Revista Letras Raras, enero

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LETRAS Literatura 3 -­‐ 4 10 11 16

Primer Poema del Año Ocurrió en el Supermercado Biblio-­‐T-­‐K Iteración Poé?ca Tendedero de Haikus

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Apocalyp?ca y su nuevo disco Stratovarius, In Extremo, et al… Música no tan Clásica

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The Ward Edgar J. Underworld: Awakening The Girl With the Dragon TaVoo

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Música 17 -­‐ 18 19

Cine

20 21 22

Entretenimiento 23

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Laberinto Origami Time!

demás Dirección editorial, redacción, mercadotecnia, ventas, diseño y todo eso: Editorial Sad Face L. Letras Raras es una marca registrada. 2012. Año 1, número 8. Fecha de circulación: enero de 2012. Revista editada y publicada por Editorial Sad Face y Her Majesty’s Entertainment. Domicilio conocido, código postal 90210. Prohibida su reproducción. Todos los contenidos originales aquí verNdos son propiedad de sus respecNvos autores y están protegidos por INDAUTOR todo poderoso… ¡Así que no te fusiles nada, cabrón!

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Precio al público: $10.00

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Bienvenidos. Bienvenidos.

R A R A S -

Les damos la más cordial bienvenida al primer ejemplar de 2012 de Letras Raras, la revista literaria-cultural de menor circulación en la República Mexicana (con cana de CANACA). Abrimos el año con un número cuentístico-poético-musical que, esperamos, sea de su agrado, así que ¡pásele a lo barrido!

Bienvenidos.

L E T R A S

Originalmente el calendario romano tenía 10 meses que sumaban 304 días, pero por ahí del siglo XVIII a.C. un sujeto llamado Numa Popilius (el sucesor de Rómulo, según dicen) añadió Enero y Febrero a la cuenta, completando el año solar tal como lo conocemos. El nombre de este mes, Ianuarius, proviene de Jano, el dios de los pórticos, los comienzos y los finales. El vocablo en castellano viene de la corrupción ‘Janeiro’ (como la ciudad brasileira).

ENERO

¿Me hablaban?

¿Y usted quién inframundos es? No seas güey, es January Jones, la que hizo de Emma Frost en X-Men: First Class.

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Jano tenía dos caras, una contemplando el pasado y la otra el futuro.


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o ñ A l e d a Primer Poem JIMM

Se me ha perdido el primer poema del año. Era un haikú, y decía (Algo de cinco sílabas) biósfera eternizante uno más dos Me fue dado de repente. Respiraba el viejo aire de año nuevo en la terraza, repleto de humo de cohetes, series de luces coloridas a lo lejos, y música de barrio sucio, de madrugada. En fin, mi poema nada tenía que ver con año nuevo, ni el juego del Go, ni la teoría de conjuntos, aunque en todo ello pensaba. El tercer verso no tenía cinco sílabas, así que trataba de acomodarlo; y, en lo que me preguntaba qué sería mejor, es uno más dos, o ser uno más dos, y jugaba con cosas ridículas como: Go: uno más dos, y tres: uno más dos, me repe_a constantemente el segundo verso, tan fuerte: biósfera eternizante. Cuando me di cuenta había olvidado el frugal primer verso. Lego la mala forma, y la muy mala forma de aquel designio perdido.

n; corre te, s o t a Mis g eternizan ra . biósfe o más dos o un

. ro uno nte; e m ú N a terniz . e a r e f o biós nos un e m s do

©Charles Schulz

Postdata.

Imaginad que al instante de nuestra muerte todo lo recordamos, y esa probada úlNma de eternidad fuera vida después de la vida, como en aquél poema de Borges. 3


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Ocurrió en el Supermercado E.J. Valdés Antes de comenzar esta narración hay dos puntos que debo aclarar. El primero y quizá menos importante es que esta es una historia real. El segundo, lector, es que cuando llegues al último enunciado del relato no habrás creído una sola palabra de lo que he escrito. Quien conoce el lado oriente de la ciudad sabe que existen tres supermercados de cierta cadena comercial a la cual, por razones prácticas, me referiré como WM. Una de estas tiendas se ubica en la avenida Ignacio Zaragoza, casi a la altura de la terminal de autobuses; la segunda la encontramos en la transitada esquina que forman Manuel Altamirano y Apodaca; la tercera, la más apartada, se levanta frente al complejo comercial que recién construyeron en la avenida 5 de Mayo. Como es sabido, todos y cada uno de los puntos de venta de esta cadena son copias exactas del original, que aún opera cerca del Eje 7 Norte. Tal similitud no solamente aplica para las fachadas externas, sino también para la disposición de los pasillos e islotes al interior de las tiendas y, en el caso de la tercia de tiendas que he mencionado, también para el estacionamiento, con los mismos cajones perpendiculares trazados con pintura azul. Como cualquier habitante de esta sobrepoblada urbe, no son pocas las visitas que hago a estos supermercados; de hecho, he de admitir que a la fecha soy asiduo consumidor de estos establecimientos, en los cuales tengo a bien detenerme una o dos veces a la semana para reabastecer el frigorífico y, si el ocio lo amerita, pasear entre los embutidos y las verduras mientras filosofo al compás de las ruedas del carrito. Ocurrió pues que hace unos meses, mientras conducía de regreso de la oficina como hago de lunes a viernes, el hambre me tomó por sorpresa cuando aguardaba la luz verde en el cruce de Apodaca y Jorge Prieto. Así como la inspiración repentinamente embriaga a algunos poetas y cuentistas, mi cuerpo se vio invadido por el incontenible deseo de comer un emparedado de roast beef con beicon y una pecaminosa dosis de mayonesa. Cerrando los ojos corrí la lengua por mis labios, imaginando aquellas calorías rodando cuesta abajo por mi tracto digestivo, cuando la bocina del Peugeot a mis espaldas me recordó con insistencia que era momento de seguir adelante. Pisando el acelerador hice un rápido recuento de los ingredientes almacenados en la nevera y supe que, si acaso deseaba saciar mi apetito, debía hacer una escala para adquirir los elementos que conformarían mi suculenta merienda. Haciendo aplomo de mi pericia al volante desafié las leyes del tráfico de las ocho de la noche y me las arreglé para atravesar los cuatro carriles que me separaban del retorno más cercano. Reclamos más tarde, ingresaba al aparcamiento del WM de 4


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Manuel Altamirano, tan concurrido como siempre. Ansioso por llegar a casa, me limité a guiar el carrito de las compras por los pasillos pertinentes, y una vez hube reunido los ingredientes me introduje a toda prisa por una de las cajas registradoras. Pronto el centurión de American Express se encargó de la cuenta y yo me encaminé de regreso a mi automóvil, casi saboreando la resbalosa textura de la mayonesa en mi boca. Mis pasos me llevaron a una de las largas filas donde vehículos de todas las marcas, modelos y colores aguardaban a sus dueños cual bestias anudadas a un árbol y, buscando mis llaves en el bolsillo de la chaqueta, me detuve junto al poste frente al cual había aparcado. Pulsé el botón que corría los seguros, pero grande fue mi sorpresa al levantar la mirada y descubrir que en el lugar que debía estar mi Chevrolet se encontraba una destartalada pick-up Ford. Extrañado, miré alrededor e incluso eché un ojo a los corredores aledaños, preguntándome si acaso la memoria me había traicionado, pero pronto fue un hecho palpable que mi coche no se encontraba en esa sección del estacionamiento. “Me han robado,” pensé, mientras el corazón se me iba a la garganta. Rápidamente llamé la atención de uno de los vigilantes que merodeaban la zona. – ¿Un Chevrolet blanco? – preguntó, rascándose la nuca como si ello le ayudase a recordar –. No, señor, por aquí no se ha estacionado ningún Chevrolet blanco, lo siento. Mostrándole la llave, insistí en que el automóvil se encontraba aparcado justo frente al poste del alumbrado, pero el hombre afirmaba llevar allí toda la tarde y no recordaba ningún vehículo con esas características que hubiese entrado o salido por aquel pasillo. Sus negativas pronto me encolerizaron y, seguro de que estaba coludido con los maleantes que habían hurtado mi coche, decidí reportar el incidente a la administración del almacén, no sin antes señalar la cámara de vigilancia que acechaba desde la esquina y advertir al vigilante que las cosas no quedarían así. Víveres en mano, regresé al interior de la tienda dispuesto a no salir de allí hasta que el mismo gerente del supermercado atendiera mi reclamo, pero cuál sería mi sorpresa al cruzar bajo el arco de la entrada y leer por encima de mi cabeza “Bienvenidos a WM, sucursal 5 de mayo.” Entonces me detuve en seco. ¿Acaso había leído bien? Retrocedí unos pasos y eché una nueva mirada al signo que daba la bienvenida a la tienda. “Sucursal 5 de mayo.” Entonces fui yo quien se llevó una desconcertada mano a la nuca; inequívocamente yo había entrado al almacén

No mamen, por lo menos digan quién fui.

1834 – 1893

Ignacio Manuel Altamirano fue un escritor y periodista mexicano de ascendencia nahua. Fundó algunos periódicos y presidió la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística. Sus obra más conocida es El Zarco, novela ambientada en la época de la reforma. ¿Feliz?

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de Manuel Altamirano y Apodaca, ¿cómo era entonces que me encontraba en una tienda que, en primera instancia, se encontraba a más de quince kilómetros de distancia? Frotando mis ojos releí el anuncio. “Sucursal 5 de mayo,” rezaba como un terrible obituario. Una helada sensación embargó mi pecho mientras salía al aparcamiento. Mirando el tránsito más allá de las aceras caí en la cuenta de que, efectivamente, me encontraba en la tienda de 5 de mayo, pues al otro lado de la avenida se levantaba el lujoso centro comercial que recién habían inaugurado. Tomé asiento en una banca y busqué el ticket de compra al fondo de la bolsa de plástico. Lo extendí y entre las arrugas del papel, impreso en tinta púrpura barata, encontré el enunciado que confirmaría mi temor:

¡WM Manuel Altamirano agradece su compra!

El amanecer no trajo luz sobre los acontecimientos del WM, y el misterio me acompañó durante mi jornada en la oficina. Sentado frente al ordenador mis dedos corrían sobre las teclas mas mi pensamiento oscilaba en torno a los supermercados y los kilómetros que los separaban. Mi obsesión con el tema fue tal que, sin darme cuenta, terminé por llenar una hoja de cálculo con toda clase de conjeturas absurdas que nada tenían que ver con mi trabajo. A sabiendas de que mi desempeño se vería afectado por la confusión, pedí a mi supervisor me permitiese ausentarme para atender un terrible malestar que me apretujaba las entrañas. Instantes después me encontraba en el aparcamiento del WM de Manuel Altamirano, mirando su fachada azul y gris desde el asiento de mi Chevrolet. Coloqué el auto muy cerca de donde le había dejado la noche anterior, aseguré las puertas y miré el reloj. Las manillas apuntaban las 13:22. Entré a la tienda como cualquier otro cliente, empujando un carrito pese a que no tenía pensado gastar un penique. Recorrí los estantes repletos de café, azúcar, galletas, leche en polvo, harina, limpiadores y demás productos para el hogar, luego caminé hasta el otro extremo del almacén y permanecí unos minutos mirando un juego de fútbol

Hola, soy Ignacio Zaragoza, el de los billetes de $500. ¿Sabían que los norteamericanos creen que la conmemoración de la batalla de Puebla es la efeméride más importante de México? Pero si serán...

La hora de impresión del recibo se remontaba casi treinta minutos atrás. Era innegable: de alguna manera me había transportado quince kilómetros en el espacio. Sentía las manos heladas. Arrojando el ticket de regreso a la bolsa, me encaminé hacia la avenida, no sin antes detenerme a pedir una disculpa al vigilante del aparcamiento, mi faz roja como un tomate. Pronto abordé un taxi que perezosamente me llevó de regreso a la tienda de Manuel Altamirano, donde, para mi alivio, se encontraba mi Chevrolet bajo el mismo poste que le había dejado. Conduje de vuelta a Apodaca en silencio, y una vez me encontré en casa guardé la bolsa de plástico en la nevera, apagué las luces y me metí a la cama. Había perdido el apetito.

1829 – 1862 6


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en los televisores. Transcurridos treinta minutos exactos abandoné el carrito y me dirigí a la salida, mirando detenidamente a las cajeras que, aburridas, pasaban artículos por encima del lector óptico; una de ellas, joven y apiñonada, llevaba unos pantalones bastante ajustados que ofrecían una vista difícil de olvidar. Entonces abandoné la tienda, cruzando por debajo de un gran anuncio que me agradecía la visita. Di unos pasos hasta el aparcamiento y, mirando por encima de una camioneta roja que circulaba por el paso, vi los modernos ángulos del centro comercial; me encontraba en la avenida 5 de mayo. Una vez que la sorpresa me permitió recobrar el aliento eché un ojo al reloj: eran las 13:57. El tiempo discurrió con normalidad pero yo, por segunda ocasión, inexplicablemente me había transportado a una kilométrica distancia. Palpé mi rostro como si quisiera cerciorarme de que efectivamente tenía la cabeza sobre los hombros; aquello había sucedido, no cabe la menor duda. Dando la media vuelta, me introduje de nueva cuenta al supermercado y de inmediato me dirigí al área de cajas registradoras. La chica de las bien formadas caderas seguía allí, deslizando botellas de refresco sobre el mostrador sin mucho interés. ¿Qué significaba aquello? ¿Que me había trasladado a la avenida 5 de mayo tan pronto crucé el umbral de la tienda? Para comprobarlo ocupé un lugar en la fila de una registradora (la de la guapa cajera, por supuesto) y al llegar mi turno pedí un paquete de cigarros. Tras agradecerle con una sonrisa que ella no devolvió me eché el cambio a la bolsa y leí detenidamente el contenido del ticket de compra. La hora coincidía con la que señalaba mi reloj, y en la parte inferior encontré impreso en la misma tinta púrpura el mensaje:

¡WM Manuel Altamirano agradece su compra! Si bien descubrí que me encontraba quince kilómetros atrás, esto únicamente arrojó una cuestión para la cual únicamente la práctica brindaría una respuesta: ¿qué sucedería al salir del almacén? ¿Me encontraría con el aparcamiento de Manuel Altamirano o con aquel de la avenida 5 de mayo? Imaginando que quizá el mecanismo también funcionaba en sentido inverso me aventuré más allá del umbral del supermercado, sólo para descubrir que no era el reluciente centro comercial de 5 de mayo aquello que asomaba más allá de las hileras de coches, sino el viejo edificio de la terminal de autobuses. La larga arteria de concreto que se extendía de oriente a poniente era, sin duda alguna, Ignacio Zaragoza. Por lo menos treinta kilómetros me separaban de mi automóvil. Dejando escapar un suspiro me apoyé en un muro y encendí un cigarrillo. Aquello era inaudito: en menos de veinte minutos me había trasladado del estacionamiento de 5 de mayo a una registradora de Manuel Altamirano y de ahí a una de las vías más transitadas de la ciudad. Miré el tabaco arder entre mis dedos como si el humo pudiese decirme qué hacer a continuación. ¿Debía tomar un taxi de regreso a mi Chevrolet o acaso debía aventurarme a la tienda una vez más? Con una última bocanada de humo me decidí por lo segundo, después de todo, si aquel umbral era capaz de arrojarme a otro punto de la ciudad aleatoriamente en algún momento debía enviarme de vuelta al lugar de 7

NOTA: no recibimos un centavo por promocionar café colombiano o leche y harina genéricas.


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donde partí. Dejando caer la humeante colilla regresé al interior del supermercado, cuyo dintel saludaba “Bienvenidos a WM, sucursal Ignacio Zaragoza.”

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Aunque no lo creas el concepto de ‘autoservicio’ no Gene ni un siglo de anGgüedad. Lo acuñó un Gpo llamado Clarence Saunders, quien en 1916 fundó en Memphis, Tennessee, una Genda llamada Piggly Wiggly, la cual operaba como cualquier supermercado moderno. En su momento esto fue una innovación sin precedente, y Saunders se hizo bastardamente rico vendiendo la idea a lo largo y ancho de Estados Unidos.

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Me adentré por los corredores de carnes frías, vegetales y abarrotes sin saber si me encontraba en una vez más en el almacén de Manuel Altamirano o, acaso, esta era alguna de las otras dos tiendas. El hecho de que la disposición del mobiliario y los productos fuese idéntica en todas las sucursales poco ayudaba a orientarme, y cuando crucé por el departamento de electrónica los televisores exhibían el mismo encuentro deportivo de hacía una hora. Me aproximé a la salida y asomé sigilosamente por cada uno de los estrechos pasillos que daban a las registradoras, hasta que encontré el par de curveadas piernas que ya bien conocía. Efectivamente, aquella era la sucursal de la cual partiera anteriormente. Sin más, recorrí por tercera ocasión el pasillo que conducía al exterior y fue enorme mi alivio al visualizar bajo el despejado azul el entronque de Manuel Altamirano y Apodaca. Como si temiese que en cualquier momento el panorama cambiase de nuevo, corrí hasta mi auto y rápidamente me alejé de allí, hasta perder de vista el elevado anuncio de WM.

Muy Incompleta Historia del AUTOSERVICIO

A partir de entonces el fenómeno se repitió aleatoriamente en cada una de mis visitas a este supermercado. Entrase en Manuel Altamirano, 5 de Mayo o Ignacio Zaragoza, al momento de abandonar el almacén podía encontrarme en cualquiera de las tres locaciones. Esta ocurrencia parecía no observar regla ni patrón alguno, pues si bien hubo ocasiones en que tras un par de intentos estaba de vuelta en el punto que comencé, recuerdo especialmente cierta tarde en que tuve que cruzar el umbral veintidós veces antes de regresar al aparcamiento correcto. Para evitar estas situaciones, en un principio decidí hacer mis compras en una tienda de otra cadena ubicada en las periferias del Circuito Interior, pero la indisponibilidad de ciertos productos y la notable diferencia en precios pronto me orilló a volver a los pasillos de WM. Terminé por acostumbrarme (acaso por resignarme) al misterioso fenómeno espacial que tenía lugar allí, e incluso adopté la costumbre de trasladarme en taxi a la tienda para que al salir únicamente tuviese que abordar otro para regresar a casa (al fin y al cabo, el costo del transporte era casi el mismo). Una peculiaridad que no pasó inadvertida a mi análisis fue el hecho de que el interior de la tienda era inmutable al paso del tiempo. Ya fuera por la mañana, a medio día o por la tarde, los altavoces arrojaban la misma música suave de supermercado, los televisores transmitían el mismo juego de fútbol y la apiñonada chica de las torneadas piernas siempre se encontraba despachando 8


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en la misma registradora, como si no tuviese día ni hora de descanso. Invariablemente vestía los mismos pantalones bajo la camisa azul de la tienda, mantenía los ojos fijos en los productos que pasaba sobre el lector e ignoraba cualquier cosa que los clientes tuviesen que decir (entre ellas, mis intentos por coquetearle). Con el tiempo no sólo descubrí que los estantes siempre albergaban la misma cantidad de productos, sino que las personas que deambulaban por los corredores con sus bolsas y carritos en mano también eran las mismas: fueron muchas las ocasiones que me topé con el niño que le lloriqueaba a su madre por un bote de mantecado, con el matrimonio que no se decidía por el color de las sábanas o con la mujer que hojeaba las revistas como si se encontrase en la biblioteca pública. De tal modo desarrollé la teoría de que la perfecta similitud entre las tres tiendas había creado un punto neutro en el espacio; un lugar por el cual el tiempo recirculaba más allá de toda comprensión y cuyos límites habían generado un vórtice que interconectaba las calles de Manuel Altamirano, 5 de mayo e Ignacio Zaragoza. Estaba viviendo en carne propia un fenómeno con el que cualquier teorista de la física cuántica soñaría; mi experiencia podía arrojar a la ciencia en un rumbo que hasta entonces únicamente era concebible en el reino de la fantasía. No obstante, mis posibilidades de explicar estas ocurrencias al mundo se esfumaron como las pesadillas al amanecer: una tarde en que salí del supermercado descubrí con sobresalto que el umbral me había arrojado al mismo lugar por el que había entrado. El atemporal pasadizo que tantas veces me llevara de un punto de la ciudad a otro había desaparecido tan misteriosamente como llegó. Los tres centros de venta habían recobrado su individualidad y los muchos personajes que conociera al interior del sempiterno almacén fueron borrados de la faz del orbe: nunca más volvería a escuchar la discusión del matrimonio de las sábanas ni a ver las apetecibles piernas de la chica de la registradora. “Lo sentimos, en nuestras tiendas no labora ninguna mujer con esa descripción,” dijeron en la administración cuando indagué su paradero. Descubrí asimismo que los televisores en el departamento de electrónica siempre permanecían apagados y, por si fuera poco, que el único lugar donde se podían adquirir cigarrillos era la barra de servicios al cliente. De pronto era como si mi gran aventura jamás hubiese ocurrido. Poco después de estos hechos me acerqué a diversos académicos de la Universidad y les relaté cuanto he escrito aquí. Aquellos más corteses apenas me dedicaron una divertida sonrisa antes de levantarse de la mesa. Si bien es cierto que la única prueba que tengo de la veracidad de los hechos es mi memoria, fueron muchas las decepciones que toleré antes de resignarme al hecho de que nadie creería mi historia. Como dije antes, aún soy asiduo cliente de los almacenes de WM, y aunque he perdido toda esperanza de volver a ver las torneadas piernas de la chica de la registradora, he de confesar que aún me estremezco al cruzar bajo el umbral de la salida, ansioso y temeroso de encontrar frente a mí un panorama totalmente distinto al que dejara al entrar.

FIN.

¿Encontró todo lo que buscaba?

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GRANDE EN EL CINE; GRANDE EN LOS LIBROS Nacido en Tennessee, Thomas Harris trabajó como reportero en Texas

y Nueva York, y fue justamente de sus años como corresponsal de la Associated Press que tomó la inspiración para escribir su novela debut Black Sunday (1975), que aunque no fue muy exitosa pavimentó el camino para un segundo Ntulo, Red Dragon (1981), en el cual el detecNve Will Graham sigue la pista a un asesino serial. Su cacería le lleva a buscar la ayuda de un homicida a quien detuvo previamente, y es allí donde aparece por vez primera uno de los personajes más memorables tanto de la literatura como del cine de suspenso: el doctor Hannibal ‘el caníbal’ Lecter.

Si bien su primera aparición en papel fue muy breve (apenas unas páginas, aunque la película de 2002 extendió el rol considerablemente), Harris, aficionado a las historias de asesinos como Ed Gein y Ted Bundy, gustó tanto del personaje que lo hizo foco de su novela de 1988 The Silence of the Lambs, en la cual Lecter ayuda nuevamente a un agente del FBI a detener a un siniestro criminal. Esta historia catapultó a Harris a la fama en 1991 cuando Orion Pictures la adaptó al cine con Jodie Foster como Clarice Starling y Anthony Hopkins como Hannibal Lecter. La cinta no solamente fue universalmente aclamada, sino que se hizo de los cinco grandes Premios de la Academia: mejor película, mejor actriz, mejor actor, mejor director (Jonathan Demme) y mejor adaptación (Ted Tally). Las aventuras del doctor Lecter prosiguieron en 1999 con Hannibal, que retoma la historia varios años después de su fuga del psiquiátrico de BalNmore, cuando el complot de venganza de una vícNma suya le lleva a encontrarse de nueva cuenta con la agente Starling. Esta novela fue adaptada al cine en 2001 con Hopkins de regreso como el personaje Ntular y, en un controversial movimiento, Julianne Moore en el papel de Clarice Starling. Aunque no recibió los mismos honores y galardones que su antecesora fue un éxito en taquillas. Harris no pensaba aventarse otro libro sobre Lecter pero en 2006 Dino de LaurenNis, dueño de los derechos sobre el personaje, lo obligó a escribir una precuela un tanto pobre Ntulada Hannibal Rising que aborda la infancia y adolescencia del caníbal y que fue llevada con poco éxito al cine con Gaspard Ulliel en el estelar… Siendo un escritor herméNco que nunca concede entrevistas, Thomas Harris no ha revelado si acaso el futuro depara algo nuevo para su icónico personaje.

Si te gustaron las películas, las novelas te van a fascinar

BIBLIO-T-K

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i t e r a c i ó n P O É T I C A

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primera parte

“Usted debe ser poeta”

– Berthe Trépat a Horacio Oliveira, en Rayuela, capítulo 23.

Prólogo Oí hablar de metapoesía: poesía sobre poesía. Aquí no haré poesía sobre poesía, sino poemas sobre poemas (en realidad más sobre cuentos, pero no es eso lo importante; me refiero con poema a la exposición “poética” de algo, ya sea en la narrativa, ya sea en el sueño de algo más). Quizá toda la historia poética es iteración. Quizás el poema original nació, dorado cual manzana, cual cielo, cual estanque central, y de ahí no hubo vuelta atrás. Como gota de sangre en veta de encino fue el inicio de un laberinto. Y dispares surcos se iluminaron a tu paso, todos huyendo de ti, infinitos hombres; espejos unos de otros, perpendiculares y antagónicos, y ondeantes, cuando los únicos espejos eran ojos y ríos. Tal vez —y lo digo cada vez con más fe— sólo hay un gigantesco e inconmensurable poema, cuyos versos son poemas más pequeños, que, de cuando en cuando, se agrupan en constelaciones llamadas mujeres y hombres. Así como Borges en su cuento Tlön, Uqbar, Orbis Tertius conjeturó que no había muchos hombres sino sólo uno; así... (etcétera, etcétera, etcétera).

JIMM

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R A R A S -

Laberinto cuántico-bélico Llegó el soldado, el hombre, laberinto al laberinto cenizas a las cenizas alma al viento. Y el pasado fue futuro y lo ausente presente. Alguien perseguía y había un destino —seguramente—. Mas lo más bello eran aquellos muros inexistentes de ocre roca cual calados en rojo desierto, que, angulosos, como antigua piedra hebrea se cortaban unos a otros, empezaban y terminaban, y eran vidas que creían ser hombres que creían ser otros hombres —divisándose en las encrucijadas— y tornaban imaginación su creencia para no asustarse para no encontrarse, de pronto, en la blanca esquina de un cuarto llorando: sabiendo: “que soy el mendigo de una ciudad china del sur, que soy marinero en Rangoon y en bajas playas mi barca encalla descendiendo yo a hacer el amor a las mujeres.” Para no encontrarse, unos frente a otros, y saberse el mismo.

¡Bang!

¡Bang!

El jardín de Inspirado en n, e se bifurca senderos qu . s e is Borg de Jorge Lu

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Segundo rayo

Y terminó la gran comilona; la gorda cayó muerta. Su cadáver yacía en las estepas. Tan corpulenta era que la tierra se tornó selva a su rededor. Miles y miles de ciénagas y deltas, bahías rivereñas y bóvedas arbóreas. Antiguos galeones que se perdían ahí dentro pudriéndose y quebrándose a sol y sombra. Inspirado en alguna parte Tierra abajo, en un pueblo a varios días de mar y capitales, de Cien años de soledad, los amados se encuentran cual fantasmas de madrugada de Gabriel García en el vestíbulo de la casa de ella. Márquez... Oh, cierto: yo soy García Márquez. Los terribles brocados barrocos de la puerta representan familia Y la luz refractándose en su traslúcido cristal central entra como la muerte resplandeciente letanía del tedio amanecer que a todo acalla. En casa todos duermen. Antes del segundo rayo huyen descalzos. Prometen encontrase en las estepas, caminan hacia la selva. Corren junto al último par de cabañas de rudimentarios troncos. ¡Viene el alba, viene el alba! Huyen, pero ya es tarde la selva lejana los observa. Penúltimo beso. Cristalino viento derritiéndose en las mejillas. Los cabellos de ella son como espigas. la selva lejana los observa y no es la única... aurora: segundo rayo.

Literatura – Música – Entretenimiento – Todo lo demás

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Rana amarilla Soñé un lugar al que jamás podría llegar. Empinadísimas escaleras de húmedas piedras de río subiendo a las nubes. Las suelas de mis zapatos resbalaban y toda la tierra se había alzado como después de un letargo infinito. La rana amarilla —llamada Hog— se veía escurridiza. Él me seguía. Yo temía caer y matarlo. Después los escalones sostenían terrarios donde minúsculos batracios vivían. Logramos pasar de lado. Yo temía caer y matarlo. Cada vez la pendiente más agreste, en una parte quedaba pura rampa y luego la escalera se tornaba relieve. De la rana amarilla: ni un rastro. Llegamos al techo; levanté y deslicé tapancos y rejas, temía tirar tablas y matarlo. Salí, salí; y con cada pierna a un lado del hueco temí caer otra vez y matarnos. Quise ayudarlo. Pero ya estaba despierto. (Me pongo triste al pensar en él, atrapado en mi sueño).

Inspirado en un sueño.

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Saldré al techo y ahí me acostaré. Me cobijará el viento transparente y el manto estelar. Y como no tengo amigos que se acuesten en los techos con quien platicar, me visitarán las quimeras, espíritus esenciales y seres etéreos demás. Me llevarán a la tranquila morada del sueño... Lejos del sol todo será crepúsculo anunciado.

Música

Donde el crepúsculo jamás llega

—Mira —dijo al niño—. Inspirado en Celephaïs, de El sol ha muerto otra vez ya. Howard Phillips Lovecraft. Pasaron cuatro mil días y cuatro mil noches, y llegaron a las cascadas celestes —fin del cielo sobre la tierra—. Las nubes devoradas por la nada. Un gigantesco agujero sobre el cual todo se arremolinaba yacía bajo ellos. Arriba fue abajo, e izquierda derecha: Aquel lugar sin estrellas.

Más allá de los dos horizontes

Inspirado en ALCYONE, un cuenGto mío.

Literatura Entretenimiento – Todo lo demás

Lee la segunda parte de este poemario en nuestro ejemplar de febrero.

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L E T R A S

are, . softw g houses sign A de e printin l. m re by so you, Co I hate

Fer Osorio: haikús de diseñador (gráfico)

- Tendedero de haikus -

Used

En el universo de Saint Seiya, Sirius de Can Mayor es uno de los caballeros de plata enviados a Japón para vigilar a Aioria de Leo y, si acaso éste fallaba en su comeNdo, eliminar a los caballeros de bronce. Aunque solamente apareció en un capítulo muchos le recordamos porque aquél fue justamente el episodio donde Seiya ves_a la armadura dorada de Sagitario por primera vez. En el fabuloso mundo de la astronomía Sirius es el nombre que dieron los griegos a Alpha Canis Majoris, la estrella más brillante de la constelación de Can Mayor y el cuerpo celeste más luminoso en todo el cielo nocturno (exceptuando los objetos del sistema solar). A una distancia de tan sólo 8.6 años luz, Sirio es uno de los vecinos cercanos de nuestro Sol. Esta estrella jugó un rol importan_simo en la mayoría de las civilizaciones anNguas.

 +   3

- R E V I S T A R A R A S -

Blah...

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Y S U N U E V O D I S C O

Díganme que está mejor que el anterior... Pues...

En 1996 un cuarteto de músicos finlandeses sorprendió al mundo al presentar su álbum debut Apocalyp?ca Plays Metallica by Four Cellos, el cual, como el nombre indica, consis_a en covers de esta banda californiana ejecutados en cuatro violonchelos. Si bien no era la primera vez que se adaptaba los éxitos de Metallica a instrumentos meramente clásicos, el concepto de esta agrupación sobresalió entre todos los esfuerzos gracias a la precisión e intensidad que conferían a cada una de las interpretaciones. Dos años más tarde Inquisi?on Symphony, su segundo disco, lograría un éxito similar al presentar covers de Sepultura, Pantera y Faith No More, pero serían los temas originales de sus producciones Cult y Reflec?ons los que pondrían en el mapa el concepto de cello-­‐metal propuesto por Eicca Toppinen, Paavo Lötjönen y Pertuu Kivilaakso. Todo cambiaría en 2005 con la llegada de Apocalyp?ca, el primer álbum en incorporar oficialmente vocales a un proyecto que hasta entonces era instrumental. Esta decisión, aunada a un notorio cambio esNlísNco por parte de la banda, causó gran controversia entre los fans, que soltaron mentadas y miradas gachas al escuchar piezas totalmente ajenas a los discos anteriores. Worlds Collide en 2007 no tendría mejor aceptación con todo y la parNcipación de Till Lindemann (Rammstein), Corey Taylor (Slipknot) y Adam GonNer (Three Days Grace). Ahora ApocalypNca se encuentra en plena gira promocional de 7th Symphony, su más reciente lanzamiento que, cabe decir, ostenta un sonido sumamente ordinario que ya nada Nene que ver con el material que los diera a conocer. Si piensas comprarlo/descargarlo y eres de los fans de la vieja escuela no te hagas ilusiones: te vas a decepcionar desde el primer sencillo, “End of Me.” Pesa decirlo, pero este disco únicamente es recomendable para quienes han gustado del material que han presentado de 2005 a la fecha.

Por cierto, se presentan este mes en el Auditorio Nacional... 17


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Desde Israel llega Orphaned Land, una de las bandas de metal más notables que ha arrojado el medio oriente. Su música mezcla elementos de rock progresivo con cantos gregorianos y toques de música tradicional árabe y judía… En pocas palabras, has de cuenta que son Blind Guardian fumando un narguile. Su rola “Ocean Land” es un buen resumen de todo lo que comprende esta agrupación, chécala.

El metal medieval en su máxima expresión está de regreso con el nuevo Ntulo de In Extremo, Sterneneisen que, por si se lo preguntan, significa Estrella de Hierro. “Zigeunerskat” es el primer sencillo manado de esta producción, que viene recargada con todo el poder de las gaitas y la guitarras eléctricas que se han converNdo en el trademark de estos teutones.

ESTAS 4 BANDAS SE PRESENTAN ESTE 28 DE ENERO EN EL CIRCO VOLADOR! Elysium es el más reciente Ntulo en la discograra de esta icónica banda de power metal. Más de veinte años de experiencia se reúnen en las nueve pistas, entre las cuales destacan los sencillos “Darkest Hours” e “Infernal Maze” que, como ya es costumbre con Stratovarius, están bien chingones. Échale un ojo… O una oreja… O como se diga…

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Estos finlandeses también andan de estreno con su álbum The Beginning of Times que, al igual que sus lanzamientos anteriores, es un disco conceptual basado en los mitos del Kalevala. En general suena muy, muy parecido a su predecesor, Skyforger, pero es una buena adición a la colección. Checa “You I Need,” “Mermaid” o “My Enemy.”

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Literatura

Música

Entretenimiento

Todo

lo

demás

Este mes engalana nuestras páginas don Nigel Kennedy, el auténNco chico malo del violín. Oriundo de una familia de músicos, a los 17 años ya improvisaba al lado de Stéphane Grappelli y a sus 55 es quizá el más extravagante e irreverente de los violinistas clásicos: entrenado personalmente por Yehudi Menuhin, no sólo se ha atrevido a interpretar a Vivaldi, Bach, Beethoven, Brahms, Elgar y Tchaikovsky en un violín amplificado, sino que, para horror de los conservadores, ha incursionado con desbordante maestría en géneros como bluegrass, funk, jazz y hasta rock (sus cadenzas inspiradas en los Doors y Jimi Hendrix son buen ejemplo). Ha comparNdo el escenario con leyendas de la escena británica como The Who, Level 42, Donovan, Jeff Beck y Robin Gibb entre otros, además de grabar e interpretar klezmer junto a la banda polaca Kroke (véase el disco East Meets East). Los años recientes le han visto hacer a un lado sus raíces clásicas para enfocarse en el Nigel Kennedy Quintet (NKQ), proyecto radicado en Polonia donde colabora con talentos locales como Pawel Dobrowolski y Tomasz Grzegorski. Dicha incursión en el jazz del oriente de Europa ha arrojado los _tulos A Very Nice Album y SHHH!.

MÚSICA no tan

CLÁSICA TEMAS •  •  •  •  •  •  •  •  •

SELECTOS

Csárdás – Vittorio Monti Invaders – Nigel Kennedy Quintet Baba O’ Riley – The Who As My Guitar Gently Weeps – Beatles Ajde Jano – Kroke Riverman – NKQ ft. Boy George Violin concerto in B minor – Elgar Purple Haze – Jimi Hendrix Cualquier cosa de Vivaldi o Bach N LOS E A C S Ú B 19


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THE_WARD

En 1966 una paciente del psiquiátrico de North Bend llamada Tammy es muerta por una fuerza invisible. Un día después Kristen (Amber Heard) es internada en el mismo hospital tras prender fuego a una granja. Incapaz de recordar lo ocurrido pero con la certeza de ser inocente, su estadía la llevará a descubrir un ardid de venganza más allá de la tumba en contra de las pacientes de la insNtución mental. Este es el argumento de The Ward, la más reciente cinta dirigida por John Carpenter que, aunque en Estados Unidos se estrenó en 2010, apenas llega a las salas de nuestro país. Si recuerdas con nostalgia aquellas franquicias de horror asociadas con este legendario director, como Halloween o Scream, date une vuelta por tu cine favorito en estas semanas.

Y si quieres ver un filme realmente malo date una vuelta por The Darkest Hour (La Última Noche de la Humanidad). LA-MEN-TA-BLE.

Este mes también se estrena en México J. Edgar, un filme biográfico sobre John Edgar Hoover, el primer director del Federal Bureau of InvesNgaNon (el FBI, pues). Dirigida por el chico más rudo del oeste, Clint Eastwood, la cinta profundiza en la controversial figura de Hoover al frente de la insNtución que libró la primer cruzada del gobierno de los Estados Unidos contra el crimen organizado. El rol estelar es encarnado por Leonardo DiCaprio quien, cabe decir, ha agarrado muy buenos papeles desde que dejó de ser un ídolo juvenil. De hecho, según la críNca, el aspecto más r e s c a t a b l e d e J . E d g a r e s precisamente la interpretación de su estrella, aunque no le prestes mucha atención al maquillaje, pues este no es ningún Benjamin Buzon. Ve a verla y pla_canos que te pareció.

Go ahead, make my day...

¡OMFG es míster Roger Ebert!

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Literatura

Música

Entretenimiento

A

W

A

K

E

Todo

N

I

lo

demás

N

G

Con el slogan de “La Venganza Regresa” hace su arribo la cuarta entrega de Underworld, serie que fusiona vampiros y hombres lobo con escenas de acción y tramas sólidas como el queso suizo. En esta ocasión Kate Beckinsale retoma el papel de Selene, quien tras los eventos de Evolution (recordemos que Rise of the Lycans fue precuela) fue capturada por los humanos y permaneció en suspensión criogénica por más de una década. Al despertar se encuentra con un mundo donde los gobiernos están plenamente conscientes de la existencia de estos seres sobrenaturales y libran una cruzada para erradicarlas de la faz de la Tierra. Ahora ella y su nueva aliada, Eve (India Esley), deberán luchar por la supervivencia en un mundo como nunca habían conocido… Sí, el argumento suena muy quesoso pero, vamos, no todos los días podemos ver a Kate Beckinsale paseándose en traje de cuero negro por una pantalla cinematográfica…

Anna Bederke… Mmm…

Miren, malditos perversos, mejor presten atención, porque se rumora que algunos cines estarán exhibiendo Soul Kitchen, una comedia alemana escrita y codirigida por Fatih Akin y Adam Bousdoukos que versa sobre las desventuras de un joven cocinero griego que, sin querer, transforma su restaurante en la mejor pocilga de todo Hamburgo. Si la encuentran en cartelera métanse a verla; eso sí es cine y no m@&%#@s...

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Y si te gu st a el cine de arte échale un ojo a otra s películas de Akin Fatih co mo Ge ge n die Wand, Im Juli o The Edge of He aven.


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¿Qué crees?

Edgar Allan Poe olvidó su manuscrito en el centro del laberinto, ¡ayúdalo a encontrarlo!

Laberinto: JIMM

Una regla no escrita de la cinematograra dicta que si una cinta extranjera logra penetrar al mercado estadounidense Hollywood no tardará en realizar una adaptación. Tal como sucedió a cintas como Let The Right One In (Suecia, 2008), Rose Flower, Red Lotus (Corea, 2003) y Ringu (Japón, 1998), ahora es el turno de Men Who Hate Women, la primera novela de la serie Millenium del escritor sueco SNeg Larsson que, cabe decir, fue adaptada en su país de origen en tres filmes in-­‐dis-­‐pen-­‐sa-­‐bles en la colección de todo cinéfilo. The Girl With the Dragon TaVoo es dirigida por David Finchner (el que se llevo el Oscar en 2010 por la película de Facebook) y protagonizada por Rooney Mara como Lisbeth Salander y Daniel Caig en el papel del periodista/invesNgador Mikael Blomkvist. Ya sea que estés familiarizado con esta trilogía o no tengas idea de que trata, te recomendamos te des una vuelta para ver esta película y que, de paso, asomes a las novelas originales o a las cintas suecas estelarizadas por Noomi Rapace. Música: Trent Reznor y Atticus Ross

©Ludus. Toonpool.com

No se burlen...

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Todo

lo

demás

(aguas con este, niños)

¡Hola, somos los tres Reyes Magos! Este año hay sobredemanda de avioncitos de papel, échanos la manos haciendo unos con las hojas de esta revista.

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me cae que ni

el Boeing

Figura: Fumiaki Shingu 23

Pues yo soy Mateo, el del evangelio, y no me explico de dónde sacaron tanto folclor con los sabios de oriente: yo nunca dije que fueran ni reyes ni magos, ¡y mucho menos que fueran tres!


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LETRAS

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R A R A S Todos los derechos reservados Editorial Sad Face Her Majesty’s Entertainment Enero 2012

SAD

F A C E!

E D I T O R I A L

H

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M

a j e s t y ’ s -­‐ E n t e r t a i n m e t -­‐


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