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Sábado 21 de diciembre de 2013 DiarioLibre.

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LECTURAS

(Viene de la página anterior)

pueblo natal, se alzaba ese mismo día junto a Manolo. No llegaban a cuarenta los alzados. Y entre ellos no más de diez estaban firmemente dispuestos a llevar la lucha hasta sus últimas consecuencias. Algunos frentes no llegaron siquiera a constituirse funcionalmente. Fueron apresados sus integrantes antes de lanzar un solo tiro. Otros fueron presas de fácil captura cuando apenas comenzaban el internamiento en las montañas. Y otros más comenzaron a ser diezmados dos o tres días después del levantamiento. El Sexto Frente del Sur, que estaba comandado por Angel Luis Patnella, dirigente catorcista de Barahona, fue dispersado por las llamadas tropas regulares antes de abrirse campo en la acción armada. Aunque todos estaban imbuidos de un ideal heredado de la gesta del 14 de junio de 1959, pocos entre los alzados conocían los vericuetos de la pericia militar. No estaban preparados para los combates ni física ni anímicamente. Increíblemente, aun cuando las multitudinarias concentraciones catorcistas auguraban un apoyo firme en la resistencia urbana, salvo actos de apoyo de pequeños grupos de estudiantes universitarios en la

Cuando al caer la tarde del 21 de diciembre -hace hoy justamente 50 años- Manolo Tavárez y varios de sus compañeros que se habían rendido, atendiendo probablemente más a una resolución táctica o a una realidad imposible de transformar, que a las garantías ofrecidas por el presidente del Triunvirato, Emilio de los Santos, o directamente del triunviro Manuel Enrique Tavares Espaillat, amigo íntimo de Manolo y compañero de lucha antitrujillista, caen fusilados sumariamente, los dominicanos en su inmensa mayoría ignoraban la trascendencia de aquella inmolación. ciudad capital, ninguna acción contundente levantó los ánimos prorevolucionarios en las ciudades. Mayor apoyo les fue ofrecido a los insurrectos en las áreas campesinas por donde ingresaban a las montañas. Fueron varios los campesinos que se prepararon para unirse a las guerrillas y que no lograron hacerlo por falta de coordinación, y varios los prácticos que les sirvieron a los comandantes y sus grupos

para internarse en las lomas. Alguno fue apresado junto a los guerrilleros, y más de uno cayó abatido por las balas del Ejército. El Frente Urbano resultó un chasco monumental, algunos guerrilleros dieron connotaciones de pusilanimidad y duda, uno de los dirigentes, por lo menos, había vendido su alma al diablo y terminó como cómplice y delator al servicio de los militares golpistas, y contradiccio-

nes en los mandos operativos de la guerrilla desdijeron de la conducta correcta a seguir. Varios cuadros clave cayeron limpiamente resistiendo a las tropas del gobierno, mientras otros comenzaron pronto a sentir el peso de la enorme responsabilidad que habían asumido. Hablaron por meses de alzamiento y lucha sin conocer los rigores del cambrón y el malle, sin sentir el temor de la oscuridad y el desaliento, sin ver de frente el rostro a la muerte y sus designios, sin sentirse perseguidos por el fuego rápido de una metralla o acosados por la brutalidad anhelosa de galones de la patrulla. Los dominicanos estaban por esos días atentos a la gloria de Juan Marichal, a la lucha entre Escogido y Aguilas en el béisbol invernal, mientras los jóvenes se ensimismaban con los inicios de La Nueva Ola y ponían mayor atención a las canciones de Palito Ortega que llenaban la radio de la época y a los nuevos compases del Club del Clan de la puertorriqueña Lucecita Benítez. Además, era época de Navidad. Cuando al caer la tarde del 21 de diciembre -hace hoy justamente 50 años- Manolo Tavárez y varios de sus compañeros que se habían rendido, atendiendo probablemente más a una resolución táctica o a una realidad imposible de transformar, que

a las garantías ofrecidas por el presidente del Triunvirato, Emilio de los Santos, o directamente del triunviro Manuel Enrique Tavares Espaillat, amigo íntimo de Manolo y compañero de lucha antitrujillista, caen fusilados sumariamente, los dominicanos en su inmensa mayoría ignoraban la trascendencia de aquella inmolación. Jorge Díaz, adolescente, y a quien quizás por su edad se le impidió conocer mayores detalles sobre el levantamiento guerrillero, leyó la crónica en los diarios al día siguiente. Sin exceptuarse, increpó solitariamente en su hogar a sus compañeros catorcistas, cuyo entusiasmo por las prédicas de Manolo, por su osadía teórica trasplantada al sacrificio real, no llegó a tanto. Vio caer a su líder y a muchos de los dirigentes con los que compartió lucha y amistad. El supo bien que muchos que sí fueron convocados optaron por quedarse. A esta hora son sobrevivientes de la utopía mancillada. ¿Hicieron bien o mal? No lo sabemos. El camino al martirio no es tarea ni agenda de hombres comunes. Jorge Díaz, por lo menos, supo que Manolo cumplió, aunque muchos no pudiesen acompañarlo.

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Saudades

EN NAVIDAD FLORECEN LOS RECUERDOS LIGIA MINAYA

C

ontaba una de las monjas del Colegio María Auxiliadora, en Moca, que la Navidad le trajo como regalo, a una niña, una luminosa estrella en la frente. Se convirtió en deseo y cada año, para Navidad, pedía lo mismo. Es así cómo la Navidad, que envuelve cada año con sus guirnaldas, canciones y luces de colores, trae también la magia de los sueños. Se levantan del pasado los años vividos, los caminos recorridos, las metas alcanzadas y también adquieren vida los malos momentos padecidos, se abren cicatrices, las tempestuosas aguas que corrieron, y todavía corren, por el oscuro bosque de las frustraciones, vuelven a vivir en los re-

cuerdos. También renacen los rostros de los amigos y familiares que ya cruzaron la frontera hacia la otra vida. Y esos recuerdos estremecen el alma y el corazón palpita de nostalgia. Recordamos a esa madre querida, a ese padre amoroso, a ese hermano fiel, a ese amigo solidario, y lloramos. Aun así, ahí estará la estrella resplandeciendo con ese abrazo solidario, en esa sonrisa que da quien cruza por la calle, con la quietud que trae estar junto a la familia estas noches de paz y amor; con el silencio de unas pocas horas para recordar lo bueno que el pasado, con destellos de una mañana tempranera y atardeceres de oro y sol, nos han dado; con los preciosos colores del mar y el encaje blanco de las olas que nos dicen que la Madre Naturaleza nos

Sueños y recuerdos nos guían de manos de una estrella hacia el lugar hermoso y encantado que vivimos en la niñez y desde el cual transitamos, paso a paso, día a día, hacia lo que somos hoy. protege y nos da vida y a Loma Miranda; con la inocencia de los niños, con el amor incalculable hacia los nietos; viendo las manos de los que trabajan día a día, y con las canciones que nos traen nostalgia, y de esa manera, esos tristes recuerdos, se convierten en espacios donde volverán bellas raíces del pasado y brillarán las estrellas hacia un futuro feliz. Los recuerdos son sueños que, como regalos de Navidad, renacen una y otra vez, hasta

hacerse realidad. Van y vienen. Traen bellos ropajes. Se duermen, se despiertan, cuando menos lo esperamos. Son traviesos, juguetones, frágiles como pompas de jabón, como cuentos infantiles, y muchas veces tratamos de alimentarlos y cuidarlos para que no perezcan dentro de una cotidianidad que nos abrume. Sueños y recuerdos nos guían de manos de una estrella hacia el lugar hermoso y encantado que vivimos en la niñez y desde el cual transita-

mos, paso a paso, día a día, hacia lo que somos hoy. La Navidad hace que la magia de los sueños nunca muera. Que se borren los rencores. Que se levante el velo que envuelve las adversidades y temores. Que se incorpore a la realidad las buenas formas y maneras de vivir. Esto lo hace la estrella que ilumina la frente y alumbra el corazón cada vez que respetamos a los demás, cuando dejamos a un lado la rabia, la enemistad y las grandes cosas negativas que nos pudren el alma. Así, los recuerdos y deseos navideños nos dan grandes momentos de tranquilidad, de paz y de sosiego. Deseo para todos mis lectores una Navidad tranquila, alegre, junto a la familia y que la luminosidad de la estrella les alumbre la vida día a día. Denver, Colorado


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