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DEPORTADA Patricia Silva Ibáñez (Montevideo, 1959). Artista plástica, Licenciada en Artes Visuales, egresada del Instituto Escuela Nacional de Bellas Artes de la Universidad de la República, Uruguay. Se formó en los talleres de los pintores Edgardo Ribeiro (en 1971-72; luego de ganar un concurso de pintura interescolar), Osvaldo Paz (1982-83) y Tola Invernizzi. Realizó varias muestras colectivas e individuales. Fue seleccionada para participar en la muestra itinerante “Las In-Visibles” (Visual Art Resources, de Eugene, Oregón, EEUU, 1996) que recorrió Estados Unidos y, en 2013, para participar de la muestra colectiva itinerante “Por los Derechos de la Mujer y la No Violencia de Género”, que recorre Brasil, Argentina, Colombia y Uruguay. De su variada producción en pastel óleo, se seleccionaron para este número algunas obras de la serie Bares, reproducidas en tapa y contratapa e interiores.

http://lsdrevista.todouy.com correo: revistalsd@gmail.com facebook: lsdrevista.deabrelabios

LSD es una publicación cultural uruguaya. Su Redactor Responsable es Wilson Javier Cardozo (wilsoncardozo@gmail.com). Desde 2017 se edita únicamente en formato electrónico. Invitada especial: Patricia Silva Ibáñez Equipo permanente: Wilson Javier Cardozo, Rodrigo Ferreira, Zenia García Ríos, José Luis Machado, Andrés Moura, Ximena Rosa Caballero. Colaboradores: Jorge Majfud Albernaz, Juan Pablo Moresco, Enrique Nicoletti, Marcelo Sosa Guridi, Eloísa Álvarez, Sofía Michelazzo, Elizabeth Neira.


editorial

con mucho texto y pocas imágenes, al contrario de lo que sugieren los consejeros infaltables; con una selección de obras de arte para divulgar calidad y promover el conocimiento de la plástica uruguaya; descreídos de que solo importa lo que sucedió hace tres cuartos de hora o los temas replicados por la mayoría de los medios masivos de comunicación; preocupados por generar y acrecentar un público exigente y diverso; persistimos, obligados a exponer lo inadvertido, lo desechado, lo que no se recomienda en las páginas pagas o complacientes y, como siempre, reiterándonos en señalar que la única droga dura es la realidad.


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* Enrique Nicoletti (Montevideo, 1974) Autor de “32 ficciones” (ediciones abrelabios, 2003). Premiado (por “El negro y la Muerte”) en el concurso de narrativa histórica “Dr. Pedro Freire” y (por “Ernesto Sánchez”) en el concurso literario de la revista “El sur también insiste”. Asegura que “mientras otros muestran textos frescos, no tengo nada nuevo que aportar; todo lo que hice tiene años de añejamiento. Entretando los temas para escribir están allí, porque vivo esquivándolos para no pisarlos, como baldosas flojas, mientras uno va corriendo bajo la lluvia por la vereda, porque llega tarde a trabajar.” Acceda (en http://lsdrevista.todouy.com/portfolio.html) a “Pastillas para vivir”, una colección de más de cincuenta textos de su autoría compartidos especialmente para el sitio web de la revista LSD. En esa colección están integrados, además de los que aparecieron publicados en 32 ficciones, El negro y la Muerte y Ernesto Sánchez.

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Enrique NICOLETTI

algunas pastillas para vivir

Agradecimiento Sabe que hoy es el último día para ambos. Durante años anheló el momento que está viviendo. Ha perdido todo lo que a un hombre como él le es concedido tener: una guerra, el poder y un gran imperio. Pero cuando amarrado de pies y manos, busca resignado su muerte, sabe también que las vicisitudes de la vida le dejaron algo intacto: la pareja. Tomar el anillo y colocárselo en su dedo, no es una simpleza. Quiere demostrarle su agradecimiento aunque sea en el postrer día. Fue denostado por muchos, pero aún así ella permaneció junto a él. Lo que los demás crean, son vanas conjeturas. Solo ella sabe cómo es realmente y eso le resulta suficiente. La besa en los labios, como de memoria. Entiende que ha malgastado todo su tiempo en digresiones inútiles. El tiempo feliz que pudo pasar con ella lo derrochó. Lamenta no haber tenido hijos. Hubieran sido buenos padres. Los últimos informes recibidos advierten que el ejército ruso está muy cerca. Stalin no ha podido dormir en las últimas semanas. Ha sido su pesadilla durante años. Llegan a la cancillería y se encierran en el búnker. Un hogar, pero al mismo tiempo una tumba. Antes de cerrar la puerta él ordena a los soldados que solo entren cuando sientan el disparo. No otorgará el placer a sus enemigos de verlo cara a cara, ni será presa de la chusma para ser descuartizado y denigrado (piensa en Benito y Clara). Desea una


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muerte digna para ambos, la misma dignidad con la que han vivido todos estos años. No pudo conquistar el destino de muchos hombres y pueblos a través de una guerra, pero por lo menos quiere conquistar el suyo por medio de esta pequeña batalla que hoy libra junto a ella. Dio instrucciones precisas para que luego los incineren. Pretende permanecer en la historia (puede ver la multitud de páginas escritas sobre él). Quizás sea una forma de vanidad llevada más allá de la muerte, pero las cenizas que será contribuirán a perpetuarlo en el pensamiento de mucha gente. Apunta el arma hacia él. Después que la bala se haya disparado y que el veneno pase por la garganta, espera seguir agradeciéndole. Perdido todo (o casi todo), el 30 de abril de 1945 dos personas deciden casarse y suicidarse el mismo día. Se trataba de Adolf Hitler y Eva Braun.


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Gerardo CIANCIO

prólogo a la novela Aimarte de Leonardo Rossiello tan intensa como breve I. “Los lectores de hoy acaso deseen leer historias intensas y breves”, ha escrito Leonardo Rossiello (Montevideo, 1953). Esta nouvelle o novela breve que el lector tiene hoy entre manos, responde a esa suerte de premisa del autor uruguayo que reside, desde hace treinta años, en Suecia. Aimarte es la culminación de ese axioma rosselliano: una historia tan intensa como breve, o mejor, condensada en las secuencias narrativas que apelan al lector con mayor potencia sugestiva y fuerte sostenimiento de la expectativa; un relato apuntalado en una discursividad llana, confortable para el receptor, pero muy cuidada técnicamente. Hoy por hoy, escribir una historia “entretenida” sin caer en la literatura bestsellerista y olvidable, implica un dominio del oficio de narrar, un temple escritural, que no es común, ni es norma. De ahí que este relato confirma la destreza narrativa y la ductilidad en el manejo de un gran repertorio, dentro de las posibles “retóricas” del relato, por parte de la pluma de Leonardo Rossiello. Ya en el prólogo a La sombra y su guerrero, primer trabajo del autor publicado por esta editorial, Heber Raviolo observaba agudamente esta condición poligráfica de Rossiello, el “carácter proteico” de su escritura, la apertura de recursos y las posibilidades que éstos otorgaban a su “variada serie de tesituras narrativas”, en donde “lo realista y lo fantástico, la experimentación con el idioma y el lenguaje llano, el monólogo interior y el apólogo clásico, coexisten y se alternan”.1 Debido a ello, y a la confirmación de estos rasgos en su último libro de relatos Gente rara2 (estupendo friso de cuentos de un autor maduro que nos avisa de la potencia “proteica” del género de mayor tradición y arraigo en nuestra historia literaria), Leonardo Rossiello se nos presenta en el horizonte de experiencias lectoras, como el mejor narrador de su promoción. Me refiero, para acotar este juicio de valor en sus justos términos, a ese contingente de escritores que cuando ocurrió el golpe de Estado de 1973 (Rossiello ya no estaba en Uruguay, pero eso hoy es


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anecdótico), frisaba la edad de veinte años. Grupo, o conjunto, o configuración de narradores que puedo denominar, provisoriamente, como generación escindida. Algunos integrantes de esa generación escindida quedaron escribiendo, con las cotas y límites del caso, en lo que se denominó “insilio”, otros, “insiliados” por fuerza en las cárceles, insistieron, en medio de las condiciones más adversas, en la pasión y el compromiso con la escritura literaria, otros (dentro de los que ubico a nuestro autor), desde el afuera que supone todo exilio, fueron formándose, escribiendo, publicando, arrojados a otras culturas, a otras lenguas, a otras cotidianeidades.

Gerardo José Ciancio (Montevideo, 1962). Máster en Dirección en Centros Educativos (Universidad Complutense de Madrid, 2002); Especialización en Adolescentes con dificultades de aprendizaje (Instituto Magisterial Superior, 1990); Profesor de Literatura (Instituto de Profesores Artigas; 1985); Coordinador de proyectos educativos (ANEP-CODICEN). Autor de los libros de ensayo La crítica literaria integral (1998), La ciudad inventada (1998) y Soñar la palabra (2011). Autor de las antologías Nada es igual después de la poesía. 50 poetas uruguayos del medio siglo (2005) y El amplio jardín. Poesía joven de Uruguay y Colombia (en coautoría con el poeta colombiano Federico Díaz Granados). Autor del manual de literatura Entretextos. Coautor del libro La cultura en el periodismo y el periodismo en la cultura. De Mario Benedetti a Maldoror (2007). Se ha desempeñado como Profesor de Lingüística en Formación Docente y de Lengua Escrita (Universidad de la República) y como docente y tutor de postgrados del Instituto de Educación (Universidad ORT, Uruguay). Obtuvo diversos reconocimientos: en varias oportunidades, el Premio Anual de la Academia Nacional de Letras, por sus ensayos literarios; el Premio César Vallejo de la Biblioteca Nacional de Uruguay y la Embajada de Perú en Uruguay; el Premio Ramón Gómez de la Serna de la Embajada de España y el Instituto de Cooperación Iberoamericana; el Premio sobre ensayos de Jorge Luis Borges por su trabajo Texto y contexto en la epicidad de la poesía borgeana, 1988; el Premio Anual de ensayo literario édito del Ministerio de Educación y Cultura y el Premio “Netzahualcoyotl”, en México, por su ensayo Espacio y paisaje en la poesía latinoamericana. Decenas de sus artículos han aparecido en revistas literarias de Uruguay, Brasil, Argentina, Puerto Rico, Paraguay y Venezuela. Ha participado como ponente en congresos y seminarios en Uruguay, Brasil, España y Suecia.

Para la versión de este prólogo se siguió íntegramente la divulgada por Letralia. Tierra de letras en su edición nº 196 del 6 de octubre de 2008 (https://letralia.com/196/articulo03.htm)


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II. Lo cierto es que la firma autoral “Rossiello” se instala en el campo literario uruguayo contemporáneo (campo desparramado, topográficamente, por la faz del planeta) con nitidez, con una voz y un perfil reconocibles a lo largo y ancho de su producción: cinco volúmenes de cuentos3 (cincuenta relatos incluyen en total esos libros); un corpus de otros cuentos aparecidos en revistas y antologías de Uruguay y otras partes del mundo;4 un volumen de poemas en los que el autor decide ponerse a lidiar con el haikú, la tradicional forma japonesa recepcionada en nuestro continente desde los estertores del Modernismo histórico, y de la que Rossiello sale muy bien parado; una serie de poemas inéditos, de los que afloran algunos en una ya clásica antología de poesía uruguaya en Suecia;5 un caudal de artículos y ensayos de investigación literaria, particularmente en el ámbito del relato decimonónico uruguayo, zona en la que nuestro autor se ha especializado con rigor,6 y especialmente, destaco, una novela que consagra definitivamente a Rossiello en su búsqueda e indagación escritural: La mercadera. Recuerdo haber leído esta novela de Rossiello (la única novela “extensa” que el autor ha publicado) en el invierno del año 2000. En ese entonces, la novela de marras era un mamotreto mecanografiado y encuadernado con un rulo plástico. Estaba ubicada entre más de un centenar y medio de textos narrativos que concursaban por los Premios Anuales en el género, categoría inéditos, que otorga el Ministerio de Educación y Cultura. Luego de leer todos los trabajos, no dudé en apartar uno: La mercadera, de autor inidentificable detrás de su seudónimo. Quedé maravillado, encantado, por la magia destilada en el discurrir narrado, discurrir que acompañé en el viaje de las tres camelleras (en realidad, montan dromedarios) a través del desierto; por la intriga alternada con extensos y ágiles diálogos sobre una gama de temas muy variados; por la austeridad de la prosa y el sesgo de humor que la habita (sesgo, que, por otra parte, está siempre presente en la narrativa rosselliana); por la humana condición de esas mujeres, en un mundo gobernado y estructurado en torno al género femenino; por la ternura que el autor iba mostrando hacia sus criaturas en la estela arenosa de su escritura, esa empatía por sus personajes (otra constante en la producción narrativa del autor de Aimarte), así como por la capacidad sintética del escritor para “maquetear” grandes tópicos en breves líneas: “en el desierto, el tiempo y la


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distancia no eran magnitudes en el papel sino, ante todo, estados de ánimo, actitudes mentales”, reflexiona uno de los personajes.7

III. Luego de más de veinticinco años de praxis en el oficio de relatar historias, Leonardo Rossiello nos ofrece Aimarte.8 Para llegar a esta escritura narrativa despojada, atrapante, cuasi cinematográfica, pulida en sus dispositivos técnicos y en el fluir “natural” de su prosa, el autor asumió su dominio poliforme de la metodología del cuento, su depurada narratividad a la hora de encarar la novela (me refiero a la ya mencionada La mercadera), y, particularmente, llevó una historia posible a cuestas durante años, macerándola, rumiándola con paciencia (otra invariante en la historia de los pre-textos rossellianos). Este proceso, que se dispara a partir de la lectura de una noticia en un viejo periódico, recorre un extenso camino para transformarse en la saga de Volterra atravesando literalmente el mundo para “venderle” una idea, quizá no tan descabellada, pero sí una idea y un destino que lo obsesionan (más allá de intentar convencer a su “cliente” y compatriota, de que un globo aerostático es lo mejor “para fines militares”), al guerrillero y legendario soldado al servicio del gobierno, instalado en la Troya montevideana, José Garibaldi (“el renombrado jefe”, se lo califica en la obra). En la nota que prosigue a la novela, el autor recrea algunos momentos de su búsqueda, de su indagación en las diferentes versiones de la historia, en la prensa, en las tecnologías de un siglo que apostó al “progreso” y a la invención. Destaco, y reproduzco aquí, el hallazgo de lo que podría ser la proto-nouvelle, o, por lo menos, su representación embrional: Uno de los semanarios de esa época es La Mariposa. Periódico semanal de literatura, costumbres, teatros, modas, noticias, crónica interior y variedades. En el número 37, del 23 de noviembre de 1851, en la columna de Variedades, encontré una noticia titulada “Muerte de un aeronauta”. Se contaba allí el fin de un Giuseppe Tardini en las afueras de Copenhague. El italiano había desaparecido en el viento, aferrado a su globo, pero no sin antes haber dejado a salvo a “su hijo de once años, y una joven artista dramática”.


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IV. Los personajes de Aimarte se mueven en un mundo que se está haciendo, que está construyéndose en torno a una Modernidad incipiente, a una voluntad tecnológica y libertaria muy marcadas, a un algoritmo no resuelto en el imaginario de muchos, tensado entre las polos sarmientinos de “civilización y barbarie”. Logias, asociaciones secretas, reuniones para conspirar e imaginar otras realidades políticas y sociales, guerras civiles cuasi globalizadas (como lo fue, por ejemplo, el conflicto bélico desarrollado en el Río de la Plata entre 1839 y 1851, al que se le llamó “Guerra grande”, pero en nuestra escala, podría haberse llamado “Gran Guerra”). No obstante, estas criaturas rossellianas arrastran su pathos amoroso, familiar, sus ideas de realización personal, sus obsesiones más acuciantes, por la faz del planeta (literalmente, la familia de Volterra viaja desde el extremo norte al extremo sur del mundo). El ejemplo más claro, visto en las siguientes palabras desde la perspectiva de su hijo Franco (quizás compatible con el foco del propio lector), es el de Luciano Volterra, “un visionario empecinado que ha cruzado el Atlántico hasta Montevideo, en busca de Garibaldi y de este momento”. El protagonista vive y sueña en función de concretar la construcción de su globo y la puesta en práctica de sus ventajas comparativas en un mundo donde la carrera por mejorar los transportes venía in crescendo: Lo cierto es que los vuelos en globo exaltaban su imaginación de niño y soñó con ser aeronauta desde que tuvo edad para ayudar a mis abuelos con la cosecha de aceitunas. “Algún día yo mismo me haré un globo”, decía.

Me interesa, además, destacar otro sesgo de la escritura de Rossiello, en cuanto a una de sus preocupaciones (y pasiones) como lo es la temática del mar (que desborda la cuentística vinculada a Cabo Frío, esa pequeña ciudad balnearia en la ficción rosselliana). Incluye este extremo, los motivos de la navegación, de los relatos de naufragios, de los diversos tipos de embarcaciones y sus detalles técnicos, de la historia náutica. En esta nouvelle, la minuciosa descripción y las peripecias (no siempre auspiciosas) del viaje entre Copenhague y Montevideo (contemplando la cotidiana vida de la gente embarcada así como los sinsabores y riesgos de los navegantes), vertebran una gran zona del relato que, no me cabe la menor duda, captará al lector hasta trasladarlo al interior de este mundo de ficción que no descuida la configuración, a la interna del relato, de sus referentes históricos.


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Notas 1

La sombra y su guerrero, Montevideo, Ediciones de la Banda Oriental, 1993, p. 6. Este volumen de cuentos ganó el Premio Nacional de Narrativa “Narradores de Banda Oriental 1992”. 2

Gente rara, Montevideo, Torre del Vigía Ediciones, 2006. La polifonía, la poligrafía y la ductilidad de recursos de Rossiello, destacan en este libro de un cuentista en su apogeo. Me interesa, especialmente, atender a su trabajo con la metanarrativa, “Eclipses (edición anotada)”, al formidable relato “La leña no se termina”, contado en dos tiempos narrativos muy bien ensamblados, al “emailero” cuento “La dama ubicua”, a la contundencia alucinada de “El campanero” que abre el volumen, en fin, al ya conocido “La casa de Rasmussen” que apareciera seleccionado en el volumen Cuentos de inmigrantes, Montevideo, Trilce, 1997, pp. 99-119. 3

Solos en la fuente y otros cuentos, Montevideo, Vintén Editor, 1990; La horrorosa tragedia de Reinaldo y otros cuentos, Montevideo, Arca, 1993; La sombra y su guerrero, Montevideo, Ediciones de la Banda Oriental, 1993; Incertidumbre de la proa, Editorial Graffiti, 1997 y una versión online en Editorial Letralia, 1998 (donde no aparece el cuento “Cruces zoológicos”, pero en cambio se incluye “La casa de Rasmussen”); Gente rara, Montevideo, Torre del Vigía Ediciones, 2006. 4

Por ejemplo, señalo, los cuentos “Estado de siglo” y “Cuento para vos” aparecidos en el volumen colectivo como resultado de un concurso literario (junto a un texto de Hebert Abimorad y tres de María España Corrado) intitulado Desde el exilio, Gotemburgo, Casa del Uruguay, 1984. Curiosamente, en el primero de los dos cuentos citados ya hallamos una breve referencia a Cabo Frío, su balneario inventado como referente topográfico de algunas de sus ficciones. Asimismo, en el volumen Contando historia, Montevideo, Cal y Canto, 1995, se registra el cuento de Rossiello “Sangre rota (apuntes para una historia de Santiago)”, pp. 105-122; y en Cuentos fantásticos del Uruguay, Buenos Aires, Colihue Sepé Edicones, 1999, se incluye “Casi todos los juegos”, pp. 231-240, originalmente en La sombra y su guerrero, 1993, cuento que funciona como una poética afantasmada de su obra. 5

Me refiero a 8 antologías personales. Poesía uruguaya en Suecia, Montevideo-Estocolmo, Vintén Editor, 1992. Figura aquí una serie de poemas del autor de marras escritos en la


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década del ‘80, pp. 131-145. Señalo, incluso, el importante trabajo poético que siguen haciendo en Suecia otros dos poetas que figuran en esta antología, y viven desde hace más de 30 años en Gotemburgo y Estocolmo, respectivamente: Hebert Abimorad y Juan Carlos Piñeyro. 6

Se destacan su tesis doctoral La narrativa breve uruguaya. 1830-1880. Formas y direcciones, Gotemburgo, 1990; Narraciones breves uruguayas (1830-1880), recopilación, prólogo y notas de Leonardo Rossiello, Montevideo, TAE, 1990; Las otras letras: literatura uruguaya del siglo XIX (compilación de L. R.), Montevideo, Graffiti, 1990. Amén de su trabajo sobre narrativa vareliana y sus artículos sobre temas vinculados a la prensa, la literatura, la retórica y algunos personajes paradigmáticos en las narrativas decimonónicas. 7

La mercadera, Sydney-Montevideo, Cervantes Publishing, 2001, p. 37. Hay otra edición en Torre del Vigía, 2004. La novela ganó el Primer Premio (categoría narrativa inédita) en el referido concurso del MEC en el año 2000. 8

En 2003 la nouvelle obtuvo en Colombia el premio de Novela Corta Álvaro Cepeda Samudio, y fue publicada ese año en dicho país.

Acceda (en http://lsdrevista.todouy.com/portfolio.html) al texto íntegro de la novela “Aimarte” de Leonardo Rossiello, compartida por su autor especialmente en el sitio web de la revista LSD.


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Teresa Amy (Montevideo, 1950-2017) colaboró activamente con el grupo de gestión cultural abrelabios y, mucho antes que se publicara el libro Muestra de una antología de poesía checa moderna (1945-2000), compartió estos cuatro poemas para que los incluyéramos en futuras ediciones de LSD. La autoría de la antología de referencia es de Petr Král; la selección de la muestra fue obra de Amy y el trabajo de traducción lo realizó junto a Alfredo Infanzón.

Más datos sobre la autora en https://es.wikipedia.org/wiki/Teresa_Amy Y una reseña crítica sobre su persona y obra escrita por el poeta Alfredo Fressia, aparecida en revista La Otra, en febrero de 2017: https://goo.gl/awQtVB


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Teresa AMY

selección de Animales silenciosos (traducción de poemas del checo)

Karel Siktanc (1928)

Pantomima Donde quiera que vaya tu cuerpo pesa sobre el mío como si sobre mí estuvieras muerta. Vivo siempre. Permanecí vivo Como Donatello lo arrastro conmigo de mentira en mentira buscando el alma separada del cuerpo. Quiero dormir. Pero los actores de la ciudad me saludan... y mientras Margarita lo estrangula, Fausto, en su ventana, me saluda. Tiene un gesto tierno sus brazos tajeados hasta el codo están cubiertos de marcas de tu navaja azul pálido.


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Karel Siktanc (1928)

Tierna historia malvada Un gladiolo bordeaux vocifera hendido hasta la pulpa una mueca juvenil naufraga tras el vidrio La alameda se estremece de llantos

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El tractor de plexiglas refleja dos cabezas de espanto Las amazonas erguidas muestran crudamente sus dientes privadas de senos cajas de luz blanquean en diagonal cerca de la oficina de paquetes Una historia tierna malvada Ilustrada tan fielmente por nosotros que por poco enmudece que aquí y allá en colores son como vivientes los dos que en plena plaza del pueblo se saltaron al cuello aún son todo dedos y siguen besándose tememos separarlos por miedo a que puñales surjan de ellos Los pequeños violines de los chicos Un pájaro nocturno flota ciego sobre la calzada ancianos se apretujan en torno a bicicletas de mujer – la desnudez aprende a hacerse rogar a jugar con un bretel caído y una falda alzada Es tarde Derecho sobre el bajo horizonte hacia la explanada y aullando como en el bosque avanza el mundo joven dios hambriento que nadie poseerá Para castigar al angelote del café bajo el presbiterio dos cómplices en las arcadas del castillo guían a su madre soltera


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Las alas del portal

Pavel Petr (1969)

Una rama se rompió sobre la fuente, un humo se levanta de las yeguas, más alto que su corona desnuda las manchas de nacimiento arrancadas dolían ambas alas temblaron la noche prostituta incesante boca llena de verde saliva bajo las hojas oscuras siluetas de las vigas nadie para estrangular en la mansarda, rudas horas durando, en sueños, me quedo al borde del agua, empapándome bajo la lluvia, antes de la penumbra el pájaro voló de una ruina a otra arena en el fondo del vaso

En julio Empiezo mis confidencias. Yo no sé nada. Me quedé dormido sobre la nuca. Estiro inútilmente los músculos de mis brazos. Ahí estás de regreso en la isla. Las olas salpican sobre los bordes dentados. Un charco se agrandaba desbordado bajo la pila bautismal. Moscas en los ojos. Una bóveda negra bajo las uñas. Una cruz quedó sobre la frente, Como después de un visitante sucia, una raya en el borde de la bañera. Pero en absoluto es un mal día, se cierran temprano las sombrillas. Para desayuno, una lunita minúscula de ajo.


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José Luis MACHADO

El tobogán

Ambiente inicial: interior de librería atestada de libros usados. Desorden general. Mostrador con un tobogán de madera que baja desde un agujero que hay en el piso de arriba; junto a él, un intercomunicador. Afuera llueve lentamente. Tarde, apenas después de mediodía. La puerta se abre y entra LADRÓN (35 a 40 años de edad), su estatura sobrepasa los 1.80 m. y es tan extraordinariamente enjuto que produce la impresión de ser aún más alto. Tiene la mirada aguda y penetrante, y su nariz, fina y aguileña como la del prócer, da al conjunto de sus facciones un aire de viveza y de resolución. Viste gabardina, una boina y lentes negros a pesar de la lluvia.

LADRÓN –Buenas tardes. LIBRERO (mirando sobre los anteojos) –Buenas. ¿Puedo ayudarlo en algo? LADRÓN –No, gracias, voy a mirar. (Da una vuelta alrededor de las estanterías) LADRÓN (acodado en el mostrador) –¿Le puedo hacer una pregunta? LIBRERO –Por supuesto, dígame. LADRÓN –¿Por qué se llama “Tobogán” la librería? (LIBRERO -un hombre muy parecido al pingüino de Batman, 60 años o más- señala con el mentón el tobogán que viene desde el piso de arriba).

LIBRERO –Fue idea de mi madre. Ella se queda ahí arriba escuchando música. Y yo por el intercomunicador le pido lo que necesite: un libro, la comida, cualquier cosa. (Comienza a sonar música francesa instrumental)

LIBRERO –¿Ve lo que le digo? Le encanta la música francesa, le recuerda a su niñez. LADRÓN –Ajá; ahora entiendo. Es buena la idea.


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LIBRERO –Y sí, ya está grande para subir y bajar las escaleras, además no escucha muy bien. ¿Está buscando algún libro en especial? LADRÓN –No. En realidad esto es un asalto. (LADRÓN se separa del mostrador y le muestra el caño de la pistola que apenas sobresale del bolsillo izquierdo. LIBRERO no se inmuta, amaga un movimiento de hombros.)

LIBRERO –No tengo un peso, si quiere se puede llevar algún libro. LADRÓN –No, no me entendió, más bien yo no me supe explicar, no lo vengo a robar a usted, voy a robar a sus clientes. Sé muy bien que la cultura no deja mucho. Yo soy del palo. Me voy a sentar ahí al lado de la mesita donde está el ajedrez y a medida que entren clientes los voy robando. No busco problemas. Quédese tranquilo y todo va a salir bien. LIBRERO –Está bien. Pero no lastime a nadie. LADRÓN –Usted tranquilo y no pasa nada. ¿Qué es ese cuartito de ahí? LIBRERO –El baño. Es chiquitito, tiene un water no más. No puedo estar subiendo para mear, usted sabe como está el asunto (irónico). (Entra la primera cliente. Una muchacha muy linda de unos 20 a 22 años. Pelo recogido con una bandana, lentes de color; sexy, con aire despreocupado. Empieza a sonar “Tous le visage de l´ámour” de Charles Aznavour, She).

CLIENTE 1 –Buenas tardes, si se puede decir buenas. (Sacude el paraguas y lo apoya contra el mostrador). LIBRERO –Buenas. ¿Puedo ayudarla en algo, señorita? CLIENTE 1 –Sí. Ando buscando Tótem y Tabú de Sigmund Freud, una edición barata, me lo pidieron en la facu. ¿Lo tiene? LIBRERO –Sí, lo tengo. (Enciende el intercomunicador y le habla a su madre). Mamá, mandame TYT Sigmund Freud. (Pasan unos segundos y desde arriba se desliza una bolsa con el libro adentro. La muchacha se queda sorprendida, nota que hay un hombre sentado allí y lo mira.)

CLIENTE 1 –¿Vio eso? ¡Qué original! LADRÓN (sin pararse) –¡Sí, lo vi! Y ahora dame todo lo que tengas encima: celular, plata, joyas.


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(La muchacha pega un salto, mira al librero y este le hace una seña afirmativa de resignación).

LADRÓN –Librero, hágame un favor, déle una bolsa grande y que ponga todo ahí. (Hace una pausa) Y aparte de eso dele “Rayuela” de Cortázar. LIBRERO –Mamá, mandáme R Julio Cortázar. (Mientras, la muchacha deja todo en la bolsa. Desde arriba se desliza otra con el libro adentro). LADRÓN –Hoy hace cien años del nacimiento de Julio Cortázar, ¿sabían? (LIBRERO y la CLIENTE 1 se miran con cara de no entender nada. Le habla a la muchacha) Metete ahí en el baño y empezá a leer el capítulo 68, pero antes de irte dame la bandana. Soy medio fetichista, ¿sabés? (Las víctimas se miran extrañadas una vez más. Ella toma el libro, le da la bandana estirando el brazo con miedo y se dirige hacia el baño. LADRÓN le besa la mano caballerosamente). Baño. Sonido de encender la luz y de la tapa del inodoro golpeándolo, la chica comienza a leer. Voz en off.

CLIENTE 1 –Apenas él le amalaba el noema… (LADRÓN la interrumpe). LADRÓN –¡Más fuerte! Y no trates de hacer nada por que no contás el cuento. En el baño, la muchacha sentada en el water. Toma desde arriba.

CLIENTE 1 –Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban… (La muchacha continúa leyendo; se escucha en un volumen más bajo. LADRÓN pone cara de satisfacción y le sonríe a LIBRERO, quien menea la cabeza).

LADRÓN –Como le decía, está bueno el sistema, nunca lo había visto antes.


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LIBRERO –¿Sí? Fue idea de mi mamá. Hay maestras que vienen a veces y traen los niños que se divierten pidiendo libros. Mi madre manda cualquiera, total nunca compran ninguno, es solo para verlos bajar del tobogán. Obviamente después me los suben al primer piso. LADRÓN –Ta linda esta música. Aunque a mí me gusta más el blues, sobre todo el jazz, como al maestro Julio, y también escucho algo de lo nuestro. LIBRERO (irónico) –Como Cortázar, que era menos latinoamericano que mi madre. LADRÓN (serio, casi solemne) –Ah, no. Eso es otra cosa. Cortázar es universal. LIBRERO –¿Puedo preguntarle algo?


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LADRÓN –Usted puede preguntar lo que quiera, mi amigo. Esta es su casa. Eso sí, respondo lo que quiera o pueda. LIBRERO –¿A qué se dedicaba antes de esto? LADRÓN (como si ya lo hubiese contado ciento de veces) –Era gráfico y editor. La empresa cerró de un día para el otro y no había dinero para pagarnos, llevaba diez años trabajando ahí. Fuimos un lunes, quisimos entrar a trabajar y no nos dejaron. Después supimos que hasta las máquinas se llevaron. CLIENTE 1 (desde el baño, voz en off) –Ya terminé. ¿Ahora qué hago? ¿Cambio de capítulo? LADRÓN –Leelo de nuevo, un poco más fuerte por favor. CLIENTE 1 (a los gritos) –Apenas él le amalaba el noema… LADRÓN –Pará, pará, no grites. Es Cortázar lo que estás leyendo, no la Biblia en la iglesia. Dale; empezá de nuevo y dale emoción al asunto que me estoy aburriendo. (A LIBRERO) Che… ta jodida la cosa, en serio… no entra nadie (mirando la puerta de entrada) Y usted, ¿qué hacía antes? LIBRERO (como si no lo hubiera contado nunca) –Lo mismo. Vengo de una dinastía de libreros, mi abuelo fue un gran bibliotecario en Francia. A fines de los 30 se vino para acá huyendo de la guerra. Puso una gran editorial, pero mi padre se mandó una gran macana. LADRÓN –¿Qué hizo? LIBRERO –¿Qué no hizo? Le gustaban todas, la timba, el alcohol y las mujeres. Hasta que un día… (LIBRERO calla, como si no quisiera seguir con la historia) LADRÓN –¿Qué pasó? Cuente hombre, que yo no estoy para juzgar a nadie. LIBRERO (rápidamente, como si quisiera vomitarlo) –Fue procesado por falsificación de documento privado. Le cobraba comisiones a una editorial, por ventas que no realizaba. Inventaba direcciones, teléfonos y otros datos de clientes que nunca habían adquirido un libro. Fue procesado sin prisión, pero perdió todo, se entregó a la bebida y poco tiempo después murió. Y nos dejó esto que era lo único que tenía. Libros. LADRÓN –Bueno, pero al menos le dejó algo. A mí, mi viejo lo único que me dejó fueron las marcas del cinto por el lomo. Yo me tuve que hacer solo. Estudié por mi cuenta y leí, leí mucho. Pero igual aquí me ve, en estas pocas, esperando…


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En el interior del baño -toma de frente- la CLIENTE 1 se baja la ropa interior con una mano sin dejar de leer y empieza a orinar. (Comienza “La vie en rose”, Edith Piaf)

CLIENTE 1 –… ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente sus orfelunios. Apenas se entreplumaban… En el interior de la biblioteca, los dos hombres escuchan la música en silencio hasta que se ven interrumpidos por el ruido de la cisterna. Ambos sonríen con complicidad. Se enciende el intercomunicador.

MADRE (voz en off) –Nene, ¿qué querés comer hoy? (LIBRERO señala el intercomunicador como pidiendo permiso para contestar. LADRÓN asiente).

LIBRERO –Milanesas, mamá; gracias. (LIBRERO le hace una seña a LADRÓN como preguntándole si quiere, él asiente). Que sean dos y al pan mamá, s’il vous plaît, que tengo hambre. MADRE (voz en off) –Bueno, en un rato te las mando. LADRÓN –Como le decía, y como decía el maestro, “Swing, luego existo” LIBRERO –A mí me gusta más el rock, los 60, 70, Beatles, Who Rollings. LADRÓN –A mí no me gusta mucho ese tipo de música, lo instrumental es lo mejor. LIBRERO –¿Sí? ¿Y eso por qué? LADRÓN –Como decía Cortázar, “es una música que permite todos los tipos de imaginaciones, es la libertad eso que el jazz alude y soslaya y hasta anticipa”. En ese momento suena la puerta y entra otra persona, CLIENTE 2: hombre de entre 40 y 45 años, de traje, lentes, de maletín, prolijamente peinado, apenas mojado por la lluvia.

CLIENTE 2 –Buenas tardes. LIBRERO y LADRÓN (al unísono) –Buenas. LIBRERO –¿Sí? ¿En qué puedo servirlo? CLIENTE 2 –Mire, ando en busca de un libro sobre economía (el hombre se revisa los bolsillos, saca un papel y lo lee): “La gran crisis de la economía global.


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Mercados financieros, luchas sociales y nuevos escenarios políticos”. Es de varios autores. (LIBRERO y LADRÓN se miran confundidos).

LIBRERO –Lo siento, no vendemos ese tipo de libros aquí. Puedo conseguirlo si sabe a qué editorial pertenece. CLIENTE 2 (con cierta prepotencia) –¿A qué se refiere cuando dice que acá no venden ese tipo de libros? (LADRÓN se para e interrumpe antes de que el librero conteste).

LADRÓN –A que acá solo se vende literatura. CLIENTE 2 –¿Y usted quién es? LADRÓN –¿Yo? Yo soy el que le va a desbalancear un poco su economía. (Saca el revólver y le apunta; el hombre no ofrece resistencia y se encorva perdiendo toda su elegancia y soberbia. Dirigiéndose al librero) Que ponga todo en la bolsa, el maletín también. Y dele “Historias de cronopios y de famas”. LIBRERO (enciende el intercomunicador) –Mamá, HCYF Cortázar. (A los pocos segundos, la madre le manda dos libros de distintas ediciones).

LIBRERO (con una edición en cada mano) –¿Cuál de los dos? LADRÓN –La más barata. Total; es como darle rosas a los chanchos. (Al CLIENTE 2) Busque “Instrucciones para dar cuerda a un reloj” y lea. (El hombre empieza a ojear el libro pero el LADRÓN lo interrumpe) Acá no, vaya al baño, siga la voz de la muchacha. (El hombre se va agachadito buscando en el libro) Espere, sáquese la corbata y déjela ahí. Interior del baño. El hombre entra al baño, ambos clientes se sorprenden, se saludan y buscan la forma de acomodarse.

LADRÓN (desde la puerta del baño y sin dejar de observar los movimientos de LIBRERO) –Déjense de cuchicheos y empiecen a leer. Economista, vos primero; alto claro y sin gritar. Una oración cada uno y traten de no pisarse, ¿tamos?


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(LADRÓN vuelve a sentarse frente al mostrador. Y mira para afuera, mira sin mirar. Toma de la lluvia tras el ventanal. El hombre, dentro del baño, comienza a leer).

CLIENTE 2 (voz en off) –Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. CLIENTE 1 (voz en off) –¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentían balpamar, perlinos y márulos. CLIENTE 2 (voz en off) –No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Interior de la librería. Entra POLICÍA. LIBRERO y LADRÓN se miran. POLICÍA no sospecha nada.

POLICÍA –Buenas. LIBRERO –Buenas tardes. (LADRÓN solo hace un gesto con la cabeza).

LIBRERO –¿En qué puedo ayudarlo? Si es por el bono, ya pagué el mes pasado. POLICÍA –No, no es nada de eso. Vine porque al comisario se le perdió la perrita. LIBRERO –No he sabido de nada ¿Cómo es? (POLICÍA gira y mira al hombre que está sentado en la silla y LADRÓN hace un movimiento de hombros como contestando.)

POLICÍA –Es una perrita chica marrón, viejita, con collar antipulgas, una pequinesa. Traje unas fotocopias. ¿Usted me haría el favor de pegarla en el vidrio de la puerta? Esta cinta de mierda que me dieron no sirve para nada. (LIBRERO le pasa el cintero, como diciéndole hacelo vos. Comienza a escucharse “La Boheme”, Charles Aznavour).

POLICÍA (cuando repara en las voces de la pareja leyendo desde el baño) – ¿Qué están haciendo allá atrás? LADRÓN –Es un taller literario; están leyendo a Cortázar, ¿lo conoce?


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POLICÍA (mientras corta la cinta con los dientes y pega el póster) –No. La verdad que no. LADRÓN –Bueno, está invitado. Cuando quiera se da una vuelta. POLICÍA –Gracias, muy amable. Pero esas son cosas de mujeres. Le aviso a mi señora, cualquier cosa. (A LIBRERO) Bueno, gracias; cualquier novedad nos llaman. (POLICÍA se va sin cerrar la puerta).

LIBRERO (cerrando la puerta, desde atrás del mostrador, con el paraguas de la CLIENTE 1) –Y ahí se va la plata de nuestros impuestos, en busca de una perrita perdida. LADRÓN –Y sí, no pueden ver un ladrón ni en sus narices. Solo hablé un poco sobre literatura y ya le bastó para pensar que era muy afeminado para ser un delincuente. MADRE (voz en off, mediante el intercomunicador) –Van las milanesas. Bon appétit! LIBRERO –Merci, mamá. (Ambos se ponen a comer; LIBRERO sentado detrás del mostrador, LADRÓN sentado frente a la mesita de ajedrez). Interior del baño. Tarde. Desde arriba.

CLIENTE 1 (le grita a LADRÓN) –Disculpe. ¿Puedo salir un rato que el señor tiene ganas de orinar? Interior de librería.

LADRÓN (luego de terminar de masticar y tragar) –De ninguna manera, ya no sos una niñita, date vuelta y que él haga lo que tenga que hacer y sigan leyendo que no estoy jugando. Interior del baño. De perfil, ambos clientes se miran y hacen una mueca como de qué se le va a hacer. Se acomodan y siguen leyendo. El CLIENTE 2 trata de bajarse el cierre y se le cae el libro dentro del inodoro; lo recoge y siguen leyendo.


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CLIENTE 2 –Átelo pronto a su muñeca, déjelo latir en libertad, imítelo anhelante. CLIENTE 1 –Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias. Interior de la librería. Entra CLIENTE 3, una anciana muy abrigada, de lentes, con un chal envolviéndole la cabeza y de bastón.

CLIENTE 3 (mirando todo a su alrededor) –Buenas tardes y buen provecho. LIBRERO y LADRÓN –Buenas tardes, señora. Gracias. LIBRERO –¿En qué puedo ayudarla? CLIENTE 3 –Ando en busca de un libro de recetas de Cordon Bleu, “La Cuisinière Cordon Bleu”, ¿lo tiene? Mi nieta se casa y tiene que aprender a cocinar. ¿Vio cómo son las muchachas hoy día? Se ponen a cocinar y se les quema el agua. LIBRERO –No; lamentablemente no lo tengo. (LIBRERO hace señas a LADRÓN para que no robe a la anciana, pero LADRÓN no le hace caso).

LADRÓN (apuntando a la anciana) –Me va a tener que disculpar, señora, pero esto es un asalto. CLIENTe 3 –¿Un qué? LADRON (gritando) –¡Un asalto! CLIENTE 3 –Pero m´hijo, qué me va a sacar a mí si ni siquiera he cobrado la jubilación. LADRON –Deje el monedero sobre el mostrador. CLIENTE 3 (cambiando de humor, alzando el bastón amenazante y a los gritos) –¡Pero qué hijo de una gran puta! No le tenés lástima ni una pobre vieja. LIBRERO –Cálmese, señora, y haga lo que le dice. (La anciana se calma)

LADRON –Tranquilos, no les voy hacer nada. Librero, dele la otra copia de “Cronopios…” y que se vaya a leer con los otros al baño.


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(CLIENTE 3 se mueve refunfuñando hacia el baño).

LIBRERO (gritando) –A ver vos, economista, buscale “Instrucciones para subir una escalera” que le va a venir bien. Interior del baño. Se encuentran los tres clientes. La anciana saluda, la muchacha se levanta y le da el asiento a la anciana y toma un poco de agua de la canilla. El hombre le explica qué es lo que tienen que hacer.

CLIENTE 2 –Hay que leer, doña, no nos queda más remedio. CLIENTE 3 –Y bue… ¿quién empieza? CLIENTE 2 –Las damas primero… (La muchacha mira a CLIENTE 2 como para matarlo)

CLIENTE 3 –Tranquila, m´hija. Yo empiezo. Interior de la librería. LIBRERO se pone a ordenar unos recibos y LADRÓN mira hacia el baño, mientras escuchan las voces en off de los lectores.

CLIENTE 3 –Nadie habrá dejado de observar que con frecuencia el suelo se pliega de manera tal que una parte sube en ángulo recto con el plano del suelo… CLIENTE 1–Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios… CLIENTE 2–… y de él brotan el aire, las brisas de la tierra, la sombra de una mujer, el perfume del pan… LADRÓN (enderezándose en la silla) –Bueno… me voy. Deje pasar un par de minutos después que me vaya y déjelos salir. ¿Vio? Le dije que no iba a lastimar a nadie. LIBRERO –Sí, es así. Por eso quiero hacerle un regalo antes de que se vaya. LADRÓN (con cara extrañada) –¿Un regalo? Me ha pasado de todo en mis fechorías, pero que me regalaran algo, nunca. LIBRERO –Es un disco, un disco de Los Beatles. (LIBRERO enciende el intercomunicador) En un segundo baja. Un segundo más o menos, ¿qué le va a hacer? (Dirigiéndose a la madre) Mamá, mandame el séptimo disco de Los Beatles.


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(Al instante por el tobogán baja una bolsa; desde su interior LIBRERO saca un revólver y le apunta a LADRÓN, que se sorprende enormemente y no atina a hacer nada más que quedarse parado como estatua).

LIBRERO –Revolver, así se llama el séptimo long play de Los Beatles; debería escucharlo. Se lanzó en el 66, el 5 de agosto, lo sé porque es mi cumpleaños. (LIBRERO sonríe como si fuera un niño) Como dicen los franceses, c’est la vie. Deme el arma, llévese sus recuerditos y la plata de un boleto; lo demás lo deja aquí. Y una cosa más: no le pego un tiro porque a mí también me gusta Cortázar. LADRON –Como dicen los franceses… la confianza da asco… y yo no aprendo más. (El ladrón deja todo, hace una reverencia y se va). Interior de la librería. Se escucha la última lectura de voces en off.

CLIENTE 3 –Llegado en esta forma al segundo peldaño… CLIENTE 1 –… del merpasmo en una sobrehumítica agopausa… CLIENTE 2 –Y allá en el fondo está la muerte si no corremos y llegamos antes y comprendemos que ya no importa. (Comienza a sonar “Non, je ne regrette de rien”, Edith Piaf. Fade out).


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Juan Pablo MORESCO

de Nasha / Animales domésticos

El alarido de Alicia *********

Todo cruza como un torrente de agua sucia que me envuelve y me lleva y soy el agua, sucia, soy el torrente de agua sucia y esa es la dinámica de los días, de una calle a otra, arrastrada a toda velocidad con el ojo de la frente ciego, con el ojo del pecho abandonado en casa, lo olvidé al levantarme, debajo de la almohada. *********

Alguien está allí, en la penumbra, alguien se escucha decir qué soledad, qué miedo, qué distancia, si fuera yo me iría de mí misma, me haría añicos contra el primer camión, la primera persona que pase le robo el rostro, la cara, aquí nadie sabe quién es, lo que hace a penas, aquí nadie sabe nada, nadie sabe… ya ves, te lo he robado. *********

Yo le tiraba una soga y no alcanzaba, la añadía y nada, no alcanzaba, pero qué hondo, qué oscuro, qué sordo el eco de las piedras que demoraban tanto al caer que olvidaba si las había tirado y qué angustia sentir ese vacío tan hondo y tan mío que igual le tiraba cuerdas y más cuerdas, hilos de baba hasta decirme, ta, ya está, lo digo y listo. ********


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Otra vez la repulsión extraña, el rechazo, el no saber por qué, qué esconde detrás de esa máscara, qué mentira es o soy tal vez cansado, se quite la máscara, me muestre su cara, la mía, mi máscara. ********

Todo vuelve en la noche cantado por una rana con la melodía de un grillo la calle pasa por mi cuarto el colectivo debajo de la cama mi abuela me habla me dice que no diga nada. ********

Estaba la mujer cantando, la mujer gritado, la mujer hablando, me decía que no entendía de cosas extrañas, que era eso nada más, lo sencillo, en lo simple está la vida, los detalles son ricos, lo complejo me asusta, le gustaba el ocaso, le gustaban las ostras por más que no las entendiera. Escupió al final: también escribo versos. *********

También escribo versos pero me salen en grupos homogéneos como hermanos de un mismo parto, aunque no sufro casi, no me duele, disfruto de los espacios, el silencio me encanta, en el silencio entierro los que más me gustan. ********

Yo había llorado tanto que se me hundieron los hombros, los brazos, los labios me quedaron blancos, había llorado tanto para hacer un puente de sal y agua, siquiera una cuerda, una soga que me ayudara a retenerlo, a conservarlo junto a mí como había sido siempre, un puente, una soga de agua y sal, y al recogerla la tristeza, la ilusión hecha trizas, solo unos vidrios que sirven para cortarme las ramas, para evitar sentir la culpa de su naufragio. *********

Espaldas. Son espaldas, espaldas como puertas. Cerradas. ¡Ay, si pudiera abrirlas! Penetrar su cavidad, esparcir un puñado de arena en sus pulmones. Rociar con mi salero su corazón desnudo.


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Representación (Lo que parece) Las vacas no piensan. Se reproducen por una inercia vacía, sin razón, bichos esclavos para servir al ser humano. Si se dejaran libres morirían, torpes, inútiles, no sabrían sobrevivir porque su vida es un trance, un breve estado por el que pasan para llegar al plato del hombre. Arruinadas en su esencia no sabrían subsistir como animales salvajes. La costumbre las degradó; el hombre las cultiva, semianimal. Las vacas son animales domésticos. Cuando los helechos entristecen mi abuela les habla y ellos responden. La desesperación de ser vaca. Perverso. Pero las vacas no piensan. *********

Un hombre elástico que se entrena en la arena y sabe estirar su voluntad hasta tocar la orilla de la muerte, puede alcanzar –si la suerte, la economía y las políticas lo ayudan- a tener un trofeo de bronce, plata u oro.

Juan Pablo Moresco (Dolores, Soriano, 1982). Docente de Lengua y Literatura. Algunos de sus poemas integran las antologías “A palabra limpia 11” de la B´nai B´rith y “Poesía del Litoral” de Leonardo Garet. Animales domésticos, su primer libro, acaba de ser editado por el sello uruguayo Yaugurú. Rafael Courtoisie ha comentado que “Animales domésticos no es un bestiario medieval, es un humanario de la modernidad tardía o modernidad líquida, una poética del ser en cuanto cuerpo y a la vez una poética del ánima, una mística de la materia viva. (Moresco) exhibe en este libro una voluntad de nombrar que provoca belleza. Belleza rara, sí, pero cierta. Decir esplendente.” Por gentileza de este novel escritor uruguayo, LSD comparte algunos textos correspondientes a su primer libro e incluso inéditos de su obra “Nasha”.


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Pocos son los que logran trofeos de carne. Entrenar por años el ejercicio maternal del mamífero, imitar el verano y ser un dios generoso, son algunas de las difíciles tareas que debe realizar el que aspire a ganar un trofeo de carne. Y si el clima y la suerte conspiran (o se sobornan) una tarde otoñal el sol cálido puede resplandecer en los azulejos blancos e iluminar el rojo vivo en las vísceras, la tibieza en fuga del vientre; los ecos del pulso de los músculos, ascender evanescentes sobre el mármol blanco o el frío gris del aluminio. En una sinfonía de tripas y tendones el hombre castrará la verdad del animal para siempre. Si uno sabe cultivar la vida, tendrá una cosecha de sangre. *********

El niño acompaña a su padre en la recorrida en camioneta por las calles internas del campo. Son los reyes vivos de un mundo natural que juega a ser parte de ellos, una extensión de sí mismos, su propiedad. (Lejos de los dominios de la ensimismada tierra agreste, nadie es capaz de imaginar lo extenso y amplio que puede ser ese vocablo). Y es que el niño en esas recorridas aprenderá a hacer uso de ese apéndice ganadero, de esa pieza ortopédica arrancada, sin esfuerzo, del cuajo de la herencia vacuna; una pieza ortopédica que se sirve de lo natural para establecer la diferencia. Asombrado, con ojos de niño el niño observa más de un centenar de cabezas de ganado que pastan con tedio fibras secas ovilladas. “¿Quién las trajo, papá?”, “¿Quién las hizo?”. “Las hizo el hombre, hijo”, “La cabeza del hombre las hizo”. Una cabeza de hombre parece ser más que un centenar de cabezas de vacas. Pero las vacas no piensan. *********


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Hotel animal El hotel de las vacas está en el campo. Aglutinadas entre el barro y sus propios excrementos tienen menos suerte que los cerdos que aún viven en pequeñas aldeas anarquistas. Una compleja infraestructura sirve al hotel de la vaca: le transportan los víveres elaborados especialmente, mecánicos de animales revisan a diario los sistemas del animal despensa; cabezas de hombre administran, como místicos del metal, los valores de su presente y de su futuro. (Debido al juicio osado del hombre, las escaleras a las que pueden acceder las vacas solo dan al infierno). Las vacas rumean su desdicha y olvidan el paisaje que se levanta a su lado; balancean sus mandíbulas mecánicas indiferentes de la frescura que entra en su boca anulada de estímulos, vacía de paladar. Lejos de su estancia, de su orbe pequeño e ignorado, en la ciudad del hombre se hunde el infierno de las vacas. Es allí, donde nace el verdadero espíritu del rumiante, donde se la ve hermosa en frascos y carteles, donde sigue inmóvil pero feliz. Complejo “infierno florido” del hombre, donde se la retrata atractiva mientras se pasea con sus vísceras, arrancada para siempre del monstruo impávido que era, fruta de carne dentro de una bolsa plástica donde se reencuentra por última vez con su pasado, descuartizada por las veredas de la ciudad. Quizás, en el plástico de la bolsa, la vaca sigua viva, y en la sangre que dejó el carnicero, se conciban un sueño y una profecía: el augurio metálico del cabeza de hombre y la utopía de libertad del animal dormido.


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Resumen de una entrevista más extensa que tuvo lugar en marzo de 2016 y que forma parte del libro Sin azúcar, planificado para publicación en España por parte de Ediciones Irreverentes. Antes de las 12:30 del mediodía me encuentro en el piso octavo con un grupo de estudiantes japoneses que, con la excitación propia de la juventud, preguntan por la oficina del profesor Noam Chomsky. Se acercan a la puerta y leen el pequeño cartelito con su nombre. Se sacan fotos, muchas fotos con rostros de alegría y sorpresa y luego del breve silencio de reconocimiento, casi místico, se marchan. A sus 87 años, Noam Chomsky mantiene la misma lucidez que cualquiera puede advertir leyendo o mirando un video de los años setenta. Cuando pasa de su tono informal y humorístico a temas relevantes, se convierte en ese pensador grave y preciso que todos conocemos de las conferencias y de otras entrevistas. Su voz murmurante y el filo de su memoria son los mismos. No se trata solo del pensador vivo más citado del mundo y entre Marx, Shakespeare, Aristóteles, Platón, la Biblia, Freud, Hegel y Cicerón, si consideramos a los muertos también, sino que, como Isaac Newton, Galileo Galilei o Albert Einstein, Noam Chosmky es uno de esos pocos individuos que la historia recordará por siglos. En este encuentro, años después de haberlo conocido personalmente en Princeton University y de haber colaborado con él en la organización y traducción de un libro en español (Ilusionistas, 2012) me interesaba más rastrear los orígenes de su pensamiento social. Así que comencé recordando uno de los tantos correos que hemos ido cruzando a lo largo de casi una década. En uno de ellos, yo le comentaba las peripecias de mi hijo en el proceso de adaptarse a una sociedad que es la suya por nacimiento pero con la única particularidad de hablar inglés con un leve acento español. En una oportunidad Chomsky me escribió: “Cuando yo era niño, nosotros éramos la única familia de judíos en un barrio rabiosamente antisemita. Aquellas calles no eran nada divertidas para nosotros, pero mis padres nunca lo supieron. De alguna forma, uno evitaba contarle a los padres lo que nos pasaba por esos días”. Le recordé esta confesión de años atrás para iniciar nuestro diálogo sobre el mundo de aquella época y de sus implicaciones más universales. Lo que sigue es una síntesis de una conversación que se extendió más de lo previsto.


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Jorge MAJFUD ALBERNAZ

Dialogando con Noam Chomsky (MIT, 8 de abril 2016)

Yo crecí en los años treinta y cuarenta y sí, el antisemitismo era galopante. No era como en la Alemania nazi, claro, pero sí que era bastante serio. Era parte de la vida. Por ejemplo, cuando mi padre pudo finalmente comprar un auto usado a finales de los años treinta, solía llevarnos al campo algún fin de semana, y si teníamos que buscar algún motel para quedarnos, primero teníamos que echar un vistazo adentro para ver si decía “admisión restringida”. Eso claramente significaba “judíos no”. Por entonces no era necesario especificar “negros no”, porque era algo obvio. Esto era, de hecho, una política nacional, la cual, como niño, yo no tenía ni idea. En 1924 se había promulgado la mayor ley de inmigración en este país, la cual tenía una cláusula de exclusión de orientales. Hasta entonces, los inmigrantes europeos habían sido fácilmente admitidos, y por eso mis padres entraron sin grandes dificultades a principios del siglo XX. Pero en 1924 todo eso cambió. Aprobaron una ley que estaba dirigida contra judíos e italianos. ¿Todo eso tenía alguna conexión con el Temor Rojo? No, no estaba relacionado con el Temor Rojo… Bueno, tal vez en el fondo sí. Fue enseguida de la seria represión que desencadenó Woodrow Wilson en la


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primera posguerra, una de las más serias de la historia estadounidense. Miles de personas fueron deportadas y prácticamente destruyó sindicatos y diversos medios de prensa independientes. Así que enseguida de todo eso promulgó una ley antinmigrantes. Esa ley estuvo vigente hasta los años sesenta, y esa fue la razón por la cual muy poca gente, muy pocos judíos que huían del fascismo de Europa, especialmente de Alemania, pudieron entrar a Estados Unidos. Hubo casos muy conocidos, como el del Saint Louis, un barco cargado de un millar de refugiados europeos, la mayoría de ellos judíos; la administración Roosevelt les negó asilo y fueron devueltos a Europa. Muchos de ellos terminaron muriendo en campos de concentración. Esas políticas tuvieron muchas otras consecuencias a largo plazo, ¿no? Por supuesto. El movimiento sionista de la época, con su sede en Palestina, prácticamente se hizo cargo de los campos de concentración. Ellos tenían la política de que todo judío de entre 17 y 35 años de edad no debía ser enviado a Occidente sino que debía ser redirigido a Palestina. De hecho, el primer estudio sobre este tema fue publicado en hebreo por un académico israelí llamado Joseph Grodzinsky. La traducción al inglés de este trabajo se tituló Good Human Material (“Material humano de calidad”), que es precisamente lo que ellos querían que fuese enviado a Palestina para su colonización y para un eventual conflicto que efectivamente ocurrió unos años después. Este trabajo no expresa otra cosa que un complemento de las políticas de Estados Unidos para presionar a Inglaterra a aceptar que los judíos se fuesen para allá, a Palestina, para que no vinieran aquí. El británico Ernest Bevin fue muy duro y directo sobre este tema cuando preguntó: “Si realmente ustedes quieren salvar a los judíos, ¿por qué no los aceptan en su propia tierra y por el contrario los envían a Palestina?”

Jorge Majfud Albernaz (Tacuarembó, Uruguay, 1969). Escritor uruguayo radicado en EEUU, donde ejerce la docencia. Arquitecto (UDELAR, 1996), master en literatura y doctorado en Filosofía y Letras (Universidad de Georgia, EEUU, 2008). Premio de Excelencia en Investigación (Excellence in Research Award) de la Universidad de Georgia en 2006 y, en 2013, Faculty Award for Excellence in Scholarship and Professional Activities de la Jacksonville University. Compilador, editor, traductor y prologuista de Ilusionistas, de Noam Chomsky, y de Ventanas de Eduardo Galeano. Invitamos, a quien le interese acceder a algunos artículos y ensayos del autor, a seleccionarlos de entre los centenares que se comparten en https://majfud.org/articulos


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De hecho el mismo presidente Roosevelt, cuando por los años veinte era miembro del directorio de Harvard University, según algunos artículos, consideraba que había demasiados estudiantes judíos en la universidad. Sí. Y el presidente de Harvard, James Conant, bloqueó la llegada de judíos a la universidad, sobre todo impidiendo que los inmigrantes europeos entraran al departamento de química, al mismo tiempo que mantenía buenas relaciones con los nazis. Cuando los emisarios nazis vinieron a Estados Unidos, fueron muy bienvenidos a Harvard. Muchos se escandalizan de la permisividad de Perón con algunos nazis en Argentina, pero no se considera que era algo muy común y más extendido por la época aquí en Estados Unidos; hoy en día nadie está dispuesto a reconocerlo, o simplemente no lo saben… Claro. Aquí, en general, la actitud hacia los nazis no era hostil. Si echas una mirada a los reportes del Departamento de Estado, vas a encontrarte con que en 1937 el mismo gobierno describía a Hitler como “un moderado”, alguien que estaba conteniendo las fuerzas de la izquierda y de la derecha. Para el tratado de Munich, a finales de 1938, Roosevelt envió su principal consejero, Sumner Wells, que regresó a Estados Unidos con unas declaraciones muy favorables diciendo que Hitler era sin dudas alguien en quien podíamos confiar y con quien establecer relaciones. Eso fue a finales de 1938. Básicamente, los nazis eran considerados gente con la cual se podía hacer negocios. Los británicos también tenían sus negocios con los nazis. Ni qué decir con Mussolini, que era muy admirado en su época. Aquí en Estados Unidos hubo figuras de relevancia nacional, hoy casi íconos, como Henry Ford y alguno de los gerentes de General Motors, quienes fueron premiados con la Gran Cruz del Águila Alemana, la mayor distinción del gobierno nazi. Sí, Henry Ford apoyó mucho a los nazis… Los hombres de negocios ayudaron bastante a los nazis, y continuaron haciendo lo mismo a lo largo de la guerra. Incluso fue algo mucho más generalizado que eso. El antisemitismo que uno podía ver a nivel de la calle, ya sea desde la perspectiva de un niño (como era mi caso) o en lugares como Harvard, no difería demasiado de la política que tenía este país por entonces.


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También hubo racismo contra otros grupos marginados del poder. Bueno, hubo una fuerte extradición de indios ya desde el comienzo. Todo bajo la excusa de que “debemos protegernos”; y eso nos viene ya desde la fundación de este país. ¿Por qué ese patrón histórico? Se debe a un extraño mito anglosajón. Thomas Jefferson, por ejemplo, fundó la Universidad de Virginia y en su Escuela de Leyes se estudiaba “Ley anglosajona”, algo muy normal. Ese mito continuó hasta principios del siglo XX, por lo cual cada nueva ola de inmigrantes fue igualmente maltratada hasta que todos nos integramos a la nueva sociedad y nos convertimos todos en anglosajones. Como fue el caso de los irlandeses hasta que fueron “asimilados” en lugar de ser simplemente “integrados”, como correspondería a una sociedad abierta. Los irlandeses fueron tratados de una forma horrible, incluso aquí en Boston. A finales del siglo XIX eran tratados casi tan mal como los negros. Uno podía encontrar letreros aquí, en restaurantes, diciendo: “No se admiten irlandeses ni perros”. Pero finalmente los irlandeses se asimilaron a la sociedad y se convirtieron en parte del sistema político y así tuvimos a los Kennedy, por ejemplo. Por esa época el antisemitismo ya casi había desaparecido en este país. Es decir que podemos ver cambios en algunos casos y, sin embargo, siempre vemos algo que se repite constantemente. Por ejemplo, ahora los judíos son los mexicanos y los musulmanes… Claro, ahora son los musulmanes, los mexicanos o los centroamericanos. Mira lo que está pasando con los sirios. Hay una terrible crisis allá y Estados Unidos prácticamente no ha recibido refugiados de esa zona. Un caso dramático y más cercano es el de los centroamericanos. ¿Por qué la gente escapa de América Central? En definitiva se debe a las mismas atrocidades de Estados Unidos. Mira Boston, por ejemplo, que es donde estamos ahora; aquí hay una considerable cantidad de población maya. Esa gente escapó de Guatemala, donde hubo un genocidio a principios de los años ochenta que fue apoyado por el presidente Ronald Reagan. Dejaron toda una región devastada. La gente todavía intenta irse de allí pero, si la capturan, la regresan. Hace un par de semanas, la administración Obama, la cual ha roto todos los récords de deportación, detuvo guatemaltecos que estaban viviendo aquí… Creo que habían estado viviendo


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aquí por veinticinco años, con sus familias, trabajando en sus negocios… y los deportaron. Esa gente había llegado huyendo del genocidio guatemalteco que nuestro gobierno apoyó. En el caso de Guatemala, la historia de intervenciones tiene uno de sus orígenes en el golpe de Estado contra Jacobo Arbenz en 1954. Ernesto Che Guevara estaba en la ciudad cuando la CIA decidió destruir una de las pocas democracias de la región. Es cierto, básicamente eso empezó en 1954, y luego hubo otras atrocidades terribles, especialmente a finales de los sesenta. Pero lo peor ocurrió a principios de los ochenta, un monstruoso genocidio del pueblo maya durante el gobierno de Ríos Mont. No obstante, Estados Unidos deportó a los refugiados de aquella época. Recientemente la administración Obama ha presionado al gobierno de México para mantener toda esa gente lejos de la frontera mexicana. Algo bastante parecido a lo que están haciendo los europeos con Turquía, para que los sirios que buscan refugio no se acerquen demasiado.


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De hecho, según las leyes internacionales los menores de un país no vecino no deben ser impedidos de cruzar una frontera. Pero estas leyes han sido violadas muchas veces… Lamentablemente, muchas cosas se hacen violando las leyes internacionales. Mira lo que pasó cuando la gente intentaba huir de Haití a principios de los noventa. Por entonces hubo una elección libre y el presidente Jean-Bertrand Aristide ganó. Unos pocos meses después fue derrocado por un golpe militar. Una junta militar corrupta se hizo cargo del poder y Estados Unidos la apoyó, no de forma abierta sino pasivamente. Entonces los haitianos comenzaron a huir del terror de su propio país y las autoridades de aquí los mandaron de regreso y, en algunos casos, los enviaron a Guantánamo. Claro que esto va contra las leyes internacionales, pero el gobierno de Estados Unidos quería creer que se trataba de “refugiados económicos”. Volvamos a los años de su juventud y de su contacto con los anarquistas españoles. Hablemos un poco de la importancia que tuvo la guerra civil española en su pensamiento y en su activismo. Sí, tuvo muchísima importancia… De hecho, escribí mi primer artículo sobre la guerra civil española…


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Por entonces usted tenía once años. Así es. En realidad no fue sobre los anarquistas sino sobre la caída de Barcelona y la expansión del fascismo en Europa, algo que realmente daba miedo. Pero un par de años más tarde comencé a interesarme en el movimiento anarquista. En Nueva York yo tenía parientes… Tenía algunos tíos allá, ¿no? Entonces viajaba desde Filadelfia a Nueva York de vez en cuando. Sí, tenía unos tíos allá y solía quedarme con ellos a veces. Por aquella época, por el área de la Union Square hacia la Cuarta avenida… La Cuarta Avenida y Broadway… Por esa área había muchos inmigrantes españoles que habían huido de Franco. También pasaba tiempo con la gente de Freie Arbeiter Stimme (“La voz de los trabajadores libres”), donde también se juntaban los anarquistas británicos. Entonces yo pasaba muchísimo tiempo en las librerías con los inmigrantes, hablaba con ellos y me llevaba material de allí. Todo eso fue para mí como una escuela, sobre todo cuando escribí sobre la guerra civil española y sobre otros temas mucho después. En mis artículos usé varios documentos que descubrí allí, cuando era todavía un niño, la mayoría de todo eso no había sido publicado todavía. Mucho, al día de hoy, ya ha sido publicado; pero no lo era por aquella época. Por otra parte, fue de aquella prensa de izquierda de la época que aprendí acerca del apoyo de la administración del presidente Franklin Roosevelt al dictador Franco, todo lo cual se divulgó mucho más tarde. Empresas estadunidenses como ALCOA, General Motors y Texaco jugaron un papel importante en la derrota de la Segunda República, un excepcional experimento democrático después de siglos. Muchas grades compañías internacionales colaboraron con los nazis y con Franco mismo. Pero querían hacer creer que no tenían nada que ver y que no estaban informadas. Por entonces hubo un informe en la prensa de izquierda, allá por los años treinta, sobre Texaco, compañía que estaba dirigida por un nazi llamado Torkild Rieber. Este empresario derivó barcos de petróleo de la Segunda República, con la cual tenía contratos, a la falange de Franco. Eso fue informado por la prensa de izquierda aquí, pero el Departamento de Estado negó saber cualquier cosa sobre el hecho, hasta que terminó admitiéndolo años después y ahora podemos leerlo en los libros de historia, de forma que así se suprime el hecho de que este país lo toleró. Por otro lado, la misma administración condenaba estrepitosamente a


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algunas compañías mexicanas por enviar unas pocas armas a la República española. Claro que no podían ver los barcos petroleros enviados desde aquí, y si te fijas en lo que pasaba antes, verás que el petróleo era, por entonces, uno de los recursos energéticos que Franco no podía recibir ni de los alemanes ni de los italianos, lo cual es por demás significativo. Suena muy familiar en América Latina… Bastante. En los noventa, durante la administración Clinton y durante el régimen terrorista en Haití, la CIA había informado al Congreso de Estados Unidos que se había dispuesto un embargo de petróleo para el régimen haitiano, lo cual fue simplemente mentira. Yo estaba ahí. Cualquiera podía ver desde allí las terminales petroleras que estaban siendo construidas mientras los barcos ingresaban a puerto. Luego resultó que el mismo presidente Clinton había autorizado a la compañía Texaco (la misma compañía de la que hablábamos recién) el envío ilegal de petróleo a la junta militar, en un momento que se suponía que se estaban oponiendo a los militares y promoviendo la democracia. La misma compañía, la misma historia.


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¿Crees que la experiencia histórica de los anarquistas españoles, de no haber sido destruida por Franco, pudo transformarse por ejemplo en una tercera opción al estalinismo y al capitalismo occidental? A ver… Los comunistas fueron uno de los principales responsables de la destrucción de los anarquistas españoles. No solo en Cataluña, sino en otras partes: los ejércitos comunistas destruyeron muchas organizaciones colectivas. ¿Cómo pudieron los anarquistas y la República haber evitado la derrota? Es una pregunta interesante. Hubo una propuesta de un profesor italiano, Camilo Bernari, un anarquista italiano que se encontraba en España por esa época, la cual, creo, no es para nada absurda. Él se oponía a una participación con el gobierno, estaba en contra de la formación de un ejército, un gran ejército para luchar contra Franco. Él pensaba que se debía reestablecer el recurso de la guerrilla, la cual tenía una importante tradición en España. Sobre todo al principio del siglo XIX, durante la ocupación francesa… Cuando la ocupación de Napoleón Bonaparte, sí. Según Bernari, lo mismo debió hacerse para resistir la invasión franquista; se debió recurrir a una guerra de guerrillas además de la guerra política. Por esa época hubo una rebelión en Marruecos, liderada por Abd el-Krim (alguien que influenció en las tácticas de Ho Chi Minh y Ernesto Che Guevara); entonces Bernari propuso que los anarquistas debían vincularse con los rebeldes marroquíes para destronar al gobierno, promover una reforma agraria, atraer a la base del ejército moro de Marruecos y, de esa forma, tratar de combatir al ejército franquista a través de una guerra política en el norte de África y de la acción guerrillera en España. Esta opción pudo haber sido la única efectiva para detener al fascismo. Hubo otros casos exitosos de resistencia a través de la táctica guerrillera en el mundo. Hubo casos como, por ejemplo, el de Estados Unidos. Los revolucionarios americanos tenían un ejército, el de George Washington, pero Washington perdió todas las batallas (no podían ganarle a un ejército superior como el británico). La guerra, la revolución americana, se ganó básicamente gracias a las guerrillas, ese tipo de gente que ahora llamamos “terroristas”. George Washington odiaba estas guerrillas. Él quería un ejército disciplinado con sombreros rojos, tú sabes, peleando en la guerra como se supone que los caballeros deben pelear…


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Noam, una de sus últimas teorías fue la del ensamble sintáctico. Una paradoja, si me permites, consiste en que esta particularidad humana ha hecho posible que la gente comparta conocimiento, ficción y emociones pero, por otro lado, también ha hecho posible que la mentira, el engaño y la negación de la propia realidad alcanzaran altos niveles de sofisticación y destrucción. ¿Es esta, la habilidad intelectual más importante de la especie humana, un peligro para su propia supervivencia como especie? La inteligencia humana tiene muchas facetas. Nuestras capacidades lingüísticas son, sin duda, prominentes entre todas las demás. Se podría decir, lamentablemente y sin ningún lugar a dudas, que los humanos hemos creado circunstancias que están amenazando nuestra propia existencia bajo cualquier forma de organización posible, y ya están destruyendo a otras especies a un ritmo nunca visto en los últimos sesenta y cinco millones de años, que fue cuando ocurrió la gran extinción. Las dos mayores amenazas a una sobrevivencia decente son, actualmente, las armas atómicas y la catástrofe ambiental, ambas continúan creciendo. Esta es la razón por la cual el Bulletin of Atomic Scientists ha adelantado dos minutos su famoso reloj del apocalipsis, lo que significa que estamos otra vez más cerca de la medianoche. Aparte de Lingüística, usted dio clases de Humanidades en el MIT. ¿Es la ideología de los negocios o de “los–beneficios-primero” la que ha erosionando una educación más global y crítica? La imposición del modelo de los negocios sobre la educación es sin duda una amenaza. De la misma forma lo es el radical desfinanciamiento de todo lo demás, la privatización y otras prácticas propias del asalto neoliberal sobre la población global, especialmente en la última generación.


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Nuestra conversación se extendió informalmente sobre otros temas. En un ejemplar de la edición original de Syntactic Structures de 1957 (libro considerado por los especialistas como el más influyente del siglo XX en las ciencias cognitivas y uno de los cien más importantes jamás escritos en la historia de la humanidad) me escribió la famosa frase “Colorless green ideas dream furiously” (1) (“Las incoloras ideas verdes sueñan furiosamente”), el equivalente de la formula E=mc2 en lingüística y, más abajo, agregó parafraseando a la anterior, no sin humor- “Revolutionary new ideas appear infrequently” (“Las nuevas ideas revolucionarias surgen infrecuentemente”). Le dejé el tercer volumen de la trilogía Memoria del Fuego, ese clásico de nuestro gran amigo. Chomsky recordó con afecto a Eduardo Galeano, reconociendo que “era un gran escritor”. En el acierto o en el error, estos dos hombres enseñaron a varias generaciones a rehuir de la cobardía de la complicidad con el poder, a no aceptar nunca el síndrome de Estocolmo. Los dos nos enseñaron que historia y memoria no siempre son la misma cosa. Y, por las mismas razones, ambos (como Galileo, como Einstein) fueron odiados y etiquetados en vano como “idiotas”.

(1)

Para mejor comprensión de lo que escribió Chomsky, sugerimos visitar la dirección electrónica: https://es.wikipedia.org/wiki/Colorless_green_ideas_sleep_furiously

Las fotografías que ilustran esta entrevista son gentileza de Sarah Silbiger, Daily Free Press, Boston University.


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Wilson Javier CARDOZO

La masacre continúa

La utopía es no permanecer inmóvil describiendo infiernos. Marcelo Sosa Guridi

Varias aclaraciones. Absolutamente necesarias. El brevísimo poemario sobre el que centraré los comentarios, permanece inédito hasta la fecha. Los textos originales refieren y se generaron, según sé, a partir de fotografías de la guerra de Vietnam (1955-1975) reproducidas por la revista Life en español. En la carpeta que preservó estos materiales mecanografiados del deterioro durante medio siglo, también estaban las imágenes, recortadas de Life, sin más detalle. El poemario Poemas de Vietnam pertenece a Washington Benavides, quien evidencia el dominio de una voz que nombra a su comarca en lo más universal que pueda tener para la comprensión de lo humano; que alude a lo íntimo y cotidiano para referir a una guerra que –sucediendo en Vietman– nos involucró personal y socialmente.

Los fotógrafos En un relevamiento de datos sobre Life en español, surgieron nítidamente las figuras de dos de sus fotoperiodistas más singulares y prestigiosos: uno, Larry Burrows (acaso autor de la mayoría de los registros gráficos de esta nota); el otro, Paul Schütze, autor de “el asesinato en Saigón”, la foto del prisionero del Vietcong que apareció en la edición del 26 de noviembre de 1965; como suficiente nota de la violencia y el riesgo a que se exponían, baste decir que, pocos minutos después de que se tomara esa fotografía en Saigón, un soldado estadounidense asesinó al prisionero de un disparo en la sien.


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Me detendré brevemente en uno de estos profesionales de la imagen por entender que su trabajo es suficientemente abarcativo y simboliza a sus otros colegas. Periodista gráfico y corresponsal de guerra para la revista Life, Larry Burrows (Londres, 1926-Vietnam, 1971), fue uno de los fotoperiodistas más relevantes de la guerra de Vietnam. Cubrió gráficamente las guerras del Congo y de Oriente Medio y decenas de batallas y operaciones del conflicto bélico en Vietnam desde su llegada, en 1962, hasta su último día. Para él, la guerra finalizó el 10 de febrero de 1971, cuando el fuego antiáreo (cerca de la frontera de Laos) alcanzó al helicóptero en el que se desplazaba junto a otros tres fotógrafos (Henri Huet, Potter Kent y Shimamoto Keisaburo). De Burrows solo se encontraron los restos maltratados de una cámara Leica M3. Sus fotografías (en blanco y negro y a color, en un momento en que la fotografía de guerra a colores era muy escasa) aportaron una dimensión humana de la crueldad de la guerra. Pero no se trató únicamente de la aparición del color en las fotografías de guerra (un plus de la verosimilitud para la conmoción del consumidor), sino de la cara del horror de los conflictos humanos. Seguía el criterio que había desarrollado su predecesor más prestigioso, Robert Capa, según el cual “si las fotos no son lo bastante buenas es que no te encuentras lo suficientemente cerca”. Por eso, terminó siendo un fotógrafo atrevido y temerario para cada una de sus tomas. La humanidad de los retratados (soldados y civiles) en muy diferentes situaciones cotidianas del conflicto terminó configurando un cuestionamiento del sentido mismo de la guerra. Se afirma que Burrows representó un hito muy importante en el fotoperiodismo, que se constituyó en el último gran fotógrafo registrando, en libertad, una guerra en constante evolución. Y es que el fotoperiodismo en Vietnamn llegó a sus cotas máximas de libertad de expresión; la carencia de censuras sobre esa labor directa


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permitió la difusión de imágenes que mostraron la guerra con una dimensión gráfica absolutamente infrecuente y sensibilizaron a la opinión pública mundial y, fundamentalmente, a la norteamericana. Para muchos fue el principio y el final del fotoperiodismo libre, la última guerra registrada por los fotoperiodistas. Su serie fotográfica más influyente se tituló One ride with yankee papa 13 (“Un paseo con papá yankee 13”; realizada el 31 de marzo de 1965 y publicada en la revista Life en su edición del 16 de abril de 1965). Ganó tres veces el Robert Capa Gold Medal Award del Overseas Press Group y fue nombrado Magazines Photographer of the year en 1967 por la National Press Photographers Association. A fines de 2011 se presentó (en la Sala de Exposiciones San Benito de Valladolid, España) una muestra de un centenar de sus fotografías: “VIETNAM. 50 años. Fotografías de Larry Burrows”.

La fotografía en guerra Contrariamente a lo que pueda suponerse, la fotografía de conflictos bélicos se remonta a los inicios mismos de la fotografía: Roger Fenton fue quien fotografió, por primera vez, una guerra, la de Crimea en 1855. Quienes estudiaron la evolución de este tipo de documentos de (sobre y en) las guerras, consideran que ya la guerra civil española constituyó un verdadero laboratorio para la fotografía. Allí, profesionales como Robert Capa aparecieron como maestros del periodismo gráfico. Y, aunque la Segunda Guerra Mundial fue, para la experiencia fotográfica, una auténtica escuela formativa, la de Vietnam supuso el fin de la libertad de expresión para los reporteros gráficos. Desde entonces, los diferentes gobiernos controlarían la emisión de fotos, o de cualquier información, referente a los conflictos bélicos. La limitación y vigilancia de la difusión masiva de fotos que mostraran la crueldad del conflicto procuró, de allí en más, disminuir su incidencia sobre la opinión pública.

Los efectos del crimen en nuestros días El ataque masivo indiscriminado no solo no reparó en la supuesta diferenciación entre objetivos civiles y militares sino que tampoco distinguió fronteras nacionales. Para muestra de esa indiferenciación de “objetivos”: en la actualidad, “Municiones sin explotar Laos” (una empresa pública de un país vecino de Vietnam, neutral en el conflicto) tiene por tarea central la limpieza del


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territorio nacional de los artefactos explosivos que le dejaron los bombardeos durante la guerra de Vietnam. Solo en Laos, las municiones sin explotar se estiman en 80 millones (la misma cifra, en dólares, que ha destinado Estados Unidos – como donante– a esas tareas de “limpieza”), la tercera parte de las diseminadas entre 1964 y 1973, y contaminan más del 30% de su territorio. Se reportan, desde finales de la guerra, centenares de víctimas anuales, en su mayoría niños y agricultores. Las municiones sin explotar son fundamentalmente “bombas de racimo”, así llamadas porque los dispositivos donde se empacaron se abrían en plena caída para que se esparcieran por toda la tierra. Son particularmente peligrosas hasta por sus dimensiones –similar al tamaño de una pelota de béisbol–; según los investigadores estadounidenses Jerry Redfern y Karen Coates, “los agricultores pueden confundirlas con rocas, los niños con juguetes.” Redfern y Coates (coautores de Eternal harvest: The Legacy of american bombs in Laos, –”Cosecha eterna: El legado de las bombas estadounidenses en Laos”–) comentaron que, en torno al 2000, el gobierno de Clinton aportó datos de los bombardeos a los gobiernos de Laos, Camboya y Vietnam, procurando ayudarlos en la tarea de ubicación de los artefactos no detonados. Con base en ese tipo de información y con la colaboración de grupos de ayuda, el gobierno de Laos elaboró una serie de mapas que muestran los lugares del país que fueron más duramente bombardeados. Aquella masacre (dos millones de toneladas de municiones arrojadas sobre un país neutral, el equivalente a una misión de bombardeo cada ocho minutos, todos los días durante nueve años) se prolonga en una de las crisis humanitarias de mayor gravedad del mundo actual: más de 50 mil víctimas, entre muertos y heridos, en el último medio siglo.

Estos poemas sobre Vietnam A casi veinte años de sus primeros poemas publicados, cuando dio forma a este libro (1965-1969), Washington Benavides1 ya contaba con una obra significativa en desarrollo; entre otros títulos publicados figura su poemario Las milongas (EBO, 1965), verdadero éxito editorial (para el reducido mercado uruguayo) que sería reeditado en dos oportunidades (1969 y 1973). Poemas de Vietnam, en unos escasos 250 versos distribuidos en siete poemas de estructura variable, es un libro probablemente pensado para publicar (como ahora hicimos con dos de esos poemas) conjuntamente con los registros


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gráficos aludidos en algunos de los títulos: “Meditación del bombardero”, “Texto para una foto de ‘Life en español’”. El ambiente dictatorial de la década de los 70, su correlato de asfixia sobre la vida cultural del Cono Sur americano y el azar, siempre impredecible, permitieron que un trabajo de esta relevancia –que inicialmente involucró a Ángel Rama, uno de los intelectuales más prestigiosos del mítico semanario uruguayo Marcha– recién ahora se divulgue (aunque sea parcialmente) por la revista LSD. Algunos de los textos fueron publicados por Marcha y uno de ellos, “Ding Hung, juglar”,2 fue musicalizado y grabado como chamarra, en 1968, por Héctor Numa Moraes, en su primer disco, del amor, del pago, del hombre/LA ALARMA.3 En ese texto, despojado, brevísimo, se dan pantallazos de una escuela vietnamita después de un bombardeo aéreo; entre los pocos objetos que informan


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del asesinato masivo, quedó un cuaderno de poemas de un adolescente. La narración poética, desde el inicio, interpela al receptor, al punto de concluir desafiante: “ahora olvida, si puedes, olvídala”. Ahora, aparentemente a destiempo, la muestra parcial de esta lúcida obra del poeta tacuaremboense cobra excepcional actualidad cuando se toma conciencia de que aquella masacre continúa.

1

De este singularísimo poeta, abrelabios tuvo el privilegio de ser quien primero editó una obra íntegra para acceso gratuito en internet; así, desde noviembre de 1999 están disponibles los contenidos de Sonetos para un fin de milenio en http://www.abrelabios.com/Docs/edpiratas_milenioBenavides.htm Y, mucho más recientemente, con prólogo del autor de este mismo artículo, el poemario El frasco azul: https://issuu.com/deabrelabios/docs/el_frasco_azul (ambas direcciones electrónicas confirmadas en julio de 2017). 2 La musicalización que produjera Héctor Numa Moraes para ese texto se puede apreciar en https://www.youtube.com/watch?v=cURloksNXSo (dirección electrónica confirmada en julio de 2017). 3 En el siguiente enlace se puede bajar íntegramente el contenido de aquel disco de 1968: http://losquenose.blogspot.com.uy/2010/09/del-amor-del-pago-del-hombre-hector.html (dirección electrónica confirmada en julio de 2017).


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Elizabeth NEIRA

muestra de Poesía reunida

Telegrama

La perfecta libertad El precio de la libertad es ser extranjera siempre. Un ave de paso, una persona extraña, un animal que nadie domará, y que nunca podrá permanecer por mucho tiempo en alguna zona segura, porque la seguridad no le importa. El precio de la libertad, la verdadera, la perfecta libertad es un abismo negro lustroso, atrayente, magnético y dinámico, que no da miedo sino una insistente fascinación.

Mi amor, malas noticias, choqué el auto, quemé la casa, ahorqué a los niños, degollé al gato, me comí al perro, vendí tus cosas y huí con tu hermana menor.


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Antipostal bicentenario En el hall de un lujoso hotel en Londres, un empresario chileno y su par peruano celebran con el mejor champán francés el cierre de un buen negocio. En la frontera, un gendarme chileno detiene a un niño peruano con droga en el cuerpo ambos se apellidan de la misma manera.

Elizabeth Neira (Chile, 1973). Poeta y performer. Ha participado en encuentros de poesía y performance en su país de origen y en Perú, Argentina, México, Guatemala, Honduras, El Salvador, Colombia, Ecuador, Venezuela, Brasil, República Dominicana, Canadá, España y Suecia. Ha publicado en antologías de Chile, Argentina, Perú, México y España. Es autora, entre otros libros, de los poemarios “Abyecta” (editado originalmente por Al Margen Editores, Santiago de Chile, 2003, y ampliamente reeditado en otros países) y “El soliloquio de la Reina” (Ed. Junco & Capulí, Rosario, Argentina, 2004). Ha desarrollado la docencia en talleres en México, Ecuador, Chile y Argentina. Más trabajos de su autoría: http://elizabethneira.blogspot.cl http://videoselineira.blogspot.cl Los textos seleccionados integran el archivo “Poesía reunida” que se comparte íntegro en pdf, por gentileza de su autora, en el sitio web de la revista LSD (ubicar en http://lsdrevista.todouy.com/portfolio.html).


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Soy terrorista Al Mapuche en huelga de hambre

Soy terrorista para el gobierno de mi país porque creo en el espíritu del árbol y del río, porque adoro al sol y no al dinero. Porque no quiero represas en el sur ni energía sucia de sangre que alimente al monstruo mórbido del hipermercado neoliberal. Soy terrorista porque no tengo trabajo estable ni marido, ni contrato, ni chequera, ni cuenta corriente, ni tarjetas de crédito; porque hace años renuncié a la idea de una casa propia, porque no pago impuestos, porque no soy una buena clienta de las casas comerciales, porque ando en bicicleta o a pie, porque tengo un amigo mapuche que me visita en casa, y a quien yo visito. Soy terrorista porque soy mujer y libre, porque digo lo que pienso. Porque no tengo armas, porque creo en el amor, porque ejerzo el poder de mi palabra verdadera, porque no me inclino ante nadie, porque no practico el arte de la genuflexión, porque no ambiciono lo que no me pertenece por derecho propio, porque la pobreza no me asusta, ni me paraliza. Soy terrorista porque para un esclavo la libertad del otro es pavorosa amenaza.


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Los textos que compartimos fueron tomados de Diccionario (ediciones abrelabios, 20162017), poemario cuya versión íntegra en pdf está disponible para acceso gratuito en https://issuu.com/deabrelabios/docs/diccionario-sosaguridi, además de su edición en formato de minilibro-tarjeta (https://issuu.com/deabrelabios/docs/minilibro-tarjeta07). Para dar un contexto adecuado a esta singular obra poética de Sosa Guridi, es muy significativa la opinión de Ignacio Bosque, el lingüista y académico de la Real Academia Española, sobre “Los diccionarios en línea: qué contienen y qué podrían contener” en un curso de la Universidad Complutense de Madrid (17 de julio de 2017). El catedrático, que vislumbra un futuro donde los diccionarios serán electrónicos y personalizables, expresó que “el orden alfabético es una servidumbre del papel.” El tercero de los poemas seleccionados merece unas líneas anecdóticas: en 2015 el poeta se percató de que otro uruguayo plagió íntegramente, además de alguno de sus poemas, textos de muchos otros autores. Una de sus reacciones inmediatas fue denunciarlo en la última línea de este soneto.

Marcelo Sosa Guridi (Montevideo, 1967) Funcionario de la Universidad de la República, cursa la especialidad Literatura en el Instituto de Profesores Artigas. Participó de Juntapapeles (1996), colectivo de poesía y narrativa que inauguró las ediciones del grupo abrelabios. Sus poemas han sido publicados en los sitios de Letralia (http://letralia.com) y elMontevideano (http://elmontevideanolaboratoriodeartes.blogspot.com.uy). Su micrositio en abrelabios: http://abrelabios.com/general/indexmarce.html


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Marcelo SOSA GURIDI

Resignificaciones

arte señores, el arte no puede ser domesticado el arte tiene hábitos y hábitat más allá de museos y catedrales el arte no es propiedad de banqueros y embajadores el arte ni siquiera pertenece a los artistas

mujer como todo diccionario acá hay una trampa: veanse todos los poemas y tampoco alcanza.


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plagio El poema también es artefacto. La máquina de amar de siete alas pide trabajo a pesar de las malas mentiras de los poetas. Un pacto se requiere si respetamos el acto de crear. Nos perforan como balas palabras que no son nuestras. Alas robadas para dar el salto exacto. No podemos firmar lo que otro hizo sin saber que robamos su trabajo. Cierta historia de penas y naufragio fue burlada por un tipo enfermizo de poeta, uno que cayó muy bajo. Don Álvaro Escobar: lo suyo es plagio.

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generación triple cero (G000) La característica de los textos que compartiremos en este espacio es que su autoría corresponde a mujeres adolescentes tecnológicamente nativas. Esa triple condición (género femenino, adolescencia, inmersión en los medios tecnológicos desde el nacimiento) pareciera incidir en una propuesta muy particular de producción textual de inicios del tercer milenio. Por comodidad, acaso por intuición, las agruparemos bajo la denominación de integrantes de la generación triple cero (G000). En esta primera entrega, dan testimonio de esas condiciones creativas de la G000 Eloísa Álvarez y Sofía Michelazzo.

De izquierda a derecha, Eloísa Álvarez y Sofía Michelazzo.


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Eloísa ÁLVAREZ

1:28AM Los susurros del inconsciente contra el espejo del baño son más comunes de lo que la gente cree. Más, cuando el agua caliente de la ducha se ha convertido en fría y tu piel erizada intenta alejarse lo más posible de lo que hay en tu interior. Uno aprende a ignorar esas cosas con el tiempo. Pero, con el tiempo, también muere la paciencia. “Eres débil.” Susurra una vez más, como si no lo hubiese escuchado la primera vez. La mirada oscura resbala por la pared y cae con abandono al suelo helado tal como las gotas de agua y todo aquello que alguna vez fui. “Nadie te ama. Nadie sabe realmente qué eres. Morirás sola.” Estoy desnuda en cuerpo, en alma, en mente, y tengo frío. Estrangulo, con no más fuerza de la necesaria, al cúmulo de energía en mi garganta, el quiebre en la última sílaba de mis palabras, y muere, muere bajo mis heladas manos. Estas se extienden, remueven el blanco del espejo, buscan con decisión y odio aquello que más temen: la mirada que hay detrás. Los ojos oscuros se encuentran, idénticos. Un par vacío, llenos de desprecio, al otro lado del cristal. Los otros, indescifrables. “No.” La corta respuesta nubla aún más el espejo. Mi aliento se ha vuelto cálido. Algo dentro de mí comienza a hervir. Algo dentro de mí arde. Mis huesos son leña, y mis entrañas yescas, y mi sangre gasolina. Mis palabras son fósforos, y si hay alguien que me conoce soy yo y sé que no dudaré en prenderlas y tragármelas para que arda mi interior.


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“Tú no eres mi reflejo.” Del otro lado mi mueca se retuerce, se desfigura, ríe, pero sé que miente. Puedo ver miedo en sus ojos, el frío que le rodea. Conozco cada una de mis interminables caras pero sé que la que soy ahora es la real. Dentro de mí hay bestias que quieren salir. Dentro de mí hay bestias que ahogo para sobrevivir. Dentro de mí hay bestias que quieren respirar con mi nariz, caminar con mis piernas y hablar con mis labios. Dentro de mí hay bestias que arañan mis costillas para salir. “Yo te conozco, Miedo.” Mis nudillos encuentran llenos de furia la mejilla del miedo y la mentira, partiendo su oscuro rostro de cristal, borrando de ella la ilusión de mi piel. Una, y otra, y otra vez. Duele, como agujas en mis huesos, pero el dolor es algo que hace mucho ya no me detiene. “Ya no puedes controlarme. No más.” El miedo se retuerce, agoniza, y se desintegra bajo mis manos heladas, mis oscuros ojos y mi alma de hoguera. Soy la fina línea entre mi vida y mi muerte, soy cada una de mis batallas y mis victorias. Soy lo que resurgió de las cenizas de lo que alguna vez fui. Soy la ira y el amor que rugen en mi interior. “Nunca más.” Repetí para mí misma, en la soledad del helado baño. Mis manos encuentran mis hombros, abrazando mi piel, que por fin, volvía a ser mía, y solo mía. “Nunca más.” Lloré.

Eloísa Álvarez (Montevideo, 1998). Es una de las más jóvenes colaboradoras de la revista LSD. En su micrositio personal (https://www.wattpad.com/user/EFAlvarez) afirma: “Escribir e inventar historias ha sido lo único que me hace feliz desde que tengo memoria, y también mi forma de sobrevivir. Porque, seamos honestos, ¿a quién en este mundo le gusta su realidad?”


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Sofía MICHELAZZO

De prados muertos y flores secas Tenía quince años cuando te encontré. En aquel momento no sabía tu nombre, pero tampoco necesitaba conocerlo. Me bastaba con ver tu sonrisa de forma levemente acorazonada para adjudicarte uno y mil adjetivos que encendían las luces de mi cabeza y arrastraban tu imagen cada vez que los escuchaba. A veces te llamaba “paz”, “arte”, o simplemente, “amor”. Ya ves que así me ponía tu presencia, como en una densa nube que no era capaz de despejar (jamás me detuve a pensar en las desventajas de verme envuelta en una niebla que no me permitía ver hacia delante). Pero, dime, ¿cómo puedes ver el prado cuando tienes la flor más bella justo frente a tus ojos? Y es que eras como una rosa. Hermoso (pero también temible). Con cautela traté de tocarte, confiada, creyendo que no ibas a pincharme. Pero cuando mis dedos rozaron aquella primera pequeña espina me di cuenta. Ah, qué gran mentiroso te habías vuelto. Un maestro en el arte de disimular. Tan bueno que me permití pasar aquello por alto y tragué mis amargos sollozos. Había sido sólo un pequeño pinchazo, al fin y al cabo. Nada que no fuese a sanar con rapidez, nada que fuese a dejar cicatriz. Mamá dijo que tú también me querías, que así me lo mostrabas. Y le creí, por supuesto. ¿Cómo iba yo a dudar de ella? ¿Cómo iba yo a dudar de ti? Entonces me miraste con tus ojos tristes. Y te apreté la mano y supliqué que no te fueras. ¡Te había perdonado por todo! ¡Me habías herido pero no importaba! ¡Me habías herido porque me amabas! ¡Lo entendía, lo entendía! Tu agarre en mi palma fue firme. Me clavaste las uñas, pero no me quejé. Estabas enojado, lo comprendo. No tendría que haber dudado de ti. Eras el único objeto de mi vivir, lo único que mis pupilas ansiaban ver cada mañana al despertar y cada noche antes de dormir. ¿Qué iba a hacer si te ibas, si me dejabas sola otra vez?


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Recuerdo que me lo dijiste aquel día: que sin ti no soy nada así que debo confiar. Y yo asentí mientras era capaz, apenas, de mantener nuestros dedos entrelazados, el dolor y el cansancio abriéndose paso por mi cuerpo. Me animé a mirar mi brazo. El color rojo se extendía en toda su longitud, como si el fuego en tu mirada hubiese llegado a correr por mi piel. Pero de seguro me lo estaba imaginando. Tú no podrías haberme hecho aquello. Tú, que eras una flor hermosa. Tú, que tantas veces me habías acunado en tus brazos. Tú, que habías dicho que me amabas. A mí, que te adoraba con fervor. Entonces vi el primer pétalo marchito. Y te pusiste tan triste. ¿Te dolía mucho? Lamento no haber podido entender. Te enfadaste tanto conmigo que empecé a creer que no era buena para ti. No te merecía. Pero entonces me gritabas. Golpeabas mi alma, destrozabas mi buen espíritu, lo dejabas reducido a un amasijo de amargura. Pero estaba bien, porque entonces calmabas mi ardor con tus besos. Nunca me besabas tanto como aquellas veces. Y era dulce, dulce, pero tan amargo a la vez. Porque me amabas. Por supuesto que me amabas. No te hubieses molestado tanto si no lo hicieses, si no hubiese sido yo tan importante para mí como tú lo eras para mí. Me dijeron que de eso se trata querer. Que duele mucho, pero que el dolor se va. Que si no se padece con pesar, es que entonces no se está sintiendo nada en absoluto. Por eso te dejé consolarme todas esas veces en las que tu furia picaba aún en mi piel, te dejé estrecharme y susurrarme tus verdades al oído. Debían convertirse ellas en las mías también. Antes me matabas con tus acciones tiernas, tus sonrisas deslumbrantes y aquellos pequeños gestos que sólo yo parecía ser capaz de ver. Aquella manera tan peculiar que tenías de pasarte la mano por el pelo, o de presionar el lóbulo de tu oreja cuando tenías muchas ganas de echarte a reír pero no parecía adecuada la ocasión.

Sofía Michelazzo (Montevideo, 2002) es estudiante de Secundaria. Participa, desde 2014, en el “Taller de la Valija”, coordinado por la escritora y dramaturga Malí Guzmán. El texto que compartimos obtuvo el tercer premio en el concurso literario “José Enrique Rodó” 2017, organizado por el Colegio Sagrada Familia de la ciudad de Montevideo, Uruguay.


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¿Cuándo fue que tus encantos se enroscaron alrededor de mi cuello con tanta indiferencia? Y no sé si los ojos sin vida eran los tuyos o si aquel cristal de muerte era a través del cual yo observaba tu cara indiferente. Y no sé si las manos frías eran las tuyas o se trataba de mis dedos helados. Pero quiero que sepas, amor mío, que lo he intentado todo por no fallarte. Las lenguas se desatan y hablan mal de ti, pero no les creo. Sólo yo sé que me amas como nadie y aún eres cálido. Aún no sé dónde estoy, si te escribo o sólo te pienso con mi tinta invisible. Dicen que morí. Dicen que me mataste. Pero no entiendo a qué se refieren, cariño. Si sigo viva en tu cabeza todos los días estoy segura de que no necesito el oxígeno que te regalé aquella noche. Quiero que seas el aliento que respiro, que te embebas de mis suspiros. Incluso si duele, es dulce. ¡No me dejes! ¡Seré mejor, así que vuelve! Prometo que diré a todos que me dejen en paz. No necesito sus visitas y palabras agrias de perdón, si te tengo a ti. No necesito su rabia y arrepentimiento ni que me digan lo horrible que eres, porque aunque estés seco, para mí seguirás siendo la flor más bella que pudo haber nacido en mi prado muerto. Aún te espero cada noche sentada en este frío trozo de cemento. Todos han venido a verme. Mis amigos lloran, papá murmura incoherencias mientras se agarra la cabeza y mamá me perfora con su mirada impasible. ¿Sabes? Creo que ella es la única que entiende que es mi culpa. Que tú solamente querías que fuera mejor, una mejor mujer, una mejor compañera de alma para ti. Lo siento. Perdóname por no haber sido suficiente, amor mío. Debería haberte escuchado. Pero prométeme que volverás. Vuelve y cuéntame un secreto al oído, murmúrame una historia que no haya oído antes, llévame lejos de aquí con tu voz cautivadora. Háblame de todo lo que deberíamos haber sido y no fuimos. Grítame si es lo que deseas, sacude mi voluntad, quiébrala si pararte sobre ella te hace alzarte más alto que todos los demás. El disfrute en tu mirada será el pegamento que una mis piezas rotas. Sólo tú puedes arreglarme… Son las 2:09 y mi mente te piensa, mis ojos te ven reflejado en la bruma de mis recuerdos. Y es que no has cambiado nada. Aún eres ese muchacho de ojitos brillantes y sonrisa acorazonada. Pero tú también estás roto. Ahora que vas de su mano, espero que ella descubra también lo maravilloso que eres.


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El proyecto “Cartagena: de viva voz” es una iniciativa del Festival Internacional de Poesía en Cartagena, surgida a partir de su edición 2017. Comparten esfuerzos para este emprendimiento: el taller de poesía Siembra (de Cartagena, Colombia) y el grupo de gestión cultural abrelabios (de Montevideo, Uruguay). Consiste en divulgar, para acceso gratuito, en este canal de youtube específicamente previsto para esos fines, archivos de audio y/o de video con lecturas e interpretaciones de poemas, por sus autores o por terceros. Para disfrutar de los trabajos ya disponibles: http://abrelabios.com/festivalpoesia.html Participa, envía comentarios o sugiérenos materiales a nuestro correo electrónico: canalFIPCA@gmail.com


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enlaces compartidos en la última LSD de 2017 sobre la vida y producción artística de Osmar Santos http://www.osmarsantos.com.uy centenares de artículos y ensayos de Jorge Majfud https://majfud.org/articulos Carlos Liscano / Conversaciones con Valent En http://lsdrevista.todouy.com/portfolio.html Germain Droogenbroodt / El camino En http://lsdrevista.todouy.com/portfolio.html información sobre José Luis Machado http://abrelabios.com/indexjose.html programa Periscopio, Canal 5 (Montevideo, Uruguay) / Entrevista a Numa Moraes http:// youtu.be/F9J-w_QS2Kw diario El Pueblo (Salto, Uruguay; 27/10/11) / Entrevista de Yamandú Leal a Numa Moraes http://www.diarioelpueblo.com.uy/interior_salto/hector-numa-moraes-uncantautoremblematico-del-norte-uruguayo-estuvo-en-el-festival-del-jovenrural.html “Estoy volviendo” poema de Mario Barité musicalizado http:// youtu.be/4Msx8PipS8Y Las canciones del taller (Sondor-UDELAR) https://myspace.com/tallerdecanciones/music/songs http://www.bienestar.edu.uy/medios/las-canciones-del-taller-vol-1 http://intercambiouruguay.wordpress.com/2010/12/01/numamoraeswashington-benavides-y-mario-paz-2009-las-canciones-del-taller volumen II de Las canciones del taller (Sondor-UDELAR) http://www.bienestar.edu.uy/medios/lascanciones-del-taller-vol-2

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Zenia GARCÍA RÍOS

gato fasero De la serie “gato fasero” (gato “compadrito”) integrada por registros fotográficos efectuados en el Hotel Artigas de Minas de Corrales, Rivera, Uruguay, 2017.


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Deportada información sobre Patricia Silva y su obra

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editorial

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NICOLETTI, Enrique algunas / pastillas para vivir

7

CIANCIO, Gerardo Aimarte, tan intensa como breve

15

AMY, Teresa selección de Animales silenciosos

19

MACHADO, José Luis El tobogán MORESCO, Juan Pablo De Nasha / Animales domésticos

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MAJFUD, Jorge Dialogando con Noam Chomsky

49

CARDOZO, Wilson Javier La masacre continúa

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NEIRA, Elizabeth muestra de Poesía reunida

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SOSA GURIDI, Marcelo Resignificaciones

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ÁLVAREZ, Eloísa / MICHELAZZO, Sofía Generación triple 000

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enlaces LSD 2017 GARCÍA RÍOS, Zenia

70 gato fasero


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