el castillo del conocimiento todo eso debía cambiar. La idea le inspiraba temor, pero luego pensó que ya lo había perdido todo, así que ¿qué más podía perder? —A partir de este momento, mis ambiciones vendrán del corazón —prometió el caballero. Mientras pronunciaba estas palabras, el castillo y Merlín desaparecieron, y el caballero se encontró otra vez en el Sendero de la Verdad, con Rebeca y Ardilla. Junto al sendero se extendía un cabrilleante arroyo. Sediento, se arrodilló para beber de su agua y notó con sorpresa que la armadura que cubría sus brazos y piernas se había oxidado y caído. Su barba había crecido. Era evidente que el Castillo del Conocimiento, al igual que el Castillo del Silencio, había jugado con el tiempo. El caballero reflexionó sobre este extraño fenómeno y no tardó en darse cuenta de que Merlín estaba en lo cierto. Decidió que era verdad, que el tiempo transcurría con rapidez cuando uno se escuchaba a sí mismo. Recordó cuántas veces el tiempo se había hecho eterno mientras él esperaba que otras personas lo llenaran. Ahora que todo lo que quedaba de su armadura era el peto, el caballero se sintió más ligero y más joven de lo que se había sentido en años. También descubrió que no se había sentido tan bien consigo mismo desde hacía mucho tiempo. con el paso firme de un muchacho, partió hacia el Castillo de la Voluntad y la Osadía con Rebeca volando sobre su cabeza y Ardilla corriendo a sus pies.
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