Cartas a una Hermana

CA RTAS A U NA H ERMANA

Este escrito trata de dar una imagen de lo que era una familia tapatĂ­a de clase media a mediados del siglo veinte...

SUSANA NAVARRETE ROWE DE SALINAS

“Mi muy querida Sis: De nuevo me tienes aquí, escribiéndote, haciéndome la ilusión de que estamos juntas y que me estás escuchando. La distancia que nos separa, tú en el DF y yo en Guadalajara, no es obstáculo para hacer de cuenta que te estoy platicando…”

Tu Baby Sister,

CARTAS A UNA HERMANA Este escrito trata de dar una imagen de lo que era una familia tapatía de clase media a mediados del siglo veinte...

Primera edición escrita en el 2003 Guadalajara Jalisco, México.

Publicada en el 2020. Ciudad de México, México.

Registro QSS150733280826 Autora: Susana Navarrete Rowe de Salinas.

Esta publicación se concreta gracias a la visión e impulso: Sergio Humberto Salinas Falero (Su Quecho) Coordinación Editorial: Renee Susana Salinas Navarrete Portada y Diseño Editorial: Ana de la Torre Transcripción: Dona Martino Equipo postal y recolector fotográfico: Carlos de la Mora Navarrete ∙ Lulú López de la Mora ∙ Carmelita de la Mora ∙ Pablo Pierdant De la Mora ∙ Daniel Cervantes Peredo ∙ Renee Salinas ∙ Sergio Humberto Salinas Falero ∙ Sergio Salinas Navarrete ∙ Juan Carlos Salinas Navarrete ∙ Norma Morales de Salinas ∙ Luis Arturo Salinas Navarrete ∙ Claudia Gabriela Salinas Navarrete Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida en su totalidad ni en partes, ni registrada en o trasmitida por un sistema de recuperación de la información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electróptico, fotocopia o cualquier otro medio, sin el permiso previo, por escrito de la coordinadora editorial.

A Carmela…

…y juntas las hermanas, a través de este libro, generaremos “chorchas” familiares y apoyaremoas a los ahijados de Haití para que arpendan a leer y escribir.

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Carmela y su baby sister Susana.

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27 DE SEPTIEMBRE DE 2003 Cuando le mandé esta foto a mi hermana Carmela (“La Chulada”) para reforzar, aunque fuera un poco, su memoria que anda tan emborucada y, sobre todo, para enviarle mi cariño por escrito al irle formando poco a poco su “álbum del recuerdo” –la Directora Tere me comentó que era una terapia que ayudaba mucho a los pacientes a tranquilizarse y evocar sucesos pasados con paz y alegría–, pensé: “¡Esta foto es un tesoro! Son mis queridos sobrinos, todos ellos con caras de pícaros, ¡bribones o fascinerosos! La voy a ampliar y se las voy a regalar para Navidad.”

Poco después me dije: “¿Y para qué esperas hasta Navidad? Ahorita es hoy, y date ese gusto, el cual sabes que, a su vez, ¡les provocará también un gusto a todos ellos!” ¿Y por qué me gustó tanto? Siento que es porque allí retrata una época de la vida de todos nosotros, los descendientes de los Navarrete Rowe, en que hubo una felicidad maravillosa. Cuando menos para mí.

Me trae a la memoria los domingos familiares en los que nos reuníamos, primero a la botana y luego a las comilonas de “rechupete” que dirigía mi mami, la Grandma de ustedes, quien siempre tuvo fama de ser excelente cocinera.

Quizá fue en alguna Navidad también en casa de sus abuelos paternos (mis papás) y posiblemente a ustedes se les mueva algún sentimiento feliz, la grata sorpresa de algún regalito, tal vez el recuerdo de alguna o varias travesuras. A mí me encantaba decorar el árbol navideño que subía hasta el segundo piso de la casa, y ¡claro!, me creía la gran cosa, pues ponía el Nacimiento con esmero ya que había tomado clases en la universidad con el famoso y ya fallecido maestro, escritor y pintor Don Carlos Pellicer.

A todos ustedes los vi crecer, fueron un cariño tierno en mi vida, los tuve en mis brazos, los cuidé y jugué mucho con todos, además de contarles cuentos de hadas. Mi papel de tía 1 0

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empezó cuando yo apenas tenía siete años, y créanme que disfruté muchísimo toda esa etapa de bullicio, risas y pequeños pleitos entre todos ustedes: fueron y son parte de mi vida.

Me valgo de esta foto para hacerles notar (ya conocen mi profundo interés y pasión por la familia) que venimos de un tronco común: Gabriel Navarrete Lacroix y Carmen Rowe Murrish, los dos grandes señorones. De ellos, sus hijos aprendimos lo importante que es la familia, el lazo indisoluble de la sangre que corre por las venas de todos nosotros, en fin, la unión familiar.

No siempre hemos tenido éxito, pero la lucha se ha hecho. A veces hay incomprensiones, envidias, celos, desacuerdos, complejos, qué sé yo, que nos apartan de lo fundamental que es el amor.

Y realmente a eso voy. Y ustedes me dirán: ¿Y tú qué? ¿Por qué te atreves a decirnos esto? ¿Quién te crees tú que eres?

Pues soy nada menos que la última tía que les queda de parte de su mami, y lo digo con gran tristeza. He enterrado con mucho pesar y dolor a siete de mis hermanos, todos y cada uno muy queridos, cada quien con su propio estilo y personalidad, pero fueron mis hermanos….

Y ahora que la mamá de ustedes está a un paso de la muerte, llevando una existencia que realmente no se puede llamar vida, me atrevo a pedirles, con mucha humildad pero con serena firmeza, que ahora que ella falte –será pronto o no, ¿quién sabe?–, que por favor reflexionen y piensen en todo el cariño y esfuerzo que pusieron sus papás para construir una familia, una familia duradera, una familia amorosa; que a pesar de las diferencias que existan o hayan C A R T A S

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existido, están allí el uno para el otro, en las buenas y en las malas; olvidar la soberbia y el orgullo, poner todos y cada uno de su parte para que no se pierda esa hermandad que debe existir entre todos.

Posiblemente soy la menos indicada para hacerles ver todo esto, pero no olviden con cuánto amor los concibieron y recibieron sus padres; con cuánta entrega y sacrificio los fueron formando hasta ser lo que hoy son. Por supuesto que tuvieron errores, quién no los tiene. Sólo procuren copiar todo lo bueno que en ellos vieron y perdonen lo que ya pasó. No engendren rencores necios. Al fin y al cabo todo llega a su fin, y nada es para siempre. Frases tan trilladas pero tan ciertas. Ámense, perdónense, únanse, se los pide su tía que los quiere aunque “no es monedita de oro”. Tengo un aspecto severo y no me fluyen las palabras, y mi presencia sé que no siempre es grata. Pero mi “facha” yo no la escogí, y mi aparente rechazo sólo es escudo para mi timidez. Sólo se me da expresarme por medio de la pluma y es por ello que recurro a ella para acercarme a ustedes, que están pasando momentos tan terribles, y en los que yo sólo puedo acompañarlos orando y pidiendo mucho a Dios por la situación en general

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Bueno, al grano: vamos a descifrar quién es quién en la foto, ¿de acuerdo?

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En la fila de adelante, de izquierda a derecha: El tío Alfonso Bouquet, apoyando el codo en su hijo Poncho Jr. Un poco separado de él está Alex Franz, y agachadito se asoma Carlitos de la Mora, junto a Letita García, con los brazos “en jarras”, y al final Magda de la Mora.

En la segunda fila de abajo hacia atrás: Tía Elsa, con Hugo Navarrete Alcaraz a su lado.

Sentadita con moños y caireles, la Chiquis De La Mora junto a Beto Bouquet y Fernan de La Mora, sentadito al centro. A un lado, Elsita Bouquet, también de caireles, Gabrielito Navarrete Alcaraz junto a Arturito Bouquet, y muy salerosa, Carmelita de la Mora abrazando a Ivonne García. De pie, al final, está la tía Delfina.

En la tercera fila, revuelta con la cuarta: Tía Letty, asomando su cabeza Yayo de la Mora, con Grandma casi apoyando su barbilla en él. Junto a ella está Abue Gabriel, y después tío Gabriel. Bajando un poco se ve a Nachito de la Mora, y atrás de él, tía Lolita. Apenas asomando su cabeza está Quecho, mi entonces novio bigotón, y yo enfrente de él, bajando la mirada (tía Susa). Cerca de mí está Rudy Franz y luego Carmela, madre de todos ustedes: la tía Carmela.

Bien, así termino y así me voy. Dejando en su memoria un día feliz pasado con nosotros, su familia.

No los olvida, la tía Susana.

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1 4 D E M AY O D E 2 0 0 3 Mi queridísima Sis: Te he estado pensando mucho todos los días. El día que hablé contigo por teléfono (el martes pasado), fue todo un lío puesto que allí solo hay teléfono inalámbrico, y hasta que al segundo intento, pudiste estar disponible, me supo muy chiquito el ratito; sin embargo, me dio mucho gusto oír tu voz y saber que vas algo recuperada, pian pianito, como se dice, pero Dios mediante tu recuperación se está llevando a cabo.

Te platicaré algo de nosotros. Estamos, a Dios gracias, bien. Quecho mi marido y Quecho mi hijo estuvieron en un concurso para caballos la semana pasada en Monterrey, y estuve sola, pero los demás estuvieron al pendiente de mí, claro, en la medida que cada quien puede, pues no estamos cerca, pero se las ingenian, ya ves cómo nuestros hijos nos llenan de atenciones y cariño.

El Día de las Madres te tuve muy presente, pero ni modo de comunicarme, prefiero hacerlo por fax, a ver si así estoy más en contacto contigo, pues las tarjetas que te mando tardan un poco en llegar, eso sí, van forradas de cariño.

Quecho chico sigue viajando por su trabajo. Ahorita está en Santo Domingo en los Juegos Panamericanos viendo lo de los caballos. Juan Carlos, tu ahijado, muy apurado acabando la obra de su casita. Él y Norma están encantados y se cambian a fines de mes. Luis también, chambeador, ahora está viendo lo de los aparatos de magnetoterapia para humanos, tanto que para junio iremos mi viejo y yo con él a México a instalar y trabajar un stand en el World Trade Center del hipódromo de las Américas, y aprovecharé para irte a visitar. Tengo muchas ganas de verte, y darte un beso.

Mis hijas, también chambeando, Reneé dando cursos y clases y Claudia atendiendo esposo e hijitos. Todos me encargan mucho te salude y te diga que estás en sus oraciones y en nuestros pensamientos. Ojalá este fax sí te llegue, llamaré por teléfono para informarme si te llegó, pues para el Domingo de Pascua te mandé uno pero me dijo la prima (con quien he estado en contacto continuo para saber de ti) que estaba descompuesto el fax.

Recibe todo mi cariño, como siempre, tu Sis, Susana

6 DE JULIO DE 2003 PEQUEÑITA RECOPILACIÓN DE RECUERDOS

Mi muy querida Sis Carmela, alias “La Chulada”: Hoy de nuevo te escribo unas líneas, pues pienso mucho en ti. Sé que tú no puedes escribir por tu manita enferma, así que yo lo haré por las dos. Me ha dado por recordar tantos detalles de mi niñez al lado de nuestros padres y de mis hermanos, entre ellos tú, que voy a tratar de pasarlos al papel, y así, hacer de cuenta que estamos platicando y recordando juntas. ¿Qué te parece?

Claro, muchas cosas se me hacen nebulosas y tú las sabes mejor que yo, pero, por ejemplo, cuando nos fuimos de Guadalajara a la Ciudad de México creo que nos fuimos a vivir a la colonia San Pedro de Los Pinos, ¿verdad? Allí mi memoria me hace recordar que había una como fuentecita con un león o algo así en la pared, y como éramos tan chiquillas tanto Malu como Ivonne y yo, nos poníamos en “talle y calzoncitos” y dizque nadábamos; yo creo que era como una pileta, pero nosotros la veíamos como nuestra alberca particular. Allí estoy retratada por Nacho en el jardín, con mi carreola para la muñeca (claro está, él era el fotógrafo de la familia, pues era tu novio, ¡y cómo te rondaba!). Déjame buscar la foto con calma y te la voy a enviar, para que iniciemos nuestro álbum particular de las dos hermanitas NavarreteRowe: la mayor y la menor. Y si quieres le pones atrás mis letras, claro con la aprobación de tus recuerdos que son más claros que los míos de entonces, pues yo era una niñita.

Tu poder de conquistadora fue enorme, si mal no me acuerdo, me contaste que Nacho validó sus estudios de la Facultad en Guadalajara para irse a estudiar a la Universidad Nacional Autónoma de México buscando al amor de su vida: Tú. El fue tu novio siempre, hasta que se casaron, y, como en los cuentos de hadas, “fueron muy felices y tuvieron muchos hijitos”.

Bueno, volviendo a San Pedro de los Pinos, no duramos mucho en esa casa, allí murió nuestra hermanita Malu, a quien tú debes haber querido mucho, pero yo casi no me acuerdo de ella, sólo lo que te digo de la pileta y de que ella nos enseñó a persignarnos a Ivonne y a mí.

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Nos cambiamos entonces, después de su muerte, a la casa de Frontera número 3 en la colonia Roma. Según creo, todos los hermanos “grandes” –porque Ivonne y yo éramos las “chicas”– habían tomado clases de piano, pero ya no practicaban, pues con la costumbre de los lutos tan largos de antes y la tristeza tan grande de mami, por habérsele muerto su hijita de apenas ocho años –Malu–, cerró el piano y ya no quiso tocarlo durante muchos, muchos años. Sólo recuerdo el piano, en la sala entrando a la casa, a la derecha, muy cerrado y con su marca Steinway. Para mí era como un imán, de verdad, me llamaba mucho la atención aquel armatoste negro cerrado, musical, pero mudo. Yo aun no entendía que la vida también era dolor, y que a mami le dolía oír música.

Allí en la recámara de arriba, que ocupaban tú y Delfina, es donde mecías mi cochecito, y asomada al balcón platicabas con Nacho, quien no dejaba de cortejarte; me dormía yo dulcemente arrullada, oyendo (creo) sus juramentos de amor. En esa casa también conoció Letty, nuestra querida hermana, al que después sería su esposo y padre de sus hijas, Paco García Mancera. Era vecino nuestro, de la misma cuadra. ¡Cómo nos hacían reír a nosotras las chiquillas hermanitas, tanto Nacho como Paco, quienes eran tan simpáticos, y les servíamos de chaperones, claro está: lucidos chaperones, tan chiquitas. Pero eso sí, nos consentían tanto.

A veces nos llevaban a Chapultepec, y muy seguido (ya un poquito mayores) al Club Deportivo Alemán, a nadar. Nacho era muy deportista, y cada sábado nos llevaban de chaperones a Ivonne y a mí. Nos encantaba ir, claro. Yo nunca aprendí a nadar muy bien, pero chapoteé muy a gusto. Cuando terminábamos de nadar y aún en traje de baño, era obligado que nos compraran unos hot dogs. Pero no como los de ahora. Eran como de telera y la salchicha Frankfurt gorda, calientita, y sólo con mostaza. ¿Voy bien o me equivoco? Yo recuerdo clarito el aroma aquel, el sabor y el hambre con la que nos comíamos aquel manjar; ¡era delicioso!

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En aquel entonces, nos daba a Ivonne y a mí por comernos nuestras uñas de las manos, y para convencernos de que era una mala costumbre, tu “Chindo” alias Nacho nos prometió que si dejábamos de comernos las uñas nos iba a regalar un maletincito para llevar nuestra toalla húmeda y el traje de baño mojado, pues era la costumbre hacer sólo un rollito con la ropa de nadar y a veces se nos caía. Pues sirvió como arte de magia, no recuerdo de Ivonne, pero yo, al fin niña e interesada en un regalito (al ser la novena en la familia no abundaban los regalitos), dejé de morderme las uñas y creo que si algo tengo bonito o tuve son mis uñas, y se lo debo al novio (mi casi hermano) de mi hermana mayor: Tú.

Qué recuerdos, ¿verdad? Todo lo llevo grabado en la mente y en el corazón. Para ir a la escuela, después de que por muchos años nos peinaron de caireles, hubo una ocasión en que mami, imagino que harta de oír nuestros quejidos por los jalones que nos daban Letty y Elsa –pues ellas nos C A R T A S

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peinaban– decidió que nos cortaran el pelo cortito, de melenita. No nos duró mucho tiempo el gusto, hasta que volviéramos a los caireles, supongo que nos veíamos lindas. Pero con la melenita, antes de irte a trabajar en Godefroy –porque ya trabajabas para ayudar en la familia–, me enseñaste cómo peinarme yo sola, mojándome el pelo y haciéndome ondas con las manos para verme bien. Querida hermana, cuántas y cuántas cosas vivimos juntas, detalles tan insignificantes pero que me dieron cariño, y fueron entretejiendo mi vida.

Bueno, por hoy ya terminé mi ratito de reminiscencias. Quiero enviarte ésta junto con la tarjeta que encontré para ti, y te prometo que, si tú quieres, te sigo escribiendo en ratos, para no cansarte mucho, ¿cómo la ves?

Hoy te mando copia de una foto mía de joven que encontré, tenía apenas 18 años, y me veía rechula, ¿verdad? Pero nunca como “la Chulada”.

Poco a poco te iré mandando fotos también, pues para mí son recuerdos tan bonitos que los quiero compartir contigo.

Por lo pronto, te mando un beso muy cariñoso, esperando de corazón te encuentres mejoradita.

Te quiere mucho, tu Sis, Susana.

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26 DE JULIO DE 2003 Mi muy querida Sis Carmela: Aquí estoy de nuevo, de “visita” contigo por carta, y te estoy enviando otras fotos que he mandado ampliar para que nos sigamos acordando de aquellos tiempos tan felices cuando yo era niña y tú y Nacho me cuidaban, o más bien yo les hacía de chaperón.

Fuimos chapadas a la antigua y le doy gracias a Dios por eso, pues me permitió vivir diferentes facetas de mi vida al lado de los que se iban haciendo novios, y a Ivonne y a mí nos tocaba dizque cuidar (¡cuál cuidar era aquello, para mí era una delicia que nos dieran aunque fuera una vuelta a la manzana). Según me contaron ustedes, me hice “adicta” a las cosquillitas en la espalda, pues tú y Nacho me ponían entre sus rodillas para hacerme “cosquis”, y claro, de lo relajante que resultaba aquello para una niña de cinco años, siempre terminaba dormidita. ¡Y ahora que lo reflexiono, les daba a ustedes, el par de enamorados, la oportunidad de robarse uno que otro beso! ¡Que épocas aquellas tan románticas, que todo era a escondidas y se saboreaba el misterio de ir aprendiendo las artes del amor, junto con el temor de ser sorprendidos por los hermanos o los padres. Yo no digo que los jóvenes de hoy no tengan valores, al contrario, los tienen puesto que a nosotros nos tocó educarlos e inculcarles lo que creíamos correcto y que a nuestra vez aprendimos de nuestros padres. Tienen muchos valores, pero se ven influenciados por la moda y por querer pertenecer a lo que, según ellos, es la amistad, y copiar las tendencias actuales, algunas de las cuales sí son funestas, pero yo tengo muchas esperanzas en que nuestros muchachos saldrán adelante, lo llevan en la sangre y en la casta.

Yo pido mucho a Dios por todos nuestros jóvenes, ya sean nietos o biznietos, o jóvenes ajenos a nuestra familia, que para mí es tan importante, por todos ellos para que puedan ver un México mejor y sean felices sin ser influenciados por tanto consumismo. Yo estoy segura de que tú compartes mi modo de ver las cosas. Siempre te he considerado una mujer de carácter fuerte y decidido, y luchona, y tu modo de ver la vida muchas veces ha sido mi inspiración.

Bueno, a las fotos: la primera es en Chapala, yo creo que en plenos años veinte, yo aún no nacía. El primero, y tú me vas a corregir si no, es Ramón Navarrete Riggen, medio hermano C A R T A S

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de Papi y “tiastro” nuestro. Después ha de ser Delfina nuestra hermana, luego Gabriel, el que sigue pegadito a él no estoy segura pero debe ser Letty; luego Beatriz Navarrete, nuestra prima, hija de tío Paco; luego, creo que eres tú, y al final, con los chinos en la cara... ¿será Elsa? Me encanto la foto, y me dieron mucha risa los trajes de baño, ¿eh? Cuánto pudor se observaba, aun en los adolescentes.

La foto de abajo estaba chiquitita y me costó trabajo ampliarla (más bien le costó trabajo a Luis, mi hijo, quien me está ayudando a ampliar las fotos viejas que conservo), pero a ver si le atino a quienes están y a ver si tú los reconoces mejor que yo, ¿eh?

Parados atrás, Fred Pool y Gabriel nuestro hermano, y al lado, más chaparrito, Hugo, nuestro hermano. Con los brazos en los hombros de Julie Pool, Letty, nuestra hermana. Sentada y medio abrazándome a mí (de ricitos y güerita) Stella Pool, luego Ivonne nuestra hermana con la cabecita agachada, enseguida Alice Pool, junto a Delfina nuestra hermana. Abajo, casi no se distinguen, y menos con mi vista (tan mala vista que me cargo) pero creo que es el flequito de Malu, nuestra hermanita, quien murió tan chiquita y de quien yo ni me acuerdo. Luego “la Chata” Pool, y al final se asoma la cara de Elsa, nuestra hermana también. Qué jóvenes y qué niñas éramos todas, ¿verdad?

Allí no sales tú, pero me gustó para recordar nuestra vida juntas en familia. No reconozco el lugar, imagino que es la casa de San Pedro de los Pinos donde vivimos algunos años, ¿o no? Era cuando estábamos recién llegados de Guadalajara.

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Las siguientes fotos te van a gustar mucho. Una es de Gabriel con Ivonne, chiquita en brazos, y en la otra estás tú con Hugo en brazos, y Elsa con su chino en la frente y agarraditas sus dos manos. ¿cómo nos lidiaron tanto tú como Gabriel y Delfina al montón de hermanitos? ¡Muchas gracias, querida hermana, por haber sido tan buena con nosotros y por cuidarnos como una pequeña madrecita!

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La siguiente foto es de Hugo abrazando con una mano a Ivonne, qué par de chiquitos, ¿verdad? A mí me enternece ver todas esas muestras de cariño entre los hermanos. ¡Cómo los quiero a todos!

Y en la otra foto estamos Ivonne y yo mojándonos los pies en la orilla de las playas de Ajijic. Esa foto la recuerdo muy bien, la tomó Nacho. Cómo se hace presente él a través de los años y de las fotos que tomó, mi querido hermano-cuñado- Gracias a él tengo tantas fotos del recuerdo y me permiten compartirlas contigo ahora que estamos tan lejos, mi “Chulada”

Esa casa a la orilla de la playa era de Ernesto Gómez Ibarra y se la prestó a Papi y Mami cuando Hugo estuvo tan malo del corazón, para que tuviera un cambio de altura con respecto a la del DF. Y además vacacionáramos sin costo alguno. ¡Cómo agradezco tantos gestos de solidaridad entre las dos familias desde entonces!

Era una casita sencilla, de pueblo, con tres recámaras y una terraza, donde comíamos.

Había un “aguamanil” para lavarnos las manos, pues el baño, o WC, estaba en el huerto que daba a la playa y donde conocí el árbol del café: había dos o tres árboles frutales y un cafeto, y nos robábamos el fruto del café. Era una vida tan sencilla y libre. Subíamos al cerro yéndonos de excursión con Hugo (menudo descanso, pues ahora comprendo que era mucho esfuerzo para su pobre corazón); 2 2

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nos llevaban “blanquillos” a la puerta. Allí aprendí que así se les decía a los huevos. También había entrega de pan diario, iba el panadero con su canasta en la cabeza y pescado fresco blanco, de Chapala. Los charales, y tanta delicia pueblerina que allí comíamos. Mami allí aprendió a hacer el caldo “michi”, pues la que cuidaba la casa con su esposo y hacía de cocinera nos lo preparaba, ¡delicioso!

A veces, los fines de semana llegaba Papi de visita desde México, y también tú y Nacho, y María Teresa, tu suegra, a quien le encantaba jugar póker.

Tantos recuerdos que otro día le sigo, y con otras fotos, ¿te gusta la idea? Bueno, voy a procurar estar “platicando” contigo por carta y fotos cada semana, ¿eh? Mientras, recibe todo mi cariño con los mejores deseos porque tu recuperación vaya progresando. Te quiere mucho, tu Baby Sister, Susana.

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1 5 D E AG OSTO D E 2 0 0 3 Mi querida Sis: Aquí estoy de nuevo de “visita” contigo. Ya que como te platico de nuestros recuerdos juntas a lo largo de nuestras vidas, siento que estamos platicando aunque sea a través de mis cartas.

Las fotos que ahora te mando y que Luis Arturo, mi hijo, me hace favor de pasar por la computadora y ampliarlas, sé que te van a gustar muchísimo: En la que está marcada con número uno, es otra parecida a la que te mandé la última vez, tomada en los escalones de entrada a tu casa de recién casada en San Pedro de Los Pinos, ¿te acuerdas? En la fila de atrás, parados, está primero Elsa, nuestra hermana que aún no se casaba y trabajaba en los laboratorios Godefroy, puesto en que tú la entrenaste al dejarlo vacante para casarte con Nacho, tu guapo galán. El puesto era de secretaria de Papi, quien era el gerente o contador de los laboratorios (tú te has de acordar mejor que yo) y las dos supieron desempeñarse muy bien. Excelentes secretarias.

Enseguida, en la foto, estás tú con Nachito en brazos, y atrás de él asoma la cara de María Teresa, tu suegra, madre de Nacho y abuela de Nachito. Justo atrás de ella está Hugo, nuestro tan querido hermano, quién nos dejó tan joven, y que fue tan alegre, bien parecido y fuerte ante la enfermedad que lo postró varias veces.

Parado, muy sonriente, está Paco García Mancera, esposo de Letty, nuestra hermana y de quién guardo recuerdos bonitos de mi infancia. ¿Te acuerdas que, cuando vivíamos en Frontera número 3 en la colonia Roma, él le regaló a Letty un patito recién nacido y como no había ni pileta en la casa? Mami no lo aceptó, pues el pobre animalito corría peligro, y fuimos a Chapultepec a dejarlo al lago para que allí sobreviviera; le pusieron por nombre “Piquín”, y a mí se me antojaba que lo dejaran en la casa2 4

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Bueno, volviendo a la foto, estamos sentados en los escalones Gabriel nuestro hermano y yo. No sé qué fecha será, a lo mejor nos invitaste a comer un domingo, o era cumpleaños del bebé, en fin, esa foto también la tomó Nacho. Siempre está presente en tu recuerdo y en las fotos que acostumbraba tomarnos. Lo recuerdo muy bien, con su cámara colgada al hombro en un estuche de cuero.

La siguiente foto es un tesoro para ti y para mí. Esa foto la debes haber tomado tú, pues está nada menos que Nacho cargándome a mí, su futura cuñadita, tan güerita y tan pequeñita. Él con su cabello tan chino y abundante. Claro, eso fue antes de que se casaran, pues ya casados fue cuando hubo una explosión en Pemex, donde él trabajaba y se le quemó su cara y perdió gran parte de su pelo, ¿te acuerdas? O a lo mejor la memoria me falla. Eso pasó hace tantos años. Pero aún pelón, era muy bien parecido, ¿verdad?

La foto número tres, del grupo de pequeñas damiselas, no sé dónde fue tomada. A lo mejor en casa de tía Nellie o en casa de tía Mae, quién sabe. Pero en el centro, ¡qué belleza! Tú estás cargándome a mí y me estás dando un beso. Qué recuerdo para mí de la hermana mayor que me cargaba y no se molestaba por eso, sino que ¡hasta me daba besitos! Gracias por quererme desde entonces y hasta la fecha, Carmela, cómo aprecio tu cariño y tu ayuda incondicional siempre. Te quiero mucho.

Volviendo a la foto, parada, solita, está Elsa, nuestra hermana, en aquel entonces era una joven adolescente, y me encanta verlas a todas tan sencillas con sus caritas de inocencia. Al lado izquierdo está Letty, todavía usando tobilleras, o sea que eran muy niñas aún. Y junto a ella, Luchi Pool, quien fuera siempre muy unida a Letty, dos primas que se quisieron mucho. Y al frente, las dos pequeñas niñas son Malú y la Chata Pool. Yo casi no recuerdo a Malú, pero pienso que fue de las últimas fotos que se le tomaron antes de su tempranísima muerte. Cuántos Ángeles tenemos ya en el cielo, esperándonos, ¿verdad? Muchos hermanos, nuestros padres y parientes, ya nos guardan campito, ¿te imaginas el jolgorio que se traen allá arriba?

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Ahora se me viene a la memoria tu boda. De esa no tengo foto, pero cuando te visité hace poco, en el biombo tan hermoso que tienes en tu recámara, te vi en una foto vestida de novia, parecías una muñeca, con tu dulce cara y radiante de felicidad. Tu vestido sensacional, y llevabas el velo que era de Mami, cuando ella a su vez se casó y que usamos en todas nuestras bodas las hermanas Navarrete Rowe. Cada una lo lució en diferente tocado, y a cada una se le vio precioso. Es de encajes de Bruselas y es un verdadero “sacramento de amor”, pues es una reliquia que todas hemos amado por el solo hecho de haber pertenecido a nuestra madre, a la que quisimos tanto. Creo que yo tenía como seis años de edad cuando te casaste, y de la boda en la Iglesia mal me acuerdo. De lo que sí me acuerdo es de que, como éramos “las chicas” Ivonne y yo, y nos tenían tan bien educadas (o amaestradas), no nos dieron de comer mas que unos palitos de queso. Y ya no comimos nada, nos quedamos con un hambre, como ya te imaginarás. Por cierto, todos los banquetes de boda se hacían en la casa de Papi y Mami, a partir de tu boda, y era algo regio el menú: Consomé, de un sabor delicioso (luego lo probé en las siguientes bodas) con palitos de queso, ensalada Waldorf de papas, nueces, manzanas y piña aderezada con crema y mayonesa, y la carne tan especial, receta de Mama Grande, nuestra abuela paterna, Delfina Lacroix Laguette, a quién ninguno de nosotros conoció. Era lomo de cerdo, aplanado, marinado en jugo de naranja y ajos, relleno de jamón picado y un buen chorizo, enrollado, cocido a quedar muy blando, y luego adobado, dejado toda la noche para después rebanar con mucho cuidado y muy delgado. Lucía elegante y sabía a “gloria”.

Todo era hecho en casa, qué trabajal, ¿verdad? Y se alquilaban meseros, loza, cuchillería y cristalería para la ocasión, así como manteles blancos y hermosos ramos de flores blancas. ¿Ya se te abrió el apetito? Pues a mí sí, así es que le corto por hoy. Ojalá hayas paseado por los caminos de ayer con el mismo gusto que yo lo he hecho para acompañarte desde acá, tu tierra tapatía, de donde también guardas tantos recuerdos.

No olvides a tu Baby Sister, quién tampoco te olvida, y mucho te quiere, Susana.

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2 0 D E AG OSTO D E 2 0 0 3 Mi querida Sis: Ahora te traigo nuestras “memorias” en persona, pues quise venir a visitarte y ver cómo vas.

Ya ves que me ha dado por enviarte cada ocho días una carta con recuerdos tan bonitos que conservo de ti y de mí en nuestras épocas de familia con Papi y Mami.

Hoy te traigo una ampliación de una foto en “escalera” que me fascinó:

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El más alto, como lo recuerdas bien, es Gabriel, nuestro hermano mayor. No se qué edad tendría allí, pero era un adolescente: Muy “puesto” de traje y corbata, y muy serio, como siempre fue, pero encantador, muy conservador, inteligente y culto.

Me acuerdo que, años más tarde, cuando ya vivíamos en la calle Tabasco número 144 , en la Colonia Roma, le pedí que me diera clases de francés, pues él lo dominaba, ya que entiendo que en la escuela de Guadalajara, con los Jesuitas, llevaban libros en inglés, francés y español, por lo que también aprendían esos idiomas extranjeros. Salí tan mala alumna que jamás aprendí más que algunas palabras, los números y algunos colores, y se enfadó porque yo no hacía la tarea o no avanzaba y ya no quiso darme clases, la hermanita engorrosa que era yo.

Volviendo al retrato, en seguida estás tú, yo creo que, según los vestidos de todas, así era la moda entonces, eras apenas una chiquilla, pero hasta el peinado se te ve coqueto y ya usabas zapatos con un discreto taconcito. Ya ahí se adivinaba tu dulce hermosura. Y tu coqueta feminidad.

Luego sigue Delfina, de fleco y melenita, el cuello del vestido era como una capita o algo así. Ella, la de los ojos verdes y hoyuelos en las mejillas, y quien, como todas mis hermanas, fue siempre muy luchona. Lástima que esas fotos no eran a colores todavía, aún no se habían inventado los rollos a color. Cuántas y cuántas cosas han ido sucediendo y de todo lo que hemos sido testigos, ¿verdad? Tú aún más que yo, tanto adelanto que ya se perdió la capacidad de asombro. A lo mejor te acuerdas del color de tu vestido y el de las demás, pues hay cosas que se acuerda uno con tanto detalle, ¿no crees?

La cuarta en la fila es Letty, la alegre, la cariñosa, la ruidosa, en pleno crecimiento, como una bella niña a la que extraño tanto. Siempre generosa y caritativa. A todas las extraño mucho, no creas…

Después está Elsa, la estudiosa, la sensata, de melena tan abundante y rizada y ojos muy expresivos. Se nota en la foto que se usaba mucho el cuello de los vestidos como de una capita. Y Mami a veces nos hacía los vestidos ella misma. Yo me acuerdo, ya de muchacha, que me dirigió y ayudó a coser en la máquina de pedales, ¿te acuerdas?: un vestido para ir al baile de la Escuela de Ingeniería, que era mi gran ilusión.

El niño vestido de marinerito es Hugo, con su carita de pícaro, tan simpático, guapo y alegre. Yo 2 8

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disfruté mucho su compañía cuando ya de jóvenes me llevaba a los bailes y a las fiestas, y me daba consejos de hermano mayor, pues me llevaba siete años. Querido hermano, entrañable de verdad, tan joven que se nos fue.

Y al final está Malú, la chiquita de quien no conservo recuerdos más que los que oí platicar, sólo vagamente me acuerdo de que me enseñó a persignarme, y que Papi nos llevaba a Ivonne y a mí los domingos al panteón de Dolores, mientras Mami preparaba la comida dominguera con su séquito de servidumbre en la colonia Roma, pues se reunía la familia a comer, con novios, esposos, nanas y nietos. Mientras él lloraba y rezaba en la tumba, Ivonne y yo inocentemente brincábamos de tumba en tumba en alegre irreflexión. Qué tierno Papi, cómo le afectaba todo y cómo sufría las ausencias. No cabe duda de que somos unas afortunadas al haber tenido los padres que tuvimos, ¿no crees? En esa foto no salimos ni Ivonne ni yo, pues aún no nacíamos, pero los hermanos que ya vivían entonces posaron para un recuerdo primero, de sus padres, y luego, para la posteridad.

Bien, dando vuelta a la hoja, ¡mira lo que me encontré! Una foto tomada en la casa de Salud y Memo, grandes amigos tuyos y de Nacho, en la casa de ellos en San Pedro de Los Pinos. Hasta el final asoma tu cabecita cargando a Nachito, y un poquito adelante está Salud, tu amiga.

Del lado izquierdo está Memo, su esposo, cargando en brazos, imagino que a la festejada que cumpliría un añito, o algo así. Al extremo derecho, junto a ti con Nachito en brazos, está Lorenza, la nana de tus hijos, ¿te acuerdas? La mesa se ve muy bien puesta, con el pastel al centro y muy seriecitas, en el centro de la foto, estamos Ivonne y yo, ella disfrazada de gitana y yo de india totonaca. Claro era fiesta infantil y de disfraces, desde entonces me encantan “las fachas”, siento que se juega un papel diferente al de la vida real y puede uno fingir ser otro personaje, se me hace muy divertido.

Bueno, aquí te dejo para que sigas disfrutando de las fotos y de nuestros recuerdos, si me equivoco por favor dímelo para salir de dudas, ¿sí?

Con el cariño de siempre, tu Baby Sister, Susana.

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OCTUBRE DE 2003 Mi siempre querida Sis Carmela: Mira que creí que ya no tenía fotos de tus hijos, y el otro día, revisando un álbum, me encontré éstas de cuando estaban chicos. Te las voy a describir a ver si coinciden –lo que tú sabes mejor que yo– con sus actividades de entonces: En la primera están tus primeros “bebés”: a la izquierda, Carmelita, a quien yo le decía –en arrebatos de ternura– “¡baby, babyrucha, baby linda!” Vestida con un vestidito precioso, no sé si se lo hiciste tú o Mami, era blanco, de puros olanes y ribeteado de listón francés angosto, color rosita. En el centro de esa foto está Yayo, muy rubio y peinadito con un rizo al centro – como era la moda antes–, de ojitos verdes, apoyando su bracito en un avión de juguete, que tiene Nachito agarrado de la hélice. Él, muy sonriente, ya se ve formalito, el mayor de los tres.

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Arriba, a la derecha, está Carmelita, muy salerosa, vestida de china poblana y calzando huarachitos. Muy peinada de trenzas, con listones y moños al final de la trenza. Con collares de bisutería brillante al cuello. Su rebozo, ceñido alrededor del talle, anudado y echado al hombro. Era un traje muy lleno de colorido, con lentejuelas y muy simbólico de nuestra patria; antes era el traje obligado para bailar en las escuelas el “Jarabe tapatío”, acompañado de alguien vestido de charro, emblema tapatío también.

Bien, ahora veamos las fotos individuales que me regalaste, y yo, por supuesto, te las pedí. Imagino que serían de la tarjeta del club, donde iban a nadar todos los domingos con Nacho, o sencillamente para algún documento necesario en la escuela. Lo que sea, ¡están formidables!, ¿verdad? De izquierda a derecha está Nachito, con su uniforme scout, y junto a él, Carmelita.

En el extremo de la foto está Carlitos, tapando la esquina de la foto de la china poblana, con su carita tranquila, casi queriendo soltar una sonrisita. Debajo de Nachito está Fer, entre que se reía y no, junto a él “La Chiquis”, C A R T A S

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con carita de aflicción, y al final, abajo, están Magda y Yayo, muy seriecitos. ¡Qué primor de chiquillos, de veras!

Al voltear la hoja, está nada menos que Fer, cuando apenas tendría –imagino– un año. ¿Te acuerdas cómo jugaba con su amigo “Enrlique” y el acento tan encantador que tenía para hablar? Yo gozaba oyéndolo, hasta que de grande, con gran tenacidad, él solito se corrigió, hablaba intercalando la ele y se oía de lo más simpático. Y su amigo “Enrlique” era imaginario, se pasaba horas jugando con él, de lo más entretenido, cuando vivían en la casa grande de San Pedro de Los Pinos, ¿te acuerdas? Pues estas fotos me removieron muchos recuerdos entrañables, y espero que así lo hagan contigo. Te las mando a modo de compañía de tu hermana que piensa tanto en ti y desea te sientas lo mejor posible.

Ya me voy. Te mando un beso envuelto en mi cariño, recordándote siempre.

Tu Baby Sister, Susana.

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C A R TA S I N F E C H A Mi muy querida Sis: Aquí voy de nuevo con mis “visitas” por carta y recordando tantos tiempos bonitos pasados en tu compañía, cuando yo era niña y tú una “chulada” de jovencita. Ahora me encontré con una foto tomada en tu casa de “recién casada”, cuando apenas había nacido Nachito, al que Letty, nuestra hermana, le decía “El Honguis”, pues parecía un honguito, según ella.

Allí están, de izquierda a derecha: tú, tomándome a mí, Susana, de los hombros, y yo volteando a ver a Nachito, mi sobrinito querido. Junto a ti, Nacho, mi querido cuñado, tu esposo, muy sonriente y tan guapo. Tomando en brazos al bebé está María Teresa, la mamá de Nacho, abuelita de Nachito, y tu suegra. Asomando su cabeza, hasta atrás, está Hugo, nuestro hermano, tan jovencito entonces; luego, Elsa, muy guapa y elegante, y de media rodilla al suelo, Gabriel, nuestro hermano mayor.

Era la principal entrada a tu casa en la colonia San Pedro de Los Pinos; en la entrada había un hall con la escalera para el segundo piso, abajo, a la izquierda, estaba el comedor, y después la cocina donde a Ivonne y a mí nos encantaba ayudarte en las cositas que podíamos y allí aprendimos muchos secretitos de cocina contigo. Hubo una vez que te llevaron un chivito vivo, y lo tenías en la azotea. Era negro y balaba todo el día, hasta que lo convirtieron en birria.

Me acuerdo de todo esto, pues también nos invitabas a veces a dormir en el fin de semana y jugábamos con nuestros sobrinitos. Allí, si mal no me acuerdo, nacieron Nachito, Carmelita, la primorosa, Yayo y Carlos también.

Enfrente vivían los dueños de la casa, la Sra. Mimí, una chaparrita muy bizbirinda, y su esposo, un señor muy pálido e inválido, ambos muy amables con nosotros, tus hermanitas, quienes éramos bien traviesas y nos andábamos brincando la cerca de alambrado que tenían.

Allí fue, creo, donde le nació a Nacho la idea de independizarse e iniciar el negocio de Pint-oMex. Primero tenían rentada una bodega, y tú, además de dirigir la casa y lidiar con los hijos, le hacías a la secretaria y ayudabas en todo lo posible a Nacho y a la naciente empresa para seguir adelante. Los dos muy luchones siempre, hombro con hombro, a sacar adelante a la familia.

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También encontré, de esos tiempos probablemente, una foto de la boda de Nellita Boehm y Germán Harzer. Aunque no encuentro ni a ti ni a Nacho, estoy segura disfrutarás recordar ese día. Fue en Mixcoac, en la calle de Poussin, donde era la mansión de Tía Nellie, hermana de Mami, y que ahora está convertida en convento de las Madres Reparadoras, pues era enorme y estilo alemán. Allí puedes ver a Papi y Mami, parados en la segunda fila, atrás de Stella Pool, de largo, quien fuera dama de honor de la novia. Junto a Mami, quien está de negro, se encuentra Delfina, nuestra hermana; enseguida Alice Pool, luego Letty, nuestra hermana muy sonriente, y atrás de ella creo que está Rosalía Heather, hermana de Emily Heather, que luego se casó con Fred Pool. Frente a ella, “madame”, no sé de plano qué relación había con ella. ¿Tú te acuerdas? Enseguida, de pie, y con una flor en el hombro, la mamá de la novia, nuestra tía Nellie, hermana de Mami, quien falleció en circunstancias tan trágicas años después. Allí, junto a ella, está Maedelli Schoendube, esposa de nuestro primo Fritz Boehm, hermano de la novia, quien está cargando a su hijita Briksie. Entre él y Maedelle está nuestra tía Mae, y atrás de ella asoma la carita de su esposo, nuestro tío Gwynne Pool. Hay muchas personas que ya no recuerdo quienes eran. Al frente los novios y parada junto a la novia estoy yo, Susana, tu Baby Sister, y del lado del novio está Ivonne, nuestra hermana. Tomándome de un brazo está Gunther, el hijo de Fritz y Maedelle. ¿A poco no te encantó la foto? ¡A mí, sí!

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La siguiente foto es en una alberca, estamos en Cuernavaca. Una casa que a veces rentaban Papi y Mami con tío Gwynne y tía Mae para vacacionar. Sentado junto a ti está Rubén Gómez Cruz, el primo de Nacho; después de ti está Luchi Pool, nuestra prima, con su entonces novio –que luego fue su marido–, Raúl Quiroz.

Una pareja muy enamorada también, igual que tú y Nacho. Sentado en la esquina de la alberca y en traje de baño está Gabriel, nuestro hermano. Dentro de la alberca, Julie Pool, y con gorra de baño, Elsa, nuestra hermana; y por supuesto, las chiquillas sonrientes y llenas de vida y travesura, Ivonne y yo. ¿Qué tal?, ya nos fuimos hasta Cuernavaca esta vez.

Qué tiempos aquellos, verdad, mi tan querida hermana mayor, mi Sis, mi “Chulada”, mi comadre, en fin, mi hermana del alma.

Por último, te mando dos fotos que te van a gustar mucho también: una doble, donde salimos retratados, de izquierda a derecha, Delfina, Hugo, tú, Papi, y Mami abrazándome a mi, Susana.

En el pastito del jardín (eso es en la casa de Adolfo Prieto) están sentaditos Astrid, Nachito y Rudy. En la parte de abajo de la misma foto estoy yo, Susana, agarrada del brazo de Papi (él con un cigarrillo en la boca) y luego Nacho, con Nachito en brazos; luego tú, con tu carita tan dulce, y luego Delfina. En la segunda fila se ven Astrid y Rudy.

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Dejé para el mero final una foto que costó mucho trabajo ampliar, pero es en casa de tío Gwynne y tía Mae, un Domingo de Pascua, cuando se hacían montones de chiles en nogada en nuestra casa para llevar al día de campo tradicional frente a la alberca en casa de los Pool.

No se me olvida, pues me quedaban ardidas las uñas después de ayudar a pelar las nueces de castilla tiernas que Mami compraba por costal para la ocasión.

Bueno, volviendo a la foto, reconozco, de izquierda a derecha, a Eric von Thaden y Elsie Holshneider, que era campeona de tenis; Carlos Everaert, Julie Pool, Chely von Thaden, “La Chata” Pool y Angus atrás de ella (un compañero de estudios), Hugo nuestro hermano atrás de Pepe Roldán, junto a Nadine su esposa, y luego tú y Nacho. Ya más al frente, Elsa con Nachito recargado en sus piernas, atrás de ella Ivonne Guerre con Stella Pool, su mamá, y Poncho Bouquet al final extremo de la foto. No podían faltar las hermanitas inseparables, vestidas igual, Ivonne y Susana, quienes afortunadamente asistíamos a todas las reuniones familiares y es por eso que ahora lo recuerdo todo con tanta nostalgia de épocas bellas, que ya se fueron pero que conservamos en el corazón, ¿verdad?

Well, my dear, that’s all for today. Espero hayas disfrutado este viajecito al pasado acompañada por mí. Ya sabes que te extraño y te mando muchos besos para que te sientas mejor. Procura comer bien y cuidarte mucho, ¿eh? No te olvida, Susana

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15 DE DICIEMBRE 2003 Mi querida y recordada Sis: Ya se acerca Navidad y quiero mandarte un Merry christmas con un abrazo muy apretado, ya que para estas fechas iremos a Manzanillo Reneé, Quecho y yo, porque este año no nos toca que se reúnan todos los hijos con nosotros. Lógico y justo. Y es por eso que me adelanté con mis Best wishes for you all.

Fíjate que en días pasados fui a ver a Josefina Alva de Arregui, te mandó muchos saludos y platicamos largo y tendido de las épocas de sus juventudes. Ella es de la edad de Delfina, y María Elena es de tu año; nos divertimos acordándonos de las épocas pasadas aquí en Guadalajara, cuando jugaban todos los hermanos Alva con los hermanos Navarrete.

También vi a Beatriz Navarrete y a Guille, en casa de Silvia Navarrete de Juárez, quienes cumplieron nada menos que 49 años de casados. ¿Cómo la ves? El tiempo vuela. Beatriz se estuvo acordando de cuando iban tú, ella y Willy Aguilar, de niños, a Chapala, a casa de la tía Adelaida y de la tía Mina, y que se la pasaban felices jugando en la arena de la “playa” de Chapala; que la casa de nuestra tía era muy elegante y quedaban a dos o tres casas del “Beer Garden”, zona en aquel entonces muy elegante; que las llevaba el chofer de Willy, y la institutriz de Willy, María Ramos, los cuidaba y se quedaban a comer, y pasaban un buen rato los primos hermanos.

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Hace ocho días fuimos a Chapala a ver el lago, pues ha habido una sequía espantosa, pero parece que se está recuperando, aunque nunca lucirá como cuando me platicaban Mami y Papi que se iban de vacaciones largas a pasarla toda la familia y allí hacían fogatas a la orilla del lago, y lunadas, cantando con guitarras y gozando plenamente sus juventudes. Qué hermoso es recordar aquellos tiempos felices, ¿verdad?

Ayer vinieron todos mis hijos con sus críos, pues hubo intercambio de regalos y les hice una comilona, hubo juegos, encendí el árbol y el Nacimiento; todos movieron sus borreguitos con su nombre (es una costumbre que tengo desde que mis hijos eran niños) para irse acercando al pesebre y que el mero día de Navidad ya estén todos alrededor del Niño Jesús; eso sí, avanzan si se han portado bien, si no, se quedan en su lugar. Por supuesto, invento cualquier pretexto para que todos vayan “avanzando”.

Este año puse un árbol natural, cosa que desde hace mucho tiempo no hacía debido al precio tan alto que les ponen, y tengo uno artificial. Pero, ¿qué crees?, se me ocurrió decorarlo como lo ponían en casa de Nellita y Germán: con manzanas de California, rojas y perfectas, nueces de castilla envueltas en papel celofán y colgando de un hilo dorado; a las manzanas les puse cable de alambre de cobre, y han resistido, y tejocotes naturales envueltos en papel celofán amarillo; además, compré unas minicampanitas y les colgué un badajo de canela natural grande. Imagínate el olor del pino, con las manzanas y los tejocotes y la canela. Realmente me quedó ¡sensacional! Por supuesto, creo que no voy a volver a hacerlo así, pues fue mucho trabajo y acabaré haciendo pay de manzana, pero me dí el gusto de recordar las Navidades cuando nos llevaba Mami a Ivonne y a mí a visitar a Nellita y se me salían los ojos al contemplar aquel árbol hermosísimo. Este año me dí ese gusto y recordé aún más las Navidades pasadas en casa de Papi y Mami. Ni modo, soy una sentimental romántica, pero me encanta ser así.

Encontré la tarjeta de la Virgen Guadalupana con musiquita y te la quise mandar para que cuando escuches la musiquita te acuerdes de mí, tu Baby Sister que no te olvida, Susana.

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DICIEMBRE 2003 Mi muy querida Sis: De nuevo me tienes aquí, escribiéndote, haciéndome la ilusión de que estamos juntas y que me estás escuchando. La distancia que nos separa, tú en el DF y yo en Guadalajara, no es obstáculo para hacer de cuenta que te estoy platicando.

Como es el mes de diciembre, e igual que todos los años, me entra la nostalgia y me da por recordar las Navidades cuando vivíamos en casa de Papi y Mami.

Estoy segura de que tú te acuerdas cuando pasaban por las calles los inditos y las inditas pastoreando su parvada de guajolotes, allá en la colonia Roma en Tabasco número 144. Mami compraba dos o tres para irlos cebando a tiempo de que estuvieran bien gorditos para el día de la comida de Navidad. Por tradición inglesa siempre se celebró en la casa el 25 de diciembre al mediodía, que es en realidad el cumpleaños del Niño Jesús, y era todo un acontecimiento familiar.

Sin duda tú tienes recuerdos anteriores a esa casa y a las Navidades en Guadalajara, pero yo sólo puedo referirme a los tiempos en que tú, Delfina y Letty andaban noviando, y yo era muy pequeña.

Volviendo a la acarreada de guajolotes por las calles, gritaban: “¿Quién compra? Coconos y coconas, guajolotitos vivos”. Y salíamos corriendo Ivonne y yo para ver cómo negociaba Mami con los “marchantes”. A veces llevaban el buche bien gordo, pero al palparlos se sentía que los habían alimentado con piedritas revueltas en el grano para que se vieran más gordos.

Por fin, hecho el trato y llegado a un acuerdo, las sirvientas y la nana los abrazaban y los llevaban, muertos de miedo y gritando su típico gordo-gordo-gordo, hasta la azotea de la casa, donde además de haber dos cuartos enormes para el servicio estaban los lavaderos (aún no se conocían ni las lavadoras ni las secadoras y cada ocho días iba una lavandera por dos días, uno para lavar y otro para planchar; pobres mujeres).

Mami había mandado hacer un gallinero con tela de alambre y un techito en la zotehuela, arriba de donde daba clases de inglés en The English Academy, ¿te acuerdas? Y Letty daba C A R T A S

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clases de mecanografía, había ocho máquinas de tecleo de lo más antiguas. Bien, pues allí en el gallinero iban a dar los guajolotes a principios de diciembre, y se les alimentaba con maíz quebrado y salvado natural en agua. Era mi tarea los fines de semana lavar las palanganas, desechadas ya como aguamaniles. Me acuerdo tan bien por el asco que me daba limpiarlas del alimento para que se volvieran a usar. Además de los dos o tres guajolotes (ahora elegantemente llamados pavos), había uno o dos gallos y varias gallinas. Diario se recogían huevos frescos, incluso se llegaban a poner cluecas las gallinas y empollaban verdaderas monadas de pollitos que a mí me encantaban. A veces se mataban las gallinas o las palomas para comerlas y los huevos ayudaban a estirar el gasto para la economía familiar. ¡Cómo luchaba Mami porque todo rindiera y se aprovechara al máximo, además de trabajar como directora de la Academia, ser maestra, esposa, madre y ama de casa! Me quito el sombrero ante nuestra mamá, en serio.

Luego, el día 16 exactamente, se ponía y decoraba el árbol natural, enorme antes mis ojos que todo le bebía y lo iban almacenando en la memoria. A Hugo, Ivonne y a mí, sólo se nos permitía observar, pues éramos muy chicos: once, seis y cuatro años, respectivamente. Creo que Hugo sí le ayudaba a Gabriel a colocar con tachuelas en la pared de la sala pliegos de cartoncillo azul cielo tachonados de estrellas recortadas de papel plateado, y alrededor del árbol decorado con esferas, que a mí me parecían mágicas por los destellos que reflejaban, se ponía el Nacimiento con figuritas de barro que Mami había comprado en Tlaquepaque antes de que yo naciera. Había lago simulado con espejos, cascada con hilos de plata de papel, papel manila arrugado para simular los montes de Belén, y pastorcitos y borreguitos, y garzas y animalitos, pececillos, todos formaditos en procesión para adorar al Niño Dios que con sumo cuidado y reverencia se pondría la mañana de Navidad. ¡Qué hermoso es recordar! Los aromas de las galletas de miel en el horno, celosamente guardadas en el despensero de madera que después fue tuyo, allá en la Unidad Modelo.

Todos los cajones con llave, para que rindieran, y cuando llegaban visitas, el té obligado servido con mince meat pies, las galletas de avellana, los date chews, receta de Cousin Nellie, las de maicena (te confieso que a mí nunca me han quedado tan ricas), las de jengibre, el black cake y el plum pudding flameado, en fin, todo un deleite que desde entonces, para mí, me parece imperdonable dejar de hacer, con la esperanza de que mis hijos y mis nietos tengan los mismos, o cuando menos parecidos, recuerdos de la reunión navideña pasada con nuestros padres.

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La sopa de espárragos, el relleno del pavo, éste rodeado en el horno por papas y cebollas, colecitas de Bruselas en mantequilla. El cranberrie o arándano, que entonces vendían crudo en La Puerta del Sol o La Giralda, tiendas únicas de ultramarinos, y se cocinaba en casa. ¡Cómo trabajábamos! Allí sí nos ponían a los chiquillos a ayudar, a picar, a barnizar; y a Hugo, qué risa, le tocaba matar los guajolotes: Primero les metía un chorro de tequila (para ablandar la carne), y luego, bien borrachitos, los agarraba y de un hachazo les cercenaba la cabeza. Ivonne y yo, entre risas y miedo, dizque le ayudábamos a sostener una cubeta para atrapar la sangre, y luego, a ayudar a las sirvientas a desplumarlos y desencañonarlos muy bien, con agua hirviendo, que olía espantoso. No me acuerdo cuándo los abrían para sacarles las vísceras, pero para el 26 Mami hacía un consomé con los hígados y las mollejitas bien picaditas. Todo eso a mí no me gustaba, pero era parte de lo que se hacía. Con la carne que quedaba pegada al esqueleto de las aves, la cocinera hacía también, el día 26, enchiladas de mole rellenas de pavo deshebrado.

Ah,¡qué memoria tengo!, ¿verdad? A lo mejor cuando tú eras más joven y yo más bebita no se hacían todas esas cosas, tú tienes tus propios recuerdos.

No puedo olvidar que Mami ponía al pie de nuestras camas medias vacías, la noche del 24 antes de irnos a dormir, y tempranito, con el pie, era de lo más emocionante sentir y oír el crujir del papel de china rojo con el que invariablemente Santa Claus nos dejaba un regalito que cabía dentro de la media. Podía ser una pelotita o una muñequita, algo que siempre nos encantaba, y no faltaba una bolsita de dulces de colación de la temporada, una mandarina y una manzana perfecta y roja de California. ¡Ay, qué maravilla! Entonces, de un salto, Ivonne y yo bajábamos las escaleras silenciosamente aún en camisón (no se usaban las pijamas) hasta entrar en la sala y encontrar al pie del árbol un regalo de nuestro Santa Claus, obedeciendo a algún pedido hecho en nuestra cartita navideña. Y abrir los regalos, y a correr alborotadas a despertar a Papi y Mami para enseñarles todo lo que nos había dejado el viejito santo de las luengas barbas.

Infancia feliz de mis recuerdos. Hoy te la quise compartir para llenarte del amor que nos dejaron nuestros padres, con todos estos detalles y tradiciones tan nuestras como familia especial que fuimos.

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Luego, pasaron los años, se casaron ustedes los grandes, y las Navidades fueron cambiando, creciendo y llenándose del alboroto con los nietos y las comilonas que ahora se hacían en tres tandas: una para los pequeños, otra para los adolescentes y la última para los adultos.

Qué familia, qué tesoros llevamos en nuestros corazones y en la mente, tanto tú como yo, y hoy quise estar cerca de ti con mi nostalgia. Ojalá te haya hecho sentir mejor.

Tu Baby Sister, Susana.

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23 DE ENERO DE 2004 ¡HAPPY BIRTHDAY TO YOU, HAPPY BIRTHDAY TO YOU, HAPPY BIRTHDAY DEAR SISTER, HAPPY BIRTHDAY TO YOU!

Bien, espero que estés muy acompañada con todos los tuyos y que te la pases muy, pero muy contenta este día tan especial de tu aniversario por la tierra donde Dios Nuestro Señor te plantó hace muchos años, donde has florecido y dado tantos frutos buenos. Arriba ese ánimo y a seguir dando ejemplo de fortaleza y paciencia para soportar tantos dolores que te agobian pero que tú aceptas con bastante serenidad. Sabes que existe un porqué para todo y estoy segura de que Dios te ama mucho más en tu callado sufrimiento.

Ahora que estuve de visita contigo en días pasados, te dije y te lo repito que cuando recibas mis cartas sientas como que yo allí estoy presente, pues es el modo que encuentro de estar cerca de ti. Ya que no me es fácil estar presente físicamente, sí puedo hacerlo a través de mis escritos. ¡Qué bien me supo esa visita!, pues te tuve para mí solita dos tardes enteras y toda una mañana. Disfruté tanto nuestra charla, pues hace muchos años que no platicábamos tan largo y tendido. Entremezclamos risas y, ¿por qué no? , también unas poquitas lágrimas al recordar a quienes se nos han ido. Pero nos fortalecimos al pensar que todos ellos, empezando por mi querido “Cho”, tu nunca olvidado esposo, nuestros papás y hermanos, nos están haciendo un campito, cuando a nuestra vez nos toque llegar a esa paz maravillosa que nos ha prometido el mismísimo Jesús. Como te dije, qué afortunadas somos tanto tú como yo. Fíjate: las dos nos casamos con “los más guapos”, llevamos un matrimonio muy bien avenido, tenemos hijos excelentes, así como nietos. Nada más tú me ganas con lo de ser bisabuela, yo no creo llegar a tener esa dicha ya que mi nieto mayor tiene apenas ¡diez años! de verdad, qué generoso ha sido Dios con nosotros, ¡no crees?

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¿Te acuerdas que te pregunté si tenías fotos del bautizo de Juan Carlos, tu ahijado? Creo que en ese entonces Nacho tomó “cinito”, como él llamaba a las películas caseras y a las cuales era muy aficionado. Lo que sucede es que él me pidió que te platicara sobre su bautizo, pues le encanta que yo lo recuerde, y quiere que te acuerdes un poquito más de él. Así que me remontaré a hace nada menos que 40 años, que fue cuando tú y Nacho nos hicieron favor de bautizarlo. Casi, casi fue ayer, ¿verdad?

Lo que encontré entre mis álbumes fue el “bolo” que ustedes le regalaron, tan fino y delicado.

Lo amplió Luis en la computadora y te lo estoy enviando. Claro, el original es a colores y en papel transparente, luce mucho más, pero te va a gustar. También te mando unas fotos de él cuando era niño (qué bonito era, ¿verdad?, y ahora es muy guapo). En una estoy yo con él recién llegado del hospital, tenía como tres o cuatro días, y se veía muy bisbirindo, ¿a poco no? El recuerdo que conservo de ese bautizo es uno de los más bonitos, pues, aunque vivíamos en Mexicali, a Quecho se le presentó un viaje a México como a los cuarenta días de nacido Juan Carlos, y por supuesto que yo me apunté, para aprovechar la ocasión de hacer ya un cristianito de nuestro hijito. Ya con anticipación los habíamos invitado a ti y a Nacho a ser los padrinos de nuestro bebé. Tú me tenías un ropón español hermosísimo que te había prestado no sé quién de tus amigas o comadres. Excuso decirte que se veía como un angelito nuestro “querubín”, como diría Nacho.

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Fuimos toda la familia, Papi, mis hermanas con sus esposos y mis adorables sobrinos, todos muy arreglados, pues la ocasión lo ameritaba, al Templo de la Unidad Modelo que se encontraba en construcción. Me acuerdo perfectamente que a la puerta de la iglesia se encontraba el Padre Iguiñiz, y al llegar frente a él, nos dijo en voz muy alta y sonora: “Este niño no tiene derecho a estar aquí”. Nos quedamos consternados y de momento te confieso que hasta algo enojados e inquietos, pues nos descontroló su actitud. Pero enseguida añadió: “Aún no es hijo de Dios, pero mediante el sacramento que recibirá, entrará a formar parte del cuerpo de Cristo que somos la Iglesia. Pasen, pasen, adelante, por favor”.

Ya en el altar y frente a la pila bautismal, procedió con todos los ritos referentes al bautizo, yo te pasé a Juan Carlos a tus brazos, y él muy lindo ni siquiera lloró cuando el padre le bañó la cabecita y le ungió el aceite. La vela que me tenías preparada primorosamente fue encendida, y nos dijo que además de simbolizar la luz de Cristo, debería estar presente en su confirmación, en su primera comunión y en el momento de su muerte también. Yo me impresioné mucho con todas esas novedades, y ahora me río un poco, pues la famosa vela que guardé con tanto cuidado en una caja con papel de china resguardándola, cuando nos vinimos de Mexicali descubrí ¡que se había derretido!

Volviendo al templo, al final del rito bautismal, el padre Iguiñiz pidió que yo tomara en brazos a Juan Carlos y que solamente Quecho –mi marido–, Quechito nuestro primogénito y yo, pasáramos al altar y de rodillas todos nos leyó y recitó una bendición especial consagrando a nuestra familia al Sagrado Corazón de Jesús y a María Santísima Su Madre, para exhortarnos a seguir el ejemplo de cómo la Sagrada Familia se comportó, siempre unida en amor, respeto y temor de Dios. Créeme que me encantó esa pequeña ceremonia que nunca se nos ha vuelto a ofrecer, y quedé muy complacida de tener contigo un parentesco más, pues además de ser hermanas nos convertimos en comadres, y ese es un lazo espiritual indisoluble, ya que estamos unidas por ese sacramento. Por cierto, ¿sabes qué quiere decir “madrina”? Pues quiere decir “madre chiquita”, eso es lo que eres para Juan Carlos y él así lo siente. Tú nunca has olvidado sus cumpleaños, has tenido muchas atenciones con él y su familia, y le has demostrado un cariño especial, el cual él y yo te agradecemos infinitamente. Yo creo que tú comprendiste siempre mi soledad, pues tus cartas nunca me faltaron, claro que yo te las contestaba, ya conoces mi vicio o virtud para escribir.

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Salimos, pues, del acto sagrado, y nos dirigimos todos a casa de Papi, pues allí se hizo la reunión para festejar al nuevo cristiano. Tú, como siempre, te luciste con el ambigú, aquellos sándwiches fríos de espárragos, o de morrón, crema y nuez, y de paté, hmmmm, deliciosos. Lo que nunca olvidaré es el ponche que preparaste, de lo más espectacular: en una ponchera de cristal que sacaste triunfalmente de la cocina, venía un líquido verde menta y flotaba sobre él una nube blanca maravillosa. Después supimos que era jugo de piña con tequila y vodka, no sé, pero aquella nube blanca como humo era hielo seco (del que venden los paleteros y que no sé ni cómo lo conseguiste) y al servirlo en las tazas especiales poncheras aún flotaba arriba... francamente estuvo sensacional. No podía faltar el pastel blanco hecho por ti, y el agasajo estuvo espléndido, de veras. Gracias de nuevo, nos hiciste sentir muy bien y lo pasamos de lujo.

Bueno, pues ya te platiqué lo que pasamos juntas en esa ocasión, dejaré más recuerdos para la próxima.

Por hoy, un abrazote por tu cumpleaños y ya sabes que te dejo todo mi cariño, ¿eh? No te olvida, tu Baby Sister, Susana.

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13 DE FEBRERO DE 2004 Recordada Sis: Y aquí me tienes, “de visita por carta”, de nuevo. Ojalá el frío no esté muy pesado allá, pues aquí se ha ido enfriando mucho, luego hace calor, y debido a eso he estado con un gripón que para qué te cuento, pero ya voy de salida, Gracias a Dios.

Me mandó “La Prima”, alias Carmela tu hija, unas galletas de las que hace de Navidad, muy ricas por cierto, algunas de las recetas de Mami y otras que son ya de su cosecha, y ya “volaron”. Te traigo a colación esto pues al darle las gracias por teléfono me comentó cómo se acordaba de una vez, cuando vivíamos en Mayorazgo (después Adolfo Prieto), el día de Navidad, salió Hugo, nuestro hermano, procedente más o menos del departamento donde vivía Delfina, ¿te acuerdas?, disfrazado de Santa Claus y sonando una campanita para darles la sorpresa a los sobrinos, entre los cuales estaban, por supuesto, tus hijos. Me comentó tan emocionada el suceso, pues claro que los impactó, yo creo que desde entonces a la familia nos daba por vestirnos de “fachas”. Qué detalle tan bonito del tío para con los chiquillos, ¡cómo los queríamos a todos y cómo era significativo el hacerles grato e inolvidable el día del nacimiento del Niño Dios!

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Era en verdad un ajetreo de todos, los misterios para comprar los regalitos, que generalmente eran más bien detalles o muestras de cariño, no como ahora que se ha comercializado tanto la temporada navideña, y de lo que tratan es de sacar juguetes aparatosos, vistosos y caros, para que se descompongan pronto y compren más. No, en aquel entonces era algo hecho por nosotros mismos, alguna manualidad o alguna novedad sencilla. Y se emocionaban igual o más.

La Navidad, después de que Hugo se nos fue, recuerdo el drama familiar tan profundo pero que al mismo tiempo nos unió tanto a todos, pues nos dábamos un codazo y nos decíamos: “No te vayas a quebrar, por Papi y Mami y para no echarles a perder el día a los niños”. Y Papi y Mami dándonos ejemplo de fortaleza, siguiendo la tradición, ecuánimes y tratando de ser joviales, aunque a leguas a todos se nos notaba el dolor inmenso de le pérdida del hijo y del hermano. Siempre era costumbre de Hugo, a la hora de la comida, darle cuerda a un adorno musical de un Santa Claus en su trineo llevado por seis renos blancos y que Mami ponía de centro de mesa. Pues me acuerdo perfectamente cuando Nacho, mi querido cuñadohermano, tu nunca olvidado esposo, sin decir nada, tomó el lugar de Hugo y le dio cuerda al juguete musical durante toda la comida. Nadie dijo nada, pero cómo se lo agradecimos, pues hizo llevadero el momento y nos hizo presente a Hugo con su bella acción. A la hora del brindis, Papi se levantó y pidió un minuto de silencio por los ausentes, y todos con un nudo en la garganta, seguimos su indicación rezando muy quedito en nuestros corazones.

Mami siguió adelante con la horneada de las galletas de miel, las de avellana, las de maicena y los mince meat pies a los cuales Poncho Bouquet llamaba “mis mis” y los devoraba. Y ella siguió adelante con el pavo relleno y el cranberrie, que en aquel entonces todavía se hacía en casa, y el black bake, a pesar de que Hugo había muerto precisamente el 15 de diciembre. Y a los pocos días empezaron a llegar los juguetes para los sobrinos que Hugo había comprado en la tienda La Cigüeña, escrito con su puño y letra para quién era cada uno. También él, desde el cielo, estuvo presente con sus recuerdos y su cariño.

Te comento todo esto no para entristecerte, sino porque años después, ya viviendo yo en Guadalajara, estaba sentada en un salón de belleza donde me aplicaban “rayitos” en mi cabello. En eso pasó Ramón Navarrete Riggen por la calle y volteó (yo estaba sentada junto a una ventana grande) y, como de caricatura, regresó sus pasos y me dijo: “¿Eres Susana, mi sobrina?”; “claro que sí”, le dije, muerta de risa, pues me veía en un estado poco atractivo. “¿Cómo me reconociste en esta facha?”, y él, para mí muy agradable sorpresa, me dijo: “Es 4 8

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que tu perfil es exacto al de tu mamá, mi querida cuñada Carmen”; entró y nos pusimos a platicar. Me contó cómo, cuando murió Hugo, él andaba en México y fue a la casa a dar el pésame, nos encontró a Mami y a mí haciendo galletas de Navidad, eso sí muy de negro por el luto, con nuestros delantales puestos. Y que, sorprendido, le dijo: “Pero ¿cómo, Carmen, vas a celebrar la Navidad estando aún tan cercana la muerte de Hugo?”. Y ella, tan sabia como siempre, le contestó: “Mira, Ramón, Nuestro Señor se llevó a uno de mis hijos, de los que me prestó, pero todavía me quedan siete más, y todos mis nietecitos, a los que ni mi esposo, tu hermano Gabriel ni yo, podemos amargarles la Navidad. Tenemos que seguir adelante con la vida. Además lo que celebramos es nada menos que el nacimiento de Dios y no debe haber amargura sino gozo por recordar Su llegada a este mundo, por eso estamos haciendo galletas mis hijas y yo. El dolor no se me quitará nunca, pero las Navidades continuarán siempre”.

Cómo me impactó ese diálogo que tuve con Ramón hace ya algunos años, pero eso me ha dado fortaleza siempre para enfrentar los momentos que Dios nos manda, tanto buenos como malos.

Bueno, ya me volví de nuevo al pasado, pero así platico contigo de momentos fugaces que nos llevan de la mano a ti y a mí a aquéllas épocas de nuestras juventudes, cuando tus hijos eran niños, y yo aún no me casaba. Pero todo lo iba observando y archivando en mi memoria para luego compartirlo con quien me quiera escuchar. Épocas felices que pudimos disfrutar y que nos llenan de alegría el poder recordar. ¿Ya viste esta foto? ¡Que hermosa y divertida te disfrazaste en la Navarreteada! Espero no haberte cansado con tanta charla, y sobre todo que hayas pasado un ratito sintiendo mi presencia aunque esté tan lejos. Te extraño mucho y te mando todo mi amor.

Love and kisses from your, Sis.

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17 DE MARZO DE 2004 Hola mi querida Sis: Ojalá estés mejorcita, y que cuando te llegue esta carta te dé el mismo gusto que me da a mí estarte escribiendo y estar “de visita” por medio de mis letras. Acá, el calor ya se está dejando sentir, la primavera está a la vuelta de la esquina y los pajaritos me despiertan cada mañana con sus gorjeos. No sé por qué los pájaros que llegan aquí a la casa no cantan, nada más hacen pequeños ruiditos, pero me encantan. Las jacarandas empiezan a dar su color tan especial y las bugambilias son un estallido espléndido que nos recuerdan cómo cada año la naturaleza sigue su curso, dándonos lecciones de perseverancia. También hay viento y de repente se nubla, pero el calorcito ya empezó, y yo a sudar con él. Los ciclos que inventó Dios para hacer tan bella su Creación no dejan de sorprenderme, pues si uno solo de ellos falla no podemos disfrutar ni del sol fuerte, ni de la lluvia con sus rayos y truenos, ni el frío que luego nos cala hasta los huesos, ni del viento que se lleva, a veces, nuestras tristezas. No cabe duda que vivimos en un planeta muy bello y podemos admirar tantas cosas a nuestro alrededor.

En fin, ya me puse romántica y a lo que voy es a mandarte por esta vez unas fotos que amplié de un domingo a la hora de la comida en casa de Papi y Mami, cuando aún vivían en Adolfo Prieto. Quecho y yo andábamos de novios, igual que Ivonne y Carlos.

Verás, en la foto superior, en la esquina a la derecha estás tú, con tu dulce sonrisa; enseguida Elsa con su mano en el brazo de Alfonso, y luego yo, junto a Quecho del que sólo se ve parte de su cabeza.

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En la cabecera está Papi. Nunca olvidaré su expresión siempre de bondad y la chispa de sus verdes ojos cuando se reía o platicaba, mi queridísimo “Gordo”, quien siempre me consintió y jamás me puso una mano encima. No en balde decían de él, cuando lo describían, que era “una dama”. Aunque ahora eso se oiga medio raro, entonces era un gran elogio, pues significaba que era una persona muy fina y correcta. Lo cual no dejo de reconocer, tan atento y detallista y tan entregado a su esposa e hijos, nunca pensando en sí mismo.

Enfrente está Lolita, y junto a ella, Gabriel. En la pared luce una charola que yo creo era el orgullo de Mami, pues tú la bordaste en seda desde que estabas en la escuela de Las Damas del Sagrado Corazón. ¿O me equivoco? A mí me llamaba mucho ese bordado tan perfecto, nunca tuve ni fui enseñada en esa habilidad, y cómo lo admiraba. También una mesita redonda cubierta de vidrio, bajo el que habías bordado un pavo real también en seda.

Primorosas obras de tus manos.

En el rincón se observa uno de los dos jarrones de plata austriaca con florero de cristal de Bohemia. Eran verdaderamente sensacionales, del periodo Art Nouveau, y a mí me tocó muchos años limpiarlos hasta dejarlos relucientes. Eran juego con una fuente larga, y entiendo que fue regalo de bodas de cuando Papi y Mami se casaron.

Atrás de Papi se alcanza a ver casi todo el “aparador” con sus “visillos” en las ventanitas, y arriba de él, un jarrón belga, muy fino también.

Atrás de Gabriel se situaba el “trinchador” con todo lo necesario para poner la mesa. Y tenía cubierta de mármol auténtico. Creo que después se rompió.

Ahora me voy a la foto inferior, tomada el mismo día, estoy segura que por Nacho, quien, sin saberlo, nos dejó esta herencia maravillosa de recuerdos impresos en el papel y que yo he conservado con tanto esmero. Y que ahora puedo compartir contigo en mis cartas.

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De frente, viéndonos a través de sus lentes está Mami, nuestra tan querida madre. Casi estoy segura de que justo antes de sentarse se quitó el delantal, pues los domingos era obligado que supervisara personalmente la comida, ya que éramos tantos y se lucía con sus menús.

Me llega ahorita el aroma de uno de sus preferidos: el lomo de puerco al horno rodeado de papas peladas enteras y cebolla rebanada, y servido jugoso con una salsa de hierbabuena con vinagre, sal, pimpienta, agua y tantita azúcar. O su famoso “timbal de macarrones” o el “timbal de masa”... ¡Ay!, creo que se me está haciendo agua la boca. Eran verdaderos banquetes. Primero, la botana con la copa en la sala, mientras comían los chiquitines, y luego ir a la mesa, a comer a gusto platicando y bromeando. Junto a Mami, atrás, está mi entonces bigotón Quecho, mi eterno amor. Junto a él, muy sonriente, estoy yo, luego Poncho Bouquet, y Elsa asomando la cabeza.

En la fila de enfrente están Ivonne y Carlos, los novios eternos, y sólo asoma el perfil de Delfina.

Atrás de Quecho se ve abierta la puerta que daba a la cocina, y más atrás lo que llamábamos el breakfast room o desayunador, con su tan especial mueble hecho a la medida y donde, al plegar una tabla, se jugaba baraja o dominó por las noches, cuando iban tío Gwynne y tía Mae. También lo usaron mucho los amigos de Hugo para jugar dominó: Pablo Reygadas, Quecho y Carlos, antes de que nos hiciéramos novios. Allí se entretejió mucho romance además del juego, y los desayunos, y después que se casaron Letty y Elsa, allí comíamos Papi, Mami, Hugo, Ivonne y yo.

Atrás de mí y de Alfonso se ven las dos vitrinas donde guardaba Mami con tanto cuidado el juego para 18 personas de porcelana auténtica y que era invaluable. Pero el auténtico valor que tenía todo esto estaba en el correr de los años juntos, como familia bien integrada y llenos de anécdotas simpáticas o algunas tragedias, ¿por qué no? Y en el ir y venir de los días que nos traían, a veces, sorpresas. Pero todo eso nos unía aún más.

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Entre las dos vitrinas se puede ver el reloj de pared que, para mí, marcó todas las horas de mi vida hasta que dejé la casa paterna para casarme. Su tictac era continuo. Papi le daba cuerda una vez a la semana, los domingos por la noche, y guardaba la llave a un costado del reloj.

Que yo me acuerde, nunca se descompuso, y nos recordó que era tiempo para sentarnos a comer o a cenar, y que ya era hora para salir de casa e ir a la escuela o al trabajo, el caso es que fue compañero de mi vida y aún recuerdo cómo se observaba un horario estricto, siempre medido por ese reloj, y observado con rigor por nuestros padres.

Hago tanta referencia al comedor, pues ahora lo conserva Carlos, tu hijo, y con el gusto innato para la decoración que tiene Lulú; se ve ahora como un comedor antiguo tan bonito y señorial, que me da verdadero gusto cuando lo veo sumamente cuidado, y me transporta a las épocas felices de mi niñez. Con toda honestidad puedo decir que todas las épocas por las que he ido viviendo mis años “dorados” como yo les llamo, han sido muy felices todas, y cada una ha tenido y tiene su encanto, pero es cierto que conservo recuerdos –como estoy segura de que tú también–, muy especiales de mi infancia. Qué afortunada soy, ¿verdad?

Bueno, pues ya nos fuimos de nuevo “de la mano” al pasado, y espero hayas disfrutado este viaje con añoranzas que me renuevan mi cariño hacia ti, mi queridísima hermana mayor.

No te olvida, Susana.

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5 DE MARZO DE 2004 Recordada y querida Sis: Mira lo que te estoy mandando: ¡Nada menos que una foto en la que aparezco yo en brazos de tu entonces enamorado novio Nacho... ¡Qué tal! Inclusive yo creo que tú la tomaste, pues en esa época Nacho era el que tenía cámara de “cajón”, ¿te acuerdas? Y además era un gran aficionado. También lo fue después al “cinito”, como él lo llamaba, y tomaba películas de 8 mm, mismas que ahora están en completo desuso; es más, me atrevo a decir que la mayoría de los jóvenes no saben de lo que estoy hablando con eso de las cámaras de “cajón” y los filmes de 8 mm, pero es un tesoro más que tenemos tú y yo de haber presenciado y haber sido testigos de muchos, muchísimos adelantos en todo sentido. Ahora vivimos la época digital y ya ni nos asombra tanto, qué digo, tantísimo adelanto en todas las ciencias y las artes, la era de la computación que avanza a pasos agigantados. Sin embargo, yo, como romántica soladora que soy, los recuerdos que llevo impresos en el alma, en la mente y en el corazón, no los cambio por los ajetreos de ahora que nos dejan sin aliento y no nos permiten disfrutar tanto el momento, o en general lo que se va viviendo tan alocadamente y de atropellos sin límite. Bendita infancia, juventud y plenitud que nos permitió Dios apreciar en todo su esplendor.

Démosle gracias desde lo más íntimo de nuestro ser, somos realmente privilegiadas.

Bueno, ya me seguí de largo y me regreso a la foto de Nacho conmigo. Seguro que fue en Guadalajara, yo no reconozco el lugar, parece como un patio con macetas y grandes mosaicos de suelo. Yo llegué a dar mis primeros pasos en el DF y seguro es de aquellos tiempos, ¿no crees? Nacho está muy sonriente y qué joven se ve. Siempre tan alto, con las piernas bien largas, y su pelo tan chino que creo le decían el de “la bomba”, ¿o no?

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En la siguiente foto salen también tus amores, indiscutiblemente: Mami, quien te quiso tanto pues fuiste su primera “mujercita”, y la mayor de sus hijas, que fuimos siete hermanas y dos hombres. En sus brazos está tu primera “mujercita”, a quien también quieres tanto, y que ahora está tan al pendiente tuyo. Claro, igual que los demás. Fíjate, esa foto fue tomada en Ajijic, afuera de la casa que nos prestaban Ernesto y Amelia Gómez Ibarra, pues Hugo estaba delicado del corazón y nos pasábamos allí las vacaciones largas, disfrutando enormemente los chapuzones en el lago de Chapala. A un lado de Mami está otro de tus amores (pues bien sé cómo la quisiste), Ivonne, nuestra hermana, de chiquilla, entre queriendo soltar la risa y no, y a los pies de Mami –Grandma, como la llamaban los nietos–, está Nachito, creo que aventando un beso con la mano. El primero de tus siete amores, tu primogénito a quien también tanto quieres.

Al reverso de la hoja estamos Hugo, Ivonne y yo (en las pocas ocasiones en que de soltera usé el pelo corto, pues traerlo largo era mi lujo), es una foto que tomamos para regalarle a Mami el Día de las Madres. ¡Qué jóvenes y qué guapos estábamos!, ¿verdad? Claro, ¡modestia aparte!

Ya le voy a parar por hoy para no cansarte. Sólo quiero que sientas mi presencia aunque sea por escrito. Deseo con fervor que te sientas aunque sea un poco mejoradita. Le ruego a Dios extienda en ti la paciencia y aumente tu serenidad y aceptación ante esta enfermedad. Cómo quisiera poder ayudarte en algo. Ya que no puedo debido a la distancia, te envío, envueltos en mi cariño, muchos besos y apapachos para que te calienten con mi amor.

Tu hermana que no te olvida, Susana.

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2 8 D E M AY O D E 2 0 0 4 Mi querida Sis: Aquí me tienes de nuevo, de “visita” por carta, aunque sea. Me acuerdo mucho de ti y estoy al pendiente tuyo a través de Carmela. Acá en Guadalajara están los calores como tú ya sabes, aunque empezaron las lluvias por dos o tres días y solamente vinieron a remover el calor. Ya con tanto pavimento y edificio y la ciudad tan enorme, a veces es sofocante estar en la calle con tanto tránsito. Gracias a Dios por los ventiladores que nos sacan un poco de apuros y nos refrescan para poder dormir.

La lluvia me ha traído a la memoria lo que muchas veces me platicaron mis hermanos y tú de cuando había tormentas eléctricas seguidas de tremendos chubascos en los cuales apenas si podía circular la gente, pues se hacían ríos de agua por las calles y era imposible pasar; pero ustedes, pequeños bribones, se salían a la calle y ponían una tablita a través de la calle para cruzar las banquetas, uno se ponía de un lado y el otro acompañaba al “cliente” con cuidado sobre la tablita, para que no se enlodaran, y les cobraban no me acuerdo bien cuando me platicaban, si uno o dos centavos “por piocha” y escogían, claro, una avenida o calle muy transitada para obtener más ganancias. ¡Qué simpática ocurrencia y cómo se deben haber divertido, ¿verdad?

Esa Guadalajara del siglo pasado, donde tú y yo nacimos y donde fue tu infancia y tu juventud tan feliz y llena de anécdotas, algunas de las cuales aún guardo en mi recuerdo porque me las platicaron, no porque las haya vivido, ya que cuando cumplí un año nos fuimos toda la familia a radicar al DF, donde fueron para mí mis raíces de recuerdos imborrables, pues allí pasé, a mi vez, mi niñez y mi juventud. Quién iba a decir que de todos los hermanos, que fuimos nueve, sólo yo volvería al terruño, y siento que es más mi terruño el Distrito Federal, pues allí me crie.

Ahora te platicaré que me escribió Fed Pool, a veces nos escribimos para estar en contacto.

Desde la “Rowada” que hubo cuando Stella Pool cumplió 80 años, nos “reconocimos” los primos hermanos, y a veces nos carteamos. Ya ves que a mí me gusta mucho tener correspondencia, es una de mis debilidades. Me preguntaba por ti y me pidió te saludara.

Misión cumplida.

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La historia de él también me parece fascinante. Cuando se inició la Segunda Guerra Mundial y dado que él descendía de ingleses como tía Mae y tío Gwynne, y además era súbdito británico, pues para los ingleses, además de nacer en México tenían su ciudadanía británica, él se sintió muy parte de la patria que nunca había conocido, y se fue como voluntario a Inglaterra. Yo estaba muy chiquita, pero me acuerdo perfectamente del primo “que se fue a la guerra” y por quien tía Mae lloraba lágrimas en secreto. Fue un héroe de guerra. Luego se casó con la viuda de su mejor amigo, el copiloto que murió en acción, y se regresó a México donde puso negocio de importaciones. Venían muy impactados de la guerra, Eileen, quien era su hijita de cuatro años, se metía debajo de los muebles de la sala de los Pool en Navidad, gritando a pleno pulmón y asustadísima, pues a tío Gwynne le encantaba echar cuetes al aire en Navidad, y ella creía que eran bombardeos. Todo eso me impactó mucho, aun siendo yo una niña de doce años, pues como que sí vivimos un poco de cerca esa terrible guerra, cuando Mëxico incluso se declaró “en estado de guerra” y todos nos angustiábamos porque Hugo estaba en edad de servir al país, pero nunca le llegó “bola blanca”, como se llamaba a los que salían escogidos para ir a pelear.

Mi mamá Carmen Rowe y sus hermanas Mae y Nelhie Todo esto, a lo mejor no lo recuerdo con tanta vividez como tú, pero me vino a la memoria y quise compartirlo contigo, sólo que ya me alargué, y sigo para la siguiente, ¿qué te parece?

Te quiere y te recuerda mucho tu Baby Sister, Susana.

P.D. Correo enviado a Pablo Pierdant De la Mora

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7 DE JULIO DE 2004 Mi muy querida Sis y “Chomadre”, alias “La Chulada” Estoy usando la computadora para enviarte ésta carta vía “La Prima” Carmelita, pues ya el correo es muy tardado y luego ni llegan las cartas. Cuántas cosas buenas hemos ido viendo desaparecer y ser repuestas con algo nuevo. Como, por ejemplo, la computación con sus mensajes electrónicos que apenas llevan segundos en hacer llegar al destinatario. A mí me parece fabuloso e increíble, y ni siquiera intento entender el porqué, eso va más allá de mi intelecto, pero me maravilla y trato, aunque sea en poquito, de ponerme al corriente en lo que a mí me funciona. Y entre otras cosas estás tú, mi tan querida hermana a quien extraño tanto y quisiera estar más cerca de para apapacharte, pero nos tenemos que conformar con el celular de repente, y mis cartas, que te llevan todo mi amor y van llenas de recuerdos tan dulces que me acercan mucho a ti.

De modo que seguiré usando esta vía, para mantenerme unida a ti mientras puedo ir a abrazarte en persona. La semana antepasada ya estaba “con un pie en el estribo” para ir a verte, cuando en eso se le subió a Quecho el azúcar y tuve que posponer el viaje, pero el día menos pensado por allá nos vemos, ¿OK? Ya Quecho está mejor y controlado, tiene sus “de repentes” y ni se sabe cuándo, ni modo, pero no lo quiero dejar solito, ya me conoces lo aprehensiva que soy con él.

Fíjate que ahora me dio por acordarme de cuando nos casamos Quecho y yo y nos fuimos a vivir a la Unidad Modelo, ya tú y Nacho se habían mudado de San Pedro de Los Pinos y se habían acomodado con su “escuadrón del ritmo”, como decía mi buen “Cho”, pues apenas cabían en la casa siete hijos y ustedes dos. Sin embargo, para eso se inventaron las literas y supieron cumplir con aquel dicho de “todo cabe en un jarrito sabiéndolo acomodar”. Cuánto alboroto, pues aunque la colonia no era de lujo, sí era un lujo hacerse de su propia casa, y con cuánto esfuerzo y trabajo lo logramos todos, al grado de que, después de que se casaron Ivonne y Carlos, Papi y Mami –al quedar el nido vacío– también se fueron para la Unidad Modelo, quedando así todos cercanos pero no revueltos.

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Yo no tenía, para empezar, ni sala siquiera, ni refrigerador, ni lavadora. Eran lujos impensables en aquellos tiempos, no éramos tan exigentes y no se acostumbraba que la esposa saliera a trabajar, aunque lo hiciera a destajo en casa. Debido a eso, tú tenías lavadora de rodillos y un día que me encontraste lavando a mano sábanas y manteles en el lavadero me ofreciste ir a lavar en tu casa. Pues allí me tienes, puntualmente los jueves, cargando todo mi tambache de ropa sucia acumulada de la semana, a pie, hasta tu casa. Lo bueno es que no eran más de dos cuadrotas, ¡que a mí se me hacían como ocho! Allí aprendí a lavar y tallar primero los calcetines y los pañuelos (aún se acostumbraban), me enseñaste a no revolver la ropa de color con la blanca. Yo lavaba en casa de Papi y Mami, pero sólo mi lencería fina, y eso en el baño, pues nos tenían tan chiqueadas que había cocinera de pie, recamarera, de pie también, y lavandera a mano dos veces a la semana. Pobres mujeres, cómo las compadecí cuando tuve que hacer el trabajo de las tres en mi casita, pero lo hacía con tanto gusto y sin quejarme, pues el amor siempre estuvo y sigue estando, gracias a Dios, presente.

Aprendí mucho más con tus recetas, pues eso sí, Mami me había entrenado durante una de sus enfermedades a cocinar, dejando yo las clases para dedicarme a ella y a atender la casa de la calle Adolfo Prieto, pues a ella le daban vértigos y hemorragias nasales espantosas por las que se pasaba bastante tiempo en cama. Y por eso se me dio lo de llevar bien una casa, cumpliendo aquello de que “no hay mal que por bien no venga”.

Luego, Nacho y tú tuvieron que ir a algún asunto a Guadalajara donde se estuvieron una semana, quedando Quecho y yo encargados de los sobrinos, “haciéndoles casa” mientras ustedes estaban fuera. ¿Te acuerdas? A mí no se me olvida que les hice muchos pasties, y aún así fueron insuficientes, vaya manera de comer. Además de lucirme con mis guisos, pues llegaban hambrientos de la escuela, un día hice papas con natas, y cuando mi querido Carlos iba en la séptima repetición le dije: “¿No se te hace que ya es mucho? Te va a hacer daño”, pero él muy campante me respondió: “Mi mami sí me da permiso”; pero no me atreví, pues ya se había terminado todo lo comestible de ese día. ¡Imagínate!

Un día me fuiste a visitar a pie –vivíamos tan cerca–, con “La Chiquis” de la mano, y estábamos de lleno en la plática cuando oímos un ruido en mi baño. Pues nada menos la chiquilla que se había metido con todo y ropa a bañarse con la regadera de presión. Debe haber tenido como dos años. Cómo nos reímos. Cuánta travesura de mis adorables sobrinos. Luego, después de misa los domingos, cuando acarreábamos una silla para sentarnos, pues aún el templo no se construía, invitábamos a los sobrinos a desayunar con nosotros; un día Quecho se puso a “enseñarles” a hacer hot cakes, y por lucirse, quiso voltearlos estilo película: me llenó el techo 6 0

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con masa para hot cakes. Cuánta y cuánta peripecia. Tantas salidas a ir al cine y de allí a La Poblanita donde nos dábamos gusto comiendo tacos, o en el centro, los Tacos de Beatriz o las Tortas de la Rambla. Ya se me está haciendo agua la boca.

Después de la boda de Ivonne y Carlos, que nos fuimos a terminar a mi casita con Beto y Mina De la Mora, Perico Valencia, Nacho, tú y nosotros dos, y tú llevabas un zorro plateado –muy elegante, por supuesto– y Nacho toda la noche se pasó dándote la lata con tu “Bobby”, pues así lo bautizó, y cómo nos hizo reír. Créeme que me estoy riendo al acordarme de esa mi primera parranda de casada. Acabamos en el “Río Rosa”, un cabaret de mala fama, y yo, aún una niña inocente, se me salían los ojos con los desfiguros que allí se veían, pero ¡cómo nos divertimos!

Bueno, pues ya platiqué contigo, aunque sea por carta y recordando ayeres ya idos pero conservados frescos en la memoria, para compartirlos de nuevo contigo, querida hermana.

Deseo de corazón te haya servido recordar conmigo, y que no tengas dolores, yo sé que se los ofreces a Dios Nuestro Señor cuando te llegan, y así vas acumulando en el cielo méritos para cuando te llame a Su Presencia. Desde acá te acompaña siempre tu Baby Sister, teniéndote siempre en mis oraciones.

Susana

P.D. Correo electrónico enviado a Carmen Alicia de Pierdant

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1 6 D E AG OSTO D E 2 0 0 4 Mi recordada Sis: Qué bueno que te haya gustado el camisón que te envió Claudia, y la toalla que te envió Renée, la crema para tus manos es excelente, ¿te acuerdas que yo vendía Fortoul?, pues es de esa marca y es terapia celular. Es extraordinaria, pide que te la pongan dos veces al día, a mí me ayuda mucho y espero que a ti también.

Los dulces que te mandé de los típicos de nuestra tierra tapatía, me llevaron a recordar cuando Mami a mí me contaba, y a ti te debe constar, que sólo en la dulcería Concha se vendían, a ti te encantaban los envinados, y allí también era el único lugar donde se conseguía fruta cubierta para en las navidades hacer el famoso fruit cake que Mami llamaba Black Cake, ya que ese es receta muy especial de nuestra bisabuela Sarah Murrish de Rowe.

Fíjate que ese subterráneo que había cerca de catedral ya ni existe. Allí abajo vendían de mucho: relojes, los famosos lonches tapatíos, las escamochas, refrescos de todas las frutas con hielo, y era como un coctel de frutas pero en enormes copas para beber y cucharear, pues era muchísima fruta. Le ponían fresa, mango, guayaba, plátano, sandía, melón, etc.; eran ricas y muy refrescantes, pues llevaban hielo picadito.

Me acuerdo que era imperdonable llegar a México desde Guadalajara, cuando alguien nos visitaba en el DF, con un pequeño tompiate tejido en paja entrelazados los colores verde, paja y rosa, y llenos de dulces, también de arrayán y de tamarindo, de cocadas y magdalenas de camote; en fin, una ricura. Y tú con mucho cuidado forrabas los interiores de los tompiates con tela, y allí guardabas muy bien enrolladitas (pues siempre has sido muy ordenada y exquisita con tus cosas personales y para tu casa también) tus medias, pues entonces no existía el nylon ni tanta fibra sintética como ahora; eran de lo más fino tus medias (yo aún usaba calcetines), de pura seda, y se les “iban los hilos” a los que llamaban carreras, entonces se mandaban componer con unos changarritos atendidos por una sola señorita que cobraba cinco centavos la carrera; usaban un ganchito finísimo, muy difícil de manejar, pero por fin tenías la oportunidad de volver a usar y reusar tus medias, así como mis demás hermanas.

Ahora, más bien el alboroto es llevar “birotes”, aunque a mí me gusta más el pan bolillo de México, es cuestión de gusto, y la panela o los picones, pero esos son más difíciles de mandar 6 2

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y de conservar, de modo que deseo disfrutes los dulces y la cocada que te mandé, pues no veo cerca un viaje para visitarte. He estado un poco achacosa, con infección intestinal, pero Dios me ha de permitir ir a abrazarte en persona.

Mientras tanto, recibe mi cariño por carta. No te olvido nunca y todos mis hijos y Quecho te envían saludos amorosos.

Tu Baby Sister, tu Sis y “Chomadre”, Susana

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27 DE SEPTIEMBRE DE 2004 Mi querida Sis alias “La Chulada” Espero te sientas bien y “de buenas”, como decía Papi, ¿te acuerdas? Yo aquí mandándote mi cariño por escrito, para sentirnos un poquito cerca y “platicar” un rato. De novedad no hay gran cosa por acá tu tierra tapatía, sólo los aguaceros, ya parece que de nuevo se llenó el lago de Chapala, después de tantos años de sequía. Nosotros hemos querido ir a ver, pero no se ha podido, y en cuanto vaya te platico, a ver si no se ha inundado.

Una vez, recién llegados a Guadalajara, me acuerdo que Quecho y yo con nuestros hijos aún chicos, tomábamos una lanchita para ir a comer al restaurante El Acapulquito, famoso por su caldo michi, charalitos fritos y pescado blanco rebozado, y te repito, tomábamos lanchita de remos pues estaba inundado hasta la casa que fue de Zenón Camarena, ¿te acuerdas?, lugar que ahora es un restaurante de fama llamado Cazadores. Su torre es típica de Chapala, y en seguida está la catedral. Lo que fue el hotel Nido ahora es la presidencia municipal.

Cómo cambia todo, ¿no es cierto? Yo pienso que es mejor que se inunde el pueblito y no que tenga sequía, pues sufrieron mucho todos los pobladores de Chapala, ya el lago se veía a kilómetros de distancia, hasta habían sembrado milpas en lo que alguna vez fue lago, pero parece que por fin eso ya se compuso. Si voy, te compraré de los dulces típicos de allí, los aciditos, los de leche y tanta variedad de dulces que ya no se ven más que allá.

Eso me trae el recuerdo de cuando fuimos a Tehuistla, contigo y Nacho, de vacaciones, Nachito y Carmelita aún eran muy pequeños, y tanto Ivonne como yo éramos muy niñas aún. No puedo olvidar la sensación tan horrible en mi estómago cuando nos hacían cruzar un puente colgante, todo raído, que Estamos en Chapala Papi, Mami, Ivone y yo.

Creo que el pequeño es uno de tus hijos.

estaba sobre el río; a Hugo le encantaba –ya que estábamos la mitad y muertas de miedo– moverlo zarandéandolo de un lado a otro, y yo francamente me aterraba. Travesuras de niños, pero ¡ah, qué bárbaros! De la vacación sí recuerdo que estuvo divertida, creo que había albercas o algo así, pues nadábamos, a lo mejor era en el río, y nos devoraron los mosquitos.

Qué épocas maravillosas contigo y con Nacho que siempre nos llevaron a muchos lugares con ustedes, como cuando veníamos de vacaciones a Guadalajara, tú con Nachito apenas en brazos, pero ahí venías con todo y hermanitas. Nos veníamos en tren durmiendo en el Pullman toda la noche, saliendo del DF a las 6 de la tarde y llegando a Guadalajara a las 9 de la mañana. Qué lejos estaba entonces nuestra tierra, ¿verdad? Y llegábamos a casa de María Teresa, tu suegra, tan bonita de cara, con los ojos claros, debe haber sido una belleza de joven. Vivían en un departamento o casa en altos, con balcón a la calle, y quedaba muy cerca del Santuario de Guadalupe, donde en diciembre van los feligreses durante 46 días a rezar el rosario en honor de las 46 estrellas que aparecen en el manto de la Virgen María.

Afuera, vendían atole y tamales, pues era de noche, así como grandes buñuelos de miel, rico todo. Y en casa de la mamá de Nacho, para desayunar se hacía jugo de lima, cosa que en México no se acostumbraba por ser la lima tan típica de Guadalajara. También hacían, para el desayuno, champurrado y gorditas. Ya se me está haciendo agua la boca. Años después, ya casada yo, nos invitabas a desayunar a Quecho y a mí, y hacías champurrado y gorditas.

Parece que sólo me acuerdo de lo que comía en mi infancia durante la que era tu juventud.

Esa juventud tan alegre, tan llena de apuros, tan trabajadores tú como Nacho.

Me acuerdo cuando él abrió su fábrica de pinturas Pint-O-Mex, y tú, jaladora con él como siempre, te ibas en las mañanas de secretaria. Y en San Pedro de Los Pinos, en la casa grande que rentaron antes de irse a la Unidad Modelo, arreglaste un departamento que había allí para rentarlo a estudiantes huéspedes, así como uno en el centro; qué laboriosos los dos. Pero no era cosa de gracia criar, educar y sostener a tus hijos, “el escuadrón del ritmo”, como decía Nacho, mi nunca olvidado cuñado mayor.

Bueno, ya, espero no haberte cansado con mis recuerdos que llevo impresos como un tesoro en mi memoria. Le pido a Dios mucho por ti, ya sabes que te quiero mucho.

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24 DE NOVIEMBRE DE 2004 Recordada Sis: Desde que te vi la última vez que fui, te quería decir que me gustó mucho hablar contigo y recordar juntas tantas cosas que nos unen. Mi querida hermana mayor, alias “La Chulada”.

Ahora te platicaré que estuvimos en León, Guanajuato, Quecho y yo, fuimos a trabajar poniendo un stand de los aparatos de magnetoterapia y láser que hace diez años ya (¡cuánto tiempo!) vendemos para caballos. Estuvimos tres días dos fines de semana. Se llama la Fica, que quiere decir Feria Internacional del Caballo, y por primera vez se hizo en León, pues antes se hacía en Texcoco.

Resulta que tienen unas instalaciones magníficas y muy modernas, dentro del Polifórum (así se llama el edificio de convenciones, el cual está gigantesco). Había una pisa para caballos dentro del edificio y dos fuera, así como palenque y plaza de toros; y afuera, alrededor del edificio, estaba lo que es la Feria Popular grande tradicional en León, con juegos mecánicos, puestos de antojitos, juegos diferentes de tiro al blanco, etc. También había caballerizas y área de clínica para curar caballos. Claro, Quechito tuvo que operar algunos o arreglarlos, y fue, además, uno de los dirigentes del evento, que estuvo sensacional, pero demasiado largo para mí. Duró 15 días y nosotros cerramos entre semana, y fuimos y venimos cada vez Quecho manejando. Yo le digo que es Supermán, pues es incansable y tan trabajador, pero de veras lo admiro mucho. Llevábamos horario de 9 a.m. a 10 p.m., pero a veces salíamos hasta las 11 de la noche. Excuso decirte que acabábamos rendidos, pero satisfechos al comprobar que aún podemos trabajar.

Ahora miércoles, se fueron los dos Quechos a un concurso de caballos a Balvanera, en Querétaro, a cerrar tratos mi marido y Quecho como veterinario oficial.

La foto que comparto es de un “Día del Caballerango”, celebración que instituyó nuestro querido veterinario Quechito, para agradecer y celebrar su trabajo diario con los caballos. Nos sentimos muy honrados de que ha sido una fiesta en la que todos colaboramos y servimos.

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En León disfruté mucho, en los ratos que podía, veía diferentes disciplinas de los caballos, como la de salto, charrería, floreo, adiestramiento, en fin, con gente de todo el mundo; se vieron muy lucidos los espectáculos.

Fue el presidente Fox, pero ¿tu crees?, no me saludó el muy maleducado. Fue con su esposa Martha Sahagún y su nieto, y la noche anterior fue el gobernador de Guanajuato, quien tampoco me saludó. Andan rodeados de guaruras. Yo ahora no los acompañé a Querétaro, pues me quedé a arreglar el Nacimiento y el árbol, y a seguir con la horneada, pues dentro de un mes es Navidad y nosotros tenemos la constumbre de bendecir, en familia, la corona de Adviento: vienen todos, hago ponche, meditamos un poco qué es en realidad la Navidad y qué es lo que se celebra, para darle importancia a nuestra fe, y luego cenamos botanas ricas, y así inicia la temporada.

Ya te tendré al tanto de lo que vamos a hacer este año. Mientras tanto, recibe un big kiss de tu Sis que no te olvida.

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11 DE ENERO DE 2005 Mi recordada Sis: Te traigo en el pensamiento y hoy me pongo a escribirte aunque sea un ratito para decirte que estamos bien y deseamos todos en la familia que tú estés mejorcita y cuidándote mucho.

Acaba de pasar Navidad y créeme que quedé agotada, pues fue un trajín todo el mes, como tú bien sabes. Con decirte que Quecho me quiere llevar unos días a Manzanillo, a descansar, pues hasta ahora me vino el relajamiento y me duelen mucho las anginas, ya que el clima se ha puesto loquito: a veces hace frío y de repente calor, y esos cambios bruscos son los que provocan tanto catarro, gripe, etc.

Este año nos tocó que se reuniera la familia con nosotros para pasar Nochebuena (acostumbramos cena en la noche del 24) y alquilamos un toldo para la terraza, que además de quitar un poco el frío amplió enormemente el espacio, y los chiquillos pudieron correr y jugar menos encerrados que en la casa.

Acostumbran hacer la última posada esa noche, traen piñata; tengo un “misterio” precioso que cargan en una parihuela, con los peregrinos, y luego salen a la calle a encender luces de bengala, que ya ves lo lucidoras que son; este año, Quecho chico trajo un globo aerostático, el cual infló con una manguera especial, y luego encendió en sus bases y voló al cielo. Un espectáculo tan bonito que yo nunca había visto.

Este año nos tocó que se reuniera la familia con nosotros para pasar Nochebuena (acostumbramos cena en la noche del 24) y alquilamos un toldo para la terraza, que además de quitar un poco el frío amplió enormemente el espacio, y los chiquillos pudieron correr y jugar menos encerrados 6 8

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que en la casa. Acostumbran hacer la última posada esa noche, traen piñata; tengo un “misterio” precioso que cargan en una parihuela, con los peregrinos, y luego salen a la calle a encender luces de bengala, que ya ves lo lucidoras que son; este año, Quecho chico trajo un globo aerostático, el cual infló con una manguera especial, y luego encendió en sus bases y voló al cielo. Un espectáculo tan bonito que yo nunca había visto.

Con anterioridad, ya Mayra la esposa de Quecho nos había repartido papeletas y plumas para escribirle algo a Dios, ya fuera dando gracias por la vida, o pedir perdón y también ofrecerle algo para este año 2005. Se pegaron con diurex al globo y voló con todos los mensajes de la familia. Era enorme y de muchos colores, algo muy lucidor.

Luego, cenamos, arrullamos al Niño Dios, cada nieto lo fue arrullando y diciéndole algo al oído al besarlo, y la más chiquita de la familia –en este año fue Priscila, la de Luis y Rosario–, lo colocó en el pesebre. Luego le cantamos las mañanitas, con pequeños instrumentos y panderetas que les tengo para armar alboroto, y en seguida a abrir los regalos. Después, un brindis, donde nos acordamos de todos, incluyéndote a ti, y se quedaron platicando hasta las C A R T A S

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4 de la mañana. Renée se quedó a dormir con nosotros y acostumbramos darnos regalos ya en “poquitos” de broma; nos reímos mucho, y nos dormimos hasta las 5 de la mañana.

Le doy gracias a Dios por permitirme ver a mis hijos felices y la familia desarrollándose en armonía. No tengo con qué pagar Sus bendiciones.

Espero tú y los tuyos lo hayan pasado muy contentos también, en la medida en que se puede, y te deseo un año 2005 lleno de esperanza, amor y paz, sobre todo Dios contigo.

Te abrazo con cariño aunque sea de lejos y te mando mi amor, Susana (tu Sis y Baby Sister)

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1 DE JUNIO DE 2005 Hola Sis y “Chomadre” Espero estés bien y el clima no esté lluvioso. Acá hace mucho calor y sólo ha llovido un día. Se quemó gran parte del Bosque de La Primavera, como 13 hectáreas, y eso nos perjudica mucho.

Eso sí, están a la orden del día los vendedores de tejuino, ¿te acuerdas? Es una bebida a base de maíz fermentado y le ponen nieve de limón, es muy refrescante, aunque no a todo el mundo le gusta. También los raspados, tan ricos, están en auge, así como la nieve y las paletas.

El domingo nos reunimos en la clínica de Quecho a comer, y yo llevé de postre un ciento de paletitas de agua, de cinco diferentes sabores, y no te imaginas el revuelo que causé. Volaron.

Ya son nuestras últimas reuniones en la clínica, pues debido al progreso y la civilización, la avenida Guadalupe pasará a mitad exactamente de su clínica, y aunque le dejan libre el área de oficinas, sala de cirugía y algunas caballerizas, le quitan la alberca para ejercicio de los C A R T A S

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caballos, así los corrales donde corren para su recuperación; y lo más fatal (para mí) es que el área de terraza, baños y barra de cocina donde tantos festejos hemos hecho a través de los años, y donde nos reunimos dos veces al mes debido al gran espacio y la tranquilidad del lugar con sus árboles y hermosa vista panorámica, lo van a quitar para que por allí cruce la nueva avenida. Ni modo, ya lo disfrutamos tanto Pero para Quecho junior es un problema, pues va a taner que hacer nuevas instalaciones, después de tantos años de trabajo, esfuerzo y dedicación.

Vamos a hacerle una fiesta de despedida y agradecimiento por su generosa hospitalidad durante más de 15 años. El 25 de julio de cada año se celebra una misa en honor del caballerango y una gran comida, juego de futbol con trofeos y todo, y se rifan muchos aparatos que se consiguen de los clientes. Yo me encargo del arreglo del altar, y siempre ha sido muy emotivo. Después hay una gran comida (se reúnen más de 500 personas). Claro, al principio nosotros hacíamos la comida y la servíamos, pues se ha acostumbrado que lleven a sus familias los caballerangos, pero a últimas fechas ya hay servicio alquilado de todo. Se termina una época y comienza otra, como todo en la vida, ¿verdad?

Todos los demás están muy bien, creo que ya te conté de la primera comunión de Marianita, mi nieta, la de Luis y Rosario, y se avecinan tres más en el mes de junio que hoy comienza.

Time does fly!

Bueno, hermana querida, te mando un great big hug, and a loving kiss. Tu hermana, quien jamás te olvida.

Susana.

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21 DE JUNIO DE 2005 My dearest Sis: Vuelvo a platicar contigo por escrito, así que ponte lo más cómoda posible, pues ahí te voy con más recuerdos de nuestras vidas.

El otro día nos estábamos acordando Quecho y yo de cómo cuando recién casados, que vivíamos en la Unidad Modelo, nos gustaba llevarte al mercado de Jamaica, para hacer tus compras semanales; llevabas sendos canastotes, pues tu familia, en aquel entonces, vivían todos con ustedes, ya que eran niños aún, de modo que la comida era substanciosa además de sabrosa.

Ya en Jamaica, “alquilábamos” a un chiquillo para que cargara los bultos, claro, tenía que ayudarse con un “diablito” pues el cargamento era pesado. Comprabas de todo: calabacitas, elotes, zanahorias, chícharos, chayotes, coliflores, ejotes y qué sé yo más de verdura hermosa y casi recién cosechada, pues Jamaica era el “abasto” para gran parte del DF, además de ser mucho más barato que en cualquier súper o mercado. Las frutas olorosas y perladas de rocío nos llenaban de antojos el estómago, y, claro, al final de la compra de la carne, el pescado y lo que más se ofreciera, nos sentábamos en algún puesto a comer con deleite algún antojito.

Podían ser tamales o gorditas con champurrado (ésas te quedaban mejor a ti, en tu casa) o bien tunas de diferentes colores, frescas y recién salidas de su cáscara espinosa; o coctel de camarones, algún taquito, sopes o tostadas. En fin, que no sólo era llevarte con todo gusto a hacer tus compras en la carcacha que tenía mi Quecho, sino el premio de platicar saboreando y disfrutando juntos algún manjar típico mexicano. Nosotros, apenas si comprábamos alguna cosa, pues Quecho no comía en la casa, ya que trabajaba en la compañía General Electric, por allá por los Indios Verdes, y allí tenían restaurante. Yo casi nunca comía en mi casa, no me gustaba hacerlo solita, de modo que comía o con Papi o con ustedes, con Ivonne o alguna amiga de tantas que tuve.

Tampoco olvido un día que llegaste a mi casa, con “La Chiquis” de la mano, pues era pequeñita todavía, y me encontraste tallando las sábanas en el lavadero, como buena recién casada y copiando la costumbre de casa de Papi y Mami, en donde, además de tener cocinera y recamarera, la lavandera iba cada ocho días: un día a lavar en el lavadero, llenando los C A R T A S

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mecates de la azotea con ropa recién lavada, y al día siguiente iba a planchar todo aquello.

Pues yo, muy mona, siguiendo la enseñanza de casa, también iba guardando nuestra ropa en el canasto la ropa sucia, y cada ocho días me daba a la labor de lavarla a mano. Imagínate, con lo largo de mis uñas y mis manos tan bien cuidadas cómo sufrió mi vanidad, pues nunca tuve sirvienta en esos días cuando recién casada. Sin embargo, tampoco me asustó el trabajo de casa y lo hice con gusto e ilusión. Nada más me viste, te reíste (claro, te debo haber causado gracia) y me dijiste: “Oye, Güera, ¿por qué no te vas a la casa, yo sí tengo lavadora y allí lavas todo?, ¿no lo prefieres a estarte matando el lomo?”

Te tomé la palabra de inmediato, pero fíjate si sería una sonza que volvía a hacer lo mismo, guardaba nuestra ropa sucia de ocho días y el día de cambio de sábanas, previamente arreglado contigo, pues tu sirvienta Carmen también usaba tu lavadora y yo tenía que adaptarme, me iba a pie cargando todo el tambache hasta tu casa, pues vivíamos a dos cuadras, y no sé qué era peor, si tallar a mano la ropa en mi casa o ir cargando el bulto tan pesado hasta la tuya. Ya en la nochecita, cuando llegaba mi Quecho del trabajo, íbamos en la carcacha a recoger la ropa ya seca.

Meses después conseguí una lavandera muy buena, señora menudita llamada María, que me hacía el lavado y planchado en un solo día. A mí, el planchado me tomaba toda una tarde, pues se planchaba todo, hasta los calcetines, ¡qué trabajal! De cualquier modo, te agradezco, hasta la fecha, que me hayas dado la mano siempre. Nos hicimos amigas-hermanas, íbamos al centro de compras, y siempre era comer algún antojo al final del caminar. ¿Te acuerdas?

A veces íbamos a Sidrali, donde vendían ricas medias noches rellenas de una variedad tremenda de cosas: salchichón, jamón, panela, queso amarillo, anchoas, salchicha, salami y no sé qué tanto más. ¡Mmmm, sabrosísimas! A veces también eran tamales con atole, o ir a La Blanca, el único lugar donde vendían yogurth natural acompañado de aromático y recién horneado pan dulce que era la sensación. A ti te encantaba ir a Helados Holada, pues tu favorita era la nieve, y nos zampábamos sendos “arlequines”, o sea surtido de todas las nieves, una de cada sabor. Primero de las de agua y luego de las de crema. ¡Qué golosas!

Aprendí contigo a hacer ricos platillos, además de los aprendidos con Mami, como el adobo, los timbales de ostión y de queso con jamón.

También llegamos a ir a conferencias para casadas formadoras de familias, en el Colegio Miguel Ángel de la colonia Del Valle. Me enseñaste a tejer mis primeros zapatitos para el primer hijito mío que voló al cielo. Estuviste pendiente de mi salud, pues yo estaba encamada, 7 4

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y había que inyectarme cada tres horas, se “barajaban” eso entre tú, Quecho y una vecina muy bondadosa que vivía enfrente de nuestra casita. Quecho quedó tan traumado que jamás ha vuelto a poner una inyección.

Fue entonces cuando nos unimos más, como hermanas, a pesar de la diferencia en edades.

Tú me dabas ejemplo y consejos. Un día nos tuvieron tú y Nacho la confianza de dejarnos a tus hijos, aún niños, mientras se venían de vacaciones acá a Guadalajara; yo me tomé muy en serio el papel de “tía-mamá” y me asombró ver el increíble apetito de mis sobrinos queridos, se terminaban toditito, y eso que guisaba un montón.

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Qué tiempos inolvidables vividos en la Unidad Modelo. Aunque yo sólo viví allí un año y medio, luego nos salimos a nuestro “destierro”, como yo le llamo, pues nunca volvimos a vivir al DF. Te confieso que ya ahora me abruma cuando voy, es tan gigantesco y agitado que me canso sólo al pensar en ir. Figúrate nada más: cuando yo me casé en el año 1956 había tres y medio millones de habitantes allá, todo era tan pacífico. Ahora solamente en Guadalajara habemos seis millones de habitantes. También es una gran urbe, y muy agitada, por lo mismo no nos vemos muy seguido las familias. ¿Qué tal si ya le paro a mi parloteo? ¿No te he cansado? Y es que así siento como que platico contigo. Ya sabes que vives en mi corazón y te quiero mucho.

Susana.

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My dearest Sis: Aquí estoy de nuevo visitándote por carta, ya que en persona se me dificulta más. Así que tú escúchame y yo te platico. Me he acordado mucho del día de tu boda, aunque muchas cosas son nebulosas, ya que estaba yo muy chica, debo haber tenido siete años o algo así. Voy a tratar de poner en papel lo que recuerdo.

Saliste vestida de novia de la casa de Tabasco número 144, de la colonia Roma, y tu boda religiosa se llevó a cabo en una capilla chiquita y muy bonita a la que nombraban Enrico Martínez, pues está situada en la calle que lleva ese nombre. Creo que es el templo del Sagrado Corazón de Jesús, no estoy segura. De la ceremonia no me acuerdo mucho: teníamos las niñas que estarnos muy quietecitas, pues como Mami decía, “little girls are to be seen, not to be heard”. Esa era la forma con la que nos controlaba, hasta con la mirada, cuando los adultos hablaban de algo referente a personas mayores y no apto para nuestros oídos, nos teníamos que salir del cuarto, llámese sala, comedor o recámara. Aún así, me acuerdo de tantas cosas. ¿Qué tal si me hubieran dejado oír todo? ¡Ya podía escribir un libro!

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Bueno, volviendo a la ceremonia de tu casamiento, te repito, ni me acuerdo, tanto tú como yo nos casamos cuando se acostumbraba oficiar la misa en latín como idioma oficial del catolicismo, hasta que en 1968 más o menos el Papa decretó que se oficiaran las misas en el idioma propio del país. También se dejó el uso del velo o mantilla que cubría obligatoriamente la cabeza de las mujeres, o todavía más elegante, el sombrero, con flores, plumas o tules, y por supuesto las manos cubiertas con guantes siempre. Era una época tan diferente, apacible, llena de belleza, y fineza donde se llevaba todo con graciosa sencillez. La música, la clásica de las bodas, la marcha nupcial de entrada y salida, no sé si de Mendelssohn o alguien más, el Ave María y muchas más que le daban un aire de nobleza a todo. De tus damas de honor, sí recuerdo que el cortejo fue impresionante. Todas las jóvenes primas, hermanas y cuñadas en plenitud de hermosura, unas verdaderas beldades.

Estaba de moda la película de Lo que el viento se llevó, con Clark Gable (¡ay, suspiro!) y el vestido que llevaba fue inspirado en Scalett O’Dara, la heroína del filme, actuado con maestría por Vivian Leigh. ¿Te acuerdas? Los vestidos en chiflón o gasa, con cintos de terciopelo y el sombrero de paja de ala ancha con flores y amarrado con un lazo y un moño bajo el mentón.

Bueno, fueron la sensación. Pero nada opacó tu especial dulzura, con una belleza fina y delicada, como muñequita de porcelana. Gran cauda fluía de tu vestido, y llevabas puesto el velo de Mami, que todas usamos, espléndido, de encaje de Bruselas auténtico. Y Nacho, tu “Chindo” hacía juego con su “chulada” luciendo con garbo el jacket negro de etiqueta que era obligado en las ceremonias de día. Se veía guapísimo. Tu ramo de azahares naturales, lo esperado para todas las novias en el gran día de su desposorio.

Ya en la casa, se invitaron a las amistades más queridas y a los más cercanos de las dos familias, la de Nacho fue desde Guadalajara, y todos eran muy guapos. Tu corte de honor la formaban: Letty y Elsa, nuestras hermanas, Lancha tu cuñada y Alice y Stella Pool, tus primas consentidas. Creo que ellas fueron, ¿o no?

Volviendo al banquete, todo fue hecho en casa, y así fueron siempre los menús de todas las bodas. Mami con anticipación solía hacer el black cake receta de nuestra bisabuela Sarah, y Gaby Palacios la hermana de Luz Elena, tu amiga, quien trabajaba contigo en los laboratorios Godefroy, decoraba el pastel con fondant de almendra molida y flores hechas por ella.

Excelente pastelera, también decoró mi pastel de bodas, fíjate. El menú constaba del consomé tradicional que se obtenía de la carne de lomo de cerdo que era receta de Mamá Grande, la mamá de Papi, y era riquísima. Se preparaba con días de anticipación marinándola con jugo de naranja y enrollando el lomo abierto con jamón picado, chorizo y ajos, y luego se adobaba 7 8

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y se rebanaba en frío, era un festín, deveras.

Se hacían “palitos de queso” en casa, y ya no me acuerdo qué más. Creo que una ensalada waldorf con papas, manzanas y nueces. Lo que sí no olvido, y te vas a reír, es que como éramos tan obedientes y bien portadas Ivonne y yo, nos dedicamos a ver todo el espectáculo sentaditas en la escalera, pues claro, hubo baile y música. Pero por ser tan buenas niñas, nadie se acordó de darnos algo de comer, y furtivamente nos “robamos” unos palitos de queso para matar el hambre. ¡Qué anécdota!, ¿verdad?

Cuando Juan Carlos y Norma se casaron por el civil, les hice con mucho cariño, el mismo pastel bodas con la receta de nuestra bisabuela Sarah.

Bueno, mi chula, yo creo que ya te cansé con mi parloteo, espero te hayas divertido y acordado de esos días maravillosos vistos a través de mis ojos infantiles de entonces.

Te mando un gran beso y un apapacho con todo mi cariño. Jamás te olvido, y pido mucho a Dios por ti.

Susana C A R T A S

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11 DE JUNIO DE 2005 Hola Sis: Abro la puerta de la jaula de mi memoria y dejo volar el pájaro de mis recuerdos, que también son los tuyos, y que son los que nos mantienen cerca una de la otra. Aún a través de la distancia que nos separa.

Hoy me dio por recordar cuando nos íbamos de día de campo, los domingos, con Papi y Mami, toda la familia. Uno de los lugares favoritos era ir a San Jerónimo, que aún estaba sin ninguna construcción; era el campo abierto, verde, con grandes árboles, magueyes y varios grupos de hormigas que a veces nos hacían la vida imposible, pero la pasábamos bien. Posiblemente esto fue en tiempos en que tú y Nacho eran aún novios, Paco García Mancera noviaba con Letty, y Elsa aún no empezaba a ser novia de Alfonso. Chiquillas, Ivonne y yo trepábamos como chivitos en las rocas, claro, bajo la vigilante mirada de ustedes, mis hermanos. Más adelante lucían límpidos y majestuosos los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl, imponentes en su 8 0

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grandeza y enmarcando con su resplandor nuestras visitas. El cielo lucía azul y las nubes eran blancas, antes de sonrojarse al atardecer con la puesta del sol, que es cuando recogíamos todo y regresábamos al camión de transporte foráneo donde todo el camino, de ida y vuelta, cantábamos canciones, eso sí, muy desafinados, pero alegres y gritones todos.

En el campo, Hugo nos retaba a Ivonne y a mí a pasar por lugares peligrosos (para nosotros, claro está), y en un arroyito a Paco el de Letty se le ocurrió meterse al agua, imagino que todos llevaban trajes de baño por si acaso había donde darse un chapuzón. Pero en esa ocasión especial que recuerdo, salió saltando de un dolor pues se le habían pegado en la espalda unas feas y grandes sanguijuelas, bichos raros que pululaban en el agua y que chupaban la sangre de quien se les acercaba. Yo estaba muerta de miedo, pues jamás había escuchado el nombre de esas como lombrices y aterrada veía cómo Papi y Nacho se las iban sacando con gran cuidado. Excuso decirte que fue muy difícil para mí desde ese entonces entrar sin desconfianza a lugares con agua que no fueran albercas conocidas. Quedé muy impresionada por el suceso. Apenas me acuerdo, ¿eh? Pero sí fue algo que me asustó.

Papi y Mami ponían una manta debajo de un árbol y allí se sentaban a observar a su familia, gozar, descansar y disfrutar del aire limpio del campo.

Y los banquetes que nos dábamos después de andar correteando y jugando haciendo peripecia y media. Mami generalmente había hecho pasties para la oasión, y de verdad que era algo riquísimo.

No faltaban los huevos cocidos, fruta de la estación y un enorme termo para el agua fresca; ya fuera de jamaica o de limón, que de verdad nos refrescaba tanto, pues la sed era implacable. Aún no se ponía la moda de los refrescos embotellados ni enlatados, que son tan prácticos ahora, pero que hacen daño y salen más caros, además de ensuciar la ciudad. Eso sí, Mami nos enseñó a ser “parcos” en el gasto y a administrar bien el dinero y la comida, afortunadamente, pues no nos enseñaron a ser despilfarradores ni a ser ostentosos, que a la postre ni sentido tiene eso, ¿no crees?

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Mami invariablemente llevaba su sombrilla, pues no le enseñaron a asolearse y se protegía con ella; Papi, sólo en esos días dejaba el traje y la corbata y se ponía un suéter cómodo y zapatos menos apretados que los de diario. Recuerdo que sus zapatos siempre brillaban de lustrosos, pues llegando del trabajo se los quitaba en su recámara, les daba un trapazo, pues todos los días se los boleaban en el centro, y se ponía sus pantuflas, impecables también, y un saco de casa generalmente de seda.

Era todo un caballero, muy guapo y elegante, y Mami hacía juego con él, era muy propia y bonita, siempre andaba de tacón alto y arreglada en extremo, era muy cuidadosa en su apariencia. Sólo en los días de campo se vestía de algodón y usaba zapatos cómodos de tacón puente que compraba en Cuernavaca.

Qué días de campo aquellos, con cuánta emoción hacíamos el viaje en camión, llevando la canasta con las viandas, y todo el mundo ayudaba, se llevaba un albo mantel para poner en el suelo, y también se llevaban platos, vasos y servilletas de tela, no había tanta facilidad como ahora que todo es desechable. Pero ni aún en el campo se olvidaban los buenos modales.

Allí, en San Jerónimo, tomé por primera vez el aguamiel, que un ranchero de los alrededores sacó de un maguey, y como cosa educativa Papi nos dejó probar aquel líquido sacado de esa planta tan mexicana. Creo que desde entonces no la he vuelto a probar. Eso sí, me supo sabrosa.

Bueno, my dear sister, ya le corto por hoy. Te mando, como es mi costumbre, un gran abrazo lleno de besos cariñosos.

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8 D E AG OSTO D E 2 0 0 5 Mi querida Sis: Ojalá ésta te encuentre bien y no muy cansadita, le pido mucho a Dios por tu recuperación.

Ahí te voy con mis recuerdos.

El otro día me estaba acordando de cuando se casó Pedrito (Perico) Valencia Lacroix, primo segundo nuestro y muy querido. ¿Te acuerdas? Él era hijo de Lupe Lacroix, casada con Pedro Valencia. Su mamá era prima hermana de Papi, yo no la conocí pues estaba muy chica cuando ella murió, lo mismo que su esposo, dejando en la orfandad a nuestros primos segundos Perico y Popy (Lupita). Ella se fue de momento a vivir con nuestros tíos Fernando y Enedina, y él se fue a vivir también temporalmente con nosotros, por lo que yo siempre lo consideré como un hermano más y muy querido. Con Popy, en la actualidad, acá en Guadalajara, tenemos algo de comunicación, es una bellísima persona, así como sus hijos.

Bueno, volviendo a mi recuerdo, que es de cuando se casó Perico con Mary, una muchacha de familia muy piadosa que vivía en León, yo recuerdo que tenía ojos verdes tan hermosos que Perico guardaba un recorte grande de sus ojos en su cartera, para recordar a la novia amada. Él fue un viajero en venta de zapatos, y finalmente se fue a radicar a León, Guanajuato, que es de donde es Mary.

Fuimos toda la familia a la boda en León, que estuvo muy emotiva y pomadosa. Llegamos los parientes de fuera al mismo hotel, y allí se armó la “chorcha” muy a gusto, pues también fueron los Lacroix de Guadalajara, a quienes no veíamos muy seguido. Fueron Chito Lacroix y su esposa Cuca Weissman, ella estaba esperando a su último hijo, y Nacho, tan bromista como siempre, no la dejaba en paz, diciendo que era un Santanaso. Perico fue a recogernos en su auto a la estación del tren, y con la charla y el nerviosismo que llevaba, pues era el mero día de su boda, casi chocamos con un camión que se encontraba descompuesto y él no se había dado cuenta. Cómo le agradecimos que fuera él mismo en persona a recibirnos para llevarnos al hotel, era muy caballeroso y gentil con nosotros. Inclusive, a Mami y Papi les llamaba así, pues sentía ese vínculo de hijo adoptivo que era correspondido con creces. En esa ocasión, íbamos de novios Quecho y yo, así como Ivonne y Carlos, claro, viajando bajo los ojos avisores de nuestros padres, y lo pasamos felices. También fue Letty, Nacjho y tú, y no recuerdo si Elsa C A R T A S

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y Alfonso, pero Delfina de seguro, pues Perico tenía predilección por ella, decía le recordaba a su propia madre en muchos detalles.

Al poco tiempo, nos casamos las dos parejas de novios y mantuvimos cierta comunicación con Pedro y Mary. Él, siempre que iba a Mexicali o a Monterrey, donde Quecho y yo radicamos por algunos años, no dejaba de visitarnos, yo lo invitaba a comer y disfrutábamos de las “últimas noticias” de nuestras familias.

Bueno, ya te platiqué un rato, y ya le corto, pues quiero te llegue este mensaje pronto, para sentirnos cerca. Ayer, domingo, tuve visitas y me fue imposible hablar contigo por teléfono, como procuro hacerlo los domingos o los miércoles. Ya tendré una oportunidad de escuchar tu voz.

Mientras, recibe un apretado abrazo de tu hermana que te lleva en el corazón, Susana.

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Mi querida Sis: Dicen que cuando dos corazones se quieren no hay distancia, así que tú y yo estamos siempre muy cerca, pero me valgo de mis cartas para contarte cosas, recordar y sentirte cerca, ya que desafortunadamente la lejanía del DF y el tiempo de aguas es pésimo para viajar.

Ya empieza el mes de septiembre en unos días, y yo, muy patriota, pongo siempre en lo alto de la casa, para que ondee con el aire muy oronda la Bandera Mexicana, nuestro lábaro patrio que nos identifica del resto del mundo como mexicanos. Si mal no me acuerdo, Mami solía poner las dos banderas en algún balcón de las casas de la colonia Roma donde vivíamos, así como en Adolfo Prieto (antes Mayorazgo). Claro, colocaba tanto la mexicana como la inglesa, pues ella siempre fue buena patriota mexicana y nunca olvidó la nacionalidad británica de sus padres, nuestros abuelos Joseph Lander y Sarah Rowe. Fue una buena enseñanza que yo procuré infundir en mis hijos, pues me siento más mexicana que el nopal y más tapatía que el pozole.

Me acuerdo que cuando estaban más chicos y vivíamos en la frontera, con más ahínco hacía yo festejos, pues los de allá no tienen tan arraigado el amor por nuestro país, tan lleno de belleza, rico en tradiciones y suelo fértil y generoso. El día del Grito de nuestra Independencia juntaba yo a los amigos, hacía arroz verde (de chile poblano) blanco y colorado, todo colocado en un platón, formando una bandera. No faltaban los chiles rellenos, algunos dulces típicos y aguas frescas, de limón pintada de verde oscuro con colorante vegetal, de horchata blanca y de jamaica. También servía “banderitas”, o sea, copitas tequileras con jarabe de granadina roja abajo, con mucho cuidado, anís enseguida y al final crema de menta verde encendiéndola con cerillo poco antes de pasar la charola y poco después de gritar a voz en cuello: “Viva México”, coreando al Presidente de la República mientras él ondeba la bandera. A mis hijas les hacía trenzas con moños tricolores, y si tenían falda larga y rebozo se los ponían. Salían a relucir sus sombreros de petate, los paliacates, en fin, a mí siempre me ha gustado celebrar con fervor patrio las fiestas nacionales, para legar a los míos el patriotismo que llevo muy dentro de mí.

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Por cierto, cuando Juan Carlos y Norma se fueron a Inglaterra, les hice una fiesta mexicana con antojitos, por supuesto no faltó mi carta emotiva a los hijos que se me iban fuera del país, y les puse en un frasquito de cristal tantita tierra del jardín de mi casa, para que llevaran al extranjero un poco de su tierra natal, y siempre con orgullo cuando les preguntaran de dónde iban, con voz fuerte proclamaran: “¡Somos mexicanos!” Parece que fue gran éxito con los mexicanos con los que convivieron allá, y cuando se regresaron varios les pidieron un pedacito para recordar a su México querido, el cual habían dejado hacía algunos años atrás.

Este tiempo, en Guadalajara, desde hace algunos años se lleva a cabo el Festival del Mariachi y no te imaginas qué maravilla de conciertos se organizan. Vienen desde muchos países grupos de mariachis a concursar y se arma gran alboroto. Yo me siento soñada, pues además el mariachi es oiginario de Jalisco, cosa que me llena el corazón.

Así es que, querida hermana, demos gracias a Dios por tener este tan hermoso país con sus bellísimas tradiciones y vamos uniéndonos a ser más mexicanos que nunca. Ya gritaremos un “Viva México”, tú desde allá y yo desde acá.

Ya me voy, dejándote pensar en algunos momentos muy mexicanos que tú debes también tener. Dios te cuide y te bendiga siempre.

Besos, Susana.

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3 DE SEPTIEMBRE DE 2005 Mi querida hermana Sis: Te estoy mandando un paquetito junto con esta carta, espero te guste y te acomode lo que te mando. La gorrita y las chanclitas te las tejí poniendo cariño en cada puntada, y de los guantes, ¡te va a dar risa! ¿Recuerdas que cuando yo era niña me pasaban los “gallos” de ustedes mis hermanas y me quedaba casi todo lo que me “heredaban”? Yo, fascinada, me sentía que estaba estrenando, y así era, pues para mí eran nuevos los zapatos y los suéteres, las blusas o los vestidos, como fui la más pequeña me tocaron muchos “gallos”, que era el modo como se decía al pasar ropa de un hermano a otro, en buenas condiciones, claro está.

Bien, pues me puse a buscar guantes aquí en Guadalajara, y no hay, no es tiempo, pues estamos en época de calores, de modo que me puse a hurgar en mis cajones y tenía guardados estos guantes que usé de soltera. Ya son antigüedades, pues tienen sus añitos, pero están buenos y bonitos, según yo. Los lavé muy bien para quitarles el polvo del tiempo acumulado y los planché. Si los usas y te calientan tus manitas, piensa que son mis manos las que te pasan calor, pues son “gallos” que ahora me toca darte a ti. No sé ni por qué los guardé, ya que no se usan, pero ahora sé que estaban destinados para ti. Antes, muy “cucas”, nos poníamos guantes hasta para ir de compras, era un accesorio indispensable además de elegante, y a mí me gustaba mucho usarlos en las bodas, en las fiestas y hasta para ir al trabajo. Iba uno muy bien arreglada y guapa siempre. A ti te tocó también usar sombreritos muy coquetos, ¿o no?

También te mando unos dulces de leche envinados y unos borrachitos, así como una cocada que sé que te encanta, y todo muy tapatío. Hablando de lo tapatío, ¿te das cuenta de que muchas de las cosas por las que se conoce a México en el mundo son tapatías? Por ejemplo, la canción de Pepe Guízar, “Guadalajara, Guadalajara”, el tequila tan famoso ya, el mariachi y los charros o la charrería. Todos son tapatíos. ¿Cómo la ves?

Me estaba acordando de cuando Papi nos contaba de su niñez que se iban de chicos a la Hacienda del Carmen en La Barca, Jalisco, de la cual era propietaria la familia Navarrete, y él y sus hermanos, nuestros tíos Fernando, Paco, Jorge, iban a la escuela con “chamacos de calzón blanco y sombrero de petate”, hijos de los campesinos rancheros y trabajadores de la hacienda. Entiendo que sólo cursó la primaria, pues murió nuestra abuela Delfina, su mamá, C A R T A S

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cuando él tenía 10 años. Y nuestro abuelo, quien se jactó de nunca haber trabajado en su vida, mandaba a sus hijos a trabajar a la hacienda, vender el grano, etc., y la escuela de la vida fue la que se encargó de hacerlo tan inteligente y trabajador responsable. ¿Te acuerdas qué hermosa letra tenía para escribir?

Bueno, pues a mí me causaba mucha risa cuando decía que sus compañeros rancheritos iban de “calzón blanco”. Hasta que, hace poco, pasaron un programa en televisión, sobre el mariachi, pues en Guadalajara se está llevando a cabo el festival del mariachi y contaron la historia de colores y el mariachi. Fue en Cocula, Jalisco, y eran grupos de hombres que tocaban un instrumento y cantaron canciones propias de la época, muy mexicanas, además.

Y su atuendo “era calzón blanco” o sea pantalón largo de manta, camisa de manga larga de manta y sombreros de petate, con su paliacates cuello … no fue sino hasta que, y años después, Don Emilio Azcárraga los hiciera populares en las películas mexicanas y los vistió de charros. Ya ahora hay una variedad enorme trajes de mariachi y tocan más instrumentos, pero ese documental sobre el mariachi me vino a aclarar lo del “calzón blanco”… ¡qué risa! a mí me sonaba muy extraño eso que nos contaba a papi de sus días escolares, pero ya entendí que él y sus hermanos eran “catrines” y nos y sus compañeritos escuela…

Bueno, chulada de hermana, pronto te lo hablaré por teléfono para oír tu voz, mientras recibe un apapacho de tu Baby Sister.

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SIN FECHA ¿Sabías querida Carmela que todas la mamás somos un regalo de Dios?

Cuando un bebé nace, ya trae ese gran regalo del Señor: una mamá que lo recibe con infinita ternura, lo cuidará, le dará de comer, lo educará y, si es necesario, dará la vida por su hijo.

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Cierto es que no todas las mamás somos perfectas. Como los regalos, algunas son preciosas, algunas están un poco maltratadas en la envoltura, otras son grandes, otras son chicas, pero en el interior, todas estamos llenas de amor por nuestros hijos.

Somos capaces de perdonar sus errores y rezar siempre por ellos con un cariño desinteresado. ¡Los queremos tanto! ¡Qué afortunados son Nacho, Carmela, Yayo, Carlos, Magda, Fer y “La Chiquis”, querida Carmela, a quienes Dios les dio ese gran regalo que eres tú.

Cariñosamente, Susana

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SIN FECHA Mi siempre querida Sis: Como quedé la vez pasada que te mandé una pequeñita recopilación de recuerdos que conservo de mi niñez a tu lado y de cosas que tú me has contado que recuerdas con especial cariño, hoy te mando la segunda parte de estas memorias que te escribo con tanto gusto, ya que no me es posible irte a visitar seguido, me quedas muy lejos.

Te mando ahora una foto de cuando yo estaba chiquita, ya aquí en Mexico, DF, y que me tomó Nacho, tu “Chindo”, quien estuvo presente cuando di mis primeros pasos, y claro, como estaba muy “chulita” les llamaba la atención la bebé de la familia. Según me dicen, caminaba yo agarrándome la cabeza (yo creo que me pesaba mucho o me tenía que agarrar de algo para tener seguridad de no caerme), o también me daban un plátano o un globo y de allí me tomaba para no caerme. A lo mejor me confundo, pues son muchas las versiones que he oído, y no sé cuál es la real.

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También te mando copia de la foto donde estamos Ivonne y yo, muy peinaditas de los famosos caireles que eran la moda para las niñas; Ivonne siempre de azul claro y yo de color de rosa.

Mucha gente nos creía gemelas, pues aunque yo era menor, siempre fui alta y estábamos de la misma altura durante muchos años, hasta que de plano me “estiré” y dejé a todas mis hermanas, incluyéndote a ti y a Mami, más chaparritas que yo.

Muchas veces me he preguntado a quién habré salido, pues nadie era altote, ni Papi ni Mami, pero creo recordar que tú me decías que Papá Grande, o sea el papá de nuestro Papi, era muy alto. ¿Who knows?

Poco después, ya cuando vivíamos en la calle de Tabasco número 44 en la colonia Roma, de donde saliste ¡preciosa!, vestida de novia para casarte, iban mucho de visita las primas Navarrete Rodríguez, de Guadalajara, las hijas de tío Paco y tía Concha, y conservo el recuerdo del primo de Nacho, Rubén, que entonces era novio de Coy (Conchita) y de Mamo (Fernando) Gómez Cruz, quien era guapísimo, y a Ivonne y a mí, que éramos unas escuintlas, nos encantaba. No me acuerdo quién llevó una motocicleta, que era la gran novedad, y nos dieron una vuelta a la manzana como si fuera la gran cosa. Yo, que tenía seis añitos apenas, quedé horrorizada del sangoloteo tan espantoso y el ruido infernal de semejante armatoste, y jamás quise volver a subirme a una de ellas. Eso era en los días en que nos reuniamos en casa de Papi y Mami los domingos, y después de misa, en el templo de La Sagrada Familia, eran las grandes comidas, donde Mami se sentaba casi quitándose el delantal porque dirigía en la cocina tantas cosas ricas de comer.

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A nosotras, las chicas, nos mandaban con la nana al circo y ustedes se pasaban la tarde allí en casa con las visitas de los novios, o se iban al cine con Papi y Mami.

Bueno, pues quiero que salga ésta con Juan Carlos tu ahijado, quien te visitará la próxima semana y te mando también una foto donde estamos todos (menos Malu, quien ya había muerto) el día que cumplieron 25 años de casados nuestros padres. Allí estás, “Chulada”, y espero te haya gustado esta reseña de mis recuerdos de la familia tan feliz que hemos sido.

Te mando un beso y te pido la bendición como mi hermana mayor a quien quiero y respeto tanto.

Tu Baby Sister, Susana

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SIN FECHA Mi recordada Sis: Se acerca la Semana Mayor o Semana de Guardar, y estamos ahorita en tiempo de penitencia para luego el Domingo de Resurrección celebrar la Pascua del Señor, o sea, el paso de Jesús en la Tierra y que sigue vivo en cada una de nosotras. Misterio tan grande que sólo la fe nos impulsa a recordar toda su Pasión y su gloriosa Resurrección. Tú, mi querida chula, estás en penitencia desde hace mucho con tus dolores que te aquejan a diario, pero como te conozco, sé muy bien que los ofreces a Cristo Jesús en reciprocidad por sus sufrimientos para salvar a todos nosotros, la humanidad.

Y recordando los domingos de Ramos cuando era yo niña y tú una joven madre, apenas formando tu familia con Nacho, te platicaré de lo que yo me acuerdo haber vivido entonces.

Tía Mae invitaba a toda la familia de primos hermanos, los Pool Rowe, los Navarrete Rowe (nosotros) y los Fontaden, con las familias o novios de cada quien según el caso. Mami compraba con anticipación, no me acuerdo a ciencia cierta si eran 100 o 150 chiles poblanos, pero como a Ivonne y a mí nos tocaba ayudar a desvenarlos y pelarlos después de asados, te juro que se me hacían como 500.

Se compraba también un costal de nuez tierna de Castilla, para hacer la nogada, y todos los ingredientes para el picadillo, que incluían almendras, acitrón, pasas, piñones, las dos carnes molidas con las que se rellenaban y la granada roja para decorar los platones, que eran en realidad ¡sensacionales! Y además quedaban deliciosos, hmm, hasta se me hace agua la boca.

Ayudábamos también a pelar las nueces y comíamos una que otra probadita en el proceso.

Nuestras manitas, pues éramos unas niñas, quedaban ardiendo y lastimadas, pero bien valía la pena el alboroto, pues era el inicio de las vacaciones de Semana Santa, y como la casa de tíos Gwynne y Mae tenía piscina, llevábamos nuestros trajes de baño, y ¡a divertirnos!

No recuerdo qué más se comía ese día para completar la comida “campestre”, sólo recuerdo aquellos chiles en nogada que ahora los hago invariablemente una vez al año, claro, con mi propia receta moderna, corregida y aumentada, pero deliciosa también, según declaraciones de mis hijos, quienes no perdonan ese banquete anual en casa.

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También salta en mi memoria el recuerdo inolvidable de los Domingos de Resurrección, en las diferentes etapas de mi niñez y juventud. Nunca faltó la coneja que llevaba los huevitos de chocolate. A veces, bajabas a desayunar y al desdoblar la servilleta de nuestros lugares (pues se usaban de tela), Ivonne y yo pegábamos un grito, pues allí escondido nos esperaba un huevito de Pascua para cada uno de los hijos. En otras ocasiones nos decían que la coneja había dejado los huevitos “por allí”, y generalmente estaban escondidos en las macetas de la entrada de la casa de Tabasco número 144, en la colonia Roma, y en algunas grandes ocasiones nos invitaba tía Nelly a su casa de Mixcoac, en la calle de Poussin, ¿te acuerdas?, donde hoy en día es un convento de Las Madres Reparadoras. Como el jardín era enorme, allí sí la coneja se lucía, pues corríamos como desesperados buscando huevos y encontrábamos un montón, incluso había conejitos de chocolate escondidos entre las plantas o al pie de los árboles. Yo, te lo puedo asegurar, vi una conejita blanca corriendo y saltar fuera de mi vista en el kiosco que había enfrente de la alberca, y que casi nadie usaba. ¡Qué emoción, deveras! Aún me acuerdo y puedo visualizar el momento, con Hugo a mi lado, diciéndome: “Corre, Güera, ¡que se nos va la coneja!” También allí nadábamos ocasionalmente, a veces invitados sólo Hugo, Ivonne y yo, y disfrutábamos tanto de esos chapuzones como ya te imaginarás. Pasábamos algunas veces los fines de semana con tía Nelly y Nellita y Germán. Nos chiqueaban tanto, y nos regresaban a casa ajuareadas de pies a cabeza, lo que imagino era un verdadero alivio para Papi y Mami, quienes “sólo” tenían que mantener 9 bocas. Allí, en un “sun porch” que C A R T A S

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tenían saliendo de la sala donde estaba el piano de cola cubierto con un mantón de Manila, puntualmente nos sentábamos en el suelo, después de merendar, Ivonne y yo a escuchar a Cri-Cri, en vivo, pues fue cuando se puso de moda y a las siete de la noche pasaba el programa por radio. ¡Qué épocas esplendorosas!

Ya casada yo, cuando vivíamos en Querétaro y en Mexicali, Papi nunca olvidó la tradición y me mandaba huevitos de chocolate, siempre de Wong’s y rellenos de unos dulcesitos verdes como chícharos, adornados por fuera con rositas de betún de colores. Qué tierno Papi, que aún de viudo no olvidó las costumbres que “su chaparrita” alias nuestra Mami siempre tuvo en la familia desde que yo me acuerdo. ¡Ah!, y cómo olvidar que procuraba que todos nos vistiéramos de blanco el Domingo de Resurrección, para simbolizar la albura de las vestimentas de Jesús Resucitado y Su Gloria.

Bueno, pues es todo por hoy. Quiero desearte muy felices pascuas o happy easter, como decía Mami, y te adjunto un escrito que he ido desarrollando a lo largo de los años, y que me gusta mucho, sobre todo para leérselos a mis nietos. Se llama “La leyenda de la Coneja de Pascua”.

Ojalá disfrutes mucho ese domingo comiendo también un huevito de chocolate que estoy segura no te faltará.

Te recuerda con el cariño invariable, tu Sis, Susana

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S É P T I M A M E M O R I A PA R A C A R M E L A Mí siempre querida Sis: Las últimas fotos que encontré en mis álbumes son éstas, y te las estoy enviando con la esperanza de que te sirvan de recuerdo de los tiempos que hemos pasado juntas. Aunque son muchos más mis recuerdos, pero en cuanto a fotos, hasta aquí llegué, pues de la etapa de tus hijos adultos ya no tengo fotos, aunque sí conservo el cariño que siempre les he tenido, pues fui (o soy) la tía más chica de todos ellos, la tía Susa de mis adorables querubines, hijos tuyos y de Nacho, por lo tanto entrañables parientes míos.

Bien, la primera es “La Chiquis”, a quien apodaron así no sólo por ser la menor de sus hermanos, sino porque así también se decían como “chuchuluco” tú y Nacho.

Es la foto de su primera comunión y se veía preciosa, ¿a poco no? Cuando yo me casé y vivíamos en la Unidad Modelo era compañera inseparable tuya y mía en nuestras correrías a los mercados de Jamaica o al centro de la ciudad, de compras, o como ahora se dice: Shopping.

La segunda foto es deveras encantadora.

Es enfrente de casa de Papi y Mami en la calle Adolfo Prieto, imagino que en alguna comida dominguera, y es afuera de una escuela para hijas del ejército, que se llamaba Gertrudis Bocanegra de Lazo de La Vega. Como ves, no se me olvida el nombrecito. El edificio era toda la manzana, y las niñas eran internas, ¿te acuerdas?

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A la izquierda está Poncho Bouquet grande, y asomando sus cabezas Elsa y al final Letty, nuestras hermanas. En la fila de atrás, enseguidita, están Mami, Papi y Gabriel nuestro hermano. (Mami y Papi fueron Grandma y Abue para sus nietos.) Junto a Gabriel está Lolita y asomando apenas su cabeza con todo y bigotes está mi Quecho y yo, Susana, bajando la mirada. Recién nos habíamos hecho novios, así que calculo que la foto fue tomada en 1954. Junto a mí y bajando la fila, está Rudy Franz, y luego Tú, “La Chulada”, y después Delfina, de suéter blanco.

En la segunda fila, al centro, están Yayo y Nachito (así le decíamos). En la segunda fila de nietos, recargado en Elsa está Hugo Navarrete Alcaraz, enseguida “La Chiquis”, luego Beto Bouquet y Fernan, enseguida Elsita Bouquet –muy peinadita de bucles–, luego Gabrielito Navarrete junto a Arturo Bouquet, y parada entre tú y Delfina está Carmelita, quién ahora se hace llamar “La Prima”, a quien de chiquita le decían “La Baby” y fue tu adoración, abrazando a Ivonne García.

En la última fila al frente, junto a su papá, está Poncho Bouquet jr., hincado está Alex Franz, agachadito está Carlos tu hijo; con los brazos “en jarras” Letty chica y al final derecho está Magda, tu segunda pequeña que fue la niña bonita de la gran familia que formaron tú y Nacho.

A lado, en la otra foto, estamos: Gabriel, Lolita, Letty, Papi, tú y Nacho, Delfina, Ivonne y Carlos.

Ya entonces vivía yo en Querétaro, extrañando siempre a la familia y las tertulias.

Al dar vuelta a la hoja encontrarás una foto hermosa de Carmelita, quien ahora se ha dedicado a 9 8

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estar al tanto tuyo, dando muestras de la fortaleza que siempre ha tenido, pero que ahora se ha visto en la necesidad de ejercer su serenidad para consentirte, chiquearte y ver que todo esté en orden contigo. Todos tus hijos han estado muy cerquita tuyo, en presencia, en espíritu y sobre todo en corazón.

Siento que se parecen tanto tú y ella, dando solución siempre a los problemas de frente y con entereza, demostrando un carácter quizá heredado de nuestra Mami, quien fue una mujer ejemplar y de mucho temple y carácter. Me tranquiliza el saber que todos tus hijos están cerca de ti y te visitan, es una bendición especial que te manda la Virgen del Carmen.

Lo que te quiero transmitir son mis deseos de que estés en paz, tranquila y llena del amor de Dios quién nunca te abandona y te conoce bien. Ya sabes cómo te quiero, querida Sis. Te mando la bendición a cambio de la tuya.

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Un día Carmela dejó de existir, regresó a la casa de sus padres, que era en realidad lo que estaba buscando…

Y calló la pluma, el silencio ha sido grande y la ausencia se hace más profunda..

La chulada está presente, nunca se irá del todo…

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Ser cartero, tocar a sus puertas y llevar mensajes a travĂŠs de las cartas de Susana, tambiĂŠn a nosotros nos ha animado el alma.

Que lo disfruten y la pasen a todo dar.

Equipo postal.

“Cuando le mandé esta foto a mi hermana Carmela (“La Chulada”) para reforzar, aunque fuera un poco, su memoria que anda tan emborucada y, sobre todo, para enviarle mi cariño por escrito al irle formando poco a poco su “álbum del recuerdo” –la directora Tere me comentó que era una terapia que ayudaba mucho a los pacientes a tranquilizarse y evocar sucesos pasados con paz y alegría–, pensé: “¡Esta foto es un tesoro!

Son mis queridos sobrinos, todos ellos con caras de pícaros, ¡bribones o facinerosos! La voy a ampliar y se las voy a regalar para Navidad.”

Quisimos ser carteros de Susana y esperamos que cuando leas sus cartas y veas las fotos, evoques buenos momentos de familia…y tal vez te quieras animar a escribir una carta a una hermana, a tus hijos, a tus padres… que acorte distancias, anime el corazón y sane un poco al mundo de hoy.