Oficio revista de historia e interdiciplina

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vol. 1, núm. 1 / octubre, 2013

e Interdisciplina

CONTENIDO Escritorio

Oficio. Revista de Historia e Interdisciplina. Concebida como un nuevo proyecto editorial que da cabida a diferentes temas sociales en perspectivas que incluyan de algún modo visiones diacrónicas de los asuntos tratados y que se ha planteado alcanzar estándares internacionales de calidad exigidas para las revistas de Ciencias Sociales y Humanidades. Su aparición será semestral y está abierta todo el tiempo a la recepción de artículos, reseñas, y documentos comentados. La fecha de cierre para cada número será el 1 de mayo (número de otoño) y el 1 de noviembre (número de primavera).

Vol. 1, núm. 1 / Octubre, 2013 ISSN: en trámite Oficio. Revista de Historia e Interdisciplina es una publicación semestral del Departamento de Historia, de la División de Ciencias Sociales y Humanidades, Campus Guanajuato. Editada y distribuída por la Universidad de Guanajuato a través de la División de Ciencias Sociales y Humanidades en Lascuráin de Retana núm.5, 4º piso por elevador, centro, c.p. 36000, Guanajuato, Gto., México. Las instrucciones para los autores que deseen enviar contribuciones para su publicación, las encontararan al final de cada número. Las opiniones expresadas por los autores no reflejan necesariamente la opinión del editor de la publicación.

Presentación César Federico Macías Cervantes Importancia de la infraestructura documental para la práctica profesional de la Historia Guadalupe Curiel La arquitectura como escenario del poder en Cañada de la Virgen* Francisco Javier Martínez Bravo Leona Vicario, personaje femenino de ficción histórica y literaria Ana María Alba Villalobos El “adversario desleal a España”: el debate de Francisco Bulnes y Carlos de Olaguíbel sobre la segunda guerra de independencia de Cuba Rogelio Jiménez Marce Entre el llano y el estadio. Visión histórica de los espacios deportivos en Guanajuato en la primera mitad del siglo xx César Federico Macías Cervantes

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Estante Reseña: Sobre Algunos métodos y fuentes para la investigación histórica de Graciela Velázquez Delgado Miguel Ángel Guzmán López Reseña: Un lugar entre los santos. Variaciones diacrónicas y usos políticos de la santidad en las crónicas franciscanas de la Nueva España del siglo XVIde Javier Ayala Calderón Dra. Mariana Terán Fuentes

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Consejo editorial

Directorio Institucional

Miembros internos:

Rector General Dr. José Manuel Cabrera Sixto

Dra. Ana María Alba Villalobos Universidad de Guanajuato

Secretario General Dr. Manuel Vidaurri Aréchiga

Dr. Miguel Ángel Hernández Fuentes Universidad de Guanajuato Mtro. Francisco Javier Martínez Bravo Universidad de Guanajuato Dr. César Federico Macías Cervantes Universidad de Guanajuato

Secretaria Académica Mtra. Rosa Alicia Pérez Luque Director de la División de Ciencias Sociales y Humanidades Campus Guanajuato Dr. Javier Corona Fernández Director del Departamento de Historia Dr. César Federico Macías Cervantes

Directorio Editorial Director de la revista Dr. Francisco Javier Martínez Bravo

Miembros externos: Dra. Agapi Filini Colegio de Michoacán Dr. Francisco Javier Meyer Cosío Universidad de Querétaro

Edición Lic. Flor Esthér Aguilera Navarrete Corrección Ricardo Yépez Diseño editorial, de portada y maquetación Martha Graciela Piña Pedraza


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Presentación

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l proyecto Oficio. Revista de Historia e Interdisciplina empezó a configurarse hace ya algunos años en el seno del naciente Departamento de Historia de la Universidad de Guanajuato. Inicialmente se pensó en una revista digital, la cual tuvo un lanzamiento “piloto”. Sin lugar a dudas que la experiencia nos sirvió para reflexionar sobre los procesos que nos llevarían al resultado esperado. Se ha trabajado durante meses en los diferentes elementos que den lugar a una publicación periódica que tenga bases sólidas para que en el mediano plazo pueda ser un punto de confluencia para los académicos de las ciencias sociales y las humanidades que adopten a la historia como eje analítico. El Departamento de Historia de la Universidad de Guanajuato, ofrece de esta forma un espacio para el diálogo y la reflexión entre la historia y demás disciplinas, un lugar para el enriquecimiento del conocimiento de nuestra sociedad y a través de esto, el enriquecimiento mismo de nuestra sociedad. Autores y lectores podrán encontrar en nuestras páginas (dos veces al año) un espacio tanto plural como riguroso que esperamos crezca en la participación de colegas de diferentes latitudes y culturas; iniciamos una travesía que sin duda nos ha de llevar por diversos mares pero que a fin de cuentas, estamos seguros, será para el crecimiento de todos. César Federico Macías Cervantes Director del Departamento de Historia Universidad de Guanajuato

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Importancia de la infraestructura documental para la práctica profesional de la Historia

Guadalupe Curiel Instituto de Investigaciones Bibliográficas Biblioteca y Hemeroteca Nacionales

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Recibido: 28 de septiembre de 2012 Aceptado: 5 de agosto de 2013

l presente artículo, versión textual de la conferencia magistral dictada en el marco de las X Jornadas de Historia, de la Universidad de Guanajuato en 2012, revisa el proceso de establecimiento, institucionalización y desarrollo de los repositorios formales que resguardan el patrimonio documental de nuestro país, así como los acervos bibliohemerográficos cuya diversidad cronológica, ideológica y temática es testimonio del devenir histórico de México. En este sentido destacan la Biblioteca Nacional y la Hemeroteca Nacional de México, los acervos más ricos con que cuenta el país y que forman parte del conjunto de bibliotecas y hemerotecas en el territorio nacional, infraestructura que ha contribuido a la socialización de la práctica de la investigación histórica documental y bibliohemerográfica. La vanguardia en esta labor constructiva la detenta el proyecto Biblioteca Nacional Digital de México, que junto con otros repositorios digitales permiten -y permitirán de manera cada vez más eficiente- el acceso remoto a estos recursos.

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1. Introducción Aparejado al proceso de profesionalización de la historia surge la necesidad, para sus practicantes, de contar con la infraestructura más adecuada para su desarrollo y entronización en el entorno del conocimiento científico. Herramientas, métodos y fuentes documentales forman parte de esa infraestructura, de ahí la importancia de la existencia de variados repositorios documentales, que bien organizados y disponibles para su consulta, servirán de base para construir el andamiaje que dé sustento a las investigaciones de índole histórica que no puede faltar y que exige la práctica profesional de la historiografía. En este sentido, y para fortuna del gremio, México es uno de los países que se caracteriza por disponer de una buena cantidad de acervos bibliohemerográficos y documentales, entre los que destacan tres nobílisimas y añejas instituciones: la Biblioteca Nacional, la Hemeroteca Nacional y el Archivo General de la Nación, que en su conjunto suman y representan el patrimonio escrito más rico, valioso e importante producido en nuestro país.

2. Antecedentes Como es bien sabido, el año 1867 guarda para todos los mexicanos un enorme significado: el triunfo definitivo de los ideales republicanos, derivado de ello, el país daba inicio a una etapa de estabilidad, y diversas iniciativas políticas, sociales y culturales vieron al fin la luz. Entre éstas últimas, destacó el establecimiento, mediante decreto presidencial, de la Biblioteca Nacional de México, dependiente entonces del Ministerio de Instrucción Pública. Tras varios avatares, la Biblioteca Nacional fue por fin inaugurada por el general Manuel González en 1884, teniendo como sede el regio ex templo de San Agustín, que comenzó a recibir, provenientes de los conventos incautados, los materiales dispuestos por el gobierno juarista para integrar su Fondo de Origen. Poco a poco, dicho repositorio vio acrecentar su acervo, al cual se fueron incorporando también múltiples fascículos de publicaciones periódicas, que después de algunos años de coexistencia con los volúmenes de la Biblioteca, dieron forma a una rica colección de prensa periódica, en su mayoría mexicana, que con el transcurrir del tiempo fue desarrollando una estructura propia hasta convertirse, en 1944, en Hemeroteca Nacional de México, destinando al ex templo de San Pedro y San Pablo para su establecimiento.

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Sin embargo, hay que mencionar que años atrás, en 1929, al conseguir la Universidad Nacional su autonomía, la Biblioteca Nacional, que hasta entonces dependía de la Secretaría de Educación Pública, así como su materiales hemerográficos, pasó a formar parte de la recién reconstituida Universidad, manteniendo su asiento en el ex templo de San Agustín, para continuar cumpliendo con sus funciones primordiales de custodiar, preservar y difundir el patrimonio bibliohemerográfico nacional. Bajo custodia de nuestra Universidad, en 1959 se reinstalaba en la Biblioteca Nacional el prestigiado Instituto Bibliográfico Mexicano, con el fin de reforzar sus funciones, cuyos miembros fundadores, Agustín Millares Carlo, José Ignacio Mantecón, Manuel Alcalá, Ernesto Mejía Sánchez, Guillermo Fernández de Recas y Mauricio Muñoz Rivero, se plantearon como objetivos fundamentales: la formación y publicación de la bibliografía nacional; la coordinación de las labores bibliotecológicas del país; la reedición de las bibliografías nacionales retrospectivas; la edición de bibliografías especializadas y otros repertorios de publicaciones, así como la tarea de recopilar la bibliografía mexicana del siglo xix, labores de investigación que señaladamente otorgaban a la Biblioteca Nacional la responsabilidad de órgano bibliográfico nacional. Entre las varias mudanzas experimentadas por esta noble institución, merece la pena mencionar aquella que por disposición de la unam la llevó a depender de la Coordinación de Humanidades, según la Ley orgánica de la Universidad de 1945. Posteriormente, justo en 1967, dentro del marco conmemorativo de los cien años de la fundación de la Biblioteca Nacional, fue creado, por acuerdo del Consejo Universitario, el Instituto de Investigaciones Bibliográficas, que incluiría “tanto al personal encargado del desarrollo de las investigaciones como a los lugares en que éstas se llevan a efecto y que son la Biblioteca Nacional y la Hemeroteca Nacional”.1

3. La Biblioteca Nacional y la Hemeroteca Nacional, sus colecciones Con la finalidad de conocer el corazón de estos dos destacados repositorios, enseguida haré referencia a aquellas colecciones, que entre muchas otras, indudablemente representan una importante veta para las buenas prácticas del trabajo de los historiadores profesionales.

1

Acta de la sesión ordinaria del H. Consejo Técnico de Humanidades, celebrada el día 27 de septiembre de 1967. Apud Rosa María Fernández de Zamora. La bibliografía nacional en México. México: SEP, Dirección General de Bibliotecas, 1986. 250 p., il.

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En este orden de ideas, debo advertir que además de sus Colecciones Generales y Contemporánea, en el caso mexicano, la Biblioteca y la Hemeroteca nacionales cuentan con un edificio, construido en 1992 para albergar sus respectivos fondos reservados, es decir sus fondos antiguos compuestos por libros, manuscritos, archivos y publicaciones periódicas que, por su valor, rareza y condiciones, son de consulta restringida. De esta manera, actualmente, todos los materiales documentales que conforman el Fondo Reservado de la Biblioteca Nacional, se encuentran organizados en cuatro importantes colecciones que son las siguientes: I. Colección de Obras Raras y Curiosas 1. La colección de incunables, es decir, libros impresos en el siglo xv, que con los

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de la Biblioteca Cervantina del Instituto Tecnológico de Monterrey, fueron declarados Memoria Regional del Mundo, por la unesco, en el año 2002. La colección de los Impresos Mexicanos que muestra la producción del México colonial. Estos impresos van de 1554, año del libro más antiguo de nuestra colección, hasta 1821, cuando se consuma la Independencia y están colocados en la Sala Mexicana. La colección de José María Lafragua conformada por 1 580 volúmenes de folletería de los años 1576 a 1924, con poco más de 24 mil documentos, sobre todo del siglo xix, hoy reconocida por la unesco como Memoria del Mundo de México. La colección Siglo xix mexicano incluye la producción bibliográfica desde 1822 a 1911 y reúne aquellas obras editadas en México y que hablan sobre México. En esta colección se consideró incluir obras publicadas hasta 1911, porque el pensamiento decimonónico se continuó proyectando en todos los niveles culturales y sociales del primer decenio del siglo xx, y es con el fin del Porfiriato que se produce un parte aguas en la producción bibliográfica por las propias condiciones sociales, políticas y económicas que vivió México. La colección Libros Raros y Curiosos reúne magníficas ediciones príncipes de libros impresos en diversas partes del mundo desde el siglo xvi hasta la actualidad, o aquellas ediciones de tirada limitada, o ricas en grabados, litografías y fotografías.

II. Fondo de Origen Las colecciones procedentes de las comunidades religiosas que constituyen el Fondo de Origen, integrado por libros impresos en su gran mayoría en Europa entre 1501 y 1821,

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y que se distinguen por sus marcas de fuego, plasmadas sobre el canto y sus ex libris, como señal de pertenencia; varios de ellos, además de las marcas de fuego, contienen notas manuscritas de las instituciones virreinales a las que pertenecieron, como la Biblioteca Turriana o de la Catedral Metropolitana y la del Convento Grande de San Francisco de México, o de eruditos como el del bibliógrafo Juan José de Eguiara y Eguren y el científico Carlos de Sigüenza y Góngora. III. Colección de Archivos y Manuscritos Los manuscritos de los siglos xv al xx, escritos en su mayoría por religiosos, contienen una espléndida colección de cedularios, libros de coro, libros de cuentas, obras de carácter científico, histórico, literario y teológico. Además están los archivos de Benito Juárez; de Francisco I. Madero; de Enrique de Olavarría y Ferrari, del Dr. Atl, de Maximiliano, de Vicente T. Mendoza, y el Archivo Franciscano, imprescindible para el estudio del periodo novohispano; por citar algunos. Estos archivos se encuentran resguardados en este recinto, al igual que la colección de Almanaques, Calendarios y Guías de Forasteros (1762-1919). IV. Colección de Personajes Distinguidos Además, la Biblioteca Nacional de México, en los últimos años, se ha visto privilegiada por notables donaciones como son: los archivos de los escritores Mariano Azuela, Lya y Luis Cardoza y Aragón, Carlos Pellicer, Efraín Huerta, Rafael Heliodoro Valle, José E. de Gorostiza, etc. testimonios de la cultura mexicana de los siglos xix y xx. El Archivo del Centro Mexicano de Escritores que constituye una invaluable memoria literaria, con documentos y obras de becarios que formarían el canon de nuestra literatura, como Juan Rulfo, Juan José Arreola, Carlos Fuentes, y Salvador Elizondo. El archivo epistolar del escritor Victoriano Salado Álvarez y la biblioteca de Boris Rosen, compilador y editor de la obra del liberalismo mexicano del siglo xix, entre otros. Cabe señalar, que en el mismo Fondo Reservado convive también una Sala Especial de Iconoteca que además de fotografías, conserva carteles y grabados. Por su parte, el acervo de la Hemeroteca Nacional se encuentra dividido en dos grandes colecciones conocidas como Fondo Antiguo y Colecciones generales o Fondo Contemporáneo.

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El primero, es decir, el antiguo, se encuentra integrado por los siguientes materiales: • Colección Mexicana. Periódicos y revistas editados desde el siglo xviii • • • •

hasta 1916. Misceláneas mexicanas. Números sueltos o colecciones pequeñas de periódicos y revistas del siglo xix y principios del xx Publicaciones oficiales del Distrito Federal y los estados, anteriores a 1917 Publicaciones extranjeras. Desde el siglo xvii hasta 1916, principalmente españolas, francesas y norteamericanas Fondo García Valseca. Es producto de una donación y está formado por periódicos contemporáneos, editados en el Distrito Federal y en todos los estados de la República. Acervo micrográfico. Constituido a la fecha por un número aproximado de 12,000 rollos de 16 y 35 mm., correspondientes a cerca de 20 millones de imágenes con algunos cientos de títulos de periódicos y revistas antiguas y contemporáneas. Conserva los originales en plata y una copia en diazo para el servicio al público.

Y el segundo General o Contemporáneo por los siguientes materiales: • • • • • • •

Consulta Diarios del Distrito Federal y de los estados Revistas nacionales Publicaciones oficiales Publicaciones extranjeras Publicaciones de organismos internacionales Acervo micrográfico. Duplicados en diazo.

De esta manera, entre los tesoros que resguarda la Hemeroteca se encuentran valiosos testimonios del surgimiento de la prensa en el país, como son las Gacetas de México que a partir de 1722 y en distintas épocas editaron Juan Ignacio Castorena, Juan Francisco Sahagún y Manuel Antonio Valdés, quienes dejaron un importante legado documental de la vida económica, administrativa y religiosa del último siglo del México colonial. Indudablemente, las ricas colecciones de la Hemeroteca dan cuenta puntual de los procesos históricos vitales de la nación. Muestra de ello es el Diario de México, editado por Carlos María de Bustamante y Jacobo de Villaurrutia de 1805 a 1817, que

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marca el nacimiento del periodismo cotidiano y de la opinión pública en el país. Asimismo, la lucha por la independencia dio a la luz audaces publicaciones como El Ilustrador Nacional, El Ilustrador Americano, El Correo Americano del Sur, El Pensador Mexicano y El Juguetillo; éstos dos últimos editados por el escritor José Joaquín Fernández de Lizardi. El México ya independiente vio emerger en toda su intensidad al periodismo polémico, ya que numerosos periódicos surgieron para debatir en torno a la forma de gobierno que más convendría al país, entre los cuales destacan La Águila Mexicana, El Sol, El Correo de la Federación, El Observador de la República Mexicana, El Fénix de la Libertad y El Cosmopolita, además de que destacados políticos e intelectuales como José María Luis Mora, Lorenzo de Zavala y Lucas ­Alamán, fundaron periódicos o usaron sus páginas para difundir sus ideas. Por otra parte, durante la primera mitad del siglo xix, la actividad periodística se amplía y diversifica, pues impresores como Ignacio Rodríguez Galván, Vicente García Torres e Ignacio Cumplido editaron publicaciones literarias y culturales como El recreo de las familias, El Mosaico Mexicano, El Museo Mexicano y Panorama de las Señoritas. En este orden, dos periódicos imprescindibles para entender el México decimonónico son El Siglo Diez y Nueve, fundado por Cumplido en 1841, y El Monitor Republicano, que editó García Torres en 1844. Ambas publicaciones tuvieron larga vida, pues se imprimieron hasta 1896; defendieron las ideas liberales y tuvieron entre sus páginas a grandes escritores como Guillermo Prieto, Manuel Payno, Ignacio Manuel Altamirano, Francisco Zarco e Ignacio Ramírez. Para el estudio de de la guerra entre México y Estados Unidos, la Hemeroteca conserva entre otros, The American Star, de indiscutible relevancia por ser un periódico surgido en 1847 al calor de la intervención norteamericana que en lengua inglesa, daba cuenta del curso de la guerra. Asimismo, publicaciones de diversa ideología aparecieron antes y durante la Reforma. Destacan como periódicos conservadores El Universal, La Cruz y El Pájaro Verde; y como defensores del liberalismo El Demócrata, El Republicano y El Estandarte Nacional. Otra vertiente por demás interesante e ilustrativa fue el periodismo satírico y de caricaturas que estuvo representado por El Tío Nonilla, La Espada de Don Simplicio y La Orquesta, dirigido por Vicente Rivapalacio, entre muchos otros más. Durante la intervención francesa, la prensa contribuyó a la resistencia republicana con periódicos tan importantes como La Chinaca, entre cuyos redactores destacan los nombres de Guillermo Prieto, José Solórzano, Alfredo Chavero, Pedro Santacilia, Joaquín Alcalde, F. Schiafino y José María Iglesias; La Independencia Mexicana,

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editado por Francisco Zarco y El Cura de Tamajón, de Guillermo Prieto. Testimonios de su contraparte, es decir del gobierno de Maximiliano son El Diario del Imperio y El Mexicano. La libertad de prensa que se vivía bajo la República restaurada dio lugar a la aparición a una diversidad periódicos políticos como El Correo de México, El Globo, El Ahuizote y El Socialista. Por su parte, el periodismo literario vio su esplendor en 1869 con El Renacimiento, fundado por Ignacio Manuel Altamirano, donde publicaban escritores liberales y conservadores. Bajo el régimen de Porfirio Díaz, emergió el periodismo industrial con la aparición de El Imparcial en 1896, cuyo editor fue Rafael Reyes Spíndola. Asimismo, importantes publicaciones literarias como La Revista Azul y El Mundo Ilustrado dieron cabida las refinadas plumas de Manuel Gutiérrez Nájera, Juan de Dios Peza, Amado Nervo, Manuel José Othón, Luis G. Urbina, Ángel de Campo y Federico Gamboa. Durante el Porfiriato se gestó una prensa combativa que criticó al régimen. Sus exponentes fueron El Hijo del Ahuizote, de Daniel Cabrera y Jesús Martínez Carrión; Regeneración, editado por los hermanos Ricardo y Jesús Flores Magón, y El Diario del Hogar, dirigido por Filomeno Mata. La Revolución trajo consigo la aparición de órganos que relataron el desarrollo de la lucha y dieron voz a sus facciones. Así, periódicos como El Constitucionalista, El Radical y El Pueblo, propagaron los principios de los carrancistas; mientras que La Convención fue el vocero de la asamblea revolucionaria de Aguascalientes. Finalmente, la aparición de El Universal, en 1916, marca el inicio de la moderna prensa industrializada del siglo xx. Su fundador fue Félix F. Palavicini, antiguo periodista revolucionario. Si bien estas dos instituciones, la Biblioteca Nacional y la Hemeroteca Nacional de México representan, como hemos visto, los acervos más ricos y completos con que cuenta el país, grande también es la importancia que reviste para el profesional de la historia, el desarrollo de diversas bibliotecas de carácter público o especializadas, hemerotecas, fototecas, filmotecas, etcétera, que ha tenido lugar en nuestro país. En este sentido, resulta interesante observar la relación que se establece entre este desarrollo de infraestructura documental y la productividad académica del historiador, puesto que con ello se genera una mayor diseminación del conocimiento que encierran las fuentes documentales, favoreciendo el consecuente despliegue de nuevas líneas de investigación, la exploración de nuevos métodos y metodologías para la práctica historiográfica que se realiza en las instituciones de investigación, todo lo cual puede

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apreciarse en la buena cantidad de publicaciones de calidad académica que circulan en las librerías, lo que permite al público interesado en la historia, pero sin tener la experiencia de ser historiador, acercarse a una historiografía más objetiva basada en fuentes de primera mano.

4. La infraestructura documental en la era digital Reconocida la enorme importancia que ha constituido y constituye el desarrollo de mayor y mejor infraestructura documental para la práctica profesional del historiador, se vuelve impostergable la importancia de contar con programas que permitan a los repositorios patrimoniales, como aquellos de carácter público y universitario, modificar y potencializar sus métodos tradicionales utilizados para dar visibilidad y acceso a sus contenidos, sobre todo cuando hoy en día existen ya recursos técnicos y tecnológicos para enfrentar el reto que implica la demanda de mayor socialización del conocimiento. Por ello, tanto la Biblioteca como la Hemeroteca, vienen trabajando de tiempo atrás, en el desarrollo de sistemas que coadyuven primero, a la conservación de la memoria bibliohemerográfica nacional y segundo, a favorecer e incrementar el acceso virtual de sus ricos y valiosos contenidos. En este sentido, hoy podemos hablar de un proyecto hecho realidad al menos en el campo de las fuentes hemerográficas, gracias al desarrollo del sistema de Hemeroteca Nacional Digital de México2, que cuenta con algunos millones de páginas digitalizadas con más de 900 títulos de publicaciones periódicas que circularon entre 1722 y 2011, disponibles en su totalidad dentro de las instalaciones de la Hemeroteca Nacional y por cuestiones de derechos de autor, de manera parcial, más de cuatro millones de páginas, vía internet. Lamentablemente el desarrollo de la Biblioteca Nacional Digital de México no ha corrido con la misma suerte, sin embargo ya contamos con lo que hemos llamado “Fondo de origen de la bndm” y actualmente estamos trabajando en reunir en este nicho varias miles de páginas digitalizadas pero incorporadas en distintos portales como es el caso de la Biblioteca Virtual de las Letras Mexicanas3, que forma parte de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, equivalente a uno de los mayores esfuerzos por digitalizar muchas de las obras más relevantes producidas en lengua española y accesible de manera remota. Para el caso de nuestro país, se cuenta ya con impresos

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Hemeroteca Nacional Digital de México (hndm) <http://www.hndm.unam.mx/>

Biblioteca Virtual de las Letras Mexicanas <http://www.letrasmexicanas.mx/>

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mexicanos del siglo xvi al xix que resguarda la Biblioteca Nacional, así como diversos materiales provenientes de las instituciones que integran el Nodo México, como la Biblioteca Daniel Cosío Villegas del Colegio de México, la Biblioteca Francisco Xavier Clavijero de la Universidad Iberoamericana, la Biblioteca de la Academia Mexicana de la Lengua y la Biblioteca de la Universidad de Guadalajara, que aportó, entre otros fondos, la digitalización de su colección de manuscritos en leguas indígenas cuya importancia mereció ser considerada como parte del programa Memoria del Mundo de la unesco. Otros esfuerzos relevantes son promovidos por repositorios mayoritariamente con fondos antiguos como la biblioteca del Centro de Estudios Históricos Carso4, la Universidad de Nuevo León5, la Universidad de las Américas Puebla6, La Biblioteca Digital del Pensamiento Novohispano de la Facultad de Filosofía y Letras de la unam7, la Biblioteca Digital Mexicana8, el ciesas y la Biblioteca Nacional de Francia que han desarrollado el sitio Amoxcalli9, con cientos de manuscritos de la mayor importancia para el estudio del México antiguo, por mencionar algunos de los más representativos. Para concluir, me gustaría hacer referencia a ese otro tipo de infraestructura, producto de largos años de paciente trabajo bibliotecario y que también ha crecido a la par que la práctica profesional de la historia. Me refiero a la proliferación de bancos de datos catalográficos en línea, que indudablemente han ayudado a proporcionar un mayor conocimiento de los fondos y colecciones que albergan los diversos repositorios bibliohemerograficos y documentales, pero que además permiten -en la medida en que avanza la catalogación de los materiales- el acceso remoto a sus contenidos. Ejemplo de ello es el catálogo electrónico Nautilo de la Biblioteca y Hemeroteca Nacionales o los 4

Centro de Estudios de Historia de México (carso) <www.cehm.com.mx/Es/Biblioteca/>

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Universidad Autónoma de Nuevo León <http://cd.dgb.uanl.mx/>

6

Universidad de las Américas Puebla <http://catarina.udlap.mx/u_dl_a/acervos/antiguo/>

7

Biblioteca Digital del Pensamiento Novohispano de la Facultad de Filosofía y Letras de la unam <http://www.bdpn.unam.mx/> 8

Biblioteca Digital Mexicana <http://bdmx.mx/>

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Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (ciesas) y la Biblioteca Nacional de Francia http://www.amoxcalli.org.mx/ N ota: Más allá de los importantes repositorios nacionales (Biblioteca y Hemeroteca Nacional, así como el agn) con los que cuenta el país, Bibliotecas de las Universidades Estatales, Archivos de las Universidades Estatales, Administrativos, Históricos, Municipales, Civiles, Eclesiásticos; Biblioteca y Hemeroteca Miguel Lerdo de Tejada; Biblioteca México; Páginas Webb Institucionales (unam: sistema de bibliotecas universitarias ijmlm; colmex; Carso; Guías y Catálogos bibliográficos y hemerográficos; impresos y electrónicos.

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correspondientes a bibliotecas tan importantes y que atañen a nuestra cultura como la Nacional de España, Francia, Chile, Argentina y Colombia. Importantes son también las bases de datos administradas por la organización Online Computer Library Center, mejor conocido por sus siglas oclc que integran el WorldCat, que a su vez, representa el catálogo colectivo en línea de esta organización, con registros que permiten el acceso a 72 mil repositorios bibliográficos en 170 países, incluido el nuestro. En conclusión y de acuerdo con lo antes visto, es de reconocerse, por un lado, la importancia que representa hoy por hoy el desarrollo, acrecentamiento y cuidado que la infraestructura documental ha tenido en México a partir del siglo xx y por otro, el notorio impacto que necesariamente ha repercutido en la práctica profesional, académica e institucional del quehacer historiográfico.

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La arquitectura como escenario del poder en Cañada de la Virgen*1

Francisco Javier Martínez Bravo Universidad de Guanajuato, Departamento de Historia Cuerpo Académico de Estudios Históricos

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l estilo arquitectónico de patios hundidos es, en el Bajío guanajuatense entre los años 300 y 1050 de nuestra era, un reflejo edificado de la praxis política durante el Clásico y el Epiclásico. La evidencia arqueológica, paralelamente con el método de la analogía, permiten reunir el estilo arquitectónico, la ritualidad, el calendario agrícola, el parentesco y la cultura material en tanto evidencia material, para aproximarse al simbolismo visual de la élite en una sociedad compleja en el centro cívico y ceremonial preurbano Cañada de la Virgen como escenario del poder. Un concepto central en este análisis de la teatralidad política es la visibilidad del sujeto en el llamado complejo A.

*

Recibido: 12 de junio de 2013 Aceptado: 5 de agosto de 2013

El presente texto forma parte de una investigación mayor, desarrollada en el Colegio de Michoacán, A.C., México, para la cual han sido importantes las observaciones críticas de Agapi Filini y las investigaciones de Gabriela Zepeda y Efraín Cárdenas.

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I. Desde sus remotos orígenes el ser humano ha transformado su entorno más inmediato para volverlo habitable y ello ha dejado huella material, por lo que la historia, arquitectura y la arqueología poseen un vínculo orgánico. Los espacios construidos antiguos tienen por esa razón una dimensión humana, pues son a la vez producto y escenario de dinámicas culturales en el proceso histórico general, como se vuelve evidente gracias a la investigación interdisciplinaria. Arquitectura significa el “arte de proyectar y construir edificios”, según la Real Academia,1 y proviene del latín architectūra, que puede entenderse como la práctica del architectus (originalmente del griego ἀρχός (arjós), “principal”, y τέκτων (téctōn), “constructor”) o constructor principal. Sobre esta base, mi definición operativa tiene que ver con su práctica y con su resultado, y es la siguiente: La arquitectura es una necesidad social materializada en escenarios construidos para múltiples actividades económicas y simbólicas, determinadas históricamente. La materialización de estos dos tipos de actividades se muestra en los trabajos de Rossana Quiroz,2 quien destaca los fenómenos terrestres y celestes observables desde el sitio Cañada de la Virgen, y particularmente desde su conjunto arquitectónico principal, el llamado complejo A (figura 1). En este sitio arqueológico (20º 51’ 29.74’’ N, 100º 55’ 41.59’’ O) en el municipio de San Miguel de Allende, Guanajuato, México al igual que en otros en el Bajío, sorprende la armonía de su arquitectura monumental, que no describiré aquí, dadas las descripciones que realizan Quiroz y Zepeda.3 Al respecto, como en general sucede, la evidencia es dada primordialmente por la excavación arqueológica, que expone al análisis y conservación los conjuntos arquitectónicos y permite establecer algunas relaciones espaciales y culturales que hubo entre ellos; determinar sus sistemas constructivos; identificar contextos o áreas de actividad antiguas; obtener y analizar

1

Diccionario de la lengua española, 2001.

Quiroz Ennis, Rossana, Sistemas Visuales en la zona arqueológica Cañada de la Virgen: en busca del observador, Tesis de Maestría, México, Instituto de Investigaciones Antropológicas, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional Autónoma de México, 2009. 2

3

Zepeda García Moreno, Gabriela, “Cañada de la Virgen, San Miguel de Allende. La Casa de los trece Cielos y la Casa de la Noche más Larga”, en Zonas arqueológicas en Guanajuato, cuatro casos: Plazuelas, Cañada de la Virgen, Peralta y El Cóporo, Guanajuato, Ediciones La Rana, 2007, pp 66-182; y Quiroz Ennis, Rossana, Sistemas Visuales.

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Figura 1. El complejo A, visto desde el oriente, aún muestra sus espacios públicos y privados, escenarios de vida cotidiana cargada de implicaciones económicas y simbólicas. Tomado de Gabriela Zepeda García Moreno, “Cañada de la Virgen, San Miguel de Allende. La Casa de los trece Cielos y la Casa de la Noche más Larga”, en Zonas arqueológicas en Guanajuato, cuatro casos: Plazuelas, Cañada de la Virgen, Peralta y El Cóporo, Guanajuato, Ediciones La Rana, 2007, pp 66-182 (fig. 15, p. 88).

materiales como la cerámica,4 que contiene información sobre el nivel tecnoeconómico y la ideología de la sociedad; estudiar los huesos, que contienen huellas, por ejemplo, sobre edad, dieta, estado de salud, vínculos genéticos de los individuos; permite obtener muestras fechables y, finalmente, permite integrar los datos a fin de establecer amplias generalizaciones, para comprender y explicar, a veces mediante analogías, las dinámicas culturales pretéritas y su significado histórico. Es decir que la historia de los grupos que habitaron Cañada de la Virgen, con su modo de vida y su organización social, actualmente se construye como un proceso intenso de pensar y repensar la evidencia mediante hipótesis. Siendo categorías diferentes la   Sobre la cerámica de Cañada de la Virgen ver Martínez, V., Balbina y Luis F. Nieto, Distribución de asentamientos prehispánicos en la porción central del río Laja, Tesis de licenciatura, México, Escuela Nacional de Antropología e Historia, México, 1987; Zepeda, Gabriela, “Cañada de la Virgen, San Miguel de Allende”. 4

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cultura material, la cosmovisión, la lengua y la identidad étnica, puede afirmarse que acerca de los habitantes antiguos de Cañada de la Virgen sabemos un poco qué hacían, algo menos cómo pensaban, casi nada cómo hablaban y prácticamente nada quiénes eran. En otras palabras, la evidencia arqueológica debe ser pensada y repensada bajo la luz de la interdisciplina, entendiendo ésta no como una licencia para la especulación a ultranza, sino como una ruta al final de la cual prevalecerán quizá sólo algunas de nuestras hipótesis iniciales.

II. Al ejercicio de poder en el escenario de la arquitectura de Cañada de la Virgen podemos aproximarnos inicialmente considerando los estudios regionales que, en diferente escala, han realizado Martínez y Nieto,5 Brambila y Crespo,6 y Cárdenas.7 El particularismo histórico boasiano,8 negando todo determinismo cultural, toda ley de desarrollo histórico, pone énfasis en el estudio de casos concretos, sitios y ejemplos. Las nociones de Franz Boas, que fundamentan la necesidad de realizar estudios de caso, en la práctica de la investigación no se contradicen con otras nociones generalizadoras; más bien las primeras nutren a las segundas.9 El simbolismo de la arquitectura antigua, tema por demás complejo, es analizable tanto mejor cuanta mayor sea la diversidad de fuentes disponibles, referidas directamente al sitio en cuestión. En Cañada de la Virgen únicamente se cuenta con la cultura material excavada, parte de la cual se encuentra ya publicada;10 con estudios regionales

5

Martínez y Nieto. Martínez, V., Balbina y Luis F. Nieto, Distribución de asentamientos.

6

Brambila, Rosa, y Crespo, Ana María, “Desplazamiento de poblaciones y creación de territorios en el Bajío”, en Reacomodos demográficos del Clásico al Posclásico en el centro de México, Linda Manzanilla, editora, México, Instituto de Investigaciones Antropológicas, Universidad Nacional Autónoma de México, 2005, pp. 155-173.   Cárdenas García, Efraín, El Bajío en el Clásico: Análisis regional y organización política, Zamora, El Colegio de Michoacán, 1999. 7

Harris, Marvin, El desarrollo de la teoría antropológica, una historia de las teorías de la cultura, xvi edición en España, Madrid, Siglo xxi, 2008, pp. 245-251. 8

9

Beekman, Christopher S., “Los estudios de caso históricos y su contribución al estudio arqueológico de los ‘sistemas políticos’”, en Relaciones, no. 82, vol. xxi, Zamora, El Colegio de Michoacán, 2000, pp. 19-38. 10

Martínez y Nieto, Distribución de asentamientos; Quiroz, Sistemas visuales; Zepeda, “Cañada de la Virgen”.

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que incluyen hipotéticamente el sitio en un sistema de asentamientos que parece obedecer a necesidades tanto económicas como políticas,11 y, finalmente, se cuenta con un amplio estudio de arqueoastronomía y antropología visual,12 que define calendarios de horizonte, las posibles relaciones objetivas y simbólicas de la arquitectura con el paisaje y, muy importante, busca los vínculos culturales del sitio con una cosmovisión mesoamericana y étnica. La interdisciplina es, por tanto, una respuesta a la complejidad y un imperativo para el conocimiento integral. En Cañada de la Virgen existen edificios de diversas formas y posiblemente de diferentes orígenes (figura 2), como la estructura circular, cuyo simbolismo tendrá que ser estudiado de manera más amplia en el mediano o largo plazos. Existe la referencia general a las “estructuras circulares de la tradición Teuchitlán [pero que presentan] la volumetría de manera invertida”,13 así como referencias particulares a arquitectura de planta circular, como uno de los “patios hundidos” de Chupícuaro, de 43m de diámetro,14 o a El Cajete, de Plazuelas: “una plataforma con una […] plaza interior de 45m de diámetro”15 y finalmente, al complejo D de Cañada de la Virgen, que contiene “una estructura circular hueca que estuvo decorada con pintura roja,”16 de casi 13m de diámetro interior. Considero que estos tres casos pueden representar un mismo tipo de estructura circular, en el que no observo la similitud que le atribuyen17 respecto de la tradición Teuchitlán. A reserva de que la investigación del edificio circular ya excavado en el proyecto Chupícuaro sea publicada, de que se retome la excavación de la estructura circular en Cañada de la Virgen, y de que El Cajete del sitio Plazuelas algún día se excave, la morfología y las descripciones conocidas a la

11

Martínez y Nieto, Distribución de asentamientos; Cárdenas García, Efraín, El Bajío en el Clásico: Análisis regional y organización política, Zamora, El Colegio de Michoacán, 1999.

Quiroz, Sistemas visuales.

Cárdenas, El Bajío, p. 280.

12 13

14

Darras, Véronique, y Faugère, Brigitte, “Chupicuaro and the preclassic shaft tomb tradition”, en Mexikon, revista sobre estudios mesoamericanos, vol. xxxii, no. 1-2, Berlín, febrero-abril, 2010, pp. 2230, p. 24.   Castañeda, Carlos, “Plazuelas, Pénjamo” en Zonas arqueológicas en Guanajuato, cuatro caso: Plazuelas, Cañada de la Virgen, Peralta, y El Córporo. Fideicomiso de Administración e Inversión para la Realización de Rescate y Conservación de Sitios Arqueológicos en el Estado de Guanajuato, Guanajuato, México, 2007, p. 25. 15

Zepeda García Morerno, Gabriela, Cañada de la Virgen, refugio de los muertos y los ancestros, Guanajuato, Ediciones La Rana, 2010, p. 49. 16

17

Cárdenas, El Bajío, pp. 14, 44, 45, 47, 178, 188, 283.

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Figura 2. Plano del sitio, en el que se observa el trazo del centro cívico ceremonial, con sus conjuntos arquitectónicos y las plazas circundantes. Modificado a partir de Claudia Arteaga, Participación del arquitecto restaurador en la conservación y restauración de la arquitectura prehispánica. Caso: Cañada de la Virgen San Miguel de Allende, Guanajuato, Tesis de maestría, México, Universidad de Guanajuato, p.15.

fecha permiten adelantar la hipótesis de que trataría de espacios rituales construidos de manera muy similar. A pesar del interés que representa este tipo de edificaciones, el presente trabajo se concentrará en la arquitectura ortogonal de patio hundido del conjunto de mayor volumetría del sitio. El presente trabajo se concentra en aquello que los espectadores debieron ver representado en los actos de los detentores del poder, que tenían en este conjunto arquitectónico todo un sistema de escenarios posibles: un templo en lo alto del basamento troncopiramidal, la escalinata de éste, el patio hundido, la gradería, los nichos o palcos de las tres plataformas habitacionales, el pórtico oriental y los accesos

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Figura 3. Detalle del patio hundido, en primer plano, con la gradería y la unidad habitacional de la plataforma sur. Tomado de Gabriela Zepeda, “Cañada de la Virgen, San Miguel de Allende”, fig. 23, p. 95.

hacia los costados del basamento. Incluso los remates de los distintos cuerpos del basamento piramidal (figura3). Junto con otros, estos elementos arquitectónicos están presentes en diferentes sitios en la región, donde han sido registrados 174 sitios con arquitectura monumental de la llamada tradición El Bajío,18 de patios hundidos. Esta tradición antigua corresponde a la “etapa de mayor poblamiento y de mayor complejidad constructiva en el Bajío, [en sitios que] se distribuyen en una superficie que oscila entre los 16,000 y los 18,000 km2”.19 Los vínculos de esos sitios entre sí también

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Cárdenas, El Bajío, p. 19. Cárdenas, El Bajío, pp. 19.

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se ven como resultado de un desarrollo regional, destacando la novedad de éste. Es preciso aclarar que la originalidad de este estilo arquitectónico en general se debe a que constituye un patrón muy extendido. Haciendo abstracción de toda la diversidad de patios hundidos abajeños y su configuración dada por combinaciones con estructuras de otra índole, diremos que los elementos relevantes que lo componen son plataformas habitacionales, basamentos troncopiramidales o incluso muros en disposición ortogonal que, en conjunto, al espectador instalado sobre dichas estructuras causa la impresión20 de encontrarse en el borde de un patio hundido.21 Es probable que su antecedente cultural más cercano sea el fenómeno Chupícuaro, del valle de Acámbaro, en el que recientemente se ha excavado un par de patios hundidos (uno de ellos de planta circular y el otro cuadrangular) fechados en la fase Chupícuaro Tardío o Reciente (400-100 a.n.e.),22 es decir, anterior a la construcción de la Ciudadela de Teotihuacan. Ésta, junto con el patio hundido de la plataforma norte de la Gran Plaza de Monte Albán, son ejemplos notables de patio hundido, pero no por ello constituyen un patrón ni representan la evidencia de ser antecedentes del estilo Bajío. En La Venta (1200-400 a.n.e.) se encontró un patio hundido: “Tal vez, originalmente esta plaza ceremonial fue un patio hundido […] En todo caso, este patio es un claro antecedente de los patios hundidos posteriores, por ejemplo, los de Monte Albán.”23 Considero que la explicación a esto, en términos generales, sólo puede darse en perspectiva histórica, entendiendo que, aquí y en China,24 la arquitectura de patios cerrados responde a necesidades comunes a las sociedades jerarquizadas, una de cuyas

20

La percepción de privacidad, privilegio y control debió ser significativa para los participantes de la ritualidad efectuada aquí, pues el patio hundido fue una caja de Pandora, de la que inexorablemente emanaban decisiones trascendentes, decisiones portadestinos, que involucraban a la élite pero sobre todo a los grupos subordinados. 21

Resulta irrelevante aquí incluir la pertinencia etimológica del concepto patio hundido; en vez de eso hago uso de éste como de un concepto complejo ya acuñado y, además, legitimado por su uso. Independientemente de que el elemento arquitectónico sea un patio objetivamente excavado, o sólo de paramentos que dan esa impresión subjetiva, el concepto patio hundido posee vigor propio. Ver Francisco Javier Martínez Bravo, “El patio hundido en la arqueología de Guanajuato: del concepto estático a la categoría histórica”, en Boletín informativo del Archivo histórico municipal de Irapuato, núm. 3, Irapuato, Archivo Histórico Municipal, 2009, pp. 109-125. 22

Darras, Véronique, y FAUGÈRE, Brigitte, “Chupicuaro and the preclassic shaft tomb tradition”, en Mexikon, revista sobre estudios mesoamericanos, vol. XXXII, no. 1-2, Berlín, febrero-abril, 2010, p. 24.   Ferrero, Luis, Los hombres jaguar. Los olmecas Tenocelome. México, Editorial Universidad Estatal a Distancia, 2006. p. 47. 23

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Conjunto palaciego de patio cerrado, de la China del siglo xv (dinastía Ming).

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condiciones indispensables es contar con espacios acotados, que permitan el control sobre el plusproducto que se tributa, los conocimientos calendáricos, la memoria histórica y la ideología dominante. Al respecto hay que señalar que, según la evidencia, es entre los años 30025 y 105026 de nuestra era cuando se crea y desarrolla en el Bajío este estilo arquitectónico. Otro número importante de casos, a manera de un estilo arquitectónico de patios hundidos, sólo es conocido actualmente en Cuetlajuchitlán (800 a.n.e. – 300 n.e.),27 sitio preurbano con calzadas enlajadas y sistemas de drenaje, ubicado en el estado de Guerrero. Sin embargo, no existen datos conocidos que permitan establecer relaciones causales, de tipo interacción, ente estas dos regiones culturales con patios hundidos, cuyos extremos temporales escasamente se rozan. A pesar de la importante cantidad de estos conjuntos arquitectónicos en el Bajío, se carece de investigación que pudiera establecer sus fases de desarrollo estilístico, tarea relevante que puede tomar décadas pero que no deberá perderse de vista. Sobre las causas del desarrollo de este estilo resulta útil observar, como hace Christopher Beekman, que es la emulación arquitectónica el mecanismo por el cual se reproduce,28 dado su contenido simbólico. Éste, a su vez, se genera como práctica de la élite, en que la arquitectura del centro de poder es imitada, en sus rasgos significativos para la época, por la de los sitios de dimensiones medias. Por su parte, la arquitectura de los sitios menores se explicaría en esa misma lógica de emulación. Con este método es posible aproximarse a la identificación de los rasgos comunes a los diferentes niveles de sitios, estableciendo por esa vía los elementos de una arquitectura del poder en la antigüedad abajeña. Podremos considerar entonces esos elementos arquitectónicos como sistemas de signos.29 Pero ¿qué signos son esos y qué aspecto de la realidad pretérita significaban o enmarcaban? En el ámbito de las sociedades complejas −agrícolas y jerarquizadas− que construyeron el estilo en

25

Cárdenas,p. 19.

26

Zepeda, p. 103.

Manzanilla López, Rubén, Cuetlajuchitlán, sitio preurbano en Guerrero, un ejemplo de sociedad jerárquica agrícola en la región Mezcala, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes / Instituto Nacional de Antropología e Historia / Ediciones Euroamericanas, 2006; Manzanilla López, Rubén, “Cuetlajuchitlán, sitio preurbano en la región Mezcala”, en Arqueología mexicana, vol. xiv, no. 82, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes – Instituto Nacional de Antropología e Historia / Editorial Raíces, 2006, pp. 47-51. 27

28

Beekman, “Los estudios de caso”.

29

Eco, Umberto, Tratado de semiótica general, 5ª edición, España, Lumen, 2000.

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Figura 4. El patio hundido del complejo A, cuya construcción integra armonía y funcionalidad, es el escenario óptimo para la visibilidad de los sujetos de élite con investidura sacerdotal o sin ella. . Tomado de Gabriela Zepeda, “Cañada de la Virgen, San Miguel de Allende”, fig. 21, p. 94.

cuestión, esos signos son representaciones teatralizadas, formas de comunicación no verbal, ejecutadas en escenarios determinados. Gran parte de la arquitectura de élite en Cañada de la Virgen, visible hoy por ser la única restaurada, habría sido no sólo la residencia de las familias dirigentes, sino el ambiente propicio para que sus integrantes fuesen vistos cuando se requiriera (figura 4). Lo público y lo privado en su vida respondía a códigos severos compartidos: protocolos rigurosos, dogmas defendidos por diferentes medios, así como nociones aceptadas del decoro y la etiqueta, pues de ello dependía que mantuvieran su estatus. Considero estos aspectos como generadores del simbolismo arquitectónico en Cañada de la Virgen. A ello debe su monumentalidad, pero también su armonía, sus cánones estéticos, sus formas compartidas con otros sitios. La arquitectura envía mensajes no verbales en al menos dos dimensiones. La primera es la canónica o interna, que da sentido de

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pertenencia al grupo selecto, como las costumbres domésticas o la decoración interior de una casa habitación; es un sistema de signos de pertenencia. Otros son signos de exclusión, en la segunda dimensión, indéxica,30 de mensajes dirigidos al exterior, que refuerzan el status quo, calan hondo en la memoria colectiva para mantener el sistema jerárquico de prerrogativas; se expresa en sus fachadas, su ubicación privilegiada en el sitio, su destacada volumetría, etcétera. En el complejo A, conformado por un basamento troncopiramidal escalonado y tres plataformas que en conjunto configuran un patio hundido, existe por el lado este un acceso elevado principal, llamado pórtico, de función ceremonial por su disposición de enlace entre el conjunto principal, por un lado, y por otro con la plaza exterior oriental y la calzada de acceso ritual. Un par de accesos más hacia el patio hundido se localizan en sendos costados de la fachada oriental del basamento, que es la principal. En tanto que salidas, estos nodos de circulación conducen discretamente fuera del contexto ritual principal, hacia las fachadas norte y sur del basamento (ver figura 2). La sintaxis de estos elementos evidencia la dicotomía entre lo público y lo privado, pues para no enviar mensajes equivocados, la propia élite pudo emplear cotidianamente este par de accesos secundarios, cada uno de los cuales da fluidez a la circulación de los habitantes y visitantes de seis cuartos de las plataformas. En esa lógica, el pórtico principal fue la antítesis de la simple cotidianidad; en otras palabras, permitía a los dignatarios descollar, ser vistos, enviando mensajes públicos de tipo indéxico, mientras que los accesos secundarios garantizaban la privacidad de la élite, conformando y reforzando hábitos de nivel interno, canónico. El patio hundido es, desde la perspectiva de los habitantes de las plataformas habitacionales, un escenario donde ellos eran los espectadores principales, si nos referimos a actos semimasivos, es decir, de grupos que hubieran consistido de varias decenas o pocos cientos de personas en espacios acotados como el patio hundido, de ritual religioso o propiciatorio; pero también gozaban de las condiciones óptimas para que un grupo de menor escala, selecto, fuese testigo o supervisor tanto en la recaudación tributaria como en reuniones de élite con público controlado. Desde lo alto de las plataformas, en la fachada de cuyos aposentos existieron nichos a manera de palcos, disfrutaron de una vista dominante de los actos de poder, de las representaciones teatralizadas de los jerarcas locales y visitantes, así como de la rendición y recaudación de tributo. Otro par de escenarios lo constituyeron el acceso al llamado templo rojo, ubicado en su cúspide, así como la escalinata del propio basamento.

Blanton, Richard E., Houses and Households. A comparative study, New York, Plenum Press, 1993, p. 10.

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La sociedad compleja, jerárquica y tributaria31 a la que me refiero, con su identidad étnica cubierta por un velo de misterio,32 muestra sin embargo rasgos que nos llevan a pensar en líderes, más que en un liderazgo unipersonal. Jones define la etnicidad como un fenómeno multidimensional, en el que la variable lingüística es tan sólo una de varias categorías que conscientemente los grupos humanos han usado y usan para proveerse de una identidad. De aquí podemos inferir que la cultura material (una cultura arqueológica) por sí misma no es identificable con un determinado grupo étnico.33 Como centro ceremonial, Cañada de la Virgen destacaba en el paisaje no para repeler,34 sino para atraer visitantes, que tributasen lo mejor de sí y sus bienes. Pero esa concentración de riqueza no parece haber sido factor suficiente para que individuos concretos perpetuaran la memoria de su persona o su reinado mediante pintura mural figurativa tipo retrato; tampoco en epigrafía calendárica, histórica o mitológica con fines de establecer efemérides. Hay una ausencia pasmosa de representaciones figurativas de sujetos individuales o colectivos. Más bien, parece haber predominado un estilo impersonal, correspondiente a una forma corporativa de gobierno, con una élite que habitaba y regía desde un palacio35 magnífico, donde vivió y murió por varias generaciones. (figura 5) Como en cualquier otro sitio, en Cañada de la Virgen es posible esperar en el futuro los hallazgos de nuevos contextos funerarios en las diferentes fases no excavadas del sitio, particularmente la primera, a fin de establecer los cambios históricos en el patrón

31

Considero que la edificación de la arquitectura monumental sólo se explica por la vía del trabajo coordinado por un poder centralizado de tipo tributario. Véase Sarmiento, Griselda, Las primeras sociedades jerárquicas, colección científica, no. 246, México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1992.   Jones, Sian, The archaeology of ethnicity: constructing identities in the past and present, London, Routledge, 1997, pp.106-127). En esa lógica, diferentes lenguas, así como variantes dialectales de una misma lengua pudieron ser habladas por una misma etnia (Jones, 1997: 84-105). 32

33

Jones, Sian, The archaeology of ethnicity.

34

Cárdenas hace notar que “los 174 asentamientos […] que conforman el universo en estudio tienden a ubicarse en las laderas bajas, aunque también es posible observarlos en menor proporción en laderas altas y esporádicamente en las cimas de los cerros.” (El Bajío, p. 63) Asimismo, una clara mayoría de estos sitios de patio hundido ubicados en accesibles laderas bajas carecen de arquitectura defensiva. 35

Comparto con Takeshi Inomata la idea de que las estructuras habitacionales de élite, como las de los monumentales en general, pueden ser consideradas “residencias de elite”, mientras que las del grupo gobernante han de ser consideradas “palacios”. Véase Inomata, Takeshi, “Plazas, performers, and spectators: political theaters of the Classic Maya”, en Current Anthropology Volume 47, Number 5, 2006, pp. 805-842; Inomata, Takeshi; Triadan, Daniela; Ponciano, Erick; TERRY, Richard; Beaubien, Harriet F., “In the palace of the fallen king: the royal residential complex at Aguateca, Guatemala”, en Journal of field archaeology, vol. 28, no. 3 / 4, Boston, Boston University, 2001, pp. 287-306.

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Figura 5. Vista del basamento troncopiramidal escalonado, con escasos vestigios del templo que sostenía en su cúspide en la última etapa constructiva. La sección norte (derecha) del templo no existe más. Tomado de Gabriela Zepeda, “Cañada de la Virgen, San Miguel de Allende”, fig. 22, p. 94.

de enterramiento. Por otro lado, los restos del templo rojo donde se realizó el hallazgo del Jerarca, son acaso una sexta parte de lo que fue el templo originalmente, por lo que puede inferirse que otros contextos funerarios de jerarquía equivalente habrían existido ahí, mas el deterioro no permitió registrarlos. En grupos humanos estratificados, la cultura material es el reflejo dialéctico de esa estructura social,36 tanto en el mundo antiguo como en la actualidad, lo cual a su vez es consecuencia del grado diferenciado de acceso de los pobladores al poder, a los bienes y los servicios. Los sistemas constructivos más duraderos en Cañada de la Virgen están representados en la arquitectura monumental que es de élite; los menos duraderos, de los grupos tributarios de campesinos y artesanos de clase baja, en general no han

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Sarmiento, Las primeras sociedades.

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pasado la prueba del tiempo. Pero hay que decir que la arqueología oficial de hoy en Guanajuato sigue siendo primordialmente monumentalista. Desde la doble perspectiva de la monumentalidad y la teatralidad, el basamento troncopiramidal del complejo A fue el escenario mayor, el más visible y, por tanto, el punto de transmisión de los más cruciales mensajes indéxicos, trascendiendo mediante los espectadores al exterior y más allá de las familias dirigentes. Las representaciones de poder, revestidas de misticismo religioso, de fuerza física, de conocimientos útiles, de trascendencia histórica, tuvieron necesariamente escenarios diversos y jerarquizados. De los encuentros rutinarios de grupos de las élites regionales en amplios espacios acotados, como el patio hundido, hasta las ceremonias de fastuosidad como la designación de los herederos, su ascensión y entronización,37 encabezadas por uno o varios individuos en lo más alto del basamento, existe paralelamente una gradación simbólica, como conjuntos de sistemas jerarquizados de símbolos, que determinan los cánones de cada ritual en específico. Así como la emulación arquitectónica fue un factor de difusión o multiplicador del estilo arquitectónico de patios hundidos en el Bajío, de manera análoga la designación de los herederos o la investidura sacerdotal38 en sociedades antiguas constituía una forma ritualizada de perpetuar el poder de un grupo o linaje, pero también un recurso eficaz para anticiparse a la ambición de grupos externos por usurpar el monopolio de los privilegios. Finalmente, la investidura sacerdotal resultó ser, a juzgar por la gran cantidad de sitios de patio hundido en el Bajío durante cerca de 700 años, el mecanismo legitimador en la esfera política. Los gobernantes de Cañada de la Virgen debieron recurrir a la espectacularidad de la vida ritual como vía de influir anímicamente39 en la conciencia colectiva40 de los testigos. Resta conocer la cultura material asociada directamente con el ceremonial de investidura, aunque es razonable considerar que, así como la arquitectura es multifuncional, algunos de los elementos empleados en el ritual funerario lo hayan sido también en rituales de índole varia (figura 6).

Florescano, Enrique, Los orígenes del poder en Mesoamérica, México, Fondo de Cultura Económica, 2009, pp. 276-286. 37

38

Beekman, Los estudios de caso.

39

Lewis, 1980. Las emociones, en esta perspectiva, son un producto social de la conducta ritual de los actores, es decir, de la élite. Dicha conducta ritual empleaba sistemáticamente símbolos referentes a los dioses y los ancestros (cfr. Zepeda, Cañada de la Virgen, refugio). 40

Inomata, 2006. El autor se refiere a la teatralidad de las representaciones de la élite, en la medida que provocan “respuestas, ya sean positivas o negativas, en los espectadores como participantes de una realidad simbólica, diferente […] de los actos rutinarios” (Inomata, 2006: 806).

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Figura 6. Cerámica tipo blanco levantado. Por su forma y tamaño esta loza puede ser considerada típicamente doméstica; no obstante, su frecuente hallazgo en contextos rituales de enterramiento refuerza la noción de multifuncionalidad de la cultura material antigua. Tomado de Gabriela Zepeda, “Cañada de la Virgen, San Miguel de Allende”, fig. 55, p. 122.

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En este punto cabe mirar atrás y percatarse de que el uso de los ambientes construidos fue diverso.41 Tenemos entonces que el complejo A de Cañada de la Virgen fue un conjunto arquitectónico habitacional de élite, y como tal cumplió funciones de escenario de la vida privada, de usos domésticos, de mensajes canónicos. Pero simultáneamente esa arquitectura debía ser vista desde fuera, pues era monumental, indéxica, política, y por esa razón destacaba en el paisaje, recordando a los peregrinos el vínculo que guardaba con los centros de poder relativamente coetáneos, como San Miguel Viejo, Peralta y otros. La vida pública en la arquitectura monumental sólo en escasa medida depende del libre albedrío; en vez de eso está profundamente codificada. Su sintaxis es rigurosa porque de ella depende, como en los dogmas religiosos, la supervivencia del sistema vigente de creencias y de prácticas culturales. Por ello la élite debía mantener permanentemente cierto grado de visibilidad.42

III. Las funciones pública y privada de este conjunto me permiten observarlo como un palacio. La evidencia de preparación y consumo de alimentos yace en espacios habitacionales donde fueron creados contextos de enterramiento colectivos. La fachada de las habitaciones de las plataformas que delimitan el patio hundido constituye un punto privilegiado de observación de los acontecimientos desarrollados en el patio hundido. Resulta útil señalar la perspectiva que al respecto emplean Manzanilla, López y Fash En términos generales, los palacios de los Estados arcaicos suelen estar ubicados en el corazón del asentamiento, muchas veces dentro o junto al centro cívico-ceremonial;

Para Rapoport la arquitectura consiste en ambientes construidos multifuncionales, que refuerzan las conductas sociales y rituales. Dichas conductas codificadas no se llevan a cabo sólo en esos ambientes, sino en una amplia variedad de entornos, incluidos los naturales no construidos. Así el autor trasciende la visión estrecha de las áreas de actividad como conjuntos homogéneos de evidencia, y en cambio propone mirar la dimensión antropológica de su registro arqueológico como sistemas de actividades desarrolladas en sendos sistemas de escenarios. Ver Rapoport, Amos, “Systems of activities and systems of settings”, en Domestic architecture and the use of space, an interdisciplinary cross-cultural study, en Susan Kent, editora, Cambridge, Cambridge University Press, 1990, pp. 9-20. 41

42

Inomata, “Plazas, performers…”, p 302. Cuando menciono la visibilidad lo hago en ocasiones refiriéndome a la cualidad que puede tener un escenario o el protagonista de ser visto, como en otras ocasiones a la posibilidad de ver desde los espacios para espectadores.

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tienen proporciones excepcionalmente grandes, sólo comparables con edificaciones religiosas y magnas obras de ingeniería; muestran una compleja configuración interna, correspondiente a una amplia gama de usos; cuentan con áreas privadas de difícil acceso, por lo general utilizadas como recámaras; son tanto o más lujosos que el templo principal, y despliegan una rica decoración donde se mezclan los símbolos divinos con los del poder político. A partir del análisis comparativo de Flannery (1998), sabemos que los palacios de los estados arcaicos exhiben una enorme diversidad en tamaño y fisonomía. Sin embargo, pueden definirse con fines analíticos en dos grandes grupos. El primero reúne a los palacios de menores dimensiones que fungían fundamentalmente como residencia de la élite gobernante. El segundo conjunta a los complejos palaciegos de gran escala y con un carácter multifuncional. Estos últimos no solamente servían de morada, sino que muchos de sus espacios estaban dedicados a la administración, la producción artesanal, la impartición de justicia y el almacenamiento.43

En este sentido, el concepto palacio tendría un sentido dual: de palacio en sí y de semipalacio. O bien, como exponen unos años después Inomata et al.: “el término palacio real se refiere a un complejo residencial extenso y elaborado, del dirigente o familia dirigente, que exhibe un cierto nivel de monumentalidad. El término se traslapa con los conceptos de edificios palaciegos, y residencias reales, mas no son sinónimos.”44 Estos autores, basados en estudios de caso del área maya, identifican los edificios palaciegos, ya sean residenciales o no, por abarcar múltiples cuartos que pueden no ser residenciales o que pueden albergar a habitantes que no son de élite. Por otro lado, “las residencias reales se definen por sus funciones y podrían incluir estructuras pequeñas y sencillas ocupadas por el dirigente […] sin excluir la posibilidad de que el dirigente pasara algún tiempo en estructuras incluso más simples”.45 El palacio real, en ese sentido, sería una especie de suma cultural de varios de estos elementos, a los que habría que añadir, en el caso de Cañada de la Virgen, espacios

43

Manzanilla, Linda, Leonardo López Luján y William L. Fash, “Cómo definir un palacio en Teotihuacan”, en Arquitectura y urbanismo: pasado y presente de los espacios en Teotihuacan. Memoria de la Tercera Mesa Redonda de Teotihuacan, México, María Elena Ruiz Gallut y Jesús Torres Peralta (eds.), inah, 2005, p.186. (La obra de Flannery que se cita es: Flannery, Kent V., “The Ground Plans of Archaic States”, en Archaic States, Feinman, G. y J. Marcus (eds.), Santa Fe, School of American Research Press, 1998, pp. 15-57.) 44

Inomata, “In the palace of the fallen King”, p. 288. (Traducción mía.)

45

Inomata, “In the palace of the fallen King”, p. 288.

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acotados en el interior de las habitaciones de las plataformas que configuran el patio hundido: en su última y más opulenta fase varios cuartos, o al menos el cuarto tres de la plataforma sur y el cuarto del extremo norte de la plataforma este, presentaban divisiones del espacio interior, diminutas, apartadas y por lo mismo controladas, mas no necesariamente relacionadas con contextos de enterramiento (pues ahí éstos son estratigráficamente más antiguos), sino probablemente con contextos de almacenamiento. La relación de cada uno de los escenarios con el resto del sitio puede explorarse con estos criterios. Así, considero actos masivos o de alta visibilidad en Cañada de la Virgen los representados en plazas abiertas donde grandes audiencias pudieron participar del acontecimiento ritual, como la plaza exterior oriental, entre el complejo A y la calzada. Ahí el punto de mejor visibilidad es el acceso al (o salida del) patio hundido, desde donde se domina la plaza exterior. Escenarios abiertos como éste pudieron ser también los espacios existentes entre conjuntos arquitectónicos, como la explanada ubicada al poniente del basamento piramidal y al norte del complejo B. En contraste, los actos semimasivos o de visibilidad media debieron ocurrir en los patios hundidos, o bien en espacios acotados o discretos equivalentes. El estudio preliminar de acústica en patios hundidos, realizado por Aboites et al., nos aproxima a la percepción de estas representaciones teatralizadas en la antigüedad.46 De este modo tenemos una gradación: al carácter e importancia del acontecimiento correspondió cierta jerarquía del actor del ritual, así como la selección del escenario y por tanto el aforo y perfil de los espectadores. Considerando lo anterior, es importante la realización de estudios de cálculo de la capacidad de carga del sitio, así como de la capacidad de aforo de los ambientes construidos. De lo anterior resulta la necesidad de responder las preguntas: 1. ¿Qué mensajes relevantes habrían sido representados o actuados por la élite en este sistema de escenarios? 2. ¿Dónde y cómo transcurrieron estos actos teatralizados del ritual público? 3. ¿En qué momentos transcurrían estas representaciones? 4. ¿Quiénes las presenciaban? 5. ¿Qué reacciones se esperaba generar en el espectador? Desentrañar el simbolismo político de Cañada de la Virgen pasa por el intento de responder preguntas específicas como éstas. 1. Probablemente los aspectos representados por la élite gobernante en actos masivos o semimasivos tengan que ver con el monopolio de los conocimientos 46

Aboites, V. y M. Wilson, “Mediciones acústicas en sitios arqueológicos del estado de Guanajuato”, en Acta universitaria, Guanajuato, Universidad de Guanajuato, Dirección de apoyo a la investigación, 2013, pp. 8-18.

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calendáricos de los ciclos agrícolas y de las festividades sagradas; con cambios estacionales del estado del tiempo; eclipses de sol y luna,47 y todo aquello que permitiera reforzar la estabilidad social y legitimar el poder terrenal mediante la apoteosis. Es decir que, mediante la teatralización de acontecimientos relevantes, éstos pasaban de ser, por ejemplo, fenómenos o eventos naturales, a ser acontecimientos controlados por quienes los recibían y transmitían como obligación intrínseca a su investidura divina, por quienes los predecían, ordenaban, explicaban, registraban en la memoria y los divulgaban a conveniencia. Si consideramos que en la mayoría de las sociedades premodernas, incluida la mesoamericana, la religiosidad es omnipresente, hemos de considerar que no sólo el calendario ritual, sino todo conocimiento, incluido el calendárico, poseía ese cariz. Por tanto, el inicio, dedicación y conclusión de las obras públicas; la investidura sacerdotal; la sucesión en el poder; las anunciaciones de alianzas y rupturas; las grandes festividades religiosas; las efemérides; los nacimientos y muertes en el seno de las élites, todo ello y más constituye el contenido semántico de la ritualidad teatralizada, representada en los sistemas de escenarios mediante rituales tan complejos como fastuosos. Cada sitio tuvo sus parámetros de fastuosidad, muy relativos de un asentamiento a otro, pero en el interior de cada uno, esa fastuosidad era un criterio clasista absoluto. 2. La forma en que habrían transcurrido las teatralizaciones concretas de cada ocasión estuvo jerarquizada como jerarquizada era la sociedad, o como lo era el panteón mesoamericano y su correlato astronómico. De manera similar, el inicio de la siembra del maíz habría tenido una importancia diferente de la anunciación del nacimiento de un heredero en el asentamiento vecino. Así como el mensaje se insertaba en cierto nivel jerárquico de la información, análogamente la mayor o menor visibilidad de cada uno de los escenarios del conjunto arquitectónico principal es un criterio de jerarquía del conjunto de ellos. Por ello es factible considerar que el festejo a las deidades principales del sitio o la anunciación del propio sucesor en la investidura sacerdotal se hubiesen representado, primordialmente, en el escenario de mayor visibilidad y relevancia arquitectónica, como la cima del basamento piramidal o el centro geométrico del patio hundido, por parte de uno o varios jerarcas hacia un público numeroso o no, pero en cualquier caso selecto. En cambio, una deidad menor debió tener una representación de menor envergadura, en escenarios secundarios, como la escalinata o algún cuadrante del patio hundido, por parte de autoridades diferentes de la principal. Por otra parte, la parafernalia de esas ocasiones debió incluir el uso de varios elementos de la cultura

47

Quiroz Ennis, Rossana, El cerro y el cielo, Guanajuato, Ediciones La Rana, 2009.

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material, como la cerámica (figura 7), que se han descubierto en diferentes contextos, como los funerarios.48 Resulta además interesante notar que tanto en el sitio Cañada de la Virgen como en Peralta, al visitante actual suele mencionársele las cualidades acústicas de los patios hundidos, factor que debió ser relevante para lograr un nivel especial de dramatismo en la teatralización del ritual. En fechas recientes algunos estudios acústicos (preliminares, como aclaran los autores) se han realizado en los patios hundidos de las zonas arqueológicas abiertas al público en el estado de Guanajuato, con la peculiaridad de que el proyecto se ejecutó en escenarios vacíos, es decir con ausencia de un público acomodado en posición de atender los mensajes sonoros emitidos. En Cañada de la Virgen […] los resultados obtenidos cuando la fuente de sonido se posicionó en el punto más alto de la pirámide principal, proporciona un nivel de intensidad acústico en la plaza, inferior que el obtenido cuando la fuente de sonido se posicionó en la plataforma anterior [inferior] al punto más alto de la pirámide principal. En este último caso prácticamente toda el área ocupada por la plaza se encuentra en un nivel de intensidad acústica arriba de 70 dB [el cual] es un nivel de intensidad acústica suficiente para ser escuchado con claridad por cualquier persona que se encuentre dentro de la plaza.49

3. Algunas fechas importantes desde el punto de vista astronómico han sido establecidas por Quiroz50 y están relacionadas con acontecimientos de subsistencia, como el ciclo agrícola. En la correlación de estas observaciones objetivas con la ideología, otras fechas tienen que ver con festividades importantes en la cosmovisión mesoamericana, en la que tanto el calendario solar como el lunar fueron logros culturales fundamentales en la medición del tiempo y se combinaban para establecer ciclos de vida, muerte y renovación. En el sentido del presente trabajo, la serie de fechas relevantes identificadas por Quiroz muy probablemente determinó el programa de representaciones teatralizadas, en diferentes escenarios, tanto a lo largo del año como a largo plazo. 4. Como se mencionó arriba, los espectadores estaban jerarquizados. La visibilidad diferenciada de los escenarios y la magnitud de los espacios para los espectadores debió tener una estrecha relación con la relevancia del acontecimiento. En términos cuantitativos diríamos que los escenarios masivos, como las plazas abiertas, pudieron

Zepeda, Cañada de la Virgen, San Miguel, p. 2010.

48 49

Aboites, V. y M. Wilson, “Mediciones acústicas en sitios arqueológicos del estado de Guanajuato”, en Acta universitaria, Guanajuato, Universidad de Guanajuato, Dirección de apoyo a la investigación, 2013, p. 17. 50

Quiroz, Sistemas visuales.

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Figura 7. Ofrenda funeraria de élite. Las vasijas de tipos cerámicos como el rojo pulido y café pulido, que se empleaban en la ritualidad de los contextos de enterramiento, son exactamente los mismos tipos que se hallan fragmentados y descartados en contextos domésticos. Tomado de Gabriela Zepeda, “Cañada de la Virgen, San Miguel de Allende”, fig. 52, p. 119.

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haber incluido no sólo la élite y el pueblo llano locales, sino además miembros de las comunidades aledañas tributarias. Esto no significa necesariamente que unos y otros se mezclaran homogéneamente en la masa, en la que la élite constituía una frágil minoría; más probablemente esos espacios para espectadores, además de su amplísima visibilidad, respondían a su vez a una jerarquización aceptada socialmente, que garantizaba sobre todo la seguridad de la minoría. En los espacios semimasivos es razonable considerar que haya tendido a equipararse a cero la presencia del pueblo llano, con excepción obligada de la servidumbre para los anfitriones y los asistentes. En términos cualitativos, la composición de los conjuntos de espectadores debió ser heterogénea, con una proporción variable de unos grupos respecto de otros, dependiendo del contenido del mensaje transmitido en cada representación teatralizada y de otros factores. En otras palabras, considero que a la gradación de escenarios en el interior del complejo A, basada en la visibilidad, podría corresponder no sólo el grado de la confidencialidad del mensaje, sino también el perfil de los espectadores. Así, un alto perfil podría ser el de la élite gobernante local, pero también de la localidad vecina o la regional. El perfil más bajo lo habrían tenido los trabajadores de los sitios menores. Analizando una sociedad compleja, agrícola y centralizada, asumimos que los espectadores o receptores de un mensaje pudieron ser individuos durante cuya vida habrían presenciado muchos de las actuaciones rituales de los diferentes niveles, masivos y semimasivos, si se trataba de individuos de la élite; o sólo cierta cantidad de rituales masivos, si pensamos en las clases bajas. Unos y otros fueron los transmisores de la esencia de cada mensaje, esencia que se transmitió de manera eficiente por decenas de generaciones, si consideramos que la tradición arquitectónica de los patios hundidos tuvo una duración de algo más que seis siglos. Las causas internas del despoblamiento regional no están aún claras; las externas generalmente se han asociado a cambios climáticos severos51 y a transiciones sociopolíticas en los valles centrales mesoamericanos durante el Posclásico temprano.52

51

Armillas, Pedro, “Condiciones ambientales y movimientos de pueblos en la frontera septentrional de Mesoamérica”, en Homenaje a Francisco Márquez Miranda, Madrid, Universidad de Madrid y Sevilla, 1964, pp. 62-82. 52

Brambila, Rosa, y Crespo, Ana María, “Desplazamiento de poblaciones y creación de territorios en el Bajío”, en Reacomodos demográficos del Clásico al Posclásico en el centro de México, México, Linda Manzanilla, editora, México, Instituto de Investigaciones Antropológicas, Universidad Nacional Autónoma de México, 2005, pp. 155-173.

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En el misterio quedan por ahora las formas concretas de esa ritualidad compartida con los espectadores; por el momento baste señalar que la ritualidad propia de la conducta de la élite no finalizaba con la actuación pública en turno, sino que, más allá de ésta, envolvía la vida privada de los gobernantes y de esto era testigo un número muy reducido de su servidumbre y de la corte. Una característica universal de las primeras sociedades jerárquicas es la teocracia. En ese sentido, aun compartiendo una cosmovisión, entre la plebe y la élite había una separación ideológica tajante, que equivalía a la existente entre la diversidad y el carácter mundano del exterior, por un lado, y por otro la pureza y el apego a la norma en la ciudadela de la virtud, constituida por este conjunto de patio hundido. El espectador, que obtenía información y emociones de los ejecutantes del ritual y con esto se identificaba con ellos, simultáneamente refrendaba su estatus subordinado respecto del gran jerarca y su corte divinizados. Los espectadores de estas actuaciones hechas para impresionar acudían al centro ceremonial a la renovación de su fe, a tributar, a recibir instrucciones, a observar el comportamiento de las clases sociales y en particular de la propia. El espectador, además de refrescar su memoria respecto su lugar en el mundo imaginario de la religión, recibía una educación menos teórica que práctica acerca de cómo relacionarse con los miembros de la sociedad, pues la religión y la vida social contenían, en Cañada de la Virgen, el arquetipo del deber ser. 5. Las condiciones objetivas, arquitectónicas, para lograr el dramatismo y verosimilitud requeridos eran numerosas. El visitante se encontraba con edificios monumentales hechos para impactar los sentidos: la monumentalidad, orientación, acabados, diseño, complejidad, capacidad de aforo y el control serían tan sólo algunas de estas condiciones. La radical diferencia entre estos espacios construidos y aquéllos de la vida cotidiana de los comuneros llamaba a asombro; el resto podía hacerlo su religiosidad: una casa a un tiempo hermosa y fuerte, grande y proyectada al cielo, sólo podía albergar seres divinos. Por lo que respecta al espectador, la apoteosis que éste hacía de la élite fue condición indispensable de la existencia de las teocracias, pues sólo la firme creencia en el misterio del vínculo divino permitía legitimar tanto la idea de la procedencia trascendental de los dirigentes, como los aciertos de sus predicciones, de su palabra. Pero la aceptación del misterio también permitió justificar los yerros humanos de los sacerdotes y gobernantes, por graves o frecuentes que fueran. Sin estas condiciones, subjetivas pero realmente existentes, no es posible explicar ni la legitimación de la investidura sacerdotal en las sucesiones, ni la relativa estabilidad del régimen a lo largo de los siglos. El éxtasis, la euforia y la ira, pero también la fe, son reacciones emocionales y disposiciones de ánimo irracionales que la actuación de los jerarcas debieron provocar

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con sus representaciones de deidades, de ancestros, de astros, fenómenos naturales y tabúes que eran reflejo de una vida compleja, llena de necesidades materiales y simbólicas. Tenemos, por consiguiente, una arquitectura compleja, con sistemas de escenarios de visibilidad variable, que dio cabida a un público diverso, el cual recibía mensajes verbales y no verbales en actuaciones dramáticas de trascendencia también diversa, dirigidos a un público más o menos heterogéneo dependiendo de la ocasión. Pero toda actuación debió ser planeada para impresionar y dejar huella significativa en la memoria. El poder, centralizado y simbolizado en el palacio, con su templo basamento, residencias de élite y patio hundido, resultaba ser tan armónico y misterioso como el propio cosmos, tan absoluto como él.

IV. Consideraciones finales Las investigaciones arqueológicas y de otra índole disciplinar en el sitio Cañada de la Virgen posiblemente continúen, y directa o indirectamente contribuirán al conocimiento del pasado remoto. Pero aspectos como el modo de vida, la cosmovisión, la percepción, la moral, el ritual doméstico de los pobladores antiguos de cada sitio seguirán llamando nuestra atención porque de esos procesos específicos se nutre la diversidad. La mayoría de los textos citados en el presente trabajo alude a la cultura material y espiritual del sitio como típicamente mesoamericana, lo cual probablemente sea justo al tiempo que no se descarta que se tengan muchos rasgos culturales originales. Dado que cada asentamiento prehispánico de patio hundido debió contar necesariamente su propio calendario de horizonte, es razonable esperar que éste tuviera su correlato simbólico y que ese simbolismo irradiara las aldeas y sitios menores. De ello nos hablarán los investigadores de los sitios de patio hundido que se vayan integrando a nuestro bagaje histórico y antropológico sobre el Bajío antiguo. Uno de ellos, Efraín Cárdenas, realiza un ejercicio de síntesis para colocar los distintos elementos de la cultura material, es decir los marcadores arqueológicos, en la dimensión que a cada uno correspondería, según su esquema: este trabajo, […] subraya la importancia de identificar los rasgos materiales culturales, como la arquitectura, sus trazos, composición, sistemas constructivos y orientación, o bien mediante los vestigios asociados como la cerámica, la piedra tallada o pulida y los restos óseos. Con rasgos etnográficos, Paul Kirchoff delimitó Mesoamérica; con el patrón arquitectónico de los patios hundidos como elementos centrales de la arquitectura prehispánica, se define en este estudio la tradición cultural del Bajío; con la jerarquización

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y agrupación espacial de los sitios, se definen también en este estudio los territorios de los centros de poder político en la misma región entre los años 350-750 d.C.53

Por lo pronto la evidencia determina vigorosamente la ausencia de representaciones figurativas de individuos concretos; en vez de ello nos habla de una élite corporativa que habitó residencias monumentales que conformaban patios hundidos; que éstos eran escenarios controlados de rituales semimasivos; que las representaciones teatralizadas de ese ritual público tenían un dramatismo enmarcado por escenarios diversos, y acompañado por cultura material que habría sido empleada en ocasiones diversas; que los mensajes transmitidos poseían una dimensión visual importante y por ello la parafernalia de vestimenta y la actuación debieron ir dirigidas a los sentidos, particularmente a la vista. Los escenarios estratégicos no se habrían limitado al interior del complejo A. Ni siquiera debemos observarlos en tanto que espacios construidos en sí y para sí; en vez de eso es pertinente considerar que los sistemas de escenarios habrían abarcado los espacios abiertos, no construidos, que son aledaños, así como otros conjuntos de patio hundido y todo aquel espacio en el que el protagonista del ritual contase con un grado de visibilidad aceptable a su rango y a la trascendencia del mensaje. De este modo, aun si no contamos hoy con diversidad de fuentes que nos permitan conocer directamente el contenido verbal de los mensajes, es razonable considerar que la comunicación no verbal tuvo que acompañar a aquél. Y que la arquitectura, como sistema de escenarios y refuerzo de patrones de conducta social, jugó un papel importante en la construcción del significado del sitio y sus partes, pues el espectador recibía dicho mensaje como un todo dramático, que incluía la forma, el contenido y la circunstancia. Los elementos de análisis aquí sugeridos habrán de tomarse en cuenta a la hora de desentrañar el simbolismo político de la arquitectura del sitio preurbano54 Cañada de la Virgen.

53

Cárdenas García, Efraín, “Método para el análisis espacial de sitios prehispánicos. Estudio de caso: el Bajío”, en Palapa, vol. III, núm. 1, p. 15. 54

El conjunto monumental, aunque bien trazado, no incluye más que una pequeña serie de habitaciones de la élite. No explica dónde habitaba la masa de constructores y proveedores de los servicios necesarios de ese conjunto monumental. Un palacio, las residencias de élite y sus templos por sí solos no hacen una ciudad en una sociedad jerarquizada. Casas comunes integradas a ese trazo, barrios, o algunas viviendas aledañas de los comuneros, podrían darnos elementos para discutir un posible carácter urbano del sitio. En ausencia de evidencia ello no es posible, por lo que la definición del sitio como “centro cívico ceremonial” (Luis Felipe Nieto, “Centro ceremonial Cañada de la Virgen, Guanajuato: arquitectura de la cultura híbrida tolteca-chichimeca”, en Arqueología, Vol. 17, México, Revista de la coordinación Nacional de Arqueología del Instituto Nacional de Antropología e Historia, pp. 99-110.) sigue sustentada firmemente en evidencia.

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Leona Vicario, personaje femenino de ficción histórica y literaria

Ana María Alba Villalobos Departamento de Historia, Universidad de Guanajuato

La vida de Leona Vicario es una de las más ricas e interesantes experiencias humanas que puedan concebirse.

Eugenio Aguirre

E

Recibido: 31 de mayo de 2013 Aceptado: 5 de agosto de 2013

l presente trabajo tiene como finalidad analizar las cuatro novelas existentes sobre Leona Vicario, de manera comparativa para ver cómo es construido desde la literatura, con base en documentos y textos historiográficos, un personaje tan singular de la Historia de México. Para ello se revisa la biografía oficial y otras que han sido fuente para las novelas, con el propósito de saber qué se modificó y qué se ficcionalizó en ellas. Se toma en cuenta quiénes son los autores y en qué contexto se publicó el texto, pero los elementos considerados en la comparación giran en torno a la construcción del personaje, para determinar cómo es en el texto, si éste contribuye a crear una heroína de bronce o si por el contrario, se le humaniza. También es fundamental saber si su participación en la historia de México es cuestionada; si es así, de qué manera y si se le da un tratamiento desde una perspectiva de género, sea el autor hombre o mujer.

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1. La biografía oficial de Leona Vicario Para conocer la visión oficial sobre la participación de Leona Vicario en la historia de México conviene consultar la página Web del Bicentenario de la Independencia de México. En ella aparece una breve semblanza biográfica y, para ampliar la información, ahí mismo se proporcionan varios enlaces, uno de ellos nos lleva a la versión facsimilar del libro de Rafael Anzures, Los héroes de la Independencia, de 1909 que contiene sendas biografías de muchos personajes de la Independencia, escritas por varios autores.1 La biografía de Leona Vicario es de Gamaliel Arenas;2 en ella, el autor narra las vivencias de Leona resaltando algunas cualidades morales que le atribuye, como la caridad, la religiosidad fervorosa, la rectitud inquebrantable, el decoro. Habla de que poseía un “exquisito buen gusto”, pero de inmediato aclara que “sin llegar a la exageración ostentosa de la vanidad”. Dice que era estoicamente valerosa, inteligente y serena. Destaca sus virtudes patrióticas; sin embargo en seguida añade las cualidades de madre y esposa. Vivió siendo siempre adoradora de la Patria y fiel devota de sus libertades, a la vez que ángel sacrosanto del hogar y fuente inagotable de exquisitas bondades. Así transcurrieron los últimos años de su vida, y la Excelsa Patricia Mexicana, tipo supremo de verdadera piedad y excelente modelo de tiernas esposas y cariñosas madres, orgullo de su sexo y gloria de su patria, según la frase del historiador Don Carlos María de Bustamante.3

Algunas investigadoras se han ocupado de estudiar la imagen de las heroínas de las Independencias en Hispanoamérica, como Concepción Bados Ciria, quien en el artículo “El imaginario femenino en las Independencias Hispanoamericanas” hace un estado de la cuestión al respecto, donde señala cómo el establecimiento en la academia de los Estudios de género, principalmente a partir de los años setenta, ha dado lugar al surgimiento de voces alternativas a las de la historiografía oficial, con el fin de revisar, para rescribirlo después, el imaginario de las mujeres que participaron en estas luchas.

Anzúres, Rafael, Los héroes de la Independencia, Oficina tipográfica del gobierno, dedicatoria e instrucción, Tlaxcala, 1909. http://www.bicentenario.gob.mx/index.php?option=com_ content&view=article&id=213:los-heroes-de-la-independencia&catid=86:biblioteca-coleccion-independencia (Consultado el 25 de abril de 2010). 1

Arenas, Gamaliel. “Leona Vicario”, Los héroes de la Independencia p. 140-176. http://www.bicentenario.gob.mx/bdb/bdbpdf/Anzúres/leonaVicario.pdf (Consultado el 25 de abril de 2010). 2

3

Arenas, Gamaliel. “Leona Vicario”, p. 175.

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Según ella, más que la exaltación heroica de estas mujeres, a los estudios de género les interesa analizar y tratar la incidencia y la repercusión que estos acontecimientos han podido tener en la historia de las mujeres en Latinoamérica, después de doscientos años de independencia, sobre todo en lo que afecta a su incursión y participación en la esfera pública y, por ende, en la política.4 Haciendo referencia a un artículo de Claire Brewster acerca de la contribución de las mujeres a la causa de la Independencia, afirma que una vez terminadas las luchas, los criollos, que eran ya la clase dominante, impidieron que las mujeres tuvieran participación alguna en la vida pública, a pesar del interés mostrado por muchas de ellas. El clima que siguió a la Independencia propició la continuidad de diferentes regímenes patriarcales y jerárquicos en las diferentes repúblicas, lo cual contribuyó a la exclusión de las mujeres de los asuntos políticos y públicos. Asegura además que no se incluyó a las mujeres en las Constituciones de las repúblicas recién nacidas, ni tampoco se las excluyó. Simplemente fueron ignoradas, y si algún historiador las nombra, es para decir que tuvieron un papel menor, de apoyo como esposas, hermanas e hijas o quizás sirviendo a las tropas como enfermeras, cocineras o prostitutas, cuando se sabe que una gran cantidad de mujeres desafiaron los modelos tradicionales de comportamiento femenino en el siglo xix y contribuyeron como agentes decisivos en los movimientos insurgentes. Lo anterior hace necesario visibilizar el trabajo que hicieron las mujeres, haciendo énfasis en que fueron muchas, pero también que su colaboración fue directa y decisiva, como en el caso de Leona Vicario. Este es el trabajo que corresponde a los biógrafos, y que han realizado especialmente en el siglo xix y principios del xx; sin embargo, no basta con tener buenas intenciones y querer reivindicar a las mujeres del pasado, muchas veces al tratar de hacerlo se reproducen ideas dominantes en la época. Esto ocurre en el libro Mujeres notables mexicanas, de Laureana Wright de Kleinhans, según lo hacer ver Graciela Monges Nicolau en “El género biográfico en Mujeres notables mexicanas de Laureana Wright de Kleinhans”.5 No obstante la superación personal de Laureana en su intento por rescatar del anonimato a sus biografiadas y querer llevarlas hasta un nivel de sujetos activos dentro

4

Bados Ciria, Concepción, “El imaginario femenino en las Independencias Hispanoamericanas”, revista Omnibus, Núm. 26, Año V, mayo de 2009, en http://www.omni-bus.com/n26/bados.html (Consultado el 25 de mayo de 2010). 5

Monges Nicolau, Graciela, “El género biográfico en Mujeres notables mexicanas de Laureana Wright de Kleinhans”, en Ana Rosa Domenella y Nora Pasternac (Editoras), Las voces olvidadas, Antología crítica de narradoras mexicanas nacidas en el siglo xix, El Colegio de México, 1991, pp. 357-378.

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de la vida del país, ella sigue sosteniendo las opiniones, prejuicios, gustos y valores prescritos socialmente para la mujer, como grupo subordinado que perpetúa su propia subordinación. La conciencia femenina se convierte en parte de una subcultura escindida que actúa para sostener los vínculos de una cultura dominante y paternalista, en este caso la del Porfiriato.6

Sin duda esta consideración es aplicable a los biógrafos de Leona Vicario que vivieron a principios del siglo xx. Lo que llama la atención es que sean estas biografías las que se ofrezcan en la página Web oficial del Bicentenario, como si no hubiera pasado un siglo desde su elaboración.

2. Las novelas sobre Leona Vicario Existen cuatro novelas históricas sobre Leona Vicario: Diario de Leona Vicario, de Otto-Raúl González,7 La insurgenta, de Carlos Pascual,8 Leona Vicario, la insurgente, de Eugenio Aguirre9 y Leona, de Celia del Palacio.10 Pareciera que ha interesado más a los novelistas que a los historiadores, a diferencia de otras figuras como la de Hidalgo y la de Morelos. El presente trabajo tiene como finalidad analizar estas novelas de manera comparativa para ver cómo es construido desde la ficción (con base en documentos y textos historiográficos) un personaje tan singular de la Historia de México, a partir de las siguientes preguntas con respecto a los textos: ¿Cómo es Leona Vicario en esta novela? ¿Contribuye esta novela a crear una heroína de bronce? ¿Humaniza al personaje para acercarlo a la gente y bajarlo del pedestal? ¿Hay un cuestionamiento de algo que hubiera hecho ella durante su vida? Independientemente de que se trate de un autor o autora, ¿se trata al personaje desde una perspectiva de género? En primer lugar debemos decir que Leona Vicario es una de las pocas heroínas mexicanas reconocidas oficialmente. En la página Web del Bicentenario sólo podemos encontrarla a ella y a la Corregidora. Según Carlos Pascual es la única mujer que ha

6 7

Monges Nicolau, pp. 378-379.

González, Otto-Raúl, Diario de Leona Vicario, Ediciones issste-anassvo, México, 1982.

8

9

Pascual, Carlos, La insurgenta, Grijalbo, México, 2010.

Aguirre, Eugenio, Leona Vicario, la insurgente, Planeta, México, 2010.

10

Palacio, Celia del, Leona, Suma de letras, México, 2010.

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tenido un funeral de estado y es considerada la Madre de la Patria, como se ve en la biografía de Arenas.11 Vale la pena preguntarnos cómo es esta madre en las novelas que se han hecho sobre ella. Por la información de los historiadores sabemos que era una mujer joven, bella, inteligente, culta, rica y osada cuando se adhirió al movimiento por la Independencia de México; su participación inició cuando tenía veintitrés años (nació el 10 de abril de 1789) y terminó cuando tenía treinta y dos por lo que podemos decir que la madre de los mexicanos era muy joven, sobre todos si recordamos que el padre, Miguel Hidalgo, tenía más de sesenta años. Antes de analizar las novelas sobre Leona Vicario podemos preguntarnos las posibles motivaciones para llevar al ámbito de lo literario la biografía de este personaje y si los textos que han surgido de este interés aportan algo significativo para conocerlo. Los tres textos tienen como fuente principal la biografía que hizo Genaro García a principios del siglo xx: Leona Vicario la heroína insurgente, en el cual el historiador recaba la información existente sobre ella, con base en documentos de toda índole. Es así como incluye el famoso retrato escrito que hiciera Carlos María de Bustamante, pero también da cuenta de los cuestionamientos que hicieron algunos de sus opositores como Lucas Alamán, y de la respuesta de Leona a través de una carta abierta. Seguramente leyeron también la biografía de Gamaliel Arenas. No obstante, hay algunas diferencias importantes en la información, que señalaremos en su momento. Otto-Raúl González simpatiza con el personaje y lo presenta desde dentro al convertirla en narradora de su propia historia. Eugenio Aguirre, siguiendo a Genaro García, hace una biografía para dar a conocer su vida ejemplar. A diferencia de los anteriores, Carlos Pascual elabora un texto polifónico, más propio de la dramaturgia que de la narrativa, en el cual hay versiones distintas sobre ella por parte de algunos de sus contemporáneos: por un lado están los que la exaltan y admiran, pero también los que se oponen a ella de una u otra forma. Por su parte, Celia de Palacio ofrece una novela biográfica, más que una biografía novelada, con un narrador en tercera persona, que sigue de cerca a la protagonista, en torno a la cual todo gira. Será necesario entonces, analizar al personaje en los diferentes textos.

11

“Por sus muy distinguidos servicios, superiores a su sexo, prestados a la libertad y bienestar de la Republica, ha muciio tiempo que se consagro a la inmortalidad […] principalmente en el Catalogo de las heroinas mexcanas; la cual fallecio el 21 de Agosto de 1842.—A esta Benemerita y Dulcisima Madre de la Patria, los desolados y agradecidos ciudadanos mexicanos, le erigen llorosos este monumento”. De Biografía de Mexicanos Distinguidos, de Francisco Sosa, citado por Arenas en la p. 176.

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3. El diario de Leona Vicario, de Otto-Raúl González Esta novela, como el título lo indica está escrita en forma de diario. Contiene un Preámbulo que consiste en una “Nota del compilador” quien narra la manera en que encontró un manuscrito el 24 de octubre 1943, cuando caminaba por la Lagunilla junto con Pablo Neruda y Wenceslao Roces y, cómo cuando se dio cuenta de que se trataba del Diario de Leona Vicario, “se consagró de lleno a la tarea de sacarlo en limpio y ordenarlo, comprobando fechas, cotejando nombres, eliminando lo superfluo y tratando de pulir la almendra de tan interesante manuscrito”.12 Añade que los títulos de cada apartado son suyos, que su mérito consiste en buscar y comprobar los nombres y fechas que dan claridad al manuscrito. El diario inicia el 20 de noviembre de 1807, poco tiempo después de quedar huérfana y termina el 22 de agosto de 1820, cuando Leona y Andrés regresan a la ciudad de México, ella se reconcilia con su tío Agustín y la pareja festeja con sus amigos que él ha sido admitido en Ilustre y Real Colegio de Abogados. El compilador ficticio señala en notas respectivas las lagunas en el texto: la que se da entre diciembre de 1810 y junio de 1812 y la que va de 1816 a 1819. Aunque se sabe que Leona fue una persona muy activa que hizo muchas cosas diferentes a las que solían realizar las mujeres de su época, en el Diario se expresa de sí misma con modestia, pues no abundan en él autoelogios, lo cual poco se equilibra con opiniones ajenas a ella, ya que nadie más tiene voz narrativa en la novela; sin embargo, la narradora se encarga –en pocas ocasiones, hay que aclararlo- de dar a conocer las frases de admiración que recibió, tanto por su belleza como por sus acciones a favor de la patria a través de la referencia a la descripción que hiciera de ella Carlos María de Bustamante, así como al documento del gobierno insurgente encabezado por José María Morelos (fechado en 11 de diciembre de 1813) en el que se acuerda otorgar a Leona Vicario una mensualidad de quinientos pesos.13 Es importante comentar que no menciona en su diario las acusaciones que recibiera por parte de Lucas Alamán o de su tío Agustín. Es significativa la manera en que se describe a sí misma, pues se observa cómo se reprimía a las mujeres al grado de negarles el autoconocimiento, al alejarlas de los espejos. Me estoy viendo en el espejo y puedo decirte que soy robusta y bien formada, de estatura regular y movimientos graciosos, rostro ovalado y cutis color de rosa, frente amplia y

González, El diario de Leona… pp. 1-2.

González, Diario de Leona… p. 86.

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cejas muy delgadas, ojos de un negro profundo y nariz de fino dibujo, boca pequeña y labios delgados; pero ya no me sigo mirando en el espejo porque según dicen las consejas se me puede aparecer el diablo. Y para completar este retrato consignaré lo que dicen que ha dicho de mí un ilustre amigo de la casa, don Carlos María de Bustamante: que la naturaleza no me ha negado un personal airoso y distinguido.14

Otto-Raúl González es un escritor de origen guatemalteco, que tuvo que salir de Guatemala por razones políticas y vivió en México más de 50 años. Su texto fue publicado en 1982 (fue su primera novela), aunque alude a mayo de 1975 cuando se celebró en México la Primera Conferencia Mundial sobre la mujer. En ella se hace hincapié en la figura de Vicario como antecedente fundamental en la lucha por los derechos de las mujeres, alguien que soñó con un futuro mejor para las ellas, una antecesora muy importante de la mujer de los años 70 del siglo xx, como si esta fuera la ideal o al menos se encontrara en una situación mucho mejor. A través de Leona Vicario el autor elogia al presidente Luis Echeverría Álvarez y a su esposa María Esther Zuno, de quienes dice: OVACIONES, con fecha de 7 de mayo de 1975. Las grandes letras del encabezado decían TENÍAMOS RAZÓN LAS MUJERES AL EXIGIR IGUALDAD. Seguí leyendo y me enteré de que quien había pronunciado esas palabras era la Primera Dama de México, esposa del Primer Mandatario de un régimen del futuro. La Dama del Futuro se había referido a la lucha de las mujeres mexicanas para obtener un trato igual ante la ley, es decir, a las conquistas jurídicas de la mujer. […] Esta Primera Dama de ese México del Futuro, querido diario, es la que más se ha adentrado en mi corazón. Es una mujer de gran carácter y de nobles y revolucionarias ideas; y comparte con su esposo, el Presidente de la República, la pasión política y humana de que ambos están sobrados. ¡Pluga a los manes que van a regir mi vida que yo, mujer decimonónica, llegue a igualarla!15

Habría bastado con que el autor mencionara que en 1975 se celebró en México la Primera Conferencia Mundial sobre la mujer, explicando que ello tuvo como consecuencia un interés creciente en la situación de las mujeres en México, en sus derechos y en la manera de lograr que se respetaran, así como en un auge del feminismo como movimiento político. Pareciera que la novela tuvo que esperar siete años para ser

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González, Diario de Leona… p. 6. (Las cursivas son mías).

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González, El diario de Leona… p. 20. (Las cursivas son mías).

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publicada, pues no se alude en ella a lo que ocurre en 1982, cuando el gobierno estaba a cargo de José López Portillo, cuya esposa era muy distinta a María Esther Zuno, no sólo en sus características físicas, sino en su imagen y participación social. Podría ser que el autor estuviera interesado en reivindicar a Zuno al ver cómo era Carmen Romano, pero sería algo tan indirecto que no se puede asegurar. El fragmento citado nos enseña que no es políticamente correcto publicar un texto en el que se elogia a un ex presidente de México. Si se pone en contexto la novela, se entienden los elogios a Echeverría, a quien muchos intelectuales apoyaron e incluso admiraron en su momento. Hoy nos resulta inadmisible, pero entonces era normal. Lo malo es utilizar a Leona Vicario como intermediaria. El último día del Diario es el 22 de agosto de 1820. En un Epílogo, el compilador ficticio hace mención a la muerte de Vicario, el 21 de agosto de 1842. A diferencia de las otras novelas, en ésta hay una enorme elipsis u omisión que va de 1820 hasta la muerte del personaje, lo cual puede interpretarse de muchas formas, pero sin duda constituye una deficiencia en la recreación del personaje. Además de las que hemos observado, esta novela evidencia otras huellas del contexto en el que fue escrita; desde el punto de vista literario tiene una característica que no poseen las otras: el realismo mágico. El autor crea un personaje llamado María Conejo (Tochtli), una “india vieja” (de 45 años, nótese) que aparece y desaparece por arte de magia, protege a Leona y le da un objeto mágico: un espejo que le permite ver el futuro. Además de esto, le cuenta leyendas e historias sobre el maltrato de los indios, las cuales contribuyen a reforzar su convicción de luchar por la Independencia de la Nueva España. En la biografía de Arenas se hace énfasis en la solidaridad de la protagonista con los criollos, lo que no ocurre tanto en la novela de González, en la cual María Conejo sensibiliza a Leona hacia la condición de los indígenas muy especialmente, elemento que nos remite también al contexto del autor al escribir la novela, en el cual el indigenismo literario surgido unos años atrás, seguía vigente. Hay dentro de la novela varios relatos indígenas. Además del realismo mágico, esta novela tiene pasajes de clara intencionalidad poética. En ella el autor inserta algunos poemas anónimos, uno Sor Juana Inés de la Cruz, uno de Quevedo, uno de Lope de Vega, así como algunos palíndromas del autor. En algunos apartados es claro el lirismo que delata al poeta autor. Podemos decir que es la novela más poética de las tres, aunque lo poético no está en toda la novela, sólo en algunos apartados, por lo que carece de equilibrio y unidad en el tono. La novela de González, a diferencia de las otras, hace ver que la relación entre Leona y su tío Agustín Pomposo era buena. Ella le llama “tío Pompo” y expresa su cariño hacia él, aunque cuando él se opone a su matrimonio con Andrés Quintana Roo,

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ella dice que él no tiene corazón. Al finalizar, todos los conflictos se han resuelto y se produce un final feliz. Cabe hacer notar que este final es parcial, pues no corresponde al término de la vida de Vicario, sino del relato. En la biografía faltan aún muchos sucesos y muchos años (veintidós). Lo que ocurre es que la secuencia principal gira en torno a la historia de amor de Leona y Andrés, presentada en la novela con tintes románticos y la utilización del personaje para hacer referencia al presente de la escritura de la novela.

4. Leona Vicario, la Insurgente, de Eugenio Aguirre Se trata de una biografía novelada sobre este personaje publicada por primera vez en 1982 y reeditada varias veces. Curiosamente apareció por primera vez en el mismo año en que se publicara la de Otto-Raúl González. A diferencia de otra novela biográfica reciente de este autor, también sobre un héroe de la Independencia, Hidalgo: entre la virtud y el vicio, en la cual la mayor parte está narrada por Miguel Hidalgo, en ésta la narración se da en tercera persona, por un narrador omnisciente que sigue las andanzas de la protagonista. El autor no oculta su propósito de rendir un homenaje a la figura de Leona Vicario, que justifica en la introducción al hacer notar que ella se adhirió incondicionalmente al movimiento de Independencia “al grado de sacrificar todos sus bienes materiales y muchos de sus mejores años”, que “su carácter firme y optimista, aunado a una generosidad ilimitada, la llevó a enfrentarse heroicamente a la persecución de las autoridades virreinales, a la miseria y a la censura familiar y social, que fue una de las “poquísimas figuras que nunca se rindieron y que nunca acudieron al indulto y perdón de la corona española”, que “su fe en el triunfo de la causa insurgente, a pesar del infortunio y la desgracia, fue ejemplo para sus contemporáneos y puede serlo para nosotros”16. El título es casi igual al de Genaro García; sólo omitió la palabra “heroína”. En el texto sigue la cronología de la autora a través de 12 capítulos, que dan cuenta de las transformaciones del personaje a través de las decisiones que toma y las motivaciones para hacerlo. En el capítulo 1 Leona expresa que no hay más salida a la situación de la Nueva España que el movimiento de Independencia; en el 2 decide poner “sus recursos y conocimientos al servicio de la causa de la Independencia de México”; en el 3 la casa de Leona se convierte en centro de reunión de los colaboradores del movimiento

Aguirre, Eugenio, Leona Vicario… p. 10.

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insurgente en la ciudad de México. Ella participa muy activamente. Se enamora de Andrés Quintana Roo. En el capítulo 4 se narra que, a pesar de que muchos criollos se decepcionan del movimiento y lo abandonan, Leona permanece firme, a pesar de que sus rentas disminuyen considerablemente. Andrés sale de la ciudad para unirse con los insurgentes. El capítulo 5 narra cómo al enterarse de que es espiada por el gobierno, Leona huye de la ciudad, pero como no puede unirse a los insurgentes y es encontrada por los enviados de su tío, acepta regresar a su casa. En el 6 es encarcelada y sometida a varios interrogatorios por la Inquisición. En el 7 los insurgentes liberan a Leona y la llevan a Oaxaca, donde se reúne con Andrés Quintana Roo. En el 8 puede leerse que de 1813 a 1814, Leona apoya a los insurgentes en las batallas, como muchas otras mujeres, sobre todo en la derrota: Las mujeres dieron un verdadero ejemplo, y, entre ellas estaba Leona Vicario. Sin dinero ni recurso alguno, se las arreglaron para dar de comer a los miembros del Supremo Congreso y a su escolta, compuesta por ochenta soldados desnudos y armados solamente de garrotes, excepto cinco que tenían fusiles, aunque fuese pan negro, maíz tostado y piloncillo. Sus manos se multiplicaban para atender a los heridos y para repartir alimentos. Sus palabras, siempre tranquilas y alegres, se hicieron oír para confortar a los moribundos, a los abatidos.17

Este fragmento nos ayuda a ver cómo Aguirre tiene una visión limitada y esquemática de las mujeres, que no dista mucho de la más tradicional: son abnegadas, están al servicio de los hombres, mantienen la alegría y tranquilidad, etc. Esto es imposible de asegurar primero, porque no hay forma de demostrarlo y segundo, porque es muy poco probable. En el capítulo 9 Leona y Andrés logran escapar de los realistas en la batalla en que es derrotado Morelos, el 5 de noviembre de 1814. De esa fecha hasta principios de enero de 1817 cuando nace y es bautizada su hija Genoveva, abarca este capítulo que narra la vida de la pareja Leona-Andrés en la sierra, escondidos del gobierno. Es así como tiempo después “[…] en una cueva localizada en las laderas de un monte llamado Achipixtla, en el Estado de México, Leona Vicario parió a su primera hija. Andrés había salido en busca de víveres y de un poco de leña para calentar su improvisado hogar.”18

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Aguirre, Leona Vicario… p. 134.   Aguirre, Leona Vicario… p. 144.

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El narrador expresa los sentimientos de Leona: Leona se sentía feliz, aunque por las noches añoraba su vieja casa y sus queridos muebles. Sus sueños se hallaban, a veces, poblados con imágenes de su niñez, de esa época feliz en que sus padres […] la arrullaban en sus brazos y la hacían dormir contándole viejos cuentos y hermosas leyendas.19

Esta parte ha sido comparada con la historia de Genoveva de Brabante, pero la pareja viviendo en contacto tan estrecho con la naturaleza recuerda también el relato bíblico del Edén. Este punto fue y sigue siendo polémico. En su momento formó parte de los ataques que de Lucas Alamán a Leona, al juzgar su vida en la insurgencia como un hecho “romancesco”. Por otro lado, resulta inverosímil que una mujer que estaba acostumbrada a las máximas comodidades, se sintiera feliz dando a luz en una cueva, viviendo de manera tan precaria y, sobre todo, perseguida por la autoridad. El capítulo 10 muestra cómo la llegada de la hija vuelve frágil a la pareja y es por ello que cuando los descubren no pueden huir y se ven obligados a aceptar el indulto del gobierno. El gobierno los condena al destierro en España, pero al no proporcionarles los medios para viajar se ven obligados a quedarse en Toluca, de donde no se pueden mover hasta 1820. El capítulo 11 narra que en 1820 Agustín de Iturbide fue nombrado comandante general del sur. Mientras esto sucedía, dice el narrador “Andrés Quintana Roo y su esposa Leona se vieron beneficiados por la corriente liberal que llegaba desde España. La reimplantación de las disposiciones de la Constitución de Cádiz y la reinstalación de las Cortes les permitieron trasladarse a vivir a la capital”20. Luego del famoso “abrazo de Acatempan”, el 27 de septiembre de 1821 Iturbide entra triunfante a la ciudad de México, encabezando al ejército de “las tres garantías” (religión, independencia, unión). Poco menos de un año después se hizo coronar emperador de México. Leona no simpatizaba con Iturbide, a quien consideraba como un traidor. Sin embargo durante un tiempo Quintana Roo trabajó en su gobierno como Subsecretario del Estado y Encargado de Relaciones Exteriores. Posteriormente tuvieron diferencias fuertes y el emperador despidió y persiguió a Andrés, quien tuvo que huir a Toluca. El 1 de enero de 1823 la suerte cambió para él y Leona cuando Antonio López de Santa Anna encabezó el golpe de estado que llevó a Iturbide a renunciar a la corona y a salir luego del país. Así el último capítulo, el 12, narra cómo, a solicitud suya, fue restituido el valor de

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Aguirre, Leona Vicario… p. 144.   Aguirre, Leona Vicario… p. 160.

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sus bienes, perdido durante la guerra de Independencia a Leona por parte del Supremo Congreso Constituyente durante el triunvirato de Guadalupe Victoria, Nicolás Bravo y Celestino Negrete. Se resumen muy brevemente sus últimos veinte años, de los que se dice que “fueron relativamente tranquilos”, con lo cual se da un final feliz a la biografía de Leona. En la novela no hay críticas al personaje, pero sí una respuesta implícita o una explicación del narrador a algunas de las que se hicieron a ella y a su marido. Esto sucede por ejemplo cuando Quintana Roo aceptó el cargo de Subsecretario de Estado y del Despacho de Relaciones Interiores y Exteriores que le ofreció Iturbide. El narrador dice que para Leona fue un conflicto: “por un lado estaba su instintiva animosidad en contra del emperador, a quien consideraba un repulsivo traidor; y por el otro, los argumentos de su esposo para justificar su cargo en el gobierno: que sólo estando cerca de Iturbide podrían los hombres conscientes de México controlarlo”21. En otros casos no se narra el hecho, es decir se omite la cuestión polémica. Pasa así en la crítica al “excesivo gasto” que hizo Leona en la decoración de su casa nueva cuando murieron sus padres; esto sucedió en 1808, pero la novela inicia en 1809 y no se hace mención de ello. Estos y otros sucesos fueron incluidos en las novelas más recientes sobre el personaje, en las cuales se plantea con mayor profundidad la complejidad del contexto político, los conflictos internos tanto de Leona, como de Andrés y la visión que de ellos tenía la sociedad. El texto de Aguirre alcanza con creces su objetivo, si éste es dar a conocer los datos biográficos sobre Leona Vicario, con una pluma impecable, de manera ágil, amena, sencilla y clara a todo tipo de lectores para contagiar la admiración que siente por esta mujer, como muchas otras personas sintieron en otro tiempo y siguen experimentando al conocerla.

5. La Insurgenta. Carlos Pascual La novela de Carlos Pascual inicia justamente donde terminan las anteriores es decir, el 22 de agosto de 1842, un día después de la muerte de Leona Vicario. Todo transcurre en tres días: del 22 al 24 de agosto del mismo año, en torno a la sesión extraordinaria del H. Ayuntamiento de la Ciudad de México para decidir si los funerales de la heroína insurgente serían de Estado o de ciudadano ilustre, y si se le nombraría Benemérita y

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Aguirre, Leona Vicario… p. 164.

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dulcísima Madre de la Patria. Esto está basado en hechos reales, pues hay una distancia de cinco días entre su fallecimiento y su inhumación. En el bando correspondiente se convoca a la ciudadanía a declarar a favor o en contra de tales menciones. En esta novela hay diferencias importantes con respecto a las anteriores en cuanto a la información sobre la biografía de la autora: en primer lugar, ni en aquéllas ni en las biografías existentes hasta 1982 se mencionaba, como se hace en la novela de Pascual, la existencia de dos medias hermanas de Leona, hijas de su padre y una esposa anterior, de la que enviudara: Sor María Brígida y María Luisa Vicario Elías.22 Por otra parte se habla en ésta de la muerte del primo Manuel en la guerra, en tanto que en las otras ésta no ocurre. El nombre de Genoveva, con que se bautizó a la primogénita de Leona y Andrés no está inspirado, como se afirmaba, en Genoveva de Brabante, se lo pusieron porque nació el día de santa Genoveva. En la novela de Aguirre se dice que sus últimos años “fueron relativamente tranquilos”, pero en la de Pascual, por el contrario, una de sus hijas señala que su madre vivió momentos de mucha angustia pocos meses antes de morir porque Andrés Quintana Roo fue secuestrado: Mi señor padre […] fue secuestrado por los facinerosos tejanos apenas en diciembre pasado lo cual […] fue un gran motivo de angustia para mi madre y tal vez el inicio de su decaimiento físico.23

La insurgenta es una novela con múltiples voces; todo gira en torno a distintos testimonios y visiones sobre el personaje histórico, que se va conformando a través de estas voces y perspectivas. Esta oportunidad de expresar sus opiniones sobre Leona permite conocer las severas críticas que se le hicieron durante su vida. La novela parece más un guión de dramaturgia que una novela, pues todo ocurre en un solo lugar durante tres días. Todo se da a través de diálogos, no hay narrador, salvo el secretario de actas, que hace algunas acotaciones sobre el ambiente. Los declarantes son, en orden de aparición: Salvador Fernández de Santa Cruz, tío de Leona; María Sotomayor, empleada de ella; Domingo Ortiz, pintor de los únicos retratos que existen de ella; Mariano Salazar, arriero que la delató; Sor María Brígida,

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Hay un cuadro en que aparecen los padres de Leona, sus medias hermanas y ella a los cinco años. Está en un convento en Valladolid, España. Cfr. Martínez del Río, Marita, “Un retrato de Doña Leona Vicario a los cinco años”, Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas de la unam, e n http://www.analesiie.unam.mx/pdf/52_117-121.pdf (Consultado el 30 de abril de 2010). 23

Pascual, La insurgenta… p. 145.

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media hermana, monja, que vive en Valladolid, España; General Luis Alconedo, que la rescató cuando fue encerrada; Mariana y Antonia, amigas; Rita Reyna, cocinera de su familia durante treinta años; Dr. José Moreno Jove; Agustín Pomposo (se lee una carta suya); Benito Juárez (mediante una carta); Guillermo Prieto; La Güera Rodríguez; Bravo y su sobrino Nicolás Bravo; Carlos María de Bustamante; Lucas Alamán; Genoveva Quintana de García (hija mayor de Leona); María Dolores Quintana Vicario (hija menor de Leona); Leona Vicario (carta a Lucas Alamán); Manuel de la Concha (escribano del padre de Leona); Vicente Vargas (antiguo integrante del Ejército Realista); Andrés Quintana Roo; Valentín Canalizo; Valentín Gómez Farías; Edimburga Martínez; María Luisa Vicario Elías (media hermana de Leona); Antonio López de Santa Anna; Sebastián Lerdo de Tejada. La mayoría está a favor de que se le nombre Benemérita de la patria y se le haga un funeral de Estado, salvo algunos como una de las más cercanas amigas de Leona, Mariana Camila Ganancia, no estuvieron de acuerdo la Güera Rodríguez, Lucas Alamán y una de las medias hermanas de Leona. Los argumentos van desde que era muy vanidosa y no reconoció la participación de otras mujeres, como Mariana Lazarín y Petra Teruel en la lucha por la Independencia (Mariana), hasta que su participación en ésta se debió a que estaba enamorada de Andrés Quintana Roo y quería seguirlo (Alamán), pasando por la opinión de que se dejó atrapar por los convencionalismos, luego de haber actuado de manera excepcional causando la admiración de muchas personas por sus aventuras, tales como fugarse, casarse a escondidas, seguir a Morelos a salto de mata, escribir en los periódicos para acabar criando niñas y zurciéndole los calcetines al marido, según la Güera Rodríguez.24 Esta novela tendrá que asentarse para ocupar su lugar en la historia de la literatura, pero sin duda debe ocupar ya uno entre los textos historiográficos sobre Leona Vicario por el trabajo de síntesis que realiza el autor. Creo que será un texto imprescindible para entender las contradicciones del personaje y la complejidad que reviste ser juzgado desde tantas perspectivas diferentes. En ella la ficción es mínima y pesa mucho más la parte histórica; quizá sus cualidades historiográficas impidan que desde el punto de vista literario sea igualmente afortunado, sobre todo por el excesivo número de personajes (cerca de treinta) y la falta de acción y ambientación (pues sólo está dada por las mínimas anotaciones del notario). Evidentemente exige un conocimiento de la biografía del personaje, lo que representa una dificultad para su lectura y le impide ser, como el de Aguirre, un texto de divulgación. Sin negar la calidad del texto, si tomamos

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Pascual, La insurgenta… p. 118.

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en cuenta la oposición planteada por Antonio Rubial para las novelas históricas, entre las que pertenecerían a una “historia literaria” y aquéllas que se pueden ubicar en una “historia académica”, podemos decir que La insurgenta es más historia académica que historia literaria.25

6. Leona, de Celia del Palacio En abril de 2010 salió a la venta Leona, de la historiadora, poeta y novelista Celia del Palacio.26 Se trata de una extensa novela sobre la vida de Leona Vicario, desde su juventud hasta su muerte. Dividida en 25 capítulos y un epílogo, Leona es una narración lineal, hecha por un narrador en tercera persona, con focalización en la protagonista. A lo largo del texto se insertan documentos, que aparecen con letra diferente y un texto lírico, que está en itálicas. Se trata de una novela hecha a partir de una exhaustiva investigación, no sólo documental, sino de campo, pues la autora recorrió los lugares por donde anduvo el personaje, buscándolo, no sólo como historiadora, sino como novelista. La autora señala: “[…] sobre todo lo que me ayudó a situar los hechos en su contexto fue viajar a los lugares descritos, buscando las huellas de Leona con los ojos de una historiadora y de una novelista. No me imagino la mirada de una sin la otra”.27 Me parece que el principal mérito de esta novela es que está narrada con perspectiva de género. La autora es una mujer muy preparada, muy consciente de la necesidad de contar la otra historia, la de los oprimidos y perdedores. Además de esto, como mujer que es entiende bien a su personaje, comprende su impotencia por la falta de libertad que tiene, sobre todo cuando se ve obligada a realizar tareas que eran “propias de su sexo” en el contexto en que vivió y por el hecho de depender en muchos sentidos de los hombres. En la hacienda, cercana a Valladolid, los diputados sesionaban todas las mañanas,

Rubial, Antonio, “Historia ‘literaria’ versus Historia ‘académica’” en: F. Navarrete, A. Rubial, N. Giron, A. Matute, et. al., El historiador frente a la historia. Historia y literatura, unam, México, 2000, pp. 41-60. 25

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Palacio, del, Celia, “Leona Vicario: entre la historia y la ficción”, en ttp://www.campusmilenio.com.mx/400/campus%20400/9celiadelpalacio.html consultado el 10 de febrero de 2011 h

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Palacio, Leona….

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emitiendo decretos y manifiestos que de inmediato hacían imprimir en el maltratado retal traído desde Oaxaca. Leona, que hubiera preferido mil veces quedarse en el salón de las discusiones, era arrastrada por las mujeres a las sesiones de costura y a supervisar la comida.28

Del Palacio recrea de tal modo al personaje, que el lector puede conocer sus pensamientos, pero también sus sentimientos. El personaje es humanizado como nunca antes también porque se detalla en muchas ocasiones lo que hace, aunque sean actividades cotidianas. Esto es relevante sobre todo al enfatizar el contraste entre la vida de lujos que llevaba antes de participar en el movimiento de Independencia y la que tuvo que vivir como consecuencia de este. No puede decirse que está idealizado, pues si no es un personaje muy complejo, sí presenta una gama de matices variada en su forma de actuar y reaccionar. Podemos verla alegre, triste, furiosa, preocupada, etc., en todo tipo de circunstancias: elegantemente vestida en lugares lujosos, pero también sucia y enferma en una cueva. Es una mujer de inteligencia superior y de mucho carácter, lo que se constata en su forma de actuar. Lejos está de la imagen de la heroína de bronce que conocemos. Una de las escenas más fuertes de la novela es cuando Leona descubre la traición que constituyó el apoyo de Andrés Quintana Roo a Agustín de Iturbide cuando este se hizo emperador. ¡Yo no pasé por todo lo que pasé para estar aquí el día de hoy oyendo esto! Dime una cosa, ¿firmaste tú las órdenes de aprehensión contra tus propios amigos? ¡Mandaste a la cárcel a don Carlos María de Bustamente! Andrés bajó los ojos. Ya empezaba a justificarse con voz apagada, cuando sintió la bofetada estrellarse contra su mejilla, no con la fuerza de una mujer furiosa, sino la de una verdadera leona enjaulada, de una guerrera desesperada. -No quiero volver a verte nunca. Me das vergüenza y asco.29

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Palacio, Leona…, p. 198.

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Palacio, p. 298.

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Conclusiones generales Los retos de los historiadores biógrafos en la actualidad son muy grandes, pues deben encontrar un equilibrio entre las corrientes positivistas que exaltan la figura del héroe, muy aceptadas por países como el nuestro en la elaboración y difusión de la Historia Oficial, y aquéllas que buscan un mayor rigor y objetividad, y consideran que el individuo debe estudiarse vinculado estrechamente con su contexto. Podemos decir que Leona Vicario es un personaje excepcional porque encontrándose en una posición social privilegiada decidió arriesgarlo todo y entregarse a la causa independentista. No fue la única que lo hizo, ni tampoco podemos decir que fue la única mujer culta, ilustrada, rica, joven y bella que había en su tiempo. En su caso el carácter fue decisivo pues adquirió un compromiso muy firme con la causa. Lo que llama la atención es que haya logrado su objetivo, sin haber sucumbido en el intento y más aún, habiendo recibido la retribución y reconocimiento merecidos en vida, lo que no ocurrió a otras mujeres que también lucharon en la guerra de Independencia contra el gobierno español. Sólo la Corregidora ha superado su fama, y ello se debe a que su participación es considerada fundamental para el levantamiento del cura Hidalgo. Aún así, ninguna de las dos ha tenido una atención como la que se ha dado a Hidalgo y a Morelos. De hecho, Vicario es desconocida por la gran mayoría de los mexicanos, quienes sólo saben que existió, pero muy poco más. ¿Cómo interactuó con sus contextos y logró transformarlos? De muchas formas, a nivel individual y social, se sabe que contribuyó enormemente en lo económico, pero también con información y organización al movimiento. Como mujer fue un ejemplo para muchas mujeres. Siguiendo a Carlos Aguirre Rojas podemos afirmar que si se aborda al individuo en el contexto, el individuo mismo se presenta como creador, pero igualmente como fruto de ese propio contexto, lo cual abre la posibilidad de restituir de una manera diferente y nueva esa compleja dialéctica entre individuo y contexto que está en el centro de la problemática del género histórico-biográfico.30 En este caso se puede observar cómo las lecturas que realizó, sus amistades y finalmente su labor en la guerra la transformaron de ser una joven que llevaba una vida cómoda, a ser una mujer que vivió penurias y carencias. Seguramente su convicción aumentó al recibir el agradecimiento de Morelos y los demás insurgentes. Una vez que terminó la guerra, lamentablemente

Aguirre Rojas, Carlos Antonio, “La biografía como género historiográfico”, Correo del maestro, Núm. 45, febrero del 2000. En http://www.correodelmaestro.com/anteriores/2000/febrero/1anteaula45.htm, consultado en marzo de 2009. 30

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no tuvo un espacio para ejercer el trabajo político dentro del gobierno; las condiciones para las mujeres no habían cambiado tanto, pero lo hizo a través de su esposo. Seymour Menton ha hecho notar que a finales de los años 70. del siglo xx surgió en Latinoamérica una novela histórica que seguía la corriente inversa a la de las corrientes historiográficas originadas en la historia social, centradas más bien en el estudio de los grupos sociales que en el de los individuos, oponiéndose al hacerlo a la historia positivista que exaltaba la figura de los grandes héroes. Esta nueva novela histórica se interesaba por elaborar novelas biográficas sobre personajes históricos, pero para mostrar aquello que hasta ese momento se había soslayado o para parodiar pasajes de su vida o rasgos de su personalidad, en ambos casos logrando con ello bajarlos del pedestal. Mientras los historiadores del siglo xix concebían la historia como resultado de las acciones de los grandes emperadores, reyes u otros líderes, los novelistas decimononos escogían como protagonistas a los ciudadanos comunes, los que no tenían historia. En cambio, mientras los historiadores de orientación sociológica de fines del siglo xx se fijan en los grupos aparentemente insignificantes para ampliar nuestra comprensión del pasado […], los novelistas de fines del siglo gozan retratando sui generis a las personalidades históricas más destacadas.31

Podemos decir que sólo la novela de Carlos Pascual hace esto, pero no tan radicalmente, puesto que no hay parodia, ni una humanización tal del personaje que lo muestre demasiado humano. Un poco vanidosa quizá, un poco exigente, pero nada más. Decía Álvaro Matute que a Venustiano Carranza le había faltado el Ibargüengoitia que hiciera una parodia sobre su muerte (como sí lo tuvo Obregón, cabe aclarar); en este caso el autor guanajuatense tampoco tuvo tiempo de ocuparse de ella para mostrar su coquetería, como sí lo hiciera con doña Josefa Ortiz, y no ha habido quien se ocupe de hacerlo. Leona Vicario requería la novela que le hiciera justicia, que pusiera de relieve la excepcionalidad de su persona, de sus vivencias y el final feliz que tuvo su vida, no sólo por los logros conseguidos, sino por haber obtenido la retribución y el reconocimiento de sus contemporáneos, pero sin olvidar que este final feliz pudo no haberlo sido, como ocurrió con otras mujeres, puesto que es necesario:

Menton, Saymour, La nueva novela histórica de la América Latina (1979-1992), FCE, México, 1993, p. 43. 31

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Romper con esa idea lineal y simplista de la biografía, donde el resultado final es conocido desde el principio de la vida del biografiado, y en donde este último avanza en su itinerario como dentro de una marcha ascendente, tersa, sin objetivo predeterminado de antemano. La vida de un individuo es enormemente más compleja, más llena de encrucijadas, de contradicciones, de golpes de suerte y de cambios súbitos, de puntos abiertos, los que un verdadero biógrafo debería ser siempre capaz de aprehender y de incorporar sutilmente en su análisis.32

Leona Vicario pudo no haber quedado huérfana, haberse casado con Octaviano Obregón, haber muerto en la guerra, pudo haber sido encarcelada durante años y enfermar gravemente debido a ello, pudo haber quedado viuda, pobre o perder a su hija. También es posible que muriera cuando estaba en el poder alguno de sus enemigos y no ser nombrada benemérita y madre de la patria, ni recibir funerales de Estado. Esto no ocurrió, pero al mismo tiempo sí porque le pasó a muchas otras mujeres, hoy olvidadas, que merecen un agradecimiento por haber contribuido a mejorar la situación de tantos hombres y mujeres de este país. Podemos decir que las biografías noveladas cumplieron su misión, sin embargo, aún hacía falta es una buena novela biográfica, que no sólo nos ayudara a conocer y comprender al personaje, sino a través del trabajo creativo de algún escritor o escritora pudiéramos imaginar y compartir mejor cómo sufrían, se divertían, estudiaban, leían, pensaban, se comunicaban las jóvenes de 1807 a 1820, qué anhelaban y cuántas posibilidades tenían de alcanzarlo. Carlos Pascual nos ayuda a mirar a Leona Vicario a través de muchos lentes distintos, lo que le da una gran riqueza, pero falta verla en movimiento, escuchar su voz, conocer lo que pudieron ser sus pensamientos más íntimos y verlos en un diálogo con los nuestros. Por fortuna, la poeta, historiadora y novelista Celia del Palacio con Leona, da cuenta de la trayectoria íntima y pública de Vicario. A diferencia de Aguirre y Pascual, Celia es una historiadora y, como tal, asume un compromiso fundamental con el personaje de Leona. Es consciente de que escribe una novela, un texto de ficción, pero también de que hace una biografía, es decir, que escribe la historia. Esta limitación le impidió “crear una realidad alterna” y la obligó a ceñirse a las fuentes. Esta es una diferencia notable con respecto a autores como González o Pascual, quienes se tomaron enormes libertades en sus novelas. Para Celia del Palacio, el historiador que hace una novela

32

Aguirre Rojas, “La biografía…”.

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histórica, basada en un personaje real, existe un compromiso moral con este. Por ello, aunque se basó en una sólida investigación, no pudo “inventar una realidad alterna”.33 Tomé como base los documentos y los estudios sobre la época, para describir cómo pudieron haber sido las relaciones, los hechos, pero, sobre todo, puse los hechos históricos al servicio de la ficción para trasmitir a los lectores la tristeza, la alegría, el valor, la rabia de los personajes y provocar en ellos emociones parecidas. Me pareció importante utilizar todo el conocimiento histórico posible, para hacer que Leona Vicario se levantara de la tumba, rompiera el bronce de la estatua y bailara, amara, llorara y respirara a todo pulmón. Después de todo, en eso consiste, me parece, la magia de la literatura. Gracias a Celia podemos seguir al personaje desde su interior, podemos saber lo que piensa y lo que siente, no solo lo que dice o dicen otros de ella. Leona deja de ser el perfil de un busto impreso en una moneda y adquiere rasgos de mujer, de persona de carne y hueso.

33

Palacio, “Leona Vicario…”.

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El “adversario desleal a España”: el debate de Francisco Bulnes y Carlos de Olaguíbel sobre la segunda guerra de independencia de Cuba

Rogelio Jiménez Marce Universidad Iberoamericana-Puebla rojimarc@yahoo.com.mx

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Recibido: 13 de agosto de 2012 Aceptado: 5 de agosto de 2013

l objetivo del artículo es analizar las ideas del ingeniero Francisco Bulnes acerca de lo que se denominó la “cuestión cubana”, mismas que aparecieron en diversos artículos periodísticos y que llevarían a Carlos de Olaguíbel a proponerle que realizaran un debate “científico” del asunto, el cual no produjo ningún resultado debido a que las opiniones de Bulnes no fueron bien recibidas por su contrincante. Sin embargo, evidenciaba el interés que tenían algunos intelectuales mexicanos sobre la situación en la Isla y les incomodaba el silencio impuesto por las autoridades mexicanas que buscaban mantener la neutralidad. Al igual que muchos de sus contemporáneos, Bulnes manifestaría su pesimismo ante la derrota española de 1898 ya que constituía una muestra de la supremacía “racial” de los anglosajones, por lo que creía que el futuro de los países hispanoamericanos se presentaba sombrío debido a su herencia española que les impedía transitar por la senda del progreso. El 24 de febrero de 1895 se produjo un levantamiento armadoen Cubaque teníael objetivode lograrsu independencia de España. Este suceso no pasó desapercibido ante los ojos de la opinión pública mexicana. Los escritos publicados en


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la prensa daban cuenta de las distintas posiciones que se asumieron: unos apoyaban la independencia, otros la rechazaban de manera rotunda y algunos consideraban que era una oportunidad para que México se anexionara la Isla. Ninguno de estos puntos de vista contó con el aval del gobierno mexicano, quien mantuvo una posición de estricta neutralidad respecto al conflicto cubano. Conforme se desarrollaron los sucesos, se advertía que la guerra en Cuba no tenía un claro vencedor. Los españoles concedieron en 1898 la autonomía a la Isla, pero los rebeldes no estaban dispuestos a aceptarla. Esta situación se modificaría cuando Estados Unidos decidió participar en el conflicto. Con el pretexto de que debía cuidar los intereses de los ciudadanos estadounidenses residentes en Cuba, envió un buque para prevenir los posibles conflictos que se pudieran suscitar. Aunque el barco fue hundido bajo circunstancias sospechosas, eso no impidió que Estados Unidos lo tomara como un motivo para declararle la guerra a España. El triunfo militar de Estados Unidos provocó una gran desazón en los países Latinoamericanos, misma que generó una importante producción intelectual que daba cuenta de las consecuencias que este hecho tendría en el futuro del continente. La situación cubana generó un debate entre el ingeniero Francisco Bulnes y Carlos de Olaguíbel, quienes expresaron sus ideas sobre este asunto en varios artículos periodísticos. Aunque en un principio se había postulado que la polémica tendría la participación de otros escritores que fungirían como “dictaminadores” de las opiniones expresadas, lo cierto es que las reglas no se cumplieron debido a que Bulnes se abstuvo de entregar el primer artículo y esperó a que Olaguíbel lo hiciera para criticar sus opiniones. El número de artículos publicados por cada uno de los polemistas fue menor del que se había estipulado en un primer momento, además de que se debe tener en cuenta que ninguno de los dos utilizó los argumentos del contrario para construir sus ideas en torno al problema analizado, es decir, no se produjo el debate que se había prometido en un principio. Sin embargo, las opiniones del ingeniero no pasaron desapercibidas. Aunque se publicaron varios artículos que tendían a cuestionar las ideas de Bulnes, lo cierto es que no tendrían respuesta a causa de que éste decidió no seguir con la polémica. Después de la derrota española de 1898, Bulnes fue el único que retomó el asunto en un libro denominado El porvenir de las naciones hispanoamericanas ante las conquistas recientes de Europa y los Estados Unidos, el cual fue publicado en 1899. Al igual que otros de sus contemporáneos, Bulnes era partidario de la independencia cubana, pues consideraba que esta nación mostraba la madurez necesaria para elegir su propia forma de gobierno. Los acontecimientos de 1898 modificarían su punto de vista, puesto que, desde su perspectiva, la victoria norteamericana evidenciaba el creciente predominio de la “raza” anglosajona sobre la latina. Así, lo sucedido en Cuba, según el ingeniero, no mostraba

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un enfrentamiento entre países, sino la lucha de dos “razas” que buscaban imponer su proyecto de civilización. Bulnes apelara al factor racial como elemento determinante de una civilización, debido a que consideraba, desde una posición organicista, que éste constituía la base que sustentaba el progreso en todos los niveles. La investigación se divide en tres partes. En la primera se presenta a grandes rasgos un recuento del movimiento independentista cubano y la posición que mantenía México respecto a este suceso. En la segunda se presentan los argumentos que el ingeniero Francisco Bulnes y Carlos de Olaguíbel presentaron sobre la pertinencia o no de la independencia cubana, debate que, según Olaguíbel, tenía la intención de dilucidar sobre “bases científicas” lo que acontecía en la Isla. Es de advertir que los dos personajes tenían posiciones encontradas. Bulnes era un hombre que tenía una importante presencia política e intelectual gracias a su pertenencia al grupo científico, en tanto que Carlos de Olaguíbel ocupaba una posición secundaria en el plano político y se le concedía cierta relevancia en el ámbito de las letras. En la tercera se realiza un análisis de las ideas bulnesianas respecto a Cuba y el futuro que le aguardaba al resto de América Latina, mismo que consideraba sombrío después de los acontecimientos de 1898.

1. El proceso emancipatorio de Cuba España conservó la isla de Cuba como posesión colonial hasta finales del siglo xix. La efervescencia independentista que se vivió en el resto del continente durante los primeros años del siglo tuvo escaso eco en la Isla debido a la bonanza económica generada por las plantaciones de azúcar. La relación “idílica” entre la Metrópoli y la Colonia se modificaría con el tiempo. La Corona dejó de interesarse en la Isla al grado que limitó la presencia de diputados cubanos en las Cortes, además de que propuso la abolición de la esclavitud, disposición que provocó una fuerte oposición de los hacendados cubanos; razón por la que, en la década de 1850, surgió la idea de que Cuba se anexionara a Estados Unidos. En 1868 inició el primer movimiento independentista de Cuba. La guerra se prolongó por 10 años, debido, en buena medida, a las circunstancias de inestabilidad política que se vivían en la Metrópoli. La guerra terminó el 10 de febrero de 1878 cuando se firmó el Pacto de Zanjón. Un nuevo brote revolucionario conocido como la “guerra chiquita” se suscitó entre el 24 de agosto de 1879 y junio de 1880. Este levantamiento fracasó por el escaso apoyo popular y su débil proyección territorial. A partir de 1880 se vivió una etapa de relativa paz que se prolongaría hasta 1895, año en el que se produjo el segundo movimiento de independencia que inició once días después de que las Cortes aprobaron una ley autonómica para Cuba. El gobierno español buscó sofocar la rebe-

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lión por medio de una política de reconciliación, por lo cual nombró capitán general al general Arsenio Martínez pero su política militar no tuvo éxito y dimitió el 7 de enero de 1896.1 El general Valeriano Weyler, quien sustituyó a Martínez, desplegó una política represiva que tampoco obtuvo buenos resultados, por lo que sería relevado por Ramón Blanco en noviembre de 1897. Blanco atenuó las normas de reconcentración de la población y ofreció el perdón a los insurrectos que depusieran las armas. El 25 de noviembre de 1897 las autoridades españolas publicaron un decreto por el cual concedían autonomía a la Isla. La propuesta no fue aceptada por los revolucionarios ni por algunos de los españoles residentes en la Isla, quienes realizaron protestas en la Habana que desencadenaron disturbios y que sirvieron de pretexto para que Leonard Wood Ford, representante de Estados Unidos en Cuba, solicitara al presidente Mckinley que enviara una barco para “proteger” los intereses de los ciudadanos estadounidenses. El presidente ordenó que el buque Maine se dirigiera a Cuba y atracó en aguas cubanas el 25 de enero de 1898.2 Con esta acción, Estados Unidos demostraba su abierto interés por Cuba. Una carta publicada en el Journal de Nueva York en la que el embajador español Dupuy de Lome calificaba de “politicastro” a Mckinley y la explosión del Maine, ocurrida el 15 de febrero de 1898, provocaron la ruptura de relaciones. El 24 de abril se declaró la guerra. Las fuerzas españolas fueron derrotadas en mar y tierra. El 12 de agosto se firmó el protocolo que sentó las bases para el cese de las hostilidades y el 10 de diciembre se firmó el tratado de Paz en París, por el que se estipulaba que España perdía sus derechos de soberanía sobre Cuba y cedía Puerto Rico, Guam y Filipinas a Estados Unidos. La victoria estadounidense sobre España significó el inicio de la hegemonía de este país en el continente.3

Navarro, Luis, La independencia de Cuba. Madrid, Editorial Mapfre, 1992, pp. 16, 33-35, 276-277; Sevilla, Rosario, La guerra de Cuba y la memoria colectiva. La crisis del 98 en la prensa sevillana, Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos de Sevilla, 1996, p. 30. 1

Espinosa, María Margarita, El Nacional y El Hijo del Ahuizote: dos visiones de la independencia de Cuba, 1895-1898, México, UMSNH, Instituto de Investigaciones Históricas, 1998, pp. 36, 45-47; Morales, Salvador E., “Estudio Introductorio” en Espacios en disputa. México y la independencia de Cuba, México, Secretaría de Relaciones Exteriores, 1998, pp. 137, 150, 152-153; Navarro, pp. 308-312, 347-348, 357-358, 364-365; Sevilla, pp. 30-31, 34-35. 2

Muñoz, Laura, Geopolítica, seguridad nacional y política exterior. México y el Caribe en el siglo XIX, México, UMSNH, Instituto Mora, 2001, pp. 60-61,64, 152-153; Navarro, pp. 367, 371-375, 376-382; Espinosa, pp. 30-31, 39-40, 49-52, 115-118, 122-123, 134-136; Sevilla, pp. 50, 56-57, 78-79; Morales, “Estudio Introductorio”, pp. 69, 162. 3

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2. La posición de México frente al conflicto cubano A lo largo del siglo xix, México manifestó interés por lo que pasaba en el área caribeña y sobre todo en Cuba. Los gobiernos mexicanos conocían la importancia de esta región, pues no sólo era un factor de seguridad sino también como una vía comercial fundamental. Laura Muñoz ha identificado tres etapas en las relaciones que establecieron México y Cuba durante el siglo xix. La primera se ubicaba en el período anterior al reconocimiento de la independencia de México por España, misma que se caracterizó por los esfuerzos del gobierno mexicano para que Cuba consiguiera su emancipación. La segunda se situaba en el marco de las relaciones oficiales con España. Las autoridades mexicanas abandonaron el apoyo a la lucha independentista y, a partir de la década de 1840, se adoptó una política de neutralidad a excepción de 1869, cuando se reconoció el derecho de beligerancia en la Isla, motivo por el que España se apresuró a restablecer sus relaciones con México para garantizar su neutralidad. La tercera abarcaba la última década del siglo. La situación de Cuba se convirtió en un tema prioritario para el gobierno, aunque el levantamiento de 1895 no modificó la postura de neutralidad. De hecho, el presidente Díaz prefirió mantener una posición expectante ante el conflicto que se vivía en la Isla, postura que no modificaría a pesar de que algunos de los cubanos residentes en el país le pidieron que fungiera como mediador en el conflicto.4 La política de neutralidad oficial fue objeto de fuertes discusiones en el seno de la sociedad mexicana. La prensa se convirtió en el principal medio de discusión de las ideas respecto a la independencia cubana. En periódicos como La Patria y El Nacional se postuló la idea de que México debía anexionarse a Cuba, la cual no prosperó pero contó con el apoyo de diversos sectores. La intervención de Estados Unidos en el conflicto cubano no modificó la posición de neutralidad del gobierno mexicano, aunque tampoco significó que no se manifestara interés sobre el asunto sobre todo si se tiene en cuenta que estaba en

4

Muñoz, Laura, “Derrotero mexicano por las Antillas. Mar, islas, puntos e intereses estratégicos” en Secuencia número 55, México, Instituto Mora, enero-abril de 2003, p. 89; Muñoz, Laura, En el interés de la nación. Mexicanos y estadounidenses en el Golfo-Caribe, 1821-1830, México, Instituto Mora, 2004, pp. 9, 49, 56-59, 102-103, 138-139; Muñoz, Geopolítica, pp. 147, 167-169. La mayor parte de las naciones latinoamericanas asumieron una posición de neutralidad, a diferencia de Argentina, Uruguay, Chile, Perú, Bolivia y Ecuador que tomaron partido por España. En un afán de mostrar una estricta neutralidad, países como Colombia, Venezuela, Costa Rica y México llegaron al extremo de prohibir todo tipo de manifestación pública que apoyara la causa cubana.

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disputa un espacio geográfico estratégico.5 Al gobierno porfirista le preocupaba que Cuba fuera ocupada por Estados Unidos, pues ello podía representar una amenaza a la soberanía mexicana. Si la Unión Americana lograba el control sobre el Caribe era probable que el tráfico marino fuera afectado. México no sólo perdería el mercado cubano, sino que también se tendría dificultades para dar cauce a las exportaciones hacia Europa. Ante esta circunstancia, Andrés Clemente Vázquez, quien fungía como cónsul en la Habana, sostenía que México debía pelear por mantener su ascendente en la región y de ese modo, podrían negociar en mejores términos con Estados Unidos. Vázquez argumentaba que España no estaba en condiciones de defender a la Isla y Estados Unidos no se detendría hasta lograr su objetivo. A pesar de que Díaz poseía información privilegiada, prefirió continuar con su política cautelosa con la intención de mantener relaciones ventajosas con Estados Unidos y con España. Si bien es cierto que la posición oficial era de neutralidad, el presidente no dudó en manifestar su apoyo a la causa española.6 La “cuestión cubana”, como se le llamaba en ese momento, ocuparía la atención de escritores como Francisco Bulnes, Carlos de Olaguíbel y Arista, Francisco Cosmes, Ramón Álvarez Soto y Trinidad Sánchez Santos, quienes trataron de determinar la pertinencia de la independencia de Cuba y en qué medida este hecho afectaba los intereses de México. En este contexto, Bulnes y Olaguíbel entablaron una corta pero sustanciosa polémica sobre la guerra de Cuba.

3. La polémica Bulnes-Olaguíbel El 18 de marzo de 1897 Carlos de Olaguíbel7 publicó un artículo en El Correo Español en el que advertía acerca de la división de opiniones entre los escritores mexicanos respecto al asunto de Cuba. Decía que los “liberales” apoyaban la causa independentista mientras que los “conservadores” defendían el derecho de España de conservar la Isla.

5

Espinosa, El Nacional, pp. 61-62; Morales, “Estudio introductorio”, pp. 91-103, 169.

Muñoz, Geopolítica, pp. 154, 173; Muñoz, Laura, “México ante la independencia cubana, 1895-1898. Posición oficial y opinión pública” en Tiempos de América, número 3-4, 1999, pp. 20-23, 28-29; Espinosa, El Nacional, pp. 16-17, 88-112. Una exposición de los argumentos sobre la anexión de Cuba a México se puede encontrar en el libro de Margarita Espinosa. 6

7

Carlos Olaguíbel y Arista nació en la ciudad de México. Estuvo ligado al grupo iglesista. Escribió para El Bien Público, La Libertad, El Siglo XIX y fue fundador de La Época, periódico que se publicó entre mayo y diciembre de 1877. Fue oficial mayor interino de Hacienda desde el 1 de julio de 1877 hasta el 1 de julio de 1878.

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Al escritor le preocupaba que estos puntos de vista reavivaran el sentimiento de odio contra la herencia hispánica, lo que traería como consecuencia la división de una sociedad que se encaminaba por el camino del “progreso”. Para evitar este hecho, Olaguíbel sugería que se realizara un debate “serio”, “imparcial” y “razonado” de la “cuestión cubana” para “construir” una opinión que fuera aceptada por el resto de la sociedad, sin importar si ésta favorecía a un bando o al otro. Olaguíbel se postulaba como uno de los participantes de la discusión y proponía que Francisco Bulnes fuera el otro contendiente, debido a que el “científico” era uno de los más acendrados defensores de la causa cubana y a que había afirmado que los “prohispanistas” recibieron dinero del gobierno español para defender la causa peninsular. Olaguíbel reaccionó ante esta opinión y declaró que no lo movía el interés económico sino el deseo de encontrar la verdad, así como demostrar el “amor profundo” que sentía por su “raza” y por su patria. El escritor propuso que se escribieran una serie de artículos que serían calificados por un tribunal conformado por tres árbitros, quienes tendrían la encomienda de aprobar los puntos de la discusión, el orden del debate y emitir un dictamen. Olaguíbel indicaba que los artículos serían publicados en periódicos de “seriedad comprobada”.8 Francisco Bulnes9 aceptó la invitación pues decía que El Mundo, periódico en el que escribía, tenía una postura neutral respecto al conflicto y no quería inmiscuirlo en el debate. Manuel Flores y Telésforo García fueron propuestos para conformar el tribunal. El primero tendría la misión de arbitrar los artículos de Olaguíbel, en tanto que García lo haría con los de Bulnes. Como tercer “tribuno” se designaría al director del periódico en el que se publicarían los artículos. Bulnes sugirió que los artículos aparecieran en El Correo español. Así, si resultaba “vencido” sabía que la “generosidad española” lo levantaría del piso. Fernando Luis Juliet de Elizalde, director del mencionado diario, accedió a la petición de Bulnes. Los polemistas y los árbitros determinaron que la discusión giraría en torno a cuatro preguntas: la primera enfatizaba si existía igualdad o analogía entre la emancipación de México y el proyecto independentista cubano; la segunda buscaba comprender si Cuba podía constituirse en una nación; la tercera cuestionaba si México podía simpatizar con revoluciones que buscaban desmembrar el

Hemeroteca Nacional de México. Fondo Antiguo (en adelante HNMFA), El Correo español, 18 de marzo de 1897. 8

9

Francisco Bulnes nació en la ciudad de México el 4 de octubre de 1847. Estudió en la Escuela de Minería. Diputado y miembro de numerosas comisiones legislativas. Escribió en varios periódicos. Autor de obras como El Verdadero Juárez y la verdad sobre la Intervención y el Imperio (1904), Juárez y las revoluciones de Ayutla y de Reforma (1905), La Guerra de Independencia. Hidalgo-Iturbide (1910), entre otras. Murió en la ciudad de México el 22 de diciembre de 1924.

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territorio nacional; y la cuarta dilucidaría sobre la conveniencia de la independencia de Cuba y los intereses políticos, comerciales y sociales de Estados Unidos.10 Los árbitros determinaron que cada polemista debía escribir de ocho a diez artículos por punto de debate, es decir, se tendrían que escribir entre 16 y 20 artículos. Tanto Bulnes como Olaguíbel se comprometieron a mantener una constante comunicación. Si uno escribía un artículo tenía que mandárselo al otro, a fin de que los dos aparecieran juntos. Por último, se determinó que los artículos serían semanarios y cuando se terminara la discusión de un punto, los árbitros tenían la obligación de publicar sus dictámenes.11 Resultaba novedoso el formato de debate propuesto por Carlos, pues no sólo emulaba el modelo del duelo, es decir, el enfrentamiento entre dos personas con sus respectivos padrinos que ponían las reglas del juego, sino que también pretendía que los argumentos fueran más racionales que pasionales. El debate periodístico fue común en el siglo xix pero en la mayoría no se establecían reglas, sino que, más bien, los artículos aparecían al calor de la polémica y no se seguía un orden específico respecto a los argumentos que se presentaban. Olaguíbel estaba convencido de que la polémica no arrojaría un vencedor o un vencido; por el contrario, los argumentos presentados contribuirían a levantar el prestigio intelectual del país, pues se reconocía que Bulnes era un hombre “sabio” y “talentoso” que podría aportar “muchas luces” sobre el asunto cubano. Bulnes no era el único personaje ligado al gobierno que defendía la causa cubana, pues Juan A. Mateos, Manuel Flores, Justo Sierra y Rosendo Pineda también tomaron partido por los insurrectos isleños. Sin embargo, Olaguíbel escogió a Bulnes para realizar el debate debido a que era el más adecuado para el propósito. A Rosendo Pineda no le reconocía capacidad intelectual, en tanto que Manuel Flores y Justo Sierra eran, desde su punto de vista, “demasiado fríos para ponerle un toque pasional a la polémica”. Era evidente que Olaguíbel buscaba que la discusión trascendiera el plano intelectual para instalarse también en el emocional. A lo anterior se debe agregar que Bulnes desde 1874, año en el que visitó Cuba como miembro de la Comisión Astronómica Mexicana que se dirigía a Japón para observar el tránsito de Venus sobre el Sol, había expresado su deseo de que la Isla se independizara y 20 años después, volvió

hnmfa, El Correo español, 15 de marzo de 1897, 18 de marzo de 1897 y 23 de marzo de 1897; El Mundo, 16 de marzo de 1897, 19 de marzo de 1897, 24 de marzo de 1897 y 31 de marzo de 1897; El Universal, 1 de abril de 1897. Bulnes decía que iba a participar en la discusión para que no se le considerara un “enemigo” de España. 10

hnmfa, El Correo español, 7 de enero de 1897, 9 de enero de 1897 y 15 de enero de 1897.

11

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a retomar los argumentos esbozados en aquella ocasión.12 El ingeniero asumió la tarea de escribir el primer artículo pero éste nunca apareció, razón por la que El Universal mostró su extrañeza ante la tardanza en la aparición de los artículos, misma que, a decir del periódico, se “esperaba con impaciencia”.13 Como respuesta, Bulnes escribió un artículo para El Mundo en el que señalaba que la polémica no se había suspendido, pues no tenía “miedo” de debatir con el “defensor” de la soberanía española en Cuba. Si no había escrito nada, se debía al hecho de que quería observar el desarrollo de los acontecimientos, pues el gobierno español había prometido el retiro de las tropas españolas. El ofrecimiento, desde su perspectiva, ocultaba una estrategia, pues se buscaba difundir la idea de la pacificación con la intención de conseguir un empréstito de consolidación. Ante tal hecho, pedía que Olaguíbel aguardara y si deseaba manifestar sus opiniones, las leería con atención. La postura de Bulnes no fue bien recibida por El Universal, quien mencionó que éste no tenía razones para deslindarse del asunto.14 Es probable que Bulnes buscara guardar silencio para evitar que sus opiniones se tomaran como la expresión oficial del gobierno, pues en años anteriores el ingeniero había aparecido en la prensa como defensor de algunos asuntos que resultaban controversiales para ciertos sectores de la sociedad, lo cual se podía apreciar en el caso del pago de la deuda inglesa y el de la inamovilidad de los jueces,15 mismos que generaron un gran debate periodístico y en los que el ingeniero se convirtió en el principal paladín de las causas. Cuando Bulnes se dio cuenta del juego en el que había caído, ya era demasiado tarde para salir por lo que recurrió a la argucia de dejar que su oponente comenzara el debate. Olaguíbel manifestó que respetaba la decisión de su contrincante, pero consideraba que la cuestión cubana entrañaba problemas que afectaban a México, razón por la que esperaba que otros escritores se interesaran en el

Bulnes, Francisco, Sobre el Hemisferio Norte. Once mil Leguas. Impresiones de viaje a Cuba, los Estados Unidos, el Japón, China, Conchinchina, Egipto y Europa, México, Imprenta de La Revista Universal, 1875, pp. 26, 27-33. En ese momento, Bulnes señalaba que la independencia de Cuba no era una cuestión de filosofía especulativa sino de “anatomía social”, pues España no había formado una colonia en la isla sino un “monstruo” que detestaba el progreso; razón por la que los hijos de los cubanos tenían que emigrar a Estados Unidos para escapar de la decadencia. 12

hnmfa, El Universal, 9 de abril de 1897; El Correo español, 10 de abril de 1897

13

hnmfa, El Mundo, 6 de mayo de 1897; El Universal, 8 de mayo de 1897.

14 15

Sobre el debate acerca del pago de la deuda inglesa puede consultarse Ludlow, Leonor, “Estudio introductorio” en Bulnes, Francisco, La deuda inglesa. Colección de artículos publicados en el siglo XIX y Estudios sobre la debatida cuestión de la depreciación de la plata”, México, Instituto Mora, UNAM, pp. 61-66. Respecto a la inamovilidad de los jueces véase Hale, Charles, La transformación del liberalismo en México a fines del siglo XIX, México, FCE, 2002, pp. 177-179.

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debate. En los artículos que Olaguíbel publicó, los cuales seguían el orden planteado por los árbitros, se observa una denodada defensa de la herencia española y una crítica contra los que admiraban el poderío estadounidense. Desde su perspectiva, la herencia española constituía un “poderoso agente de robustecimiento de la nacionalidad”, por lo que resultaba necesaria una inmigración hispana que incentivara el progreso, aunque no se debía apostar por la amalgama étnica. Si bien era cierto que Estados Unidos mostraba un desarrollo “rápido” y “sorprendente”, nada garantizaba que la “mezcla racial” tuviera una “larga vida” pues la diversidad más que un beneficio constituía un peligro para la nacionalidad. Las afirmaciones de Carlos evidenciaban que no compartía los postulados de los pensadores liberales que consideraban que el mestizaje constituía un factor de unidad y de progreso, motivo por el que postulaban la necesidad de que éste se convirtiera en el principal sustento de la nacionalidad. De hecho, se llegó a considerar al mestizo como el representante ideal de la sociedad mexicana, con lo cual se abandonó la idea de que la unión racial representaba la corrupción del cuerpo social. Así, el mestizaje respondía a un proyecto ideológico que buscaba mostrar que la unidad de las razas podía afianzar la estabilidad del país, además de que los mestizos tendrían la tarea de conformar un nuevo orden político y social.16 Olaguíbel consideraba que en la herencia española se podía encontrar los medios que propiciaran el “desarrollo”, la “unidad nacional”, el “progreso material” y el “prestigio social”, motivo por el que los pueblos hispanoamericanos le debían consagrar “infinito amor” e “incondicional fidelidad” a España. Negar el “destino racial” ponía en peligro la integridad nacional, peligro que aumentaba por el hecho de que Estados Unidos se presentaba como el “desinteresado” defensor de las repúblicas hispanoamericanas, aunque no se advertía que sus “verdaderas intenciones” eran de índole económica.17 En este contexto, la simpatía por la insurrección cubana era “fruto de una ilusión”, pues no había similitud entre los movimientos independentistas de principios del siglo xix y el que promovían los cubanos en ese momento.

16

Jiménez, Rogelio, “La construcción de las ideas sobre la raza en algunos pensadores mexicanos de la segunda mitad del siglo XIX” en Secuencia número 59, México, Instituto Mora, mayo-agosto de 2004, pp. 74, 87-88.   La independencia de Cuba en relación con el criterio americano y los intereses de México. Colección de notables artículos sobre esta cuestión de distinguidos escritores mexicanos, México, Imprenta Avenida Juárez 624, 1897, pp. 3-5. Los artículos de Olaguíbel aparecieron en un libro llamado La independencia de Cuba en relación con el criterio americano y los intereses de México, el cual también incluyó dos de los artículos de Bulnes y otros más de Francisco Cosmes y Trinidad Sánchez Santos. 17

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La independencia sólo se justificaba en los casos en que un grupo había sido afectado en su “naturaleza social y política”. Así, se podían identificar tres causas que respaldaran un movimiento de emancipación: cuando la conquista despojaba de sus “antiguos derechos” a pueblos con algún grado de civilización; cuando existía un grupo, fruto de la unión de conquistadores y conquistados, que carecía de derechos; y cuando la población conquistadora carecía de los derechos que gozaba en su nación de origen. La única razón para validar un movimiento de independencia era que un pueblo se encontrara sometido por un régimen de conquista, situación en la que habían estado la mayor parte de los pueblos hispanoamericanos pero que en el caso de Cuba no era aplicable, debido a que desde 1881 se le concedieron los mismos derechos que a las demás provincias peninsulares. Con esta prerrogativa se destruyó el régimen de conquista que había justificado las anteriores rebeliones. Así, el movimiento revolucionario cubano atentaba contra una constitución liberal que otorgaba garantías sociales y libertades políticas. Si bien era cierto que existían leyes especiales para Cuba, como la restricción del ejercicio del voto, no se debía pasar por alto que pagaban menos impuestos y estaban exentos del servicio militar. Para Olaguíbel era evidente que Cuba no debía separarse de España pues formaba parte de su territorio. Su segregación representaría un “crimen de alta traición” ante el Derecho público.18 Los cubanos debían entender que las monarquías constitucionales garantizaban la libertad política de sus pueblos, de la misma manera que lo hacían las repúblicas democráticas, aunque éstas últimas eran más propensas a la disgregación debido a que no todos comprendían que en el régimen federal, los estados eran entidades independientes que estaban unidas por un gobierno central sustentado en el pueblo. Los “hombres ilustrados” no debían preocuparse por la forma de gobierno que era producto del modo de ser y de las circunstancias del pueblo, sino de la eficacia de las instituciones para asegurar el libre ejercicio de los derechos políticos y el adelanto de la civilización. Si la monarquía defendía esos principios, no existía ninguna razón que justificara el cambio de gobierno. Los anteriores argumentos evidenciaban que Olaguíbel tenía una postura pragmática respecto al sistema político, pues no le importaba la forma institucional mientras cumpliera con sus funciones hacia la sociedad. El autor advertía que en la Isla se produjo una lucha entre la clase media y baja que buscaban acabar con la dominación de los “hombres de empresa y de iniciativa”. La clase media se convirtió en el baluarte de los dominados, debido a que una buena parte de ellos no sólo estaban alejados de los ámbitos de decisión sino que se habían educado en Estados Unidos,

Independencia de Cuba, pp. 6-24.

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lugar en que adquirieron ideas políticas ajenas a la realidad hispanoamericana. Su republicanismo anglosajón era el menos adecuado para constituir un estado de libertad, pues al conceder derechos a los negros se corrompió el sistema liberal de gobierno y si se proclamaba la independencia, se corría el riesgo de que el poder político fuera disputado por tres grupos: la clase dominante, la clase media y los negros. La lucha por el poder degeneraría en una cuestión racial que sería aprovechada por Estados Unidos para tratar de lograr la anexión de la Isla. Esta postura es entendible si se tiene en cuenta que el autor no consideraba que se podría llegar a un tipo de unidad racial. En este sentido, el destino de los grupos raciales cubanos era la perpetúa guerra, pues es probable que concibiera que los negros, tal como lo hacían diversos pensadores europeos, formaban el grupo social más ínfimo de la civilización, lo cual suponía que tenían todos los vicios posibles y que resultaba complicada su educación. Olaguibel creía que el apoyo a España garantizaría que la anarquía no se apoderara de la Isla, pues hacer lo contrario no sólo constituía un gran peligro para Cuba, sino para el resto de Hispanoamérica pues Estados Unidos tendría la posibilidad de consolidar su hegemonía en el continente.19

4. La respuesta de Bulnes Bulnes reapareció en escena después de conocer las opiniones de Olaguíbel. En un artículo publicado el 15 de mayo de 1897 en El Mundo mencionaba que respondería a los argumentos de su antagonista. Tal como se había acordado, remitió su texto a Olaguíbel y éste lo mandó a los árbitros para que lo juzgaran. Ellos decidieron que el artículo no se publicaría en El Correo español, situación que ocasionó el disgusto del ingeniero. Olaguíbel le explicó que ese periódico no podía editar un texto que criticaba a los españoles, pero se comprometía a buscar otro medio para difundirlo. Sin embargo, El Continente Americano, periódico fundado por Juan A. Mateos y que era un ardiente defensor de la independencia cubana, decidió publicarlo el 27 de mayo con el título de “Hoja Suelta”. Es importante mencionar que Bulnes prácticamente ignoró los argumentos presentados por Olaguíbel y decidió hacer una extensa reflexión acerca de los considerandos que, desde su punto de vista, sustentaba la validez del movimiento independentista cubano. Es probable que no se le haya permitido publicar su trabajo en El Correo español por dos razones: la primera es que había roto una de las premisas

19

Independencia de Cuba, pp. 33-48.

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que debían guiar el debate cuando optó por no tomar en cuenta las ideas de Olaguíbel. La segunda reside en la forma en que presentó sus ideas respecto al dominio español en la Isla, pues afirmaba que los cubanos carecían de los derechos que poseían los peninsulares. Si bien era cierto que tenían la misma legislación, ellos sufrían una “esclavitud económica” que les obligaba a pagar una deuda ajena, a sufrir exacciones arancelarias y a mantener a la burocracia. Así, los códigos y las leyes no servían de nada cuando el gobierno no asumía su responsabilidad, con lo cual los individuos no sólo carecían de libertad de acción sino también de soberanía.20 Los anteriores argumentos reflejan la notable influencia de Herbert Spencer en el pensamiento de Bulnes. El filósofo inglés argumentaba que el desarrollo individual necesitaba de un aparato de gobierno fuerte, pues sólo de ese modo se garantizaría el pleno desarrollo del individuo en la sociedad.21 Al igual que el pensador francés Hyppólite Taine, Bulnes consideraba que el avance de una sociedad era determinado, entre otras cosas, por la posición geográfica, las condiciones climáticas y las corrientes intelectuales que ayudaban a que el grupo humano se adaptara a su medio. Desde esta perspectiva, la raza no se podía considerar un elemento de desarrollo, pues tendía a desaparecer y sólo recordaba el origen de esa sociedad. La forma en la cual el ingeniero utilizaba el concepto de raza buscaba demostrar que los cubanos no se podían considerar herederos de la tradición española, misma que, a decir del ingeniero, sólo había alcanzado una “evolución a medias” pues carecía de elementos estéticos, filosóficos y lógicos que la sustentaran. Lo anterior explicaba el porque el español carecía de dirección definida. El “industrialismo romántico” español no tenía nada que ver con el “industrialismo escéptico” de las grandes naciones civilizadas. Su único acierto era haber pasado de un sistema monárquico a uno republicano, pero no había certeza de que este tipo de gobierno sobreviviera debido a tres factores: la presencia de los militares, la persistencia de “tradiciones caducas” y la ausencia de una historia crítica que les permitiera tomar ejemplos del pasado, pues ellos vivían en la mentira que constituía el “alimento” de las tradiciones. El ingeniero consideraba que España tenía que resolver un gran dilema: la manera en la que podía lograr la unidad política pues la realidad mostraba que existían diversos pueblos con diferencias de carácter y que buscaban el momento oportuno para separarse. La segregación no se había producido por una sencilla razón:

hnmfa, El Mundo, 15 de mayo de 1897 y 5 de junio de 1897; El Universal, 26 de mayo de 1897; El Correo español, 27 de mayo de 1897 y 3 de junio de 1897. 20

21

Spencer, Herbert, La Justicia, Valencia, s.a.e., F. Semper y Compañía editores, pp. 24, 41.

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todos recordaban que la centralización había sido la clave de las glorias españolas. Era evidente que los españoles no se gobernaban por grandes principios políticos, sino que sustentaban sus acciones en el tradicionalismo y en la vanidad, los cuales se convertían en factores de definición del pensamiento, del carácter y de las prácticas sociales, culturales y religiosas de los españoles.22 Los cubanos no entendían los símbolos, los ritos y las mascaradas tributadas a la tradición, pues la “política vanidosa” metropolitana no respondía a sus necesidades y consideraban que una revolución les permitiría destruir los obstáculos que detenían su progreso. Las clases cubanas ilustradas se habían educado en Estados Unidos, país que admiraban por su sistema político que detestaba el militarismo, desconocía el clericalismo, propugnaba por la igualdad, creía en su superioridad intelectual y basaba sus acciones en los postulados de la ciencia. Los cubanos educados en Estados Unidos consideraban que el tradicionalismo era un “barbarismo” que se oponía a la verdad y a la justicia. Si los “liberales” mexicanos habían tomado la causa cubana como propia, se debía al deseo de que ese pueblo consiguiera la libertad y sobre todo, para acabar de una vez por todas con el sistema tradicionalista español que se convertía en un lastre para el desarrollo de las “naciones nuevas”. Expulsar a los españoles “opresores” de suelo americano se había convertido en una tarea prioritaria para los amantes del progreso, es decir, para los liberales de todo el continente.23 El texto de Bulnes provocó una furibunda respuesta de Francisco Cosmes y del español Trinidad Sánchez Santos, quienes, a través de varios artículos, trataron de refutar sus argumentos.24 Sánchez Santos afirmaba que era una falsedad decir que los españoles no habían civilizado, sino que se limitaron a realizar un “vampirismo”. Bulnes le contestó a Sánchez Santos que no se podía pensar en un solo tipo de conquista, sino que en realidad existían tres: la pacífica, la mixta y la militar. La primera se originaba por el contacto comercial que se establecía entre diversas sociedades. La segunda se imponía por las armas en un territorio habitado y cuando concluía el avance militar, el grupo dominante y el dominado armonizaban sus intereses en un régimen moral que tendía a la prosperidad común, tal era el tipo de conquista que realizaban los ingleses, franceses y alemanes. La tercera era la que se consideraba “vampirismo”, pues se fundaba en la industria militar del “parasitismo”, en la violencia contra el derecho y se sustentaba en el terror. Este era el tipo de conquista que no

22

Independencia de Cuba, pp. 59-63.

Independencia de Cuba, pp. 65-70.

23

24

Los artículos de Trinidad Sánchez Santos y Francisco Cosmes se publicaron en El Correo español.

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civilizaba y que aplicaban los españoles, debido a que en ellos dominaba el “parasitismo de la aristocracia” representado por los militares y el clero. Los dos grupos se dedicaban a explotar sus posesiones sin misericordia, lo que probaba que los hispanos respondían a la desenfrenada “moral del vampirismo”. Bulnes creía que con la independencia de Cuba se acabaría con el “parasitismo español” que desacreditaba los avances de la civilización en el continente americano.25 El ingeniero prefirió guardar silencio ante la andanada de críticas que recibió de Francisco Cosmes y de otros escritores más. No son claras las razones de su silencio, aunque es probable que hubiera sido producto de no querer comprometer al gobierno porfirista, pues las posturas favorables a los cubanos se podrían interpretar como una violación de la política de neutralidad que Díaz había exteriorizado. Por tal motivo, no sería extraño que el presidente hubiera permitido que se atacara a Bulnes para demostrar que no compartía su punto de vista. Lo anterior se puede deducir por el hecho de que Bulnes pidió, en 1904, que Díaz ordenara el cese de los ataques que se le prodigaban a causa de la aparición de su libro El Verdadero Juárez y la Verdad sobre la Intervención y el Imperio, en el que realizaba una severa crítica de la actuación del Benemérito durante la intervención francesa. El ingeniero afirmaba que una campaña de prensa sólo era posible si el Presidente la autorizaba.26 Desde esta perspectiva, no sería aventurado afirmar que Bulnes fue silenciado por el régimen, al grado que, entre los últimos meses de 1897 y los primeros de 1898, no apareció ningún artículo de Bulnes que tratará esta temática, pese a que sus impugnadores publicaron un considerable número de artículos en los que se hacían fuertes alusiones a su persona.27

5. La lucha racial Al igual que la mayoría de sus contemporáneos, Bulnes sufrió un gran desanimo a causa de la derrota española de 1898, situación que se hizo evidente en El porvenir de las naciones hispanoamericanas frente a las conquistas recientes de Europa y los Estados Unidos. Este libro tuvo un origen peculiar pues fue producto de una compilación de artículos periodísticos que el ingeniero escribió para El Imparcial. Victoriano Salado Álvarez men-

Independencia de Cuba, pp. 80-81; HNMFA, El Universal, 3 de junio de 1897.

25

Jiménez, Rogelio, La pasión por la polémica. El debate sobre la historia en la época de Francisco Bulnes, México, Instituto Mora, 2003, p. 134. 26

27

Ese fue el caso de Francisco G. Cosmes, quien publicó una serie de artículos titulados “El loco de La Linterna”, lo que rememoraba el paso de Bulnes por el periódico La Linterna.

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cionaba que esos artículos no fueron aprobados por el director Reyes Spíndola, razón por la cual Bulnes los reunió en lo que llamaba “el gran colector” para darles un posterior uso. Lamentablemente Salado no menciona de dónde surgió la idea de publicarlos en forma de libro.28 Así, el texto de Bulnes se debe entender como un ejercicio periodístico que tenía el objetivo de descubrir las razones por las que se había producido la decadencia española y el destino que le deparaba a las naciones hispanoamericanas. En este sentido, el ingeniero formaba parte de la generación de escritores latinoamericanos que trataron de evaluar la situación general del continente. En Bulnes no sólo se apreciaba el deseo de hacer un diagnóstico de la enfermedad, sino que también buscaba encontrar los mecanismos que permitieran acabar con lo que denominaba la “maldición latinoamericana”. El desánimo que prevalece en las páginas del texto de Bulnes, provenía del hecho de que este pensador consideraba que en el enfrentamiento que se había producido entre España y Estados Unidos, no luchaban dos países sino dos proyectos raciales. La anglosajona se presentaba como la raza dominante del mundo, pues había derrotado en dos ocasiones a la latina: en 1870 y en 1898. Es de advertir que la raza latina, según el ingeniero, estaba conformada por las naciones hispanoamericanas, incluido Brasil, y países europeos como Francia, Portugal, España e Italia. Las derrotas de las potencias latinas evidenciaban la necesidad de hacer una evaluación a fondo para tratar de entender las causas de la decadencia racial. La postura bulnesiana respondía al modelo del darwinismo social de Herbert Spencer, quien concebía que el bien común de la humanidad se realizaba por la prosperidad y expansión de las variedades superiores. Los individuos superiores eran los que habían logrado una mejor adaptación a las condiciones de su existencia con lo cual recibieron mayores beneficios, principio que fundamentaba la conservación de la especie pues los individuos más aptos prosperaban sin ningún problema, mientras que los menos aptos tendían a desaparecer aunque ello no significaba el fin de su especie. El filósofo consideraba que la supervivencia de los individuos se establecía en dos niveles: interno y externo. En el primer caso, la lucha se producía entre individuos de la misma raza; en el segundo, la lucha se desencadenaba entre diferentes razas. Spencer concebía que el conflicto racial ayudaba a que sólo persistieran los más fuertes, motivo por el que la destrucción de los más débiles no se debía considerar una tragedia. La raza que tuviera el mayor número de individuos superiores predominaría sobre las demás.29   Salado, Victoriano, Memorias. Tiempo Viejo, Tomo I, México, Edición y Distribución Iberoamericana de Publicaciones, S.A., 1946, p. 292. 28

Brading, David, “Francisco Bulnes y la verdad acerca de México en el siglo XIX” en Historia Mexicana, México, El Colegio de México, XL:3, enero-marzo de 1996, p. 629;Spencer, Justicia, pp. 7, 11, 22. 29

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La lucha por la supervivencia que emprenderían las razas inferiores serviría para que éstas prosperaran con rapidez. Así, la supervivencia se presentaba como la causa inmediata de progreso. Bulnes manifestaba que la lucha racial no esperaría pues cuando la selección actuaba, los débiles perecían sin remedio, situación que se podía modificar cuando se lograban identificar las causas que impedían el progreso, por lo cual era necesario hacer una comparación entre las razas superiores e inferiores.

6. Los factores de la decadencia Bulnes consideraba que las razas tenían dos elementos constitutivos: los orgánicos y los superorgánicos. Los primeros estaban constituidos por la alimentación, el suelo, el clima, la población y la raza, mientras que los segundos contemplaban aspectos como la historia, la tradición, la justicia, el carácter y el sistema institucional. En el planteamiento del ingeniero se percibe la influencia de Spencer, quien planteaba que los elementos superorgánicos se producían en el seno de la sociedad y éstos debían estar en equilibrio con lo orgánico para evitar que se produjeran retrocesos.30 Para Bulnes era evidente que los problemas de la raza latina derivaban del escaso desarrollo material, intelectual y moral, motivo por el que sugería que se realizara un cambio en el régimen alimenticio. La historia mostraba que la alimentación había creado tres tipos de razas: la del arroz, la del maíz y la del trigo. Los hombres que se alimentaban con el trigo alcanzaban un mayor desarrollo físico y mental, aunque advertía que no todos lograban un grado similar de progreso, situación explicable por el hecho de que entre las mismas razas superiores había diferencias que era consecuencia de los distintos niveles evolutivos por los que atravesaban todas las sociedades. La importancia que adquiría el trigo como alimento de las razas más evolucionadas se corroboraba, según el ingeniero, en

Spencer, Justicia, pp. 12, 26-28, 64, 260-261; Spencer, Herbert, Los primeros principios, Madrid, Librería de Fernando Fe, 1905, pp. 280-282, 418; Hofstandent, Richard, Social darwinism in American thought. Boston, Beacon Press, 1955, pp. 31, 39, 42; Bulnes, Francisco, El porvenir de las naciones hispanoamericanas ante las conquistas recientes de Europa y los Estados Unidos, México, Imprenta de Mariano Nava, 1899, pp. 56, 226; Rumney, Judah, Spencer. México, FCE, 1978, pp. 66, 71. Rumney critica la propuesta de Spencer de estudiar los fenómenos sociales en términos biológicos, pues dice que muchos de esos fenómenos escapan del ámbito biológico y necesitan ser dilucidados por una ciencia de la sociedad. Rumney muestra que el darwinismo social equiparó el proceso social con el biológico. Esa fue la razón por la que se destacó en exceso la selección natural. Desde esta perspectiva, el progreso se consideraba como un aspecto espontáneo y automático con lo que se relegó el esfuerzo humano a un segundo plano, pues se veía como una interferencia de las leyes biológicas de la naturaleza. 30

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que era el sustento de los grandes imperios. Así, la conquista española había sido consecuencia de factores alimenticios más que de armamento, argumento que resulta muy cuestionable pero que al ingeniero le permitía reafirmar su idea de que el desarrollo de una raza se cimentaba en factores orgánicos. Bulnes mencionaba que España era un ejemplo de la manera en la que los imperios podían pasar de la grandeza a la decadencia. La historia recordaría a los españoles como los conquistadores de la raza del maíz, pero en ese momento habían dejado atrás sus pasadas glorias pues Estados Unidos había demostrado tener mayor poderío. Los factores orgánicos no habían ocasionado el resquebrajamiento del poderío hispano, sino los superorgánicos como el militarismo que provocó que se tomaran malas decisiones que llevarían a la derrota militar. Tal como lo había argumentado en el debate con Olaguíble, el ingeniero consideraba que los pueblos americanos no podían considerarse herederos de los españoles, pues no hicieron lo necesario para formar grandes pueblos. En este sentido, se podía afirmar que la conquista española no habría prestado ningún servicio a la humanidad, debido a que los pueblos indígenas no contaron con los elementos orgánicos y superorgánicos que permitieran su pleno desarrollo. A lo anterior se debía agregar que el medio geográfico no ayudaba al progreso de su raza.31 Bulnes identificaba tres tipos de medios: el tropical, el intertropical y el extratropical. En el primero se ubicaban Cuba, Haití, Brasil, Colombia, Perú, Ecuador, Venezuela y todas las naciones de Centroamérica; en el segundo Bolivia y en el tercero se encontraban Uruguay, Chile, Argentina, Paraguay, México, Estados Unidos y Canadá. El atraso que mostraba la mayor parte de los países hispanoamericanos se explicaba por su ubicación, pues sólo eran países progresistas los que se situaban en el extratropical, tal como sucedía con Estados Unidos que contaba con abundantes lluvias y numerosos ríos que permitían regar sus campos y con ello, obtener una abundante producción agrícola que satisfacía sus requerimientos industriales. El ingeniero estaba convencido de que las naciones alcanzarían un porvenir aceptable cuando desarrollaran sus elementos físicos no tropicales. No hacerlo significaría desaparecer del concierto de las naciones civilizadas. Sin embargo, el futuro de los países hispanoamericanos se encontraba en el desarrollo de cinco factores superorgánicos: la verdad, el patriotismo, la previsión, la cooperación para el bien público y los sistemas de gobierno.32 Sin verdad no había justicia, sin patriotismo sólo imperaba la ambición, sin previsión se volvían

Bulnes. El porvenir, pp. 13, 44, 166-170. Sobre las ideas de Bulnes sobre la relación entre raza y medio véase Jiménez, “La construcción”, pp. 80-81. 31

32

Bulnes. El porvenir, pp. 23, 30, 57-60, 97-98, 102-104, 145.

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las sociedades débiles y corruptas, sin cooperación se imponía la acción individual que debilitaba la acción colectiva, y sin un sistema de gobierno fundado en la democracia no se podría llegar al período industrial, pues el reconocimiento de la libertad y de los derechos del hombre garantizaría el progreso social, moral e intelectual de cualquier sociedad. Una de las tareas prioritarias para las naciones latinas era establecer un sistema democrático. Para ello se requería una profunda transformación de la esfera económica, intelectual y moral de la población, con lo cual se lograría que la libertad se convirtiera en uno de los fundamentos del nuevo sistema político. El ingeniero advertía que la raza anglosajona incentivaba el trabajo, el pensamiento liberal, la libertad, la democracia y el respeto de la justicia y la verdad; en cambio, los latinos albergaban “fuerzas destructoras” en su seno como el anarquismo, el militarismo, el clericalismo, el antisemitismo y el jacobinismo.33 Bajo este panorama, el futuro político de las naciones latinas no lucía prometedor, pues la mayor parte de ellas se encontraba en la etapa anárquica. Bulnes concebía que las naciones pasaban por tres etapas: anarquía, dictadura y democracia.34 La última era la única que garantizaba el verdadero desarrollo de los pueblos, mientras que la anarquía podía llevar a la destrucción mientras no se estableciera una “mano de hierro” que la acabara e implantara una dictadura. El factor racial como elemento determinante de la política evidenciaba que el ingeniero anteponía los factores orgánicos sobre los superorgánicos, aunque éstos estaban determinados por los primeros.

7. El sombrío futuro de las naciones tropicales De acuerdo con los anteriores argumentos, no debe sorprender que Bulnes considerara que no había futuro para las naciones tropicales. Es de advertir que el ingeniero no contaba con datos fehacientes de la situación particular de cada país de Hispanoamérica, por lo cual su dictamen sobre el futuro de las naciones sólo se debe considerar como el resultado de una serie de conjeturas, mismas que, pese a todo, resultan de interés por el hecho de que mostraba la visión de un intelectual mexicano que buscaba que sus contemporáneos asumieran una posición respecto a los eventos del porvenir. Bulnes

33

Jiménez; La pasión, pp. 42-43.

Bulnes. El porvenir, pp. 75-78; Jiménez, Rogelio, “Un reto contra la credulidad nacional: Francisco Bulnes y Las grandes mentiras de nuestra historia” en Francisco Bulnes, Las grandes mentiras de nuestra historia, México, Instituto Mora, 2010, pp. 19-20. 34

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decía que si bien era cierto que el trópico podía albergar una población progresista, sustentada en una alimentación adecuada, existía el problema de que el trópico no tenía la capacidad para alimentar grandes masas de población. A ello se debía sumar que los habitantes carecían de virtudes para el trabajo, pues la naturaleza les ofrecía lo que necesitaban para vivir. Para que se pudiera sostener una gran población, se necesitaba producir alimentos a bajo precio y colonizar con hombres de la región extratropical, quienes ayudarían a modificar la situación gracias a la introducción de nuevos alimentos y costumbres. Sin embargo, la inmigración extratropical no se realizaría mientras no se contara con tierras para satisfacer las necesidades de las razas superiores. Sin inmigración, Cuba, Haití, Santo Domingo, Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Centroamérica corrían el peligro de desaparecer. La guerra, la miseria y la falta de mercados provocarían que estos países pasaran de un estado bárbaro al salvajismo, pues sólo dependerían de sus elementos agrícolas y pastoriles para sobrevivir. Estos países no serían objeto de ambición de las grandes potencias y si lo fueran, se corría el riesgo de que sus poblaciones fueran expulsadas a causa de la anarquía incesante. En el caso de Cuba, Bulnes admitía que carecía de datos de la superficie cultivable y de la población que habitaba la Isla en 1898, por lo que el futuro que preveía para esta nación debe entenderse como simples especulaciones sociológicas; sin embargo, creía que por medio de la agricultura de riego llegaría a tener 3 200 000 habitantes para 1980. Si no se realizaba esta acción, Cuba no aumentaría su población y se consideraría una nación de quinto orden en vías de desaparecer; mismo caso en el que se encontrarían Uruguay, Paraguay, Ecuador, Colombia, Venezuela, Perú, Bolivia y todos los países de Centroamérica, mismos que no podían emplear una agricultura intensiva ni extensiva.35 La salvación de esas naciones estaría en el aumento de la población y en el desarrollo de las condiciones industriales. Bulnes pensaba que Cuba debía maximizar sus recursos para evitar la desaparición. La Isla podría exportar las maderas finas que poseía, tarea en la que no encontraría competidor pues sus condiciones geográficas permitían transportar las maderas a un bajo costo. Cuba no había explotado su riqueza maderera y cuando lo hiciera, provocaría la ruina de los demás países exportadores de maderas. Si bien era cierto que la madera no proporcionaría una gran riqueza, ayudaría a situar a Cuba como una nación de cuarto orden que era el lugar en el que se encontrarían los demás países madereros hispanoamericanos; sobre los que se cernía la amenaza de Estados Unidos, nación que iba a entrar al mercado a través de la explotación de

35

Bulnes. El porvenir, pp. 25, 38, 50, 147-150.

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Filipinas. En este panorama, los países madereros hispanoamericanos deberían darse por satisfechos si conservaban la cuarta parte de sus consumidores. La producción del tabaco tampoco ayudaría a que la Isla alcanzara un mayor grado de desarrollo. El tabaco americano tenía que competir con el del resto del mundo. No había duda que el tabaco cubano era de mejor calidad, pero el ordinario tenía una mayor demanda y carecía de menores gravámenes que el fino. En la producción azucarera tampoco se debían fincar los intereses cubanos de crecimiento, pues el azúcar de caña no estaba en condiciones de competir con el de remolacha producida en los países asiáticos.36 Para Bulnes era evidente que la victoria de Estados Unidos sobre España demostraba que éste había logrado la primacía en el continente, debido a que poseía un crecimiento poblacional mayor que el de Europa, contaba con una gran cantidad de tierras extratropicales explotadas por medio de la agricultura intensiva, además de que tenía una raza progresista que basaba su alimentación en el trigo. Con peculiar agudeza, el ingeniero se dio cuenta que Estados Unidos no buscaba poseer más territorios, sino extender sus redes económicas pues el capital y el trabajo constituían los motores de la sociedad norteamericana, además de que la anexión de nuevos territorios representaría un grave problema, debido a que el mercado americano guardaba un equilibrio entre el crecimiento de la población y las ventas de productos en el mercado nacional y extranjero. El equilibrio se perdería cuando la oferta de obreros fuera mayor que el consumo de mercancías, lo que ocasionaría la desaparición de la industria norteamericana o la caída de los altos jornales. Para evitar este hecho, Estados Unidos estableció tratados con los países hispanoamericanos para tener mercados en los cuales colocar sus mercancías. Si los tratados comerciales no rendían los frutos esperados, lo más probable, según Bulnes, es que se produjera la conquista armada aunque se corría el riesgo de contar con mano de obra barata que ocasionaría un desequilibrio social, económico y político en el seno del país conquistador. El dominio de la Unión Americana se extendería por la mayor parte del continente, a excepción de Chile, Brasil, Argentina, Uruguay y México que eran las únicas naciones que tenían los elementos raciales para afrontar el dominio anglosajón. Pese al pesimismo manifestado, Bulnes consideraba que los países latinoamericanos podían evitar ese “triste destino”, siempre y cuando lograran modificar algunos elementos orgánicos (crecimiento poblacional y alimentación) y superorgánicos (la tradición, la historia, la injusticia y la educación).37

Bulnes. El porvenir, pp. 159, 264-265.

Bulnes. El porvenir, pp. 105-107, 110, 114-118, 121-126, 234, 281-282.

36 37

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Cuando América Latina venciera esos males, se pasaría al siguiente escalón en la historia evolutiva de las naciones. Ese era el objetivo del libro de Bulnes: mostrarle a los demás pueblos de qué manera podía superar sus problemas económicos, políticos, sociales y raciales. La solución estaba dada, sólo faltaba que ellos la adoptaran. Resulta interesante mencionar que catorce años después, en plena revolución mexicana, el ingeniero volvió a insistir que el futuro de las naciones latinoamericanas se encontraba en ellas mismas, pues se requería un cambio en sus condiciones internas y que contaran con una visión política internacional de mayor alcance.38

A manera de conclusión La polémica entre Bulnes y Olaguíbel trascendió el ámbito intelectual para insertarse en el ámbito de la política internacional. Aunque el debate “científico” entre Bulnes y Olaguíbel nunca se produjo, pues ni uno ni otro contestaron los respectivos argumentos presentados y los padrinos tampoco presentaron su postura de los escritos, lo cierto es que la invitación a que se polemizara sobre lo que pasaba en la Isla evidenciaba que los intelectuales mexicanos estaban preocupados por lo que pasaba en el Caribe y que les incomodaba el silencio impuesto por las autoridades mexicanas que buscaban mantener la neutralidad. Los argumentos de Olaguíbel favorecían la causa española, pues consideraba que en la herencia hispánica se podría encontrar el germen del progreso. En este sentido, se volvía prioritario evitar que el pensamiento anglosajón tuviera influencia en los países hispanoamericanos, ya que se corría el riesgo de la fragmentación política y racial. La raza anglosajona no podía ser el modelo a seguir, puesto que la nación hispanoamericana que lo hiciera estaba condenada a perecer. Olaguíbel mostraba una posición pesimista respecto a la Isla, pues consideraba que sería anexada por los Estados Unidos, lo que significaría un cambio en la política continental ya que no sólo se perdería una posesión estratégica, sino que marcaría el comienzo del avance anglosajón sobre el resto del continente. La pretensión última de Olaguíbel era que Porfirio Díaz asumiera una posición activa en el desarrollo de los acontecimientos cubanos. Era evidente que la política de neutralidad sería más perjudicial que benéfica. Los hechos mostraban que el gobierno mexicano, y el resto del continente, serían perjudicados por su incapacidad para tomar decisiones acordes al momento político que se vivía.

38

hnmfa, La Prensa, 3 de abril de 1912.

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Por su parte, Francisco Bulnes utilizó la guerra de independencia de Cuba como un pretexto para reflexionar sobre la situación general del continente. En un primer momento, el ingeniero consideró la causa cubana como un medio para criticar las acciones de una “nación decadente”. La metrópoli debía reconocer que Cuba necesitaba ser libre para poder encaminarse en la senda del progreso. La evolución política y económica sólo se podría efectuar cuando los isleños contaran con libertad de acción. Bulnes tenía esperanzas de que Cuba lograra su independencia, pues sólo de ese modo lograría insertarse entre las naciones avanzadas del continente. Lo anterior se sustentaba en un hecho: en sus venas corría el influjo progresista de Estados Unidos. Desde la perspectiva del ingeniero, Cuba constituía un ejemplo de la manera en la que se podía llegar a combinar la herencia hispánica y el aliento progresista anglosajón. Después de la guerra de 1898, el optimismo de Bulnes se convirtió en pesimismo. La herencia hispánica se tornaba un lastre difícil de erradicar. Es por ello que las naciones hispanoamericanas debían tratar de encontrar soluciones a los problemas que las aquejaban. La postura del ingeniero denotaba su apego a aquellas tradiciones políticas hispanoamericanas en las que surgen ideologías que anticipan y justifican soluciones políticas conservadoras, sin que se apoyen en una tradición conservadora vernácula.39 Bulnes estaba convencido de que la “lucha entre razas” había comenzado y la raza hispánica había sacado la peor parte, motivo por el cual era indispensable que los países hispanoamericanos adoptaran el modelo anglosajón, pues de ese modo no sólo garantizarían su supervivencia sino que, además, se pondrían las bases que sustentaran su progreso en todos los sentidos. La exacerbada crítica de Bulnes hacia la herencia hispana se enfrentaba con su deseo de que la esencia nacional prevaleciera. Aunque se debe tener en cuenta que no pensaba en la desaparición de la raza latina, sino en su mejoramiento a través de la incorporación de las virtudes de la raza anglosajona. En este sentido, los fenómenos políticos, sociales e ideológicos se reducían a una cuestión racial, con lo que una modificación en lo orgánico tendría que redundar en un mejoramiento de lo superorgánico. La visión del ingeniero respecto al futuro de los países hispanoamericanos resultaba pesimista, pues sólo sobrevivirían los países que presentaran las mejores condiciones, entre los cuales, por supuesto, se encontraba México. En el caso de Cuba no había esperanzas de que permaneciera como nación

Halperin, Tulio, El espejo de la historia. Problemas argentinos y perspectivas latinoamericanas, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1987, pp. 169, 171. Halperin considera que Bulnes pasó de ser un asesor técnico de la elite política porfiriana a un publicista que abordaba temas para un público más amplio, postura que, en cierta medida, es exagerada, pues, como mencioné antes, Bulnes ya era conocido por ser un personaje polémico. 39

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independiente, pues su destino estaba ligado a Estados Unidos. Lo mejor que le podía suceder a la Isla, según el ingeniero, era que la Unión Americana tomara la decisión de anexarla, de lo contrario estaba condenada a ocupar un lugar entre las naciones más atrasadas del mundo, destino que compartiría con otros países del continente y que los llevaría inexorablemente a la desaparición. Así, el porvenir de las naciones hispanoamericanas presentaba tintes sombríos.

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Entre el llano y el estadio. Visión histórica de los espacios deportivos en Guanajuato en la primera mitad del siglo xx

César Federico Macías Cervantes Departamento de Historia, Universidad de Guanajuato cesarfedericomc@yahoo.com.mx

D

urante la primera mitad del siglo xx en buena parte del mundo occidental los deportes arraigaron en las sociedades, su expansión como fenómeno social que igual tocaba a la educación que a la economía fue parte de una serie de mutaciones que se vieron reflejadas incluso, en la transformación de la fisonomía de las ciudades y de las poblaciones en crecimiento que aspiraban a serlo. La infraestructura deportiva devino en una más de las preocupaciones sociales. En este artículo se hará una revisión de algunos aspectos históricos relacionados con los espacios tomados para la práctica de los deportes y su exhibición en el marco geográfico del estado mexicano de Guanajuato.

1.

Recibido: 12 de junio de 2013 Aceptado: 5 de agosto de 2013

Evidentemente, el paisaje de las ciudades hoy día es muy diferente al de hace 100 años y en las ciudades del estado de Guanajuato no hay excepción. Cuando nos ponemos a pensar qué es lo que tienen hoy diferente a cómo eran un siglo atrás podemos empezar a hacer una lista que incluye, desde luego,


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todo lo que existe ahora en lo que han sido zonas de crecimiento: avenidas, centros comerciales, escuelas, colonias y unidades habitacionales… pero también tenemos estadios, unidades deportivas, parques, canchas deportivas, campos de juego, y desde luego estos forman parte del equipamiento que durante el siglo xx se terminó por considerar necesario para el desenvolvimiento de las sociedades urbanas. Hoy día, prácticamente todo centro escolar cuenta, por lo menos, con una cancha de juegos, y no hay escuela nueva que no tenga contemplado en sus planes la construcción de una cancha. También podemos ver que muchas veces los nuevos fraccionamientos utilizan sus áreas de donación para, entre otras cosas, poner una cancha, incluso las poblaciones rurales dejan algún predio disponible para campo de juegos, y las ciudades grandes tienen dentro de sí “ciudades” o unidades deportivas. Pero ¿por qué en el siglo xix no era así? ¿Por qué las escuelas no tenían como espacio inevitable una cancha? ¿Por qué las mayores ciudades no contaban con un estadio de futbol o beisbol? ¿Acaso la sociedad porfiriana, aún en su ocaso, no le daba importancia a la salud? Para intentar dar una respuesta a la pregunta anterior permítaseme exponer otras preguntas: ¿Qué es lo que hace posible que 10,000 personas se reúnan en torno a un campo deportivo para ver a un par de decenas de seres humanos jugando? ¿Cómo fue que el deporte se ganó una sección en los periódicos? ¿En qué momento y por qué la gente empezó a pagar dinero para que la dejaran entrar a un lugar específico a hacer ejercicio? En realidad ninguna de las preguntas que he formulado tiene respuestas planas ni simples y algunas de estas merecerían ser parte de la agenda de trabajo de un grupo estudioso de la historia urbana, de la historia social, de la historia económica y de la historia cultural, pero también es cierto que para el estado de Guanajuato tenemos algunos elementos de respuesta que vale la pena ir exponiendo en espera de que un día se sumen estudios que aporten a la comprensión de otros niveles de la historia de México del siglo xx.

2. Tenemos algunas pistas y pocas certezas, acaso podamos hacer algunas inferencias y partir de la generalización. En el siglo xix solo en algunos estados del país había gimnasios para el uso de los estudiantes de los colegios estatales, Guanajuato era uno de ellos, con su gimnasio establecido en 18701; también sabemos que algunas de las primeras   Lanuza, Agustín, Historia del Colegio del Estado de Guanajuato, Guanajuato, Universidad de Guanajuato, 1997. 1

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personas que ganaron dinero en torno a la práctica deportiva eran instructores de gimnasia y esgrima, contratados precisamente para enseñar las disciplinas. Pero ¿cómo se desarrollaba el entrenamiento de esa actividad?, ¿siempre se tuvieron espacios acondicionados como se indica que ocurrió en el Colegio del Estado?, ¿se valieron de patios o terrazas cualquiera, o de salones adaptados?, ¿acaso se construyeron específicamente gimnasios o salas de esgrima? Se han hecho públicas algunas fotografías sobre lo que al final del Porfiriato se llamaban sports y de entre ellas quiero detenerme en dos.

Ilustración 1. “Clases de Calistenia” Ciudad de México, ca. 1910, tomada de RODRÍGUEZ HERNÁNDEZ, Georgina, “Orden, Progreso y Sport” en Patricia Golá (Dir.) Luna cornea, núm. 16, septiembre-diciembre, México, Conaculta, 1998, p. 15.

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Ilustración 2. “Escuela Magistral de Esgrima”, Ciudad de México, ca. 1910, tomada de RODRÍGUEZ HERNÁNDEZ, Georgina, “Orden, Progreso y Sport” en Patricia Golá (Dir.) Luna cornea, núm. 16, septiembre-diciembre, México, Conaculta, 1998, p. 17

La fotografía 1, al no tener más especificación que se trata de una clase de Calistenia, puede ser cualquier clase de las escuelas para mujeres adolescentes o adultas de la ciudad de México, y como se ve, se impartía en un patio de alguna vieja casa adaptada como escuela, esto último cosa bastante común en aquellos días. Pero la segunda foto es más notable, ya que se trataría ni más ni menos de uno de los íconos de la educación del cuerpo durante el Porfiriato, ya que según ha establecido Abraham Ferreiro, creada en 1907 y puesta en manos de Lucien Merignac, la Escuela Magistral de Esgrima estuvo destinada a la formación de instructores de esgrima, tiro, gimnasia e instrucción militar para los ministerios de Guerra y Marina y de Instrucción Pública2.

2

Ferreiro Toledano, Abraham, Desarrollo de la educación física y el deporte en México en el siglo XX, México, Comité Olímpico Mexicano, 2006. Vol. I, p. 77.

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Evidentemente la imagen de los esgrimistas se trata de una foto posada, de una escena puesta, pero ¿existen imágenes del interior de la escuela? Se cae en la cuenta de que no podemos determinar el equipamiento interior de una de las principales, si no es que la principal escuela de instructores deportivos de aquellos días. Recordando algunas otras imágenes porfirianas asociadas al ciclismo, al hipismo, al lawntennis o al canotaje, no se puede pasar por alto que los entonces entendidos como sports, tenían mucho más de acto social que de otra cosa.

3. Ha quedado dicho que los sistemas educativos también incluían para algunos casos la formación gimnástica de los estudiantes; pero no podemos pasar por alto que si hoy día la educación superior es un espacio al que accede un porcentaje muy bajo de la juventud mexicana, en aquellos días era muchísimo más limitado y, también como hoy, muchas veces el límite era establecido por la capacidad económica de las familias. ¿Y fuera de los colegios? Las élites porfirianas, desde luego tomaron por costumbre acompañar sus ágapes con muestras de la destreza física de sus efebos; mas no hay que olvidar que luego del desajuste revolucionario, más allá en tiempo y en otros espacios la práctica de los deportes llegó a otros sectores de la población ¿Dónde y cómo se fue haciendo popular el deporte? ¿Dónde jugaban los obreros que no tenían acceso al “British club” o los mozalbetes que ni siquiera eran parte de algún incipiente sindicato o hermandad? ¡Claro! En las calles y en los llanos, e incluso, en lugares un tanto insospechados. Para fin de años 10 en la ciudad de Guanajuato existió el Club Deportivo Guanajuato, que tenía tres “secciones”: Beisbol, Futbol y Junior3 y muy posiblemente ellos se adjudicaron algún terreno entre cañadas para poder jugar, pero no se pueden dejar de mencionar un par de quejas aparecidas en la prensa dos años después: En la primera se asienta que: Si a estos respetables Guardianes del orden públicos [sic] no les llama la atención que en plena calle jueguen los muchachos su base-ball o a la pelota, toreen a Justo y pinten

3

Archivo General del Estado de Guanajuato (en adelante AGEG), fondo secretaría de Gobierno, sección Guerra, sub-sección Dirección Local de Militarización del Estado, expediente 207, 1919.

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las paredes, más mientras más limpias estén, a los transeúntes si les llama, y mucho, que aquellos no cumplan con su deber4.

En 1910, como parte de las actividades festivas por el centenario del inicio de la guerra de independencia, en la ciudad de Guanajuato se estrenó el Mercado Hidalgo; para 1921 en un diario de la capital guanajuatense se asentaba respecto al inmueble: Siempre está entre semana, solo, muy solo; en las noches es cuando se ve un poco animado, porque los muchachos han hecho su field para el base ball, a pesar de las protestas de los pocos comerciantes que allí quedan. No le hace: ¡a la postre ha de quedar como field!5

Hay más pistas de cómo los practicantes de más deportes, en otras poblaciones, se fueron haciendo durante los años veinte de los espacios para la práctica de los deportes y de la formación de una afición dispuesta a pagar por ver los juegos. En Irapuato, desde la segunda década del siglo xx se habrían establecido los primeros equipos de futbol: Deportivo Irapuato y Mutualista y según un relato de Evaristo Cortés6, rescatado por el veterano periodista Gonzalo Vargas, los miembros de este club se consiguieron un terreno cercano a la estación de ferrocarriles y allí jugaban; aprovechando que la gente de cualquier forma iba a la estación, un día los del equipo de futbol le pagaron a una banda de música para que fuera a tocar a su campo, “la gente al oír la música se acercó y vio que estábamos jugando, desde entonces la banda iba a tocar domingo a domingo, les pagábamos y todavía nos quedaban algunos centavitos.” (Vargas: 1997) Si damos por bueno el relato atribuido a Evaristo Cortés, tendríamos una huella sobre la formación de la afición deportiva en Irapuato, y aquí tenemos entonces ya presentes dos de tres o cuatro elementos que se entreveraron para dar lugar al fenómenos objeto de este artículo; estos dos elementos son: la afición por la práctica deportiva y el gusto por observar esta práctica. Si a los jugadores del equipo Mutualista les quedaban algunos centavitos luego de pagar a la banda era porque los del equipo tenían algún modo de ingreso y éste seguramente era por uso de bancas o sillas. Un periodista que con el pseudónimo “Pelotas” firmó una nota en 1922 nos da en su crónica una idea más cercana:

ageg, La Montaña, Dir. J. de Jesús Corrales, Guanajuato, Gto., 29 de mayo de 1921, p. 1.

4

ageg, La Montaña, 5 de junio de 1921, p. 2.

5

6

Fundador del Mutualista.

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Me mandaron a tomar la crónica del juego de foot ball efectuado el domingo 12 de los corrientes en terrenos de la estación, y fui aunque debo advertir que poco o nada conozco del juego Al llegar me coloqué en una incómoda banca que más tardé en sentarme que en cobrarme 10 centavos por el asiento. El cobrador me dio la contraseña respectiva y un papelito con una especie de consejos, instrucciones o regaños para los que van a presenciar el juego. Si yo no hubiera sido mandado y no hubiera pagado ya el asiento me hubiera ido mejor a mi casa, pues debían instruir al pueblo bajo, que la gente decente bien sabe cómo debe portarse tanto en los toros como en un sermón No obstante mis diez centavos una barrera de señoritas, en su mayoría, se instalaron frente a las bancas y los tontos que pagamos nuestros asientos, la tuvimos que hacer de pie… Para este domingo se espera un partido muy reñido, y quizá habrá más concurrencia, no obstante que el pasado estaba el campo pletórico de gente.7

Pero todavía se estaba en el llano. En los procesos que se dieron para que las poblaciones contaran con espacios para la práctica de los deportes durante los años veinte y el inicio de los treinta pueden observarse diferentes escenarios respecto a la interacción de la población. Mencionaré enseguida dos casos que son polos opuestos. Uno ocurrió en Acámbaro, al sur del estado, y se trata del procedimiento para la formación de los espacios deportivos que todavía hoy se conocen como “Campo Unión”. En 1924 obreros y empleados del ferrocarril de dicha ciudad habían formado una sociedad llamada Parque Deportivo Unión8, para comprar un terreno de poco más de 3 hectáreas en el cual pudieran practicar deportes e hicieron el pago respectivo para amarrar trato a los “hermanos Alanís”, pero el convenio quedó en lo verbal y nunca se acabó de pagar, así que a los 5 años de entregado el enganche, el abogado de los Alanís reclamó la devolución del terreno planteando que lo desembolsado por la sociedad se tomaría como renta por los cinco años de uso como campos deportivos. Los de la sociedad empezaron entonces un proceso de acercamiento con las autoridades municipales así como con el Congreso del Estado y el Ejecutivo Estatal y

7

Archivo Histórico Municipal de Irapuato (ahmi), El centro, domingo 19 de febrero de 1922.

8

Toda la información respecto a este caso está tomada de: Archivo Histórico Municipal de Acámbaro Guanajuato (ahmag), sección presidencia, serie deportes, 1929, expediente 2.

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contaron con el apoyo absoluto por parte de las autoridades del municipio, lo que valió para que a fin de cuentas las autoridades estatales los atendieran favorablemente y los campos, ampliados, fueran expropiados por utilidad pública y dedicados, efectivamente, a la práctica deportiva. A los solicitantes también les benefició que precisamente 1929 fue un año en el que, desde el Ejecutivo Federal, se exaltó al deporte como parte de los símbolos de la Revolución operante en el país. No se debe perder de vista que desde el segundo semestre de ese año se habían iniciado los preparativos desde el plano local (aunque orquestados desde la ciudad de México) para que en 1930 el relevo de la presidencia de la República tuviera un ropaje netamente deportivo, con escenario en el Estadio Nacional y con representaciones de deportistas de todo el país.9 En el discurso de los peticionarios para la expropiación del Campo Unión se vieron reflejados conceptos que también fueron usados por autoridades de distintos niveles en el país: alejar al pueblo del vicio, mejorar la raza, impulsar el deporte, etcétera. Y al mismo tiempo, dejan ver tanto la creciente participación de la población en equipos deportivos (presentan datos de nuevos equipos en diferentes deportes), la ampliación de espacios (indicando la necesidad de construir nuevos campos adicionales a los existentes) y la creación de espacios para los espectadores (al solicitar apoyo para ampliar las gradas). En suma, el expediente del Campo Unión en Acámbaro, nos permite ver la alianza entre diferentes segmentos de la población para conseguir, extender y mejorar las instalaciones deportivas públicas al finalizar los años 20. En Irapuato está el segundo de los casos que me permitiré apuntar, se trata de la construcción en 1928 del Estadio Álvaro Obregón. En el caso de este estadio irapuatense, como se puede apreciar en las imágenes, se trata de una instalación ya con toda la forma, aunque las tribunas se encuentren solo por uno de los costados del campo deportivo y su respectiva pista de atletismo. Sin embargo, en la memoria de los deportistas irapuatenses no se habla mucho de estas instalaciones, acaso porque en realidad fueron hechas en forma faraónica, ya que a pesar de que al siguiente día de su inauguración se difundiera una congratulación en la prensa local por contar con un “estadio, perfectamente acondicionado y que fue construido a iniciativa del señor general Jaime Carrillo […] apoyado eficazmente por

Macías Cervantes, César Federico, La prácticas deportivas (y las diversiones) en Guanajuato entre 1920 y 1960, una apuesta de historia sociocultural, Tesis de doctorado en Historia, 2010, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. 9

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el gobierno [del estado], por el comercio, las autoridades municipales y la sociedad en general”,10 en poco tiempo se reprodujeron voces quejosas. Bajo el título “Cómo se construyó un estadio” la misma prensa local reproducía un artículo aparecido en la ciudad de México en el que se narraban múltiples arbitrariedades cometidas por los militares que encabezaba el ya mencionado general Carrillo: despojo de terrenos, imposición de cuotas económicas a la población, falta

Ilustración 3. “Repartición de premios a los vencedores en los concursos hípicos y deportivos en el campo Álvaro Obregón” Irapuato, 15 de septiembre de 1928, sin atribuir, Archivo General de la Nación (AGN), Administración Pública, Obregón-Calles, 725-I-7.

ahmi, Labor, Dir. A. Calderón, Irapuato, Gto., 16 de septiembre de 1928.

10

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de pago a materialistas y transportistas –exceptuada una “casa alemana”— privación de la libertad a personas a las que luego “se les forzó a desempeñar inmundas faenas como son la fabricación de adobes y atarjeas”, entre otras. Y queriendo aparecer como un desmentido, el artículo de la prensa de Irapuato en realidad daba más detalles de los mecanismos arbitrarios de los militares.11

Ilustración 4. “El General Carrillo y los jefes y oficiales concursantes llegando al campo el día de su inauguración”, Irapuato, 15 de septiembre de 1928, sin atribuir, AGN, Administración Pública, Obregón-Calles, 725-I-7.

11

ahmi, Labor, 27 de septiembre de 1928, p. 1 y remisiones.

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El espacio que sí aparece continuamente entre los gratos recuerdos de los irapuatenses es el campo Águila, inaugurado, a decir de Gonzalo Vargas,12 en 1929. Así que no es de extrañar que por alguna razón los irapuatenses no se hayan identificado con el campo impulsado por los militares como sí lo hicieron con el patrocinado por una compañía cigarrera. Por el seguimiento que he podido hacer en el estado de Guanajuato, parece ser que los años 20 del siglo xx fueron la etapa de transición de las prácticas deportivas, sus practicantes dejaron de ser exclusivamente miembros de las élites locales inscritas en clubes: cada vez se vieron más grupos de amigos y compañeros de trabajo de diferentes niveles sociales. Los equipos empezaron a formarse, incluso, en torno al barrio, y posteriormente se verían las primeras ligas tanto de futbol como de beisbol, luego algunas de basquetbol. Estas ligas verían trascurrir sus torneos en los nacientes espacios acondicionados para sus deportes, las diferentes narraciones que tenemos de actividades deportivas de la primera mitad del siglo xx nos dejan claro cuáles fueron los espacios de los que las poblaciones se apropiaron: En Irapuato se encuentran frecuentemente los nombres del campo Águila, la cancha Francisco Sarabia, el estadio Revolución o la arena Constancia; en León el estadio Patria, la arena Isabel, el Parque Hidalgo, la cancha de la Prevocacional, la unidad deportiva del Coecillo o el estadio de la Martinica; en Celaya el Parque Venustiano Carranza, los campos Molina, el estadio de Luz y Fuerza, la cancha de frontenis de la Calzada Juárez; en Guanajuato el Parque San Jerónimo, la cancha de Cristal, la cancha del Internado, o el Reforma (cine); en Acámbaro el Parque Zaragoza, los Baños Apolo (alberca), la arena Acámbaro, el campo Unión, la cancha del Sindicato Ferrocarrilero; en Dolores el estadio Independencia. En las canchas, estadios, parques y arenas referidos se vivió la profesionalización de algunos deportes como el futbol y el beisbol, y la creación de estadios parecería un paso muy natural de una actividad que se hizo económicamente rentable, pero en realidad, aunque no se tratara de espacios para deportes profesionales, la gente se preocupaba por la calidad de sus instalaciones deportivas. En la prensa de Acámbaro de 194413 se puede seguir un episodio de fracaso en la consecución de nuevas instalaciones deportivas, pero lo que más me llama la atención

12

Gonzalo Vargas Vela, Esso, Toros y Deportes, Irapuato, 1997.

13

Hemeroteca Nacional (HN), Acámbaro al día, Dir. Alfredo López, números entre el 1 y el 11 de febrero de 1944.

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son los términos que se manejaron. El proyecto de la Unión Deportiva Municipal Acambarense contemplaba construir un centro que contara con espacios para basquetbol, frontón, pingpong, alberca olímpica, gimnasio, boliche, biblioteca y sala de lectura… en fin, “todos los servicios que un casino social, cultural y deportivo realmente es en las grandes urbes”. Y aquí hemos llegado a otro de los puntos fundamentales que movían a la creación de más y mejores espacios deportivos: la idea de desarrollo. El contar o no con instalaciones deportivas o la calidad de las mismas podía ser tomado como signo del grado de avance de una sociedad; no podemos olvidar que los deportes fueron conceptualizados como formas “modernas” y “desarrolladas” de ocupar el tiempo libre, al mismo tiempo que se asociaron inevitablemente a la idea de lo urbano. Las poblaciones tenían que llegar a ser como las grandes ciudades, con pavimento, con vehículos automotores, con muchas luces y destellos, con cines y hospitales, con escuelas y con buenas instalaciones deportivas. No olvidemos el simbolismo del desfile con que se conmemoraba la Revolución, ese gran marcador histórico de nuestro país: se trataba de un desfile deportivo, la promesa de una sociedad, principalmente de su juventud, que emergía sana, limpia, ordenada y vigorosa de entre las llamas que envolvieron a nuestro país. De hecho, las ciudades o unidades deportivas fueron percibidas como una especie de cúspide de desarrollo urbano y económico de aquellas épocas ya que no cualquier ciudad se daba el lujo de tener una. En el estado de Guanajuato el primer gran proyecto de equipamiento deportivo que se logró fue el denominado precisamente Revolución, llevado a cabo en la ciudad de Irapuato, sede de la zona militar, sobre el que la prensa exaltó: “En efecto, el propósito del gobierno [fue crear] una especie de ciudad deportiva, donde se reúnan, sin distinción, todos aquellos que prefieran el fomento de una raza fuerte”.14 El complejo Revolución empezó a construirse el 7 de diciembre de 1937 y paradójicamente lo primero que se terminó fue la plaza de toros, la última instalación que se inauguró fue la alberca, que se abrió al público el 2 de mayo de 1943. Allí había además un estadio de futbol (se dice que el primero de concreto en construirse en nuestro país), un parque de beisbol, un jardín botánico y un centro de atletismo. Ubicando las ideas prevalecientes en la época es fácil imaginar el orgullo de los irapuatenses y la preocupación de los habitantes de otras ciudades que se veían rezagadas en el desarrollo… allí no se podría desarrollar una raza fuerte como, en

ageg, Guanajuato, diario del Bajío, Dir. Armando Calderón, Irapuato, Gto., 27 de mayo de 1942.

14

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cambio, se facilitaba a partir de entonces en Irapuato (y en esos años el discurso de las razas fuertes primaba en no pocos países del planeta con mucha fuerza); ni podrían ser una gran urbe (como mostraban las preocupaciones referidas en el caso de Acámbaro). Tardarían un poco en tener listas en León y en Celaya, respectivamente, las Unidades Deportivas Enrique Fernández Martínez y Miguel Alemán y así, como se escribió en Celaya, tener por fin “la Unidad [deportiva] que corresponde a la ciudad”15, aunque esto se concretó hasta 1956. No todos pudieron o han podido ver realizado su sueño de modernidad. Todavía en 1960, aprovechando la euforia provocada en San Miguel de Allende por la coronación de su equipo de futbol como campeón de la Zona Centro. José Mercadillo, cura párroco de aquella población, impulsó la idea de construir “un estadio donde puedan jugar cómodamente y no revolcándose y golpeándose peligrosamente en la tierra suelta en campos libres, donde los aficionados se la tienen que pasar siempre de pie”.16

4. Para cerrar, no quiero dejar pasar por alto que una realidad de aquellos días fue que muchas de las principales instalaciones deportivas eran públicas (administradas por escuelas y ayuntamientos) y en muchos casos los usuarios, principalmente las ligas deportivas, debían pagar renta por el uso de ellas… con el tiempo así siguió siendo en muchos casos, pero también con el tiempo surgió una circunstancia de excepción: los equipos de ligas profesionales, especialmente en el caso del futbol, supieron manejar el discurso del desarrollo urbano y social para lograr concesiones de exclusividad y hasta situaciones de propiedad sobre instalaciones deportivas que se construyeron con recursos públicos para el uso público a bajo costo. Y lamentablemente se nos ha olvidado, o lo hemos perdonado, con tal de que no se lleven a otra ciudad la franquicia deportiva de nuestros amores. Hubo desde luego casos en que la iniciativa privada construyó sus propias instalaciones y ello lleva al punto final de mis reflexiones por esta ocasión: la evidencia de la participación de diferentes sectores de la sociedad en la consecución y creación de espacios deportivos durante la primera mitad del siglo xx. Entre el llano y el estadio,

HN, La palabra, Dir. Manuel Urbina Ciénega, Celaya, Gto., 13 de octubre de 1949

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16

HN, El vocero del Norte, Dir. Antonio Villa Bustamante, San Miguel de Allende, Gto., 27 de noviembre de 1960.

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podemos ver un camino en el que se involucraron sindicatos, gobernantes, clérigos y empresarios, y también hubo profesores, comerciantes, obreros y estudiantes. Bien podemos encontrar aquí un asunto de Estado que nos lleve a entender mejor la construcción histórica de nuestra sociedad durante el siglo xx.

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Reseña: Sobre Algunos métodos y fuentes para la investigación histórica de Graciela Velázquez Delgado

Miguel Ángel Guzmán López Universidad de Guanajuato, Departamento de Historia

N

o cabe duda que cuando Luis González y González utilizó la frase todo es historia resumió en ella la esencia misma de la labor historiográfica tal y como se le comenzó a practicar desde mediados del siglo veinte, cuando a partir de la cada vez más fuerte presencia de los historiógrafos franceses (la llamada Escuela de los Annales) en el ámbito académico, de su país y de fuera de él, comenzaron a criticar y oponerse a la percepción rankeana de la investigación histórica, a la que erróneamente etiquetaban de positivista. Frente a ésta, la historiografía practicada por los galos se caracterizó, entre otras cosas, por abrir el abanico de posibilidades temáticas de los estudios históricos y con ello también el espectro de objetos que, bajo la calidad de vestigios del pasado, pasaron a conformar las fuentes del historiador.


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A la anterior prerrogativa del documento escrito y de información explícita se le sumó el interés por legajos escritos de información no necesariamente explícita y se añadieron nuevos tipos de fuentes tales como las artísticas, las arquitectónicas, las urbanísticas, las testimoniales, las estadísticas y, en general, todo objeto cultural emanado de las diversas sociedades humanas que han existido en el transcurso del devenir histórico. En ese sentido la frase de Luis González puede entenderse bajo un doble significado: primero, si se concibe por historia el acontecer temporal humano en su totalidad y, segundo, si dicha totalidad es susceptible de ser historiada. En suma, si la historia representa en primera instancia el acontecer humano y tal devenir deja huellas materiales (e inmateriales incluso), estos vestigios permiten al historiador el estudio, el análisis y la escritura de dicho acaecer, por lo tanto todo es historia. Así, el libro que hoy se presenta, Sobre algunos métodos y fuentes para la investigación histórica, coordinado por la Doctora Graciela Velázquez Delgado, constituye una afortunada muestra de la manera en que los historiadores aprovechan la información contenida en diversos vestigios del acontecer humano, así como de la forma en que se puede generar un acercamiento metódico a tales indicios. El texto está integrado por cinco ensayos derivados del diplomado sobre Metodología de Historia Regional que se impartió de agosto a septiembre de 2004 en la ciudad de León, Guanajuato, y en cada uno de ellos encontramos algunas ideas fundamentales para el estudio del pasado a través de diversos tipos de fuentes informativas, cada una de las cuales implica el dominio de un método específico de acercamiento. Este punto es muy significativo y conviene detenerse un poco en él, pues una de las más importantes consecuencias paradigmáticas que tuvo la ya referida apertura en la utilización de nuevas fuentes de información generó la necesidad de desarrollar métodos específicos para el aprovechamiento de estos vestigios, aunado a la necesaria aplicación del método histórico-crítico (que incluye a la heurística, la hermenéutica, la arquitectónica, la crítica y la estilística), ese sí desarrollado por la historiografía decimonónica. En otras palabras, la diversidad de temáticas que la historiografía francesa de siglo veinte introdujo a la investigación histórica condujo a la consideración de nuevos tipos de fuentes, las cuales a su vez demandaron el desarrollo de métodos para lograr el aprovechamiento de la información contenida en ellas. En particular, los trabajos historiográficos desarrollados por varias generaciones de historiadores formados en la Universidad de Guanajuato son herederos en muy buena medida del paradigma impuesto por la tradición francesa de los Annales, y en este sentido, cada uno de los historiadores que participa en esta publicación comparte con el lector algunos apuntes básicos sobre la manera específica en la que un determinado

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tipo de fuentes debe ser tratado para la obtención de información confiable para la investigación histórica. De esta forma, el texto que da apertura a la obra se titula Fuentes documentales e investigación histórica, de Rosa Alicia Pérez Luque, quien nos ilustra sobre varias cuestiones fundamentales que el historiador debe tener en cuenta para aprovechar la información contenida en las fuentes documentales o de archivo, sobre todo, de aquellas que están relacionadas con el manejo de los propios repositorios, mismos que existen de diversos tipos y que están organizados bajo diversos criterios. Pérez señala la importancia que tiene reconocer los instrumentos que dan orden a los acervos y permiten su consulta (tales como la guía, el inventario y el catálogo); señala también las diversas disciplinas auxiliares en las cuales se requiere estar lo más posible capacitado para consultar los archivos históricos, tales como la archivística, la diplomática, la paleografía, y la historia de las instituciones. El lector descubre entonces que el inicio de la investigación histórica basada en la información documental no se encuentra en el documento mismo sino en el necesario contar previamente con el conocimiento de los sistemas de acopio y clasificación de los testimonios impresos, de las medidas que permiten su consulta al público y del tipo de información que habría que esperar de un determinado archivo. Sólo después de considerar previamente algunas de estas cuestiones se puede iniciar con el trabajo sobre el documento mismo. La autora nos advierte también que el valor de la fuente documental no se remite exclusivamente su contenido sino que también puede radicar en su materialidad como objeto (el tipo de papel empleado, la forma en que está encuadernada una serie de legajos, por ejemplo). Pérez cierra su participación proporcionando datos interesantes sobre algunos de los más importantes repositorios históricos de la región: el Archivo Histórico Municipal de Guanajuato (resguardado por la Universidad de Guanajuato y que ha sido el laboratorio en el que muchos estudiantes se han formado como historiadores), el Archivo Histórico Municipal de León y el Archivo General de Estado de Guanajuato. Estas tres instituciones han destacado por el cuidadoso trabajo de catalogación y conservación de sus acervos documentales, que permiten que los investigadores les consulten con relativa facilidad. En el siguiente texto, de nombre El uso de las imágenes en la investigación histórica, Javier Ayala Calderón, con su característico estilo didáctico, nos introduce a las primeras nociones que debe tener el historiador que pretenda trabajar con imágenes como principal fuente de información, iniciando con cuatro pasos fundamentales para la lectura de una imagen hasta llegar a tres principios orientadores de toda

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interpretación, pasando por una breve tipología de las imágenes (imágenes, símbolos, personificaciones y alegorías). El problema del historiador de las imágenes es doble, pues primero debe estar seguro de los elementos que conforman una imagen para luego hacer una interpretación certera de lo que dicha fuente quiere expresar. Ambas cuestiones, la identificación de lo que aparece graficado y lo que esto quiere significar, son primordiales para lograr un estudio historiográfico riguroso basado en el imaginario de una sociedad determinada. Para Javier Ayala una representación gráfica es también un texto que puede leerse si se conoce la manera de hacerlo. Sin embargo, no debe pensarse que una investigación del imaginario deja de lado a las fuentes escritas aunque sin que se considere superior unas respecto a las otras, pues como el propio Ayala lo señala: “Aunque en algún momento resulta tentador suponer que al trabajar con imágenes se les usa siempre como fuentes de segunda clase que no aportan información por sí solas, puesto que siempre recurrimos a textos escritos para validar su interpretación, el equívoco desaparece cuando consideramos que incluso al trabajar con documentos escritos existe un proceso similar de contrastación entre ellos que permite validar los contenidos que les son comunes. Por lo mismo, no hay ninguna razón para suponer que cuando se confrontan una imagen y un texto, la primera dependa del segundo para comunicar su contenido pero no a la inversa”.

La amenidad del escrito de Ayala alcanza su punto máximo cuando aborda el tema de la sobre-interpretación y lo ilustra con los casos de la tumba de Pakal, las líneas de Nazca y la pintura de la última cena, de Leonardo Da Vinci, que se han vuelto populares gracias a los extravíos de diversos ufólogos y del novelista Dan Brown. César Federico Macías aborda en su ensayo Fotografía e historia regional un problema similar al del estudio de las imágenes alegóricas cuando pone su atención en las fotografías como fuente para la historia. Si existe algún historiador que piense que una imagen vale más que mil palabras, ese historiador no es Macías y con justa razón, pues a pesar del gran prestigio que tiene la fotografía en el contexto de los medios masivos de comunicación, el investigador del pasado no puede dejar de lado la compleja labor de someter a la crítica a una fuente que es particularmente flexible al momento de adaptarse a diversos panoramas discursivos; así, una fotografía determinada puede adquirir nuevos sentidos dependiendo de los textos (iconográficos o alfabéticos) que lo acompañen, generando un proceso de mitologización lingüística y cultural.

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En ese sentido destacan dos ejemplos que Macías incluye, en los cuales la información proporcionada por el contexto altera la percepción de la propia imagen: en uno se pretenden ver en la fotografía las virtudes o los vicios que supuestamente caracterizaron a los personajes retratados, y en otro se usa una imagen de estudio para ilustrar la pericia militar de un caudillo revolucionario. En esta aberración del posible sentido de la fuente se genera la mitologización aludida. Por eso, de la mano de teóricos como John Mraz y Roland Barthes, Macías duda en conceder credibilidad a la fotografía si no media un método bien estructurado de análisis. Pero ¿cuál es ese método? En el texto se exploran varios problemas y diversos niveles de examen que permiten ya comenzar a despejar la incógnita pero no lo suficiente como para ser concluyentes y por eso el autor se suma a Mraz cuando afirma que cada tipo de fotografía requiere un método diferente para trabajarla. Lo anterior no impide reconocer desde el principio del escrito –y de hecho, se resalta constantemente- que la fotografía constituye un documento para la investigación histórica sin la cual no será posible entender la historia de los casi dos siglos que han pasado desde su invención. A José Elías Guzmán López le toca llevarnos de lo visual a lo auditivo, pues en su texto La historia oral: un recurso metodológico para el estudio de lo regional nos introduce a las particularidades implicadas en el uso de los testimonios orales como fuentes para la historia. Dichas particularidades son: 1.- En primera instancia la fuente no es un objeto sino una persona a la que en el argot de los especialistas llaman “fuente viva”, 2.- Una vez entrevistada, la fuente viva, con ayuda del investigador, por supuesto, materializa su testimonio de manera que “se construye una fuente” que puede ser consultada en el futuro por alguien a quien ya no le tocará conocer a la fuente viva porque ésta muy probablemente habrá muerto. 3.- entonces la historia oral cumple con la doble intención de recuperar los testimonios del pasado y materializarlos para servicio de la posteridad. Después de hablar sobre los orígenes de esta variante metodológica, que podrían remontarse incluso a Heródoto, Guzmán señala los cuatro tipos de trabajo historiográfico que pueden desarrollarse con la historia oral: la historia oral temática, la historia de vida, la memoria colectiva y la tradición oral. Por otra parte, la historia oral tiene bien definido su procedimiento metodológico, que se contiene en cuatro pasos: la elaboración del proyecto, la realización de la entrevista, la transcripción de la misma, y el análisis y contrastación de la información. Si bien, la historia oral no está exenta de crítica, que va desde discusiones respecto a la objetividad de la fuente viva hasta la clara afirmación de que se obtienen resultados

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antropológicos y no historiográficos, es indudable que esta vertiente de la investigación histórica se encuentra lo suficientemente desarrollada y es tan frecuentada por los historiadores que puede decirse que tiene pleno derecho de piso dentro del gremio. El texto de Guzmán concluye con un listado que hace de algunas tesis de licenciatura que han empleado la metodología en historia oral. El trabajo de José Luis Lara Valdés, El patrimonio cultural, testigo de la historia, entre la teoría y la praxis de la Universidad de Guanajuato, cierra este panorama con el concepto de patrimonio, mismo que resulta más que significativo una vez conocidos los diversos tipos de fuentes historiográficas y sus respectivos métodos de estudio, pues se llega a reconocer a todas ellas como una herencia -si se quiere potencial pero herencia al fin- que nos dejan las generaciones de seres humanos que nos antecedieron; luego entonces la investigación historiográfica se descubre inmersa en un conjunto mayor de acciones que las orientadas por el mero propósito de la obtención de conocimiento del pasado y ahora resulta ser parte de un proceso de rescate, preservación, estudio y difusión de esa herencia cultural legada por quienes nos antecedieron. Esto constituye una razón de peso más para seguir formando historiadores en las universidades. Las fuentes con las que los historiadores trabajan, sean documentos de archivo, imágenes alegóricas, fotografías, testimonios orales, y un amplio espectro no abordado aquí como las tradiciones populares, las disposiciones urbanísticas, el arte y la literatura, constituyen parte importante del patrimonio de una nación; por ello es que al historiador, entre otros actores involucrados, compete no sólo el empleo de la información contenido en dicho patrimonio sino también la preocupación por su preservación, pues el patrimonio es una herencia que se hace al ser humano actual para que luego, a su vez, la herede a las generaciones venideras. Vista así la responsabilidad del estudioso del pasado deja de tener una justificación solamente epistemológica para adquirir una dimensión moral. Atinadamente Lara aborda el tema desde al ámbito universitario, porque esta responsabilidad moral no compete únicamente a los individuos separadamente sino también a las instituciones, muchas de ellas consideradas a su vez patrimoniales, como es el caso de la Universidad de Guanajuato, que a través del fomento a los estudios históricos, lingüísticos, sociológicos, filosóficos y jurídicos de nuestra sociedad; a través de la generación de profesionistas preocupados por los bienes patrimoniales de la sociedad en su conjunto, y mediante acciones que permitan impulsar el fomento a las expresiones culturales y artísticas, pueden marcar la diferencia entre el advenimiento de una sociedad corrupta, inconsciente y derrochadora, y una verdaderamente consciente de su propia identidad y más responsable, en términos políticos, de lo que significa administrar los bienes culturales de una nación.

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Como puede apreciarse, en este libro se abordan diversas alternativas tanto de las fuentes que el historiador puede utilizar para sus investigaciones, así como de los métodos que hay que tomar en cuenta necesariamente para lograr su aprovechamiento. Ante la variedad de fuentes y métodos a los que el historiador echa mano no ha faltado la crítica revisionista que dice que la historia es una disciplina que no tiene un método propio de trabajo y que tiene que recurrir a los desarrollados por otras disciplinas sociales. Nada más alejado de la realidad, pues como ya se había mencionado, desde tiempos de Ranke, al menos, se reconoce al método crítico como característico de la historia; por otro lado, aun si el historiador importa métodos de otras disciplinas siempre lo hace desde una perspectiva muy particular relativa a la manera como concibe al tiempo: no solamente como un devenir de acontecimientos susceptibles de ser fechable, sino como lo señala Marc Bloch, una especie de éter en el que los acontecimientos están inmersos y mediante el cual adquieren su inteligibilidad. Para concluir, es importante resaltar la comprometida labor que los historiadores formados en la Universidad de Guanajuato están demostrando respecto a su propia disciplina y cómo este compromiso se ve materializado en esta obra [cuyo júbilo de tenerla en las manos se agrandó por la espera de cuatro tortuosos años de labor editorial] en la que nuevamente se establece un vínculo con una sociedad cada vez más demandante respecto a la adquisición de conocimiento de sí misma. Enhorabuena para a coordinadora del libro y para sus ensayistas, enhorabuena para la Universidad.

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Reseña: Un lugar entre los santos. Variaciones diacrónicas y usos políticos de la santidad en las crónicas franciscanas de la Nueva España del siglo XVI de Javier Ayala Calderón

Dra. Mariana Terán Fuentes Universidad Autónoma de Zacatecas marianateranfuentes@yahoo.com.mx

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os primeros 73 años de la presencia de la orden de San Francisco en la Nueva España representan el arco temporal desde donde Javier Ayala Calderón analiza los usos políticos y sociales en torno a la santidad. La posición hermenéutica del autor pretende eliminar el anacronismo y las interpretaciones “a perpetuidad” relativas al imaginario novohispano que consideran que conceptos como el de santidad fueron asimilados y reproducidos bajo un mismo horizonte que los hizo y los hace ser inmutables, pese al transcurrir del tiempo y a las profundas transformaciones institucionales que la monarquía española vivió durante el siglo xvi, siglo de adaptación, de institucionalización y de occidentalización.

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El punto de partida en torno a la historicidad de un concepto como la santidad también se ve enriquecido en este volumen en la medida en que se descarta una posición que considera a la Iglesia Católica como un todo uniforme y coherente que impone al mundo de ultramar una visión y un tipo de representación homogénea a las poblaciones de los diversos territorios americanos. El autor va hacia la comprensión del sentido del texto histórico bajo un cuidadoso proceso interpretativo de las crónicas franciscanas. Se cuida de los juicios a priori o los que han llevado a una parte de la historiografía franciscana a identificar los textos escritos por sus religiosos como crónicas de una sola intención y recepción. Por el contrario, en este volumen se muestra una relación de continua interacción entre las crónicas escritas a lo largo de 73 años en la Nueva España y los diferentes momentos y horizontes en que se movió la institución eclesiástica, las instituciones civiles, los impactos diferenciados de las tradiciones medievales en América. Junto con otros especialistas en el estudio de este tipo textual como Alfonso Mendiola o Nora Jiménez, el autor comparte un criterio hermenéutico para leer la crónica franciscana: no se trata de un tipo de texto etnográfico o antropológico. No le interesa la crónica como hecho, sino la crónica como representación de los hechos. Desde esta orientación, se entiende la posición de Alfonso Mendiola a quien cita el autor en sus conclusiones: “(A las crónicas coloniales) se les ha leído desde el horizonte cultural contemporáneo. Sólo así se puede explicar que se diga que fray Bartolomé de las Casas es el primer antropólogo de América; o que Sahagún prefigura el trabajo de los antropólogos al consultar informantes. Los dos, como todos los cronistas, pertenecen a un mundo donde la preocupación esencial es teológica —como evangelizar— y nada tienen que ver en él las ciencias sociales”. Alfonso Mendiola advierte sobre un problema de interpretación que hace que se desvirtúe el conjunto de las intenciones de las crónicas escritas en aquella centuria: no es posible concebir y estudiar a los religiosos del xvi como si se tratase de antropólogos; el otro riesgo es ver a las crónicas desde una posición semiótica estructural donde el sentido se construye exclusivamente por el texto y desde el texto. La riqueza del análisis formal, funcional y estructural del texto es una ruta posible para un primer acercamiento, pero no para detenerse ahí. Ni las crónicas, ni los sermones, ni las descripciones de las fiestas novohispanas o los catecismos se entienden mejor si nos contentamos con una descripción de su estructura textual. El sentido del texto, por tanto, no es puramente textual, es, esencialmente, histórico. Los textos analizados se ubican en la categoría genérica de las crónicas religiosas, pero nuestro autor se pregunta: “¿Todos los escritores franciscanos trataban el tema de la misma manera? [...] ¿Había sido la santidad un concepto invariable a través del

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tiempo en la espiritualidad franciscana o, por el contrario, atravesó etapas diversas dependiendo de las creencias peculiares de cada escritor y las circunstancias en que la orden se encontrara inmersa?” La lectura e interpretación del autor le permite analizar el conjunto de especificidades y variaciones en torno a la concepción de santidad, por ejemplo, que responden a su vez, a tendencias que se manifestaron dadas las competitivas relaciones institucionales entre los cleros regular y secular, a los momentos que favorecieron la presencia de la orden franciscana en Nueva España, y a los momentos en que les resultó sumamente difícil mantener su preeminencia. Si el sentido del texto es histórico, para comprender su historicidad es fundamental plantear un periodo en el que puedan observase rupturas y continuidades. Periodizar es un ejercicio indispensable para el análisis histórico que impacta en varios propósitos, para el caso de esta investigación: explicar cómo las tradiciones que configuran el imaginario se reutilizan; cómo las relaciones culturales entre América y Europa no fueron producto de una sola dirección; cómo intereses institucionales hacen que se diga, escriba y circule un tipo de representación en un momento determinado y cómo es que años después se diga, escriba y circule otro tipo de representación no sólo distinta, sino opuesta. En Un lugar entre los santos se plantean tres etapas generales en torno a la mutación del concepto de santidad en las crónicas franciscanas a lo largo del siglo xvi: la primera analizada a partir de la obra biográfica que elaboró Francisco Jiménez sobre Martín de Valencia y la segunda con la crónica de Gerónimo de Mendieta y su Historia eclesiástica indiana. En un lugar intermedio se encuentra el análisis de los Memoriales de Motolinía, donde se aprecian por Ayala Calderón elementos de mutación en el concepto de santidad. En el primer periodo los franciscanos en la Nueva España dieron muestras de su presencia pacificadora y evangelizadora. En sus primeros escritos insistieron en los derechos que consideraban tener para expandir la evangelización. Por ordenamiento natural y divino y para llevar a efecto su misión evangélica, aludían a que los españoles eran necesarios en el Nuevo Mundo para difundir el “pasto espiritual”; tan necesarios como los indios, quienes con su trabajo y desde su propia república entraban en relación de complemento para lograr la unidad del cuerpo político monárquico español. En esa primera etapa, uno de los intereses manifiestos por los franciscanos fue impedir la expansión y consolidación del clero diocesano porque conllevaba el riesgo de ser desplazados de sus doctrinas y de su estrecha relación con los pueblos de indios. Cuando tomó posesión Alonso de Montúfar en el Arzobispado de México en 1554, las tensiones y conflictos con los regulares franciscanos se agudizaron dado que pretendía imponer en América el sistema de la iglesia universal regido por el clero secular, de la misma forma,

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la obligación del diezmo sobre los indios “sin distinción alguna de carácter personal” (p. 47) y dejar atrás el régimen misional hasta entonces practicado por los franciscanos considerados a sí mismos como misioneros que llevaban la luz y la misión de salvación de los infieles encomendada por Dios. Para seguir las mutaciones del concepto de santidad, Javier Ayala inicia su análisis con la obra Vida de fray Martín de Valencia, de Francisco Jiménez, quien formó parte de los primeros doce franciscanos conscientes de que debían seguir rigurosamente la regla de San Francisco. ¿Qué representación tenían de sí mismos? ¿cuál era su idea de santidad en un contexto de reforma? Tenían la certeza de su papel en Nuevo Mundo, pero la incertidumbre en torno a los sueños, prodigios y visiones. Francisco Jiménez ponía en duda los relatos que aludían a arrobamientos y adivinaciones y, en casos singulares como el de la Beata del Barco a quien “Dios le comunicaba sus secretos”, sus éxtasis no necesariamente eran asociados con santidad. La obra de Francisco Jiménez había sido concebida para mostrar, a través de Martín de Velasco, la vida virtuosa para ejemplo de los propios religiosos de la orden. Vida virtuosa y no hazañas taumatúrgicas, fue la característica del relato de Jiménez; vida virtuosa en la que se expresara directamente en Martín de Valencia el milagro de Dios y no la mediación de Dios para beneficio de los hombres. En su obra no se encuentran relatos que ronden poderes taumatúrgicos para curar enfermedades o resucitar muertos; Ayala Calderón explica que “más que atestiguar una santidad como hoy vulgarmente la entendemos, parecen describir las características de un místico…” (p. 99) La santidad en este momento, en suma, se explica no por los poderes taumatúrgicos, sino por la pureza de las obras del fraile y por su camino en la perfección espiritual. Merced a los cambios en la propia orden, a las complejas circunstancias políticas que tensaban aún más las relaciones entre los cleros secular y regular, el sentido de la santidad fue transformándose en los escritos subsecuentes como los de Motolinía y Mendieta. El riesgo de perder su antigua preeminencia hizo que el uso de la santidad tuviera otras connotaciones al grado de asociarla con la taumaturgia como se puede apreciar con los escritos de Mendieta. Entre la obra de Motolinía y la de Mendieta, Ayala Calderón observa el tránsito de la virtud al prodigio como expresiones de la santidad. Distingue la intención “poco sobrenaturalista de la conquista” y el derecho de los frailes de procurar el bienestar entre los indios expresada en los Memoriales de Motolinía; para qué los milagros si los indios se habían convertido de manera pacífica y sin conflicto. Zumárraga confirmaba que no se necesitaban milagros, sino vidas milagrosas. En tal sentido, en los escritos de Motolinía se observa, según nuestro autor, una mayor preocupación por resaltar la buena vida de los frailes en general, y no de alguien en particular; por reseñar con detalle las

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virtudes de la vida ejemplar y no los inexplicables portentos. Es muy ilustrativa una cita que recupera Javier Ayala de Motolinía para aclarar la diferencia entre virtud y prodigio: “(…) porque otras serán ilusiones, no hago mucho caso de las creer ni de las escribir en particular, y porque pienso que de muchos no seré creído. Si las cosas terrenales no creen, ¿cómo creerán las cosas sobrenaturales?” (p. 108). La intención de los primeros escritos franciscanos apegados a la estricta observancia de la regla es, por tanto, edificar la vida sacrificada y virtuosa y no los prodigios extraordinarios. Con el paso del tiempo, las narraciones franciscanas se valieron en mayor medida de la utilización de recursos como el prodigio, donde se evidenciaba el signo manifiesto que debía ser seguido para encontrar la causa que lo producía (no en una relación predictiva) en un afán de lección moral: “antes de las mortandades y pestilencias suelen aparecer cometas e antes de las grandes hambres aparecen terremotos o tempestades…” Este tipo de asociación entre signo manifiesto y causa donde Dios anuncia la calamidad a través de signos extraordinarios según Javier Ayala¾ tenía como propósito dar tiempo a los hombres para su arrepentimiento. En Un lugar entre los santos se explica cómo se cruzan, en las crónicas franciscanas como la de Motolinía, la misión salvífica de la tradición judeocristiana con la tradición y el pasado mesoamericanos: “Puesto que para ellos la única historia posible era la de la salvación como totalidad, no debe estar muy lejos de la verdad el imaginar que los frailes, ansiosos por hacer entroncar el pasado mesoamericano con la corriente histórica del judeocristianismo, estuvieron buscando entre los recuerdos de sus informantes rastros que parecieran confirmar posibles anuncios del porvenir…” (p. 64) Hechos extraordinarios como pestes y terremotos, o descubrimientos y conquistas podían ser puestos a la interpretación en las crónicas como signos de portento que justificaban la dominación europea y justificaban su propia presencia y labor misionera en Nuevo Mundo. Si en los primeros años de la conquista las crónicas no recurrieron al milagro porque en sí mismos el descubrimiento y la conquista eran el milagro que quitaba el velo de la idolatría entre los naturales, en la medida en que la orden perdía poder y era competida, las crónicas hacían eco de los milagros como signos de santidad para revalorar la presencia de la orden, incrementar su fama, atribuir una serie de historias taumatúrgicas basadas en la tradición oral. Nuestro autor aprecia una diferencia sustancial: mientras que los milagros aparecidos en las primeras crónicas son sencillos “realistas” y creíbles, los posteriores son impuestos y magnificados por el recurso de la hipérbole transmitida oralmente. Es en los escritos de Gerónimo de Mendieta donde se aprecia el poder sobrenatural de los frailes. Si en Motolinía el milagro era obra de Dios para beneficio de los hombres,

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en Mendieta es obra de los frailes mismos. El prestigio de la orden estaba en juego; era menester recurrir a este tipo de relatos maravillosos para divulgar las glorias y hechos asombrosos de la orden franciscana. Mendieta afirmó que desde el principio de la presencia en Nuevo Mundo, los hechos sobrenaturales habían distinguido a estos religiosos. Los milagros de los frailes se multiplicaron en vida y después de su muerte. Martín de Valencia pasó de ser considerado hombre virtuoso a hombre portentoso. Javier Ayala da cuenta de que en la obra de Mendieta, además de incrementar el número de milagros entre los frailes, se reseñan maravillas cada vez más impresionantes. La contribución de Un lugar entre los santos se centra en el análisis de los cambios que afectan los sentidos de un vocablo y el conjunto de sus referencias semánticas desde una visión diacrónica. Esa polisemia en torno a la santidad expresada en las diferentes crónicas se comprende mejor si se la ubica en tradiciones culturales desde las que se argumenta, se orienta, se induce, se informa, se persuade. Las formas y figuras retóricas expresadas en el conjunto textual analizado no son “retórica” en sí mismas; su uso, disposición e intención retóricas son una forma de representar esa realidad para el que la escribe, capaz de ser interpretada por aquel que, después, bajo su propia circunstancia, pueda leerla y a su vez, descifrarla.

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Para los colaboradores: Normas editoriales Cada número tendrá las secciones que se enuncian enseguida y se pide ceñirse a las extensiones máximas indicadas: • • • •

Gaveta: Hallazgo documental comentado, 5 cuartillas máximo. Escritorio: Serie temática de artículos de 20 a 25 cuartillas. Portafolios: Artículos variados no necesariamente vinculados al tema central, de 20 a 25 cuartillas. Estante: Reseñas de libros, exposiciones, máximo 5 cuartillas.

Las características de las colaboraciones serán las siguientes: • Texto general en letra Times new roman a 12. • Títulos: centrado, versales a 14. • Subtítulos: alineado a izquierda, en negrita. • Notas a pie de página con autonumeración y en letra Times New Roman a 10. Sección Gaveta: De extensión máxima 5 cuartillas, serán trabajos de paleografía, transcripción, presentación, traducción o restauración de fuentes de interés para los estudios históricos y sociales. Los trabajos deberán indicar con toda claridad la procedencia de los documentos trascritos e incluir un apartado analítico por parte del presentador del documento.

Secciones Escritorio y Portafolios: Los artículos tendrán una extensión de 20 a 25 cuartillas, escritos con interlineado de 1.5

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en letra tipo Times New Roman. En caso de las referencias bibliográficas se solicita que seguir el siguiente modo de citación: en la primera nota de la obra y posteriormente sólo escribir autor, dos primeras palabras del título de la obra y páginas: LE GOFF, Jacques, San Francisco de Asís, Madrid, Akal, 2003, p. 94. LE GOFF, San Francisco…, p. 66.

En los casos de tesis, se procederá del mismo modo, solo que luego del título los datos que se consignarán serán, referencia del grado que otorga la tesis, el año de presentación y la universidad en que se presentó: ESCOTO MOLINA, Georgina, Migración de guanajuatenses hacia los Estados Unidos (caso Puentecillas) durante el programa de braceros (1942-1964), tesis de Licenciatura en Historia, 2003, Universidad de Guanajuato, p. 25. ESCOTO MOLINA, Migración de guanajuatenses…, p 105.

En los casos de artículos o capítulos de libro colectivo igualmente se procederá: HART, John M., “La guerra de los campesinos en el suroeste mexicano en los años 1840: un conflicto en una sociedad transicional” en Fridrich Katz (comp.) Revuelta, rebelión y revolución, México, Era, 1990, p. 220. HART, “La guerra…”, p. 230.

En los casos de hemerografía que no indica autoría de artículos, se pide que en la primera ocasión se refiera el fondo documental (completo o en siglas, según sea el caso de referencia al fondo en cuestión) dónde se conserva la obra, el título de la publicación en cursivas, nombre del responsable de la publicación tal como se consigne en la misma, el lugar de publicación, la fecha y la página y si es el caso las remisiones que haga la misma fuente. Posteriormente solo se referirá fondo, titulo de la obra, fecha y página: Archivo Histórico Municipal de León (AHML), El chisme, Dir. J. Jesús Pérez, León, 27 de Julio de 1921, p.1. AHML, El chisme, 30 de Julio de 1921, p. 1 y remisiones.

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En los casos de fuentes de archivo, deberán consignarse siempre los datos de localización tales como Repositorio, Fondo, sección, serie, expediente y dado el caso, documento: AHMAG, fondo Ayuntamiento, sección Presidencia, serie Deportes, caja 47, 1933, expediente 2 “campos deportivos locales”: Oficio de Jesús A. Tostado a Nemorio Galindo, 29 de agosto de 1933.

Por lo que se refiere a fuentes orales, debe indicarse el nombre del entrevistado, el carácter por el que se le hace la entrevista, el lugar de entrevista y la fecha de la misma, dado el caso, repositorio donde se conserva la grabación de la misma. No será necesario ocupar páginas exclusivas para la bibliografía. Se evitarán los términos en latín como Ibíd, Op. cit, Ibídem, etc., Las citas, al igual que las notas, se dejarán a pie de página. Las imágenes y las gráficas deberán ser contempladas en la extensión de los artículos. Las imágenes deben tener una resolución mínima de 300 ppd y enviarse en archivo .jpg o .jpge, así mismo deberán ir numeradas y con clara referencia en el texto; toda imagen debe tener su respectivo pie donde se indique título, autoría (o declaratoria de desconocimiento o anonimato), tema o explicación de lo que representa, fecha de elaboración y de ser necesario, créditos de procedencia: Ilustración 7. El general Carrillo y los jefes y oficiales concursantes llegando al campo el día de su inauguración, anónima, 15 de septiembre de 1928, Fototeca del AGN, ramo presidentes, ObregónCalles, exp. 88. Ilustración 8. Inauguración del torneo de basquetbol de la Universidad de Guanajuato, Francisco Ballesteros, 1947, Fototeca AGEG: FBG D-3-166.

Los trabajos que procedan de internet y que cuenten con todos los datos de identificación de referencia que se han mencionado, se anotarán según lo ya descrito agregando al final, entre paréntesis, el URL y la fecha de acceso: RAMÍREZ RANCAÑO, Mario, “La república castrense de Victoriano Huerta” en Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, v. 30, Marcela Terrazas y Basante (editora), Alfredo Ávila (editor asociado), México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, 2005 (julio-diciembre), versión digital en: http://www.historicas. unam.mx/moderna/ehmc/ehmc30/359.html consultado el 30 de junio de 2012.

Cuando las informaciones procedentes de portales de internet no tengan los datos completos de identificación a los que hacemos referencia, se indicará el nombre de la página, el

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oficio

de Historia

vol. 1, núm. 1 / octubre, 2013

e Interdisciplina

URL de la procedencia exacta y la fecha de consulta: Tomado de http://www.futmex.com/historia/campeones.html consultado el 30 de junio de 2012.

Sección Gaveta: Reseñas críticas de libros, exposiciones, curadurías recientes (máximo un año antes del sometimiento a dictamen), relacionados con estudios históricos o sociales. Deberán señalar las aportaciones y limitaciones de lo que se reseña, así como su vinculación con sus semejantes. La extensión máxima será de cinco cuartillas. • • • • •

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Las propuestas de publicación deberán ser trabajos originales e inéditos, y se deberán enviar a la dirección electrónica: oficiodehistoria@yahoo.com.mx Entregar resumen de 75 palabras. Incluir 5 palabras clave. Se deben enviar en hoja por separado los datos del autor o los autores: Nombre, adscripción institucional y correo electrónico de contacto. Las propuestas de publicación para las secciones Gaveta y Estante serán consideradas para publicación por parte del Consejo Editorial de la revista y se tomarán en cuenta criterios de pertinencia, originalidad y novedad. Las propuestas de publicación para las secciones Escritorio y Portafolios serán sometidas a dictamen por pares académicos. En cada caso, se hará saber a los autores el resultado de los dictámenes emitidos. Los casos no previstos se resolverán a criterio del Consejo Editorial.

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