Evangelizar 094 - Noviembre 2021

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ISSN 2590-8359 | No. 94 NOVIEMBRE 2021


“La Eucaristía dirige cada uno de nuestros pasos hacia el encuentro del hermano. Nos lleva a sentirnos un solo cuerpo, a partirnos por los demás”


Una mañana del 18 de Julio de 1880 nace en un campo militar de Avor, cerca de Bourges (Francia). Su familia está inquieta porque los médicos han dicho que el bebé no podrá salvar su vida. María Rolland, su mamá, espera su primera hija. Todos rezan y se ofrecen misas por la nueva criatura. En contra de todos los pronósticos, la niña llega a este mundo “muy hermosa y vivaracha”. Cuatro días después, el 22 de julio, es bautizada con el nombre de Isabel Josefina. El 2 de agosto de 1901 entra en el Carmelo. Una vida dedicada por entero a la oración. Una comunidad de hermanas que viven el ideal de santa Teresa. Una sencillez en el uso de las cosas y en el trato con las personas. Un ideal apostólico que amplía sus horizontes al mundo entero. El Epistolario refleja de una forma maravillosa sus primeras impresiones.

Sus experiencias religiosas son alimentadas por sus lecturas. El Nuevo Testamento tiene un lugar privilegiado en su mundo espiritual, muy especialmente las cartas de san Pablo, a quien llamará “padre de su alma”. Las páginas de san Juan de la Cruz han ejercido una influencia considerable en el camino de la unión con Dios. El año 1904 es muy significativo. El 21 de noviembre Isabel lo pasa ante el Santísimo. Por la noche redacta una oración, que es expresión de su entrega al Dios Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Dice así:

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Sus experiencias religiosas son alimentadas por sus lecturas. El Nuevo Testamento tiene un lugar privilegiado en su mundo espiritual, muy especialmente las cartas de san Pablo, a quien llamará “padre de su alma”. Las páginas de san Juan de la Cruz han ejercido una influencia considerable en el camino de la unión con Dios.

Asesor General Mons. Fidel León Cadavid Marín

Consejo Editorial Delegados de Pastoral

Fotografía y Corrección de Estilo Javier Ocampo Zuluaga

Director Pbro. Hugo A. Zuluaga Salazar

Coordinador General Vicaría de Pastoral

Diseño y Diagramación Joseph Henao Bedoya

Sugerencias diseno@diosonrio.org.co vipastoral@diosonrio.org.co

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Dirección Diócesis de Sonsón Rionegro Curia Episcopal: Calle 51 No. 47 - 31 Tel: (604) 531 52 52


Por: Pbro. Jesús Antonio Ocampo Muñoz Formador Seminario Nacional Cristo Sacerdote

Las primeras fórmulas de fe del cristianismo aparecieron muy pronto, a partir del acontecimiento más sobresaliente de aquellos comienzos: la veracidad de la resurrección de Jesús, tema por excelencia de la predicación apostólica. El contenido de esta evangelización se convirtió en fuente de la experiencia religiosa colectiva, que comenzó en la transformación de los criterios confesionales de muchos en Israel y que siguió en la difusión del evangelio que traspasó las fronteras de Palestina, para extenderse por el contexto geográfico grecorromano, cuyo predicador más representativo fue Pablo, el apóstol, en compañía de sus asistentes. El mensaje de la muerte y resurrección de Jesús llegó a la ciudad de Tesalónica, en el recorrido de la misión independiente de Pablo, aproximadamente en el año 49. El grupo que recibió el contenido de la evangelización era en su mayoría, si no en su totalidad, de origen gentil: “…cómo os convertisteis a Dios, abandonando los ídolos, para servir al Dios vivo y verdadero" (cf. 1 Tes. 1,9). Esta expresión recogida en el escrito canónico más primitivo del Nuevo Testamento, que Pablo y sus colaboradores, Silvano y Timoteo, enviaron a Tesalónica, al año siguiente de la evangelización allí, se convirtió en una de las primeras fórmulas estables de fe del cristianismo (cf. 1 Tes. 1,1). Así pues, 1 Tes. 1,9 ofrece una síntesis del itinerario de aquel paso del abandono de los ídolos hacia Dios, que puede describirse en tres partes. La parte inicial se refiere a la auténtica conversión a la primitiva fe cristiana, que conlleva una separación radical con respecto de sus anteriores grupos y prácticas religiosas tradicionales, lo cual implica el deber de modificar los antiguos contenidos de la fe hacia Dios (cf. Hch. 14,15; 17,22-31)¹, que realiza en Jesucristo la salvación.

1 “Os anunciamos esta Buena noticia: que dejéis los ídolos vanos y os convirtáis al Dios vivo que hizo el cielo, la tierra y el mar y todo lo que contienen”.

La segunda parte corresponde al olvido o a la renuncia de los ídolos (en griego eídwlwn). Resulta conveniente precisar que el ídolo es la representación de una divinidad pagana. Etimológicamente, ídolo significa imagen de sombra o imagen engañosa, noción que conduce a señalarle que no tiene apariencia real ante el mundo. Adicional a la mera descripción conceptual, hay que subrayar que, por aquella época, existía un mercado religioso en el que abundaban las imágenes, con sus variadas expresiones de culto; dichas manifestaciones idolátricas no tenían cabida en el cristianismo, heredero del judaísmo, gracias a la orientación teológica monoteísta que, desde muy temprano, distinguía las expresiones de fe en Jesús como el único Señor. Finalmente, Pablo notifica el objetivo central del abandono de los ídolos: “para servir al Dios vivo y verdadero”. El sentido más original de servir (en griego douleuein) no testifica un servicio cualquiera, sino el de realizar las funciones propias de los esclavos, oficio y misión de unas personas que están supeditadas a un superior. En efecto, la indicación “para servir al Dios vivo y verdadero” se constituye en una fórmula de fe cristiana, porque evidencia la acción de sumisión que los hombres practican frente a los siguientes poderes de dominio: a Dios, como el poder absoluto, y a Jesucristo, el Señor. El término aplica aquí en sentido figurado y religioso, puesto que el servicio, aunque libre, debe ser, también, radical y dirigido al Señor. En consecuencia, la expresión “para servir al Dios vivo y verdadero” (de 1 Tes. 1,9) niega, por la misma lógica del argumento, este par de facultades en la naturaleza de los ídolos. Así queda justificado el abandono de los ídolos, puesto que estos no son vivos y no son verdaderos, sino inertes y aparentes.

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Los pobres, en el corazón de la Iglesia A lo largo de los años, la iglesia ha tratado de dar respuesta a una preocupación que la ha acompañado desde siempre: los pobres. Así lo deja ver los Hechos de los Apóstoles, cuando la situación de las viudas y los huérfanos inquietan a los apóstoles y los lleva a buscar alternativas para responder a sus necesidades. Las primeras comunidades se organizaban y hacían colectas para ayudar a los pobres y sufragar los gastos de los apóstoles en sus misiones. La caridad siempre ha ido íntimamente ligada a la evangelización. Para ejercer esta tarea evangelizadora, se necesita infraestructuras que permitan practicar la caridad de forma organizada y directa. Por eso tienen sentido las escuelas, los centros de acogida, las casas de espiritualidad, los hospitales, los comedores, que son la manera en que la iglesia posibilita que la generosidad del corazón humano tenga concreción y rostro.

Ida y retorno

De la mesa del altar, al encuentro del hermano La vida cristiana tiene su centro sacramental en la celebración eucarística. Es en ella donde se articula la vida de comunidad y de quienes la conforman. Participar de la mesa del banquete congrega a los fieles en un mismo sentir, expresado en cada uno de los momentos de la celebración. La celebración no puede reducirse a un mero rito, ni mucho menos a un momento de devoción personal y hasta comunitaria. En la misa, todos los que participan de la mesa de la Palabra y del altar, tienen que experimentarse enviados, con el mismo compromiso, al encuentro del hermano que está solo y desamparado, como dice la plegaria eucarística VI. El encuentro con Jesús hecho Pan lanza al encuentro de quienes necesitan mayor cuidado por faltas de oportunidades, de atención, de reconocimiento ante una sociedad que se mueve por intereses personales y no comunes.

¿De dónde saca el cristiano fuerza, compromiso y constancia para ejercer la caridad? De la Eucaristía. Citando la misma plegaria eucarística VI se dice: “Danos entrañas de misericordia ante toda miseria humana, inspíranos el gesto y la palabra oportuna frente al hermano solo y desamparado; ayúdanos a mostrarnos disponibles ante quien se siente explotado y deprimido”. Estas palabras y la experiencia de encuentro con el Señor durante la celebración, posibilitan que la Eucaristía tenga esa dimensión social, que hace de los cristianos personas comprometidas con los sacramentos, con la iglesia y con los hermanos. El cristiano necesita celebrar su fe, especialmente participando del sacramento de comunión; necesita encontrarse en oración contemplativa y, sobre todo, necesita hacer creíble aquello que celebra, para que, como dice la Carta de Santiago, la vida de fe se confronte.: “¿De qué le sirve a uno decir que tiene fe, si sus hechos no lo demuestran? (2,14). Esto es lo que viven los de Emaús, van y cuentan con palabras y con hechos lo que vivieron por el camino y el reconocimiento que hicieron del Señor, al partir el pan. 5| Evangelizar


LITÚRGICA

Por: Pbro. Carlos Andrés Giraldo Gómez Formador Seminario Nacional Cristo Sacerdote

­ Estamos, pues, en el templo, después de haber atendido al sonido de las campanas, y ya hemos ocupado nuestro puesto para la celebración. Escuchamos el sonido de voces o instrumentos. La misa inicia con una procesión de entrada que es acompañada también por un canto. Ya sea solemne – iniciando desde la puerta principal del templo, precedida por incensario, cruz y ciriales – o bien, sea sobria – saliendo de la sacristía –, la procesión inicial tiene un profundo significado: la asamblea acoge a Cristo mismo, representado en la persona del celebrante. Para expresar aquello que está viviendo, todos se ponen de pie y cantan festivamente.

­ ­ ­ En efecto, la liturgia celebrada por el pueblo de Israel nos ha dejado en herencia numerosos gestos y actitudes que nos ayudan a manifestar nuestra disposición para celebrar la sagrada liturgia. Ya se nos dice en el capítulo 8 del libro de Nehemías: “todo el pueblo se reunió como un solo hombre en la plaza que se encuentra frente a la Puerta del Agua, y pidieron a Esdras que trajera el libro de la Ley de Moisés, que Yavé había dado a Israel” (8,1). “Esdras abrió el libro a la vista de todo el pueblo, pues estaba en un lugar más alto que ellos, y, cuando lo abrió, el pueblo entero se puso de pie” (8,5). El ponerse de pie denota una actitud de recibimiento, como ya se dijo, es decir, el pueblo se une a esta actitud de respeto y reverencia a Dios al acoger su Palabra. También en el libro de los salmos se da testimonio de aquellas marchas procesionales que se cantaban durante la peregrinación hacia Jerusalén para celebrar la liturgia pascual: “¡Qué alegría cuando me dijeron: ‘Vamos a la casa del Señor! Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén.” (Sal. 122,1), o también: “Allá suben las tribus del Señor, según la costumbre de Israel, a celebrar el nombre del Señor” (Sal. 122,4).

El canto de ingreso y la entrada procesional tienen una triple función: - Permiten entrar en oración y manifestar la unión de toda la asamblea que se reune en nombre del Señor. - Ayudan a manifestar el ambiente festivo que está por vivirse y disponen a todos para la celebración de los Sagrados Misterios. - Más aún, resaltan la alegría de la Iglesia, esposa, que acoge con alegría a Cristo, esposo.

­ ­ ­ Al gesto procesional se une también, de modo eminente, el canto. La fuerza sugestiva de esta expresión del ánimo humano – como lo son la música y el canto – ayuda a expresar el gozo por el encuentro que está dando inicio. Por este mismo motivo, es necesario que la asamblea se una al coro con su voz. Cuán importante es, entonces, que se preparen los cantos para la celebración. Deben ser cantos conocidos por todos, en la medida de lo posible, recordando aquella exhortación de san Pablo: “Recitad entre vosotros salmos, himnos y cánticos inspirados; cantad y tocad con toda el alma para el Señor” (Ef. 5,19), y aquella otra de san Agustín: “Canta como suelen cantar los viandantes; canta, pero camina; alivia con el canto tu trabajo, no ames la pereza: canta y camina. ¿Qué significa «camina»? Avanza, avanza en el bien. Según el Apóstol, hay algunos que van a peor (2Tim. 3,13). Tú, si avanzas, caminas; pero avanza en el bien, en la recta fe, en las buenas obras: canta y camina. No te salgas del camino, no te vuelvas atrás, no te quedes parado” (Sermón 256).

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Por otra parte, en las manifestaciones de religiosidad popular se aúnan muchas dimensiones importantes: estéticas, culturales, históricas, folklóricas, artísticas. Se da en ellas un riesgo permanente de reducir estas manifestaciones a alguno de los mencionados aspectos. Para salvar este peligro, debemos insistir en la motivación religiosa en su raíz y origen, que es alma de toda la piedad popular.

2. Sentir con la Iglesia

Como todas las realidades cristianas, las manifestaciones religiosas populares no están exentas de errores y desviaciones, por lo que requieren siempre ser evangelizadas. “Purificar y catequizar las expresiones de la piedad popular puede, en algunas regiones, convertirse en un elemento decisivo para evangelizar en profundidad, mantener y desarrollar una verdadera conciencia comunitaria en el compartir la misma fe, especialmente, a través de las manifestaciones religiosas del pueblo de Dios, como las grandes celebraciones festivas (cf. Lumen Gentium, n. 67)” Proponemos algunas líneas de trabajo con el mundo de la religiosidad popular.

Es conveniente, por ello, fomentar todas las acciones que promuevan la pertenencia eclesial:

a) Integrar la religiosidad popular en la vida de las parroquias, que son “presencia eclesial en el territorio, ámbito de la escucha de la Palabra, del crecimiento de la vida cristiana, del diálogo, del anuncio, de la caridad generosa, de la adoración y la celebración”. Es conveniente tener en cuenta en las programaciones pastorales la realidad de la religiosidad popular, evitando su aislamiento y favoreciendo su relación con otras realidades pastorales de la Iglesia.

1. Suscitar la experiencia de fe

b) Garantizar que las cofradías o hermandades

En el origen de la religiosidad popular está la experiencia de fe, que fue expresada en el lenguaje de un pueblo. Nosotros nos encontramos hoy con las expresiones de la fe y tenemos el reto de que, a partir de ellas, pueda rebrotar la experiencia de fe que les dio origen. Por eso es de suma importancia cuidar las actitudes internas, las motivaciones y convicciones que subyacen a estas manifestaciones populares de fe para que puedan seguir siendo lugar de encuentro con Cristo. El Catecismo de la Iglesia habla de “hacerlas progresar en el conocimiento del misterio de Cristo”

Es importante acogerlas en la vida de las parroquias, dándoles cabida en los consejos parroquiales de pastoral e integrándolas en la vida de la comunidad cristiana. También es oportuno garantizar consiliarios que no sean solo nominales, sino que ejerzan su función en la educación de la fe, cuidando la celebración del culto y promoviendo las acciones caritativas.

que promueven acciones de religiosidad popular sean constituidas como asociaciones de fieles, de acuerdo con el derecho canónico. Las cofradías no son sociedades filantrópicas o culturales, sino una asociación de fieles cristianos que pretenden vivir su fe en comunión con la Iglesia.

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https://www.diocesisoa.org/wp-content/uploads/2016/11/texto_integro_religiosidadpopular.pdf

Aun teniendo en cuenta todos sus valores, la piedad popular tiene sus límites. Necesita también ser evangelizada, “para que la fe que expresa llegue a ser un acto cada vez más maduro y auténtico”

Esta experiencia de fe siempre acontece en el seno de la Iglesia. En la religiosidad popular se da el peligro de sobrevalorar los aspectos subjetivos de la experiencia religiosa (sentimientos, gustos, emociones,) en detrimento de los elementos objetivos del encuentro con Cristo (la Iglesia, los sacramentos, la Palabra, los pobres, el mundo, los signos de los tiempos). Se detecta, en muchas ocasiones, una insuficiente conciencia de participar en la expresión de la fe de la comunidad eclesial.

Foto: Virgen del Rosario, El Retiro


Pbro. Ovier Galvis Sánchez Defensor del Vínculo

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En la organización del tribunal eclesiástico se tienen dos oficios: promotor de justicia y defensor del vínculo, que ejercen el ministerio público, es decir, tutelan el bien comunitario. Ninguna de las dos figuras tiene potestad de juzgar, pero son establemente constituidas para el correcto ejercicio del tribunal, pues la no participación en el proceso puede afectar la nulidad del mismo, por ello, el Derecho Canónico exige que en el proceso, el promotor de justicia y el defensor del vínculo sean CITADOS y ESCUCHADO SU PARECER (cc 1433, 1434). Las dos figuras, a tenor del canon 1436, pueden ser desempeñadas por la misma persona. El promotor de justica es la persona pública constituida en el tribunal para tutelar el bien público, defendiendo la justicia y velando por la recta aplicación de la ley, siendo, a la vez, instrumento de control y de impugnación. El defensor del vínculo es una especie de promotor de justicia para la materia específica del vínculo matrimonial. Es el oficio constituido para la defensa procesal del vínculo. Este oficio muestra la relevancia pública que tiene el vínculo matrimonial para la legislación eclesiástica que siempre presume la validez del matrimonio cuando la celebración fue hecha en conformidad con la ley (cc. 124, 1060). La tarea del defensor del vínculo consiste en buscar, proponer y presentar al juez todos los argumentos directos e indirectos que razonablemente puedan servir para demostrar la validez del matrimonio.

¿Cómo defiende el vínculo matrimonial?, lo defiende con las intervenciones que hace en el proceso:

Siendo el responsable de diseñar un exhaustivo interrogatorio que se ha de hacer a las partes y a los testigos, buscando siempre la verdad y la claridad en cada caso.

Siendo oído, tanto antes de la fijación del dubio, como en cualquier eventual modificación del mismo, conforme dispone el c.1514.

Exigiendo y examinado pruebas y pericias solicitadas y refutándolas si es del caso, además, sugiriendo nuevos testigos si fuese necesario.

Presentando objetivas observaciones finales a

la causa antes de ser presentada a los jueces (fase de discusión), poniendo de relieve todas las pruebas y los elementos que sirvan para sostener la validez del vínculo y el mérito del dubio; nunca pidiendo de modo específico la nulidad, pues cuando no tenga nada que proponer se someterá a la ciencia y conciencia del tribunal.

Por último, el defensor del vínculo es instrumento de impugnación y defenderá el vínculo en cuanto puede siempre impugnar la sentencia del juez, introduciendo el recurso de apelación a la sentencia que haya declarado la nulidad, si hay mérito para hacerlo; si no lo hay, guardará silencio.

En conclusión, quede claro que el defensor del vínculo -en el ejercicio de su ministerio- está al servicio del vínculo, nunca de la nulidad, ni siquiera en el caso de certeza subjetiva del defensor del vínculo sobre la nulidad de un matrimonio en concreto, en cuyo caso la única opción ajustada a derecho es el reconocimiento de la ausencia de argumentos favorables a la validez.

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DOMINGO 7 DE NOVIEMBRE TRIGÉSIMO SEGUNDO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO “Esa pobre viuda ha echado más que nadie” Primera Lectura: primer libro de los Reyes 17, 10-16 Salmo 145: “Alaba alma mía al Señor” Segunda Lectura: De la carta a los Hebreos 9, 24-28 Evangelio: san Marcos 12, 38-44 En aquel tiempo, entre lo que enseñaba Jesús a la gente, dijo: «¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en las plazas, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas y aparentan hacer largas oraciones. Esos recibirán una condenación más rigurosa». Estando Jesús sentado enfrente del tesoro del templo, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban mucho; se acercó una viuda pobre y echó dos monedillas, es decir, un cuadrante. Llamando a sus discípulos, les dijo: «En verdad os digo que esta viuda pobre ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero esta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir». Palabra del Señor

PAUTAS DE REFLEXIÓN Para Jesús, los escribas y los fariseos se reconocen en sus largos vestidos, vacíos por dentro, con máscaras cada día, sus apariencias cubren la vaciedad de su vida. Les gustan los saludos en las calles y en las plazas, y ocupar los primeros puestos en la sinagoga, en alto, para dominar el auditorio con la doctrina y con la mirada. Están distantes de la asamblea y de los pobres. Devoran las casas de las viudas (mujeres solas y necesitadas), las explotan y se apoderan de sus bienes. En lugar de comunicar vida, entregan muerte, dolor y sufrimiento a los demás. En el evangelio es tal vez la única vez que Jesús cuestiona

personas (Mt 23) y lo hace con gentes de la política y la religión. Serán condenados y ¿Cuál es la condena? Se les quitará la viña (el pueblo de Israel: Is 5,7) porque lo explotan y no lo conducen ni acompañan, como se expresa en la parábola de los viñadores homicidas. Cuanto Jesús denuncia en palabras, ahora el evangelista lo muestra en un hecho concreto. Jesús está sentado frente a las alcancías del tesoro, verdadero dios del templo de Jerusalén, que era el banco más grande del Antiguo medio Oriente. Jesús observa a las personas y sus ofrendas. Los ricos dan mucho, sostienen una institución que no denuncia la injusticia de la riqueza, más bien, la apoya. Entonces llega una viuda pobre al templo. La viuda representa a los indefensos, a las personas sin amparo alguno en la sociedad. Es una víctima de la imagen de un dios vampiro, que quita la vida, succiona la sangre de sus fieles. Un dios así no corresponde a la presentación de Dios en los salmos “padre de huérfanos y defensor de las viudas” (Sal 68,5-7). Pero, según Dt 14,28, los huérfanos, las viudas, los forasteros, las personas necesitadas, debían ser sostenidos con las ofrendas del templo. Pues en esta escena, como un gran escándalo, sucede lo contrario, esta viuda está dando sus aportes al templo. Un hecho que denuncia la avidez y la explotación del sistema. Se hace contrabando con la presencia de Dios. El aporte de la viuda pobre son dos monedas de ínfimo valor. Y Jesús llama a los discípulos, los llama porque están lejanos, no es una distancia física, sino espiritual y de comunión de corazones. Y dice Jesús de manera solemne: en verdad, en verdad, es decir, nos ofrece una realidad esencial. Son criterios válidos para siempre para la comunidad creyente. Jesús, en sentido estricto, no elogia a la viuda, es un lamento de compasión, porque evidencia el abuso de la institución religiosa, la avaricia de la autoridad religiosa que explota al pueblo desde sus intereses. En verdad, en verdad, les digo: esta viuda, así pobre, echó, en el tesoro más que todos los demás. Todos han dado parte de lo superfluo, de cuanto les sobra. Ella, en cambio, en su miseria, ha dado todo lo que tenía, todo cuanto tenía para vivir. Es decir, toda su vida. Esta viuda es imagen del pueblo explotado en nombre de Dios. No es un elogio, es un doloroso lamento. Para Jesús, una institución que explota a los pobres para su propio bien, que en lugar de comunicar vida la mata, no merece vivir. El templo, símbolo de una institución que, en lugar de proteger a las personas las explota, en lugar de ayudar a las viudas, las desangra, no tiene derecho a existir, porque es contrario a la voluntad del Padre que ama a todas sus criaturas. De hecho, este templo de Jerusalén, con sus malas prácticas, fue destruido entre los años 66-74 del siglo primero.


PAUTAS DE REFLEXIÓN

DOMINGO 14 DE NOVIEMBRE TRIGÉSIMO TERCER DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO “Reunirá a los elegidos de los cuatro vientos” Primera Lectura: profecía de Daniel 12, 1-3 Salmo 15: “Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti” Segunda Lectura: De la carta a los Hebreos 10, 11-14. 18 Evangelio: según san Marcos 13, 24-32

En aquel tiempo, dijo Jesús sus discípulos: «En aquellos días, después de esa gran angustia, el sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán. Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y gloria; enviará a los ángeles y reunirá a sus elegidos de los cuatro vientos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo. Aprended de esta parábola de la higuera: Cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, deducís que el verano está cerca; pues cuando veáis vosotros que esto sucede, sabed que él está cerca, a la puerta. En verdad os digo que no pasará esta generación sin que todo suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. En cuanto al día y la hora, nadie lo conoce, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, solo el Padre». Palabra del Señor

Este pasaje del evangelio de Marcos es complejo. Quien lee que entienda (v. 14), es la propuesta del evangelista. El lector debe interpretar. “En aquellos días, después de aquella tribulación, el sol se oscurecerá y la luna no dará su esplendor” (Mc 13,24). Después de la destrucción de la ciudad de Jerusalén y su Templo (años 66-74 ec), por obra del imperio romano (Vespasiano y Tito) inicia una nueva etapa en la humanidad, un proceso de liberación para todos los pueblos. La caída y la desaparición de la Institución religiosa judía no es el final, sino una primera etapa de aquel proceso irreversible en la historia que verá la caída de los poderes opuestos a la realización delFoto: reino Freepikde Dios. Todo régimen basado en el poder y el dominio tiene ya en sí la semilla de su propia destrucción; todo gigante tiene los pies de arcilla (Dn 2,33). La frase de Jesús (Mc 13,24) cita un oráculo sobre Babilonia recibido en visión por Isaías, hijo de Amós (Is 13,1.10), donde Dios interviene contra los paganos adoradores de los astros (Dt 4,19): “He aquí, el día de YHWH llega implacable con… ira, furor, para hacer de la tierra un desierto, para exterminar los pecadores. Porque las estrellas del cielo y las constelaciones de Orión no darán más su luz; el sol se oscurecerá apenas surge y la luna no difundirá su luz” (Is 13,9-10). Y hay textos proféticos paralelos (Is 34,4; Jr 4,23-24; Ez 32,7; Joel 2,1.11). En cada uno de estos textos no se trata de un juicio final, ni del final del mundo: la historia continuará, pero el mundo cambiará de aspecto. Estos signos marcan el fin de UNA historia, pero no el fin de la historia. Jesús no anuncia calamidades que golpearán la tierra, ni desea el miedo y el terror para las personas. La catástrofe no amenaza esta tierra, sino al cielo. El texto no suscita temor y horrores, sino esperanza (Lucas 21,28, en el texto paralelo dice: cuando empiecen a suceder estas cosas, cobren ánimo, levanten la cabeza pues se acerca su liberación). La ruina de Jerusalén permite el ingreso de los pueblos paganos en el Reino de Dios y Jesús lo afirma con seguridad. Anunciar y ser testigo de este profundo cambio genera, sin duda, oposición, persecución y martirio. Cuando los poderes caen reaccionan con violencia. Y estos efectos y consecuencias históricas nadie puede preverlos porque dependen de la libertad de las personas y de las instituciones. Pero un creyente sí tiene una certeza: El Padre se ocupa de nosotros siempre.

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DOMINGO 21 DE NOVIEMBRE TRIGÉSIMO CUARTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

SOLEMNIDAD DE CRISTO REY “Tú lo dices: soy rey” Primera Lectura: profecía de Daniel 7, 13-14 Salmo 92: “El Señor reina, vestido de majestad” Segunda Lectura: Apocalipsis 1, 5-8 Evangelio: san Juan 18, 33b-37 En aquel tiempo, dijo Pilato a Jesús: «¿Eres tú el rey de los judíos?». Jesús le contestó: «¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?». Pilato replicó: «¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?». Jesús le contestó: «Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí». Pilato le dijo: «Entonces, ¿tú eres rey?». Jesús le contestó: «Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz». Palabra del Señor

PAUTAS DE REFLEXIÓN Pilato pregunta por las acciones de Jesús porque las autoridades judías ya lo acusaron: Si no fuera un malhechor no estaría aquí. Ahora Jesús habla: Mi reino no es de este mundo. Jesús no contrapone el cielo con la tierra, ni habla de dos mundos diferentes. Afirma que su reino no se rige por las condiciones y las características comunes en este mundo, en esta historia. Jesús contrapone una historia marcada por el poder, con una historia definida por el amor universal. El reino del poder frente al reino del amor. Jesús lo afirma: Si mi reino fuera de este mundo, mis servidores combatirían para no caer prisionero. Pero mi reino no es de aquí. Jesús no tiene servidores porque Él es el servidor por excelencia. Su reino excluye toda clase de poder, dominio, fuerza, violencia. Su reino no sigue las reglas del mundo, pero está en este mundo, es una sociedad alternativa. Y por este motivo aumenta el desconcierto de Pilato. Entonces, ¿tú eres rey? Y Jesús le responde: Tú dices que yo soy rey (traducción literal). Es tu parecer. Jesús corta la conversación sobre la realeza anclada en el poder y la fuerza. Jesús dirige la conversación y habla de su misión. Para esto nací y para esto vine al mundo: para dar testimonio de la verdad. Quien es de la verdad escucha mi voz. Jesús en el diálogo con Nicodemo, contrapuso a quien hace la verdad con quien hace el mal (Jn 3,20-21). Por lo tanto, estar en la verdad, hacer la verdad, significa obrar el bien. La voz del Señor en las personas es activa cuando se pone como valor absoluto el bienestar de los demás y se orienta la existencia al bien de las personas. Frente al dominio de la mentira y el engaño que causan la muerte de las personas, se contrapone el servicio y la verdad capaces de comunicar vida. El reino de Jesús no es de este mundo, pero está y actúa en este mundo. Jesús es rey del servicio y se pone a disposición de los seres humanos. Su reino, como no sigue las reglas de este mundo, no se ampara en el poder, la violencia, las armas, el dominio, la mentira. En muchas ocasiones se puede oír, pero sin comprender. Jesús dice: quien camina en la verdad escucha mi voz (Jn 18,37) Y no el proceso contrario, porque se puede oír o escuchar y no obedecer, como sucede aquí con Pilato. En cambio, quien obra en la verdad, hace el bien, es porque está movido por la fuerza del Señor. Escuchar la voz del Señor orienta la existencia al bien de los seres humanos. Esta realidad es incomprensible para Pilato porque representa y obra según el poder militar. Jesús no está interesado en la realeza, y Pilato no está interesado en la verdad. Por esa razón, Pilato cierra el diálogo con pregunta abierta ¿Qué es verdad? Él no está de parte de la verdad, no pone el bien de las personas como valor absoluto, sino sus intereses, el poder como ve en las decisiones finales.


DOMINGO 28 DE NOVIEMBRE

PAUTAS DE REFLEXIÓN

PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO

INICIO DEL NUEVO AÑO LITÚRGICO “Estad en vela para estar preparados” Primera Lectura: Isaías 2, 1-5 Salmo 121: “Vamos alegres a la casa del Señor” Segunda Lectura: carta a los Romanos 13, 11-14a Evangelio: san Mateo 24, 37-44

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando venga el Hijo del hombre, pasará como en tiempo de Noé. En los días antes del diluvio, la gente comía y bebía, se casaban los hombres y las mujeres tomaban esposo, hasta el día en que Noé entró en el arca; y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre: dos hombres estarán en el campo, a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo, a una se la llevarán y a otra la dejarán. Por tanto, estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría que abrieran un boquete en su casa. Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre». Palabra del Señor

Con la liturgia de este domingo comenzamos el nuevo año. Es el tiempo de Adviento, un periodo de preparación, reflexión, conversión. Tenemos el espacio para ampliar nuestra mirada gracias al significado y al sentido profundo de la Navidad, para la cual nos preparamos durante unas cuatro semanas. Para Jesús, la caída de sistemas y poderes anclados en la opresión es motivo de alegría en la comunidad creyente, porque el anuncio testimonial del Evangelio, la inauguración y extensión del Reino de Dios, no es una catástrofe, sino un anuncio lleno de esperanza. Cuando estos poderes bestiales caen derrotados, sucede la liberación de las personas y de las comunidades. Los poderes históricos que parecen imbatibles enfrentan la voluntad de Dios que pide cambio y conversión, y cuando comienza a derrumbarse ese poder, la liberación está cerca. Los grupos humanos, a lo largo de la historia, pusieron su confianza en un poder aún más fuerte que el vigente, poder injusto, explotador. Han puesto su confianza en el poder, pero la situación real es cada vez peor. En la profecía de Daniel se quita el poder a estas bestias y se le entrega al Hijo del hombre, el ser humano y la humanidad en su plenitud. Es el triunfo de la humanidad sobre la inhumanidad. Jesús reivindica para él esa condición de Hijo del hombre y su testimonio no es una amenaza, sino la esperanza cierta: cuando comiencen a suceder estos eventos, levántense, alcen la cabeza, porque ya está cerca su liberación. Levantar la cabeza, aparece en Lucas 13,11, cuando la curación de la mujer encorvada. Por lo tanto, la liberación de la cual Jesús es testigo, abarca una liberación íntegra, de esa religión que somete, con las ofrendas, sacrificios, peregrinaciones, esfuerzos superiores a sus fuerzas, porque el Dios de Jesús no absorbe las personas ni sus energías, al contrario, les comunica su vida, su Espíritu, sus propias fuerzas. Dios Abba no somete a las personas, al contrario, las levanta, las pone de pie. Ahora Jesús habla de los peligros dentro de la comunidad, estén bien atentos, una frase con tres apariciones en el evangelio de Lucas y significa huir del peligro. Jesús ya les advirtió a los discípulos el peligro de la levadura de los fariseos, la hipocresía de los escribas, la vanidad y la falta de perdón entre ellos, verdadero motivo de escándalo. En la comunidad se deben cuidar los corazones, las motivaciones más profundas de la conciencia, no agobiarse en la disipación, en la embriaguez y en las preocupaciones. Que ese día, en el cual se oculte o se opaque el Evangelio, no caiga sobre ustedes de improviso.

12| Noviembre


Pbro. Sergio Urrego Marulanda Delegado de infancia y juventud

Son buenas respuestas pero no suficientes, pues muchos no se interesan en la fe. Ahora bien, surgen entonces otras preguntas:

¿Es necesario que todos acojan el evangelio? ¿El objetivo de la iglesia es que todas las personas del mundo sean creyentes y discípulos del Señor?

No dejan de rondar mi cabeza las palabras que el papa Francisco dirigió a los jóvenes del mundo en su poderosa exhortación apostólica Cristus Vivit: “Un número consistente de jóvenes, por razones muy distintas, no piden nada a la Iglesia porque no la consideran significativa para su existencia. Algunos, incluso, piden expresamente que se les deje en paz, ya que sienten su presencia como molesta y hasta irritante. Esta petición con frecuencia no nace de un desprecio acrítico e impulsivo, sino que hunde sus raíces en razones serias y comprensibles: los escándalos sexuales y económicos; la falta de preparación de los ministros ordenados que no saben captar adecuadamente la sensibilidad de los jóvenes; el poco cuidado en la preparación de la homilía y en la explicación de la Palabra de Dios; el papel pasivo asignado a los jóvenes dentro de la comunidad cristiana; la dificultad de la Iglesia para dar razón de sus posiciones doctrinales y éticas a la sociedad contemporánea”. (CV 40) Y bueno, surgen las preguntas usuales: ¿Qué hacer? ¿A dónde vamos a llegar? ¿Cuál es nuestro papel? Surgen también respuestas tradicionales: • Seguir anunciando el evangelio, aunque muchos no se interesen. • No dejar de ayudar, el mismo Señor se encargará de hacer su obra en el mundo. • “Muchos son los llamados, pocos los escogidos” (Mateo 20, 16)

¿El éxito de la evangelización radica en que todos empiecen a vivir según el estilo de vida de una parroquia, de un movimiento eclesial, de una comunidad pastoral? Seamos realistas una vez más… Muchos en el mundo ni piden, ni pedirán nada a la iglesia, desarrollarán sus vidas sin sacramentos, nunca harán parte de una comunidad ni grupo pastoral, no tendrán a Jesús como el amor de sus vidas. ¡Así será querida iglesia! Pero tranquila, no es el fin del mundo. Seguirás con tu misión, iluminarás el camino de miles de personas, calmarás el hambre y el frío, sanarás, enseñarás, serás madre y maestra de muchos. Pero no te obsesiones querida iglesia, no vivas lamentándote por todos aquellos que te ignoran, no todos se quedarán contigo, ni lo han hecho ni lo harán. Entonces ¿En qué debemos esforzarnos cada día? • En seguir evangelizando sin pretender que todos acojan un estilo de vida eclesial. • En seguir ayudando sin esperar que todos regresen como hijos pródigos a ofrecer sus vidas por el bien de la iglesia. • En profundizar en la fe, vivir y disfrutar aquello que se cree. • En dejar a un lado el drama al no ser tenidos en cuenta. Y por supuesto, en seguir creando métodos de pastoral que puedan responder a tiempos diferentes; aportar al bienestar de las personas sin forzar a nadie, sin recriminar a nadie, aprendiendo a no menospreciar a todos aquellos que siguen y seguirán diciendo: Iglesia, déjame

en paz.

13| Evangelizar

Foto: Cathopic


SACERDOTAL

Por: Mons. Adolfo Duque Arbeláez

­ ­ ­ ­ ­ Quiero compartir con ustedes, queridos sacerdotes, mis sentimientos personales en este momento de mi vida, cuando por haber llegado al límite de mi edad he dejado la responsabilidad directa del ministerio pastoral. Quiero manifestarles que lejos de sentir nostalgia del atardecer, me anima el pensar en las palabras del papa San Juan Pablo II cuando decía, “En la ancianidad somos doblemente sacerdotes, puesto que ocupamos un lugar insustituible en el corazón de la Iglesia”. Es muy alentador que, aunque tengamos que renunciar a alguna actividad externa, lo esencial del sacerdocio como es la Eucaristía, la oración, la penitencia, permanecen íntegros y podemos dar mucha gloria a Dios, toda vez que “La mejor de las misas y predicaciones se dicen desde la cruz” – San Juan Pablo II. No se puede desconocer que sea realmente un momento difícil, salir de una escena donde se ha vivido como protagonista por muchos años, a una situación de quietud; pasar de no tener tiempo para nada, a tener todo el tiempo disponible; de estar enfrentado a mil problemas, a no tener más problemas que la soledad. La ancianidad nos exige un desprendimiento del poder, del poseer y hasta del ego, nos despojamos de todo cuando aceptamos, que ya no somos centros de interés, que no tenemos poder de influencia, solo el que se ha deprendido de todo es realmente libre y Dios reinara en él. Unido al envejecimiento físico se suman en el anciano hechos que perturban su tranquilidad, como el frecuente desafecto, la inactividad laboral, pérdida de seres queridos, el aislamiento, los cambios en nuestra capacidad intelectual, la carencia del diálogo, la concentración en sí mismo que nos lleva a ser reservados y hasta indiferentes. La tercera edad es la edad del reposo, no de la inercia, hay tanto para dar, tantos corazones para amar, tantos sufrimientos para escuchar y consolar, tantas alegrías para compartir, y si no podemos hacer más que pequeñas cosas, para Dios nada es pequeño, todo es eterno y grande.

La tercera edad parece favorecer una transcendencia a la contemplación, a la práctica religiosa, a la oración, es necesario situar la vejez en el marco de un designio de Dios que es amor, viviéndola como una etapa de la vida que nos lleva a la casa del Padre; la oración es el secreto de la serenidad, de la alegría, de la misma juventud de la cual, a pesar de los años, no dejamos de ser invitados. Pero no solo la oración, también los ancianos necesitamos de la sonrisa de los demás, de su cariño y de los pequeños detalles. ¿Cuándo envejecemos?, envejecemos cuando nos encerramos en nosotros mismos, cuando miramos atrás. ¿Cuándo rejuvenecemos?, cuando miramos al futuro, cuando sabemos cambiar de vida, cuando nos alegramos con lo nuevo, cuando nos maravillamos y cuando amamos. La calidad de nuestra vejez dependerá, sobre todo, de la capacidad de apreciar su sentido y su valor, tanto en el campo humano como espiritual. El alejamiento más o menos progresivo del propio ambiente social y de la familia es el factor que coloca a muchos ancianos al margen de la comunidad humana, y con la disminución de contactos personales y sociales, nos falta la información y terminamos perdiéndole sentido de pertenencia a la comunidad de la cual somos miembros. Queridos hermanos sacerdotes, la iglesia aún nos necesita “Ella aprecia los servicios que podemos seguir prestando en múltiples campos del apostolado -como lo dijo el Papa-, Ella cuenta con nuestra oración constante, espera nuestros consejos fruto de nuestra experiencia y se enriquece del testimonio que damos día tras día”. Finalmente debo reconocer, que, en este sentido, nosotros los sacerdotes mayores en esta Diócesis de Sonsón Rionegro somos muy afortunados, pues la casa de la Transfiguración responde ampliamente a nuestros anhelos y nos brinda todo aquello que necesitamos para sentirnos felices.

14| Noviembre


Pbro. Frankin Anibal Osorio Londoño Delegado de Pastoral Familiar

Sin duda alguna, cuando un hombre y una mujer unen sus vidas lo hacen con el anhelo de ser felices, y de hacer feliz a sus hijos. Es un proyecto de vida precioso, por medio del cual los cónyuges, en ayuda mutua, pueden llevar a cabo muchos ideales personales y familiares. Sin embargo, la familia cristiana tiene también una misión de servicio que va más allá de la realización de los intereses propios de los esposos. La familia cumple un servicio eclesial en favor de la evangelización. Está llamada a “formar a los

hijos para la vida, de manera que cumplan su cometido, de acuerdo con la vocación recibida de Dios”. (Cfr. FC 53). Es en el hogar donde se aprende lo principal para una sana convivencia como un “buenos días”, un “gracias”, un “te quiero”; también se practican los valores fundamentales y trascendentales como el respeto de la vida propia y la del otro; la compasión hacia el que más sufre; la capacidad de perdonar las ofensas de los demás; el amor incondicional que traspasa toda barrera que pueda generar discordia y división. Todo lo anterior que se vive y se aprende en la familia no solo redunda en beneficio propio, sino que se convierte en un servicio que favorece a toda la sociedad.

Por eso la familia es un santuario, un lugar sagrado donde puede Foto: Cathopic habitar Dios y donde se puede entrar en relación profunda con Él. Por otro lado, la familia está por naturaleza inserta dentro de la gran familia de los hijos de Dios que es la Iglesia; por tanto, ayuda de manera indispensable en la tarea evangelizadora de dar a conocer a Jesús a todas las personas. Es importante que la familia descubra día a día el valor inmensurable de su misión. Que cada vez que la cumple proporciona felicidad auténtica a la humanidad. La familia es por naturaleza servidora de la Iglesia y de toda la sociedad

Cuando dos esposos son felices, seguramente sus hijos también lo son, y cuando estos son felices es muy probable que toda la sociedad lo sea. También la familia cumple su servicio de evangelización respecto a Dios. Como lo afirma la Exhortación Apostólica Familiaris Consortio, la familia es el “Santuario doméstico de la Iglesia” (Cfr. FC 55). Allí es donde se proporciona el espacio y el tiempo para el primer contacto con Dios. Donde se descubre la inmensidad de su amor, de su ternura y de su perdón. En el hogar se aprenden las primeras plegarias que ayudan al diálogo con el Señor .

Foto: Cathopic

15| Evangelizar

Foto: Cathopic


SOCIAL

Por: Hna. María Alejandra Buchelí Garcia Delegada de Acción Caritativa y de la Misericordia.

A un año de ser publicada la encíclica social del papa Francisco “Fratelli Tutti” y estando a puertas la celebración de la V Jornada Mundial de los Pobres, a realizarse el próximo 14 de noviembre, cabe hacernos esta pregunta: ¿es posible llegar a vivir en un mundo realmente fraterno, donde primen los valores sociales de la amistad, el amor, la justicia y la paz?

El llamado a la fraternidad y a la amistad social que nos ha hecho constantemente el papa Francisco a lo largo de su pontificado, parece un eco de aquella “civilización del amor” a la que nos invitó por primera vez San Pablo VI, diciéndonos que esta “hunde sus raíces en la esperanza cristiana”. Es necesario superar las barreras de la desconfianza que hoy podemos descubrir ante las distintas realidades de injusticia y violencia, para transformarlas en ocasiones propicias para amar con el mismo corazón de Jesús, que “no

vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos” (Mt 20, 28).

Es, pues, en la entrega cotidiana de nuestra vida al servicio del bien común y de la dignidad humana, especialmente de aquellos más vulnerables y manteniendo nuestra esperanza y confianza “en la capacidad del cristianismo de renovar realmente la vida de los hombres” (San Pablo VI), como haremos posible este ideal de la amistad social que tenemos como humanidad.

“Cada uno cuenta como una persona única e inconfundible que es amada por Dios, y, a su vez, es remitida a vivir este amor con los Entonces, en palabras de San Pablo VI: demás” (DOCAT, N° 14). En ocasiones tenemos la “¿Soñamos quizás cuando hablamos de tentación de cargar la responsabilidad de la civilización del amor? No, no soñamos. transformación social de nuestro país y del Los ideales, si son auténticos, si son mundo a los otros, a las estructuras económicas humanos, no son sueños: son deberes”. y políticas, sin tomar conciencia de que, como ”Reconocer a cada ser humano como un dijo el papa Francisco a los jóvenes en la hermano o una hermana y buscar una introducción al documento sobre la Doctrina amistad social que integre a todos no son Social de la Iglesia, DOCAT: “solo la conversión meras utopías.” (Fratelli Tutti, N° 180) del corazón puede hacer más humana nuestra tierra”. Hoy se hace urgente el llamado a una Que esta V Jornada Mundial del Pobre sea una

transformación interior personal que, partiendo de la experiencia de ser profundamente amados por Dios, nos mueva a amar tal como lo explica Santo Tomás de Aquino “centrando la atención

en el otro considerándolo como uno consigo”, pues es “el amor divino el comienzo de una civilización del amor” (papa San Pablo VI y San Juan Pablo II).

ocasión para generar caminos de encuentro que nos lleven a centrar nuestra atención en el otro, considerándolo como uno conmigo. Esta atención que proviene del amor es el inicio de una verdadera preocupación por la persona, que lleva a la construcción de la realidad de un mundo fraterno donde prime la amistad en sentido universal.

16| Noviembre


Sandra Lucia Espinal López Mg. en Educación con énfasis en DDHH

A propósito de las próximas elecciones para las Juntas de acción comunal, y teniendo como premisa la importancia de estas para el desarrollo de las comunidades, y el papel protagónico que ha tenido la Iglesia diocesana de Sonsón Rionegro en estos escenarios de gestión y decisión, se brindan algunos elementos teóricos para aportar pedagogía ciudadana como uno de los criterios fundantes de las capacidades principales del Informe de Desarrollo Humano (IDH) del PNUD, cuyo objetivo principal es que todo ciudadano debe tener la posibilidad de participar en la vida de la comunidad y en los asuntos Colectivos. Para entender qué es participación, Según Rojas Andrade:

“La participación comunitaria es el resultado de un proceso, donde los agentes comunitarios van transitando por diversos niveles crecientes de autonomía y colaboración hasta llegar a la toma de decisiones (De la Riva, 2001), por lo que es un concepto estrechamente ligado a las trayectorias que toma el sistema de liderazgo en la democratización de las relaciones sociales, de tal manera que “la participación sin liderazgo resulta si no imposible, difícil de lograr” (Rojas Andrade, Rodrigo Miguel, 2013, P.2) La participación es, entonces, causa y consecuencia del capital social, pues permite potenciar a las personas y a las comunidades, haciéndoles conscientes de sus capacidades, fortalezas, autoestima y dándoles posibilidades de articulación para la promoción de la calidad de vida.” (Briceño, Ávila, 2014, P.196) La participación se comprende como una expresión de libertad del ser humano; esta se vale de los medios para llegar a todo su potencial, y estos medios pueden ser los procesos de transformación, asimismo, la construcción colectiva; es necesario que las personas se sientan incluidas dentro de las decisiones trascendentales que se toman dentro de la organización, así como de la planeación y cada una de las etapas que se desarrollan dentro de las mismas (Rabinowitz. s.f)

La participación, ligada con la organización social, favorece el enriquecimiento asociativo, fomenta la autonomía y la capacidad de los grupos de llevar a cabo sus propósitos; igualmente, permite que entre los grupos exista comunicación y colaboración entre ellos. (Marchioni, 1937) El rol del líder en la participación tiene la capacidad de convocar y convencer a las demás personas pertenecientes a una comunidad, es positivo, responsable y perseverante respecto a las funciones que se le otorgan dentro de una comunidad. Angela María Martínez Guzmán, en su tesis doctoral, expone que las comunidades no participan debido a que los proyectos y/o programas que crean las instituciones, llegan a las comunidades ya implementados, lo que no permite que la comunidad participe en todo el proceso, sino en partes fragmentadas de ejecución. Como no se permite la participación, tal como la concibe la comunidad, esta no se muestra interesada de participar, así el proyecto y/o programa sea aparentemente de beneficio para la misma. (2001, Pág. 30) De tal manera, buscamos en estas líneas provocar a los lectores para que hagan parte de las elecciones de esta instancia de base como son las Juntas de Acción Comunal, en un ejercicio democrático y participativo.

17| Evangelizar


Por: Juan Pablo Maya Asistente Pastoral Educativa y Misionera

Foto: Freepik

MISIONERA

El evangelio nos dice que: “Los discípulos

El papa Francisco nos invita a ser misioneros

Señor se manifiesta con su presencia y acción milagrosa en las comunidades, y la solidaridad de los hermanos los unos con los otros.

a través del mandamiento del amor que Jesús nos dejó y por medio del cual los demás reconocerían quienes eran sus discípulos: "En

salieron a predicar por todas partes con la desde lo cotidiano, a ser santos desde nuestra ayuda del Señor”. (Mc 16,20) Esta ayuda del vida ordinaria, y no hay mejor forma de serlo que

¡Anunciemos a Cristo que nos da vida y esperanza! Fue el lema del DOMUND 2021 en Colombia, no debemos olvidar que la celebración de este domingo 24 de octubre, que vivimos en nuestra Iglesia, fue de suma importancia para la propagación del evangelio, la manutención de los misioneros y el sostenimiento de las obras de caridad. Octubre mes misionero, en el recordamos que:

esto conocerán que sois mis discípulos: si os tenéis amor los unos a los otros” (Jn 13, 35).

El Papa, hablando a todos los discípulos misioneros, en el mes de octubre, nos dice: Si te mueve Cristo, si haces las cosas porque Cristo te guía, los demás se dan cuenta fácilmente. Y tú testimonio de vida provoca admiración, y la admiración hace que otros se pregunten:

“¿Cómo es posible que esto sea así?” o “¿De dónde le viene a esta persona el amor con que trata a todos, la amabilidad, el buen humor?” Recordemos que la misión no es proselitismo, sino que la misión se basa en un encuentro Jesús es el primer evangelizador, es quien entre personas, en el testimonio de hombres y anuncia el Reino de Dios que nos llama a la mujeres que dicen: “Yo conozco a Jesús, me conversión, a amar y perdonar, a vivir en Él y así gustaría que tú también lo conocieras”. en el Padre, y de la misma forma que el Padre lo envió nos envía a nosotros (Jn 20,21), nos invita a estar con Él (Mc 3, 14), en la Eucaristía nos alimenta, nos fortalece para vivir lo que hemos celebrado. A todos los bautizados nos manda a ser misioneros, a ir por todo el mundo a anunciar la Buena nueva a toda la creación (Mc 16,15). Para el cristiano, que se ha encontrado con Jesús, le ha conocido, ha visto su acción y ha sentido su amor, no le queda otro camino, que el de los discípulos: anunciar con sus palabras y obras la salvación que Cristo nos ha ofrecido: “No

podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído” (Hch 4,20)

Acojamos su invitación, a orar por todos los bautizados para que vivan su misión de ser evangelizadores y testigos de esperanza para toda la humanidad:

“Hermanos y hermanas, recemos para que cada bautizado participe en la evangelización y que cada bautizado esté disponible para la misión a través de su testimonio de vida.

18| Noviembre

Y que este testimonio de vida tenga sabor a Evangelio”.

Foto: Freepik


“Que la manera de vivir, de hablar, de relacionarnos, de organizarnos… hagan visible al Jesús que recibimos”


“Cada vez que celebramos la Eucaristía se cumple esta certeza,

el Señor te susurra al oído, yo estoy contigo,

no te abandonaré jamás”

- Pbro. Hugo Zuluaga


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