Aguardan en fila para entrar los hombres y mujeres vestidos con la ya clásica vestimenta, claro hablamos de los pantalones vaqueros, botas y sombrero. La taquilla siempre abierta, Las bocinas retumban con los sones y éxitos más sonados del momento. Adentro, los jinetes se ajustan toda la indumentaria que necesitan como las chaparreras con flecos, guantes, chaleco, sombrero o en algunos de los casos casco protector, espuelas bien amarradas y sobre todo deseosos de lucirse con una buena monta para resistir algunos segundos sobre el lomo de la bestia, el pretal, corneras, verijero, campana y el lazo de los caporales listos, Mientras el espectáculo inicia, los sementales esperan impacientes en las corraletas, con la mirada desconfiada, bufando y salivando como preámbulo de la batalla.
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Poco a poco, las tablas del graderío y sillas alrededor se llenan. Para dar paso al maestro de ceremonias y punto esencial del evento porque sin su animación el jaripeo no estaría completo, el locutor abre el ruedo igual vestido para la ocasión, arranca con la presentación de los jinetes, hombres jóvenes y fornidos, con los pantalones de lona bien ceñidos y las hebillas de los cinchos resplandecientes
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