Decires sin orillas. Por David Escobar.
"No más relaciones ni más disculpas. Sólo saludos lejanos en las encrucijadas del infinito, saludos de meteoro a meteoro. Un intercambio de destellos de incandescencia a incandescencia y un cauto caminar en compañía con los pasos inaudibles del amor”. Peter Sloterdijk en “el árbol mágico”.
Soy un extraño feliz caminando la noche por las calles de Bogotá. No adolezco compañía, como el ave solitaria de San Juan de la Cruz. No porque este solo estoy disponible. Algunos amigos están muertos: uno se voló la cabeza en el Batallón Pichincha, a otro lo mataron en la calle y a much@s otr@s que no tuve la fortuna de conocer los desaparecieron y engrosan la infame cifra de decenas de miles “desaparecidos” en el país. Uno se pregunta si a alguno le reventaron los ojos antes de matarlo a golpes, antes, sólo un poco antes. O si a aquella muchacha que nadie volvió a ver la violaron múltiples veces antes de dejársela a los perros bien entrenados, de los (para) militares. “los perros de los militares, comen todos los días, no les falta una mujer para fornicar”. Esta libreta en la que anoto podría estar llena de Que en Paz Descanse. Uno se cuida para no comprometer a los parientes: se corre peligro en esta democracia. Las noticias suelen ser malas cuando provienen de Colombia. Despabílate amor que el horror amanece, decía Benedetti y en un muro leo: “HAY QUE TENER CUIDADO CON LOS MIEDOS, ¡LES ENCANTA ROBAR SUEÑOS!”