De la urbe Urabá #2

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Fotografías: Jenifer Andrea Henao

2 Informe

Por la vía que comunica la carretera Panamericana con el aeropuerto transitan, además, vehículos de carga que se dirigen al embarcadero de Zungo.

Una trocha con parientes,

pero sin dolientes

La carretera que comunica el aeropuerto Antonio Roldán Betancur con los municipios de la región permanece deteriorada y nadie asume la responsabilidad por su mantenimiento. Jenifer Andrea Henao Osorio jeniferandreahenao@gmail.com

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El mantenimiento de la vía ha quedado a cargo de grupos de niños que rellenan los baches con tierra y escombros.

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na de las carreteras más importantes de Urabá, la que conecta la Vía Panamericana con el aeropuerto Antonio Roldán Betancur, está sumida en el deterioro sin que parezca haber una solución a la vista. Por ese corredor se comunican los municipios de la región con el único terminal aéreo comercial de la zona y con uno de los dos embarcaderos utilizados por los principales sectores económicos de Urabá. Sin embargo, ninguna entidad pública ni privada asume la responsabilidad de su mantenimiento. La carretera fue construida hace más de 50 años por particulares con la idea de facilitar la exportación de plátano y banano desde el embarcadero de Zungo. En principio eran pocas las personas que transitaban por esa vía, pero con el tiempo ha tomado un valor significativo. Además del crecimiento del gremio de bananeros y plataneros, y de la cercanía con el aeropuerto, en los alrededores se han asentado más de 8.000 personas que viven en las 11 veredas del corregimiento ZungoEmbarcadero. Pero la vía solo tiene parientes, aún no se le han encontrado dolientes. La Alcaldía de Carepa, en cuya jurisdicción se encuentra la mayor parte de la carretera, asegura que la responsabilidad recae sobre Augura


3 (gremio que representa a la Asociación de Bananeros de Colombia). Sin embargo, Piterson Trellez, secretario de Planeación del municipio, explica que la propiedad sobre los predios donde está la vía se encuentra dividida entre un número aún no determinado de personas y que esa es una de las primeras dificultades a la hora de definir una intervención. Eso, en otras palabras, significa que la carretera es privada, pero además que cada segmento de ella tiene un dueño diferente. Por su parte, John Jairo Gallego, secretario general de Augura, dice que si bien no existen registros oficiales de la titularidad de esa organización sobre la vía, siempre se le ha adjudicado la responsabilidad y son ellos quienes se han encargado de hacer la coordinación para su reparación y pavimentación. Aunque la última vez que se hizo fue hace 17 años. Gallego explica que pese a que el gremio gestionó los recursos del último mantenimiento, las entidades privadas no pueden reemplazar las labores del Estado, teniendo en cuenta que se trata de una vía abierta al público. Agregó que el presidente Juan Manuel Santos está al tanto de la situación y que, incluso, a principios de 2015 se comprometió a destinar recursos para el mantenimiento. “Mientras esto sucede, Augura seguirá gestionando y tocando puertas para recibir un apoyo económico e intervenir sobre la vía”, dice el secretario general del gremio de los bananeros. ¿Y las entidades públicas? De acuerdo con datos de la Secretaría de Tránsito y Transporte de la Alcaldía de Carepa, en los últimos cuatro años el saldo que ha dejado el mal estado de lo que ahora parece más una trocha es de 17 muertos y 136 heridos, sin contar los daños que los huecos y las inundaciones causan a los vehículos y a las motocicletas que la transitan. Algunos conductores aseguran que les ha tocado cambiar hasta dos veces en un mes los rines o amortiguadores de motos y carros por averías que sufren en los cráteres que, además, se llenan de agua en las temporadas invernales y representan un peligro mayor para quienes la transitan. A esto se le suma, como si fuera poco, la falta de iluminación. De otro lado, Ramiro Hidalgo, director de Tránsito y Transporte de Carepa, asegura que la administración municipal es consciente del mal estado de la vía. “Es muy estrecha, los árboles que la rodean le quitan mucha visibilidad en las curvas y además el deterioro es preocupante”, dice el funcionario. Aun así, afirma que desde la Alcaldía lo único que pueden hacer es dar cumplimiento al Código Nacional de Tránsito que permite la regulación de vías, aun cuando sean privadas, si éstas se encuentran abiertas al público. Por su parte, Claudia Rave, directora de Planeación de la Secretaría de Infraestructura de la Gobernación de Antioquia, dice que la dificultad para avanzar en el mantenimiento de la vía se debe a conflictos de competencia entre las instituciones involucradas. “Esta vía, por su funcionalidad, es de carácter municipal, pero no fue adoptada en sus inventarios por Apartadó ni Carepa en el proceso de los planeas viales subregionales participativos que adelantó la Gobernación entre 2012 y 2014”, explica Rave. Agrega que para que la vía sea adoptada por un ente territorial se necesitaría que Augura oficialice, a través de un documento, su interés en ceder la vía a las alcaldías municipales de Carepa o Apartadó. En este segundo municipio se encuentra el tramo restante. Además, es necesario que un ente público acepte hacerla parte de su inventario, adquiriendo los compromisos requeridos, lo que representa inversión en mantenimiento y reparación, escenario que parece no ser muy llamativo para las administraciones municipales. Mientras esto sucede la vía que conduce a cientos de personas a los 12 vuelos comerciales diarios que operan en el aeropuerto Antonio Roldán Betancur seguirá siendo ocupada por todos, necesitada por tantos e intervenida por nadie. En la actualidad se avanza en un estudio dirigido por la Gobernación de Antioquia para definir con certeza quiénes son los propietarios de los predios en los cuales se encuentra la vía, con la idea de conocer si estarían dispuestos a ceder esa propiedad. Se tiene previsto que ese análisis termine antes de finalizar 2015 y que, de esa forma, se puedan tomar medidas urgentes. Cuando se llegue a un acuerdo, los únicos perjudicados van a ser los niños que residen a su vera y que, en sus días de descanso, se dedican a tapar los huecos con balde y pala en mano a cambio de alguna moneda. Tal vez no lleguen a montar en un avión, pero para ellos no ha sido difícil llegar a un acuerdo de trabajo. Son 10 y se turnan los días para encargarse, a su modo, de reparar la trocha que comunica a Urabá con el mundo.

La vía podría ser adoptada por Carepa y Apartadó, los municipios con jurisdicción en la zona. Pero representaría un gasto con el que no quieren acarrear los municipios.

Si los propietarios quisieran podrían cerrar la vía Piterson Tréllez

Secretario de Planeación de Carepa. ¿Cuál es el carácter de propiedad que tiene la vía Casa Verde-Zungo? Es una vía privada abierta al público. ¿Pero qué tanto tiene de privada si sirve a más de 8.000 personas del corregimiento de Zungo Embarcadero? En realidad toda la zona de Urabá se sirve de ella. Aunque podría ser una vía terciaria, legalmente no está reconocida como tal. Para que una vía tome un carácter público primero tendría que haber una cesión donde los propietarios de las fincas que lindan con la vía cedan al ente público los terrenos donde está. Si alguna vez los propietarios de estas fincas quisieran cerrar esa vía lo podrían hacer, porque el territorio donde está construida aparece dentro de las escrituras de sus predios. La vía Rio Grande - Nueva Colonia tiene los mismos conflictos de competencia, pero desde la Alcaldía de Turbo se logró conciliar con Augura para su mantenimiento. ¿Por qué no se busca un acuerdo similar en este caso? No sé jurídicamente qué artilugio hayan utilizado en Turbo, pero legalmente ningún ente de carácter público puede invertir en un predio privado. La única manera es que el privado ceda la propiedad a título de donación. ¿Entonces la vía nunca ha recibido ninguna inversión por parte de la Administración Municipal? El Municipio nunca ha invertido en la vía. Lo que tengo entendido es que ya hubo una iniciativa donde se buscaba entregársela a la Nación. Su importancia es de carácter nacional. Por ahí entra y sale el mercado hacia y desde la zona. Pero son temas muy burocráticos y que adoptan un nivel gubernamental. ¿La Alcaldía de Turbo ha tenido algún interés en adoptar la vía? Por el momento, en compañía de la Gobernación de Antioquia, se está adelantando un reconocimiento de los propietarios de la vía.

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4 Editorial

Carta abierta al nuevo gobernador de Antioquia

Comité editorial: Patricia Nieto Nieto, Jorge Alonso Sierra, Luis Carlos Hincapié, Raúl Osorio Vargas, Jaime Andrés Peralta Agudelo, Heiner Castañeda Bustamante, Gonzalo Medina Pérez, Natalia Botero. Dirección: Juan Camilo Jaramillo Acevedo. Dirección edición regional: Juan David Ortiz Franco. Edición y colaboración edición regional: Wilmar Vera Zapata. Redacción: Mario López, Juliet Jiménez, Yarley Stefani Cuesta, Alejandra Machado, Jenifer Andrea Henao, Yenifer María Chaverra, Zurisadai Palacio, Liseth Andrea Zúñiga, Daniel López, Natalia Valencia, Julián Villa, Juan Arturo Gómez, Daniela Valbuena, Daniela Cuesta, Enrique Mena, Milton Andrés Atehortúa, Adiela Sepulveda, Sindy Paola Hoyos. Diseño: Cristina Montoya Ramírez. Fotografía: Jenifer Andrea Henao, Alejandra Machado, Mario López, Liseth Andrea Zúñiga, Daniel López, Julián Villa, Diego Estrada, Óscar Guapacha, Daniela Cuesta, Enrique Mena, Milton Atehortúa, Adiela Sepúlveda, Gobernación de Antioquia, Leones de Urabá. Caricatura: Lapsus. Infográfico: Cristina Montoya Ramírez. Ilustración: Juan Camilo Sánchez Gutiérrez Portada: Mario López. Impresión: La Patria, Manizales. Circulación: 2.500 ejemplares. Director TV: Jorge Alonso Sierra. Director Radio: Luis Carlos Hincapié. Director Digital: Wálter Arias. Director Especiales: David Santos Gómez. Universidad de Antioquia. Rector: Mauricio Alviar Ramírez. Decano Facultad de Comunicaciones: David Hernández García. Jefa Departamento de Comunicación Social: Deisy García Franco. Coordinador a de Regionalización Facultad de Comunicaciones: Diana Marcela Taborda Cardona. Las opiniones expresadas por los autores no comprometen a la Universidad de Antioquia.

Universidad de Antioquia, Bloque 12, oficina 122. delaurbe.udea.edu.co, delaurbe@comunicaciones.udea.net.co, delau.prensa@gmail.com, www.facebook.com/sistemadelaurbe, www.twitter.com/delaurbe Teléfono: 219 59 12 FACULTAD DE COMUNICACIONES Ciudad Universitaria-Calle 67 N° 53-108 Medellín - Colombia

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eñor gobernador electo. Hace cuatro años la educación no era vista como un pilar fundamental para el desarrollo de la región de Urabá, y si lo era para unos cuantos funcionarios, pocas acciones concretas eran ejecutadas desde los entes gubernamentales para contribuir a que se convirtiera en un motor de transformación. El gobierno de Sergio Fajardo intentó hacerle frente a algunas problemáticas relacionadas con el acceso a la educación. Aunque los resultados no fueron los esperados, fue un avance que por lo menos nos preguntáramos públicamente por las falencias particulares de la región y por los motivos que, por ejemplo, llevaron a algunos de nuestros colegios a ocupar los últimos lugares en el país. Pero según estadísticas del Icfes y del Ministerio de Educación, los resultados de las pruebas Saber 11 de 2014 no fueron alentadores. El avance en todo el departamento, al analizar el número de estudiantes que ocuparon los puestos 1 a 400, es decir, los primeros lugares, fue de apenas un 1 por ciento en comparación con los resultados de 2010. Por su parte, los dos municipios certificados de Urabá no presentaron avances en materia de calidad. En Apartadó apenas el 26 por ciento de los estudiantes ocupaban los primeros lugares de los listados en 2010, la cifra se mantuvo igual en 2014. El caso de Turbo es más decepcionante. En ese municipio el número de alumnos que se ubicaron entre los puestos uno y 400 pasó del 16 al 12 por ciento entre 2010 y 2014. Es un hecho, en términos de calidad, en lugar de avanzar se retrocedió. Pese a esas cifras, lo sucedido en los últimos cuatro años ha llevado a que algunos imaginarios cambien, entre otras cosas, porque desde la Gobernación se ha cumplido con el deber de garantizar más y mejores espacios para el fomento de la educación. Dos nuevas sedes de la Universidad de Antioquia en Turbo y Apartadó, y la adaptación de una más en Carepa, además de seis parques educativos entregados o en construcción, así lo ratifican. El discurso de su antecesor, el gobernador Fajardo, defiende la idea de que “la calidad de la educación comienza por la dignidad de los espacios”, y estamos de acuerdo. Sin embargo, usted dijo apenas una semana después de ser elegido que “Antioquia la más educada es un cascarón vacío”, y los resultados en calidad de alguna manera le dan la razón. Pero entonces, ¿cuál es su propuesta para llenar ese cascarón de contenido? Los aspectos a mejorar saltan a la vista: el acceso a los co-

Opinión

Universidad ¿o cementerio? Mario López aamarhio@gmail.com

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legios en las áreas rurales sigue siendo limitado, igual que el pensamiento de algunos jóvenes, quienes consideran que estudiar una carrera universitaria está fuera de sus posibilidades económicas e, incluso, unos cuantos no saben que la U. de A. existe y que tienen derecho a acceder a ella. Por otra parte, la oferta de programas académicos es restringida y quienes no tienen los recursos suficientes para estudiar por fuera de la región se ven obligados a matricularse en programas que no son de su preferencia. Ese aspecto va en detrimento de la calidad y facilita la deserción. Además, los habitantes de municipios como Vigía del Fuerte, Murindó y, en general, los que están por fuera del Eje Bananero, parecen excluidos de cualquier posibilidad de acceder a la formación universitaria por la distancia que los separa de las sedes universitarias. Mucho se ha hablado de la “deuda histórica” de Antioquia con Urabá. Una zona con indicadores de calidad de vida inferiores a los de casi todas las demás subregiones. De acuerdo con cifras del Dane, el 53,1 por ciento de sus habitantes tienen necesidades básicas insatisfechas y se trata de la región más desigual del departamento en cuanto a la distribución de la tierra. En medio de esa realidad, el discurso sobre la importancia de la educación apenas viene tomando fuerza y, por eso, creemos necesario que esa idea no solo se mantenga sino que se fortalezca. Estos procesos suelen ser lentos, por eso se requiere compromiso y constancia de las autoridades departamentales, y disposición para trabajar de la mano con las administraciones municipales, los colegios, los profesores, los estudiantes y, en general, todos los estamentos involucrados. Si el gobierno saliente ubicó como pilar fundamental la educación y las cifras han demostrado que falta mucho camino por recorrer, ¿qué pasará en Urabá si su administración no incluye este aspecto como prioridad en sus líneas estratégicas? Por eso, señor gobernador, nuestra invitación es a que, más allá de las disputas políticas y de enunciar los errores que se cometieron, su administración reconozca que hay procesos que deben continuar, como la construcción de una cultura de la legalidad y la dignificación de la infraestructura educativa. Pero que, además, se tomen los correctivos necesarios para que en cuatro años Antioquia y Urabá no concluyan que su “pensando en grande” fue insuficiente para llenar el cascarón.

a Universidad de Antioquia fue durante meses bandera política en las elecciones para la Alcaldía de Apartadó. Dos de los candidatos, entre ellos el que fi nalmente ganó, prometieron en campaña que harían las gestiones que fueran necesarias para construir la segunda etapa de la ciudadela universitaria que se inauguró en febrero. Pero, ¿sabe el nuevo alcalde que la sede permanece casi vacía, que aún falta construir espacios de esparcimiento para que los estudiantes tengan razones para permanecer en ella en un horario diferente al de sus clases?, ¿o que la cafetería La Confianza (que es la única) estuvo cerrada durante semanas porque no había quién se encargara de surtirla?, ¿que Mirella, la perrita criolla de la sede, se siente sola en un edificio bien equipado pero que luce casi inhabitado? La llegada de la Universidad a Apartadó significó un enorme ahorro económico para los estudiantes que viven en lugares circundantes, pues algunos de ellos, por ejemplo, ya no deben viajar a diario hasta Turbo. Muchos jóvenes que aún no han terminado el bachillerato, y están a punto de graduarse, ahora cuentan con mayores motivaciones para estudiar; la cercanía a sus hogares les facilitará el acceso a la educación superior, pues desde que se inauguró la sede se han hecho encuentros y eventos importantes, no solamente para la comunidad universitaria, sino para la región. En general, la ciudadela universitaria es motivo de orgullo para toda Urabá.

Sin embargo, falta mucho para que ese espacio adquiera el ritmo de la vida universitaria. ¿Quién se apropia de un lugar con la soledad de un pueblo fantasma? ¡Ay de los que estén solos! Pero es un espacio digno. Lo sabemos porque muchos de los que hoy estudiamos en esta sede recibíamos clases en Jesús Mora, en el municipio de Turbo, un antiguo colegio cedido a la universidad que se inunda cada que llueve, no tiene internet, sus salones parecen abandonados y se debe escoger entre el calor y escuchar al profesor, o el ruido ensordecedor de los ventiladores. Por eso llegar a la ciudadela, después de mucho insistir, representó un cambio evidente. Pero aún esperamos que a estas hileras de salones y mesas de estudio les pongan, por lo menos, una placa polideportiva, tal vez que devuelvan la mesa de ping-pong que tuvimos por un tiempo y luego se llevaron, que haya una biblioteca bien dotada y una cafetería que venda algo más que agua, tinto y papitas. En fin, que llegue todo eso que hace falta para que los estudiantes se apropien de la nueva sede y al llegar se sienta que es una universidad y no un cementerio. Por eso, tal vez el nuevo alcalde, que hizo política con la universidad, debería encaminar sus gestiones para que antes de que se inicie la construcción de una segunda etapa, la primera cuente con esos espacios que aún hacen falta para que Apartadó se sienta aún más orgulloso de ser parte del Alma Mater de Antioquia.


5 Caricatura

Se voló con el control en la mano Como si se tratara del jueguito del gato y el ratón, la operación Agamenón trata de acorralar a su objetivo, el cabecilla del “Clan Úsuga”, de “Los Urabeños”, de “Los Gaitanistas”, alias “Otoniel”. Pero él, que es bastante vivo, ha logrado escabullirse y parece que ni la planeación de sus estrategias ni ser el hombre más buscado del país le quitan tiempo para ver su novelita, o al menos eso hacía antes de que hace poco llegaran a su guarida y lo único que encontraran fueran el televisor encendido.

Parece que no merecemos el cambio

La remodelación de la Unidad Deportiva en Chigorodó se convirtió en uno de los proyectos propaganda de la administración municipal del alcalde Edgar Payares Berrio. Pero su culminación está en veremos. Esperamos que no haya que volver a prestar plata para terminar la segunda etapa, ya que bastantes deudas hay. Y ojalá que el congelamiento de las obras deje la piscina hecha un criadero de mosquitos y la cancha de fútbol una, nueva zona de pastoreo. La Unidad Deportiva sí merece el cambio.

Opinión

¿Peajes en Urabá?... Ah, bueno Juliet Jiménez Thatiana.jimenez@udea.edu.co

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ecían hace algunos meses que las obras de ampliación de la vía que comunica a los municipios de Urabá hacían parte del pago de una de esas grandes deudas históricas de Antioquia y el país con la región. Que esa inversión facilitaría la conexión entre las localidades de la zona, pero que, además, las acercaría a Medellín y a otras regiones del país para facilitar el intercambio comercial. Y si bien es cierto que los avances de la vía ya son evidentes, no todo es color de rosa. Los costos de los dos peajes que se tienen previstos entre municipios que siempre han estado tan cerca serán un verdadero dolor de cabeza para miles de personas. Los afectados serán los transportadores que viajan varias veces al día entre los municipios, los pequeños productores que se exponen a carreteras en mal estado para llevar sus productos a las cabeceras municipales y, ahora, muchos de ellos tendrán que pagar para trasladarse en la zona. Afectará a un conductor de trabajadores bananeros que transita esta vía en la mañana y luego en la tarde y a un camionero que hace tres viajes con plátano o banano durante un día de embarque. Esos sobrecostos, en últimas, terminarán saliendo de los bolsillos de los trabajadores, los transportadores, los turistas, los estudiantes –para los que será más difícil “piratear”– y se verán reflejados en los precios del comercio con efectos en toda la región. Los peajes, de acuerdo con la más reciente información entregada por la Agencia Nacional de Infraestructura a las autoridades de la zona, estarán ubicados, el primero entre Turbo y Necoclí, y uno más en el en el Eje Bananero, en el trayecto entre Turbo y Chigorodo. Sin embargo, este último tendrá las casetas de cobro en lugares diferentes para cada sentido de la vía. Así, un conductor que viaje en el sentido Chigorodó Turbo encontrará el peaje en el sector de Río Grande,

Un mar de oportunidades

y uno que lo haga en sentido contrario, desde Turbo hacia Chigorodó, tendrá que pagar en el sector de El Chaparral. Eso significa que un conductor de buseta que tenga la ruta Chigorodó - Apartadó y haga seis viajes de ida y regreso tendría que pagar el peaje siempre en el trayecto de ida. Si su vehículo está en la categoría más baja, con un costo estimado del peaje de $6.400, sus sobrecostos diarios serían de $38.400. Esa cifra, en un mes, sería cercana a $1.150.000. Es cierto que los peajes son una forma de mantener en buen estado las vías. Y también es claro que la región recibirá un beneficio con la ampliación y mejoramiento de ese corredor, pero al analizar las cifras, también queda claro que ese cobro tendrá un impacto negativo en el bolsillo de los urabaenses y que, por tanto, esa idea de que se está pagando la deuda con la región no parece tan acertada. En todo caso, los peajes son buenos si y sólo si los costos son mínimos y si existen tarifas especiales para quienes residimos en la zona. También para el transporte público, pues no se trataría de un beneficio solo para el conductor, sino también para el ciudadano de a pie que no tiene posibilidades de adquirir un vehículo propio. No definir tarifas diferenciales encarecería el servicio y sería poner barreras para el trabajo y el estudio de las personas con menos recursos económicos. Un tropiezo para la economía de las familias urabaenses. También es cierto que, al final si los costos son racionalmente impuestos, los transportadores podrían asumirlos en tanto el buen estado de la vía les ayude a ahorrar tiempo, combustible y mantenimiento. En ese caso ese, el plus que se paga se compensa y los usuarios no se verían tan afectados. Pero eso requiere concertación y un análisis muy riguroso de las necesidades en materia de transporte de los habitantes de la región. De ahí la importancia de exigir del Gobierno Nacional claridad sobre el funcionamiento y las tarifas que se aplicarían en esos peajes. Así podríamos asegurarnos de que el incremento del costo de vida en Urabá realmente se verá reflejado en el desarrollo de nuestra región.

Las calles de Urabá en verano se visten de seda, tan limpias y pulcras como pasarela de reinado. Pero en el invierno, parece que el mar se traslada a las avenidas. Qué lindo paisaje produce el oleaje de los carros al pasar. Con este escenario las personas tendrán que aprender caminar sobre el agua como Jesucristo. ¿Será que eso hace parte de nuestro mar de oportunidades?

Y estos serán los alcaldes del posconflicto Una voz interrumpía cada tanto la transmisión del partido entre Uruguay y Colombia por las eliminatorias al Mundial de Rusia para recordarles a los asistentes quién financiaba la pantalla gigante. La cortesía era del candidato que, finalmente, terminó perdiendo la Alcaldía de Apartadó. Cerrar la calle y poner fútbol gratis en un parque no logró voltear la torta. Así fue la campaña de ganadores y perdedores en Urabá. Muchos favores, muchos regalos –incluso con recursos públicos– y muy poco debate de ideas. Ya veremos qué nos deparan los próximos cuatro años.

Pensar y hacer periodismo

Preguntar, insistir, volver a preguntar, confirmar, dudar. La lista de verbos puede ser mucho más extensa, pero, en esencia, esos recogen la experiencia de un grupo de estudiantes que se pusieron los zapatos de reporteros y caminaron sus municipios, sus barrios y sus comunidades para perseguir las historias que quieren contarle a su región. El resultado: esta segunda edición regional del periódico De la Urbe. Un proceso en el que decenas de estudiantes, no solo los que firman las notas, alzaron sus manos para compartir ideas, debatir y hacer del salón de clases un lugar para pensar y hacer periodismo.

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“El talento hay que tramitarlo con transparencia”: Sergio Fajardo El gobernador Sergio Fajardo visitó los municipios de Necoclí, San Pedro de Urabá y Arboletes para verificar el avance de las obras de infraestructura educativa.

El saliente gobernador de Antioquia habló sobre su balance de los últimos cuatro años y sobre las inquietudes que persisten en Urabá en materia de educación.

Yarley Stefani Cuesta Moreno @tefani03

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ace ya casi cuatro años se posesionó, en la sede central de la Universidad de Antioquia, el saliente gobernador, Sergio Fajardo Valderrama. Que ese fuera el lugar elegido ratificaba el énfasis en la educación que dejó claro en su primer discurso como mandatario departamental. Fajardo dijo que, además de la educación, la construcción de una cultura de la legalidad, el mejoramiento de la infraestructura y la seguridad serían los pilares de su gobierno. Pero también afirmó que Urabá estaría en el centro de la agenda y eso se ratificó con la inclusión de ese territorio como una línea aparte en el plan de desarrollo. Luis H. Berrío, gerente del Proyecto Integral para el desarrollo de Urabá, dice que la decisión de darle un tratamiento especial a esa zona respondió a una “deuda histórica” con sus habitantes. “Ha sido una de las regiones más rezagadas de Antioquia, además de tener uno de los peores indicadores de calidad de vida, lo que incluye pobreza y desigualdad”. A ese diagnóstico se suma que, de acuerdo con el Plan de Desarrollo Departamental, la región “le ha dado la espalda al mar”, pese a que es en Urabá donde se ubican los 325 kilómetros de costa de Antioquia sobre el Atlántico. Además, la violencia y el desplazamiento han sido “las mayores dificultades para consolidar el desarrollo”.

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Con ese diagnóstico, que se hacía al inicio del gobierno Fajardo, se definieron cuatro ejes de trabajo que buscaban construir confianza entre las comunidades y los sectores públicos y privados, promover la inclusión de las poblaciones más pobres, situar el mar como eje del desarrollo económico y la competitividad, y promover un ordenamiento territorial sostenible. Según el gerente del Proyecto Integral para el desarrollo de Urabá, se avanzó en todos esos retos. Sin embargo, entre las principales tareas que tendrá Luis Pérez Gutiérrez, quien fue elegido gobernador el pasado 25 de octubre, se encuentra la consolidación de la educación superior, el mejoramiento de los servicios públicos en varios municipios; la formación de las personas que han iniciado proyectos empresariales; la gobernabilidad y las implicaciones del proceso de restitución de tierras. Ese panorama indica que buena parte del pago de esa “deuda histórica” con la región aún está pendiente y que, pese al énfasis en el tema de educación, persisten muchas dificultades en relación con la calidad y el acceso. De la Urbe aprovechó la visita del gobernador Sergio Fajardo a los municipios de Necoclí, San Pedro de Urabá y Arboletes en el mes de octubre, antes de las elecciones regionales, para preguntarle por la educación y por su balance de estos cuatro años a propósito de la región.

Fotografía: Cortesía Gobernación de Antioquia

6 Entrevista


7 ¿En qué cambió la vida de la gente de Urabá en los últimos cuatro años? Lo que yo veo y siento es, primero, algo que es muy importante y es que en cada comunidad se adquiera conciencia de que hay capacidad, porque los esquemas de la ilegalidad, la violencia y la corrupción le quitan la dignidad a la gente, la someten y no le permiten soñar. Nosotros en Urabá hemos recuperado la esperanza, hemos abierto unas puertas desde el reconocimiento de que aquí hay capacidad y talento. Pero ese talento hay que tramitarlo con transparencia, con el cuidado de lo público, con la legalidad y con una apuesta grande por la educación. Tenemos una nueva sede de Universidad de Antioquia, parques educativos y mejores equipamientos, ¿por qué seguimos rezagados en calidad? Porque esto es un proceso que tiene que ir transformándose. La calidad de la educación comienza por la dignidad de los espacios. Que la escuela y el sitio para la educación sea el más lindo, y eso toma tiempo. Pero también estamos trabajando en que los estudiantes tengan becas y los profesores igualmente para que mejoren sus condiciones. Además, los rectores están en programas para convertirse en líderes de transformación. Entonces estamos haciendo las cosas, vamos avanzando. Esta campaña electoral demostró que la región sigue permeada por la ilegalidad. Hubo compra de votos, presiones contra la comunidad, uso de recur-

sos públicos para favorecer candidatos, ¿cómo enfrentar esta situación? Líderes hay de muchas naturalezas y personas valiosas hay en todos los partidos. A todo el que le entregan algo se somete y el reto es educarnos, participar en unas elecciones es una forma de educación ¿usted es consciente por quién va a votar?, ¿ha visto su candidato con quién anda? ¿Está garantizada la segunda etapa de la nueva sede en Apartadó y otras obras que son necesarias y que están pendientes? Está garantizado lo que tenemos. Ahora venimos con la Universidad de Antioquia por todos los parques educativos. Lo que está garantizado es que los estudiantes deben estudiar mucho para poder entrar y ahí sí decir: no cabe un alma en la Universidad, hay que hacer otra. Que ese sea el problema que tengamos, que no demos abasto con la Universidad de Antioquia porque, además, para entrar no hay rosca. Una de las sedes de la Universidad de Antioquia en Turbo se inunda cada que llueve y tiene problemas de salubridad. Los estudiantes se han quejado, pero no se ha encontrado una solución, ¿cómo hacer que sean trasladados a un espacio digno? La Universidad de Antioquia tiene que revisar bien eso, yo no puedo responder a ello, deben de revisar muy bien cuál es el problema de las inundaciones, la Universidad de Antioquia tiene ingenieros y gente que sabe hacerlo.

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Esta casa fue el lugar de la verbena donde ocurrió la masacre. Los vecinos aseguran que permanece intacta desde entonces.

La Chinita,

vencidos pero no derrotados Dos décadas después de la masacre, las víctimas de La Chinita siguen esperando que los culpables asuman su responsabilidad y que se cumpla la promesa de hacer más digna la vida en su territorio.

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Fotografías: Alejandra Machado

8 Crónica

Alejandra Machado alejandra225588@gmail.com

¡¡¡FUEGO!!! Ni con niños ni con mujeres, maten a todos los hombres”, gritaba una mujer luego del estallido de una granada lanzada sobre el pick up de la verbena organizada para recoger fondos. El grupo ilegal vestía atuendos similares a los del Ejército: un conjunto camuflado, gorra, botas negras y un fusil. Pero cuentan en el barrio que los asesinos portaban un brazalete que los distinguía de los legales, decía Farc. Los sujetos se extendieron a lo largo y ancho del barrio, un sector de aproximadamente 30 mil habitantes con precarias casas de madera y zinc. Acorralaban a los habitantes acatando las órdenes a gritos que daba aquella mujer pequeña, con fusil a la bandolera y rostro iracundo. El 23 de enero de 1994, entre la 1:00 y las 2:00 de la madrugada, hombres del frente 5 de las Farc se tomaron la fiesta en el barrio La Chinita. Al parecer, buscaban desmovilizados y simpatizantes del EPL, la guerrilla que para ese entonces se había desmovilizado y reintegrado a la vida civil. Muchos de esos antiguos combatientes se asentaron en lo que hoy se conoce como Barrio Obrero, un sector que, entonces, se volvió objetivo militar de los que seguían alzados en armas. La traición a la lucha armada se pagaba con la vida, no solo con la propia sino con la de muchos vecinos que nada tenían que ver en el conflicto. El resultado: 35 muertos y 12 heridos. Hoy, luego de 21 años de ese capítulo doloroso del


Informe Urabá antioqueño, las voces no se acallan con el tiempo y aunque sea como susurros, se hacen escuchar. Alfonso y Ester Alfonso Medina y Ester Barreto vivían con sus cuatro hijos a tres casas del lugar de la masacre. Ese día Alfonso se quedó hasta tarde bebiendo con varias personas en su hogar, una pieza que hacía las veces de sala-comedor-habitación. Antes de dormir le dijo a Ester que fueran a ver el marrano que iban a vender al día siguiente. Caminaron hasta junto a su rancho cuando, de repente, se alertaron al escuchar el estallido estruendoso de una granada. Alfonso y Ester dejaron abierta la puerta de su casa. La gente que venía huyendo de la fiesta entró y la cerró, los dejaron afuera en aquel callejón, por suerte sus hijos se quedaron adentro. Los hombres armados se movilizaban por el sector buscando a quienes habían alcanzado a escapar. El marrano chilló y llamó la atención de tres hombres hacia el callejón donde se escondían. “Pues nos llegaron ahí tres hombres vestidos como ejército pero con el brazalete de las Farc. Preguntaron: ¿dónde trabaja?, ¿cómo se llama? Me comenzaron a patear porque yo les suplicaba, estaba nerviosa y no dejaba de decirles que tuvieran compasión, que por qué eran tan malos; me dejaron los brazos morados. A mi esposo le dieron tres tiros, dos en la cabeza y uno en la pierna. Le dieron fue a matar”, recuerda Ester. Cargó a Alfonso, bañada en sangre y en lágrimas. Uno de los hombres le dijo antes de irse, con un tono que no acepta réplicas ni excusas: “No te quiero volver a ver, si estás acá cuando vuelva te mato”. El hijo mayor de la pareja lo vio todo por un agujero entre las tablas que hacían las veces de pared. Tras salir del callejón para entrar a su casa, Ester vio que venía otro escuadrón. Con su mano empuñada tocó aceleradamente la puerta, su hijo abrió y ella se lanzó dentro del rancho. “Mami, ¿por qué estás mojada?”, le preguntó. Ella apagó la luz para que él no viera que era la sangre fresca de su padre. Después de media hora, cuando las Farc se habían ido por fin dejando una huella de dolor y muerte, Ester y sus dos hijos mayores entraron a rastras el cuerpo agonizante de Alfonso. Luego pidieron la ayuda de amigos para ponerlo en una hamaca y llevarlo al hospital pero, unas cuadras antes de llegar, murió. “Cuando iba para mi casa pasé por donde era la verbena y vi ese poco de muertos en el piso. Ahí fue donde me di cuenta de lo que había pasado; entre los muertos estaba mi cuñado. Mi hermana me dijo que ellos estaban en la fiesta, sentados en una banca con los niños cuando esa gente llegó y comenzó a matar sin decir nada. Mi cuñado cayó en las piernas de mi hermana y mi sobrina”, cuenta Ester. Para ella, aunque hayan pasado ya dos décadas, el dolor sigue intacto y en su recuerdo florecen esos momentos como si el tiempo se hubiera detenido. “Lo que yo viví fue algo como de película. Te marca. Es como que quieres darle vida a esa persona y no puedes. Al mes me fui para Córdoba, ese rancho lo perdimos junto con nuestra familia, muchas víctimas perdieron sus casas y siempre nos han tenido en el olvido”. María y Ramona María y Ramona viven en Currulao, son vecinas y compañeras “de guerra”. Asisten juntas a todos los eventos y charlas para las víctimas del conflicto armado de la región de Urabá. Han hablado con “Karina”, comandante guerrillera hoy desmovilizada y acusada de cometer el crimen. Aunque ella dice que no ordenó esa masacre, dos veces les ha pedido perdón.

“En una de esas charlas un ‘pelao’ se paró dispuesto a darle un golpe a ‘Karina’ porque ella dijo que no fue culpable de lo de La Chinita. Todos le dijimos en un coro: “¡USTED SÍ FUE!”. Si yo la vi y la escuché cuando venía gritando que no mataran sino a los hombres. Todos la escuchamos”, cuenta María. Al otro día de la masacre, o más bien ese mismo día, porque fue un domingo en la madrugada, todos en el barrio preguntaban: “¿Usted para dónde va?”. Que para Chocó, que para Córdoba, que para Medellín. “En menos de un segundo uno quedar como una pluma en el aire, así, sin nada. Y salir corriendo como si uno debiera algo. Coger unas cuatro mechitas y salir corriendo. A mi esposo lo mataron ahí, mis hijos vieron todo eso, se bañaron con la sangre de su padre, ya estaban grandecitos y entendían. Y cuando ellos me preguntaban el porqué ¿yo qué les podía contestar? Su papá era un hombre de bien, no tenía nada que ver con esa guerra. Yo me fui desplazada para Córdoba”, dice Ramona Cordero. “En ese hospital el que no lloraba era porque no

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de 600 afiliados. “Necesitamos procurar que cuando vengan los hijos de los reinsertados y se junten con los de las víctimas puedan convivir y sepan que eso no puede volver a pasar”, afirma Abadía. La asociación tiene diferentes proyectos. El más representativo es quizá la reparación colectiva del Barrio Obrero, que incluye vivienda digna y una transformación estructural del territorio. Ciro asegura que las víctimas han tenido la oportunidad de hablar con sus victimarios porque, según él, la paz se construye con trabajo conjunto. “Afortunadamente nos vencieron, pero no nos derrotaron, porque hemos seguido luchando y trabajando por la dignidad de las víctimas”.

¿Por qué en El Obrero? Lo que antes era la Hacienda La Chinita, hoy es el Barrio Obrero: un predio de 102 hectáreas que le pertenecía al empresario Guillermo Gaviria y que resultó ser la invasión más grande de Latinoamérica. Comenzó en 1992, dos años antes de la masacre, debido al déficit de vivienda en la zona. Allí se asentaron más de 30 mil personas provenientes de todo Urabá y exmilitantes del EPL que luego se unieron en un movimiento llamado Esperanza Paz y Libertad, por eso se les conocía como “Los Esperanzados”. Ester Barreto asegura que ellos “ayudaron a fundar el barrio, pero también vivían personas del común como ella y su esposo, más que todo trabajadores de finca, y el EPL protegía de una u otra forma el barrio”. Los habitantes del sector creían en el proceso de reinserción, pero para las Farc representaba una traición. “Este barrio ha sido muy golpeado, más que todo por su estructura –quienes lo conformaban– y por su pensamiento. Podían convivir perfectamente con los desmovilizados, porque creían en el proceso”, afirma Ciro Abadía. Sin embargo, así como sucede con “Karina”, las Farc nunca han aceptado su responsabilidad. En 2004 se cayó el proceso penal que se Este cartel con el nombre de las 35 víctimas es el único monumento que conserva la memoria de la masacre. adelantaba contra cerca de 50 guerrilleros por su supuesta participación tenía corazón. Al compañero mío lo mataron en esa en la masacre. La Corte Suprema de Justicia, sin profiesta, él cayó agarrado de la mano con el hermano. Y nunciarse de fondo sobre su responsabilidad, ordenó bueno, yo me fui para el Chocó con esos dos cadáveres liberarlos por irregularidades en el proceso. Luego una y mis cuatro hijos, y luego eso allá se dañó y me vine investigación sobre el caso adelantada por el Centro Napara Currulao. ¡Imagínese!, uno huyendo sin deberla”, cional de Memoria Histórica concluyó que sí fueron las cuenta María Mosquera, sentada en la sala de su casa Farc las responsables. con una toalla en sus manos que usa para taparse la cara El tema, sin embargo, no parece cerrado. La excancada vez que siente que no puede seguir hablando sin didata a la Alcaldía de Apartadó por la Unión Patriótica, que sus ojos se inunden. Esneda López, asegura que “no se puede decir con seguridad que las Farc orquestaron la masacre. Entonces Ciro y Asovima el día que se sepa la verdad todo el mundo va a quedar “La fiesta es más buena cuando uno llega más tarboquiabierto. Ni la UP ni las Farc hicieron eso, es verdecito”, le dijo Ciro Abadía a sus hermanos que le estadad que nosotros sí le pusimos muchos muertos a esta ban afanando para llegar a la celebración. Ellos se fueguerra, pero esa masacre no fuimos nosotros”. ron primero y Ciro se quedó “tomándose un fresco” y conversando con un amigo. ¿Y hoy qué? “No habían pasado 15 minutos cuando escuchamos En la calle donde ocurrieron los hechos sangrientos fue el rafagazo: ‘ratatatatata’, y, después, la gente que venía casi todo ha cambiado. Hay una placa en la esquina de corriendo como ganado suelto”, recuerda Ciro. Querían esun supermercado con los nombres de las 35 víctimas de capar a como diera lugar, saltaban por encima de las cercas, la masacre, acompañadas de un mensaje que dice: “Porrompían los plásticos y las cuerdas que sostenían los imque pueden más lo sueños que los recuerdos, vivirán por provisados cambuches, porque para ese entonces no había siempre en nuestros corazones”. Por otra parte, la casa nada levantado en material. donde ocurrió el crimen no ha cambiado mucho, es una Y es que “eso estaba ya más que anunciado, nosotros le hacasa de tablas, de color azul cielo, hundida en la calle y bíamos advertido a la Policía y al Ejército, pero ellos se hacían en el olvido de quienes prometieron raparla y hacerla los de la vista gorda. Cuando nosotros llegamos, eso era triste, una vivienda digna. doloroso, ver a esa gente ahí tirada”, añade. Como muchos otros, la mujer que organizó la fiesta Mataron a 35 personas, pero con sus balas no silenen que ocurrió la masacre prefiere guardar silencio. ¿Por ciaron todas las voces. En 2010 Ciro reunió a 18 perqué? Unos por el dolor que esto les evoca, otros, porque sonas víctimas de la masacre y se creó la Asociación de dicen que los periodistas se han hecho “ricos a costillas Víctimas del Municipio de Apartadó (Asovima) con el de su dolor”. Porque ya muchas veces han entregado fin de visibilizar esos hechos, promover la convivencia sus testimonios y, pese a las promesas, sus ranchos y el entre víctimas y victimarios y trabajar en el proceso de dolor siguen intactos. restitución de tierras. En la actualidad, cuenta con más

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10 Testimonio

“¿Es que es muy raro tener dos papás?” Hace dos años una pareja de homosexuales de Turbo adoptó a un joven que llegó en búsqueda de trabajo. Una decisión de la Corte Constitucional permitirá que formalicen su vínculo para que su hijo lo sea, también, ante la ley.

Yenifer María Chaverra Córdoba yenifer.chaverra@gmail.com

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José Montoya*, un paisa de 43 años, radicado en el Urabá antioqueño, le resulta chistoso cuando sus vecinos hablan sobre el parecido físico que tiene con su hijo. Le dicen que son como dos gotas de agua. Diego Estrada*, de 19 años, nació en Tarazá y vive con sus papás, aunque no lleva el apellido de ninguno de los dos. Son José Montoya y Pablo Silva*, una pareja de homosexuales que, luego de 14 años juntos, “gracias a Dios”, como dicen ellos, contaron con la fortuna de adoptar un hijo. En un rinconcito del corregimiento El Tres, Turbo, está anclada la finca Ícaro, dedicada a la producción y exportación de plátano. Es un lugar mágico por el verde brillante de las plataneras, donde la brisa acaricia y los animales adornan el paisaje. Un termo repleto de café es el mejor florero para adornar una mesa de tambo y hablar de maricadas, sin tapujos. Hasta ahí fue donde, por casualidades de la vida, llegó Diego a buscar empleo, hace un par de años. Es un joven no muy alto, esbelto, de piel trigueña. A los seis años la violencia le arrebató a su madre; a los 11, a su padre. Le tocó enfrentarse al mundo solo, trabajando en lo que saliera. Deambuló entre fincas y fincas, buscando una mejor suerte, hasta que llegó a Ícaro, donde encontró primero un trabajo estable, luego un par de amigos que lo acogieron en su casa y, finalmente, un hogar. Hoy es operario de una empresa en el corregimiento de Currulao. “Me siento muy bien viviendo con ellos –dice Diego–, aquí he aprendido cosas que en ninguna otra parte me las han enseñado. Si tengo un problema hablo con los dos. Ellos me aconsejan bien y se preocupan por mí. Son unas personas que tratan de dirigirle la vida a uno por los caminos correctos”. Pablo Silva, un homosexual de 45 años, católico, emprendedor y divertido y su pareja, José, fueron quienes recibieron a Diego y le ofrecieron un espacio luego de haber hecho, sin éxito, el intento de adoptar. Pablo recuerda que alguna vez pactaron con una mujer embarazada cubrir todos sus gastos de su embarazo y, a cambio, ella les entregaría el niño al nacer. Pero la mujer se arrepintió y con ello se desvaneció para la pareja la opción de criar a un hijo, pues hacerlo por la vía formal, con el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, no era una opción. Hasta hace apenas unas semanas, la adopción por parte de parejas del mismo sexo estaba prohibida en Colombia, a menos que uno de sus miembros fuera el padre biológico. Sin embargo, a principios de noviembre, la Corte Constitucional decidió que las preferencias sexuales no podrían seguir siendo un criterio tenido en cuenta por las autoridades para decidir si un solicitante es apto o no para la crianza de un menor. ¡Pero si son los papás míos! “Diego una vez nos presentó a una novia y le dijo: ‘Le presento a mi papá y a mi otro papá’. Cuando la novia le dijo: “¿Ay cómo así?”. Y él: “¿Cómo que cómo así? ¿Es que es muy raro tener dos papás? De buenas yo que tengo dos papás”, recuerda uno de ellos. Ahora el tema es tratado así, con naturalidad. Pero al principio la adaptación no fue fácil, no por las preferencias sexuales de sus padres, sino porque era un lugar extraño y Diego, tímido, evitaba usar algunas cosas de su casa. Todavía no asumía que ese fuera su espacio. Pero el tiempo hizo su trabajo y esa timidez desapareció. Sus padres lograron convencerlo de que podía sentirse en su casa y de que, además, él sería su heredero. Y ahora, con la decisión de la Corte, el camino para que pueda ser así parece estar mucho más despejado. La familia espera formalizar muy pronto su vínculo para que Diego se convierta oficialmente en el hijo de Pablo y José. “Yo no soy gay, pero hay gente que le dice a uno “Hey ¿tú vives con gays?” Yo digo ¡Pero si son los papás míos! Yo no tengo la culpa de eso, yo no juzgo a nadie, normal. Cada quien elige su vida”, dice Diego, convencido de que en algún momento dejará su casa y se casará con “una buena mujer” que lo proteja y se preocupe tanto por él como sus dos papás. De acuerdo con datos del ICBF, en 2014 fueron entregados en adopción 1.148 niños y adolescentes en todo el país. Pero desde hace cinco años la cifra ha ido con tendencia a la baja. En el 2010 fueron acogidos en nuevos hogares 3.058, en 2011, 2.713; en 2012, 1.465 y en 2013, 1.125. Actualmente, esa institución cuenta en sus albergues con más de 10 mil pequeños a la espera de ser adoptados. Tal vez la posibilidad que ahora se abre a las parejas del mismo sexo pueda ser de ayuda para que sean más los niños que encuentren un hogar. El reto con este nuevo panorama, dice Pablo, es que las familias, independientemente de cómo estén conformadas, logren inculcar en sus hijos la capacidad de respetar a los demás. “Unos homosexuales que adopten a un pelado –afirma el papá de Diego–, tienen que enseñarle a esa personita cómo se va a defender sin agredir a los demás, que si lo agreden no puede responder con otra agresión, sino con argumentos razonables para ir ubicando a la gente en el contexto en el que estamos, porque la homosexualidad es tan antigua como el mismo hombre”.

Ilustración: Juan Camilo Sánchez Gutiérrez

No. 2 Diciembre de 2015

*Los nombres fueron cambiados por solicitud de las fuentes.


Oficios

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Garitear, misión sagrada Los gariteros van pedal a pedal por senderos y carreteras de la zona bananera para llevar la comida de los trabajadores de cientos de fincas de la región. Zurisadai Palacio Zurisadai0597@gmail.com

Fotografía: Mario López

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i usted creció en ese Urabá en el que se come boleja machucada con manteca, debe saber qué es un garitero. Puede sentirse orgulloso porque ni aun Google, que es “el que todo lo sabe”, conoce tanto sobre el tema. Garitear es uno de los oficios más representativos del eje bananero, pero como muchos que llegan a la zona no saben “eso con qué se come”, no está de más explicarlo. Un garitero es aquel que tiene la importantísima misión de llevar la comida a los trabajadores de las fincas bananeras después de recogerlas en sus casas. Casi siempre se transportan en bicicletas que, en la parte trasera, llevan varias canastas unidas entre sí y forman un cajón. Sin embargo, hace ya algún tiempo esta práctica, no solo laboral sino cultural, se ha transformado y algunos han empezado a cambiar la bicicleta, que antes era su herramienta indispensable, por motos que les facilitan el trabajo. Los gariteros en Urabá surgieron en la década de los 90, cuando las empresas bananeras acabaron los campamentos en los que alojaban a sus trabajadores dentro de las fincas productoras. Como los empleados se trasladaron a los cascos urbanos, tuvieron que buscar estrategias para hacer llegar hasta sus trabajos sus desayunos y sus almuerzos. El oficio se hizo popular en toda la zona y los gariteros empezaron a llegar a todos los lugares a donde pudieran hacerlo dando unos cuantos pedalazos antes de la hora de comer. Su labor, recoger las comidas de los trabajadores en los barrios, de casa en casa, donde ya alguien de su familia las ha empacado en una tula que, de paso, sirve para identificar a su dueño. “No es una tarea fácil, pues no solo se requiere de responsabilidad para transportar el almuerzo ajeno, si no también fuerza. A mí me tocó muy duro al inicio, la garitera pesa mucho, se me ladeaba, se regaba la comida, pero con el tiempo empecé a tener equilibrio, me cansaba menos”, dice Alberth Emery, garitero ya retirado, sobre sus inicios en el oficio. Es indispensable poseer una buena condición de salud para hacer largos recorridos. Y ese es, precisamente, el motivo por el que algunos han decidido cambiar los pedalazos por los impulsos mecánicos de las motos. Es que un garitero puede transportar hasta 120 kilos después de recolectar la comida, que no solo debe transportar, sino también proteger, tener cuidado de que no se riegue o se mezcle demasiado. Si llueve, algo usual en municipios como Chigorodó, al que muchos llaman “cielo roto”, debe cubrir la carga mejor que a él mismo. En las canastas de un solo garitero puede viajar la comida de hasta 50 hambrientos trabajadores, que por lo regular le pagan $15.000 quincenales, eso si transporta el desayuno y el almuerzo. Si es solo uno de los dos, el pago baja a la mitad. En algunas empresas se hace por medio de los casinos, que son las tiendas de las fincas, y se descuenta de la nómina de cada trabajador. Así se evitan los problemas de antes, cuando era cada uno quien debía darle el dinero y no faltaban las “abejas” que desaparecían cuando era hora de pagar. “Algunos se iban de las fincas o del municipio y no me

Cada bicicleta puede pesar hasta 120 kilos cuando está cargada hasta el tope con las comidas de los trabajadores bananeros.

pagaban; incluso se perdían debiendo quincenas anteriores”, recuerda Alberth Emery. Aunque eso ha mejorado, aún trabajan sin derecho a seguridad ni prestaciones sociales. Solo algunos de sus clientes les dan la famosa “liguita”, unos cuantos pesos de más en la temporada de primas. Pero como dice uno de ellos, “hay algunos muy duros, los tacaños nunca la aflojan”. El precio de la ruta Una finca bananera puede contar con alrededor de cinco gariteros, eso sí, para poder garitear se debe comprar la ruta o pagarle un porcentaje de las ganancias al dueño que, en la mayoría de los casos, es un garitero con mayor antigüedad. Entonces, cuando uno de ellos se retira, alguien interesado en el trabajo se le acerca y le compra la garitera, que no es otra cosa que la bicicleta acondicionada, y además paga por la ruta. “Yo le gariteo a 38 trabajadores y me gano cerca de $270.000 quincenales pues la ruta no es mía, yo solo la trabajo. Le doy $90.000 quincenales al dueño. No gano mucho, pero me siento cómodo con mi trabajo, me da para conseguir mis cosas”, dice Juan Camilo, un garitero de 18 años. Esa es la edad promedio de los gariteros. La mayoría no dura mucho en el oficio porque busca trabajos más estables o, por lo menos, mejor remunerados. Además, según dicen los trabajadores de las bananeras, algunos no son lo suficientemente responsables y queda claro que para transportar los alimentos ajenos es necesario ganarse el aprecio de los clientes. Porque no es un secreto que algunos se comen las comidas, se cogen el dinero que en algunos casos las esposas le mandan al trabajador, ¡y el peor, pero el peor de los casos, para cualquier bananero, es el de aquel que le coquetea a su mujer y termina metido con ella!

Pero Jhon Fredy, un garitero que lleva 10 años llevando comidas en su bicicleta, dice que “es un trabajo difícil al que realmente poco reconocimiento se le da en la región. Tal vez si nos empezaran a ver como trabajadores, las condiciones de este oficio mejorarían porque, de no ser así, los gariteros nunca tendremos derecho a lo que es justo, que son nuestras prestaciones, y seguiremos siendo vistos como los lleva-comidas”. Garitero que se respete sabe silbar “El siguiente programa contiene escenas de sexo y violencia. Los menores de 12 años deben estar en compañía de un adulto responsable”. Esa frase que le da paso a la novela de la mañana, antes del noticiero, es el campanazo oficial. Significa que el garitero va a llegar y que empieza la carrera. No falta la vecina que grite: “¡Ahí viene el garitero!” y después un silbido anuncia el paso de la bicicleta, porque garitero que se respete sabe silbar. Entonces ellas, las que se quedan en casa, empiezan a correr por todos lados, a buscar los cubiertos, la tula que suele desaparecer a la hora señalada, a lavar los portas, a ponerle la bolsita a la tapa del jugo para que no se riegue, a hacer el nudo lo más apretado posible. Si el arroz todavía está crudo, el garitero debe esperar y, como él, todos los que aguardan su llegada en la finca para hacer su pausa y probar la comida que viene de casa antes de continuar con su jornada. Pero a veces no es solo la comida, porque en las mismas bicicletas viajan incapacidades, mensajes de última hora, medicinas y dinero. Viaja también parte de la identidad de Urabá, porque en cada banano que se embarca hacia cualquier lugar del mundo también tiene un lugar la historia del garitero que, a motor o a pedal, bajo un inclemente sol o implacable lluvia, cumplió debidamente con su misión sagrada.

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12 Testimonio

Emilsen Pacheco,

bullerengue, ritmo y un lamento “Que se acaba, que se acaba, se acaba mi tradición”, dice la canción que no quisiera cantar uno de los personajes más representativos de la cultura del bullerengue. Liseth Andrea Zúñiga Batista @LisethAndrea21

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in, tin, tin, tin, tinprrr, prrrrr, ta, taaa —como si fuera un tambor, Emilsen Pacheco, el bullerenguero vivo más representativo de Colombia, toca la silla en la que se encuentra sentado en su casa de San Juan de Urabá —. El bullerengue para mí es bulla, alegría pa´l corazón, me hace pensá en los demás. Llegó de África a San Basilio de Palenque, en Bolívar. De ahí, ¡turuú!, pasó a Sucre, luego a Córdoba y ¡tan!, llegó a Urabá. Todos estos pueblos de la Costa como Arboletes, San Juan, Uveros, Damaquiel, Zapata, Mulatos, Necoclí y Turbo han tenido grupos de bullerengue. Había familias completicas que tocaban y se reunían con otras paparrandea. A la vieja Márgara –dice Emilsen refiriéndose a su mamá– la iban a buscar a la casa, con ese bullicio en la madrugada, la gente con que ella se iba a cantá bullerengue. A mí me daba rabia, porque eso era una tomadera de ron y parrandeaban por dos o tres días de seguido; pero de tanto ver bullerengue en mi mamá, y mis tíos, se me fue despertando. Uno nace con eso, toda mi familia era bullerenguera por parte y parte. Como mi tío Lucio Pacheco, ¡ese sí tocaba, era el mejor tamborero! Solo había que preguntar en Uveros por el mejor y decían que era él. Y ajá de esta familia tenía que salir alguien al que le gustara la bulla alegre. Salí yo como tamborero, soy el menor y, aunque me gustaba más el vallenato, fui el primero de todos

No. 2 Diciembre de 2015

mis hermanos en tocar bullerengue en un grupo. Empecé con un tanque, tocaba y tocaba y mi mamá me decía que si le rompía el tanque me pegaba, pero ¡qué va! Después quise meterle maracas, entonces usaba las conchitas de coco, era un sonido bueno, riss, riqichii, richichí, algo así. Cuando cogí un tambor por primera vez ya sabía tocá. Los festivales, motivación de todo bullerenguero Cuando fui por primera vez a un Festival fue al de Puerto Escondido, Córdoba; se hacen tres: los otros dos son el de María la Baja, Bolívar, y el de Necoclí, acá en la región. No fui a participar, solo estaba viendo y la cosa me llamaba la atención. El siguiente año que volví, antes de presentarme, escuché a alguien: “¿Quién dijo que ese mancito sabe tocar?”, lo escuché, me subí a la tarima y toqué como nunca antes. Para desgracia del man, ¡me gané el festival! Tan, tan, tan, tarararararaá, tan, tan, taraaaaaá, tan – palmotea Emilsen en sus piernas– . En los Festivales, cuando es la competencia, se evalúan los ritmos del bullerengue porque son tres y se diferencian por el toque del tambor, la forma de cantar y bailar. Son el sentao, la chalupa y el fandango. El sentao es más despacio, como lamento cantao; la chalupa es más rápida y alegre; y el fandango es más paseadito, los bailadores mueven los pies pa´lante y pa´trás. Una vez me tocó ponerme una poyera para enseñarle a la hija de “la Yoli”, una gran amiga de Necoclí; yo que nunca hago eso, parecía una mujercita moviendo la cintura ¡porque ese es el paso principal, mover las caderas! Debe manejar bien la poyera, no como la cumbia, no señor; al compás de las caderas y los pies, haciendo círculos en el vientre con las manos y coqueteando. Porque en el bullerengue se coquetea.


13 Si usted no sabe bailá bullerengue, vaya a una rueda, esas se hacen en los festivales, después de la presentación de los grupos en tarima. Los tamboreros cogen sus instrumentos y en la calle se empieza a tocá, se versea, el uno comienza y el otro responde porque el bullerengue es de versos. Todo el que va llegando hace de corista, acompaña con las palmas y se baila como usted sepa. Los más experimentados con aquellos que no, pero que sienten la música en la sangre dejándose llevar por el ritmo del tambor y un ¡upajé! ¡Esa ej! ¡Ay na má! Esos gritos que salen así, sin planear, como la misma rueda. El bullerengue es sano y sabroso, aunque haya competencias. Uno se integra, aprende en los foros que se hacen en los festivales, puede enseñar y compartir conocimiento. Por lo menos yo, que toco el llamador, el de los palitos que suena pum, pum, pum; el alegre que es el que me emociona: prrrr, praa, praa, pa, pá; canto, hago coros, construyo los tambores. Aprovecho con mi familia, que es mi grupo Bullerengue Tradicional, para fortalecernos. Tengo la capacidad de componer con una palabrita que me llame la atención o si quiere que le haga una canción, solo dígame y en dos tres días se la tengo; de esa forma hice la que habla del condón, yo no la quería hacer pública, porque era para una profesora y dice:

Emilsen Pacheco toca su tambor en el patio de su casa en San Juan de Urabá. Es el testimonio vivo de la tradición musical de Urabá.

Fotografía: Liseth Andrea Zúñiga Batista

Ay búscate un condón, pa qué tengas protección //Pa qué tengas protección// Yo le digo a las muchachas, Que se pongan un candaoooo Pa qué no tengan pelaoo, ay, búscate un condón //Pa qué tengas protección// Los años y el olvido En la juventud uno tiene toda la energía, pero cuando ya los años llegan el cuerpo se resiente y, la verdad, uno también. Porque no hay colaboración y no quieren reconocer el trabajo que uno ha hecho como artista, por eso me fui alejando, uno se aburre; Emilsen por aquí, Emilsen por allá y a la hora de participar, nada. Tengo ocho años que no sé qué es un uniforme de la Casa de la Cultura, porque siempre quieren dar lo que ellos quieren y no lo que al grupo le guste. Si usted tiene para pagar un hotel en algún Festival, puede dormir bien. Pero me ha tocado dormir en el piso pelao, como un perro, durmiendo mal, con zancudos, en un colegio que es donde uno se queda. Esas cosas también van desanimando. Ya los tiempos no son los mismos de antes, no te puedes dar la gracia de salir a tocá y demorarte tres o cuatro días bebiendo ron. Las tierras las tienen los ricos; y ya no puedes decir baja ese puño de arroz y pílalo para la comida o corta el racimo de plátano para que lo cambies por arroz o carne. Antes nada se planeaba, ni siquiera las salidas a parrandea. En cambio ahora, cuando se va a salir para una parranda o a un Festival, debes pensar en tu familia ¿qué van a comer en tu ausencia?, ¿si tienen lo suficiente mientras voy y vuelvo? La situación está difícil y del bullerengue no se vive, por lo menos aquí en San Juan, que para darle un peso a un artista hay que mandar mucha vaina y terminan dando muy poquito o más bien nada. Me ha tocado ser ayudante de albañil, tirá machete en las fincas y hasta pescá todo un día sin comer para poder ganarme 30 pesos y así sacar adelante a la familia. Recuerdo que la vieja Márgara me daba para que yo les dejara comida a mis hijos y me fuera para los festivales con ella. Fueron tiempos donde yo me iba con 5 mil pesos en el bolsillo para cuatro días, porque me gustaba. Por eso coseché buenos frutos. Pero ahora me mantengo de mis hijos porque gracias a Dios les di prioridad. También de uno que otro tambor, una clase a un extranjero y un toque. Hace dos años que no voy a un festival, el de Necoclí fue el último. Solo quiero que tengan en cuenta a los más viejos como yo, para que se conserve la tradición. Que se cumpla la propuesta de rotar por los pueblos donde hay bullerengue a la gente que sabe, cómo Eustiquia Amaranto, la mejor verseadora, que canta toda una noche sin repetir un verso. Si no, me tocará seguir cantando desde el patio de mi casa: Que se acaba, que se acabaaa //se acaba mi tradición// ¡Uejeee caramba! //se acaba mi tradición// Que se acaba, que se acabaaa ¡Óyelooo caramba!//se acaba mi tradición// Pa, pa, pa, pa, papapaaa //se acaba mi tradición//.

Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia


Fotografías: Daniel López Rodríguez

14 Reportaje gráfico

Urabá, tierra encantada por el banano Daniel López Rodríguez dlopez030695@gmail.com Natalia Valencia Varela nataliavalencia1998.nv@gmail.com

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urante más de un siglo de explotación bananera en Urabá han sido muchos los cambios que ha tenido esa industria. Hoy constituye el 35% de la producción del sector agropecuario en Colombia, el 3% de las exportaciones totales y el 0.4% del PIB. En la región el cultivo del banano se inició a finales del siglo XIX, cuando las transnacionales bananeras llegaron al país. En 1909, el Consorcio Albingia, de Hamburgo, Alemania, llegó a Colombia para empezar la explotación con el propósito de exportar la fruta. Ese mismo año los industriales germanos consiguieron una concesión de cerca de 5.000 hectáreas de tierras baldías en lo que hoy es Puerto Cesar, vereda del municipio de Turbo. De esa forma, y luego con la incursión de otras grandes compañías internacionales, el banano urabaense llegó a Estados Unidos y Europa. Pero solo fue hasta 1966, con la fundación de la Unión de Bananeros de Urabá (Uniban), cuando un grupo de empresarios colombianos consiguió los contactos en el exterior y logró un espacio en un mercado que, hasta entonces, controlaban las multinacionales. Esa historia empresarial también ha estado marcada por la violencia. Humberto Vásquez Uribe, empleado bananero quien en los años 90 vivió de cerca el conflicto, recuerda que grupos al margen de la ley como las Farc, el ELN, el EPL y luego los paramilitares, se disputaban el poder en la región y, por tanto, tenían impacto en lo que ocurría con la industria bananera. “Un día, a eso de las 5:00 de la mañana, iban varios buses con trabajadores para diferentes bananeras. Se transportaban 400 empleados. De repente, nos encontramos con un retén de las Farc en la finca Los Cuna. Nos hicieron bajar de los buses y nos quitaron las cédulas arrebatándonos las billeteras”, cuenta Vásquez. Los guerrilleros tenían una lista en la cual, decían, podían verificar si alguno era simpatizante de otro bando. En aquella ocasión fueron 18 los trabajadores bananeros asesinados. No eran los primeros y no serían los últimos. Pero esa época de sangre y de dolor entre los trabajadores bananeros parece haber quedado en el pasado. Las preocupaciones hoy tienen que ver con asuntos económicos. Y eso es clave en Urabá si se tiene en cuenta que la región aporta el 84% de la producción de la fruta en Colombia y que de ella depende el sustento de miles de familias. Muchas de ellas han llegado a Urabá en busca de mayores oportunidades y encuentran refugio en la producción bananera. Sin embargo, la fluctuación del dólar es determinante para la producción y también para las condiciones del empleo. Esto se debe a que la mayor parte de la producción es enviada a Estados Unidos y a Europa, y los pagos en moneda extranjera determinan el nivel de las ganancias para las empresas productoras y exportadoras de la fruta. Hoy, con los altos precios del dólar, los empresarios son los más beneficiados. Mientras que para los trabajadores rasos, aquellos de las gurbias, el machete y la garrucha, el asunto pasa desapercibido.

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Entrevista

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¿Cómo es vivir con VIH en Urabá? Julián Villa Mosquera Julian.fvm@hotmail.com

Antonio Atehortúa es portador de VIH y lidera una fundación dedicada al acompañamiento social y legal de las personas con el virus en la región Urabá.

Fotografía: Julián Villa Mosquera

A

ntonio Atehortúa nació en Dabeiba, en el Occidente de Antioquia, y llegó a Urabá con algunos meses de nacido, por eso sus 43 años los ha vivido en Apartadó. Hace 11 vive con VIH y durante los últimos ocho se ha dedicado a trabajar en pro de las personas que también viven con el virus. Lo ha hecho por medio de Tejiendo Vida, fundación que él mismo creó y que ofrece acompañamiento a las personas que enfrentan las dificultades sociales y legales de padecer la enfermedad. Según la Secretaría de Salud de Apartadó, en el municipio viven 176 personas con VIH; 27 de ellas han sido diagnosticadas en lo que va corrido de 2015, 11 hombres y 16 mujeres. Sus amigos le dicen “Toño”. Habla rápido, no pronuncia bien la “C” y no puede evitar subir el tono de su voz y mover las manos cuando está explicando algo. Tiene fama de llegar tarde a todas partes porque en su camino siempre se detiene a saludar a muchas personas. Anda en bicicleta por el municipio y a donde llega se hace notar por el volumen de su voz. — ¿A qué se dedica actualmente? — Hago trabajo social. Me dedico a la parte normativa de derechos en salud, porque el Congreso aprueba las leyes, pero las instituciones no les dicen a los usuarios a qué tienen derecho. Estoy pendiente de las personas que requieren de mi acompañamiento. — ¿Hace cuánto sabe que tiene VIH? — Hace 11 años tengo VIH, lo adquirí por una relación sexual. Antonio empezó a decaer, siempre estaba enfermo, bajaron sus defensas. Se practicó varios análisis y no encontraban la causa. Él mismo le dijo al médico que le hiciera un examen de VIH, el resultado fue positivo. Aunque empezó su tratamiento rápidamente, tardó tres años para aceptar que viviría con el virus el resto de su vida. En esto fue fundamental el personal profesional que lo asesoró. — Al ver que el resultado fue positivo ¿qué pensó? — Se me acabó mi vida, me voy a morir, y la autoestima se me fue al suelo. Pero comenzamos todo el tratamiento. — Usted ya superó la etapa de la negación y lo asumió a los cuatro vientos. ¿Ser públicamente VIH positivo le ha traído problemas? — Pues el estigma siempre ha existido. Sí, hay discriminación, pero como dicen: me resbala, porque sé que quien lo hace es ignorante. — ¿Quién fue la primera persona a la que se lo dijo? — A mi familia, yo vivía con ellos. Pero también me discriminaron, se fueron porque creían que yo les iba pegar el sida por la comida. Les dije que eso no era así, pero igual se fueron. — ¿Cómo es vivir con VIH en Urabá? — Es que mira, más fácil se muere una persona que tenga diabetes que una con VIH, solo hay que tener calidad de vida, tomarse los medicamentos e ir a los controles. — ¿Y en lo social? — Todavía lo ven como un tabú. Pero para mí es normal y ya lo asimilé. — ¿Cómo funciona Tejiendo Vida? — Nosotros trabajamos directamente todo lo que tiene que ver con la patología y con la legislación en derecho de salud, velamos para que las personas tenga atención. Cuando un paciente resulta con VIH nos contactan por medio de las instituciones y si la persona quiere yo hago la gestión de la entrega de los medicamentos. — Cuando a una persona le diagnostican VIH, ¿cuál es el conducto regular? — Primero le hacen una prueba rápida. Si la prueba le sale alterada, le hacen una nueva que se llama prueba confirmatoria, esa la mandan a estudiar a Medellín o Bogotá, para determinar si la alteración se debe al VIH. En caso de dar positivo se llama a la persona, se le pone un psicólogo, se mira a qué EPS está afiliada, y si la persona quiere la acompañamos a hablar con el médico que se encarga de definir cuál es el tratamiento. — ¿En Colombia existen leyes que vigilen la entrega oportuna de los medicamentos? — Claro, todas las EPS deben tener un cronograma para la entrega de los medicamentos y las IPS deben contar

Antonio Atehortúa se mueve en bicicleta por Apartadó. Dice que portar el virus no es sinónimo de muerte.

con médicos especializados en el tema, independientemente de si son subsidiadas o contributivas. — ¿Pero sí se cumple? — Lo digo por experiencia, en Apartadó sí se cumple porque aquí todas las instituciones tienen su cronograma, lo que pasa es que se puede demorar por el procesamiento de los laboratorios. — ¿Quién corre con los gastos de los medicamentos? — El paquete está incluido en el Plan Obligatorio de Salud. — ¿Y sus defensas como están en este momento? — Tengo una carga viral indetectable. El virus lo tenía en 40%, y ahora está en un 5%, es decir, lo tengo por el piso y las defensas las tengo altas. Toño asegura que quiere estudiar para tener otros conocimientos, ayudar y hablarle más a las personas. Que entiendan que tener VIH no es una dificultad para seguir

viviendo. Lo contactan desde Dabeiba, Carepa, Turbo, Mutatá, Chigorodó, Necoclí, Arboletes y Montería para gestionar medicamentos, y lo hace solo con una llamada. Su sueño es tener una casa propia para recibir pacientes de otros municipios que llegan a recibir atención: “Si por mí fuera tendría tres o cuatro piezas para recibir a esas personas que vienen de otros lugares. Yo no hago esto para que me vean como una persona valiente, lo hago para que la gente no piense que la vida se le acabó”. — ¿Qué lo pone triste? — Nada. — ¿Qué le preocupa? — Que la EPS se demore en entregarme mis medicamentos, de eso depende mi vida. También me preocupa que mis pacientes no se tomen sus medicamentos, ya que de las personas que entran a la fase de sida es contadito el que sobrevive.

Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia


Fotografía: Óscar Guapacha

16 Reportaje

En septiembre de 2014 un grupo de estudiantes protestó cantando el himno de la Universidad de Antioquia en medio de la inundación.

Sede Jesús Mora,

¿el “patito feo” de la U de A? Desde hace 20 años los estudiantes que reciben clases en una de las sedes universitarias de Turbo padecen las inundaciones que afectan sus clases. Historia de un problema sin resolver. Juan Arturo Gómez Tobón atgoz@hotmail.com

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n día cualquiera de septiembre de 2014, cansados de recibir clases en un lugar inundado, varios estudiantes de la sede Jesús Mora, de la Universidad de Antioquia, en Turbo, entonaron el himno del Alma Mater sentados en sus pupitres, en un patio en el que el agua oscura llegaba más arriba de sus tobillos. Esa fue su forma de protestar contra una situación que hoy enfrentan cerca de 150 alumnos, pero que surgió casi con el inicio de las clases en la región de Urabá, y a la que, pese a protestas, solicitudes y reclamos aún no se le encuentra una solución. Dagoberto Hernández reparara los zapatos de los habitantes del barrio Jesús Mora. Hace 12 años tiene una “clínica” del calzado ubicada en una esquina de la sede universitaria. Agitando sus manos, llenas de pegante y de heridas por la aguja capotera, dice: “Ya perdí la cuenta de las veces que se ha inundado la universidad, pero por año son unas cuatro. Hagan ustedes la cuenta, ¿cuántas han sido en 20 años?”.

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“Ya perdí la cuenta de las veces que se ha inundado la universidad, pero por año son unas cuatro. Hagan ustedes la cuenta, ¿cuántas han sido en 20 años?”

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Sede donde nació regionalización En la Jesús Mora, un antiguo colegio oficial cedido por la Alcaldía de Turbo, nació el proyecto de regionalización para la Universidad de Antioquia. Fue en ese lugar donde, el 5 de diciembre de 1995, se iniciaron las clases en Urabá. Los primeros programas fueron Regencia de Farmacia y Tecnología en Alimentos. Desde muy pronto estudiantes, profesores y el perso-

nal administrativo que ocupaba la sede empezaron a padecer las inundaciones que afectaban las actividades. Corría el año 2003 cuando un grupo de alumnos, la mayoría del programa de Derecho, decidieron cerrar la calle más cercana, el principal acceso al municipio, para protestar por la situación. En un comunicado de entonces, el Comité Estudiantil de la Seccional Urabá pidió a las directivas universitarias conceder “condiciones dignas para el desarrollo de los programas de educación superior en la sede universitaria”. Los alumnos agregaron que “más que pronunciamientos se necesitan acciones concretas y no pañitos de agua tibia. Es necesario implementar acciones precisas para acelerar la construcción de la sede de Ciencias del Mar”. Esa fue la respuesta en ese momento. El compromiso de que se construiría una nueva sede en el municipio para reubicar a los estudiantes parecía la solución definitiva a las inundaciones que entorpecían las clases. Ana Milena Gaviria Soto, egresada del programa en Ecología de Zonas Costeras en 2006, recuerda que ella también enfrentó el problema cuando fue estudiante: “Desde que entré se nos habló del traslado para la futura sede de Ciencias del Mar. En el año 2003, hicieron unos trabajos en la parte trasera y la problemática mejoró, pero decían que a la parte de adelante no se le podían hacer adecuaciones por una


17 proyección para construir una vía. Cuando salí, en 2006, el problema iba en aumento”. La primera etapa de la nueva sede, finalmente, fue inaugurada en 2011. Sin embargo, muchos de los estudiantes que celebraron la culminación de las obras, convencidos de que serían trasladados a ese sitio, se quedaron esperándolo. El espacio no fue suficiente para la cantidad de estudiantes y la situación, incluso, empeoró: “Apenas se inauguró la sede de Ciencias del Mar se olvidaron de la Jesús Mora. Se volvió el patito feo de la Universidad”, dice Ana Milena. ¿Quién responde por la sede? Desde el día de la protesta en 2014, varios medios de comunicación hicieron eco de los reclamos de los estudiantes. En enero de 2015, el entonces vicerrector general de la Universidad, John Jairo Arboleda, le explicó al periódico El Colombiano que el principal motivo para no intervenir la planta física era que la sede seguía siendo propiedad de la Alcaldía de Turbo y que la institución la utilizaba solo en calidad de comodato. Eso, de acuerdo con el vicerrector, hacía imposible que la Universidad invirtiera en unas instalaciones que no eran de su propiedad. “Esa sede sigue siendo del municipio. En el POT de Turbo se contempla que la ampliación de la vía troncal se lleve la mitad del terreno de la sede. En compensación el municipio nos entregó el terreno del barrio La Lucila para construir Ciencias del Mar con el compromiso de devolver esa sede”, dijo Arboleda. Eso mismo fue ratificado en junio pasado por Jaime Uribe, quien para ese momento se desempeñaba como director de la Seccional Urabá: “La sede Jesús Mora de la Universidad de Antioquia es propiedad del municipio de Turbo y se encuentra en comodato por parte de este a la Universidad”, dijo el funcionario en respuesta a un derecho de petición. En el mismo documento, Uribe ofreció algunas explicaciones técnicas sobre las inundaciones y afirmó que la devolución de aguas residuales y sanitarias se debe a que la sede se encuentra por debajo del nivel de la calle 104 y de las carreras 18 A y 19, que bordean la estructura. Mientras tanto, el pasado 17 de agosto la Sede Jesús Mora soportó otra más de esas inundaciones, solo que fue de las más graves que ha padecido y la biblioteca fue uno de los lugares más afectados. Más de 500 libros se mojaron y 147 no pudieron recuperarse. Paradójicamente, allí se había instala-

Más de 500 libros se mojaron y 147 no pudieron recuperarse. Paradójicamente, allí se había instalado en mayo pasado un sistema de aire acondicionado por un valor cercano a los 30 millones de pesos.

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En efecto, como dijo Montoya, fue en 1997, por medio de un contrato de permuta, registrado con la escritura pública 3065, del 24 de diciembre de ese año, cuando se formalizó el traspaso de la sede a manos de la Universidad. ¿Cuál es la solución? Cenaida Rúa Galindo, coordinadora académica de la Seccional Urabá, afirmó que las condiciones de la sede Jesús Mora cuando se inunda “son de peligro”, pero recalcó que los estudiantes no “reciben clases adentro de la inundación”. Según explicó, la situación obedece a un problema generalizado que afecta a buena parte del municipio de Turbo. “Ante esto, se han reubicado programas en otras sedes, como en la caso de Apartadó, otros no ha sido posible. Porqué cada programa tiene un registro calificado para el municipio y hacer que un estudiante se traslade a Apartadó tiene

unas implicaciones legales”. De otra parte, Claudia Elena Montoya Aguirre, directora encargada de Regionalización, coincidió con Rúa y aseguró que “el asunto con las inundaciones en Turbo tiene que ver con la ubicación y cómo se ha desarrollado toda la infraestructura en el municipio, ésta se construyó por debajo de los niveles. Además el alcantarillado no satisface realmente la temporada de lluvia”. Montoya, tal y como antes lo hicieron otros directivos, insistió en que la sede no es propiedad de la Universidad y que, por tanto, no es posible en términos legales hacer una inversión que permita contener las inundaciones: “No es propiedad de la universidad y las adecuaciones las tiene que asumir la administración municipal. No podemos hacer intervenciones que tengan que ver con la lluvia en ese territorio”. Sin embargo, recalcó que sí se han explorado soluciones ante las dificultades presentadas en el lugar. “Una de las maneras fue la invitación a todos los estudiantes a que se pasaran para Apartadó, cuando se inauguró la sede. Fue la decisión de algunos de ellos de quedarse en Jesús Mora”, dijo la funcionaria. Efectivamente, en 2014 la Universidad contempló la opción de trasladar el registro calificado de algunos programas a Apartadó, con la idea de que algunos de quienes actualmente reciben clases en la sede de Turbo pasaran a la ciudadela inaugurada en febrero de 2015. No obstante, para el traslado de un registro calificado la normatividad del Ministerio de Educación Nacional exige que todos los estudiantes matriculados en la cohorte correspondiente autoricen el cambio y, en este caso, algunos de ellos no lo hicieron, argumentando que los gastos de sus desplazamientos diarios a la nueva sede les impediría continuar con sus estudios. Insistieron, de igual forma, en que tienen derecho a que se les asignen unas instalaciones en condiciones óptimas en el municipio de Turbo. Por lo pronto, la Universidad de Antioquia se comprometió a que en los próximos procesos de admisión no serán ofertados programas académicos en la sede afectada por las inundaciones y a que los nuevos estudiantes admitidos serán ubicados en otros lugares. La coordinadora académica de la Seccional, sin embargo, reconoció que no hay espacio suficiente en Ciencias del Mar y que, por tanto, se exploran convenios para ubicar a los alumnos que llegarán el próximo semestre. Por ahora no hay una solución a la vista para quienes, cada tanto, tienen que suspender sus clases por las aguas que se rebosan en Jesús Mora.

Fotografía: Diego Estrada

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do en mayo pasado un sistema de aire acondicionado por un valor cercano a los 30 millones de pesos, costo que fue ratificado por la Universidad. Para muchos quedó la inquietud de que si podían invertir recursos en ese sistema, ¿por qué no en las adecuaciones para evitar inundaciones? A raíz de esa anegación, los estudiantes afectados formularon un nuevo derecho de petición a la Dirección de Regionalización. La respuesta dejó al descubierto que no era cierto que existiera un contrato de comodato y que, por tanto, no era válido el argumento utilizado antes por la Universidad para explicar por qué no se invertía en la planta física. “La universidad no ha suscrito ningún contrato de comodato con la alcaldía de Turbo. Sin embargo en aras de responder su solicitud se precisa que la Universidad tiene es un contrato de permuta”, dice el documento firmado por Claudia Elena Montoya Aguirre, directora encargada de Regionalización de la Universidad de Antioquia.

Las inundaciones han hecho que en varias oportunidades las clases deban ser canceladas o trasladadas a Ciencias de Mar porque no es posible acceder a las aulas.

Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia


18 Testimonio

“Tengo una camisa que dice:

No soy urabeño, soy urabaense” Julio Martín Jaramillo, historiador y líder cultural, dice que la violencia a Urabá llegó impuesta desde afuera. Relato de la guerra por la riqueza de una región y de la resistencia contra la estigmatización. Daniela Valbuena Agudelo davalu90@gmail.com

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oy de Medellín y hace cuatro años vivo en Urabá. He sentido el dolor en las personas que, sin conocerme, en el transcurso de un viaje o en la fila en un banco, me regalan un espacio de su memoria de un pasado amargo. Algunas de ellas se sienten bien siendo escuchadas y, pese a que sus relatos irradian un peso clavado en el pecho, en sus sonrisas y en sus miradas también se pueden ver anhelos y expectativas. He percibido la nobleza y el vigor de una población señalada por muchos. Y he conocido la dedicación de los jóvenes, las mujeres, los trabajadores y los líderes de Urabá para resarcir los daños ocasionados por la violencia, para demostrar que ese territorio está dispuesto a dar todo por reparar sus semillas y engendrar una nueva época, una historia diferente. Este es un breve relato de las disputas por la riqueza, la violencia política, la estigmatización y el nuevo camino de Urabá en la voz del historiador y líder cultural Julio Martín Jaramillo.

problemáticas de una forma jocosa para hacer la charla menos estresante. Pero después habló una muchacha de la Unión Patriótica, que atacó muy fuerte a Bernardo Franco, líder del EPL, él era el quinto en hablar y se demoró más de 30 minutos. Esa vaina se calentó, los guerrilleros se tomaron el cabildo para insultar a todo el mundo y una semana después comenzaron a matar a los que participamos en el cabildo. Yo me fui para Medellín. Después comenzaron a matar a los líderes del pueblo, de la acción comunal, el Concejo parecía una sala de velación. Los paras entraron hace como 20 años, pero la guerra entre el EPL y las Farc fue la más fuerte por el control del territorio. El EPL entregó las armas porque las AUC los aprisionó y, después, los grupos guerrilleros mataron a muchos de sus militantes que se habían desmovilizado por considerarlos traidores. Aunque fui uno de los primeros en habitar esta región, nunca vi la necesidad de meterme a la política. Intenté una vez como concejal, pero es sacrificar la independencia hacerse parte de algún grupo. A casi todos los que han gobernado les toca entregar las riquezas del pueblo para pagar sus apoyos. Nos han tocado cosas bravas y enterrar muchos amigos, pero ha cambiado mucho la situa-

ción de antes a la actualidad. La gente nos sigue estigmatizando, tengo una camisa que dice: “No soy urabeño, soy urabaense”. Una vez en una exposición en Medellín, nos decían: “Tan peligrosos ustedes con esa guerrilla”, y yo pensé: ¿cuál guerrilla? ¿y no tienen ustedes a Pablo Escobar, pues? Tengo 68 años y pienso que Urabá es como una prendería, el que pase de seis meses, se queda. La gente de aquí es muy buena, los nativos no peleamos, la guerra nos la trajeron. Como el gremio obrero se organizó primero que los ricos, explotaron mucho a la gente. Somos persistentes, nos han amenazado varias veces, pero yo no me voy de Urabá. La historia hay que contarla como un cuento, no una historia tan rígida. Yo siempre he trabajado por la región porque uno puede hacerlo hasta desde el puesto del barrendero. Mi campaña es simple, si usted vive en Apartadó, y este le da alimento y le da el aire que respira, hagámosle un favor: desde su oficio y desde su profesión apórtele algo.

Mi juventud fue muy linda. Montaba a caballo, pescaba y navegaba en el río Apartadó. Es que la violencia en la región de Urabá se debe más que todo a la violencia política que empezó en el año 48, cuando mataron a Gaitán, en Bogotá. Cuando empezaron esas masacres la gente se vino. La carretera al mar influyó mucho para que la gente decidiera refugiarse aquí. El problema nació cuando la región empezó a tomar forma, eso sumado a la riqueza que había en Urabá. Debido a que comenzó a estar en ojos internacionales para ser saqueada entraron los alemanes, los japoneses y esto se llenó de gente del exterior y de Colombia, que comenzaron a robarse todo: la tagua, el cacao. Siempre ha habido una economía del saqueo y el Estado abandonó a Urabá. Con la cuestión de los grupos armados se refleja el abandono del Estado. Fue la región por donde entraron los españoles, pero todavía estamos en pañales. El Estado no ha visto que Colombia tiene una riqueza en Urabá. Los grupos armados aprovecharon y vinieron a formar la guerra por el territorio. Las Farc, el EPL, el ELN, luego las AUC. Uno como ciudadano de Urabá aprende a sobrevivir en medio del conflicto, el problema es cuando un grupo se enfrenta a otro, porque la población civil queda en la mitad. Convivimos 35 años con las Farc, pagando vacunas. Mi familia pagaba cuatro, bajo amenaza. Las AUC llegaron a sacar a las Farc y la población civil quedó en el limbo. Es que en Colombia es más peligroso ser neutral en la guerra que pertenecer a ella, porque cuando pertenezco a un grupo tengo un enemigo, pero cuando soy neutral tengo dos. En Urabá se moría la gente por hablar más de la cuenta. Para uno sobrevivir aquí, así como nos tocó a nosotros tan duro, hay que perder tres órganos de los sentidos: no vi nada, no hablo nada, no escucho nada; así se vive 100 años. La mía fue una de las primeras familias de Apartadó, cuando sólo había 19 casitas. Mi padre se vino de San Andrés de Cuerquia, porque era arriero de Medellín a Urabá, y se ganó una finca jugando dados. Vivimos el conflicto directa e indirectamente, empezando por los apagones de energía que duraban más de un mes, entonces chupábamos los pobres. Los ricos se llevaban sus familias o en las fincas tenían sus plantas eléctricas. Le iba mal era al que vendía el bolis, el pollo o tenía su tiendita. El 84, para mí, fue el año más duro para Urabá. Los políticos estaban cagados de miedo. Nosotros teníamos un movimiento cívico y le dijimos al presidente del Concejo: “Están matando la gente y ustedes callados, hermano”. Por lo cual solicitamos un cabildo abierto. A esa reunión llegaron guerrilleros, nosotros sabíamos que estaban armados, también asistieron concejales y otros políticos. Allá expuse los temas de la energía, del agua y de las

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Fotografía: Daniela Valbuena Agudelo

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Perfil

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El legista de los cuerpos sin nombre Carlos Oquendo es, hace 18 años, el encargado de las necropsias en el hospital de Turbo. Trata de no dejarse afectar por el dolor de los vivos, pero es diferente cuando un cuerpo sin identificar llega a su mesa. Daniela Cuesta Guerrero daniikuesta@hotmail.com

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Los cuerpos sin nombre Empezó en el oficio por un gusto particular que, con el paso de los años, se fue convirtiendo en pasión. Decidió graduarse de la especialización en Ciencias Forenses aun sabiendo que su pago iba a ser inferior al de los otros profesionales de la salud. Eso se debe a que en Colombia, para ejercer el área de medicina legal, no se necesita ser especialista, pues no se cuenta con el recurso humano suficiente en el área. En todos los pueblos donde no hay servicio forense especializado, pero se requiere el trabajo de un legista, los médicos rurales son los encargados. Pero así como el salario y el dolor de las familias no lo afectan, no pasa igual con los N.N., a quienes llama CNI (Cuerpos no Identificados). Piensa que se debe abolir esa connotación de abandono para tener sensibilidad y humanidad con las personas, aún después de la muerte. “Todos los cuerpos no son iguales, porque con los CNI la historia es particular, voy a las emisoras, llamo, busco indicios para localizar a sus familias, esos casos me comprometen”, dice Carlos.

Fotografía: Daniela Cuesta Guerrero

arlos Oquendo, de 56 años, se despide de su esposa, toma su bicicleta y recorre un kilómetro desde su casa hasta el hospital Francisco Valderrama de Turbo. Saluda a los porteros, lleva la bicicleta a un improvisado parqueadero y camina hasta su oficina en el lugar más apartado del hospital. Es médico hace 31 años, es especialista en Ciencias Forenses y llegó a Urabá, a trabajar como legista, hace poco más de 18 años. Revisa unos cuantos papeles y empieza su jornada. Durante el día tiene varias tareas. Si llega una persona lesionada, por ejemplo, debe realizar un procedimiento clínico. Para evaluar a sus pacientes vivos no se cambia de ropa y, simplemente, atiende la urgencia. Pero cuando llegan cadáveres a su mesa es el encargado de realizar la necropsia oficial, de llenar los formatos que corresponden y, luego, de entregar el cadáver a los allegados. Primero garabatea algunos datos en un libro de registros, debe llevar el control de los “visitantes” a la morgue. Luego traslada el cuerpo a la sala de necropsias. Prepara el material y los instrumentos necesarios: bisturís, pinzas, cuchillo, martillo y cincel, sierra, hilo, agujas, segueta y esponja. Se cambia su ropa por un pantalón y una bata, un delantal, gafas transparentes y una máscara. Lava sus manos, se pone sus guantes y empieza a trabajar. No tiene preferencias: mujeres, hombres, niños, jóvenes y adultos mayores. Todos son iguales y dice que el tiempo le ha ayudado a separar lo sentimental de lo profesional. No importa a quién tenga sobre la mesa de disecciones, dice que debe “evitar que ese dolor se le meta”. De su trabajo solo habla con su auxiliar, explica que no está dentro de sus funciones dar detalles a nadie más sobre los procedimientos que realiza, ni menos sobre el estado de los cuerpos que entran o salen de la morgue. “No se puede decir lo que no es a quien no se debe”, afirma. Tampoco permite “noveleros”, esas personas que quieren entrar a su lugar de trabajo a ver quién es y cómo llegó el muerto. Lo impide por motivos de reserva sumarial, por salud pública y por salud personal. Dice que debe evitar hacer “transferencia” o “contratransferencia” de sentimientos, que no debe lanzar expresiones como “ay, pobrecito” y que, por el contrario, debe actuar pronto y colaborar con hallar las causas del deceso y los daños en el cuerpo. Su labor no es consolar a las familias. Debe limitarse a realizar lo que le corresponde, por eso dice, sin sentimentalismos: “El día que otro esté en mi lugar y yo en el lugar del cuerpo sin vida, es mejor que lo haga rapidito”. Carlos Oquendo busca, por todos los medios a su alcance, la identidad de las personas “sin nombre” que llegan a la morgue de Turbo.

Aclara que en una morgue ocurre todo lo contrario a lo que muchos se imaginan. Un médico legista -por lo menos él nunca lo haría-, no va a decir que tiren un cuerpo a una fosa sin antes agotar todos los recursos para identificarlo. “He durado hasta 15 días buscando información de un CNI y prefiero hacerlo personalmente para estar seguro”. Carlos recuerda que la primera vez que practicó una necropsia fue en Caucasia. “Era el caso de un cuerpo ahogado que se demoraron ocho días para encontrar, después de eso tuve una memoria gustativa durante dos meses. Todo me olía feo, me bañé como 20 veces, me eché toda la loción, la comida me sabía feo, es la sensación más desagradable que he tenido”. Pero por otro lado están los efectos sobre las personas que sobreviven a los difuntos: los niños que quedan huérfanos, las madres solteras… Carlos no olvida que hace 13 años, en solo una semana, por su sala pasaron tantas personas que 43 niños quedaron sin uno de sus padres.

Afuera de la morgue El sol se esconde por fin, aunque el calor no cesa. Al terminar su cita con la vida y la muerte, el médico Oquendo deja todo limpio, retira la protección de su rostro, se quita el delantal, se despoja de la ropa, lava sus manos, se pone su ropa, revisa más papeles. Sale de su oficina, agarra su bicicleta, se despide del portero y pedalea camino a su casa. Llega a su hogar y saluda a su esposa. Ella, muy consciente de que a él no le gusta hablar de su trabajo, solo pregunta: “¿Cómo le fue?”, con la certeza de que recibirá como respuesta un simple: “Muy bien”. Así, sin detalles. En esta esfera de su vida privada es Carlos, el esposo, el papá, el amigo y el hermano. “Para no vivir con tristeza permanente, lo mejor es deshacerse de todo lo del ser fallecido, porque los mejores recuerdos quedan en la memoria”, dice Carlos. Eso hace cuando llega a su casa, deja atrás los CNI, sus dolores, sus miserias. Deja atrás la muerte con la que trabaja.

Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia


20 Oficios

¡Ey, “Chino”,

dame un turno! Enrique Mena Moreno Enriquemen21@yahoo.es @Fmena1

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i se pregunta por Jesús Nehir Cuesta Martínez en el barrio Obrero de Turbo no dan razón de él. Jesús es un joven de 26 años, padre de un niño y una niña. Le ha dedicado 13 años a la barbería y hoy se consolida como uno de los mejores en ese oficio en toda la región de Urabá. Es conocido popularmente como “El Chino”, apodo que carga desde que estaba pequeño, porque “cuando nació parecía un indiecito”, comenta su hermana. Su gusto por la barbería comenzó desde muy niño y le ha dedicado medía vida a ese trabajo, incluidas fechas especiales como Amor y Amistad, el Sábado de Gloria, los días de diciembre, de disfraces y los festivos. Y es que es un reto conseguir un turno para motilarse donde “El Chino”. La gente sale de las fiestas y llega con maicena y tragos en la cabeza, desde las 2:30 de la madrugada, que se abren las puertas de Chino´s Barbería, hasta las 9:00 o 10:00 de la noche. En promedio, en un fin de semana normal, por su silla de corte pueden pasar entre 180 y 190 cabezas. “Ey, Chino necesito un turno”, grita uno de los clientes y el barbero toma el marcador y escribe el nombre en uno de los espejos. Eran las 11:00 de la mañana y le correspondió el turno de las 3:00 de la tarde. Más abajo, el listado llegaba hasta las 6:00.

se “pa´ peluquiá”. Fue en noveno cuando decidió retirarse definitivamente y dedicarse a hacer figuras en la cabeza de la gente. Ese oficio se ha convertido para muchos jóvenes en una fuente de trabajo, tanto es así que en el Obrero funcionan más de 10 barberías. A “El Chino”, desde pequeño, le gustó este trabajo y lo vio como una manera de ganar dinero. “Me gustó la vaina, porque, imagínate, empecé a ganar plata. Y yo que me mantenía limpio y con cualquier cosita que uno hacía le pagaban. Iba donde un man que me peluqueaba, ‘El Paisa’, y veía que él tenía su localcito así, bien bacano, y le llegaba un poco de gente y hacía las cosas ¡ufff! a la perfección. A mí me gustaba como él lo hacía y pensé que debería montarme un local y aprender más. Me lo propuse, lo que iba haciendo lo iba ahorrando y le pedí colaboración a mi papá”. En 2002 emprendió su proyecto y empiezó con su propio negocio. En principio inició solo con la barbería, pero con el tiempo fue ganando reconocimiento y necesitó ayuda. Fernando Mena, “El Day”, un vecino que le ayudaba a barrer y a limpiar los instrumentos, ascendió a barbero y “El Chino” le fue enseñando. Con el tiempo necesitó otra persona e ingresó otro vecino, Jesús Alberto, conocido como “Pibi”. Ahora ellos tres y un barbero más que llegó a reforzar el equipo en junio, Wilen, conocido como “El Señor de los Anillos” trabajan en un local al lado de la casa de “El Chino”, decorado con cuatro sillas que simulan las de las barberías neoyorquinas. Por eso, de lunes a miércoles motilan dos (medio día uno y medio día otro) y desde el jueves inician todos su jornada a las 8:00 de la mañana que puede extenderse hasta el domingo a las 10:00 de la noche. Aunque hay cuatro barberos, algunos llegan buscando a “El Chino” y si no lo encuentran prefieren regresar cuando él los pueda atender. Algunos dicen que “El Chino” es el más “bárbaro” haciendo las ‘muecas’. La música, las muecas y el arte Los cortes de grandes estrellas de la televisión y de deportistas de Estados Unidos y Europa se han vuelto populares en Turbo y en amplias zonas de Urabá. Motilados como “el mohicano”, inspirado en una tribu norteamericana, el “Kobe Bryant”, en homenaje al jugador de baloncesto de

Los Ángeles Lakers de la NBA, “el Shaarawy”, del futbolista Richard Shaarawy, del Mónaco; “la cresta”, “el sombriado” y las famosas “muecas”, dice “El Chino”, son los cortes que más se hacen en la barbería. Las muecas son figuras que se hacen especialmente los hombres en la cabeza, una especie de grafiti que el barbero, con buena técnica, hace con una cuchilla. Algunas personas se hacen letras, se escriben nombres, rayas, estrellas… El Demonio de Tasmania, la silueta de la ciudad de Nueva York y hasta rostros han sido creados por las manos de “El Chino”. Las muecas, que son algo así como la máxima expresión de la habilidad del barbero, llegaron a Turbo desde Buenaventura y hoy en todas las barberías hay un afiche con modelos para que los clientes escojan. “Al principio sabía más o menos maniobrar la cuchilla y era mirando el dibujo y plasmándolo en la cabeza. Me demoraba hasta tres horas haciendo un corte, más de uno salió con un poco de cortadas, pero estaba iniciando, aprendiendo; ahora soy uno de los mejores”, dice “El Chino”. Ha pasado el tiempo y la técnica se ha ido perfeccionando. “Ahora es solo mirar lo que quiero dibujar y fú, fú, fú, lo hago en 15 minutos o media hora”, dice batiendo su mano derecha con una máquina imaginaria. En 2008 ganó el premio como el mejor realizador de muecas en el Parque Pisisí. “El Chino”, mientras motila, habla con sus clientes. “Conversamos demasiado, nos enchufamos y tiramos buena risa”. Además, comparte con ellos la música de Dubosky, Japanese, Boy C y Danger Man. La relación con los artistas y Chino´s Barbería ha sido muy estrecha: Bubalú, Zona Pietra y Japanese se han motilado con “El Chino”, incluso Japanese rodó en la barbería algunas de las escenas de su vídeo musical A Donde. De las paredes del local también cuelgan dos afiches de Bob Marley, una pequeña muestra de su conexión con la música y la identidad afro. Y si es tan bueno, ¿quién motila a El Chino? “Yo mismo lo hago, eso es una vaina de locos pero se hace”. Utiliza dos espejos y una máquina, aunque algunas veces lo motilan sus propios compañeros. “Yo quisiera, en un futuro, expandirme por todo Turbo, con varias sedes para darle empleo a gente que tiene el talento y las ganas”, concluye justo en el momento en que una joven de piel oscura y con una sonrisa le grita: “‘Chino’, mañana vengo para que me hagas las cejas”.

Fotografía:Enrique Mena

Trasquilados Aunque ya no motila, fue uno de sus hermanos quién lo encaminó en la barbería. Así aprovechó la oportunidad para aprender y, como la práctica hace el maestro, empezó con sus amigos del barrio y del colegio. “Yo a todo el que veía por ahí lo cogía a peluquearlo, a hacerle cerquillo y bobadas con la cuchilla. También me iba para el colegio y me llevaba una cuchilla o, con la tiza, empezaba a hacerles cerquillo a los amiguitos míos o les hacía ‘muecas’ improvisada. Me las imaginaba y las iba haciendo”, cuenta “El Chino”. Muchas veces dejó de ir al colegio porque debía quedar-

La Barbería y las “muecas” han brillado en Turbo, se han convertido en una expresión afro. Hay muchos barberos, pero dicen que “El Chino” es el mejor

“El Chino” se ha ganado el reconocimiento de ser uno delos mejores barberos de las región de Urabá.

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Fotografía: Milton Andrés Atehortúa Taborda

Crónica

Los sonidos del gueto La cultura musical panameña se ha metido en la cabeza de algunos jóvenes de Urabá. Es la banda sonora de muchos de sus parches. Milton Andrés Atehortúa Taborda Milton.taborda2013@hotmail.com

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olicía no me toque estoy chocao viajando por el sur y el norte, cuando estoy fumao no hay nadie que me soporte, me pongo impertinente y me meto en el closet, saco mi doce (bis). Estoy high, lleva como nombre esta canción panameña que se ha convertido en himno para muchos jóvenes de Urabá. Hace varios meses que no veo a Carlos*, la última vez estaba delgado y el sol había hecho desastres en su piel. Recuerdo que me preguntó por los amigos en común, me invitó a un jugo de piña y cruzamos algunas palabras. Aunque hace más de un año está en el Ejército, y muchos rasgos de su figura han cambiado, no dejo de recordar la imagen de ese joven rebelde, de orejas perforadas, cabello pintado y figuras en la cabeza. Eso que, para muchos, es un pandillero. Un integrante de uno de los “combos” que, dirían algunos, es la nueva amenaza contra la seguridad de Urabá. Esta vez caminamos por Carepa, cruzamos por una vieja pista aérea. La música está rodando. “Ahora mismo estoy chocao, toy bien batro y bien fumao, de tanto fuma toy mounstrociao, quiero que te sientas high…”. El canto de los sapos llamando a sus hembras empieza a escucharse, la luz poco a poco se va desvaneciendo. Metros más adelante se percibe el olor de la marihuana. Huele a cripa, a regular y a humo de cigarrillo. El consumo en el espacio público parece legal, aunque no lo sea. Pasamos por el frente de varios combos, algunos nos miran, otros ni se inmutan; nosotros seguimos el camino, buscamos un lugar neutro. “Aquí, quedémonos aquí”, dice Carlos. Nos sentamos, se quita la camisa y me doy cuenta que aparte del nombre de su madre en el pecho, la cruz en su pierna, la corona en el cuello y sus nombres divididos en los brazos; tiene otros dos tatuajes, dos estrellas, una en cada hombro, tienen una fecha. — ¿Qué significan?, le pregunto, — 1996, mi fecha de nacimiento y 2015, la de mi hija—. Me responde con orgullo de padre principiante. Saca de la canasta de la bicicleta un cigarrillo de cripa, una candela y de dos chispazos enciende el porro. “Esto sin música no aguanta”, dice, y de uno de sus bolsillos saca su celular y sube todo el volumen. Hago lo que me da la gana 10 de la mañana empiezo a fumar marihuana... Mientras corea la canción, envuelto en la euforia de la marihuana, el humo se dispersa y yo me trabo a lo pajarito, la canción continúa. Desde temprano en la mañana empiezo a fumar y ni siquiera me acuerdo de desayunar... Carlos se nota más tranquilo, deja salir al ser humano detrás del soldado que, a su vez, esconde bajo el uniforme la rebeldía del barrio que está am-

bientada por la música panameña, esa actitud que él resume en “no dejársela montar de nadie”. — Ey, ¿y los “Chicos Suaves” qué? — pregunto. — No, eso allá esta mera calentura, al “Paisa” lo mataron, el “Kili” está en La Picota, al “Fuma” también lo mataron, y a más de uno le tocó abrirse— me responde. Además de eso, Carlos no sabe que otro de sus amigos está en un centro de reclusión para el menor infractor, en Medellín. Todos ellos hacen parte de los “Chicos Suaves”, un grupo de jóvenes, una pandilla, les dicen en el pueblo. Han sido señalados de ser los autores de atracos y de ser los responsables de los crímenes callejeros que se cometen en Carepa. Comparten gustos, liberan sus fantasmas con violencia y rebeldía, pero, así mismo, son el resultado de un crudo pasado violento. Carlos sigue calando su porro, está cada vez más relajado, más parcha’o, dice él. Su celular está reproduciendo un vallenato. ¿Ey a vos te gusta el vallenato?, le pregunto. Reacciona como si hubiera estado en stand-by: “Ni me había dado cuenta, es que este celular es de mi cucha, pero ya perdió. Desde que llegué ando con él… me extraña, usted sabe que solo Danger Man”. Es verdad, desde que conozco a Carlos esa ha sido su música, la panameña, y obviamente las mezclas de reggae que produce el Firu DJ, y otros Pick Up de la región. Mientras el silencio hace su trabajo empiezo a recordar los tiempos en los que andaba con Carlos. Me parece estar escuchando esa canción que tanto le gusta. Tú eres un tieso, paso en falso y te vuelo los sesos, oye fulanito mejor quédate quieto si no quieres quedar usando amuleto y caminando bien lento, camina recto si quieres lírica del bad way yo te la inyecto. Carlos Interrumpe: “Pille este tema, es una chimba”, intenta subir el volumen, pero se da cuenta que ya lo tiene todo, la canción empieza a sonar. No más guerra, no más violencia, tenemos que tomar conciencia, no más guerra no más violencia, es el mensaje del Firu dj… — Está mera nota —le digo— Hay un pedazo que me gustó mucho, repítala. — ¿Qué pedazo?, —me responde. — Póngala a rodar y yo le digo cuál… ese, ese. No entiendo cuál es la pelea, qué tiene de bueno, no puede ser por territorio porque es ajeno, no puede ser por plata porque uno pelaos los ve, entonces cuál es la pelea díganme pues, cójanla suave, relájense que en la casa hay gente que lo quiere a usted, que vivito y coleando lo quieren ver y no metido en un cajón piénselo bien.

Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia


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Piedras Blancas, un pueblo

forjado en el desplazamiento

Fotografías: Adiela Sepúlveda Monsalve

A principios de agosto un corregimiento de Carepa mojó prensa durante varios días por el accidente de un helicóptero de la Policía. Aunque pocos lo conocen, su historia no ha estado tan alejada de la guerra.

Cerca de una tercera parte de los pobladores de Piedras Blancas, en Carepa, llegaron a ese corregimiento en condición de desplazamiento.

Adiela Sepúlveda Monsalve labonita-1308@hotmail.com

Anorí, Peque, Urrao, Abriaquí, Dabeiba, Frontino, Uramita. Las familias que hoy habitan el corregimiento representan la violencia que enfrentó buena parte de Antioquia y otros departamentos cercanos.

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l 5 de agosto pasado la atención de los medios de comunicación de toda Colombia se centró en el corregimiento Piedras Blancas, en el oriente de Carepa. Un helicóptero Black Hawk de la Policía cayó en una zona boscosa entre Chigorodó y Carepa. El saldo final fue de 17 uniformados muertos. Buscaban a Luis Orlando Padierna Peña, alias “Inglaterra”, jefe de la banda criminal de “Los Urabeños” que, desde su época en las AUC, convirtió ese corregimiento en su fortín. Pero Piedras Blancas, un pueblo agrícola y ganadero, existe antes que los paramilitares, que “Inglaterra” o que la persecución de la Policía. Lo cierto, sin embargo, es que la historia de ese territorio ha estado atravesada por la violencia y, sobre todo, por el desplazamiento. Aliria de Jesús Durango lleva 33 años viviendo en Piedras Blancas y ha sido desplazada tres veces. “Yo salí a los 18 años de Unguía, Chocó. En el año 1981 mataron a mi compañero y después de eso duré un año más allá, salí en el 82. Me vine para acá, tenía mi primer hijo muy pequeño, llegué donde mi mamá y me puse a trabajar en lo que saliera”. La suya, es una de las 475 familias desplazadas que viven en Piedras Blancas, de acuerdo con datos de la Red Unidos. El corregimiento cuenta en la actualidad con cerca 6.500 habitantes, entonces eso significa que si cada familia está conformada por un mínimo de cuatro personas, casi una tercera parte de la población llegó desplazada. Pero ahí no paró la historia. Los enfrentamientos entre las Farc, el EPL y las AUC, durante la década de 1990, obligaron a muchos desplazados como Aliria a volver a empacar sus cosas e irse durante semanas o meses para la cabecera urbana de Carepa. Solo podían regresar cuando la situación se calmaba. “Los que no teníamos familiares cerca nos quedábamos en el pueblo esperando que se formara la pelea. Muchos salían en las mañanas, los únicos que se quedaban en la casa eran los animales, es que a uno le daba miedo quedarse aquí. Nos tocaba encerrarnos y esperar la balacera, yo apenas escu-

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chaba los pasos en el techo, a otros los veía correr de solar en solar. En ese tiempo esto era muy maluco, habían días en que mandaba la guerrilla y después los paracos, uno no sabía qué hacer. Y cuando llegaba el Ejército sí que era peor. Yo en el 96 me fui para Medellín, luego regresé y me fui a vivir a Saiza (Córdoba) y allá en el año 1999 me tocó la última masacre, por eso volví”, recuerda Aliria. Y es que ese corregimiento del municipio de Tierralta, en Córdoba, parece haber forjado un lazo estrecho con Piedras Blancas por cuenta de la violencia. En 1999 muchas familias de Saiza se refugiaron en Piedras Blancas luego de abandonar sus tierras por los enfrentamientos del EPL y las Farc con el Ejército y luego con los paramilitares. El mayor desplazamiento ocurrió luego de que el 14 de junio de 1999 el Bloque Bananeros de la AUC asesinó a 11 personas y quemó casi todas las casas y los negocios del pueblo. Muchos de los que abandonaron Saiza se asentaron en Piedras Blancas y construyeron de nuevo sus hogares. Pero los desplazados han llegado de muchos lugares:

Volver a empezar A medias de los 90, mientras los habitantes originarios de Piedras Blancas se desplazaban por la violencia entre guerrillas, paramilitares y Ejército, otras llegaban esperando encontrar, por lo menos, un conflicto menos constante que el que se vivía en otros lugares. Fue así como muchos de esos desplazados que llegaron al corregimiento terminaron comprando, a precios muy bajos, las propiedades que dejaban quienes se iban. Pero esa no fue una garantía para dejar atrás la violencia. “Yo vivía en Caracolí, allá perdí dos hermanos. En 1993 los mataron los paramilitares, era muy duro, mataban porque sí. Uno no podía hablarle a ningún grupo porque ya el otro le caía. Así mataron a mucha gente. Es difícil recordar esos momentos, mucho más porque uno salir corriendo de un lugar y llegar a otro a pasar por lo mismo, a ver la gente correr, ver conocidos tirados en las aceras, ensangrentados. Nadie estaba seguro y tranquilo en ningún lado”, recuerda Marian Duque Cifuentes, una de esas desplazadas que finalmente logró asentarse en Piedras Blancas. Como ella fueron muchos los que resistieron los años más difíciles y, pese a las dificultades, los nuevos pobladores junto a quienes decidieron no irse empezaron a construir de nuevo una comunidad y apropiarse del territorio. Construyeron poco a poco la escuela y el colegio, iglesias, el puesto de salud, una cancha de futbol, la caseta comunal, una placa polideportiva y la inspección de Policía. Hoy los tiempos han cambiado y la cara del corregimiento es otra. Piedras Blancas estuvo a punto de convertirse en un pueblo fantasma por las muchas familias que decidieron probar suerte en otro lugar, pero ahora esas vivencias de balas y muertos, por lo menos como fueron hace una década, hacen parte de la historia. Aunque todavía se escuchan los helicópteros y la guerra contra hombres como “Inglaterra” sigue en marcha, ese pueblo, levantado con la fuerza de cientos de desplazados, ya no está más bajo el fuego cruzado.


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Fotografía: Cortesía Leones F.C.

Deportes

Las directivas de Leones de Urabá esperan contar con las condiciones financieras para permanecer en la región y consolidar su equipo.

Leones de Urabá, ¿se quedan o se van? El equipo se sostiene en buena medida por aportes de la Gobernación de Antioquia. Sus directivos esperan que ese apoyo continúe, aunque también buscan nuevos patrocinadores. Sindy Paola Hoyos Martínez hoyospaola18@gmail.com

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l finalizar el primer semestre del Torneo Águila, y pese a que Leones de Urabá terminó segundo en la tabla de posiciones, en la región se rumoró que el equipo cambiaría nuevamente de sede y dejaría de jugar como local en el estadio J.J. Trellez, de Turbo. Pero que Leones se quede o no en Urabá depende exclusivamente del apoyo económico que reciba y que le permita permanecer en la zona. Si se mantiene el patrocinio por parte de la Gobernación de Antioquia e instituciones privadas, como Cootrafa, Novo y Comfamiliar Camacol, el equipo seguirá en la región. Así lo asegura Carlos Murillo, presidente del club: “Todo depende de la viabilidad económica. Cualquiera que llegue y quiera apoyar este proyecto será bienvenido”. Como ha sucedido con otros equipos de la B, Leones también ha cambiado de sede con frecuencia. Antes de su llegada a Urabá jugó como local en Rionegro, luego en Bello y después en Itagüí. Por tanto, no ha tenido estabilidad en las últimas temporadas y eso se debe, precisamente, según sus directivos, a las dificultades financieras que los han forzado a cambiar de plaza. Esa también ha sido la razón para que el equipo no pueda darse el lujo de pagarle millones a su plantel, ni tener las comodidades que quisieran. El jugador mejor pagado del equipo bananero recibe un sueldo de $1´800.000. Una cifra minúscula si se compara, por ejemplo, con el salario de algunos jugadores de Atlético Nacional que se encuentra alrededor de los $100 millones mensuales. Eso significa que el salario anual de solo dos de los jugadores de élite de Nacional, como pueden ser Macnelly Torres o Jimmy Chará, superaría por cerca de $600 millones el presupuesto para toda una temporada del equipo urabaense. La inversión, sin embargo, parece más que justificada si se tiene en cuenta todo lo que ha movilizado el club en la región. En palabras del periodista deportivo Camilo Morales, “se ha creado una comunión entre la comunidad y el equipo, sobre todo porque el hecho de que haya jugadores de la región de Urabá hace que la gente tome más amor por el plantel. El significado sería aún mayor si se quedan aquí de manera permanente. Ese sería un gran sueño y si se llega a ganar un título, mucho mejor”. Cristian Cassiani, lateral de Leones, es uno de los pocos jugadores nacidos en la región y coincide

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El apoyo por parte de la administración departamental no debería ser una cuestión política, sino un tema que pasa por la inclusión y el desarrollo en la región.

con Morales. Dice que se encuentra muy feliz en el equipo y que en Turbo, su municipio, está en casa. “Me siento muy tranquilo en la zona, a gusto, la acogida de la gente ha sido inmensa, en la calle nos reconocen y eso hace que disfrutemos jugar acá. Sentimos el apoyo de la gente, cosa que no teníamos en Rionegro, allá apenas iba la familia de uno y acá en estos momentos va mucha gente a vernos jugar en el estadio. Eso nos inspira a jugar cada día mejor, y a querer darles a los hinchas muchas alegrías”. El segundo semestre para Leones ha sido importante en materia de resultados. El equipo logró clasificarse a finales y estuvo en la disputa por el título y el ascenso a la primera categoría del fútbol colombiano. Sin embargo, independiente de los buenos resultados, la iluminación del estadio, propiedad del municipio de Turbo, es otra inversión pendiente. “Ese es un requisito que nos exigen para la permanencia del club en la zona. Con las luces, los canales de televisión podrán transmitir los partidos y, así, brindarnos la oportunidad de verlos también cuando Leones sea visitante”, dice el presidente del club. ¿Y el panorama con el nuevo gobernador? En la rendición de cuentas que brindó la Gobernación de Antioquia en la región, antes de las elecciones locales del 25 de octubre, se tocó el tema del club y se aseguró que el apoyo económico se mantendría. No obstante, hasta el momento no se conoce un pronunciamiento concreto en ese sentido del gobernador electo Luis Pérez Gutiérrez, aunque, según el presidente del club, durante la campaña expresó interés por la continuidad del equipo. Murillo agrega que el apoyo por parte de la administración departamental no debería ser una

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cuestión política, sino un tema que pasa por la inclusión y el desarrollo en la región. Por eso, la idea es permanecer en la zona. “Estamos muy satisfechos con el desempeño del club, aunque la venida fue más bien rápida y el traslado obviamente trae cambios que hemos venido asimilando. Tenemos un equipo de jugadores muy joven que ha tratado de acostumbrarse poco a poco a la temperatura y a la forma de vivir en la zona. Creo que en la parte deportiva nos ha ido muy bien, hemos hecho de nuestro estadio un fortín”, dice Murillo. Además, la apertura de la Liga Antioqueña de Fútbol en Urabá ha representado nuevas oportunidades. “Tenemos dos categorías, una sub 13 y otra sub 16 y tenemos mucha fe en que las divisiones menores harán un excelente trabajo. Además, una fundación, Leones al Balón, recién creada, para que en su momento podamos desarrollar los programas de carácter social que se requieren en la zona”, afirma el presidente del club. Por ahora, el principal objetivo, de acuerdo con el directivo, es seguir siendo fuertes de locales, ascender a la A y conformar un equipo competitivo para sostenerse en la primera categoría. Mientras tanto, permanecen atentos a la posible llegada de nuevos patrocinadores que les permitan fortalecer su vínculo con la región y no depender de la voluntad política de los gobiernos. Para ello, los contactos con gremios y con algunas empresas de la zona ya se iniciaron y las directivas esperan que en los próximos días puedan concretarse otros aportes. Por el momento, el club sigue firme en Turbo, sin ganas de irse y con la idea de estabilizarse en materia financiera para brindar mejores ofertas a sus jugadores, adecuar las instalaciones del plantel y fortalecer su cantera para ratificarse como el equipo profesional de Urabá.

Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia


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