Revista "El Compañero" 5

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OPINION PERONISTA

Abril2011

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AHORA,NOSOTROS Después de hacer un certero y metódico análisis de la situación internacional, nacional y de la ciudad, terminó asegurando: “Compañeros, nunca estuvimos tan cerca como ahora”. Decía esto y golpeteaba con el dedo índice el vidrio de la larga mesa dándole mayor firmeza a la frase. Sonreía detrás de los bigotes mientras hacía la tremenda afirmación y me pareció que le brillaron los ojos. En ése momento, sentí el viento de la Historia recorrer el salón de reuniones y me dio vértigo. Hablaba, nada menos, de la gloriosa posibilidad de ver y hasta de ser parte del sueño más grande, del anhelo más hermoso. Nos estaba diciendo que aquello por lo que dieron su vida y sufrieron tanto tantos compatriotas, lo tenemos ahí nomás, más cerca que nunca. Que teníamos que redoblar el esfuerzo, que teníamos que generar más poder popular para volcar la correlación de fuerzas a nuestro favor y así PROFUNDIZAR EL MODELO… Que está ahí, a punto, que lo único que falta es que apretemos los dientes y asumamos con mística patriótica el lugar que nos toca entre los militantes del Pueblo. No es difícil, tenemos a Cristina, verdadera vanguardia iluminada por la representación popular, sólo tenemos que seguirla, sin críticas ni fisuras. Para criticarnos está el enemigo, que no se guarda nada. Además, teniendo en cuenta la magnitud histórica, económica y cultural del bloque opositor, no podemos darnos el lujo de gastar energías y socavar la moral combativa con críticas y lamentaciones que, por lo general, son meras reproducciones del discurso enemigo. Ésto no significa que somos autómatas, boludos optimistas. Nadie mejor que los peronistas para saber y conocer, sin estudiarlo en ninguna universidad, las necesidades del Pueblo. En ése terreno no tenemos competencia por la sencilla razón de que SOMOS LA GRAN MASA DEL PUEBLO… Y por éso también somos los que queremos más. Somos de los que quieren llevar la cosa hasta el hueso, los que quieren avanzar en una mayor distribución de la riqueza, en la creación de trabajo digno y en el fomento del consumo

interno. Somos del batallón que brega por la liberación nacional latinoamericanista y por una mayor intervención del Estado sobre la economía, por el control nacional sobre los servicios públicos y sobre todos los recursos naturales. Somos los que queremos que vaya en cana hasta el último represor y hasta el último de sus cómplices, los que queremos ver a Ernestina y a Magnetto esposados, de frente y de perfil, los que queremos terminar, de una vez y para siempre con los privilegios y con los privilegiados, con los prepotentes y los violentos, con los monopolios y con la puta oligarquía… En verdad, aquello era una arenga, si el Pueblo y nosotros, los militantes del Pueblo, hacemos lo que hay que hacer, la Argentina grande con la que San Martín soñó está más cerca que nunca de ser la realidad efectiva. Estamos cerca de darle a la memoria de nuestro querido General, como una ofrenda, la más maravillosa música hecha Estado y Ley: a Evita, su sueño de grasitas felices; a Néstor, sus mil flores creciendo en una Patria para todos. La enorme dimensión histórica que implica ésta posibilidad revolvió mi propia historia y trajo en tropel bárbaro y polvoriento la imagen de los valientes gauchos de Felipe Varela y del Chacho Peñaloza enfrentando, en muy inferiores condiciones, a las disciplinadas y bien armadas tropas porteñas que venían a imponer a sangre y fuego la libertad de comercio sobre el interior para saciar la ambición del imperialismo inglés y de su sierva de siempre, la oligarquía. Lo ví a San Martín yendo al frente como un loco rabioso en San Lorenzo, a Cabral jugándose y perdiendo la vida para salvarlo, a los valientes de Obligado, que combatieron con armas de fuego hasta que se quedaron sin balas y entonces pelaron cuchillos y sables para seguir dando y recibiendo sangre y muerte en el choque cuerpo a cuerpo. Recordé a los negros furiosos, indignados, impotentes, apretados en camiones, agitando ingenuos palos para dar la vida por Perón mientras arreciaban la metralla y las bombas sobre Plaza de Mayo; al General Va-

lle, detenido en la penitenciaria, en esas horas frías, terribles, en las que esperó al pelotón como un valiente, acusando a sus viles asesinos. Pensé en todos los compañeros, secuestrados, torturados, humillados, fusilados... ¿cuántos habrán tenido como último consuelo el saberse soldados, integrantes del histórico y trascendental proyecto de liberación nacional, parte de ése mismo sueño del que nosotros hoy estamos tan cerca? ¿No es emocionante? ¿No somos muy afortunados de vivir uno de los períodos históricos más luminosos? Podemos tener una aproximación de lo que ésto significa si consideramos

que la regla, por lo general, nos resulta adversa. De 200 años de historia sólo poco mas de 40 fueron ocupados por gobiernos populares (sumando a Rosas, que no fue presidente pero tuvo la representación diplomática de la Confederación, las dos presidencias de Yrigoyen, las dos de Perón y las dos de Néstor y Cristina). Así de excepcional es lo que estamos viviendo, porque, a no confundirse, nosotros somos del bando de los derrotados de Caseros, de los derrotados del Chacho, de los derrotados de Obligado, de los derrotados en el '30, en el '55, en el '76, en Malvinas. De los que perdimos mu-

cho más que elecciones. Por el contrario, ellos son los triunfadores, los que configuraron la Nación a la medida de la división internacional del trabajo, ellos tienen el poder más poderoso (hasta ahora), ellos impusieron sus códigos, sus tribunales, sus instituciones, su sentido común, el nombre de calles, plazas, escuelas, sus monumentos. Aún así, a sabiendas de nuestra debilidad a la hora de medir la correlación de fuerzas, seguimos la tradición y levantamos las mismas banderas de todos los derrotados porque son las banderas del Pueblo y de la Patria

contrarias a la oligarquía y al imperialismo. Banderas de los derrotados circunstancialmente, cargadas de dignidad y heroísmo, que flamean con la fuerza de la historia. Banderas y Causa que no nos dejan otra alternativa mas que defenderlas, porque nos jugamos no sólo el futuro sino también el honor y el respeto por la memoria de los que ya no están. Además de la hermosa posibilidad de alcanzar la Patria para todos y de la pesada responsabilidad que nos queda a nosotros para llevar adelante el salto que nos falta para doblegar a la oligarquía (única forma de alcanzar aquello de lo que estamos tan cerca), queda, como una nube oscura e inquietante, la pregunta: ¿Hasta dónde llegaremos antes que “Ellos” vuelvan a aplicar el terror y la violencia masiva? Compartimos con “Ellos”, desde distintas perspectivas, la misma certeza: Si ganamos vamos a ir para adelante, no puede ser de otra manera, y para eso vamos a tener que confrontarlos. Se va a agudizar la contradicción: ¿Hasta dónde llegará esta puja en la que, hasta ahora, vamos ganando? “Ellos” también lo saben y no van a quedarse cruzados de brazos mirando cómo les quitamos privilegios y afectamos sus intereses. Me imagino que ni Magnetto ni Ernestina deben dormir tranquilos sabiendo que si ganamos van derechito al calabozo. Pensar que se van a quedar esperando es una ingenuidad. No lo hicieron nunca a lo largo de toda nuestra historia, ni tampoco lo hicieron en Venezuela, en Bolivia, en Ecuador, en Honduras. El ex embajador yanqui en Chile, durante la caída de Allende, dijo en un documental que el presidente derrocado era un caballero, un demócrata, pero que su error más grande había sido pensar que la burguesía chilena se iba a suicidar. Estemos preparados y alertas, compañeros, la derecha, cuando se siente acorralada, se desespera y reacciona. Lo hace siempre con violencia, porque, como decía el General: La fuerza es el derecho de las bestias. Profesor Emilio Badra


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