UNÁNIMES 41

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UNÁNIMES

Domingo 19 de abril de 2009 II de Pascua - Divina Misericordia Juan 20,19-31

Domingo 26 de abril de 2009 III de Pascua Lucas 24,35-48

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DIÓCESIS DE SONSÓN-RIONEGRO AÑO 5 - No. 41 / Abril de 2009

Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos 20 y les dijo: «La paz con ustedes». Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. 21 Jesús les dijo otra vez: «La paz con ustedes. Como el Padre me 22 envió, también yo los envío». Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Reciban el Espíritu Santo. 23A quienes perdonen los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengan, les 24 quedan retenidos». Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor». 25Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en 26 su costado, no creeré». Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro y Tomás con ellos. Se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: «La paz con 27 ustedes». Luego dice a Tomás: «Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente». 28Tomás le contestó: «Señor mío y 29 Dios mío». Le dijo Jesús: «Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído». 30Jesús realizó en presencia de los discípulos otras muchas señales que no están 31 escritas en este libro. Estas han sido escritas para que crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengan vida en su nombre.

En aquel tiempo contaban los discípulos lo que les había acontecido en el camino y cómo reconocieron a Jesús en la fracción del pan. 36Estaban hablando de estas cosas, cuando él se presentó en medio de ellos y les dijo: «La paz con ustedes». 37Sobresaltados y asustados, creían ver un espíritu. 38Pero él les dijo: «¿Por qué se turban, y por qué se suscitan dudas en su corazón? 39Miren mis manos y mis pies; soy yo mismo. Pálpenme y vean que un espíritu no tiene carne y huesos como ven que yo tengo». 40Y, diciendo esto, les mostró las manos y los pies. 41Como ellos no acabasen de creerlo a causa de la alegría y estuviesen asombrados, les dijo: «¿Tienen aquí algo de comer?» 42 Ellos le ofrecieron parte de un pez asado. 43Lo tomó y comió delante de ellos. 44Después les dijo: «Esto es lo que les decía cuando todavía estaba con ustedes: “Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos acerca de mí”». 45Y, entonces, abrió sus inteligencias para que comprendieran las Escrituras, 46y les dijo: «Así está escrito que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día 47y se predicara en su nombre la conversión para perdón de los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén. 48 Ustedes son testigos de estas cosas».

Domingo 3 de mayo de 2009 IV de Pascua Juan 10,11-18

Domingo 10 de mayo de 2009 V de Pascua Juan 15,1-8

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Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las 12 ovejas. Pero el asalariado, que no es pastor, a quien no pertenecen las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye, y el lobo hace presa en ellas y las dispersa, 13 porque es asalariado y no le importan nada las ovejas. 14 Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas y las mías 15 me conocen a mí, como me conoce el Padre y yo conozco a mi Padre y doy mi vida por las ovejas. 16 También tengo otras ovejas, que no son de este redil; también a ésas las tengo que conducir y escucharán mi 17 voz; y habrá un solo rebaño, un solo pastor. Por eso me ama el Padre, porque doy mi vida, para recobrarla de 18 nuevo. Nadie me la quita; yo la doy voluntariamente. Tengo poder para darla y poder para recobrarla de nuevo; esa es la orden que he recibido de mi Padre.

COMUNIDADES ECLESIALES POR EL REINO DE DIOS

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«Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé más fruto. 3Ustedes están ya limpios gracias a la Palabra que les he anunciado. 4 Permanezcan en mí, como yo en ustedes. Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; así tampoco ustedes si no 5 permanecen en mí. Yo soy la vid; ustedes los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no pueden hacer nada. 6Si alguno no permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento, 7 y se seca; luego los recogen, los echan al fuego y arden. Si permanecen en mí, y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y lo conseguirán. 8La gloria de mi Padre está en que den mucho fruto, y sean mis discípulos.

DEFECTOS QUE HAY QUE EVITAR EN LA ORACIÓN COMUNITARIA Ya que somos hijos de Dios, entrar en comunicación con El es nuestra felicidad en esta tierra. Por eso, la Biblia es una escuela de oración, el mismo Nuestro Señor Jesucristo nos ha enseñado a orar y el Espíritu Santo nos ha sido dado para que ore en nosotros (cf Gal 4,6; Rm 8,26-27). Cada vez, entonces, vemos mejor el valor que tiene el espacio de oración en las reuniones de nuestras comunidades y la necesidad de evitar todo lo que nos pueda impedir un verdadero y fructuoso diálogo con Dios. En primer lugar, nuestra oración comunitaria debe ser en verdad comunitaria; todos debemos acompañar con el pensamiento, con una actitud de fe, con la fuerza que produce el amor, las alabanzas y las intenciones que van proponiendo los demás miembros de la comunidad; a veces puede darse que estando físicamente juntos, cada uno esté pensando en lo suyo y orando como si estuviera solo. Esta profunda unidad para la oración la realiza la presencia y actuación de Cristo Resucitado, quien siempre preside nuestras reuniones y nos da la gracia de su Espíritu. Pensemos, ante todo, que no hay oración si no nos mueve en ella la caridad; pues, como escribe San Juan, sólo “quien está en el amor permanece en Dios y Dios en él” (1 Jn 4,16). Los grandes místicos han enseñado que toda comunicación con Dios se basa finalmente en el amor. Por esto mismo, tenemos que huir de la soberbia que, como al fariseo de la parábola, nos centra en nosotros mismos impidiéndonos levantar el corazón a Dios (cf Lc 18,10-12). Si la oración no es humilde en realidad no hay oración, sino anuncio de la propia autosuficiencia, lo cual hace mucho mal al que cree que ora y a los demás miembros de la comunidad. Igualmente, no conviene en la oración, como advierte el Señor en el Evangelio, dejarnos llevar por la vana palabrería pensando, como los paganos, que hablando mucho nos va a escuchar Dios. Al orar en la comunidad procuremos que nuestra oración sea sobria, sencilla y ponderada, como conviene a quienes sabemos que Dios conoce no sólo lo que necesitamos sino también nuestros corazones (cf Mt 6,7-8). Pero debemos también evitar el otro extremo de quedarnos siempre callados; esto sería privar a los hermanos de una ayuda para su oración y privarse quien no participa de la fuerza de la comunidad para que lleguen a Dios su alabanza, su gratitud y sus súplicas. En la oración comunitaria hay que impedir, además, toda forma de imprudencia o indiscreción que lleve a revelar situaciones o características de otras personas, que no conviene manifestar en público. El sentido de fraternidad sugerirá en cada momento la forma como debemos orar Editorial por las necesidades de los hermanos sin exponerlos a que se sientan incómodos o Pág. 1 avergonzados. De otra parte, no puede aprovecharse la oración para enviar mensajes a alguna persona presente, sea porque pretendamos hacerle de esta manera un bien o, menos Reflexión todavía, porque queramos descargar un disgusto que tenemos con ella; nuestra oración Pág. 2 debe estar dirigida siempre a Dios. No juzguemos nunca el contenido ni la forma de las oraciones de nuestros hermanos; Noti ya que otros nos hacen el regalo de compartir su intimidad hablando con Dios delante de CER Pág. 3 todos, les ofrecemos en agradecimiento un clima de respeto y de confianza, que redundará en que sea más auténtico y participativo este espacio de oración. La oración al final de Lectura orante nuestras reuniones debe seguir el ritmo y el espíritu de lo que hemos vivido, haciendo eco de la Palabra a la Palabra que hemos meditado, al tema que hemos estudiado, a la fraternidad que nos ha Pág. 3 unido. Así, el diálogo profundo que se ha tenido en la comunidad llega a su momento culminante cuando se hace diálogo de todos con el Padre que está en los cielos. Evangelios

VITRINA

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«Las comunidades eclesiales recogen la experiencia de las primeras comunidades, como están descritas en los Hechos de los Apóstoles (Cf. Hch 2, 42-47)» (Aparecida 178).

Dominicales Pág. 3-4

+ Ricardo Tobón Restrepo Obispo de Sonsón-Rionegro


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