La ética de Cristo

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lo que hizo cuando pasó por Jericó: se fue derecho a la casa de Zaqueo, el jefe de los publícanos de aquella región. Y allí, en la casa de un hombre de la peor fama, se dejó invitar para una buena cena y se alojó en aquella casa mientras estuvo en el pueblo (Le 19, 1-5), cosa que provocó la crítica de todo el vecindario (Le 19, 7). Es evidente, pues, que Jesús no tuvo inconveniente en mantener buenas relaciones con gente de dinero. Pero teniendo en cuenta que hizo eso solamente cuando se trataba de personas que no se aferraban a retener sus bienes, sino que estaban dispuestas a dar lo que tenían. Eso es lo que pasó con las mujeres que ayudaban a Jesús con sus bienes (Le 8, 3), con María cuando perfumó a Jesús con un perfume que costó un dineral (Jn 12, 3; Me 14, 3) y, sobre todo, con Zaqueo cuando se comprometió, ante Jesús y ante la gente, a devolver todo lo que había robado y a dar a los pobres la mitad de sus bienes (Le 19, 8). Sin duda alguna, para Jesús, lo importante no era si una persona tenía o no tenía dinero. Lo que a Jesús le interesaba es si una persona, tuviera lo que tuviera, estaba dispuesta a desprenderse de lo que tenía o a dar productividad a sus bienes para servicio de los demás. De ahí que elogió a la pobre viuda que daba todo lo que tenía para vivir, al tiempo que censuraba a los que se desprendían de lo que les sobraba (Le 21, 1-4). Por eso Jesús censura severamente al "rico necio", el individuo aquél que tuvo una cosecha fabulosa y lo único que se le ocurrió fue pensar cómo almacenaba todo lo que había cosechado para vivir tranquilo el resto de sus días (Le 12, 13-21). Aquel hombre mereció el calificativo de "insensato" (Le 12, 20). Porque pensaba sólo en sí mismo. Mientras que el Evangelio elogia al rey que fue capaz de perdonar una deuda enorme (Mt 18, 27) a un sujeto que resultó ser un canalla (Mt 18, 28-30). La actitud de Jesús en relación a la gente que tiene dinero y bienes está, por tanto, bastante clara: si se trata de personas que sólo piensan en retener lo que es de ellos, para ellos, tales personas no pueden pretender, mientras se mantengan en esa postura, ser al mismo tiempo creyentes en Jesús y su Evangelio. Si, por el contrario, se trata de personas que están dispuestas a desprenderse de algo de lo que tienen (y que no sea meramente lo que les sobra), para que eso rinda en beneficio de otros, entonces nos encontramos ante creyentes que toman en serio el proyecto de Jesús, al que los evangelios denominan el "Reino de Dios".


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