Neovampiro

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Te voy a estar esperando. –Si ya no me amas, te dejaré en paz. Yo te seguiré amando hasta el fin. –Como no encontré el color que te gusta, te traje todos los otros trajes, uno de cada color... Bien... los devolveré... Una mezcla de rabia, vergüenza y risa le causaría, con el tiempo, haber pronunciado esas frases, tan patéticas como las respuestas que recibían. Esas sensaciones no caían en forma de rencor hacia Juliette; al contrario, la recordaba con cariño a pesar de haber sido la época en que más había llorado en su vida. Su comprensión venía de que responsabilizaba a Universallia, la religión, como la que influenciaba de esa forma a su novia. En toda la capital era imposible que alguien se declarase fuera de los dictados de Universallia, aunque algunos la despreciaban en forma silenciosa. Después de la última crisis, cuando se derrumbó el imperio económico, los científicos establecieron lo importante que era fomentar creencias en energías superiores y en establecer mundos alternativos al real, aunque era cierto que los logros científicos perfilaban, según ellos, el paraíso en la Tierra. Entre los múltiples postulados que ya venían predeterminados en los genes, estaba la vuelta a una moralidad extrema, a un recato absoluto, a un conservadurismo a prueba de reformas. Esta norma de tan difícil aplicación fue consecuencia de la fusión de absolutamente todas las religiones que existían entre los hombres. Por si eso no hubiera sido de por sí suficiente, las normas de bioseguridad reflotaron los conceptos de pureza sexual. El resto sólo era miedo e ignorancia. Tanto se habían impregnado esas normas en las mentes que ni el sexo virtual tuvo el éxito que se le auguró en sus comienzos. Hubo una definitiva vuelta a la carne; vuelta triste, pero vuelta al fin. Nazareno poseía una temprana habilidad para encontrar rincones. Era, también esta pequeña virtud, muy meritoria en la suave y apenas ondulada geografía de la ciudad, la que le salvaría la vida en numerosas ocasiones. La ciudad-capital, proyectada desde el pasado para ser un sitio donde no había lugar para la enfermedad, la muerte sorpresiva o las vidas sin destino, siempre tenía un rincón. Desde ellos


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