El secreto detrás del dibujo

EL SECRETO DETRÁS DEL DIBUJO Un cuento para denunciar la violencia sexual infantil

Autora: Denise Favre Ilustradoras: Claudia Azañero - Jhuriko Huiza

El Secreto detrás del dibujo | Abril 2021 Autora:

Denise Favre Diseño y diagramación:

Claudia Azañero / Jhuriko Huiza Ilustraciones:

Claudia Azañero / Jhuriko Huiza

EL SECRETO DETRÁS DEL DIBUJO Un cuento para denunciar la violencia sexual infantil

Ana y Jenny son dos amigas de once años que estudian en el mismo colegio. ¡Además, tienen la suerte de ser vecinas! Sus casas se encuentran exactamente una al lado de la otra. Por eso su amistad se ha fortalecido aún más. Siempre juegan juntas porque ninguna de las dos tiene hermanos.

Todas las mañanas, salen a la misma hora de sus casas y caminan juntas unas cuadras hasta llegar a la escuela.

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—¡Hola Jenny! —exclama Ana, muy contenta—.

—Hola Ana —responde Jenny con inusual desgano—.

—¿Te pasa algo? —pregunta Ana con preocupación—.

—No, solo estoy con un poco de sueño —dice Jenny mientras da un gran bostezo y acomoda la mochila en su espalda—.

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Durante el camino hacia la escuela Jenny permanece en silencio.

Sus ojos expresan tristeza. Ana siente que algo le sucede a su amiga, pero prefiere no preguntar.

Ese día, durante las clases, Jenny no quiere salir al recreo y se queda sola en el salón.

—¿Jenny, te unes a nosotras para practicar el baile de fin de año?

—le pregunta Ana—.

—No puedo —se excusa Jenny—.

—¿Por qué? ¡Será muy divertido! —insiste Ana— .

—Tengo que avanzar con la tarea de matemáticas —responde Jenny con poco entusiasmo—.

Ana sabe que a Jenny le sucede algo y que la tarea de matemáticas es solo una excusa para quedarse sola.

En las últimas semanas, Jenny se ha comportado de manera un poco extraña; no quiere jugar con nadie en los recreos y sus calificaciones han bajado significativamente.

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Al día siguiente, durante las clases de arte, la profesora Elena les pide a los alumnos dibujar algún sueño que hayan tenido.

—Quiero que recuerden un sueño bonito o una pesadilla que les haya impresionado —les explica—.

Ana recuerda un hermoso sueño que tuvo unas semanas atrás con su abuelito, quien falleció hace ya un tiempo. En el sueño, su abuelo mencionó el largavista que le regaló antes de morir: “No te olvides nunca del largavista

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que te regalé. Un largavista puede ayudarte a descubrir muchas cosas”.

Ana recuerda cuando su abuelo le dio aquel regalo y juntos fueron al jardín de su casa para mirar las estrellas: —Con este largavista podrás contemplar la inmensidad del cielo, ver la luna y descubrir las estrellas —aseguró su abuelo en aquella ocasión—.

Sintiendo nostalgia por su abuelo, Ana dibuja aquel sueño.

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Los demás alumnos trabajan también en sus dibujos, pero a la profesora Elena le llama la atención particularmente la ilustración de Jenny, que representa una pesadilla.

En el dibujo aparece un monstruo con enormes ojos, como dos esferas de fuego, y con unos brazos larguísimos, peludos y retorcidos. En una de sus manos puede observarse una gran araña negra.

—¡Qué feo el monstruo de tu sueño! ¿Cuándo soñaste eso?

—le pregunta Ana—.

Jenny se queda en silencio, pero a los pocos segundos ya no puede contener el llanto. Ante la sorpresa de todos los estudiantes y de la profesora, Jenny sale corriendo de la clase. La profesora Elena, muy preocupada, se acerca a Ana y le pregunta qué sucede con su amiga: —¡No lo sé! ¡Solo le pregunté por su dibujo! —responde Ana desconcertada—.

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Jenny, se encierra en el baño. La profesora va a buscarla y toca la puerta una y otra vez. Le pide con insistencia que salga. Jenny, todavía con lágrimas en los ojos, sale del baño. La profesora la abraza y Jenny estalla en un llanto desconsolado.

—Todo estará bien, Jenny —dice la profesora Elena—.

Las pesadillas son producto de nuestra imaginación. ¿Quieres hablar sobre tu dibujo? —le pregunta—.

Jenny solo mueve la cabeza, en signo de negación.

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Al día siguiente, Ana, mientras juega en el patio de su casa, escucha lo que parece el llanto de una niña. Ana descubre que el sonido proviene de la casa de Jenny.

—¿Será Jenny? —se pregunta—.

Ana utiliza una vieja escalera para subir el muro y ver qué está sucediendo.

—¿Jenny, eres tú? ¿Te pasa algo? —pregunta Ana—.

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Jenny se sorprende al ver a su amiga: —¿Qué haces allí? ¡Baja! Él te puede ver —susurra Jenny—.

Ana escucha los pasos de alguien que se acerca e inmediatamente se esconde detrás del muro; es Julián, el padrastro de Jenny.

Ana ha tenido siempre una sensación extraña acerca de Julián, aunque él ha sido siempre muy amable con ella.

—¡Entra a la casa, Jenny! —le ordena con voz gruesa y amenazante—.

El padrastro de Jenny luce molesto. Violentamente, la toma del brazo y la obliga a ingresar a su casa. En ese momento, Ana observa algo sorprendente: por primera vez, presta atención al tatuaje que tiene Julián en la mano izquierda. ¡Es la araña negra que Jenny dibujó en las clases de arte! ¿Será que aquel monstruo del dibujo representa a su padrastro?

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Ana está confundida; intuye algo, pero tiene demasiadas preguntas.

De pronto, recuerda el largavista de su abuelo y va corriendo a buscarlo. Al regresar, sube nuevamente la escalera para estar a la altura del muro y utiliza el largavista para ver mejor.

Ana siente mucho miedo; está transpirando y su corazón late a gran velocidad. Pero algo le dice que debe de continuar.

Jenny es su mejor amiga y tiene que descubrir qué le sucede.

Con sus manos temblorosas, sostiene el largavista y enfoca la sala principal de la casa de su amiga, pero no ve a nadie. Sigue hacia la cocina donde está Pipo, el perro de la familia, que duerme plácidamente. Finalmente, enfoca el dormitorio de Jenny, donde la encuentra junto a su padrastro. Julián está diciéndole algo a su amiga; luego la abraza y la acaricia.

—Seguramente tuvieron una discusión y ahora se están amistando, —piensa Ana, sintiendo un gran alivio—. y amenazante—.

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Sin embargo, poco después, Ana ve cómo Julián empieza a desvestir Jenny y a tocar su cuerpo. Ella se resiste, pero su padrastro la obliga.

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Ana no puede concebir lo que sus ojos están viendo: —¡Eso no está bien! ¡No tiene derecho! ¡Es su cuerpo! — piensa, mientras su rostro se llena de lágrimas—.

Ana se siente muy impotente. Quiere gritar y salvar a su amiga, pero se contiene porque sabe que puede ser peligroso. ¿Por qué Jenny no le dice nada a su mamá? ¿Por qué permite que su padrastro la violente y toque sus partes íntimas?

Ana ya vio lo suficiente y baja de la escalera, aún nerviosa e impactada por lo que ha descubierto. Esa noche no puede dormir.

Quiere contarle todo a su mamá, pero decide hablar con Jenny primero.

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Al día siguiente, cuando caminan juntas hacia el colegio, Ana le dice a Jenny lo que sabe.

—Jenny, sé quién es el monstruo de tu dibujo —afirma—.

—El monstruo es solo una pesadilla —responde Jenny—.

—Los vi ayer, Jenny. En tu cuarto él te estaba …

—¡Cállate! No quiero hablar de eso —responde Jenny, sintiéndose incómoda y tratando de evadir la mirada de su amiga—.

—Jenny, soy tu mejor amiga. Puedes confiar en mí —le dice Ana—.

Ahora Jenny solo mira a Ana, sin decir una palabra. Ana le explica a su amiga que ella no tiene ninguna culpa.

—No debes sentirte culpable, Jenny. Lo que está haciendo tu padrastro no está bien —afirma Ana—, ¡nadie tiene derecho a tocar tus partes íntimas!— Jenny permanece callada por un largo rato, hasta que vuelve a hablar.

—Es un secreto. Nadie se puede enterar. ¿Entendiste? —susurra Jenny, mientras empieza a llorar—. De manera entrecortada, continúa diciéndole que nadie puede saberlo y le pide a Ana que por favor no le diga a nadie acerca de lo que ha visto.

Sin embargo, Ana insiste en aconsejar a Jenny que debe contárselo a su mamá, pero ella se resiste.

—Él me ha dicho que mi mamá no me va a creer y que ella lo quiere más a él que a mí —replica Jenny—.

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—Eso no es verdad, Jenny —insiste Ana—.

—Me ha asegurado que si alguien más se entera le haría daño a mi mamá y yo no quiero que le pase nada. ¡No quiero! — exclama Jenny, mientras cubre su rostro—.

Ana le asegura que no debe tener miedo, pues lo que le ha dicho su padrastro es mentira, e insiste en que debe contárselo a su mamá, pero Jenny no quiere hacerlo.

Ana, entonces, le sugiere que se lo cuente a la profesora Elena, a quien le tiene mucha confianza. Ante la insistencia de Ana, Jenny accede, a pesar de sentir bastante miedo.

Cuando llegan al colegio, Ana le dice a la profesora Elena que ella y Jenny quieren conversar con ella. La profesora les agradece por haber acudido a ella y las lleva a un salón vacío para que puedan sentirse cómodas y expresarse con tranquilidad y confianza.

—¿Sobre qué me quieren hablar? —pregunta la profesora, disponiéndose a escucharlas con atención—.

Ana toma la iniciativa y le dice que es Jenny quien tiene algo que contarle. Jenny siente mucho miedo y se demora unos segundos en empezar a hablar.

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—Es sobre el dibujo del monstruo. Ese dibujo guarda un… secreto —confiesa Jenny titubeante, mientras derrama unas cuantas lágrimas—.

—Ya veo, Jenny. ¿Y cómo te sientes al guardar ese secreto? — pregunta la profesora—.

—Muy mal, profesora —admite Jenny—.

—Entonces, si te sientes mal, el secreto que guardas es un secreto malo —les explica—.

La profesora Elena se acerca a la pizarra para enseñarles a las niñas la diferencia entre un secreto bueno y uno malo. Los secretos malos nos traen sentimientos negativos como tristeza, vergüenza, frustración, miedo o rabia, mientras que los secretos buenos nos traen sentimientos positivos como ilusión y confianza. Los secretos buenos, además, se esconden solo temporalmente —les explica—.

—Un ejemplo de secreto bueno puede ser una fiesta sorpresa de cumpleaños —afirma la profesora Elena—. El objetivo final de ese secreto es regalarle una gran alegría a la persona que cumple años, y por eso las personas que organizan la fiesta guardan el secreto.

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—¿Entienden la diferencia? —pregunta la profesora—.

Las niñas asienten con la cabeza y la profesora Elena continúa con la explicación.

—Los secretos malos, siempre hay que contarlos a una persona adulta de confianza. Mientras menos tiempo pase, será mejor — afirma, mientras felicita a las dos niñas por haber acudido a ella—.

La profesora, entonces, anima a Jenny a contarle el secreto de su dibujo. La profesora escucha atentamente la historia de Jenny con su padrastro. Al finalizar el relato, le dice a Jenny que es su deber como maestra llamar a su mamá para contárselo. Jenny tiene mucho miedo, pero la profesora le dice que no se preocupe, pues ella la va a acompañar en todo momento.

—¿Y qué pasa si mi mamá no me cree? —pregunta Jenny—.

—Tu mamá va a creer en ti, Jenny —afirma con seguridad la profesora Elena—. Además, tu mejor amiga y yo estamos para apoyarte. ¡Ten confianza, pues todo saldrá bien!

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La profesora Elena llama a Nancy, la mamá de Jenny y le pide que acuda de manera urgente al colegio. Así, Jenny y la profesora se reúnen con ella y le cuentan lo que está sucediendo.

La mamá de Jenny está consternada y casi no puede creer lo que le está diciendo la profesora.

—Debe ser un error. ¡Mi esposo nunca haría algo así! — exclama Nancy sorprendida—.

La profesora, sin embargo, la tranquiliza, mientras le sirve un vaso de agua.

—¡No puede ser! —se lamenta Nancy—, mientras se sujeta la cabeza con las manos.

—Sé que es algo difícil, Nancy, pero es verdad —señala la profesora—.

En ese momento, Jenny se pone a llorar desconsoladamente, pero su mamá de inmediato se acerca a ella.

—¿Hijita, por qué has callado todo este tiempo? ¿Por qué no confiaste en mí? —le pregunta su mamá, mientras la abraza—.

—Tenía mucho miedo. Él dijo que te haría daño y que sería mi culpa —confiesa Jenny—.

—Nada de esto es tu culpa, Jenny —le dice Nancy—.

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Nancy le asegura a Jenny que su padrastro ya no volverá a casa y le pide que nunca deje de confiar en ella, pues es su hija y siempre la protegerá.

Entonces, la profesora les habla sobre un recurso muy importante, que pueden utilizar en ese mismo momento.

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—Existe un servicio gratuito del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables —afirma la profesora Elena— que es la línea 100, a la que se puede llamar en este tipo de casos. Llamemos ahora mismo. Ahí nos brindarán la asesoría que necesitamos.

Así, juntas llaman a la línea 100 para buscar ayuda y protección.

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© DEL TEXTO: Denise Favre © DE LAS ILUSTRACIONES: Claudia Azañero / Jhuriko Huiza © DEL DISEÑO: Claudia Azañero / Jhuriko Huiza Todos los derechos reservados. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de los titulares.

Ana y Jenny son dos grandes amigas. Ambas tienen once años, son vecinas y estudian en el mismo colegio.

A partir de un misterioso dibujo que Jenny realiza en la clases de arte, Ana descubre que ella guarda un terrible secreto y decide animarla para buscar ayuda.

“El secreto detrás del dibujo” es un cuento que enseña a las niñas a cuidar su cuerpo y a no tener miedo de acudir a un adulto de confianza si son víctimas de violencia sexual.