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porque la Ăşnica droga dura es la realidad


DEPORTADA Solange Pastorino (Montevideo, Uruguay). Licenciada en Artes Plásticas y Visuales (Instituto Escuela Nacional de Bellas Artes-Universidad de la República; IENBA - UDELAR ); Diseñadora Teatral (Escuela Multidisciplinaria de Arte Dramático), Gestora Cultural (Fundación Bank Boston). Cursó talleres de Dibujo, Pintura, Historia del Arte, Fotografía, Análisis de la Imagen, Imagen Digital, Literatura y seminarios sobre dinámicas culturales. Obtuvo premios y menciones en concursos nacionales. Realizó numerosos trabajos de escenografía, vestuario e iluminación. Premio Florencio en Escenografía 1989. Jurado y Curadora de muestras de fotografía; en 2008 dictó Taller del Aula Permanente para egresados universitarios del IENBA-UDELAR. Desde 2005 es docente del Taller de Análisis de la Imagen en Foto Club Uruguayo, además de desempeñarse como asistente de Coordinación General de esa institución. Realizó 11 exposiciones individuales y participó en más de 40 muestras colectivas y festivales internacionales en Uruguay, Argentina, Brasil, España y México. Residencia Fotográfica Londrina Brasil con el Proyecto Ediçâo Revendo Londrina 2010. Más información: http://solangepastorino.com Las ilustraciones de portada e interiores de este número son parte de la muestra fotográfica Surcos de Solange Pastorino, expuesta durante 2010 en la Sala Casa de Ladrillos del Centro Cultural Museo de la Memoria. En páginas centrales reproducimos el texto con que la fotógrafa presentaba esa muestra, así como también apuntes de la conferencia que -a invitación de la artista y en oportunidad de la inauguración de la exposición- realizó el redactor responsable de la revista LSD. http://lsdrevista.todouy.com correo: revistalsd@gmail.com facebook: lsdrevista.deabrelabios LSD es una publicación cultural uruguaya. Su Redactor Responsable es Wilson Javier Cardozo (wilsoncardozo@gmail.com). Desde 2017 se edita únicamente en formato electrónico. Equipo permanente: Zenia García Ríos, José Luis Machado, Andrés Moura, Rodrigo Ferreira, Ximena Rosa Caballero. Colaboradores de este número: Pablo Franco, René Fuentes, Damián González, Cristopher Montero, Gustavo Solórzano-Alfano, Fernando Sorrentino. Invitada especial: Solange Pastorino.


editorial Surgida en 2004, como proyecto de un grupo de estudiantes del Instituto de Profesores Artigas de la ciudad de Montevideo, Uruguay, la revista derivó (gracias al formidable intercambio de comunicaciones actuales) hacia una publicación multimedia con colaboradores de las más diversas procedencias. Su sugestivo nombre proviene de la equidistancia de la sigla del mencionado instituto formativo (IPA) y las correspondientes letras del nombre del ácido lisérgico. Y también de la convicción que expresara inmejorablemente Fernando Savater de que, cuando las drogas se vendan donde corresponde -en las drogerías- y a un precio razonable, la gente volverá a drogarse con lo que verdaderamente importa: la soledad y el pensamiento. Porque, como lo afirma su eslógan, la única droga dura es la realidad. La producción gráfica de la publicación siempre procura divulgar, número a número, la producción de artistas uruguayos y/o regionales. Si bien las ediciones impresas en soporte papel estuvieron interrumpidas durante mucho tiempo, no cesaron los aportes y sugerencias de colaboradores y lectores que, de alguna manera, constituyeron el germen de esta segunda etapa. Finalmente, a partir de 2017 se retomaron las ediciones periódicas de LSD; ahora únicamente en formato electrónico; como siempre, gratuitas. El detalle verdaderamente singular de esta segunda etapa es que estamos aprovechando la versatilidad multimedia para que buena parte de la publicación enlace con múltiples archivos (de audio, de video, de texto) que aporten una densidad macro a los artículos, algo así como convertirlos en simples escaparates para el acceso a materiales de mayor extensión y/o profundidad sobre la temática que fuere. Para disfrutar, compartir, cuestionarse y para ampliar el universo de lo aceptable, otra vez un amplio menú de referencia en y desde LSD.


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René Fuentes (Bayamo, Cuba, 1969). Poeta, narrador y dramaturgo. En su país de origen obtuvo varios reconocimientos literarios. Entre otros, en 1994 ganó dos premios Abril, por Los gallinazos (poesía) y La bufanda (teatro), ambos publicados en 1995. Los gallinazos, además, ganó el Premio Pinos Nuevos (1995) del Instituto Cubano del Libro. En Uruguay, donde reside desde 1996, recibió otros reconocimientos literarios y publicó Las trampas del paraíso (novela, 1996), La ida por la vuelta (novela, 1998), Una oscura pradera va pasando (poesía, 2000), Postales que nadie pedía (poesía, 2004), El mar escrito (novela, 2006; Premio Nacional de Literatura 2004, en narrativa inédita), Silbidos dispersos (Premio de Poesía de la Intendencia de Montevideo, 2009), Noveno círculo (novela, 2011) y Caballo que ladra (Premio Onetti de Poesía, 2013). Colabora como periodista cultural en publicaciones uruguayas y extranjeras. Premio a la Excelencia Docente 2002 de la Facultad de Comunicación y Diseño de la Universidad ORT del Uruguay. Participó, como poeta iberoamericano invitado, de las Segundas Lecturas de Primavera 2006, organizadas por el Ministerio de Cultura de Argentina y por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Finalista del Premio de Teatro Breve (España, 2009) con Un gaucho, dos gauchos, treinta y tres gauchos. Mención en el concurso Juan José Morosoli, con Cambios de lugar (cuentos) y en el Concurso Internacional de Poesía Marosa di Giorgio, con El húmedo suelo del olvido. Premio Internacional de Poesía Blas de Otero-Villa de Bilbao 2016 en lengua española, por Guitarra del mesón y Premio Nacional de Literatura 2016 (en poesía édita en Uruguay) por Caballo que ladra. VI Premio de Novela Corta 2017 de la Fundación MonteLeón (León, España) con La mano que el perro llevaba en la boca. Acceda a la reproducción de los primeros poemas que divulgó abrelabios de René Fuentes, en 1996, mediante los minilibros de EdicioneS PirataS: http://lsdrevista.todouy.com/rene.html.

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René FUENTES

los problemas de ser y tener

El problema de tener un auto rojo El problema de querer un auto rojo es tenerlo en un país de gente y calles grises. Soy un hombre simple como una vaca. Hay demasiadas muertes en la televisión pero guardo todavía en mi corazón cielos con abejorros, lunas de agosto, jazmines, arboledas memoriosas, la risa de mis hijos sobre el cansancio de mi grupa. Porque tengo un auto rojo, nuevo y antiguo. Como besa la lava mientras pisa y muerde, como ruge el león moribundo de la Metro como el viento del sur lame y lame y respira. Muros, tumbas y duelos también tengo. Pero prefiero mi auto rojo, de roja sombra. Faros, puentes y eriales también tengo. Pero prefiero este viaje de savias milenarias. Aquí y ahora, hasta descacharrar el alba. Porque tengo un auto rojo, demasiado rojo. Mil veces lo vendí, mil veces lo compré, mil veces fue y será cojonudamente mío.


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El problema de las ventanas El problema de las ventanas soy yo hurgando en cada ciudad otra manera de encontrarme. El problema es que cierran viejos cines y empollan sin piedad iglesias de dios en nombre de dios, palabras de dios, iluminados de dios, la dirección de dios con grandes letras y luces en la puerta, con vidrios oscuros, a prueba de bala. El problema de las ventanas es mi terquedad, mis reverendísimas ganas de ser humo y morirme con humo, mirando sin ojos ni cara la idiotez de la tarde. El problema es que soy demasiado familiar, demasiado hijo y hermano y padre de mí mismo. El problema es que las ventanas son cada día más públicas. Unas al lado de otras. Otras frente a otras. Como otras. El problema es que a veces, todavía a veces me urge abrir un pedazo de algo y respirar sin permiso, sin guardar distancia.

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El problema de los dientes de leche El problema de los dientes de leche es la felicidad. Y la felicidad… Una ardilla temerosa me mira entre las hojas. Una ardilla, como el recuerdo de aquel diente en la boca de aquel país hambriento. La ardilla me mira, la miro y me miro. Mientras huye, otro dolor susurra: Fue una vez, hace mucho tiempo, fue una vez y mi padre todavía tenía dos piernas sanas y un corazón, a veces reía. Fue una vez, y cortamos el trigo que comimos y vendimos hasta curar las letanías del sol hurgando en nuestras espaldas. Fue una vez, y mi padre me dijo que ya casi era un hombre. Fue una vez, porque el gobierno regaló una vez las cosechas pantanosas de sus eternos trigales. Fue una vez, la única vez que pudimos. En aquel país, hace tanto.


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El problema de los recuerdos El problema de los recuerdos son los abedules insistentes, devolviendo luego en el alcohol cada recodo de aquella carretera. Pero el alcohol tampoco pudo extirparlos ni deja suficiente alivio para comenzar la sanación. El problema es que después de tantos inviernos los recuerdos empiezan a conjugarse en tercera persona. Y los abedules y las carreteras se multiplican mientras la nieve cae y cae sin estaciones sobre las mismas ramas y los mismos rostros. El problema es llegar tarde a la vida en otra parte. Recuperar con nostalgias el olor de la tierra fresca. Aprender que la nieve también es un pacto de mesura y silencio, otra forma de sepultar los abedules, aquellos abedules. Toda una aldea diciéndote adiós.

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El problema de los amigos El problema de los amigos es no acostumbrarse a las posibilidades de perderlos o encontrarlos. Con mi querido amigo Kostya, por ejemplo pudimos querernos muchas veces, casi siempre porque él y sólo él era más generoso que cualquiera. Lo mejor es que no lo sabía, y siempre, siempre me prestaba dinero o una camisa para salir con otra novia que él no tenía. Era pequeño Kostya, demasiado para su cabeza enorme y sus grandes manos. Pero sabía hablar y escuchar también a las muchachas. Él no quiso acompañarme cuando le dije: Kostya, querido Kostya, dicen que el mundo está cerca y dicen también que otros jóvenes han podido subir a los trenes en marcha en el corazón de la noche, a la vida después de los alambres y las fronteras. Kostya también sabía mirar el suelo con fastidio. Kostya también era buen hijo y buen hermano. Tan bueno era Kostya que se casó apenas tuvo bigotes. Y fue quedándose intacto, en la corteza del dolor. Kostya, querido Kostya, desde diferentes países le escribíamos. Kostya, querido Kostya, dinos cómo podríamos ayudarte. Pero Kostya era demasiado Kostya, y demasiada también era la pobreza que anidaba en sus ojos. Amar a Kostya era otra manera de volver a casa, a los abedules, a los trillos, a nuestros campos perdidos, sin una gota de alivio. Pero Kostya, nuestro querido Kostya, se divorció luego. Lo supe por sus propias palabras, las últimas que envió.


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Se enamoró de una muchacha turca, otra turista. Y Kostya, mi amigo Kostya, ya viejo como nosotros, un día sacó pasaporte y se fue del pueblo dispuesto a ser comerciante en Estambul.

El problema de los psicólogos El problema de los psicólogos es que siempre encuentran un tema para trabajar y están dispuestos a hurgar como si el dolor fuese otro cigarrillo contra el cenicero. El problema es que uno lleva y trae problemas subyacentes, desconocidos, vinculares, pasados, recientes… Y hay que nombrarlos y tratarlos como problemas. Y cooperar. Y asistir puntual. Y pagar por eso. Yo entro en los consultorios como en los quirófanos. Y salgo como si otra vez regresara de mis guerras reales y las cárceles reales, donde por golpes y causas reales he quedado así, como otro hombre que bosteza sin rubor. ¿Pero cuál literatura clínica o farmacológica conoce la cadencia, los humores, los olores de la pobreza? ¿Cómo traer a una habitación de dientes saludables los trenes, el exilio para siempre, la muerte a quemarropa? ¿Cómo ir con alma a los pozos del alma y volver con alma trayendo recuerdos, palabras, gestos ordenados y rotos, una vida quebrada, varada entre lo que pudo ser y no fue? El problema de los psicólogos son esos cuadernos de notas y preguntas que nada dicen, esos sillones de espera, puertas cerradas, viejas revistas, la costumbre de saludar y poner cara decente cuando un desconocido invita a pasar y otro sale arrastrando una sombra que agoniza.

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El problema es que después de tantos psicólogos podría diagnosticarme y recetarle a cualquiera: busca una lengua, tu lengua aquella patria sin evidente felicidad donde entre familiares y amigos habrá siempre tiempo para pequeñas glorias. Así podría seguir convenciendo, explicando, evitando decir que cada poema es una jaula invisible para otra fauna propia que escapa. Un lugar en el deseo. Otro tajo sin cura. Silencio.


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Lucio Muniz (1939-2017) realizó apuntes del viaje que, junto a su esposa Margarita Goday Tristant, realizó a Europa en 2013. A esas anotaciones agregó diecisiete poemas dedicados a ciudades europeas. En este número compartimos la reflexión final de ese cuaderno de notas viajeras y uno de esos poemas. En el área de publicaciones del sitio web de LSD se puede acceder íntegramente al cuaderno rojo cuya edición electrónica nos confiara especialmente el autor. Más información: https://es.wikipedia.org/wiki/Lucio_Muniz

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Lucio MUNIZ

páginas de un cuaderno rojo

Como breve resumen de un viaje realizado a Europa concluyo en que, no es fácil expresar lo que se siente visitando los museos que guardan joyas realizadas por pintores, escultores, arquitectos, orfebres, dibujantes, grabadores y luthiers, de la época de oro del Renacimiento, y de antes y después. No es fácil aunque se esté en el mundo de la palabra como a mí me sucede. Si el viaje que hice y que estoy registrando me ha importado tanto, es porque ha sido profundamente removedor. Es como si su realización hubiera estado programada desde siempre y se hubiera al fin cumplido. Estuve en la Europa milenaria, en los lugares que fueron invadidos y en los que cada cultura dejó huella de su presencia. Fenicios, cartagineses, romanos, árabes, etcétera, con sus características culturales, tomaron lo conquistado por la fuerza y dejaron tiras de lo suyo, imponiendo el saqueo pero también aportando en el arte, el idioma, las costumbres y religiones y demás elementos que hacen a la vida de los pueblos. Me ha conmovido estar en muchos lugares donde al haber vestigios de lo dicho, parecería que se ve y se toca la Historia. Lo que me produjo una sensación de pequeñez fue la naturaleza en su vigor, riqueza, esplendor, admirando sus montañas, hondonadas, valles, cascadas, ríos, ofreciendo el espectáculo constante de un paisaje cambiante y siempre hermoso. Esto, junto con la mano del Hombre creando ciudades, puentes, edificios, monumentos, y obra artística variada y expresiva, me conmovió profundamente haciendo que tañeran las cuerdas de mi sensibilidad en continuas vibraciones. No me es posible elegir entre lo natural y lo creado por hombres como yo, porque son cosas distintas. En las manifestaciones parece estar la mano de Dios como fuente suprema. Lo religioso trasciende al arte y el arte trasciende lo religioso. La figura de Cristo es una especie de Bien y de Don, repartido. Cristo es más que la cruz, y la cruz es Cristo hasta sin su figura. Cristo es el Hombre y


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más que el Hombre, y el arte lo humaniza. En el arte se expresa pasión, devoción, entrega, admiración, profundidad y belleza, por encima de lo estrictamente religioso, por el símbolo que Cristo significa, que es capacidad de amor y de respeto, de fe y de esperanza, de solidaridad en su máxima expresión. En suma, del misterio de existir con y sin respuesta, pero averiguando en el ejercicio de Ser y de Estar; herederos y portadores de dudas y certezas, palpitando en la condición suprema de VIVIR. Santa Rosa-Montevideo-Santa Rosa Del 7 de mayo al 18 de junio de 2013

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Puerto Lápice (Castilla La Mancha) A Jorge Albistur

Estoy presente acá, como antes estuviera -en el mismo lugar en que me muevola planta de Cervantes. Mirando sierras a lo lejos veo quietas las aspas de un molino Cerca de mí descansan sobre el suelo unas tinajas que guardaron vino. Está flotando en el ambiente “algo” que trae la delgada figura del Hidalgo. Hago de cuenta que en silencio espero la presencia del ventero llegando generoso hasta La Venta para también armarme: Caballero.


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Tartamudeos Gustavo SOLÓRZANO-ALFARO

Sordera Crecí olvidando la melodía secreta que escucharon mis abuelos. Perdí el oído izquierdo hace tres años. No fue una gran tragedia sino un alejarse suavemente. De todos modos siempre fui sordo para la música. Por eso tartamudeo con las palabras y busco en cada cosa el origen de su ritmo.

Los textos de Gustavo Solórzano-Alfaro que compartimos en este número integran la primera edición de su poemario Nadie que esté feliz escribe (Nadar Ediciones; Santiago de Chile, 2017). Su registro fotográfico es gentileza de Rebeca Hernández Hasbun


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Enseñanza de la muerte como un segundo idioma El dolor depende del idioma. No es indiferente si uno muere en francés o en alemán. Hay sílabas pesadas, que se arrastran como bolsas con cuerpos calcinados. Hay una gramática bastarda y una pulcra. Una ortografía que impone su sello de alacrán sin esperanza. No es fácil morir en italiano sin escuchar de fondo la popular tonada napolitana de alguna película filmada en California. Pero tampoco es placentero morir en español: una cruz de cenizas te roe el cuerpo eternamente. Quizá en portugués pueda ser más llevadero: una muerte como un fado en el altar de las luciérnagas. Pero ¿a quién engañamos? En mandarín o en árabe ha de ser mejor. Lenguas tan lejanas como la punta del sol en el invierno. Registros antiguos que no tienen principio ni final. Aunque pensándolo bien, ¿cómo será morir en una lengua muerta? ¿Sería posible aún el dolor en el griego de Safo? ¿Cómo declinar la muerte en latín? A lo mejor sea necesario quemar las naves y huir por una senda de hierro hacia las montañas de las viudas. Morir es recorrer la Biblia en sentido inverso: hoy, aquí / Babel / Paraíso. Voluntad de estilo El fracaso y el estilo son una y la misma cosa. Desarrollar un estilo es aceptar de entrada la posibilidad del fracaso. En el destello perfecto del rasgo particular del artista se vislumbra una pérdida irreparable, como todas las pérdidas. Una caída, la posibilidad de no ser lo que se es, lo que se cree, lo que se anhela. Eso es. Un gesto impecable, feroz, que encubre una herida; una marca de nacimiento que nos ata, y que pasamos toda nuestra vida intentando borrar.


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La transformación de la casa la casa es una cueva una vasija es un útero es un cuarto un escenario es una cama una ventana pintura rupestre experimento rompecabezas un refugio una sombra la sombra paterna el castillo materno un pozo infinito una muralla de piedra es un caldero un fuego la luna sobre las flores paraíso perdido el sol al mediodía el zinc las latas las paredes picaportes remaches azulejos cerámicas maderas antiguas vigas roídas trajes en roperos es la tarde en el corredor la mañana en el solar el día entero en las ventanas las semanas en las macetas los meses en las regaderas los años en las sillas la vida una vida es la vida sin entrega con entrega con desgano con desprecio es el amor profundo la infancia torpe la adultez errónea la vejez vencida es la casa es la casa una partitura con demasiadas blancas y redondas pocas fusas y semifusas pocas fugas al jardín vecino inexistentes saludos con la niña de enfrente es saberse roto desde siempre escapar y no escapar porque llevamos la casa dentro es la casa nueva es la casa es un boceto pirámide invertida un florero un apagador tuberías cables pasillos es el tiempo las columnas la imitación de la risa el hartazgo del duelo un funeral entre habitaciones de una sala a otra de una mesa a otra es la cuchara de metal torcido la falsa porcelana el cuchillo sin filo la computadora la biblioteca una cámara sin fotos los álbumes las recetas médicas los teléfonos los números de la pizza del chino del amigo de la nuera del sobrino la casa sí la casa transformación monstruosa de la arquitectura ingenieros del amor maestros de obras en movimiento las varillas los cimientos la tierra en lo profundo la tierra la tierra es la casa sí la casa es la tierra donde yacemos donde nos revolcamos donde nos enterramos y de donde salimos cada día el recibo de la luz del agua televisión lavadoras cocinas en mal estado refrigeradoras de plata de catálogo que rompen esa tierra que inundan esa tierra el agua que corre por las cañerías las canoas los silencios los tiempos dónde podemos dormir dónde habitamos dónde estamos dónde la casa dónde sí la casa la casa la tierra pan vino agua tierra la sal el amor y las ruinas y el olvido


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Horror vacui El día que Facebook desapareció hubo más suicidios que de costumbre, aunque de los altos campanarios también saltaron los descastados y los pobres. El día que Facebook desapareció todos nos detuvimos al borde de nosotros mismos pero igual preferimos ignorarnos y mirar hacia otro lado. Los traileros cambiaron de estación porque la cosa nunca fue con ellos. Los guardas de condominios durmieron igual de tranquilos porque la cosa nunca fue con ellos. Los vigilantes del faro de un puerto en Alejandría o en Puntarenas ni siquiera se dieron por enterados.

Los niños de Talamanca permanecieron impávidos ante el río y la piedra. Tampoco la cosa fue con ellos. Y menos con las fotos de un continente al otro lado del mundo. Y menos con los hombres que hoy cerraban un negocio. Y menos con nada y menos con nadie y menos conmigo. El día que Facebook desapareció me senté como de costumbre. Abracé a mi esposa. Vimos televisión. Abrimos un vino rancio, como de costumbre. ¿Cómo te fue hoy? ¿No lo viste en Facebook? No, estuve ocupada todo el día.

Gustavo Solórzano-Alfaro (Costa Rica, 1975). Escritor, editor, crítico y profesor. Ha publicado el ensayo La herida oculta (2009) y la antología de poetas de su país Retratos de una generación imposible (2010). De su producción poética destacan Inventarios mínimos (2013) y Nadie que esté feliz escribe (2017). Actualmente prepara una traducción de ensayos y poemas del reconocido autor estadounidense Dana Gioia. Más información: http://www.gustavosolorzanoalfaro.com


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esa/s mujer/es Pablo FRANCO

nublado numen Escribir libros se me ha hecho sencillo. Sobre todo después que te fuiste. Porque escribo sobre lo que tengo en la cabeza o sea sobre lo que no tengo y eso lógico sos vos y el resto es nada. Me refiero a escribir libros en los que despojo todo mi reproche y mi recelo y mi angustia y mi ira y hasta mi antesamor. No rayar libros ni escribir garabatos en las tapas digo escribir lo que supura mi estro. O eso al menos pasó hasta ahora.


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fotografía con poses Un hombre flaco sostiene una barba gruesa. Una muchacha casi linda exhibe todos sus dientes. Un perro tapa sus pies /los de la muchacha/ enroscado en una aurora. Una aurora le achica los ojos al hombre flaco y a la muchacha casi linda. Y los hombres sentados más atrás en la penumbra miran la luz de la cámara por el rabillo del ojo. esa mujer “Esa mujer se parecía a la palabra nunca” Juan Gelman

esa mujer sostiene un secreto del colmo de los ojos le salta un grito como una fuerte tempestad que ocupa el cielo. como un último delirio que desgarra el miedo. esa mujer fabrica algo muy parecido al precio de mi fortuna. y no le pide cuentas al tiempo. tiene en su pelo la expiación de los siglos y azúcar nuevo en la alegre demografía de su piel. esa mujer deja a las flores consternadas.


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digitopuntura o la era del botón Todo es cosa de un solo botón. Apago el despertador prendo el mp3 bajo del ómnibus marco tarjeta fastidio al mouse por seis horas agoto al teclado hablamos por celular llamo a tu puerta te dejo como Dios te trajo al mundo prendo la luz miro el televisor veo como en los Estados Unidos hacen desaparecer Afganistán remojo el dedo en un vaso con agua y duermo hasta que suena a las ocho el reloj. Y pongo en marcha otra vez todos mis dígitos y los tuyos.

Pablo Franco (Montevideo, 1978). Poeta y gestor cultural. Coordinador de la Usina Cultural Peñarol del Ministerio de Educación y Cultura. Creador, de su autoría y de sus heterónimos, de -entre otros poemarios- “La canción de Jonás”, “Palimpsestos o algunas variaciones según Cesare di Rapallo” y “Cuarenta cuartetas”. Más información: http://pablofrancoescritor.blogspot.com.uy


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Surcos El texto que reproducimos presentaba la muestra fotográfica Surcos de Solange Pastorino (Sala Casa de Ladrillos del Centro Cultural Museo de la Memoria; Montevideo, Uruguay, 7/8/2010)

Desde fines de la década del ’60 fue creciendo en la sociedad la imagen de una realidad atravesada por la violencia institucionalizada e indiscriminada que se expresaba en distintos niveles. En el ámbito político, comenzó un período de censura, represión, encarcelamiento, persecuciones, tortura, asesinatos de estudiantes, obreros, artistas, y de intimidación permanente, mediante uso de la arbitrariedad y la fuerza. En el ámbito social y económico se modificaron las condiciones de trabajo de muchos obreros, se intervinieron las universidades, los sindicatos, las organizaciones gremiales y estudiantiles. Mi padre era tejedor y participó de la huelga general, mi hermana huyó con su esposo y su hija recién nacida a Australia. La correspondencia llegaba abierta y pegada con una cinta. Había cosas de las que no se hablaba y menos con los más chicos. En este contexto, una adolescente que está atravesando una búsqueda de sí misma y de su identidad tiene muchas contradicciones en todas las manifestaciones de su conducta y del pensamiento, sufre de constantes

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fluctuaciones del estado de ánimo y del humor. Está en un proceso de adaptación a cambios físicos, intelectuales, sociales y emocionales, intentando desarrollar un concepto positivo de sí misma, así como experimentar y crecer hasta conseguir su independencia. También está concentrada en desarrollar un concepto de identidad y de valores personales y sociales, buscando la identificación y el afecto entre sus pares, ser consciente del mundo social y político que la rodea. Al pasar por esta etapa en un régimen de opresión disminuye la capacidad de sentir bienestar y de aprender. Al disminuir la adaptabilidad al aprendizaje, inhibe el desarrollo de los poderes creativos y productivos. En nuestro país la opresión se expresó en el abuso de poder, en la injusticia. Por ello los que nos quedamos en el país y no fuimos parte de la lucha armada, tal vez por la edad, igual resistimos y sobrevivimos a un régimen que se esforzó en que perdiéramos nuestra identidad. La muestra Surcos reúne una serie de dípticos que, en sí, son piezas unitarias combinadas por algunas de estas sensaciones que marcaron una huella en mi memoria. Como los surcos de un long play, esas líneas concéntricas atravesadas por una púa, fueron con el canto popular, un elemento de resistencia. Sonidos, golpeteos de cacerolas, inmersiones en una realidad muchas veces confusa.


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Wilson Javier CARDOZO

Perspectivas de la historia social en la literatura producida por uruguayos en los años de la dictadura

Hablar de perspectivas, inmediatamente implica reconocer la multiplicidad de enfoques de un mismo asunto y la diversidad de apreciaciones que, sobre lo mismo, tengan los individuos. Desde sus asientos, ustedes no tienen idéntica percepción de este salón que desde mi posición. Desde fuera del edificio, no se puede hacer mucho más que imaginar la disposición de los objetos dentro de esta sala, o recordar cómo era que estaban, si es que se estuvo antes dentro. Es decir, con determinadas perspectivas, no se puede descubrir más allá de los límites que esa perspectiva permite. El creador, el artista, el escritor (en el caso concreto de la literatura) también produce desde una realidad específica y, aunque no la mencione o la desconozcamos los lectores, aparece por los intersticios de la obra. La obra en sí es una ficción y dos realidades: el texto, que hace presente algo que está más allá de él, y el contexto, el ámbito y la circunstancia donde se realiza la creación pero que no es lo creado. Entre ambos (texto y

contexto) el escritor establece esa aventura de decir lo imperceptible y percibir lo indecible. Pero siempre existen (como dijera Carina Blixen) puentes que la obra literaria establece con la realidad misma en la que surge. Cuando acoté esta comparativa (de perspectivas de la historia social de la literatura producida por uruguayos) únicamente a los años que duró la institucionalidad de la dictadura (1973-1985) aposté fundamentalmente a seleccionar algunos textos paradigmáticos que evidenciaran esas perspectivas distintas de nuestros escritores: * La mansión del tirano, la primera novela de Carlos Liscano, escrita en la cárcel, antes de 1982. * El lugar, de Mario Levrero, un texto narrativo publicado en 1984, en Uruguay. * El color que el infierno me escondiera, de Carlos Martínez Moreno, una novela editada en 1981 en la ciudad de México, donde residía el autor.


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Desde dentro de la cárcel, dentro del país La mansión del tirano es una obra difícil, casi excluyente del lector común. El narrador eludió toda mención a la cárcel, transformó en clave textual el encierro. Sin embargo, el acecho de esa lectura autoritaria y manipuladora pesa en la construcción de la narración. El autor ha dicho en más de una oportunidad: “Me convertí en escritor para salvarme” y ha contado (por ejemplo, en la conferencia El encierro como apertura; Museo Puerta de San Juan, julio de 2005) que mucho tiempo después de estar libre y de haber leído las argumentaciones de sus críticos se dio cuenta que la literatura que había producido era propia del encierro. Es un esfuerzo por recuperarse a sí mismo, pero también para vincularse con los demás. Y porque la escritura le permitía sobrevivir al caos y a la desintegración. La versión original fue requisada un día de los primeros meses de 1982. Escribirla, a partir del despojo, es una verdadera reescritura; como señala Blixen, una metáfora del deseo de recuperación. Liscano ha contado cómo la novela salió de la cárcel en la guitarra de

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Heber Esquivo, a quien le dedicó el epílogo de su novela. Ese acto integra la novela a la resistencia de la dictadura; ese remate final hace que esta obra forme parte de una historia y una circunstancia. El proceso que la narración eludió decir directamente termina siendo recuperado por el epílogo, que enmarca la novela en una situación concreta. Desde fuera de la cárcel, dentro del país El lugar de Mario Levrero está narrada en primera persona, con las características de un narrador que dista mucho de ser omnisciente u omnisapiente. Por el contrario, desconoce en absoluto las situaciones en que se verá envuelto y los personajes con los que entrará en contacto durante el desarrollo de la obra. El disparador inicial del texto se ubica previo al título mismo (Cuidado:/ Por aquí se entra al laberinto de la realidad) y, en todo el desarrollo, el protagonista no podrá recuperar plenamente sus recuerdos o sus vínculos con el exterior y solo tendrá permitido avanzar en un único sentido. Las sensaciones de acoso, arbitrariedad, vigilancia, abandono, opresión, sinsentido, claustrofobia, son abundantes en medio de un ambiente laberíntico, propio de metáforas de la vida social y/o personal.


27 El personaje avanzará trasponiendo puertas que (de entrada y salida las nombra) se revertirán funcionalmente; apenas traspone la de salida, se convierte en de entrada. Es decir, las salidas son, en realidad, ingresos a situaciones similares de las que se estaba preso. Todo ese ambiente está citado como realidad no solo por la prevención que antecede al título sino también porque el personaje principal se despierta al inicio de la narración. El texto, a pesar de lo equilibrado en la corrección de su estructura lexicográfica, aparece como arruinado en su comprensión, subrepticiamente minado para el acceso a una lógica en el desplazamiento del personaje central. Descubrir qué es lo que hay por encima (o debajo) del texto está profundamente ligado al tipo de preguntas que nos formulemos y ese tipo de preguntas (o perspectivas) desde las cuales cuestionamos ya implican un margen de posibilidades de respuestas. En ningún momento se muestra al personaje en una cárcel; pero toda la sensación que tenemos es de un permanente acoso, una restricción permanente de movimientos. Así, el relato de las vicisitudes del protagonista de la novela de Levrero cumple la función de un espejo respecto de la cotidianeidad de los uruguayos de la época (el Servicio de Paz y Justicia visualizó a la sociedad uruguaya en-

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tre 1972 y 1985 como una sociedad sometida a una estrategia de gran encierro; los datos de Amnistía Internacional permiten constatar que uno de cada cincuenta uruguayos estuvo preso). Por eso, no nos parecen extrañas ni ajenas ni ficcionales determinadas afirmaciones del protagonista. Ni novedoso el juego de palabras que se da con las puertas de entrada y salida; en el discurso usual de la época la terminología a que se recurría para referirse a la incertidumbre de la situación política era: “la salida de la dictadura”, “la apertura democrática”, “el retorno a la institucionalidad”. No obstante, destaco por extremadamente significativa la escena de la playa, en la que apreciamos el disimulamiento de un término cuyo uso estaba prohibido por quienes ejercían el control ciudadano: represión. El personaje llega a una playa (que no es tal), ve el mar (no es mar, sino agua contenida en el interior de una represa) y se percata de la imponencia del obstáculo que se le presenta: una represa. Ese paraíso inventado opera como un ocultamiento de lo que simboliza; se patentiza en su verdadera dimensión si meditamos sobre la cercanía fónica y semántica de los términos represarepresión.


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Desde fuera de la cárcel y del país El color que el infierno me escondiera de Carlos Martínez Moreno noveliza sobre los años trágicos de la guerrilla tupamara. Es un descenso al infierno guiado por Dante, cuyos versos preludian cada capítulo. También puede entenderse como un testimonio con bases documentales. Pero, ante todo, es una creación literaria. En este caso, las abundantes bases documentales de la creación literaria pueden citarse y aludirse sin reparos. El texto evidencia una capacidad de profundización, de revisión y de autocrítica (sobre hechos próximos históricamente a su fecha de elaboración) que los directamente involucrados siquiera hoy día alcanzaron completamente. Por ejemplo, sobre el asesinato del peón rural Pascasio Báez. Ese crimen, sucedido diez años antes de la edición de la novela, se muestra en sus antecedentes y pormenores y se problematiza desde la conciencia misma de los asesinos. Este nivel de reflexión social, con apertura a la reconsideración sincera y no maniqueísta del accionar militar y político del país, sucede (acaso por primera vez) desde la literatura, pero producida por un escritor que probablemente haya necesitado como condición indispensable (para el pensa-

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miento y la elaboración) de un nivel de libertades que no existían en su país. Zabalza reconoció (en una entrevista de 1999) que, en sus años de cárcel y aislamiento, había reflexionado mucho sobre este asunto. La verdad es que este hecho nos abrumó durante mucho tiempo, dijo. Incluso ahora no me resulta fácil hablar de él. La proximidad histórica de un acto de esa naturaleza a manos de un grupo guerrillero, el encarnizamiento de la prensa con los autores del hecho, la singular situación de encarcelamiento que padecían los tupamaros, la carencia absoluta de libertades para la circulación y el acceso a información, entre otros muchos factores, impedían que una literatura de esas características pudiera ser producida en Uruguay. En suma, es cierto que la literatura es una forma del conocimiento. Pero, al igual que sucede con el conocimiento científico, es fundamental advertir que la objetividad es imposible y que las perspectivas que habilitan las circunstancias de cada época tiñen la obra, más allá de las preocupaciones estéticas de sus autores. Apuntes de la conferencia realizada en oportunidad de la inauguración de la muestra fotográfica Surcos de Solange Pastorino (Sala Casa de Ladrillos del Centro Cultural Museo de la Memoria; Montevideo, Uruguay, 7/8/2010)


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para(s)citar manías Cristopher MONTERO CORRALES

La verdad es difícil de aceptar Mi hermano es tartamudo, sueña con ser filólogo pero no lo logra, y como pena le da estudia cualquier cosa, como antropología. ¿A qué le teme? -digo, con sus cuatro carreras¿Por qué su anhelo no? comprendí que no es miedo a tropezarse hablando, y que nadie se debe forzar a confesar. Cristopher Montero Corrales (Alajuela, Costa Rica, 1986). Realizó estudios de sociología y antropología en la Universi-dad de Costa Rica; tiene una licenciatura en docencia. Reside en Córdoba, Argentina, donde hace una maestría en cultura y literatura comparada. Autor de los libros Criaturas exhaustas (EUTN, Costa Rica, 20132014), A ojo de pájaro (Magna Terra Centroamérica, Guatemala, 2017), Apuntes para la educación holista (EUTN, Costa Rica, 2017) y Canicas galaxia (Alción Editora, Argentina, 2017). Sus poemas han sido publicados en Colombia, España, Nicaragua, Costa Rica y Argentina. El registro fotográfico de Cristopher Montero fue gentileza de Patricia Frencia.


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Ni mi madre me regaña Colgaba de una rama un feo enano, pálido, que molestaba al barrio. Colgaba de una rama -¿Y quién lo subió? -se pregunta la madre. -Tal vez fui yo -declara Óscar, el flaco. -Creo que fui yo -el gordo, Armando. La madre miró al suelo: -Yo no le enseñé a hacer la cama y, con las sábanas, se ahorcó, esa mañana.

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A los padres no se les cuestiona “El que manda soy yo” -repetía el abuelo, los otros asentían para evitar la lucha. “El que manda soy yo” -con su dedo señala de arriba para abajo y la otra, en la cintura. “El que manda soy yo” La abuela aguarda el turno, ruega porque se muera y el nieto mayor piensa: Siempre he creído que las personas tienen hijos para poder citar las frases, gestos, manías de los padres que esperaban tener, pero, en cambio, citan a su autor tal cual, por miedo a plagiar mal.


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Fernando Sorrentino (Bs.As., Argentina, 1942). Su prolífica obra incluye narrativa, entrevistas, antologías, etc.. De entre sus últimos libros de cuentos pueden citarse El crimen de san Alberto (Buenos Aires, Losada, 2008), Paraguas, supersticiones y cocodrilos (Veracruz, Instituto Literario de Veracruz, 2013) y Los reyes de la fiesta, y otros cuentos con cierto humor (Madrid, Apache Libros, 2015).

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Fernando SORRENTINO

En leturas no conozco... (cuando el autor escribe una cosa y el crítico lee otra)

1. El enojo del Moreno El episodio de la payada entre Martín Fierro y el Moreno ocupa todo el canto XXX de La vuelta de Martín Fierro (1879). Son 606 octosílabos, numerados desde el 3917 hasta el 4522. Entre los versos 4055 y 4276 Martín Fierro pregunta y el Moreno contesta; entre los 4277 y 4360 se invierten los papeles: al Moreno toca interrogar y a Martín Fierro responder. Ambos contendientes han contestado con acierto e ingenio las respectivas preguntas. Se impone, pues, un desempate, y así lo entiende Martín Fierro, que le dice al Moreno (4361-4378): Ya te he dado mis respuestas, mas no gana quien despunta: si tenés otra pregunta o de algo te has olvidao, siempre estoy a tu mandao para sacarte de dudas. No procedo por soberbia ni tampoco por jatancia, mas no ha de faltar costancia cuando es preciso luchar; y te convido a cantar sobre cosas de la estancia.


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Ansí prepará, Moreno, cuanto tu sabor encierre; y, sin que tu lengua yerre, me has de decir lo que empriende, el que del tiempo depende, en los meses que train erre.

Esta invitación, en apariencia cálida y cordial, saca de quicio al Moreno, que, sintiéndose agraviado, contesta con furia y da ahí mismo por concluida la payada. A esta altura del relato, tanto Martín Fierro como el lector ignoran que este Moreno es el hermano del Negro a quien aquél había matado siete años atrás, según consta en el canto VII de El gaucho Martín Fierro (1872). Pero, a la luz de lo que ocurre un poco más tarde, resulta obvio que, ya desde el mismo instante en que llegó a la pulpería, y con toda deliberación, el Moreno estaba buscando el mínimo pretexto para montar en cólera y desafiar a pelear a Martín Fierro. Y, por fin, parece haberlo encontrado, curiosamente, en esta invitación de Fierro que, en apariencia, no posee la menor carga agresiva: me has de decir lo que empriende, el que del tiempo depende, en los meses que train erre.

2. ¿Por qué se enoja el Moreno? 2.1. Interpretación de Ezequiel Martínez Estrada Entre las páginas 95-96 del tomo I de su Muerte y transfiguración de Martín Fierro (México, Fondo de Cultura Económica, 1948) don Ezequiel Martínez Estrada interpreta así el origen de la ira del Moreno: Esta perspicacia [del Moreno], realmente asombrosa en el juego tan delicado de la Payada, culmina en el brusco final; pues el Moreno deja sin contestar precisamente la pregunta que le es más fácil: cuáles son los trabajos que se hacen en los meses que llevan erre, porque ahí Martín Fierro deja a un lado al cantor que conoce muchas cosas del cielo y de la tierra, para probarlo en su oficio, como jornalero. Y eso es ya demasiado.


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Muy bien: esto acaba de decir el célebre ensayista, y yo (con todo el respeto que me merece quien ha escrito poemas tan bellos como el evocativo “San José de la Esquina” o el autobiográfico “Ezequiel Martínez Estrada”) me atrevo a proponer un abanico de posibilidades negativas que, acaso, no se excluyen entre sí: a) don Ezequiel no ha comprendido esos versos por no haberlos leído con la suficiente atención; b) don Ezequiel no ha comprendido esos versos a pesar de haberlos leído con la suficiente atención; c) don Ezequiel no ha comprendido esos versos y, además, se ha dejado llevar por el placer de enhebrar palabra bonita tras palabra bonita, hasta desembocar en una conclusión tan desaprensiva como errónea. 2.2. Interpretación de este servidor

A mi juicio, el episodio ocurrió de otra manera. Lo que irrita al Moreno no es que Martín Fierro le pregunte sobre cosas de la estancia sino que le pregunte sobre cuestiones de escritura. Mucho antes (40534054) aquél había advertido al protagonista, lealmente, sobre sus propias limitaciones: en leturas no conozco la jota por ser redonda.1

La advertencia es clara e inequívoca: el Moreno confiesa ser analfabeto y esta declaración busca sin duda delimitar el campo del combate intelectual de la payada y establecer las reglas del juego. Estando desde el principio enterado de que el Moreno no sabe leer ni escribir, Martín Fierro (que, ya vemos, no es analfabeto) tiene la obligación ética de no llevar la disputa a un terreno en que a su contendiente no le asiste posibilidad alguna de desempeñarse. Por eso mismo, sería de grave deslealtad, de burla sangrienta, que interrogara al Moreno sobre cuestiones de escritura.

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“En leturas no conozco / la jota por ser redonda” y “He reclarao que en leturas / soy redondo como jota” son variantes jocosas (y barrocas) de la conocida frase “No entender ni jota”. Mucho antes, en el episodio en que el Hijo Segundo se enamora de la viuda, el adivino le había dicho: “De esto no entendés ni jota” (2849). No es la única ocasión en que Hernández se permite la humorada de modificar con certera gracia alguna expresión proverbial: recuérdese, por ejemplo, “‘Yo me lavo’”, dijo el juez, / “como Pilatos, los pies’” (3508-3509).


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Sin embargo, eso es precisamente lo que hace Martín Fierro:2 siendo esto así, ¿cómo, entonces, no va a enfurecer al Moreno que su rival le formule una pregunta sobre un asunto de letras? Y, por si hubiera alguna duda (que no la hay), el mismo Moreno puntualiza con absoluta precisión qué pregunta lo ha hecho enojar: De la inorancia de naides ninguno debe abusar; […]. He reclarao que en leturas soy redondo como jota; no avergüence mi redota, pues con claridá le digo: no me gusta que conmigo naides juegue a la pelota.

En efecto, ya había declarado ser analfabeto (“en leturas no conozco / la jota por ser redonda”) y ahora lo ratifica, con una ligera variante (“He reclarao que en leturas / soy redondo como jota”). Entonces, razona, ¿por qué Martín Fierro tiene la descortesía (la maldad) de hacerlo avergonzar por su analfabetismo? 3. Otros casos Siendo el texto de ese pasaje de Hernández por completo unívoco y taxativo, costaría comprender por qué don Ezequiel leyó lo que no estaba escrito en ninguna parte. Y deliberadamente escribí “costaría” y no “cuesta” porque, en muchísimos otras páginas de su libro, se encuentran pasajes que, por disparatados y antojadizos, no me atrevería a aplaudir; de manera que ya no “costaría” tanto comprender la desatinada interpretación de la que acabo de ocuparme. 2

Esta actitud de Martín Fierro invita a plantear una duda. Según el clima cordial por el que discurren las palabras de Fierro y por sus encomios hacia el adversario, no parece verosímil que la pregunta sobre cuestiones ortográficas haya sido formulada con la intención de humillar al Moreno. Más bien parecería que Martín Fierro ha olvidado la advertencia hecha por aquél más de trescientos versos atrás, y entonces, sin ninguna mala intención, lleva la payada hacia un terreno éticamente vedado. Independientemente de que esto sea así o no lo sea, es indudable que el Moreno estaba esperando la oportunidad de enojarse, y entonces esos “meses que train erre” le caen como anillo al dedo.


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algunos enlaces compartidos en la primera LSD de 2018 de Leonardo Rossiello, novela Aimarte https://issuu.com/deabrelabios/docs/aimarte de Enrique Nicoletti, 53 cuentos como Pastillas para vivir https://issuu.com/deabrelabios/docs/nicoletti de Elizabeth Neira, una selección de Poesía reunida https://issuu.com/deabrelabios/docs/neira de Jorge Majfud, centenares de artículos en https://majfud.org/articulos de Marcelo Sosa, un Diccionario https://issuu.com/deabrelabios/docs/diccionario-sosaguridi de Washington Benavides, Ding Hung, juglar, interpretado por N. Moraes https://www.youtube.com/watch?v=cURloksNXSo


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Damiรกn Gonzรกlez Moreira (Montevideo, 1991) Poeta y docente de Literatura.

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Canicas Galaxia: O la rememoración poética Una mirada sobre el reciente libro del poeta costarricense Cristopher Montero Corrales Damián GONZÁLEZ MOREIRA

Primera aproximación Desde que pensamos en la existencia, pensamos en el ser ubicado en el tiempo y en el espacio. Pero también en la palabra, ya que sin la palabra no habría conciencia del tiempo y el espacio ni del ser. Como si el problema del ser-tiempo-espacio no fuera suficiente, surge el problema de la palabra. Vidas enteras se han dedicado a pensar incansablemente la relación de palabras y cosas buscando encontrar la esencia de las cosas en la palabra y analizando la relación entre palabras y objetos buscando hallar la clave de la idea. Canicas galaxia no escapa a ese afán de encontrar la relación entre el mundo de las palabras o del pensamiento, y el mundo de las fronteras con “lo otro” y su proximidad, ya sea por medio de la evocación o de la proyección. En una primera mirada, el nombre del libro genera extrañamiento porque en él se conjugan el mundo del juego y de la infancia y la sed de lo infinito.

Por un lado la “canica o bolita” nos aproxima al mundo de la infancia y, el segundo término no solamente conforma a la “canica galaxia” como el juguete infantil, concreto, en cuyo interior se encuentran una serie de manchas, una disposición arbitraria de colores brillantes que atraen de una forma magnética, sino que también el término galaxia nos transporta al universo de lo inasible. No sólo la bolita magnífica y llena de brillos sino también el infinito. Cuando decimos galaxia, decimos, estrellas, polvo interestelar, partículas, gases y Vía Láctea. La estrella es símbolo del espíritu y según Cirlot “Simboliza (…) el ejercito espiritual luchando contra las tinieblas.” En Hermenéutica del sujeto Foucault define la espiritualidad como el “conjunto de búsquedas, prácticas y experiencias entre las cuales se encuentran las purificaciones, (…), las renuncias, las conversiones de la mirada,


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las modificaciones de la existencia que constituyen, no para el conocimiento sino para el sujeto, para el ser mismo del sujeto, el precio a pagar para tener acceso a la verdad.” ¿Qué será entonces lo que nos espera dentro del libro? La voz-otra Cristopher Montero Corrales nos invita a un mundo donde la voz poética actualiza constantemente un pasado que mira y expresa de forma sencilla esa contradicción interna que cada ser humano guarda, la relación con un pasado a veces doloroso o nostálgico pero siempre lejano. Pero aunque es lejano o pertenece a un tiempo y un espacio irrecuperable, es la propia rememoración lo que rescata el hecho del pasado y lo pone en juego dentro del presente del discurso. Esa constitución de la voz manifiesta la característica familiar a cualquier ser humano, porque a todos nos constituye nuestro presente, pero también nuestro pasado, y nuestro futuro. De tal manera el presente es una oportunidad de proyectar el ser en el tiempo, tan extensa como la vida. De proyectarlo sucesivamente, de enfrentar el niño con el joven y luego el joven con el adulto, y a su vez los tres en sus relaciones complejas. La voz poética de Canicas galaxia nos muestra su propia búsqueda, la encrucijada donde confluyen lo que alguna vez soñamos ser, lo que fuimos

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y lo que resultamos ahora en relación con nuestros tiempos pasados, presentes y futuros. Pero esta voz no se complace en sí misma, sino que rescata a sus propios muertos, rememora las “purificaciones, la renuncias, las conversiones de la mirada”, se relaciona con lo que dejó de ser sin visiones idealizadas y ofreciendo una visión desde el presente de una niñez sin purezas, por momentos cruel y siempre desde una forma discursiva que recrea la visión del niño-adulto. Ejemplo de ello es el poema “Para que sea charco tiene que nombrar a otro” donde se afirma “soy yo pero distinto, / porque para mirarse / hasta la última consecuencia, / hay que olvidar / la altivez de la postura erecta”. En este mismo sentido discurre el poema Lo que bien se aprende nunca se olvida donde la voz poética recuerda al niño que fue comenzando por las características de su contexto: me crié en un barrio pobre, / en una casa fea / y amarilla. De allí en más se ofrece una mirada sobre la niñez desde la perspectiva de las preocupaciones propias de un adulto (hogar y alimento). El tono es coloquial y hasta inocuo, matiza la dureza de la infancia y la tensión entre las condiciones materiales y los actos humanos que buscan palearla. La mirada podría ser la de un niño también, dada la asociación inocente, el recuerdo del padre mezclando jalea, la interpolación del discurso de la abuela, las


41 constantes referencias a la madre, ser protector, ponen en el centro de la poética la búsqueda de protección y aprobación propia de un niño. El poema finaliza con una técnica característica de todo el conjunto, el contraste entre la mirada inocentona y una actualización del pasado rematada por una síntesis adulta que desconcierta y rompe el cuadro tan rápido como fue creado dejando al lector apaleado. En tal sentido es de apreciar que la disposición de los versos incrementa el impacto provocado por la ruptura del horizonte de expectativas. Así, por ejemplo algunos versos terminan en preposiciones (como “en”) o en verbos transitivos (como el verbo “hacer”). Estas encabalgaduras y dislocaciones de los versos, el lenguaje fragmentario y la yuxtaposición de imágenes aparentemente inocuas proyectan al lector a ese tiempo y ese espacio en donde el niño existió y soñó. Luego el adulto es quien baja a martillazos a todo el que se atreva a volar. Porque la niñez es un tiempo imperfecto, que suele recordarse despojado de crueldad. Tal idealización hace que se traicione en al ser toda su extensión, dado que no rescata al niño que fue sino que lo sustituye por la necesidad propia de un adulto que no se muestra satisfecho consigo mismo.

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La rememoración Mediante la rememoración el hablante lírico logra ubicar en el tiempo confuso del pasado todo aquello que ya no es o que nunca fue. La voz del adulto es la que rescata las voces muertas que habitan en su ser y es este acto el que redime al conjunto de voces, de contradicciones y renuncias que forman la subjetividad. Así logra Montero Corrales crear una voz capaz de cepillar su propia historia “a contrapelo” para rememorar sus versiones perdidas y actualizar la propia re-evolución individual. Su escritura es una deconstrucción del ser, con la necesaria vista hacia el pasado y a todo lo que en él pueda atizar la braza del niño que aún queda en él. El terreno en disputa es el propio yo, la identidad. Dice Cirlot: “la guerra aparece como el medio para obtener la reintegración del orden original, como un “sacrificio” que repite el cosmogónico. En el plano psíquico sucede exactamente: el hombre debe tender a realizar su unidad interior; entre sus acciones; entre sus pensamientos; y entre unas y otros.” Y en este sentido conviene recordar la frase de Orígenes también citada por Cirlot: Comprende -hombre- que eres otro mundo en pequeño y que en ti se hallan el sol, la luna y “también las estrellas.” Esta lectura que hacemos encuentra sus puntos fuertes en los poemas “Lo que bien se aprende nunca se olvida” y “Canto a las colinas” y


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es sobre todo en este último poema, que cierra el libro, donde encontramos la exposición de las fuerzas en juego “Déjenme solo ahora/ en las colinas de / mi infancia que me piden / recordar, mi hermandad con la guayaba” Y más tarde, refiriendo a la infancia “Quiero mirarla bien / porque esta evocación / pide ser eterna y / a la vez, trascendida”. No es necesario abundar demasiado para establecen una relación simbólica entre la colina, o la montaña y la espiritualidad, la elevación o la superación. Si la espiritualidad es, según Foucault, “las conversiones de la mirada, las modificaciones de la existencia que constituyen, para el ser mismo del sujeto, el precio a pagar para tener acceso a la verdad.” la modificación de la voz poética en Canicas galaxia no solo implica la transformación propia del hablante lírico que en la rememoración enciende las fuerzas internas de sus costados menos encendidos, sino que implica una relación del yo con lo ajeno de una forma familiar, así sucede, por ejemplo cuando alude a “La valija de Walter Benjamin” o el encuentro con “un monje que lee poesía” en el poema “El beso de Hugo Mujica” donde, como en el acto mismo de la redención mesiánica de Benjamin “En ese momento ocurrió dios.”

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Escribir es escribirse En el libro “A ojo de pájaro” el tema de la relación con lo otro también aparece en un poema donde, si bien no queda claro que la referencia sea netamente individual, se ponen en juego la frontera de lo propio con lo ajeno, y es a través de lo ajeno que ahora se logra la redención: Al borde de la extinción El otro nos ha salvado; con la palabra hemos controlado el fuego y el afecto, hemos desbordado la belleza. Nosotros, caídos en esta tierra. Al borde de la muerte, el deseo nos salva...

Si ubicamos este texto junto a Canicas galaxia “lo otro” sería la rememoración del yo caduco, mediante el cual cada individuo logra su propio cambio y su propia espiritualidad, y el deseo la pulsión del eros que empuja hacia la vida en el tiempo-espacio donde confluye el drama del ser, que se busca en su pasado y se proyecta al futuro. Podemos decir que en Canicas galaxia Montero Corrales nos muestra que escribir es escribirse, rememorarse y proyectarse interminablemente, verse en sí y en lo otro y constituir lo propio en lo ajeno, con una mirada que atraviesa tres secciones y tres formas: el heptasílabo, el haiku, y la prosa poética.


43 En Tiempo pasado, Beatriz Sarlo señala que “la historia no siempre puede creerle a la memoria, y la memoria desconfía de una reconstrucción que no ponga en su centro los derechos del recuerdo”. Quien se plantee este problema en el plano individual,

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encontrará en la lectura de Canicas galaxia una forma muy personal de construir relatos a través de una voz que transita la frontera de su historia oficial y su memoria persistente para hacer temblar el presente y con él la vida.

Bibliografía referida Cirlot, J. E. Diccionario de símbolos. Barcelona: Labor, 1992. Foucault, Michel. Hermenéutica del sujeto. Madrid: De la piqueta, 1994. Löwy, Michael. Walter Benjamín: Aviso de incendio. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2002. Montero Corrales, Cristopher. A ojo de pájaro. Guatemala: Magna Terra, 2016. Montero Corrales, Cristopher. Canicas Galaxia. Córdoba: Alción, 2017. Sarlo, Beatriz. Tiempo pasado. Buenos Aires: Siglo XXI, 2005.


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Deportada información sobre Solange Pastorino y su obra

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editorial

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FUENTES, René los problemas de ser y tener

13 MUNIZ, Lucio

páginas de un cuaderno rojo

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SOLÓRZANO-ALFARO, Gustavo Tartamudeos

19

FRANCO, Pablo Esa/s mujer/es PASTORINO, Solange Surcos

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CARDOZO, Wilson Javier Perspectivas de la historia social en la literatura...

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MONTERO CORRALES, Cristopher Para(s)citar manías

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SORRENTINO, Fernando En leturas no conozco... /(cuando el autor escribe...

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enlaces de la primera LSD 2018

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GONZÁLEZ MOREIRA, Damián Canicas Galaxia: O la rememoración poética


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porque la única droga dura es la realidad

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