Un viernes de octubre en la capital

REGISTRO FOTOGRÁFICO DEL DÍA EN QUE CHILE ESTALLÓ

UN VIERNES DE OCTUBRE EN LA CAPITAL

DAVID CARRASCO ISAMIT

UN VIERNES DE OCTUBRE EN LA CAPITAL. REGISTRO FOTOGRÁFICO DEL DÍA EN QUE CHILE ESTALLÓ Septiembre 2021. Santiago de Chile.

Autor: David Carrasco Isamit (dcarrascoisamit@gmail.com) Edición de texto: Carolina Cares Inostroza Fotografías: David Carrasco Isamit Diagramación: David Carrasco Isamit

Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.

VIERNES 18 DE OCTUBRE 2019 SANTIAGO CHILE Quinto día de evasiones masivas como respuesta al alza del pasaje del metro de Santiago. El gobierno de Sebastián Piñera insiste en criminalizar la protesta y reprimir con violencia a estudiantes secundarios.

El malestar y la indignación explotan entre la gente, y se extiende la desobediencia civil y las manifestaciones por todo Santiago. La ira reprimida de un pueblo frustrado estalla y la paz social se va al carajo. ¿Puede haberla si un pueblo no vive en paz debido a las deudas, la depresión, los abusos y la injusticia?

Si fue así, ya no.

Ante el alzamiento generalizado y el mal manejo de la crisis por parte del gobierno, el presidente, durante una noche iluminada por barricadas, decreta el estado de emergencia y saca a los militares a la calle. El miedo vuelve, pero se le hace frente con coraje, amor y solidaridad.

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Ese día fue particularmente difícil concentrarse, cada vez aparecían más y más vídeos en redes sociales de estudiantes congregados en estaciones del metro saltando torniquetes y llamando a evadir masivamente. La represión se volvía cada vez más dura, había niñas y niños heridos por la acción de la policía, estaciones cerradas, lacrimógenas, y televisores que caían espectacularmente en las vías del tren subterráneo. La emoción y el entusiasmo se mezclaban con la rabia y la impotencia.

A eso de las cuatro de la tarde son varias las líneas del metro con el servicio suspendido, el transporte público está colapsado y la ciudad comienza a ser un caos. Me despachan de mi trabajo, y me voy caminando por Avenida Recoleta hacia el centro de Santiago. Las calles están llenas de personas que no pueden tomar locomoción y se escuchan bocinazos, gritos y cánticos.

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Al llegar a la Alameda a la altura de la Biblioteca Nacional, se siente el asfixiante gas lacrimógeno y las víctimas tratan de protegerse como pueden. Hay quienes decididamente van a protestar, otras y otros se suman mientras tratan de acercarse a sus casas en la periferia. Por todos lados se siente la efervescencia, la rabia, la exaltación. La frustración ya no quedaría reprimida en los límites de la propia individualidad; esta vez estalló, emergió, se colectivizó y el leiv motiv general era “que se queme todo lo que se tenga que quemar”.

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A esa altura ya era un día histórico y había que registrarlo. Por suerte tenía mi cámara fotográfica conmigo, que me serviría para capturar parte de lo que pasó ese día en Santiago. Me fui caminando por la Alameda desde Santa Rosa hasta lo que se convertiría en Plaza de la Dignidad. En el trayecto iba sacando fotos a las barricadas que armaban trabajadoras, trabajadores, estudiantes y transeúntes en general, mientras intentaba ayudar a quienes lo pasaban mal por el gas lacrimógeno, a la vez que corría del guanaco y el zorrillo.

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Al llegar a la esquina con Ramón Corvalán, un grupo de personas corta el tránsito para evitar que llegaran los vehículos policiales. Un conductor insiste en avanzar sin importarle nada, y embiste a quienes están frente a él. Una joven cae y, sin ninguna consideración, sin ninguna humanidad, le pasa el auto por encima frente al estupor de quienes estábamos ahí. Inmediatamente la gente se le va encima y lo comienzan a atacar, él arranca por la Alameda a toda velocidad. Los demás asisten a la caída y gracias a otro conductor se la llevan a la Posta Central.

La escena me deja helado, no puedo entender el nivel de violencia y comienzo a comprender que es una muestra de la violencia fascista a la que nos enfrentaremos en los próximos días, meses, o quizás años.

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Finalmente llego a la rebautizada Plaza de la Dignidad, sigo un poco choqueado, así que me siento mientras escucho la radio para saber qué está pasando en el resto de Santiago. Me encuentro con una amiga que también anda con su cámara registrando la histórica jornada, y seguimos juntos moviéndonos tratando de alejarnos de los gases lacrimógenos y de las lumas.

Es reconfortante pensar que un día como este no solo quedará en las memorias de las personas que lo vivieron, ni en los relatos sesgados de los medios de comunicación hegemónicos, sino que también habrá millones de fotos y vídeos que permitirán que otras generaciones y en otras partes del mundo puedan ver lo que se vivió ese día y los siguientes.

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En la noche la revuelta continúa por toda la ciudad y comienzan a circular rumores de la salida de los militares a la calle, lo que hasta ese momento siempre había sido un clásico de las fake news de Whatsapp. Pero un amigo me acaba de confirmar, de buena fuente, que los rumores son ciertos. La seguridad en su voz anula mi incredulidad, e inmediatamente un escalofrío recorre mi cuerpo. Sin perder tiempo comienzo a avisarle a quienes amo para que se resguarden. Un par de minutos después escucho en la radio cómo Piñera declara el estado de emergencia en las provincias de Santiago y Chacabuco, y en las comunas de Puente Alto y San Bernardo.

Muchas veces creí que algo así podría llegar a pasar, en que nuevamente y a pesar de los “nunca más” me tocaría vivir una dictadura. ¿Eso es lo que estaba pasando? He leído sobre las atrocidades y las violaciones a los derechos humanos realizada por las Fuerzas Armadas. ¿Eso es lo que debo esperar? ¿Es tan frágil la democracia cuando el pueblo reclama y los patrones tienen miedo? ¿A cuántas y cuántos humillarán y apalearán? ¿A cuántas y cuántos violarán y mutilarán? ¿A cuántas y cuántos apresarán? ¿Cuántas y cuántos morirán?

Aún en 2021 seguimos contando.

Dedicado a todas y todos aquellos que al perder el miedo, perdieron sus ojos, su libertad o su vida. A todas y todos quienes, sin saberlo, comenzaron a abrir con su lucha las grandes alamedas.

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