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¿Por qué no hablamos de la discriminación contra los feos?
Incluso la minimalista Rosie Huntington-Whitley se ha atrevido con la superposición de collares mediante un parure de diamantes de la londinense Jessica McCormack (que suministra regularmente gemas a la modelo). Rosie experimentó con dos longitudes diferentes del diseño de bola y cadena de McCormack, añadiendo un colgante brillante al más largo de los dos.
Las recién estrenadas madres Emily Ratajkowski y Gigi Hadid, por su parte, se han cargado de collares con los nombres de sus respectivos bebés. Kendall Jenner, Meghan Markle y Jennifer López también han mostrado su preferencia por las joyas personalizadas -esta última confirmó el regreso de "Bennifer" con un collar con el monograma "BEN".
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Cuando no lleva su oda sentimental a Affleck, J Lo ha lucido múltiples colgantes de la marca Foundrae, aprobada por las celebridades: "La superposición es bastante personal. Siempre hay que empezar con la primera pieza que quieras llevar y partir de ahí", explica su fundadora, Beth Bugdaycay, a la directora de joyería y relojería de British Vogue, Rachel Garrahan. "El truco es hacer que tu cadena sea única para ti, para que se convierta en un talismán que puedas llevar todos los días".





Un gerente en Estados Unidos se sienta en su oficina y decide despedir a una mujer porque no le gusta su piel. Si la despide porque su piel es morena, a eso le llamamos racismo y tenemos un recurso legal contra eso. Si la despide porque su piel es femenina, a eso le llamamos sexismo y tenemos un recurso legal contra eso. Si la despide porque su piel tiene marcas y la encuentra poco atractiva, bueno, de eso no hablamos mucho y en casi todo el país no existe ningún recurso legal contra eso.

Es desconcertante. Vivimos en una sociedad que aborrece la discriminación basada en muchas características. Y, sin embargo, una de las principales formas de discriminación es el aspectismo, el prejuicio contra lo poco atractivo. Y esto no recibe casi nada de atención ni genera mucha indignación. ¿Por qué?

El aspectismo comienza, como cualquier forma de intolerancia, con prejuicios y estereotipos. Hay estudios que muestran que la mayoría de las personas consideran que un rostro “atractivo” tiene rasgos limpios y simétricos. Nos resulta más fácil reconocer y categorizar estos rostros prototípicos que los irregulares y “poco atracti-
vos”. Por ende, nos resulta más fácil —desde la perspectiva del procesamiento cerebral— mirar a las personas atractivas.
Entonces, las personas atractivas cuentan con una ligera ventaja física. Pero luego, la gente comienza a proyectar sobre ellas todo tipo de estereotipos que no tienen en realidad ninguna relación. En una encuesta tras otra, las personas atractivas son descritas como confiables, competentes, amigables, agradables e inteligentes, mientras que las personas feas reciben etiquetas opuestas. Esto es una versión del efecto halo.
No todo el tiempo, pero a menudo, las personas atractivas reciben un trato preferencial. Las investigaciones sugieren que son más propensas a recibir invitaciones a entrevistas de trabajo y a ser contratadas cuando son entrevistadas. Además, tienen más probabilidades de ser ascendidas que las personas menos atractivas. Son más propensas a recibir préstamos y tasas de interés más bajas sobre esos préstamos.
Los efectos discriminatorios del aspectismo son omnipresentes. Los economistas atractivos tienen mayores probabilidades de estudiar en programas de posgrado de alto nivel, y sus artículos son citados con mayor frecuencia que los de sus colegas menos atractivos. Un estudio reveló que cuando los delincuentes poco atractivos cometen un delito menor moderado, sus multas son aproximadamente cuatro veces más costosas que las de los delincuentes atractivos. Daniel Hamermesh, un destacado académico en este campo, señaló que un trabajador estadounidense que está dentro de la séptima parte inferior en la escala de apariencia gana entre un 10 y un 15 por ciento menos al año que uno que se encuentra en el tercio superior. Una persona poco atractiva deja de percibir casi un cuarto de millón de dólares en ganancias a lo largo de su vida.
El efecto general de estos sesgos es enorme. Un estudio de 2004 reveló que más personas reportan haber sido discriminadas por su aspecto físico que por su origen étnico. En un estudio publicado en la edición más reciente de American Journal of Sociology, Ellis P. Monk Jr., Michael H. Esposito y Hedwig Lee reportan que la brecha de ingresos entre las personas percibidas como atractivas y poco atractivas es similar o mayor a la brecha de ingresos entre adultos blancos y negros. Encontraron que la curva de lo atractivo es en especial severa con las mujeres negras. Quienes cumplen con los criterios socialmente dominantes de belleza perciben un aumento en los ingresos; los que no son considerados atractivos ganan en promedio solo 63 centavos por cada dólar de los que sí.




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