Quiso contestarle como debido, pero le faltó la voz. La rabia en su pecho era como el fuego de un volcán. –¡Confesá! ¿Cuántos litros te tomaste? Risas, cuchicheos. Se levantó, los ojos llameantes: –¡Ustedes...! Pero entonces le volvió el mareo. –¿Qué pasa con nosotros? –¡Salí de acá, inservible! –¡Haragán! –¡Borracho! Ciego de furia: –¡Ustedes...! –comenzó. La cabeza le daba vueltas, más y más rápido. –¡Hablá, te escuchamos! Salió del galpón casi a ciegas.