Perico Trepa por chile

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-Eres afuerino,) ¿no?- le preguntó un pescador.

-Sí, llegué anoche. Ni sé dónde estoy. . .

-Por si te sirve saberlo, este es Iquique. ¡Ahí tienes delante la bandera que muestra donde se hundió la Esmeralda!

Fue una impresión profunda para Perico recordar el combate de Iquique ante el lugar donde ocurrió. El pescador era conversador y lo invitó a su casa y, en poco rato olvidó el frío y el hambre.

Aquel día vivido con el grupo de marisqueros y pescadores, recorriendo rocas y acantilados y luego una parte del puerto para llegar rancho sería siempre un día maravilloso.

Con la familia, al oscurecer, compartieron un buen caldillo de choros y no faltó un rincón entre los niños para que durmiera Perico igual que en su rancho.

¡MI PERICO! Perico dormía aún cuando su amigo marisquero salió a las rocas a recoger sus choros, los llevó a vender al mercado y volvió al rancho trayendo pan y verduras con el dinero logrado.

Ni siquiera despertó cuando esté se sentó junto a su mujer a tomar su té caliente.

-Oye – le decía a ella. – En el mercado se comentaba de un desaparecido. . .

Con un gesto de la barba indicó a Pe {icho en el rincón, dormido.

-Me) creo que es esta cabro. Se arrancó del reformatorio y, lo andan) buscando por tomos los rincones.

- No quisiera entregarlo- dijo el pescador – Es un cabro simpático y lo podemos adoptar.

- No todo será mala suerte para que lo encerraran ahí. Averíguale un poco antes Fano. . .

- No va a contar sus problemas, si los tiene.

Alguien golpeó la puerta y Fano fue a abrirla.

- Buenos días, Parra- el carabinero saludó amable al pescador.

- Muy buenos, y adelante. ¿Que lo trae por aquí? - Se escapó un niño y, alguien dijo que lo vio mariscando con usted. . .

- Yo marisque solito.

El cabo les dio una mirada sonriente, saludó y se fue, disculpándose.

Apenas cerró la puerta saltó Perico de entre las mantas:

- Oí todo don Fano. No hice nada malo. Se lo juro por mi mamá que me mira del cielo. . . Me encerraron porque le hice dedo a un motorista que con} raboneaba, según parece. No lo) conocía siquiera. . .

Perico estaba pálido y no quería llorar.

- Quédate tranquilo y toma desayuno. Ahora eres hijo mío, ya lo oíste.

Estaban en lo mejor cuando se abrió la puerta y entraron dos uniformados.

- Venimos por su nuevo hijo- explicó uno. - No le va a pasar nada. El cabro es importante y o un delincuente como creímos al principio. . .

- Hay un llamado de Arica – siguió diciendo el carabinero- un llamado a toda la zona norte, para ubicarlo. La orden viene del piloto, mi capitán Álvarez, que lo espera allá.

Perico estaba feliz y se acercó sin miedo a los uniformados.

Al llegar al furgón que los esperaba Perico descubrió en él sus cueros, su caja y el saco con sus piedras y regalos.

Corrió a entregárselos al marisquero.

Se despidió del marisquero y de su familia.

-Tenemos un buen viaje todavía, pero pondremos la radio para distraerte.

La música apagó la radio.

¿Dijo que estaba mi padre con el capitán?- preguntaba incrédulo Perico.

- Así dijo el noticiario. . . ¿No lo esperabas? - Claro que no. Él vive en Tierra Del Fuego.

- Lo habrá traído volando el capitán.

El furgón con su preciosa carga entró triunfante al recinto militar donde esperaban el


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