, con una pequeña pendiente al final del mismo que nos llevó al camino inicial donde teníamos los vehículos aparcados.

Una vez concluida esta jornada tan agradable, nos emplazamos para la siguiente salida.

Un saludo a todos

JUAN ANTONIO

Bornos. Plaza de Armas, embalse.

24 de Noviembre de 2018

Bornos. Plaza de Armas, embalse.

Sábado 24 de Noviembre de 2018

A la cuarta va la vencida. Tres rutas se han realizado ya en la asociación y hasta ésta no nos ha sido posible ir. Por eso seguramente es por lo que me han encargado redactar esta crónica, para entrar de lleno en el nuevo curso.

Esta vez el recorrido ha sido muuuy leve y de muy fácil realización yo diría que de dificultad cero, como pasear por la calle larga, todo muy llano, salvo dos subidas cortas y nada “asfixiantes”.

Yo conté 34 excursionistas que comenzamos la jornada con un buen desayuno en el bar la Parada de Bornos. Empezamos el recorrido cruzando la carretera, recibiendo pitadas y algún improperio de los conductores por la peligrosidad que entrañaba ese cruce y paseando por las calles de Bornos hasta el borde del lago donde en una placilla nos hicimos la foto de grupo.

Posteriormente el recorrido bordea el embalse desde donde se veían unas panorámicas espectaculares de la sierra de Grazalema con un cielo azul intenso y el agua del mismo color, daban ganas de tirarse y darse un baño. Tras una subida de ná continuamos andando hasta que nos encontramos con un guarda de coto que nos aconsejó cambiar la ruta porque había cazadores en la zona (también tienen derecho, los pobres, a ejercer su noble deporte). Seguimos por un camino estrecho donde nos cruzamos con varios moteros y en un descampao con naranjales hicimos la típica parada para reponer fuerzas en el rengue.

Una bajadita mas y llegamos a la presa pasando previamente cerca de la piscina y casa del ingeniero.

La vuelta, tras una leve subida y paseo por una pista hasta llegar a la venta El Pinar, donde almorzamos un buen menú y a un muy buen precio.

Finalizamos el día cruzando de nuevo la carretera con mas pitadas de los conductores y…. despedida y de vuelta a casa.

Fdo Luis Benítez Ragel.

La piedra Orá. Los Alcornocales.

15 de Diciembre de 2018

DIFICULTAD MEDIA Crónica dedicada a los dos alféreces que nos acompañaron, a los que la disfrutamos y a Salvador que espero esté ya en perfecto estado después de la caminata.

Doce días después me siento a redactar la crónica, lo que me da oportunidad de felicitar y felicitarnos por el éxito de la zambomba de Tempul, tanto el sitio como el ambiente hicieron una jornada inolvidable.

Dificultad media, esta es la calificación de la ruta de la Piedra Orá (orá de horadada, la erosión ha perforado la arenisca y ha creado este arco y se ha comido la h) un calificativo tabú que nos hace no asistir por miedo a una dureza indefinida que nunca, nunca, tiene que ver con la realidad.

No dejaré de asistir a una ruta por su calificación ya sea baja, media o alta. En los momentos de mayor esfuerzo y cansancio me repetía “merece la pena el esfuerzo por lo que estoy viendo” me sentaba a coger aire y a contemplar el paisaje.

Quizá atravesar la finca de Murta, subir el canuto del Arroyo Parroso, llegar a la linde de la Almoraima, posar a la sombra de la Piedra de Orá (sin bandera) y bajar por el canuto de la Garganta del Agua, ha sido una de las mejores rutas que he realizado en mi vida y doy fe de que han sido muchas.

El nombre de la marcha engaña, el fin es la Piedra de Orá, un magnifico arco natural con unas vistas inmejorables. Igual que en la vida, nos pasamos persiguiendo una meta fácil o difícil, dedicamos todas nuestras fuerzas e ilusiones a ese fin y obviamos disfrutar del hermoso recorrido. Pues eso es la Piedra de Orá, un camino de ida y vuelta inigualable y algo bonito de alcanzar.

Bueno tonterías a parte, 15 tempuleros y dos amigos estábamos a las 8,00h en la antigua venta los Negros dispuestos a la marcha, desayuno en la venta de los Santos y ¡¡¡A perdernos!!! Buscando en la autovía Jerez - Los Barrios la salida 54 Jesús y el que os escribe nos hicimos unos kilómetros de más.

Nos esperaban 16 kilómetros en un recorrido circular y de dificulta media. Lo primero a destacar es la ausencia de suciedad, latas, papeles, plásticos, tabaco.

Lo que demuestra dos cosas, que son pocas las personas que lo han hecho por la dificultad para localizar los senderos del recorrido y la destreza de Juan Grilo para llevarnos.

Nuestro camino comienza en una cancela y durante unos 2 kilómetros fuimos por una carretera de tierra cómoda, en una curva nuestro guía nos demostró lo duro que seria el camino más adelante, nos sacó de la carretera para volver a la misma después de ver caballos, mulos, burros y subir un empinado repecho.

Iniciamos la subida del Arroyo Parroso que forma un valle encajonado de vegetación exuberante, dominada principalmente por alcornoques acompañados de quejigos, acebuches o roble melojo. La humedad ambiental hace que los troncos y ramas estén colonizados por líquenes, musgos y que las hiedras abracen los árboles en busca de la necesaria luz que escasea al nivel de suelo.

Estos valles forman los llamados canutos, bosques galería de tipo subtropical o laurisilva únicos en la Europa continental, con presencia de laurel, rododendro, avellanillo, durillo, aliso, acompañados por acebo y numerosas especies de helechos, sumamente raros en estas latitudes, aunque este tipo de vegetación ocupaba la mayor parte del centro y sur de Europa durante la Era Terciaria. Los Alcornocales tiene el honor de poseer el tipo de planta vascular más antigua que vive sobre la tierra, un helecho, Psilotum

nudum, que únicamente puede encontrarse en varias zonas tropicales del planeta en áreas alejadas varios miles de kilómetros de su ubicación europea. ¡Ah, se me olvidaba! y madroños, muchos madroños cargaditos de frutos que nos dieron las fuerzas necesarias para llegar al rengue.

Tres horas nos costó la subida por el canuto y a las doce y poco llegamos a un claro del bosque donde quedaban restos de lo que fue una casa, allí paramos para hacer el tentempié y recuperar fuerzas. Una vez que salimos del bosque aparecieron unas vistas preciosas, el día acompañaba y se podía ver con claridad hasta el límite del horizonte.

Al retomar la marcha cambió el paisaje, pasamos de la diversidad del Alcornocal a la monotonía del pinar y de los senderos difíciles de seguir volvimos a la carretera de tierra a 5 kilómetros del inicio, claro que para hacerlo fácil cogimos en dirección contraria con lo que a partir de ese punto los pasos se cuentan dobles.

La monotonía del pinar se vio recompensada por la variedad de las plantas que lo acompañan, disfrutamos de la Drosofila lusitana o Drosophyllum lusitanicum que diría un latino, única planta carnívora de Cádiz, que nos hizo disfrutar fotografiándola.

A esta altura Isa había perdido su chaquetón y todos nos asomamos a la linde de la Almoraima y pudimos ver al fondo el mar y la Sierra de las Nieves, donde estaremos otra vez el día 25 de enero.

Llegados a un punto, que solo Juan conocía, dejamos la carretera y 50 metros a la derecha llegamos a la piedra de Orá, un arco de increíble equilibrio formado por la erosión del agua sobre la arenisca. Después de fotografiar el arco, el fondo, cada pareja en el arco, cada uno en el arco, Rodrigo y su amigo (flamantes aviadores que esta vez vieron la belleza desde la tierra) ¡Solo quedaba una foto! La del grupo que Dioni preparó y cuando estábamos todos colocados nos dimos cuenta de que la bandera se había olvidado en Rota.

Visto el arco volvimos sobre nuestros pasos y emprendimos la bajada, primero por la carretera y después de un rato tomamos el sendero que nos devolvía a la sombra del canuto de la Garganta del Agua. Si espectacular era el de subida, el de bajada no le desmerecía, volvimos al bosque de alcornoque y al de galería.

En un remanso del río nos dispusimos a comer y a descansar, la humedad, el sol tamizado por los árboles, el sonido del agua, el canto de los pájaros y el silbido del aire hacían una atmósfera idílica que nos sirvió de terapia y relajación.

Aún nos quedaban unos 7 kilómetros hasta los coches.

La vuelta se fue complicando a cada paso que dábamos, la bajada era empinada y resbaladiza, los apoyos difíciles, por lo que el ritmo fue lento. Salvador López se resbaló y se hizo daño en la espalda, pero el fuerte golpe no le impidió acabar la marcha a pie, aún habiendo podido pedir la ayuda de los vehículos que nos pasaron en la carretera.

Acabado el canuto llegamos a un puente sobre el arroyo y un mojón marcaba la descorazonadora cifra de 5,4 kilómetros. Efectivamente ese era el camino que nos quedaba, 5 kilómetros por un paisaje abierto rodeando el bosque y desde el que se divisaban fincas dedicadas al cultivo y la ganadería.

No se la impresión de mis compañeros pero creo que todos disfrutamos de esta ruta en los Alcornocales. Deleitarnos con la belleza de los canutos, el dulzor de los madroños, el exotismo de las setas, el misterio de los árboles llenos de musgos y helechos, las sombras, el día claro, el número reducido de asistentes, la ausencia de restos de civilización, el arco y tantas otras cosas hicieron que deseemos volver a recorrer el hermoso camino que lleva a ese capricho del agua, la piedra que se llama: La Piedra de Orá.

Crónica firmada por Salvador León, P/D Con cierta ayuda de documentación sacada de Internet.

Benaocaz. Mitano. Fardela.

12 de Enero de 2019

MARCHA BENAOCAZ-MITANO-FARDELA 12 DE ENERO 2019

Lo sabía, lo pensé el día anterior. Hacía tiempo que no me mandaban a realizar la Crónica. Ya tocaba, lo sabía, y a pesar de todo fui. Me costó pero fui.

Y es que, como comentábamos en un momento del camino, la pereza muchas veces te pide no ir, pero después, a lo largo del día y ya en tu casa, te alegras mucho de no haber faltado. Campo y amigos con lo que compartir, es una mezcla imposible de vencer.

Esta vez hemos sido muchos los asistentes. Nada menos que 32 de los cuales 8 eran invitados, y que como suele suceder, la gente buena trae a gente buena. Amigos del presi, Cari y Andrés, con su perrita Caruqui, e Isabel y Javier.

Hermano de Pepe, Antonio Abollo, dicharachero y simpático donde los haya,

hermano de Mariele, Ignacio, que ya es viejo conocido nuestro, Jose Luis y Nacho, invitado de Salvador León.

Tras reunirnos la mayoría a las 8 en Gasolinera habitual Piscina Jerez, fuimos al desayuno a la Venta Mesa Jardín, donde se nos incorporan nuevos senderistas. Llegamos a Benaocaz en torno a las 10 y poco después comenzamos el recorrido, momento donde se nos unen los amigos de Manolo y Chari.

Como casi siempre iniciamos la marcha con ascenso, junto al arroyo Pajaruco.

Desde este punto, girando a la izquierda, podríamos llegar al Salto del Cabrero.

Nosotros debemos coger a la derecha, pasando junto al Bar El Parral, por una vereda de piedras suelta; pasamos una cancela y seguimos camino de la primera fuente, nueva cancela y cruce del arroyo Pajaruco. Llegamos a uno de los puntos más esperado, situado en el valle de Mitano: La Cascada que genera el arroyo de Las Piletas, pero está seca. En otra ocasión será, aunque no deja de ser un paraje preciso. Y posteriormente rumbo a la Finca Mitano, donde hacemos el deseado y amplio Rengue, sentados en la fuente de dicha casa.

Retomamos el sendero ahora camino de la otra finca que da nombre a esta marcha, Fardela, sendero fácil y suave, de gran colorido y luminosidad, donde los lirios florecen con desvergüenza. Llegamos primero a una nueva fuente o abrevadero, y posteriormente a la famosa fuente de las 9 piletas, donde Juan consigue coger y enseñarnos un tritón. Y ya en la citada Finca realizamos el almuerzo, como siempre, compartiendo entre todos.

Hemos realizado un magnifico recorrido con un día excelente, lleno de luz, de enormes encinas y de lirios florecidos. Las encinas son de increíbles formas, de 2 o 3 piernas, rajadas y con llamativas oquedades, grandes, que generan imaginativas formas de caras, animales o cosas.

Hemos caminado entre las sierras del Endrinal y la Sierra del Caillo, cercano al Salto del Cabrero; hay quien opina que esta zona en la más bella de nuestra bonita Sierra Gaditana.

La bajada se hace rápida y cómoda, hasta llegar a la entrada de Benaocaz a través del Barrio Nazarí. Antes, sobre las 16,45, hemos parado en la Fuente del Tejar, cuya pila se dice ser un sarcófago romano, y forma sí que tiene.

Nos despedimos tomando café en la Venta Mesa Jardín.

No quiero ser repetitivo, o si, ¿porque no?; PEDAZO GRUPO. Gracias a todos, porque aunque sabía que me iba a tocar realizar la crónica (para mí no es fácil, me van más los números), quise ir y estar con vosotros.

Besos y abrazos,

Ignacio.

Sierra de las Nieves.

25, 26 y 27 de Enero de 2019 LOS REALES DE SIERRA BERMEJA (Sábado 26)

TEMPUL PUSO SUS REALES UN AÑO MÁS EN CONEJERAS, PARA CORONAR ESTA VEZ LOS REALES DE SIERRA BERMEJA… …En un fin de semana casi primaveral de sana convivencia, que estuvo plagado de retrasos, culaítas, cumpleaños y mucho Trivial Día 1 de Conejeras 2019 El albergue de las Conejeras y la pareja que lo atiende, Mari y Levi, son ya como de la familia de Tempul. No llevo la cuenta de los eneros que han recibido nuestra visita, pero son suficientes como para que la escapada a la Sierra de las Nieves, pernoctando en este lugar tan confortable y agradable, se haya convertido en una actividad imprescindible en el calendario de la asociación. Y como tal, hemos cumplido un año más con la tradición.

En esta ocasión, menos gente de lo habitual, ya que por circunstancias diversas, parte de los “fijos” se han tenido que quedar esta vez en casa. Los echamos mucho de menos, pero debo añadir que no por ello el fin de semana

ha dejado de ser extraordinario, desde el minuto 1 hasta el final. Lo comprobarán quienes tengan la paciencia de leer este relato y el placer de disfrutar viendo las preciosas imágenes que habrán captado las cámaras de nuestros habituales maestros de la fotografía, en este caso Dioni, Salvador y el presi.

Ellos tres y sus inseparables han sido parte de los 18 privilegiados que hemos podido disfrutar de este estupendo finde en la Sierra de las Nieves, por cierto esta vez sin nieve y con un tiempo casi primaveral. Con ellos, o además de ellos, Juan, Lucía, José Ramón y la que escribe, encargados esta vez de abrir el albergue y encender la chimenea para que los que fueron llegando a continuación (por orden de arribada, los Abollo Palacios, los López López, los Colón García, los Benítez Ariza, los Rodríguez Gómez, los León Vaz y los Castillo Montaño), encontraran la casa calentita.

La tarde del viernes fluyó con tranquilidad, felicitándonos por los reencuentros, poniéndonos al día de novedades en las familias y comentando actividades por venir, sobre todo la excursión del día siguiente y la prevista para el 9 de febrero a Gibraltar. Entre tanto, los equipajes esperaban desperdigados por el salón la llegada de la última expedición, compuesta por Salvador, Manoli, Dionisio y Mila (que arribaron al filo de las nueve de la noche), para proceder al reparto de camas. Esta vez con algunas sobrantes.

También tuvieron que esperar los estómagos, ansiosos porque diera comienzo la fiesta gastronómica en que cada año se convierte esta reunión de amigos. Por eso, nada más instalarnos, nos sentamos a la mesa para disfrutar de un auténtico festival de buena cocina casera, en el que no faltó la cerveza a raudales. Para variar. Y a los postres, el primero de los tres cumpleaños que hemos celebrado durante el fin de semana. A uno por día.

Abrió brecha Salvador, quien para estrenar los 61, trajo consigo una exquisita tarta de chocolate que voló nada más soplar la vela. Obviamente, él no la probó, pero disfrutó viéndonos liquidarla.

Echamos el cierre al Día 1 de Conejeras 2019 con una larguísima y competidísima partida de Trivial Andaluz (cazi ná) que, por lo avanzado de la madrugada, se cerró en tablas porque de lo contrario, habríamos empalmado el juego con el desayuno. “Mañana será otro día y ganaremos”, pensaron los del equipo que, tras darlo casi todo por perdido, logró remontar hasta el empate y finalmente se haría con la victoria.

Día 2 de Conejeras 2019 Pero eso sería el sábado por la noche, después de un intenso día que comenzó con un contundente desayuno a base de café, tostadas, bizcochos varios, rosquillas, coquitos… y hasta polvorones. A las 8 estaba ya la cantina a tope, aunque a esa hora aún había gente desperezándose. Gente a la que, como consecuencia de ello, le pilló el toro, motivando el primer retraso de la

jornada. Menos mal que Juan es hombre templado y controla bien los instintos, porque si no, alguien habría salido trasquilado.

Media hora después de lo previsto, los coches, escarchados por el intenso frío de la noche, enfilaban la carretera hacia San Pedro de Alcántara y Estepona, camino del área recreativa donde iniciaríamos la ruta a pie: Los Reales de Sierra Bermeja. El horario volvió a torcerse en ruta, ya que el último coche, con los Benítez y Rodríguez a bordo, pensó que la cosa iba de hacer turismo por Estepona y se dedicaron los cuatro a dar vueltas y vueltas por la ciudad, siguiendo las indicaciones que Google Maps les iba dando cual si peatones fueran, ya que quien manipulaba la aplicación se despistó y al introducir el destino, puso el muñequito en lugar del vehículo. “El año que viene los vamos a mandar al Dakar”, comentó alguien en tono de broma para relajar la espera. Porque el despiste, en parte justificado porque el tramo urbano no era fácil y además se complicó con un desvío por obras, se tradujo en otro retraso, esta vez de 25 minutos.

Pero lo importante era iniciar y culminar la marcha, y a ello se dispuso el grupo, ya completo y cohesionado, a partir de las 11 y media de la mañana.

Sin concesiones, la marcha comenzó, como casi todas, cuesta arriba. Pero eso si, por un tramo que nos regaló las primeras vistas, impresionantes, del Mediterráneo, desde Gibraltar hasta Málaga, e incluso un atisbo de los picos de Sierra Nevada. Espectacular el paisaje desde el primer minuto.

Así, tratando de archivar en nuestras pupilas todos los detalles que el horizonte nos ofrecía, pero el mismo tiempo mirando continuamente hacia abajo para no tropezar, discurrió la primera hora de camino, hasta alcanzar las enormes antenas de telefonía que, estratégicamente instaladas, deben dar cobertura a miles y miles de criaturas costasoleñas y de la zona interior de esta comarca.

Pero claro, no todos conseguimos evitar el traspiés (vamos para mayores) y no pocos besaron el suelo pedregoso de este sendero. El primero, Manolo (Rodríguez), que protagonizó la caída más aparatosa, la cual afortunadamente no pasó a mayores, aunque el dedo meñique de la mano izquierda le estaría dando la lata todo el día. Después vendrían unas cuantas culaitas más, de Salvador, José Ramón, Dionisio y hasta el mismísimo Juan, cosa inédita e insólita, al menos para esta cronista. Entre otros.

Menos mal que nadie cayó al suelo en el punto geodésico de los Reales de Sierra Bermeja, porque podría haber rodado ladera abajo y entonces sí que las consecuencias habrían sido imprevisibles. Allí, en el Pico Reales, el lugar más elevado de la ruta y de este espacio protegido, a 1.450 metros de altitud, hubo posados varios y tuvimos la oportunidad de “contemplar, desde una privilegiada perspectiva, a nuestra exótica vecina, África, y a sus pies la costa occidental malagueña y el Campo de Gibraltar”, según explica oportuna y acertadamente la cartelería instalada en el lugar.

Esa misma cartelería informativa vaticinó también lo que nos esperaba a continuación en nuestro discurrir por el sendero: “la estrella indiscutible del lugar es el pinsapo, ese peculiar abeto azulado que en este paraje es todavía más singular”. Porque fue dejar el Pico Reales y adentrarnos en un espeso pero bellísimo bosque, en el que el pinsapo y el pino piñonero (también llamado carrasco, según el Trivial andaluz) pugnan por reinar aunque al mismo tiempo, conviven en armonía. Ese bosque nos condujo hasta el lugar en el que, al filo de la 1 de la tarde y en el ecuador de la etapa, nuestro guía dio la orden de rengue. ¡¡Ole, ole y ole!!

Nada que los tempuleros no sepáis de ese extraordinario ratillo que en cada marcha, nos ayuda a recuperar el pulso y la respiración, a reponer fuerzas y a aliviar el gusanillo que a esas horas empieza a rascar las tripas.

Vinitos ricos de nuestra tierra y un frugal tapeo, para continuar la marcha media hora después por el sendero, que recibe el nombre de Los Realillos desde el punto donde comienza, allí donde dejamos las antenas, hasta topar con la pista. Dos kilómetros y medio, de los 6,5 que según Juan recorrimos durante las 3 horas y media que duró la excursión.

No parecía el mes de enero, a decir de la temperatura ambiente, que a mediodía rozó los 22 grados. Seguramente el calor fue lo que animó a abandonar su escondite bajo las piedras a un alacrán que alguien localizó en el lugar donde hicimos el rengue. Dan fe de ello las imágenes captadas por nuestros fotógrafos, que cuando esta crónica vea la luz seguramente estarán todas visibles en nuestra web.

La visión del alacrán fue una de las no pocas anécdotas vividas durante el recorrido por este impresionante bosque mediterráneo, que abandonamos al filo de las dos y media de la tarde cuando, tras un duro y pedregoso descenso, fuimos a parar a la pista por la que habíamos subido en los coches.

En ese lugar, el sendero nos despidió con un bellísimo poema dedicado por Federico García Lorca a los árboles, cuyos versos, plasmados en un mosaico, se asoman con timidez entre las ramas de un viejo pinsapo, custodiados por un enorme perro verde que alguien ha pintado en la trasera del monolito.

El sendero de los Realillos se quedó atrás, pero aún nos separaba un buen trecho del punto y final de la marcha. Un tramo de pista que se nos hizo interminable porque para entonces, el cansancio hacía ya mella en la mayoría. Menos mal que fue solo media hora escasa y a las 3 estábamos todos en destino, ocupando las mesas merenderos del área recreativa en la que almorzamos, postreamos e hicimos la foto de grupo, antes de abandonar el lugar para retornar al albergue.

En la comida, todos coincidimos en que, pese a la lejanía, mereció la pena elegir esa ruta para esta edición del fin de semana de Conejeras. Un acierto más de nuestro Juan Grilo, que nos sigue sorprendiendo con sus inagotables y siempre interesantes propuestas.

La excursión había terminado al llegar al albergue, pero al día le quedaba aún un buen trecho, que aprovechamos para ponernos limpitos, descansar al calor de la chimenea, mantener una agradable tertulia, degustar unas cervezas y unas copitas de oloroso y así, como quien no quiere la cosa, alcanzar la hora de la cena y tras ella, otra sesión de cumpleaños, esta vez los 61 de Jesús, cumplidos el mismo sábado, y por adelantado, los 60 que Charo (Ariza) cumpliría formalmente al día siguiente. Más tartas y más velas.

Y por fin llegó el momento más esperado: por si alguien ha perdido el hilo de este relato, recordaremos que la partida de Trivial de la noche anterior había quedado en tablas y por lo tanto, tocaba culminarla. A eso se dispusieron los dos equipos, ambos dando por hecha la victoria. Un triunfo que finalmente, entre bromas, risas y mucha deportividad, fue para el grupo liderado por León y Rodríguez, quienes como no podía ser de otra manera, dieron la revancha a los contrarios, para volver a ganar y proclamarse campeones absolutos de esta edición de Conejeras.

El momento fue apoteósico. Tal subidón tenía Manolo que para celebrarlo, pregonó desde lo alto de una silla que se iba a hacer de madrugada la subida al Torrecilla, y después la del Alcojona, pasando por el Simancón, ya que le pillaba de camino. Pero al final, donde terminó fue en el sofá del salón, huyendo de los ronquidos de su amigo Luis, que se escucharon hasta en el otro dormitorio.

Día 3 de Conejeras 2019 Llegados a este punto de la crónica, no me queda más que ceder el testigo para poner el broche a esta crónica, ya que las circunstancias familiares nos llevaron a JR y a mí de vuelta a casa antes que al resto del grupo, perdiéndonos la excursión al Charco de Malillo. Paso palabra, por tanto, no sin antes agradecer a Juan que nos llevara a ese lugar maravilloso que corona la Costa del Sol, a la Junta Directiva la magnífica organización de esta actividad, y a todas las amigas y amigos que nos reunimos en Conejeras, que entre todos hayamos propiciado este extraordinario fin de semana.

Tily

CHARCO DE MALILLO (Domingo 27)

Charco de Malillo En los últimos doce años, Tempul ha llevado a cabo muchas actividades en la atractiva zona de la Sierra de las Nieves, en la vecina provincia de Málaga. Al menos cuatro han ocupado sólo un día, y no han requerido dormir fuera de casa, aunque sí madrugar bastante. Pero cuando hemos querido disfrutar más de sus pinsapos y demás flora y fauna, o atrevernos a escalar sus cimas, hemos optado por alojarnos allí.

Primero fue en la rústica “La Nava de San Luis” (feb/08 y abr/09), y más tarde en el moderno albergue del camping de Conejeras. Este acogedor edificio lo estrenamos en 2012 y hemos vuelto a usarla los cinco últimos eneros, desde 2015; allá hemos ido nuevamente.

En todo lo que diga puedo estar equivocado, porque he faltado varias veces a la cita, que se puede calificar ya de habitual. Pero me parece que cuando ha habido dos jornadas de marcha la primera era siempre el plato fuerte en casi todos los aspectos, y la dominical una especie de complemento. Con ese carácter recuerdo las de la Fuenfría, la del cortijo Rajete y la de Acinipo, y también así se hizo la última a Ronda, hace un año.

Pues bien, en este fresco (y por ahora seco) 2019 la actividad dominical ha sido de gran calado como sendero. La distancia recorrida ha sido mayor que la del sábado, el desnivel acumulado ha sido poco menor, el tiempo fue desagradable (soleado, pero con gélido viento norte), el paisaje muy desprovisto de vegetación durante largos tramos, nuestros músculos estaban más reacios al esfuerzo que les pedíamos… Pese a todo eso, ha sido otro gran día.

¿Y cómo es posible ese fenómeno? A responder esa pregunta obedece esta crónica para el buen recuerdo.

El amanecer había sido muy nuboso, pero cuando salimos del albergue ya estaba más despejado. De todos modos, en el primer tramo pasamos muchos metros a la sombra de los árboles o de los cerros, y aunque el termómetro marcara varios grados más que el día anterior, el viento nos hacía sentir un frío incomodísimo.

Cerca del monumento a Antº Juan Roldán Ramos pasamos la primera fuente, la de Conejeras, y más adelante un par de cancelas, que dejamos debidamente cerradas. Desde el camino pudimos ver a nuestras espaldas las ventas del Navasillo y de La Laja, con sus antenas detrás. Entre las rocas que nos rodeaban, algunas llamaban más la atención por la curiosa inclinación de sus capas. Nuestro presi nos dio el nombre exacto: buzamientos.

Ya en terreno del cortijo del Navazo vimos otra fuente, con varios pilones. El último de ellos parecía más antiguo, y su forma de navícula lo hacía más interesante. Luego enlazamos con otro carril, que venía de La Ventilla, y forma parte del cordel que une Marbella y Ronda. Según el IGN, esa parte se llama camino de las Cabanillas, y nada más incorporarnos a él, sorteamos otra cancela.

Empezábamos a estar hartos de tierra y piedras, y a dudar de que pudiésemos ver hoy ni siquiera un arroyuelo. Algunos nos distrajimos hablando del sevillista Lauren, que le sirvió a Juan para ganar un quesito del Trivial “porque ese nombre es muy de Camerún”, o del dominó, un juego de mesa que ¡tiene hasta federaciones! Y pronto llegamos a Los Manaderos.

Este cortijo, en la zona de mayor pendiente del recorrido, nos alegró la marcha cuando pudimos ver la cantidad de crías que tenían las cabras. Algunas lucían un pelaje blanquísimo, y varias mamaban de sus madres.

Poco más adelante, un puente de madera nos devolvió la esperanza de alguna corriente de agua. Daba paso a un tramo que han empedrado hace poco, y llamado de los Pescadores en memoria de quienes por esos caminos llevaban alimento desde la costa malagueña a la capital de su serranía. Esta parte me pareció más placentera, por transcurrir junto a un pequeño arroyo.

El modesto caudal, que procede del Carboneras, al que se unen el Taramar y otros arroyos, cambia de nombre para convertirse en Río Grande, y así se le conoce hasta su llegada a Ronda, desde donde le llaman ya Guadalevín. Y más abajo, éste se junta con otro conocido nuestro para dar origen al Guadiaro.

Antes de cruzar la corriente por un vado, el más oportuno para llegar a nuestro objetivo del día, seguimos unos metros por la orilla izquierda para visitar un manantial con siete poderosos caños, con el nombre de Huerto Malillo, y cuyas aguas engrosaban de manera abundante el caudal del río Grande.

Pasamos a la otra margen y bajamos (no todos, pues los últimos pasos había que darlos en zona peligrosa y hubo varios muy prudentes) a ver la poza que teníamos por meta. Es en verdad sorprendente el encuentro de aquel paraje tan encantador, en medio de roquedales sin apenas vegetación. Salvando las distancias, algo parecido sentí al bañarme en la Garganta del Capitán o al meter los pies en un arroyo en Marruecos, añorados contactos con el agua pura.

Del regreso poco voy a decir, salvo que en el puentecillo de madera nos hicimos la foto del reducido grupo. La veintena prevista de partícipes en este fin de semana bajó al cierre de la última actividad por una u otra causa: Ángeles y David por motivos de salud (les deseo una pronta y completa recuperación), Tily y José Ramón por atender a su hijo (de cuya compañía ya disfrutan menos ratos) y María Victoria porque tenía bastante con una sola caminata, para no abusar de sus fuerzas.

El acostumbrado rengue tuvimos que hacerlo al resguardo de unas peñas, cerca de Los Manaderos, para protegernos del viento. Y fue suave, porque no queríamos dejar de probar los exquisitos platos que quedaban por compartir. Con todo, algo sobró, y se repartió.

Los misterios del agua: Por suerte, casi todos los años desde que se terminó el trasvase, están pasando al embalse de Los Hurones millones de litros de agua del río Guadiaro. Éste se forma por la unión del Guadalcobacín (hijo del arroyo de la Ventilla, cuyo bosque de galería disfrutamos en 2016 a su paso por Arriate) con el Guadalevín, que es el que pasa por el tajo de Ronda (excursión que me perdí el año pasado). Así que, cuando tantas personas en Rota, Sanlúcar, El Puerto o Jerez, abrimos el grifo para beber el agua de Tempul, no sólo saboreamos gotas del manantial cuyo nombre lleva nuestra asociación, sino que éstas se mezclan con otras que vienen de fuentes más lejanas, que es bueno conocer y valorar.

Pepe Abollo, 2019.

Gibraltar. Jardín Botánico y Mediterranean Steps 9 de Febrero de 2019

09/02/2019 SENDERO DE GIBRALTAR Como está previsto en la programación de este curso 2018-2019, el pasado sábado día nueve de Febrero, partimos en autobús desde El Puerto de Santa María, a la altura del centro comercial “El Paseo” a eso de las siete de la mañana, (madrugón), para a continuación seguir camino a Jerez de la Frontera y, recoger al grueso del pelotón que nos esperaba bajo una densa niebla a la altura de “Leroy Merlín”, desde donde partimos por la “Ruta del Toro” hacia Gibraltar.

A eso de las ocho de la mañana, llegamos al área de servicio de “La Palmosa”, salida 45 de la autovía A-381, donde se encuentra la venta “Los Corzos”, donde ya hemos parado en otras ocasiones cuando tenemos senderos por esa zona. La encontramos vacía prácticamente dada la hora. La llenamos de golpe. Esto hizo que nos atendieran pronto y no perdieramos mucho tiempo en el desayuno, ya que esta venta suele estar a tope siempre.

Ya repuestos con esas tostadas de treinta centímetros de pan moreno con lo que cada uno quiso, partimos a nuestro destino.

El autobús nos dejó a las puertas de la entrada a Gibraltar, donde DNI en mano, pasamos sendos controles para entrar a la colonia británica.

Andando, nos fuimos hacia la parada de autobuses urbanos más cercana, donde en el transcurso del recorrido, se acordó que el que suscribe hiciera la crónica de esta excursión senderista y, para que nos dejara a la altura del Jardín botánico “The Alameda Gibraltar Botanic Gardens George Don Gates”, haciéndonos la foto de rigor en las

escaleras de la entrada y desde donde cruzando el mismo, siempre subiendo, nos encontramos a la entrada del sendero y carretera que nos llevaría a la cumbre del Peñón.

Aquí nos encontramos la casetilla del que cobraba la entrada, un letrero que decía: “The Upper Rock, Gibraltar Candytuft, Iberis Gibraltarica, Nature Reserve, Gibraltar”, justo enfrente a la derecha del camino, entre dos columnas, “The pillars of Hercules”, una especie de moneda donde por un lado tenía el “Viejo Mundo”, “The Anticient World” y, por el otro al “Nuevo Mundo”, “The Modern World”. Justo detrás un mirador, donde nos hicieron pasar para esperar la confirmación de la autorización, ya que esperaban una excursión escolar y la responsable se encontraba en un entierro según nos dijeron.

Después de un buen rato, nos confirmaron que podíamos acceder al sendero. Ahí nos dividimos los que llegamos a este punto, la mayoría optamos por el sendero y el resto decidieron ir por la carretera que es más cómoda y menos fatigosa. Ya nos habíamos dejado atrás parte de la tripulación del bus que nos trajo desde El Puerto y Jerez que no subieron por diferentes motivos.

Por el sendero, desde el principio, nos encontramos con escalinatas, que parecían construidas para personas con más estatura que nosotros, ya que algunos escalones llegan a tener cuarenta centímetros o más, calculo yo, menos mal que tenían unos pasamanos de cuerda que nos vinieron geniales para poder subir con más seguridad.

Bueno, aparte de esto, las vistas desde esta cara del Peñón, eran espectaculares, preciosas, hermosas. Teníamos vegetación, acantilados, la vista de la totalidad del estrecho con ese mar azul, iluminado por el sol de justicia que nos caía, que lo hacía mas hermoso y desde donde divisamos las primeras montañas del norte de África, hermosamente cubiertas por las nubes que justo nos dejaban ver su cima.

El rengue, se hizo en una oquedad de la peña, que bien podría ser una cueva prehistórica a mitad de la subida, allí repusimos fuerzas para seguir nuestro sendero escalonil hasta la cima.

También tuvimos que cruzar un túnel cavado en la roca, donde al final encontramos varios miradores para contemplar el paso de los barcos por el estrecho y la patrullera de la Guardia Civil, y desde donde se divisaban las antenas colocadas en la cima de la parte Este del Peñón, al lado, lo que podrían ser unas casetas de vigilancia de la zona.

Seguímos subiendo por escarpados y seseantes caminos que nos llevarán hasta la cima.

Una vez allí, nos metimos en “Egine room” o sala de máquinas, construida en 1.898, donde pudimos contemplar el almacén de bombas y después de otro pasadizo horadado en la roca, llegamos al mecanismo del cañón que giraba 360º de enormes dimensiones, de los que hay muchos repartidos por toda la roca.

Ya empezamos a ver los primeros primates gibraltareños a los que algunas les tenían pánico, que de momento, se limitaban a observarnos y pasear por las instalaciones.

Ya nos toca bajar muchísimo más cómodos por un camino de hormigón donde seguimos viendo monos y, al final de este encontramos “St. Michael's Cabin”, donde se pueden comprar souvenirs además de poder tomar una buena cerveza fresquita. Allí están unos monos también: unos en el tejado purgándose, otros haciendo “sus cositas”, otro encima de un taxi, sentado mirando, otros por el suelo jugando y, para ver si meten

mano en alguna mochila y robar algo de comida, o cualquier cosa que brille como móviles, gafas, etc. A más de un@ le dieron un sustillo.

Bajando mas escalones, dimos con un merendero con mesas y bancadas donde hicimos el almuerzo: unos a la sombra y otros al sol con unas magníficas vistas a la zona de Algeciras y La Linea en lontananza, cual restaurante de lujo. He de decir, que alguno incluso aprovechó para echarse su pequeña siesta hasta la hora de volver al camino.

Después del almuerzo, tomamos el sendero hacia el puente colgante, donde los más jóvenes nos hicieron bailar un poco moviendo este mientras cruzábamos. Risas y bromas.

Seguíamos bajando y nos seguíamos encontrando monos y después de los últimos escalones y cuestas llegamos a Main Strit, calle principal de tiendas, donde frente a la iglesia católica, nos sentamos en “Gibraltar Arms” a tomar un te, café o refresco según el gusto de cada un@.

Seguidamente, después de este pequeño descanso, tomamos rumbo hacia la frontera donde nos esperaba el autobús que nos llevaría de regreso a casa, no sin antes parando en algunas tiendas para compras varias. Y vuelta a los dos controles fronterizos antes de la salida.

Desde la oportunidad que me da escribir la crónica de esta salida, quiero agradecer a los organizadores de la excursión y a tod@s y cada un@ de l@s participantes por su compañerismo, generosidad y regalarme su amistad, de lo que me siento muy orgulloso y –como dijo Manolo Colón en el autobús -su saber estar y no meternos en peleas ni discusiones ni con los monos-, con lo que pasamos un excelente día con este grupo tan extraordinario.

Muchas gracias a tod@s.

José María A. Sánchez

Montecorto, ruinas romanas de Acinipo.

16 de Febrero de 2019

Crónica Acinipo-Montecorto 16-02-2019 Por segunda vez en su historia, al menos desde que el que suscribe forma parte de esta asociación, Tempul vuelve a las ruinas de Acinipo como parte de la excursión que tenía programada en su calendario de actividades. (La otra ocasión fue en Febrero del 2012 y aprovechando un fin de semana que pasamos en el albergue de Conejeras, en la sierra de las Nieves).

Pero empecemos desde el principio.

Tempul convoca a sus socios y allegados ese día a las 8.30 horas en piscinas Jerez como viene siendo habitual, dejando la opción de que quien lo prefiera fuese directamente a la venta donde teníamos pensado desayunar, que en esta ocasión era la Venta El Tropezón en Montecorto, lugar al que volveríamos a almorzar ya que en esta ocasión por lo corto del recorrido la asociación decidió que la comida no fuese durante el trayecto de la excursión sino en dicha venta.

Pues bien hacia allá nos dirigimos, la gran mayoría desde Jerez y unos pocos desde Puerto Menesteo (y me vais a permitir una pequeñísima reseña histórica sobre este nombre). Puerto Menesteo ciudad fundada por Menesteo general ateniense que tras la guerra de Troya y buscando un asentamiento para su trono, llega al rio Guadalete y allí funda nuestra ciudad aproximadamente sobre el año 1184 A.C. Pues nada que volviendo a este 16 de Febrero, sobre las 9.30 horas empezamos a coincidir todos en la venta para desayunar. Vaya forma de organizarnos el desayuno.

La mesa ya reservada, todo preparado, eso sí, molletes para todo el mundo. Una vez desayunados y formalizados todos los saludos entre tempulianos y amigos, que en esta ocasión éramos 32 personas, y que no voy a nombrar por temor a dejar alguno en el tintero, ya que en la foto de grupo se pueden identificar, solo decir que habían dos caras nuevas, María y Victoria, la primera, amiga de Isabel y mía, y la segunda, amiga de Luis y Charo (que por cierto en esta ocasión no nos acompañó debido a un fuerte catarro, que la mantuvo en casa), Juan nos indica cómo nos vamos a organizar para desplazarnos hasta las ruinas de Acinipo, ya que los coches en esta ocasión se quedaban a mitad de trayecto por aquello de no andar por carretera.

Partimos desde Montecorto en coche hacia Acinipo por una carretera muy poco transitada, pero en buenas condiciones y tras pasar el cruce de Setenil y el de Ronda (creo recordar) ascendimos hasta el yacimiento arqueológico.

Acinipo, y aquí me vais a volver a permitir otra pequeña reseña histórica como información y sobre todo para el que escribe.

Situado en la "Mesa de Ronda la Vieja" (a unos 20 km de la actual Ronda), este yacimiento arqueológico alberga los restos de la ciudad romana de Acinipo, asentada sobre un antiguo "oppidum" o ciudad fortificada ibérica, que, a su vez, hunde sus raíces como lugar de ocupación en la Prehistoria.

En ella destaca su teatro, uno de los mejores conservados de la Hispania romana. Son visibles algunos elementos de la ciudad, como una domus o vivienda señorial romana y unas termas, dotadas de su palestra para ejercicios gimnásticos. De las etapas prerromanas de la ciudad, se conservan unas cabañas de la Edad del Hierro. La impresionante situación de Acinipo, a casi 1000 m. de altitud lo convierten en un hito de gran importancia, desde el que se contemplan paisajes de las provincias de Málaga, Cádiz y Sevilla.

Y que cierto es los paisajes que se contemplan desde el vértice geodésico que nos encontramos en este yacimiento y al que subimos a pesar del fuerte viento que hacía.

Podíamos observar por un lado la Sierra de Grazalema, y con la ayuda de Juan identificar puntos como el pico del San Cristobal, el Puerto del Boyar, los picos del Reloj y Simancón, etc..y si dirigías la mirada hacia otro lado, hacia la vertiente sevillana, observábamos Olvera, Pruna, Setenil de las Bodegas, el peñón de Algamitas, y como no, si dirigíamos la vista hacia el lado malagueño nuestra Sierra de las Nieves ( por aquello de que todos los años la visitamos ) con su pico del Torrecillas. En fin un sitio privilegiado para observar la magnitud de nuestra geografía.

Y es aquí en este lugar donde sin que sirva de precedente realizamos nuestro primer “rengue“. No recuerdo otra excursión donde hallamos realizado dos paradas para degustar esos vinitos tan ricos. Eso sí no sé acompañó de ninguna tapita.

Tras esta pequeña degustación todos de nuevo a los coches y hacia Montecorto, donde antes del cruce con la carretera de Setenil y aprovechando la anchura de un carril, dejamos los coches aparcados e iniciamos la marcha a pié por dicho carril bastante cómodo por cierto, acompañados siempre en nuestro recorrido por multitud de almendros ya en flor con sus diferentes tonalidades.

El discurrir de este sendero tranquilo y siempre hacía abajo, cómodo y agradable. En su recorrido tuvimos que atravesar dos pequeñísimos riachuelos. El segundo un poquito solo más exigente que el primero, donde algún tempuliano se empeñó en comprobar la impermeabilidad de las botas que llevaba, pero sin llegar a nada de importancia.

Y es a mitad de este trayecto tan apacible donde tiene lugar el segundo “rengue“ de esta excursión. Esta vez sí, no solo vinito sino ahora acompañado con alguna tapita que otra.

En un punto de este camino y no sabría decir cual, Juan aprovecha para explicarnos y mostrarnos unas rocas a lo lejos, que según nos cuenta sobre esos peñascos estaba situado el Castillo del Moral y la Torre Audita que según la historia fueron mandados derruir por los Reyes Católicos en 1485 tras la toma de Ronda.

Continuando por nuestro sendero que ya nos aproximaba a la localidad de Montecorto, y desviándonos ligeramente solo unos metros de bajada, nuestro guía nos enseña unas zonas de piedra y con pozas de agua, que como el que suscribe suele ir de los últimos no llegué a oír bien como se llamaba, algo de Algarrobo si me pareció oír, pero bueno la belleza del lugar queda recogida en las fotos que nuestros queridos Dioni, Alejandro y José Mª han recogido con sus fotos.

Y después de pasar por delante de la puerta del cementerio de la localidad, una ligera bajadita y ya en la puerta de la Venta El Tropezón donde dimos cuenta del menú que cada cual decidió elegir. Por cierto, nota alta para la venta por la organización, rapidez en la atención y buena relación calidad-precio.

Llegado a este punto poco más que relatar, salvo que mientras los conductores tuvieron que volver al punto de inicio (no andando , sino en coches que se habían quedado en Montecorto al iniciar la ida al yacimiento) los demás aprovecharon para dar una vuelta por el pueblo y así poder observar, la iglesia, la casa consistorial , la fuente del Dolmen y poco más. ¡Ah se me olvidaba! y una señal de prohibición con forma de corazón debajo de una señal de paso de peatones con el lema “no violencia machista“. ¡Ah y otro se me olvidaba! Me consta que hay quien se acercó, casi llegando a la venta para almorzar (pensando que era el original), a una copia de un dolmen como reclamo del famoso Dolmen del Chopo o de la Giganta, pero este se encuentra en la carretera de Algodonales – Ronda, en el cruce de Grazalema, en una finca privada, pero según mi información es visible desde la carretera. Lo digo para los amantes de las piedras.

Y como dijo aquel “esto es todo amigos“. Por lo menos lo que yo puedo contar, no sin antes pedir disculpas si en algún momento de esta crónica no he recogido con exactitud los nombres de los lugares, sitios y reseñas mencionadas.

M.R.

Huelva. Lugares Colombinos.

28 de Febrero de 2019

Una más, y van…

Hoy día de Andalucía, Tempul ha salido a conocer los lugares Colombinos. ¡¡¡Por fin!!! Lo hemos hecho, un año más tarde llegamos a la Rábida, para conocer los el convento, los barcos que los llevaron y las plantas que nos trajeron de América.

A las 7,00 en El Puerto de Santa María se iniciaba el viaje con cuatro pasajeros, un cuarto de hora más tarde los 26 restantes subimos al autobús dispuestos a recorrer los 208 Km. que nos separaban de nuestro destino, desayunamos en carretera y a las 10,25 como un reloj, estábamos a las puertas del monasterio.

La visita a la Rábida empezó con cierta retranca localista: -. La guía: “Los de Cádiz” -. Los tempuleros: “No somos de Cádiz” -. La guía: ¿Jerez no está en Cádiz?

-. Los tempuleros: “Si pero no”

-. Un tempulero de El Puerto: “yo soy de El Puerto” -. Otro tempulero, “Pues una de Paymogo” -. La guía, con su natural gracejo y dando por finiquitada la conversación: “a mi no hacerme fotos” -. Los tempuleros “pos vale”.

La visita fue dinámica, tanto que en 30 minutos nos despachó la muchacha, dejando en el aire, más dudas sobre tan singular monasterio, que las que traíamos al llegar, claro que por 2 € no escapamos mal. Se nos dijo que el monasterio es gótico mudéjar del siglo XV-XVI, mandado a construir por los franciscanos, con 2.137 m² de extensión y es de planta irregular.

Nos enseñó las pinturas cubistas, sobre el descubrimiento, de Daniel Vázquez Díaz, hechas al fresco en 1930. Que en su iglesia tiene un Cristo del siglo XV y la Virgen de Santa María de la Rábida. En la iglesia están enterrados Martín Alonso Pinzón, que murió 15 días después de volver del primer viaje a America y el descubridor, compañero de Hernán Cortes, Gonzalo de Sandoval.

Llegados a este punto de la visita, nuestra fugaz guía nos dijo que dejásemos de hacer fotos y que nos fuésemos al claustro. Este de estilo mudéjar del siglo XV y fue la parte del monasterio que mejor se encuentra, después del terremoto de Lisboa de 1755, allí nos hicimos fotos y pudimos ver la austeridad de las celdas de los frailes, el refectorio, presidido por el Salmo 21,27

“Eden pauperes et saturabuntur et laudabunt Dominun qui requirunt eum vivent corda eorum en saeculum saeculi” En román paladino sería: “Los pobres serán satisfechos y alabar al Señor los que le buscan, sus corazones vivirán para siempre” nos sentamos a las mesas de los frailes y pudimos ver el púlpito donde el fraile orador leía la Biblia mientras los demás comían.

La más joven del grupo se sentó en el sitio donde comió Colon, según nos confesó nuestra agradable guía.

De aquí subimos al piso superior donde vimos una serie de recuerdos: regalos, maquetas, banderas, tierras de toda la hispanidad y una copia del mapa de Juan de la Cosa, hijo adoptivo de El Puerto de Santa María, al nombrarlo como de Cádiz… ¡¡¡otra vez el lío localista!!! Y con esto y un bizcocho… adiós que 2€ no dan para más, claro que después cuando lees en tripadvisor puedes ver comentarios como estos:

“Es un monasterio que está bien conservado pero que la visita es obligatoria por la historia que hay detrás de este monasterio en el que durmió Colon antes de zarpar, como monasterio no aporta gran cosa excepto una especie de museo con reproducciones en la primera planta, no hay nada destacable excepto lo dicho de su historia”

“La verdad en el monasterio no entramos porque no nos pareció muy interesante y había que pagar. El entorno bonito, bien cuidado.”

La historia oficial se centra en lo que le interesa a quien la escribe o para quién se escribe y que interés mayor, que el inicio de un imperio, Colón estuvo unos días en la Rábida en 1485 para buscar al confesor de la reina, para que le ayudase a sacar los fondos para ir a las Indias Orientales y luego unos meses para armar los barcos, reclutar la tripulación y zarpar en 1492, a la vuelta de América paso por el monasterio. Hernán Cortes, Gonzalo de Sandoval (enterrado allí) y Pizarro también visitaron el convento en 1528 y se acabó.

En estos 43 años se resume, según nos han contado, la historia del convento, pero la peña de Saturno, (colina) que domina la confluencia de los ríos Tinto y Odiel, desde hace más de 3.000 años ha sido lugar de veneración, por todos los pueblos que han pasado por aquí.

Algo tendrá la Rábida que atrae a todas las creencias.

Los Orígenes.

Varias son las leyendas que buscan el origen de la Rábida, todas son ciertas e inciertas a la vez, pero seguro que os gustarán más que lo oído por boca de la guía.

Se dice que los fenicios elevaron, frente a la isla de Saltés supuesta capital de Tartessos, un templo a Baal, otros dicen que fue a la diosa Astarté y otros a la diosa Rabbat y que de ahí el nombre de Rábida o Rábita. Lo cierto que los fenicios se establecieron y llevaron un próspero negocio con los minerales que adquirían en Tartessos.

Cartagineses primeros y romanos después sustituyeron a los fenicios.

El gobernador romano Ferrum, en época del emperador Trajano, edifico y amuralló un edificio mitad templo y mitad castillo dedicado a la diosa Proserpina. Siglos más tarde con la cristianización del Imperio Romano, en tiempo de Constantino, pasa al culto cristiano.

Con la llegada de los árabes existe un pequeño convento con monjes-caballeros que se denominaban rábida o rápita (del árabe ribat), de donde le vendría la denominación.

Los ascetas musulmanes se perfeccionaban espiritualmente al tiempo que defendían el lugar fronterizo.

En el siglo XIII los monjes guerreros musulmanes son sustituidos por la orden de caballería de los Templarios en 1224, que ampliaron la Rábida y dedicaron el convento a la advocación a Santa María de la Rábida. Hay quien mantiene que los monjes del Temple

arribaron por estos lugares por lo ancestral de los cultos, la raigambre espiritual y la carga energética existente en el lugar. En1312 con la abolición de los Templarios el convento pasó a manos de los franciscanos.

En 1412 el Papa Benedicto XIII, concede al franciscano fray Juan Rodríguez y sus compañeros religiosos, moradores del eremitorio de Santa María de La Rábida, el permiso pontificio para establecerse en comunidad.

Lo que conocemos hoy empieza a construirse en esta época, la iglesia y el claustro son estilo gótico mudéjar siglo XIV-XV. El Cristo que vemos en la iglesia es del siglo XV, no es el original ya que este fue quemado en 1939. La Virgen si es la original, es una talla de alabastro de estilo gótico francés-normando.

Con el siglo XVIII llegó la decadencia del convento, el terremoto de Lisboa 1755 dañó la iglesia y gran parte del convento y luego a principios del XIX en la Guerra de la Independencia los franceses expoliaron el convento llevándose todo lo de valor y las posteriores desamortizaciones hicieron el resto.

El cuarto centenario supuso la rehabilitación del convento y el paso a manos de los franciscanos en 1920.

La salida del vuelo del Plus Ultra, primer avión de España en cruzar el Atlántico, vuelve a poner a La Rábida y al puerto de Palos en el mapa de la Hispanidad. Al regreso los actos conmemorativos se hicieron con la presencia de Alfonso XIII. 3 de agosto de 1992 se celebró un consejo de ministros presidido por el Rey en el monasterio y en 1993 fue el Papa Juan Pablo II el que estuvo en el convento y coronó a la imagen de Nuestra Señora de la Rábida.

Como veis, no solo de Colón está hecha la historia de la Rábida, incluso hay quien ha ido a la colina de Saturno a buscar la puerta de infierno, como es el caso del periodista y escritor Fermín Bocos que acaba de escribir Viaje a las puertas del Infierno. Las entradas ocultas del Hades (Ariel). Recuerda al arqueólogo Adolf Schultem que hablaba del río de las lágrimas y el del llanto, situándolos en el Tinto y Odiel, por lo que allí empieza el viaje de Boscos, en el monasterio de La Rábida, donde dice que estaba una de las representaciones más antiguas del infierno, y es que asegura que de épocas muy anteriores a la dominación romana hay indicios de que se hicieron sacrificios humanos en honor de Persefone o Proserpina, que padecen los tormentos del Hades. Por eso, a Fermín Bocos no le resulta paradójico que Cristóbal Colón iniciara su viaje en las paredes de este convento.

Bueno ya está bien de historia, acabada la visita nos dirigimos al Jardín Botánico José Celestino Mutis. Aquí nos encontramos con la otra cara de la moneda, nuestra guía fue encantadora y amable, claro que al hablar de Celestino volvió a saltar lo de Cádiz, Jerez y el Puerto.

Nuestro gaditano José Celestino, demasiado desconocido, fue un médico y botánico ilustrado que amparado por Carlos III recorrió el Nuevo Mundo durante 30 años catalogando más de 60.000 plantas y desarrollando su profesión de médico.

Ser científico en España tiene sus dificultades, el trabajo como naturalista no está lo valorado y menos el de médico, la vacuna de la viruela se atribuye al inglés Edward Jenner que la aplicó en1796 pero nuestro compatriota José Celestino frenó una epidemia

de viruela en 1782 en la ciudad Santa Fe de Bogota, administrando una vacuna que salvó miles de vidas.

Es el Botánico un espacio digno de visitarse, esta ordenado por caminos y rotondas dedicadas a la flora de los diferentes países de América. Merece la pena revisar las fotos para recrearse en la belleza del botánico Fue una visita relajada que terminó con el consabido Rengue, donde se pudieron probar una gran variedad de caldos; finos frescos, amontillados, olorosos, dulces y tintos acompañados de ricas viandas que nos hicieron el cuerpo para afrontar nuestra singladura en las naves de Colón.

La visita a los barcos empezó al grito de ¡¡¡Santa María!!! ¡¡¡Que Pinta tiene la Niña!!!

Bromas a parte, fue un rato placentero donde nos dividimos para no hacer zozobrar los barcos si todos subíamos a la vez.

Cuando subes a las naves, verdaderos cascarones, comprendes la magnitud de la colonización del Nuevo Mundo, la gesta fue pagada en parte por el reino de Castilla, que no España y por particulares, Martín Alonso Pinzón pagó un tercio del coste de la expedición y puso la Pinta, la nao Santa María la aportó Juan de la Cosa, natural de Santoña y afincado en El Puerto de Santa María, y Juan Niño puso la Niña. Fueron acompañados por destacados marineros de la zona como Francisco Alonso Pinzón, Vicente Alonso Pinzón y Pedro Alonso Niño.

Salvo Colón todos eran andaluces de nacimiento o corazón. Saquen conclusiones y derriben estereotipos y clichés Bueno ya está bien de batallitas…

La comida bien, incluso muy bien, algo escasa, en lo del Dios Baco, la compañía estupenda, la tertulia de la sobremesa extraordinaria y el viaje de regreso envuelto en el sopor de la siesta.

Una vez más lo hemos hecho en Tempul, hemos convertido un buen día en lo climático en un día inolvidable.

No se si los 29 amigos y tempuleros que me acompañaron sintieron la atracción que la Peña de Saturno me hizo sentir, quizás por eso, he querido profundizar en la historia de ese pequeño montículo a los pies del Tinto y del Odiel. Pido perdón por la extensión y ruego benevolencia a los ilustrados por mi osadía histórica.

Habréis notado la ausencia de nombres de participantes en esta crónica, no se debe a mi falta de memoria, ha sido fruto de una conversación sobre el mal fario de reseñar con nombres y apellidos, cierta o no, ahí queda eso.

Acabada esta crónica en Jerez de la Frontera a 4 de marzo de 2019 por Salvador León.

Puerto del Boyar, Arco del Endrinal, Circo del Dornajo.

9 de Marzo de 2019

CRÓNICA DE LA EXCURSIÓN AL ARCO DEL ENDRINAL Y A DORNAJO Al terminar la caminata de ese día algunos tempulianos comentaron que había sido una de las jornadas más bonitas desde que existe Tempul. Es difícil valorar la belleza de la Naturaleza y más de un grupo de personas interactuando con ella. Pero lo cierto es que el día podría calificarse de extraordinario.

El día fue radiante, el sol nítido, la temperatura agradable y la compañía inmejorable.

Decía Van Gogh que si realmente amas la Naturaleza, encontrarás la belleza en todas partes. Esto nos pasó a nosotros cuando contemplábamos las vistas subiendo por la escarpada senda en busca del arco del endrinal. Pueblos blancos, cimas conquistadas, embalses que sacian nuestra sed… todo se veía desde nuestro improvisado mirador.

El arco del endrinal es una forma caprichosa que la naturaleza esculpe para que unos pocos privilegiados podamos contemplar ese arte tan singular. “Mantén tu amor hacia la Naturaleza, porque es la verdadera forma de entender el arte” (Vincent Van Gogh).

Las fuerzas consumidas en la ascensión al arco, las repusimos rápidamente con el acostumbrado y ansiado rengue, no sin dejar de contemplar nuestra hermosa

panorámica. Nos acordamos en este momento de un proverbio tibetano:” Quién ha escuchado alguna vez la voz de las montañas nunca la podrá olvidar” Antes de llegar a nuestro siguiente objetivo del día, quedamos maravillados ante unos inmensos quejigos que parecían darnos la bienvenida. Antesala de un bonito espectáculo: El circo de Dornajo.

En este lugar quedan los restos de un antiguo cortijo donde varias generaciones vivían y se ganaban la vida de una forma terriblemente dura, cultivando y criando ganado para poder subsistir. Hoy es un remanso de paz y serenidad, donde la Naturaleza muestra su lado más amable. En esta Arcadia perdida volvimos a reponer las fuerzas que habíamos gastado en llegar. Decía Voltaire que la Naturaleza siempre tiene más fuerza que la educación. No se si es verdad, pero el ambiente tan grato y ameno que generaba este paraíso hace que sobre todo lo demás.

Llegó la hora de regresar. Nos esperaba una larga subida hasta “Las Presillas”. La satisfacción radica en el esfuerzo, no en el logro. El esfuerzo total es una victoria completa, decía Mahatma Gandhi. Esfuerzo es lo que teníamos que realizar para poder afrontar la última etapa que nos quedaba del día. Y así hicimos y así lo conseguimos.

Unos antes, otros más tarde, cada uno a su ritmo Al final nos juntamos en el Puerto.

Iniciamos el descenso hasta los coches. Pero ya era muy fácil. Todo cuesta abajo.

Al llegar al final, todos los comentarios coincidían: una jornada inolvidable. Es un honor expresar ante vosotros los sentimientos de un día extraordinario y relatar los acontecimientos que no olvidaré fácilmente.

Me gustaría terminar con una frase de Miller: “Antes que el esfuerzo, las rocas y el viento, la amistad es el componente esencial en la montaña”.

Jesús López

Sierra de Líjar, Cruz de Algodonales, Mirador de Poniente.

23 de Marzo de 2019

CUANDO LA ALAMBRADA NO ES UN TROZO METAL Una nueva y fantástica excursión de Tempul, porque el pasado sábado, si no llegamos a tener la alambrada para poder agarrarnos con las manos, pienso que casi nadie podría haber subido la impresionante cuesta que teníamos por delante. Pero comencemos, por el principio, quedamos como siempre en Piscina Jerez a las 8.00 horas pero faltaban dos coches que después de esperarlos, pasaron velozmente sin detenerse siquiera, nos fuimos detrás todos hasta la venta Casa Paco (antigua Venta del Arenal), al llegar a la venta no cabíamos en ella ya que habían parados dos autobuses y tuvimos que marchamos a la venta Los Molinos junto a la gasolinera.

Después de desayunar los correspondientes molletes y rebanadas, nos dirigimos al pueblo de Algodonales, y comenzamos como casi siempre a subir una impresionante cuesta, y la gente a comenzar a rajar, aunque no sabían que lo peor estaba por llegar, ya que cuando llegamos a una desviación nos encontramos con una subida aún peor, pero Juan le dijo a todo el mundo que se fueran agarrando con las manos a la alambrada de hecho los alambres estaban todos doblados después de ir todos en fila india conseguimos subirla, aunque algunos cuando llegaron hasta besaron la alambrada.

Seguimos subiendo pero ya con menos pendiente hasta que llegamos a la Cruz, encima del pueblo de Algodonales, después de las fotos de rigor, ya que las vistas eran

impresionantes, se veían también todo el pantano de Sahara de la Sierra, el pueblo y toda la Sierra de Grazalema, con el monte San Cristóbal y el Torreón.

Volvimos al camino y seguimos subiendo por la vereda que era más bien un rompepiernas, hasta que pasamos a otro valle donde se veía otra vez el pueblo de Algodonales, este sendero era un poco más llano y nos llevó hasta la Casa de las Latas, en la cual hicimos el consabido rengue.

En el rengue como siempre había de todo, parecía una primera comunión, hasta chicharrones que llevaba Salvador León. A continuación Juan nos indicó hasta donde teníamos que subir para llegar al Mirador de Poniente y dijo que el que quisiera se podía esperar allí hasta que volviéramos pues el almuerzo seria en este mismo sitio, solo se quedaron cuatro con todos los macutos.

Los demás comenzamos la ascensión con algunas rampas de más del veinte por ciento de desnivel, algunas curvas hasta hormigonadas para que los vehículos no patinaran, ya que en total subimos a más de 910 metros de altitud.

Cuando llegamos al Mirador de Poniente, las vistas eran de infarto, ya que se veían casi media provincia de Cádiz y de Sevilla, incluidos algunos de sus pueblos, como Zahara de la Sierra, Prado del Rey, Villarmartin, Coripe, Montecorto, La Muela, etc.

Incluso el Peñón de Zaframagón. También Alejandro Mira nos dio unas lecciones de Parapente y nos indicó como se tiraban de la rampa de despegue.

Dejamos el Mirador de Poniente y nos dirigimos hacia el Mirador de Levante, pero a mitad del camino nos desviamos por un carril que nos llevó de nuevo hasta la Casa de las Latas donde almorzamos todos juntos.

Durante el almuerzo le preguntaron a nuestro guía Juan Grilo como se llamaba una hoja grande, y dijo que se llamaba Gordolobo, y nos hizo una demostración manual de cómo se limpiaban el culo antiguamente con dicha hoja. También degustamos la grande y maravillosa tortilla de Mary que siempre nos lleva.

A las 15:00 horas salimos para Algodonales, pero antes nos hicimos la foto de rigor con bandera incluida.

El descenso por el sendero fue algo difícil, ya que había mucha piedra suelta, y hubo varias caídas sin consecuencias. Ya llegando al el pueblo nuestro guía nos dejó abandonados porque siguió adelante y se nos perdió intentando buscar el camino que nos llevara hasta los coches. Después de ir cada uno por su lado conseguimos llegar sin ninguna incidencia.

Entre socios e invitados éramos veinticinco.

Un saludo a todos y nos veremos en la próxima si Dios quiere.

Fdo.: Salvador Lopez

Gaena, Zaframagón, la Laguna de Coripe.

13 de Abril de 2019

” Dicen que antes de entrar en el mar, el río tiembla de miedo... mira para atrás, para todo el día recorrido, para las cumbres y las montañas, para el largo y sinuoso camino que atravesó entre selvas y pueblos, y ve hacia adelante un océano tan extenso, que entrar en él es nada más que desaparecer para siempre. Pero no existe otra manera. El río no puede volver.

Nadie puede volver. Volver es imposible en la existencia. El río precisa arriesgarse y entrar al océano. Solamente al entrar en él, el miedo desaparecerá, porque apenas en ese momento, sabrá que no se trata de desaparecer en él, sino volverse océano.”

Khalil Gilbran.

Despuntaba un amanecer que auguraba un luminoso día de primavera cuando nos encontramos con los pocos compañeros que salíamos de Jerez desde la gasolinera habitual, pocos porque esta excursión se había tenido que aplazar por el mal tiempo del sábado anterior, Mari Carmen y Jesús, Manoli y Salvador León, Lucía y Juan, Salvador López y su hermano Pedro, esta vez sin sus compañeras, Pepe Abollo con la suya y José Luis, más puntual que ninguno.

En la Venta Los Molinos cerca del cruce de Coripe nos encontramos para desayunar con Tily y José Ramón. Tardaron un rato en aparecer Ignacio y Luis por algún despiste que les obligó a desayunar un poco más deprisa, pero recuperaron el tiempo enseguida.

En esta Venta me llamó la atención la original manera del dueño de hacer los cobros a sus clientes. Se puso en la puerta con su calculadora y una caja con el dinero e iba cobrando a todo el que salía, no se le escapara alguien.

Una vez repuestos con un buen desayuno, subimos la cuesta hacia Coripe. El tramo está lleno de vegetación y de preciosas vistas, pero también de miles de curvas.

Al inicio del sendero, después de un buen trecho de carril de tierra, dejamos los coches y comenzamos a andar en suave descenso y rodeados de espectaculares quejigos y encinas en flor.

Pasamos por delante de algunas casas ruinosas que debieron tener su esplendor hace muchos años, cruzamos algún resbaloso arroyo y poco a poco íbamos subiendo y teniendo unas espléndidas vistas del Peñón de Zaframagón con sus inquilinos algunas familias de buitres y el viaducto de la Vía Verde.

Todo lo bueno se pasa pronto y ya nos avisó el sendero con un buen repecho, para que nos fuéramos haciendo a la idea de lo que nos esperaba, más de 3 km. de constante y exigente subida. A ratitos venían muy bien las sombras de algunos árboles al borde del camino. Algunos de estos reposos nos dieron la oportunidad de contemplar, además del Zaframagón y la Vía Verde, hermosas vistas de la sierra, el Peñón de Algámitas, el Cerro Malaver y la silueta de Olvera a lo lejos. Mereció la pena la subida, aunque reconozco que en algún momento se me pasó por la cabeza la idea de volverme, pero el río no puede volver, hay que arriesgarse y meterse de lleno, en este caso en la subida, respirar y fundirse con la montaña.

Cuando iban fallando ya las fuerzas, nos paramos a nuestro bendito rengue que quita el sentío y toas las penas.

Ya con el rico vinito, (qué fresquito el de Pedro) y las tapitas, el resto de cuesta que quedaba se fue en nada y pronto nos vimos en un amplio llano con una construcción moderna y espléndida que es un complejo hotelero de lujo.

Nos acercamos a una preciosa laguna con caballos pastando alrededor y rodeada de diminutas flores blancas, bromeando con el helicóptero que es necesario para llegar hasta ese refugio.

Dejamos atrás la laguna y ya por un camino de suaves pendientes y márgenes cuajados de enormes macizos de margaritas y lirios, nos acercamos, desde el último repecho, hasta el cortijo de Gaena. Es una magnífica construcción con varios edificios y en sus alrededores disfrutaban a su aire caballos, cerdos y vacas, compartiendo charca y pastos.

Al pasar junto al cortijo nos asomamos a una ventana en la que descubrimos a un sociable caballo que se acercó a saludarnos.

Y llegamos a los coches, en la puerta de salida de la finca donde había un bidón con un cartel para recoger cartuchos vacíos y en el que no había cartucho alguno, sólo 2 botellas de agua vacías.

Menos mal que Pepe había ido recogiendo por el camino los cartuchos que se iba encontrando y pudimos hacer honor al cartel del bidón.

La siguiente parada fue en la venta El Potaje a la salida de Montellano para refrescarnos un poco y comentar la jornada que había resultado, como siempre, extraordinaria, aunque para alguien haya significado una prueba más de superación personal y de tener la oportunidad de convertirse en océano entre montañas.

Esto fue posible gracias a todos los que nos acompañaron en este camino, pero también a los que faltaron y echamos tanto de menos.

M. Victoria

Patrite, Canuto del Montero.

4 de Mayo de 2019

LA FIESTA DE LOS SENTIDOS Impresionante caminata desde Patrite (¿o Patriste?) al Canuto del Montero para abrochar a otro extraordinario curso de Tempul Pocas veces la vida nos ofrece la ocasión de disfrutar tan intensamente con aquello que nos gusta, como cuando los cinco sentidos se recrean al mismo tiempo en lo que hacemos. Pues eso, que ni recuerdo cuándo fue la última vez que me ocurrió, sirve para resumir en una frase la intensidad de la última jornada senderista (pero senderista de verdad, de las del monte, las que le gustan a nuestro guía) de este curso de Tempul.

Aunque no lo supimos hasta la misma mañana de la excursión, la previa esta vez la hizo Juan sólo. No sé si agradecérselo de corazón o si reñirle cariñosamente, porque visto lo visto, me parece que fue una temeridad. De hecho, lo pasó mal porque se quedó sin agua en un día de intenso calor y casi se nos deshidrata. Pero Juan es valiente y fuerte como pocos y gracias a ello, nos preparó una ruta al corazón mismo de alcornocal alcalaíno que difícilmente podremos olvidar quienes hemos tenido el privilegio de realizar esta actividad.

Los astros quisieron que el grupo lo compusiera esta vez gente andarina, de la que preferimos rutas “cañeras” que paseítos. Así que los 17 que nos dimos cita en la venta Los Santos para desayunar supimos enseguida que podríamos con los 17 kilómetros anunciados (aunque terminaron siendo 18,5) y con las más de ocho horas que, restando dos breves tiempos para el rengue y la comida, estuvimos pateando el monte sin parar.

El punto de inicio de ruta lo situó nuestro guía unos metros más allá de la venta Patrite, a la que llegamos tras rodear el pueblo de Alcalá de los Gazules, en un día que amaneció muy nublado, incluso con algún chirimiri cuando llegábamos al punto donde dejamos los coches. Pasaban pocos minutos de las 9,30 cuando empezamos a andar, cinco versos sueltos y seis parejas, tres procedentes de El Puerto y los 14 restantes, de Jerez. Remito a la foto de grupo para identificar a todo aquel o aquella que no sea mencionado en los próximos párrafos.

A poco de iniciar la ruta, un cartel nos recordó que esta primera parte de la caminata ya la habíamos recorrido años atrás. Se trata de la ruta de los Molinos. El primero de los que dan nombre al sendero y que referencia la cartelería es el llamado de la Pasada. Y muy cerca de él, el río Montero, que dio vida en tiempos a ese y otros molinos y permitió que, cuando aún no había otros mecanismos inventados para la molienda de grano, esta instalación proveyera de harina de trigo a la población de Alcalá y a otras colindantes.

El runrún del río Montero, que nos acompañaría a ratos durante toda la marcha, y el trinar de los pájaros celebrando el nuevo día, despertaron el primer sentido. Al mismo tiempo, mientras la vista oteaba el horizonte contemplando en toda su plenitud las estribaciones del parque de los Alcornocales, el olfato comenzaba a desperezarse con un festival de olores que a esa hora de la mañana, con el campo empapado por la “rociá”, vaticinaban un día intenso para los amantes de la botánica. El cuarto sentido, el del gusto, se había espabilado un rato antes, en la Venta de los Santos, que nos brindó un estupendo desayuno. Y el quinto sentido, el del tacto, también encontraría numerosas ocasiones durante la jornada para saciarse y satisfacernos.

Superamos el primer tramo de la ruta adentrándonos, casi sin darnos cuenta, en el corazón del alcornocal. Las cabrillas que nos salían al paso hubieran dado para un buen guiso y el cantueso, de haberlo recolectado, estaría dando a nuestros armarios mejor olor a lavanda que el más caro de los ambientadores.

Son sólo dos ejemplos de la gran variedad de vegetación y fauna con que convivimos nada más iniciar la caminata y durante toda la jornada. La exuberancia del lugar iría in crescendo conforme nos fuimos adentrando en el bosque, hasta cruzar el río Montero en dos puntos de su cauce. El primer

salto fue bien, pero el segundo se presentó más dificultoso, hasta el punto que Pepe Abollo salió del trance con agua hasta las rodillas. “Pepe, estás sudando por los pies”, bromea alguien, mientras vamos dejando atrás el cauce del río para encontrarnos con una pradera espectacular.

En ese lugar, un cartel nos advierte: “Prohibido el paso. Propiedad privada”.

Pero hacemos caso omiso y, siguiendo a nuestro guía, salvamos una argarilla y entramos en lo que Juan, eufemísticamente, dio en llamar el “campo de minas”. Por eso, pide cohesión y celeridad al grupo, para pasar cuanto antes la zona prohibida. Pero la belleza del lugar es tal que nadie resiste a un posado, solos o en parejas, con cámaras o con móviles. Da igual. La cuestión es llevarnos para siempre, y no sólo en la retina, la preciosidad de ese lugar.

Al fin, tras un pequeño desliz de nuestro guía que rápidamente advierte el error y nos devuelve al buen camino, dejamos atrás la propiedad privada, para lo cual habremos de saltar una cancela de notables dimensiones pero que todas y todos salvamos sin dificultad. Y tras la verja, una carretera que procede de Los Barrios y conduce a las instalaciones militares situadas en lo alto del pico del Montero, nos acoge durante el siguiente tramo de la caminata. Desde el asfalto alcanzamos a ver las lagunetas que dan nombre a la finca privada que acabamos de atravesar. También divisamos una cantera de arena en el horizonte, y en los márgenes de la carretera, los primeros rododendros, una especie que no abunda pero que en las riberas del Montero crece a sus anchas.

El asfalto nos permite reponernos un poco, pero enseguida lo abandonaremos para adentrarnos en el leitmotiv de esta excursión: el sendero que nos llevará al Canuto del Montero. Son las 12.00, hora de ángelus, pero el guía nos mantendrá a palo seco hasta que subamos el primer tramo de la veréa. Será entonces cuando, tras un duro ascenso que nos deja exhaustos, premiemos el esfuerzo con una copita de oloroso y un picoteo. Y a esa hora, 12.30 del mediodía, seguimos a la sombra de las nubes, que parecen no estar por la labor de marcharse. Mejor así, porque de lo contrario, con los temidos calores de los días previos, la marcha habría sido un calvario.

Ya recuperados del esfuerzo y tras curiosear entre los restos de una vivienda y de un viejo horno que se conservan en el lugar, reanudaremos la marcha hacia el punto y final del trayecto de ida, no sin antes posar en grupo para dejar constancia de este día en los anales de la historia de Tempul.

Seguimos el ascenso, deteniéndonos de cuando en cuando para observar curiosidades como la drosofila, una planta carnívora que abunda por el lugar, o los hojaranzos (rododendros), cada vez más presentes en la zona. La subida es dura y difícil, por un terreno muy pedregoso donde la humedad hace de las suyas, provocando varias caídas (hasta cuatro, que sepamos, dieron con sus nalgas en tierra: Mari Carmen, Lucía, Salvador y José Ramón) aunque afortunadamente ninguna con consecuencias importantes. De hecho, nadie

se quejó, entre otras cosas porque la magia del lugar, cuando por fin nos adentramos en el canuto, nos envolvió a todos de tal manera que nos olvidamos del mundo.

Debo confesar que pocas veces me ha costado tanto relatar o describir un estado, un paisaje, una situación, un sentimiento, un momento, como el que vivimos en el Canuto del Montero. Por eso, voy a recurrir al tópico y diré sólo que no hay palabras para contarlo. Y ante mi incapacidad, tomaré prestadas algunas de las expresiones escritas en el Whatsapp por quienes compartieron conmigo esa jornada, porque todas ellas son un claro reflejo de lo extraordinaria de esa jornada: “fue una experiencia mística”; “los álbumes nos permiten reforzar la memoria para demostrar que no fue un sueño”; “parecía imposible superar lugares tan bellos como los que nos ha llevado Juan, pero ayer sucedió”; “quizás el mejor sendero del año en lo más recóndito de la sierra”; “somos privilegiados”. Gracias, Alejandro, Pepe, Manolo, Ignacio y Oliva por esta ayudita.

Y sobre todo, GRACIAS, con mayúsculas, a Juan por llevarnos a esos lugares extraordinarios, mostrarnos la Naturaleza en su estado más puro y hacer que nos enamoremos de ella cada día un poco más. Y gracias también a quienes con sus cámaras, permiten que después de cada actividad de Tempul, podamos recrearnos en los momentazos vividos.

La potencia del Canuto del Montero fue lo más de esta jornada, toda ella al completo una auténtica fiesta para los cinco sentidos. Allí, rodeados por los helechos, con un manto de musgo cubriéndolo todo, bajo las copas de cientos de ejemplares centenarios cuyas ramas tejen el cielo de los Alcornocales, y acunados por el sonido del cercano río Montero, hicimos el almuerzo, bien abrigaditos porque la humedad calaba hasta los huesos.

Ese frío fue el que nos privó de disfrutar más tiempo de ese mágico lugar. El frío y el reloj, ya que nos quedaba por delante un largo recorrido, el mismo pero de retorno, para volver al punto de partida. Así que a las 3 de la tarde cargamos las mochilas e iniciamos el camino de vuelta, que aún nos depararía un puñado de imágenes preciosas. Por citar alguna, la que nos regalaron dos ciervas corriendo por un prado cercano al sendero que tres horas más tarde, nos dejaría de nuevo en Patrite ¿o Patriste? Quién sabe...

Lo que sí sabemos es que Tempul, tras las citas feriantes y playera de las próximas semanas, habrá puesto en el Canuto del Montero el mejor punto y final posible a sus primeros 20 años de vida.

Tily Santiago

Visita a la Isla de Sancti Petri.

16 de Junio de 2019

Castillo de Sancti Petri La última de las actividades programadas para este curso 2018/19 no nos ha llevado muy lejos. A menos de una hora en coche, nuestro destino era el Poblado con igual nombre que el castillo. Pese a esa cercanía, considero que ha sido una jornada excepcional por varias razones, y quiero compartir para el recuerdo.

De entrada, ha sido una actividad sustanciosa. Como el cierre de programa suele ser en junio (rara vez hemos salido juntos en pleno verano) lo habitual es proponerse una meta no muy dura, de modo que si sudamos nos quede cerca el refresco de un chapuzón playero, para nuestro alivio corporal, o al menos tengamos a la vista el mar, para una relajación mental.

Esto parece implicar que el remate del curso sea más un día de recreo que otro de aprendizaje. Pero el domingo 16 pudimos aprender mucho.

Otro elemento excepcional (y con ese adjetivo ahora no digo que sea positivo) ha sido la falta del desayuno en común, dado lo tardío del encuentro.

No sé si por eso, por la modificación de fecha (la prevista era el sábado 15), por los cambios de detalles (hora de partida, lugar de almuerzo…) o por otra causa que callo, fuimos llegando con cuentagotas al destino fijado y no tuvo lugar el acostumbrado ritual del masivo saludo mutuo.

Siguiendo con los aspectos infrecuentes del día, toca el medio de transporte: ¡en barco! Porque las viví, sé que otras veces se ha embarcado Tempul en una travesía (así, cuando cruzamos el gran río en 2012 para pasear por Doñana, o en 2013 para la ruta del arroz). Pero esas aventuras fluviales quedan en pañales al compararlas con el crucero por mar, que nos asustaba un poco a los que somos de tierra adentro, y que supuso un torrente líquido de sensaciones (literal, aunque suene a exagerado) para varias de las personas que lo disfrutamos.

Ya pisando la isla parecieron confirmarse los temores de los más preocupados por la incertidumbre respecto al almuerzo: allí sólo hay una barra de bar y rudimentarios muebles, a base de palés y cubos de madera.

Sabíamos que tenían víveres, porque unas cuantas barras de pan y garrafas de agua habían hecho el viaje con nosotros, pero ya imaginábamos los platos de plástico volando con el viento cambiante, primero sur, luego poniente, y dejándonos sin comida.

Tras corta espera, y ajustadas cuentas entre nuestra tesorera y la jefa de cocina, pasamos al recinto interior del castillo. Nos guió, de modo simpático y amable, a la vez que experto y rico en datos, Fran Toledo. En los minutos que duraron sus explicaciones (a mí se me hicieron pocos) resumió más de tres mil años de historia humana y muchos más de historia natural, pues llegó a hablar de antiguas desembocaduras del Guadalquivir, en otro período climático. No puedo reproducir su interesante charla, pero tampoco me resisto a citar varias frases que dan idea de su contenido.

Los tirios, más de mil años antes de Cristo, fundaron Gadir (lo que hoy es Cádiz). Por aquella época, había tres islas: Kotinoussa (muy larga, desde Sancti Petri hasta el sur de la Caleta), Erytheia (la más pequeña, del Parque Genovés al muelle) y Antípolis (San Fernando o isla de León). Para rendir culto a su dios Melkart le construyeron un templo en algún lugar cercano al actual castillo. Tanta importancia tuvo ese lugar sagrado que rivalizó con otros dos: el original de Tiro (Líbano) en el extremo oriental del Mediterráneo, y el de Lixus (Larache) al otro lado del estrecho.

Tres funciones cumplieron históricamente los templos: como lugar de peregrinación, sede de conocimiento y centro de comercio. En este último aspecto, destacaron los negocios basados en el atún y en la púrpura. Como peregrinos célebres señalemos que en este templo, y ante la estatua del Hércules Gaditano, fue donde su padre le tomó a Aníbal el juramento de odio eterno a los romanos (mediado el siglo III antes de nuestra era). Y más adelante (en el 68 a.C.) sus sacerdotes, con gran sapiencia, auguraron a Julio César que llegaría a ser el emperador de Roma, consolando al entonces cuestor de su lamento tras compararse con Alejandro Magno. Sobra decir que estos personajes históricos están rodeados de leyendas.

Como suele pasar en las relaciones vecinales, ha habido muchas discusiones entre los ayuntamientos de Chiclana y San Fernando por la inclusión del islote de Sancti en sus términos municipales respectivos, pero desde diciembre de 2005 el TSJA afirmó que, si bien el poblado pertenece a Chiclana, el castillo y sus arrecifes son de San Fernando. Por cierto que los arrecifes presentan su actual apariencia de marmitas de gigantes debido a la extracción de piedra ostionera, porque sirvieron de cantera para construcción.

Visitamos seguidamente dos habitaciones: la sala de oficiales y la que llaman de dos hermanas (por las hijas del gobernador Echenique). No se visita la torre porque alberga un faro, en el mismo sitio donde estuvo el torreón de vigilancia de la almadraba local. Antes de salir a la batería semicircular, Fran se explayó con nosotros, pues también se encontraba a gusto. Primero le gastó una broma a Guillermo, que nunca olvidará cuando Hércules le prestó sus fuerzas para levantar a pulso un cañón más alto que él mismo. Luego nos explicó varias palabras raras y expresiones como las regañás (panes recocidos) que se comían a regañadientes los marineros, quienes si los mandaban mucho tiempo al carajo volvían acarajotados (mareados), y si podían bajar a tierra se ponían las botas (para hartarse de comer). Por su parte, los almadraberos se iban de cachondeo a gastarse el sueldo en juergas junto al río Cachón.

En la batería nos contó que, para defender mejor la bahía, su fuego era combinado con el de otras fortificaciones como la de Urrutia, que visitamos en 2011 andando desde la Playa de Camposoto a la punta del Boquerón. También vinieron entonces los hermanos Mira Palacios.

Pasando junto a restos de la ermita (fechados en 1217) nos dijo que ésta no la habían reconstruido para evitar “falsos históricos”. Atravesando la vivienda del gobernador que contaba con letrinas propias, volvimos al primer patio, donde están la batería de avanzada (orientada al mar) y el pozo de mareas. Éste tiene agua dulce y su régimen es opuesto al marino: sube su nivel con la bajamar, y baja al mínimo con la pleamar.

De 1823 a 1829 sufre esta zona la ocupación francesa, a cargo de los cien mil hijos de San Luis y con la excusa de liberar al rey Fernando VII preso en Cádiz. Eso propicia mayor pérdida de restos arqueológicos, pero se han seguido produciendo hallazgos fortuitos, que han acabado la mayoría en el museo provincial. Allí están la Thoracata (estatua imperial), los idolillos como exvotos, y una tabla fenicia a modo de cartilla de aprendizaje.

Los grafitis de esta zona dan lugar a nuevas anécdotas, como la de Falla comparado con Wagner y la de Viva Te como propaganda de la alcaldesa de la capital. Y termina Fran su amena charla advirtiendo de que en esta isla, incluida en el Parque Natural Bahía de Cádiz, hemos de cuidar una especie vegetal amenazada. La planta es parásita de otras especies y se llama

Cynomorium coccineum, pero es más conocida como Jopo de lobo, Hongo de Malta o Cipote moruno. La vimos luego, antes de regresar al embarcadero.

Una sorpresa agradable nos esperaba al volver al mirador de entrada: el personal de la empresa nos había preparado dos largas mesas, con sus manteles, cubiertos, y sillas para las treinta y siete personas que formamos el grupo, bajo las lonas que nos protegían del sol. Eso ya convertía el lugar en un aceptable comedor.

Con el apetito propio de los aires playeros disfrutamos del salmorejo inicial, el arroz (negro o con setas) como plato fuerte, y el melón y la sandía como frutas de postre. Se pudo repetir de todo, salvo de las estupendas hamburguesas de retinto, con salsa y nachos, que devoraron Ale y Guille ante la mirada envidiosa de más de uno.

Como el grupo debía dividirse, porque las embarcaciones no podían llevarnos a todos en un solo viaje, hubo quienes pudimos bajar a la playa para acercarnos más a la naturaleza. Y el tercer subgrupo vio alterada su derrota por atender al rescate de otra lancha en apuros, pero final y felizmente todos pisamos de nuevo tierra firme. La despedida fue en el aparcamiento, pues unos teníamos más prisa para volver que otros. Pero me consta, gracias a lo buenos que son nuestros reporteros gráficos, que algunos compartieron una última bebida en el chiringuito Bongo, al igual que se pudo hacer en el Club Náutico por la mañana, antes del embarque.

Para terminar, un agradecimiento y una constatación. Ésta resulta de comparar los recuerdos de años distintos. En mi familia intentamos visitar La Barrosa todos los veranos, y eso facilita que seamos testigos de los cambios en su zona. En 2012, recién abierto al público el Castillo de Sancti Petri, lo visitamos. Nos atendieron unas jóvenes con buena disposición, pero bastante inexpertas. Sus carencias las suplían una veintena de paneles, repartidos por el patio y las estancias, con abundante información sobre la historia del monumento. Siete años después no he visto huella de ese interesante mobiliario, cuya riqueza de datos intenta reemplazar la charla de Fran. ¿No podrían mantener esa cartelería, para que los grupos grandes no impidan el acceso de todos, incluso los que nos estamos quedando sordos, al relato histórico? Espero que no degenere el cuidado de las instalaciones, pues su indudable valía lo merece.

Las gracias se las doy a cuantos han dedicado su tiempo a preparar esta estupenda visita y a toda la directiva, pues con ella concluye un programa satisfactorio a más no poder, en el año en que completamos veinte ejercicios de andadura como asociación. ¡Congratulaciones!

Pepe Abollo, 2019.

CURSO 2019-2020

Alcalá de los Gazules. Cañada Real de los ratones.

19 de Octubre de 2019

CRÓNICA DE LA QUE PUDO SER Y NO FUE A las 8,30 horas de la mañana y, como es costumbre en esta Asociación, no reunimos en la antigua venta los negros, ahora gasolinera, para emprender una nueva jornada de nuestro amado senderismo, pues después de este verano tan seco, teníamos ganas de salir a andar.

Sobre las 9,15 horas nos encontramos desayunando en la Venta Los Santos, en la autovía de Los Barrios, unas 23 personas, descontadas varias que por diversos motivos sufrieron baja de última hora.

Nos fuimos donde comienza el sendero denominado Cañada de los Ratones, no sabemos el porqué de ese nombre, y cual sería nuestra sorpresa, cuando a la entrada del mismo encontramos mucho movimiento de coches y motos, y sospechamos ¡cazadores! Efectivamente lo eran.

Al cabo de un kilómetro aproximadamente, nos encontramos por el camino con un hombre motorizado, quien nos aconsejó que no siguiéramos.

Había jornada de montería, tiro de rifle (Ciervo y Venado) en el embalse. Por

consiguiente, reunido el gabinete de crisis, tomamos la decisión de desandar el kilómetro recorrido y volver a los coches.

Nos encaminarnos al Centro de Interpretación del Parque de los Alcornocales para visitar el jardín botánico. Antes de llegar a los coches nos encontramos con un aficionado a los insectos que estaba capturando unas arañas en la tierra que denominaba de escaleras, creo recordar. Nos dio una breve charla sobre dichas arañas algo interesante.

Nos sorprendió gratamente el jardín botánico. Parecido al del Bosque, pero de menor dimensión, La única pena es que no era la época idónea para visitarlo, pues después de la sequía que llevamos, las plantas estaban sin flores y un poco mustias, pero todas muy bien identificadas. Después de esta visita, decidimos ir hacia a la Venta Los Santos, dejar los coches y emprender recorrido andando hasta la Ermita de la Virgen de Los Santos de Alcalá de los Gazules. Tras unos dos kilómetros aproximadamente por una carretera con apenas tráfico y campos de labranzas a nuestro lado. Llegamos a la ermita y entramos a rezarle a la virgen, que según los entendidos es muy milagrosa, pues tiene multitud de cuadros, cuadritos y exvotos de los milagros acaecidos.

Después de la foto de grupo, salimos fuera y realizamos nuestro acostumbrado rengue. En ese momento llegaron un grupo de peregrinos con una Virgen llevada a hombros. Eran sevillanos de una orden Agustina, según nos dijo nuestro amigo Nacho, (del Cádiz C.F.).

Nos volvimos andando hacia la venta donde disfrutamos de un opíparo almuerzo y nos emplazamos para la próxima salida, esperando que no tengamos que anularla o cambiarla por motivos ajenos a nosotros.

Pedro L. López

Sierra de las Viñas. Aljibe. Villaluenga del Rosario.

23 de Noviembre de 2019

ANDAR, ADMIRAR, CONVERSAR, CONVIVIR…

POR LA MANGA

En mi primera crónica quiero tener unas primeras palabras de agradecimiento para todos por acogerme de forma tan cariñosa y amable en vuestra asociación de Tempul. Gracias de corazón.

Me encargó el señor presidente la crónica de esta actividad e intenté eludir el compromiso, pero por lo visto el imperativo era de obligado cumplimiento. (Esto es broma).

Lo mío no es esto de unir palabras que sean agradables a la lectura, pero lo intentaré.

La mañana de este 23 de noviembre del 2019 comenzó nublada y algo ventosa con menos frío de lo esperado. En la gasolinera de Piscina Jerez nos reunimos 14 no muchos pero bien avenidos. Después del ritual de los

saludos afectuosos y reparto de senderistas y coches nos dirigimos a desayunar en la venta Mesa Jardín.

En buena armonía, con desayunos variados, comenzaron las agradables tertulias matutinas. Algunos compañeros y compañeras aprovecharon para comprar diferentes productos desde tomates a roscos de Arcos que más tarde algunos probamos, gracias a la generosidad de nuestros amigos y amigas. Y rumbo a nuestro destino.

Para ser exactos aunque la actividad de esta ruta se informó, de una determinada manera, se hizo al revés por resultar más cómoda y por aquello de las pendientes muy pronunciadas.

Nuestro caminar se inició en el parking de Villaluenga, en vez de en plena Manga. La temperatura era sobre diez grados pero la sensación térmica era más baja. No sobraba, para nada, el abrigo. Al comenzar esta subida un pequeño y coqueto puente parece darnos la bienvenida. Primeras fotos. La alegría fue de todos al ver por fin correr el agua bajo su arco. La primera subida por un camino hormigonado por parte del llamado GR-7 que también lleva a los Llanos del republicano. Se podía transitar con vehículos y recordé aquella frase de que “el paisaje se conquista con la suela del zapato y no con las ruedas del automóvil”. Nosotros como buenos senderistas lo conquistamos a pie y fue mucho más gratificante, hasta coronar el puerto de las Viñas.

El ritmo fue bueno y constante, si te girabas las vistas eran majestuosas con Villaluenga a nuestros pies.

Arriba donde se separa el camino que va a los Llanos y hacia nuestro destino, aparece un afable pastor con su rebaño de ovejas y alguna cabra y nos advierte que por las lluvias recientes el camino puede estar regular, por el barro. Dándole las gracias por la información decidimos proseguir con nuestra caminata.

Las charlas entre compañeros y amigos se suceden algunas banales y otras más trascendentales pero siempre interesantes y didácticas. Una de estas conversaciones es sobre el agua, ha llovido y se nota. Los comentarios de júbilo se suceden. Yo escucho y sonrío con satisfacción.

Empezamos una bajada con dirección a una cabreriza, el viento se para, por momentos, al abrigo de la montaña. Ese viento que a veces es de barlovento y otras sotavento, según en contra o a favor no lo recuerda los que son de puerto de mar. Yo escucho y aprendo.

Los buitres rondan las corrientes térmicas y se perciben como puntitos alados en el cielo. La tierra huele a mojada y se siente. Las nubes surcan veloces el cielo. Yo disfruto y pienso…

Unas vacas un tanto famélicas de cuernos largos curiosas.

y finos nos miran

En la bajada, al final una cancela que pasamos sin dificultad. El camino se termina y nos conduce a la cabreriza. Comienza una senda que un poco más adelante se convierte en caminito de cabras.

Las 12, nuestro rengue aunque esta vez parece más, un mosto portátil. El amigo Juan Antonio (generoso) trae uno de Trebujena “de muerte” y para rematar amontillado, de lujo. Todos compartimos como buenos hermanos.

Como curiosidad, donde nos paramos había una pileta de piedra tallada, que parecía una tumba, llena de agua de lluvia. Creo que era un abrevadero.

Retomamos de nuevo el caminito de cabras picando hacia arriba ahora, en busca del puerto de los Majanos de Aguilar (957 metros). Llegamos a un corralón, para el ganado, subiendo desde el valle. Un muro de piedra nos corta el camino no tiene ni cancela ni angarilla ni escala para sortearlo con la agilidad lo pasamos incluso con la alambrada que tenía. Superado el obstáculo una piara de cerdos ibéricos con sus crías salen corriendo ladera arriba. Anduvimos entre encinas algarrobos y algún acebuche. Y vemos algunas bellotas que todavía no se han comido los animales.

Ante nosotros se nos muestra un gran aljibe encalado, grande y bien conservado. Preparado para recoger con ingenio las aguas de lluvia de tres formas diferentes. Curioseando y asomándonos a la embocadura parece más grande por dentro que por fuera.

Enfilamos la subida al segundo y último puerto de Majanos por un camino ancho pero con piedras sueltas.

Arriba, ya en la bifurcación, de frente se nos presenta con toda grandiosidad la Sierra del Caillo y a su falda la manga, de verdes pastizales, donde se alimenta la afamada cabra payoya. Bajando por una pendiente muy pronunciada y también hormigonada y rugosa para permitir el tránsito de vehículos todo terreno. Llegamos a la cancela de una pequeña explotación ganadera. Estas vacas sí están más gordas y lustrosas que las anteriormente vistas. Unos perros nos ladran y caminamos en busca de una última cancela para llegar a un descansadero en el kilómetro 10 que une la carretera Benaocaz –Villaluenga, en plena Manga. No dirigimos en fila de uno por dicha vía con destino a la localidad serrana de Villaluenga.

Era temprano cuando terminamos la ruta de este buen día de sierra.

Donde dejamos los coches había un bar, algunos tempuleros, se tomaron algo y otros optamos por acercarnos a la Sima. Al aproximarnos ya se podía escuchar la mucha agua que se dirigía esa cavidad emblemática y referente de espeleólogos. Manolo me comentó que la salida de esas aguas brotaba en manantiales de Ubrique. Ilustrándonos una vez más.

Ya todos juntos nos fuimos a un parque cercano, con sus mesas de madera.

Compartimos viandas, bebidas (otra vez yo… amontillado) y buena conversación. Pero hacía un frío que pelaba. Nos apresuramos, pues ya sabemos cuándo hace frio y “comíos “, después “arrecíos”. (Por aquello que la sangre va al estómago repletito).

No dispuestos en acabar este singular día decidimos poner dirección a Grazalema. Teníamos dos anfitriones de categoría César e Isabel. Nos enseñaron con una amabilidad extrema su casa, de este precioso pueblo serrano. Isabel nos contó anécdotas que me hicieron recordar mi niñez.

Fueron momentos entrañables, gracias.

Más tarde algunos marcharon de vuelta no sin una despedida afectuosa.

Otros nos quedaríamos a tomar la penúltima, que se dice, en un barcafetería cercano.

También nos dio tiempo a algunos para degustar unos buñuelos en una antigua parroquia, donde nos informaron que más tarde se celebraría una zambomba.

Gracias a todos los que anduvimos este camino acordándonos de aquellos que no pudieron venir y que puedan para la próxima. Un abrazo.

José Luis

Garganta de Mariano: Parque Los Alcornocales (Facinas).

11 de Enero de 2020

LOS CAZADORES

En todas las excursiones hay algo que contar y en esta no podía ser menos.

Esta vez nuestro punto de encuentro a las 8.30 de la mañana fue la gasolinera que está junto a La Bodega Las Copas. Allí nos concentramos la mayoría de los andantes. Al llegar con el tiempo justo no dio tiempo a los saludos y felicitaciones del nuevo año, lo haría en el desayuno, en La Barca de Vejer, junto con los que se incorporaron en dicho punto. Allí más de uno degustaría entre charlas y risas, el famoso lomo en manteca.

De ahí nos dirigimos, como siempre en coche, a nuestro destino, Facinas.

Aparcamos los coches, en la puerta de la Ermita Divina Pastora. No sé si todos, pero la mayoría entramos para verla, la curiosidad nos pudo. Hubo comentarios y risas, algunos santos no estaban bajo su nombre correspondiente. Llamó la atención el tamaño del niño Jesús en el misterio que todavía permanecía de las navidades.

Tras la visita hicimos la foto grupal, 25 senderistas, y empezamos nuestra ruta, no sin antes parar en el mirador y disfrutar de la panorámica del paisaje y de la sierra de Grazalema.

Atravesamos asfalto y casas y sin darnos cuenta estábamos andando entre vegetación, no sin antes advertirnos un local de la zona que había cacería.

El grupo hizo caso omiso y seguimos el camino entre encinas, matorrales y como no alcornocales, disfrutando de la belleza del paisaje y de las conversaciones de unos y otros.

En nuestro trayecto nos encontramos con 3 preciosos caballos blancos que fueron tan generosos que posaron para nosotros entre los árboles.

Durante el trayecto nos acompañaba el sonido de las cornetas de los cazadores y sus voces. Venían del margen izquierdo, en la parte baja de la ladera. Se oían lejanas, pero se escuchaban y los pudimos ver por sus chalecos amarillos y naranjas. Me pregunto, nos estarían ya advirtiendo?.....

Quizás sí, pero continuamos andando entre la vegetación del lugar, cuando unas voces cercanas nos hicieron detenernos. Eran las de 2 ó 3 cazadores.

Nos gritaban que nos fuéramos por nuestro bien. Entre palabras de unos y otros nos increparon con dos tiros al aire. Ante esto llamamos a la policía y a emergencias para comprobar si tenían permiso y si podíamos seguir o no, aún estamos esperando respuesta.

Esto provocó diversidad de opiniones en el grupo, si seguíamos o no. Para algunos era la segunda vez que pasaba y no estaban dispuestos a renunciar a la excursión.

11 senderistas, entre los que me encuentro, decidimos seguir la ruta. El resto regresaron a los coches y se dirigieron a Bolonia, disfrutando el resto del día del mar y de las ruinas de Baelo Claudia.

Los que seguimos, íbamos un poco con incertidumbre, ya que seguíamos escuchando sonidos de los cazadores y hablando de lo sucedido. No fue hasta el rengue donde nos relajamos compartiendo frutos secos y alguna chacina.

Desde ahí, hasta que paramos de comer fuimos viendo distintas gargantas y cruzando los pequeños arroyos con las piedras sirviéndonos de apoyo.

Nos encontramos con 3 cazadores, no hubo ningún problema, uno nos saludó y otro paso en silencio.

Sobre las 2.30 fue nuestra hora de comer nuestro bocata y fruta, entre conversaciones. De ahí supuestamente era el inicio del regreso. Nos desviamos un poco entre subida para observar un dolmen y para observar que había en lo alto de la ladera. Lo que había era un bonito paisaje, los montes de Bolonia, vista del estrecho y los montes de Africa. Al estar el día entre nubes y al haber bruma, casi no se distinguía.

Ya si que iniciamos el regreso. A la salida antes de tomar la carretera para dirigirnos a los coches, observamos un cartel, que ponía "Atención no pasar, montería" y un jabalí pintado. Estaba puesto encima de otro que ponía Coto Deportivo.

Esta excursión nos lleva a la conclusión que en época de cacería habrá que llamar, no se a dónde, para informarnos y ver si podemos andar y disfrutar de nuestro trayecto.

A pesar de todo, una bonita excursión anecdótica.

Oliva Acosta

Puerto de las Palomas. Cerro Coro.

18 de Enero de 2020

VISTAS FANTÁSTICAS, VIENTO, FRÍO, AGUA El pasado sábado 18 de enero realizamos la excursión subida a Cerro Coros desde el Puerto de las Palomas en Grazalema.

Comenzamos el día como de costumbre con la quedada en la gasolinera junto a piscinas Jerez, para dirigirnos a continuación a venta Mesas Jardín y desayunar.

Una vez concluido el desayuno nos dirigimos en nuestros coches hacia el Puerto de las Palomas. Aparcamos los coches en un aparcamiento previo a una distancia aproximada de tres kilómetros que anduvimos por la carretera.

En el transcurso de este pequeño recorrido pudimos disfrutar de unas vistas espectaculares, así mismo, como de su vegetación tan característica de nuestra sierra gaditana. Una vez llegados al puerto de Las Palomas y después del “fotocol” en el cartel que anuncia la altitud del puerto, iniciamos la subida veintiun valientes dispuest@s a superar la altitud y las adversidades climatológicas.

El tramo inicial transcurrió por una estrecha vereda, desde la cual pudimos divisar unas vistas increíbles del pantano de Zahara.

Una vez pasadas las doce del mediodía y como es de costumbre realizamos nuestro rengue donde compartimos vino, comida y charla. Fue breve pero muy necesario debido al frío que hacía.

Continuamos el ascenso por la vereda estrecha, desde donde pudimos ver el vuelo de varios buitres que volaban por debajo nuestra. Por fin y después de una hora de subida logramos alcanzar el punto geodésico del Cerro de Coros.

El último tramo de subida presentó alguna dificultad debido al fuerte viento que soplaba y que impedía a algunos seguir subiendo. Después de las fotos en el Cerro de Coros iniciamos el descenso por la parte trasera del monte con un desnivel bastante pronunciado y muy pedregoso que realizamos con algo de dificultad.

Una vez finalizado el camino y con una climatología amenazante de lluvia iniciamos la bajada a los coches. Este camino se desarrolló con normalidad pudiendo disfrutar a pesar de la lluvia de las cabras montesas que se encontraban casi a pie de carretera.

Ya en los coches y con una fuerte lluvia decidimos emprender camino de regreso y buscar un sitio de refugio donde poder almorzar, el sitio elegido fue el merendero Puerto del Boyar que nos vino de maravilla. Compartimos comidas, bebidas y postres.

Terminamos la jornada tomando café en venta Mesa Jardín donde pudimos disfrutar de un rato muy agradable compartiendo experiencias y sensaciones del día.

Gracias a tod@s l@s que compartimos este camino, acordándonos de los que no pudieron venir y esperando vernos en la próxima excursión.

Un abrazo.

Juan Antonio.

De Benaocaz al Salto del Cabrero.

1 de Febrero de 2020

CRÓNICA DE LA EXCURSIÓN AL SALTO DEL CABRERO (1-2-20) El sábado 1 de Febrero era el día señalado para realizar la excursión al famoso y conocido Salto del Cabrero.

Como siempre quedamos junto a la gasolinera de la carretera de Arcos, esta vez tempranito. Y como siempre desayunamos en la venta de siempre que vamos por esa carretera. Y como siempre nos atendieron rápido y bien y como siempre nos pusimos hasta la bola de los productos que sirven allí, muy típico para vegetarianos y veganos.

Llegamos a Benaocaz y sobre las diez y cuarto comenzamos nuestra ruta. Ésta comienza con una ligera bajada hasta el río Pajaruco, un sendero precioso que discurre entre una espesa vegetación de encinas. Aunque el suelo estaba un poco resbaladizo, da mucha alegría contemplar el suelo mojado y el río rebosando de agua limpia y cristalina.

Pronto se acabó lo bueno pues comenzamos a subir el puerto de D. Fernando.

El Puerto de Don Fernando antaño fue la principal vía de comunicación entre Benaocaz y Grazalema. Recibe tal denominación con motivo del paso de los Reyes Católicos por Benaocaz durante la época de la Reconquista. Se cuenta que estando los monarcas acampados en este lugar recibieron la visita de las mujeres del pueblo, que le hicieron entrega de sus joyas según unos como contribución a la conquista de Granada y según otros para que le garantizasen el mantenimiento del status de sus habitantes. Desde entonces se conoce el dicho “En Benaocaz, la hembra lo más”.

La subida era dura pero corta. Al llegar arriba hicimos nuestro tradicional rengue junto a un árbol singular, una encina llamada “La Alcahueta”(sobra todo comentario sobre tal denominación).

Proseguimos nuestro camino, ya mucho más cómodo, y pudimos observar el famoso aljibe. El aljibe está situado en una amplia meseta. Tiene un tejado a dos aguas, con unas canaletas en la parte posterior que recogen el agua de la lluvia y la derivan al interior. Frente a la ventana se encuentran dos pilas abrevaderos construidas con ladrillos y piedras, sin conexión con el aljibe.

También pudimos observar la ganadería típica de la zona. Aparte de las tradicionales reses, estaban unos burros con muchas ganas de acercarse a nosotros, aunque no creo que demandaran lazos de amistad, sino más bien estaban desfallecidos y muy hambrientos, como después pudimos comprobar.

Al terminar la amplia meseta en la que nos encontramos (una dolina para los expertos) seguimos caminando para poder llegar al famoso mirador del Salto del Cabrero. En realidad este era el objetivo de nuestra excursión.

Este mirador no defrauda a nadie. Las vistas son maravillosas: Impresionantes vistas desde el interior de la falla y las sierras colindantes, tales como La Silla, El Picacho, el Aljibe, Higuerón, Sierra de Las Cabras. Es increíble el desfiladero que aquí se ha creado, separado por dos grandes paredes verticales llenas de nidos de buitres.

La composición caliza de estas sierras origina un paisaje de simas, galerías, cuevas, abrigos y fallas como este desfiladero, brecha que parte en dos el cerro con paredes verticales que superan los ochenta metros de altura, dejando un paso entre ellos de no más de cincuenta.

Que éstas sean tierras de cabreros no nos resultará extraño, dada sus características, pero necesitaríamos dejarnos convencer por las leyendas para creer que uno de ellos, portando una cántara de leche para su hijo enfermo o huyendo de un prestamista, lograra dar este salto de una a otra cumbre del desfiladero, casi gemelas y separadas unas decenas de metros.

Otras leyendas hablan de la intercesión de la Virgen en la formación de la falla, de la hija del susodicho cabrero, de la rivalidad entre religiones….De cualquier manera lo importante es que la riqueza cultural que atesoramos no la perdamos y las tradiciones orales formen parte de lo más selecto de nuestra cultura Ante este marco incomparable nos hicimos la tradicional foto de familia.

A continuación volvimos sobre nuestros pasos para volver a la meseta y seguir el camino que conduce a Grazalema, que como todos sabemos está cortado a la altura del cortijo. Buscamos la otra perspectiva del Salto del Cabrero. El camino era un poco difícil, se perdía de vez en cuando, pero pudimos concluirlo y llegar al objetivo propuesto. La otra perspectiva tampoco tenía que envidiar a la primera: Magnífica panorámica.

De nuevo regresamos a la meseta de donde partimos y allí iniciamos el camino de regreso, no sin antes hacer la parada obligatoria para el bien merecido almuerzo. De nuevo y como siempre pudimos saborear la extraordinaria tortilla de nuestra querida Mari. Una excursión sin esta tortilla es como un jardín sin flores. Como decía Descartes: “Los más generosos acostumbran a ser los más humildes” y “cuando somos grandes en humildad estamos más cerca de lo grande” (Tagore).

A partir de aquí todo era muy fácil, una larga bajada que nos conduciría de nuevo al puente del Pajaruco. Y de ahí la última subida hasta Benaocaz.

La jornada fue inolvidable, como siempre, por la compañía, por el paisaje y esta vez por la extraordinaria climatología que nos acompañó todo el trayecto. Un cielo límpido y una temperatura más que agradable.

Y como siempre: un placer y un honor.

“La vida de cada hombre es un camino hacia sí mismo, el intento de un camino, el esbozo de un sendero” (Hermann Hesse)

López & López.

Día 8. Ronda- Benaoján y vuelta en tren.

8 de Febrero de 2020

CHUCUCHUCUCHÚ, CON EL JALEO DEL TREN….

Gran jornada de Tempul en tierras malagueñas, con caminata entre las estaciones de Ronda y Benaoján, en un febrero primaveral.

Lo normal un 8 de febrero en el corazón de la Serranía de Ronda es llevar guantes, bufandita y hasta gorro de lana, para combatir el frío en medio del campo. Lo anormal es que un 8 de febrero estemos en manga corta casi desde primeras horas de la mañana. Eso puede ser estupendo, sobre todo para la gente friolera, pero a mí particularmente me preocupa, y mucho, porque es un claro signo de que algo no va bien, es una señal más de que nos estamos cargando este planeta que deberíamos cuidar con mucho mimo, porque es lo que vamos a dejar en herencia a los que vienen empujando.

Pido disculpas doblemente, primero por la tardanza en redactar y compartir este relato de la penúltima actividad de Tempul, demora justificada por razones de trabajo (creo que soy de los poquitos socios y socias de Tempul

que seguimos cotizando), y segundo por ese arranque de crónica en clave un poco pesimista, que refleja un estado de preocupación, cada vez mayor, por eso que hemos dado en llamar el cambio climático, de lo que mucha gente habla con ligereza, otros muchos incluso desprecian, y que a algunos, me parece que menos de los que debiéramos ser, nos preocupa, y mucho.

Dicho esto, voy al grano, tratando de rememorar algunos de los detalles vividos ese 8 de febrero, en una estupenda jornada de senderismo a la que, a falta este año de Conejeras, unos cuantos sumamos un fin de semana de sierra realmente inolvidable en Montejaque. Pero esa es otra historia.

La que nos interesa ahora es la que comenzó para esta cronista a las 10 y media de la mañana en la Estación de Ronda, donde los 8 tempuleros que fuimos el día antes de avanzadilla a Montejaque nos encontramos con el resto del grupo, procedente de Jerez. Y de El Puerto y Rota….

En esta ocasión, Pepe Abollo llevó las riendas del grupo, guiándonos por un recorrido del que no daré aquí detalles porque está perfecta, detallada y ampliamente descrito en la pre-crónica del propio Pepe publicada antes de la excursión en nuestra web. Como buen guía, lo primero que hizo Pepe fue contarnos. Y no lo tuvo fácil, porque entre que algunos se escaparon a comprar el billete de tren para la vuelta, otros estaban aparcando, y otros se escondían sin querer, costó una vida cuadrar la cifra real de caminantes, que resultó ser de 19. A saber: El guía con Victoria Jr. y Gabriel, Alejandro y su cuñado Ignacio (las hermanas Palacios esta vez estuvieron ausentes), Dioni y Mila, Chari y Manolo, Ángeles y David, Charo sin Luis (que se quedó en Ronda con sus virus); Oliva, Isa, José Luis, Miguel y Ana, José Ramón y la que escribe.

En la estación de Ronda nos despidió Luis, mientras que Salvador y Carmen nos acompañaban un trecho para retornar después al coche, con una misión: explorar la última parte del itinerario para informar al grupo si podríamos pasar por la Cueva del Gato o el sendero estaría cortado, en cuyo caso tendríamos que añadir un trecho más, por encima de la cavidad, lo cual habría supuesto un esfuerzo importante que finalmente no tuvimos que hacer.

Aplausos La salida de Ronda fue de mirador en mirador: primero el de la Virgen del Rocío, desde donde pudimos disfrutar de una perspectiva extraordinaria de la Serranía y comprobar la devoción que despierta esa imagen entre las lugareñas; después el llamado de los Geógrafos, donde la Asociación Española de Geografía quiso dejar constancia escrita en una placa de que “el paisaje de la Serranía de Ronda es su principal seña de identidad y su mejor aportación a la cultura universal” (un magnífico lugar para una preciosa foto de grupo). Y por último, un tercer mirador desde el cual observamos la Picha del Moro, “un monolito pétreo de característica forma, pulido a lo largo del

tiempo por la erosión, próximo a las murallas medievales de la ciudad”, según explicación leída en Malagapedia.

Desde este lugar, nuestro guía nos mostró también el camino que tendríamos que haber recorrido si hubiéramos seguido la ruta inicialmente prevista por la zona baja de la ciudad, la cual ya hicimos el fin de semana de Conejeras hace dos años y por eso, Pepe la descartó con acierto, llevándonos por una ruta alternativa que nos ahorró un buen trecho de 2 o 3 kilómetros.

La calle Jerez, ¡onmipresente siempre esa ciudad!, nos llevó hasta una pista, de tierra primero y asfaltada en el siguiente tramo, por la que en descenso, fuimos dejando atrás el casco urbano, del que nos despedimos definitivamente en el lugar donde se encuentra la bodega Descalzos Viejos, cuyo mirador nos ofreció las últimas vistas en perspectiva de la Serranía rondeña.

El sendero, a partir de ahí, fue un paseo, coincidente en algún tramo con el Camino de Santiago, a tenor de las flechas que descubrió Mila en un par de puntos, y que como siempre que el grupo topa con esa señal, nos hicieron rememorar los buenos momentos vividos y disfrutados por los peregrinos y peregrinas de Tempul en las no pocas etapas que hemos compartido.

El paisaje nos brindó también un precioso fotocall, en forma de mimosa cuajada de flores amarillas, poco antes de topar con La Indiana, una pedanía de Ronda con una coqueta escuela rural, adosada a una capilla, junto a la cual pudimos charlar con una pareja de pastores sobre su rebaño de ovejas y sobre la abundante ganadería de la zona. La carretera que une Ronda con Benaoján atraviesa este núcleo de casitas, que nació a finales del XIX en torno a la estación ferroviaria de Montejaque, la cual se fundió en 1985 con la de Benaoján, quedando la Indiana en desuso.

Dejamos este lugar para iniciar desde ahí un tramo junto al río Guadalevín, que abandonamos poco después para cruzar la vía férrea que une Ronda con Benaoján, luego con Jimera y por último, con la ciudad de Algeciras. En ese punto, un poste informativo nos comunica que llevamos recorridos 5,7 km. desde Ronda, y que tenemos por delante otros 5,6 km. hasta Benaoján, en lo que dicha información denomina “Gran senda de la Serranía de Ronda”.

Buena parte de esa distancia que tenemos por delante discurrirá, desde ese punto, junto a la vía férrea. No hay manera de esquivarla porque no se atisba ningún sendero alternativo. Tan es así que incluso el rengue, demorado por esa circunstancia (buscando un lugar alejado de la vía), hemos de hacerlo tan pegados a los raíles que cuando, en plena fiesta del oloroso y el cream, aparece en el horizonte el tren que une Bobadilla con Algeciras, el maquinista nos regala una larguísima pitada para alertarnos de su paso. El tren pasa, saludamos educadamente al pasaje, y seguimos a lo nuestro, las copitas y las tapitas, para reponer fuerzas, que hay que seguir.

A Charo y Ana, que tuvieron que desandar un trecho por haber tomado la delantera al grupo, les dimos una copita de más, para que compensaran el desgaste. En vasos de plástico (sin que sirva de precedente), porque el jarro (Harrods) se lo había dejado Charo en Londres, según la ocurrencia de José Luis.

Con los estómagos agradecidos reanudamos la marcha, y mientras parte del grupo debate sobre el lugar de la comida, ya que hay partidarios de hacerla en la Cueva del Gato y otros que prefieren la Estación de Benaoján, nuestro guía busca la piedra perdida. Iniciamos una subida, la única del día, corta pero intensa, ya que salvamos en un corto espacio un desnivel de 100 metros, hasta que por fin aparece la dichosa roca en la que acaba el ascenso y comienza una pronunciada bajada, que nos lleva directos a la Cueva del Gato.

Allí nos esperan ya (nos han saludado desde abajo cuando estábamos en el punto más alto) Carmen y Salva, a quienes agradecemos la información sobre el estado del sendero, que nos ha evitado tener que rodear la cueva por las alturas.

Son las dos de la tarde cuando alcanzamos la Cueva del Gato, lugar de visita obligada y poses fotográficas para el recuerdo. Terminada la sesión de fotos, una pradera junto al hotel que toma el nombre de la cueva es el lugar elegido para la comida, a la que se incorporan Luis, Isabel y Manolo, recién llegados de El Puerto para sumarse primero a esta reunión, y después al fin de semana semitempulero de Montejaque.

Ya quedó indicado al principio de este relato que María Victoria estaba ausente, por dos razones: corte (de césped) y confección (de traje de gitana).

Pero como parece que lo del café va en los genes, esta vez fue Ignacio quien nos sorprendió con ese estupendo broche a la comida. Cafelito que tomamos, por supuesto, en los preciosos y preciados jarrillos que nos ha regalado Tempul.

Y aquí paz y allí gloria, porque para quien escribe, en este punto acabó la ruta. Los dos coches en los que llegaron Luis y los Rodríguez nos ahorraron el resto del sendero a quienes pernoctamos en la zona, mientras el resto del grupo remató la caminata hasta Estación de Benaoján, tomando allí el tren que los llevaría de vuelta a Ronda. Por lo visto en las imágenes compartidas por nuestros estupendos fotógrafos, el final del día debió ser tan agradable como toda la jornada. Una más de buen pateo y mejor convivencia que este grupo puede sumar, con orgullo, a sus anales.

Tily

Benaoján - Pico de la Ventana.

22 de Febrero de 2020

Introducción En nuestra especie, la humana, amar implica el deseo de poseer. Cuando hablamos del amor por la naturaleza, unos entienden, o sienten, la necesidad de capturar e ingerir lo amado, otros desean protegerlo y preservarlo para que permanezca siempre como es, o como ellos deducen, o imaginan, o desean que fue en tiempos pasados, cuando todo era perfecto e idílico. Otros, nos conformamos con ver lo amado, conservarlo en el recuerdo y registrar su imagen con fotos que ayuden en el futuro a nuestra débil memoria. A mi pequeño pero inapreciable acto de amor periódico, compartido con los amigos de Tempul, me añade Manolo, el presi, que le dé también a la pluma y que narre lo que la imagen no pudo captar. Vamos a intentarlo, pero desde ya os digo, citando a Carl Sagan en “Contacto”, su maravillosa novela: “No hay palabras”; yo al menos, no soy capaz de encontrarlas.

Un camino duro pero bellísimo Después de un opíparo desayuno con el habitual pan de pueblo, aceite, tomate, zurrapa de hígado y lomo y otras delicias parecidas en la venta El Tropezón de Montecorto, nos dirigimos cuatro coches y los catorce miembros de la expedición al bello pueblo de Benaoján. Allí, a la salida en dirección Jimera de Líbar, dejamos los vehículos, junto a una fuentecilla que agradeceríamos mucho a la vuelta, y empezamos a andar. Un cartel nos anunció el sendero que llevaríamos inicialmente.

Se trata de un sendero que casi siempre va en ascenso y desde el que las vistas van siendo progresivamente más extensas. Al poco, atisbas Ronda en la distancia, un poco más allá los grandes picos de la serranía de Ronda, después, al ir girando a la derecha bordeando el monte al subir, la sierra del Pinar, incluso llegamos a ver el Pico Veleta de Sierra Nevada desde las posiciones más altas que alcanzamos.

Por el camino se encuentran varias angarillas que deben dejarse cerradas después de pasar. Algunas acompañan carteles que así nos lo explican, aunque en dialecto local. Según subimos, a nuestra derecha queda el macizo del Pico Ventana y cada vez más abajo, vamos dejando la carretera de la que empezamos. A pesar de la subida casi constante, el ánimo y la belleza del lugar nos hizo avanzar rápidamente, con sólo breves paradas para recuperar aliento y alguna para hacer fotos. Salvador, nuestro guía, y Pepe y José Luís que colaboraban, nos dejaban claro que este camino era duro y no nos podíamos detener mucho tiempo o no conseguiríamos coronar la cima. Aun así, encontramos un momento para hacernos una foto rápida junto a dos casas de campo derruidas que daban un encanto nostálgico al paisaje.

Poco después del momento de la foto, nuestro camino se desviaba del principal y un pintoresco cartel nos indicaba el posible destino, los Llanos de Líbar.

Esta parte del sendero, conocido como La Escalereta, conserva parcialmente un bello empedrado que sugiere la importancia de esta vía en la antigüedad. Según parece, se hizo en tiempos medievales. Va ascendiendo, cada vez con mayor pendiente, que casi llega a ser una escalera en algunos momentos, y va girando hacia la derecha, buscando un paso entre las montañas, en dirección a los llanos que están justo al lado contrario del Pico Ventana de donde dejamos los coches. El esfuerzo fue considerable, y casi ininterrumpido, hasta que alcanzamos un puerto de montaña, el de Cufría, en el que el sendero llanea brevemente. Por allí avistamos una era para aventar trigo abandonada donde decidimos hacer el preceptivo rengue y la foto oficial del grupo, que encabeza esta crónica. Eran las 12 de la mañana y el picoteo y los vinos a muchos nos supieron a teta por el esfuerzo anterior.

Según mi GPS, en el que tengo alguna fe, estábamos a 970 m, por lo que la ascensión de las dos horas anteriores había sido de unos 350 metros. Bastante esfuerzo, pero nada comparado con lo que se nos venía encima…

Al límite de nuestras fuerzas Aproximadamente a las 12:30 nos pusimos de nuevo en marcha, abandonando el sendero de los Llanos de Líbar para iniciar el ascenso al Pico Ventana. En poco tiempo estábamos en una pendiente que podía llegar a 45º y que parecía inacabable.

En este durísimo tramo, además de la guía de Salvador y Pepe, contamos con el entusiasmo y las arengas de José Luís, que estuvo todo el tiempo haciéndonos un “coaching legionario” magnífico. Muchos no podíamos evitar las risas en medio de intentar recobrar el resuello. La pendiente asesina duró como una hora en la que pasamos de 970 a 1200 metros cuando alcanzamos una zona plana desde donde teníamos una inconfundible vista hacia ambos lados de la montaña, augurando ya su cima, que aún así no era visible. En esta terraza, algunos decidieron que estaba bien para ellos por ese día de subida y decidieron esperar a los que quisieron seguir la ascensión.

Los que decidimos seguir iniciamos casi sin descanso la ascensión, que también fue difícil al no haber camino, solo algunos montoncillos guia de los que amablemente dejan los montañeros a sus compañeros de fatigas. Otra media hora y, cuando pensábamos que habíamos llegado a la cima, descubrimos que esta está doscientos metros más allá y hay que crestear un poco, y ascender algo más, para alcanzarla.

Aquí alguno también decidió esperar y conformarse con la vista del pico. Los demás seguimos y unos minutos más tarde, a las 2 pm lo conseguimos: Habíamos llegado al Pico Ventana, 1298 metros. Foto de rigor, admirar las vistas, que justifican el nombre y el esfuerzo de subir allí, y rápidamente para abajo.

El descenso hasta el campamento base fue rápido y bien, pero se decidió que debíamos descender la pendiente terrible y llegar a la era del rengue antes de comer para evitar problemas con el día más avanzado. La bajada prometía ser dura aunque más sencillo que la subida, pero nos cogió bastante cansados y costó bastante. Hubo alguna caída, como la de un servidor y alguno que lo pasó bastante mal pero cuyos detalles no daré aquí. Lo que se queda en el Pico Ventana, se queda en el Pico Ventana. Los guías decidieron hacer la parada para comer en un llano, que yo diría que ya pertenece a los Llanos de Líbar, bajo la sombra de una gigantesca encina doble. Entre los que llegaron los primeros a este lugar y los últimos pasó una media hora o así.

A las 4 y pico, ya repuestos un poco de la dura bajada, nos hicimos una foto en el mismo sitio que la excursión del 2013 y emprendimos camino de regreso a los coches.

Aunque bastante cansados, la vuelta fue agradable y sin incidentes importantes. En algún momento vimos cabras montesas, aunque a bastante distancia. Se decidió bajar hasta la carretera y hacer el último kilómetro o así por ella, para evitar más subidas y bajadas y facilitar el camino a los más cansados. Y así, cansados y felices, llegamos a nuestros coches, aproximádamente a las 6 pm, bebimos de la fuente que había donde los dejamos y emprendimos camino de vuelta a casa, no sin antes tomarnos un refresco en una tasca de Benaoján para reponer electrolitos y glucosa.

Algunos datos Según el GPS, las fotos y mis recuerdos, comenzamos el camino a las 10:20 am, anduvimos 13 Kms, en los que tardamos 7 horas y 22 minutos, de los cuales 4 horas fueron de camino y el resto paradas. Este último dato es un poco variable porque los que van más rápido andan menos tiempo y descansan más que los más lentos (el Universo es injusto de nuevo). El consumo de Kilocalorías en mi caso (dependen del peso, que no he de confesar aquí) fue de 2200, el más alto que he registrado en un año atrás. De las pasadas actividades de Tempul, la que más se aproxima en calorías es la del Salto del Cabrero, que sin embargo fue bastante menos agotadora.

Alejandro

Día de Andalucía: Ardales (Málaga). Cueva y museo.

28 de Febrero de 2020

Sea por Andalucía libre, España y la Humanidad…..

Teniendo en cuenta el día del que se trataba, no podía buscar otro título para esta crónica.

También la podría llamar: Baja sube, baja sube y vuelve a bajar y a subir del autobús pero esta vez con desayuno, pero me parece más indicada la primera debido a la importancia del día que nos ocupa.

Todo se comenzó a fraguar allá por Septiembre, cuando la Asamblea anual de Tempul decidió que esta día de Andalucía lo dedicaríamos a visitar la cueva de Ardales.

De inicio cita a primerísima hora de la mañana. En la explanada de Carrefour en El Puerto de Santa María, nos vimos los miembros de Tempul que acudíamos desde El Puerto (como tenemos fotos de grupo omito nombrar los que fuimos, así como omitiré también los nombres de los asistentes desde Jerez). Aún era de noche cuando recogimos al resto de los participantes en la explanada de Leroy en Jerez.

Aún no había amanecido cuando iniciamos el camino hacia la población de Ardales.

Punto de destino para visitar su Museo y la Cueva de Ardales o de la Trinidad como también se le llama en honor a su primera propietaria.

Con gran ilusión como presagio del espléndido día que íbamos a pasar nos dirigimos hacia la Venta El Arenal en Algodonales, lugar donde habíamos acordado parar y bajar para desayunar. ¡Bajar y desayunar! Ja Ja Que nos lo creíamos nosotros. La venta estaba abarrotá (como decía aquel malagueño ). Así que bajar y subir al autobús fue todo una, ¡ah! y por cierto que no sería la única. Pues nada a seguir camino. Durante el trayecto pasando por la vera de Olvera (como dice la rima) algunos tempulianos dieron sugerencias donde desayunar y por dónde coger para llegar Ardales, si por Campillos o por Teba, o desayunar en esta venta o tal otra.

Total que al final tiramos por la carretera de Teba, eso sí sin desayunar aún. Y como no nos decidíamos donde, ya cercano a Ardales, se decidió parar en una venta llamada Restaurante Rio Corbones. Así que todos abajo y a desayunar. Si Si. Segundo ¡! Ja Ja ¡!

Esta vez la venta no estaba abarrotá. Lo que ocurrió es que solo había una chica atendiendo al público y claro entre los que estaban en la venta antes de nosotros y la treintena de tempulianos que éramos, preveíamos que nuestro desayuno iba a coincidir con el Angelus, así que segundo sube y baja del día.

Y como estábamos cerca ya de nuestro destino, la mejor solución fue llamar al restaurante donde teníamos concertado el almuerzo, y decirle que también desayunaríamos allí. Y ese fue el tercer baja y sube pero esta vez con desayuno. Algo escueto por cierto, pero desayuno al fin y al cabo, que era de lo que se trataba.

Próxima parada tras el desayuno, museo de Ardales. Allí ya nos esperaban los guías que nos acompañarían en la visita a la cueva, y sin pausa apenas nos dirigirnos a la misma por una carretera algo complicada para el autobús por aquello de las pendientes y las curvas.

Ya bien entrada la mañana, comenzamos la visita a la misma, después de una breve explicación por parte de nuestros guías, del origen de la cueva, de sus características, y de las normas de visita que tenía. Al entrar por aquello del número clauxus en las visitas, fuimos divididos en dos grupos. Unos dirigidos por Gerardo y otro grupo del que no pongo su nombre por falta de memoria al realizar esta crónica, a los cuales desde la misma quiero agradecer la atención que tuvieron con nosotros.

La Cueva de Ardales o de Trinidad Grund fue descubierta en 1821 gracias a un terremoto que dejó libre la actual puerta de entrada. Trinidad Grund la adquirió y condicionó para su visita a mediados del siglo XIX, como complemento de su negocio termal instalado en la vecina Carratraca. Citada en el Diccionario de Madoz de 1850, en 1918 recibe una visita por dos ocasiones del Abate Breuil quien publica estudios de varias de las figuras pintadas y grabadas destacando su relevancia. A pesar de los estudios, la cueva cae en el olvido hasta 1985 en que se protege, se estudia y se reabre al público.

La Cueva conserva más de 50 figuras y otros símbolos pertenecientes al Paleolítico Superior (Solutrense y Magdaleniense, 18.000-14.000 a. de C.) casi todos localizados en la Galería del Calvario. Son figuras de animales, ciervas, caballos, cabras y un pez, grabadas en su mayoría con punzones o buriles de sílex. Otras están pintadas en negro, rojo y ocre-amarillo. También se han encontrado restos de época epipaleolítica (8.000 a. de C.) y del Neolítico-Medio-Final (4.000 a. de C.) en la Sala del Saco y en la Sala de Las Estrellas. En las Galerías Altas se conservan restos de enterramientos del Calcolítico. En general, los grabados y pinturas datan del Paleolitico Superior hace unos 20000 años.

El recorrido interior de la cueva es superior a 1,5 Kms., en el destacan la Gran sala, la Galería del Arquero, la Sala del Lago, la Galería del Espolón, la Galería de los Grabados y la sala de las Manos, además de encontrarnos con laberintos de columnas, lagos permanentes y bellas formaciones de estalagmitas. Se han catalogado más de mil motivos, entre los que destacan : la única colección de manos negativas de Andalucía, las representaciones de fauna y la presencia de una docena de figuras humanas femeninas.

La cueva destaca por su belleza geológica, sus grandes salas y galerías que conservan numerosos espeleotemas ( estalactitas y estalagmitas ) y un microclima que ha permitido una conservación óptima de los vestigios prehistóricos.

Acabada la visita y como la hora del rengue, ya se había echado encima, aprovechamos antes de subir al autobús, para realizar el mismo y como no, la foto que inmortalizara como es habitual la celebración de este magnífico día.

Tras la vuelta de la visita a la cueva aún hubo tiempo para visitar el museo arqueológico de Ardales, museo que alberga y conserva los restos arqueológicos provenientes de los yacimientos de la zona.

Ubicado en el antiguo Museo Municipal, en la entrada del municipio, este Centro ofrece la posibilidad a los visitantes de descubrir los modos de vida de nuestros antepasados desde tiempos prehistóricos, su expresión gráfica a través del arte rupestre, sus creencias y sus relaciones sociales. El complejo museístico ofrece un nuevo modelo de interpretación de los orígenes humanos a través de la divulgación científica de los yacimientos prehistóricos estudiados en esta zona de la provincia.

El Centro alberga una exposición permanente en seis salas: los orígenes y evolución humana; la Cueva de Ardáles; los pastores y campesinos del Neolítico; los poblados de la Edad de los Metales; los distintos rituales de la muerte; y la cultura y el arte.

Tras una breve visita al museo, el siguiente paso fue irnos a comer. El lugar ya lo teníamos decidido de antes, así que solo tuvimos que dirigirnos al mismo y nada, cada uno con su menú ya elegido anteriormente.

Posteriormente pequeña sobremesa y nuevamente todos de vuelta al autobús, para iniciar la vuelta a nuestro punto de origen.

Ya era más de misma tarde cuando nos despedíamos algunos en la explanada de Leroy en Jerez y otros (los menos) continuamos hasta El Puerto de Santa María, que fue el punto de partida de este inolvidable y magnífico día.

Como coincide que finalizo esta crónica (con algo de retraso por motivos de viaje) en unos momentos muy delicados para el país, solo quiero finalizar con una frase muy usada en estos días: CUIDATE DE TI, QUE ASÍ NOS CUIDAREMOS TODOS. Salud y hasta la próxima.

M.R.G.

P.D. Permitidme la licencia de haber recurrido a artículos de Internet para escribir detalles de la cueva y del museo.

NOTA: Este curso termina con esta excursión ya que el resto tuvo que suspenderse debido a la pandemia de COVID19.