Auxiliares: Santiago Bernal Largo, Pablo Giraldo Vélez, Valeria Londoño Morales, Andrés Camilo Tuberquia Zuluaga, Daniel Santiago Vega Durán y Juana Zuleta Betancur
Asistencia editorial: Valeria Londoño Morales Daniel Santiago Vega Durán
Diseño y diagramación: Yon Leider Restrepo Monsalve
Corrección de textos: Alejandra Montes Escobar
Impresión: El Tiempo
Circulación: 7000 ejemplares
Universidad de Antioquia
Rector: John Jairo Arboleda Céspedes
Decanatura Facultad de Comunicaciones y Filología: Olga Vallejo Murcia
Jefe Departamento de Formación Académica: Luis Eduardo Cárdenas Valencia
Coordinación 10|12 L@b: Carlos Andrés Arboleda Gómez
Coordinación Pregrado en Periodismo: Diana Milena Ramírez Hoyos
Comité de Carrera Periodismo: César Augusto Alzate Vargas, Santiago Bernal Largo, Estefanía Carvajal Restrepo, Heiner Castañeda Bustamante, Ximena Forero Arango, Jorge Alexander Múnera Restrepo, María Teresa Muriel Ríos, Isabella Navarrete Barrero, Maritza Andrea Trujillo Rodríguez, Diana Milena Ramírez Hoyos y Natalia María Restrepo Saldarriaga
El 30 de julio de 2025, un día después de la condena en primera instancia contra Álvaro Uribe Vélez, el precandidato presidencial Abelardo de la Espriella lanzó, en una entrevista con La FM, una amenaza abierta a la izquierda colombiana: “en mí siempre tendrán un enemigo acérrimo que hará todo lo que esté a su alcance para destriparlos”. Aunque luego trató de matizar lo que quiso decir, fue claro en señalar que no considera a los políticos de izquierda sus contradictores, sino sus enemigos.
Un par de semanas después, el 15 de agosto, De la Espriella reconoció que hay palabras que se pueden transformar en violencia directa. Pero no lo hizo como un mea culpa por sus declaraciones previas. En los mismos micrófonos aseguró que el presidente Gustavo Petro tiene responsabilidad en el magnicidio del senador Miguel Uribe Turbay: “el régimen instigó el asesinato de Miguel Uribe y el narcoterrorismo lo ejecutó”, dijo.
En Colombia sabemos que la violencia engendra violencia. En su informe final, la Comisión de la Verdad recuerda que aunque la democracia colombiana ha sido “restringida, imperfecta, semicerrada”, los espacios de participación que se han conquistado con hitos como la Constitución Política de 1991 y los acuerdos de paz con las Farc en 2016 no han resultado de los tiros, sino de su silenciamiento. En ambos casos la sociedad presionó para conseguirlos: “la democracia [...] se abrió con el empuje de una ciudadanía que le dio la espalda a la guerra”, dijo la comisión.
La violencia está cargada de palabras y de símbolos. El pasado 7 de
octubre, Andrés Felipe el Gury Rodríguez, concejal de Medellín por el Centro Democrático, salió con un bate de béisbol a intimidar a manifestantes en una marcha pro Palestina. Rodríguez quedó registrado en video cuando les declaraba “la guerra”. Luego, ante los cuestionamientos, el concejal decidió ser más provocador: grabó la palabra “diálogo” en el bate y prometió regalar algunos de esos “amansa mamertos”. Ese bate, además de un arma, es un símbolo que impone la confrontación sobre el diálogo. El Gury, quien es investigado disciplinariamente por la Procuraduría por posible instigación a la violencia, parece olvidar que llegó al Concejo gracias a una democracia que se construyó desde el debate, no desde el bate. Otra instigación a la violencia que quisieron disfrazar de libertad de expresión fue la de la influencer Laura Gallego ‒ahora exseñorita Antioquia‒, quien en dos videos les preguntó a los precandidatos De la Espriella y Santiago Botero si, en caso de tener “solo una bala”, la usarían contra Petro o contra el exalcalde Daniel Quintero. Gallego defendió su opinión bajo con la excusa de que los disparos eran una “metáfora de la justicia”.
Opinar implica siempre responsabilidad sobre lo que se expresa, más cuando se emite ante una audiencia de casi 50 mil seguidores en redes sociales. El discurso de Gallego también es violencia y desde la “metáfora” prepara el terreno que legitima las agresiones físicas.
Las palabras de la guerra han sembrado de sangre la política
No es nuestro
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El punk no es para tibios M e sorprende ver a tantos “fans” ofendidos porque Billie Joe Armstrong levantó la bandera de Palestina en el concierto de Green Day y les dedicó una canción a los niños palestinos. ¿Acaso no saben lo que están escuchando? Tanto el punk como el rock siempre han sido políticos; nacieron del ruido, la rabia y las ganas de ver el mundo arder. Antes de volverse mainstream y llenar estadios, antes de ser una estética o representar una etapa adolescente, fueron un grito contra el status quo Resulta irónico que quienes corean canciones contra la guerra se escandalicen cuando sus ídolos se pronuncian frente a ella. Esta música nunca ha sido para tibios.
Sara Hoyos Vanegas s.hoyos@udea.edu.co
colombiana. Así sucedió desde los años 80 con la Unión Patriótica, cuyo exterminio estuvo legitimado por la estigmatización hacia sus integrantes. Así pasó también en los años 2000 cuando el entonces presidente Uribe se refería a sus opositores, a los que persiguió ilegalmente el DAS, como “guerrilleros de civil”. Y así ocurre todavía: según Indepaz, 475 firmantes de paz y 1879 líderes y lideresas sociales han sido asesinados después de la firma de los acuerdos de 2016. La misma organización advierte que en el año electoral que se avecina esos crímenes podrían aumentar.
En Colombia, donde los actores armados representan un riesgo permanente para la acción política, resulta aún más grave que funcionarios, precandidatos y figuras públicas alimenten un ambiente hostil para la deliberación democrática. Ya hemos transitado el camino de la violencia en la política y sabemos que la democracia, fundada en la legitimidad de la diferencia, la protección del disenso y el respeto por el otro, se hace pedazos cuando, en nombre de su defensa, se trata al opositor político como un enemigo que hay que “destripar”. En las elecciones del 2026 la sociedad colombiana debe condenar a quienes buscan instaurar un clima político violento, tanto simbólico como directo. Si no lo hacemos, la democracia corre el riesgo de convertirse en el recuerdo de un sistema que terminó sepultado en su propio nombre. Adenda: No se puede justificar que el subdirector de Inteligencia Estratégica de la Dirección Nacional de Inteligencia fuera, al mismo tiempo, representante del presidente Petro en el Consejo Superior de la UdeA. La izquierda conoce bien el papel represivo que han tenido las fuerzas de inteligencia del Estado en las universidades públicas. Que Wilmar Mejía ocupara ese puesto es inaceptable.
Elegía
n Juanchaco, Buenaventura, mis amigos y yo íbamos a ver el atardecer en la playa, hasta que una mujer nos dijo: “no bajen porque no hay playa, ya el mar tomó su territorio”. Recordé a quienes suben fotos en paseos a la playa con la frase “de aquí soy” y entendí que mienten. Nadie pertenece al mar, ni siquiera quienes viven a la orilla, pescan o manejan lanchas. El mar se desentiende de todo lo que no le concierne, como las basuras o los muertos, los arroja de vuelta a la orilla y se asegura de tomar lo suyo, su agua, su fauna, su playa. Ayuda a sanarnos, pero no somos suyos y nada suyo nos pertenece.
Juan Andrés Fernández Villa jandres.fernandez@udea.edu.co
No parecen estar tan solos
L os discursos en internet contra las mujeres por parte de los hombres “solitarios” trascendieron las pantallas y se hicieron palpables. El feminicidio de Luna Giardina y su madre Mariel Zamudio, en Argentina, a manos de Pablo Laurta, expareja de Luna y líder de la hermandad digital Varones Unidos, se tejió desde antes con el manifiesto antifeminista que, en cada publicación, recitaba como una profecía el crimen que cometería su mesías. ¿Los hombres están tan solos como proclaman? El tribunal de las redes sociales sentencia que sí, mientras ignora que la “epidemia de soledad masculina” nace de las razones que los mismos discípulos acolitan.
Juana Zuleta Betancur juana.zuleta@udea.edu.co
L a palabra fue protagonista en la vida y muerte de Charlie Kirk. La bala que lo asesinó tenía grabado un chiste de la comunidad furry y el atentado en su contra se dio mientras hablaba a favor de las armas. Opinaba que no hay valor en la empatía y que “vale la pena asumir el costo de algunas muertes cada año” para garantizar el porte legal. Él, que se consideró inmortal, nunca se incluyó en ese “costo” y desde el privilegio ayudó con sus palabras a formar la sociedad gringa contemporánea de la que fue víctima, aquella que banaliza la violencia y hace de la muerte un chiste. Carmen Carolina Garnica Álvarez carmen.garnica@udea.edu.co
Herencia
H ace poco volvió a aparecer en mi TikTok ese debate eterno sobre la narcoestética. Hay quienes aseguran que “cada quien hace lo que quiere” y, de paso, usan el pick me con quienes optan por criticarla. Medellín se mira al espejo con vanidad, se peina, se pule, se repite. Hay una especie de nostalgia amparada en el cuerpo femenino como vitrina en aquellos que creen que tener camioneta, plata y cadena de oro los hace merecedores de mujeres a las que reducen a barbies de barrio. Qué chimba, ¿no? Medellín, la ciudad de la innovación, repite su misma historia, solo le cambia el filtro y el cirujano.
Laura Gibelly Agudelo Higuita gibelly.agudelo@udea.edu.co
FacultaddeComunicacionesyFilología
SPOSTURAS
Luces, cámaras,
| Mariana Vélez Ángel mariana.vangel@udea.edu.co
e aproximan las elecciones presidenciales de 2026 y los precandidatos se preparan para el espectáculo. Generar debates con argumentos serios y plantear propuestas viables no está de moda, ahora lo importante es seducir a la ciudadanía con videos entretenidos y conquistar a las juventudes jugando al ping-pong en TikTok. Los precandidatos deben mantenerse a la vanguardia porque saben que en plena revolución digital las formas de la comunicación política también se están transformando.
Parece que ya no basta con ponerse una camisa blanca y posar en contrapicado con una expresión heroica; o tener un chaleco rojo, el ceño fruncido, mirada penetrante y el puño en alto como símbolo de fuerza. Las nuevas demandas de las comunidades virtuales nos dejan un grupo de líderes políticos que, convertidos en actores y actrices, preparan su obra de teatro. Tras bambalinas repasan una y otra vez sus líneas, se acomodan las camisas, se peinan y hacen ejercicios de yoga facial para que la hipocresía al sonreír no les cause parálisis en el rostro.
El exministro Juan Carlos Pinzón preparó su fino paladar para comer tomate en una plaza de mercado de Armenia; la experiodista Vicky Dávila aprovechó para degustar
¡campaña!
empanadas de mil pesos ante las cámaras, y la senadora María Fernanda Cabal no perdió la oportunidad para criticar los sellos de advertencia en los alimentos cuando destapó su fiambre. Si no llegan a la presidencia, al menos tendremos suficientes foodies para promocionar emprendimientos gastronómicos.
Abelardo de la Espriella es uno de los protagonistas de esta tragicomedia. Antes de subir al escenario se perfila la barba y se acomoda la corbata seguro de ser un ícono de la moda; repasa su discurso –valor, honor y patriotismo, vamos a destripar la izquierda, el Estado es un monstruo que si se recorta, se hace más funcional, ¡firme por la patria!–y antes de subir al escenario guarda su ateísmo –por la señal de la santa cruz, de nuestros enemigos los mamertos, Fecode y Petro, líbranos, Señor, Dios nuestro, en el nombre de Alvarito, de Miguel Uribe, padre e hijo, y del espíritu de Milei, amén–. Algunos medios hegemónicos disponen sus recursos para adecuar el teatro: promueven la idea de crisis e inestabilidad en la que se encuentra Colombia y preparan el panorama ideal para que un caballero con sombrero aguadeño montado sobre una yegua llegue a rescatar a la pobre patria sometida por las garras de la izquierda. La revista Semana
muestra en su portada a Abelardo, el Tigre, y le cede sus micrófonos para que reitere que es “un tipo sin trayectoria política, sin estructura, que no pertenece a la casta política, que no está financiado por los grandes capitales”: el nuevo outsider de la política.
Y así, los personajes principales tratan de medir su popularidad con el aplausómetro El único que no ha podido concretar su papel es el exalcalde de Medellín e imputado Daniel Quintero que, a pesar de demostrar su destreza para actuar, recibió otra negativa de la Registraduría para inscribir su candidatura por firmas y una inhabilidad de la Procuraduría por seis meses para ejercer cargos públicos. Nos perderemos de su espectáculo Reset total contra el narco y los corruptos, una adaptación de la dramaturgia de Nayib Bukele
Una de las consecuencias que dejan estas formas de emplear las comunicaciones es que las audiencias terminan por exigirles a otros candidatos que caigan en la misma teatralidad, de lo contrario sus discursos “no venden” No sobra mencionar que estamos ante nuevas formas de entender las campañas y que nos tendremos que acostumbrar a ver influencers con candidaturas, como a Hernán Muriel, quien hizo campaña en redes sociales con su
Ángeles negros
Cada cierto tiempo el poder se disfraza de inclusión, cambia su color, su rostro o su forma, pero no su lógica. Las estructuras patriarcales son expertas en absorber las diferencias para hacerlas parecer una conquista de los grupos históricamente excluidos, y la industria de la moda no es la excepción. El nombre y la imagen de Valentina Castro, una mujer negra del Pacífico colombiano, se volvieron virales en redes como símbolo de inclusión gracias a su aparición en la pasarela del Victoria’s Secret Fashion Show el 15 de octubre. Sin embargo, más que tratarse de un acto transformador, su presencia nos recuerda la habilidad del poder para disfrazarse de cambio.
Durante años, Victoria’s Secret fue sinónimo de un ideal imposible. Más que lencería, era la representación de un tipo de belleza que se impuso como universal, pero que siempre fue selectiva y eurocéntrica: mujeres altas, delgadas, blancas, de cabello liso y piernas largas caminaban por esa pasarela convertida en altar. En ese universo de luces y lentejuelas no cabían pieles como la de Valentina, ni cuerpos que no encajaban en ese molde de fantasía. Ese fue siempre el verdadero poder de la pasarela: dictar cómo debían verse los cuerpos femeninos.
Por eso la aparición de la modelo colombiana no pasó desapercibida. No solo porque se veía hermosa, sino por lo que llevaba encima; siglos de exclusión y miradas que aprendieron a leer la belleza desde un solo color. Valentina con sus trenzas y su piel brillante sobre la pasarela es, a simple vista, una señal de cambio, pero su aparición nos obliga a cuestionar si una marca que por años fue sinónimo de exclusión ahora usa la diversidad para lavar su imagen.
Victoria’s Secret fue criticada durante años por sostener un ideal de belleza que excluía a la mayoría de las mujeres. Incluso las críticas llegaron desde adentro de la industria. En 2018, la modelo Robyn Lawley promovió un boicot a la marca por no incluir otros tipos de cuerpos. Al año siguiente cayeron en ventas y reputación, cancelaron su show y anunciaron su “renovación” con un giro hacia la inclusión y la diversidad. Sin embargo, el gesto es oportunista: el cambio llega justo cuando la sociedad exige que todas las empresas sean inclusivas.
Ver a Valentina en esa pasarela fue hermoso, pero incómodo. Hermoso porque una mujer negra, de Tumaco, pisó un escenario que durante años ha sido inaccesible para muchas mujeres. Incómodo porque sabemos que esa pasarela
no se transformó por dentro, solo cambió el decorado. A la misma estructura de siempre que es la belleza como espectáculo y los cuerpos como mercancía, se le suma ahora la diversidad como tendencia.
La tensión entre la tradición y el cambio no es nueva. Ocurre cuando una mujer llega a un puesto de poder dentro de un sistema patriarcal, donde se celebra la representación, así sea escasa, pero se cuestiona poco la estructura. Una mujer puede ocupar el cargo más alto de un partido, una empresa o una pasarela y, sin embargo, reproducir los mismos patrones de quienes la antecedieron. Cambiar el rostro del poder no siempre significa cambiar su forma. Tal vez el riesgo de estas victorias simbólicas es confundir visibilidad con transformación. Porque la representación importa, pero no basta. Y cuando la inclusión carece de una reflexión profunda, corre el peligro de ser una nueva forma de normatividad: cuerpos distintos, pero igual de moldeados; rostros diversos, pero dentro de la misma lógica de deseo. Valentina es celebrada por ser diferente, pero lo es solo hasta donde el mercado lo permite. Lo que el público cree que celebra es la transformación de la industria, pero en el fondo aplaude cambios cosméticos, es decir, la habilidad del sistema para
cuenta Cofradía para el Cambio; al youtuber Walter Rodríguez, conocido como Wally, a quien no le gustan las “listas cremallera” que buscan darles más protagonismo a las mujeres en las listas al Congreso; y a Laura Daniela Beltrán, Lalis, quien no convence con sus explicaciones sobre la agresión que se habría inventado en 2018. A juzgar por los resultados de la reciente consulta popular del Pacto Histórico, tienen casi asegurada su curul para llegar al Congreso. Por cómicas que nos puedan parecer estas situaciones, las estrategias de persuasión que pretenden sacar de contexto la situación política del país para desinformar y profundizar la polarización ponen en riesgo la democracia. Esta obra de teatro, que no cobra a la entrada, puede salir muy cara a la salida. En las últimas elecciones tuvimos la comedia de terror Les pego su tiro mal… nacidos, inspirada en Narcos, en la que el ingeniero Rodolfo Hernández por poco nos obliga a subir a la “rodolfoneta” para salvarnos de la parranda de sinvergüenzas que “metían droga, metían prostitutas, cocaína y marihuana”. Y no olvidemos que cuatro años antes el espectáculo le funcionó al expresidente Iván Duque, que demostró tener más habilidades con el balón y la guitarra que con la gerencia del país.
| Sara Vanegas Cardona sara.vanegasc@udea.edu.co
maquillarse. Victoria’s Secret entendió que ser inclusivas vende. Y, aun así, la presencia de Valentina no carece de poder. No por lo que significa para la marca, sino por lo que significa para quienes la ven. Una mujer negra en esa pasarela no cambia el sistema, pero altera la percepción de quienes crecieron creyendo que no podían estar ahí. Muchas niñas, al verla, confirmaron que su color, su cabello y su cuerpo también pueden habitar espacios que antes les eran negados. Que no necesitan cambiar para pertenecer, ni suavizar su identidad para ser vistas porque las infancias aprenden mirando no solo lo que pueden ser, sino también lo que les dicen que no pueden. Hoy una nueva generación crece viendo que la belleza también se parece a ellas. Esa imagen no borra las desigualdades, pero empieza a reescribir los límites de lo posible. Quizás la verdadera revolución no sea que una mujer como Valentina llegue a esos escenarios, sino que esos escenarios dejen de ser el parámetro del éxito. Que el poder deje de medirse por quién logra entrar y quién no, y empiece a definirse por quién se atreve a construir algo fuera de esos moldes. Este es un logro que no le pertenece a Victoria’s Secret, sino a ella, y a todas las que la miran y se sienten identificadas.
La explotación minera ronda el Suroeste antioqueño desde hace por lo menos dos décadas. En respuesta, los tamesinos se han resistido a los proyectos que intentan extraer riquezas minerales de sus montañas. Hoy, es la minera AngloGold Ashanti la que despierta el rechazo frente a la posible explotación del proyecto Quebradona, entre Támesis y Jericó. Los habitantes defienden que su riqueza son los frutos de la tierra.
Manchas naranjas, verdes, amarillas y rojas pintaban el paisaje del parque de Támesis de lado a lado. Esos trazos eran lanzados por manos tamesinas que habían llevado parte de sus cosechas para dejarles claro a los representantes de la minera Solvista Gold que no eran bienvenidos. A punta de golpes con productos de su tierra –naranjas, plátanos y tomates–, y acompañados por pancartas y gritos contra la minería, muchos habitantes del municipio, entre estos, campesinos y algunos concejales, armaron una fiesta en la que los intereses mineros no estaban invitados. Se celebró el 28 de noviembre del 2011 en el Concejo municipal y fue uno de los hitos para que en los tamesinos creciera la convicción de defender su territorio.
La movilización contra la minería en Támesis no se siente hoy como en esos años, a diferencia de lo que sucede en Jericó. En ese municipio vecino, 11 campesinos se han convertido en el símbolo de la oposición al proyecto Quebradona, de AngloGold Ashanti (AGA). Esto debido al proceso judicial que enfrentan por secuestro simple y hurto agravado a raíz del choque que tuvieron en 2023 con trabajadores de AGA, quienes al parecer ingresaron a una zona protegida.
En Támesis, la resistencia se ha vuelto tan silenciosa como las banderas que ondean en los balcones del pueblo y reiteran el mismo mensaje desde hace 10 años: “minería no, AngloGold no”. Pese a ese silencio
aparente, los tamesinos viven en estado de alerta porque la posibilidad de que a su territorio lleguen máquinas a explotar los minerales de la tierra no ha desaparecido, ni se han disipado las dudas sobre las posibles consecuencias socioambientales.
Una resistencia que no es nueva
En Támesis, “la tierra del siempre volver”, se respira tranquilidad con frecuencia, menos cuando el cielo es atravesado por helicópteros desconocidos. Desde finales de la década de los 2000, los campesinos han sido testigos de los sobrevuelos.
Según Sergio Ruiz, campesino, concejal y precandidato a la Alcaldía de Támesis por el partido Conservador, alrededor del 2008 comenzaron los sobrevuelos sobre el corregimiento San Pablo. Ahí se empezó a rumorear sobre la minería y sobre la presunta responsable: una extraña minera canadiense llamada Solvista Gold.
Mucho después, el 24 de julio de 2024, Ruiz compartió en su cuenta de Facebook un video en el que se ve un helicóptero del que cuelga un aro gigante. Según él, sería un georradar usado para detectar metales. “¿Quiénes son, para qué nos monitorean con radares, tienen permisos?”, preguntaba en la publicación.
Desde los primeros sobrevuelos, los tamesinos han estado atentos por las exploraciones esporádicas a cargo de diversas mineras. Según el visor de títulos mineros de la Agencia Nacional de Minería (ANM), el territorio de Támesis tiene 32 solicitudes mineras vigentes. Hoy, Solvista Gold cuenta con cinco títulos activos, supuestamente en etapa de explotación. Sin embargo, Sebastián Jaramillo, director jurídico del Grupo Bullet (sucursal colombiana de la firma de adquisiciones mineras Bullet Holding Corp, socia de Solvista Gold), explica que la empresa no está explotando por falta de varios estudios y licencias, pero que la página de la ANM actualiza los títulos de forma automática y, al terminarse
el plazo de exploración, aparece en fase de explotación.
El 28 de noviembre de 2011, Solvista Gold socializó en la alcaldía el proyecto mediante el cual intervendría en Támesis. Muchos habitantes se plantaron para expresar su descontento. “Organizamos una gran marcha, creo que una de las más grandes que hemos tenido en la región. Aquí, a todo el frente de la alcaldía, hicimos una especie de mandala con todos los productos. Eso fue una fiesta”, dice Ruiz.
Luego de gritar arengas desde afuera, entraron al Concejo y los representantes de Solvista Gold no tuvieron más opción que salir escoltados por la puerta de atrás. El 13 de febrero de 2012 trataron de volver al municipio a hacer otra socialización y recibieron el mismo rechazo.
El 5 de septiembre de 2013, los habitantes del corregimiento de Palermo discutieron con los funcionarios de Solvista Gold en la plaza principal y la Alcaldía tuvo que mediar. Después, Solvista Gold se fue. Quisimos registrar más visitas de la minera al municipio, pero Sebastián Jaramillo explica que esa información la tenía la administración anterior y que ya no tienen contacto con esta “porque creo que ni siquiera están en el país”.
Además de Solvista Gold, empresas como AGA y sus filiales han logrado obtener títulos en municipios del Suroeste como Jericó, donde planean desarrollar el proyecto Quebradona en el límite con Támesis; y siguen adelantando los trámites para conseguir los permisos ambientales que aprueben la explotación. Los tamesinos, pese a que no serían los principales afectados por este proyecto pues, según la empresa, el área de explotación no está dentro de su municipio, consideran que el impacto ambiental generado por la minería toca su tierra y, por esto, mantienen su postura de rechazo.
Este panorama es similar en otros municipios del Suroeste
antioqueño y se explica, entre otras razones, por el Cinturón de Oro de Colombia (también conocido como el Cinturón Metalogénico del Cauca), una zona geológica que reúne municipios con características similares que son atractivas para la explotación minera. Este circuito incluye a Caramanta, Valparaíso, Támesis, Jericó, Tarso, Pueblorrico, Andes y Jardín. En respuesta a este, organizaciones campesinas, sociales y ambientales del Suroeste crearon en 2011 el Cinturón Occidental Ambiental, que busca establecer “estrategias en defensa del territorio y la vida frente a la explotación minera por parte de transnacionales productoras de deterioro ambiental, económico y social”.
En un intento por blindar la agricultura, las fuentes hídricas y la biodiversidad, el Concejo de Támesis expidió en 2012 el Acuerdo 008, en el que buscaba prohibir la exploración y explotación de minerales metálicos en su territorio. Sin embargo, el entonces presidente Juan Manuel Santos, mediante el Decreto 0934 de
La Red de Territorios Afectados por AngloGold Ashanti adelanta la campaña “Quítale la máscara a AngloGold” como una forma de hacerle frente a la megaminería. Foto: Daniel Gómez.
El área del proyecto Quebradona, 48.81 kilómetros cuadrados, es equivalente al 19.9 % del territorio de Támesis que es de 245 kilómetros cuadrados. Foto: María Camila García Patiño.
FacultaddeComunicacionesyFilología Universidad
Los nombres de AngloGold Ashanti
las dinámicas sociales, económicas y culturales del territorio, así como en la calidad de vida de los habitantes de la zona”.
Anglo American Corporation of South Africa creó AngloGold Limited.
1999
1998 AngloGold Limited llegó a Colombia para explorar en varios lugares del país.
2003
La minera creó dos empresas, Kedahda y Kedahda Segunda, para realizar exploraciones. Luego, se fusionaron para conformar Kedahda Colombia.
2004
La unión de AngloGold y Ashanti Goldfields creó AngloGold Ashanti, que en Colombia operó a través de Kedahda Colombia y definió ocho áreas de exploración, Quebradona entre ellas.
2007
Cuando Kedahda descubrió oro en Norte de Santander y Tolima, Álvaro Uribe presentó a la empresa como AngloGold Ashanti (AGA). Después, AGA creó seis nuevas filiales en Colombia, incluida AngloGold Ashanti Mocoa.
2008
Según el abogado Jorge Eliécer Molano, la empresa minera opera usando fachadas para ocultar su nombre real. Al conocerse esta práctica, AGA renombró sus filiales, y AngloGold Ashanti Mocoa pasó a llamarse Minera de Cobre Quebradona, nombre que mantiene hasta hoy.
2013, tumbó esta norma y advirtió que “la decisión de establecer zonas excluidas y restringidas de minería compete exclusivamente [...] a las autoridades minera y ambiental”. En 2017, el Concejo aprobó el Acuerdo 003 que reiteró la oposición a la minería metálica y prohibió los proyectos de AGA. Sin embargo, el 16 de febrero de 2018 el Tribunal Administrativo de Antioquia lo declaró inválido.
Muchos nombres, una amenaza AGA nació de la fusión de Ashanti Goldfields Company y AngloGold Limited y comenzó a operar en el país mediante su filial Kedahda Colombia. Cuando esta descubrió dos yacimientos de oro en Tolima y Norte de Santander, el entonces presidente Álvaro Uribe Vélez la presentó como AngloGold Ashanti. Ante el cuestionamiento sobre el uso de filiales para ocultar su identidad, AGA decidió cambiar los nombres de estas (ver línea de tiempo). Así, ha constituido empresas como Minera de Cobre Quebradona S. A. S. Sin embargo, en ninguno de sus medios institucionales expone la sucesión de los nombres o la relación entre unas y otras.
La minera de cobre de AGA solo tiene un título vigente, el destinado
al proyecto Quebradona, en las veredas Cauca y Quebradona, de Jericó. La empresa propone extraer un concentrado de cobre (80 %) con oro y plata en 4881 hectáreas, a 12 kilómetros del casco urbano de Jericó y a 320 metros del límite con Támesis. Esto durante 38 años: cuatro de construcción, 21 de producción, tres de cierre y 10 de poscierre. AGA planea extraer los minerales de cinco yacimientos bajo el modelo de minería subterránea y luego rehabilitar el terreno mediante la construcción de un parque biodinámico para el avistamiento de aves, con infraestructura educativa y energética y unidades de paisaje de bosque seco tropical.
Hoy no hay, todavía, minería en Támesis ni en Jericó. Para llevar a cabo la exploración y explotación de Quebradona, AGA necesita dos permisos: el título minero, que ya le concedió la ANM, y la licencia ambiental, que se solicita por medio del estudio de impacto ambiental a la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales (Anla), el cual todavía no lo tiene.
El 23 de enero de 2020 inició el trámite de solicitud de la licencia del proyecto Quebradona con base en el primer estudio, pero el 25 de octubre de 2021 la Anla la archivó por insuficiencias con respecto a la protección de fuentes hídricas y la gestión de residuos mineros. Además, solicitó una delimitación más precisa del área de influencia, ya que el estudio se enfocó en Jericó y no tuvo en cuenta a Támesis.
El 18 de noviembre de 2021, la Minera de Cobre Quebradona apeló el fallo de la Anla e interpuso un recurso de reposición, que se suma a otros 10 que interpusieron personas particulares como terceros intervinientes. El 29 de abril del 2022 la autoridad ambiental ratificó su decisión y, desde entonces, AGA se encuentra rehaciendo su estudio para volver a hacer la solicitud. Sergio Ruiz dice que es muy probable que la multinacional espere hasta que llegue el próximo Gobierno nacional porque el presidente Gustavo Petro “ha dicho todo el tiempo: ‘no le doy la licencia’”.
El documental Verde como el oro, realizado en 2022 por Isabella Bernal Vega, muestra una simulación del impacto del proyecto Quebradona en el cerro La Mama, en Jericó. En el video se ve, en una zona notoriamente árida y deforestada, el hundimiento que sería la consecuencia de la explotación minera.
Sin embargo, para la geóloga Mónica Saldarriaga no es posible que esa proyección suceda debido a que, dependiendo de los estudios y la estructura de los túneles, estos se pueden llenar con relaves (desecho de la extracción) o se pueden realizar hundimientos controlados. Por su parte, Óscar Jaime Restrepo, profesor de la Facultad de Minas de la Universidad Nacional de Colombia, explica que “como no hay un proyecto presentado, todo es teoría. No se pueden hacer generalizaciones de lo que va a pasar en un territorio por un proyecto que no se sabe cómo va a afectar”.
En contraste, el Observatorio de Conflictos Ambientales de la Universidad Nacional señala en un estudio de caso que la ejecución del proyecto Quebradona “ocasionaría numerosos efectos negativos en los componentes ecológicos de los municipios de Jericó y Támesis”, entre los que enumeran la afectación a los cuerpos hídricos (lea el reportaje en las páginas 8 y 9), los ecosistemas, la biodiversidad y el paisaje. Y estos daños “podrían tener consecuencias directas y perjudiciales en
Desconfianza y resistencia Debido a la falta de estudio de impacto ambiental, los tamesinos no pueden ver en un documento técnico las afectaciones que tendrían sus montañas, cultivos y ríos. A muchos les preocupan las incoherencias de la empresa, sus múltiples cambios de nombre, el hecho de que haya llegado “camuflada” al territorio y que implemente planes sociales en la zona.
Para Saira Ramírez, activista y campesina de San Pablo, estos planes “son una fachada para comprar conciencias y que ellos puedan entrar libres al territorio”. Según la oficina de comunicaciones de AGA, estos proyectos se desarrollan en los municipios cercanos al área de influencia del proyecto Quebradona. En Támesis hay dos: Mujeres que Inspiran y Proyectos Productivos. Según AGA, estos “no buscan generar dependencia a una actividad exclusiva, que puede ser la minería, sino que pueda haber minería, pero también se sigan desarrollando las otras actividades económicas”.
Por su parte, Eradio Toro, líder de las Juntas de Acción Comunal de Támesis, dice que “ninguna junta ha aceptado los ofrecimientos. En el último año la minera ha contactado líderes para que conozcan el funcionamiento de la empresa, pero ellos no han accedido”. Dice que la mayoría de los habitantes le apuntan a la verdadera vocación del municipio: la agricultura.
El 5 de septiembre de 2025 AGA solicitó a la ANM una prórroga del tiempo de exploración del proyecto Quebradona, adicionalmente pidió que suspendieran las obligaciones adjuntas a su título minero (inversiones, reportes técnicos y garantías financieras). La ANM negó la segunda petición, pues considera que hay una contradicción entre ambas solicitudes. En cuanto a la prórroga, la autoridad no había
emitido una respuesta hasta el cierre de este reportaje. Debido a que Solvista Gold sigue ausente, pero con títulos activos, y AGA todavía no puede iniciar la explotación, en Támesis la resistencia ha tomado formas distintas a las de marchas y plantones. Para Saira Ramírez, una es el trabajo continuo en el campo. Mediante los cultivos les demuestran a las multinacionales que a Támesis no le interesa ser una zona minera. Néstor Morales, presidente de Frutos, uno de los mercados que recibe la producción agrícola, indica que en esta forma de comercialización también hay una postura de rechazo frente a la minería (lea el “recetario” en las páginas 6 y 7).
Sergio Ruiz y Saira Ramírez recalcan que la organización social también es una forma importante de resistencia. Por eso consideran valiosos los espacios que han propiciado el Comité por la Defensa Ambiental del Territorio, el Cinturón Occidental Ambiental, la Mesa Ambiental de Támesis y Casa Solar, que mantienen activa la conversación sobre la minería.
Aun así, Ruiz menciona que las movilizaciones no son constantes porque la gente va perdiendo interés. También lo explica porque la minería es difícil de entender incluso para quienes le hacen seguimiento. Sin embargo, asegura que se mantienen atentos: “esa gente viene, se va, después vuelve con otro nombre, entonces cada vez que aparecen, ahí estamos otra vez”.
Mientras tanto, en una vivienda pequeña al noroccidente de San Pablo, Saira Ramirez permanece en estado de alerta, pues la posibilidad de que la multinacional sudafricana llegue a esas montañas sigue latente. Dedica sus días a participar en la Mesa Ambiental de Támesis y el Cinturón Occidental Ambiental, y a trabajar con sus manos el jardín, ubicado entre su casa y la falda de la montaña. Allí nacen plátanos, aguacates, limones, mandarinas y algodón, que cultiva para el sustento de su hogar, de sus vecinos y para no dejar morir el legado de Támesis: sembrar para resistir.
del corregimiento
17 estudiantes de Periodismo recorrimos Támesis y conversamos con sus habitantes para registrar estas historias de resistencia a la minería. Desde el casco urbano hasta las veredas se transmite, de generación en generación, la conciencia sobre el valor de lo que consideran su verdadera riqueza. Escanea el QR para conocer más de Sembrando Resistencias.
Saira Ramírez es campesina. Produce café y frutas, que hacen parte de la base de la economía
San Pablo. Foto: Daniel Gómez.
Recetario para cosechar resistencias
En Támesis los campesinos siembran los cimientos para la defensa del territorio. Las familias Montoya Buitrago, Escobar Ramírez y López Zapata son apenas tres de las cientas que con sus emprendimientos agrícolas no solo se abastecen a sí mismas y a sus compradores, sino que también se suman a la resistencia colectiva frente a la posible llegada de la minería.
| Gisele Tobón Arcila gisele.tobon@udea.edu.co
| Sofía Parra Álvarez s.parra1@udea.edu.co
Pasos para cosechar un café de altura
Una receta de la familia Montoya Buitrago
Paso 1: “Coge la semilla y la echa a un germinador”.
El grano de café encuentra en el germinador el espacio óptimo para crecer. Hace ocho años, en Támesis, en una finca ubicada en la vereda La Liboriana, bañada por la calidez del clima y por el agua de las cascadas, nació Café Manantiales, “el único café de altura vendido en el mercado campesino Frutos”, según cuenta José Montoya, su productor. “A más altura, mejor calidad”, agrega.
Antes de fundar Café Manantiales, los esposos José Montoya y Mary Buitrago recogían el fruto para experimentar con productos como vinos y aromáticas a base de café y venderlos. En 2017 llegó al pueblo una catadora que buscaba un perfil específico de café con sabores a limoncillo, frutos rojos y chocolate. Empezó por las veredas El Hacha y La Alacena, pero allá no lo encontró. Un año después, descubrió en el sur del municipio que en La Liboriana, en la finca de puertas y alféizares rojos de la pareja campesina, estaba el perfil que buscaba.
Paso 2: “Cuando el fósforo está abiertico, lo pasa a la bolsa y empieza a abonarlo hasta que está de una o dos cruces”.
En 2017, la Alcaldía le dijo a la familia Montoya Buitrago: “nosotros
les vamos a dar el primer empuje. Traigan una rueda de café [herramienta para catalogar los sabores y aromas del café]. Nosotros lo vamos a tostar, les damos la marca y entonces deciden si siguen”. Y así fue que decidieron consolidar Café Manantiales con la idea de vender un buen producto.
De dos hectáreas y media de terrenos verdes sacan cada ocho días bultos de 20 a 60 kilos de granos rojizos, morados, pintones y amarillos que, una vez tostados, son transportados a Frutos, el café Raíces, el Hotel Balcón Tamesino, el Hotel Cartama, la Casa Solar, la tienda mixta Los Abuelos y El Café de la Casa, todos establecimientos en el casco urbano de Támesis.
Paso 3: “Luego usted hace un hueco de dos dedos en la tierra, siembra la semilla y va haciendo el cultivo de café que luego de un tiempo empieza a florecer. Cuando el grano está pintón, lo coge”.
Solo la mitad del café que cultivan se queda en Támesis. Manantiales también tiene ramificación en Medellín, donde algunos familiares lo venden por encargo, a domicilio y en un punto de venta presencial; ese es el otro 30 %. El 20 % restante de los granos llega a países como Estados Unidos, España e Italia, pero para José la fertilidad del negocio está
en Colombia, porque al exportarlo “lo estaba dando a un tercero que me pagaba a 35.000 pesos la bolsa” y le pareció “mucho enredo” para tan poco dinero. En Colombia venden la bolsa de 500 gramos a 50.000 pesos.
Paso 4: “Pone el café a secar, lo manda a tostar y después a moler para empacarlo con la familia y dejarlo listo para distribuir”.
Para que el café de altura tenga éxito hay que protegerlo. La familia lo defiende de amenazas como la roya, un hongo que penetra en la hoja del cafeto y extrae sus nutrientes hasta disminuir la producción, como también de la minera AngloGold Ashanti, que desde 2007 explora su territorio para extraer minerales. José Montoya piensa que la posible llegada de la minería no favorece al municipio “en nada, porque si ellos llegan y se ponen a explotar esta montaña, nos van a dejar sin agua y van a traer gente que no debemos tener por acá”.
José y Mary, en su finca, también cultivan maíz, limón, plátano, yuca y ‘frisoles’. Por eso dicen: “nos sirve más como tenemos el territorio, que es bueno, donde podemos cultivar, a donde viene mucha gente de turista”. Y defienden la agricultura como el mejor medio de producción “porque de eso hemos vivido toda la vida y creemos que vamos a morir en eso”.
El subsuelo tamesino, rico en minerales, también es fértil para la producción de alimentos.
Fotos: Daniel Gómez y archivos familiares. Collage: Gisele Tobón Arcila.
Paso 1: “Sembramos la semilla, más o menos a los dos años empieza a producir y de ahí en adelante cada 15 o 20 días estamos recogiendo cosecha de cacao”.
Hace siete años llegó a La Casita de Chocolate Carmencita, en la vereda San Isidro, en Támesis, una pareja de turistas franceses junto con su guía para visitar la finca de cacao. Gracias a esa visita nació Chocolate Viejo León, una marca productora de chocolate de mesa en polvo y en barra, nibs (trozos de granos tostados), chocolaciones (nibs caramelizados con panela orgánica), manteca y jalea artesanal. La pareja de esposos Carmen Ramírez y Hernán Escobar comenzó a sembrar cacao en su finca en 2008. Ella tuvo la iniciativa de recolectar los granos de cacao que las ardillas dejaban tras chuparles la miel y los preparaba siguiendo la receta de su madre. “Bueno, entonces todos los granos que dejan las ardillas son
para mí y con eso haré chocolate”, se decía Carmen.
Paso 2: “Haces la apertura de la mazorca [fruta], le sacas los granos y los colocas en canecas con angeos [mallas de protección contra insectos] para posteriormente llevarlos a la zona de fermentación”.
Cuando en 2018, 10 años después, llegó la pareja de franceses junto con la guía, tras probar el chocolate le preguntaron a Carmen que si podía vender todo lo que estaba produciendo, que les había gustado mucho y tenían un lugar donde comercializarlo. Ahí arrancó la transformación del cacao y el emprendimiento. Desde entonces la familia incursiona en subproductos y experiencias en su finca.
Paso 3: “En fermentación va a estar alrededor de cuatro días. Después pasa al secado, que en la finca lo
El paso a paso del vino artesanal de café
Una receta de María Noelba López
Paso 1: “Compro el café y lo llevo a un lugar donde le hacen el trillado y la tostión. Lo pongo a cocinar para sacarle el extracto y luego le adiciono agua”.
María Noelba López aprendió a hacer vino en las montañas de Caramanta, municipio vecino de Támesis. Trabajaba en una asociación de familias campesinas donde intercambiaban conocimientos y, en medio de ese trueque, cultivó el saber para elaborar las bebidas a base de frutas y café que años más tarde ayudarían a crear su sustento actual: Vino Natural’s. Por su labor en la asociación y otras ocupaciones personales, María Noelba no tenía tiempo de practicar sus conocimientos de la bebida fermentada. Cuando se fue a vivir a Támesis dejó atrás las ocupaciones que tenía en Caramanta y tuvo más tiempo. Por eso considera que Támesis les abrió las puertas a su emprendimiento y a ella.
Llegó en 2019 a la vereda San Luis acompañada de su esposo, con quien aplicó el proceso en un solar grande que era el hogar de codornices, pollos, gallinas, conejos y cabras. Desde San Luis hicieron parte del Cinturón Occidental Ambiental (COA) y de diferentes organizaciones en defensa del territorio.
Paso 2: “Calculo la cantidad de café para una caneca de 210 litros, lo pongo a hervir y le adiciono azúcar y agua. Lo fermento en un proceso anaeróbico por dos o tres semanas hasta que deje la efervescencia”.
María Noelba y su esposo comenzaron a transformar los productos y a idear un nombre para su emprendimiento. Entonces germinó Natural’s. Pero al poco tiempo él falleció y María pausó el crecimiento de la empresa. Un año después, en 2020, puso en marcha un trabajo que no ha tenido más pausas.
hacemos al sol. Ahí permanece cuatro o cinco días más para pasar a la parte de clasificaciones”.
La media nacional de producción de cacao por hectárea está en 450 kilogramos, según la Federación Nacional de Cacaoteros. Carlos Escobar, el hijo menor de la pareja, calcula que su finca chocolatera de paredes rojas y blancas alcanza anualmente los 1200 kilogramos por hectárea. También acoge sembrados de banano, yuca, aguacate, vainilla y árboles nativos y maderables cultivados en un sistema agroforestal cuyo propósito es diversificar la producción y mejorar la sostenibilidad.
Paso 4: “Como tenemos variedades, los tiempos de tostión son diferentes. Después de la tostión sigue el descascarillado. Tienes que quitarle la cascarita que cubre la almendra”.
Para el funcionamiento de Viejo León cada integrante de la familia tiene un cargo diferente. Carlos, ingeniero agrónomo, garantiza que el cultivo esté en las mejores condiciones. Carmen es la encargada de la transformación del grano y la
producción del chocolate. Hernán hace la comercialización y distribución del producto. Andrés, hijo mayor de la pareja campesina, apoya en comunicaciones y creación de vínculos con clientes para fortalecer el emprendimiento. Así, cada uno contribuye a que el engranaje de la empresa familiar nunca pare de moler. Paso 5: “Luego el cacao entra a molienda y a armado”.
Chocolate Viejo León hace parte de la Red de Regeneradores, un movimiento ciudadano que promueve la regeneración de recursos naturales en el Suroeste. Carlos dice que su familia está en contra de la minería “porque la vocación del municipio es agrícola, no minera”, y resalta que la dinámica de la agricultura en Támesis siempre ha sido fuerte gracias a la fortuna que hay en las montañas. “La riqueza no es el oro; como un amigo lo decía, esa es la menuda. La riqueza verdadera está en las montañas, las aves, los ríos, las cascadas. La minería sería un detrimento para la diversidad que existe en el territorio”.
Paso 3: “Destapo la caneca y lo paso a otro recipiente para sacar el sedimento y empezar un proceso de filtrado cada ocho o 15 días hasta que dé claridad”.
María Noelba está haciendo mejoras en pro del desarrollo de Natural’s. Tienen el piso en obra negra, pero ya instalaron el pozo donde queda el residuo de la levadura. Además, la cocina y el laboratorio están en construcción. Aunque parte de su economía es sostenida con las ganancias de los vinos, ella complementa su sustento con la venta de buñuelos, empanadas, tamales y morcilla.
Paso 4: “Se dice que la elaboración de los vinos es, más o menos, cada tres meses. Pero me he dado cuenta de que en ese tiempo no da la maduración que requiero para presentarlo al mercado. Entonces, para sacar el lote, me demoro entre uno y dos años”.
En noviembre de 2012 María Noelba participó en la organización
de la marcha “Travesía, un abrazo a la montaña”, realizada por el COA. Ese “abrazo” buscaba evidenciar la presencia de multinacionales en el territorio “reconociendo las conflictividades ambientales”. Aunque ya no es organizadora de la marcha, María mantiene los ideales que sembró hace 12 años. Dice que la minería en Támesis y en el Suroeste no es algo que les beneficie como comunidades y familias campesinas.
Frente a la posible llegada de mineras al municipio, a la campesina le preocupa que destruyan todo su entorno: los suelos, la naturaleza, el agua y sobre todo la cultura. “Ellos vienen por lo de ellos y lo hacen porque no les duele el campo. El campo le duele es a la gente”, dice. A María Noelba también le angustia que la entrada de mineras signifique un tropiezo para la consecución de materia prima para su negocio “porque si los campesinos son desplazados o no tienen dónde sembrar, la tierra cambia de vocación” y ya no tendría cómo hacer sus vinos.
La minería no calma la sed
“ No hay minería bien hecha”, dice Gonzalo Pérez con su voz grave y proyectada. Tiene 73 años, nació en Támesis, Antioquia, y vive en la vereda La Mesa. Ha dedicado gran parte de su vida a las causas sociales y al cuidado del agua. Además, es el presidente y representante legal del Acueducto Comunitario La Laguna y secretario de Acuatámesis, la asociación de acueductos comunitarios del municipio.
Gonzalo cuenta que en el Suroeste antioqueño se han “disputado” el agua durante casi dos décadas debido a proyectos megamineros como Quebradona, de AngloGold Ashanti (ver reportaje en páginas 4 y 5), que pretende explotar las montañas de la vereda homónima amparado en una concesión de exploración minera vigente desde mayo de 2007 hasta 2037 y que comprende territorio de Jericó y Támesis.
Si bien no es el único título vigente para Támesis en la Agencia Nacional de Minería, sí es el más mencionado por los tamesinos. Esto porque, como lo explica el Observatorio de Conflictos Ambientales de la Universidad Nacional de Colombia en su análisis de caso “Minería de cobre en Quebradona, Antioquia”, el estudio de impacto ambiental que presentó la minera en 2019 no considera los impactos a largo plazo sobre los cuerpos hídricos, tanto de Jericó como de Támesis.
El agua para los tamesinos
Su nombre es agua y sus formas son tan incontables como las piedras de un río. Para los antiguos romanos significó el inicio de su civilización a orillas del río Tíber; para los griegos era Poseidón en el mar y las náyades en los ríos; para los huitoto, los arawak, los tikuna y otros pueblos indígenas amazónicos, en el río Amazonas se dio la génesis del mundo. En Támesis, el agua es razón para
la resistencia. Así ha sido siempre, pero en los últimos 20 años la necesidad de protegerla y resistir no ha dejado de hacerse cada vez más importante debido a la posible llegada de la minería a gran escala. Támesis es hogar de cinco ríos. El Conde nace en la parte alta del municipio, en el bosque pluvial en los límites con Caramanta y Valparaíso. El río Claro se deja ver con un salto desde la vía al corregimiento de San Pablo. Cerca de él se encuentra el río San Antonio, que cruza el municipio de occidente a oriente y abastece en su totalidad el acueducto del área urbana. El río Frío, por su parte, fue dividido para que cerca de la mitad de su cauce alimente una pequeña central hidroeléctrica. Todos llegan al río Cartama, que nace en la cordillera entre Jardín y Támesis y en su curso recibe las aguas de quebradas como El Derrumbe, La Negra y El Claro, lo cual lo convierte en el principal colector natural de toda la riqueza hídrica de la zona. Tras recorrer 17.5 kilómetros, el Cartama desemboca en el río Cauca con toda el agua que fluye por Támesis (ver mapa).
Los ríos de Támesis también se alimentan de las quebradas La Peinada, La Pradera, La Lora, Sonadora, El Tacón, La Arcadia, La Mica, El Silencio, La Virgen y La Guamo; algunos de sus recorridos son fugaces, pero sostienen cosechas, nutren a un pueblo y, sobre todo, son la motivación de una lucha por el agua como derecho, como herencia y como fuente de bienestar.
A l hablar con algunos habitantes del municipio es evidente su compromiso con la defensa de la fauna y la flora que habita sus valles y montañas, pues han visto en municipios como Buriticá que la megaminería destruye el suelo, desplaza la agricultura y hiere la vida misma. Por esto, cuando les hablan de minería, la desaprobación no tarda en hacerse
sentir, desde el tendero y el mototaxista, hasta la señora con su puesto de comida callejero: “Aquí no queremos la minería”, dicen casi como si fuera un eco que recorre el pueblo.
A ntonio Paz Cardona, editor para Colombia y Ecuador en Mongabay Latam, afirma en su reportaje “Ríos en riesgo: minería provoca cambios profundos en afluentes de todo el mundo”, publicado en 2023, que más del 80 % de los sitios en donde hay actividad minera están en las regiones tropicales de Sudamérica, Asia, África y Oceanía. El 90 % de esas actividades mineras corresponden a extracción de oro y afectan a 173 ríos, de los cuales el 80 % duplicó su carga de sedimentos al compararlos con los años anteriores a la minería.
Por su parte, Priscila Martínez explica en un informe para el Observatorio Económico Latinoamericano de 2021 que la minería usa agua en diferentes etapas, como buscar los minerales, extraerlos o explotarlos, separarlos y tratarlos para obtener el producto final. Mediante estos procesos se genera pérdida de agua por evaporación o porque se filtra en el suelo y a medida que disminuye la calidad de los minerales aumenta el consumo. Además, estas etapas requieren el uso de químicos como cianuro, arsénico, plomo y mercurio, elementos que terminan vertiéndose en los ríos y que son nocivos para la salud humana y para otras formas de vida. En Támesis no quieren exponerse a ninguno de estos riesgos.
Y han sido múltiples las formas de protegerse. Por ejemplo, desde el 2022 se celebra el Festival del Río Frío en la vereda del mismo nombre por iniciativa del movimiento Visión Suroeste y del Movimiento Independiente de Jóvenes del Suroeste (Mijos) para promover el cuidado del cauce del río frente a cualquier amenaza. En 2025 sería la cuarta versión, pero los organizadores decidieron no
Los ríos de Támesis suenan como el canto de los pájaros y son tan fríos como cristalinos. Mientras empresas multinacionales buscan minerales en las montañas por las que se derraman los afluentes, los habitantes del municipio defienden lo que consideran más valioso. Esta es la historia de la resistencia de los tamesinos por el agua.
hacerlo debido a la seguridad en la región, afectada por la presencia del Clan del Golfo y sus enfrentamientos con el ejército desde mediados del año. Felipe Restrepo, integrante de Mijos, cuenta que frente a este panorama la fuerza pública aseguró no poder garantizar la seguridad del evento y por eso las organizaciones prefirieron no hacerlo.
En Río Frío hay otra preocupación. Allí queda la pequeña central hidroeléctrica (PCH) Támesis que preocupa principalmente a las comunidades de seis veredas: La Mesa, El Hacha, San Isidro, El Tabor, El Líbano y Pescadero. Aunque estos proyectos se presentan como de bajo impacto ambiental, según la investigación “Impactos ambientales, sociales y económicos de las pequeñas centrales hidroeléctricas en Antioquia”, de Iverson Osorio Londoño, magíster en Gerencia de Proyectos de la Universidad Eafit, las PCH en el departamento –como El Popal, en Cocorná y la de El Retiro– han causado afectaciones al paisaje, la muerte y el desplazamiento de la fauna terrestre por la construcción de vías, procesos de inestabilidad y erosión durante la construcción de la infraestructura, desplazamiento de comunidades y degradación del lecho de los ríos en los sitios de los proyectos. Según la respuesta a un derecho de petición mediante el cual preguntamos por la calidad del agua a Empresas Públicas de
El río Frío a la altura de la vía principal que conecta con el casco urbano de Támesis. Aguas abajo desemboca en el río Cartama. Foto: Valeria Londoño Morales.
FacultaddeComunicacionesyFilología
UniversidaddeAntioquia
Medellín (EPM), dueña de la PCH Támesis, el proyecto podría generar impactos negativos sobre el agua y el suelo, especialmente en caso de vertimientos directos de metales pesados al recurso hídrico sin controles adecuados. Sin embargo, EPM expresa que esto es poco probable: “el proceso es considerado limpio, se dispone de diversos mecanismos para prevenir este impacto, tales como diques de contención, mantenimientos periódicos, el Plan de Manejo Integral de Residuos, el Plan de Uso Eficiente y Ahorro del Agua (PUEAA), el Plan de Gestión para la Atención de Desastres, capacitaciones continuas y reportes permanentes a la autoridad ambiental”.
Frente a las preocupaciones de los habitantes por la calidad y la disponibilidad del agua en los acueductos comunitarios, EPM afirma que su operación en la PCH no interfiere con el abastecimiento local, ya que la cantidad de agua que usa está regulada por Corantioquia, la autoridad ambiental encargada de otorgar la concesión: “el proceso de generación de energía no altera las propiedades del agua, las centrales cuentan con controles operativos y ambientales para prevenir impactos sobre el recurso. Además, se implementa un PUEAA asociado a la concesión”. Al respecto, Corantioquia dice que esta PCH aún no cuenta con este plan y aunque ya se radicó el requerimiento este no cuenta con actuación jurídica, lo que quiere decir que EPM todavía no está en la obligación de dar cumplimiento a la solicitud.
Donde el Estado no llega Los tamesinos han forjado una asociatividad en torno al agua mediante los acueductos comunitarios. El secretario de Acuatámesis, Gonzalo Pérez, explica que son organizaciones que hicieron los campesinos para proveer de aguas sus residencias y para darles a perros, gallinas, caballos y vacas: “el agua en el campo no es solo para consumo humano. El agua en el campo cumple además otras funciones: para regar el jardín y algunos cultivos”.
Blanca Zapata vive en la vereda El Líbano. Es ama de casa y, de vez en cuando, recoge café en una vereda cercana. También es la representante legal del acueducto de su vereda hace siete años. Su trabajo es arduo y el proceso para que el agua llegue a los 75 usuarios conectados hasta ahora no es sencillo: la captan de la quebrada La Carola, pasa por un primer filtro de piedra que limpian cada dos o tres días; después llega al segundo filtro, que redirige el agua a un tanque donde le agregan cloro por goteo para hacerla potable y que pueda llegar a las casas de la vereda. Para ella, proteger el agua es resistirse a la minería porque el agua crea comunidad: “una comunidad sin agua, ¿qué hace? Nada. Toca poner resistencia”.
De acuerdo con la Red Nacional de Acueductos Comunitarios, en Colombia existen más de 12.000 de estas organizaciones. Sin embargo, este número probablemente sea mayor, ya que muchos no están registrados por la Superintendencia de Servicios Públicos Domiciliarios.
El agua, que proviene de nacimientos, cascadas, ríos, quebradas y cuencas, aparece en la cotidianidad de cada casa, usualmente, desde un grifo. Según la Encuesta de Calidad de Vida y el informe sobre pobreza multidimensional del Dane, publicados en abril de 2025, el 17 % de los hogares colombianos (18.489.000) no tiene acceso a un acueducto y el 8.6 % (1.590.054) no accede a fuentes de agua mejorada, lo que quiere
La minería y el agua en Támesis
Caramanta
Valparaíso
Ubicación de Támesis en Antioquia
Proyecto Quebradona
Título minero Solvista S.A.S Casco urbano Río Cauca
Ríos
Quebradas De izquierda a derecha: Acued. La Alacena, Acued. La Laguna y Acued. El Líbano PCH Río Frío
Fuentes: Agencia Nacional de Minería y Alcaldía de Támesis. Diseño: Valeria Londoño Morales.
decir que carecen de agua protegida de contaminación externa, principalmente de materia fecal. De los 24 acueductos comunitarios de Támesis solo tres cuentan con proceso de potabilización; el de El Líbano es uno de ellos y tiene su índice de riesgo de calidad en cero, lo que significa que es totalmente potable.
Los acueductos comunitarios han llenado un vacío que el Estado no ha podido atender de manera eficiente y oportuna: las necesidades de acceso al agua de la población rural. La creación de estos acueductos también permite que, por medio del trabajo comunitario, se logre un manejo de los recursos beneficioso para todos los involucrados. De esta manera, las comunidades mantienen autonomía sobre el manejo y la distribución del agua, tanto para el consumo como para las actividades agrícolas, y sobre las tarifas del servicio, que oscilan entre 2000 y 40.000 pesos mensuales.
Gilberto Chaparro tiene 79 años y vive en la vereda La Alacena con su esposa. Cultiva plátano y café en la parcela que tiene junto a su casa y es el presidente del Acueducto Multiveredal La Alacena, El Hacha y El Tabor. Coincide con Blanca cuando dice que la labor en los acueductos comunitarios se debe a la pasión por el servicio social y el sentido de pertenencia, ya que ningún involucrado, a excepción del fontanero, recibe remuneración. Además, se enfrentan constantemente a la institucionalidad y la mercantilización, porque muchas personas y entidades públicas y privadas tienen intereses sobre el agua. Los privados buscan beneficios económicos mientras la población busca asegurarse el acceso constante al agua; y en medio de estos está el Estado con deficiencias en su mediación de las tensiones por el recurso hídrico. “ Para nosotros como acueductos comunitarios, al ponerlos en manos de las empresas dejan de ser comunitarios. Ya es una empresa la que llega a imponer el servicio, las tarifas, la forma de trabajar. Se perdería por
completo el sentido social, el sentido humano del derecho fundamental al agua”, señala Gilberto.
Támesis versus Quebradona R ío Frío queda detrás de la neblina que se cierne sobre una montaña en el norte del municipio. Está a seis kilómetros del casco urbano que se recorren en casi 45 minutos en “motorratón”. Allí está la casa de Herman Vergara, quien nació en Támesis en 1953. A los 35 años se fue a trabajar al Nordeste de Antioquia, donde vivió aproximadamente 20 años y trabajó como docente de formación humanística y ambiental en el Sena. Durante ese tiempo pasó por Cisneros, Santo Domingo, San Roque, Vegachí y Yolombó, municipios de historia y vocación minera.
“ La resistencia que hay en Támesis alrededor del agua tiene que ver con los acueductos comunitarios que hay en el municipio. Otra forma es mediante las acciones en contra de la minera: marchas, manifestaciones y todo este tipo de actos que realiza la ciudadanía. Y hay otras muchas, como la parte académica, los espacios políticos locales, los concejos municipales, etc.”, cuenta Vergara. Añade que las personas han entendido la necesidad de proteger y apropiarse de las fuentes hídricas porque “uno de los elementos de los que entra la mi-
nera a apropiarse son las fuentes de agua: solicita el permiso a la corporación autónoma regional [Corantioquia en este caso], ella se lo concede y ahí empieza el lío con las comunidades”. El proyecto minero Quebradona sigue siendo una amenaza para los habitantes de Támesis. Por eso, en las calles de este municipio es común escuchar voces de ciudadanos de a pie diciendo que la resistencia contra la megaminería no es algo que pueda desvanecerse en el tiempo, sino todo lo contrario: buscan fortalecer una cultura consciente del valor del agua, desde la preservación de los acueductos comunitarios y la concientización a las generaciones más jóvenes para el largo plazo. La lucha no solo se da para las personas que habitan hoy el municipio, sino especialmente para aquellas que aún no nacen. “Aquí hay agua por todas partes, afortunadamente. Los habitantes de Támesis queremos mucho el agua”, añade Gonzalo Pérez.
Si el agua es vida, Támesis rebosa de ella. Se desborda entre sus montañas, baña los campos y calma la sed de humanos y animales por igual. Es por ella que resisten cuidando los ríos, enseñando a jóvenes y viejos sobre la riqueza que representa y defendiendo permanentemente que es más valiosa el agua para el futuro que el oro o el cobre para el presente.
Jericó
Fredonia
Jardín
Gilberto Chaparro (derecha) en un recorrido por la planta del Acueducto Multiveredal La Alacena, El Hacha y El Tabor. Foto: Valeria Londoño Morales.
Fernei, Andrés y Darwin conocen las ventajas y las dificultades de ser jóvenes campesinos. Por eso su trabajo colectivo consiste en defender y mejorar su territorio. Ilustraciones: Ana Sofía Peláez.
Es dura la siembra, pero hay cosecha
La falta de acceso a educación y los grupos armados ilegales son razones de peso para dejar atrás el campo, pero varios jóvenes de Tamar Bajo insisten en quedarse.
Aunque no descartan tener que salir en algún momento de su vereda en Remedios, Antioquia, para buscar oportunidades en la ciudad, sus planes son regresar; el amor por la tierra y la organización campesina pesan más.
ndrés, Darwin y Fernei me contaron que el río Tamar era cristalino y se veían los peces. Ninguno de los tres había nacido para verlo, pero lo describieron con el orgullo y la nostalgia que les transmitieron los más viejos. En agosto de 2025, ellos fueron mis guías durante el VIII Campamento Ecológico de la Zona de Reserva Campesina del Valle del Río Cimitarra. Aunque el objetivo era aprender sobre especies sombrilla, en el camino conocí otro grupo de seres que también son vitales para el territorio: los jóvenes campesinos. Tamar Bajo está en la esquina oriente de Remedios, en el Nordeste antioqueño. Tiene 35 viviendas y más de 200 habitantes, varios asentados a la orilla del río y otros donde se abre paso al bosque. En la vereda, algunos árboles les pertenecen a los monos aulladores rojos y el cielo es propiedad de las guacamayas azuliamarillo, pero los caminos son de los ejércitos. La zona, dedicada sobre todo al comercio de madera y la minería, está en disputa entre el ejército nacional, el ELN, el Ejército Gaitanista de Colombia o Clan del Golfo y, hasta antes de irse para reforzar su presencia en el Catatumbo, el Frente 24 de las disidencias de las Farc. Los primeros días de julio del 2025, organizaciones de derechos humanos de la región alertaron sobre confinamientos por el accionar del Clan del Golfo en esta y otras veredas. Por allí pasa la caravana del Campamento Ecológico en la que vamos estudiantes universitarios, voluntarios de Peace Brigades International y campesinos.
Una sola vida
Andrés Orrego Palacio tiene 17 años y es el menor de ocho hijos. Nació en Barrancabermeja, Santander,
pero la mayoría de su vida la ha pasado en el campo; hasta olvidó que en el pueblo hay que cruzar calles. Cuando llegó a Tamar Bajo, estaba en tercero de primaria y en quinto paró de estudiar porque no había bachillerato en la vereda. Luego, “unos mineros me prestaron un cajón y tenía yo mi batea que me dio mi mamá, esperaba todas las mañanas con mi desayuno y me iba a la pata de ellos, a bregar, a ver uno qué se sacaba por ahí en el día y sí, ellos me fueron explicando”, recuerda.
Después, don Joaquín, un vecino, le enseñó a manejar canoa a motor. Andrés le “marineaba” a él, es decir, cargaba y entregaba la mercancía en los puertos y estaba pendiente de los palos y del río. De vez en cuando, don Joaquín le soltaba la canoa para que practicara. “Aprendí bien y ahí me fue buscando para coger el cargo de la línea”; con 13 años y sin posibilidad de seguir la escuela en su vereda, Andrés llegó a ser motorista y marinero de la ruta entre Tamar Bajo y la vereda San Francisco, en Yondó.
Recién escampa salimos de Tamar Bajo, la trocha es intransitable y una de las camionetas de la caravana va sin fuerza. Andrés deja su poncho mulera de lado y es el primero en ir a empujar. Más adelante, se quita la camiseta porque no quiere ensuciarla mientras ata la cuerda de remolque a los vehículos. Da indicaciones: que los del platón salten para no “encunetarnos” o que los conductores metan tal cambio. Cuando no funciona, se remanga el pantalón y con una pala distribuye el lodo. Ya en
FacultaddeComunicacionesyFilología
UniversidaddeAntioquia
pantaloneta, Andrés se sumerge en el río Ité, que desde la noche anterior inundó parte de la carretera; guía el recorrido, el agua le llega a las rodillas y, a ratos, al ombligo. Alguien le pregunta de dónde saca tanta energía y él, risueño y empapado, contesta: “me tengo que despertar feliz porque es una sola vida”.
Tierra en vez de guerra En 2022, tras una ardua lucha de la comunidad, la Alcaldía envió una profesora de bachillerato a Tamar Bajo. Andrés cursó sexto y séptimo, y ahí dejó porque le aburre y tiene muchos compromisos. Trabaja como ayudante de uno de sus hermanos, que es aserrador y vive en Yarima, un corregimiento de San Vicente de Chucurí, Santander. Dice que salió de la vereda “a buscar un futuro”, pero de inmediato reformula y concluye que el futuro no está afuera, aunque el dinero para alcanzarlo sí. Andrés quiere tener una finca o un camión para trabajar, como sus otros hermanos, y prestar el servicio militar para ser escolta de una organización legal como la Asociación Campesina del Valle del Río Cimitarra (ACVC).
La ACVC hace un trabajo organizativo, político y social en la Zona de Reserva Campesina (ZRC) del mismo valle. Desde 1996 ha defendido y articulado a los sectores rurales de Remedios y Yondó, en Antioquia; y de Cantagallo y San Pablo, en el sur de Bolívar, pero no fue sino en marzo de este año que se consolidó la Coordinadora de Jóvenes de la ZRC. En 2023, la asociación campesina realizó encuentros con las juventudes de estos municipios, Andrés participó en algunos y se entusiasmó con la idea de crear un comité de jóvenes en su vereda: “yo era moleste y moleste al señor don Pedro: ‘don Pedro, don Pedro, ¿cuándo van a venir a mirar quiénes somos los del comité?’”. Pedro Jesús Mora es el presidente de la Junta de Acción Comunal (JAC) de Tamar Bajo y el coordinador del Comité Ambiental de la ZRC. Se considera un hombre pacifista y un tipo muy cansón porque, en todo lugar al que llega, insiste en poner el foco sobre la prevención para no dejarse enredar por la violencia. “El contexto en la región, en la vereda, no es el mejor para los jóvenes; los grupos armados están ahí a diario, encima de ellos, enamorándolos con la intención de llevárselos. Es una realidad. Nosotros hemos contado con la virtud de que a los jóvenes de Tamar Bajo no les gusta la guerra”, dice. Después de atravesar el río crecido, dos camionetas Venom sin placa pasan en dirección contraria a la nuestra. Es “la policía de acá”, advierten, y Andrés evita mirar por la ventanilla hasta que las perdemos de vista. Cuando llegamos al caserío de la vereda Puerto Nuevo Ité, los aplausos no son suficientes para agradecerle a Andrés por echarse el viaje al hombro. De ahí salimos para Campo Vijao, la vereda de Remedios donde nos esperan las actividades del Campamento Ecológico, una iniciativa de la ACVC que busca articular la academia y el campesinado para defender y proteger la vida en todas sus formas. Cada año aborda una temática diferente y esta vez son las especies sombrilla, como el jaguar y el oso andino, cuya protección beneficia a otros animales y sus hábitats.
El Comité de Jóvenes de Tamar Bajo, que se instaló en 2024 gracias a la insistencia de Andrés, ya tiene 10 integrantes. Al mismo tiempo, la ACVC implementó el proyecto “Pro-
ducción sostenible, conservación y construcción de paz” en la ZRC. En junio, levantaron un vivero en la vereda para cultivar citronela, una planta aromática de la que se extraen aceites esenciales, como alternativa económica a cargo de las personas jóvenes. “El dueño de una finca nos regaló dos hectáreas y dijimos, ‘¡uy, bacano!’, entonces comenzamos a sembrar. Fue muy dura esa siembra, pero se logró y ya tenemos la primera cosecha”, cuenta Darwin.
Crear futuros posibles
Darwin González Orrego tiene 18 años, es el presidente del Comité de Jóvenes y sobrino de Andrés. Un día le preguntó a su tío sobre los encuentros de jóvenes a los que él estaba yendo y quedó “enamorado” de lo que escuchó. Desde entonces participa en varios proyectos de la ACVC y fue nombrado representante de Remedios en la Coordinadora de Jóvenes. Para Darwin es importante que se reconozca que las juventudes no son un grupo inmaduro sujeto a lo que digan y hagan los adultos: “tam-
no, hay otro mundo más afuera y ese mundo nos está mirando”. Aunque Darwin nació y creció en Tamar Bajo y le encanta la naturaleza, tiene una relación complicada con la tierra: “los trabajos sí los hago, pero no vivo para ello, no me quedo ahí”. En una pared de Campo Vijao pintamos un jaguar. Darwin nos orienta; es su quinto mural. El primero fue en la escuela de Tamar Bajo, él “dibujaba cualquier cosa que se pudiera dibujar” y la profesora le propuso llevarlo a lo grande. En otra escuela dijeron: “hay un niño de Tamar que pinta”, entonces lo llamaron. Luego hizo otro en Yondó y otro en Campo Vijao. Su familia, la vereda y la ACVC apoyan el talento de Darwin y él está aprendiendo más de dibujo, ve videotutoriales en YouTube y clases en línea cuando el internet, “un poquito lentecito”, se lo permite. Quiere estudiar Trabajo Social y Artes, “pero en Barranca no hay pintura y me toca irme para otro lado”. Le gustaría alguna universidad en Bogotá o Medellín.
bién podemos pensar, hablar y crear un futuro con base en lo que nos enseñan nuestros abuelos”.
El Comité de Jóvenes de Tamar Bajo es el primero de la ZRC en tener nombre. Ocurrió un día cuando estaban en el vivero y se plantearon crear un logo y una frase. No tardaron mucho en aceptar la propuesta de Darwin: “Jóvenes diversos, el futuro campesino” “Porque todos somos diferentes, pensamos diferente, hay diferentes razas, en la vereda y en el comité hay indígenas, hay personas de la comunidad [LGBTIQ+], hay campesinos y todos somos diferentes”, explica. Ellos y ellas se organizan cada mes para limpiar el vivero, recoger semillas nativas y sembrar árboles en zonas donde hubo minería.
Según la Gobernación de Antioquia, en 2019 Remedios tuvo la tasa de deserción escolar más alta del departamento, con 8.77 %. Aunque en 2022 bajó a 7.76 %, fue el séptimo más elevado de Antioquia. Darwin está en grado décimo, pero reconoce que incluso quienes se gradúan “se quedan en la misma vereda, trabajando de arrieros, de ‘maderanos’ y otros cogen el camino de las armas. Entonces yo estoy dando ese ejemplo de que no existe solo ese cami-
Pedro Mora, a quien Darwin ve como “una puerta que se abre en la vereda”, participó en la construcción de los Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial del Bajo Cauca y el Nordeste antioqueño. Estos son un instrumento de planeación del Estado creado por los acuerdos de paz del 2016 para cerrar brechas en los municipios más afectados por el conflicto armado, como Remedios, y uno de sus pilares es la educación rural. Pedro no sabe cómo les van a cumplir con lo que en tantas reuniones llamaron “universidad del campo”, pero, como es un tipo cansón, insiste en la necesidad de que se formen ahí mismo, “donde no tengan que salirse para la gran urbe a estudiar, porque allá se nos pierde el muchacho, allá se le olvida que es campesino, que es campesina, y se mete en otro mundo”.
Darwin es uno de esos jóvenes que tendrá que irse, así que le pregunto si piensa en volver: “Claro. Quiero ser alguien en la vida, pero trabajar para mi campo, para mi gente”, que cuando la comunidad lo vea piense en que hay otros futuros posibles y pueden construirlos juntos. Se le ocurre, por ejemplo, “un comité de mamás” y proyectos con los que las mujeres se sientan acogidas y las
niñas aprendan que tener un marido no es la única opción. Pensé en lo que vi antes en Puerto Nuevo Ité, donde la mayoría de las personas que nos recibieron eran mujeres. Allí, Evaristo Mena, presidente de la JAC, dijo que aunque las jóvenes son juiciosas y terminaron el colegio, sin universidad para continuar sus estudios y conseguir un empleo, tuvieron que quedarse, “algunas llenándose de hijos y otras evitando tenerlos para no dárselos a la guerra”. Debido a que la desigualdad de género se agudiza en la ruralidad, hará falta que luego de esta historia se narre la de las jóvenes campesinas.
Quedarse para mejorar el campo El último día en Campo Vijao también hay aplausos para Darwin por resistir desde el arte y la cultura. En un emotivo discurso de cierre, Annye Páez Martínez, abogada e integrante del equipo jurídico de la ACVC, dice que los jóvenes campesinos no son los que nacen en el campo, sino los que lo incluyen en su proyecto de vida para quedarse y mejorarlo. Fernei Gómez Vélez, que tiene 13 años, es la prueba de eso. El camino de vuelta no es por trocha, sino por el cauce del río Ité. Antes de subirnos a las canoas, Fernei hace chistes, imita acentos y demuestra cómo ponerse el chaleco salvavidas adecuadamente. No parece que le costó hacer amigos y adaptarse a la vida en el campo. Nació en Barrancabermeja y llegó a Tamar Bajo durante la pandemia por covid-19. El miedo a contraer el virus, sumado al rumor de que en las zonas rurales había menos contagios, llevó a que sus papás decidieran mudarse a la vereda. El cambio más drástico fue el estudio “porque enseñan diferente en la ciudad y en las veredas. Y las amistades: yo no conocía a nadie de allá, no hablaba con casi nadie y para mí fue muy duro acoplarme”, cuenta Fernei.
Cuando comenzó el proyecto de la citronela, Pedro y Darwin lo convencieron de que se uniera. Ahora Fernei es el tesorero del comité, siente que tiene bastantes amigos y transmite confianza: “dicen que soy una persona muy juiciosa, tengo mi inteligencia y las personas me prestan mucha atención”. Cuando otros jóvenes le preguntan qué hacen ahí, explica con paciencia que defienden los derechos del campesinado y, como ve que algunos todavía no saben de eso, los invita a sus reuniones. Le apasionan los derechos humanos y su plan es estudiar alguna ciencia social; le queda tiempo para decidir cuál porque está en grado octavo.
Cuando le pregunté a Andrés por las ventajas de ser un joven campesino, respondió: “nosotros vemos muchas cosas que los del pueblo no han visto, aprendemos, sabemos los nombres de cada especie, por ejemplo, la guagua, el ponche, el cajuche…”. En la canoa, Fernei me avisa para que vea a los animales tomar el sol en las orillas antes de que se metan al agua o al bosque y me explica con facilidad la diferencia entre una babilla y un caimán, entre un morrocoy y una inguensa. Antes era raro para él ver tantos árboles, vacas y gallinas, pero ya se acostumbró: arrea ganado, monta caballo, los alimenta y usa plantas para aliviarlos. “La naturaleza ahora me parece una chimba, porque ya la conozco mucho mejor, sé cómo funcionan la mayoría de las cosas. Yo me considero un campesino”.
UNIVERSIDAD
Se buscan gobierno y rescate
para la UdeA
La crisis financiera, ética y política que atraviesa la Universidad de Antioquia hoy parece más profunda que nunca. En medio de la urgencia de un salvavidas financiero, las preguntas por quiénes pueden y deben sacar a la Universidad de la crisis toman relevancia y profundizan la incertidumbre de cara a un año 2026 que solo promete más austeridad.
| Santiago Bernal Largo santiago.bernal2@udea.edu.co
El 21 de febrero de 2024, en el Teatro Camilo Torres se realizaba uno de los foros institucionales con candidatos a la Rectoría de la Universidad de Antioquia. Allí, frente al teatro medio vacío, John Jairo Arboleda, candidato-rector, habló sobre sus planes para estabilizar las finanzas. Al cerrar su intervención dijo: “ustedes pueden decir cualquier asunto al respecto de la desfinanciación, pero nadie puede decir que esta Universidad se ha demorado un día en pagar un salario”. Tres meses después, el 20 de mayo, docentes y personal administrativo recibieron una notificación de la Vicerrectoría Administrativa que decía que sus pagos se iban a retrasar mientras resolvían los problemas de liquidez.
A un año y medio de ese retraso, la UdeA sigue sumida en una de sus mayores crisis financieras: según la Vicerrectoría Administrativa, a la Universidad le faltan 163 mil millones de pesos para cerrar el 2025. Además, el Consejo Superior Universitario (CSU), máximo órgano de gobierno, aprobó las medidas de austeridad propuestas por la Secretaría de Educación de Antioquia, con las que se busca reducir cerca de 95 mil millones de pesos y disminuir en un 37 % las horas cátedra para 2026.
Al mismo tiempo, la Universidad está bajo inspección del Ministerio de Educación Nacional de Colombia (Mineducación), una medida con la que esa entidad busca recopilar información para comprender las causas de la crisis. Mientras tanto, entre las propuestas aprobadas por el CSU para cubrir los costos de cierre de año están un crédito de tesorería por 54 mil millones de pesos y la venta de la hacienda El Progreso, en Barbosa, negocio que ya se cerró y por el que la Universidad recibirá cerca de 34 mil millones de pesos en cuotas hasta diciembre de este año.
En medio de todo está la comunidad universitaria, que ve las medidas de austeridad con escepticismo y cuestiona cómo afectarán la calidad de la educación y el prestigio de la institución: los estudiantes temen que los recortes impliquen una menor oferta de cursos y horarios; el estamento profesoral, que implique el despido de docentes de cátedra, lo que conlleva a que los profesores de planta se vean obligados a aumentar sus cargas de trabajo en docencia directa y a reducir las horas que dedican a la extensión y la investigación; y las unidades académicas se enfrentan a la necesidad de ajustar sus gastos de funcionamiento de cara al inicio de 2026.
El 10 de octubre de 2025, en una rueda de prensa convocada por la Asamblea Multiestamentaria, encabezada por María Isabel Duque, representante profesoral principal ante el CSU, y Mauricio Múnera, su suplente, los docentes les pidieron a los gobiernos nacional, departamental y distrital un salvavidas económico para la Universidad. Duque advirtió: “si seguimos tal y como estamos hoy, en 10 años la Universidad no será viable”.
Detrás de ese grito de auxilio hay una discusión pendiente: si la Universidad es rescatada, ¿ese dinero será administrado por los mismos que estaban a cargo cuando se profundizó esta crisis y en quienes la confianza de los estamentos está deteriorada?
“Víctimas de nuestro propio éxito”
Para entender parte de la crisis que vive la UdeA (y todas las universidades públicas del país), hay que volver a la Ley 30 de 1992, que regula la educación superior en Colombia, y sobre todo a sus artículos 86 y 87, que plantean que las universidades reciben aportes del Gobierno o de las entidades territoriales y que el incremento anual de estos se hace según el Índice de Precios al Consumidor (IPC), es decir, la inflación.
Desde 1992, las universidades públicas han crecido en infraestructura, programas académicos, estudiantes e investigación y, en comparación, el IPC ha crecido por debajo. Esto ha provocado que la
brecha entre lo que reciben las universidades por parte del Estado y lo que gastan sea cada vez más grande, y que el resultado sea una desfinanciación calculada en 19 billones de pesos por los rectores del Sistema Universitario Estatal para todas las universidades públicas. La UdeA, de carácter departamental, recibe recursos del Mineducación y la Gobernación; estos aportes conforman los fondos generales que, de acuerdo con la Vicerrectoría Administrativa, representan el 39 % de los ingresos.
Pero varias voces de la Universidad insisten en que la Ley 30 no explica toda la crisis, o al menos no en sus dimensiones actuales. María Isabel Duque, que además de representante profesoral ante el CSU es docente de la Facultad de Ciencias Económicas, menciona que el rector
solo reconoce la responsabilidad de los gobiernos nacional y departamental y de la Ley 30 por la forma en que se transfieren los recursos, pero “no asume responsabilidades en las decisiones que internamente tomó de crecer de manera desproporcionada frente a los recursos que le llegaban, de construir planes de desarrollo demasiado ambiciosos que no tenían un soporte financiero”.
John Jairo Arboleda fue designado para la rectoría por tercera vez consecutiva el 2 de abril de 2024, con seis de ocho votos en el CSU. Durante el proceso de designación rectoral, Arboleda asistió a varios foros de candidatos y, aunque la desfinanciación ya era conocida por el CSU, el Consejo Académico y la comunidad universitaria en general, nunca mencionó en esos espacios,
Collage: Sara Uribe de los Ríos.
PERSONAJE
Estilista y abogado, de día y todo el tiempo
En el centro de Medellín está la oficina de Gilberto Rúa, un abogado que corta cabello y un estilista que litiga. Además de muchos cortes de pelo y tatuajes de cejas, cuenta entre sus logros que, en 2014, basado en argumentos bíblicos, logró que en Venezuela revisaran las letras de todas las canciones de reguetón que transmitían en radio para verificar que fueran aptas para niños.
| Juana Zuleta Betancur juana.zuleta@udea.edu.co
“ La demanda ya está en el Consejo de Estado”, fue la frase con la que Gilberto Rúa recibió ese martes a su cliente, el abogado Bairon Sampedro, a quien además de cortarle el cabello recibe siempre con alguna pregunta o actualización sobre su otro oficio, el de abogado. Estudió Derecho, se especializó en Procesal Civil en la Universidad Gran Mariscal de Ayacucho y, cuando volvió a Colombia para no regresar más a Venezuela, homologó su carrera en la Universidad de Antioquia.
Su centro estético y despacho jurídico son el mismo local, en el segundo piso de un edificio en la calle Maracaibo del centro de Medellín. Allí intercambia los letreros de la entrada principal según el ánimo que tenga en el día para atraer a sus clientes. Todas las mañanas baja a su oficina, desde la pensión donde vive en Buenos Aires, y se queda hasta las cinco de la tarde si no tiene nada más por hacer. Generalmente no agenda citas, sino que espera a sus clientes, que llegan sin avisar o le preguntan a última hora si pueden ir.
Ese martes fue uno de los pocos en que Bairon le pidió cita a Gilberto; necesitaba motilarse con urgencia para hacer un trámite al día siguiente. Casi siempre llega sin cita, apostándole a encontrarlo, porque a veces Gilberto se va por ratos, sin cerrar con llave. Cuando las personas llegan, en su ausencia tienen la opción de irse o de esperar en la oficina a que regrese. Aunque Bairon no lo espera, es un cliente fiel que profesa confiar más en su peluquero que en su pareja, pues el cabello que le queda ha estado en buenas manos en los últimos dos años y medio, desde que conoció a Gilberto. Además
de los resultados, que lo satisfacen, dice que lo admira porque sostiene ambas profesiones con pasión y porque no deja en el olvido a su otra tierra y su gente. Gilberto es colombo-venezolano. Prefiere no especificar su edad, pero nació en Medellín durante la presidencia de Alberto Lleras Camargo (1958-1962) y vivió en Ciudad Bolívar, Venezuela, al menos la mitad de su vida. En 2005, obtuvo la nacionalidad venezolana gracias al Decreto 2823 que promulgó el gobierno de Hugo Chávez para regularizar y naturalizar a los extranjeros en Venezuela, y que priorizó a los colombianos residentes en ese país.
Viajes de ida y regreso Ni siquiera había iniciado el bachillerato cuando a Gilberto, a inicios de los años 80 y antes de cumplir la mayoría de edad, su madre le dio 700 pesos (alrededor de 130.000 pesos actuales) con los que emprendió la búsqueda de oportunidades fuera de su hogar. Quería cambiar de ambiente porque sus primeros negocios en Medellín no prosperaron. Llegó a Cúcuta y, entre sus tantos trabajos, vendió pollo en un asadero donde conoció a Arturo Carvajal, un cliente venezolano del lugar que le prometió que si lo buscaba después en Venezuela, le encontraría trabajo.
Arturo le dejó su dirección y a los meses, siendo aún menor de edad, Gilberto salió de Colombia por primera vez y llegó donde el hombre en Ciudad Bolívar, en el sureste venezolano. Arturo se hizo el “musiú”, como le dicen, en algunos lugares de Venezuela, a hacerse el desentendido, pero en vista de que nadie le daba empleo a Gilberto por verse
tan joven, le consiguió uno en un taller de carros. Lucila, la cuñada de Arturo, le advirtió a Gilberto que la calle donde estaba el taller era muy peligrosa para él porque estaba llena de guardias, a sabiendas de que era colombiano, pensando que estaba indocumentado. Lo que solo él sabía era que en la terminal de Cúcuta había conseguido un comprobante falso de cédula venezolana que le concedió la mayoría de edad que aún no había cumplido.
Seis meses después, Gilberto le pidió a un hombre que llevó a arreglar su carro que lo ayudara a conseguir trabajo en el embalse de Guri, la central hidroeléctrica más grande de Venezuela, en el estado Bolívar. El hombre empatizó con Gilberto y le dio una mano para entrar. Debía pintar puertas en el campamento El Merey, donde vivían los obreros de la represa, incluido él.
Gilberto recuerda que Guri parecía un pueblo, y la mayoría de los habitantes de Ciudad Bolívar trabajaban allí porque había muchos empleos. Luego de un tiempo trabajando, Gilberto se inscribió a las competencias de atletismo en las canchas del campamento, donde se hizo famoso por ganar varias medallas y salir en la prensa local. Fue su tiempo dorado como deportista, pues también entrenaba fútbol en la “selección” de Guri y le pagaban. Allí, el dueño de una barbería lo saludaba porque lo recordaba de la selección, entonces Gilberto aprovechó y un día le pidió que lo dejara hacer su primer corte de cabello. Este le dejó un cliente a su disposición y cuando Gilberto terminó, el barbero le dijo: “ve, tú vas a ser estilista, tú sabes cortar cabello”.
Escanea el QR para ver el perfil audiovisual que profundiza en las demás vidas de Gilberto Rúa.
Las manos de Gilberto Rúa se dividen como su oficina, a veces para redactar demandas y a veces para cortar cabello. Foto: Miguel Becoche Quintero.