Neovampiro

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Joaquín Doldán Lema

15 Los celos le impidieron a Nazareno saber que Marina, al salir de la instalación de higiene sexual, no había acudido a la cita. Iba decidida. Comenzó a recordar cada gesto del que se llamaba su novio, tanta entrega la había desconcertado, llegó a pensar que era su actitud distante la que lograba que él siempre estuviera sonriente hacia ella. Tuvo la imperiosa necesidad de estar a su lado. No concurrir a la cita era perder su trabajo pero éste ya no tenía sentido. Ya en su casa los sonoros ronquidos de su padre retumbaban en las paredes. Nazareno no estaba allí. Ella recorrió las habitaciones más de una vez. Su novio había hecho cosas increíbles para estar con ella, debía estar esperándola en algún sitio. –¡Has vuelto, ramera! -gritó su padre, aún con los ojos cerradosPor suerte el joven recapacitó, nadie merece despreciar su vida al lado de una prostituta gorda. Hace años que no le hablaba, ocupaba inofensivamente un gran espacio, comía sin cesar y el resto del tiempo dormía. A los insultos se había acostumbrado; en verdad, la mayoría ni los comprendía. Esta vez cada palabra le ofendía tremendamente. –¡Necesito comer en forma urgente! -dijo el viejo, mientras se levantaba pesadamente- Vete y déjame solo como quiero estar cuando pienso en una nueva forma de derrocar a este sistema perverso y corrupto. Si aún hubiera abogados, los demandaría por condenarme a vivir tanto. Ni los gritos ni el cuerpazo podían ocupar el vacío que dejó la ausencia de Nazareno.


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