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"EL DICTAMEN de un muerto también muere en el archivo"
Revista Digital Página 12 Guerrero
NIDIA SÁNCHEZ
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(3a. Parte de 4)
Con el tiempo me enteré, me pareció chistoso (aunque no lo era) que los agentes del Ministerio Público esperaban a que yo estuviera de guardia para enviarme todos sus dictámenes, porque sabían que se los entregaría al otro día, mientras que a mis otros dos compañeros no les mandaban nada, porque tenían los oficios durmiendo durante meses. De la estadística que entregábamos mensual, mis otros dos compañeros reportaron que tuvieron de 5 a 7 muertos máximo en un mes; por ejemplo, dos un día y luego otro, y otros dos otros días; de 10 guardias, inspecciones, avalúos, dictámenes, reportaban de 8 a 10 diligencias, haciendo unos 15 dictámenes mensuales”.
“En mi caso, mi estadística de informe mensual no bajaba de 20 a 30 muertos, más todos los dictámenes que elaboraba, sin contar las fichas de detenidos; trabajos de 60 a 70 dictámenes”.
“Uno de los secretarios del Ministerio Público, me confesó: Nosotros esperamos al igual que los otros fiscales a que tú estés de guardia para mandar los oficios y elabores los dictámenes”.
Me provocó risa, me señala, pero al mismo tiempo un sentimiento encontrado de coraje, porque como queda claro, muchas veces abusaban.
ABUSOS DE MPs
“Nosotros conforme al Código de Procedimientos Penales, teníamos 24 horas mínimas para entregar el dictamen de un muerto. Recuerdo el caso de un agente del Ministerio Público, bueno en su desempeño laboral. A veces esta fiscal yo me encontraba todavía en el lugar del levantamiento de un cadáver con ella o con sus secretarios, y me daba dos horas para entregar el dictamen de ese muerto, que apenas estaba investigando, me exigía y marcaba una hora para entregarlo y se lo cumplía. Eso sí, los hacía que fueran hasta las oficinas de Servicios Periciales y que ahí me entregaran el oficio, de ahí corría el poco tiempo que me daba como plazo; era un abuso de los Ministerios Públicos”.
“Los asuntos relevantes me tocaban a mí, el director en turno de Servicios Periciales informaba mi nombre como perito criminalista a cargo. De los Procuradores en mis tiempos siempre me consideraron el mejor perito criminalista, dicho por ellos”.
SALARIOS DE HAMBRE
“En el 1998 cuando llegué, el material que teníamos para trabajar era una máquina vieja para escribir los dictámenes, pocas hojas papel carbón y cebolla, nosotros (los peritos) teníamos que comprar la cinta, el corrector y en muchas ocasiones papel”.
Desaparecidos y olvidados.
Dictamen de necropcia.
El experto perito criminalista retirado, Gerardo Cruz.
“El problema en aquel entonces era, y muy probablemente lo sigue siendo, la falta de material para trabajar, los sueldos miserables que nos pagaban, tomando en consideración el trabajo importante que realizábamos y las horas laboradas. El riesgo que corríamos. Me enfrentaba además a los celos dentro del ambiente laboral, tenía consecuencias solo por trabajar y esclarecer cientos de casos”.
“Un día se pusieron de acuerdo y aflojaron las llantas de la ambulancia que yo manejaba, cuando en esos momentos hubo una emergencia y al salir apresurado se desprendió una rueda que pudo ocasionar un mortal accidente, este tipo de cosas me provocaban en mi guardia”.
“Debo decir que, si sacábamos en conjunto una investigación relevante el agente del Ministerio Público obtenía buenos puntos a su favor para ascender en su carrera, al comandante de la Policía Ministerial, lo mismo, le sumaba puntos, pero a mí como perito criminalista lo más que ga- naba era una palmadita en la espalda, y eso a veces, nunca hubo un estímulo para los criminalistas”.
Privilegios De Algunos
“Hay que decir que los criminalistas que se encargaban de lo mismo que yo, cuando llegué y se integró otro compañero, ellos no iban a levantar muertos porque les daba asco o estaban cansados, ya no hacían investigaciones de muertos u homicidios, ya no se encargaban de nada, pero la realidad es que a ellos los colocaban en otros departamentos y cobraban por hacer los dictámenes, si no iba el interesado a ponerse de acuerdo con ellos pasaban meses y no hacían nada”.
“Con cada cambio de director en Servicios Periciales ellos traían a su gente, nos presionaban, era cuestión de aguantar y así seguimos mucho tiempo”.
“Los sueldos eran precarios para la gente como yo, porque para los recomendados era otra cosa, había algunos que ganaban 16 mil pesos quincenales por no hacer nada”.
El Trabajo En Semefo
“Cuando yo elaboraba dictámenes nunca platiqué con un abogado o con el familiar de un homicida. Llegaba a la oficina con el cadáver y de inmediato realizaba todo el trabajo criminalístico dentro del Servicio Médico Forense, y me encerraba a realizar el dictamen en una o dos horas ya estaba entregado en oficialía de partes para que lo enviaran. Todo dependía del número de muertos que tuviera en una guardia”.
PAGABA POR EL MATERIAL QUE UTILIZABA
“Nuestro material de trabajo, al menos el mío, era una cinta métrica o un flexómetro de 3 o 5 metros, para lo que me alcanzaba el dinero, una brújula de las más modestas de precio, una libreta, un lapicero y una cámara, por cierto, era la más vieja que había en Servicios Periciales, rechazada por todos los criminalistas, situación que tardó un tiempo”.
“Nos mandaba el director a imprimir las fotografías a una tienda y yo era el que más fotografías sacaba de todos, cuando ellos sacaban medio rollo, yo sacaba dos rollos por cada asunto, porque sabía que de todas las fotografías máximo me iban a servir 10, el resto salían desenfocadas y movidas”.
“Llegó un momento en que era mucho dinero mandar a revelar fotos. El director convocó a una reunión y dijo a uno por uno que redujeran las fotografías, menos a Gerardo. Tú sí puedes seguir sacando las que necesites. Aproveché para recordarle que cada guardia pedía una cámara nueva o en mejores condiciones”.
“A mí me pasaban cosas como el hecho de que el contador de Servicios Periciales me reducía los pares de guantes para toda mi guardia, me daba 8 pares de guantes. Me obligó, estando en el Servicio Médico Forense cuando trabajaba con un cadáver, me interrumpió insistentemente a que me presentara en su oficina, que debía justificar por qué me habían dado 10 pares de guantes. Subí a su oficina y los guantes con sangre con los que estaba trabajando el cadáver se los puse encima de su escritorio, y dije: señor, aquí está uno de los pares y ahorita le traigo los demás usados, no me volvió a pedir cuenta de los guantes”.
“Tuve que explicar con paciencia y detalle, señor: Por cada movimiento que realizamos como perito criminalista, en una investigación, tenemos que cambiarnos los guantes porque de no hacerlo contaminamos los indicios. En una sola investigación nos acabábamos, a veces, una caja de guantes, pero a mí me daban 4, a veces 5 o 6 pares de guantes. Todo eso pasé, compraba el material que debía usar”. (CONTINÚA).
